Con la disolución del Senado el Emperador había extinguido los últimos vestigios de la Antigua República, en la demostración final
que su opresión se había consolidado definitivamente. Pero la terrorífica
estación de batalla Estrella de la Muerte había sido destruida, y las fuerzas imperiales habían sido derrotadas
dos veces seguidas: en Scarif y en Yavin 4. Ahora aquellos nombres
resonaban en los corazones y espíritus de todos los habitantes de la galaxia
que anhelaban el regreso de la libertad y la justicia. Su sonido significaba una
llama de la luz de esperanza en la oscuridad.
La nave se sacudió por una explosión
cercana. Keegan observó los rostros de los infiltradores que le acompañaban en
la bodega, y no hacía falta ser sensible a la Fuerza para notar que sentían miedo. Tenían la expresión encogida y la
mirada vacía del que sabe que sabe que aquella misión es de las que no se
vuelve. Solo se escuchaba el sonido de la maquinaria de la corbeta corelliana y el respirar de los soldados. Pero todos
comprendían que aquella misión daría más tiempo a completar la defensa de Klovan,
salvando así millones de vidas. El gobierno del planeta ya apoyaba a la Alianza discretamente antes de la destrucción de Alderaan, pero tras
aquel crimen tan horrendo habían ofrecido sus recursos industriales en la lucha contra el
Imperio, convirtiéndose en un puerto seguro, donde muchos se habían refugiado. Pero
ahora estaba siendo atacado y él debía demasiado a los klovanos para no
ayudarles en la lucha.
1.
Una semana antes
Estrella Lejana
Se encontraban en un remoto sistema
sin ningún planeta capaz de sostener vida, ni con recursos útiles. Tenía ocho
rocas y gigantes gaseosos flotando en el espacio alrededor de una estrella fría
y pálida. Aun así para Zahn, (1) de pie en el puente de mando, aquella luz le
resultaba muy familiar. La pequeña fuerza rebelde estaba formada por las naves
de combate: Estrella Lejana y Rayo de Esperanza, (2) un viejo destructor
de bolsillo de la clase Recusant procedente de las Guerras Clon, junto a un transporte de cazas Ala-A desde donde se había
desplegado el escuadrón Meteorite. Y
junto a estos una docena de omnipresentes transportes Gallofree GR-75, algunos de ellos
reconvertidos en cisternas. Todos ellos habían llegado hasta allí procedentes
de diferentes lugares y a través de varios saltos hiperespaciales, sin que sus
tripulaciones supieran las coordenadas del punto de reunión. El secretismo era
algo necesario en una organización formada por células separadas que luchaban
contra la poderosa maquinaria militar imperial. Por lo que era normal que en
operaciones como aquella los computadores de navegación fueran supervisados por
droides astrométricos que borraban
los registros para evitar que fueran capturados por el enemigo. Ahora sus órdenes
eran esperar para recibir combustible de hipermateria,
incluyendo varias toneladas de coaxium
refinado y armamento, que permitiría a la Flota rebelde mantener sus operaciones durante varios meses.
Pero él sabía que se encontraban a tan
solo 5 años luz de su mundo natal: Naboo.
Su padre había sido un alto funcionario del sector y su madre profesora de
música. Pero aquel planeta siempre le había parecido pequeño y poco
sofisticado, alejado de los grandes cambios que se estaban produciendo en la galaxia.
Por lo que había hecho todo lo posible para que lo enviaran a estudiar a Coruscant. Allí el Imperio, ávido de
nuevos reclutas, se había fijado en él, ingresado en una de las academias
especiales creadas para formar a la élite que debería gobernar la galaxia. Tras
graduarse ya se encontraba trabajando directamente para el Ubiqtorado, el órgano de coordinación de todas las agencias de
inteligencia del Emperador. Fue destinado a Eriadu bajo el mando del Gran Moff Tarking, donde había formado equipo con otros dos fervientes
seguidores de las doctrinas del Nuevo Orden: Oren Daran y Osewn Eckener. Cada uno destacaba en algo diferente del
otro, por lo que no existía rivalidad real entre ellos, lo que permitió cosecharan
rápidamente éxitos contra la incipiente rebelión. La cual tampoco tardó en
convertirles a ellos mismos en su propio objetivo, enviando a una agente que
debía acercarse a él y sacarle información sobre sus siguientes operaciones. Y
lo consiguió, no solo eso, ya que no tardó en enamorare de ella, y cuando
descubrió la verdad no pudo denunciarla, en realidad la ayudó activamente y por
tanto a la rebelión. Hasta que fueron descubiertos, arrestados y torturados, pero
solo él pudo ser rescatado. Sin ningún otro lugar donde ir, se quedó en las
filas rebeldes, pero al no fiarse de él, fue relegado a una nave de escucha, el
Resplandeciente, un antiguo crucero de la clase Consular. Un nombre de una nave más adecuado a otros tiempos
que a la lucha en la guerra civil que se estaba librando. Aunque gracias a las
intercepciones de las comunicaciones que tenía en aquella posición, había
podido buscar información sobre Daran. Quien una vez había sido su mejor amigo,
así como el hombre que le había torturado a él y a la mujer que amaba. Pero
este parecía haber abandonado Eriadu con el resto de miembros de la unidad con
los que había trabajado y no le había podido localizar. Como si se los hubiera
tragado un agujero negro.
Ante su más absoluta sorpresa, tras
lo que la rebelión llamaba la Batalla de Pas’ajo (3) y que para el Imperio no sería más que una escaramuza sin nombre, el general Craken le había pedido que
aceptara además del mando del Resplandeciente,
el de la Estrella Lejana, una
fragata de asalto mejor armada que la clase Nebulon-B. Aceptó sabiendo que
era la única manera de poder salir del tedioso puesto de escucha de las transmisiones
imperiales al que le habían relegado. Tras tomar el mando lo primero que hizo
fue consultar con su ingeniero jefe de a bordo, llamado Vendell, la posibilidad
de que el antiguo crucero pudiera ser acoplado de manera permanente al cuello
de la nave. Este estudió la posibilidad y no tardó en hacer los ajustes
necesarios. De esa manea podrían disponer de un medio más pequeño para desplazarse
y pasar desapercibidos en sus futuras misiones.
Sus órdenes eran liderar una unidad mixta entre la marina, la inteligencia y un destacamento de fuerzas especiales. Creando así un grupo de
operaciones especiales con base en una nave de combate, bajo la dirección
directa del general Craken para misiones independientes y arriesgadas en
territorio enemigo. Además habían instalado a bordo del Resplandeciente un equipo de descodificación Amgine4M, utilizados
por el alto mando imperial. De manera que podían desplegarse en cualquier lugar
e interceptar las comunicaciones más delicadas y aunque no tenían códigos de
cifrado, con la información que ellos podían captar y otras fuentes
independientes podrían llegar a descodificar algunos mensajes.
No tenía ni idea de capitanear una
nave espacial, pero sí de liderar un equipo de trabajo. Lo había hecho antes y
siempre con eficacia. Era una dotación heterodoxa y de origen dispar, una
amalgama de seres de diferentes lugares y razas, como su primer oficial: el
comandante Treson Moritz. Era un profesional que había asistido a la Academia
Naval de Alderaan y que hacía tiempo que se había involucrado en la rebelión
bajo la influencia de Bail Organa. Y
a pesar de que hubiera sido más lógico que él fuera el capitán por su completa
falta de experiencia en aquellas lides, Moritz le había acogido amistosamente,
enseñándole con paciencia los protocolos, y los usos y costumbres de la marina.
Su primera misión había sido extraer
a varios agentes rebeldes que se encontraban en peligro, lo que le había dado
una idea. Había leído los expedientes de la dotación, por lo que sabía que
algunos de ellos aún tenían a sus familias en planetas imperiales, por lo que
había utilizado los recursos de los que ahora disponía para rescatarles y
llevarles a las colonias refugio. Fue durante uno de aquellos viajes cuando se
enteraron de la destrucción de Alderaan. Siendo una conmoción para todos,
incluso para él, ya que aunque hacía tiempo que había abierto los ojos a la
maldad del Imperio, no podía imaginar que tuvieran la capacidad de destruir un
planeta entero de un solo ataque. Era nominalmente el capitán de la tripulación
y en los últimos meses había logrado convertirlos, sobre todo con la
inestimable ayuda de Moritz, en un equipo cohesionado y competente. Por eso se
sentía obligado a hablarles, ya que entre estos había varios oficiales
alderaanos, para que de alguna manera infundirles ánimos. ¿Pero cómo hacerlo? Debía
ser algo corto y sencillo: «Todos
conocemos los sucesos que han llevado a la destrucción de Alderaan. Y no hay
palabras para describir lo que sentimos. Es inimaginable el dolor que sentiréis
en este momento. Solo diré que ahora es el momento para reforzar la lucha
contra nuestro enemigo. No olvidaremos lo ocurrido, no podemos y su recuerdo
alimentará nuestra resolución para restaurar la democracia y la libertad en la
galaxia».
Tras sus palabras fue a ver a Moritz
a su camarote, cuya familia había muerto en su planeta. Nunca se había sentido
tan incómodo ante la presencia de alguien. Dejó dos vasos de cristal sobre la
mesa, junto a una botella de abrax. Antes
de ser asignado al Estrella Lejana siempre tenía una botella a mano para ahogar sus recuerdos, pero que no había
tocado desde que había llegado a bordo. Sirvió el licor aguamarina y acercó uno
de los vasos al alderaano, que no lo tocó. Su mirada era gélida, su expresión
pétrea, vacía, aunque sus ojos enrojecidos dejaban claro que había estado
llorando. Entonces, por primera y única vez habló de Arana, la única mujer a la
que había amado. Lo tímida y frágil que parecía y lo fuerte y determinada que
en realidad era. Su sonrisa capaz de iluminarlo todo y como le había llenado en
su soledad. Lo que sentía al estar cerca de ella. Lo desesperado que se sintió
al descubrir que le había engañado, pero para entonces ya estaba enamorado.
Intentó que abandonara Eriadu, pero ella se negó, convenciéndole que la ayudara
en su misión contra el ubiqtorado. Cosa que hizo durante varios meses, hasta
que fueron descubiertos. Le explicó como había sido torturado y como se
desmoronó cuando le trajeron a Arana, medio desnuda, cubierta de moratones y su
sangre coagulada. Como había resistido las torturas y como se había derrumbado
al verla.
El alderaano no dijo nada durante el
relato, se limitó a mirarle detenidamente sin cambiar de expresión. Cuando
terminó, después de una larga pausa, cogió el vaso de abrax sin apartar mirada
y bebió el coñac.
Tras aquel encuentro les habían ordenado
dirigirse a Yavin 4 para participar en la evacuación de la base tras la batalla
en que la Estrella de la Muerte había
sido destruida. Milagrosamente habían logrado esquivar el bloqueo enemigo entorno
al sistema, partiendo junto a varios transportes repletos de equipo y personal.
Después de aquello habían colaborado en algunos de los levantamientos
planetarios que se habían producido a lo largo del Borde Medio. Así como en otras tantas operaciones clandestinas, incluyendo
un asaltando a una pequeña base enemiga para apoderarse de diversos equipos. Y
cuando el Imperio lanzó toda su maquinaria para sofocar los alzamientos en el Borde Medio, había
regresado a los mismos lugares para rescatar a simpatizantes atrapados tras
fracasar sus revueltas como en Pothor
o Jeyell. Ahora debían escoltar un
convoy de suministros que se estaba concentrado a tan solo 5 años luz de Naboo,
donde se estaría celebrando la Fiesta de la Primavera.
– ¿Qué le preocupa? – le preguntó una
voz detrás de él. No se había percatado de la presencia de nadie, por lo que se
había sobresaltado cuando este le habló.
Zahn apartó la mirada del espacio
que se extendía más allá de la ventana, y se giró hacia el adquisidor que había
organizado la cita de avituallamiento. Debía de tener unos cuarenta años, era
alto y delgado, con el pelo rojo y una sombra de pecas en el rostro, lo que le
daba un aspecto juvenil. Su mirada desprendía serenidad, cierto brillo turquesa
sobre el iris amarillo de sus ojos le había delatado como keshiano, capaces de ver un espectro más amplio de colores, desde
el ultravioleta, al infrarrojo.
– Estamos en el sector Chommell, cerca de Naboo – afirmó.
– Las coordenadas del encuentro se
han mantenido en secreto – indicó Keegan más con sorpresa, que alarmado. Había
llevado a bordo de cada nave un droide astrométrico que había introducido las
rutas de cada una de ellas hasta reunirlas allí, y que borrarían todos los
datos en los computadores de navegación.
– Yo me crie cerca de aquí – confesó
Zahn girándose de nuevo para señalar un punto en el espacio –. Desde esta
posición se observa el cúmulo estelar Umgul, donde se encuentra el planeta de mismo nombre. Y a la derecha
está la nebulosa Ryoo, en realidad la cartografía galáctica la clasificó de
otra manera, pero en mí mundo se llama así porque nos recuerda a una flor autóctona azul y amarilla del
mismo nombre.
– Así es – confirmó el adquisidor
complacido por el análisis. Estaban allí para aprovechar la Fiesta de la
Primavera, y así que pasara desapercibida la ausencia por unas horas del
transporte que iba a transferir a los cargueros los suministros que necesitaban
tan apremiantemente.
– En estas fechas lo visita un
miembro del ubiqtorado.
– ¿De su antiguo equipo?
– Sí – respondió Zahn. Que no le
sorprendió que el adquisidor supiera de su pasado, a bordo del Estrella Lejana la mayoría de la
dotación lo sabía y le habían advertido que Keegan estaba bien conectado con los
líderes de la rebelión –. Si pudiéramos seguirle, podríamos saber en qué están
trabajando.
– ¿Y eso sería de utilidad para la
Alianza? – preguntó con seriedad.
– La última vez que tuve constancia
del hombre con el que trabajaba, fue en un scandoc que interceptamos y que lo
mencionaba como moff – empezó a
explicar Zahn –. A pesar de la disolución del Senado, la burocracia imperial
suele ser muy estricta con los nombramientos de altos cargos. Por cuestiones de
pago de nóminas.
– Una herencia de la Antigua República.
– Pues Daran no aparece asignado a
ningún sector conocido. Y si alguien como él ha desaparecido, sería mejor que
la Alianza supiera que trama – Keegan se quedó en silencio, observándole
directamente a los ojos, esperando –. El documento procedía de Astilleros Kuat e indicaba que varios destructores estelares clase Imperial y otros más pequeños iban a
quedar asignados bajo su mando. Lo que es significativo, ya que Daran, al igual
que yo, no es un oficial naval, sino un operativo del ubiqtorado. Eso me hizo
buscar en órdenes logísticas, pedidos de material, y traslados de personal, que
por suerte tienen un nivel más bajo de seguridad que las transmisiones del Alto Mando o la Inteligencia. Y su nombre apareció varias veces más, lo que me
lleva a deducir que está organizando algún tipo de operativo, que incluye poderosas
naves de combate y vehículos blindados terrestres. Hay un objetivo marcado y un
plan en marcha y si este es la Alianza, le aseguro que es imperativo conocer el
paradero y la misión de Daran. Conservo toda la documentación que he ido
acumulando si necesita comprobar lo que le digo.
» El mayor Eckener es uno de sus
colaboradores más estrechos. Es un hombre analítico, y muy metódico, pero
también predecible en sus costumbres, como asistir a la Fiesta de la Primavera
para visitar a sus padres ya que nació en Naboo. Por tanto ahora está a nuestro
alcance para capturarlo.
Keegan estuvo escuchando con
paciencia el relato. En el interior del antiguo espía el odio era notable, era
el motor que le impulsaba en sus acciones, a pesar que no dejaba aflorar sus
sentimientos bajo una capa de pragmatismo y meticulosidad. Recordó la primera
vez que le había visto, había tenido una visión que le había mostrado como su destino
estaba ligado a aquellos a los que había perseguido. Su lealtad estaba
condicionada a consumar su venganza, y mientras eso no sucediera, Zahn nunca
haría nada en contra de la Alianza. En su premonición también había visto
redención y tal vez al final paz.
– Entonces deberíamos buscarle y
averiguar que trama – respondió este con naturalidad –. Iba a desplazarme hasta
Naboo, si fuéramos juntos podría preguntar usted mismo a los miembros de la
célula del planeta sobre ese agente.
– Un minuto para la llegada de las
naves de suministro – anunció el oficial de guardia. La tripulación pareció
activarse del letargo de la espera, centrándose en los controles y preparándose
para cualquier eventualidad. Poco después un voluminoso y pesado carguero clase Baleen surgió del hiperespacio junto a las naves rebeldes.
– Está transmitiendo el código de
seguridad – informó Al-Ger-To, un cereano
que estaban en aquel momento en la consola de comunicaciones.
– Indique que pueden proceder – dijo
Keegan.
Desde el puente pudieron ver como la
rectangular parte frontal del carguero se abría, cual fauces de una bestia acuática Sando de Naboo, para
mostrar un espacioso muelle de atraque. Del cual salieron una docena de
pequeñas lanzaderas de trabajo equipadas con pinzas de manipulación y rayos
tractores. Se desplazaron hacia la rejilla trasera, donde estaban acoplados
infinidad de contenedores de carga de diferente tamaño. Que fueron
seleccionados por estos y trasladados hacia el Tormenta Cuántica, el primer transporte GR-75, para colocarlos debajo de su fuselaje. Cada uno de aquellos módulos
contenía medio centenar de mortíferos y valiosos torpedos de protones MG7-A. Mientras los que habían sido
transformados en cisternas se colocaron en fila junto al carguero pegado, para
conectarse a sus depósitos de combustible y trasvasar el preciado fuel. Estaba
previsto que la maniobra se alargara varias horas.
– En Naboo la seguridad será elevada – recordó
Moritz, después de que Zahn le explicara su interés en visitar el planeta junto
al adquisidor.
– Durante esas fiestas llegan
visitantes de todo el sector e incluso de otros cercanos. Hay tanta gente que
es fácil pasar desapercibido – explicó este.
– Mis contactos nos ayudarán a pasar
la aduana – aclaró Keegan.
– Nuestras órdenes son dirigirnos al
primer punto de entrega del equipo que hemos recogido aquí – dijo el primer
oficial sopesando aquella petición mirando al keshiano. Había trabajado con aquel adquisidor cuando consiguió el
equipamiento y el armamento con el que habían reformado el Rayo de Esperanza. Por aquel entonces ya sabía que Bail Organa le
tenía en alta estima, al igual que algunos otros líderes de la Alianza. Por lo
que sabía que podía confiar en él. La mirada del alderaano era profunda, y el
adquisidor no necesitaba la Fuerza para ver su profundo dolor. Aun así gracias
a esta el antiguo padawan pudo ver su
familia, las montañas nevadas de su mundo natal, la felicidad que su esposa e
hijos le habían hecho sentir y el vacío que su pérdida le causaba. Y que
intentaba reprimir, pero su odio estaba aferrado a su interior, como una
sombra.
» No podemos esperar a que regresen –
dijo finalmente.
– No será necesario, nos
encontraremos en el punto uno de su ruta – respondió Keegan. Como coordinador
de aquel convoy, conocía los diferentes lugares por donde tenía que
desplazarse.
– Llévense a Seeriu Ajaan y al
sargento Morett – sugirió Moritz.
– No creo que sea… – empezó a
contestar Zahn.
– Es una buena idea – le interrumpió
el adquisidor. Zahn le miró algo contrariado, pero asintió.
Continuará…
Notas de
producción:
(1) Zahn es un
personaje que ya había aparecido en los anteriores relatos, tanto en el Crossover Star Trek - Star Wars, como
en el del Jedi Perdido, concretamente
en Rayo de Esperanza, donde se narra cómo llegó a ser el comandante de la Estrella Lejana. Ocurriendo lo mismo
a la mayor parte de los oficiales de esta nave rebelde.
(2) Para conocer como el Rayo de Esperanza se fue alistado en las filas de la Alianza leer El Jedi Perdido: Rayo de Esperanza.
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Excelente historia! Espero con ansias el nuevo capítulo!!!
ResponderEliminarHola Santiago,
EliminarLo primero de todo darte las gracias por leer este relato.
Pronto podrás continuar leyendo su continuación. Espero poder publicarlo en los próximos meses, antes del estreno del Episodio IX: The rise of Skywalker. O por lo menos esa es la intención.
Un saludo
Ll. C. H.