domingo, 29 de septiembre de 2019

El Jedi perdido - En la oscuridad 1


Con la disolución del Senado el Emperador había extinguido los últimos vestigios de la Antigua República, en la demostración final que su opresión se había consolidado definitivamente. Pero la terrorífica estación de batalla Estrella de la Muerte había sido destruida, y las fuerzas imperiales habían sido derrotadas dos veces seguidas: en Scarif y en Yavin 4. Ahora aquellos nombres resonaban en los corazones y espíritus de todos los habitantes de la galaxia que anhelaban el regreso de la libertad y la justicia. Su sonido significaba una llama de la luz de esperanza en la oscuridad.
            La nave se sacudió por una explosión cercana. Keegan observó los rostros de los infiltradores que le acompañaban en la bodega, y no hacía falta ser sensible a la Fuerza para notar que sentían miedo. Tenían la expresión encogida y la mirada vacía del que sabe que sabe que aquella misión es de las que no se vuelve. Solo se escuchaba el sonido de la maquinaria de la corbeta corelliana y el respirar de los soldados. Pero todos comprendían que aquella misión daría más tiempo a completar la defensa de Klovan, salvando así millones de vidas. El gobierno del planeta ya apoyaba a la Alianza discretamente antes de la destrucción de Alderaan, pero tras aquel crimen tan horrendo habían ofrecido sus recursos industriales en la lucha contra el Imperio, convirtiéndose en un puerto seguro, donde muchos se habían refugiado. Pero ahora estaba siendo atacado y él debía demasiado a los klovanos para no ayudarles en la lucha.


1.

Una semana antes
Estrella Lejana

            Se encontraban en un remoto sistema sin ningún planeta capaz de sostener vida, ni con recursos útiles. Tenía ocho rocas y gigantes gaseosos flotando en el espacio alrededor de una estrella fría y pálida. Aun así para Zahn, (1) de pie en el puente de mando, aquella luz le resultaba muy familiar. La pequeña fuerza rebelde estaba formada por las naves de combate: Estrella Lejana y Rayo de Esperanza, (2) un viejo destructor de bolsillo de la clase Recusant procedente de las Guerras Clon, junto a un transporte de cazas Ala-A desde donde se había desplegado el escuadrón Meteorite. Y junto a estos una docena de omnipresentes transportes Gallofree GR-75, algunos de ellos reconvertidos en cisternas. Todos ellos habían llegado hasta allí procedentes de diferentes lugares y a través de varios saltos hiperespaciales, sin que sus tripulaciones supieran las coordenadas del punto de reunión. El secretismo era algo necesario en una organización formada por células separadas que luchaban contra la poderosa maquinaria militar imperial. Por lo que era normal que en operaciones como aquella los computadores de navegación fueran supervisados por droides astrométricos que borraban los registros para evitar que fueran capturados por el enemigo. Ahora sus órdenes eran esperar para recibir combustible de hipermateria, incluyendo varias toneladas de coaxium refinado y armamento, que permitiría a la Flota rebelde mantener sus operaciones durante varios meses.
            Pero él sabía que se encontraban a tan solo 5 años luz de su mundo natal: Naboo. Su padre había sido un alto funcionario del sector y su madre profesora de música. Pero aquel planeta siempre le había parecido pequeño y poco sofisticado, alejado de los grandes cambios que se estaban produciendo en la galaxia. Por lo que había hecho todo lo posible para que lo enviaran a estudiar a Coruscant. Allí el Imperio, ávido de nuevos reclutas, se había fijado en él, ingresado en una de las academias especiales creadas para formar a la élite que debería gobernar la galaxia. Tras graduarse ya se encontraba trabajando directamente para el Ubiqtorado, el órgano de coordinación de todas las agencias de inteligencia del Emperador. Fue destinado a Eriadu bajo el mando del Gran Moff Tarking, donde había formado equipo con otros dos fervientes seguidores de las doctrinas del Nuevo Orden: Oren Daran y Osewn Eckener. Cada uno destacaba en algo diferente del otro, por lo que no existía rivalidad real entre ellos, lo que permitió cosecharan rápidamente éxitos contra la incipiente rebelión. La cual tampoco tardó en convertirles a ellos mismos en su propio objetivo, enviando a una agente que debía acercarse a él y sacarle información sobre sus siguientes operaciones. Y lo consiguió, no solo eso, ya que no tardó en enamorare de ella, y cuando descubrió la verdad no pudo denunciarla, en realidad la ayudó activamente y por tanto a la rebelión. Hasta que fueron descubiertos, arrestados y torturados, pero solo él pudo ser rescatado. Sin ningún otro lugar donde ir, se quedó en las filas rebeldes, pero al no fiarse de él, fue relegado a una nave de escucha, el Resplandeciente, un antiguo crucero de la clase Consular. Un nombre de una nave más adecuado a otros tiempos que a la lucha en la guerra civil que se estaba librando. Aunque gracias a las intercepciones de las comunicaciones que tenía en aquella posición, había podido buscar información sobre Daran. Quien una vez había sido su mejor amigo, así como el hombre que le había torturado a él y a la mujer que amaba. Pero este parecía haber abandonado Eriadu con el resto de miembros de la unidad con los que había trabajado y no le había podido localizar. Como si se los hubiera tragado un agujero negro.
            Ante su más absoluta sorpresa, tras lo que la rebelión llamaba la Batalla de Pas’ajo (3) y que para el Imperio no sería más que una escaramuza sin nombre, el general Craken le había pedido que aceptara además del mando del Resplandeciente, el de la Estrella Lejana, una fragata de asalto mejor armada que la clase Nebulon-B. Aceptó sabiendo que era la única manera de poder salir del tedioso puesto de escucha de las transmisiones imperiales al que le habían relegado. Tras tomar el mando lo primero que hizo fue consultar con su ingeniero jefe de a bordo, llamado Vendell, la posibilidad de que el antiguo crucero pudiera ser acoplado de manera permanente al cuello de la nave. Este estudió la posibilidad y no tardó en hacer los ajustes necesarios. De esa manea podrían disponer de un medio más pequeño para desplazarse y pasar desapercibidos en sus futuras misiones.
            Sus órdenes eran liderar una unidad mixta entre la marina, la inteligencia y un destacamento de fuerzas especiales. Creando así un grupo de operaciones especiales con base en una nave de combate, bajo la dirección directa del general Craken para misiones independientes y arriesgadas en territorio enemigo. Además habían instalado a bordo del Resplandeciente un equipo de descodificación Amgine4M, utilizados por el alto mando imperial. De manera que podían desplegarse en cualquier lugar e interceptar las comunicaciones más delicadas y aunque no tenían códigos de cifrado, con la información que ellos podían captar y otras fuentes independientes podrían llegar a descodificar algunos mensajes.
            No tenía ni idea de capitanear una nave espacial, pero sí de liderar un equipo de trabajo. Lo había hecho antes y siempre con eficacia. Era una dotación heterodoxa y de origen dispar, una amalgama de seres de diferentes lugares y razas, como su primer oficial: el comandante Treson Moritz. Era un profesional que había asistido a la Academia Naval de Alderaan y que hacía tiempo que se había involucrado en la rebelión bajo la influencia de Bail Organa. Y a pesar de que hubiera sido más lógico que él fuera el capitán por su completa falta de experiencia en aquellas lides, Moritz le había acogido amistosamente, enseñándole con paciencia los protocolos, y los usos y costumbres de la marina.
            Su primera misión había sido extraer a varios agentes rebeldes que se encontraban en peligro, lo que le había dado una idea. Había leído los expedientes de la dotación, por lo que sabía que algunos de ellos aún tenían a sus familias en planetas imperiales, por lo que había utilizado los recursos de los que ahora disponía para rescatarles y llevarles a las colonias refugio. Fue durante uno de aquellos viajes cuando se enteraron de la destrucción de Alderaan. Siendo una conmoción para todos, incluso para él, ya que aunque hacía tiempo que había abierto los ojos a la maldad del Imperio, no podía imaginar que tuvieran la capacidad de destruir un planeta entero de un solo ataque. Era nominalmente el capitán de la tripulación y en los últimos meses había logrado convertirlos, sobre todo con la inestimable ayuda de Moritz, en un equipo cohesionado y competente. Por eso se sentía obligado a hablarles, ya que entre estos había varios oficiales alderaanos, para que de alguna manera infundirles ánimos. ¿Pero cómo hacerlo? Debía ser algo corto y sencillo: «Todos conocemos los sucesos que han llevado a la destrucción de Alderaan. Y no hay palabras para describir lo que sentimos. Es inimaginable el dolor que sentiréis en este momento. Solo diré que ahora es el momento para reforzar la lucha contra nuestro enemigo. No olvidaremos lo ocurrido, no podemos y su recuerdo alimentará nuestra resolución para restaurar la democracia y la libertad en la galaxia».
            Tras sus palabras fue a ver a Moritz a su camarote, cuya familia había muerto en su planeta. Nunca se había sentido tan incómodo ante la presencia de alguien. Dejó dos vasos de cristal sobre la mesa, junto a una botella de abrax. Antes de ser asignado al Estrella Lejana siempre tenía una botella a mano para ahogar sus recuerdos, pero que no había tocado desde que había llegado a bordo. Sirvió el licor aguamarina y acercó uno de los vasos al alderaano, que no lo tocó. Su mirada era gélida, su expresión pétrea, vacía, aunque sus ojos enrojecidos dejaban claro que había estado llorando. Entonces, por primera y única vez habló de Arana, la única mujer a la que había amado. Lo tímida y frágil que parecía y lo fuerte y determinada que en realidad era. Su sonrisa capaz de iluminarlo todo y como le había llenado en su soledad. Lo que sentía al estar cerca de ella. Lo desesperado que se sintió al descubrir que le había engañado, pero para entonces ya estaba enamorado. Intentó que abandonara Eriadu, pero ella se negó, convenciéndole que la ayudara en su misión contra el ubiqtorado. Cosa que hizo durante varios meses, hasta que fueron descubiertos. Le explicó como había sido torturado y como se desmoronó cuando le trajeron a Arana, medio desnuda, cubierta de moratones y su sangre coagulada. Como había resistido las torturas y como se había derrumbado al verla.
            El alderaano no dijo nada durante el relato, se limitó a mirarle detenidamente sin cambiar de expresión. Cuando terminó, después de una larga pausa, cogió el vaso de abrax sin apartar mirada y bebió el coñac.
            Tras aquel encuentro les habían ordenado dirigirse a Yavin 4 para participar en la evacuación de la base tras la batalla en que la Estrella de la Muerte había sido destruida. Milagrosamente habían logrado esquivar el bloqueo enemigo entorno al sistema, partiendo junto a varios transportes repletos de equipo y personal. Después de aquello habían colaborado en algunos de los levantamientos planetarios que se habían producido a lo largo del Borde Medio. Así como en otras tantas operaciones clandestinas, incluyendo un asaltando a una pequeña base enemiga para apoderarse de diversos equipos. Y cuando el Imperio lanzó toda su maquinaria para sofocar los alzamientos en el Borde Medio, había regresado a los mismos lugares para rescatar a simpatizantes atrapados tras fracasar sus revueltas como en Pothor o Jeyell. Ahora debían escoltar un convoy de suministros que se estaba concentrado a tan solo 5 años luz de Naboo, donde se estaría celebrando la Fiesta de la Primavera.
            – ¿Qué le preocupa? – le preguntó una voz detrás de él. No se había percatado de la presencia de nadie, por lo que se había sobresaltado cuando este le habló.
            Zahn apartó la mirada del espacio que se extendía más allá de la ventana, y se giró hacia el adquisidor que había organizado la cita de avituallamiento. Debía de tener unos cuarenta años, era alto y delgado, con el pelo rojo y una sombra de pecas en el rostro, lo que le daba un aspecto juvenil. Su mirada desprendía serenidad, cierto brillo turquesa sobre el iris amarillo de sus ojos le había delatado como keshiano, capaces de ver un espectro más amplio de colores, desde el ultravioleta, al infrarrojo.
            – Estamos en el sector Chommell, cerca de Naboo – afirmó.
            – Las coordenadas del encuentro se han mantenido en secreto – indicó Keegan más con sorpresa, que alarmado. Había llevado a bordo de cada nave un droide astrométrico que había introducido las rutas de cada una de ellas hasta reunirlas allí, y que borrarían todos los datos en los computadores de navegación.
            – Yo me crie cerca de aquí – confesó Zahn girándose de nuevo para señalar un punto en el espacio –. Desde esta posición se observa el cúmulo estelar Umgul, donde se encuentra el planeta de mismo nombre. Y a la derecha está la nebulosa Ryoo, en realidad la cartografía galáctica la clasificó de otra manera, pero en mí mundo se llama así porque nos recuerda a una flor autóctona azul y amarilla del mismo nombre.
            – Así es – confirmó el adquisidor complacido por el análisis. Estaban allí para aprovechar la Fiesta de la Primavera, y así que pasara desapercibida la ausencia por unas horas del transporte que iba a transferir a los cargueros los suministros que necesitaban tan apremiantemente.
            – En estas fechas lo visita un miembro del ubiqtorado.
            – ¿De su antiguo equipo?
            – Sí – respondió Zahn. Que no le sorprendió que el adquisidor supiera de su pasado, a bordo del Estrella Lejana la mayoría de la dotación lo sabía y le habían advertido que Keegan estaba bien conectado con los líderes de la rebelión –. Si pudiéramos seguirle, podríamos saber en qué están trabajando.
            – ¿Y eso sería de utilidad para la Alianza? – preguntó con seriedad.
            – La última vez que tuve constancia del hombre con el que trabajaba, fue en un scandoc que interceptamos y que lo mencionaba como moff – empezó a explicar Zahn –. A pesar de la disolución del Senado, la burocracia imperial suele ser muy estricta con los nombramientos de altos cargos. Por cuestiones de pago de nóminas.
            – Una herencia de la Antigua República.
            – Pues Daran no aparece asignado a ningún sector conocido. Y si alguien como él ha desaparecido, sería mejor que la Alianza supiera que trama – Keegan se quedó en silencio, observándole directamente a los ojos, esperando –. El documento procedía de Astilleros Kuat e indicaba que varios destructores estelares clase Imperial y otros más pequeños iban a quedar asignados bajo su mando. Lo que es significativo, ya que Daran, al igual que yo, no es un oficial naval, sino un operativo del ubiqtorado. Eso me hizo buscar en órdenes logísticas, pedidos de material, y traslados de personal, que por suerte tienen un nivel más bajo de seguridad que las transmisiones del Alto Mando o la Inteligencia. Y su nombre apareció varias veces más, lo que me lleva a deducir que está organizando algún tipo de operativo, que incluye poderosas naves de combate y vehículos blindados terrestres. Hay un objetivo marcado y un plan en marcha y si este es la Alianza, le aseguro que es imperativo conocer el paradero y la misión de Daran. Conservo toda la documentación que he ido acumulando si necesita comprobar lo que le digo.
            » El mayor Eckener es uno de sus colaboradores más estrechos. Es un hombre analítico, y muy metódico, pero también predecible en sus costumbres, como asistir a la Fiesta de la Primavera para visitar a sus padres ya que nació en Naboo. Por tanto ahora está a nuestro alcance para capturarlo.
            Keegan estuvo escuchando con paciencia el relato. En el interior del antiguo espía el odio era notable, era el motor que le impulsaba en sus acciones, a pesar que no dejaba aflorar sus sentimientos bajo una capa de pragmatismo y meticulosidad. Recordó la primera vez que le había visto, había tenido una visión que le había mostrado como su destino estaba ligado a aquellos a los que había perseguido. Su lealtad estaba condicionada a consumar su venganza, y mientras eso no sucediera, Zahn nunca haría nada en contra de la Alianza. En su premonición también había visto redención y tal vez al final paz.
            – Entonces deberíamos buscarle y averiguar que trama – respondió este con naturalidad –. Iba a desplazarme hasta Naboo, si fuéramos juntos podría preguntar usted mismo a los miembros de la célula del planeta sobre ese agente.
            – Un minuto para la llegada de las naves de suministro – anunció el oficial de guardia. La tripulación pareció activarse del letargo de la espera, centrándose en los controles y preparándose para cualquier eventualidad. Poco después un voluminoso y pesado carguero clase Baleen surgió del hiperespacio junto a las naves rebeldes.
            – Está transmitiendo el código de seguridad – informó Al-Ger-To, un cereano que estaban en aquel momento en la consola de comunicaciones.
            – Indique que pueden proceder – dijo Keegan.
            Desde el puente pudieron ver como la rectangular parte frontal del carguero se abría, cual fauces de una bestia acuática Sando de Naboo, para mostrar un espacioso muelle de atraque. Del cual salieron una docena de pequeñas lanzaderas de trabajo equipadas con pinzas de manipulación y rayos tractores. Se desplazaron hacia la rejilla trasera, donde estaban acoplados infinidad de contenedores de carga de diferente tamaño. Que fueron seleccionados por estos y trasladados hacia el Tormenta Cuántica, el primer transporte GR-75, para colocarlos debajo de su fuselaje. Cada uno de aquellos módulos contenía medio centenar de mortíferos y valiosos torpedos de protones MG7-A. Mientras los que habían sido transformados en cisternas se colocaron en fila junto al carguero pegado, para conectarse a sus depósitos de combustible y trasvasar el preciado fuel. Estaba previsto que la maniobra se alargara varias horas.


            – En Naboo la seguridad será elevada – recordó Moritz, después de que Zahn le explicara su interés en visitar el planeta junto al adquisidor.
            – Durante esas fiestas llegan visitantes de todo el sector e incluso de otros cercanos. Hay tanta gente que es fácil pasar desapercibido – explicó este.
            – Mis contactos nos ayudarán a pasar la aduana – aclaró Keegan.
            – Nuestras órdenes son dirigirnos al primer punto de entrega del equipo que hemos recogido aquí – dijo el primer oficial sopesando aquella petición mirando al keshiano. Había trabajado con aquel adquisidor cuando consiguió el equipamiento y el armamento con el que habían reformado el Rayo de Esperanza. Por aquel entonces ya sabía que Bail Organa le tenía en alta estima, al igual que algunos otros líderes de la Alianza. Por lo que sabía que podía confiar en él. La mirada del alderaano era profunda, y el adquisidor no necesitaba la Fuerza para ver su profundo dolor. Aun así gracias a esta el antiguo padawan pudo ver su familia, las montañas nevadas de su mundo natal, la felicidad que su esposa e hijos le habían hecho sentir y el vacío que su pérdida le causaba. Y que intentaba reprimir, pero su odio estaba aferrado a su interior, como una sombra.
            » No podemos esperar a que regresen – dijo finalmente.
            – No será necesario, nos encontraremos en el punto uno de su ruta – respondió Keegan. Como coordinador de aquel convoy, conocía los diferentes lugares por donde tenía que desplazarse.
            – Llévense a Seeriu Ajaan y al sargento Morett – sugirió Moritz.
            – No creo que sea… – empezó a contestar Zahn.
            – Es una buena idea – le interrumpió el adquisidor. Zahn le miró algo contrariado, pero asintió.



Continuará…


Notas de producción:
(1) Zahn es un personaje que ya había aparecido en los anteriores relatos, tanto en el Crossover Star Trek - Star Wars, como en el del Jedi Perdido, concretamente en Rayo de Esperanza, donde se narra cómo llegó a ser el comandante de la Estrella Lejana. Ocurriendo lo mismo a la mayor parte de los oficiales de esta nave rebelde.

(2) Para conocer como el Rayo de Esperanza se fue alistado en las filas de la Alianza leer El Jedi Perdido: Rayo de Esperanza

(3) La Batalla de Pas'ajo se desarrolla en la segunda entrega del Jedi Perdido: Rayo de Esperanza, publicado en este blog.


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2 comentarios:

  1. Excelente historia! Espero con ansias el nuevo capítulo!!!

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    1. Hola Santiago,

      Lo primero de todo darte las gracias por leer este relato.

      Pronto podrás continuar leyendo su continuación. Espero poder publicarlo en los próximos meses, antes del estreno del Episodio IX: The rise of Skywalker. O por lo menos esa es la intención.

      Un saludo
      Ll. C. H.

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