Sección 31
Tercera parte.
Nueva
Fabrina
La
citaron justo al alba varios días después en el parque que formaba parte del
campus universitario McCoy situado junto a la capital. El lugar exacto era una
fuente, que reproducía el pedestal de mármol oscuro que había representado al Oráculo del Pueblo, con el mapa estelar
del sistema de Daran: el Mundo de
Provisión prometido. El parque estaba desierto, salvo algún vecino paseando su
mascota y un grupo de estudiantes que estaba corriendo entre los setos y las
zonas de césped. En una de las vueltas pasaron junto a la fuente y vio como un
papel recubriendo una pequeña piedra caía a sus pies. Al abrirlo encontró
escrito en fabrini el número de una
de las líneas de transporte urbano que llevaban del campus al centro de la
ciudad y la hora. Se levantó y se dirigió para coger la lanzadera terrestre a
la hora señalada. Esta fue llenándose poco a poco mientras se internaba en las
calles de la capital, hasta que una vez abarrotado sintió como alguien le metía
algo en el bolsillo de la chaqueta, era otro papel con una dirección. No estaba
lejos, tan solo un par de paradas más. Al llegar se encontró con un edificio a
medio construir, tan solo la estructura y con una valla a su alrededor. Pero
otro lado de la calle había una entrada a los antiguos niveles subterráneos que
los primeros fabrini había construido al llegar al planeta. Instintivamente
supo que era allí donde tenía que ir.
Descendió
las escaleras encontrando la verja abierta, por lo que se internó en el túnel,
húmedo y frío, iluminado escasamente por las luces de emergencia. Este llevaba
hacia un antiguo mercando, que ocupaban una gran estancia con varias entradas,
con varias columnas que sostenían el techo. La tenue luz formaba sombras
lúgubres, mientras el eco amplificaba las gotas de agua que se filtraba desde
el techo y que caían sobre charcos formados en el suelo de piedra viva. Su
amiga Lora la había sugerido que llevara una pistola phaser, podía conseguir un antiguo modelo de principios de
siglo de uno de sus clientes. Pero había rechazado la idea, ella era una
abogada que solo había disparo un par de veces en las galería simuladas de
tiro, además prefirió no ir armada por si era apresada por las fuerzas
imperiales. Su corazón latía con fuerza mientras observaba aquel lóbrego lugar
y se arrepintió por el mismo motivo por el que no había querido llevar un arma:
que era una jurista, ahora le decía que tampoco era una espía. Había aceptado
regresar a su planeta en aquella misión como parte del esfuerzo en aquella
guerra, pero ahora no estaba segura de haber hecho bien. ¿Sería capaz de llevar
a cabo la tarea encomendada? Y si todo era una trampa del Imperio ¿resistiría
la tortura y revelaría lo que conocía de la resistencia? Con aquella adrenalina
corriéndole por sus venas, casi podía notar como las marcas de su rostro y el
cuerpo se le acentuaban. Que las venas de su cuerpo se vieran era una
característica fisiológica fabrini que había desaparecido en los años
transcurridos a bordo de la Yonada y que había vuelto a aflorar
cuando empezaron a recibir los primeros rayos solares tras pisar la superficie
del Planeta de Promisión.
Mientras
tenía aquellos pensamientos una figura apareció en una de las entradas. No se
sobresaltó ya que estaba preparada, pero su corazón aumentó su ritmo cardíaco, notando
la adrenalina fluir por sus venas. Al acercarse hacia la luz vio como la miraba
sus ojos negros, solo pupila negra, dándose cuenta que era un betazoide.
–
¿Quién la envía? – le preguntó al cabo de un instante el betazoide. Vestía con
ropas civiles, tenía una mirada serena, penetrante.
El
sonido de un tricorder detrás de
ella hizo que girara la cabeza para ver por donde había entrado. Una figura
entre las sombras la estaba escaneando.
–
Sabemos quién es usted – la interrumpió una voz femenina detrás del betazoide.
Era una mujer menuda, con el palo plateado por las canas, muy corto, su mirada
era profunda.
–
¡Capitana Breeder! – exclamó Elona sorprendida y sin poder ocultar su sorpresa
de ver allí a la oficial responsable de la Base Estelar 276 –. No sabíamos que
les había ocurrido, temíamos que hubieran acabado como prisioneros.
–
Responda la pregunta – prosiguió el betazoide –. ¿Quién la envía?
–
La Flota Estelar – respondió Elona con rapidez. Sabía que la aparición de la
persona que le estaba escaneando con el tricorder y de Breeder había sido una
estratagema para distraerla y que la betazoide pudiera sondear su mente.
Este
se giró hacia Breeder y asintió, confirmando que decía la verdad.
–
Encantada de saludarla, teniente – dijo por fin Breeder satisfecha.
La
tercera figura que estaba detrás de Elora salió de las sombras, era un hombre
más joven con una mirada dura, que cerró el tricorder dentro de la chaqueta, mientras
se colocaba junto a la capitana Breeder.
–
Nos escondimos antes de que llegaran. Por lo sucedido después, hicimos lo
correcto – explicó Breeder –. ¿Cuál es su misión?
Breeder
asintió reflexiva. Llevaban días siguiendo a Elona y habían hablado con
aquellos que la conocían para descubrir si era posible que fuera una agente enemigo
que quisiera infiltrarse entre ellos. Pero las posibilidades eran remotas. Y
ahora que la había conocido sabía, de alguna manera, que era una de los suyos.
–
El cargo más alto fabrini en libertad es la consejera de educación Plumber.
Estaba en el hospital cuando llegaron las fuerzas imperiales y la hemos
escondido desde entonces.
–
¿Cómo piensa hacer eso? – le preguntó el betazoide.
–
Tengo un comunicador subespacial,
con una frecuencia específica de transmisión y un calendario para su uso. Mis
órdenes son contactar con la Flota una vez localizara la resistencia para que
envíen una nave a buscar a la representante fabrini.
Breeder
asintió satisfecha ya que eso también significaba que volvía a estar en contacto
con la Flota Estelar.
Deep Space
Nine
Vantorel
estaba observando, desde los ventanales ondulados del antiguo despacho de
Sisko, como la Garral, con su casco
alargado y picudo con cuatro grandes semiesferas, se acercaba al cinturón de Denorios y desaparecía
engullido por el agujero de gusano que se había abierto a su paso. Tras
cerrarse el oficial imperial se quedó mirando el lugar donde justo antes podía
ver la entrada al Templo Celestial de los Profetas abstraído por sus pensamientos, fascinado.
A
bordo de aquella nave se encontraba el capitán Luvel, un oficial joven,
imaginativo y competente. Vantorel le había conocido unos años antes, durante
la escaramuza contra los rebeldes en Pas’jaso
y había reconocido sus aptitudes. Era un joven valiente, pero inteligente, que
al haber sido absorbido por la Armada
desde la fuerza de defensa de su sistema natal, no tenía los prejuicios rígidos
de muchos oficiales que habían acudido a la Academia Naval Imperial o la de Prefsbelt. Pero en aquel momento, como capitán del destructor Annihilator, no podía hacer mucho para promocionarle, pero una
vez ascendido a almirante y organizando la fuerza que iba a invadir aquella
lejana galaxia no había dudado en otorgarle el mando de un crucero, asignándole
como parte de la escolta de su destructor personal, lo que para muchos
representaba un honor ya que Vantorel solo toleraba la excelencia. Tras los
ataque iniciales le había dado el mando de un escuadrón de batalla de unidades
rápidas para eliminar a los últimos restos de las fuerzas del jem’hadar que quedaban en territorio cardassiano.
Ahora le necesitaba para una nueva misión, reuniéndose
con él unas semanas atrás.
– Descanse – dijo Vantorel
después de que se cuadrara, como era costumbre en su planeta natal –, y siéntese
por favor.
» Hace paco un carguero
cruzó el agujero de gusano hacia el cuadrante Gamma. Creemos que para contactar con el Dominion y tener acceso a los ingentes recursos que estos poseen en
su territorio. Por eso tenemos que descubrir que es lo que pretenden.
– Comprendo señor – replicó
marcial Luvel.
– ¿Ahora utilizamos tecnología
obsoleta? señor – se preguntó sorprendido Luvel en tono burlón.
– Alguien pensó en innovar y eliminó
los generadores de gravedad de dos de sus esferas por bobinas de curvatura para utilizar la nave en misiones anti
piratería en esta galaxia – explicó Vantorel –. En todo caso usted lo
necesitará en el cuadrante Gamma. La cartografía detallada que tenemos de esas
zonas se limitada a los sectores más cercanas al agujero de gusano, que precisamente
se encuentran algo alejados del territorio del Dominion. Y no quiero que se
desintegre al chocar con una estrella mal situada en el mapa si salta al hiperespacio.
– Si lo miramos desde ese punto de
vista, tal vez tenga sentido, señor – admitió Luvel.
– Además, por ahora es la única de
nuestras naves que puede viajar por ese subespacio. Y usted conoce bien al
jem’hadar, confío en su criterio. Su misión es verificar si hemos de temer una
incursión desde el otro lago del agujero de gusano.
» La acompañarán algunos de los oficiales
del USS Sarajevo, incluyendo el capitán Phillip Jacobson. Su nave estuvo un tiempo huyendo del Dominion en el
cuadrante Gamma antes de lograr cruzar el agujero de gusano hasta territorio de
la Federación. Es un hombre con muchos recursos: dado por muerto en el otro
extremo de la galaxia y desaparecido
durante la guerra contra el Dominion,
para ser capturado con su nave en Iadara.
Conoce las estrellas donde se moverá, así que espero que le sea útil.
– Mientras nos traiga suerte
en la misión, señor – contestó Luvel esgrimiendo una sonrisa.
Fue
el capitán Adel quien le despertó de sus pensamientos sobre la entrevista que
había mantenido con el capitán Luvel.
–
Su nave está preparada para partir, almirante.
–
Bien, porque quería estar algunos días en la Tierra – replicó Vantorel que
salió del puente en dirección a su despacho, donde le esperaba una montaña de
informes.
Laredo
En el edificio de Inteligencia
habían habilitado un pequeño despacho y una sala de reuniones para el equipo
rebelde. Zahn se había allí pasado los últimos días, sobre todo escribiendo
memorándums sobre el ubictorado y
sus métodos, leyendo todo lo que la Flota Estelar había acumulado desde el
inicio de la invasión y que Archer le pasaba para comentar lo que le parecía
más destacable. Al mismo tiempo Al-Ger-To se había
centrado en instalar la máquina descodificadora imperial que tenían a bordo de la Resplendent con los ordenadores de la USS Bellerophon.
Los ordenadores de esta nave, enviada por el almirante Toddman, eran los más avanzados que contaba la Flota
Estelar al contar con packs bio-neurales
como procesadores orgánicos, que trabajaban emulando los cerebros humanoides.
No tardaron en empezar a descodificar las comunicaciones de baja prioridad como
peticiones de repuestos y suministros y según su comandante Nthanda Naidoo pronto lograrían leer los scandocs de operaciones, despliegues de tropas e informes de
ocupación, todo lo que circulaba por los canales hiperespaciales. Para evitar
filtraciones se había creado un grupo de trabajo para clasificar y analizar la
información obtenida al mando del recién ascendió teniente comandante Zola, restringido
el acceso solo a un pequeño grupo de oficiales. Mientras se estudiaba la manera
de poder replicar el descodificador para poder instalarlos en otras naves y
extender el trabajo a otros grupos y disgregar los recursos si alguno de ellos
era descubierto por el Imperio.
Aquella tarde había estado repasando
la información reunida, repasando lo que diversas fuentes habían averiguando de
los últimos movimientos imperiales. Aunque el ejército y la Armada imperiales
eran inmensas, la rebelión tenía una idea clara de su organización, por lo que
primero que notó fue el extenso uso de unidades nuevas y que parecían de creación,
posiblemente para aquella invasión. La mayoría eran tropas formadas por
remplazos y reclutas forzosos, lo que habían confirmado los interrogatorios
llevados a cabo a los prisioneros. Mientras que otras fuentes indicaban que el
material para equiparlas era antiguo, en muchos casos lo había identificado
como procedente de las Guerras Clon,
como los andadores AT-TE o los transportes LAAT, ambos desfasados para
las fuerzas imperiales regulares, pero que en la Vía Láctea eran usados de
nuevo como armamento de primera línea. La deducción de todo aquello era que a
Daran le habían dado fuerzas de segunda fila tanto en equipamiento como en
motivación. Eso era un dato muy interesante y lo guardó en su memoria, para el
momento oportuno, debía de estudiarse más afondo.
– ¿No se toma nunca un respiro? – le
preguntó ésta sentándose frene al escritorio donde estaba Zahn, todo cubierto
de PADDs con los informes que estaba
leyendo.
– Es difícil cuando hay tanto
trabajo que hacer – replicó el oficial rebelde recostándose en su silla. En las
oficinas no había casi nadie y parecía que los dos estaban más relajados que de
costumbre, se aventuró a hacerle una pregunta sobre uno de los colaboradores no
federales. La mayoría de los informes sobre cardassia estaban firmados por él, así como un buen número de
resúmenes de interrogatorios a los prisioneros, normalmente más interesantes y
con mejores resultados que los hechos por oficiales de la Flota Estelar. Había
hecho algunas averiguaciones y se había sorprendido ante el resultado y ya
hacía unos días que quería preguntar sobre aquel individuo.
» Ese Garak. ¿No era miembro de la Obsidian Order…? Por lo que he leído
sobre esta se parecía mucho a la ubictorado. Bastante despiadada, ¿no?
– Emil Garak, todo un personaje – le
respondió Archer –. Está avalado por el capitán Sisko, además de por sus
informes. Por lo que conozco tuvo que exiliarse en el 2369 en DS9 por razones no aclaradas. Cuando
unos años después cayó el gobierno militar y la Obsidian Orden con él, tuvo que alargar su exilio ya que el
liderazgo militar lo asumió gul Dukat,
quien había jurado asesinarle por haber matado a su padre, o algo así. Por
tanto cuando el Dominion llegó a
Cardassia, tampoco pudo regresar. Durante aquellos años colaboró en alguna
ocasión con Sisko y durante la guerra trabajó estrechamente con la Inteligencia de la Flota, sobre todo
decodificando las comunicaciones cardassianas. Era una de nuestras mejores
fuentes y bien conocedor de su pueblo. Cuando se alzó el legado Damar contra los Fundadores,
Garak y un grupo de bajoranos le ayudaron a montar su resistencia. Pero supongo que a este no le gusta tener un
antiguo torturador de la Obsidian Order
cerca y ahora es su enlace con nosotros. Al poco de llegar sugirió ayudamos con
los interrogatorios de los imperiales y Rawlinson reconoce que con los
prisioneros hace un trabajo magnífico, aunque en ocasiones ha de contenerle un
poco.
– Si quiere que le diga la verdad,
no entiendo mucho a los cardassianos, parece que cambian más de dirección que
una veleta. Pero por si esto no fuera poco, ahora están siguiendo a ese tal Broca, alguien que arrasó su planeta
para llegar al poder.
– Son un pueblo retorcido y
orgulloso. Piensan que la muerte de ocho billones de sus compatriotas fue el
sacrificio supremo para liberarse del Dominion. Ahora están luchando contra los
breen, que se han apoderado de
algunas de sus colonias. Eso les mantiene unidos, luchando hombro con hombro
para acabar con los últimos restos de su colaboración con los Fundadores.
Además el legado Broca ha ascendido y otorgado honores y poder a muchos
oficiales. Por otro lado la guerra les ha dejado diezmados: moral y
físicamente. Están psíquicamente aturdidos y siguen a Broca porque es lo que
solían hacer, o porque no ven otra alternativa. Este eliminó a aquellos que
podían hacerle sombra antes de borrar al Dominion de los cielos de Cardassia Primera, literalmente. Con oficiales
leales a Broca en los puestos clave de las fuerzas armadas, Damar no pudo hacer
mucho, por lo menos al principio. Todo el mundo estaba demasiado conmocionado
por culpa de la invasión, además recibe gran cantidad de ayuda por parte del
Imperio: alimentos, medicinas, suministros, mano de obra, que incluyen muchos
de nuestros compañeros hechos prisioneros, y eso le sostiene por ahora en el
poder. El pueblo está siguiendo a quien le alimenta, no podemos culparles. Así
que pronto Damar empezará a atacar esas líneas de suministrarle para
debilitarle.
» Así son los cardassianos, un
pueblo altivo y orgulloso, sobre todo para reconocer sus propios errores. Antes
perecer, que reconocerlo. Dicen que Damar es un caso especial. La excepción que
confirma la regla, supongo.
Entonces Archer se detuvo en su
explicación y esgrimió una gran sonrisa.
– ¿Se ha dado cuenta que siempre
hablamos de trabajo?
– Bueno, supongo que hay mucho que
hacer.
– Pero no esta noche. ¿Por qué no
viene a cenar? Eso le animaría.
– No se…
– Podría venir con Jonua –
sugirió para que no la invitación no fuera tan formal –. No es bueno que un
muchacho pase tanto tiempo rodeado de adultos. También tiene derecho a
distraerse. Mi hermana tiene su edad y cuando evacuamos la Tierra, vino conmigo.
– Bueno, supongo que no habrá ningún
problema.
– Entonces esta noche en mi
apartamento.
Ajaan apareció en ese momento,
parecía alterada, pero al mismo tiempo se le dibujaba una sonrisa de
satisfacción en su rostro rojizo.
–
¿Pasa algo? – preguntó Zahn incorporándose en la silla.
–
Rojo 8 – dijo simplemente la iktotchi alargando un el datapad a Zahn –. Hemos recibido un
mensaje de él.
Detrás
de la oficial rebelde recién llegada se acercaron el resto de oficiales de
inteligencia que estaban en aquel momento en la sala, movidos por la
curiosidad.
– ¿Quién es Rojo 8? – preguntó Archer con curiosidad.
Zahn observó la pantalla del datapad y esgrimió una
sonrisa que le iluminó el rostro. Luego alzó la mirada hacia Archer.
– Cuando investigábamos lo que estaba organizando Daran,
intentamos introducir cinco agentes en sus filas – explicó –. Sabemos que tres
de ellos fueron descubiertos y ejecutados. Encontramos los cadáveres de dos y
el tercero apareció en la presión de Kessel, demasiado tarde para salvarlo. Los
otros desaparecieron sin dejar rastro.
» Rotge Klements era uno de ellos: Rojo 8. Un técnico de
bajo nivel, encargado del manejo de cargas y la supervisión de androides.
– Pensamos que sería mucho más fácil poder infiltrar a
agentes de bajo nivel – prosiguió Ajaan –. Y la documentación de Klements era
perfecta, porque realmente era quien pretendía ser: un operario especializado
en tecnología neimoidiana. Aun así poco
después de ser reclutado se desvaneció, como tragado por un agujero negro.
– Hasta ahora – puntualizó Zahn.
– ¿Qué es lo que indica el mensaje? – preguntó Elias Vaughn con curiosidad.
– Es una señal de contacto simple – respondió la iktotchi
–. No especifica su localización, solo informe que está operativo y solicita
instrucciones. En este caso también cuenta con el código que indicia que no
está comprometido.
– Tenemos que contactar con Rojo 8 – indicó Zhan –. Lleva
infiltrado más de un año y medio, puede tener información de gran valor. Según
el procedimiento debemos contestar en el plazo de tres días en la misma
frecuencia y sabiendo que está vivo, me gustaría recuperar a uno de mis
hombres.
– Hemos de estudiarlo – replicó Archer con prudencia –. Y
he de solicitar permiso al capitán Picard antes de hacer nada.
– Por supuesto – indicó Zhan esperanzado.
Dicho lo cual, los dos oficiales de la Alianza salieron
del despacho para infirmar al resto de rebeldes de la recepción del mensaje.
– ¿Qué opinas? – le preguntó Archer a T’Lara, una de las expertas
en tecnología imperial, que también se había acercado.
– Vale la pena intentar contactar con ese Rojo 8 –
respondió la vulcana con un tono
reflexivo –. Al proceder de su galaxia, tiene un conocimiento mucho mayor del
Imperio que cualquiera de nuestros operativos. Por otro lado su antigüedad
dentro de las fuerzas imperiales, ciertamente le otorgan un valor importante.
» Ya nos habían informado del método de transmisión
hiperespacial por el que han recibido ese mensaje y su estudio nos mostró que
era muy difícil de rastrear.
–
Creo que sería interesante contactar con él – indicó Vaughn –. Puede ser una gran
ventaja tener a alguien infiltrado entre las fuerzas imperiales.
“¿Tengo
que ir?” fue la respuesta de Jonua cuando Zahn le dijo lo de la cena. La
réplica fue rotunda y ahora los dos se encontraban en la parte de la colonia
destinada a viviendas de los oficiales. La vivienda de Archer se encontraba en
un edificio prefabricado de tres plantas, de forma circular y acabado en una
cúpula, donde vivían seis familias, diseñados en un principio para ser
edificados en una colonia de pioneros. Alguno de los inquilinos había cultivado
un pequeño jardín en la entrada, que daba una sensación hogareña que Zahn hacía
años que no tenía y Jonua había olvidado hacía mucho tiempo. El apartamento
estaba situado en el último piso, al que se accedía por unas escaleras
exteriores metálicas.
En el rellano de su entrada Zahn
miró a Jonua, que se había peinado su rebelde pelo, dejando su fina trenza
colgando hacia atrás. En tiempos de la Vieja República era un símbolo de aprendices jedi que Ajaan había recuperado para el joven cachorro de la rebelión. Había
intentado que se quitara el pendiente, pero esto había sido imposible, aunque
sí consiguió que se pusiera unas ropas más elegantes que las de faena que llevaba habitualmente. En
su expresión se veía una nota de desagrado, aunque no era para manos, aquella
noche había partida de sabacc entre
los tripulantes del Resplendent y
Jonua siempre participaba y no siempre perdía. Por su parte Zahn también se
había puesto su mejor traje, que había visto mejores tiempos. Mucho mejores,
pensó el rebelde, recordando la tienda de lujo que lo había comprado en Coruscant, diez u once años atrás.
Llamaron a la puerta y abrió Valerie, que sonrió contenta de verles.
– No os esperaba tan pronto – dijo
sorprendida –. Pero pasad.
El apartamento era algo más grande
que la cabina de a bordo de la Enterprise-E, aunque en aquel caso
era redondo. Tenía un gran salón comedor, con dos dormitorios con sus baños,
uno a cada extremo del espacio central.
– Zöe está acabando de arreglarse y
entonces cenaremos. Poneos cómodos – dijo Valerie indicando el sillón que
había debajo de la ventana.
Jonua se sentó y observó la
estancia, que al estar en el último piso el techo tenía forma de cúpula. Su
aspecto era confortable, con una zona para comer: con una mesa, cuatro sillas y
un replicador encajado en la pared. Mientras que en el otro lado había un sofá,
dos sillones y una mesa baja y alargada para relajarse. Frente a esta parte
había una mesa de trabajo con un ordenador. La decoración era algo sencilla:
tenían macetas con plantas junto a las ventanas y varios estantes alargados,
donde se amontonaban libros y objetos decorativos, como una pequeña estatuilla,
un cofre de madera cuidadosamente tallado y un par de holofotografías
familiares. Junto a esta una gran imagen de una ciudad de altos rascacielos,
dos de los cuales se asemejaban a altas torres cuadradas idénticas y destacaban
por encima de los demás.
Era muy hermosa, pensó Jonua cuando
la vio por primera vez. Apareció en su campo de visión por la derecha y lo
atravesó en dirección al replicador. El joven tardó en reaccionar y seguirla
con la mirada. Era la criatura más bonita que había visto en toda su vida. Su
pelo era rubio ceniza, una cara redonda, una nariz respingona y una sonrisa que
le iluminaba su angelical rostro.
– Jonua, te presento a mi hermana,
Zöe – dijo Valerie. Este tenía la mirada en aquella hermosa chica y
aun tardó en reaccionar.
Jonua tragó saliva, intentó esgrimir
una sonrisa y se levantó para devolverle el saludo. Al tocarla todo su cuerpo
se estremeció y su piel se erizó como las gallinas.
– Yo… ya también. Estoy encantado –
logró farfullar.
Valerie les invitó a sentarse y
enseguida empezó a replicar la cena, que consistía en una ensalada de primer
plato y luego una trucha vulcana con mostaza roja.
Al principio de la velada estuvieron
conservando fue la Tierra y otros mundos de ambas galaxias, como Coruscant, el
mundo metrópoli, con rascacielos de kilómetros de alto y sus entrañas que se
extendían bajo la superficie donde los antiguos edificios hacían de cimientos
de los otros aún más altos. De Formac
y sus cinco anillos de fuego que lo rodeaban, pasando por el agreste y peligroso
Kashyyyk con sus gigantescos árboles
del que procedían los enormes wookies.
O de Naboo, el planeta natal de Zahn,
con su núcleo poroso que permitía atravesarlo y donde se habían construido las
ciudades gungans. Luego se centraron
en la música, afición tanto de Valerie, como de Zahn, momento en
que Zöe le hizo un gesto a Jonua para que la siguiera. Se disculpó y le condijo
a su habitación.
Durante la cena Jonua no había
dejado de observar a Zöe, y poco a poco logró sobreponerse de la primera
impresión. Para cuando dejaron a Valerie y Zahn hablando de música,
Jonua ya empezaba a estar cómodo en compañía de Zöe. Más que cómodo, estaba
realmente bien, como nunca había estado. Tan solo bastaba con mirarla para
sentirse feliz. Fueron a su habitación a escuchar a escuchar música. Esta no
era muy grande, tenía una cama debajo de la ventana, tapada por unas cortinas.
Había una puerta que daba al baño y otra que parecía un armario.
– Mi hermana me ha dicho que eres un
tripulante de la nave de la Alianza.
– Sí. Oficialmente soy el asistente
del comandante. Pero también ayudo en la navegación y en los motores. Hago un
poco de todo – respondió con orgullo.
– Debe de ser emocionante.
– Más bien agotador. Cuando no estoy
ayudando a alguien, otros me están haciendo estudiar. Esa fue la condición para
que me dejaran ir.
– ¿Qué estudias?
– Astrogración, mecánica práctica – dijo esgrimiendo una sonrisa y
recordando las horas que pasaba con Carl Vendell, el
jefe de ingenieros de la Far Star –. Historia, cultura de
diversas razas. Matemáticas. Casi todo lo que se imparte en una escuela normal.
Más algunos cosas más, como táctica naval, técnicas de inteligencia. Eso es lo
más divertido.
–
Suena Bien. Yo también pasé muchos años a bordo de una nave estelar. La de mi
padre, la Proxima. Allí iba a clases con los demás niños. Pero en su
último viaje me dejó con Valerie.
– ¿Su último viaje? – preguntó
Jonua.
–
Sí. La Proxima fue una de las
primeras naves destruidas por el Dominion.
– Mis padres también murieron – le
explicó Jonua para romper el incómodo silencio y mostrarle que, al igual que
ella, él también había perdido a sus seres queridos en la guerra –. Asesinados
por el Imperio. Yo sobreviví al
ataque. Zahn me encontró.
– La guerra es horrible – dijo Zöe
casi en un susurro.
» Mañana unos amigos iremos de
excursión – dijo entonces Zöe cambiando de tema y de tono –. ¿Por qué no
vienes? Será divertido.
– No sé lo que tenemos que hacer
mañana en la nave…
– ¡Vente, será divertido!
– Le preguntaré a Zahn.
Pero me encantaría.
Deep Space Nine
Lepira observó a través de los
ventanales de la promenade. Amarrado a uno de los pilares superiores estaba la Neru del capitán Rinnak Pire,
con el que había firmado un acuerdo comercial. Era una nave nueva, comprada
tras la liberación de Bajor y que
representaba la prosperidad del planeta gracias sobre todo a su agujero de gusano. Tenía capacidad de curvatura y una gran
autonomía, ocho compartimentos estancos capaces de transportar un millón de
toneladas métricas cada uno, transportadores de carga y con una tripulación de
24 bajoranos, ninguno de los cuales
había tenido contacto alguno con Lepira o su organización.
Había conocido a Rinnak poco después
de que este entrara a trabajar con él y se habían caído mejor de lo que
esperaba. Como aquella nave había sido requerida para un transporte de material
a Cardassia y como era costumbre el Imperio había agrupado a los cargueros
en un convoy. Estaba formado por una docena de naves: entre ellas otras dos
pertenecientes a Hazar-Zepelin
Corporation, un carguero de la flota estelar comprado al Imperio por un ferengi, tres cardassianos, un transporte cisterna cargado de deuterium, la Xhosa de la capitana Yates-Sisko. Al principio del viaje
iban a ser escoltados por naves de la milicia bajorana y en la frontera serían relevados por naves cardassianas, que les
acompañarían hasta el planeta Soukara,
en el interior de su territorio.
Allí se reuniría con gul Madred para coordinar la futura
destitución del legado Broca y no quería
presentarse a bordo de una nave imperial. Los cardassianos desconocían el alias
de Zepelin, así que nadie sospecharía de su reunión con Madred. Normalmente
hubiera utilizado para desplazarse alguna de las naves con tripulación del ubictorado, pero con el despliegue imperial
en tantos planetas, la experiencia de aquellos hombres en los Nuevos Territorios
era de gran utilidad como parte del equipo de asesores en la ocupación de
aquellos mundos. Y aún no había habido tiempo de sustituirlos.
– Bien señor Zepelin – dijo la voz
de Rinnak detrás de Lepira –. ¿Listo para evaluar si hizo un buen trato al
contratar mi nave y mi tripulación?
– Le aseguro que este viaje no tiene
esa intención. Su reputación le precede – replicó Lepira y los dos se dirigieron
hacia el ascensor –. En realidad aprovecharé para entrevistarme con el
gobernador de Soukara. Si todo sale bien Hazar-Zepelin
Corporation tendrá pronto una nueva ruta de aprovisionamiento. ¡Y dentro de
la Unión Cardassiana!
– Tan solo espero que no me envíe
muy a menudo – puntualizó Rinnak con una mueca de disgusto.
– No se preocupe, a mí tampoco me
gustan mucho los cardassianos.
– Por cierto, le felicito por el
contrato con Breen.
– Sí. Tuvimos suerte.
– Más bien le gustó la finca que le
regalaron al oficial imperial en Risa.
– Normalmente la suerte se ha de
buscar capitán Rinnak. Por mi experiencia no suele aparecer por arte de magia.
– En mi pueblo a eso le llaman
corrupción – indicó Rinnak en tono severo deteniéndose en el pasillo.
– ¿Eso le molesta?
Rinnak no contestó, limitándose a
continuar la marcha hasta la esclusa de entrada a su nave. Lepira sonrió para
sí mismo y siguió al bajorano.
USS Defiant
En la pantalla del puente apareció
el sistema PJ-3476. Era como otros muchos: con una estrella gigante amarilla y
ocho planetas alrededor de esta, ninguno habitable. Tampoco había muchos mundos
capaces de sostener vida cerca, tan solo una pequeña colonia ullian y el sistema Delos, con dos planetas de clase M.
Todo el sector 34564 estaba apartado de rutas comerciales destacables, aunque
estaba dentro del territorio que se podía denominar de la Federación y relativamente cerca del núcleo de esta.
– Entremos en el sistema – indicó
Nog frente a la pantalla.
– Hay unos trescientos ochenta
mil fragmentos grandes y tiene una superficie de ciento treinta millones de
kilómetros cúbicos. Con una alta concentración de magnesita que afecta a nuestros sensores – indicó Ezri que actuaba
de oficial científico.
– Timonel, hágalo con prudencia.
– Sí señor – indico el ferengi con entusiasmo.
La Defiant llegó al cinturón de asteroides y tras su sistema de
ocultación empezó a recorrerlos en busca de aquella base. Dividieron su superficie
en tres cuadrantes y empezaron por la zona de rocas más grandes, situada en el
centro del cinturón. Como los sensores eran casi inservibles por culpa de la magnesita,
que impedía detectar con exactitud emisiones electrónicas o energéticas,
creando fantasmas allí donde no había nada, el reconocimiento solo podía
hacerse visualmente.
– Nos pasaremos veintiocho días,
seis horas y quince minutos para rastrear este cuadrante del cinturón de
asteroides – le dijo Bashir a O’Brien, tras calcularlo gracias a la alteración
genética que había aumentado su capacidad cerebral cuando era pequeño. Este
miró de reojo, no muy alegre por conocer aquel dato.
– Podrías pensar algo para evitar
las interferencias, en vez de calcular cuánto tardaremos, ¿no? – replicó el ingeniero
irlandés.
Un día y dos horas después habían
podido recalibrar los sensores, aunque solo eran efectivos a menos de treinta
mil kilómetros. Lo cual no era mucho, pero suficiente para acortar su búsqueda.
– Nog, vira a babor y desciende
alrededor de esa roca de que tenemos delante – indicó Ezri en ese momento.
– Sí, señora – respondió el timonel
y la Defiant dibujó la trayectoria
rodeando el asteroide y detrás de este apareció otro mucho mayor. Justo en
frente y dentro de una depresión que hacía la propia orografía que tenía forma
de plato, apareció lo que estaban buscando. En el centro mismo había una
entrada a una cueva iluminada, con numerosas estructuras que sobresalían de la
roca, semejantes a torres redondeadas a su alrededor. También había pasillos
colgantes que sobresalían del asteroide, donde podían atracar naves.
– Haga un escaneo completo – indicó
Sisko levantándose de la silla.
Ezri se puso rápidamente a trabajar.
La entrada se abría en el interior en una gran caverna que podía albergar por
lo menos cuatro o cinco naves de tamaño medio, mientras que las instalaciones
en el asteroide se internaban en su interior varios kilómetros y a pesar de la magnesita,
pudieron distinguir grandes cavidades y cavernas, además de pasillos que se
extendían como un laberinto excavado en la roca viva. El lugar era antiguo, por
lo menos tenía doscientos años y por las estructuras exteriores no había sido
realizado por la Federación. Pero sí las habían modificado hacía poco tiempo,
equipando el lugar con armamento y los equipos electrónicos modernos.
– También detecto tres naves, tienen
sus motores y sistemas desconectados, pero por su tamaño diría que son de la clase Nova
– finalizó Ezri –. El armamento está compuesto por numerosos lanzadores de torpedos y phasers planetarios, no están
activados. Supongo que no nos esperaban.
– Pues ha llegado la hora de llamar
a su puerta – dijo Sisko levantándose de la silla –. Desactiven sistema de
ocultación, alerta roja, preparen el
armamento.
La pequeña nave de guerra se quitó
el manto de invisibilidad que tenía justo frente a la entrada de las
instalaciones secretas de la Sección 31
con todo su armamento activado. Para los ocupantes de esta la visión de la Defiant debió de sobrecogerles, aun así
alzaron los escudos y activaron su armamento.
Sisko se quedó mirando la pantalla
en silencio, sin decir nada.
– Abran comunicación. – dijo al fin
sentándose –. Les habla el capitán Benjamin Sisko de la nave estelar Defiant. Esta instalación y lo que
contiene, así como la propia Sección 31 infringe las leyes de la Federación y
las regulaciones de la Flota Estelar. Desactiven sus armas, bajen los escudos y
prepárense para ser abordados.
– No contestan, señor – indicó O’Brien
tras esperar en silencio un rato.
– La Presidenta de la
Federación ha declarado ilegal la organización llamada Sección 31. Por lo tanto
estoy autorizado a abrir fuego.
– No volveré a repetirlo. Desactiven
sus armas y bajen escudos. Prepárense para ser abordados. O destruidos.
– Quieren comunicarse – anunció
Ezri. Y tras el asentimiento de Sisko, en la pantalla apareció el rostro de un
humano.
– Soy el teniente comandante Cole,
oficial al mando. Estamos dispuestos a desactivar las armas y bajar nuestros
escudos. Pero necesito saber cómo seremos tratados.
– Bajo las leyes de la Federación – respondió secamente Sisko
–. Tienen diez segundos para rendirse o abriremos fuego.
Hubo unos instantes de silencio. El
rostro de Cole se notaba su duda, aunque podía hacer frente al ataque de
aquellas tres naves, estas eran de la Flota Estelar. Y en aquellos momentos no
tenían el lujo de enfrentarse entre sí de manera gratuita. El oficial de la
Sección 31 asintió y cortó la comunicación.
– Han desactivado las armas y bajado
los escudos – indicó Ezri.
Sisko juntó los dedos frente a su
barbilla y asintió. Sin saberlo los dos oficiales habían pensado lo mismo y
para el comandante de la Defiant, no
tener que disparar era un verdadero alivio. Aunque igual de satisfactorio iba
ser detener a aquellos que mancillaban el nombre de todo aquello que creía,
defendía y amaba.
Continuará…