domingo, 13 de octubre de 2019

El Jedi perdido - En la oscuridad 2


Naboo

            La nave de Keegan, un pequeño y rechoncho transporte YT-1000 bautizado Zenith, se aproximó al espacio puerto de Theed situado bajo el acantilado sobre el cual se había erigido la capital humana del planeta. Naboo era un lugar remoto y bucólico alejado de la guerra civil que se libraba entre las estrellas, pero en realidad estaba más ligado a la historia moderna de la galaxia de lo que muchos imaginaban. Aun así se podía notar la presencia de cazas TIE patrullando el cielo, así como las intimidantes parejas de soldados de asalto con sus armas negras que se contrastaban con sus impolutas armaduras blancas en la terminal de pasajeros. En la que como había indicado el adquisidor el trámite aduanero se realizó con rapidez.
            Dejaron a Morett a bordo del Zenith y los otros tres cogieron un transporte para llegar a la ciudad. Era entrada la tarde y el crepúsculo se cernía azul y morado en el cielo, mientas la luz del día declinaba. Las calles estaban tranquilas, con charcos en el suelo que demostraban que había llovido hacía poco, por lo que habían pocos paseantes, por lo que los vendedores ambulantes empezaban a guardar sus mercancías entre los compradores rezagados que aun deambulaban entre los puestos. Los puentes, las plazas, los pequeños jardines entre los edificios estaban engalanados con banderolas de vivos colores y en las ventanas, los balcones, las terrazas, los alféizares y las cúpulas se habían colocado flores para celebrar la llegada de la primavera en una de las fiestas más populares entre los habitantes del planeta.
            Para Zahn todas aquellas calles le eran familiares y le transformaban a otra época más sencilla y feliz, cuando iba al conservatorio y sus únicas preocupaciones eran practicar las lecciones de música. Pero desde que se había marchado a estudiar a Coruscant nunca había regresado. No era que guardara malos recuerdos, simplemente que una vez que puso los pies por primera vez en la Capital Galáctica y compró lo cosmopolita que era el Ciudad Imperial, su mundo natal le pareció provinciano y aburrido. Además tras la muerte de su madre, tampoco nada le ataba allí.
            Se dirigieron a una casa como cualquier otra, situada en la intersección de dos canales. Los dos hombres y la iktotchi llamaron a la puerta. La abrió una hembra gungan de grandes dimensiones, que llevaba un delantal de cocina y tenía una mirada era tranquila, como quien espera visitas.
            – ¿Qué desean?
            – Venimos de parte de Roy Batty.
            Misa les conducirá – se limitó a decir la mujer abriendo completamente la puerta y dejándoles pasar –. Esperan en el salón.
            Con unos torpes andares, que hacían que sus lóbulos llamados hailus se movieran como dos péndulos, les llevó a una estancia acogedora que daba a uno de los canales, con varios sofás y una gran mesa, sus paredes estaban cubiertas por varios tapices, junto con algunos objetos de cerámica de origen nativos. En medio de la sala había un humanoide alto, cuyo cabello empezaba a encanecerse, con una estructura craneal sobre la frente y alrededor de los ojos, que Zahn no había visto nunca. Y junto a él una esbelta gungan elegantemente vestida.
            – Me alegro de volverle a ver – saludó el extraño alienígena a Keegan con afecto. Tenía un fuerte acento al hablar el básico que Zahn no pudo identificar, aunque sí descartó que aquel ser fuera originario de Naboo. Por suerte él hacía tiempo que había adoptado la pronunciación coruscanti al hablar, por lo que ni la gungan, ni aquel humanoide podrían saber que él sí había nacido en aquel mundo.
            – Hisrak, le presento a Ener Leva y Seeriu Ajaan, trabajan para nuestros amigos comunes – explicó el adquisidor señalando a sus acompañantes. Como Zahn era originario de allí habían decidido darle otro nombre, por si alguien recordaba el suyo.
            – Me alegro de conocerles – les saludó –. Mi colaboradora es Sheebla Keth, una de nuestras mejores ingenieras y simpatizante a nuestra causa común.
            – Un placer – indicó esta con una leve reverencia.
            Hisrak les invitó a sentarse en los sofás, ofreciéndoles una infusión.
            – En estos momentos ya estarán transfiriendo a sus transportes la remesa de torpedos de protones MG7-A prometidos – anunció Hisrak con satisfacción después que la gungan que había abierto la puerta trajera dos tazas más –. El aumento de producción por fin es definitivo y podremos entregar siete mil unidades al mes de manera regular.
            – ¡Siete mil unidades al mes! Ese armamento es muy caro y está extremadamente controlado por el Imperio – no pudo evitar decir sorprendido Zahn.
            – En realidad el proyectil que destruyó la Estrella de la Muerte formaba parte de las primeras entregas  – intervino Keegan.
            – Disculpe, no pretendía tildarle de mentiroso. Solo me ha extrañado.
            – No se preocupe, entiendo su escepticismo – respondió Hisrak quitándole importancia –. Pero en los últimos años la corporación donde trabajo ha absorbido numerosas empresas con el beneplácito de las autoridades locales. Pero somos lo suficientemente pequeños y diversificados como para no despertar sospechas. Lo que nos permite facilitar un apoyo logístico a la Alianza cada vez más constante, aunque limitado, dentro de nuestras actividades industriales.
            – Eso permitirá que muchos de nuestros escuadrones de cazas tengan su armamento al completo – comentó Ajaan –, incluidos los nuevos cazabombarderos Ala-B que están entrando en activo en mayor número.
            – Compensando de alguna manera el desequilibrio que hay con la maquinaria de la Arma Imperial, así es – afirmó Hisrak, dicho lo cual cogió un maletín metálico que se encontraba junto al sofá, colocándolo sobre la mesa mirando hacia Keegan.
            » No ha sido fácil conseguir lo que nos pidió – empezó a decir este con visible satisfacción, al abrirlo mostró un datapad y un cilindro de metal –. Pero si sus socios no son muy exigentes, aquí tiene la fórmula para fabricar un coaxium sintético.
            – ¿Sintético? – repitió Ajaan con asombro.
            – Es un proceso experimental que hemos desarrollado – se adelantó a explicar Sheebla Keth que cogió el vial y con cuidado lo abrió extrayendo una muestra –. Como sabrán el coaxium es un elemento único por sus cualidades, pero sobre todo por su eficiencia. La misma cantidad de este elemento en comparación con otros combustibles de hipermateria, es cientos de veces más eficaz y capaz de generar más energía. De allí su valor estratégico. Aunque el procedimiento es técnicamente complicado, hemos conseguido, a partir del gas Clouzon-36 y aplicando una reacción con antimateria, un elemento que tiene entre un 21 y un 17% menos de rendimiento que la misma cantidad del natural.
            – Tiene un aspecto diferente – comentó Ajaan observando la forma alargada e irregular que tenía la sustancia dentro del vial.
            – Es cierto, su estructura molecular no es misma, el original una vez refinado se presenta con la forma de una estrella con múltiples puntas. Aun así este es mucho más potente que otros combustibles de hiperpropulsión basado en el gas tibanna. También es cierto que hemos detectado que los reactores que lo utilicen necesitan un mantenimiento más exhaustivo y cuidadoso, pero permitirá mantener la Flota de la Alianza plenamente operativa. Un pequeño precio que se ha de pagar.
            – Impresionante – apuntó Ajaan, provocando una sonrisa de satisfacción en la gungan.
            – Con los procedimientos y las maquinarias detalladas aquí, podrán replicar el procedimiento – recalcó Hisrak que cogió el vial y lo volvió a colocar en el interior del maletín –. De esa manera no tendrán que depender de nuestro suministro en caso de que se interrumpiera.
            – Conozco a alguien de confianza que podrá utilizar estos datos – dijo Keegan cogiendo el datapad del maletín. Cuya información significaba que la Alianza podría continuar luchando contra su terrible enemigo sin tener que preocuparse de conseguir combustible para sus cruceros moncalamari, sus cazas de combate o sus transportes.
            » Hay algo más – se giró hacia Zahn –. Queríamos preguntarles si han detectado algo inusual que indicara la presencia en el planeta de un oficial imperial
            – Tenemos las sospechas que un miembro del Ubiqtorado puede haber llegado en los últimos días – empezó a explicar Zahn –. Es originario de Naboo, del País de los Lagos
            – ¿Ha dicho del País de los Lagos? – le interrumpió Sheebla.
            – Así es.
            – Desde la Batalla de Yavin la seguridad en las instalaciones imperiales ha aumentado considerablemente, como en el hangar anexo al Palacio – empezó a explicar la gungan –. Aun así continuamos haciendo el mantenimiento del generador de plasma adjunto y uno de nuestros colaboradores ha visto estacionado en el interior un yate cromado Tipo-J llamado Varykino, un lago de esa región.
            » Y no es la primera vez que visita el planeta, siempre rodeado de altas medidas de seguridad, como esta semana. Trabajé en el equipo del Cuerpo de Ingenieros de naves espaciales del Palacio de Theed que lo construyó hace dos años. Desconozco quien es su propietario, pero la autorización de máximo nivel para que se incluyera con el casco cromado vino directamente del moff Panaka. Ese tipo de fuselaje está estrictamente reservada para la Casa Real.
            – Eso es muy propio de Eckener. Está en el planeta y es vulnerable – comentó Zahn girándose hacia Keegan. Sabía que su antiguo compañero siempre anheló el lujo de las familias dirigentes a las que los suyos sirvieron durante mucho tiempo.
            – Conozco a los Eckener – comentó Hisrak –. En los últimos años han acumulado altos cargos dentro de la administración del sector y tienen mucha influencia sobre el moff.
            » Les garantizo que sus miembros están bien protegidos. Si pretenden capturar a alguien de esa familia, no será nada sencillo – prosiguió perspicaz mirando con preocupación a Keegan –. Y muy peligroso para todos los simpatizantes de la Alianza. Nuestro equilibrio consiste en no fomentar una rebelión armada, como la que ha fracasado en el Borde Medio, valga decir – su tono era de reproche –. Si intentan un secuestro o un asesinato de alguien que está tan cerca del poder aquí y en Coruscant, todos nosotros quedaríamos expuestos. Y les garantizo que el suministro de armamento, del coaxium sintético y… – titubeó durante unos instantes, para terminar la frase –, de cualquier otra información, quedaría completamente interrumpido.
            – Sé que su seguridad es pasar desapercibidos – respondió Keegan conciliador –. Y lo que ha sugerido el señor Leva era solo un pensamiento, para nada nuestras intenciones reales.
            – Disculpe si he parecido muy entusiasmado – se apresuró a intervenir Zahn con un tono de humildad –. Llevo detrás de ese agente mucho tiempo, solo verbalizaba una idea y no un hecho consumado. Por supuesto.
            – Nuestra supervivencia depende de la discreción – zanjó Hisrak con determinación.
            – Hay algo más – recordó en ese momento Sheebla, más relajada que su compañero –. Nos han pedido que les facilitemos unos filtros de metano para las turbinas del sistema de refrigeración de los motores radiales.
            – Filtros para metano... – repitió Zahn pensativo.
            – ¿Eso le resulta familiar? – preguntó Keegan.
            – Mucho… solíamos tener un proveedor cuyo intercambio se realizaba en una luna con una atmósfera compuesta por dióxido de carbono, argón, y metano…
            » Echener es un hombre previsor y no quiere que se dañen los motores de su preciosa nave – dedujo Zahn –, por lo que ha aprovechado el viaje a Naboo para los filtros antes de ir a su destino final.
            – He de insistir que nuestra supervivencia está ligada a la más absoluta discreción por su parte – recordó Hisrak en un tono más grabe.
            – Le garantizo que no pondremos en marcha ninguna acción que ponga en peligro su supervivencia – afirmó Keegan –. Tiene mi palabra. Dígaselo a Ronin.
            – Le aseguro que le informaré de toda esta conversación – respondió Hisrak visiblemente molesto, poniéndose en pie para concluir la reunión.
            – La Alianza para la Restauración de la República y todos los seres anhelantes de la libertad y la justicia, les dan las gracias – dijo respetuoso Keegan levantándose también.
            El resto hizo lo mismo y los tres visitantes rebeldes salieron a la casa, con una despedida más fría que la recepción. El sol ya se había puesto, el aire fresco de la primavera, inundado por la fragancia de las flores les envolvió a medida que se alejaban de la casa de Hisrak, con las calles iluminadas por farolillos que pendían entre las casas y pequeñas luces enroscadas en los árboles.
            Seeriu Ajaan se colocó al lado de Keegan.
            – Ese hombre, Hisrak – empezó a decir la iktotchi –, se ha puesto muy nervioso ante la posibilidad de ser descubiertos por el Imperio. Y no me refiero a ser capturado y torturado por colaborar con la rebelión. No dudo de su lealtad, pero he notado que ocultaba un gran secreto.
            – Todos guardamos secretos en estos tiempos tenebrosos – fue la respuesta de Keegan que continuó caminando en silencio –. Algunos más peligrosos que otros.
            El adquisidor recordó como Hisrak y su gente había empezado a colaborar con la Alianza. Varios años antes Harnarho, un wookie que vivía en Womrik, y a quien solía comprar líquido de bacta y otros equipamientos médicos, preparó una reunión en Bothawui. Los wookies solían ser reservados desde que tras la última batalla de las Guerras Clon en Kashyyyk empezaron a ser capturados y vendidos sistemáticamente como esclavos, en una campaña orquestada por el mismísimo Emperador como castigo por haber apoyado al maestro Yoda tras dar la Orden 66. Por eso entre ellos se ayudaban y protegían, siendo muy cuidadosos con quienes se relacionaban y sus contactos solían ser fiables. Él mismo había liberado a varios grupos esclavizados por trandoshanos y otros esclavistas, de manera que estos confiaban en él. Harnarho estaba buscando a alguien de confianza que hiciera de intermediario con la Alianza Rebelde y este sabía que el silencioso adquisidor era alguien del que se podía fiar.
            En la reunión se presentó otro wookie y un humano, un hombre honorable y de rectas convicciones. Se hizo llamar Ronin y se ofreció a entregarles información de inteligencia sobre el Imperio, scandocs de alto nivel y comunicaciones interceptadas con movimientos de la Armada Imperial, traslados de personal, datos técnicos y análisis estratégicos, a los que podría tener acceso. A cambio solo pedía una absoluta discreción con su paradero e identidad. Le entregó varias tarjetas de datos con comunicaciones interceptadas y descodificadas de alto secreto y los protocolos que había establecido para que la Inteligencia de la Alianza contactara con él y viceversa, convirtiéndose desde ese momento en una de las fuentes más fiables y valiosas, que había salvado innumerables vidas.
            Obviamente había investigado el origen de Ronin, encontrándolo muy curioso. Era miembro de la dirección de la corporación nabooana creada por un buscavidas llamado capitán Tycho, un antiguo piloto de las Guerras Clon, y que inicialmente se encargaba a la prospección minera. Pero en los últimos años había absorbido o adquirido las industrias más importantes del planeta y del resto del sector Chommell bajo la influencia y protección del moff Panaka. Este era un antiguo oficial de la Guardia Real de Naboo, recompensado por Palpatine por los servicios prestados en los convulsos años de la última etapa de la Antigua República. No era peor que otros, pero sí mejor que muchos. Ahora Tycho Ing., dirigida por los socios de su fundador que parecían no tener pasado, incluía la tradicional compañía constructora de cazas y los tradicionales de yates reales, conocidos en toda la galaxia por sus cascos cromados. Así como las empresas de tecnología gungan que el Imperio había confiscado a sus legítimos propietarios, pero el trato que dispensaban a sus trabajadores estaba lejos del abuso que ejercían otros grandes consorcios, por el contrario parecía que hubieran llegado a una próspera colaboración con sus antiguos propietarios.
            Con el tiempo parte del personal de la corporación había empezado a colaborar con la célula de la rebelión del sistema, sin que el resto de miembros de esta supieran su vinculación con Ronin. Desde entonces proporcionaban ayuda logística a través de los astilleros y el resto de firmas que controlaban, reparado o actualizando naves de combate como el Rayo de Esperanza (1) o logrando producir equipamiento difícil de conseguir, como los torpedos de protones o la manera de fabricar coaxium sintético. Ronin y los recursos de Tycho Ing. eran muy valiosos para la Alianza y debían de ser protegidos. Pero algo, en su interior, le decía que tenía que llevarse a cabo el plan de Zahn. (2)
            No tardaron en llegar a un aereobus que les llevó al espacio puerto de Theed. Allí subieron al Zenith y pidieron permiso para despegar. La razón por la que habían solicitado aterrizar era el abastecimiento de combustible, lo que había ocurrido en su ausencia. Nadie sospechó de su corta estancia.
            Ajaan, como navegante de la Estrella Lejana, ocupó los mandos del pilotaje del carguero ligero, mientras Zahn y Keegan le acompañaban en la cabina. Tras activar los motores elevó la nave sobre la ciudad, alejándose con rapidez hacia el manto de estrellas del espacio.
            – Entiendo que quiera proteger a sus contactos aquí, y por supuesto su importancia para la rebelión – empezó a explicar Zahn a Keegan, que había estado pensando que decir al adquisidor –. Pero si Eckener, que no deja de ser un analista de alto nivel del ubiqtorado, ha logrado obtener los permisos para construirse una de las naves más exclusivas de la galaxia y que están estrictamente reservadas a los monarcas de este planeta. Y además con la autorización de un moff tan cercano al Emperador como Panaka, eso significa que lo que está preparando Daran es mucho más importante de lo que yo creía. Encontrarlo y descubrir que está maquinando, puede significar la supervivencia de la misma…
            – ¿Qué les proporcionaba ese proveedor? – le interrumpió Keegan.
            Zahn permaneció en silencio observando al kashiano. Este parecía no perder el control sobre sí mismo jamás y su mirada indicaba una absoluta confianza en sí mismo. Sabía lo que quería y lo obtenía.
            – Es un contacto de mí época de Eriadu – empezó a explicar, de alguna manera se encontraba desarmado frente a aquel hombre, como si pudiera manipularle fácilmente y sonsacar toda la información que quisiera. Igualmente, tampoco tenía nada que perder, si el adquisidor esgrimía la importancia de proteger a sus contactos en Naboo, nunca lograría autorización para capturar a Eckener y este volvería a desaparecer –. Nos ordenaron investigar a un sátrapa local que había tomado en control de un sector productor de materias estratégicas y que parecía controlar a su antojo, incluso al moff asignado por el Imperio. Al final descubrimos que utilizaba un aparato de manipulación mental, que estimulaba las ondas cerebrales para que el individuo de una raza concreta, hiciera lo que se le ordena de manera voluntaria, sin dolor. Creo que inhibía parte de las funciones del cerebro o algo así, desconozco muy bien su funcionamiento técnico. Cuando averiguamos quien lo fabricaba Daran sugirió que le convenciéramos que empezara a trabajar para nosotros, en exclusiva. Además, únicamente informamos a Tarkin, quien decidió no compartir el secreto con el resto de altos cargos imperiales. Lo que hizo que se fijara en nuestro trabajo y nos aceptara en su círculo privado de confianza.
            En ese momento Keegan tuvo una visión: el aparato descrito por Zahn estaba en su mano y lo colocaba a un individuo que tenía prisionero a bordo de la Estrella Lejana. Una premonición de lo que podría suceder y que desencadenaría cruciales acontecimientos para el futuro de la galaxia.
            Ajaan apartó la mirada de los controles y la centró en el adquisidor por unos segundos. Los iktotchi eran conocidos por ser una raza precognitiva, algunos, como ella, habían sido entrenados como telépatas. Por lo que pudo captar como el adquisidor había tenido una premonición del futuro, solo posible para alguien sensible y adiestrado en las habilidades de la Fuerza.
            – Por tanto usted conoce perfectamente la ubicación de ese lugar, incluso antes de llegar aquí – preguntó Keegan –. Y no tendría por qué haber sabido que Eckener estaba en este planeta, ahora, ¿verdad?
            – Así es.
            – Si le intentara capturar allí, nada le relacionaría con Naboo. ¿Cierto?
            – Podrían sospechar que he estado vigilando desde aquí, pero también podría haber controlado Sukra Dar – dijo Zahn pensativo y no hacía falta tener habilidades especiales para saber que este ya estaba maquinando algo.
            Cuando estuvieron algo alejados del planeta, el adquisidor introdujo las coordenadas del primer punto de entrega del convoy que protegía la Estrella Lejana. Hicieron falta tres saltos hiperespaciales para llegar, tiempo que Keegan pasó meditando, Ajaan permaneció pensativa, sumida en sus pensamientos, y Zahn escribiendo en un datapad. Mientras que Morett mataba el tiempo jugando a sabacc con un programa del ordenador de a bordo. Su destino era un sistema compuesto por seis planetas y un gran cinturón de asteroides errático. Nada más llegar emitieron un mensaje de aviso y pronto aparecieron dos cazas Ala-A del escuadrón Meteorite, que les escoltaron hasta la órbita del sexto planeta, cubierto completamente por un desierto de hielo y nieve. En su órbita se encontraban solo parte de las naves del convoy, ya que la mayoría de transportes habían descendido a la superficie.
            Zahn abandonó con rapidez el Zenith para realizar la petición la Alto Mando de la Alianza, mientras Ajaan y Keegan finalizaban las maniobras de acoplamiento a la Estrella Lejana. Apagaron el motor y dejar en stand by los sistemas, quedándose en silencio en la carlinga de pilotaje, con todas las luces apagadas.
            – ¿Quién es usted? – le preguntó la iktotchi, que a pesar de estar en la oscuridad se le distinguía una mirada penetrante y unido a sus dos grandes cuernos, la hacía parecer un animal salvaje.
            – Ya conoce la respuesta – replicó este impasible y con calma –. Entiendo las reticencias que tiene contra Zahn. Pero todos tenemos el mismo enemigo común.
            – Nunca tendrá nuestros ideales – replicó Ajaan.
            – En ocasiones la venganza es una motivación muy poderosa. Y luchará contra el Imperio mientras tenga un ápice de aliento. Con eso es suficiente por ahora.


Estrella Lejana

            Zahn se reunió, en una sala situada junto al puente, con la oficialidad después de regresar de Naboo. Una de las medidas que había implantado tras tomar el control de la nave, era formar una especie de consejo con los responsables de cada departamento. Y aunque se mantenía una jerarquía de mando de la Alianza, las decisiones internar del día a día se llevaba entre todos ellos. De esa manera trataban las prioridades en el uso de material, traslados de personal o la resolución de conflictos, fomentando la confianza entre toda la dotación de tan dispar origen. También solía consultarles los diferentes aspectos de las misiones que se les habían encomendado para planificarlas en equipo. Estaba encabezada por el primer oficial Moritz, y el oficial de ingeniería Vendell, que tenía una prominente barba, y la mirada serena y llena de convicción. Era un hombre práctico, líder del motín que había logrado que la nave desertara del Imperio, y que actuaba como la voz de la conciencia. Ajaan, como navegante era una iktotchi reflexiva. El médico de a bordo era Elan Sel’Sabagno, un balosar sensato y alegre, que siempre tenía alguna anécdota divertida de su época de traficante de “varas letales” en los clubs de moda de Coruscant antes de las Guerras Clon y que tras volver a estudiar medicina para ser útil, terminó alistándose en la rebelión. También estaba Owen Rion el artillero de a bordo, un tipo elegante procedente de una buena familia de los mundos del núcleo, que a pesar de entrar en el estereotipo de aventurero, incluyendo su habilidad en el sabacc, era muy respetado por la tripulación. Finalmente estaba el teniente Danbit Trel de Jedha, jefe de los infantes de marina asignados en aquel momento a la nave. Y en aquella ocasión también se encontraba presente el adquisidor Keegan.
            – Nuestras pesquisas han resultado fructuosas – explicó Zahn sin poder ocultar su satisfacción –, ya que conocemos el próximo destino del oficial del ubiqtorado: la luna Sukra Dar, en el sector Thanium, para reunirse con un proveedor. He cursado la petición al Alto Mando para dirigirnos hasta allí y capturarle, basando en las pruebas que saben que he recopilado.
            – La nave ha recibido órdenes continuar con la escoltar el convoy – recordó Moritz con visible molestia ante el previsible cambio de planes y miró hacia Keegan, que era el único que conocía la ruta que tenían que seguir –. Entiendo que nuestra presencia está justificada por ser regiones poco seguras para dejar los transportes solos, menos con el importante material que llevan. ¿No es así?
            – Así es – confirmó este.
            – No sería necesario que fuera la Estrella Lejana – explicó Zahn –, con el Resplandeciente es suficiente para desplazarnos. Es preferible el sigilo en lo que tenemos que hacer.
            » Pero necesitaremos un equipo de infiltradores – indicó Zahn –. El lugar está protegido por mercenarios, además de la escolta que pueda llevar nuestro objetivo.
            – Conozco a la gente adecuada... – intervino Keegan –. Podemos reunirnos con ellos en el puesto avanzado de Tierfon. No está lejos del sector Thanium.
            En ese momento se abrió la puerta de la sala, entrando un joven oficial.
            – Disculpen la interrupción, señores. Pero hemos recibido una comunicación desde el planeta – dijo Al-Ger-To –, es el general Rieekan, para el adquisidor Keegan.
            – Pásela a mi despacho – le indicó Zahn –, y lleve a nuestro invitado a este para que pueda hablar en privado.
            Este se levantó y acompañó al joven cereano. Al entrar la imagen tridimensional y azulada del responsable de la Base Echo en Hoth ya estaba proyectada sobre la mesa de trabajo.

            – Me alegro volver a verle de nuevo – le saludó este con afecto. La última vez que habían coincidido había sido en una reunión en la órbita de Delaya, poco antes que la Estrella de la Muerte redujera Alderaan en un campo de asteroides. También estaba Bail Organa, quien confiaba y tenía un gran respeto por Keegan, uno de los primeros adquisidores que había tenido la Alianza –. El Alto Mando ha sopesado su petición. Y aunque no todos estábamos conformes, se ha aceptado que se realice la incursión en Sukra Dar, pero solo bajo su supervisión directa.
            – Se lo comunicaré al comandante Zahn – respondió.
            – Ya se han cursado las órdenes para que se despliegue el equipo de infiltradores que pidió, se reunirá con ellos en el puesto avanzado de Tierfon.
            » Espero que sepa lo que está haciendo.
            – Yo también, general.
            – Que la Fuerza le acompañe.
            – Que la Fuerza le acompañe – repitió Keegan.



Continuará…


Notas de producción:
(1) Para saber cómo se reconstruyó el Rayo de Esperanza, un antiguo destructor de bolsillo de la clase Recusant y que aparece en este relato, es necesario leer el anterior: JediPerdido 2: Rayo de Esperanza.

(2) Para conocer la historia de Ronin, y la célula rebelde de Naboo, es aconsejable leer el relato USS Spirit, Historia independiente del Crossover Star Trek – Star Wars.


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