Rancor 7
Su especie había evolucionado en los
frondosos bosques de Malastare y por
tanto tenía una visión más aguda y sus reflejos eran mucho mejores que muchos
humanoides, al haberse desarrollado para moverse con la agilidad de sus cuatro
extremidades, aunque prefería el caminar más dinámico de las superiores. Por
tanto era por naturaleza un piloto excepcional. Eso sin tener en cuenta que
había estado a punto de correr la Malastare 100, la carrera de vainas más
prestigiosa de su mundo. El problema era que al resto le molestaba que no lo
ocultara. ¿Pero por qué tenía que fingir un hecho claramente demostrado en más
de una ocasión? Le podían llamar arrogante, ese era un defecto de los humanos, que les gustaba poner
etiquetas y actuar en consecuencia a ellas. Era problema del resto, no el suyo.
Él trataba a los demás tal y como eran, les gustara o no. Y en aquel momento
era el mejor piloto que la Alianza
tenía en aquel sistema y debía concentrarse en lo que sabía hacer mejor: combatir
con su poderoso Ala-X.
Viró bruscamente hacia babor y
empujó el control para descender casi en picado, acelerando durante tres
segundos sus cuatro motores de iones 4L4.
Cortó la inyección del combustible para no sobrepasar al TIE y se colocó justo detrás de él, podía ver con claridad su
cabina esférica, el piloto ni se había dado cuenta que le tenía encañonado. No
hubiera sido necesario usar los sistemas de puntería, pero no era el momento de
alardear, necesitaba el impacto sin perder tiempo, así que consultó el
indicador y disparó dos de sus cañones láser. Los rayos de luz roja alcanzaron al caza al instante. Uno de ellos
partió su endeble casco y atravesó al piloto saliendo por la redondeada cristalera
frontal, mientras que el otro alcanzó el brazo que unía la cabina con la placa
solar de estribor. El caza se partió por la mitad y estalló en una nube de
chispas. De esta surgió uno de los Ala-Y
del escuadrón Naranja que hasta ese momento estaba siendo atosigado por el TIE,
mientas Nierval esquiva con agilidad los restos del enemigo.
Cambió de rumbo, no era buena idea
mantener la misma trayectoria mucho tiempo cuando estaba en combate y menos con
tantos cazas a su alrededor revoloteando como en el trasero de un bantha de Tatooine.
– ¿Rancor 8 estás ahí? – preguntó el
dug por el comunicador.
– Justo detrás – respondió la
tranquila voz de Barmich –. Vira a 2.04.
– Virando.
Los dos cazas se alejaron de la
superficie gris de la luna, que podía estar batida por las defensas del puesto
de escucha. Mientras ascendían Nierval observó el campo de batalla del que
estaba rodeado. Los 24 TIE del destructor Victory se habían unido a los ochenta
procedentes de las guarniciones planetarias, que habían despegado mientras
atacaban la estación lunar, dejando desprotegidas las defensas de Pas’jaso. Y
ahora era precisamente cuando las cosas podían complicarse en gran manera, ya
que los 33 cazas rebeldes, dos de ellos ya habían caído, estaban pegados a la
superficie del planetoide, enfrentándose a 100 pilotos imperiales bien
entrenados y que sobre todo conocían bien el lugar donde estaban luchando. Todo
ello bajo la sombra del vetusto destructor que con sus 40 cañones, aún tenía un
poderoso arsenal capaz de aplastarles como a las lentas y torpes moscas de los
pantanos de Malastare. Por suerte la mayoría de las armas no disparaban para no
alcanzar a su propia gente, pero les permitía maniobrar con libertad y sobre
todo poder refugiarse bajo su casco para reagruparse.
Según el plan aquel era el momento
en que la fuerza Justicia tenían que
llegar al sistema y dejarles el camino libre para salir del callejón en que se
habían metido. Se suponía que la presencia de la nueva fuerza naval atacando
las estaciones orbitales alejaría aquella nave y parte de los cazas,
permitiéndoles ponerse al cobijo de las armas pesadas de la Alianza. Pero como
en cualquier carrera de vainas, nunca, nada, era previsible y si no llegaban lo
refuerzos Nierval sabía que él y sus compañeros serían copados y serían aniquilados
sin piedad.
La Estrella Lejana
Cracken
observaba desde el puente de mando el remolino infinito de luz del hiperespacio repasando mentalmente al
plan de ataque. En realidad era sencillo: los tres escuadrones de cazas
distraerían a las defensas del sistema simulando un ataque a la estación de
seguimiento de la luna de Pas’jaso. Estaban formados por veteranos cazabombarderos Ala-Y y por modernos y rápidos Ala-X, con la misión de proteger a los
primeros. Con los imperiales distraídos su fuerza naval aparecía sobre el
planeta y atacaría las instalaciones orbitales, alejando a sus enemigos de los
primeros cazas. Para ello habían reunido un pequeño grupo de combate compuesto
por un crucero pesado de la clase Acorazado, que teóricamente era la
nave más potente que iban a desplegar. La verdad era que el Diligente había sido construido antes de
las Guerras Clon, era lento, sus
escudos tenían poca potencia y su capacidad de fuego estaba limitada por problemas
en su planta de energía. Lo iban a utilizar para atacar las estaciones de
tránsito como plataforma de artillería móvil, mientras las dos fragatas y las
corvetas se dedicaban a alejar a los imperiales. Estas eran dos modernas
fragatas, una de escolta Nebulon-B, la Libertad y una Nebulon-C más pesadamente armada que la
primera, (1) la Estrella Lejana, junto a
dos corvetas corellianas CR90, las Unparala y Mar de
esperanza
y la Grito de Flitter, (2) una cañonera DP20. Pero el verdadero objetivo del aquel ataque era
dejar expedito el camino al grupo de cazas ARC-170.
Se aproximarían al planeta y utilizarían su velocidad de 44.000 kilómetros por
hora que podían alcanzar en atmósfera, para bombardear instalaciones de
almacenamiento, cuyo escudo iba a ser desactivado por Keegan. Como resultado
nadie sabría que en estas faltaba parte del material militar que cada vez era
más difícil de conseguir para la Alianza. Una vez arrasado aquel lugar hasta
sus cimientos, todas las naves rebeldes saltarían a puntos diferentes.
El capitán Gara, que lideraba el
ataque, le había ofrecido estar a bordo de la Libertad, pero él había preferido permanecer en el Estrella Lejana, ya que así el mando de
la operación estaba divido por su ocurría un desastre. Algo que al corelliano parecía haberse tomado mal.
Por lo que había podido comprobar en los días de la preparación de la
operación, Gara ciertamente era un buen oficial, disciplinado y eficiente, con
una hoja de servicio en la fuerza corelliana y en la Alianza impecable. Aun así
demasiado engreído para su gusto.
Por otro lado se encontraba muy a
gusto en la Estrella Lejana, una de
las últimas naves que habían integrado en la flota de la Alianza. Era una variante de las Nebulon-B más robusta y blindada, diseñada para el combate naval y
no solo como escolta de convoyes. Durante las pruebas de rendimiento previos a
la entrega de la nave a la Armada Imperial, el jefe de ingeniería, otro corelliano que trabajaba para los Astilleros de Propulsores de Kuat, convenció
a parte de la oficialidad de unirse a la rebelión después de conocer una
masacre perpetrada por tropas del Emperador
sobre una colonia que se había opuesto al Nuevo Orden. Desde entonces la dotación había pasado las pruebas para descartar
una infiltración, mientras la nave había estado destinada en los sectores
exteriores, escoltando varios convoyes y defendiendo planetas afines a su causa.
Aquella iba a ser su primera incursión y el responsable de la inteligencia
podía notar el nerviosismo de quien le rodeaba. Una tercera parte era la
original que había desertado, pero el resto había sido asignado a bordo para
completar los huecos en la dotación. Por ejemplo el mando lo ostentaba el mayor
Treson Moritz, un alderaaniano enviado
por el general Rieekan para ayudar a
la tripulación a adaptarse a las nuevas circunstancias. Por suerte el jefe de
ingenieros, el mayor Vendell, líder de la revuelta, no parecía haberle
importado no asumir el mando de la nave.
Observó el reloj con la cuenta atrás
para surgir de nuevo al espacio real, dándose cuenta que él también estaba
nervioso.
– Diez segundos para salir del
hiperespacio – informó el piloto, un joven duro
de piel verdosa y grandes ojos rojos, haciendo regresar a Cracken a la realidad
–. Cinco. Cuatro. Tres. Dos. Uno. Ahora.
En ese instante la espiral de luz se
convirtió en una serie de luces alargadas que en un instante se encogieron
hasta convertirse en pequeños puntos luminosos de las estrellas. Pas’jaso con su
atmósfera verdosa se agrandó con en el negro horizonte del espacio, con su luna
estéril y gris suspendida a su lado.
– Recibimos telemetría de los Ases Amarillos, Naranja y Rancor –
indicó el oficial de comunicaciones –. Están atacando la estación lunar.
– Múltiples objetivos en los
sensores – continuó el otro técnico –. Confirmado destructor clase Victory en órbita lunar.
– Confirmado por tácticas.
Seguimiento de destructor enemigo en vector 274, cuadrícula 8.
– Preparen armamento, escudos a
máxima potencia – ordenó Moritz –. Tonek pónganos en posición 2.9 junto a la
fragata Justicia.
– Maniobrando a posición 2.9 para
colocarnos a estribor de la Justicia –
repitió el piloto.
– Confirmación del resto de naves,
coordinando maniobra Gara 8 – prosiguió el técnico de comunicaciones –. El Diligente y la Unparala viran hacia el planeta, marcación 10.3.
– Marcación 2.47 sobre destructor
clase Victory – informó el oficial
artillero, el teniente Owen Rion. Este era un tipo larguirucho, bien peinado y
con la barba recortada y elegante, su uniforme estaba hecho a medida y
desprendía un olor a perfume de esencia de flores de Chandrila.
Antes de subir a bordo había leído
los diferentes informes de la tripulación, descubriendo que Rion pertenecía a
una adinerada familia de un Mundo del Núcleo,
lo que le había dejado intrigado para saber que le había hecho convertirse en
una nave de combate. Había estado hablando con él durante el viaje, con la
excusa de que le explicara el potente armamento de aquella fragata.
Descubriendo que su padre, un prominente abogado, le había inculcado el sentido
de la justicia, y había decidido aplicarlo de manera práctica después de que
este fuera arrestado por el OSI tras
hablar en contra del despotismo del moff
del sector y nunca lo habían vuelto a ver. Pero también había encontrado a un
profesional dedicado y conocedor de su oficio, que había estado realizando
simulaciones de la batalla con su equipo, ajustando la coordinación entre ellos
y otros técnicos como los de sensores o de los rayos tracción durante toda su
estancia en la base de Tierfon. La
tripulación no se había quejado, aunque habían admitido que había sido
agotador, sabedores que era necesario engranarse entre sí antes de entrar en
batalla. Eso era lo que les había inculcado Rion mientras practicaban el ataque
al destructor Victory, tanto en
solitario, como con el apoyo de la Justicia
y el resto de naves. Ahora que le veía en plena faena, concentrado, consultando
datos, corrigiendo al resto de artilleros con eficiencia y determinación, sabía
que con gente como aquella podía la Rebelión triunfaría.
– Quiero coordinación con la Justicia, fuego cruzado con nuestros turbulásers y baterías de iones para suprimir sus escudos con rapidez – recordó Moritz.
– No vira para interceptarnos – dijo
entonces Rion sorprendido.
– ¿Qué? ¿No está virando? ¿Por qué? –
preguntó Moritz inclinándose hacia el monitor de situación. Podía ver las
imágenes holográficas de Pas’jaso y su luna, con todas las naves que detectaban
los sensores: en rojo el enemigo imperial, azules las de la alianza, verdes las
civiles. Era cierto que el Victory
permanecía sobre el satélite tras perseguir a los cazas. Pero ahora no se
movía. Y eso no era bueno.
– Recibimos una comunicación de
emergencia por los canales de la Alianza – indicó en ese momento el técnico.
– ¡Pásela! – ordenó Cracken con
rapidez.
La imagen azulada del holograma
apreció por unos segundos, pero apenas Zahn había empezado a identificarse,
esta se distorsionó, quedando una bola borrosa y un sonido ininteligible.
– Están interfiriendo las transmisiones
– confirmó el técnico.
– Es una trampa – dijo Cracken –. ¿Intente
ponerme con la Justicia?
– Está cerca, puedo intentarlo –
replicó este titubeando y se giró nervioso hacia su consola.
– Consígalo – le respondió y el oficial
de la inteligencia deseó que la gran antena situada al costado del casco no
fuera simplemente decorativa.
– Tenemos que apartar ese destructor
de la luna para que nuestros cazas puedan salir de allí – indicó Moritz que
miró hacia Cracken buscando su conformidad. Este asintió, mientras esperaba
poder hablar con Gara.
– ¡Naves en marcación 11.47! –
indicó el responsable de sensores. En ese instante apareció en la imagen
holográfica táctica la fuerza imperial, dejando a Cracken lívido, como si le
hubieran congelado en carbonita.
El Aniquilador
Vantorel observaba la distribución
del enemigo en el proyector holográfico instalado frente a la consola de
comunicaciones del puente. La información sobre la fuerza rebelde era exacta
por lo que podía comprobar: un anticuado crucero Acorazado, una fragata Nebulon-B y otra Nebulon-C diseñada para el combate
naval, dos corvetas CR90 y un
cañonero DP20. Toda una proeza de heroísmo fútil, pensó. El Virulencia ya estaba proyectando varios
campos gravitacionales a su alrededor para impedir que pudieran huir, mientras
que el resto de su escuadra estaba tomando sus posiciones de combate. A él le
había tocado quedarse más cerca de Pas’jaso e impedir que pudieran
flanquear el planeta. El Resplandor
del comodoro Yuron se enfrentaría a la fuerza rebelde. Los cruceros Strike y las
fragatas estaban detrás de ellos para proteger los flancos e impedir cualquier
huida que se hubiera producido. El capitán Noglat con su Resolución estaba en el otro extremo de la batalla, y debía
aniquilar a los cazas rebeldes que estaban acorralados en la luna.
– Despliegue los cazas – ordenó
Vantorel sin apartar la mirada de la proyección holográfica. Las naves rebeldes
ya les habían detectado, pero aún no habían cambiado de rumbo, posiblemente
paralizadas por el miedo, pensó. Pero algo le decía que había algo más. ¿Tal
vez valentía o loca desesperación?
– Despegando primer escuadrón… –
informó el técnico. Vantorel exigía mucho a sus pilotos y en menos de un minuto
sus 72 TIE estarían en el espacio. Contaba con un escuadrón de los nuevo y
veloces TIE Interceptores: el Tempestad y otros dos equipados con los
más veteranos TIE/In de superioridad espacial: el Furia y el Corsario con 36 cada uno. Otro con los Bombarderos TIE de doble casco llamado Fantasma y el Niebla dotado con TIE/gt que
se habían especializado en ataques planetarios. El último escuadrón, Relámpago, era el de reconocimiento y
contaba con 8 TIE/rc y 4 TIE/fc para el control de tiro a larga
distancia. Estos últimos eran su grupo preferido y tenía a los mejores pilotos:
sigilosos y ágiles, capaces de pasar desapercibidos en cualquier circunstancia
y lugar. Desde pequeño su abuelo le había enseñado que para vender era esencial
conocer al adversario, y por tanto tenía que saber cuáles eran sus planes y sus
despliegues. Y eso se lo proporcionaba un buen reconocimiento y por eso no
escatimaba en importantes privilegios a cambio de que sus pilotos hicieran lo que
pedía: observar el campo de batalla y ser sus ojos. Muchos oficiales como Yuron
usaban la fuerza bruta, dirigiendo su destructor directamente hacia el enemigo
sin pensar en las alternativas o la respuesta táctica más adecuada para cada
caso para el uso más adecuado de los recursos disponibles, solo en su prestigio
y creyendo que la coraza blindada ensamblada por los astilleros de APK le hacía inmune. Pero él había visto destruir a
más de una de aquellas bestias en forma de flecha en sus años de servicio. Y en
casi todas esas ocasiones había sido por la imprudencia de subestimar a su
adversario, y por la incompetencia de quien capitaneaba aquellas bestias de la
guerra. Yuron no era una excepción.
– Comunique a los líderes de Relámpago, Tempestad y Fantasma que
permanezcan cerca del Aniquilador –
ordenó Vantorel.
A bordo nadie replicó la orden y se
remitió aquella instrucción con diligencia, cambiando los planes de despliegue
iniciales, que les hubieran llevado a cubrir los combates de la luna de Pas’jaso.
Rancor 7
Los pitidos chirriantes e histéricos
de su unidad astromecánica R2-E1
fueron las primeras advertencias que algo funesto estaba ocurriendo.
– ¿Qué estás diciendo? No nos han alcanzado
como para perder las comunicaciones – le replicó Nierval, pero en ese momento
confirmó que no podía escuchar las conversaciones del resto de pilotos. Las
naves de combate de la Alianza acababan de llegar y se suponía que iban a
recibir su apoyo para salir de la ratonera que el ataque a las instalaciones lunares
les había metido. Eso fue la primera clara muestra que le hizo confirmar al dug que toda aquella misión se iba a
convertir en un desastre.
Instantes después en la pantalla de
los sensores aparecían las señales de 7 naves imperiales que acababan de salir
del hiperespacio.
– ¡Por todas las Bestias Zillo! – exclamó el
piloto –. Necesito que me busques vectores de ataque para intentar abrir un
pasillo…
Una serie de pitidos y chirríos de R2-E1
le interrumpieron su petición.
– ¿Qué has identificado el origen de las
interferencias? – preguntó Nierval a su droide sorprendido –. ¡No eres una
unidad de rastreo!
A lo que el droide protestó
ruidosamente.
– Droide loco – fue la respuesta del
dug que parecía más una carcajada. Accedió a la información triangulada por este
en su pantalla de sensores. Era una zona alejada del puesto de comunicaciones
que no había sido alcanzada. Y como no podía ser de otra manera dos escuadrillas,
con ocho de cazas TIE, protegían el
lugar. Ya se había fijado en ellos antes del ataque, aunque en aquel momento
solo eran cuatro cazas, pero aquel no era el objetivo principal y no le prestó
mucha atención. Hizo un cálculo rápido y buscó la ruta más inverosímil para
acercarse al nuevo objetivo y armó sus nuevos torpedos de protones. La Alianza tenía pocos de aquellos caros
proyectiles y se los habían proporcionado justo antes del partir de Tierfon, por lo que aún no los había
usado en combate y tenía ganas de hacerlo.
» Prepárate para el ataque E1. ¡Allí
vamos! – se dijo Nierval pensando que aquel podía ser un buen día para morir,
como cualquier otro, y seguro de que Barmich le seguiría. El droide pitó varias
veces recordando que las pantallas traseras estaban al 76 por ciento y que ya había gastado una tercera parte
de la energía de los cañones láser.
Empujó los controles y su Ala-X saltó hacia arriba, ligeramente
inclinado hacia babor. Durante el ascenso vio un TIE y sin apenas apuntar
disparó sus armas, alcanzándole en una de las alas solares, lo que hizo que se
alejara dañado de la lucha. Quince segundos después inclinó el morro, lo que
hizo que la superficie de la luna apareciera de nuevo en su parabrisas. Hizo un
rápido barrido con los sensores de proximidad, confirmando que Barmich ascendía algo más
rezagado, aun con la trayectoria de ascenso, pero seguido por un ágil TIE. Nierval
viró unos grados el morro para cambiar el ángulo de descenso y colocar su caza
en la línea del ascenso de su compañero y cuando tuvo al imperial en su punto
de miro, disparó, alcanzándole de lleno. Corrigió la trayectoria en una
maniobra que aumentó varios grados la Fuerza G que a cualquier piloto humanoide
hubiera hecho perder el conocimiento, pero que él lo pudo reponerse con
rapidez. Cuando volvió a su ruta original tenía la instalación lunar delante,
con varias antenas parabólicas sobresaliendo de las estructuras de acero. Los
cazas que la custodiaban no parecían haber advertido la maniobra de aquellos
dos Ala-X solitarios. O si les habían visto no creyeron que eran una amenaza,
ya que permanecían agrupados en la misma formación de patrulla estándar.
Calculó la manera para poder caer
sobre el mayor número de enemigos mientras descendía, colocó el ángulo de fuego
de los cañones KX9 situados en la
punta de sus cuatro alas en su máxima apertura y abrió fuego. Alcanzó a dos de
ellos, pero de la siguiente pareja solo pudo dañar uno, mientas que el cuarto
giró bruscamente y escapó. A la distancia adecuada lanzó todos los torpedos de
protones que tenía: en aquel caso solo dos de los seis que podía transportar. Además
de ser caros y difíciles de conseguir, y se suponía que en aquella misión solo
eran los escoltas de los bombarderos y no debían de llevar ninguno. Aun así había
conseguido que el armero de Tierfon
le instalara un par a cambio de una holoserie
difícil de conseguir en aquel páramo de puesto avanzado. Nada más lanzar los proyectiles
viró a estribor y enderezó el caza para nivelarse paralelo a unos 20 metros con
respecto a la superficie, en una maniobra que hubiera lobotomizado el cerebro
de un humanoide estándar y que a él apenas le mareó, compensándolo con los
amortiguadores de inercia. Ese era una ventaja de tener un cerebro más pequeño
en contra de uno mayor, del que tanto se enorgullecían a tantas especies.
En ese instante a su espalda una luz
cegadora iluminó por un instante el firmamento, confirmando que habían
destruido su objetivo. R2-E1 brinco en su hueco de alegría pitando que era el
mejor droide jamás construido.
– Si fueras una anooba te daría un scurrier
como premio – replicó Nierval. Su androide tenía un ego que ni un hutt podría igualar, pero le gustaba su iniciativa poco propia de
una máquina. Se lo habían entregado al poco de entrar en la Alianza ya que no
había otro disponible, sugiriéndole que le borrara la memoria. Pero no lo hizo
ya que su anterior piloto le había programado con tácticas militares que se
remontaban a las Guerras Mandalorianas
y además hacía bien las funciones de droide astromecánico y no habían tardado
en acostumbrarse a las excentricidades de cada uno.
E1 replicó al dug con visible
desagrado sobre los seres orgánicos.
– De acuerdo, te daré baños de aceite
más a menudo.
Y con la estación eliminada la radio
de los cazas empezó a bramar con las señales de los pilotos.
– ¡Me han dado! ¡Me han dado!
– ¡Qué alguien me escuche por Am-Shak!
– ¡Hay demasiados!
– ¡Si alguien me escucha la
cuadricula 47 está despe…!
– ¡De donde han salido tantos TIE!
Era un ruido caótico que solo
mostraba la desesperación de la situación en la que de golpe se habían sumido
los rebeldes.
– ¡Dejad el canal libre! – ladró por
encima del resto de gritería la voz de Lisser, con la autoridad que todos acataron al
instante –.
A todos los cazas intenten dirigirse a la cuadrícula 47. Cúbranse unos a otros.
Corto.
Una violenta sacudida y los pitidos
histéricos de E1 le devolvió a la realidad, las luces de emergencia empezaron a
parpadear y notó la inmediata pérdida de potencia. No hizo falta nada más para
saber que le habían alcanzado en uno de los motores por disparos de los restantes
5 cazas TIE que habían custodiado aquella instalación imperial. De manera
instintiva viró los controles para salir del ángulo de tiro de sus enemigos y
cortó la energía hacia el motor dañado, mientras dejaba que su droide apagara
el incendio producido por el impacto para que no se extendiera.
Por suerte sabía que Barmich estaba
detrás de él. Este era un buen piloto, lo que significaba que no había hecho la
misma loca maniobra que el dug, pero si le conocía bien no estaría muy lejos,
preparado para protegerle. Como así era. Había aprendido a pilotar en el servicio
de búsqueda y rescate de Atrisia
antes de unirse a la rebelión junto a un puñado de compañeros. Debido a su
habilidad en pilotajes extremos le habían asignado a las cañoneras Ala-U utilizadas para extracciones y apoyo a la
infantería. Pero con la llegada de los Ala-X había solicitado a uno de los
nuevos escuadrones como el Rancor.
Detrás de sus enemigos el tranquilo
piloto rebelde enderezó su caza después de sobrevolar la bola de fuego que era
la instalación imperial destruida por Nierval y sin perder tiempo empezó a
disparar contra los TIE. Como le había enseñado su abuelo contra las aves
silvestres; siempre de atrás a delante, para que no supieran que estaba sucediendo.
Dos disparos contra el último caza le alcanzaron e hicieron que se
volatilizada. Otros dos rayos de luz y el siguiente se estrelló contra el suelo
rocoso lunar envuelto en llamas. El tercero empezó a girar descontrolado sobre
sí mismo y chochó contra su pareja. Dos de un solo disparo. El quinto descubrió
que estaba ocurriendo y ascendió bruscamente escapando de la muerte segura.
En ese momento E1 volvió a pitar con
un claro tono de protesta.
– Ya lo sé, ya lo sé – le replicó Nierval
colocándose a la altura de Barmich mientras avanzaban a ras del suelo. Uno de los
motores había sido alcanzado y no funcionaba, por lo que tenía que forzar los
otros tres. Tenía que reconfigurar los escudos para que pudieran cubrir la
parte inferior del casco y compensar al que se había volatilizado con el motor.
Además, como siempre, había forzado al máximo los giroelectroimanes de masa alta de los
retroimpulsores que añadían un efecto de giro al Ala-X que ayudaba a balancear
la nave en las curvas cerradas y su unidad astromecánica le indicaba que ya no lo
podía compensar más si no quería estamparse contra cualquier objeto más pequeño
que una luna.
» Pero eres tu quien ha sugerido el
ataque a la fuente de las interferencias – le recordó Nierval a su droide. Este
replicó algo sobre el éxito de la misión, pero el dug no le hizo mucho caso.
La Estrella Lejana
Gracias a su potente antena de
comunicaciones habían podido atravesar las interferencias y conectar con el Justicia.
– Capitán Gara, hemos de dar
prioridad al ataque del escuadrón Violeta al almacén. Hemos de aguantar hasta
entonces – indicó Cracken, que no tenía enlace holográfico, solo la voz.
– Estarán muertos antes de atravesar
la atmósfera – sentenció el corelliano, su voz era tensa, pero intentaba
mantener un tono de calma –. Hay un destructor junto a su ruta, general. La
misión ha fracasado.
» No podemos mantener un ataque
contra esos destructores. Hemos de retirarnos antes de que nos aniquilen.
Cracken sabía que este tenía razón.
Antes de saltar al hiperespacio
habían recibido la notificación desde Pas’jaso que todo marchaba como estaba
previsto. Por lo que lo aquel valioso material robado ya se encontraba a salvo
fuera del sistema. Y con él el equipo de adquisidores. En el peor de los casos
el Imperio ya conocía el verdadero objetivo del ataque y estaban todos presos o
muertos. Tenía que admitir que continuar con el plan era una pérdida de
recursos y vidas. En aquel momento no podían hacer nada por la red rebelde del
planeta. Por desgracia habría un puñado de mártires más en la lista de bajas
provocadas por el opresor gobierno de Palpatine.
Ahora la prioridad era salvar el mayor número de los valiosos cazas de combate
de la Alianza, así como de sus naves de combate. Tenían que salir de aquella
trampa.
– De acuerdo – admitió Cracken.
– Mayor Moritz concéntrese en atacar
al destructor Victory – ordenó seguidamente Gara –. Tiene que lograr abrir
una brecha para que puedan escapar nuestros pilotos al espacio abierto y que intenten
saltar al hiperespacio.
– Sí señor – contestó el alderaano
con convicción.
– Junto al resto de naves intentaré neutralizar
a ese Immobilizer, si tenemos suerte podremos silenciar sus
proyecciones gravitacionales y escapar en cualquier dirección. Que la Fuerza le acompañe.
– Que la Fuerza le acompañe a usted,
señor – replicó Moritz, que se giró hacia el resto de técnicos y oficiales del
puente –. Redirijan potencia a escudos frontales y de babor. Abran fuego a
discreción sobre cualquier blanco que entre en nuestro alcance. Aceleren dos
tercios los motores principales.
Cracken observó el despliegue
holográfico y no le gustó aquel plan, pero tampoco tenían muchas alternativas.
Aunque la Estrella Lejana se
enfrentaría a la nave imperial más vulnerable, podía quedar tan copada contra
la luna como sus cazas lo estaban en aquel momento. Mientas que el resto de la
fuerza rebelde tenía que enfrentarse a un destructor clase Imperial antes de alcanzar al
Immobilizer. Por suerte el otro
estaba demasiado alejado. Y aunque la mayoría de sus naves eran más ágiles y
rápidas que aquel poderoso destructor, este no dejaba de ser una de las
máquinas militares más formidables en el arsenal de la Armada de Palpatine.
– ¡Hemos recuperado las
comunicaciones! – informó el técnico con entusiasmo al tener una buena noticia
que ofrecer –. La interferencia ha cesado.
– Indíqueles a los pilotos que se
reagrupen para pasar junto a nuestro lado y el vector de ataque que usaremos
contra ese destructor Victory –
ordenó Moritz.
Tal vez había una posibilidad, pensó
Craken en ese momento con alivio, y la mayor parte de sus naves podrían
escapar.
Continuará…
Notas de
producción:
(2) La clase Nebulon-C se basa en uno de los bocetos
de producción de la Fragata Médica
de la Alianza Rebelde, que es más robusta que los diseños definitivos. Y como
sucede con otros elementos de este relato, esta nave y su tripulación aparecieron
en el Crossover Star Trek – Star Wars.
Aquí vemos su primera incursión como parte de la Armada Rebelde.
(1) El nombre de las
naves rebeldes: Unparala, y Grito de
Flitter, corresponden a la capital de Virujansi,
de donde era originario el general Merrick, muerto en la batalla de Scarif. Y Flitter era un planeta
refugio de la Alianza atacado por el Imperio, respectivamente.
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