Capítulo
2
Tercera parte.
USS
Enterprise-E
–
Recibimos una comunicación por los canales de la Flota, señor – informó Daniels, su oficial de seguridad.
–
En pantalla – ordenó Picard. En esta apreció el almirante Hayes, sentado frente a una mesa metálica y con las
banderas de la Federación y la amarilla del Mando de la Flota Estelar
flanqueándole a su espalda.
–
Les habla el Comandante Supremo de la Flota Estelar – empezó de manea tranquila
–. El sistema Solar ha sido ocupado por el Imperio Galáctico. Nuestras fuerzas
han sido derrotadas en una batalla de la que no ha podido huir ninguna nave.
Muchos otros sistemas de la Federación han corrido la misma suerte que la
Tierra y ahora están en manos del Imperio. Por eso y para ahórranos más sacrificios
inútiles acabo de rendir la Flota Estelar. En la fecha estelar 53105.5 las
naves estelares regresarán a las coordenadas que se han establecido para su
entrega al Imperio y las bases cesarán toda actividad, y esperarán a que las
fuerzas imperiales hagan posesión de ellas. De esta forma el Imperio se ha
comprometido a mantener los convenios de Seldonis IV sobre los prisioneros de guerra. Cualquier nave estelar que no
obedezca esta orden se la considerará renegada y a sus tripulantes se les
considerarán criminales.
»
Todos los territorios bajo el control de la Federación Unida de Planetas quedan
bajo la jurisdicción del Imperio Galáctico. A estos planetas se les mantendrá
su sistema político, social y judicial, pero toda relación interplanetaria, así
como comercial, pasará bajo el control de las autoridades imperiales del
sector. Cualquier resistencia será castigada con severas represalias hacia la
población civil…
Llegado
a aquel punto Jean-Luc, que se había levantado y acercado a la pantalla principal,
se giró y miró a su consejera.
–
No habla por sí solo – dijo esta –. Hay algo que le obliga a decir lo que
estamos oyendo. No puede luchar contra ello, pero lo intenta.
–
Corten la comunicación – ordenó entonces Picard –. Póngame con el resto de capitanes.
Quiero hablar con ellos en mi despacho.
Se
sentó y conectó el pequeño ordenador que tenía sobre la mesa y segundos después
apareció la pantalla dividida en tres partes cada una de los cuales tenía a
cada capitán del Jupiter, el Valkyrie
y la Tirpitz.
–
Imagino que han oído lo mismo que yo – empezó diciendo, a lo que los tres
asintieron con cierto pesar –. Personalmente no pienso obedecer esa orden, por
malas que sean las consecuencias.
–
Todos hemos visto lo que es capaz de hacer ese Imperio – intervino Wenz con voz
serena y pausada, meditando cada palabra, era la más veterana después de Picard
y los otros dos capitanes esperaron a que ella hablara primero –. Creo que las
represalias serán inimaginables. Pero no dejaré que el nombre de la Flota
Estelar quede en la historia como los que se rindieron sin luchar – finalizó
con determinación –. Nunca.
–
Es de lógica suponer que el almirante Hayes está hablado bajo presión –dijo Satelk alzando la cena –. Tampoco
pensaba seguir esa orden.
–
Jamás se me ocurrió hacer caso de esa comunicación – concluyó T’Yua con
firmeza. Además, tenemos órdenes. ¿No capitanes?
–
Proseguiremos la ruta hasta encontrarnos con DeSoto. Picard fuera.
Dicho
esto se recostó en su butaca. Nunca antes la Federación se había enfrentado a
unas circunstancias similares. Durante la guerra contra el Dominion la
situación había sido muy peligrosa en diversos momentos, incluso las
incursiones borg habían estado a punto de conquistar la Tierra e iniciar una
asimilación de todo el cuadrante. Pero una derrota como aquella podía,
significaba, el fin de muchas cosas tal y como las conocían. Que iba a ocurrir
a partir de ese momento era lo que le preocupaba. Aunque de una cosa sí estaba
seguro: no se rendiría. Esperaba que cuando se encontrara con DeSoto este
pudiera darle algunas respuestas.
Mientras
había estado pensando en que hacían allí aquellas cuatro naves y tras los
últimos acontecimientos empezaba a verlo claro. T’Yua era una de las capitanas
más jóvenes de la Flota, no la conocía personalmente hasta aquel encuentro,
pero sabía que era una tiburonian
carismática e imaginativa desde la Academia, que se había destacado durante
toda su carrera. Estaba al mando de la Tirpitz,
una fragata de la clase New Orleans que normalmente se asignaba
a capitanes prometedores, como lo habían sido Tryla Scott o Rixx una
década antes, para que cogieran experiencia y conocimiento en todo tipo de
misiones a bordo de aquellas naves polivalentes. Se había cruzado con Satelk en
varias ocasiones, pero no le conocía personalmente antes de su llegada a la Base Estelar 234. Era un reputado
táctico que había servido con distinción durante los combates contra klingons,
cardassianos y jem’hadars en los últimos dos años a bordo del Jupiter, una poderosa nave de la clase Akira, que poseía además un arma experimental llamada pulsa de
reacción en cadena o torpedo de pulsar. En cambio sí conocía bien a Deborah
Wenz, una capitana tan veterana como su nave, un crucero de la clase Constellation, hermano de su primera nave: el Stargazer.
Era un modelo robusto, resistente, diseñado para trabajar en solitario durante
largas misiones de exploración en el espacio profundo y que ahora contaba con
una gran cantidad de espacio para carga o transportar personal. Mientras que
Wenz, con su pelo cano y mirada simpática, escondía una exploradora
experimentada, fuerte e inteligente que había rechazado el almirantazgo para
seguir entre las estrellas. Si la Flota quería iniciar una resistencia no había
mejores candidatos que aquellos: la veteranía y templanza de Wenz, la inventiva
de T’Yua y la valentía de Satelk.
–
Aquí Picard, que los oficiales de puente se reúnan conmigo en el observatorio
ahora mismo – ordenó este tras presionar su comunicador. Minutos después
estaban sentados alrededor de la mesa de conferencias.
»
El capitán DeSoto se comunicó conmigo a través del Código 47 – empezó a ponerles en situación, no les habían informado
hasta ese momento a la espera de los acontecimientos. Ahora había llegado el
momento –. Para informarme que desde ese momento esta nave y su tripulación se
encontraban supeditadas al Operativo Omega. Bajo un código de autorización que
me transmitió he encontrado en los archivos la información básica del
operativo, el cual solo puede ser activado cuando nos encontramos bajo el Código Factor 1, con el objetivo de
preservar la esencia de la Federación y protegerla. Esta orden autoriza el uso
de cualquier recurso o método, invalidando cualquier normativa de la Flota
Estelar, incluyendo también la Primera Directriz. No indica nada más salvo que bajo el operativo nos encontramos
fuera de la cadena de mando y de las leyes de la Federación.
»
Dentro de unos días nos encontraremos con el capitán DeSoto. Hasta entonces
desconozco nuestras órdenes exactas. Pero creo que se nos ha escogido para ser
de alguna forma el último reducto de la Federación. Por tanto la Enterprise continuará su ruta hasta
vernos con DeSoto.
–
Toda la tripulación estará con usted – replicó la doctora Crusher. No lo había
dicho con impetuosidad, conocía bien a todos los miembros de la nave ya que en
un momento y otro pasaban por la enfermería y sabía que confiaban en su
capitán: su experiencia y buen juicio, y porque nunca se había rendido ante las
adversidades. El consumo del nivel de ansiolíticos había aumentado, al igual
que el estrés en las últimas semanas, pero sobre todo era por la extraña pausa
que había sufrido la nave sin dirigirse allí donde parecía que se libraba una
batalla por la supervivencia de sus planetas.
–
No espero menos de ellos – confirmó Picard alagado y esperando estar en aquel
momento a la altura de aquella confianza que habían depositado en él. Se
dirigió hacia Deanna –. Consejera, quiero que esté atenta a la moral de la nave
y que me informe inmediatamente de cualquier cosa.
–
Sí capitán.
–
Es muy probable que tardemos mucho tiempo antes de poder ser abastecidos en una
base estelar, si es que sobrevive alguna. Quiero que hagan un inventario de sus
departamentos y preparen un plan para empezar a ahorrar en repuestos y
cualquier otra materia en la que no seamos autosuficientes, Geordi ocúpese de
eso. No hace falta decir que confío ciegamente en todos ustedes y en toda la
tripulación.
»
Teniente Daniels, monitorice todas las comunicaciones, quiero un resumen cada
hora de las novedades que captemos.
–
Sí señor – respondió quien había sustituido a Worf como su jefe de seguridad.
Era un oficial tranquilo, una cualidad imprescindible en un experto en
explosivos, y que había mantenido durante la asimilación de la Enterprise por el borg durante el viaje
hasta el 2063 o durante la lucha contra los son’a en la Parcela Espinosa
había permanecido fiel a su pequeña insurrección, como el resto de tripulantes.
Hacía poco se había presentado en su despacho e indicado su intención de
retirarse al planeta Canopus una vez
acabara la guerra para poder criar a sus hijos. Picard sabía que sería difícil
encontrar a alguien como Daniels, pero entendió que la familia era importante.
–
Numero uno, intensifique los ejercicios tácticos, quiero estar preparado para
cualquier eventualidad. Eso es todo.
–
Sí, señor – replicó Riker y con la reunión acabada los oficiales se levantaron
de la mesa y empezaron a abandonar el observatorio. Entonces Picard se dio
cuenta que Data se rezagaba, quedándose pensativo en su asiento unos segundos
más que el resto.
–
¿Algún problema señor Data? – le preguntó Picard.
–
No exactamente – replicó el androide –. Estaba pensando en algo que me tiene
intrigado desde que partimos de la Base Estelar 234.
–
¿El qué?
–
Son unas extrañas lecturas en los sensores – explicó este de camino al puente
–. Como si tuviéramos un eco que nos siguiera.
–
¿Un eco?
–
Sí, como una nave camuflada.
–
¿Cree que los romulanos nos están observando?
–
Es posible. No estábamos tan lejos de su frontera.
–
Aclare su misterio Data. No quiero encontrarme con sorpresas de última hora. Y
mucho menos en este momento – le ordenó para dirigirse a su despacho. Quería
volver a leer las instrucciones del Operativo Omega y confirmar los últimos
datos de las batallas que están librando sus compañeros de armas contra sus
enemigos.
–
Sí señor – contestó este poniéndose manos a la obra.
Poco
después Picard entraba en el puente.
–
Data, ¿cómo está su misterio?
–
Estoy recalibrando los sensores – replicó este sin perder de vista sus
controles. Poco después acabó de hacer los cálculos y esperó el resultado en su
pantalla. No tardó en arquear la comisura de los labios en una sonrisa de
éxito. Y se giró –. Lo han intentado enmascarar resonando con las múltiples
burbujas de curvatura de nuestra formación. Pero no cabe duda. Nos sigue una
nave romulana camuflada.
–
Entonces será mejor darle la bienvenida – replicó Picard estirándose el
uniforme y alzando una ceja al mirar a su número uno –. Abra un canal de
comunicación.
»
Aquí el capitán Jean-Luc Picard de la nave estelar Enterprise, a la nave romulana que nos está siguiendo. Les pido que
desactive su sistema de ocultación, tanto el Imperio Romulano como la
Federación han sido atacadas por el nuevo enemigo y creo que es absurdo mantener
más tiempo esta…
–
Están respondiendo – le interrumpió Daniels.
–
En pantalla – ordenó Picard y delante de él apareció el rostro impasible de un
romulano al que no era la primera vez que veía –. Es un placer volverle a ver,
comandante.
–
Capitán Picard, ciertamente tiene una gran oratoria. ¿Seguro que no tiene
sangre romulana?
–
Nunca se sabe, comandante.
–
Hemos extrapolado su rumbo, pero no se dirigen hacia la Base Estelar Earhart
donde la almirante Shanthi está
organizando una fuerza de combate…– continuó Galathon.
–
¿Por qué no sube a bordo y hablamos? – le interrumpió Picard.
–
Como quiera capitán – replicó este y cortó la comunicación.
–
Indique a las otras naves que prosigan el rumbo – le indicó Picard a Riker –.
Nosotros nos reuniremos con ellas después de hablar con los romulanos.
USS
Defiant
Sisko
continuaba observando la pantalla cuando el almirante Hayes ya había desaparecido, mientras a su alrededor el
puente permanecía en silencio. Había conocido a Hayes durante la comisión de
investigación del fallido intento de golpe de estado de Leyton, después de que fuera designado responsable de la jefatura
estratégica de la Flota. Aunque ya era famoso por su reputación de maestro
táctico que se había labrado durante las guerras contra cardassianos y tzenkethis.
Había sido Hayes quien le ordenara permanecer en DS9 debido a su anterior
encuentro con estos en Lobo 359 y
enviar la Defiant al mando de Worf
para interceptar el cubo borg en el sector 001. Y durante la guerra contra el Dominion había estado al mando operativo
de la flota, convirtiéndose de facto en el cargo más alto del Mando de la Flota
y mano derecha del presidente de la Federación. Era un hombre duro, calculador
y frío, no podía haber sido de otra manera quien estuviera al liderando la
flota durante la lucha que había causado tantas bajas entre sus compañeros
frente al jem’hadar. Por lo que sabía que era incapaz de ordenar que se
rindiera sin que le estuvieran obligando.
–
Mantengan velocidad y rumbo – ordenó instantes después, rompiendo el silencio
sepulcral que la comunicación había generado en los ocupantes del puente. Su
voz era serena, pero no podía ocultar cierto pesimismo.
Tras
poder sobrevivir al ataque a Bajor se habían dirigido hacia la Base Estelar 310 donde se estaban
concentrando una decena de naves para defender el planeta alrededor del USS Madison
del capitán Higginbotham. Sisko
había conocido a Paul cuando los dos estuvieron asignados en Utopia Planitia y sabía que lucharía
como un león. Pero antes de llegar habían captado una señal de emergencia, con
horas de retraso por culpa de la destrucción de la red de los repetidores subespaciales, informando
que estaban siendo atacados. Después de aquello no habían captado más transmisiones.
Sabía lo que era capaz aquel enemigo con una fuerza naval bien preparada, por
lo que podía suponer que Paul y el resto de sus compañeros habían perecido,
como habían caído los defensores de DS9, o Ross
en la Base Estelar 375 y en tantos
otros en otros luchares. También habían captado como los cardassianos habían
reocupado parte de los planetas que habían tenido que abandonar de la zona
desmilitarizada como Bryma, Panora e incluso Veloz Prime cuya atmósfera había sido envenenado por un agente
nervioso que lo hacía incapaz de soportar la vida cardassiana. Con la pérdida
de la Estación Lya-Alfa donde el almirante Haden también había sido
derrotado y los planetas de Trill, Klaestron o Merak ocupados, siguieron bordeando la frontera cardassiana y
dirigirse hacia el último lugar que parecía aun sin atacar era Betazed, recién liberado del Dominion.
Le
dolía la cabeza, seguramente de la herida sufrida en la batalla, así que
decidió descansar un poco ahora que todo estaba en calma. O’Brien había
conseguido poder alcanzar el factor 8 de curvatura y ahora trabajaba en las
armas para poder defenderse si se topaban con el enemigo.
–
Señor Worf, tome el mando – ordenó Sisko levantándose de la silla y saliendo
del puente.
–
Sí, señor.
Ezri
vio cómo se marchaba y le siguió.
–
¿Qué ocurre? – le preguntó al alcanzarle en el pasillo.
–
Esta vez estamos solos – admitió con pesar.
–
Eso no lo sabemos – replicó Dax intentado tranquilizar a su viejo pupilo y
amigo –. Es casi imposible que hayan destruido completamente a la Flota. Dentro
de unas semanas nos reuniremos con Damar
y Garak. Estoy segura que para
entonces no estaremos solos. ¿Dónde fueron Kasidy
y Jake?
– Están en Dreon VII. Allí Kasidy tiene amigos y estaban lejos de cualquier
amenaza – le explicó sin convencer a la consejera y vieja amiga.
–
Benjamin, no podías hacer nada – le recordó Ezri –. Ahora hemos de empezar de
nuevo. Hemos de buscar más naves estelares para seguir la lucha.
–
Lo sé.
USS
Enterprise-E
– Las incursiones empezaron en
nuestras fronteras más lejanas – explicó Galathon
reunido con Picard en el observatorio –. Primero fueron bases y puestos
avanzados sin importancia. En un principio nuestro alto mando pensó que una
fuerza del Dominion había logrado infiltrarse hasta aquellos territorios. Pero
pronto se vio que no tenían relación con estos. Se envió una fuerza de combate
a la región, sin que encontraran nada. Los ataques fueron incrementándose y
cada vez más cerca del corazón del Imperio, teniendo que ser una fuerza
impresionante pero no detectamos movimiento alguno en nuestro espacio. Aun así
estos atacaban nuestras bases y al poco tiempo otra base alejada años luz
seguía la misma suerte, sin informar de la aproximación de ninguna fuerza
agresora. Era como si aparecieran de la nada y cada vez sus ataques eran contra
instalaciones más importantes. Entonces se ordenó a las naves situadas en la
frontera cardassiana regresaran a casa. Como no podíamos localizar la fuerza
atacante en tránsito, concentramos nuestras fuerzas en Romulus, bajo el mando del almirante Tomalak y en otros puntos
estratégicos del Imperio. Pero todos fueron destruidos, uno tras otro. Para
entonces la invasión ya se había extendido al Imperio Klingon y a la
Federación.
»
Yo tenía órdenes de dirigirme a uno de nuestros puestos avanzados cerca de la
Zona Neutral. Pero al llegar ya había sido arrasado. Intenté ponerme en
contacto con Romulus, pero no obtuve respuesta. Lo único que conseguí es saber
que el planeta había sufrido un bombardeo orbital que había arrasado nuestras
ciudades. Decidí acercarme a la Federación
y les detecté cerca de la frontera. Entonces les seguí.
–
¿Sabe si hay más naves supervivientes como la suya?
–
Imagino que sí, pero desconozco su paradero. En nuestros canales habituales el
silencio es total. Creo que hemos perdido todas nuestras bases. En ocasiones se
captan señales de emergencia o comunicaciones de colonias apartadas. Nada más.
–
¿Qué es lo que va a hacer ahora?
–
No lo sé. Romulus arrasado. La armada destruida… – respondió visiblemente
afectado. Estaba solo y perdido.
Picard
aun recordaba la última vez que le había visto, poco después de encontrar el
mensaje en código dejado por los primeros seres que habían habitado la galaxia.
“Parece que al final no somos tan
diferentes en lo que esperamos, en lo que tememos” le había dicho antes de
alejarse del planeta, “Tal vez algún día…”.
Tal vez, sin quererlo, aquel día ya había llegado. Seguirle bajo el manto del
sistema de ocultación era simplemente la manera que tenían de actuar tras
siglos de desconfianza y no un simple engaño.
– Comandante Galathon en estos
momentos no puedo decirle a donde me dirijo o que es lo que voy hacer ante la
cada vez más probable derrota de la Flota Estelar y la ocupación de la
Federación – le dijo Picard –. Pero le aseguro que no pienso quedarme con los
brazos cruzados. Le propongo un encuentro dentro de unas semanas. Mientras
tanto busquemos el mayor número de naves posibles para luchar contra este nuevo
enemigo. Cada uno por su lado.
–
Me parece bien – contestó el romulano tras observarle detenidamente durante
unos segundos, calculando si aquella era una maniobra del federal para
deshacerse de él o hablaba en serio, pero conocía la reputación de Picard y en
todo caso ambos habían sufrido la derrota y no descansarían hasta vencer al
enemigo o morir luchando. Cierto no eran tan diferentes –. ¿Qué le parece como
lugar de encuentro Ruah IV?
–
Un lugar apropiado – dijo Picard recordando lo ocurrido allí.
–
Entonces que así sea – sentenció Galathon poniéndose en pie –. Nos veremos
dentro de… ¿cuatro semanas terrestres?
–
Cuatro semanas – confirmó Picard levantándose.
El
Conqueror
Aunque
había una reunión diaria de situación aquella iba a ser la primera desde su
conquista de la Tierra. Como siempre Daran fue el último en entrar, apagando el
rumor de conversaciones que había entre los oficiales allí reunidos. En
silencio recorrió la Sala de Guerra,
una estancia circular, igual a la que se había reunido por última vez con su
mentor, el gran moff Tarkin a bordo
de la Estrella de la Muerte. Se sentó y el resto le imitó. Mientras
tomaban asiento Daran observó a su Estado Mayor. Estaba formando por el Gran Almirante Gorden, sentado a su
izquierda, así como los encargados de los diferentes departamentos:
operaciones, logística, personal, inteligencia, planificación, ciencia. Y por
supuesto tres Consejeros de Emperador,
encabezados por el intrigante Molzer, que debían ayudarle a controlar aquellos
Nuevo Territorios. Así como vigilarle para informar de ello a Palpatine en Coruscant.
–
Empezará la reunión el general Pion con el informe de la ocupación del sistema
Solar. General – dijo el gran moff cuándo
todos estuvieron listos.
–
Gracias, señor – dijo este levantándose –. La invasión se ha llevado a cabo con
rapidez y sin problemas. En varios lugares hubo cierta resistencia pero fue
rápidamente erradicada. Nuestro despliegue fue rápido, desgraciadamente algunas
instalaciones fueron saboteadas antes de nuestra llegada, pero no tardarán en
estar de nuevo en funcionamiento. Cabe destacar que hemos capturado intactos
los depósitos de suministros y equipamientos que la flota tenía en los Urales,
en Tanzania, Australia y en Mare Orientale en la Luna, así como la mayor parte
de la industria pesada del sistema. En Utopia Planitia hubo importantes actos de sabotaje por parte de algunos técnicos
civiles. En contrapartida los astilleros Copernicus y la base Tranquility
de la Luna, el Cosmodromo de Baikonur,
la estación McKinley, los astilleros de San Francisco, así como
el Dique Espacial fueron tomados en
perfecto estado.
»
Como usted indicó – continuó dirigiéndose al gran moff –, este está siendo
revisado minuciosamente y en poco tiempo podremos utilizarlo sin
complicaciones. El resto del sistema estará limpio en unos pocos días.
»
No se ha producido resistencia a nuestra ocupación por parte de la población
civil y hemos proclamado el estado de excepción y el toque de queda. Ya hemos
arrestado a la mayoría de políticos y embajadores y cuando se nos ordene
empezaremos la purga de alienígenas no productivos. Las zonas que han de ser
evacuadas para alojar a nuestras fuerzas y familias ya han empezado a ser
marcadas.
–
Gracias, general. Ya puede retirarse – le indicó Daran cuando concluyó. Este
asintió y salió de la sala. Ahora le tocaba el turno a su jefe de estado mayor
y encargado de las operaciones –. General Ferrie.
–
Sí señor – dijo este activando el hologroyector que había en medio de la mesa y
sobre sus cabezas apareció la imagen tridimensional de aquella parte de la
galaxia, donde aparecían marcadas las diferentes potencias y los planetas
importantes –. Caballeros nos encontramos en el final de la segunda fase de
nuestra invasión. El Imperio Romulano y el Klingon junto al Dominion ya han
sido neutralizados, y nos encontramos en el proceso de ocupación de la Federación tal y como estaba previsto.
»
La I Flota está ocupando los planetas más importantes del centro de la
Federación: la Tierra, Vulcano, Andoria, Tellar Primera, AlfaCentauri, entre otros. Tras la destrucción de la Flota Estelar la
resistencia es simbólica, exceptuando Andoria, donde nuestras tropas
planetarias sí han encontrado una importante oposición, produciéndose serios
daños en los astilleros. La ocupación del resto de sectores se está realizando
sin complicaciones inesperadas. Nuestras fuerzas ya han ocupado: Trill, Bolarus, Denubula, el sistema Rigel o Tiburón.
»
La II Flota ha acabado sus operaciones en los sectores asignados y ha ocupado
los planetas y sistemas asignados del Imperio Romulano y de la Federación en el
cuadrante Beta. Debido al retraso que ha tenido la III Flota en erradicar la
resistencia en el Imperio Klingon, se le han asignado para ocupar otros
planetas en los sectores meridionales de la Federación. Cabe destacar una
fuerte resistencia en la Base Estelar Lya Alfa con medio centenar de naves, que en un principio la reacción nos cogió
desprevenidos y perdimos el destructor Imperial donde se encontraba el almirante
Wink, aun así nuestra presión diezmó sus fuerzas y al final apenas hubo
supervivientes. El almirante Lakot ha asumido el mando de la II Flota.
»
La III Flota, tras acabar con la resistencia klingon se está preparando para el
ataque a la Base Estelar Earhart.
Allí se están concentrando un importante número de naves estelar procedentes de
los sectores centrales y septentrionales. Una vez completadas sus ataques se le
unirá parte de la II Flota para realizar incursiones dentro de los territorios gorn.
–
Una exposición ejemplar, gracias – le halagó Daran, que se giró hacia el jefe
de personal.
–
Siento si mi intervención no sea tan optimista como las anteriores. Pero no me
entrenaron para ser diplomático – empezó con cierta sequedad el general Korvin
–. Como ya dije cuando se planeaba esta invasión, contamos con un número de
hombres muy por debajo de lo necesario para la envergadura de nuestra misión. Nuestras
fuerzas están exhaustas.
»
Las ofensivas planetarias que estamos sosteniendo están alargando al máximo la
capacidad de resistencia de nuestros soldados. Los trasladamos de un planeta a
otro sin que puedan descansar y cada vez tienen que enfrentarse con un enemigo
fresco y lo peor de todo, bien atrincherado. Están agotados y necesitan
descansar.
»
La marina se encuentra aún en peor estado. Los oficiales y los tripulantes
están al borde del agotamiento. Los combates han sido continuados y sin pausa
desde que iniciamos los ataques al Imperio Romulano.
»
Mi recomendación es aminorar el ritmo de las operaciones y dejar que los
soldados descansen.
–
Y como ya le dije este es el máximo número de tropas que pudimos obtener – le
contestó Daran con suavidad. Kovin era tosco y en ocasiones demasiado
pesimista, pero también era un administrador excepcional y por eso le soportaba
–. Todos sabíamos que esta operación tenía proporciones gigantescas. Los
hombres sabían lo que se esperaban y estaban motivados. Pronto habremos ocupado
los planetas de la Federación que teníamos previstos, así como destruiremos a
la Flota Estelar en su totalidad. Entonces aminoraremos el ritmo de las
operaciones. Hasta entonces los hombres aguantarán, porque la victoria total
está ya al alcance de la mano.
»
Imagino que el general Kartner tendrá un informe similar al del general Korvin.
¿No es así? – continuó Daran dirigiéndose al oficial de la logística.
–
Correcto, señor – replicó este más sumiso, pero igual de seguro –. Aunque
espero no ser tan pesimista como mi colega. Hemos sufrido unas pérdidas mayores
de las previstas, sobre todo en los ataques a los territorios klingon y
romulano. Han sido destruidos más de una docena de destructores de la clase Imperial y una veintena más sufren daños graves y necesitan
repararse en astilleros. Por otro lado las unidades más veteranas como los Victory o Venator han resistiendo mejor
de lo que se esperaba en un principio. Seguramente porque las defensas
planetarias pesadas no tienen un uso tan amplio como en nuestra galaxia.
Mientras que las pérdidas de las naves de menor tamaño ha sido un veinte por
ciento más elevada de lo estimado originalmente, por lo que en estos momentos
carecemos de la potencia de combate con que contábamos para la tercera y cuarta
fase de la invasión.
» Por tanto la provisión de
repuestos es inferior a la que necesitamos realmente. Es imperante conseguirlos
lo antes posible. Tal vez a corto plazo esto no detenga el ímpetu de las
operaciones, pero a la larga nos puede detener irremediablemente.
–
Gracias por su intervención, ha sido muy constructiva – replicó Daran –. Y sepa
que haré todo lo posible para conseguir los recambios que necesitaremos.
También confío que la tecnología y las instalaciones capturadas nos ayuden a
reparar nuestras naves. General Doin: ¿cómo está ese tema?
El
gran moff conocía bien al diligente Doin. De los que estaban en aquella sala,
salvo a Eckener, era el oficial que más tiempo había estado implicado en los
planes de invasión y sabía que no era necesario presionarle.
–
Sin olvidar a nuestro amado cuerpo de ingenieros – continuó Daran.
–
El cuerpo de ingenieros también está trabajando en todos los turnos con todo
nuestro potencial – replicó el general Ustel, el cansancio que mostraban sus
ojeras y el uniforme más arrugado que de costumbre eran muestras del tesón que
con el oficial estaba trabajando desde hacía varias semanas –. Nuestras
instalaciones avanzadas están al máximo de capacidad y en cuanto las áreas
ocupadas estén limpias nos trasladaremos a estas.
–
Ve. Las cosas nunca son tan malas como parece – replicó Daran para tranquilizar
al responsable de logística, que asintió nada convencido –. Eckener empiece son
su informe de inteligencia.
–
Señor. Señores. Antes de nada, comentar que nuestra estrategia de ataques
aleatorios sin que mostráramos un patrón definido para obligar a la Federación
a concentrar sus fuerzas y destruidas en ataques masivos, ha sido, como los fue
contra los romulanos y klingons… un éxito.
»
Creemos que el
mando de la Flota ha sido transferido a la Base Estelar Earhart en la
persona de la almirante Shanthi. Cuenta con naves pertenecientes a la 1ª, 4ª,
8ª y 11ª Flotas y suman al menos trescientas. La mayor parte de la 8ª Flota
asignada a patrullar la frontera romulana fue destruida en la Base Estelar 39-Sierra, Benzar y Denobula. Por otro lado tenemos la certeza que la 3ª, 5ª y 6ª Flotas asignadas
a la Tierra, Vulcano y otros sectores centrales de la Federación fueron derrotadas
en el asalto a estos sistemas. La 9ª,
7ª, 3ª y 10ª Flotas están sido diezmadas y vencidas en numerosas escaramuzas
en el sector de Bajor y a lo largo
de toda la frontera cardassiana. Hasta ahora estas estaban luchando contra el
Dominion y representaban el grueso de la fuerza de combate de la Federación.
También hay un número indeterminado de naves realizando misiones de escolta e
incluso de exploración e investigación científica repartidas por toda la
galaxia. Estas no estaban asignadas a ninguna fuerza de combate y ha sido más
difícil congregarlas al estar tan repartidas, pero no pueden considerarse una
gran amenaza. No será difícil cazarlas. Una a una.
»
Los restos de la 2ª y 10ª Flotas se
están agrupando cerca de Betazed
junto con un número importante de representantes de planetas de la Federación.
Creemos que están preparando un nuevo Consejo
y posiblemente elegirán otro presidente.
Sugiero apoderarnos del planeta antes de que los diplomáticos regresen a sus
mundos de origen.
»
Como ya informamos el grueso de las fuerzas del jem'hadar ha sido exterminado en Cardassia Prime, aunque un número importante de naves quedaba
repartido por el territorio cardassiano. Pero conocemos la localización de
todas ellas y sus bases de abastecimiento, que ya han sido destruidas, por lo
que la IV Flota del almirante Vantorel pronto dará buena cuanta de los últimos
resto del Dominion en el cuadrante Alfa.
»
Fuera de la Federación los gorns se están preparando para una lucha sin cuartel
alrededor de los planetas más importantes. Las escuadras tholianas también se
han reagrupado cerca de la frontera con la Federación. Los tzenkaty y
talarianos se están atrincherando en sus territorios, así como muchos planetas
independientes están haciendo lo mismo.
»
Por otra parte ya no queda operativa ninguna base klingon y el grueso de sus
fuerzas navales han sido prácticamente erradicadas mientras protegían sus
planetas. Aun así hay informes de movimientos de fuerzas planetarias… Es
posible que aun mantengan un razonable número de naves operativas escondidas.
Trabajamos en ello.
»
Los romulanos parece que están reagrupándose en el sector 814, más allá del
sistema Talvath. Por ahora no es un
número significativo, creemos que pueden suman varias escuadras de pájaros de
guerra y naves más pequeñas. Pero podrían aumentar con otras naves rezagas.
–
Eso es ridículo, estos fueron aplastados completamente en Romulus – le
interrumpió Gorden molesto, al haber dirigido la batalla él mismo, y parecía
que había considerado aquel comentario una ofensa personal –. No escapó nadie
del cerco.
–
Lo que usted diga – replicó Eckener indiferente ante el exabrupto de Gorden.
–
¿Algo más que decir? – preguntó rápidamente Daran terminando aquel intercambio
de ideas antes de que llegaran a más.
–
El líder del alzamiento remano nos
ha propuesto que les permitamos perseguir y atacar a los romulanos, lo que nos
posibilitaría reducir nuestra presencia militar y destinar esos recursos a
otros sectores. Y… bueno… No. Nada más. El ubictorado
no tiene nada más que decir – concluyó Eckener dubitativo.
Daran
se quedó mirando a Eckener unos pocos segundos, le conocía bien y sabía que aun
habría querido decir algo más en su exposición. Aun así se giró hacia el resto
de oficiales.
–
Bien antes de acabar les informaré que enviaré al Conqueror a la Base estelar Earhart: su potencia de fuego
hará más fácil el trabajo y animará a las tropas. Comunicaré al almirante
Vantorel que se concentre en ocupar los planetas asignados y que cierre el
acuerdo con el cardassiano. Si lo necesita pronto le enviaremos al superdestructor estelar para apoyar sus
operaciones, mientras será mejor que no se precipite en atacar a los breen.
Sobre el resto de potencia menores retrasando por ahora las operaciones que
teníamos previsto contra los gorn, los tholianos y los otros. Marcaremos una
línea imaginaria en el territorio de la Federación – miró la holoimagen de
aquella parte de la galaxia que flotaba sobre la mesa redonda –… entre Cait y el cúmulo Lembatta en la frontera klingon. Ese será, por ahora, el
límite de nuestra ocupación…
–
Esos no son los deseos del Emperador – intervino Gorden, aun molesto por el
comentario de Eckener –. Ni lo que se prometió.
Daran
le miró sorprendido ante aquella insolencia, pero apenas tardó en esgrimir una
sonrisa. ¿Cómo podía aquel hombre tan
inepto ser uno de los más altos cargos de la Marina Imperial? Se preguntó
no obstante. Aunque tampoco le debía de extrañar, Gorden era perfecto como
marioneta de otros para lograr sus objetivos, seres más inteligentes a los que
el gran almirante llamaba “amigos”, que estaban cómodamente sentados en
Coruscant y otros sectores centrales del Imperio.
–
Es cierto que se le prometió la conquista total de la Federación. Pero como el
más experimentado oficial de la sala, también sabrá que lo que realmente no
tolera el Emperador son los fracasos. Y si continuáramos pondremos en peligro
todo aquello que hasta hemos logrado para la única gloria del Emperador y no
pienso caer en el exceso de confianza y perder las conquistas que hemos logrado
en su nombre – replicó Daran y miró hacia Molzer que estaba sentado a su derecha.
Este
era consejero del círculo personal de Palpatine, que había asignado a la
conquista de los Nuevos Territorios para supervisar directamente al gran moff.
Era un hombre de la vieja guardia, un burócrata que había servido al que una
vez fuera el último Canciller Supremo de la República. De aspecto respetable con su pelo canoso, era tan inteligente
como temido.
–
En todo caso hemos ocupado sus sectores centrales, con sus planetas más
importantes que aglutinan a casi el 80% de la población de la Federación y
diezmado su flota – intervino Molzer asintiendo despacio, era importante
remarcar que conocía las cifras exactas y que nada se le escapaba como buen
funcionario que era. Le gustaba apoyar a Daran frente al resto de subordinados,
mientras mantenía estrechos contactos con estos a sus espaldas. Aunque en aquel
caso coincidía con el antiguo oficial del ubictorado: sus fuerzas estaban al
límite y era preferible consolidar sus conquistas –. Lo que no ocupemos ahora,
lo haremos más adelante por la gloria del Emperador, la única que importa.
Además la marina puede realizar incursiones de castigo siempre que nos plazca,
para que no olviden quien es ahora su amo. Y una vez reagrupados, será más
fácil derrotarlos.
–
Y así tendremos tiempo de reparar los daños de nuestras naves, para que
nuestros hombres descansen y consolidar nuestras conquistas – confirmó Dara.
»
Eso es todo, la reunión ha concluido – todos los altos oficiales empezaron a
levantarse y recoger sus informes –. General Eckener quédese un momento – le
pidió el gran moff que permaneció en silencio hasta que se quedaron solos –.
¿Qué ocurre?
– Hay algo que no me gusta Oren – le
respondió tuteándole, algo que solo hacía en privado y en contadas ocasiones,
con la complicidad de una antigua amistad.
–
¿El qué?
–
Vengo de varias instalaciones federales. Estaban vacías.
–
¿Y qué? Han evacuado, ¿recuerdas? Es algo que se hace cuánto uno es atacado.
Ese pánico ha ayudado en nuestra victoria – replicó Daran quitándole
importancia, pero la expresión de su amigo no dejaba dudas. Era algo
importante.
–
Lo sé. Pero me ha parecido como si ya estuvieran esperando el momento.
–
¿Qué quieres decir? ¿Qué sabían que vendríamos? – le interrogó levantándose de
su silla y empezando a caminar por la sala.
–
No – respondió tajante –. Es algo distinto. Más bien es como algo previsto.
Contábamos con la precipitación, el caos. Pero los lugares que te digo no había
la esa confusión que se produce en toda evacuación precipitada. Se había
seleccionado lo que se había llevado de los almacenes y todo el material que
quedaba estaba muy bien saboteado. He de confirmarlo, pero creo que faltan
muchas familias.
–
Eso era previsible. La Flota Estelar despliega las familias de los tripulantes
a bordo de algunas de sus naves. Y por otro lado, nos retrasamos demasiado en
Romulus, incluso dio tiempo que la flota klingon desplegada en la frontera
cardassiana llegara a Qo’noS. Ese
tiempo precioso, pudo hacer que la Federación preparara una evacuación de sus
fuerzas más organizada de lo esperado. Nada más.
–
Lo sé. Pero aun así… y aunque tan solo sean intuiciones, si dejamos una parte
de la Federación libre de nuestra ocupación, allí podrían reunirse los restos
de la Flota Estelar. Y por mucho que no nos guste admitirlo, no hemos destruido
la cantidad de naves klingons que preveíamos. Su territorio es muy extenso y
estoy seguro que han sobrevivido más fuerzas de las que por ahora estimamos.
–
La verdad es que la invasión ha superado con creces las perspectivas del
mismísimo Palpatine. Él nunca pensó que podríamos ocupar una zona tan extensa
como la que controlamos ahora. Por eso tiene en su manga una jugada maestra. Y
por tanto no importa que unos cuantos sectores queden fuera de nuestro control.
–
¿Cuál? – preguntó Eckener intrigado.
–
El Emperador está completando otra Estrella de la Muerte que se
encuentra en sus fases finales de construcción. Es más grande y potente que la
primera, y con ella espera no solo controlar nuestra galaxia, sino someter a
esta bajo su terror.
–
Así que allí fueron a parar los replicadores industriales que enviamos tras la Batalla de Yavin – conjeturó el jefe del ubictorado admirando al Emperador –. De
esa manera ha podido construirla tan rápido. Brillante. ¿Pero por qué no me
contaste nada de esto?
–
Porque me lo dijo en mi última entrevista que tuve en Coruscant, justo antes
que nuestra flota viajara hasta la Vía Láctea – Daran esgrimió una sonrisa de
complicidad y le colocó su mano sobre el hombro –. Y en ese momento estabas muy
ocupado completando los preparativos finales del ataque.
–
Entonces, no me hagas caso sobre lo que te he dicho sobre esas naves.
–
Suelo hacerte caso Osewn. Además sabíamos que la Flota Estelar sería el enemigo
más difícil a batir y que nos costaría más tiempo derrotarlos, son los que
estaban mejor preparados para resistir. Así que mejor no subestimarles –
replicó reflexivo –. Investiga más el asunto. Llega hasta el fondo. Sé que
puedes hacerlo.
Betazed
Un
año atrás el hermoso y pacífico planeta había sido ocupado por las fuerzas del
Dominion en una ofensiva que había cogido por sorpresa a la Flota Estelar. Unas
pocas semanas antes aquellos invasores habían abandonado su conquista y se
habían replegado a las antiguas fronteras cardassianas. Inmediatamente después Lwaxana Troi, Hija de la Quinta Casa, Guardiana del Sagrado Cáliz de Rixx y Heredera de los
Sagrados Anillos de Betazed regresó
a su hogar en una de las primeras naves.
Lo
que allí encontró la hizo estremecer el alma. No se encontraba en Betazed en el momento de producirse la
invasión y se había librado de la ocupación, pero ahora regresaba a su planeta,
que había sido brutalmente gobernado por los vorta, repugnantes vasallos alterados genéticamente por los
fundadores y sometido por la fuerza de los adictos y fanáticos soldados del
jem’hadar. Mientras los cardassianos, encabezados por el deleznable Crell Moset, experimentaban con la
telepatía de sus habitantes. Estos formaban un pueblo pacífico por naturaleza,
extrovertido, en algún caso excéntrico, pero incapaces del albergar maldad, que
habían sido tratados como meros esclavos, como cobayas para sus torturas. Sus
instituciones habían sido destruidas, sus lugares sagrados profanados, se
habían tomado represalias aleatorias y en el momento de la retirada se había dañado
la infraestructura del planeta de manear deliberada y cruel.
Inmediatamente
después de la partida del jem’hadar la Flota había enviado numerosas naves que
se habían puesto enseguida a trabajar en la reconstrucción. Una de las primeras
en llegar había sido la Hippocrates,
una nave médica de la clase Olympic, se había puesto a
reconstruir el sistema sanitario más primario. Poco después más personal
especializado en catástrofes había empezado a trabajar en recuperar la red de
energía global, reparando los generadores dañados y remplazando la red de
satélites que controlaban la meteorología planetaria. Parecía que poco a poco
su mundo podría recuperar el esplendor de antaño. Claro que lo más difícil de
reparar eran las heridas que habían sido infligidas a los betazoides, las cuales eran muchas, terribles y difíciles de curar.
Aun así Lwaxana pudo comprobar como su pueblo era fuerte y el pesar y el
abatimiento fueron cambiando hacia la esperanza de un futuro mejor, de nuevo
pacífico y próspero.
Pero
una larga sombra asomó de nuevo en el horizonte. Aquel misterioso ataque que
asomaba sobre la galaxia pronto se aproximaría a su mundo. Las noticias eran
cada vez más desalentadoras con los ataques a lo largo de toda la Federación,
la caída de Tarsas III y la ocupación
del sector 001 con la Tierra, Vulcano y Andoria. Todos ellos eran lugares
cercanos y en breve le tocaría su turno.
Antes
de que el presidente Min Zife fuera
hecho prisionero había convocado un consejo urgente de los delegados de la
Federación en Betazed. Su objetivo era mantener el control de la Federación
fuera de la Tierra, por si esta caía. Lo que había sucedido el día anterior.
Desgraciadamente no habían podido llegar todos los embajadores. Había
representantes de algunos planetas ya ocupados como Coridan, Bynaus, Trill, o Bolarus y otros que por ahora se habían salvado de ser invadidos
como Sauria, Arbaza, Grazer o Zakdorn.
La reunión se celebró en la Universidadde Betazed y presidía la sesión el embajador más antiguo, que recaía en el
vulcano Lojal, mientras que ella
como representante local era la secretaria de la reunión.
Tras
la caída de la Tierra y la captura del presidente de la Federación lo
prioritario era nombrar de nuevo a alguien para el cargo. El embajador benzita Melnis aconsejó que fuera el mismo Lojal quien ocupara la jefatura
de la Federación y pronto otros representantes apoyaron la propuesta. El
vulcano era un candidato más que apropiado debido a su experiencia en acuerdos
interplanetarios y de su amplio conocimiento en geopolítica. Pupilo de Sarek el vulcano, era un diplomático
hábil y en su haber estaba la reciente firma de un tratado de cooperación con
los cardassianos en el 2371 y hacía poco había iniciado conversaciones con los tholianos, por lo que su nombramiento
fue como nuevo Presidente de la Federación rápido y unánime.
Tras
aceptar pidió al embajador Matthew Mazibuko, de la Tierra, que fuera su consejero personal y responsable de la
dirección política y al igual que con Lojal todos estuvieron de acuerdo.
Mazibuko tenía una gran reputación de administrador, además era un hombre duro
y conocido por su iniciativa. Lo que en aquel momento necesitaba se
precisamente. Finalmente el vulcano pidió que ocupar la vicepresidencia a la
veterana Lwaxana Troi, que aun teniendo fama de excéntrica era muy respetada
frente a una mesa de negociaciones. Los dos aceptaron ya que no había muchas
otras alternativas y la situación no dejaba ocasión a la discusión o la
vacilación. Finalmente Lojal escogió al almirante Charles Whatley, comandante de la 10ª Flota que se estaba reagrupando en el sector, como su consejero militar.
La
sesión no se prologó mucho, no había tiempo que perder así que las discusiones
no tardaron en ser tomadas. Se pusieron de acuerdo en la manera de afrontar
aquella situación: tenían que mantener la integridad de la Federación,
manteniendo la esencia y los ideales con los que había sido fundada: justicia,
democracia e igualdad entre todos sus miembros. Igualmente se tenía que buscar
la manera de liberar los planetas ocupados y si llegara el caso, negociar con
aquel nuevo enemigo.
Tras
la reunión, muchos de los embajadores partieron hacia sus mundos de origen,
mientras que el nuevo gobierno y algunos representantes de planetas ya ocupados
permanecieron para hacer la primera reunión del nuevo gabinete.
Lo
primero que hizo el almirante Whatley fue indicar la precariedad de la
seguridad en Betazed: en el planeta había solo medio centenar de naves, pero no
todas capaces de entablar batalla para defenderla, el resto estaban repartidas
defendiendo los planetas de los sectores cercanos. Sugirió trasladarse con todos
los efectivos disponibles hasta la Base Estelar Earhart desde donde la almirante Shanthi había empezado a
reunir los restos de la Flota Estelar.
– Lo lógico sería coordinar a las
naves que nos quedan operativas – indicó Lojal tras escuchar la poco entusiasta
situación –. Propongo que la embajadora Troi se dirija a la Base Estelar Earhart por dos motivos: el primero para
unir nuestros desperdigamos recursos en acciones conjuntas. El segundo es por seguridad. No me gustaría que los dos fuéramos
tomados prisioneros al mismo tiempo. De esta manera, si yo cayera, usted, Troi,
asumiría la responsabilidad de la presidencia y nombraría un nuevo gabinete. En
el caso contrario y fuera hecha prisionera, yo nombraría un sustituto. Hemos de
mantener siempre un representante legítimo de la Federación.
–
Estoy de acuerdo con usted Presidente – replicó esta que ya había captado mucho
antes aquella maniobra durante la sesión del Consejo de la Federación.
–
Además, sus capacidades telepáticas nos serán de mucha utilidad cuando llegue
el momento de negociar con este Imperio – continuó el vulcano –. Porque
desgraciadamente y ante la situación actual, es el único camino que veo lógico
si queremos sobrevivir como una organización independiente.
»
Almirante, lo evidente es que el siguiente paso de nuestro enemigo sea atacar
este planeta e intentar apoderarse del nuevo gobierno. Disponga una evacuación
de los representantes políticos y que sus naves se preparen para abandonar el
sistema. No quiero perder más fuerzas en una lucha perdida de antemano – dicho
lo cual se giró hacia la embajadora Troi –. Sé que esta orden le afecta
personalmente, y que significa a la práctica dejar el camino libre para una
segunda ocupación. Pero es de lógica suponer que si no se opone resistencia en
el momento del ataque, su pueblo no tiene por qué recibir ningún tipo de
represalia.
Lwaxana
se limitó a asentir y durante un instante percibió un sentimiento de amargura
en el vulcano. Le dolía tener que dar aquellas órdenes, tan frías, pero
lógicas.
–
Haré los preparativos necesarios – indicó Whatley que se dirigió hacia Lwaxana
–. Embajadora, la Rhode Island creo que sería una nave perfecta para llevarla a
la Base Estelar Earhart. Es una nave
científica, pero por eso mismo pasará inadvertida por las zonas ocupadas que ha
de atravesar. Además, confío plenamente en su capitán.
–
Yo confío en su criterio, almirante – le respondió Lwaxana, sabedora que
Whatley no actuaba egoístamente al ofrecerle aquella nave –. Ahora, si me
disculpan, tengo que ir a preparar el viaje.
Continuará…