Puesto avanzado
de Tierfon
El general Cracken estaba redactando
el borrador para su informe en el despacho del responsable de la base. Lo había
empezado a escribir nada más saltar al hiperespacio
a bordo de la Estrella Lejana. Y en su
cabeza aun resonaba una frase que iba a incluir: “Solo el arrojo y el valor de nuestros valientes tripulantes y oficiales
de la Alianza, impidió que el ataque
a Pas’jaso se convirtiera en un completo desastre”.
Hacía un momento le habían informado
que las naves con el material robado en el almacén habían llegado a salvo a los
astilleros de Elgarik. Allí se quedaría lo que necesitaban para acondicionar la
antigua nave separatista, que había sido rebautizada como Rayo de Esperanza.
El resto sería enviado a los técnicos mon calamari para ser usado en otras
naves o redistribuido a varios almacenes secretos para necesidades futuras. Era
una gota en el océano de opresión, pero era una gota menos. Un pequeño paso en
la lucha contra la tiranía del Imperio.
Y para conseguirlo un puñado de
valientes había caído. En su mayoría a bordo de la fragata Justicia, con su
capitán Gara al frente y en la corveta Mar de Esperanza. Su sacrifico final había permitido que el resto, incluido él
mismo, pudieran escapar. Junto a estas se habían perdido 6 de los 46 cazas
enviados. Cinco Ala-Y, y un solo Ala-X. La actuación del escuadrón Rancor había sido excepcional y sus
nuevos cazas habían abatido a un número de TIE
nada desdeñable, protegiendo eficazmente a sus compañeros. Su superioridad ante
sus adversarios había sido demostrada sin reservas y mientras sus enemigos no
tuvieran un remplazo que igualara a las máquinas de Incom por fin la Alianza
tenía una arma a temer por los ejércitos del Emperador. La única pérdida de
estos había sido su comandante, el mayor Lisser, que había caído mientras defendía
la retirada un par de Ala-Y de pilotos novatos. Su relevo lo había tomado uno de
sus subordinados, un dug que había
liderado el ataque al destructor Victory que le había obligado a
dejar la órbita lunar. Le recomendaría al general Dodonna, como responsable de las operaciones de cazas espaciales, que le
ascendiera a líder de aquel escuadrón.
También quería reseñar la
intervención del Resplandeciente, que
al neutralizar a los dos cruceros Strike había permitido que los
cazas, acompañados por la Estrella Lejana,
lograran escapar del sistema. Ajaan le había indicado que había sido iniciativa
de Zhan lanzar las dos cápsulas de escape con los misiles dentro, y preparados
con temporizadores para estallar junto a las naves enemigas. Un truco ingenioso,
brillante y sumamente oportuno.
Por otro lado en su mente hacía
tiempo que quería crear un equipo especial que trabajara para la Inteligencia. Había hablado con Organa y Mon Montha, así como a otros oficiales profesionales como el general Rieekan. Su idea era poco ortodoxa:
tener una nave de combate para operaciones arriesgas o encubiertas que
respondiera ante su departamento. Esta no tenía que estar siempre trabajando
para él, pero sí permanecer a su disposición cuando fuera necesario sin tener
que pedir autorización al Alto Mando de la Flota. Y la
Estrella Lejana y su tripulación le
habían gustado para aquel propósito. Era una nave potente y flexible, por lo
que podía enfrentarse a las naves imperiales algo más grandes. El único
problema era que no podía pasar fácilmente desapercibida, ya que había pocas
fragatas de su clase. Aun así pensaba que su elección era la idónea.
– Disculpe, hemos recibido una
comunicación del adquisidor Keegan – le interrumpió uno de los técnicos –. Ha
pedido que esté presente cuando aterrice. Está a punto de hacerlo en el
exterior, señor.
Cracken asintió, apagó el terminar y
se dirigió hacia el ascensor.
Acompañado por el doctor Veedo Vaocan y un par de enfermeros, así como varios curiosos más, observó como la
lanzadera de carga se posaba más allá de las trincheras defensivas del puesto
avanzado de cazas, junto al crucero Resplandeciente y al transporte GR-75 Exento, que había llegado a la base con suministros. La rampa de la
lanzadera se desplegó, apareciendo Keegan y Slonda. Este acompañó al médico
rodiano y los camilleros, que colocaron el cuerpo del desertor imperial, que
les había permitido robar el material en el almacén logístico, en la camilla,
llevándoselo hacia la base. El comandante de la base estaba preparando un funeral
honores aquella misma tarde, le había dicho Veedo. Y al general rebelde le
parecía bien honrar a los que habían dado su bien más preciado por la libertad:
su vida. La cuestión era saber cuántos más lo harían.
– Me alegro saber que están bien –
le saludó Cracken cuando se quedó solo con el adquisidor –. Cuando Desona informó
que se habían quedado en el planeta, todos nos preocupamos.
– Me gustaría mostrarle algo,
general – le indicó este señalando el interior de la nave. Entraron y atravesaron
la escotilla que daba acceso al módulo de carga. El espacio estaba ocupado por
una docena de contenedores octogonales estándar, varios de ellos pintados de
naranja y con el símbolo de la Iniciativa Tarkin, la encargada de diseñar y construir armas letales para el Emperador. Otras tenían otro sello con
un nombre en código debajo: Amgine4M. Cracken lo reconoció de inmediato,
iluminándosele el rostro como a un niño pequeño. Era el código de la empresa,
situada en Fordor, que construía los
sistemas de codificación de más alto nivel del gobierno galáctico.
– ¿Es lo que creo que contienen? –
fue lo único que se le ocurrió decir.
Keegan simplemente asintió.
– Ni en mis sueños más fantásticos
imaginé poder tener una de estas maravillas en nuestro poder.
– Estaban destinadas a varios
cuarteles generales de macrosectores,
pero la destrucción fue total. Me encargue de ello. El Imperio no sabe que
ahora poseemos sus máquinas descodificadoras y sus libros códigos.
Cracken sabía que aquel era uno de
los mayores golpes de la Alianza en toda su historia. Con ellas podrían empezar
a leer los scandocs que el Emperador mandara a sus grandes moff, los que el Comité Selectivo, que era el encargado de dirigir del COMPNOR, enviaba a sus distintas organizaciones con operativas y
órdenes, del ubictorado y de toda la
Inteligencia Imperial, del OSI, o
del alto mando de la Armada y el
Ejército. Y para cuando cambiaran los códigos ya conocerían lo suficiente de
sus procedimientos para seguir rompiéndolos sin ayuda. Se salvarían miles de vidas, tal vez millones. Y si toda aquella
información se administra bien podían pasar años antes que descubran que eran
capaces de descifrar sus comunicaciones más vitales.
– Esto podría acortar la guerra,
años… – exclamó Cracken como hipnotizado, sin poder apartar la vista de las
cajas metálicas. Había cuatro, por lo que podían hacer ingeniería inversa con
una de ellas y descubrir su funcionamiento interno.
– Creo que quería formar un grupo combinado
para operaciones especiales que trabajara para su departamento – le interrumpió
Keegan cambiando de tema.
– Así es… – respondió este aun sin
creerse lo que tenía delante. Se puso las manos en los costados y tras unos
segundos se centró en lo que le había dicho el adquisidor. Imaginando que había
sido Organa quien le había comentado
su plan. En su última reunión con el virrey de Alderaan, prácticamente le había garantizado que el Gabinete aprobaría su propuesta.
– ¿Había pensado en incluir al
comandante Zahn?
– ¿Zahn?… Nunca podremos fiarnos de
él – respondió con sinceridad.
– En cambio yo creo que sería un buen
líder de ese grupo.
– ¿Su líder? – repitió Cracken
estupefacto.
– Sus habilidades pueden ser útiles
a la Alianza en los tiempos que se avecinan.
El rostro del responsable de la inteligencia
rebelde no ocultaba su desconcierto. Se giró pensativo y Keegan dejó que
reflexionara mientras daba vueltas alrededor de los contenedores metálicos.
– No puedo asumir la responsabilidad
de dar a Zhan el mando de otros miembros leales a la Alianza – respondió,
midiendo sus palabras –. Ese hombre nos cazaba con la ferocidad y meticulosidad
de un nexu: implacable, frío,
calculador. Sin piedad alguna.
– Usted me dijo que nos ayudó una
vez que supo quién era en realidad su amante. Trabajó libremente para la
Alianza y se puso así mimo en peligro – le recordó Keegan con tranquilidad.
– No tenía otra alternativa en ese
momento – quitó importancia Cracken –. Era un agente comprometido. Si sus
superiores hubieran descubierto que le habíamos utilizado le hubieran matado
tras torturarlo, aunque no hubiera sabido lo que estaba haciendo. En realidad
ya empezaron a destrozarle cuando le rescatamos.
– Todos tenemos alternativas. El
universo no es una línea clara y recta cuyo principio y fin están delimitados
de antemano. Cada acción tiene su elección, y diversos desenlaces y
posibilidades se desencadenan. Una decisión tiene más de una consecuencia.
– Demasiada filosofía para la
ciénaga el mundo del contraespionaje.
– Como cualquier otro, solo que este
es un engaño envuelto en mentiras, dentro de artimañas y juego sucio.
» ¿Cómo descubrieron que trabajaba
para la Alianza?
– Le pedimos que liberara a una
serie de prisioneros. Eso puso sobre su pista a la contrainteligencia imperial…
Sé lo que quiere hacer. Que sé puso en peligro por algo que le pidió la
Alianza. Pero eso no cambia lo que era y…
» Y aún puede ser en realidad un activo
encubierto, esperando a traicionarnos. Esa gente no tiene escrúpulos. Ya lo he
visto antes, puede incluso que ni él sepa que realmente aún trabaja para el
ubictorado y que en realidad sea un agente durmiente. Esperando a ser
despertado para asestarnos una puñalada por la espalda. Por eso nunca he dejado
de vigilarle, ni lo haré – siguió argumentando Cracken en contra de lo que
pensaba era la propuesta insensata de alguien que no sabía que estaba diciendo.
– No es un agente encubierto,
general – insistió Keegan.
– Pero no hay pruebas de ello – reiteró
con firmeza.
– ¿Qué pruebas necesitaría para
convencerse? – le preguntó el adquisidor con tranquilidad –. ¿Algo más que mi
palabra? En realidad… ¿y quién soy yo?
– No estoy cuestionando su palabra –
se apresuró a aclarar Cracken –. Tiene la confianza de Organa y Mon Monthma y eso es suficiente. Aun
así, no es tan simple.
– Cierto. Nada es simple en este
universo.
– Simplemente me pide algo va en
contra de todas las células de mi cuerpo. No sabe las cosas que hizo mientras
estaba en Eriadu a las órdenes de Tarkin.
– En realidad, sí lo sé, lo vi en su
mente.
– ¿No sabía que los keshianos fueran telépatas? – dijo por fin Cracken y se arrepintió de haber sido tan
osado. Este era el mejor en su trabajo y parecía no tener límites en los
recursos que conseguía para la Alianza, pero ahora estaba pisando terreno
resbaladizo y que no conocía.
– No lo somos – respondió Keegan
esgrimiendo una media sonrisa y entonces pareció cambiar de tema señalando una
de las cajas que había en la bodega, la más pequeña que había sacado del
almacén B47. La misma que le había mostrado la visión de la Fuerza.
» ¿No le parece extraño el símbolo
impreso en esta caja?
Cracken ni se había fijado en ella a
pesar que el adquisidor había estado a su lado todo el rato. No era un
contenedor imperial estándar, más bien parecía un arcón antiguo, desvencijado y
abollado. Aun así se podía el dibujo redondo, con una especie de ave con las
alas desplegadas en su interior, y una estrella en el centro. Correspondía al
emblema de la Antigua República que
había existido mil de años antes.
– Como sabe, el Emperador está muy
interesado en la búsqueda de antiguos artefactos y ha enviado a cientos de
agentes por toda la galaxia para apoderarse de ellos. No siempre tienen éxito,
pero en ocasiones localizan algunos muy valiosos.
Keegan colocó la palma de su mano a
varios centímetros sobre la cerradura electrónica e instantes después el cierre
se desactivó con un sonido metálico. La parte superior se deslizó y de su
interior apareció levitando otra caja, que quedó suspendida en el aire. No se
había oído ningún mecanismo electrónico y por alguna razón que no podía
entender, el rebelde supo que no había ningún sistema repulsor que la elevara. No
era muy grande, estaba aboyada y rayada, como si hubiera estado dando tumbos
durante siglos. Permaneció unos segundos detenida, hasta que se abrió sin que
nadie la tocara y apareció otro objeto no muy grande, capaz de caber en la
palma de la mano. Tenía una forma cúbica, con una serie de dibujos geométricos labrados
en cada lado, círculos dentro de otros círculos concéntricos, rombos, hexágonos
unidos por líneas. La superficie metálica y no dejaba ver el interior.
– No es el Gran Holocrón que se guardaba en el Templo – explicó Keegan y poco a poco fueron iluminándose los
dibujos e inscripciones desde el interior con una luz azulada, transfiriendo su
energía vital a su interior –. Pero es también muy antiguo. Y se perdió hace
tiempo.
» Iba a ser entregada al Emperador
como presente para celebrar su ascenso al poder tras exterminar a casi todos
sus enemigos mortales: los caballeros jedi. Pero el destino es caprichoso y hace
tiempo que decidió que Palpatine nunca llegaría a poseerlo.
Cracken había identificado aquel
objeto nada más verlo y parecía aún más fascinado que hacía un instante al ver
las cajas con los descodificadores imperiales. Solo aquellos que estaban en
contacto con la Fuerza podían hacer
las cosas que el adquisidor estaba haciendo: mover objetos sin tocarlos, y
sobre todo activar un holocrón Jedi.
Conocía el poder de los jedis, y no como leyendas. Durante
mucho tiempo la antigua pádawan Ahsoka Tano, había servido fielmente a
la Alianza y era conocida como Fulcrum,
hasta que había desaparecido tras enfrentarse a Lord Darth Vader no hacía muchos años. Los jedis habían mantenido
la paz y defendido la justicia durante milenios durante la República. Y solo junto
estos existía una esperanza de derrotar al tiránico Imperio de Palpatine. Que
el adquisidor fuera uno de ellos seres explicaba muchas cosas y le convertía en
un valioso aliado para la Alianza.
– Sondeé la mente de Zhan. Su odio
es tan intenso y profundo, que pude ver a través de él como si leyera en un libro
abierto. Amó tanto, como ni él mismo hubiera imaginado nunca y eso le cambió. Y
no es un agente durmiente, porque sus antiguos compañeros estaban tan ocupados
torturándole por haberles traicionado, que no tuvieron tiempo de hacerlo. Por
eso jamás será desleal a la Alianza mientras el Imperio sea nuestro enemigo.
» Ahora general Cracken le pido que
haga algo que va en contra de todas las células de su cuerpo – continuó Keegan,
cuyo rostro estaba iluminado por el holocrón que flotaba en el interior del
contenedor de carga. Su luz era pura, hermosa, de un azul brillante, con
matices púrpuras y verdes, pero que se podía mirar directamente sin que cegara.
De alguna manera Cracken supo que aquello solo podía ser benigno, al igual que
el ser que lo sostenía sin tocarlo.
» Ha de confiar en la lealtad del
comandante Zahn. Ha de entregarle el mando de la Estrella Lejana y uno de estos descodificadores.
El Aniquilador
Vantorel había regresado de Coruscant hacía una hora y había citado
a Valorum en sus camarotes privados para cenar. Aunque podía considerarse su
amigo, o por lo menos lo que más se acercaba a uno, el primer oficial nunca
había sido invitado a estos desde que le habían asignado a bordo. Y no conocía a
nadie más que hubiera recibido tal privilegio. No le sorprendió que fueran
espartanos, con muy poca iluminación, que en aquel momento se completaba con la
luz procedente de las estrellas y la atmósfera verdosa de Pas’jaso.
– Perfecto, ya estás aquí – le dijo
Vantorel saliendo de su dormitorio, se había quitado el uniforme y vestía una
larga bata de seda de Pantora
morada. Sin la gorra que siempre llevaba bien calada, podían apreciarse las
orejas algo curvadas y terminadas en punta, herencia de su ascendentica alienígena.
Por lo que podía comprobar Valorum, su amigo estaba de un excelente humor.
– Sí, gracias.
El capitán del destructor se dirigió
al mueble que había cerca de la mesa preparada para la cena y vertió el líquido
en dos copas de fino vidrio, que tenían un elaborado pie de plata. Le entregó
una de ellas y los dos oficiales bebieron un poco del espeso vino rojo.
– Una excelente añada, pero muy
afrutado, para mí gusto – comentó Valorum, acostumbrado a los mejores productos.
Le habían educado rodeado de riqueza, procedía de una familia de altos
funcionarios desde hacía generaciones, y toda su formación se había dirigido a
controlar el poder administrativo y político de una República en decadencia y
en aquel momento del Imperio. Por lo que su instrucción había incluido
numerosas artes, así como los sutiles conocimientos de los productos de lujo.
Vantorel le hizo un gesto para que
tomara asiento.
– Fan Dok ha preparado una variedad
de ostras de Mon Cala con una salsa
de algas. Espero que sean de tu agrado, a mí me encantan – explicó Vantorel
empezando a servir los moluscos que estaban en una bandeja sobre la mesa en el
plato a Valorum. Cuando terminó hizo lo propio con el suyo –. Ahora son algo
difíciles de encontrar, pero con buenos contactos en Coruscant, aún se pueden comprar
frescas.
Valorum pensó en Fan Dok, el
silencioso criado de su capitán y antiguo compañero en la Academia Naval. Era
un kel dor que apenas salía de sus
aposentos. Desconocía con exactitud su historia, aunque sabía que había
empezado a servir a Vantorel cuando este estaba bajo el mando directo de Lord
Vader antes de asumir el mando del Aniquilador.
– Traigo muchas noticias del Centro
Imperial – empezó a decir Vantorel –. Te adelanto que en unas semanas Palpatine
disolverá el Senado.
– ¿Y cómo piensa gobernar la
galaxia? – preguntó sorprendido Valorum, que conocía perfectamente los
entresijos de la política, del equilibrio de poder que sustentaban los
senadores y la administración. Y aunque cada vez aquellas atribuciones habían
ido derivándose al gobierno central y organismos como el COMNOPRT, el Emperador solo habría dado ese paso si tenía guardada
bajo la manga una jugada de sabacc
que nadie pudiera igualar.
– Gracias a nosotros, claro, a
través de la Armada, claro. Y
obviamente de los moffs y grandes moffs que aumentarán
considerablemente su poder – respondió con tranquilidad Vantorel –. Hay rumores
de una estación de batalla definitiva.
– Los conozco – admitió Valorum
recuperando el sobresalto inicial. No conocía su nombre, pero sí sabía que
varios compañeros habían sido asignados a aquella instalación secreta. Y sobre
todo el desvío masivo, desde hacía años, de recursos de construcción, a aquel
proyecto de alto secreto.
– Pero eso no es lo más interesante
que ha ocurrido – continuó Vantorel tras abrir la concha azulada de la ostra y
comerse su contenido gelatinoso –. La audiencia sobre la Batalla de Pas’jaso,
como algún burócrata grandilocuente ha llamado a la escaramuza que tuvo lugar aquí
hacia unas semanas, ha presentado su resolución.
» Como era de esperar el moff Lodak
ha sido exonerado de toda culpa. En realidad le han trasladado a un sector más
importante. Como planificador y responsable de la defensa del sistema todos los
fallos por tanto han recaído únicamente en Yuron. Han revocado su nombramiento
de comodoro y ha sido transferido a un sector del Borde Exterior, escuché que hay un destructor Venator que le
está esperando.
– Supongo que sus contactos han
impedido un mando peor – bromeó Valorum, ya que no había mayor deshonra para
cualquier capitán ser destinado desde uno de los más modernos destructores de
la clase Imperial como el Resplandor,
a otro que había sido construido treinta años y databa de las Guerras Clon.
» ¿Se sabe algo de lo que sucedió en
el planeta?
– Poco, la verdad. La explosión
volatilizó toda la instalación logística, la guarnición, el espacio puerto y
medio kilómetro a la redonda de la capital. Miles de muertos entre los civiles
están haciendo que los propagandistas de COMNOPRT se estén poniendo las botas.
No ha quedado ningún registro, pero parece ser que la amante zabrak y el hijo híbrido del intendente han desaparecido. El informe del OSI cree que este desertó, saboteando
las municiones cuando abortaron el ataque de los ARC-170 gracias al pozo gravitacional del capitán Neikal.
– Las pérdidas de material deben de
haber sido cuantiosas – se lamentó Valorum.
– Era un almacén secundario, nada
que la industria imperial no pueda recuperar en unas semanas incrementando un
poco la producción. El ataque fue por oportunidad: el intendente quería
desertar y los rebeldes aprovecharon sus códigos para lanzar una incursión
rápida.
– Tu informe debe de haber sido
demoledor. Acertaste en todas y cada una de las previsiones sobre el ataque
rebelde. Si Yuron te hubiera hecho caso, se hubiera llevado todo el mérito y en
este momento sería un flamante comodoro de la Armada Imperial. ¿Quién sabe si
le hubieran entregado un destructor mayor como recompensa?
– Eso es mera especulación. La
verdad es que la fuerza rebelde pudo escapar en casi su totalidad y eso es lo
que más ha irritado al Alto Mando. Lo que me lleva a la recomendación que hice
al final de mi informe.
– ¿Recomendación?
– Así es – respondió Vantorel
dibujando una sonrisa en su rostro de facciones rectas y duras, con unos ojos
de un azul profundo y mirada penetrante, que esta vez brillaban de
satisfacción. Y sacó del bolsillo de su bata una pequeña caja que le alargó a
Valorum –. Ábrela, por favor.
Era estrecha, de metal oscuro y con
un cierre sencillo, sin inscripciones. Valorum la cogió con curiosidad y la
abrió, descubriendo una pequeña placa metálica con seis cuadrados de colores:
los tres superiores rojos y los tres inferiores azules. La graduación de un
capitán de la marina. Este miró sorprendido a Vantorel.
– ¡Sorpresa! – dijo mirando con
orgullo a su amigo –. Eres el nuevo capitán del destructor Resplandor.
– ¿Pero…? – fue la único que pudo
farfullar Valorum abrumado.
– ¿No creías que cuando pedí que te
trasladaran a esta nave ibas a languidecer mucho tiempo como mi segundo? – le
explicó Vantorel –. Zilka eres el mejor oficial que conozco. Tu puesto y tu
destino es estar al mando del Resplandor.
Una nave soberbia para un capitán excelente.
– No sé qué decir – logró expresar
Valorum embargado por la sorpresa.
– ¡Brindemos! – dijo Vantorel
alzando su copa llena de vino de Alderaan.
Fin.
Notas de
producción:
Llega
a su fin Rayo de Esperanza, la
segunda entrega de los relatos del Jedi Perdido. Espero que os haya gustado. La
acción de esta historia está justo antes de los sucesos de las películas de Star Wars: Rogue One y el Episodio IV:
Una Nueva Esperanza. En el que quería mostrar una Alianza Rebelde ya más
madura, con infraestructura y que quiere empezar a tomar la iniciativa, pero
sobre todo con la necesidad de obtener esperanza ante el aplastante poder del
Imperio. Como la historia estaba escrita ya antes del estreno de Rogue One, he intentado adaptarme a los
sucesos allí descritos y he incorporado algunas referencias a esta, al igual
que a la serie animada de Star Wars: Rebels. Espero que me
perdonéis las licencias que haya podido tomarme.
Y
como ya he dicho, en este relato aproveché para introducir algunos personajes
que ya había creado para el Crossover Star Trek – Star Wars, en especial al comandante Zahn, el antiguo agente
del ubictorado, o a los oficiales de la Armada Imperial Vantorel y Valorum
(este último descendiente de Finis Valorum, penúltimo canciller de la República).
Para quienes leyeron este relato espero que les pareciera interesante la
introducción de estos personajes y para los que no lo han hecho, les invito a
leerlo y conocer así su historia.
La
siguiente entrega: En la oscuridad (por
lo menos este es su título provisional), que está ambientado poco antes del Episodio V: El Imperio Contraataque,
donde la Alianza se bate en retirada bajo la presión de las fuerzas armadas
Imperiales tras la Batalla de Yavin y la destrucción de la Estrella de la
Muerte.
Ll.
C. H.
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