martes, 17 de julio de 2018

El Jedi perdido 2 - Rayo de Esperanza 1


Estación Elgarik
Seis meses antes de la Batalla de Yavin

            Elgarik era un solitario sistema del Borde Medio de la galaxia. Once planetas orbitaban alrededor de su estrella, una gigante roja que había consumido la mayor parte de su hidrógeno y que ya había engullido a varios de los mundos más cercanos al ampliar su masa. El mundo que ocupaba ahora el noveno lugar del sistema había cambiado mucho en los últimos milenios, pasando de ser una roca fría y congelada en el espacio, para convertirse en un lugar cálido y cubierto de agua líquida por el calor que ahora recibía de su astro. Sobre las olas emergían varias islas, que la vegetación primitiva había empezado a cubrir. Y habían sido aquellas primeras zonas en ser colonizadas siglos atrás por los neimodianos como un puesto avanzado y explotación de minerales. Con la creación de la Federación de Comercio el lugar vivió su época dorada durante la Antigua República como parada en sus rutas secundarias, erigiendo una pequeña estación de reparación y mantenimiento cerca de su gran base logística de Enarc. Durante las Guerras Clon las fuerzas republicanas la atacaron varias veces hasta que finalmente fue ocupada tras la imperialización de sus antiguos enemigos que vino con el fin del conflicto y la derrota del Visir de Aduanas Vooro asentado en Enarc.
            Prácticamente abandona desde el final de la guerra, aquel pequeño enclave languideció hasta que fue adquirido por Tycho Inc. (1) Una pequeña empresa asentada en Naboo que en los últimos años había experimentado una rápida expansión comercial. Apoyada por el moff del sector Chommell, había conseguido los derechos de explotación de las minas del sistema, incluyendo el arrendamiento de sus instalaciones orbitales. Los técnicos enviados allí enseguida las dejaron acondicionadas para la reparación de naves de la compañía u otras que quisieran alquilar sus servicios. Por lo que era un lugar poco conocido que permitía discreción.
            Un pequeño remolcador salió del hiperespacio y justo detrás de él lo hizo la larga e inmensa mole de acero que formaba una nave mucho mayor. Cual monstruo marino alargado y amenazador, su armazón de proa parecía una concha alargada, que empezaba con un pico y se alargaba hacía popa, con una segunda cubierta sobre la parte central a modo de un caparazón cubría la nave hasta que tres grandes motores traseros que sobresalían en el extremo final.
            Se acercó lentamente hacia la estación espacial, una plataforma rectangular, con tres cubiertas enrejadas sobre sendos diques navales, que dejaban las naves ocultas a la vista de miradas indiscretas. Era el turno de noche por lo que solo unos pocos vieron aquella llegada no registrada. Lentamente fue colocándose, gracias a los poderosos rayos tractores, bajo la cubierta del muelle situado en el extremo más alejado de las instalaciones de control y los amarraderos de  las naves de tránsito. Cuando la operación concluyó nada sobresalía del enrejado que cubría el dique.


            Alrededor de la mesa de la sala de conferencias estaban sentados siete seres. Dos de ellos eran los representantes de aquella estación de reparaciones: Rohna, una alta y espigada gungan que dirigía aquellas instalaciones. Y a su lado estaba un alienígena con una extraña forma ósea del cráneo, sobresaliendo varias crestas alrededor de ojos y mejillas llamado Hisrak, que era el responsable de la compañía que hacía poco había adquirido el lugar y que había ofreciendo sus servicios a la Alianza.
            El resto eran todos miembros de la rebelión: el mayor Treson Moritz de la marina de Alderaan (2) y enviado de Bail Organa para la adquisición de naves de combate para la incipiente Flota Rebelde. Así como los dos oficiales que iban a hacerse cargo del viejo destructor ligero que había sido llevado hasta allí: el capitán Owen Geko, un humano procedente de Gerrard V, cuyo planeta acababa de alzarse contra el Imperio Galáctico por culpa de los abusos del moff de su sector. Y su jefa de ingeniería, la moncalamari de tono azulado llamada Meena Hikahi. Finalmente se encontraba una pareja de adquisidores encargados de conseguir todo aquello que se necesitaba para luchar contra el sistema de terror y opresión de Palpatine: la exuberante twi’lek Desona Ajel y el silencioso keshiano Keegan.
            – Aunque ya hace varios días que estamos trabajando juntos, algunos de ustedes acaban de llegar, por eso quisiera darles oficialmente la bienvenida a la estación de Elgarik – empezó Hisrak abriendo la sesión informativa. Iba vestido con un elegante traje color crema confeccionado a medida –. En nombre de los que simpatizamos con su causa en la empresa Tycho, esperamos poder ayudarles en todo lo que podamos. Desde hacía tiempo queríamos ser más activos apoyándoles y Rohna sugirió estas instalaciones.
            – La Alianza les agradece su ayuda, al igual que todos los seres que han sido oprimidos y están anhelantes de libertad – le contestó Moritz ceremonioso.
            – Es un honor poder hacerlo – replicó Hisrak levantándose –. Yo he regresar a Naboo, pero les dejo en manos de Rohna. Señor Keegan, cualquier cosa que necesiten pueden pedírselo a ella. Buenas tardes.
            El adquisidor asintió mientras Hisrak dejaba la sala siempre bajo su atenta mirada. Lo que había dicho aquel alienígena era verdad, aquel lugar y lo que podían ofrecerles se los había proporcionado un antiguo contacto, que ya hacía tiempo trabajaba para la Alianza y que quería hacer más.
            – Llegado a este punto, quisiera ir directamente al informe que hemos realizados desde la llegada del Rayo Patriótico – intervenía Rohna cuando Keegan dejó de observar la puerta ya cerrada de la sala. Había activado los controles de la mesa y un proyector holográfico mostraba la imagen de los esquemas de la clase Recusant, un antigua nave de combate del Gremio de Comercio durante las Guerras Clon.
            » Por los datos suministrados por la adquisidora Ajel, que localizó y compró a peso esta nave como chatarra, es el gemelo del Puño Patriótico. Ambos fueron construidos en Minntooine por Cuerpo de Ingenieros Voluntarios de Dac Libre, integrado por quarrens y que nosotros conozcamos participaron en el último ataque separatista a Corusant. Después de la desactivación de sus droines al final del conflicto la nave fue llevada a un depósito naval del Borde Interior, donde languideció durante estos años. Desde su llegada, y con ayuda de la ingeniera Hikahi, hemos estado haciendo un exhaustivo informe sobre los sistemas de la nave y todos ustedes han recibido una lista detallada. Aun así me gustaría hacer un breve resumen.
            » Todo su armamento fue desmantelado, posiblemente para venderlo a algún gobierno planetario. También lo fueron sus paquetes de sensores, tanto tácticos, de navegación, como de largo alcance, los generadores de escudos, y el multiplicador de hiperespacio. Conserva su ordenador de origen que coordinaba la gran cantidad de droides que había abordo, y el blindaje del casco se encuentra en buenas condiciones. Los triples motores sublumínicos están operativos, al igual que su reactor principal, pero es aconsejable actualizarlo para conseguir un mayor rendimiento y ahorro de combustible. Por suerte los conductos de energía, aunque descuidados por el tiempo de desuso se encuentran en buen estado. La mayoría de sistemas auxiliares podrían ser aprovechables, aunque tendrían que hacerse numerosas modificaciones: los hangares están acondicionados para los cazas droides Butrie originales, de los que además aun cuenta con varias docenas. Para finalizar su interior no tiene las condiciones habitables para una tripulación extensa de humanoides.
            – ¿Cuánto tiempo calcula que necesitaría para dejar la nave en condiciones de combate? – preguntó Moritz.
            – De dos a tres meses si tenemos los recambios que faltan – respondió la gungan, apartándose la oreja por detrás del hombro –. La mayor parte de los sistemas no militares podemos conseguirlo nosotros. Y sugeriría mantener gran parte de los sistemas droides, ya que eso podría reducir drásticamente la necesidad de una dotación extensa y evitaría prolongar los trabajos necesarios para esa modificación en tiempo y recursos. El espacio reservado para las 40.000 unidades de combate podría ser acondicionado para una mayor zona de carga o si lo quisieran para una fuerza embarcada. Pero no tenemos la capacidad para conseguir la mayor parte del armamento que falta, así como los proyectores de los escudos o los sensores de combate.
            – En ese aspecto tenemos un plan para conseguir ese equipo – intervino Ajel, la twilek adquisidora –. ¿Qué es lo que necesitaría exactamente?
            – La mayor parte del cañón turboláser pesado frontal podría ser reconstruido aquí. Pero el resto de armas, que suman 117 puntos de fuego no. Y eso si queremos mantener las características originales de la nave. Yo sugeriría actualizar estas con cañones de iones.
            – No creo que hubiera problemas para encontrar ese material – confirmó Ajel, lo que provocó cierta sorpresa en Rohna, que no pudo disimular –. Aunque para eso necesitaremos alguna ayuda adicional por su parte.
            – ¿Qué necesitan? – preguntó la gungan intrigada.
            – Cargueros que no puedan ser rastreados – respondió Ajel.
            Rohna se quedó pensativo durante unos instantes.
            – Podríamos modificar los transpondedores de las naves y proporcionales tripulaciones leales. ¿Para cuándo las necesitan?
            – Pronto – indicó Keegan enigmático.


Sistema de Alderaan

            La reunión se celebró en una estancia de la estación de transmisiones situada sobre Delaya, el tercer planeta del sistema. Sentados alrededor de la mesa se encontraba la imponente figura que irradiaba seguridad y firmeza de Bail Organa con su mirada oscura y penetrante capaz de transmitir serenidad a las personas incluso en los peores días del terror de Palpatine. Hacía pocos meses que había dejado su cargo en el Senado Imperial, con la clara convicción de dedicar todos sus esfuerzos a la consolidación de la Alianza Rebelde. A su lado estaba Carlisrt Rieekan, oficial profesional de Alderaan y consejero militar de Organa. Y junto a este el general Baccam Grafis, encargado de procurar armamento y combustible para la Alianza. Frente al primero se encontraba el carismático corelliano Bel Iblis, de largo cabello, blanco como la nieve, que caía sobre los hombros a modo de capa y una mirada fría y calculadora. (3) Y junto a estos el representante del general Vernan, líder de la Inteligencia de la Alianza, el también general Airen Cracken. Los últimos dos eran los adquisidores Desona Ajel y Keegan.
            – Una operación de esas características podría innecesariamente poner sobre aviso a nuestros enemigos – indicó Organa prudentemente, después de que Ajel explicara el plan que había elaborado junto a Keegan para conseguir el armamento que necesitaban.
            – Palpatine ya está avisado de nuestra existencia – replicó Bel Iblis con rotundidad –. Cada vez más naves de la Armada Imperial se dedican a localizar nuestras bases, mientras que el OSI no cesa en buscar a nuestros simpatizantes. Y cada vez con mayor éxito. Es necesario prepararnos y armarnos. El plan mostrado aquí me parece factible y de esa manera lograremos apoderarnos de un material vital de un solo golpe.
            – Las ventajas son claras, pero también es una jugada de alto riesgo – replicó Rieekan, sabedor de la prudencia de Organa en no querer atraer la atención hacia la Alianza Rebelde con aquel tipo de operaciones –. Tenemos pocas naves de combate y con esta incursión podríamos arriesgar parte de ellas en una batalla que tal vez no podemos ganar.
            – ¿General Grafis? – preguntó Organa.
            – Necesitamos armamento si queremos enfrentarnos al Imperio – respondió prudente cogiéndose las solapas de la chaqueta, que no podía ocultar su abultado vientre. Como miembro del consejo rebelde, el Estado Mayor militar de la Alianza, conocía perfectamente la situación y lo necesarios que estaban de cualquier material. Aquella operación iba a ser solo una gota en el océano, pero por poco que fuera, era más del que en aquel momento tenían –. La verdad es que confío plenamente en el juicio de Desona y Keegan. Valga decir que son los mejores adquisidores que tenemos.
            – La guerra contra el Imperio la ganaremos en el espacio y no solo con cazas como los recientes Ala-X que hemos conseguido de Incom – prosiguió insistiendo Bel Iblis –. Necesitamos más naves de combate para proteger a nuestras fuerzas y enfrentarnos a los destructores en cierta igualdad de condiciones.
            – ¿Qué opina nuestra Inteligencia de la operación? – preguntó entonces Organa mirando a Cracken. Este miró al Virrey de Alderaan, de carácter prudente y reflexivo y después al más agresivo corelliano Iblis, para regresar a Organa.
            – Los informes que tenemos del objetivo nos indican que es un lugar de poca importancia estratégica para la Armada Imperial. El almacén logístico abastece a varios sectores cercanos, pero carece de astilleros de reparación en órbita, y las estaciones que hay solo permiten el abastecimiento de combustible. Cuenta con una fuerza de sistema liderada por un destructor anticuado y varias naves menores. Pero está situado cerca de otras bases más importantes, por lo que los refuerzos no tardarían en llegar – explicó haciendo un resumen de la situación estratégica, luego habla más despacio, midiendo sus palabras y fue sincero en lo que dijo.
            » Pero el plan mostrado aquí es bueno y nos proporcionaría importantes recursos de los que ahora carecemos.
            Bel Iblis esgrimió una sonrisa de satisfacción que no pudo reprimir. Respetaba a Organa, pero estaba convencido que la prudencia no era una buena táctica para acabar con la tiranía de Palpatine. Este había surgido de las cenizas de las Guerras Clon y tras la purga de la Orden Jedi se había consolidado en el poder gracias a su ingente ejército de clones y la poderosa Armada Republicana transformada en una herramienta de intimidación y represión. Gobernaba por el terror, pero este se sustentaba en algo tan frágil como en la ausencia de esperanza: si toda la Alianza Rebelde era capaz de mostrar una alternativa mejor a billones de seres de la galaxia, entonces, solo entonces serían lo suficientemente fuertes para enfrentarse al Emperador y derrotarlo. Y para eso tenían que demostrar que no eran un atajo de luchadores idealistas, tenían que enseñar a toda la galaxia que eran una fuerza capaz de enfrentarse al Imperio en igualdad de condiciones.
            – ¿Qué opinas tú, Keegan? – preguntó entonces Organa, mirando al silencioso adquisidor.
            – Necesitamos esas armas – indicó este tras posar su mirada en todos los asistentes –. Si logramos hacernos con el material de ese depósito de suministros podremos reforzar nuestras fuerzas mucho más rápido de lo que tenemos previsto por ahora. Es arriesgado, pero si todo sale bien, nadie sabrá que ha ocurrido.
            Organa se recostó en el sillón pensativo. Sabía que la lucha por la libertad tan solo había empezado y que muchas vidas, probablemente la suya entre ellas, se extinguirían antes de que su enemigo fuera derrotado. No tenía miedo, pero prefería recorrer aquel camino más despacio para evitar que el derramamiento de sangre inocente fuera aun mayor de lo imprescindible.
            – Si todos creen que es necesario, entonces adelante – indicó finalmente Organa, que miró a Keegan. Confiaba en su buen juicio del keshiano, un ser prudente y sabio a pesar de su juventud, que siempre le había aconsejado correctamente.
            » ¿Qué es lo que necesitaran para llegar a cabo la misión? – le preguntó a la azulada twi’lek.
            – Para poder distraer esa fuerza sería necesario contar con uno o dos cruceros, así como varias fragatas y escuadrones de cazas – indicó Ajel con confianza –. Tiene que ser una fuerza poderosa para lograr que se alejen del planeta el tiempo suficiente para completar la misión.
            – Yo podría proporcionar dos o tres naves. La fragata Justicia al mando del capitán Gara y la Mar de Esperanza, una corveta antibloqueo, posiblemente otra nave más. Con buenas tripulaciones de valientes corellianos.
            – El almirante Raddus nos comunicó que podríamos disponer del crucero Diligente, y una de las últimas adquisiciones de la flota, una fragata de asalto derivada de las Nebulon-B – indicó Rieekan –. Así como unos cuatro escuadrones de caza, incluyendo uno con los nuevos Ala-X.
            » Como estamos repartidos por toda la galaxia, necesitaremos cierto tiempo para organizar esta fuerza de ataque. Y lo ideal sería concentrarla en algún lugar lejano de miradas indiscretas.
            – Tenemos el puesto avanzado de cazas en el sistema Tierfon, donde podrían repostar y avituallarse.
            – Allí se podrían concentrar las naves, ¿qué les parece dentro de tres semanas?
            – Eso nos dará tiempo de organizar los transportes y a nuestros contactos en el planeta – replicó Ajel.
            – ¿Quién estará al mando de la operación? – preguntó entonces Bel Iblis.
            – No hay nadie que conozca mejor el operativo que la adquisidora Ajel – respondió Organa, no quería perder el control de aquella misión y conocía bien a la twi’lek. Y sobre todo a su compañero.
            – Pero no tiene experiencia militar – replicó el corelliano, que se giró hacia la twi’lek –. No es nada personal, pero es una fuerza poderosa para la Alianza.
            – Lo comprendo, además, como usted bien ha dicho, yo no tengo ese tipo de experiencia – contestó Ajel visiblemente aliviada.
            – ¿Y el general Rieekan aquí presente? – propuso Iblis.
            – Me han encargado reforzar las defensas de Alderaan, por lo que me resulta imposible coordinar la operación. ¿Tal vez en general Dodonna? – sugirió Rieekan.
            – En este momento se encuentra organizando nuestra nueva base en Yavin IV – contestó Organa ocultando su malestar por no poder escoger al responsable. Así que se giró hacia Cracken –. ¿Y usted general?
            – Apenas tengo experiencia en combate naval y aunque el plan ha sido bien elaborado por los adquisidores Ajel y Keegan, esta fuerza debería ser liderada por alguien con más formación militar que yo – respondió Cracken –. Creo que el capitán Corran Gara de la fragata Justicia podría ser mejor candidato que yo.
            – Conozco bien a Gara – indicó rápidamente Iblis sin ocultar su entusiasmo –. Es un buen oficial y hará un trabajo excelente al mando del ataque.
            – Tiene gran experiencia – corroboró Rieekan.
            – No obstante me gustaría que el general Cracken coordinara todas las fases de la operación, que no deja de formar parte de las atribuciones del departamento de Inteligencia – insistió Organa –. Por supuesto con la colaboración de Ajel y Keegan, que han planeado y propuesto la misión.
            – La decisión ya ha sido tomada – confirmó Iblis, satisfecho porque uno de sus compatriotas corellianos pudiera estar al mando de la parte más importante de la acción.
            – Entonces, que la Fuerza les acompañe – sentenció Organa, que se levantó dando por terminada la reunión.
            Bel Iblis asintió con energía y se disculpó por marcharse con rapidez, ya que debía dirigirse con urgencia a Anchoron donde tenía que dar un discurso contra el Nuevo Orden en el Centro Político de Treitamma. (4) A su vez Grafis, Cracken y Ajel se acercaron a Rieekan para coordinar los recursos que iba a disponer para empezar a organizar la operación. Mientras que Organa lo hacía a Keegan, que permanecía sentado con la mirada clavada en la ventana, donde podía verse Alderaan, que era un pequeño punto más luminoso y grande que el resto de estrellas que salpicaban el firmamento.
            – El general Grafis me ha informado que ya se ha terminado de construir la factoría en Isis de Ala-X y pronto tendremos más cazas y piezas de repuesto. Sin su ayuda no hubieran podido completarla.
            – En realidad aún faltan algunas máquinas para completar la última línea de montaje de fuselajes, pero estoy trabajando en ello. También estoy buscando un lugar donde fabricar el sistema de propulsión para los nuevos cazabombarderos Ala-B. Hablé con el ingeniero que construyó el prototipo, el calamariano Quarrie para simplificar su diseño. Aun así es un modelo muy complejo, necesitaremos construir partes de él en zonas industriales.
            – Sé que si alguien puede hacerlo, ese es usted – replicó Organa con sinceridad, y no para infundir ánimos, no hacía falta con Keegan –. También sé que lleva mucho tiempo sin descansar y en su trabajo eso significar exponerse en exceso.
            – Hay mucho trabajo que hacer antes que el Imperio nos vea como una verdadera amenaza – replicó el keshiano mirando fijamente al alderaano –. Por ahora solo somos una molestia. Por eso tenemos que acelerar ahora nuestros preparativos logísticos. Y estar preparados para cuando el Emperador se centre en buscar nuestros recursos y aniquilarnos. Ese será el día más oscuro.
            – Lo sé muy bien – respondió Organa con pesar –, por eso tenemos que ser prudentes, avanzar despacio y con pasos seguros. Sin exponernos en exceso. Aunque eso moleste a algunos que desearían atacar a cada momento, pero eso solo nos debilitaría y permitirá a nuestro enemigo aplastarnos con más rapidez.
            » En realidad solo he aceptado esta operación porque la has propuesto tú. Pero te noto preocupado.
            – No. Sé que será exitosa – replicó Keegan con tranquilidad, levantándose y acercándose a la ventana –. Solo que tengo una sensación extraña.
            – ¿Qué te preocupa? – insistió Organa, que le conocía desde hacía algún tiempo. Se había presentado cuando la Alianza para Restaurar la República aún era un pensamiento en su mente, poniéndose a su servicio de la mejor manera que sabía: encontrar cosas difíciles. Adquirir aquello que era necesario para luchar contra Palpatine.
            – Solo que las cosas han de suceder, como están previstas, nada más – y dicho esto esgrimió una amplia sonrisa, que pareció tranquilizar a Bail.
            – Has de tener esperanza en un futuro mejor, mi buen amigo – replicó para animarle.
            – Y la tengo. Mi maestro jedi decía que la esperanza es como el sol, si sólo crees en él cuando puedes verlo, nunca sobrevivirás a la noche.
            – Nalok era muy sabio – replicó con una sonrisa Organa recordando por un instante otro tiempos mejores, más pacíficos, cuando la oscuridad no se había alzado aun en la galaxia –. La próxima vez que vea a mí hija se lo diré, seguro que le gustará.
            Leia – pronunció el nombre pensativo –. Cuéntame ¿cómo le va en el cargo de senadora? Debe de ser duro, siendo tan joven, tener que estar tan cerca de Palpatine.
            – Es una mujer fuerte, en eso se parece mucho a su madre... – contestó Organa, sorprendido por aquella pregunta. Keegan había estado en Alderaan y había coincidido con Leia, pero nunca imaginó que se hubiera fijado en su hija –. Conoce los riesgos, pero sabe que la causa es justa y nada le impedirá continuar con ella.
            – Ha tenido al mejor maestro de quien aprender lo que es la justicia y la perseverancia: su padre – indicó Keegan colocando su mano sobre el hombro de su amigo, el cual sabía que no volvería a verlo con vida.


Continuará…


Notas de producción:
(1) Para conocer la historia de Tycho Inc. se ha de leer el relato del USS Spirit. Historia independiente del Crossover Star Trek – Star Wars y que explica la odisea de una nave de la Flota Estelar llegada, tras un accidente, a la galaxia dominada por el Imperio Galáctico.

(2) Treson Moritz de la marina de Alderaan es otro personaje del Crossover Star Trek – Star Wars.

(3) Garm Bel Iblis ha desaparecido del canon oficial, relegado a la parte de Legends. Este relato fue escrito antes de este suceso de restructuración y aquí aparecía aportando una visión táctica y estratégica más agresiva que el prudente Organa. Y lo he dejado ya que me interesaba mostrar ese contrapunto, que no ofrecían otros personajes del canon actual.

(4) Sucesos narrados en la novela “Interlude at Darkknell” de Timothy Zanh y Michael A. Stackpole.


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