Juego romulano
Tercera parte.
Depresión Bassen
La
sala de reuniones estaba presidida por Neral,
con Hiren a su derecha se encontraba
representando al Senado. Otros
asistentes eran los senadores Tal’Aura,
Letant y Sabrun, junto a otros tres miembros de Comité Continuo, entre ellos el propio Koval en representación del Tal’Shiar.
Todos ellos eran notable la falta de cualquier representante del ejército o la
marina.
– Bien caballeros, ante todo
desearía dejar clara cuál será nuestra postura – inició Hiren la sesión –. Toda
operación militar en territorio del Imperio Romulano se realizará estrictamente bajo nuestro control, teniendo sus
fuerzas armadas toda independencia operativa. Para coordinar las acciones en la
guerra designaremos un enlace, que será el senador Letant. En esencia es lo
mismo que ocurrió durante la guerra contra el Dominion, de manera que nuestra cooperación será
militar y un intercambio limitado de información de inteligencia. El apoyo logístico será
mutuo y estableceremos algunas bases conjuntas en las zonas aledañas a nuestros
territorios. Con respecto a la relación con la Alianza Rebelde y al resto de potencias, como el Imperio Klingon y el Dominion, trataremos directamente con
ellos a través del senador Letant.
– Además nos reservamos el derecho
de designar otro enlace si así lo decidiéramos – puntualizó Neral, provocando
un asentimiento en Hiren.
»
También queremos dejar claro que durante esta crisis entendemos que el Tratado de Algeron quedará en suspenso,
pero solo hasta que nuestro enemigo mutuo sea expulsado de nuestros territorios
– prosiguió
Neral –. De esa manera permitiremos a la Flota
Estelar operar con sistemas de ocultación en el cuadrante Alfa y Beta.
Al finalizar esta situación se volverá la prohibición de utilizar este
dispositivo, así como restaurar la inviolabilidad de la Zona Neutral.
Durante las siguientes horas se
detalló una extensa lista de normas, procedimientos, excepciones y regulaciones
de cómo iban a desarrollarse la cooperación con la resistencia de la Federación y el resto de la
resistencia. En todo lo que representaba preservar su territorio los romulanos exigieron
derecho de veto, siguiendo la tradición de recelo y sospechas. Engon ratificó
algunas, puso objeciones a otras, también propuso varias contrapartidas,
mientras Picard hacía lo propio con la parte militar. Eran muy similares a las
condiciones del tratado firmado al entrar en la guerra contra el Dominion, así
que ambas partes ya conocían la dinámica de lo que quería el otro. Las
cláusulas en las que se habían mantenido firmes eran aquellas que trataban del
control de su territorio y sus ciudadanos, incluyendo todas las razas que
vivían en él, una vez expulsado el Imperio. Para Picard estaba claro que la
prioridad de aquella reunión era marcar las relaciones posteriores a la guerra
y evitar cualquier intromisión de la Federación en los ajustes de cuentas que
iban a producirse entonces. Y sin mencionarse estaba claro que los remanos iban a padecer represalias por
sus actos. La situación le recordó a las negociaciones que los Aliados y Stalin
habían mantenido durante otra devastadora guerra, donde aquel gobierno
totalitario pensaba más afianzarse y en el futuro, que en ganas aquel
conflicto.
– La presidenta Troi, en nombre de la Federación está conforme con las
medidas que hemos discutido, no obstante quisiera introducir ciertas cláusulas
de cooperación para cuando hayamos expulsado al Imperio – indicó Engon.
– Nuestra intención es
mantener el estatus quo anterior al
conflicto con el Dominion – replicó Neral –. Estas alianzas son meramente
puntuales.
– En cambio al Senado, al
que represento, sí que estaría interesado en oír cuáles son esas cláusulas – interrumpió
Hiren.
– De tipo científico y
cultural, por supuesto – se apresuró a decir Engon –. Intercambio de
información civil, creación de órganos consultivos, incluso política común en
las relaciones intergalácticas, por ejemplo. Durante nuestra alianza durante la
guerra contra el Dominion, hubo intentos muy interesantes por parte de las dos
potencias de acercamiento, como la suspensión al embargo comercial, que
quisiéramos mantener y potenciar.
– Si esos acuerdos son
comerciales y meramente científicos son precisamente los temas en que el Senado
es soberano – indicó Hiren.
– Pero cualquier tratado de
política exterior, le recuerdo que ha de ser ratificado por el Comité Continuo
– puntualizó Neral mirando a Hiren con visible desagrado.
– El cual tiene potestad de
veto sobre asuntos de defensa exterior – replicó entonces el senador Sabrun –,
no de comercio o ciencia, que no afecten a la seguridad interna del Imperio, si
no recuerdo mal, pretor.
– Usted sabe que lo recuerdo
perfectamente senador – le contestó Neral que empezaba a estar irritado ante la
sublevación de los representantes del Senado.
– Tal vez un receso nos iría
bien – sugirió entonces Tal’Aura con prudencia.
– Yo apoyo la moción –
indicó Letant. El resto estuvo de acuerdo y los diferentes delegados se
retiraron. Engon, Picard y Troi se transportaron a la Enterprise.
– ¿Qué es lo que pretendía?
– le preguntó Picard en la sala de transportador de la nave estelar.
– La relación entre el
Senado y el Comité Continuo es muy tensa y la estructura de dualidad es
precaria. Se creó para ocuparse los asuntos más importantes, como el Presidium
del Soviet Supremo que hubo en su Unión Soviética en la Tierra. Y aunque está
formado en su mayor parte por senadores, también tiene la función de juzgar a
estos, lo que no agrada mucho al resto, como puede imaginarse. Además del
Comité sobrevivieron todos sus miembros, en cambio del senado murieron más de
la mitad – indicó Engon con tranquilidad.
»
Pero lo importante es que en este momento Neral es un peligro para la Federación ya que podríamos
decir que representa la parte maquiavélica del Imperio, usted mismo estuvo
cuando conspiraba para invadir Vulcano y lo conoce bien. Hiren puede que sea un
dirigente más moderado.
– Neral también parecía ser un
idealista y aperturista cuando asumió el poder e involucró a Spock en aquella conjura – recordó
Picard.
– Conozco los detalles – indicó
Engon con pesar –. Pero ahora poseemos un perfil más completo de la situación
que en el 2368 gracias a los informes que nos proporcionó el viceproconsul M’Ret, que usted conoció
cuando desertó para unirse a los reunificadores.
Entre ellos un perfil muy completo de Hiren y del resto de dirigentes.
» Nuestra misión no solo es
firmar un acuerdo de cooperación militar como el que ya firmamos, ahora queremos
ir más allá y dejar atrás más de 300 años de recelos mutuos. La presidenta Troi
quiere que esta alianza sea duradera, que se alargue en el tiempo y que incluso
signifique el fin de la Zona Neutral y de la enemistad de las dos potencias. Y
solo lo lograremos si Hiren toma el control del Imperio Romulano.
»
Y si para ello he de hacer que estallen estas conversaciones, que así sea.
– ¿Qué as se guarda en la
manga? – preguntó entonces Troi.
– Los Unificadores. Se están
haciendo más fuertes, cada día que pasa más. Ese será el peso que decante la
balanza.
– ¿Spock vive? – preguntó
Picard.
– Así es. La invasión lo
atrapó en la colonia Belak, pero logró escapar y reunirse con un grupo de
supervivientes. Y a través de un oficial que iba a bordo de las naves romulanas
que pararon por la base Laredo nos envió un mensaje. Le devolvimos la propuesta
de Troi a través de un mensajero de confianza, pero no hemos obtenido la
respuesta como esperamos. Sospechamos que está involucrado en estas
conversaciones, pero no estamos seguros.
– ¿No lo saben?
– Recibimos un mensaje críptico. Solo
una frase: diplomacia de cowboy.
– ¿Por qué no me había dicho esto
antes? – preguntó Picard severo, intentando mantener la compostura ante aquella
revelación tan tardía.
– Troi le quiere sentado en el Consejo de la Federación. Para ello
debemos traerle de vuelta a casa – continuó Engon sin responder a la pregunta
de Picard.
El capitán del Enterprise conocía la fama de maquiavélico de Engon durante las
negociaciones. Imaginó que para el embajador ktariano su propia participación había formado parte de sus
movimientos para valorar la situación.
– ¿Y el Tal’Shiar? –
prosiguió Picard tras el tenso silencio.
– Ese es el gran misterio,
capitán. Koval es un hombre turbio y nadie sabe que va a hacer. Su nombramiento
para el Comité Continuo está rodeado de una extraña trama que no ha quedado del
todo aclarada. Y más aún es su comportamiento al frente del Tal’Shiar desde la
invasión. Su situación ya era delicada al estar afectada por el síndrome de Tuvan que le acortará la
vida y tras no haber previsto el ataque su posición política está debilitada, por
otro aún controla un número importante de naves de combate y recursos muy
valiosos y escasos en este momento. Si los unificadores representan la
posibilidad de moderación, el Tal’Shiar aún no sabemos que puede hacer. Y eso
es preocupante.
USS
Defiant
La
pequeña nave estelar desactivó su sistema de ocultación justo antes de penetrar
en el cinturón de asteroides tras regresar de escoltar el convoy de civiles que
habían sido trasladados desde la base Laredo. Sisko había pedido acompañarlas
hasta la colonia Nevada, como se había llamado el nuevo asentamiento, para
poder estar aquel tiempo con su esposa Kasidy,
cuya nave transportaba para de las viviendas. El lugar escogido para ubicarlos
era un desolado planeta de la frontera de la Federación, que había sido estudiado para instalar una colonia un
siglo y medio atrás, pero que había sido descartada al tener un clima muy
riguroso, pero en aquel momento era un lugar discreto y aunque el clima era
frío, la ubicación de la colonia sería provisional.
Ahora
estaban de regreso en la antigua base de la Sección 31, llamada Rocket, donde las
naves del Grupo Laredo ya habían acabado de trasladarse. De manera que en aquel
momento había media docena estaban situadas en sus cercanías, mientras que el
interior de las instalaciones estaba siendo acondicionado como centro de
control para las operaciones de la resistencia. La mayoría de las naves iban a
estar siempre en el exterior, no solo por motivos de seguridad por si la base
era atacada, sino porque el interior de la cavidad solo podía albergar un
limitado número de naves y como contaban con un equipo de mantenimiento
consistente en workbees y replicadores industriales, esta se utilizaría para las reparaciones de bajo nivel que
podían necesitarse.
– Capitán, recibimos una
comunicación. El almirante Ross
desea verle inmediatamente – informó Dax cuando los motores de la Defiant se detuvieron y esta quedó
detenida entre los asteroides.
Sisko se materializó en la sala de
transportes situada junto al puesto de mando. Ahora este estaba ocupado por una
gran cantidad de equipo que aún no había sido desembalado y que permanecía
arrinconado en cualquier parte, mientras oficiales y tripulantes iban de un
lado a otro de los pasillos arreglando e instalando el equipamiento recién
llegado. Un subalterno coridan
se acercó y tras saludarle, le indicó que le siguiera.
– El almirante estará aquí
enseguida, señor – dijo llevándole hasta el despacho de este.
La
estancia estaba situada junto al centro de operaciones, y como el resto de la
base estaba igual de revuelta con cajas de equipo y objetos personales
acumulados. Mientras esperaba Sisko observó las cuatro naves que permanecían en
su interior de la cueva y que podía ver a través de un gran ventanal, tres de
ellas eran las Nova que la Sección 31 había modificado con armamento prohibido.
Alrededor de estas podía ver numerosos módulosde trabajo Sphinx desmontando los emisores de los generadores ablativos procedentes del futuro. La cuarta era una
nave de exploración de la clase Intrepid, la USS Tempus Fugit según pudo leer en su casco, cuyas puertas del
hangar y las bodegas de carga estaba abiertas y recibiendo la tecnología recién
desinstalada.
En
ese momento entró Ross.
– ¡Ah Benjamin! ¿Cómo fue el
viaje? – Ross preguntó animado.
– Muy bien almirante. Los
civiles ya están instalados en Nevada. La tripulación de la Lagrange está acostumbrada a la colonización planetaria. No surgieron
problemas.
– Me alegro. Siempre
intentaremos mantener dos o tres naves estelares en el planeta para proteger a
la colonia, con suficientes transportes para que puedan ser evacuados con
rapidez – indicó Ross sentándose e indicando a Sisko que también tomara asiento
–. Ahora tengo nuevas órdenes para usted.
– ¿Qué es lo que necesita de
la Defiant?
– Las órdenes no son para su
nave, sino para usted. Tiene que trasladarse a la Base Lirpa para ponerse bajo
las órdenes directas de la almirante Nechayev.
Sisko se quedó sorprendido ante la
noticia.
– Usted es uno de los
oficiales con mayor experiencia en la coordinación de fuerzas combinadas que
tenemos – le explicó Ross con tono conciliador, sabía que Sisko era un oficial
de acción y le conocía bien como para saber que un buen argumento podría
desarmar cualquier objeción que planteara –. Ya estamos organizados y tras reconstruir
la estructura de la Flota es el momento para preparar una estrategia y liberar
a nuestros planetas del yugo del Imperio.
Y esto no lo podemos hacer solos.
– Lo comprendo.
» También sospecho que en este
momento el Alto Mando quiere tenerte cerca Benjamin – prosiguió en un tono más
personal.
– Los Profetas… – adivinó Sisko.
– Así es – admitió Ross –. En este,
el peor momento de la historia de la Federación, con sus planetas ocupados y la
Flota diezmada, hemos dejamos el devenir de esta guerra en manos unas criaturas
que no comprendemos del todo. El Cielo sabe que después de lo que hicieron con
aquella flota del jem’hadar les
estoy eternamente agradecido. Pero esta vez el Imperio Galáctico no está dentro
del agujero de gusano de Bajor
dirigiéndose al cuadrante Alfa.
– ¿Y la Defiant? – preguntó Sisko para cambiar de tema.
– Curiosamente en este
momento tenemos más oficiales que naves. Había pensado en el comandante Martin Madden tomara el
mando. Es un buen oficial y tiene mucha experiencia en combate, sirvió como
primer oficial a bordo de la Talos.
– Conozco a Madden. Hará un
buen trabajo con la Defiant –
contestó con tristeza. Durante la guerra contra el Dominion había ocurrido lo mismo y recordó aquellos días lejos de
la acción, sentado en un despacho planeando y luego leyendo los informes de lo
que otros hacían. No le gustaba nada, pero en tiempos difíciles todos tenían
que hacer cosas que no le agradaban.
– Le voy a prometer una cosa
– dijo Ross viéndole afligido –. Cuando regresemos a Bajor usted estará a bordo de la Defiant.
– Gracias, almirante –
replicó Sisko disimulando el ánimo. Era un oficial y sabía lo que significaba
la obediencia. Le habían dado una orden y por mucho que le desagradara: dejar a
sus compañeros y alejarse de la acción, no podía hacer nada, tan solo cumplirla
lo mejor que supiera. Ya lo había tenido que hacer antes, ahora volvería a
hacerlo.
» ¿Puedo hacerle una pregunta? –
continuó cambiando de tema.
– Claro.
– ¿Qué haremos con esas tres
naves? – preguntó señalando al interior de la cueva del asteroide.
– Como le he dicho tenemos
más tripulantes que naves – recordó Ross –. Se decidió desmantelar todo el
equipo del futuro y utilizarlas para luchar contra el Imperio. Pero alguien se
me adelantó. El almirante Genda del Departamento de Investigación Temporal, evacuó la Tierra antes de su ocupación junto al almirante Paris, ya está desmantelando
el equipo del futuro para dejarlas listas para el servicio.
»
El almirante Genda tiene previsto partir hacia la Base Lirpa dentro de cinco
días. Se trasladará con ellos a bordo de la Tempus
Fugit.
» La capitana Shelby se hará cargo de la
primera de las naves, la hemos bautizado Aurora,
como la nave insignia que lideró los desembarcos de Normandía. Las otras dos
naves se llamarán Guernica e Hiroshima, dos ciudades destruidas en
sendas guerras. Un recordatorio para que eso no vuelva a ocurrir.
» Quisiera decirle una cosa
antes de que se marche Benjamin – dijo entonces cambiando su tono de voz más
serio –. En una ocasión colaboré con Sloan
y la Sección 31, en ese momento creí que era lo que tenía que hacer para
proteger a la Federación. Jamás les hubiera ayudado si hubiera sabido que eran
los causantes de un genocidio. Juré defender nuestras leyes y nunca he
infringido mi palabra. Ahora me arrepiento de lo que hice e informé al grupo
que ha creado la presidenta Troi de todos los datos que tenía sobre la Sección
31. Solo quería decírselo.
– Almirante – replicó Sisko
dejando el despacho de Ross.
Depresión
Bassen
Las
negociaciones se reanudaron por la tarde y lo primero que captó la consejera
Troi era la tensa relación que había entre los miembros del Senado y del Comité Continuo, mucho más acentuadas que antes. Intentó centrarse
en Koval y capar algo del líder del Tal’Shiar, pero este era una pantalla
en blanco, seguramente estaba entrenado para evitar los sondeos mentales, por
lo que no pudo averiguar nada. Lo único que consiguió fue que este la mirara
durante un instante, para ignorarla el resto de la sesión.
Se habló de las cuestiones
más prácticas que no habían terminado de acordarse en la reunión de la mañana. Lo
primero que se trató fue la delegación que representaría al Imperio en el
Cuartel General de la resistencia que estaría encabezada por el senador Letant y el almirante Mendak, asesorados por un centenar de
oficiales de la Armada y del Tal’Shiar. Las exigencias para aceptar el envío de
los oficiales de la Flota en el cuartel de la resistencia romulana se saldaron
con un número más reducido de oficiales y técnicos, y con la supervisión de sus
comunicaciones. Luego se habló de los protocolos sobre el intercambio de
información entre las potencias a través del Tal’Shiar. Con su habitual
estoicismo, Koval se limitó a
mencionar que lo ideal era seguir los procedimientos aplicados durante la lucha contra el Dominion y asignar un
oficial de la inteligencia en cada uno de los cuarteles generales, como si todo
aquello no fuera con él. Se siguió con los planes estratégicos que se estaban
desarrollando para los siguientes meses, en los que se quería incorporar las
fuerzas romulanas y en las que estos aceptaron, aunque recordando que Letant
tendría que ser informado de los detalles una vez llegara al cuartel general de
la resistencia de la Federación. El último punto que se trató fue la relación
que habría con la Alianza Rebelde,
aceptándola como la legítima resistencia a las fuerzas imperiales y como embrión del futuro gobierno republicano en su galaxia. Aunque puntualizaron que se
hacía de manera provisional, hasta la llegada de una delegación diplomática
formal por parte de esta.
A medida que la reunión fue
transcurriendo la tensión entre Hiren
y Neral y el resto de representantes
fue relajándose, pareciendo que coincidían en la mayoría de los acuerdos. Se
concluyó que al día siguiente se acabaría por confirmar las cláusulas
posteriores a la derrota del Imperio que había indicado la Federación y se firmaría el tratado.
Cuando todos estaban ya levantados y
saliendo de la sala, Koval se acercó a Picard y le indicó que se apartara del resto
para hablar en privado.
– Quiero tener acceso a su
Fuente Pi.
Picard
se le quedó mirando e intentó poner la mejor cara de póker que pudo, alegrándose que en los últimos años se hubiera
unido a las partidas celebradas por Riker a bordo de la nave.
– No sé qué quiere decir –
se limitó a decir.
– Será mejor que hablar a
bordo de mi nave – indicó Koval que se limitó a esgrimir una leve sonrisa. Lo
que fue extraño ver sonreír al impertérrito responsable del Tal’Shiar, quien
según los informes de inteligencia era un reaccionario que no dudaría en
plantar la bandera romulana en las ruinas de la Federación –. El Devoras,
una hora. Solo.
Daniels había insistido, al igual que
Beverly, en que no fuera sin un dispositivo de seguimiento. Al final Data había
sugerido un nuevo aparato de transportación individual experimental. Y con él
se había materializado a bordo del Devoras.
Al
completar la materialización se encontró con una mujer conocida que le sonreía
satisfecha. La primera vez que la había visto había sido en el despacho de su
anterior nave, luciendo un traje vulcano, con alto tocado de la embajadora T’Pel. Ahora la volvía a
contemplar con el mismo uniforme romulano que llevaba al verla por última vez,
en el puente de mando de aquella misma nave.
– Bienvenido a bordo del Devoras, capitán Picard – le saludó con
cortesía.
– Subcomandante Selok – saludó el capitán de la Flota con seriedad.
Selok cuando creían que era T’Pel les había engañado a todos, incluyendo a él
mismo y el resentimiento de haber sido burlados, Picard aún lo sentía. Pero no
estalla allí para dar rienda suelta a sus resentimientos.
– Ahora soy comandante, en realidad
– le corrigió esta con complacencia la que durante años había sido un agente
romulana haciéndose pasar por una embajadora de la Federación.
Le hizo un ademán para que la siguiera
y le acompañó hasta una sala cercana que apenas tenía
decoración, salvo un gran pájaro, símbolo del Imperio, que dominaba una mesa de
conferencias rectangular situada en el centro. Allí no había nadie más, lo que
no le gustó a Picard.
No
tardó en abrirse una puerta lateral, por la que entró Koval, pétreo como
siempre, con su pose erguida y con las manos a la espalda.
– Gracias por venir, capitán
– dijo secamente y le indicó que tomara asiento, cosa que él mismo hizo –. Lo
que le he dicho sobre la Fuente Pi es cierto, quiero que uno de mis hombres
formen parte del grupo de análisis. Y eso no es negociable.
Picard ya había estudiado que
alternativas tenía. Era ridículo mentir a Koval sobre la existencia de Lepira,
si este conocía su nombre en clave, sabía perfectamente quien era y que
información podía aportar.
– La fiabilidad de la Fuente
Pi está aún por confirmar – respondió este.
– Pero si no es una estratagema del ubictorado, resultará una fuente de
incalculable valor de la que Romulus
no puede estar al margen.
– ¿Cómo supo de la existencia de
Fuente Pi?
– Su Sección 31 no ha sido desmantelada complemente, capitán – respondió
impertérrito.
– ¿Por qué no lo mencionó en la
reunión?
– ¿En ese nido de serpientes de Aldebaran? – replicó
Koval y volvió a formar una leve sonrisa en su rostro. Picard se fijó que
parecía que alzaba levemente la ceja, lo que resultaba perturbador –. No me fío
de ninguno de los que estaban sentados en esa mesa.
»
Sabemos que Shinzon tiene un agente en
lo más alto del gobierno de Romulus – anunció sin poder ocultar su desprecio al
pronunciar el nombre de aquel líder remano.
Su mirada se clavó en él durante un instante, como si supiera algo que Picard
desconociera.
» Logramos
capturar a uno de sus subalternos de confianza en Romii, que no pudo resistir nuestras sondas sinápticas y finalmente
confesó que había un traidor en el senado. Desgraciadamente no conocía su
identidad y como en el Comité Continuo también está formado por senadores, no
sabemos quién puede ser. Por eso el Tal’Shiar se ha unido a los únicos que no
pueden estar afectados por esa infiltración enemiga.
Dicho lo cual volvió a
abrirse la puerta y apreció el embajador Spock, acompañado por el viceprocónsul M’Ret. En ese momento dedujo quien había sido aquel mensajero de confianza
de Troi que había mencionado Engon.
– Capitán, es un placer
volverle a ver – le saludó Spock alzando la mano con el saludo tradicional
vulcano, que llevaba una túnica negra con antiguos símbolos vulcanos bordados
en blanco.
– Larga y próspera vida,
embajador – devolvió este el saludo.
– Me alegré al saber que
había sobrevivido al ataque, capitán – le saludó M’Ret.
– A mí también me alegra
saber que están ambos a salvo – replicó cortes Picard.
– Ya habrá otro momento para los
saludos – le interrumpió Koval cortante –. Los remanos tienen un agente
infiltrado en el más alto nivel del Comité Continuo o el Senado y hemos de
descubrirlo.
– ¿Cómo podremos
identificarle?
– Aun no estamos seguros de
quien puede ser – respondió M’Ret –. Hemos descartado a la mayoría y ahora tenemos
dos posibles opciones: Neral o la senadora Tal’Aura.
– Si uno de esas dos
personas es un traidor esta conferencia está en peligro – indicó Picard con
cierto tono de ansiedad en su voz.
– Ya contamos con ello –
respondió Spock –. De las cinco naves aquí reunidas hay tres que están de
nuestro lado: el Devoras, el Goraxus y el Rhliailu tienen
oficialidades leales al Tal’Shiar. Creemos que Donatra del Valdore, donde viaja el pretor Hiren
y el resto del Senado también es leal a Romulus. En cambio el comandante del Soterus,
done está de Neral y Tal’Aura... y el resto del Comité Contiguo, es un
reaccionario cuya fiabilidad es algo dudosa.
– El plan es atraer al
traidor hacia su propia trampa – indicó M’Ret –. Junto a nosotros también hay
otra nave: el Preator, equipada con
un sistema de ocultación interfásico que es virtualmente indetectable.
– ¿Cuál es su plan? –
preguntó Picard.
– Mañana, durante la última
reunión.... – empezó a explicar Spock.
Una
hora después Picard estaba en la sala del transportador con el antiguo oficial
de la Flota.
– Embajador Spock, creo que
recibió un mensaje de la presidenta Troi – le dijo este ya en la plataforma de
desmaterialización. El vulcano asintió –. La Federación le necesita por su
experiencia y su liderazgo. Si tenemos éxito ya no será necesario que
permanezca junto a los unificadores. Pero su gente si le necesita en estos
momentos tan sombríos. Usted pertenece a una familia de grandes líderes para su
pueblo: T’Pau, su padre Sarek y usted mismo. Todos están ligados a la historia de la
Federación incluso antes de su creación. Su pueblo ahora necesita su
experiencia, capitán.
– Muy bien Jean-Luc Picard –
le respondió Spock con la misma solemnidad que le hablaría a su padre Sarek, ya
que una vez sus dos mentes se había fusionado, compartiendo recuerdos y
sentimientos. De alguna manera Jean-Luc le conocía tan bien como Sarek y aquel
respeto se extendía ahora al del capitán de la Enterprise –. Cuando hayamos concluido lo que ahora nos atañe, me
uniré al Consejo en nombre del
pueblo vulcano.
– Gracias embajador –
replicó el capitán humano que se colocó para ser transportado. En ese momento
la nave encendió las luces rojas y empezó a sonar la señal de zafarrancho de
combate.
– ¡Nos atacan! – anunció
Spock –. ¡Acompáñeme al puente!
Los
dos capitanes de la Flota salieron al pasillo, donde los romulanos corrían
hacia sus puestos de combate. Al entrar en el puente pudieron ver que ya habían
llegado Koval, el vice-procunsul M’Ret y la comandante Selok.
– Son dos naves remanas –
informó uno técnico –. Están disparando ocultas concentrando su fuego sobre el Valdore, el Soterus y la Enterprise.
– Ha de devolver el fuego
inmediatamente – indicó Picard.
– ¿Contra quién? – le
preguntó Selok –. Son invisibles.
– El Valdore está seriamente dañada – informó el oficial táctico.
– Timonel, haga maniobras
evasivas e intente colocarse encima de la nave que está atacando al Valdore – ordenó Selok.
En
pantalla el resto de naves empezaban a realizar maniobras de erráticas para
desviar los ataques, pero los remanos parecían estar en todas partes,
disparando sin descanso sus disruptores y torpedos.
Shinzon de Remus estaba sentado en el
puente observando como las naves romulanas y la Enterprise viraban erráticas y aleatoriamente mientras disparaban a
ciegas, trazando trayectorias por el oscuro y vacío espacio con sus torpedos y
phasers. Mientras que su nave y la Revenge
saltaban invisibles de un lugar a otro disparando quirúrgicamente contra sus
enemigos. Los primeros daños se habían neutralizado sus sistemas de propulsión
disparando contra las barquillas de curvatura, así no podrían escapar.
– El Soterus ya está listo
para recibir su justo merecido. Así la traidora la traidora será la primera en
morir en una digna justicia poética – indicó Shinzon con una gran sonrisa. Ella
le había indicado el lugar de la cita y una información mucho más útil que ella
ignoraba: la presencia de Jean-Luc Picard.
El antiguo esclavo de las minas de dilithio no cabía en sí de alegría,
aquel era su gran momento, el gran momento de los remanos: el final del Imperio
Romulano y la captura de Jean-Luc Picard. Iba a acabar con el gobierno que
había oprimido a su gente para siempre y al mismo tiempo capturaría lo único
que podía alargarle la vida. Cuando todo acabara ya no tendría que buscar al
capitán de la Enterprise. Este había
venido a él.
– Preparen el emisor thalaron
– ordenó Shinzon.
– Eso nos hará vulnerables –
le indicó su virrey Vkruk, pensando
que debían de debilitar aún más a sus antiguos opresores antes de utilizar un
arma que podría delatarles. Pero Shinzon no le hizo caso, contemplando ya en su
mente el final del Imperio Romulano.
– No tendrán tiempo de
reaccionar, además el Revenge los distraerá. Tú mientras ve en busca de Picard. Concentren el fuego
sobre la Enterprise, debiliten sus
escudos.
Vkruk asintió y salió del
puente. Shinzon tenía razón, tenían todas las de ganar aquella batalla, el
inicio del Gran Imperio Remano.
– ¿Podéis ver en la oscuridad? – se
reconoció el antiguo clon humano,
que había sido ideado para una operación clandestina del Tal’Shiar y que había sido desechado y enviado a las minas de dilithio de Remus para que pereciera. Pero había sobrevivido y alistado en las
legiones remanas enviadas como carne de cañón contra el jem’hadar. Pero había sobrevivido y se había convertido en un líder
entre los suyos e iba a cumplir su promesa de llevarles a la libertad y para
ello iba a aniquilar al Senado Romulano.
USS
Enterprise-E
– Maniobra defensiva patrón Kirk Epsilon – ordenó Riker. La Enterprise viró sobre sí misma,
disparando sus phasers dorsales e
inferiores, aun así no logró evitar un siguiente disparo, cuyo impacto hizo
sacudirse el puente de la nave estelar.
Al
inicio del combate Riker había ordenado aproximarse al Devoras y así proteger al capitán Picard. Pero la batalla era
caótica y las maniobras evasivas y los intentos de localizar las dos pájaros de
guerra ocultos que disparaban con precisión desde su invisible impunidad y apenas
habían recibido impactos. Igualmente estas no desfallecían y extrapolando las
posiciones de los últimos disparos, lanzaban todo su arsenal sobre la
trayectoria que podía seguir la nave oculta. Algunas veces acertaban y podía
ver el casco remano apareciendo unos segundos entre la depresión Bassen, pero la
mayoría los phasers y torpedos se perdían en la inmensidad verdosa del espacio.
Desde
su posición podía ver como el Soterus estaba a la deriva, con su
reactor principal fuera de combate tras recibir un gran castigo, el Valdore
parecía que aun aguantaba, pero había perdido parte de sus escudos. El Goraxus y el Rhliailu habían tratado
de cubrir a las naves donde estaban los senadores y habían recibido un fuerte
castigo. Mientras que la parrilla de energía del Devoras fluctuaba debilitada por los
impactos. Por su parte la Enterprise había
agotado dos terceras partes de sus torpedos en sus intentos por alcanzar las
naves remanas.
– ¿Data, ha podido
identificar un patrón en el ataque? – preguntó a su oficial de operaciones, que
se había sentado en la silla del primer oficial y con su privilegiado cerebro positrónico de androide de la serie Soong había estado analizando las maniobras de sus
escurridizos adversario.
Pero este no logró responder a
Riker, de repente frente a la pantalla apareció el silueteado casco de la nave enemiga, que abrió fuego a corta distancia contra la Enterprise. Aunque el teniente Branson maniobró para esquivar los disparos, estos alcanzaron directamente
la parte superior del plato. La explosión arrancó el mamparo frontal del
puente, absorbiendo el espacio la pantalla principal y la consola de pilotaje y
al mismo piloto antes que el campo de fuerza lograba alzarse para tapar la
agujero provocada en el casco.
Las chipas volaban a su alrededor iluminándolo
por un instante, mientras todos los ocupantes del puente intentaron agarrarse a
algún objeto anclado, consolas o las columnas de soporte de la estructura de la
estancia. Durante aquellos instantes la falta de presión les hacía pitar los
oídos y los pulmones volvían a llenarse de aire. Poco a poco volvían a
recuperarse.
– Control de daños – pidió Riker su
informe mientras se levantaba apoyándose en la silla del capitán.
– Escudos recuperados al 30%,
compensando pérdida – informó Geordi –. Daños en el casco en la cubierta 1 y 3,
campos de fuerza estables. Pérdida de potencia en la carena secundaria en un
27%...
– Detectamos intrusos a bordo, señor
– indicó en ese momento Daniels –.
En las cubiertas 5, 9 y 12. Grupos de por lo menos veinte bandidos.
Riker tuvo el instinto de dejar el
puente y ponerse al frente de los equipos de combate y repeler el asalto. Pero
en aquel momento era el responsable de la nave y de toda la tripulación. Deseando que hubiera estado a bordo su buen amigo Worf, que con sus instintos
guerreros en aquel momento hubiera sido una gran ayuda.
– Activen protocolos
anti-abordaje – ordenó Riker, iniciando el procedimientos diseñados para
repeler una incursión, como la que podían realizar el borg, aislando los grupos
que se habían infiltrado y reducirlos poco a poco –. Daniels, Data lideren los
equipos. Geordi al timón, Deanna coordina la evacuación de las zonas
amenazadas.
»
Teniente Kelly ocupe tácticas – indicó finalmente Riker,
mientras el segundo de seguridad ocupaba la posición que Daniels acababa de
dejar bacía al salir del puente con Data. Todos
asintieron. Geordi se sentó en la consola de operaciones y redirigió los
controles de navegación. Su primer puesto a bordo de la Enterprise-D había sido precisamente aquel, pilotando la nave, al
sentarse esperó que no fuera su última posición a bordo. Mientras Deanna se
centraba en localizar la tripulación de las zonas amenazadas.
Riker
se centró en la batalla que continuaba librándose en el exterior.
IRW Preator
– Esas naves tienen un
camuflaje perfecto – exclamó la sub-comandante T’Rul contemplando la consola científica, desde donde había estado
analizando las emisiones taquiónicas
y residuales de antiprotones para
localizar las naves remanas, sin ningún resultado.
» Es imposible detectarlas – anunció
frustrada.
– Hemos de desocultarnos y defender
a los nuestros – insistió el doctor Mirok con tensión en su voz. Era el responsable del desarrollo del proyecto
de ocultación de interfase con el
que estaba equipado el Preator. Bochra
no le prestó mucha atención. Era un científico brillante, aunque también era
verdad que llevaba tantos años desarrollando aquel sistema para la armada que
al final había logrado que funcionara más por eliminación de problemas y
errores que por sus aciertos. Estaba a bordo cuando el Imperio había invadido
sus planetas y como el generador aún era experimental, así que Bochra pensó que
su presencia podía ver necesaria en caso de emergencia. Sobre todo porque
conocía los accidentes que habían sufrido las naves equipadas con aquella
tecnología: la USS Pegasus y la misma nave científica de Mirok.
El comandante de la nave tenía la
vista clavada en la pantalla de despliegue táctico observando la batalla. Había
recibido órdenes de permanecer observando la conferencia e intervenir una vez
se hubiera desenmascarado al traidor en el Senado
o el Comité Continuo. Pero sin
previo aviso habían aparecido los remanos y habían iniciado un ataque sobre las
diferentes delegaciones diplomáticas. Aunque sus instintos le decían que
actuara, el entrenamiento de infiltración les dominó para permitir estudiar la
situación. Se encontraba fuera de la batalla y eso le permitía estudiar esta con
una perspectiva que ninguno de los implicados en esta tenía. En su pantalla el
símbolo verde del Imperio seguía las maniobras evasivas de las naves romulanas.
Con el azul estaba marcada la Enterprise.
Y con el rojo aparecía la presencia de las dos remanas, pero solo los puntos
detectados cuando estas abrían fuego, despareciendo al instante para volver
aparecer en otro punto, donde volvían a disparar impunemente. Al principio los
daños se habían centrado en los sistemas de propulsión de las naves que
albergaban a los representantes de las dos potencias, en un claro intento de
impedir que pudieran huir. Ahora se centraba en debilitar sus defensas para ir
destruyéndolas una a una.
– Análisis táctico T’Rul – ordenó
Bochra sin apartar la vista del desarrollo de la batalla.
– Es un sistema muy sofisticado –
explicó la quien, además de ser la primera oficial, era experta en ese tipo de
tecnología –. Estuvimos estudiando el desarrollo de generadores para
proporcionar el manto de invisibilidad por zonas, pero se descartaron al tener
que trabajar en la misma exacta frecuencia subpacial. También permite
desactivar uno de los cuadrantes unos nanosegundos para disparar, señor.
– ¿Solo dañando uno de los
generadores entonces podríamos detectarles? – analizó Bochra.
– Teóricamente sí, señor.
La lucha de varias naves utilizando
el sistema de ocultación era un arte muy refinado, que no podría hacerse sin
mucha práctica y disciplina para impedir que chocaran o se dispararan entre sí
accidentalmente. Eso implicaba que una de ellas tenía que estar supeditada a la
otra, disparando en una cadencia específica y coordinación perfecta. Y por
tanto generaba un patrón, que era detectable y sobre todo predecible.
– ¡Por todos los Primeros Colonos,
el Goraxus
ha sido destruido! – exclamó el joven centurión D’Tal, situado en el puesto del timón.
– Más de mil valerosos romulanos
muerto – dijo Mirok y se giró hacia Bochra –. Comandante le exijo unirnos a la
lucha, ahora mismo.
– Haga algo útil y lárguese de mi
puente – le replicó Bochra, que hizo un además a uno de los guardias que había
junto a la puerta, que se acercó a Mirok y le cogió que brazo llevándoselo.
» T’Rul muéstreme los puntos donde
se han detectado las naves remanas – ordenó Bochra y segundos después en la
pantalla principal del puente aparecieron los diferentes puntos en rojo. El
resultado mostraba una especie de esfera irregular que se dibujaba y definía el
campo de batalla –. Diferencie las posiciones de disparo del interior de ese
perímetro.
En la pantalla los puntos que
apariencia más erráticos se tintaron de amarillo, dejando los otros rojos.
– Ahora muestre los disparos
cronológicamente.
Ante sus ojos pudieron ver como
estos se iban solapando uno tras otro, de manera que cada nave estaba siempre
actuando en cuadrantes diferentes para no estorbarse.
– La pauta más predecible es la de
la nave situada en el exterior del perímetro, se mueve para estar en una zona
concreta en cada momento – indicó T’Rul tras analizar los datos unos instantes
–. Tiene incluso una cadencia de tiempo entre disparos.
– ¿Puede localizar donde estará
aproximadamente en su próxima tanda de disparos? – preguntó Bochra.
– Por supuesto comandante – replicó
esta con una amplia sonrisa de satisfacción, girándose hacia la consola
científica e introduciendo el modelo de movimientos que habían detectado.
– Carguen todos los disruptores a máxima potencia y torpedos de plasma, máxima dispersión
sobre la zona de blanco asignada – ordenó Bochra sentándose en la silla de
mando –. Posiciones de batalla.
» Cinturón D’Tal, colóquenos en las
coordenadas que ha calculado la sub-comandante.
– Sí, señor – respondió este con
resolución.
IRW Rhliailu
Para Mendak los remanos
habían estado allí desde el inicio del imperio. Para él era los criados que
tenía de pequeño en su casa de Romulus, o los guardaespaldas que le habían
acompañado en su carrera militar desde que se alistara a finales del siglo
XXIII. Y si era sincero nunca les había prestado atención. Durante la guerra contra el Dominion sus unidades
iban en vanguardia, como era la costumbre, como había sucedido en otros conflictos
como la que había librado su abuelo contra la Tierra. Cuando meses atrás sus enemigos empezaron a atacar sus puestos
avanzados e invadir sus planetas no tardaron en darse cuenta que habían sido
traicionados por los que hasta entonces habían sido sus sirvientes. Los
informes de los supervivientes indicaban que en algunos lugares habían
desaparecido justo antes del ataque, mientras que en otros sabotearon sus
escudos o informaron de sus defensas. No en pocos se habían involucrado en el
sangriento asalto de los stromtroopers. Desde entonces la
venganza de los antiguos esclavos sobre el pueblo romulano había sido terrible.
Pero no sería nada comparada con lo que les sucedería una vez el Imperio Galáctico fuera derrotado.
– Detectamos un Interceptor clase Preator desocultándose – informó su
segundo –. Abre fuego… ¡Está alcanzando a una de las naves remanas!
– Han inutilizado parte de su
sistema de ocultación – indicó el oficial táctico.
– ¡Viren rápido! – ordenó Medak, al
observar que no estaban lejos de la posición donde ahora detectaban a su
adversario –. ¡Concentren el fuego sobre ese objetivo!
El pájaro de guerra de la clase D’Deridex giró sobre sí mismo y acelerando sus motores se dirigió hacia el Revenge concentrando el fuego de sus disruptores. Estos, por un defecto en
sus acoplamientos, generaban un calentamiento en la cámara disruptora que maximizaba
el efecto energético de sus disparos. Para evitar sobrecalentamiento era
necesario que la cámara se mantuviera con temperaturas muy bajas, en aquel
momento en que luchaban por su supervivencia y la del Imperio, por lo que nadie
prestó atención a los índices de temperatura del disruptor principal.
Con la nave remana parcialmente
visible, el Rhliailu lanzaba sus descargas contra su costado mientras el Preator disparaba con la máxima cadencia
sus torpedos de plasma, diseñados un
siglo antes para derretir el fuerte blindaje de los puestos avanzados de la
Flota Estelar en la Zona Neutral. La
gran nave remana intentaba zafarse de sus perseguidores virando y cambiando de
rumbo, pero estos habían convergido sobre ella y no iban a dejar a su presa con
facilidad. Sin su manto de invisibilidad perfecto, lo escudos dobles del Revenge terminaron por colapsarse y
permitiendo que las armas romulanas penetraran en el interior del casco y
generando una explosión interna.
– ¡Sí! – exclamó con satisfacción
Medak cuando el casco partido en dos de la nave remana se deslizaba por el
espacio sin energía y envuelta en una bola de fuego
» No cesen el fuego, quiero
destruirla completamente.
– ¡Almirante hemos de dejar de
disparar…! – estaba informando su segundo de abordo, cuando el puente se
estremeció con un gran explosión.
IRW Devoras
De
golpe un haz de luz espantosa verde brillante iluminó el firmamento,
atravesando la posición donde se encontraba el Soterus. Por unos
instantes vieron la enorme Scimitar con sus múltiples alas
desplegadas, iluminada por su propio rayo verde esmeralda, como un espectro
surgido de las fauces del infierno, para desaparecer de nuevo entre la neblina
de la Depresión Bassen.
– ¡Eso es imposible, no
estaba operativo! – exclamó Koval,
visiblemente alterado, con la mirada clavada en la pantalla, donde los restos
del Soterus flotaban a la deriva, sin
ningún otro daño aparente en el casco, pero de alguna manera podía notarse que
en aquel momento era una nave muerta, varada en el espacio frío y silencioso.
– ¿Qué ha sido eso? –
preguntó Picard.
– Un arma de radicación thalaton – respondió Koval aturdido. Era la primera vez
que el romulano mostraba nerviosismo.
– ¿Thalaron? – exclamó
Picard sorprendido –. ¡Están locos! ¿Cómo han sido capaces de construir
semejante arma?
Hasta aquel momento solamente teórica,
aquella arma usaba un radiación de banda EM terciara que era capaz de consumir la materia orgánica a nivel subatómico. Concentrada en un pulso biogénico podía arrasar un
planeta entero en unos pocos segundos, al contrario que las armas biológicas metagénicas,
que conocía bien, y que aunque eran capaces de destruir un ecosistema
planetario, aun tardaban días, de manera que aún se podía intentar una evacuación.
– Era nuestra última línea
de defensa por si perdían su maldita guerra contra el Dominion o éramos sobrepasados por el Colectivo Borg – se justificó Koval –. No debería quejarse, capitán,
ustedes tienen tres naves equipadas con armamento del futuro.
– Venga aquí, por favor,
capitán – le indicó Spock a Picard apartándole de la discusión con Koval, y se
dirigieron hacia una de las consolas científicas del puente romulano –. Hábleme
de las propiedades de esa radiación.
Scimitar
Shinzon golpeó el reposabrazos de su
silla. En la pantalla podía ver como su nave gemela era atacada sin piedad por los
romulanos. Un invitado inesperado se había unido a la lucha y había localizado
y sorprendido al Revenge.
Desgraciadamente en aquel el Scimitar momento no podía
intervenir: el pulso thalaron estaba
a punto de terminar su ciclo de carga y las alas en las últimas fases de
despliegue, teniendo encarado al Soterus. Si viraba podía generar un
fallo catastrófico en el generador y no tenía intención de morir bajo el arma
que le daría el control de la galaxia.
– Despliegue finalizado,
señor – informó el técnico remano.
– Fuego a mi marca – indicó Shinzon
teniendo que apartar de la mente el sacrificio de sus compañeros a bordo del Revenge, cuya muerte no tardaría en
ser pagada con la sangre y la vida de todos sus enemigos allí reunidos.
Con
las alas completamente desplegadas bajo el manto de invisibilidad el Scimitar
se colocó frente al pájaro de guerra romulano. Este tenía unas líneas aerodinámicas
elegantes, como si un gran pájaro tuviera las alas extendidas a punto de
emprender el vuelo, aunque a lo largo del casco podía verse los impactos que
habían dejado inutilizado sus reactores y que solo le permitían moverse con
lentitud.
– ¡Fuego!
La pantalla se iluminó con un fulgor
verde brillante que engulló al Soterus, en cuyo interior se encontraban los
miembros del Comité Continuo. Shinzon imaginó como la radiación atravesaba
escudos y el casco como si no existieran, resplandeciendo con miles de puntos,
como si fueran copos de nieve verdes, en el interior de las estancias y
pasillos. Todos mirarían a su alrededor sorprendidos y unos instantes después
empezarían a sentir como sus cuerpos se quemaban. Piel, músculos, órganos
internos y huesos, inundados por la radiación, se consumirían desde su
interior, con un dolor que se extendía por todas las células, convirtiéndose en
cenizas dentro de sus elegantes trajes de seda, para caer al suelo y
desparramarse.
– Viren para atacar a nuestro
invitado – ordenó Shinzon, capturando al
Preator en su pantalla táctica
para darle su merecido antes de recargar de nuevo el pulso thalaron –. Patrón
de ataque Shinzon Theta.
– Sí, pretor – indicó el timonel.
En la pantalla Shinzon pudo ver como
sobrepasaban la posición del Rhliailu, que había sufrido una
explosión interna en la estructura de la proa y estaba varado en el espacio,
mientras se aproximaba al interceptorromulano vertical, que tras dejar el cadáver del Vengeance empezaba a virar en busca de su presa. Pero esta era el
verdadero cazador en aquel momento tal y como estaba oculto bajo su manto
invisible se aproximó sin ser detectado al Preator.
El autoproclamado pretor fijó el blanco de sus cañones de pulso disruptor y desactivó durante unos
segundos su máscara de ocultación y disparó desde la popa sobre su alargado
casco. Inmediatamente después de disparar viró a babor, alejándose de la
trayectoria que le hubiera llevado el rumbo del primer ataque. Viró en un giró
cerrado y volvió a encaramarse contra el interceptor, disparando una ráfaga
sobre el costado. La reacción romulana fue rápida, pero solo logró un impacto
que fue absorbido por el sistema de escudos dobles. En cambio el Preator aquellos primeros impactos le desestabilizaron
sus escudos, que tras una tercera pasada y varios disparos directos de los
torpedos de plasma habían logrado penetrar en el casco, infringiéndole graves
daños en la estructura alar de babor.
Para entonces la Enterprise había acudido en su ayuda y
sembraba el espacio inútilmente con una lluvia de antimateria propagada desde las trincheras phaser.
Shinzon rio ante la desesperación de
la nave estelar al intentar encontrarse con un espectáculo pirotécnico que
fuera de interferir los sensores, era completamente inofensiva.
– El generador thalaron está listo,
señor – informó el técnico.
– No tengas prisa mi viejo
yo, ya te tocará el turno – replicó mirando la Enterprise como malgastaba sus torpedos quánticos disparando a
ciegas –. Timonel, ponga rumbo al Valdore.
Es hora de disolver el Senado.
USS
Enterprise-E
Riker
observó el Soterus flotando en el espacio. Las implicaciones de aquella
arma eran aterradoras: el poder de erradicar toda forma de vida en apenas unos
segundos, sin discriminar a sus víctimas, sin tiempo para permitir que huyeran,
lo más cercano a un genocidio en masa. Incluso si se enfrentaba al Dominion, al Imperio Galáctico o al Colectivo Borg, aún existía una posibilidad de luchas, de sobrevivir y de vencer.
Pero contra la radiación thalaron
nadie podía encontrarse a salvo. Era un arma aterradora que en manos de cualquiera,
y los remanos habían estado
demasiados años oprimidos y tenían demasiado resentimiento para augurar que la
posesión de aquel devastadora artefacto resultara nada ni remotamente positivo.
Además, en aquel momento eran aliados del Imperio
Galáctico, que con su Armada y
su Ejército habían ocupado los planetas de la Federación, klingons y romulanos y que precisamente no se
identificaban por ser magnánimos contra aquellos que se les enfrentaban o se
sublevan contra su presencia. ¿Qué
ocurriría cuando estos supieran la existencia de tal destructora arma? Estaba
convencido que también lo usarían sin dudarlo.
Tenía
el deber moral de acabar con aquella nave y su arma. La cual estaba atacando al
Preator, así que ordenó virar hacia
su posición y disparar antimateria propagada, que aunque inofensiva, aumentaba un 40% el espacio de exploración que tenían los
phasers. Si tenían suerte y un impacto detectaba al Scimitar, lanzarían todos los torpedos sobre la nave remana.
– Impactos directos sobre el Preator – informó Kelly desde la
posición táctica –, fluctúa su parrilla de energía.
– Fuego torpedos en
cuadrículas 124 a 195, máxima dispersión – ordenó Riker. La antimateria
propagada no alcanzó a la nave remana, aun así los fogonazos blancos de los torpedos quánticos surcaron el espacio
y se perdieron en las nubes verdes de la depresión Bassen. Ninguno impactó.
– El lanzatorpedos frontal
del plato se ha agotado – indicó Kelly controlando el nerviosismo en su voz.
– Transfieran los del lanzatorpedos
de popa – indicó Riker.
– No podemos señor, los grupos de
asalto remanos de la cubierta 12 han dañado los sistemas internos de
transferencia de proyectiles – indicó Kelly.
– ¿Cuántos torpedos tenemos
en el lanzador frontal de ingeniería?
– Seis, señor.
En aquella última batida había
utilizado su reserva en una búsqueda infructuosa. Tras vapulear al Preator, si Shinzon de Remus seguía la
misma táctica que hasta aquel momento, ahora se volvería contra otro objetivo:
y este solo podía ser la presa más tentadora de todas las que quedaban allí: el
Senado a bordo de la nave de Donatra. La cuestión era saber desde donde
descargaría su mortal pulso thalaron.
– Geordi, aproxímese al Valdore – ordenó Riker –. Kelly prepare
phasers y el resto de torpedos.
– Sí, señor.
– Recibimos una comunicación del Devoras – indicó Deanna después que la
nave no cesara en su empezó a disparar contra aquel objetivo escurridizo e
invisible. Riker hizo un ademán y el mensaje fue transmitido por los altavoces
del puente.
– A todas las naves, el Scimitar
se encuentra en la cuadrícula 4759.1 – dijo la voz familiar de Picard –. Está cargando de nuevo el generador thalaron, estará en posición de disparo en dos minutos.
Riker
observó la pequeña pantalla que tenía la silla del capitán y comprobó la
posición indica. Estaba muy cerca, pero no tenían potencia de fuego suficiente
para derribar las defensas de la nave remana. El Devoras se aproximaba, al igual que el Preator, pero con sus daños no estarían en posición de disparo
antes de que Shinzon pudiera disparar aquella maldita arma.
– Deanna, evacua las
secciones frontales del plato – ordenó Riker. Este se limitó a asentir tras
captar perfectamente cuales eran las intenciones del primer oficial.
» Geordi, asumo el control de la
nave – siguió Riker activando por segunda vez la columna de dirección manual, que se elevó frente a la arrancada
posición de navegación –. Necesito toda la potencia que tengamos.
– Sí, señor – replicó el ingeniero
jefe, que además desvió toda la potencia a los sistemas de amortiguación de
inercia, de soporte estructural, escudos y campos de fuerza. A Geordi se le
ocurrió una broma sobre la Segunda Maniobra Riker, pero a través del casco
abierto, donde se había encontrado la pantalla principal el verde perlado de la depresión Bassen, no le permitió decirla en voz alta. Según los cálculos
recibidos desde el Devoras, el Scimitar estaba delante suyo, pero no
podían ver nada mientras la Enterprise
aceleraba en rumbo de colisión.
– Evacuación completada – informó
Deanna sin poder ocultar la tensión en su voz. Se cogió con fuerza a la consola
que tenía en su posición, a la izquierda de la silla vacía del capitán.
– Alerta de colisión – ordenó Riker,
ya de pie frente a la columna de dirección manual y agarrando joystick de
control. Por toda la nave resonaron las alarmas y en los LCARS de las cubiertas
se anunció el inminente choque.
El Scimitar intentó virar a babor, pero no pudo evitar el fuerte impacto.
El casco de la Enterprise chocó
contra la zona del hangar frontal. Se zarandeó con violencia mientras el metal
se retorcía y cortaba entre gemidos y quejidos, como si fueran dos seres vivos
quejándose y doblándose. En el interior de las dos naves todo lo que no estaba
sujeto voló contra los mamparos, las luces se apagaron, parpadearon, las
consolas estallaban por las sobrecargas de los sistemas eléctricos. La
velocidad fue remitiendo lentamente mientras los cascos se entrelazaban.
Cuando la nave estelar se detuvo,
Riker se incorporó apoyándose en la silla. El puente estaba a oscuras salvo por
la luz roja de la alarma, la atmósfera estaba cargada de humo. Geordi se
levantó y se dirigió a uno de los paneles laterales, lo abrió y activó los
sistemas secundarios de soporte vital que empezó a limpiar el aire. Desde
tácticas Kelly redirigió la energía, aumentando la luz y el acceso de la
información a las consolas, algunas aun parpadeando.
A través de lo que antes había sido
la pantalla principal podía ver como su nave estaba profundamente incrustada en
un Scimitar que había perdido su manto de invisibilidad. Tenía las alas
desplegadas del proyector del generador thalaron, pero no parecían operativas
tras el choque.
– La nave remana está activando los
impulsores para separarse – informó Geordi desde la posición de operaciones.
– Atrás toda – ordenó también Riker.
IRW Devoras
– Su tripulación tiene
agallas, capitán – le dijo Koval observando en la pantalla principal para la Enterprise y el Scimitar intentaban
separarse tras el impacto.
– Viren y acérquense de las naves,
carguen torpedos – indicó Selok –. Disparen contra el Scimitar en cuento la Enterprise
se haya desenganchado.
– El Preator también se está acercando – informó uno de los técnicos.
– Parece que el impacto ha
desactivado el generador thalaron –
indicó Spock observando la consola científica, donde, con la ayuda de Picard,
habían estado rastreando las emisiones de la banda electromagnética terciaria
para localizar el origen de la radiación thalaron, la cual por muy bien que estuviera oculta la nave, no podía
evitar que esta se pudieran detectar sus posición.
El
elegante pájaro de guerra aceleró sus motores dirigiéndose hacia el Scimitar, que desprendido de su atacante
viraba sin la capacidad de ocultarse. Desde otros vectores el resto de nave
romulanas se aproximaban, aunque dañadas, listas para el ataque: el Preator, el Rhliailu y el Valdore abrieron fuego con sus
armas, incluyendo la Enterprise con
sus últimos torpedos quánticos disparados desde la popa mientras se alejaba. El Scimitar, ya visible para sus enemigos,
no intentó huir sino que encaró el combate final, pero sin escudos y con una gran
grieta en la parte central del casco, poca defensa podía plantear. Devolviendo
el fuego con sus armas, mientras los disparos de sus enemigos se centraron en
la grieta que había donde se había encontrado en hangar. Sin escudos, ni casco
protector, estos penetraron en el interior de la nave generando una serie de
explosiones internas que terminaron con una gran detonación que iluminó la
Depresión Bassen con una brillante bola de fuego.
Continuará…