La nave de Keegan, un pequeño y
rechoncho transporte YT-1000
bautizado Zenith, se aproximó al espacio puerto de Theed situado bajo el
acantilado sobre el cual se había erigido la capital humana del planeta. Naboo era un lugar remoto y bucólico alejado
de la guerra civil que se libraba entre las estrellas, pero en realidad estaba
más ligado a la historia moderna de la galaxia de lo que muchos imaginaban. Aun
así se podía notar la presencia de cazas TIE patrullando el cielo, así como las intimidantes parejas de soldados de
asalto con sus armas negras que se contrastaban con sus impolutas armaduras
blancas en la terminal de pasajeros. En la que como había indicado el
adquisidor el trámite aduanero se realizó con rapidez.
Dejaron a Morett a bordo del Zenith y los otros tres cogieron un transporte
para llegar a la ciudad. Era entrada la tarde y el crepúsculo se cernía azul y
morado en el cielo, mientas la luz del día declinaba. Las calles estaban
tranquilas, con charcos en el suelo que demostraban que había llovido hacía poco, por lo que habían pocos paseantes, por lo que los vendedores ambulantes empezaban a
guardar sus mercancías entre los compradores rezagados que aun deambulaban entre
los puestos. Los puentes, las plazas, los pequeños jardines entre los edificios
estaban engalanados con banderolas de vivos colores y en las ventanas, los balcones,
las terrazas, los alféizares y las cúpulas se habían colocado flores para
celebrar la llegada de la primavera en una de las fiestas más populares entre
los habitantes del planeta.
Para Zahn todas aquellas calles le
eran familiares y le transformaban a otra época más sencilla y feliz, cuando
iba al conservatorio y sus únicas preocupaciones eran practicar las lecciones
de música. Pero desde que se había marchado a estudiar a Coruscant nunca había regresado. No era que guardara malos
recuerdos, simplemente que una vez que puso los pies por primera vez en la
Capital Galáctica y compró lo cosmopolita que era el Ciudad Imperial, su mundo natal le pareció provinciano y aburrido.
Además tras la muerte de su madre, tampoco nada le ataba allí.
Se dirigieron a una casa como
cualquier otra, situada en la intersección de dos canales. Los dos hombres y la
iktotchi llamaron a la puerta. La
abrió una hembra gungan de grandes
dimensiones, que llevaba un delantal de cocina y tenía una mirada era
tranquila, como quien espera visitas.
– ¿Qué desean?
– Venimos de parte de Roy Batty.
– Misa les conducirá – se limitó a decir la mujer abriendo
completamente la puerta y dejándoles pasar –. Esperan en el salón.
Con unos torpes andares, que hacían
que sus lóbulos llamados hailus se movieran como dos
péndulos, les llevó a una estancia acogedora que daba a uno de los canales, con
varios sofás y una gran mesa, sus paredes estaban cubiertas por varios tapices,
junto con algunos objetos de cerámica de origen nativos. En medio de la sala
había un humanoide alto, cuyo cabello empezaba a encanecerse, con una
estructura craneal sobre la frente y alrededor de los ojos, que Zahn no había visto nunca. Y junto a él una esbelta
gungan elegantemente vestida.
– Me alegro de volverle a ver –
saludó el extraño alienígena a Keegan con afecto. Tenía un fuerte acento al
hablar el básico que Zahn no pudo identificar, aunque sí descartó que aquel ser
fuera originario de Naboo. Por suerte él hacía tiempo que había adoptado la
pronunciación coruscanti al hablar,
por lo que ni la gungan, ni aquel humanoide podrían saber que él sí había
nacido en aquel mundo.
– Hisrak, le presento a Ener Leva y Seeriu
Ajaan, trabajan para nuestros amigos comunes – explicó el adquisidor señalando
a sus acompañantes. Como Zahn era originario de allí habían decidido darle otro
nombre, por si alguien recordaba el suyo.
– Me alegro de conocerles – les
saludó –. Mi colaboradora es Sheebla Keth, una de nuestras mejores ingenieras y
simpatizante a nuestra causa común.
– Un placer – indicó esta con una
leve reverencia.
Hisrak les invitó a sentarse en los
sofás, ofreciéndoles una infusión.
– En estos momentos ya estarán
transfiriendo a sus transportes la remesa de torpedos de protones MG7-A prometidos – anunció Hisrak con
satisfacción después que la gungan que había abierto la puerta trajera dos
tazas más –. El aumento de producción por fin es definitivo y podremos entregar
siete mil unidades al mes de manera regular.
– ¡Siete mil unidades al mes! Ese
armamento es muy caro y está extremadamente controlado por el Imperio – no pudo
evitar decir sorprendido Zahn.
– En realidad el proyectil que
destruyó la Estrella de la Muerte formaba parte de las primeras entregas – intervino Keegan.
– Disculpe, no pretendía tildarle de
mentiroso. Solo me ha extrañado.
– No se preocupe, entiendo su
escepticismo – respondió Hisrak quitándole importancia –. Pero en los últimos
años la corporación donde trabajo ha absorbido numerosas empresas con el
beneplácito de las autoridades locales. Pero somos lo suficientemente pequeños
y diversificados como para no despertar sospechas. Lo que nos permite facilitar
un apoyo logístico a la Alianza cada
vez más constante, aunque limitado, dentro de nuestras actividades
industriales.
– Eso permitirá que muchos de
nuestros escuadrones de cazas tengan su armamento al completo – comentó Ajaan –,
incluidos los nuevos cazabombarderos Ala-B que están entrando en activo en mayor número.
– Compensando de alguna manera el
desequilibrio que hay con la maquinaria de la Arma Imperial, así es – afirmó Hisrak, dicho lo cual cogió un maletín
metálico que se encontraba junto al sofá, colocándolo sobre la mesa mirando
hacia Keegan.
» No ha sido fácil conseguir lo que
nos pidió – empezó a decir este con visible satisfacción, al abrirlo mostró un datapad y un cilindro de metal –.
Pero si sus socios no son muy exigentes, aquí tiene la fórmula para fabricar un
coaxium sintético.
– ¿Sintético? – repitió Ajaan
con asombro.
– Es un proceso experimental que
hemos desarrollado – se adelantó a explicar Sheebla Keth que cogió el vial y
con cuidado lo abrió extrayendo una muestra –. Como sabrán el coaxium es un
elemento único por sus cualidades, pero sobre todo por su eficiencia. La misma
cantidad de este elemento en comparación con otros combustibles de hipermateria, es cientos de veces más eficaz y
capaz de generar más energía. De allí su valor estratégico. Aunque el
procedimiento es técnicamente complicado, hemos conseguido, a partir del gas Clouzon-36 y aplicando una reacción
con antimateria, un elemento que tiene
entre un 21 y un 17% menos de rendimiento que la misma cantidad del natural.
– Tiene un aspecto diferente –
comentó Ajaan observando la forma alargada e irregular que tenía la sustancia
dentro del vial.
– Es cierto, su estructura molecular
no es misma, el original una vez refinado se presenta con la forma de una
estrella con múltiples puntas. Aun así este es mucho más potente que otros
combustibles de hiperpropulsión basado en el gas tibanna. También es cierto que hemos detectado que los
reactores que lo utilicen necesitan un mantenimiento más exhaustivo y cuidadoso,
pero permitirá mantener la Flota de la Alianza plenamente operativa. Un pequeño precio que se ha de pagar.
– Impresionante – apuntó Ajaan,
provocando una sonrisa de satisfacción en la gungan.
– Con los procedimientos y las maquinarias
detalladas aquí, podrán replicar el procedimiento – recalcó Hisrak que cogió el
vial y lo volvió a colocar en el interior del maletín –. De esa manera no tendrán
que depender de nuestro suministro en caso de que se interrumpiera.
– Conozco a alguien de confianza que
podrá utilizar estos datos – dijo Keegan cogiendo el datapad del maletín. Cuya
información significaba que la Alianza podría continuar luchando contra su
terrible enemigo sin tener que preocuparse de conseguir combustible para sus cruceros moncalamari, sus cazas de combate o sus transportes.
» Hay algo más – se giró hacia Zahn –.
Queríamos preguntarles si han detectado algo inusual que indicara la presencia
en el planeta de un oficial imperial
– Tenemos las sospechas que un miembro
del Ubiqtorado puede haber llegado
en los últimos días – empezó a explicar Zahn –. Es originario de Naboo, del País de los Lagos…
– ¿Ha dicho del País de los Lagos? –
le interrumpió Sheebla.
– Así es.
– Desde la Batalla de Yavin la seguridad en las instalaciones imperiales ha
aumentado considerablemente, como en el hangar anexo al Palacio – empezó a explicar la gungan –. Aun así continuamos
haciendo el mantenimiento del generador de plasma adjunto y uno de nuestros colaboradores ha visto estacionado en
el interior un yate cromado Tipo-J
llamado Varykino, un lago de esa región.
» Y no es la primera vez que visita
el planeta, siempre rodeado de altas medidas de seguridad, como esta semana.
Trabajé en el equipo del Cuerpo de Ingenieros de naves espaciales del Palacio de Theed que lo construyó hace
dos años. Desconozco quien es su propietario, pero la autorización de máximo
nivel para que se incluyera con el casco cromado vino directamente del moff Panaka. Ese tipo de fuselaje está estrictamente
reservada para la Casa Real.
– Eso es muy propio de Eckener. Está
en el planeta y es vulnerable – comentó Zahn girándose hacia Keegan. Sabía que
su antiguo compañero siempre anheló el lujo de las familias dirigentes a las
que los suyos sirvieron durante mucho tiempo.
– Conozco a los Eckener – comentó Hisrak
–. En los últimos años han acumulado altos cargos dentro de la administración del sector y tienen mucha influencia
sobre el moff.
» Les garantizo que sus miembros
están bien protegidos. Si pretenden capturar a alguien de esa familia, no será
nada sencillo – prosiguió perspicaz mirando con preocupación a Keegan –. Y muy
peligroso para todos los simpatizantes de la Alianza. Nuestro equilibrio
consiste en no fomentar una rebelión armada, como la que ha fracasado en el Borde Medio, valga
decir – su tono era de reproche –. Si intentan un secuestro o un asesinato de
alguien que está tan cerca del poder aquí y en Coruscant, todos nosotros
quedaríamos expuestos. Y les garantizo que el suministro de armamento, del coaxium sintético y… – titubeó durante unos instantes, para
terminar la frase –, de cualquier otra información, quedaría completamente
interrumpido.
– Sé que su seguridad es pasar
desapercibidos – respondió Keegan conciliador –. Y lo que ha sugerido el señor
Leva era solo un pensamiento, para nada nuestras intenciones reales.
– Disculpe si he parecido muy
entusiasmado – se apresuró a intervenir Zahn con un tono de humildad –. Llevo
detrás de ese agente mucho tiempo, solo verbalizaba una idea y no un hecho consumado.
Por supuesto.
– Nuestra supervivencia depende de
la discreción – zanjó Hisrak con determinación.
– Hay algo más – recordó en ese
momento Sheebla, más relajada que su compañero –. Nos han pedido que les
facilitemos unos filtros de metano para las turbinas del sistema de
refrigeración de los motores radiales.
– Filtros para metano... – repitió
Zahn pensativo.
– ¿Eso le resulta familiar? –
preguntó Keegan.
– Mucho… solíamos tener un proveedor
cuyo intercambio se realizaba en una luna con una atmósfera compuesta por dióxido
de carbono, argón, y metano…
» Echener es un hombre previsor y no
quiere que se dañen los motores de su preciosa nave – dedujo Zahn –, por lo que
ha aprovechado el viaje a Naboo para los filtros antes de ir a su destino final.
– He de insistir que nuestra
supervivencia está ligada a la más absoluta discreción por su parte – recordó
Hisrak en un tono más grabe.
– Le garantizo que no pondremos en
marcha ninguna acción que ponga en peligro su supervivencia – afirmó Keegan –.
Tiene mi palabra. Dígaselo a Ronin.
– Le aseguro que le informaré de
toda esta conversación – respondió Hisrak visiblemente molesto, poniéndose en
pie para concluir la reunión.
– La Alianza para la Restauración de
la República y todos los seres anhelantes de la libertad y la justicia, les dan
las gracias – dijo respetuoso Keegan levantándose también.
El resto hizo lo mismo y los tres
visitantes rebeldes salieron a la casa, con una despedida más fría que la
recepción. El sol ya se había puesto, el aire fresco de la primavera, inundado
por la fragancia de las flores les envolvió a medida que se alejaban de la casa
de Hisrak, con las calles iluminadas por farolillos que pendían entre las casas
y pequeñas luces enroscadas en los árboles.
Seeriu Ajaan se colocó al lado de
Keegan.
– Ese hombre, Hisrak – empezó a
decir la iktotchi –, se ha puesto muy nervioso ante la posibilidad de ser
descubiertos por el Imperio. Y no me refiero a ser capturado y torturado por
colaborar con la rebelión. No dudo de su lealtad, pero he notado que ocultaba
un gran secreto.
– Todos guardamos secretos en estos
tiempos tenebrosos – fue la respuesta de Keegan que continuó caminando en
silencio –. Algunos más peligrosos que otros.
El
adquisidor recordó como Hisrak y su gente había empezado a colaborar con la
Alianza. Varios años antes Harnarho, un wookie que vivía en Womrik, y a
quien solía comprar líquido de bacta
y otros equipamientos médicos, preparó una reunión en Bothawui. Los wookies solían ser reservados desde que tras la última batalla de las Guerras Clon en Kashyyyk empezaron a ser capturados y vendidos sistemáticamente como
esclavos, en una campaña orquestada por el mismísimo Emperador como castigo por haber apoyado al maestro Yoda tras dar la Orden 66. Por eso entre ellos se
ayudaban y protegían, siendo muy cuidadosos con quienes se relacionaban y sus
contactos solían ser fiables. Él mismo había liberado a varios grupos esclavizados
por trandoshanos y otros
esclavistas, de manera que estos confiaban en él. Harnarho estaba buscando a
alguien de confianza que hiciera de intermediario con la Alianza Rebelde y este
sabía que el silencioso adquisidor era alguien del que se podía fiar.
En la
reunión se presentó otro wookie y un humano, un hombre honorable y de rectas
convicciones. Se hizo llamar Ronin y se ofreció a entregarles información de
inteligencia sobre el Imperio, scandocs de alto nivel y
comunicaciones interceptadas con movimientos de la Armada Imperial, traslados de personal, datos técnicos y análisis
estratégicos, a los que podría tener acceso. A cambio solo pedía una absoluta
discreción con su paradero e identidad. Le entregó varias tarjetas de datos con
comunicaciones interceptadas y descodificadas de alto secreto y los protocolos que
había establecido para que la Inteligencia de la Alianza contactara con él y viceversa, convirtiéndose
desde ese momento en una de las fuentes más fiables y valiosas, que había salvado
innumerables vidas.
Obviamente
había investigado el origen de Ronin, encontrándolo muy curioso. Era miembro de
la dirección de la corporación nabooana creada por un buscavidas llamado capitán Tycho, un antiguo
piloto de las Guerras Clon, y que
inicialmente se encargaba a la prospección minera. Pero en los últimos años
había absorbido o adquirido las industrias más importantes del planeta y del
resto del sector Chommell bajo la influencia y
protección del moff Panaka. Este era
un antiguo oficial de la Guardia Real de Naboo, recompensado por Palpatine por los servicios prestados en los
convulsos años de la última etapa de la Antigua República. No era peor que otros, pero sí mejor que muchos. Ahora Tycho
Ing., dirigida por los socios de su fundador que parecían no tener pasado,
incluía la tradicional compañía constructora de cazas y los tradicionales de
yates reales, conocidos en toda la galaxia por sus cascos cromados. Así como las empresas de tecnología gungan que
el Imperio había confiscado a sus legítimos propietarios, pero el trato que
dispensaban a sus trabajadores estaba lejos del abuso que ejercían otros
grandes consorcios, por el contrario parecía que hubieran llegado a una
próspera colaboración con sus antiguos propietarios.
Con el
tiempo parte del personal de la corporación había empezado a colaborar con la
célula de la rebelión del sistema, sin que el resto de miembros de esta
supieran su vinculación con Ronin. Desde entonces proporcionaban ayuda logística
a través de los astilleros y el resto de firmas que controlaban, reparado o
actualizando naves de combate como el Rayo de Esperanza (1) o logrando producir equipamiento difícil
de conseguir, como los torpedos de protones o la manera de fabricar coaxium
sintético. Ronin y los
recursos de Tycho Ing. eran muy valiosos para la Alianza y debían de ser
protegidos. Pero algo, en su interior, le decía que tenía que llevarse a cabo
el plan de Zahn. (2)
No tardaron en llegar a un aereobus que les llevó al espacio
puerto de Theed. Allí subieron al Zenith
y pidieron permiso para despegar. La razón por la que habían solicitado aterrizar
era el abastecimiento de combustible, lo que había ocurrido en su ausencia. Nadie
sospechó de su corta estancia.
Ajaan, como navegante de la Estrella Lejana, ocupó los mandos del
pilotaje del carguero ligero, mientras Zahn y Keegan le acompañaban en la
cabina. Tras activar los motores elevó la nave sobre la ciudad, alejándose con
rapidez hacia el manto de estrellas del espacio.
– Entiendo que quiera proteger a sus
contactos aquí, y por supuesto su importancia para la rebelión – empezó a
explicar Zahn a Keegan, que había estado pensando que decir al adquisidor –. Pero
si Eckener, que no deja de ser un analista de alto nivel del ubiqtorado, ha
logrado obtener los permisos para construirse una de las naves más exclusivas
de la galaxia y que están estrictamente reservadas a los monarcas de este
planeta. Y además con la autorización de un moff tan cercano al Emperador como
Panaka, eso significa que lo que está preparando Daran es mucho más importante
de lo que yo creía. Encontrarlo y descubrir que está maquinando, puede significar
la supervivencia de la misma…
– ¿Qué les proporcionaba ese
proveedor? – le interrumpió Keegan.
Zahn permaneció en silencio
observando al kashiano. Este parecía no perder el control sobre sí mismo jamás
y su mirada indicaba una absoluta confianza en sí mismo. Sabía lo que quería y
lo obtenía.
– Es un contacto de mí época de
Eriadu – empezó a explicar, de alguna manera se encontraba desarmado frente a
aquel hombre, como si pudiera manipularle fácilmente y sonsacar toda la
información que quisiera. Igualmente, tampoco tenía nada que perder, si el
adquisidor esgrimía la importancia de proteger a sus contactos en Naboo, nunca lograría autorización para
capturar a Eckener y este volvería a desaparecer –. Nos ordenaron investigar a
un sátrapa local que había tomado en control de un sector productor de materias
estratégicas y que parecía controlar a su antojo, incluso al moff asignado por
el Imperio. Al final descubrimos que utilizaba un aparato de manipulación
mental, que estimulaba las ondas cerebrales para que el individuo de una raza
concreta, hiciera lo que se le ordena de manera voluntaria, sin dolor. Creo que
inhibía parte de las funciones del cerebro o algo así, desconozco muy bien su
funcionamiento técnico. Cuando averiguamos quien lo fabricaba Daran sugirió que
le convenciéramos que empezara a trabajar para nosotros, en exclusiva. Además, únicamente
informamos a Tarkin, quien decidió no
compartir el secreto con el resto de altos cargos imperiales. Lo que hizo que se
fijara en nuestro trabajo y nos aceptara en su círculo privado de confianza.
En ese momento Keegan tuvo una
visión: el aparato descrito por Zahn estaba en su mano y lo colocaba a un individuo
que tenía prisionero a bordo de la Estrella
Lejana. Una premonición de lo que podría suceder y que desencadenaría
cruciales acontecimientos para el futuro de la galaxia.
Ajaan apartó la mirada de los
controles y la centró en el adquisidor por unos segundos. Los iktotchi eran conocidos por ser una
raza precognitiva, algunos, como ella,
habían sido entrenados como telépatas.
Por lo que pudo captar como el adquisidor había tenido una premonición del
futuro, solo posible para alguien sensible y adiestrado en las habilidades de la Fuerza.
– Por tanto usted conoce
perfectamente la ubicación de ese lugar, incluso antes de llegar aquí –
preguntó Keegan –. Y no tendría por qué haber sabido que Eckener estaba en este
planeta, ahora, ¿verdad?
– Así es.
– Si le intentara capturar allí,
nada le relacionaría con Naboo. ¿Cierto?
– Podrían sospechar que he estado
vigilando desde aquí, pero también podría haber controlado Sukra Dar – dijo
Zahn pensativo y no hacía falta tener habilidades especiales para saber que
este ya estaba maquinando algo.
Cuando estuvieron algo alejados del
planeta, el adquisidor introdujo las coordenadas del primer punto de entrega
del convoy que protegía la Estrella Lejana.
Hicieron falta tres saltos hiperespaciales para llegar, tiempo que Keegan pasó meditando, Ajaan permaneció
pensativa, sumida en sus pensamientos, y Zahn escribiendo en un datapad. Mientras
que Morett mataba el tiempo jugando a sabacc
con un programa del ordenador de a bordo. Su destino era un sistema compuesto por seis planetas y un gran cinturón de
asteroides errático. Nada más llegar emitieron un mensaje de aviso y pronto
aparecieron dos cazas Ala-A del
escuadrón Meteorite, que les
escoltaron hasta la órbita del sexto planeta, cubierto completamente por un desierto de hielo y nieve. En su
órbita se encontraban solo parte de las naves del convoy, ya que la mayoría de transportes habían descendido a la
superficie.
Zahn abandonó con rapidez el Zenith para realizar la petición la Alto Mando de la Alianza, mientras
Ajaan y Keegan finalizaban las maniobras de acoplamiento a la Estrella Lejana. Apagaron el motor y
dejar en stand by los sistemas,
quedándose en silencio en la carlinga de pilotaje, con todas las luces
apagadas.
– ¿Quién es usted? – le preguntó la iktotchi,
que a pesar de estar en la oscuridad se le distinguía una mirada penetrante y unido
a sus dos grandes cuernos, la hacía parecer un animal salvaje.
– Ya conoce la respuesta – replicó
este impasible y con calma –. Entiendo las reticencias que tiene contra Zahn.
Pero todos tenemos el mismo enemigo común.
– Nunca tendrá nuestros ideales –
replicó Ajaan.
– En ocasiones la venganza es una
motivación muy poderosa. Y luchará contra el Imperio mientras tenga un ápice de
aliento. Con eso es suficiente por ahora.
Estrella Lejana
Zahn se reunió, en una sala situada
junto al puente, con la oficialidad después de regresar de Naboo. Una de las
medidas que había implantado tras tomar el control de la nave, era formar una
especie de consejo con los responsables de cada departamento. Y aunque se
mantenía una jerarquía de mando de la Alianza, las decisiones internar del día
a día se llevaba entre todos ellos. De esa manera trataban las prioridades en
el uso de material, traslados de personal o la resolución de conflictos, fomentando
la confianza entre toda la dotación de tan dispar origen. También solía
consultarles los diferentes aspectos de las misiones que se les habían encomendado
para planificarlas en equipo. Estaba encabezada por el primer oficial Moritz, y
el oficial de ingeniería Vendell, que tenía una prominente barba, y la mirada
serena y llena de convicción. Era un hombre práctico, líder del motín que había
logrado que la nave desertara del Imperio, y que actuaba como la voz de la
conciencia. Ajaan, como navegante era una iktotchi reflexiva. El médico de a
bordo era Elan Sel’Sabagno, un balosar sensato y alegre, que siempre
tenía alguna anécdota divertida de su época de traficante de “varas letales” en los clubs de moda de Coruscant antes de las
Guerras Clon y que tras volver a estudiar medicina para ser útil, terminó
alistándose en la rebelión. También estaba Owen
Rion
el artillero de a bordo, un tipo elegante procedente de una buena familia de
los mundos del núcleo, que a pesar
de entrar en el estereotipo de aventurero, incluyendo su habilidad en el
sabacc, era muy respetado por la tripulación. Finalmente estaba el teniente Danbit
Trel de Jedha, jefe de los infantes de marina asignados en aquel
momento a la nave. Y en aquella ocasión también se encontraba presente el
adquisidor Keegan.
– Nuestras pesquisas han resultado
fructuosas – explicó Zahn sin poder ocultar su satisfacción –, ya que conocemos
el próximo destino del oficial del ubiqtorado: la luna Sukra Dar, en el sector Thanium, para reunirse con un
proveedor. He cursado la petición al Alto Mando para dirigirnos hasta allí y capturarle,
basando en las pruebas que saben que he recopilado.
– La nave ha recibido órdenes
continuar con la escoltar el convoy – recordó Moritz con visible molestia ante
el previsible cambio de planes y miró hacia Keegan, que era el único que
conocía la ruta que tenían que seguir –. Entiendo que nuestra presencia está
justificada por ser regiones poco seguras para dejar los transportes solos, menos
con el importante material que llevan. ¿No es así?
– Así es – confirmó este.
– No sería necesario que fuera la Estrella Lejana – explicó Zahn –, con el Resplandeciente
es suficiente para desplazarnos. Es preferible el sigilo en lo que tenemos que
hacer.
» Pero necesitaremos un equipo de
infiltradores – indicó Zahn –. El lugar está protegido por mercenarios, además
de la escolta que pueda llevar nuestro objetivo.
– Conozco a la gente adecuada... –
intervino Keegan –. Podemos reunirnos con ellos en el puesto avanzado de Tierfon. No está lejos del sector Thanium.
En ese momento se abrió la puerta de
la sala, entrando un joven oficial.
– Disculpen la interrupción,
señores. Pero hemos recibido una comunicación desde el planeta – dijo Al-Ger-To
–, es el general Rieekan, para el
adquisidor Keegan.
– Pásela a mi despacho – le indicó
Zahn –, y lleve a nuestro invitado a este para que pueda hablar en privado.
Este se levantó y acompañó al joven cereano. Al entrar la imagen
tridimensional y azulada del responsable de la Base Echo en Hoth ya estaba proyectada sobre la mesa de trabajo.
– Me alegro volver a verle de nuevo –
le saludó este con afecto. La última vez que habían coincidido había sido en
una reunión en la órbita de Delaya,
poco antes que la Estrella de la Muerte
redujera Alderaan en un campo de asteroides. También estaba Bail Organa, quien confiaba y tenía un gran respeto por Keegan, uno de los
primeros adquisidores que había tenido la Alianza –. El Alto Mando ha sopesado
su petición. Y aunque no todos estábamos conformes, se ha aceptado que se realice
la incursión en Sukra Dar, pero solo bajo su supervisión directa.
– Se lo comunicaré al comandante
Zahn – respondió.
– Ya se han cursado las órdenes para
que se despliegue el equipo de infiltradores que pidió, se reunirá con ellos en
el puesto avanzado de Tierfon.
» Espero que sepa lo que está
haciendo.
– Yo también, general.
– Que la Fuerza le acompañe.
– Que la Fuerza le acompañe –
repitió Keegan.
Continuará…
Notas de
producción:
(1) Para saber cómo
se reconstruyó el Rayo de Esperanza,
un antiguo destructor de bolsillo de la clase Recusant y que aparece en este
relato, es necesario leer el anterior: JediPerdido 2: Rayo de Esperanza.
(2) Para conocer la
historia de Ronin, y la célula rebelde de Naboo, es aconsejable leer el relato USS Spirit, Historia independiente del Crossover Star Trek – Star Wars.
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