Eclipse
Tercera parte.
Al tiempo que las naves de ataque de Gelnon se estrellaban contra las instalaciones imperiales de Terra Nova, una nave estelar desactivó
su sistema de ocultación. La misión
del capitán Christopher Hobson no
era entablar combate, sino rescatar a los doce mil presos que habían estado destacados
en la construcción de la factoría de clones. Rápidamente los equipos de rescate se transportaron al campamento donde
estaban retenidos, eliminaron a los guardias y liberaron a sus compañeros.
Mientras tanto un pequeño grupo de lanzaderas
se dirigían hacia los restos de la réplica de la ciudad kaminiana para a su vez capturar
a los supervivientes.
– Capitán, ya hemos desalojado al
campamento enemigo – le informó su primera oficial –. Y las lanzaderas ya están
de regreso.
– Prepárense para poner rumbo a la colonia Vega – ordenó Hobson. Luego se
sentó en la silla de mando. Delante de él tenía la imagen ampliada de la ciudad
kaminiana, pero Hobson no pensaba en los clonadores, sino en los jem’hadars de Rak’tazan que habían dado su vida para destruir aquel lugar.
Hacía dos semanas había recibido
órdenes de presentarse en la Base Estelar Lirpa donde se reunió con el capitán
Sisko. Este le informó de la misión y que esta sería conjunta con el Dominion. Esto le hizo sentirse incómodo:
era superviviente de la masacre que había sido la 2ª batalla de Chin’toka y muchos amigos suyos habían caído durante
la guerra. Pero como le había indicado Sisko las circunstancias de la Federación no dejaban cabida a sentimientos
como aquellos y todos tenían que hacer concesiones y esfuerzos. Tras la muerte
de la líder del Dominion los
supervivientes se habían puesto bajo las órdenes del contestable de DS9, el cual les había ordenado colaborar con las
fuerzas de la Federación. Tras localizar la base de clonación Weyoun había solicitado participar en
su ataque.
Hobson jamás había tenido contacto
con jem’hadars o vortas y la primera
reunión de planificación fue extraña. El oficial asignado como responsable
tenía una actitud altiva y engreída, aunque resuelto a destruir aquella
factoría al estar ultrajado porque el Imperio
utilizaba tecnología desarrollada de los Fundadores.
El primero jem’hadar observaba todo en silencio, con un orgullo que no podía
ocultar ni que trataba de hacerlo. Sisko intentaba conciliar las posturas
tácticas con Gelnon: el ataque era complicado porque Terra Nova estaba muy bien
protegido, incluyendo una red de taquiones y un destructor destacado permanentemente, además su proximidad
al Sector 001 hacía que los
refuerzos pudieran llegar de manera inmediata. Se barajaban diversas
alternativas, desde una fuerza de infiltración, a un grupo de ataque planetario
formado por un regimiento del jem’hadar al completo, cubierta por otro grupo de
contención formado por un crucero de batalla
para defender el sistema. Durante aquella reunión el capitán estelar descubrió
que aquel ataque era uno más de una ofensiva a gran escala a lo largo de todo
el espacio ocupado por el Imperio. Tras horas de discusión la voz fuerte y
profunda del jem’hadar hizo callar a todos. Su propuesta provocó que Hobson se
estremeciera. Indicó que la mejor táctica era un ataque suicida: era la manera
la rápida y efectiva.
Tras esto el vorta se quedó lívido.
Sisko no dijo nada, como si supiera lo que iba a ocurrir. Y Hobson no supo que
decir. Al salir el capitán del Lakota no pudo dejar de decirle lo
que pensaba de su plan y la respuesta de Rak’tazan fue tajante: “Ustedes los humanos dan demasiado valor a la
vida. Nuestra vida no es nuestra, pertenece en su plenitud a los Fundadores.
Ellos nos crearon para servirles y lo hacemos por que así es el sentido de las
cosas”. En las siguientes reuniones Hobson no pudo sino fascinarse con
aquel guerrero profesional y a su manera era honorable, frío y con una
determinación digna de cualquier fanático. Pero también fue el primer en
indicar que una rápida supresión de las fuerzas imperiales aumentaría las
posibilidades de liberar a los prisioneros de la Federación. No era extraño que
tantos de sus amigos habían perecido en la guerra contra el jem’hadar. Tras
aquello se preguntó la cantidad de vidas que hubieran tenido que hacer falta
tener que sacrificarse para vencer al Dominion.
Dique espacial, la Tierra
Nada más llegar a Bajor Vantorel había recibido la orden
de dirigirse a la Tierra para asistir a una reunión convocada por Daran. Al
llegar se encontró con una reunión de urgencia de alto nivel que había
organizado el Moff Supremo Daran con los responsables de los diferentes
sectores y departamentos, como los almirantes de las diferentes flotas.
Curiosamente no estaba ni Eckener, que hasta entonces lideraba el superdestructor Conqueror, ni el consejero
Molzer.
– Literalmente nos han cortado por
la mitad – informó el general Ferrie, encargado de las
operaciones y jefe de estado mayor militar de Daran –. Son más de un centenar de ataques e
insurrecciones planetarias a lo largo del Imperio Klingon, Romulano y la Federación, así como otros neutrales
que ocupamos. Y quien no se ha levantado en armas contra nuestras tropas, hacen
desobediencia civil: desde Vulcano, Efros, Betazed o Trill, e
incluso otros mundos que no suelen ser pacíficos. Finalmente los gorn han atacado a lo largo de toda su
frontera, incluyendo varios de nuestros puestos avanzados en mundos klingons,
los informes indican que luchaban junto a fuerzas de estos.
– ¿Y el resto de potencias?
– No hay informes de movimientos por
parte de los tholianos. En Cardassia el legado Broca continúa luchando contra los breen, pero los informes
no son concluyentes – respondió el responsable de la inteligencia.
– ¿Sugerencias? – lanzó Daran en la
sala, lo que produjo un silencio sepulcral.
– Retírese – dijo entonces Vantorel con tranquilidad,
dejando a todos los asistentes helados.
El almirante observó a Daran, el
cual no era un burócrata codicioso o corrupto que se medía por el poder administrativo
o un militar que buscara el honor y la gloria en la conquista de territorios mientras
acumulaba riquezas y amasaba una fortuna. Era un miembro selector del servicio
secreto, pragmático e interesado en un juego más sutil y peligroso en el que se
ejercía el control sobre otros seres sin que estos supieran que lo hacía, no
estaba interesado en demostrar los dominios que controlaba, sino en estrategias
a largo plazo, por lo que no le importaba sacrificar una pieza para ganar la
partida. Y Vantorel conocía cuales eran sus planes secretos, para los cuales el
antiguo líder del ubictorado
necesitaba más tiempo. Y se lo acababa de ofrecer.
– ¡Está usted loco! – vociferó
Corran ultrajado, casi con la mirada sedienta de sangre. No era ningún secreto
que este despreciaba la herencia alienígena de Vantorel, mientras este
menospreciaba las brutales tácticas de Corran –. ¡Retirarnos! Nosotros tenemos
el control…
– El control de nada – le increpó
Vantorel con brusquedad –. Nos han golpeado allí donde más débiles somos. En la
superficie de los mundos, donde nuestra superioridad está disminuida sin un
soporte naval adecuado. Y ese soporte está repartido por la mitad de esta
galaxia, persiguiendo a un enemigo que conoce esta región mucho mejor que
nosotros.
– ¿Qué propone? – le preguntó
entonces Daran con interés, haciendo callar al resto de los asistentes.
– Retirarnos a un territorio más
pequeño. Nosotros concentraremos nuestros recursos, mientras que ellos
dispersarán los suyos intentando ayudar a todos los mundos que hemos dejado.
– Eso reduciría sus objetivos a
atacar – puntualizó Ustel del cuerpo de ingenieros.
– Y los nuestros a proteger –
replicó Vantorel con la seguridad que solo podía desplegar un avezado militar.
– Su idea me gusta almirante –
indicó Daran pensativo –. Esa retirada táctica también podríamos utilizarla
como una poderosa arma política.
– Si ahora nos retiramos parecerá
que somos débiles y otros tantos mundos se alzarán contra nuestra ocupación –
advirtió Corran, insistiendo en su negativa de repliegue.
– Tal vez lo mejor sería un punto
medio – sugirió el coronel Xabor que destacaba
por su uniforme carmesí de la Guardia Real del Emperador, así como un sablede luz al cinto. Vantorel se había fijado en aquel detalle al entrar en la
sala, preguntándose si este sería rojo como el que había visto empuñar a Vader años atrás.
»
Retirarnos de
aquellos planetas menos importantes y atacar otros al mismo tiempo.
– ¿Qué objetivo atacarían? –
preguntó Daran con curiosidad.
– La Base Estelar 50, claro está –
respondió Xabor –. Según los informes la estación cayó en sus manos sin lucha.
Es una instalación vital para reparar sus naves y está en una posición
estratégica para lanzar un ataque sobre los sectores centrales de Federación.
Personalmente lanzaría un ataque masivo contra ese sistema y luego golpearía
otros que hayan ocupado. En Tiburon
está siendo asediado todo un Grupo de Ejército, miles de soldados y vehículos.
Y por supuesto a los gorn, han de ser un ejemplo para quien quiera atacarnos a
traición.
– Los gorn tendrán que esperar para
más adelante… – empezó a decir Daran.
– Si no les castigamos alentaremos
que otras potencias que aún no se han unido a la resistencia sí lo hagan – le
interrumpió Corran –. Tholians, breen, los talarianos o incluso los tzenkethi.
¿Quién sabe sino más potencias nos desafiarán?
Daran sabía que sus recursos eran
limitados para empezar a evacuar a las guarniciones más alejadas, proteger
aquellos planetas que iban a mantener bajo su control y al mismo tiempo lanzar una
ofensiva. Pero debían de mantener el miedo al Imperio. Por lo menos hasta
completar sus planes.
– Bien almirante Corran demostrar
todo el poder del Imperio a Gornar serán
su responsabilidad – le indicó a este, que sonrió satisfecho.
Corran asintió con firmeza y salió
de la sala de reuniones satisfecho. La cesión que acababa de hacer Daran era la
demostración de que el control del pérfido responsable de la inteligencia
imperial se estaba desmoronando.
– Ahora tenemos que empezar a
designar que planetas evacuaremos y organizar la parte logística – prosiguió el
moff supremo con una voz más segura de sí misma.
» General Kartner…
– le dijo al
responsable de logística de las fuerzas imperiales, pero en esos momentos un
oficial entró en la sala de conferencias, provocando la ira de Daran, que se
levantó furioso.
– ¡Qué quiere!
– Disculpe señor. Acabamos re
recibir una información desde nuestra embajada en Cardassia Prime. El legado Broca ha caído. No hay más información.
Daran se quedó en silencio, luego
poco a poco se giró hacia Vantorel. Nadie en la sala dijo nada mientras el Moff
Superemo volvía a sentarse en su silla.
– Regrese inmediatamente a Bajor –
le dijo despacio a Vantorel –. Averigüe que ha ocurrido. Este asunto se lo dejo
en sus manos.
En
la misma silla que se habían sentado los capitanes Styles y el legendario Hikaru Sulu,
el capitán Hranok observaba la
superficie de MS I, una pequeña
colonia de la Federación situada en
el extremo de su territorio en el cuadrante Alfa. En el 2369 había sido atacada por los zánganos borgs individualizados liderados por el androide Lore, pero tras aquel incidente el asentamiento
se había reconstruido y crecido. Cuando llegó el Imperio tenía ochenta mil habitantes, la mayoría de los cuales centrados
en la explotación agricultura del planeta y la manufactura de bienes de consumo
artesanos. Pero el imperio no quería aquel lugar por sus cereales y frutas,
sino como para establecer uno de sus instalaciones para retener a los prisiones
tomados durante la invasión. Ahora cincuenta mil romulanos, klingons y
miembros de la Flota Estelar permanecían retenidos tras las alambradas.
–
La seguridad ha sido reforzada – dijo Rekar
tras examinar los datos de los sensores que aparecían en la pantalla principal,
el jefe de los comandos del Tal’shiar que iban a encabezar el
asalto –. Aunque eso no altera nuestros planes.
El
boliano, antiguo oficial táctico de
la Saratoga
en la batalla de Wolf 359, miró a
Rekar que no dejaba de mostrar ningún tipo de inseguridad en su rostro. Y
recordó como este había sido capturado por dos simples hologramas médicos cuanto se apoderó de la Prometheus años atrás.
–
Que el escuadrón de cazas Peregrine empiece a prepararse. Una
vez hayan desactivo los escudos, se transportará con el resto del equipo de
asalto.
Indicó
Hranok y el romulano asintió seguro de sí mismo. En otros cinco campos como
aquel, sendas naves estaban preparándose para atacar sus instalaciones. El plan
consistía en evitar que el Imperio ejecutara a los prisioneros como represalia
por la ofensiva que se estaba desarrollando por todo lo largo de los cuadrante Alfa y Beta. Ambos soldados habían pedido participar expresamente, ya que los
dos habían sido liberados del cautiverio en Markore VI meses atrás. Rekar languidecía
en una prisión de la Federación,
tras su desafortunada misión a bordo de la Prometheus,
cuando esta fue ocupada por el Imperio. Mientras que él había sido capturado junto
al resto de su tripulación del USS Gorkon después de que esta cayera
bajo el fuego de las armas iónicas
mientras defendían la Base Estelar 117.
Delante de sus ojos los stromtroopers habían ejecutado a la capitana Margaret Clark y tenía que reconocer
que otros lo habían pasado peor que él en la prisión de Markore. Tras el rescate
estuvo esperando volver a entrar en acción, asignándole el mando de aquel
veterano prototipo que se encargó, junto a un puñado de tripulantes y oficiales
de dispares procedencias, de ponerla de nuevo operativa tras sacarla del
depósito naval de Qualor II,
actualizando tan solo los sistemas esenciales. No tenían mucho más tiempo, ya
que se había presentado voluntario para emprender el rescate de otros campos de prisioneros. No
había dudado en hablar personalmente con el capitán Sisko, con el que había coincidido
en la Saratoga años atrás. Quería hacer
lo mismo que este había hecho con él y su antiguo superior había aceptado su
petición.
Una
vez tomada la base y rescatados los prisioneros, estos serían transportados a
varios cargueros que esperaban ocultos en el sistema. Entre ellos se encontraba
el Xhosa
de la segunda esposa de Sisko, tal vez este
pensara que Hranok sería alguien adecuado para protegerla, lo que por otro lado
para él era un honor.
La
Lokonor
La
intensa luz de aquella estrella entraba en el despacho de Banzar, que no había
probado bocado del almuerzo que le habían traído. Tras la batalla habían puesto
rumbo a un remoto sistema deshabitado, donde les habían indicado que una nave
estelar se encontraría con ellos. Ahora esperaban.
Su
primer oficial entró en su despacho interrumpiendo los pensamientos de Banzar
sobre lo que acababa de hacer. Desde la batalla no habían tenido tiempo de
hablar y por primera vez estaban solos. En el rostro de Congruit su oficial
superior podía ver claramente los sentimientos encontrados, alegría y miedo,
todo ello bajo la máscara translúcida de la profesionalidad.
–
Aquí está la lista de los que no quieren unirse a nosotros – le dijo
alargándole un cuaderno de datos –. En total una cuarta parte de la tripulación
que hay a bordo, señor.
–
Solo tengo una cuestión que hacerle – dijo Banzar después de leer la lista, lo
que le llevó un buen rato. Congruit se enderezó, esperando la pregunta –.
¿Estaba enterado del ataque a la Estación Llegada?
–
No señor – respondió rotundo –. Fue pura casualidad. Habíamos escogido ese momento
por que habían bajado al planeta la mayoría de los oficiales que no estaban con
nosotros. Nuestra intención era abandonar la órbita y saltar al hiperespacio antes de que nadie pudiera
reaccionar. Pero nos sorprendió el ataque.
–
¿Y yo?
–
Tenía la esperanza de que se uniera a nosotros.
–
¿Y con los tripulantes y oficiales que no pensaban como ustedes?
–
Originalmente íbamos a dejarlos en algún planeta.
–
¿Y después que harían, unirse a la Rebelión?
–
Algunos hablaron de ello. Otros no estaban convencidos. Tal vez usted… nos
hubiera guiado en que hacer.
–
Bien. ¿Y ahora que pretende hacer?
–
Aun no lo hemos decidido, señor. Lo que queríamos era dejar de matar a
inocentes en nombre de un emperador que ya está muerto.
–
Capitán, disculpe – le interrumpió la
voz del técnico de comunicaciones por su comlink –. Una nave estelar, la USS Minnow, ha entrado en el sistema. Su capitán
quiere hablar con usted.
– Pásemelo a mi despacho – indicó
Banzar. Y en la pantalla de su ordenador personal apareció la imagen de un oficial
humano de piel cobriza. Nada más aparecer el capitán de la Lokonor se presentó.
–
Mi nombre es Jonas Grumby – dijo cortésmente
–. Me gustaría hablar con ustedes, sobre su nueva situación. Si quiere podría
subir a bordo de mi nave.
–
Por supuesto capitán – respondió Banzar y la imagen del oficial de la federación
desapareció, luego se giró hacia su primer oficial –. Informa el resto de los
conspiradores de que esta noche cenaremos fuera.
–
Sí señor – indicó Congruit sin poder ocultar una sonrisa.
–
Por cierto, deja a bordo a los de mayor confianza. Esta deserción está demasiado
reciente. Y empieza a buscar posibles saboteadores.
–
Sí, señor.
El
grupo estaba formado por Banzar y Congruit, además de los oficiales de navegación
y tácticas, los tenientes Ton Kenlin y Crix Luwingo. A bordo de se habían quedado los otros dos
cerebros de la sublevación, el ayudante del jefe médico el doctor Ken Fasat y
el ingeniero jefe Han Nagiva.
Le esperaban en la sala del
transporte del Minnow la teniente Curtis, una
mujer de mirada serena y el pelo recogido sobre la cabeza, quien les saludó y
tras presentarse como la responsable de su transición. Luwingo antes de bajar
de la plataforma quiso comprobar si su arma había sido desactiva. Pero simplemente
descubrió que no estaba allí.
El
capitán del Minnow les recibió en una
sala donde habían preparado una cena diplomática, junto al resto de su
oficialidad. Banzar imaginó que sus anfitriones querían hacerles sentir lo más
cómodos posible en su nueva situación, que vieran que no estaban solos y que
podían confiar en ellos. Aun así la tensión era palpable, ninguno de los
oficiales imperiales decía nada o se atrevía a moverse.
–
¿Y qué va a hacer ahora, capitán? – preguntó al fin Grumby intentando acercarse
a su homólogo.
–
¿Yo? – replico este –. En realidad ya desconocía las intenciones de mi
tripulación. Ellos eran los que querían desertar.
–
¿Pero ahora se encuentra a su lado? – preguntó Curtis con curiosidad. Cuando
una nave o una unidad militar desertaba, siempre era empujada por su oficial
superior juicioso o disidente del Nuevo Orden, empujados normalmente por la costumbre de obedecer las órdenes.
–
Su blaster apuntándome no me ofreció mucha alternativa, teniente.
–
El capitán Banzar es un hombre honorable – se apresuró a indicar Congruit, que
consideraba a su superior más como a un mentor que se había preocupado más por
él que su propio padre –. Estaba convencido, y aun lo estoy, de su repulsa a
las políticas de Palpatine y sus
secuaces, aquí y en nuestra galaxia. Mi intención es poder unirnos a la
rebelión. Por su presencia en la Estación Llegada sé que la Federación ha contactado con ellos. Y,
con el permiso de mí capitán, me gustaría ofrecer la Lokonor y mis servicios como oficial.
–
¿Y usted capitán, que intención tiene ahora? – volvió a preguntar Grumby.
–
En realidad las opciones son limitadas – respondió Banzar tras un prolongado
silencio, sus subordinados querían saber que era lo que decía su capitán –. Unirse
a la rebelión es la mejor alternativa, el Imperio
nos perseguirá hagamos lo que hagamos. Nos buscará como un cazador a su presa.
Por lo tanto lo lógico, como diría un vulcano, es intentar destruir al cazador
antes de que este acabe atrapándote. Además: no contamos con infraestructura
para mantener nuestra nave. Y por otro lado, la piratería no me parece un
destino demasiado atractivo.
– Si esa es su decisión,
sepan que la Flota Estelar les proporcionará la ayuda y el soporte que necesiten
– respondió Grumby –. Y como ha indicado su primer oficial, hemos firma un
tratado de colaboración con la Nueva República, de manera que les pondremos en
contacto con ellos.
– ¿Cuál es esa ayuda? –
preguntó Congruit.
– En primer lugar
identificar a posibles saboteadores entre su tripulación, con una entrevista
personalizada – le contestó la teniente Curtis –. Una vez completada la
dotación su nave pasará a engrosar nuestras fuerzas en la lucha contra el
Imperio.
– ¿Y los crímenes que hayamos
cometido? – preguntó Kenlin, el oficial de navegación, cuya preocupación por
las represaliar por las acciones que habían protagonizado bajo el pabellón
imperial, era una de sus mayores reticencias para unirse a los amotinados y a
las filas de la rebelión.
– Por supuesto aquellos que hayan
cometido crímenes de guerra – le respondió Grumby con prudencia –, tendrán que
responder por ellos. Pero también se tendrá en cuenta las circunstancias de
cada uno, antes y después de desertar, por supuesto.
Nueva
Fabrina
La
capitana Breeder se materializó en el centro de operaciones de su estación. La
había abandonado poco antes de la llegada del Imperio y ahora regresaba a la
Base Estelar 276 para expulsarlos de su mundo tras el combate para liberarla.
Por desgracia muchos de los sistemas no funcionaban o estaban fuera de línea,
por lo que había utilizado los transportadores de la runabout Lena para regresar a su puesto de mando.
La estancia estaba iluminada por la señal roja de alerta y por tenue la luz de
los LCARS de las consolas. En ese
momento la consola de operaciones se sobrecargó, generando una chispa que
iluminó la estancia durante unos instantes y elevándose una humareda espesa que
se unió al aire cargado de otras explosiones.
Una
operaria fabrini se acercó con un extintor portátil y extinguió las llamas.
–
Bienvenida a bordo, capitana – le dio la bienvenida su ingeniero jefe Sean
Valera. Esta asintió y se acercó al tablero de control maestro que había en el centro de operaciones y donde estaban
reunidos varios oficiales e especialistas civiles.
»
Los escudos están a un 30%, tenemos solo operativas la mitad de las trincheras phaser, pero los lanzadores de torpedos están operativos
– le informó de los daños –. Contamos con los impulsores de maniobra para corregir la órbita, por lo que podemos
orientar nuestras armas moviendo la estación. Lo mejor es que el reactor está planamente
operativo.
–
Priorice los escudos y el armamento – ordenó Breeder –, el resto puede esperar.
Le dejo al mando aquí arriba, si necesita más personal para las reparaciones le
mandaremos los ingenieros civiles que necesite. La fragata Natira y el morauder de Tarr les cubrirán cuando
las fuerzas imperiales regresen para contraatacar. Yo permaneceré en la
capital.
–
Sí capitana – respondió Valera con firmeza. Sabía que Breeder quería estar
cerca de su gente para proteger su reconstruida civilización. Hacía varios años
que le habían asignado a la Base Estelar 276 y enseguida apreció al pueblo fabrini, amistoso con los extranjeros y
en extremo leal a la Federación.
Mientras que a su superior la respetaba por siempre intentar buscar el
bienestar de su tripulación y usar sus recursos para ayudar a otros. Aliana era
una buena oficial y se merecía que su pueblo sobreviviera –. Por cierto, acabamos
de recibir una comunicación de la Base Liberty.
–
¿A quién está dirigida? – preguntó Breeder.
–
A todo su pueblo, capitana – indicó entregándose el PADD donde había descargado el mensaje.
Breeder
lo cogió y lo leyó con detenimiento:
El fabrini es un pueblo antiguo y nuestras raíces se
extienden por milenios entre las estrellas. Escapamos de la extinción de
nuestra civilización gracias a un largo y azaroso viaje a bordo de la nave
asteroide Yonada. Cuando llegamos al
Planeta de Promisión reconstruimos nuestra cultura con la ayuda de nuestros
amigos de la Federación guiados por las sabias decisiones de suma sacerdotisa Natira. Ahora nos encontramos sometidos
por el malvado Imperio Galáctico cuya única intención de oprimirnos y
controlarnos. Pero no lo permitiremos. Y no estamos solos en la lucha por
nuestra libertad. Miles de millones de otros seres esclavizados por nuestros
enemigos están a nuestro lado a en este crucial momento en que se peleamos a
vida o muerte para proporcionar un futuro a nuestros hijos. Así que os digo, os
pido, os recuerdo: la hora de la acción ha llegado. La batalla por Nueva Fabrina, es el combate por la
libertad de la galaxia. El destino de nuestros hijos está en juego. Ahora es el
momento de la alzarse contra nuestro enemigo.
Nara Plumber,
Representante fabrini
–
Que se difunda por todos los canales del sistema – indicó devolviéndole el PADD,
Valera la conocía lo suficiente para saber que estaba emocionada, aunque
intentaba disimularlo. Allí estaba todo controlado, así que Breeder presionó su
comunicador y pidió a la Lena que la
volviera a transportar a la superficie.
La
comunicación que Breeder más temía por fin había sido emitida en el periódico “Voz de la libertad”:
la segunda parte del poema andoriano: «Para
8-21. Su luz cae con monótona languidez, toda sofocante y pálida». La estaban
ordenando iniciar una insurrección general en su planeta. No lo dudó y activó
los preparativos para primero tomar su antigua Base Estelar, para luego reducir
la guarnición y la presencia
imperial en la superficie, al mismo tiempo que atacaría las instalaciones orbitales que amenazaban Daran V. El
plan era delicado y estaba sujeto a la sincronización para evitar que se
alertara de lo que estaban ocurriendo.
Pero retomar la estación no había resultado como se
esperaba. Una fragata que se encontraba repostando advirtió lo que estaba
ocurriendo y había atacado a la base y alertando de los sucedido. La batalla
que se desató fue corta, pero intensa: la nave imperial se separó y empezó a
disparar contra la estación que estaba siendo asaltada. Solo la intervención
inesperada del morauder del daimon Tarr logró dañar la nave
enemiga, que escapó saltando al hiperespacio.
Para entonces la alarma ya había saltado en todo el sistema. En Daran V las
tripulaciones de las estaciones armadas
empezaron a disparar contra las ciudades de los shesshran con sus baterías turbolásers. Sus runabouts y la Natira, equipadas con sendos sistemas de
ocultación, ya desplegadas para neutralizar las estaciones orbitales,
aparecieron y las atacaron, que al estar apuntando sus armas contra el planeta
no pudieron redirigirlas a tiempo antes de que sus defensas se derrumbaran ante
los impactos de los torpedos de fotones
y los phasers y lásers de sus
atacantes. Sin pérdida de tiempo, ni bajas, se trasladaron a Nueva Fabrina.
Allí los ataques contra las patrullas, la residencia del
general Garbi, el espacio puerto y la factoría de Sienar, custodiadas por tropas imperiales, había sido un éxito.
Pero la mayor parte de las tropas se habían atrincherado detrás del recinto
fortificado de la guarnición, que bajo su poderoso escudo deflector podía
aguantar el bombardeo orbital hasta la llegada de refuerzos.
Hacía varios días que los objetos de los museos habían
sido llevados a lugares seguros, ahora tenían que proteger algo más preciado
aún: su gente. En previsión de las represalias, se empezó a evacuar a la
población de la capital. La de los barrios periféricos había sido llevada
directamente a otras poblaciones, la mayoría usando las cabinas de transportación, otros con los vehículos de los
transportes públicos. Mientras que los que vivían en el centro de la ciudad se
habían refugiado en los antiguos túneles debajo de esta. Así la calles estaban
desiertas, patrulladas por guardias fabrinis y voluntarios, mientras el grueso
de las fuerzas de la resistencia y los tripulantes de la flota tomaban
posiciones alrededor de la guarnición para impedir que pudieran desplazarse sus
ocupantes. Estos contaban con ligeros y rápidos andadores AT-ST, junto a los pesados AT-AT y otros vehículos, así como torretas turboláser y cazas TIE que podían arrasar la ciudad
en cualquier momento. La resistencia contaba con algunos miles rifles phaser Tipo-3 fabricados
aquellos meses, así como desintegradores isomagnérticos y lanzadores de pulso tetryon más potentes. Los cuales no serían capaces de detener a la legión
de soldados de asalto si decidían
salir de la fortaleza donde se encontraban y plantarles cara.
Breeder se materializó en el puesto de mando avanzado,
situado en un sótano de una casa desde donde podían observar la siniestra
guarnición. Estaba Tannery, responsable de la guardia fabrini, su oficial de
seguridad Oisle, así como Tarr, el ferengi
bajito y de ojos brillantes,
recién llegado de su nave. En aquel momento Breeder sabía que su mirada
codiciosa y su sonreía de satisfacción no estaban pensando en los futuros
beneficios, sino en haber sorprendido a todos con su ataque a la nave imperial.
En aquel caos la búsqueda del respeto personal estaba por encima de las barras
de oro prensado latino. Tal vez los
ferengis sí iban a poder redimirse.
– No parece que quieran salir – informó Oisle mostrando una pantalla
con la disposición de las posiciones alrededor de la guarnición –. Han
reforzado la valla, pero apenas hay vehículos patrullando el perímetro. Sus
escudos están a máxima potencia.
– Saben que podemos derretirlos
desde la órbita en cualquier momento – intervino Tarr.
– Destruyendo en el proceso la
capital Natira – le recordó Breeder –. Por ahora eso queda descartado.
– Capitán Breeder – anunció la voz del Valera a través de su
comunicador –, detectamos naves procedentes de Daran IV. Solicitan permiso para
aterrizar y unirse a la lucha.
– Eso es perfecto – replicó ésta
alegrándose que los shesshran quisieran combatir
al Imperio. Eran bien conocidos como
cazadores aguerridos y valientes, aunque guerreros su individualismo les
impedía forjarse una merecida fama de soldados. Aun así toda ayuda iba a ser
bien recibida, podría distribuirlo alrededor de la guarnición y aumentar sus
efectivos –.
Facilíteles las coordenadas del espacio puerto, la presencia imperial ya ha
sido reducida y se están reparando los daños en las instalaciones.
– No creo que vayan a caber capitán
– respondió este enigmático.
– ¿Qué no cabrán? – repitió ésta
sorprendida –. ¿Cuántas naves son?
– Han informado que el primer
contingente está formado por unas cuarenta. Detectado Cuarenta y tres. En el
planeta se están preparando para embarcar más guerreros en todas las naves
disponibles, estiman que serán unas cien más. Dicen que harán más viajes.
En ese momento Breeder se sintió
orgullosa, sus vecinos, a los que había ayudado poco antes, ahora les devolvían
aquel gesto enviado refuerzos para defenderse de sus mutuos enemigos.
Un guardia entró en ese momento en
la estancia y habló con (curtidora) en voz baja. Esta asintió solemne y le
despidió.
– Ya se ha difundido el mensaje de la represente Plumber frente al
Consejo de la Federación – dijo en ese momento Tannery
con cierta ceremonia y respeto, como si de un mensaje del Oráculo se hubiera tratado –. Y se han presentado nuevos
voluntarios para la lucha.
– Distribuya el resto de las armas
que nos quedan – indicó Breeder con renovada satisfacción –. También la de los
soldados de salto abatidos en el espacio puerto y en la factoría de Sienar. Con
estas lograremos armas a un centenar más de voluntarios…
– No creo que sean suficientes,
capitana. Tal vez deberíamos pedir más a los shesshran.
– ¿Cuántos voluntarios hay? – volvió
a preguntar sorprendida.
– Todo el pueblo fabrini capitana
Breeder – dijo Tannery con una gran sonrisa de
orgullo –. Se niegan a ser evacuados. Mujeres, hombres, niños y ancianos, todos
quieren colaborar en la lucha. Desde otras localidades nos informan que hay más
voluntarios.
Allí estaban los descendientes del
pueblo que la suma sacerdotisa Natira había guiado al llegar al Planeta de
Promisión prometido por los constructores de Yonada. Todos unidos en una misión común, sin que el instrumento de obediencia que antaño
había controlado el Oráculo, les obligara. Habían venido por su propia voluntad
para luchar por su libertad.
El Annihilator
La lanzadera de Vantorel se encontró
con la nave insignia de la IV Flota a medio camino del sector de Bajor. En el
hangar una guardia de honor, junto a los oficiales superiores, formó para
recibir a su comandante.
– ¿Cuál es la situación en Cardassia? – preguntó aun en la rampa
de la lanzadera.
– Aun no lo sabemos, señor –
respondió Adel –. Hubo un ataque relámpago en Cardassia Prime. Las comunicaciones están interrumpidas y han
sitiado nuestra embajada, lo que impide saber nada más. Los medios oficiales
han informado de la ejecución de Broca
por alta traición al detonar el satélite de su planeta. Pero no hay confirmación.
– ¿Y el resto de sus hombres de
confianza?
– La lucha contra los breen prosigue en el sistema Kora y Kelrabi. La 1ª, 3ª y 8ª Órdenes están en alerta máxima, pero muy dispersas por la frontera. La 2ª Orden está evacuando algunos planetas de la Zona Desmilitarizada dejándola en poder del maquis. Sabemos que los gobernadores militares de Soukara y Loval han
partido hacia la capital – indicó su ayudante, al tiempo que las sirenas de
aviso resonaban en todas las cubiertas del destructor. Segundos después este
saltó al hiperespacio rumbo a Bajor.
– ¿No ha habido ningún comunicado de
Damar?
– No señor. Aunque en el último
informe retransmitido desde nuestra embajada nos confirmaban que encabezaba el ataque a la Comandancia Central.
– ¿Y la situación en Bajor?
– Se mantiene en calma, señor.
Parece ser que el general Alhana ha desbaratado una huelga general que se
estaban organizando en la administración pública.
– No tenemos que preocuparnos de Alhana
y Bajor – sentenció Vantorel –. Que Dardel y Valorum
trasladen sus escuadras a DS9. Tal
vez el Dominion aproveche este
momento para atacarnos a través del agujero de gusano.
–
Ya lo he ordenado, así. Señor.
–
Que empiecen a organizar la evacuación de todas las bases y puestos avanzados
que están bajo mi jurisdicción, con discreción – ordenó Vantorel –. En breve
recibirá una lista desde la Tierra
de los primeros lugares de los que nos retiremos, serán los más alejados del
centro de la Federación. Que esas
fuerzas queden en reserva sin salir de nuestro territorio. Y que cualquier
unidad bajo asedio se limiten a acciones defensivas, cualquier otra acción,
incluidas las represalias, han de estar autorizados únicamente por mí.
–
Sí, señor – respondió su ayudante extrañado por la orden de retirada.
–
Muy bien – replicó Vantorel muy satisfecho por la eficiencia de Adel. Claro que
lo había entrenado personalmente y no debería haberle sorprendido. Aun así su
joven ayudante tenía ese don: sorprenderle. Por eso era su mano derecha.
»
Hay otra cosa, tras la emboscada del Conqueror,
ordené que Lepira permaneciera a bordo.
–
Así es señor. Se encuentra en el centro de inteligencia. Junto al coronel Nass.
¿Quiere que le indique que quiere verle?
– Por ahora no. ¿Pero quién es el responsable de interrogación a bordo?
–
El teniente Dangor, señor.
La
puerta de la celda se abrió y salió flotando un ovalado droide de interrogatorios It-0, donde se encontraba Lepira, pálido,
con un hilo de sangre que le caía de los labios amoratados, intentando
encogerse sobre la silla sobre sí mismo, imitando la posición fetal,
retorciéndose de dolor y con los ojos fuera de las órbitas. Temblaba y
respiraba a horcajadas, sin fuerza alguna para gritar o incluso gemir. Se había
resistido mucho más de lo que esperaba Vantorel, pero finalmente se había
quebrado y dicho la verdad.
–
¿Me entenderá? – le preguntó al oficial que había conducido el interrogatorio.
–
Sí, señor – respondió Dangor dubitativo, era un interrogador veterano que había
sometido a muchos otros seres a lo largo de su carrera. A pesar de eso la
sesión había sido un tanto extraña, ya que durante la misma Vantorel le había
estado dando instrucciones, desde otra habitación, de que debía preguntar, como
si el almirante ya conociera las respuestas. A pesar que Lepira, como oficial
de ubictoriado estaba entrenado para
soportar una sesión como aquella, Dangor se había sorprendido de la
resistencia, pero al final el dolor había doblegado, como siempre, su
resistencia.
El
almirante se acercó y se sentó a su lado. Lepira alzó lentamente la cabeza. Su
mirada, aunque clavada en Vantorel, estaba ausente.
–
Te tengo entre los pocos seres que pueden considerarse como mis amigos Theron,
por eso te he pido disculpas – dijo después de un largo silencio –. Pero tenía
que estar seguro. Y esta era la única manera.
Lepira
intentó articular una respuesta, pero aunque sus labios se movieron no salió de
su boca nada más que una bocanada de aire, débil y sin fuerzas. Vantorel esgrimió
una sonrisa de circunstancias, realmente no había querido hacer aquello, pero
no podía fiarse de que Lepira le dijera la verdad de buena gana y debía de
estar seguro de que este era un traidor.
Entonces
se incorporó y girándose hacia el interrogador dijo.
–
Llévenlo a un tanque de bacta.
–
Pero señor... – dijo sorprendido.
–
¿No me ha entendido?
–
Sí señor – replicó sumiso.
–
Solo un poco – puntualizó –. Para que pueda razonar.
–
Por supuesto, señor – dijo este, pensando en que así podría volver a iniciar su
trabajo. Bajó la cabeza en un servicial gesto cuando Vantorel abandonó la
celda.
La
situación de Lepira era muy distinta a la última vez que Vantorel había estado
con él. Unas horas en el tanque de bacta le habían recuperado, aunque su estado
era aun grave, sabía que no aguantaría otra sesión de interrogatorio. O más
bien otra sesión de tortura. Igualmente esta y las drogas ya le habían hecho
decir todo aquello que quería y mucho más.
Vantorel
entró en la habitación del centro médico y despidió a los guardias, que les
dejaron solos. Luego hubo un largo silencio entre los dos hombres.
–
En breve abandonarás esta nave – anunció por fin el almirante imperial. Lepira
asintió, imaginando que sería enviado al centro de interrogatorios situado en
la Luna y que llamaban el Monte del Destino. Una base de la Oficina de Seguridad Imperial, cuyos
rumores la describían como el infierno hecho realidad –. ¿Te gustaría saber
cuando lo supe? Tu verdadero doble juego.
Lepira
no pudo responder, sus pulmones aún estaban encharcados y le costaba respirar,
así que se limitó a asentir. Aunque ya sabía lo que le iba a decir.
–
Fue tras la visita de los Profetas –
respondió en un susurro acompañado de una sonrisa de complicidad –. Pero ahora
sé tú ya lo sabías, que vendrían a mí.
Lepira
asintió, sin dejar de mirarle a los ojos fijamente.
– Extraordinario. Todo
estaba previsto entonces – prosiguió fascinado –. Por eso estabas allí con
ellos. También estaba Sisko, que es su Emisario.
Entonces me pregunté: ¿por qué? Y la única respuesta
lógica era porque trabajabas para ellos. Era tan absurdo que no podía haber
otra explicación. Por eso no te tengo rencor, más ahora que entiendo tus motivos.
Son tan poderosas esas criaturas, ¿verdad?
–
Más de lo que cree – replicó Lepira haciendo un esfuerzo sobrehumano, que no
veía odio en la mirada de Vantorel. Más bien la satisfacción.
–
Te creo Theron, de eso no has de tener ninguna duda. Ahora me arrepiento de no
haber estudiado ese Orbe con más
detenimiento antes de devolvérselo a los bajoranos
– respondió Vantorel –. Pero bueno, los cardassianos
aún tienen varias de las Lágrimas de los Profetas, será cuestión de conseguir
una de ellas.
Lepira
se horrorizó ante semejante ultraje e intentó decir algo, pero no le salieron
las palabras.
–
No te preocupes, les tengo más respeto de lo que crees. Reconozco a aquellos a
los que uno ha de temer, sobre todo cuando no se les comprende bien.
»
Esto es lo que quiero que hagas. Será un favor, a cambio de su vida. De su libertad.
Quiero hablar con Sisko. En dos días, en el valle de Kendra, al amanecer. Él sabrá donde.
Lepira
contempló como la tercera profecía acababa de cumplirse y se sorprendió de
estar vivo. Nunca creyó que vería el final de la ocupación imperial de la Vía Láctea. Pero aquello no acababa
allí y este sacó de su bolsillo un pequeño holoproyector,
al activarlo una imagen apareció como suspendida en el aire, iluminando el
rostro del almirante. El de Lepira se truncó en la expresión más horrible imaginable.
–
Como regalo le entregarás estos planos del arma que está construyendo Daran.
La Estrella de la Muerte no estaba en las profecías.
La
lanzadera personal de Vantorel se alzó en el hangar principal del Annihilator, giró y salió al espacio
desplegando sus alas hacia abajo, alejándose del destructor imperial. A los mandos iba el sirviente kel dor del almirante, a su lado Lepira
con el holoproyector en el bolsillo de su casaca, dolorido, pero consciente de
la importancia de su misión. No lejos de allí la lanzadera Lambda saltaba
al hiperespacio.
–
¿El interrogador ha muerto? – le preguntó Vantorel ignorando a su antiguo
compañero de armas, pero no por desdén, simplemente tenía la mente varios pasos por delante de la jugada que acababa de iniciar.
–
Como ordenaste. Al igual que el coronel Nass.
–
Bien. Es hora de reunirnos con el resto de la flota.
El
Carida
El
almirante Corran ultimaba los preparativos para atacar a las fuerzas gorn. Para Corran el atrevimiento de
atacar al Imperio de aquellos
reptiles era un insulto muy grabe que no iba a dejar impune y menos él.
Coordinado con su ataque se lanzaría la contraofensiva imperial en todos los
Nuevos Territorios. Para ello estaban replegando sus fuerzas de los planetas
que Daran había ordenado evacuar y así reagrupar las naves. Tardarían algunos
días, pero para entonces tendría todo el poder del Imperio a su servicio.
Iba
a desplegar todos sus destructores para lanzarse primero contra los puestos
avanzados de la Hegemonía Gorn a lo
largo de su frontera, para luego volverse contra los planetas que los gorn
habían atacado. De esta manera pretendía sorprender a aquellos reptiles por
detrás de sus líneas defensivas antes de golpear el interior de su territorio
cuyas fuerzas estarían mermadas.
–
Almirante, tenemos informes sobre el movimiento de las naves de la resistencia
en los sectores previstos para el ataque – le dijo su segundo.
–
¡Magnífico! Les aplastaremos como a gusanos.
–
Los capitanes del Dekor y el Admiral Kirlan han informado que están
preparando la evacuación de los planetas asignados.
–
Que tras escoltar los convoyes de tropas se dirijan a los puntos de reunión para atacar Cestus III.
Archer
IV
Las
zonas de la ciudad más cercanas a la guarnición
habían sido evacuadas de civiles durante las primeras horas del asedio. Tras la
partida de las naves estelares que había apoyado la insurrección habían llegado
tropas regulares con armamento pesado,
apoyadas por los cazas Peregrine y la dotación dejada del dique espacial de la Base Estelar 133. Con ayuda de morteros y el bombardeo de los cazas,
estos habían puesto en asedio a las tropas imperiales acosadas inicialmente por
las fuerzas policiales del planeta y los civiles armados, que habían
permanecido dentro del perímetro exterior y la plataforma de aterrizaje.
Giral
y su grupo estaban en la zona de la plataforma junto a un batallón de soldados andorianos. Estos habían rápidamente
tomado la situación asumiendo el control de la batalla y para los archenitas civiles,
que habían sido hasta entonces la punta de lanza de la insurrección, la llegada
de aquellos profesionales era una bendición. Aun así las fuerzas de la Federación eran pocas y los civiles
permanecían codo con codo con los militares.
Los
sensores detectaron la formación naval imperial, que se colocó en la órbita del
planeta evitando al dique espacial y sus defensas. Aunque fueron atacados por
los cazas, los TIE lograron
alejarnos de los veteranos destructores de la clase Victory, al tiempo
que escoltaban los transportes que empezaron a evacuar a las tropas asediadas. Una
vez concluida la extracción de hombres y equipo, empezó el bombardeo orbital
sobre la zona cercana a la guarnición. Las fuerzas de la Federación tuvieron
que retirarse hacia el centro de la ciudad, pensando que desde allí se harían
fuertes ante el contrataque y resistir hasta la llegada de refuerzos que
pudieran enfrentarse a las naves imperiales.
Lo
que no sabían era que las órdenes del capitán del destructor Dekor eran simplemente proteger a la
guarnición mientras era evacuada y evitar el enfrentamiento. Aun así una vez
estuvieron a bordo las tropas destacada en Archer IV las baterías turboláser del Dekor y las de sus compañeros, que solo
habían abierto fuego de cobertura, empezaron a disparar sobre la capital de forma
indiscriminada. Tras unas cortas ráfagas y para evitar entrar en el alcance de
los potentes phasers del dique
espacial que asomaba por la órbita planetaria, cambiaron su objetivo para disparar
sobre la superficie del mar. Al poco rato una gigantesca nube de vapor empezó a
emerger de océano y las fuerzas del viento la arrastraron hacia la costa.
Aunque el capitán de Dekor no creía
que aquello sería suficiente para castigar a los sublevados, tenía un horario
que cumplir, así que ordenó el cese del fuego y salió del sistema.
USS Defiant
Lepira
se había dirigido a bordo de la lanzadera Lambda hasta la colonia Nerhu cerca del sistema bajorano.
El sirviente kel dor de Vantorel,
que no había hablado en todo el viaje, le acompañó hasta el contacta que conocía
de la resistencia, para regresar al Annihilator.
Horas después una nave le recogía.
–
¿Creen que es una trampa? – le preguntó Sisko tras explicarle lo ocurrido y
enseñarle el contenido del holoproyector.
– No. Conozco bien a Vantorel –
respondió Lepira en la enfermería de la Defiant
mientras Bashir acababa de curar sus heridas –. No es un hombre retorcido, todo
lo contrario: es pragmático, tiene un instinto para saber cuándo ha de actuar,
no da rodeos cuando ha tomado una decisión. Es muy inteligente. Quiere algo y
para conseguirlo nos necesita.
–
La caída de Daran, eso está claro – puntualizó Zahn que también estaba a bordo.
–
Debilitarlo y ocupar el poder. ¿Pero por qué no dar un golpe de estado? Es más
práctico que hacer perder vidas de sus soldados – indicó Kira.
–
A no ser que pretenda ser su salvador.
–
No olvidemos la tercera Profecía – dijo entonces Lepira –. “Dos hombres serán tocados por los Profetas. El segundo surgirá entre
los guerreros de blancas armaduras para conducir a estos fuera de Bajor sin
causar destrucción y sufrimiento a su pueblo. Su corazón no está corrupto del
todo por el odio y en su interior alberga la necesidad de buscar su lugar entre
las estrellas. Los Profetas alentarán ese deseo, pero su destino entrelazo con
Bajor está”. Tenga en cuenta una cosa
Emisario: Vantorel le admira, le ve como a un igual.
–
Sea lo que sea no podemos permitir que Daran o cualquiera, posea una Estrella de la Muerte. Hemos de destruirla, cueste lo que cueste – confirmó
Sisko haciendo referencia a los planos que le había entregado a Lepira.
Bajor
Era una mañana soleada, con algunas
nubes en el cielo y una fresca brisa que mecía las ramas de los árboles. La
colina hacía una suave pendiente extendiéndose por debajo fértil y verde el valle Kendra. Allí era donde Benjamin
Sisko quería construir una casa al estilo tradicional bajorano y poder vivir
con su familia. Y aquel había sido el sitio que había escogido Vantorel para
entrevistar con el Emisario de los Profetas.
A
la hora señalada Sisko se transportó al lugar donde quería construir su casa de
madera. No esperó demasiado antes de que otro hombre se materializara a pocos
metros de él. Los dos oficiales se miraron examinándose detenidamente durante
mucho tiempo, hasta que finalmente Vantorel se acercó y le alargó la mano.
–
Me alegra conocerle capitán Sisko – dijo cortes –. Y en estas circunstancias,
de igual a igual, todavía más.
–
No puedo decir lo mismo – replicó Sisko y hubo otra larga pausa incómoda.
–
Es un lugar hermoso para vivir – prosiguió Vantorel –. Tal vez yo también me
retire a un sitio como este. Pero supongo que no ha venido para ver de nuevo
esto.
–
No.
–
Daran está construyendo su propia Estrella de la Muerte – anunció al
fin Vantorel –. En realidad más pequeña que las de Palpatine, apenas 65 kilómetros de diámetro, pero igual de
mortíferas que las anteriores, ustedes ya lo saben, le entregué los planos a
Lepira. Creo que hace mucho que empezó a trabajar en ese proyecto, en él que
aplicó parte de la tecnología que les capturamos.
–
¿Conoce su localización?
–
No. Ni un oficial con mi rango tiene acceso a todos los secretos del Imperio. Por saber, no tendría ni que
conocer la existencia de los planos de esa nueva estación de batalla – dijo con una amplia sonrisa de triunfo –.
Pero tengo una vaga idea del sector donde puede estar.
–
¿Y que pretende a cambio?
–
El agradecimiento de la Federación y
del Emisario de los Profetas – dijo divertido –. La deuda será pagada a su
debido momento, capitán. Eso es todo lo que tengo que decir.
–
¿Sabe en que nivel de construcción se encuentra?
–
También lo desconozco. En realidad no estoy seguro de que ni exista. Tan solo
afirmo que los diseños y diagramas están acabados. Y sobre la pregunta que me
ha formulado antes, si se está construyendo creo que su localización está en el sector Barkon o junto a este. Los registros de los movimientos de
la flota de suministros siempre son borrados cuando sus naves pasan por allí.
»
Una última cosa. A partir de ahora quisiera poder contactar con usted, de una
forma segura. Había pensado que fuera a través de alguien de confianza. Y la vedek Alhana es la persona adecuada.
–
¿Por qué?
–
Es necesario para mis planes – fue su misteriosa respuesta.
Sisko le miró detenidamente. A lo
largo de su vida había estado frente a muchos seres que podía definir como
enemigos: Locutus, Dukat, Gowron, Weyoun. Ahora estaba frente a otro enemigo de la Flota Estelar con
el que tenía que luchar. Lo que por ahora no entendía era dónde encajaban los Profetas con respecto a Vantorel y las
profecías que había tenía Alhana siglos antes.
– Defiant, transporte para uno. Energía.
Cardassia Prime
Tras la reunión con Vantorel e
informar de la posible ubicación de la Estrella de la Muerte, Sisko tenía
que hacer otra importante parada. Tras el ataque a la comandancia central cardassiana Garak había partido hacia Cardassia Prime, pero solo unas pocas horas antes habían transmitido la petición de
entrevistarse con algún representante de la Federación. El más cercano era el propio Sisko, así que tras salir
del hiperespacio, la Defiant fue
interceptada por una nave de guerra clase Galor y les acompañó hasta colocarse en órbita sobre la capital.
Según los acuerdos que habían
llegado con Damar, cuando este se
hiciera con el gobierno de Cardassia
su intención era pactar con los breen
una paz inmediata: evacuar todos los territorios de la Zona Desmilitarizada reclamados por los maquis y declarar la guerra al Imperio.
Pero nada de esto se había producido, era más, el silencio hacia sus aliados
había sido total. Debido a la estructura en células estancas que ahora formaba
la resistencia la Flota tan solo
había podido contactar con algunos grupos aislados, pero ellos tampoco sabían
mucho más. Y aquello era muy preocupante.
Poco después de llegar, Garak se
transportó a bordo de la Defiant.
– Me gustaría hablar con el legado
Damar – le espetó Sisko.
– Eso es un poco complicado, ya que
por desgracia Damar murió en el ataque a la Comandancia Central – dijo con
visible pesar –. Iba en cabeza en el asalto a las instalaciones y recibió un disparo.
– ¿Qué ocurrirá ahora? – preguntó
Sisko con preocupación.
– Eso es algo difícil de decir. Por
ahora gul Seskal, su colaborador más
estrecho está intentado controlar la situación. Pero Seskal, aunque tiene renombre
entre los cardassianos, no es Damar.
Y hay otros altos oficiales que disputan el liderazgo. Gul Macet de la 4ª Orden,
que fue el responsable del ataque a las instalaciones de Rondac III se perfila con grandes posibilidades de obtener el
liderazgo. Pero también se ha de tener en cuenta a gul Lemec de la 8ª Orden
o Jasad de la 2ª. En este momento la política cardassiana
es moverse por arenas movedizas.
– ¿Y nuestros acuerdos con Damar?
– Dependerá de los apoyos que Seskal
consiga con el resto de guls. Pero por
ahora puede descartar la declaración de guerra al Imperio Galáctico. Si algunas
de las tropas se han retirado de varios planetas de la Zona Deslimitarizada
solo ha sido porque creen que pueden ser más útiles en otro lugar, como en la
frontera breen o consolidando su posición política. No ha habido una orden
general.
» Mi pueblo ha sufrido mucho capitán
– dijo Garak con pesar y Sisko supo que era una de aquellas pocas ocasiones en
la que el antiguo agente y torturador de la Orden Obsidiana decía la verdad –. En cambio Seskal sí necesita su
apoyo y su ayuda si queremos que la cardassia que quería Damar la podremos ver
algún día.
– En este momento no podemos
prestarles mucha ayuda – reconoció Sisko con igual sinceridad.
– Lo sé, pero la política
cardassiana siempre fue un juego de espejos. Su apoyo a Seskal si vencen al
Imperio, puede mantenerle lo suficiente como para no provocar más luchas
civiles entre mi pueblo.
– ¿Y que hará usted?
– Son tiempos inciertos... capitán –
contestó junto a una de aquellas sonrisas enigmáticas que esgrimía cuando no
quería que nadie supiera lo que estaba pensando, aunque en aquel momento no
pudo disimular la amargura que le invadía por el incierto futuro de su pueblo.
USS Unicorn
La pequeña nave estaba dando soporte
a la incursión para liberar a la colonia Iadara de la ocupación imperial cuando habían recibido la orden de dirigirse
al sector Barkon. Tras ayudar en el ataque a la Base Llegada Uno, habían recogido
a un grupo de élite de las fuerzas especiales genéticamente alteradas angosianas, que debían evitar todo daño a la industria de desarrollo
de naves estelares que tenía el planeta.
El teniente Narod estudió su
objetivo mientras estaban en el hiperespacio.
Las indicaciones que tenía eran muy limitadas: rastrear el sector y localizar
un posible emplazamiento imperial donde estaban desarrollando una nueva y poderosa
arma. No le habían indicado de que se trataba, ni tampoco que tipo de instalaciones,
debía de buscar. El sector contaba con una treintena de sistemas estelares y el
primero en la lista era el sistema que daba nombre a aquella zona poco
explorada del espacio y que albergaba un planeta de clase M con una civilización preindustrial. Según los registros este
había sido explorado con sondas automáticas de largo alcance y tan solo había
sido visitado en una ocasión, cuando una de aquellas se había precipitado al planeta
tras un accidente y un equipo tuvo que rescatar sus restos.
– ¿Qué tiene de valioso el sistema?
– preguntó Narod mientras se acariciaba la frondosa barba marrón, aunque ya
empezaba a encanecerse, que le caía desde los mofletes.
– Aparte de Barkon IV... el séptimo planeta es un gigante gaseoso, con grandes
reservas de gas tibanna – respondió
su oficial científica, la teniente Clara Tello.
– Es lo que el Imperio utiliza para sus armas y es un material básico para la hipermataria de sus motores – recordó Narod
pensativo y pensó que si él fuera oficial imperial, hubiera escogido aquel
planeta para establecer el lugar donde construcción un arma –. Timonel, cuando hagamos
la corrección del rumbo ponga rumbo a sistema Barkon.
– Sí señor – respondió el joven benzite Lero.
La nave activó el sistema de ocultación interfásico
romulano poco tras salir del hiperespacio fuera del sistema. Narod era
cauteloso y no estba tranquilo cuando utilizaba aquella tecnología, al conocer lo
que le había ocurrido a la USS Pegasus, que se había fusionada en
medio de la roca mientras atravesaba un asteroide en el sistema Devolin y a los tripulantes de la nave científica romulana, que años antes había experimentado con
aquella tecnología. Pero su interacción con una fase diferente del universo les
hacía completamente indetectables, lo que era necesario para completar su
misión.
Lo primero que los sensores captaron
fue una red de taquiones capaz de detectar
cualquier nave oculta que abarcaba todo el espacio del sistema desde la órbita
del séptimo planta. Aunque sabían que con su tecnología no podrían detectarlos,
en el momento de atravesarla el caitian
podo sentir cierta tensión en los miembros de su tripulación. Al pasar por el
séptimo planeta detectaron varias naves de extracción y procesado del gas tibanna
escoltados por varias fragatas de escolta Nebulon-B. Y a medida que
se aproximaban al cuarto planeta los sensores mostraron más naves enemigas: un
destructor clase Imperial era el mayor de ellos, pero también había otros dos de
la clase Venator, así como varios cruceros Strike, e Interdictor capaz de
generar sombras gravitacionales que obligaban a las naves a salir del
hiperespacio. Así como otras tantas naves de carga y construcción. Por fin se
colocaron cerca del cuarto planeta y al rotar pudieron ver claramente dos
pequeños satélites en órbita.
Al ver aquellas dos estaciones de
batalla Narot supo exactamente qué era lo que estaba buscando y que ya lo había
encontrado. Accedió a la base de datos de la Alianza, que se había descargado
para el ataque a la Base Llegada Uno y buscó la información sobre la Estrella de la Muerte del Emperador Palpatine. Los datos eran extensos e incluían los planos del arma diseñada
por Galen Erso y que tantas
vidas habían costado a la Alianza
en obtener en la Batalla de Scarif.
Por lo que pudo comprobar eran más pequeñas que sus dos antecesoras y habían
seguido las fases de construcción de la segunda Estrella de la Muerte, ya que una
de las dos estaciones contaba con el disco del superláser completado. La Fase Uno se iniciaba con el montaje de
una columna central que iba de polo a polo, con el hueco para el reactor principal.
La Fase Dos ya incluía la región ecuatorial, las dos superficies de los dos
polos y la estructura básica del superláser. La Fase Tres completaba la
superficie alrededor del disco de esta y el ecuador. En la Fase Cuatro los dos
polos se unían en una media esfera, con el arma ya conectada al reactor principal
y plenamente operativa, tal y como habían comprobado la Alianza en Endor. La Fase Cinco completaba la
construcción de la esfera de la estación de batalla y la utilización de sus motores
de hiperimpulsión. Según lo que veía Narot en la pantalla de su nave, un de las
dos pequeñas Estrellas de la Muerte,
capaces de destruir todo un planeta en un solo disparo, estaba en la Fase Cuatro de su construcción y
no dudaba que planamente operativa. Alrededor de su hermana no detectaban trabajo
alguno, por lo que todo estaba centrado en completar una de aquellas dos monstruosidades
tecnológicas.
– Quiero un rastreo completo de todo
el sistema. ¿Lo ha entendido?
– Sí señor – replicó Tello, con la
mirada clavada en aquellas dos estaciones de batalla a medio construir.
Tiburon
El general Golan observó
detenidamente al alienígena que tenía delante. La resistencia del grueso del
31º Cuerpo de Ejército había durado tres días, pero finalmente Golan había
decidido rendirse.
Lo que había empezado como una
insurrección más en el levantamiento general en todos los Nuevos Territorios,
se había convertido en una reconquista del planeta. Tras las emboscadas
iniciales, el ataque desde el espacio les había obligado a permanecer en las
instalaciones del cuartel general. La base de lanzamiento de las Naves Núcleo había sido la primera en
ser atacada y la primera en caer. Según se enteró Golan por un superviviente
que había podido llegar hasta él, los sistemas de inhibición de los transportadores habían sido saboteados, así como
la energía de las armas y escudos de la base. Completamente indefensos habían
sido bombardeados desde la órbita, para que seguidamente se transportaban
aquellos alienígenas por todas partes. Mientras que las guarniciones de las
ciudades sumergidas habían sido también atacadas por fuerzas submarinas que
también las habían sitiado y finalmente habían caído.
En el Cuartel General los escudos
habían mantenido a raya el asalto naval, obligando a permanecer en el interior
de los barracones blindados a hombres y vehículos. Pero la potencia del
bombardeo había acabado colapsar los generadores tras dos días de intenso
cañoneo. Sin escudos y solo con una parte de los inhibidores activos, los atacantes
se habían transportado también por toda la base, iniciándose una lucha palmo a
palmo. Sin lugar donde preparar una buena resistencia debido a los
transportadores, con sus soldados aislados y aniquilados, Golan quedó
arrinconado en el interior de los búnquers de mando. Sin comunicaciones, sin
posibilidad de evacuar a sus tropas o más bien lo que quedaba de ellas, el
general imperial había decido tomar la opción más difícil de su vida: rendirse.
Era la primera vez en toda su
carrera que Golan había sido derrotado.
– Solo me gustaría saber... de que
especie son los seres que me han vencido.
– Xindi – le respondió el oficial reptiloide con orgullo. La batalla había sido larga y sangrienta,
aunque las bajas no habían sido tan grabes como pronosticaba el enlace de la
Flota Estelar, pensó Ralkar.
– Jamás pensé que diría esto... –
empezó solemne Golan, pero se detuvo para expulsarse el polvo de la casaca y
colocarse correctamente la gorra, aun se mantenía altivo, orgulloso de portar
aquel uniforme verdegris. Los ojos amarillos de reptil de Ralkar le miraban con
curiosidad, expectante a lo que debía de decir –. Ha sido un honor luchar
contra usted.
Chocó los tacones cuadrándose e
inclinó la cabeza en señal de respeto. Luego se colocó los guantes con
tranquilidad y girándose marchó hacia el cautiverio. Tal vez era un prisionero,
pero era un oficial del Ejército imperial, heredero de aquellos soldados que habían luchado en las Guerras Clon y su honor iría
intacto con él.
Ralkar observó al humano como salía
del improvisado puesto de mando. Debía de admitir que aquella sangre caliente
era valiente. Pero ahora debía prepararse para el contraataque.
Continuará…
me gusta tu relato pero pienzo que te tardas mucho para publicar las parte desearia que lo hicieras mas segido
ResponderEliminarHola Yelwin,
EliminarTus ansias en saber lo que va a suceder en el relato tendrán que esperar. Ya estoy publicando el capítulo 11 que es el penúltimo, siendo el 12 y último, más corto. Así que falta poco para finalizar el Crossover Star Trek-Star Wars. Posiblemente para primeros de enero e intentaré estos días que tengo más tiempo, acelerar la corrección final para publicarlo.
Espero que disfrutes al leerlo tanto como yo al escribirlo. Aunque por tu comentario, creo que sí.
Un fuerte saludo,