La Flota Estelar ha
declarado el Código Factor 1,
es
decir: estatus de invasión a la Federación.
Desde
ese momento se han empezado
a
enviar órdenes a diferentes naves y bases estelares.
Mientras
el resto de la flota se preparara
para
defender sus planetas y colonias de
este
nuevo y misterioso enemigo…
Deep Space Nine
La
Venture
fue la última nave en llegar a la antigua estación Terok Nor. Con ella la 9ª Ala de Ataque quedaba completada para la
defensa del sistema de Bajor. El resto de la 10ª Flota estaba
repartida a lo largo de la frontera cardassiana. El almirante Ross se había
quedado la 7ª Ala de Ataque en la Base Estelar 375
como fuerza de reserva, mientras que un importante número de naves de la 7ªFlota se había concentrado en la Estación Lya Alfa,
de forma que se podría reacciones a cualquier maniobra que el Dominion
intentara a lo largo de la frontera.
Sisko
estaba sentado en su despacho leyendo el informe sobre los últimos ataques
dentro del territorio del Dominion y breen. Según los sensores del Malinche
se habían registrado ataques en diversas bases y puestos avanzados a lo largo
de todo en su territorio. Si los informes de inteligencia eran correctos, estos
puntos coincidían con factorías de soldados del jem’hadar, de los vortas, de
fabricación del ketracel blanco y de astilleros. En apenas unos días el
Dominion había tenido pérdidas que equivalían a las de toda la guerra. La
reacción de sus fuerzas no se había hecho esperar, sorprendiéndole a él y a la
Flota: al retirarse a la frontera anterior del inicio de las hostilidades. Betazed
y otros planetas conquistados por los Fundadores habían recibido ya las
primeras ayudas por parte de las naves estelares más próximas. Mientras tanto
las fuerzas del jem’hadar se estaban concentrando alrededor de Cardassia Prime,
obviando cualquier otro lugar. Estaba claro que allí se encontraba su líder, la
Fundadora y que la defenderían hasta la muerte. ¿Eso era lo que hubiera
ocurrido si la guerra contra el Dominion hubiera continuado y fuera la Flota
Estelar y sus aliados los que estuvieran amenazando el corazón de su territorio
en el cuadrante Alfa?
–
Capitán estamos recibiendo una
comunicación desde la Base Estelar 375 de máxima prioridad – le informó
Kira por su comunicador. Sisko se levantó y salió de su despacho, en la
pantalla de ops apreció la imagen borrosa del almirante Ross.
–
¡Nos están atacando! – dijo cuándo
una explosión hizo saltar chispas y una nube de humo a sus espaldas –. ¡El Exeter
ha… destruido… las defensas!…
En
ese momento la pantalla se oscureció. En ops nadie se atrevía a romper el
silencio que se había producido. Todos se miraban y miraban a los oficiales de
mando que a su vez observaban a Sisko, de pie frente a la puerta de su despacho
con la mirada clavada en la pantalla principal.
–
Alerta roja. Estaciones de batalla – ordenó por fin –. Señor Worf, jefe
O’Brien, Ezri, preparen la Defiant.
Coronel Kira, prepare las defensas de Deep
Space Nine.
–
Sí, señor – replicó esta con firmeza, que aún llevaba el uniforme de la Flota
Estelar que había usado mientras colaboraba con la resistencia cardassiana de
Damar. Luego miró a Odo ya recuperado de su enfermedad, que tenía una expresión
de profunda preocupación. Aquel iba a ser el cuarto ataque a la estación desde
que había pasado a manos de la Flota Estelar y el condestable tenía que
preparar a sus hombres.
Cardassia
Prime
Weyoun
observaba las pantallas del centro de control de los Cuarteles Generales. La
situación era caótica. Los ataques habían minado completamente sus ya limitados
recursos. Tras la primera incursión a las instalaciones del sistema Kora, el resto de factorías de vortas y jem’hadars habían sido
reducidas a escombros, incluidas aquellas que los cardassianos no conocían su
existencia. La mayor parte de las bases de abastecimiento y reparación de sus
naves habían sido también destruidas, junto a muchos puestos avanzados.
Mientras que el líder de Cardassia, recientemente nombrado tras traicionar a su
propia gente, el legado Broca había desaparecido. Y por si fuera poco las
revueltas de civiles se multiplicaban por todo el planeta al estúpido grito
popularizado por Damar de: “¡Por
Cardassia!”. El grado de insumisión ya rallaba lo intolerable y hacía unos
instantes había tenido que destruir la totalidad de la ciudad de Lakarian con sus millones de habitantes como represalia.
Y
aunque la insurrección entre las fuerzas cardassianas se había generalizado, su
mayor preocupación procedía aquel nuevo y poderoso enemigo. Había salido de la
nada y ya había vencido al Imperio Romulano y al Klingon, mientras que en
aquellos momentos atacaba los territorios de la Federación y del mismo
Dominion, incluyendo a sus aliados. Según los breen algunos de sus puestos
avanzados habían dejado de transmitir.
–
Hemos captado una comunicación desde la Base Estelar 375 – informó el Primero
de los jem’hadar, entregando al vorta un padd. Este asintió y lo leyó. El
almirante Ross estaba bajo ataque. Se estaban acercando. Pensó Weyoun y miró
las defensas de Cardassia Prime. Las plataformas armadas orbitales estaban
listas: con mil torpedos de plasma cada una, así como las estaciones bien
armadas y con personal leal al Dominion. Y a su alrededor la flota del
jem’hadar y breen. Cualquier enemigo que se enfrentara a ellos recibiría una
desagradable sorpresa.
–
¡Weyoun! – le llamó la inconfundible voz de la Fundadora. El vorta se inclinó
servil hacia su divinidad, que estaba acompañado del comandante de las fuerzas
breen –. Thot Gor me ha informado de su deseo de estar a bordo de
su nave durante la batalla.
–
Eso es maravilloso – replicó el vorta inclinándose ante el oficial breen. Este
dijo una frase de despedida y salió de la sala con el resto de los de su raza.
–
Nunca imaginé que fueran tan guerreros – dijo la líder viéndoles marchar.
–
Fundadora… – dijo Weyoun cuando los breen ya no se encontraban en la estancia.
Tenía la mirada baja y su voz rozaba la súplica –. No quiero que piense que le
he perdido el respeto. Sería incapaz de ello. Usted lo sabe muy bien. Pero…
–
Dilo ya de una vez – replicó brusca la changeling hastiada.
–
El planeta no es seguro. El legado Broca ha desaparecido y este nuevo enemigo…
No sabemos nada de él y nuestras fuerzas no han sabido responder adecuadamente
a estas recientes circunstancias…
–
¿Estás sugiriendo que me marche de Cardassia Prime? – preguntó altiva –. ¿E ir
a dónde?
–
Tan solo por su propia seguridad… Hasta que el peligro haya…
–
Por una vez tienes razón… – dicho lo cual la líder del Dominion se desplomó
frente al vorta, que enseguida se acercó para impedir que cayera. La enfermedad
había avanzado mucho en las últimas semanas sobre todo tras la imposibilidad
convertirse en líquida. Weyoun sabía que pronto moriría. Qué valor, fuerza y
entereza tenía los fundadores, que aún moribundos se enfrentaban a los peligros
sin doblegarse. El vorta hizo un ademán a los jem’hadars que se habían acercado
para socorrer a su Fundadora para que regresaran a su trabajo al ver que la
líder se recuperaba.
–
Haré los preparativos para su traslado al Tenak’talar – dijo este, a lo
que la líder asintió visiblemente agotada.
San
Francisco, la Tierra
Cuando
la Flota difundió la última comunicación de Vulcano,
confirmando el ataque a su sistema, DeSoto intuyó que aquello
precipitaría los acontecimientos por lo que le habían ordenado entrar en órbita
a la Tierra.
Poco
después recibieron un nuevo mensaje en el que le indicaban unas coordenadas de
transporte, que coincidían con uno los edificios de la Flota situados en la
ciudad de San Francisco. Le recibió la secretaria del almirante Paris, que le
llevó hacia el despacho de este.
No
conocía personalmente a Paris, aunque sí había leído
numerosos artículos suyos y había asistido a varias de sus conferencias. Era un
oficial muy respetado y uno de los candidatos que se habían barajado para
ocupar el alto mando de la Flota. Aunque él mismo había rehusado al cargo antes
que anunciaran el nombre de los candidatos, sorprendido a más de uno. Poco
después el nuevo comandante le nombró responsable del Departamento de Búsqueda & Desarrollo dejando las clases de la Academia.
–
Capitán, es un placer conocerle. Aunque sea en estas circunstancias – dijo el
almirante desde el otro lado de la mesa del despacho. Estaba tranquilo entre
los numerosos padds que cubrían el escritorio. En el que también había varios
adornos: una fotografía, unos libros, un ordenador y lo que más sorprendió a
DeSoto, un phaser.
–
Lo mismo digo, almirante – replicó este tomando asiento.
–
Iremos directamente al grano. No hay tiempo que perder – dijo sin preámbulos
colocando las dos manos juntas sobre el escritorio –, ya que le voy a dar la
orden más importante de toda su carrera, la cual espero que salve a la
Federación.
Cardassia
Prime
Las
instalaciones habían sido abandonadas hacía mucho tiempo. Eran minas del
principio de la era espacial cardassiana, muy anteriores a la hambruna que
había hecho alzarse a los militares para controlar la situación. El personal
que había reunido el legado Broca era de total confianza: todos habían servido
con él en la Segunda Orden en las duras jornadas de las Guerras de la Frontera. Los ingenieros civiles eran otro asunto, pero tras
eliminarlos tampoco quedarían problemas. Alguno ya había protestado al darse
cuenta de lo que quería hacer y había sido rápidamente silenciado, cerrando la
boca del resto de sus compañeros.
–
Devuelva la respuesta acordada – replicó entregándole el padd.
–
Hemos interceptado una comunicación del Dominion – continuó este –. Los
sabotajes continúan y las represalias han ido aumentado. Dicen que los
jem’hadars han aniquilado a toda la población de Lakarian. Dos millones de hombres,
mujeres y niños.
–
De eso no te has de preocupar. Los Fundadores recibirán lo que se merecen –
replicó Broca poniéndole la mano en el hombro al leal glin –. Prepara la
lanzadera. Todo ha de estar listo para abandonar este lugar inmediatamente.
–
Bien, legado.
Poco
después los guardias que custodiaban a los ingenieros civiles recibieron la
orden de disparar contra ellos. Broca colocó el temporizador y todos se
dirigieron hacia la lanzadera que despegó de la luna de Cardassia y se alejó a
toda velocidad del sistema.
USS
Defiant
–
El informe de las modificaciones, señor – le dijo O’Brien a Sisko entregándole
un padd con los arreglos que había realizado en la nueva nave para dejarla
lista.
Este
las miró y asintió volviendo a su estado meditabundo. DS9 había sido atacada en
numerosas ocasiones: la primera poco después de la retirada de los cardassianos
por estos mismos. Luego durante el golpe de estado a Bajor del Círculo. Más
tarde los klingons también habían intentado tomarla y finalmente el Dominion.
En las primeras ocasiones había estado solo frente al peligro. La segunda vez
había contado con la Defiant y el
pájaro de presa de Martok. Ahora contaba con una veintena. Entre ellas estaba
la nave captura al jem’hadar bajo las órdenes de Damar, así como dos pájaros de
presa klingons y el resto naves estelares. La T’Kumbra del
capitán Solok, la Sutherland de Shelby,
el Potemkin,
la Hornet
y el Venture,
entre otras. Una fuerza formidable. Aunque en la Base Estelar 375 también había
un buen grupo de defensa y aun así habían sido superados. Según los sensores ya
no se detectaban señales de naves estelares en la última posición de Bill Ross.
De
golpe un pitido de alarma se oyó en la consola científica desviando la atención
de todos los que estaban en el puente hacia ella.
–
Detecto una explosión subespacial – informó Ezri tras consultar los ordenadores
y comprobar los datos que estos le mostraban –. En Cardassia.
–
¿Qué magnitud? – preguntó Sisko.
–
Devastadora – dijo Ezri dando unas rápidas órdenes al ordenador –. Lo confirmo,
la localización de la explosión es una luna de Cardassia Prime.
–
Recibimos una comunicación de la nave del legado Damar – informó Nog.
–
Pásela a la pantalla – ordenó Sisko e instantes después este apareció en el
puente de la nave del Dominion que habían capturado apenas unas semanas antes.
–
¿Ha detectado la explosión? – preguntó el cardassiano con nerviosismo.
–
Así es. Los datos son aún limitados…
–
He de marcharme, capitán – le interrumpió Damar –. Mi pueblo me necesita.
–
Le comprendo. Buena suerte Damar.
–
A usted también se la deseo. Sé que la necesitará.
Beta Antares
Los remolcadores llegaron a la hora
prevista y lo primero que hicieron fue sacar el armazón de las dos naves en sus
primeras fases de construcción, para luego colocarse en los extremos de cada
una de las seis estructuras de los diques secos. En el interior de estos estaba
ya todo dispuesto para la marcha: sus almacenes y talleres rebosaban de
material adicional y equipo pesado y en sus hangares se guardaban más
lanzaderas y vainas de trabajo que las normalmente asignadas. Todo ello con los
técnicos y los ingenieros, así como sus familias que viajarían a bordo de los
diques. Estos habían sido construidos especialmente para poder moverse a
velocidades de curvatura y trasladarse hasta el espacio profundo si fuera
necesario y así reparar naves muy seriamente dañadas de forma completamente
independiente. Tan solo tenían que colocar en línea su potente reactor, que
además de alimentar la estructura y a la nave acoplada, con los potentes
motores de los remolcadores.
No
lejos de allí la Pretorian había
salido por ella misma del dique y estaba acabando de evacuar a los tripulantes
del complejo de oficinas. A su lado se encontraba la Clipper Maru, una vieja nave de pasajeros de la clase Worfin, que albergaba el triple de los doscientos pasajeros que
normalmente podía transportar. El grupo se completaba con los dos cargueros que
también estaban al límite de su capacidad. Y finalmente las otras dos naves que
estaban remodelándose en los astilleros: la Constitution
y la Pathfinder, todas ellas con
tripulación mínima.
Pero allí no acababa el asunto. Poco
después de empezar la evacuación el almirante Abderramán Shaath, responsable de
los astilleros de Antares IV, se había puesto en contacto con Harzel. Cuando la
Flota ordenó la construcción de Beta Antares y escogieron a Harzel para llevar
aquel proyecto, este fue recibido por Shaath con los brazos abiertos y desde el
primer momento le prestó toda la ayuda que necesitaba. Creando entre los dos
hombres una profunda admiración y amistad.
–
Peter imagino que estará muy ocupado en este momento – empezó Shaath –. Sé que
le han ordenado evacuar Beta, yo he recibido la orden de defender las
instalaciones de Antares IV. Ya vienen hacia aquí varias naves y estoy
preparando otras de las que tengo aquí. En total tendré una decena.
» Pero he oído lo que ha pasado en
el Imperio Romulano y el Klingon. Dicen que no se han hecho distinciones entre
civiles y soldados – dijo con profunda preocupación –. Imagino que si te han
ordenado evacuar y llevarte contigo los diques será porque la Flota tiene algo
pensado.
»
Aquí tengo mucho material y muchos técnicos que serían muy útiles allí donde
vayas a ir. Me gustaría que también evacuaras parte de mi gente.
–
Los dos hemos recibido órdenes muy claras – contestó Harzel tras pensar unos
instantes su respuesta. No le resultaba fácil haber dicho aquello y apretó los
dientes con frustración e impotencia. No era un soldado, sino un ingeniero. Le
gustaba desmontar y montar los aparatos que tenían en cada desde niño, como el
antiguo repulsor de su abuelo, o mejorar los aparatos que había en su casa,
desde la lavadora de su madre, al ordenador que su padre usaba en el trabajo.
Por eso había decidido estudiar ingeniería y poder montar y desmontar cosas
cada vez más grandes y complicadas. Y la Flota Estelar le ofrecía la opción de
hacerlo con la tecnología más moderna que existía. Y así había sido a lo largo
de su carrera. El Proyecto Prometheus era un reto y había logrado diseñar
no una, sino tres naves magníficas en una sola nave. Ahora le ordenaban que se
dirigiera con todo su astillero al espacio profundo a la espera de nuevas
órdenes, cual caracol con su concha sobre su cuerpo. Se sentía un cobarde al
dejar al dejar atrás a los que estaban en Antares IV.
»
¿Cuándo estarán listos? – dijo un instante después, como un acto reflejo. No
iba a dejar a Shaath, ni a nadie, en la estacada.
–
Ya he cursado las órdenes – replicó este esgrimiendo una sonrisa de
complicidad. Tampoco eran tan distintos.
Unas
horas después las naves procedentes de Antares IV se concentraban en órbita a
la pequeña luna de Beta. En total eran una veintena. Dos de ellas se acoplaron
a los diques que habían quedado vacíos: el Tecumseh: que había tenido un
malogrado encuentro con los cardassianos y la otra era la Phoenix: dañada
durante el reciente ataque a la Tierra. Aunque tenían sus reparaciones muy
avanzadas ninguna de las dos podía unirse al grupo de defensa de los astilleros,
así que Shaath pensó que no podían permitirse perder aquellas naves, ni su
tripulación. Junto a estas estaban dos Saber y una Steamrunner que
aunque sus sistemas de propulsión estaban plenamente operativos, sus
reparaciones aún no habían sido completadas y tampoco podían quedarse a luchar,
pero podían escoltar la evacuación y ser reparadas más adelante. También había
un par de naves científicas Oberth y del tipo Raven,
junto a varias naves de soporte como la Hauck, la Hemingway
o la Bradford, ninguna de ellas aptas
para la batalla que se avecinaba. El resto estaban formado por naves muy
dispares: desde los extendidos cargueros Antares y Apollo,
hasta un veterano transporte Sydney. Todas ellas cargadas
con técnicos y sus familias y con las bodegas llenas de material y equipos.
–
Todas las naves informan que están listas – dijo el ingeniero que se había
colocado en la posición de comunicaciones de la Pretorian.
»
El almirante Shaath nos desea suerte. Y que Alá nos acompañe – concluyó.
–
Respóndale que rezaremos por él – dijo Harzel desde la silla de mando –. Que
los diques se pongan en marchar.
Segundos
después los remolcadores engancharon literalmente las seis estructuras de los
diques secos en sus rayos tractores y empezaron a alejarlas de la luna. Cuando
estuvieran más apartadas activarían los motores de curvatura y rumbo a un lugar
que aun Harzel no había desvelado. Les seguirían los cargueros y las naves de
transporte.
Rezagada
tan solo quedaba la Pretorian.
–
Apunte a la Vesta – ordenó Harzel.
Millán que se había colocado en la consola táctica cargó los phasers y apuntó a
su nave gemela. Para Harzel le resultaba extraño dar esa orden. En sus veinte
años de carrera en la Flota nunca había ordenado apuntar nada a nadie. Además
consideraba todas las naves de la clase Prometheus como sus
hijos al ser el encargado del proyecto casi desde sus inicios y destruir a la
más joven de sus naves le partía el corazón –. Fuego.
La
pantalla fue cruzada por un rayo amarillento que alcanzó a la Vesta y su armazón se desintegró en
cuestión de segundos.
–
Dispare contra la Horatio – prosiguió
Harzel y la estructura, aun sin ensamblar las planchas del casco del crucero Sovereign desapareció en una explosión de fuego. Luego abrieron
fuego contra el complejo de oficinas. Las órdenes eran claras: no debía de
quedar nada de los astilleros de Beta Antares: tan solo escombros. En el primer
disparo alcanzó la estructura donde estaban los amarres de las lanzaderas: la
estación se partió en dos: una con los cilindros superiores y la otra con la
parte inferior, donde estaban los generadores y los talleres, así como dos
grandes bahías de carga. Cada una de las cuales recibió otro disparo hasta
convertirlas en un montón de hierros fundidos y retorcidos que flotaban en el
espacio. Finalmente bombardearon las instalaciones aún en construcción que
había en la superficie de la luna.
»
Teniente Albert, introduzca las coordenadas de encuentro con las otras naves.
–
Sí, señor – replicó la joven oficial, la única que sabía pilotar aquella nave y
que había llegado pocos días antes para realizar los test durante la separación
de multi-sector de ataque.
La
Pretorian dejó la órbita donde
flotaban tan solo los vestigios de lo que había sido uno de los astilleros más
recientes de la Federación y donde se construían sus naves más modernas y
mortíferas. Mientras se alejaban, Harzel pensó irónicamente que el primer
objetivo destruido por aquella nave estelar, habían sido precisamente sus
propias instalaciones. Con aquel bautismo, ¿qué futuro le esperaría a su nave?
¿Qué futuro le esperaría en realidad a la Federación y a ellos mismos?
–
Señor, detectamos una señal, muy débil… – informó el ingeniero media hora
después de partir de Antares.
–
¿Qué tipo de señal? – preguntó Harzel.
–
No estoy seguro. Creo que hay un combate. En el sistema.
Harzel
miró a DeValois, que estaba a su lado. En realidad todos los presentes en el
puente sabían lo que significaba aquello.
–
Aumenten velocidad – ordenó Harzel.
Sistema
Solar, sector 001
Toda
su fuerza estaba colocada en formación de batalla. Coburn había
organizado una línea clásica para el enfrentamiento abierto. Las unidades
pesadas en el centro con los flancos móviles compuestos por otras más pequeñas
y maniobrables. Y finalmente una reserva mixta algo rezagada para cualquier
eventualidad.
La
primera fuerza enemiga se había detectado en el borde del sistema Solar, no
lejos de Saturno. Según los sensores sumaban un centenar de naves de diferentes
tamaños, aunque destacaban cuatro de mil seiscientos metros de largo. Parecía
que estaban tomándose su tiempo para agruparse o podían estar tendiéndoles una
trampa. Prudentemente Coburn envió una avanzadilla para evaluar al enemigo
mientras el resto de la Flota permanecía a la espera. Pero la reacción no se
hizo esperar y el enemigo formó en una cuña con las naves más grandes, que
tenían forma de punta de flecha en cabeza y empezaron a aproximarse. Para
evitar quedarse entre el enemigo y los planetas del sistema Solar sin
posibilidad de maniobrar, Coburn ordenó avanzar hacia el enemigo.
Poco
después las dos flotas estaban frente a frente. Las dos formaciones se
detuvieron un momento, como si quisieran tomar aliento. La Flota preparada para
proteger la Tierra y sus habitantes. Aquella fuerza enemiga que aún no se había
dado a conocer, para atacarla como ya había hecho con otros tantos planetas.
Pero aquel momento de respiro duró poco y los pequeños cazas Peregrine
y los más modernos Valkyrie se adelantaron al resto de naves y salieron de
la formación para atacar. No tardaron en ser interceptados por un enjambre de
cazas, que encontraron a medio camino, enzarzando un combate encarnizado.
El
duelo de los cazas fue la señal para que la aproximación de las dos fuerzas se
reanudara. Las naves aceleraron, cargaron sus armas y aumentaron sus escudos.
Coburn contempló el gráfico de la flota enemiga, viendo claramente como la cuña
formada por las naves enemigas más grandes iba a dividir a sus fuerzas, algo
que no podía permitir, así que ordenó al flanco izquierdo y derecho que se
adelantaran y empezaran a envolver al enemigo.
USS
Defiant
El
puente de la Defiant permanecía en
silencio. Sisko estaba sumido en sus pensamientos, sentado en el sillón de
mando y con los dedos entrelazados. Para Worf como guerrero lo peor de la
batalla era la espera. Ezri sentada cerca del klingon, todavía no acababa de
acostumbrarse a todo aquello, tenía las manos sudorosas y su corazón iba
acelerado. O’Brien estaba sentado al otro lado del puente, haciendo las últimas
comprobaciones a la nave que acababa de poner a punto. El jefe estaba
tranquilo, no solo por la experiencia como soldados, sino porque Keiko y los
niños estaban a salvo a bordo de la Xhosa, lejos en aquellos
momento de DS9. Nog permanecía en la posición del piloto, lo tenía todo
controlado y mentalmente repetía las maniobras evasivas que tantas veces había
practicado en los simuladores, en la batalla todo dependería de él.
De
repente la pantalla de Ezri empezó a mostrarle lecturas subespaciales e instantes
después los sensores empezaron a indicar puntos de salida dimensionales y de
naves entrando en el espacio normal. Instintivamente puso en la pantalla lo que
sus sensores estaban mostrando.
–
Carguen phasers y torpedos de fotones – ordenó Sisko alzando la vista y se puso
en pie. Delante de él empezaban a agruparse una veintena de naves: tres de las
cuales debían medir casi dos kilómetros de largo.
Flanqueada
por la Yeager, la Defiant
empezó a disparar sus cañones phaser lanzándose
contra la primera de las naves de la formación enemiga. Detrás de ellas la K’Tumbra
y la Sutherland
saltaron juntas para cubrir el primer asalto.
El
fuego federal fue rápidamente devuelto por todas las armas que tenía el
enemigo, usando como eje central de los disparos las grandes naves de mil
seiscientos metros de largo. La Yeager
cayó bajo el certero fuego de las más pequeñas que estaban junto a los de mayor
tamaño, alcanzando la sección de ingeniería obligándola a alejarse del ataque.
La Defiant esquivó los primeros
disparos y tras la primera pasada se alejó hacia su posición inicial en un gran
arco. Las dos naves de la clase Nebula continuaron el
ataque destruyendo a una de las contrarias.
El
ataque pareció funcionar y el resto de la formación enemiga se abrió para
esquivar el fuego racheado de las dos Nebula,
lo que aprovecharon la Hornet y el Venture
para explotar la grieta en sus defensas.
Con
el flanco cubierto por la Hornet, el Venture se dirigió hacia la primera de
las grandes naves, la cual parecía haber quedado desprotegida en la primera
pasada. Pero ante su sorpresa esta viró y se colocó directamente en el vector
de ataque del Galaxy y empezó a repeler el fuego con una rápida
sucesión de disparos desde el flanco de la estructura inferior de la torre. Los
primeros impactos alcanzaron el Venture
de lleno. Eran descargas ultraconcentradas de iones
que literalmente quemaron sus equipos electrónicos empezando por los escudos
que se colapsaron con rapidez, seguidos del resto de sistemas del crucero,
dejándolo completamente indefenso. Sus motores de impulse se detuvieron, pero
el Venture continuó por la inercia de
su rumbo, ya sin los reflejos en las barquillas de curvatura, ni las ventanas
encendidas o las luces de posición. La nave estaba muerta.
Sin
energía, ni escudos, ni armas, el Venture
no tardó en empezar a recibir los disparos del resto de naves enemigas.
Girando
en redondo la K’Tumbra y la Sutherland se dirigieron a socorrer a su
compañera malherida. Cinco naves estelares iniciaron un ataque intentando
penetrar en las defensas de la formación enemiga, pero la maniobra estaba
condenada al fracaso.
¡Otra vez no! Pensó Sisko al ver como
sus compañeros se dirigían hacia una trampa sin poder defenderse. Era lo mismo
que había ocurrido en Chin’toka no hacía mucho. En
aquella batalla se habían perdido 311 naves y miles de vidas de buenos y
valiente oficiales y tripulantes. El Venture
había realizado las modificaciones para evitar los efectos de las armas breen,
como el resto de las naves estelares allí reunidas, pero esos cambios no eran
efectivos contra aquel nuevo enemigo.
Una
de las naves de mayor tamaño viró para envolver a la fuerza de la Federación y
atraparla en una maniobra de tenaza y así no poder salir de la trampa en la que
habían sido conducidos.
La
K’Tumbra se encaró contra la nave del
flanco izquierdo cayendo bajo el fuego de esta y de las naves auxiliares. La
siguió el Gettysburg y la Concord que pronto quedaron a
merced de las armas de iones.
–
Hemos de salir de aquí. ¡Ordene a la Andromeda y a la Nautilus
que nos cubran! – indicó Sisko que se había dado cuenta que al virar para
rodearles sus enemigos habían creado una salida en su formación, tal vez
tendrían una posibilidad, pero debían de actuar con rapidez –. Abriremos una
brecha, que el resto de naves nos sigan. Hemos de escapar de aquí.
La
Defiant giró sobre sí misma y
escoltada por las otras dos naves se encaramó de nuevo contra la trampa en la
que habían caído.
Ágilmente
y sorteando la cortina de disparos la Defiant
penetró en las defensas enemigas dirigiéndose directamente contra la torre de
una de aquellas grandes naves. La Andromeda
cayó bajo los disparos enemigos enseguida, así que acompañada únicamente por la
Nautilus, las dos naves abrieron
fuego contra las dos grandes esferas y lo que parecía la estructura de mando.
Tras sortearlas con éxito se encontraron con otra nave con forma de sepia que
las recibió disparando sus armas pesadas. La Defiant logró sobrepasarla con tan solo algunos impactos,
desgraciadamente la Nautilus cayó
bajo el fuego directo y estalló envuelta en una bola de fuego.
Para
entonces la 9ª Ala de Ataque estaba completamente atrapada entre las tres
grandes naves, e iban cayendo una tras otra bajo los disparos de las armas de iones.
Era como su hubieran vuelto a caer bajo la trampa de Chinto’ka.
–
¡Daños! – pidió Sisko.
– Escudos al 40% y la carena
secundaria ha sido dañada – informó O’Brien mientras hacía lo imposible para
redistribuir la energía hacia los escudos.
Mientras
en la pantalla podía ver como la Sutherland
ardía inmóvil debido a los disparos enemigos. No era la única: la Bradbury
tenía daños en la sección de ingeniería; la Constellation
había perdido las barquillas y tenía importantes grietas en el casco. El Venture había sido destruido al igual
que el Potemkin o la Farragut.
–
¡El enemigo se dirige a Deep Space 9!
– informó entonces Worf.
Continuará…
Todavía no he leído esta entrega, pero en el resumen del "opening", se han empezado
ResponderEliminarHA enviar órdenes, sería se han empezado A enviar. Da al ojo.
Ups!
ResponderEliminarLas prisas a la hora de escribir la introducción. Tomo nota y lo cambio.
Gracias.
¿Y a aparte de este error ortográfico, que te parece el relato?