domingo, 1 de diciembre de 2019

El Jedi Perdido - En la oscuridad 7


Osadía

            Al llegar al puente de mando Keegan se encontró con una reunión de situación, entre el almirante Sesfan, sus oficiales superiores y los comandantes de los escuadrones de caza, así como los capitanes de las naves más importantes a través de representaciones holográficas. Estaban alrededor de una consola con un panel de cristal transparente donde se mostraba la disposición de la Armada Imperial alrededor del planeta, las naves rebeldes y el cinturón de asteroides. El adquisidor se quedó por detrás observando.
            …sin los escudos planetarios ahora solo las ciudades más importantes están protegidas – estaba explicando la imagen holográfica del general Leanik de los klovan, llevaba un monóculo electrónico y una armadura de combate –. Las habíamos preparado para acoger a la mayor parte de la población y resistir un asedio prolongado, incluso de varios años. Pero no hemos finalizado su traslado y ahora las líneas de trenes conveyex están al alcance del fuego imperial, por lo que nuestra prioridad será acelerar la evacuación de los civiles.
            » El resto de nuestras defensas planetarias están intactas, pero con esa Esfera de Torpedos en órbita solo es cuestión de tiempo que acaben con los escudos de nuestras ciudades. Y una vez desprotegidas pueden ser blanco de un bombardeo orbital de gran altura o incluso desviar los asteroides de nuestro cinturón.
            – Gracias por la explicación, general – le agradeció Sesfan con la voz grabe de los moncalamari. Había pesar en su tono, de quien se ve impotente ante una situación en la que no puede hacer nada.
            – Ahora el Imperio se está reagrupando y tomando posiciones para ampliar la zona de la órbita que controla para expulsarnos de nuestra posición y completar el bloqueo – explicó el capitán Owen, jefe de estado mayor de Sesfan –. Creemos que su primer objetivo será nuestra base en la superficie, ya que hemos detectado un reposicionamiento de las naves de desembarco alrededor de varios destructores clase Victory. Al mismo tiempo se ha desplegado una fuerza considerable en el hemisferio sur, lo que sugiere que la Esfera se colocará allí para neutralizar el último escudo y desproteger así todo el planeta.
            Nuestra evacuación está siendo más lenta de lo esperado – informó el coronel Noza, responsable de la base y factoría de Klovan, un oficial de pelo plateado y veterano de las Guerras Clon –. No tenemos suficientes naves para todos los civiles y técnicos que están aquí.
            Como ya le dije antes, los que quieran quedarse en nuestro mundo serán acogidos en nuestras ciudades – recordó Leanik.
            Lo sé general. Como le anuncié, yo me uniré a ustedes y conmigo algunos de mis soldados también han escogido unir su suerte a su pueblo – replicó Noza –. Aun así, la mayoría de los refugiados quieren abandonar el planeta. Y es comprensible, vienen de otros lugares desolados por el Imperio.
            – Nosotros ya les hemos enviado todas las lanzaderas y transportes Gallofree que teníamos disponibles – respondió con pesar Sesfan.
            » Por otro lado el almirante Ackbar nos ha ordenado permanecer en el sistema durante todo el tiempo posible, sin enfrentarnos al enemigo – intervino Sesfan con pesar –. No tenemos otra alternativa, solo podremos llevarnos al personal que esté a bordo de las naves en ese momento. Dejando el resto atrás.
            Nosotros cubriremos su retirada, pero mantendremos la posición y la resistencia aquí el máximo tiempo posible – dijo Leanik con determinación.
            ¿Dejaremos a los klovan a su suerte? – preguntó uno de los capitanes de las naves. Llevaba el uniforme azulado de la flota alderaana y su acento era el originario de aquel mundo extinto por orden de Wilfund Tarkin –. Necesitan más tiempo para completar el traslado de su población y ponerla a salvo.
            – ¿No es posible que no podamos hacer nada? – insistió frustrado Yeidal Zarb uno de los comandantes de los escuadrones de cazas. Keegan lo reconoció de cuando estuvo construyendo el puesto avanzado de Tierfon. En aquel momento era un piloto novato que se había incorporado al escuadrón de ARC-170 que había conseguido Desona en Esseless. Acompañándole en el viaje que había hecho con él a Coruscant y después a Tatooine para conseguir equipamiento avanzado para modernizar los venerables cazas republicanos. (1)
            – Las fuerzas imperiales nos superan ampliamente en número y con esa Esfera de Torpedos en órbita es solo cuestión de tiempo que someta el sistema… – dijo Sesfan con rabia contenida, dirigiéndose a Leanik –. Lamento ser tan insensible.
            Ustedes pueden luchar otro día, nuestra lucha se encuentra aquí. Como ya le dije, nuestros escuadrones de Ala-B partirán con ustedes cuando dejen el sistema – respondió este comprensivo. Los klovan habían evolucionado en una sociedad cooperativa, sabedores que el bien de la mayoría era superior que el de la minoría. Y en aquel momento aplicaban su forma de entender la vida a toda la galaxia y no solo a su mundo. Tomando como suya la lucha entre la oscuridad que representaban los Sith y la débil esperanza del lado luminoso que había surgido en la trinchera de la Estrella de la Muerte.
            Ataquémoslos por lo menos. Eso desconcertaría al Imperio y daría más tiempo a los klovan para trasladar a su gente y preparar sus defensas ahora que se han quedado sin el escudo global. Y a nosotros a evacuar nuestra base – insistió el alderaano.
            – ¿Un ataque frontal a una Esfera de Torpedo? – exclamó el mon calamari señalando el cristal con su mano palmeada para dar más énfasis a sus palabras –. Por desgracia no estamos en Yavin 4, y esa estación de batalla no es la Estrella de la Muerte con un milagroso defecto de diseño. Además, está protegida por cinco destructores, nuestras naves nunca podrían acercarse.
            Si pudiéramos infiltrar un comando – sugirió la capitana del Rayo de Esperanza.
            Como cuando los jedi rescataron al Canciller Supremo de La Mano Invisible, en el último ataque a Coruscant – comentó el coronel Noza, que recordaba el incidente de cuando servía como teniente de artillería orbital en las defensas de Coruscant.
            – Para luego acusarles de traición y ejecutarles – completó el relato el coordinador de artillería moncalamari del Osadía.
            Obi Wan Kenobi y Anakin Skywalker, recordó Keegan para sí. De aquella hazaña se había hablado durante semanas por parte de todos los padawans del Templo. En aquella época ambos eran grandes paladines de la luz, héroes a los ojos de muchos. Después la sombra del Lado Oscuro se había apoderado de Skywalker y Kenobi desapareció tragado por las arenas de Tatooine para proteger al hijo de su aprendiz y amigo. Mientras que él viajaba con Galdar por toda la galaxia aprendiendo el oficio de comerciante libre, con Klovan como lugar seguro y acogido por su gente. Por lo que no podía quedarse con los brazos cruzados sin hacer nada y dejarles a merced de la crueldad del Imperio Galáctico. ¿Pero por qué aquel oficial había recordado el rescate del futuro Emperador? Solo había una explicación y era que la Fuerza le estaba guiando hacia su destino.
            – Señores, no nos desviemos – llamó al orden Sesfan.
            – Podemos neutralizarla desde dentro – sugirió entonces Keegan, sorprendiendo a todos los reunidos. Gracias a uno de sus contactos le había entregado al general Cracken los listados de proveedores de suministros que Loromar usaba en la construcción de sus Esferas y todos sus sistemas seguían un patrón estándar. Por lo que su interior era como cualquier otra estación imperial –. No tiene defensas puntales, dependen para su protección del resto de naves. Si lograremos desviar estas por unos pocos minutos, un grupo podría llegar a su interior y neutralizarla.
            – Es una misión suicida – respondió el almirante Sesfan molesto por la intervención de alguien ajeno a la oficialidad –. No pienso permitir que buenos soldados vayan a la muerte, además usted no es milit…
            – Almirante, solo irán voluntarios – le interrumpió entonces el adquisidor con un leve movimiento de su mano frente a su rostro. El mon calamari pareció por un instante vacilar y su mirada se nubló con halo de duda. Este no era ningún cobarde y aunque había recibido órdenes de replegarse conservando sus fuerzas, sabía perfectamente lo que era capaz el Imperio para vengarse de aquellos que había osado alzarse contra él. Ya había visto y sido testigo de sus consecuencias en otros mundos. Por eso en su interior no quería dejar a los klovan a su suerte. Pero la Fuerza no solo actuaba en mentes débiles, sino también podía cambiar de opinión o reforzar ideas a aquellos que en su conciencia no estaban conformes con lo que debían hacer. Por eso Keegan apenas tuvo que actuar sobre su voluntad para que el almirante cambiara de idea.
            – Solo irán voluntarios – repitió mecánicamente el mon calamari.
            – Necesitaremos una nave – prosiguió Keegan – capaz de llevarnos al interior de la Esfera.
            – Necesitará una nave para llevarlos hasta ella – volvió a repetir.
            El Grito de Alderaan está a su disposición – indicó entonces su capitán con determinación –. Es la más rápida de la flota.
            – Mis cazas le escoltará hasta su destino – anunció el mayor Zarb, responsable del escuadrón de Ala-B, haciendo un gesto de reconocimiento hacia el adquisidor.
            – Los Rancors nunca rechazan una buena pelea – dijo el dug comandante (3) de estos –. ¿Dónde debemos colocarnos?
            Nuestras naves combatirán a su lado, Keegan – dijo Leanik con visible agradecimiento –. Enviaremos nuestros escuadrones de cazas para apoyarles.
            – Nuestras naves distraerán a su escolta – dijo el almirante Sesfan ya convencido de que debían intentar dar tiempo a los klovan.
            ¿Y cómo piensan salir de esa estación una vez la hayan neutralizado? – preguntó Zahn desde el Resplandeciente, que también estaba conectado a través de una conexión holográfica.
            - Tenga fe en la Fuerza, esta nos ayudará.


Sala 17D, Osadía

            Parecía que a bordo estuvieran preparándose para dejar el sistema, recogiendo el equipo y recogiendo la cubierta de vuelo. Pero de golpe empezaron a recargar las naves con combustible y armamento, como si todo el mundo se organizara para atacar de nuevo. Entonces les llamaron a través de la megafonía para ir a la sala de guerra de pilotos.
            Allí se encontró con su superior y el resto de los pilotos de los escuadrones del OsadíaGlamdringNaranja, Racors y Rayo Azul, sentados en las gradas. En el centro de la sala el coordinador aéreo se colocó junto al holoproyector, un moncala gris de aspecto respetable.
            – Estamos preparando un nuevo ataque – anunció sin preámbulos – para apoyar un asalto a esa Esfera de Torpedos, actuando de señuelos junto al resto de naves. Su tarea será despejar el camino de TIE. El escuadrón Rancors y los Rayos Azules irán en cabeza, seguidos de los Glamdrings y del Violeta escoltado por Naranja. Su objetivo será dañar la línea de piquete imperial, inmediatamente detrás irán el Rayo de Esperanza, el Osadía, y el resto de naves. Los Ala-D klovan cerrarán nuestras líneas y se encargará de evitar que los cazas enemigos nos persigan – explicando seguidamente las tácticas que iban a usar y la coordinación entre los diferentes escuadrones y el resto de naves –. ¿Alguna pregunta?
            No hubo ninguna.
            – Que la fuerza nos acompañe – deseó el moncala al finalizar.
            Cuando la reunión de situación finalizó, su comandante la llamó junto a Violeta 3, un sakiyano llamado Jako que antes de incorporarse al escuadrón había formado parte de los Ángeles Cavernarios bajo el mando de Saw Gerrera justo antes de la destrucción de Jedda. Escapando del ataque de la Estrella de la Muerte al encontrarse de patrulla lejos de la ciudad. Era un piloto taciturno, valiente y agresivo que nunca rechazaba una buena pelea. También estaba el mayor Speria y cuatro de sus pilotos, incluyendo a Naranja 3 y 4, DeLattre y Satek, (3) que la habían escoltado hasta aquel crucero cuando su sistema de rotación había sido dañado.
            – Tengo una misión especial para ustedes – dijo solemne Zarb –. Como hemos indicado este ataque es para permitir que una de nuestras corbetas, la Grito de Alderaan, logre llegar hasta la estación de asedio y coloque a un equipo de asalto. La han de escoltar y debilitar sus defensas en la zona de abordaje.
            – Mientras que ustedes cuatro han de apartar a los TIE que intenten cerrarles el paso – completó Speria a sus pilotos.
            – Sí señor – fue la respuesta al unísono se los seis pilotos.
            – Se mantendrán rezagados con respecto a sus compañeros – explico Zarb – y cuando la Grito enfile hacia su objetivo, se colocarán por delante. Esta es el área que han de neutralizar sus escudos – dijo este entregando a Niven y Jako dos tarjetas de datos con las coordenadas.
            – Su repliegue coincidirá con el ataque klovan – prosiguió Speria –. Eso les permitirá escabullirse, aun así, se encontrarán en el corazón de la formación enemiga. Creemos que la mejor ruta, aunque más complicada, sea a través del anillo de asteroides. En caso de no poder utilizarla diríjanse a nuestra base en la superficie o a cualquiera de sus ciudades. Sus defensas les permitirán pasar.
            – ¿Qué pasará si no podemos burlar el bloqueo y salir del planeta? – preguntó uno de los pilotos de Ala-X, un tipo con espeso bigote que llevaba un parche cosido en el hombro con el emblema de la casa Real de Naboo con la palabra "libertad" en su base.
            – Correrán su misma suerte – respondió Speria –. Las órdenes recibidas son de replegarnos una vez finalice el ataque a la Esfera, manteniendo nuestra posición lo máximo que podamos para permitir la evacuación de nuestra base. Pero si el Imperio inicia un contraataque, romperemos la formación y saltaremos al hiperespacio sin entablar combate.
            – Entiendo que las órdenes son las de mantener nuestra fuerza ofensiva intacta – comentó el humanoide de orejas puntiagudas, piel pálida y expresión pétrea.
            – Así es Satek – respondió Speria.
            – Es lógico – sentenció.
            – Prepárense – intervino Zarb –. Estamos rearmando los cazas y empezaremos a desplegarnos inmediatamente.
            Niven salió de la sala y se dirigió hacia el hangar, donde había dejado su caza aun aturdida, sin saber si se estaba reparando. Al llegar a él se encontró con un androide R2 de color rojo terminando de colocar la placa de fuselaje sobre el generador de escudos. Y aquel mecánico azul encima del ala con un calibrador conectado a una de las conexiones en los dientes del giroestabilizador de la cabina, junto a un par de pequeños droides DUM-4 peleándose mientras recogían las herramientas.
            – ¿Cómo van las reparaciones?
            Este levantó la mirada y la sonrió amistosamente.
            – Terminadas – dijo sonriendo –. Se dañó el sistema auxiliar de control, que invalidó el principal, he hecho un puente para que vuelva a suceder. Podrá hacer girar esta monada cuando esté allí fuera, pero cuando llegue a su base han de reemplazarlo. También he sustituido uno de los generadores de escudos, son modelares y tenían a bordo, así que vuelve a tener el 90% de potencia.
            Más valía aquello que nada. Le agradeció el trabajo que había hecho y empezó a subir a la cabina de su caza. Quedándose un instante viendo la actividad frenética del hangar. Sabía que la lucha era desesperada, pero observando la determinación de técnicos y pilotos Niven supo que vencerían.


Grito de Alderaan

            La corbeta corelliana se había acoplado al Osadía para que la tripulación innecesaria pudiera desembarcar y que el grupo de abordaje de marines espaciales subiera a bordo.
            – La trinchera central es la parte más vulnerable de la Esfera, y donde se encuentran los hangares, por lo que deberíamos abordarla por uno de ellos – explicó Keegan mostrando el diagrama de la estación en el monitor de situación de la sala de derrota. Esta estaba situada en la proa de la nave y se llama así desde hacía tiempos inmemorables, en referencia a las cartas de navegación que se guardaban cerca del puente y desde donde se calculaba el rumbo y posición del navío. En aquel momento se encontraba el teniente Logot, y su segundo el sargento Noack, ambos del cuerpo de marines. Así como el capitán Tedek, su jefe de ingeniería Dowel y Coilit su piloto abednedo.
            – Para ustedes el lugar más seguro será el centro de la corbeta. Allí estarán más resguardados del impacto – indicó Tedek refiriéndose al grupo de asalto.
            – Una vez en el interior yo encabezaré el abordaje – continuó Keegan girándose hacia el oficial de los marines –. Avanzaremos hasta el núcleo principal y colocaremos explosivos para inutilizar la estación. Si el Grito de Alderaan puede esperarnos, regresaremos y nos marcharemos.
            – ¿Y si no podemos regresar al hangar o la nave no está operativa? – preguntó el teniente.
            – Saldremos por nuestros medios: lanzaderas o cápsulas de escape y nos dirigiremos al planeta – replicó lacónico el adquisidor –. Es la mejor oportunidad, ya que será imposible cruzar las líneas imperiales por segunda vez hacia nuestras naves. Con suerte podremos llegar a nuestra base y unirnos al resto de evacuados. Sino los klovan nos esconderán.
            – ¿Y qué haremos nosotros en ese caos? – intervino Tedek.
            – Su tripulación formará parte del grupo de asalto.
            » Solo llevaremos armamento, recargas de los bláster y explosivos. En realidad, no es necesario destruir la Esfera, solo hemos de dañarla lo suficiente para que no pueda disparar de nuevo y dando tiempo para completar el traslado de su población y a nuestra gente para que pueda dejar la base.
            El adquisidor observó los rostros de los que le rodeaba y todos sabían que era una misión sin retorno. Había determinación, sabedores que su sacrificio salvaría vidas. Eran héroes anónimos que nadie recordaría una vez terminara aquella guerra o incluso aquella batalla. Aun así, su determinación, su sacrificio al luchar contra el mal que representaba el Imperio de Lord Sidius, era eterno. Y con todas sus fuerzas deseaba que no fuera estéril.
            – Es una misión suicida – comentó entonces el suboficial de los marines. Se había dejado barba para no parecer lo joven que era, pero su mirada era dura, de quien ya ha visto la peor cara de aquella guerra. Keegan le había reconocido al entrar en la sala, ya que sus caminos ya se habían cruzado en el puesto avanzado de Tierfon años antes. Pero entonces era un chico asustado que ayudaba en la cocina. Había visto su pasado: un bailarín que llevaba una vida despreocupada y con excesos de sexo y drogas. Que había sido denunciado por envidias a causa de un regalo hecho sin maldad. Su familia había sobornado a un guardia para que le soltaran, pero cuando el OSI volvió en su búsqueda decidió aceptar la oferta de uno de los compañeros de celda para unirse a la rebelión. También había visto gracias a las visiones de la Fuerza su final: una explosión le segaba la vida, pero no era un momento fijo en su vida. Todo fluía a su alrededor, incluyendo la propia Fuerza.
            – ¡Sargento Noack! – le llamó al orden su superior. Había propuesto a este para que fuera ascendido a oficial, ya que había demostrado tener cualidades de líder y la predisposición a adelantarse al enemigo era prodigiosa, salvándole a él y a sus compañeros en más de una ocasión. Pero en aquel momento se había excedido.
            – ¿Qué propone usted? – le preguntó Keegan a Noack, obviando la advertencia de su superior.
            – Si vamos todos juntos nos rodearán y nos masacrarán como a ratas – explicó este y mirando a Keegan prosiguió –. Si quiere neutralizar esa estación debemos separarnos en grupos pequeños, que mientras avancen hacia el núcleo vayan causando tanda destrucción y caos, que solo por sus acciones dejen inoperante la Esfera, aunque no lleguemos al reactor principal.
            – Suena igual de suicida – dijo el capitán alderaano –. Pero me gusta más.
            – No tengo más planos que mí memoria – advirtió Kegaan.
            – Normalmente no contamos con ellos en las naves de abordamos – replicó el suboficial –. Por lo que lucharemos como siempre: a ciegas.
            – Pediré al Osadía que nos faciliten más detonadores térmicos y cortadores de fusión, si no podemos abrir las diferentes puertas, atravesaremos los mamparos. Suelen ser más fáciles de agujerar – anunció teniente de los marines aceptando específicamente el plan de su subordinado.
            – Puedo hacer unos esquemas de la distribución tal y como debería de estar en una estación como esa. Pero no serán exactos...
            – Eso nos serviría de mucho – respondió Logot.
            – Si siguen el mismo patrón estándar, y nada sugiere lo contrario, su construcción es modular: hay puertas blindadas cada veinte metros y grupos de turboascensores cada cien. Y paralelamente hay túneles de mantenimiento con tramos de doscientos cincuenta metros de largo, por veinte de diámetro. Si nuestro punto de entrada es uno de los hangares, estos están conectados directamente con sus bodegas y almacenes de suministros, por lo que se podrían utilizar para avanzar hacia el interior.
            – Entonces nos dividiremos en tres equipos – indicó Logot –, dos pueden moverse por las bodegas e intentar alcanzar los arsenales donde guardan sus recargas de torpedos de protones. Un detonador térmico sería suficiente para destruir media esfera. El otro podría intentar alcanzar su fuente de alimentación principal.
            – Yo encabezaré el grupo que se dirija al reactor – indicó Keegan. El oficial le miró con cierta incredulidad, pero asintió –. Iré con el sargento.
            Lo dijo mirando a su suboficial que había sugerido la división de la fuerza de incursión, el teniente asintió luego se dirigió hacia Tedek.
            – Si su nave no sobrevive al abordaje, su tripulación se puede repartir entre los tres grupos, sus conocimientos pueden sernos de utilidad dentro de esa estación – indicó el oficial de marines.
            – Bien – aceptó Tedek –. Partiremos en cuanto esté todo el equipo a bordo. Que la Fuerza nos acompañe.
            – Que la Fuerza nos acompañe – repitieron al unísono todos los que rodeaban el proyector holográfico, incluyendo a Keegan.


Rayo de esperanza

            El veterano destructor debolsillo construido por el Gremio de Comercio durante las Guerras Clon se estremeció al virar para ponerse en posición de ataque. Las sirenas de zafarrancho resonaban en su interior mientras la tripulación se dirigía a sus puestos de combate. Había sido reformado en los astilleros de una compañía afín a la Alianza desde un viejo armazón destinado al desguace. Ahora la nave, con potentes escudos y nuevo armamento, se preparaba para luchar. (4) Su primer comandante, el capitán Owen Geko, quien había buscado y entrenado a la tripulación había sido transferido tres semanas antes como oficial de enlace del Alto Mando de la Flota de la Alianza a bordo del Osadía, asumiendo el mando su segundo de a bordo, Erin Dal. Y aquella iba a ser su primer enfrentamiento con el enemigo desde que asumiera el mando.
            – El almirante Sesfan nos ha ordenado abrir la formación – informó su capitana al resto de la oficialidad, reunidos alrededor del holoproyector del puente –. Con nuestro armamento frontal despejaremos el camino para al Osadia, que se enfrentará a los destructores con sus cañones de iones. En todo caso la misión es solo permitir que la Grito de Alderaan pueda atravesar la línea defensiva de la Esfera de Torpedos. En el momento en que hayan pasado nos retiraremos a nuestra posición de partida. Iremos escoltados por cuatro escuadrones, además otro de cazas klovan que nos despejarán el camino de los TIE enemigos.
            – Un amago de golpe – reflexionó Romen, su oficial de navegación –, si nos persiguen seremos vulnerables cuando nos repleguemos.
            – Las fuerzas klovan nos cubrirán la retirada, esperan así infringir algún daño a la Armada Imperial cuando estos crean que estamos en retirada.
            » Esperemos que el ataque nos permita ganar tiempo para la evacuación de la población civil y de nuestra base en el planeta. Pero si no es así, y contraatacan inmediatamente nuestras órdenes son retirarnos sin entablar un nuevo combate.
            – ¿Así de fácil? – preguntó con frustración Meena Hikahi, la ingeniera.
            – Sabes que nunca es así de fácil, pero esas son nuestras órdenes procedentes del Alto Mando. Hemos de preservar nuestra flota intacta, porque es la única que puede hacer frente al Emperador. Que la Fuerza nos acompañe.
            No había mucho más que decir, así que cada uno se dirigió a su puesto de combate y se preparó para la batalla. Era la primera vez que la nave se iba a enfrentar a un enemigo tan superior en número y potencia de fuego. Hasta entonces el Rayo había realizado incursiones rápidas contra convoyes escoltados por fragatas o puestos avanzados ligeramente defendidos, cubriendo sus propias líneas de suministros o alguna base de importancia estratégica para la Alianza. Pero ahora tenían delante cinco destructores clase Imperial, cuatro de ellos posicionados en forma de abanico alrededor de la Esfera de Torpedos, con el último resguardando el otro lado de la estación, situadas sobre el cinturón de asteroides. Este creaba una curiosa situación, ya que podía considerarse como una línea divisoria en el espacio de batalla, como la superficie de un planeta para la infantería. Y las naves de la Alianza lo utilizarían como tal, aproximándose al enemigo justo a ras de estos para atacar desde sus quillas. Sus cazas les protegerían de los ataques superiores, mientras que los asteroides impedían cualquier uso de una nave más grande que un TIE les amenazara desde esa posición inferior. El problema era que su trayectoria era previsible.
            – Todas las naves informan que están preparadas y en posición – anunció el primer oficial Jon Deacon.
            – Deriven potencia máxima a los motores de impulso. Preparen el cañón principal – ordenó la capitana Dal –. Demostremos de que duro metal está construida esta nave y hecha su tripulación.
            – Sí señora – replicó el primer oficial.
            Empezaron a moverse lentamente, cogiendo cada vez mayor velocidad por encima del campo de asteroides. Los tres potentes motores ya tenían cerca de 25 años, aun así, los constructores habían hecho un buen trabajo y eran una de las partes originales. Hikahi, la ingeniera mon calamari, siempre elogiaba el trabajo de los diseñadores quarrens que había ideado aquella nave. Lo cual no dejaba de ser un todo un cumplido, teniendo en cuenta que estos compartían el mismo mundo natal: Mon Cala y su convivencia no siempre había sido pacífica.
            – 80.000 klics para la distancia de alcance del enemigo – indicó el primer oficial.
            El proyector holográfico no mostraba reacción de la fuerza enemigo a su maniobra. Pero las lecturas de los sensores decían lo contrario: el calor de sus reactores se había incrementado, sus escudos estaban al máximo de su potencia, así como sus turbolásers principales. Estaban esperando a que llegaran para lanzarse sobre ellos como carroñeros. Dal admiró a su comandante en jefe: era paciente, pero no despreocupado, no le importaba no llevar la iniciativa, sabedor que se encontraba en una posición de dominante: con un armamento y una superior coraza solo tenía que esperar a que sus adversarios fueran quienes se expusieran para destruirlos uno a uno.
            – Deriven el 30% de energía de los motores a los escudos frontales – ordenó cuando alcanzó la aceleración máxima, dejando que fuera la infinita inercia del espacio quienes empujaran su nave a la batalla.
            Como Dal había servido de enlace con el Servicio de Seguridad de la Fuerza de Defensa de Commenor, su mundo natal, antes de unirse a la Alianza, tenía la costumbre de recabar información de todo lo que ocurría alrededor. Por eso ante la aparición de una nueva flota enemiga, había buscado los datos que tuvieran de los recién llegados. Y eran pocos, pero muy significantes. Aquella Fuerza de Superioridad se había detectado en varias exitosas operaciones contra los rebeldes a lo largo de toda la galaxia, cosechando numerosos éxitos, como la eliminación del grupo del sector ReseQ hacía unas pocas semanas, utilizando además tácticas poco ortodoxas. Lo que denotaba que su comandante era alguien que conocía bien su trabajo y era competente. Además, parecía operar más allá de los límites de los macrosectores liderados por grandes moffs, por lo que se sospechaba que actuaba de manera independiente como el escuadrón de Vader o bajo la coordinación de este.
            Se giró a su primer oficial
            – ¿De esas naves cual es la que formaba parte de la primera fuerza de invasión?
            Este consultó los datos.
            – Este, el Praxis – indico señalando el que estaba en el centro de la formación.
            – Pivote nuestra trayectoria hacia ese destructor. Centraremos nuestros disparos sobre él – el eslabón débil rodeado de chacales, dedujo Dal.
            – No es la elección más sensata, el resto de naves pueden cortarnos el paso si viramos a babor o a estribor.
            – Tengo una corazonada. Además, si rompe la formación y nos sigue, impedirá que el destructor del extremo nos ataque.


Osadía

            – Señor, el Rayo de Esperanza está variando su rumbo – informó uno de los técnicos del puente.
            – Eso nos expondrá a su línea de destructores – advirtió Sesfan con un tono de alarma y se giró hacia su enlace con la Flota y jefe de estado mayor. Quien precisamente había comandado aquella nave hasta hacía unas pocas semanas y había designado a su actual capitana como su sucesora.
            – Erin Dal es una oficial competente y con experiencia – se justificó viendo la mirada de desaprobación de su superior. Este había cambiado de opinión de manera sorprendente y aceptado aquel amago de ataque para intentar inutilizar con una incursión suicida la Esfera de Torpedos. Por lo que de alguna manera aun parecía no estar convencido del mismo.
            » Si ha variado la ruta es que tiene un motivo para hacerlo – se giró hacia uno de los oficiales calamarianos –. ¿Qué sabemos del destructor al que ha dirigido su trayectoria?
            – Es el Praxis y formaba parte del primer ataque – explicó este tras acceder a los registros de los sensores –. Su actividad de comunicaciones sugiere que era la nave insignia del almirante Rangan. Recibió un fuerte castigo mientras cubría el reagrupamiento de su escuadra durante el contraataque inicial de los klovan.
            Owen supo que Erin sabía eso y que el orgullo herido de su comandante le llevaría a cometer una imprudencia, posiblemente iniciar la persecución, impidiendo que el otra nave más cercana les siguiera, al interrumpir su salida de la formación defensiva en que se encontraban. Pero sabía que Sesfan era un ser pragmático, no podía argumentar que el cambio de la estrategia estaba basado en una intuición, una apuesta arriesgada.
            – ¿Cómo se encuentra su parrilla defensiva? – preguntó al técnico.
            – Está a un 33%, más baja que las de los otros destructores – corroboró el oficial.
            – Dal ha detectado su debilidad y ha decidido cambiar de rumbo hacia una presa más fácil de dañar – explicó Owen y deseó que Erin no estuviera equivocada, ya que sino muchas valiosas vidas se perderían aquel día.
            Sesfan sopesó las alternativas sin apartar la vista del campo de batalla holográfico que mostraba el proyector.
            – Espero que no se equivoque – le advirtió antes de girarse hacia los técnicos del puente –. Viren para seguir al Rayo de Esperanza, ordene al resto de las naves que cambien su aproximación.
            Yo también espero que Erin esté en lo cierto. Pensó Owen.



Rayo de Esperanza

            – El resto de la flota nos sigue – anunció el responsable de los sensores –. Los cazas se reagrupan a nuestro alrededor.
            – 60.000 cliks para la distancia de alcance del enemigo – anunció el primer oficial.
            Los destructores Recusant, aunque antiguos, tenían una ventaja: su casco frontal estaba diseñado para resistir un fuerte castigo y además contaba con varias placas de un nuevo blindaje ablativo, que repartía el impacto recibido y hacía que fuera desintegrándose más lentamente. Por lo que podía absorber un castigo mayor que otras naves de su tamaño y peso. Además, su cañón pesado turboláser frontal canalizaba la energía directamente del reactor, aumentando la potencia de disparo. En realidad, el navío había sido diseñado alrededor de aquel armamento principal, aunque esto hacía que prácticamente disparara en línea recta, variando su ángulo a medida que giraba, por lo que solían combatían en grupos cerrados ya que parte posterior se encontraba en mucho más desprotegida. Pero aquello había sido durante las Guerras Clon, cuando el Gremio de Comercio o el Clan Bancario financiaban la construcción de cientos y miles de aquellas máquinas, junto a fragatas clase Munificent y a naves núcleo Lucrehulk, para luchar contra una República democrática y libre que al final había sucumbido a la tiranía y la crueldad de su último gobernarte, para servir a otras corporaciones intergalácticas como Kuat o Loronar.
            Justo en aquel momento detrás de ellos iba el Osadía y otras ocho naves de combate y durante la maniobra les cubrirían la retirada.
            – 50.000 cliks – informó el primer oficial.
            – Reduzcan potencia de los motores un 50% – ordenó, ahora sería la inercia que habían adquirido quien empujaría aquella mole de duracero y cables hacia el enemigo, mientras que la energía generada por el reactor podía alimentar otros sistemas –. Deriven toda la potencia restante al armamento principal.
            Los primeros TIE empezaban a aproximarse, pero los poderosos Ala-X y rápidos Ala-A ya estaban en posición para repelerles. Para ella aquel tiempo inmediatamente previo al combate era el peor. Todo estaba preparado, las tácticas decididas, la suerte echada. Y no se podía hacer nada para cambiar el destino. Solo esperar que las decisiones tomadas fueran las acertadas. Se repasaban las diferentes reacciones del enemigo, pero estas solo eran probabilidades en un abanico de resultados posibles. Se pensaba en los hombres y mujeres que se tenía bajo su responsabilidad, esperando que todos hicieran lo que se esperaba de ellos, con la esperanza de que no sucumbieran al pánico, y que reaccionaran con rapidez a las diferentes órdenes que podían trasmitirse durante el caos de la batalla. Y sobre todo que el enemigo cometiera algún error, porque al final el resultado siempre se decantaba hacia quien se mantenía frío y sereno para controlar los nervios y se equivocaba mano.
            – 45.000 cliks – anunció el primer oficial.
            – ¡Fuego! – Ordenó Dal.
            Toda la nave se estremeció cuando el cañón frontal empezó a lanzar miles de vatios de energía comprimida y altamente potente. Los técnicos afines de la Alianza habían hecho un trabajo excepcional, incrementado la potencia y alcance original del cañón al reforzar sus sistemas, y duplicando su daño.
            Los primeros tres disparos alcanzaron al destructor situado en el centro de la línea defensiva imperial. Fueron muy seguidos y su tripulación, sorprendida por un fuego tan potente y lejano, no le dio tiempo de aumentar la potencia de sus escudos deflectores.
            – 43.000 cliks, a punto de entrar en radio de alcance de las armas enemigas – informó el primer oficial.
            – Redirijan energía a los escudos de proa – ordenó Dal.
            – Estamos en alcance del enemigo – anunció el primer oficial. En la proyección holográfica las imágenes que representaban las naves imperiales empezaron la mostrar las trayectorias de sus disparos. Todas se dirigían hacia ellos.
            – Mantengan nuestra cadencia de disparos – aunque en aquel momento recibiera menos energía, su único turboláser aún era más potente que las torretas óctuples de aquellos destructores clase Imperial. Que a pesar alimentarse también directamente de su reactor, esta se dividía en cuatro puntos de fuego, mientras que el suyo se transmitía íntegramente a una sola.
            El primer impacto resonó por el puente como un "gong", seguido de otros. Era la energía absorbida por los escudos frontales. Dal sabía que estos iban a aguantar, estaban diseñados y reforzados para eso y en el caso de que fallaran, aún tenía la coraza en forma de concha frontal. Aun así, no tenía la intención de llegar a comprobarlo. Junto a la imagen holográfica que representaba al Rayo de Esperanza en su proyector podía verse el porcentaje de la potencia de sus escudos: 98, 95, 92, 89%.... a medida que iba debilitándose. Por su parte sus disparos, concentrados en el enemigo situado en posición central de su línea no se desviaban. Era un duelo de tecnología, de potencia de los generadores de escudos, y de las armas de cada uno, de trayectorias, de distancia, incluso de reflejos... y sobre todo de paciencia 81, 77, 74, 70...
            – Preparados para virar a mi orden – advirtió Dal –. Cambio de rumbo a 287.7 a 108.5. ¡Ahora!
            » Desvíen potencia a los motores, no dejen de disparar...
            Aquel era el momento crítico del ataque para el Rayo de Esperanza. El reactor estaba trabajando a máxima potencia y debía suministrar energía a tres sistemas: motores, escudos y armamento, en un delicado equilibrio. Para ello se reducían todos los demás sistemas de la nave, desactivando todos los equipos no vitales y sellando secciones enteras de a bordo, incluyendo el soporte vital.
            El Rayo empezó a cambiar de rumbo, virando hacia el planeta e inclinándose hacia el anillo de asteroides para romper el ángulo de disparo de los destructores al situarse por debajo de su quilla. Así la energía de los escudos de estribor se redujo, transfiriéndola a babor, que iba a estar más expuesta al fuego enemigo. El cañón principal siguió disparando hasta que el giro hizo que la línea imperial dejara de estar en frente. Momento en que esta se desvió a las baterías laterales y a los motores, que aceleraron para alejarse. A medida que iban girando la energía de los escudos fue cambiando para que la potencia se transfiriera a los que estaban situados a popa. Aunque para entonces los disparos enemigos ya no estaban centrados en ellos.
            El Osadía apareció frente a los destructores cuando el Rayo terminó de girar. El crucero moncalamari, con sus formas redondeadas, casi orgánicas, también empezó a virar dejando su armamento de babor en posición de disparo. La primera descarga estaba formada por turboláser y cañones de iones golpeó de nuevo sobre la nave central en la línea que defendía la Esfera de Torpedos. En ese momento, cuando el Osadía terminaba de virar y empezar a descender hacia el anillo de asteroides el destructor central activó sus reactores e inició su persecución.
            Dal y Deacon se miraron sonrientes cuando el holoproyector mostró el movimiento del destructor.


Aniquilador

            Vantorel se encontraba junto al proyector holográfico situado en la parte posterior del puente de mando observado la aproximación enemiga. Aunque ya conocía la valentía suicida rebelde, estos no dejaban de sorprenderle por lo insensatos que eran enfrentándose con una fuerza infinitamente menos poderosa que la suya.
            A su llegada Rangan exigió atacar inmediatamente a la fuerza rebelde además de asumir el mando de al ser el oficial superior más veterano. La sugerencia de una conferencia con el Palacio Imperial en Coruscant para aclarar aquella situación, hizo más sumiso al almirante, que había resultado más arrogante que falto de imaginación. Lo que se había encontrado era una extraña situación de tablas entre ambos contendientes: cada uno colocado en un extremo del planeta en órbita al hemisferio norte, los rebeldes sobre lo que se había deducido que era su base de operaciones y factoría de construcción, que ya habían empezado a evacuar. Hasta ese momento lo que pretendía Rangan era simplemente mantener la posición, elucubrando planes para doblegar aquel mundo a través de un bombardeo con los asteroides que lo rodeaban. Claro que sin tener en cuenta que los klovan ya habrían previsto aquella eventualidad, reforzando su escudo planetario a lo largo de toda la zona debajo de estos. Igualmente, una vez suprimidas sus defensas, la idea podía usarse para castigar a los habitantes de aquel mundo por osar desafiar al Emperador. Pero para entonces estaba seguro que él ya estaría lejos de allí, sofocando la siguiente rebelión.
            Por su parte nada más llegar había enviado a su escuadrón TIE de reconocimiento para obtener información más precisa del cinturón de asteroides. Mientras que los sensores de todas sus naves escaneaban la superficie del campo de fuerza planetario siguiendo el patrón identificado por el teniente Jarok según los datos que se tenían de la red de energía para establecer el lugar donde estaban los generadores principales del escudo. Estos no eran tan potentes y especializados como los que se encontraban a bordo de la Esfera de Torpedos, pero con la información que tenían, habían localizado su ubicación estimada. Desde ese momento sus movimientos habían ido encaminados a despejar la posición de disparo optima sobre el objetivo. Para ello había limpiado de amenazas al área de asteroides más cercana, y para impedir su uso por los klovan había minado parte. Estos respondieron enviando numerosos Ala-D, que a pesar de estar fuertemente armados y ser maniobrables, también eran lentos, por lo que fueron rechazados gracias a que sus cazas estaban acompañadas de varias corbetas que les habían permitido repeler a los rebeldes y afianzar el control de aquella zona.
            En aquel momento no solo contaba con superioridad numérica en cazas espaciales y naves, sino que había recuperado la iniciativa, por lo que era él quien decidía cuando y donde luchar, mientras que sus adversarios ahora ya solo reaccionaban a sus movimientos. Por lo que había empezado ampliar la zona de la órbita que controlaba, desplegando sus destructores en el hemisferio sur, impidiendo un contraataque desde el otro lado del cinturón de asteroides.
            La llegada de la Esfera de Torpedos había coincidido con un intento rebelde por alejar sus fuerzas de aquella zona. Mientras sus naves abrían un pasillo hasta colocase en la órbita de ataque, envió al teniente Jarok a bordo para informar a Fusch del lugar donde se encontraba el generador del escudo que cubría el hemisferio norte. Y tras confirmar si ubicación con sus sensores se había iniciado el bombardeo, aun cuando las naves rebeldes se estaban retirando tras ser repelidas. Y una sola hondonada de 500 torpedos de protones y los disparos coordinados de los turboláser terminaron con la protección del planeta. Inmediatamente sus destructores habían abierto fuego contra la zona, arrasándola completamente. Sus ciudades, en su mayor parte subterráneas habían activado entonces sus propios escudos, que solo protegían una parte de la superficie.
            Por su parte los rebeldes se habían reorganizado para lo que parecía lanzar un contrataque desesperado, con el único motivo de ganar algo de tiempo y terminar las evacuaciones. La nave que iba en cabeza era un viejo destructor separatista, que según los informes de OSI hacía por lo menos dos años que estaba operativo. Se desconocía su procedencia, posiblemente recuperado del espacio y se creía que aun poseía su equipamiento original, ya que no había participado en grandes combates, por lo que se descartaba una capacidad de combate. Pero para Vantorel, al observar la aceleración que estaba tomando, empezó a suponer el error de inteligencia. Confirmado su deducción cuando su potente cañón turboláser empezó a disparar contra la nave del almirante Rangan. Los primeros impactos, hechos antes de llegar el alcance optimo conocido y con una potencia mayor de la que se tenía registrada en las Guerras Clon, debilitaron sus escudos a la mitad.
            – Concentren el fuego de todas las naves sobre ese destructor – ordenó Vantorel.
            Tras entrar en el radio de acción de las armas imperiales el Recusant empezó a virar hacia el planeta, haciendo que su arma principal, que solo podía disparar hacia el frente, alcanzara al Inkisition, cuyo comandante, el capitán Dardel, había aumentado la potencia de los escudos, lo que le permitió aguantar los impactos mejor que el Praxis. Y una vez la antigua nave separatista cambió el rumbo, el crucero moncalamari apareció justo detrás, virando a su vez para abrir fuego con sus poderosos cañones de iones, que cayeron sobre el debilitado destructor de Rangan, que en ese momento salió en su persecución.
            – ¿Qué está haciendo ese estúpido? – murmuró Adel, su jefe de operaciones entre dientes.
            – Caer en su trampa – le contestó Vantorel con calma –. Que el resto de naves mantenga su posición.
            El cual, al salir de su posición e ir detrás de las naves rebeldes impedía que el Inkisition pudiera abrir fuego contra estos.
            – ¿Dejará que se suicide? – le preguntó Adel.
            – Ese destructor es propiedad del Imperio, no podemos desperdiciar equipamiento tan valioso – explicó este –. Cuando este se quite de en medio iremos detrás, para impedir que la los klovan que vienen detrás acaben con el Praxis. Que Valorum se reposicione y permanezca detrás protegiendo la esfera. Y que Gruna esté atento por si hay un ataque sorpresa por la retaguardia.
            Transmitidas las órdenes, las naves activaron sus motores y empezaron a moverse en persecución de la fuerza rebelde.
            – ¿Qué está haciendo esa nave? – preguntó Vantorel cuando su formación salió de sus posiciones.
            – Se dirige hacia la Esfera – confirmó Adel –. No ha variado su rumbo y la escoltan varios cazas, dos Ala-B.
            Vatorel entonces se dio cuenta que había caído en la trampa al apartar sus naves, dejando el camino libre a aquella corbeta. Ya que Valorum, para poder cubrir mejor a la estación de asedio se había movido y en aquel momento le estaba dando la espalda y no podía virar para interponerse.
            – ¡Que intercepten esa nave!


Continuará…
El Jedi Perdido: En la oscuridad (8)



Nota de producción:
(1) El personaje de Yeidal Zarb parece con un joven piloto en el Jedi Perdido 1: Adquisidores, en cuya primera versión no sobrevivía a la misión en Tatooine. Siendo salvado

(2) Nierval, el dug comandante del escuadrón Rancos de Ala-X, aparece en el relato Star Trek – Star Wars, así como en Jedi Perdido 2: Rayo de Esperanza.

(3) Los pilotos Naranja 3 y 4, Kanuu de Lattre de Tassigny, conocido como Kanuu DeLattre y Satek aparecen en el relato USS Spirit.

(4) Como la Alianza Rebelde consiguió armar y actualizar el Rayo de Esperanza, se narra en el Jedi Perdido 2: Rayo de Esperanza.



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