domingo, 24 de noviembre de 2019

El Jedi Perdido - En la oscuridad 6


Fondor

            La escuadra del capitán Vantorel estaba siendo aprovisionada en los astilleros de Fondor tras finalizar la pacificación del sector ReseQ en el Borde Medio. Tras la destrucción de la Estrella de la Muerte en Yavin 4 la Alianza Rebelde había encendido cientos de sistemas, lo cual era un grave error por parte de una fuerza militar tan débil. Tenían coraje y agallas gracias a su desesperación, pero no medios. Mientras que el Imperio tenía toda una inmensa maquinaria militar, heredada de la Antigua República, ampliada y engrasada durante las últimas dos décadas. Lord Vader había sido asignado por el Emperador, junto al Escuadrón de la Muerte liderado por el superdestructor Executor, para dar caza a la Rebelión. Pero esta estaba formada por miles de pequeñas y medianas células y el escuadrón de Vader, por poderoso que fuera, no podía estar en todos los lugares de la inmensa galaxia. Así otras naves se encargaban de destruir, bajo su coordinación, otros grupos importantes, mientras este buscaba a sus líderes, incluyendo al responsable de la destrucción de la Estrella de la Muerte: Luke Skywalker. Por su parte doblegar el sector ReseQ no había sido fácil, ya que los rebeldes contaban con numerosos simpatizantes que les habían proporcionado apoyo logístico en algunos de sus planetas y político a través del antiguo senador imperial. Sus fuerzas navales estaban encabezadas por un vetusto destructor clase Venator robado a las fuerzas del mismo sector, junto a un puñado de escurridizas fragatas y corbetas, así como numerosos cazas bien coordinados y dirigidos. Ya que su líder había luchado en las Guerras Clon en el Gran Ejército de la República, y no era un aficionado como otros muchos. Aun así, al final había sucumbido: sus naves destruidas, sus bases arrasadas y sus simpatizantes diezmados por la Oficina de Seguridad Imperial. De manera que la Paz Imperial se había vuelto a imponer y el Orden del Emperador Palpatine restaurado.
            Aun así, la victoria había tenido un coste. Sus escuadrones de cazas habían sufrido un 37% de pérdidas, y perdido varias fragatas y el crucero Diado de la clase Vindicator. El veterano destructor de bolsillo Legacy había recibido grabes daños en un ataque suicida durante la escaramuza final, que en la holonet el COMPNOR la había llamado batalla decisiva. El Resplandor, la nave de Valorum, su mano derecha y amigo, también tenía daños menores en sistemas de armamento, teniendo que remplazar una de las torretas turboláser cuádruples. Pero en aquel momento lo más apremiante, además de combustible y cargar armamento, era adiestrar a las asignaciones de los nuevos pilotos en tácticas más flexibles de las que aprendían en el Instituto de Entrenamiento de Vuelo Desafío o la Academia Skystrike. Y que tan necesarias eran para coordinarse con el resto de servicios y mejorar sus habilidades para que fueran aceptables cuando volaban bajo su mando.
            Mientras tanto y para premiar a sus hombres que había luchado con valentía y arrojo, había dado permiso a todos los que no estuvieran relacionados con las reparaciones y repostaje. Siempre había creído y así lo aplicaba, que era importante cuidar y tener contentos a sus subordinados para exigirles el máximo en combate. Y aquel planeta contaba con un buen número de lugares para descansar y relajarse. Por su parte él prefería supervisar las reparaciones, y leer historia militar de la galaxia, en aquel momento una curiosa, pero pretenciosa, autobiografía de uno de los líderes neo-cruzados de la Guerras Mandalorianas.
            Señor, tiene una comunicación de máxima prioridad – le interrumpió la voz del oficial de guardia a través de su comlink –. Lord Vader desde el Executor.
            La última parte se había pronunciado con solemnidad, casi miedo.
            Tenemos trabajo, pensó Vantorel, a lo que su criado kel-dor asistió, como si le hubiera leído la mente. Poco después el imponente holograma del señor Oscuro del Sith, con su siniestro traje negro y su respiración mecánica, imprescindible para su supervivencia, estaba activado delante suyo.
            Ha de dirigirse al sistema Klovan y tomar el mando de la fuerza allí desplegada. El almirante Rangan ha sido incapaz de someter su sedición – ordenó sin rodeos la mano derecha de Emperador –. Utilice lo que necesite para hacerlo con suma rapidez y de muestre todo el poder del Imperio.
            – Sí mi Lord.
            La mirada del Emperador está puesta sobre usted. No me decepcione, almirante.
            – Partiré inmediatamente – dijo inclinando la cabeza en un sutil gesto. No lo hacía por una pompa ceremoniosa, sino por un auténtico respeto. Conocía el poder oscuro que dominaban, junto a su protector había visto y comprobado que la Fuerza no era un cuento de viejas, ni un mito como quería hacer ver la propaganda imperial. La Fuerza era muy real, él lo sabía bien.
            En ese instante la imagen de Lord Vader se desapareció, dejando la estancia en un sepulcral silencio. Acababan de nombrarle a almirante o por lo menos eso era lo que parecía. Lo cual tampoco era extraño el Señor Oscuro del Sith, acostumbrado a otorgar ascensos en el campo de batalla a los que le servían bien y severos castigos a quien le fallaban. Este se había fijado en él tras un pequeño incidente cuando era un mero suboficial, convirtiéndose en su protegido. De esa manera y con tal padrino le había ingresado en la prestigiosa Real Academia Imperial de Coruscant, para ser destinado directamente bajo sus órdenes una vez se graduó en ella. De manera que había sido testigo de lo que era capaz de hacer aquel servidor del Lado Oscuro de la Fuerza. Promocionándose con rapidez en los xenófogos escalafones de la Armada hasta convertirse en un capitán de los potentes destructores estelares clase Imperial. Y una vez empezó la caza contra la Alianza Rebelde tras la Batalla de Yavin, le habían otorgado el mando de una Fuerza de Superioridad, en la que, había tenido el extraño privilegio de poder escoger a los capitanes y naves, para buscar y destruir a los rebeldes con fidelidad al Emperador y a Vader, la mano ejecutora de sus deseos.
            Al entrar en el puente se encontró a los dos oficiales que habían quedado para controlar las operaciones de avituallamiento, que como en todo grupo pequeño ya conocían la recepción de la comunicación de alto nivel y de quien procedía. Suponiendo, acertadamente, que pronto volverían a la lucha. Todos se cuadraron al verlo y el responsable de guardia se acercó inmediatamente para ofrecerle un datapad.
            – Nuestro estado en este instante, señor.
            – ¿El armamento?
            – Al 80%, señor.
            – Tendrá que servir. Preparen la nave para partir inmediatamente, avisen a todos los que están de permiso en el planeta. Póngame con el Resplandor e informen al resto de capitanes.
            – Sí señor – replicó enérgico el oficial.
            Vantorel se dirigió hacia el pasillo posterior del puente, entrando en el centro de combate, desde donde se coordinaban las operaciones del Aniquilador. La estancia contaba con docenas de pozos de trabajo que recibían toda la información procedente de las naves de la escuadra, la procesaban y se coordinaba y supervisaba todos los movimientos.
            – Su comunicación desde el Resplandor, señor – le informó uno de los técnicos cuando llegó a la mesa holográfica táctica situada en el extremo de la estancia. Su comandante simplemente asintió y este activó el sistema, apareciendo el rostro del capitán Valorum con la chaqueta del uniforme desabrochada.
            ¿Qué ocurre? – preguntó sin rodeos. Este procedía de una ilustre estirpe de altos funcionarios de la Antigua República, que ahora servían al Imperio Galáctico. Se habían conocido en Coruscant mientras estudiaban en la Real Academia Imperial, forjándose rápidamente una gran amistad entre ambos. Desde entonces siempre había mantenido una estrecha relación, logrando que fuera su primer oficial en el Aniquilador, hasta que, tras la escaramuza en Pas’jaso, logró que le ascendieran al mando de su propio destructor.
            – Nos han ordenado tomar el control de las fuerzas en Klovan y someter al sistema. Parece ser que los rebeldes eran más fuertes de lo que parecía.
            El Legacy no podrá acompañarnos... – reflexionó en voz alta. Aquella nave, aunque databa de las Guerras Clon, tenía la particularidad de ser tan rápida como una fragata y estar tan armada como un destructor, por lo que se había convertido un elemento importante en la estrategia de la escuadra –. Nos faltará completar los cazas y naves de piquete.
            – Habla con el almirante Pudna y que reasigne las unidades que necesitamos. Recuérdale que la orden viene directamente de Lord Vader y que si se resiste se tendrá que atener a la ira del Emperador. Después cursa la petición a Coruscant por los cauces habituales. No dudes en coger lo que necesitemos. Partiremos en dos horas.
            Así se hará. Resplandor fuera.
            Después que el rostro del único amigo que tenía desapareciera, se giró hacia el oficial de guardia. Era el alférez Jorak que había sido asignado a bordo justo antes de la incursión ReseQ desde la Academia Naval de Prefsbelt IV. Aun le faltaba experiencia y era algo rígido con los protocolos, pero parecía haberse adaptado bien al ritmo de trabajo de su estado mayor: demostrando cierta iniciativa y sus compañeros tenían buena opinión de él. Y al ser el nuevo le había tocado estar de guardia durante los permisos que se había dado.
            – ¿Qué sabemos de Klovan? – este asintió y en la mesa estratégica apareció imagen de la cartografía, ampliándose para mostrar un mundo de planicies rocosas, donde se señalaron las ciudades y otras referencias de interés estratégico.
            – Un planeta altamente industrializado del Borde Interior, importantes reservas de minerales, sobre todo en el cinturón de asteroides que lo rodea – leyó Jorak –. Sus industrias se escindieron de los Talleres de Blindaje Baktoid y de la Federación de Comercio ochenta años antes de las Guerras Clon, Manteniéndose fieles a República como asociada a Sistemas de Ingeniería Kuat. Actualmente tiene contratos para fabricar diversos elementos para Astilleros de Propulsores Kuat y con Sienar.
            A Vantorel le pareció interesante que el joven oficial hubiera escogido su afiliación manufacturera del informe del OSI, aunque le pareció interesante la genealogía mercantil. Ya que este revelaba que su lealtad parecía estar ligada a sus intereses comerciales.
            – ¿Defensas?
            El alférez hizo aparecer la información de estas, mostrando los diferentes emplazamientos en la superficie.
            – Estándar para un mundo de su categoría y aprobadas por el Senado Imperial: escudos de sus ciudades más importantes, turbolásers pesados w-165, cañones de iones v-150... – titubeó, lo que hizo a Vantorel le observara con curiosidad –. No parecen tan estándares como debería, señor… Según la última disposición de su sistema energético muestra un aumento considerable de recursos.
            – ¿Por qué dice eso?
            – Porque es redundante, lo que sugiere una mayor capacidad...
            – No sugiera, diga lo que está pensando – le interrumpió Vantorel, pero con un todo pedagógico, animándole a coger confianza.
            – Según el último informe del OSI la red de distribución se extendía alrededor de sus núcleos de población más importantes, que tienen un número mayor de generadores y relés de soporte secundarios de lo necesario para el número de armas registradas. Pero hay otro sistema que recoge todo el planeta en zonas menos habitadas, el cual solo puede significar que tienen un escudo planetario global proyectado desde la superficie, señor.
            El cual era mucho más difícil de neutralizar que los de órbita, y no como el de Scarif, que, proyectado desde una estación espacial, aunque más barato, era mucho más vulnerable, pensó Vantorel. Era evidente que los klovan se habían preparado sin escatimar esfuerzos.
            – ¿Y eso lo sabe por la red de energía?
            – Así es señor. Aunque Inteligencia solo ha detectado un nivel de defensas estándar para un planeta de estas características, la disposición y la capacidad de generar y transmitir energía sugiere... confirma que en realidad poseen un nivel similar al que tenían muchos mundos del Núcleo durante las Guerras Clon. No solo pueden soportar un prolongado bloqueo con su escudo, sino que podrían ser capaz derribar una flota en órbita.
            – ¿No podría estar relacionado con su capacidad industrial?
            – Posiblemente eso es lo que querían que pensáramos mientras se preparaban delante de nuestros ojos, señor. Si su disposición fuera para nuevas fábricas, esta no se construiría en anillos estrechos alrededor de sus ciudades y otro que rodeara el planeta por zonas prácticamente deshabitadas. Una dispersión tal extendería sus recursos de una manera poco rentable. Lo que me sorprende es que haya pasado desapercibido.
            – Haga un diagrama de la disposición del armamento y los generadores de escudo que podrían disponer según la red de energía.
            – Sí, señor.
            En ese momento entraron en el centro de combate el enlace con la OSI, el teniente Joos y el mayor Tolver el responsable de su ala de cazas. El resto de responsables y de la tripulación regresarían en lo que tardarían las lanzaderas que había enviado a buscarlos.
            Aquel planeta se estaba preparando para resistir un asedio prolongado y Vantorel sabía que su escuadra solo podría organizar un bloqueo e iniciar un bombardeo para debilitar sus defensas. Pero para doblegarlas e iniciar el asalto a la superficie necesitaría mucha más potencia de fuego.
            – Ya hemos recibido la información táctica del ataque, señor – indicó Joos. Vantorel levantó la vista de la mesa y apartó sus pensamientos.
             Una patrulla rutinaria había encontrado uno de los omnipresentes transportes Gallofree a la deriva por culpa de un motor averiado. La carga estaba formada por piezas de repuesto de cazas: motores y equipos auxiliares, y tras un interrogatorio a los tripulantes descubrieron que su origen era una factoría en Klovan. Y sin dudarlo el Gran Moff responsable del macrosector Pallis había ordenado el ataque. La fuerza estaba formada por dos destructores Imperial, tres Victory, otros tres vetustos cruceros Acorazado y los dos cruceros Inmovilizadores 418 que debían bloquear el sistema de saltos al hiperespacio. Además de otras naves medianas y los transportes del Ejército. El despliegue había sido el estándar en lugares de su categoría industrial, procediendo primero a un bloqueo y el posterior bombardeo orbital para suprimir las defensas. Nunca había oído hablar del almirante Rangan, pero no parecía incompetente, aunque sí adolecía de falta de imaginación, o por lo menos había seguido el manual a la hora de organizar su ataque. Los problemas habían llegado al aproximarse a la órbita para destruir los escudos alrededor de las ciudades, al caer en una emboscada procedente del cinturón de asteroides. Estos solo habían sido rastreados por un puñado de TIE que no habían detectado nada, y de los que habían surgido un nutrido grupo de naves pequeña, junto a cinco escuadrones de cazas de asalto Ala-B. Aquello sí era interesante, ya que la Rebelión no tenía tantos de aquellos rápidos y poderosos depredadores y nunca los desplegaba en tal número. Eso significaba la importancia de Klovan había pasado inadvertida por el OSI y el Ubictorado. Un dato muy interesante, pensó Vantorel. En ese momento cayeron en una trampa también de manual, como resultado uno de los destructores clase Imperial, dos Victory y uno de los preciados Inmovilizadores, habían sido destruidos, junto a varias fragatas y otras siete naves había recibido diferentes daños, incluyendo el destructor insignia de Rangan. Además, se había activado el escudo planetario global vaticinado por Jorak hacía un momento y que inteligencia desconocía. Ahora entendía la intervención de Vader: de la simple pacificación de un sistema díscolo se había convertido en una cuestión de orgullo para el Emperador.
            Los rebeldes por su parte no habían sufrido grandes bajas. Los Ala-B había estado cubiertos en todo momento por otros Ala-X y un puñado de pesados Ala-D. Lo que demostraba que habían aprendido la lección de su desastroso ataque al Cinturón de Fara, que había demostrado que sus poderosos cazas de asalto giratorios eran vulnerables sino iban bien escoltados. A parte de esas pérdidas se sabía que Klovan contaba con una fuerza de defensa de sistema compuesta por una veintena de naves de combate, incluyendo cuatro modernos cruceros corellianos controlados por oficiales de la Armada Imperial. Estos no habían aparecido, por lo que era deducible que su personal leal estaría incapacitado o muerto y las naves bajo control rebelde.
            – Necesito el informe de inteligencia original – le ordenó a Joos –. Y entregue una copia a Jorak también, quiero escuchar su análisis.
            – Disculpe, pero no tengo tanto nivel de seguridad, señor – le replicó este con humildad.
            – Yo le autorizo, y le asciendo a teniente con efecto inmediato, a adjunto del oficial de operaciones. No decepcione a Adel, es más exigente que yo.
            – Es, es un honor, señor. Gracias señor...
            – Partimos en dos horas. En treinta minutos una reunión de situación.
            – Sí señor – repitieron los tres oficiales al unísono.
            Vantorel salió en dirección a su cabina, situada a tres cubiertas del puente. Tenía que pensar una estrategia para doblegar Klovan con rapidez, era cuestión de orgullo para el del Imperio al que servía.


            Cuando entró en la sala de conferencias todos sus oficiales se levantaron y cuadraron. La presidía el mayor Adel, su jefe de operaciones, que, junto a Gavla, su navegante, aun llevaban ropas civiles, indicaba que acababan de llegar de su descanso, pero conociéndoles ya se habrían puesto al día con la situación. También estaba su intendente Setalbol, junto a Tolver como responsable de los cazas, y Joos como enlace de inteligencia. Además de los hologramas de los capitanes de las naves capitales de su escuadra: Valorum, Dardel del Inkisition, y Gruna del Sullust, tres destructores clase Imperial. Moizisch del Venture y Cabbel del Errante, ambos de la clase Victory, también se encontraba Fusch del veterano destructor Legacy que estaba en dique seco y no los podía acompañar, y Neikal del crucero Interdictor del Virulencia, que había logado transferir bajo su mando tras quedar impresionado por su comportamiento en la escaramuza de Pas’jaso.
            – Nos enfrentamos a un sistema bien defendido y nuestro Emperador nos ha ordenado devolverle con rapidez al redil.
            » Nuestra prioridad será neutralizar su escudo planetario principal para luego ocuparnos de sus ciudades una a una. Capitán Fusch usted se dirigirá a Loronar y tomará el mando de una Esfera deTorpedos. Sé que no es su medio natural, pero quiero a alguien de confianza a bordo de esa estación de asedio. Cuando usted llegue ya habremos despejado una parte del cinturón de asteroides, de manera que podrá aproximarse a la órbita con seguridad. Parta inmediatamente, la Oficina de Operaciones Estratégicas de Coruscant ya ha cursado las órdenes pertinentes y le esperan.
            – Sí señor – respondió este y su imagen desapareció de alrededor de la mesa.
            – El almirante Pudna nos ha cedido amablemente – intervino entonces Valorum con cierta ironía –, todos sus escuadrones TIE menos uno que permanecerá aquí para su protección. Eso completan nuestras alas de cazas originales con 372, que incluyen dos escuadrones de reserva – Valorum había entendido que en la batalla venidera los cazas iban a ser el elemento decisivo, tanto por la disposición del sistema, como por el número e importancia de los que poseía la Alianza Rebelde.
            » También los destructores Sistros, Plexis y Tridente de la clase Imperial que estaban haciendo mantenimiento rutinario han sido asignados a nuestra escuadra. Junto a los cruceros Trilladora y Vigilante de la clase Vindicator. Así como tres fragatas clase Fulgor y dos corbetas clase Vigil. Sin contar las que se encuentran en Klovan, tiene doce naves capitales, bajo sus órdenes almirante.
            Vantorel asintió pensativo y recalculando su estrategia con aquel recuento de efectivos, sin percatarse que Valorum ya conocía su ascenso.
            – Necesitamos una docena de naves tipo corbetas, póngase en contacto con Coruscant y que se nos asignen todas las de este sector. Da igual de que tipo.
            Se volvió hacia Setalbol, el intendente responsable de avituallamiento para conocer recursos y combustible y munición
            – Las operaciones de abastecimientos prácticamente acababan de empezar – contestó este –, por lo que aún estamos escasos de combustible. En este momento podemos operar a pleno rendimiento durante siete días, tal vez más si restringiéramos algunas operaciones podríamos alargar nuestros suministros algunos días más...
            – Eso es inviable – le cortó Vantorel con rotundidad –. El almirante Pudna nos facilitará lo que necesitemos, haga una lista y entréguesela, indicando que han de enviarla a Klovan en tres días. Incluya torpedos de protones adicionales para dos semanas de operaciones de una Esfera. Y combustible para un mes para todos los cazas que contamos. Tenga en cuenta también la fuerza del almirante Rangan.
            – Sí señor, así se hará inmediatamente.
            – Tolver – se dirigió a su oficial de vuelo de cazas –, contaremos con muchos escuadrones que no han volado nunca con nosotros, encárguese de coordinar todas las operaciones desde esta nave y evalúe aquellos pilotos más aptos para reasignarlos y formar un núcleo sólido junto a nuestra gente. El cinturón que rodea el planeta, será nuestro punto débil. Encárguese de hacer un reconocimiento exhaustivo del mismo en cuanto lleguemos. En breve le indicaremos que sectores de ese cinturón serán los primeros en despejar y asegurar.
            – Así se hará, señor.
            – Regresen a sus obligaciones, partimos en una hora. Pronto demostraremos a la Rebelión todo el poder del Imperio y recuerden que el Emperador nos observa, nos ha ordenado someter Klovan con rapidez, y eso haremos y sin compasión. Se arrepentirán de su osadía y servirán de ejemplo para otros.


Resplandeciente

            El crucero corelliano salió del hiperespacio en las coordenadas enviadas por Moritz, situadas por encima del cinturón de asteroides que rodeaba el planeta.
            Klovan (1) era un mundo formado por suaves colinas, con poca vegetación, arbustos bajos y árboles de troncos anchos y cortos, batidos por el viento frío y lleno de simas y cuevas que se internaban en la rocosa superficie. Durante siglos sus habitantes habían estado explotados por parte de la compañía Talleres de Blindaje Baktoid, que dependía, hasta que gracias a Nalok habían logrado rescindir el contrato de exclusividad con la Federación de Comercio y sus empresas que prácticamente les convertía en esclavos de los neimoidianos. Desde entonces habían prosperado con rapidez y en pocos años habían logrado que el representante del sector en el Senado fuera un miembro de su raza. Se habían mantenido fieles a la República, pero su gobierno estaba cada vez más horrorizado por la pérdida de libertades y el aumento en espiral del presupuesto militar y el subsiguiente incremento de impuestos. Con la llegada el Imperio su posición en contra de Palpatine había sido cada vez más firme, acercándose a otros senadores y líderes planetarios como Organa o Mothma. Finalmente, antes de la Batalla de Yavin, los klovan se habían unido a la Alianza. Desde entonces se había convertido en puerto seguro para aquellos que huían del Imperio. Y gracias a sus industrias habían estado proporcionando gran cantidad de suministros muy valiosos para continuar la lucha. Sobre todo, equipamiento tecnológico y complejo de construir, como los motores Quadex Kyromasters y otros sofisticados mecanismos para los cazabombarderos Ala-B, que también ensamblaban en una de las factorías donde se producían. Así como componentes de sensores, o células de energía para los cazas Ala-U y Ala-X, convirtiéndose en un importante sostenedor de la lucha por la libertad. Al tiempo que simulaban su lealtad incrementando sus relaciones con Kuat y Sienar. Por suerte el moff del sector era un funcionario corrupto, que apenas salía del sistema donde estaba la sede del gobernador. Era perezoso y muy dado a los lujos y a los twi'leks esbeltos.
            Detectaron la fuerza rebelde formada por el Osadia un crucero mon calamari, un viejo destructor de bolsillo separatista de la clase Recusant, varias fragatas Nebulon-B, incluyendo la Estrella Lejana, junto a un puñado de cañoneras y naves antibloqueo. También estaba la fuerza de defensa de Klovan con sus cruceros corellianos, además de una pequeña maraña de cazas de varios tipos. En contraposición al otro lado del planeta estaba la Armada Imperial desplegada alrededor de una Esfera de Torpedos situada en órbita. Parecía que ambos contendientes acababan de librar un combate y se retiraban hacia sus posiciones de partida, dejando los restos incandescentes de cazas destruidos y los esqueletos de varias naves.
            – Parece que nos estamos replegando a través del cinturón de asteroides – dedujo Ajaan que pilotaba la nave –. Aun se libran combates en estos por unidades de piquete. Diría que la esfera se está situando en posición de ataque.
            – El Osadia nos ordena acoplarnos a él – informó el técnico desde la consola de comunicaciones situaba detrás del puente –, la Estrella está cubriendo la retirada y nuestra aproximación sería peligrosa.
            – Haga lo que nos indican – asintió Zhan.
            – La Esfera de Torpedos ha iniciado el bombardero contra Klovan – anunció Ajaan y en ese instante una hondonada de proyectiles salió de la concavidad de la estación de batalla dirigiéndose hacia la superficie, dejando la estela de sus chorros de empuje marcando la trayectoria de los 500 torpedos de protones disparados en una salva coordinada para hacer un agujero en el escudo. Las baterías turbolásers, situadas alrededor de los lanzadores, abrieron fuego instantes antes del impacto de los torpedos de protones en el campo de fuerza, atravesando el agujero que la detonación de tantas cargas había provocado durante los nanosegundos. Alcanzando el generador del escudo. En ese momento y de manera coordinada los destructores empezaron a disparar sus armas contra la zona desprotegida, arrasando completamente el complejo.
            » Ha caído – anunció lacónico la iktotchi después, generando un silencio sepulcral en la pequeña cabina de la nave. Todos sabían que sin aquellos escudos el planeta se encontraba vulnerable, a merced de un cruel bombardeo orbital. Por ahora solo las grandes ciudades estarían protegidas, pero estas terminarían por ser alcanzadas, más tarde o más temprano bajo el fuego de aquella esfera.
            – Encontrar los generadores no es una tarea rápida y esa estación no puede haber llegado hace tanto como para localizarlos tan rápido – dijo Zhan rompiendo el silencio.
            – ¿Traición? – sugirió Slonda.
            – No creo en coincidencias, ni en la buena suerte.
            – Nos ordenan prepáranos para ayudar en la evacuación de nuestras instalaciones en la superficie – anunció el técnico la contraorden.
            – Lléveme a bordo del Osadia comandante – le pidió Keegan.
            Zahn observó al keshiano durante unos instantes. Gracias a este había logrado la autorización para intentar capturar a Eckener, y así estar más cerca de conocer en que estaba metido Daran. Y aunque no habían logrado su objetivo, se lo debía al adquisidor, por lo que le ordenó a Ajaan que se aproximara al crucero Mon Calamari.
            Cuando las operaciones de acoplamiento estaban a punto de terminar, Keegan se acercó a Zhan.
            – Encontré esto en la plataforma de aterrizaje – dijo extendiendo la mano, donde tenía una caja metálica que contenía uno de los dispositivos de control mental fabricado por Pylat para el Ubiqtorado. Tenía una etiqueta con la raza para la que había sido configurado: humano. (2)
            » Necesitaré que me indique con que compuesto envenenaron el nido del neimoidiano. Ahora que su contacto está muerto, necesitarán que alguien se lo suministre.
            – Por supuesto – respondió cogiendo la pequeña caja sorprendido –. Ahora que el Imperio ya no le comprará más, estará ansioso por encontrar un nuevo comprador.
            – Se lo agradezco. Haga un buen uso de ese aparato. Y cuando llegue a la superficie, rescate al mayor número de civiles que pueda llevar a bordo.
            – Por supuesto – respondió este –. Espero volverle a ver – dijo por cortesía.
            – De eso no tenga ninguna duda, comandante Zahn – respondió el adquisidor con tal convicción que dejó sin palabras a todos los presentes –. Que la fuerza los acompañe.
            Cuando salió del estrecho puente, Slonda fue detrás de él.
            – No tiene por qué acompañarme – le dijo al clawdite.
            – Por eso mismo – replicó este esgrimiendo una sonrisa en sus apergaminados labios.
            – Necesitarán su experiencia en la superficie – le explicó Keegan –. Nuestra base será el primer objetivo ahora que han caído los escudos planetarios y esta no está pensada para aguantar mucho.
            – Entonces aquí nos separamos de nuevo – replicó Slonda.
            – No por mucho tiempo – contestó Keegan colocándole la mano sobre el hombro en un gesto de afecto, poco habitual en el adquisidor. Hacía mucho tiempo que habían asesinado a sus compañeros y maestros en la Gran Purga, y desde entonces habían sido muy pocos a los que podía considerar amigos. Y a Slonda le tenía aprecio.
            Descendió hasta la escotilla atraque exterior, donde le estaba esperando la iktotchi.
            – He meditado lo que me dijo sobre Zahn – dijo Ajaan escogiendo cuidadosamente sus palabras –, pero no creo que sea alguien del que pudiéramos fiarnos.
            – Comprendo su preocupación – respondió Keegan tras un silencio en el que parecía reflexionar –. Ha de saber que yo fui quien pedí que le dieran el mando de la Estrella Lejana.
            – ¿Usted? – preguntó sorprendido –. ¿Por qué?
            – Sé que no se arrepiente de lo que hizo mientras estuvo en el ubiqtorado. Creía que era lo que debía hacerse y no se cuestionaba nada más. Pero también sé, como usted, el cambio que ha sufrido su interior desde que está a bordo de la Estrella Lejana. Y ha sido gracias a los lazos de amistad y respeto que ha forjado con su tripulación lo que le está transformando. Necesita a alguien que confíe en él, para que el resto lo haga. Eso es lo único que puede garantizar que Zahn nunca traicione a la Alianza mientras luchemos contra el Imperio.
            – ¿Y quiere que sea yo quien confíe en él?
            – Yo no puedo obligarla, pero tal vez podría darle un voto de confianza y obsérvele. Usted tiene una característica única para hacerlo.
            » ¡Que la Fuerza le acompañe!
            Ajaan asintió y el adquisidor accedió finalmente al interior de la nave calamari. La iktotchi se quedó unos instantes observando el pasillo aun después que Keegan hubiera desaparecido. Era la primera vez en su vida estaba cerca de un jedi, ella no era exactamente sensible a la fuerza, pero su raza tenía la capacidad precognitiva, así como telepáticas. Intentaba controlar la primera, ya que fuera de su planeta quedaba limitada, además evitaba que se aprovecharan de ella, como había ocurrido en el pasado. La segunda la había desarrollado desde que servía en la Alianza al ser una útil herramienta para detectar las intenciones de los enemigos. Y aunque era cierto que nunca había notado ningún arrepentimiento en Zahn de la época que se dedicaba a cazar rebeldes, también lo era que todo lo que había hecho desde su deserción era a favor de la Alianza. Luchando con determinación contra el Imperio tanto a bordo del Resplandeciente como en la Estrella Lejana. ¿Tal vez aquel jedi habría visto algo que ella misma no veía en Zahn? Decidió seguir su instinto.


Violeta 7

            Shara Niven saltó de la carlinga y al pisar el suelo de metal del Osadía sus rodillas le fallaron y no pudo sostenerse. Estaba empapada de sudor y todos los músculos de su cuerpo estaban entumecidos. Apenas sentía las piernas doloridas y parecía que con los brazos hubiera estado ejercitándose con pesas durante horas. O casi, ya que lo que había estado haciendo era pilotar su caza de asalto Ala-B, el más poderoso que tenía la Alianza Rebelde. Aunque normalmente era una nave muy exigente físicamente de pilotar, en aquella ocasión su agotamiento era debido a un daño en el sistema de rotación de las alas alrededor de la cápsula de la cabina. Y esto había sucedido en su segundo vuelo en combate real y la segunda vez que vez que pilotaba su caza.
            Hubo una época en que hubiera luchado contra ellos, pero ahora estaba enfunda en un traje de vuelo naranja chillón, y había jurado derrotar al Imperio. Después de caer prisionera en manos de la Alianza Rebelde y tras darse cuenta que la propaganda sobre estos era completamente falta, al no ejecutarla inmediatamente como le habían dicho que aquellos terroristas hacían, no dudó en presentarse voluntaria para engrosar sus filas. Tras pasar numerosas pruebas de seguridad fue asignada al Escuadrón Ígneo, dotado de vetustos Z-95 Cazacabezas. Lo que dejaba claro que no se fiaban de ella y lo entendía, así que se esforzó por hacer bien su trabajo y demostrar su lealtad. Y al final su actitud tuvo su recompensa y la transfirieron a una pequeña unidad de élite, el Escuadrón Violeta al mando del mayor Zarb. (3) Era un oficial muy joven, que en la Armada Imperial no hubiera sido más que un teniente con proyección, que había hecho su carrera militar en la Alianza, ascendido por bajas de sus superiores. Aun así, reconocía que era un buen piloto y aún mejor organizador. Sus pájaros eran veteranos ARC-170 que con el tiempo habían ido disminuyendo por derribos o desgastes mecánicos irremplazables. Eran cazas resistentes, capaz de aguantar un castigo impensable en los rápidos y ágiles TIE, con los que solían realizar misiones de reconocimiento y ataques atmosféricos de precisión. Pero al final solo quedaban cuatro de ellos operativos, lo que no podía considerarse un escuadrón activo. Así que dos meses antes les habían informado que les iban a entregar los nuevos y potentes Ala-B. Se les unieron nuevos compañeros y se desplazaron al puesto avanzado de Tierfon, donde habían sido montados varios simuladores para aprender y practicar el pilotaje en sus futuras naves.
            Unos días antes les habían embarcado en un transporte GR-70 de Gallofree con destino desconocido, encontraron al llegar una factoría de construcción de sus cazas. En principio no debían de conocer su ubicación, y permanecerían únicamente unas pocas horas, con el único contacto con un pequeño y simpático moncala que les había terminado de explicar el funcionamiento del caza que él había diseñado y perfeccionado junto al mismísimo almirante Ackbar. El plan era regresar a Tierfon y completar el entrenamiento, pero entonces se había producido el ataque imperial.
            Sin dudarlo Zarb se había puesto a la disposición de las defensas del sistema mientras se iniciaban los preparativos de evacuación de la factoría y el personal de la base y la protección del planeta. Para entrar por primera vez en combate les había separado y encuadrado entre los pilotos klovan de otros Ala-B que tenían mucha más experiencia que ellos. Su objetivo era uno de los destructores clase Imperial.
            El ataque había ido según lo planeado, una vez que los cazas Ala-D les habían abierto paso entre los TIE ellos se habían aproximado al crucero y bajo un potente fuego concentrado de sus cañones de iones y sus torpedos de protones habían destruido su objetivo, regresando a la base rebelde en el planeta. La mayor parte del mérito lo habían tenido los pilotos nativos, que les habían guiado y dirigido, demostrado que la naturaleza cooperativa como sociedad se traducía en una excelente coordinación combate. Por otro lado, su nuevo caza, recién salido de la factoría, se había comportado de una manera soberbia: el motor respondía al más mínimo movimiento de sus controles, mostrándose mucho más grácil que en las simulaciones. Aunque aquello tenía su explicación: Zarb, viejo zorro y veterano de decenas de incursiones con vetustos cazas republicanos ARC-170, había programado los ejercicios con las peores condiciones para incrementar la dificultad.
            Pero el segundo ataque no había ido igual de bien. Operando ya desde las naves enviadas para escoltar la evacuación de la base y su equipo pesado, despegaron desde el crucero moncala Osadía para atacar al segundo contingente imperial llegado al sistema. Esta vez iría su grupo solo, junto a los rápidos Ala-A del Escuadrón Rayo Azul. El plan se limitaba a evitar que la nueva fuerza expandiera la zona de la órbita que controlaba para permitir el flojo de transportes de evacuación. Pero cuando estaban aproximándose surgió del hiperespacio una Esfera de Torpedos y desde el Osadía decidieron cambiar el objetivo del ataque. Lo que provocó que todo se torciera.
            Al cambiar el eje de la aproximación los Ala-A que les escoltaban se separaron y les dejaron vulnerables a la embestida de los TIE. Rápidos y ágiles empezaron a revolotear sobre ellos con impunidad. Los Ala-B se habían diseñados para atacar objetivos de gran tamaño como estaciones espaciales o destructores que eran potentes, pero mucho más lentos y torpes que los TIE, capaces de viraban con rapidez antes de poder fijarlos con sus armas. Además, los pilotos enemigos sabían hacer bien su trabajo. Lo primero que hicieron fue centrarse en el flanco exterior de su formación, para alejarles del resto de rebeldes, y que fuera más difícil prestarles ayuda. Después se centraron en uno a uno, disparando en parejas sobre el mismo objetivo para debilitar sus escudos y luego destruirle.
            El primero en caer fue Lo'wer, un rodiano callado que se había incorporado al grupo al llegar a Tierfon. Procedía de un escuadrón de bombarderos Ala-Y diezmado unos meses atrás, y se mantenía apartado del resto, siempre ensimismado en sus pensamientos. En las simulaciones en grupo era rápido de reflejos, aunque solía volar algo alejado de la formación, pero nunca mucho. Probablemente por eso había sido la primera víctima de los TIE, saltando sobre él como un enjambre que no le habían dado tregua hasta destruirle. Zarb había empezado a ladrar por el comunicador, pidiendo el regreso de los Ala-A y ordenando a los pilotos agruparse para evitar que les dividieran y aniquilaran uno a uno. Aunque no sirvió para evitar que Ming’te fuera el siguiente en ser abatido. El hamadryas era uno de sus mejores amigos, veterano del escuadrón, siempre haciendo lo posible para integrar a los nuevos en el grupo. Desgraciadamente en aquel momento, lo más importante no era su pérdida, sino que entonces ella la que quedaba en el extremo de la formación, expuesta al siguiente ataque.
            El primer TIE se le aproximó de frente a su cabina, enfilado directamente hacia ella y disparando sus cañones láser antes de cortar la trayectoria y alejarse. Los escudos absorbieron la descarga y ella disparó su armamento, pero sus haces de energía cruzaron la posición del caza sin cuando este ya se alejaba. El siguiente impacto vino desde atrás, rápido y certero sobre los escudos que se debilitaron un poco más. De manera instintiva viró hacia estribor, acercándose a sus compañeros para cerrar filas con ellos. Pero por ese lado apareció otro enemigo, que, aunque no la alcanzó la obligó a virar hacia babor, alejándose de la protección del grupo. Hizo una contramaniobra, pero, aunque el Ala-B era una máquina formidable, sus giros eran lentos y amplios debido a la envergadura de las alas en forma de cruz. Otro TIE apareció por debajo, alcanzándola de nuevo de lleno. Los escudos estaban al 53%. Su escuadrón empezó a virar hacia donde se encontraba para proporcionarla protección, lo que le expuso al siguiente ataque imperial. Por suerte ahora había más blancos, pero ella era quien se encontraba más vulnerable. Otro TIE la atacó de lado para seguir disparando contra el siguiente caza, que identificó por los símbolos de enemigos abatidos y misiones de ataque que tenía en su carlinga como el del mayor Zarb. Los controles estallaron en chispas y empezó a notar que el servo motor del giroestabilizador se ponía en marcha y las alas empezaron a rotar alrededor de su cabina. El impacto había cortocircuitado aquel sistema y lo había puesto en marcha.
            Viró un poco para tener algo de espacio, mientras las alas cogían cierta velocidad a su alrededor. Un caza TIE pasó a su lado, pero sin disparar, como si estuviera sorprendido. Inmediatamente se repuso, giró en redondo y se encaró para disparar. Pero la ventaja de las alas giratorias era que el arco de disparo aumentaba en toda la circunferencia del giro y aquel caza estaba dentro de este. Su experiencia pilotando TIE para el Imperio y después los vetustos Cazacabezas, hizo que instintivamente disparara volatilizando a su adversario en el primer impacto. Pero no pudo celebrarlo ya que al mismo momento recibió otro impacto sobre los escudos, zarandeándola con fuerza y reduciendo su potencia al 47%.
            No se había dado cuenta, pero se había alejado mucho de la formación y ahora se encontraba sola y rodeada de enemigos que no se iban a dejar sorprender. Observó alrededor suyo a través del cristal de la carlinga, por lo menos media docena de TIE se dirigían hacia ella como chacales nexu. Aceleró el motor e intento dirigirse hacia estos, aún tenía escudos y su armamento era superior y con las alas rotando a su alrededor este contaba con un amplio arco de fuego. Iba a hacer que se arrepintieran de haber ido a por ella. Empezó a disparar sus cañones de iones y sus blásers pesados, pero estos abrieron la formación y los haces de energía se perdieron en el espacio sin causar ningún daño. Tres de ellos viraron dirigiéndose hacia donde se encontraba, y en el momento en que iban a converger sobre el Ala-B dos explotaron envueltos en llamas y otro fue alcanzado en su ala hexagonal y empezó a dar vueltas. Instantes después dos rápidos Ala-A cruzaron frente a su cabina, virando para enfrentarse al resto de TIE imperiales.
            Violeta 7 regrese a la formación, volvemos al Osadía – dijo su jefe de escuadrón por el comunicador.
            – Copiado – respondió Niven mientras las alas en forma de cruz iban girando a su alrededor. Presionó los controles para detener la rotación, pero este no respondió a su orden, indicando que estas se encontraban fijas. Viró y se colocó en el extremo de la formación que se alejaba de la escaramuza entre su escolta y los TIE restantes. Tras fijar el rumbo de regreso, abrió el plafón inferior del control auxiliar de sistemas.
            Violeta 7 tiene que desactivar la rotación de sus alas – le recordó su superior.
            Como si no lo supiera, pensó ella mientras intentaba recordar los planos de los sistemas electrónicos que había estudiado en su estancia en Tierfon. Al mismo tiempo mantenía el rumbo del caza manualmente, controlando que este no se desviara por la fuerza del giro. Los sistemas auxiliares y de soporte parecían estar bien, aun así, el mecanismo que controlaba el servo-giroscopio no respondía a las órdenes del ordenador. En ese momento deseó con todas sus fuerzas tener un droide astrométrico que pudiera arreglar el fallo. ¿Por qué aquel caza tan complejo no tenía ninguno?
            La formación rebelde empezaba a distinguirse en la órbita, al tiempo que cada vez le resultaba más difícil mantener el rumbo. En combate las maniobras compensaban el esfuerzo de pilotaje, pero en aquel momento toda la fuerza centrífuga de los giros tenía que soportarla ella con las palancas de control de dirección. Además, con las alas rotando no podía aterrizar en el crucero moncala. El cortocircuito debía de haber dañado el dispositivo de control, el problema era que no tenía tiempo para hacer un puente al mismo tiempo que pilotaba en zona de combate. No se le ocurrió otra cosa que apagar todos los sistemas. Algo que no debía hacerse en vuelo, ya que la dejaría a la deriva y vulnerable. No tenía otra alternativa, esperando que al encontrarse en el espacio controlado por la Alianza estuviera a salvo.
            Apagó los motores y luego el reactor, después el ordenador principal. Las alas se detuvieron, aunque su caza prosiguió avanzando por la inercia. Durante unos segundos un silencio sepulcral se apoderó del universo. Solo oía su respiración. A través de los cristales de la cabina veía la figura alargada y orgánica del Osadía, majestuoso y poderoso orbitando sobre la esfera rojiza de Klovan. Era una vista hermosa, si no fuera porque estaban en guerra. Una lucha por la libertad, por la vida. De repente un caza Ala-X se colocó a su lado, tan cerca que podía ver al piloto perfectamente a través del cristal. Era joven y podía distinguir una extraña forma ósea en la parte superior de la nariz. Cuando sus miradas se cruzaron él sonrió para animarla. Estaba allí para protegerla.
            Gracias a su formación mecánica desactivó el panel de control auxiliar que había sufrido el cortocircuito y encendió el ordenador principal, el reactor y los motores. Las alas en forma de cruz estaban inmóviles. Ordenó al ordenador plegarlas y estas obedecieron con suavidad. Retomó el rumbo y pidió permiso para aterrizar en el Osadía. Poco después Violeta 7 se posaba en el hangar principal, siendo el último de su escuadrón en hacerlo. Apagó los controles, abrió la carlinga y descendió de la cápsula, cayendo al suelo desfallecida por la tensión.
            – ¿Se encuentra bien? – le dijo alguien. Al levantar la vista un alienígena le sonreía amistosamente, aunque Niven nunca había visto su raza: tenía la piel azul y la cabeza estaba cruzada, de arriba abajo, por una marca en forma de trinchera. Llevaba el mono de mecánico, con el logo del Escuadrón Naranja en la manda.
            – Hay un cortocircuito en el control auxiliar – fue lo único que pudo decir.
            – No se preocupe, se lo arreglaremos – respondió el alienígena con convicción. Y supo que así sería –. Le acompañaré a la sala de pilotos y podrá descansar.
            Atravesaron el hangar donde estaban aterrizando los últimos cazas que cabían. Todo parecía estar en movimiento frenético: pilotos con sus monos naranjas, mecánicos, droides astrométricos y de mantenimiento, personal de auxiliar cargando combustible y armamento. Había cazas izados en el techo, otros arrastrados por remolcadores, algunos dañados, otros siendo reparados. Alguien grita órdenes, la megafonía informaba a los diferentes equipos donde tenían que ir.
            Entraron en una estancia situada junto al hangar que servía de lugar de descanso, en la que había varios dispensadores de comida y bebida preparada, mesas y sillas, así como cómodos sofás junto a las paredes.
            – ¡Shara Estas bien! Pensaba que iban a destruirte – le dijo Toyax, uno de sus compañeros, un moncala simpático –, pero les diste tu a ellos.
            Cuando Niven a giró para agradecer al mecánico que la hubiera llevado hasta allí, este ya no estaba. En ese momento Toyax le entregó una bebida isotónica que había cogido de uno de los frigoríficos para que recuperar fuerzas. Rápidamente se le unieron otros pilotos, enterándose entonces que la Esfera de Torpedos había destruido el escudo global que protegía el planeta y que era muy posible que les ordenaran retirarse. Pero en aquel momento solo podía pensar que había estado muy cerca de morir y se sentía afortunada.


Continuará…


Notas de producción:
(1) Las imágenes de Klovan corresponden a Geonosis del juego Battlefront, al querer un planeta con cinturón de asteroides, y poderme aprovechar de las escenas donde aparecen destructores imperiales. Y de alguna manera quería mostrar a los klovan como la competencia de los geonosianos, aunque los primeros lograron alejarse de la codicia de la Federación de Comercio.

(2) Esta trama en el relato del Jedi Perdido está escrita para justificar que Zahn posea un aparato como este, tan poco ético, al mismo tiempo que lucha con la Alianza Rebelde contra el Imperio durante los sucesos del Crossover Star Trek – Star Wars.

(3) El escuadrón Violeta, equipado con cazas ARC-170 se menciona en el Jedi Perdido 1: Adquisidores, así como su comandante, el mayor Zarb. El escuadrón tiene una fugaz aparición en el Jedi Perdido 2: Rayo de Esperanza.



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