sábado, 18 de agosto de 2018

Jedi Perdido. Rayo de Esperanza 5


Rancor 7

            Su especie había evolucionado en los frondosos bosques de Malastare y por tanto tenía una visión más aguda y sus reflejos eran mucho mejores que muchos humanoides, al haberse desarrollado para moverse con la agilidad de sus cuatro extremidades, aunque prefería el caminar más dinámico de las superiores. Por tanto era por naturaleza un piloto excepcional. Eso sin tener en cuenta que había estado a punto de correr la Malastare 100, la carrera de vainas más prestigiosa de su mundo. El problema era que al resto le molestaba que no lo ocultara. ¿Pero por qué tenía que fingir un hecho claramente demostrado en más de una ocasión? Le podían llamar arrogante, ese era un defecto de los humanos, que les gustaba poner etiquetas y actuar en consecuencia a ellas. Era problema del resto, no el suyo. Él trataba a los demás tal y como eran, les gustara o no. Y en aquel momento era el mejor piloto que la Alianza tenía en aquel sistema y debía concentrarse en lo que sabía hacer mejor: combatir con su poderoso Ala-X.
            Viró bruscamente hacia babor y empujó el control para descender casi en picado, acelerando durante tres segundos sus cuatro motores de iones 4L4. Cortó la inyección del combustible para no sobrepasar al TIE y se colocó justo detrás de él, podía ver con claridad su cabina esférica, el piloto ni se había dado cuenta que le tenía encañonado. No hubiera sido necesario usar los sistemas de puntería, pero no era el momento de alardear, necesitaba el impacto sin perder tiempo, así que consultó el indicador y disparó dos de sus cañones láser. Los rayos de luz roja alcanzaron al caza al instante. Uno de ellos partió su endeble casco y atravesó al piloto saliendo por la redondeada cristalera frontal, mientras que el otro alcanzó el brazo que unía la cabina con la placa solar de estribor. El caza se partió por la mitad y estalló en una nube de chispas. De esta surgió uno de los Ala-Y del escuadrón Naranja que hasta ese momento estaba siendo atosigado por el TIE, mientas Nierval esquiva con agilidad los restos del enemigo.
            Cambió de rumbo, no era buena idea mantener la misma trayectoria mucho tiempo cuando estaba en combate y menos con tantos cazas a su alrededor revoloteando como en el trasero de un bantha de Tatooine.
            – ¿Rancor 8 estás ahí? – preguntó el dug por el comunicador.
            – Justo detrás – respondió la tranquila voz de Barmich . Vira a 2.04.
            – Virando.
            Los dos cazas se alejaron de la superficie gris de la luna, que podía estar batida por las defensas del puesto de escucha. Mientras ascendían Nierval observó el campo de batalla del que estaba rodeado. Los 24 TIE del destructor Victory se habían unido a los ochenta procedentes de las guarniciones planetarias, que habían despegado mientras atacaban la estación lunar, dejando desprotegidas las defensas de Pas’jaso. Y ahora era precisamente cuando las cosas podían complicarse en gran manera, ya que los 33 cazas rebeldes, dos de ellos ya habían caído, estaban pegados a la superficie del planetoide, enfrentándose a 100 pilotos imperiales bien entrenados y que sobre todo conocían bien el lugar donde estaban luchando. Todo ello bajo la sombra del vetusto destructor que con sus 40 cañones, aún tenía un poderoso arsenal capaz de aplastarles como a las lentas y torpes moscas de los pantanos de Malastare. Por suerte la mayoría de las armas no disparaban para no alcanzar a su propia gente, pero les permitía maniobrar con libertad y sobre todo poder refugiarse bajo su casco para reagruparse.
            Según el plan aquel era el momento en que la fuerza Justicia tenían que llegar al sistema y dejarles el camino libre para salir del callejón en que se habían metido. Se suponía que la presencia de la nueva fuerza naval atacando las estaciones orbitales alejaría aquella nave y parte de los cazas, permitiéndoles ponerse al cobijo de las armas pesadas de la Alianza. Pero como en cualquier carrera de vainas, nunca, nada, era previsible y si no llegaban lo refuerzos Nierval sabía que él y sus compañeros serían copados y serían aniquilados sin piedad.


La Estrella Lejana

            Cracken observaba desde el puente de mando el remolino infinito de luz del hiperespacio repasando mentalmente al plan de ataque. En realidad era sencillo: los tres escuadrones de cazas distraerían a las defensas del sistema simulando un ataque a la estación de seguimiento de la luna de Pas’jaso. Estaban formados por veteranos cazabombarderos Ala-Y y por modernos y rápidos Ala-X, con la misión de proteger a los primeros. Con los imperiales distraídos su fuerza naval aparecía sobre el planeta y atacaría las instalaciones orbitales, alejando a sus enemigos de los primeros cazas. Para ello habían reunido un pequeño grupo de combate compuesto por un crucero pesado de la clase Acorazado, que teóricamente era la nave más potente que iban a desplegar. La verdad era que el Diligente había sido construido antes de las Guerras Clon, era lento, sus escudos tenían poca potencia y su capacidad de fuego estaba limitada por problemas en su planta de energía. Lo iban a utilizar para atacar las estaciones de tránsito como plataforma de artillería móvil, mientras las dos fragatas y las corvetas se dedicaban a alejar a los imperiales. Estas eran dos modernas fragatas, una de escolta Nebulon-B, la Libertad y una Nebulon-C más pesadamente armada que la primera, (1) la Estrella Lejana, junto a dos corvetas corellianas CR90, las Unparala y Mar de esperanza y la Grito de Flitter, (2) una cañonera DP20. Pero el verdadero objetivo del aquel ataque era dejar expedito el camino al grupo de cazas ARC-170. Se aproximarían al planeta y utilizarían su velocidad de 44.000 kilómetros por hora que podían alcanzar en atmósfera, para bombardear instalaciones de almacenamiento, cuyo escudo iba a ser desactivado por Keegan. Como resultado nadie sabría que en estas faltaba parte del material militar que cada vez era más difícil de conseguir para la Alianza. Una vez arrasado aquel lugar hasta sus cimientos, todas las naves rebeldes saltarían a puntos diferentes.
            El capitán Gara, que lideraba el ataque, le había ofrecido estar a bordo de la Libertad, pero él había preferido permanecer en el Estrella Lejana, ya que así el mando de la operación estaba divido por su ocurría un desastre. Algo que al corelliano parecía haberse tomado mal. Por lo que había podido comprobar en los días de la preparación de la operación, Gara ciertamente era un buen oficial, disciplinado y eficiente, con una hoja de servicio en la fuerza corelliana y en la Alianza impecable. Aun así demasiado engreído para su gusto.
            Por otro lado se encontraba muy a gusto en la Estrella Lejana, una de las últimas naves que habían integrado en la flota de la Alianza. Era una variante de las Nebulon-B más robusta y blindada, diseñada para el combate naval y no solo como escolta de convoyes. Durante las pruebas de rendimiento previos a la entrega de la nave a la Armada Imperial, el jefe de ingeniería, otro corelliano que trabajaba para los Astilleros de Propulsores de Kuat, convenció a parte de la oficialidad de unirse a la rebelión después de conocer una masacre perpetrada por tropas del Emperador sobre una colonia que se había opuesto al Nuevo Orden. Desde entonces la dotación había pasado las pruebas para descartar una infiltración, mientras la nave había estado destinada en los sectores exteriores, escoltando varios convoyes y defendiendo planetas afines a su causa. Aquella iba a ser su primera incursión y el responsable de la inteligencia podía notar el nerviosismo de quien le rodeaba. Una tercera parte era la original que había desertado, pero el resto había sido asignado a bordo para completar los huecos en la dotación. Por ejemplo el mando lo ostentaba el mayor Treson Moritz, un alderaaniano enviado por el general Rieekan para ayudar a la tripulación a adaptarse a las nuevas circunstancias. Por suerte el jefe de ingenieros, el mayor Vendell, líder de la revuelta, no parecía haberle importado no asumir el mando de la nave.
            Observó el reloj con la cuenta atrás para surgir de nuevo al espacio real, dándose cuenta que él también estaba nervioso.
            – Diez segundos para salir del hiperespacio – informó el piloto, un joven duro de piel verdosa y grandes ojos rojos, haciendo regresar a Cracken a la realidad –. Cinco. Cuatro. Tres. Dos. Uno. Ahora.
            En ese instante la espiral de luz se convirtió en una serie de luces alargadas que en un instante se encogieron hasta convertirse en pequeños puntos luminosos de las estrellas. Pas’jaso con su atmósfera verdosa se agrandó con en el negro horizonte del espacio, con su luna estéril y gris suspendida a su lado.
            – Recibimos telemetría de los Ases Amarillos, Naranja y Rancor – indicó el oficial de comunicaciones –. Están atacando la estación lunar.
            – Múltiples objetivos en los sensores – continuó el otro técnico –. Confirmado destructor clase Victory en órbita lunar.
            – Confirmado por tácticas. Seguimiento de destructor enemigo en vector 274, cuadrícula 8.
            – Preparen armamento, escudos a máxima potencia – ordenó Moritz –. Tonek pónganos en posición 2.9 junto a la fragata Justicia.
            – Maniobrando a posición 2.9 para colocarnos a estribor de la Justicia – repitió el piloto.
            – Confirmación del resto de naves, coordinando maniobra Gara 8 – prosiguió el técnico de comunicaciones –. El Diligente y la Unparala viran hacia el planeta, marcación 10.3.
            – Marcación 2.47 sobre destructor clase Victory – informó el oficial artillero, el teniente Owen Rion. Este era un tipo larguirucho, bien peinado y con la barba recortada y elegante, su uniforme estaba hecho a medida y desprendía un olor a perfume de esencia de flores de Chandrila.
            Antes de subir a bordo había leído los diferentes informes de la tripulación, descubriendo que Rion pertenecía a una adinerada familia de un Mundo del Núcleo, lo que le había dejado intrigado para saber que le había hecho convertirse en una nave de combate. Había estado hablando con él durante el viaje, con la excusa de que le explicara el potente armamento de aquella fragata. Descubriendo que su padre, un prominente abogado, le había inculcado el sentido de la justicia, y había decidido aplicarlo de manera práctica después de que este fuera arrestado por el OSI tras hablar en contra del despotismo del moff del sector y nunca lo habían vuelto a ver. Pero también había encontrado a un profesional dedicado y conocedor de su oficio, que había estado realizando simulaciones de la batalla con su equipo, ajustando la coordinación entre ellos y otros técnicos como los de sensores o de los rayos tracción durante toda su estancia en la base de Tierfon. La tripulación no se había quejado, aunque habían admitido que había sido agotador, sabedores que era necesario engranarse entre sí antes de entrar en batalla. Eso era lo que les había inculcado Rion mientras practicaban el ataque al destructor Victory, tanto en solitario, como con el apoyo de la Justicia y el resto de naves. Ahora que le veía en plena faena, concentrado, consultando datos, corrigiendo al resto de artilleros con eficiencia y determinación, sabía que con gente como aquella podía la Rebelión triunfaría.
            – Quiero coordinación con la Justicia, fuego cruzado con nuestros turbulásers y baterías de iones para suprimir sus escudos con rapidez – recordó Moritz.
            – No vira para interceptarnos – dijo entonces Rion sorprendido.
            – ¿Qué? ¿No está virando? ¿Por qué? – preguntó Moritz inclinándose hacia el monitor de situación. Podía ver las imágenes holográficas de Pas’jaso y su luna, con todas las naves que detectaban los sensores: en rojo el enemigo imperial, azules las de la alianza, verdes las civiles. Era cierto que el Victory permanecía sobre el satélite tras perseguir a los cazas. Pero ahora no se movía. Y eso no era bueno.
            – Recibimos una comunicación de emergencia por los canales de la Alianza – indicó en ese momento el técnico.
            – ¡Pásela! – ordenó Cracken con rapidez.
            La imagen azulada del holograma apreció por unos segundos, pero apenas Zahn había empezado a identificarse, esta se distorsionó, quedando una bola borrosa y un sonido ininteligible.
            – Están interfiriendo las transmisiones – confirmó el técnico.
            – Es una trampa – dijo Cracken –. ¿Intente ponerme con la Justicia?
            – Está cerca, puedo intentarlo – replicó este titubeando y se giró nervioso hacia su consola.
            – Consígalo – le respondió y el oficial de la inteligencia deseó que la gran antena situada al costado del casco no fuera simplemente decorativa.
            – Tenemos que apartar ese destructor de la luna para que nuestros cazas puedan salir de allí – indicó Moritz que miró hacia Cracken buscando su conformidad. Este asintió, mientras esperaba poder hablar con Gara.
            – ¡Naves en marcación 11.47! – indicó el responsable de sensores. En ese instante apareció en la imagen holográfica táctica la fuerza imperial, dejando a Cracken lívido, como si le hubieran congelado en carbonita.


El Aniquilador

            Vantorel observaba la distribución del enemigo en el proyector holográfico instalado frente a la consola de comunicaciones del puente. La información sobre la fuerza rebelde era exacta por lo que podía comprobar: un anticuado crucero Acorazado, una fragata Nebulon-B y otra Nebulon-C diseñada para el combate naval, dos corvetas CR90 y un cañonero DP20. Toda una proeza de heroísmo fútil, pensó. El Virulencia ya estaba proyectando varios campos gravitacionales a su alrededor para impedir que pudieran huir, mientras que el resto de su escuadra estaba tomando sus posiciones de combate. A él le había tocado quedarse más cerca de Pas’jaso e impedir que pudieran flanquear el planeta. El Resplandor del comodoro Yuron se enfrentaría a la fuerza rebelde. Los cruceros Strike y las fragatas estaban detrás de ellos para proteger los flancos e impedir cualquier huida que se hubiera producido. El capitán Noglat con su Resolución estaba en el otro extremo de la batalla, y debía aniquilar a los cazas rebeldes que estaban acorralados en la luna.
            – Despliegue los cazas – ordenó Vantorel sin apartar la mirada de la proyección holográfica. Las naves rebeldes ya les habían detectado, pero aún no habían cambiado de rumbo, posiblemente paralizadas por el miedo, pensó. Pero algo le decía que había algo más. ¿Tal vez valentía o loca desesperación?
            – Despegando primer escuadrón… – informó el técnico. Vantorel exigía mucho a sus pilotos y en menos de un minuto sus 72 TIE estarían en el espacio. Contaba con un escuadrón de los nuevo y veloces TIE Interceptores: el Tempestad y otros dos equipados con los más veteranos TIE/In de superioridad espacial: el Furia y el Corsario con 36 cada uno. Otro con los Bombarderos TIE de doble casco llamado Fantasma y el Niebla dotado con TIE/gt que se habían especializado en ataques planetarios. El último escuadrón, Relámpago, era el de reconocimiento y contaba con 8 TIE/rc y 4 TIE/fc para el control de tiro a larga distancia. Estos últimos eran su grupo preferido y tenía a los mejores pilotos: sigilosos y ágiles, capaces de pasar desapercibidos en cualquier circunstancia y lugar. Desde pequeño su abuelo le había enseñado que para vender era esencial conocer al adversario, y por tanto tenía que saber cuáles eran sus planes y sus despliegues. Y eso se lo proporcionaba un buen reconocimiento y por eso no escatimaba en importantes privilegios a cambio de que sus pilotos hicieran lo que pedía: observar el campo de batalla y ser sus ojos. Muchos oficiales como Yuron usaban la fuerza bruta, dirigiendo su destructor directamente hacia el enemigo sin pensar en las alternativas o la respuesta táctica más adecuada para cada caso para el uso más adecuado de los recursos disponibles, solo en su prestigio y creyendo que la coraza blindada ensamblada por los astilleros de APK le hacía inmune. Pero él había visto destruir a más de una de aquellas bestias en forma de flecha en sus años de servicio. Y en casi todas esas ocasiones había sido por la imprudencia de subestimar a su adversario, y por la incompetencia de quien capitaneaba aquellas bestias de la guerra. Yuron no era una excepción.
            – Comunique a los líderes de Relámpago, Tempestad y Fantasma que permanezcan cerca del Aniquilador – ordenó Vantorel.
            A bordo nadie replicó la orden y se remitió aquella instrucción con diligencia, cambiando los planes de despliegue iniciales, que les hubieran llevado a cubrir los combates de la luna de Pas’jaso.


Rancor 7

            Los pitidos chirriantes e histéricos de su unidad astromecánica R2-E1 fueron las primeras advertencias que algo funesto estaba ocurriendo.
            – ¿Qué estás diciendo? No nos han alcanzado como para perder las comunicaciones – le replicó Nierval, pero en ese momento confirmó que no podía escuchar las conversaciones del resto de pilotos. Las naves de combate de la Alianza acababan de llegar y se suponía que iban a recibir su apoyo para salir de la ratonera que el ataque a las instalaciones lunares les había metido. Eso fue la primera clara muestra que le hizo confirmar al dug que toda aquella misión se iba a convertir en un desastre.
            Instantes después en la pantalla de los sensores aparecían las señales de 7 naves imperiales que acababan de salir del hiperespacio.
            – ¡Por todas las Bestias Zillo! – exclamó el piloto –. Necesito que me busques vectores de ataque para intentar abrir un pasillo…
            Una serie de pitidos y chirríos de R2-E1 le interrumpieron su petición.
            – ¿Qué has identificado el origen de las interferencias? – preguntó Nierval a su droide sorprendido –. ¡No eres una unidad de rastreo!
            A lo que el droide protestó ruidosamente.
            – Droide loco – fue la respuesta del dug que parecía más una carcajada. Accedió a la información triangulada por este en su pantalla de sensores. Era una zona alejada del puesto de comunicaciones que no había sido alcanzada. Y como no podía ser de otra manera dos escuadrillas, con ocho de cazas TIE, protegían el lugar. Ya se había fijado en ellos antes del ataque, aunque en aquel momento solo eran cuatro cazas, pero aquel no era el objetivo principal y no le prestó mucha atención. Hizo un cálculo rápido y buscó la ruta más inverosímil para acercarse al nuevo objetivo y armó sus nuevos torpedos de protones. La Alianza tenía pocos de aquellos caros proyectiles y se los habían proporcionado justo antes del partir de Tierfon, por lo que aún no los había usado en combate y tenía ganas de hacerlo.
            » Prepárate para el ataque E1. ¡Allí vamos! – se dijo Nierval pensando que aquel podía ser un buen día para morir, como cualquier otro, y seguro de que Barmich le seguiría. El droide pitó varias veces recordando que las pantallas traseras estaban al 76 por ciento y que ya había gastado una tercera parte de la energía de los cañones láser.
            Empujó los controles y su Ala-X saltó hacia arriba, ligeramente inclinado hacia babor. Durante el ascenso vio un TIE y sin apenas apuntar disparó sus armas, alcanzándole en una de las alas solares, lo que hizo que se alejara dañado de la lucha. Quince segundos después inclinó el morro, lo que hizo que la superficie de la luna apareciera de nuevo en su parabrisas. Hizo un rápido barrido con los sensores de proximidad, confirmando que Barmich ascendía algo más rezagado, aun con la trayectoria de ascenso, pero seguido por un ágil TIE. Nierval viró unos grados el morro para cambiar el ángulo de descenso y colocar su caza en la línea del ascenso de su compañero y cuando tuvo al imperial en su punto de miro, disparó, alcanzándole de lleno. Corrigió la trayectoria en una maniobra que aumentó varios grados la Fuerza G que a cualquier piloto humanoide hubiera hecho perder el conocimiento, pero que él lo pudo reponerse con rapidez. Cuando volvió a su ruta original tenía la instalación lunar delante, con varias antenas parabólicas sobresaliendo de las estructuras de acero. Los cazas que la custodiaban no parecían haber advertido la maniobra de aquellos dos Ala-X solitarios. O si les habían visto no creyeron que eran una amenaza, ya que permanecían agrupados en la misma formación de patrulla estándar.
            Calculó la manera para poder caer sobre el mayor número de enemigos mientras descendía, colocó el ángulo de fuego de los cañones KX9 situados en la punta de sus cuatro alas en su máxima apertura y abrió fuego. Alcanzó a dos de ellos, pero de la siguiente pareja solo pudo dañar uno, mientas que el cuarto giró bruscamente y escapó. A la distancia adecuada lanzó todos los torpedos de protones que tenía: en aquel caso solo dos de los seis que podía transportar. Además de ser caros y difíciles de conseguir, y se suponía que en aquella misión solo eran los escoltas de los bombarderos y no debían de llevar ninguno. Aun así había conseguido que el armero de Tierfon le instalara un par a cambio de una holoserie difícil de conseguir en aquel páramo de puesto avanzado. Nada más lanzar los proyectiles viró a estribor y enderezó el caza para nivelarse paralelo a unos 20 metros con respecto a la superficie, en una maniobra que hubiera lobotomizado el cerebro de un humanoide estándar y que a él apenas le mareó, compensándolo con los amortiguadores de inercia. Ese era una ventaja de tener un cerebro más pequeño en contra de uno mayor, del que tanto se enorgullecían a tantas especies.
            En ese instante a su espalda una luz cegadora iluminó por un instante el firmamento, confirmando que habían destruido su objetivo. R2-E1 brinco en su hueco de alegría pitando que era el mejor droide jamás construido.
            – Si fueras una anooba te daría un scurrier como premio – replicó Nierval. Su androide tenía un ego que ni un hutt podría igualar, pero le gustaba su iniciativa poco propia de una máquina. Se lo habían entregado al poco de entrar en la Alianza ya que no había otro disponible, sugiriéndole que le borrara la memoria. Pero no lo hizo ya que su anterior piloto le había programado con tácticas militares que se remontaban a las Guerras Mandalorianas y además hacía bien las funciones de droide astromecánico y no habían tardado en acostumbrarse a las excentricidades de cada uno.
            E1 replicó al dug con visible desagrado sobre los seres orgánicos.
            – De acuerdo, te daré baños de aceite más a menudo.
            Y con la estación eliminada la radio de los cazas empezó a bramar con las señales de los pilotos.
            – ¡Me han dado! ¡Me han dado!
            – ¡Qué alguien me escuche por Am-Shak!
            – ¡Hay demasiados!
            – ¡Si alguien me escucha la cuadricula 47 está despe…!
            – ¡De donde han salido tantos TIE!
            Era un ruido caótico que solo mostraba la desesperación de la situación en la que de golpe se habían sumido los rebeldes.
            – ¡Dejad el canal libre! – ladró por encima del resto de gritería la voz de Lisser, con la autoridad que todos acataron al instante –. A todos los cazas intenten dirigirse a la cuadrícula 47. Cúbranse unos a otros. Corto.
            Una violenta sacudida y los pitidos histéricos de E1 le devolvió a la realidad, las luces de emergencia empezaron a parpadear y notó la inmediata pérdida de potencia. No hizo falta nada más para saber que le habían alcanzado en uno de los motores por disparos de los restantes 5 cazas TIE que habían custodiado aquella instalación imperial. De manera instintiva viró los controles para salir del ángulo de tiro de sus enemigos y cortó la energía hacia el motor dañado, mientras dejaba que su droide apagara el incendio producido por el impacto para que no se extendiera.
            Por suerte sabía que Barmich estaba detrás de él. Este era un buen piloto, lo que significaba que no había hecho la misma loca maniobra que el dug, pero si le conocía bien no estaría muy lejos, preparado para protegerle. Como así era. Había aprendido a pilotar en el servicio de búsqueda y rescate de Atrisia antes de unirse a la rebelión junto a un puñado de compañeros. Debido a su habilidad en pilotajes extremos le habían asignado a las cañoneras Ala-U utilizadas para extracciones y apoyo a la infantería. Pero con la llegada de los Ala-X había solicitado a uno de los nuevos escuadrones como el Rancor.
            Detrás de sus enemigos el tranquilo piloto rebelde enderezó su caza después de sobrevolar la bola de fuego que era la instalación imperial destruida por Nierval y sin perder tiempo empezó a disparar contra los TIE. Como le había enseñado su abuelo contra las aves silvestres; siempre de atrás a delante, para que no supieran que estaba sucediendo. Dos disparos contra el último caza le alcanzaron e hicieron que se volatilizada. Otros dos rayos de luz y el siguiente se estrelló contra el suelo rocoso lunar envuelto en llamas. El tercero empezó a girar descontrolado sobre sí mismo y chochó contra su pareja. Dos de un solo disparo. El quinto descubrió que estaba ocurriendo y ascendió bruscamente escapando de la muerte segura.
            En ese momento E1 volvió a pitar con un claro tono de protesta.
            – Ya lo sé, ya lo sé – le replicó Nierval colocándose a la altura de Barmich mientras avanzaban a ras del suelo. Uno de los motores había sido alcanzado y no funcionaba, por lo que tenía que forzar los otros tres. Tenía que reconfigurar los escudos para que pudieran cubrir la parte inferior del casco y compensar al que se había volatilizado con el motor. Además, como siempre, había forzado al máximo los giroelectroimanes de masa alta de los retroimpulsores que añadían un efecto de giro al Ala-X que ayudaba a balancear la nave en las curvas cerradas y su unidad astromecánica le indicaba que ya no lo podía compensar más si no quería estamparse contra cualquier objeto más pequeño que una luna.
            » Pero eres tu quien ha sugerido el ataque a la fuente de las interferencias – le recordó Nierval a su droide. Este replicó algo sobre el éxito de la misión, pero el dug no le hizo mucho caso.


La Estrella Lejana

            Gracias a su potente antena de comunicaciones habían podido atravesar las interferencias y conectar con el Justicia.
            – Capitán Gara, hemos de dar prioridad al ataque del escuadrón Violeta al almacén. Hemos de aguantar hasta entonces – indicó Cracken, que no tenía enlace holográfico, solo la voz.
            – Estarán muertos antes de atravesar la atmósfera – sentenció el corelliano, su voz era tensa, pero intentaba mantener un tono de calma –. Hay un destructor junto a su ruta, general. La misión ha fracasado.
            » No podemos mantener un ataque contra esos destructores. Hemos de retirarnos antes de que nos aniquilen.
            Cracken sabía que este tenía razón. Antes de saltar al hiperespacio habían recibido la notificación desde Pas’jaso que todo marchaba como estaba previsto. Por lo que lo aquel valioso material robado ya se encontraba a salvo fuera del sistema. Y con él el equipo de adquisidores. En el peor de los casos el Imperio ya conocía el verdadero objetivo del ataque y estaban todos presos o muertos. Tenía que admitir que continuar con el plan era una pérdida de recursos y vidas. En aquel momento no podían hacer nada por la red rebelde del planeta. Por desgracia habría un puñado de mártires más en la lista de bajas provocadas por el opresor gobierno de Palpatine. Ahora la prioridad era salvar el mayor número de los valiosos cazas de combate de la Alianza, así como de sus naves de combate. Tenían que salir de aquella trampa.
            – De acuerdo – admitió Cracken.
            – Mayor Moritz concéntrese en atacar al destructor Victory – ordenó seguidamente Gara –. Tiene que lograr abrir una brecha para que puedan escapar nuestros pilotos al espacio abierto y que intenten saltar al hiperespacio.
            – Sí señor – contestó el alderaano con convicción.
            – Junto al resto de naves intentaré neutralizar a ese Immobilizer, si tenemos suerte podremos silenciar sus proyecciones gravitacionales y escapar en cualquier dirección. Que la Fuerza le acompañe.
            – Que la Fuerza le acompañe a usted, señor – replicó Moritz, que se giró hacia el resto de técnicos y oficiales del puente –. Redirijan potencia a escudos frontales y de babor. Abran fuego a discreción sobre cualquier blanco que entre en nuestro alcance. Aceleren dos tercios los motores principales.
            Cracken observó el despliegue holográfico y no le gustó aquel plan, pero tampoco tenían muchas alternativas. Aunque la Estrella Lejana se enfrentaría a la nave imperial más vulnerable, podía quedar tan copada contra la luna como sus cazas lo estaban en aquel momento. Mientas que el resto de la fuerza rebelde tenía que enfrentarse a un destructor clase Imperial antes de alcanzar al Immobilizer. Por suerte el otro estaba demasiado alejado. Y aunque la mayoría de sus naves eran más ágiles y rápidas que aquel poderoso destructor, este no dejaba de ser una de las máquinas militares más formidables en el arsenal de la Armada de Palpatine.
            – ¡Hemos recuperado las comunicaciones! – informó el técnico con entusiasmo al tener una buena noticia que ofrecer –. La interferencia ha cesado.
            – Indíqueles a los pilotos que se reagrupen para pasar junto a nuestro lado y el vector de ataque que usaremos contra ese destructor Victory – ordenó Moritz.
            Tal vez había una posibilidad, pensó Craken en ese momento con alivio, y la mayor parte de sus naves podrían escapar.



Continuará…


Notas de producción:
(2) La clase Nebulon-C se basa en uno de los bocetos de producción de la Fragata Médica de la Alianza Rebelde, que es más robusta que los diseños definitivos. Y como sucede con otros elementos de este relato, esta nave y su tripulación aparecieron en el Crossover Star Trek – Star Wars. Aquí vemos su primera incursión como parte de la Armada Rebelde.

(1) El nombre de las naves rebeldes: Unparala, y Grito de Flitter, corresponden a la capital de Virujansi, de donde era originario el general Merrick, muerto en la batalla de Scarif. Y Flitter era un planeta refugio de la Alianza atacado por el Imperio, respectivamente.



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