miércoles, 30 de noviembre de 2016

Crossover Star Trek - Star Wars. 33

Capítulo 9
Alianzas
Cuarta parte.


USS Voyager

            La nave estelar regresó al espacio normal a 24.400 años luz de la Tierra, se encontraban más o menos allí donde Barclay les había encontrado unas semanas antes. Nadie a bordo hubiera maginado que lo primero que harían tras llegar por fin al cuadrante Alfa, sería volver al Delta.
            – Ya estamos de nuevo aquí – comentó irónico Paris.
            – Sí señor Paris, pero esta vez volveremos a casa mucho antes – replicó Janeway que miró a Chakotay y los dos sonrieron. Sí, aquel viaje por lo menos tenía fecha de regreso, lo que no era tan seguro era si iban a conseguir lo que la presidenta Troi les había encomendado –. Aquí la capitana a toda la tripulación.
            » Acabamos de regresar al cuadrante Delta, ya conocen nuestra misión: localizar a posibles aliados para luchar contra el Imperio. Todos sabemos que tenemos que hacer, así que pongámonos manos a la obra. Janeway fuera.
            En la Base Lirpa la Voyager había permanecido el tiempo justo para dejar a los cinco niños que viajaban a bordo. Ni Mezoti, ni a Azan ni a su hermano Rebi les había gustado la idea de dejar la nave a la que consideraban su hogar, ni a la tripulación, pero no habían tenido más remedio ahora que la Voyager se había convertido, como el resto de las naves de la Flota Estelar en una nave en guerra. A través de la hija de Troi habían encontrado alguien capaz de cuidar a los jóvenes drones desasimilados, enviándolos a Atgot Prime con Guinan, una el-auriana que ya había tratado con otros borg fuera del colectivo. Les acompañaba el bebé borg que había recibido el nombre de Jonathan y Naomi Wildman que no podía ir con las familias de su madre o padre, ya que ambos planetas estaban ocupados por el imperio. El único que quedó a bordo fue Ichep que había pedido permanecer a bordo y prepararse para entrar en la Academia cuando esta fuera liberada de la ocupación. Ningún otro miembro de la tripulación había pedido el traslado, lo que había enorgullecer tanto a Janeway y Chakotay, tras seis años juntos se habían convertido en una auténtica familia.


El Annihilator

            Varias semanas antes Vantorel había tomado un ascensor hasta las entrañas de su destructor tras leer un informe aparentemente rutinario que le había hecho confirmar una suposición que tenía desde hace algún tiempo. Desde pequeño había tenido la extraña habilidad de relacionar pequeños detalles, a veces dispersos e inconexos y crear teorías que normalmente se cumplían. De esa manera era capaz de adelantarse siempre a sus adversarios y salir victorioso de más de una ocasión, permitiéndole ir varios pasos por delante de todos sus enemigos y sobre todo de los que suponía que eran sus aliados. Tras conocer la destrucción del Stratus pidió todos los informes sobre su explosión, estudiando con detenimiento lo sucedido. Entonces se había dirigido a la base de la superestructura del Annihilator, donde se encontraba el reino particular de un ser poco común. Tenía la piel azulada, con los rasgos humanoides más finos y delicados, que coincidían con su complexión delgada en extremo, que daba la sensación de romperse en cualquier momento. Aunque sus ojos azul oscuros mostraban lo contrario, una fuerza interior titánica. Su pelo en realidad estaba formado por un plumaje de color iridiscente, generado por múltiples reflexiones de la luz sobre las múltiples capas de pequeñas y delgadas plumas que tenía en vez de pelo. Llevaba una casaca verdegris de oficial imperial, pero sin graduación, ya que en realidad no tenía rango alguno, pero su portador había dicho el día que pidió aquel uniforme que le gustaba el tacto. Era bajo para su raza, los omwati por lo que su presencia no imponía en absoluto, pero seguramente era el humanoide más inteligentes que Vantorel habría conocido y que conocería nunca, su nombre era: Bleth Tanni.
            Junto a otros 10 jóvenes había sido capturado por el Gran Moff Tarkin para usar el potencial intelectual de su raza como científico para el Imperio. En poder de este se le obligó a soportar la presión adecuada en momentos precisos con desafíos y pruebas mentales para convertir su mente en una máquina brillante y fácil de moldear. Aprendió astrofísica, matemáticas, ingeniería espacial, mecánica quilíbrica (1) y otras disciplinas para que crearan y desarrollar nuevas y poderosas máquinas para el extender el poder y la tiranía del Emperador Palpatine. Solo una omwati pasó las pruebas y fue enviada a la Instalación de las Fauces para diseñar las armas más poderosas del Imperio como la Estrella de la Muerte junto a Bevel Lemelisk. El resto de jóvenes tenían que ser eliminados, pero alguien en el círculo de Tarkin decidió que el escuálido Bleth podía ser útil en el futuro o simplemente se había apiadado de él.
            Desconocía si Tarkin sabía que otro omwati había sobrevivido, aunque imagina que sí, ya que cuando le ordenaron preparar la invasión de los Nuevos Territorios Bleth se encontraba en el equipo de investigación desarrollo tecnológico. Pero este no encajaba, era individualista, seguía sus propios intereses sin acatar las órdenes, ni cumplir ninguna de las tareas que le encomendaban y su arrogancia al saberse más listo que los demás no le había granjeado ni la amistad, ni el respeto de sus compañeros que al final simplemente le ignoraban y dejaban trabajar en sus propios proyectos. Pero la invasión era uno de los mayores secretos y las pocas ocasiones que hacía sugerencias y aportaciones estas eran inestimables, por lo que el coronel Doin, el responsable de ciencia y tecnología, lo tenía como asesor técnico, mientras que Bleth investigaba por su cuenta con aquellos fascinantes chismes, como él los llamaba.
            Vantorel le pidió a Doin que le transfiriera a su estado mayor como asesor de ciencia y tecnología, este aceptó encantado de quitárselo de encima. Desde entonces este había podido trabajar en sus proyectos con plena libertad, siempre y cuando aconsejara a Vantorel sobre la tecnología de los Nuevo Territorios. Lo que hacía con no cierta reticencia, pero en su fuero interno admitía que aquel almirante era un hombre inteligente que no hacía demasiadas preguntas estúpidas como la mayoría de altos oficiales incapaces de diferenciar un bantha de un chip holográfico.
            Ahora Bleth le había pedido verle, así que Vantorel entró en los amplios laboratorios abarrotados de equipos y maquinaria de todo tipo, encontrando al científico omwati trabajando en unos planos holográficos que parecían diagramas de un sofisticad androide.
            – ¿Ya ha concluido su trabajo sobre el dispositivo que le pedí? – preguntó el almirante después de esperar unos instantes sin obtener reacción alguna del científico.
            – Aun no, por ahora he encontrado trazas subespaciales desfasadas entre los restos del Stratus, confirmado su sospecha – respondió Bleth sin levantar la mirada de su proyector que mostraba lo que parecía una red de chips, mientras varios droides levitaban sobre la sala. A su alrededor había piezas de tecnología procedente de su galaxia y la de los Nuevos Territorios combinadas de manera extraña y sin mucho sentido para Vantorel.
            » En realidad costará más de lo que había previsto – respondió alzando por fin la vista, su mirada tranquilla y llena de fuerza interior e inteligencia contrastaba con sus frágiles movimientos.
            – ¿Cuándo estará listo?
            – Hay muchas variables que se tienen que tener en cuenta para obtener un sistema efectivo, por suerte soy un genio en probabilidades matemáticas.
            – ¿Cuándo? – insistió.
            – Estará listo cuando lo necesite, almirante – replicó Bleth sonriendo enigmáticamente.
            Vantorel no quiso insistir, el omwati no tenía fama de cumplir con plazos o exigencias, y era caótico en su trabajo, pero no había nadie más capaz de conseguir lo que le había pedido.
            – Le aseguro que será recompensado cuando logre lo que le pedí.
            – Seguro que sí – respondió Bleth sin mucha convicción, volviendo a centrarse en el trabajo que tenía sobre la mesa –. Algún día le preguntaré como supuso que desarrollarían esa tecnología.
            Vantorel asintió resignado, sabía que no iba a sacar mucho más de Bleth. Pero antes de salir del laboratorio se giró de nuevo hacia el omwati.
            – Por cierto, ¿por qué me ha hecho llamar si no estaba listo lo que le pedí?
            – Casi se me olvidaba – replicó este –. Recibí de uno de mis antiguos colegas del cuartel general de Ciencia & Tecnología unos planos para que los revisara. Tenían unos problemas de estabilidad con el núcleo principal y quería que lo mirara. Están encima de ese escritorio. Pensé que le interesaría.
            Vantorel asintió y recogió el datapad que le había indicado el científico. Al ver su contenido se le heló la sangre durante unos instantes. Enseguida recuperó su calma habitual y se dirigió al ascensor para abandonar el laboratorio. Pero antes de que se cerraran las puertas se dirigió de nuevo hacia Bleth.
            – ¿Solucionó esos problemas en el núcleo principal?
            – Parece que no me conozca almirante. Ya no hay nada más estable en esta parte del cuadrante Alfa – respondió el omwati sin levantar la vista del trabajo que estaba realizando y sin modestia alguna en su voz, porque sabía que era cierto –. Ni en esta galaxia.


Azati Prime

            La Enterprise llegó al lugar de la cita a la hora indicada. Era el mismo lugar donde siglos atrás se había construido el arma que debía destruir con la Tierra y acabar con los humanos. Al colocarse en la órbita ordenó hacer un escaneo: las pocas islas que emergían sobre las aguas no contaban apenas con vida salvo una primitiva vegetación. Debajo de las olas la situación cambiaba y un complejo ecosistema marino se desarrollaba en la inmensidad de aquel mundo submarino. Según la información original de Archer aquel era un planeta adecuado para que los xindia cuáticos pudieran vivir en las profundidades de sus aguas, donde se alzaban numerosas ciudades. En el 2153 apenas vivían unos mil primates y arbóreos, pero en aquel momento podían detectar decenas de ciudades submarinas que albergaban a miles de ellos, sin contar con los asentamiento de acuáticos, más grandes y también densamente poblados. En la única luna del planeta también había varias instalaciones que mostraba con en aquellos dos siglos estos habían continuado creciendo y por lo que parecía de unidos.
            – Recibimos una comunicación, señor – indicó el teniente Daniels –. Solo audio.
            – Representante de la Federación, puede trasladarse a las coordenadas que acompañan esta transmisión.
            – Parecen amistosos – indicó Riker con ironía. La voz que quien habló había sido tajante y arrogante.
            Picard se materializó junto a la consejera Troi y DeLorean en una cavernosa estancia oscura, aunque amplia. Tenía una gran mesa semicircular, detrás de la cual había un representante primate y otro arbóreo, y detrás de esta había un gran ventanal que daba al exterior, por donde se podía ver los edificios de la ciudad submarina, por donde un gran ser acuático.
            – Uuuiiihhiuuuuiii uuuiiiihhhiiiuuu uiiihhiu uuuiiiihhhhiiiiuuuu – dijo el ser acuático que parecía balancearse como mecido por las mareas más allá de la estancia. «Hace tiempo que no tenemos contacto con terrícolas. Picard, Jean-Luc sea bienvenido a nuestro mundo» le hizo entender el traductor universal.
            – El honor es enteramente mío. He leído mucho sobre ustedes en las últimas semanas – empezó diciendo Picard. Había hablado mucho con Deanna y Beberly sobre que decir y sobre todo como decir la propuesta que tenía de la presidenta de la Federación –. Y me enorgullece estar aquí presente frente a los xindi, como el primer representante pacífico de la Federación Unida de Planetas. Una organización que no se diferencia mucho del Consejo Xindi, formado por más de 150 mundos con especies diferentes que colaboran entre ellos en harmonía para mejorarnos unos a otros y construir un futuro mejor.
            – ¿Y que pretende este pacífico enviado? – preguntó el arbóreo sin ocultar cierta ironía –. Sabemos que la Federación está en guerra y sus planetas han sido invadidos.
            – Es cierto que un poderoso enemigo nos ha atacado y ocupado muchos de nuestros mundos. Pero continuamos luchando contra él. Por eso mismo estoy aquí, la presidenta Troy me ha encomendado rehacer la alianza que una vez hubo entre los xindi y el capitán Archer de la Tierra, esta vez para luchar contra el Imperio.
            – Conocemos la existencia del Imperio Galáctico y de los acontecimientos que ha desatado – replicó el primate, que tenía una expresión tensa en su rostro.
            – Uuuiiihuuuuiii uuuihhiiuu uuiiihhuiiuu – «Los terrícolas pretenden que nosotros nos unamos a ellos» indicó el acuático –. Uuuiihhuuii uuiihiiiiuu uiihhiu uuiiiiuuu – «Pero el xindi ya no es el pueblo unido que era. Y la decisión ha de ser de todos. Sin excepción».
            – Y hace tiempo que el Consejo no se reúne – indicó el arbóreo.
            – Desde la partida de Archer ya hace 200 años, las diferencias entre los xindi fueron separándonos – explicó el primate –. Los acuático, arbóreos y nosotros, los primates, nos mantuvimos unidos. Pero no ocurre lo mismo con los insectoides ni con nuestros hermanos reptiles.
            – Mantenemos relaciones esporádicas con los insectoides – puntualizó el arbóreo –. No así con los reptiles. Estos se sintieron traicionados por el resto de nosotros, así como por los Guardianes. Son rencorosos, se guían por su sangre fría, no por su cerebro. Desde entonces los contactos con ellos son... mínimos.
            – Uuuiihhuiii uuuiiiihiiuuu uiiihiu iiihiuiiihiu – «Y sin ellos el Consejo estaría incompleto. Sin ellos no podríamos tomar una decisión que involucrara a todos nuestros» sentenció el acuático que se alejó del ventanal desapareciendo entre las cúpulas y las torres de la ciudad.
            – ¿Habría alguna manera de contactar con ellos? – insistió Picard.
            – Por supuesto sabemos dónde están sus colonias – indicó el primate.
            – Pero dudo que quieran hablar con un terrícola – puntualizó el arbóreo –. Simboliza nuestra separación y el engaño que sufrimos.
            – Si aceptan hablar conmigo y les convenzo en unirse de nuevo en el Consejo. ¿Ustedes estarían? – propuso Picard. El primate y el arbóreo se miraron interrogativos.
            – Si lo lograra, sí – respondió el primate.
            – ¿Se encargarían de avisar a los insectoides?
            – Si lo lograra. Sí – concluyó el arbóreo.


Lokonor

            La campaña contra los ligonianos había sido mucho más dura de lo que nadie había creído, alargándose y absorbido a más naves y tropas de las que al alto mando le hubiera gustado. Tenían una cultura ancestral plagada de conflictos, por lo que eran unos guerreros muy duros y temibles. Utilizaban tácticas de guerrillas, con especial predilección por las trampas de todo tipo: cápsulas de escape cargadas de explosivos y supuestos supervivientes, campos de minas, o prisioneros suicidas cargados de explosivos que demostraban un total desprecio a la vida. Todo ello había hecho mella entre las naves imperiales, sobre todo al principio de la campaña. Claro que también había otro factor que había influido para Banzar: y era la manera de pensar del capitán Ilbrol a bordo del Temible. Era un oficial bastante mediocre, de los que llegan a ostentar el mando no por méritos propios sino por amistades e influencia. Incapaz de tener una idea original, aunque esta estuviera delante suyo y señalizada con flechas holográficas parpadeantes. Adoraba el manual, seguramente la única lectura de su vida y no podía soportar que nadie le aconsejara y ni mucho menos que le contradijeran. Por ejemplo la Lokonor poseía sensores y una capacidad muy superior a la mayoría de las naves de apoyo con que contaba Ilbrol. Y podía haber advertido numerosas trampas ligonianas y así salvado valiosas vidas, pero el comandante del Terrible había mantenido a la nave de Banzar siempre en retaguardia, con la única misión de evitar la huida de algún enemigo.
            Aun así el abrumador poder de la Armada había acabado por doblegar y diezmar a aquella civilización. Todas sus colonias y puestos avanzados habían sido destruidos y tan solo restaba convertir Ligon II en un desierto de escombros y cenizas. Aun así o precisamente por eso Lutan, el líder del planeta, había reunido todas sus fuerzas y se preparaba para afrontar la última encarnizada batalla. En aquel momento la Lokonor se mantenía en reserva a la espera de cazar cualquier nave que intentara escapar del cerco que la 8ª y 7ª Alas de Ataque había formado alrededor del planeta. En las pantallas del puente el capitán Banzar observaba la aniquilación de los últimos restos de la otrora poderosa armada ligoniana.
            – Detectamos una nave que ha logrado burlar el cerco, señor – informó uno de los técnicos –. El ordenador la ha identificado como un carguero, clase Antares.
            – Vire el rumbo, quiero interceptarla antes de que alcance la velocidad de curvatura – ordenó Banzar.
            – Detecto unas ochocientas formas de vida.
            – Rumbo trazado y en ruta – indicó el oficial de navegación –. Tiempo de intercepción… 3 minutos.
            – Preparen las baterías ionicas – prosiguió Banzar, que se giró hacia su primer oficial y bajando la voz le comentó –. Los Antares son lentos. Les alcanzaremos mucho antes de que puedan salir del pozo gravitacional. El Deep Sea debe a verlos dejado escapar a propósito. Ese fanfarrón no habrá querido malgastar su energía en esa nave.
            – Será una nave de refugiados – respondió Congruit con desánimo –. ¿Tenemos que atacar?
            Banzar observó extrañado a primer oficial, sorprendido por aquel comentario. Mantuvo la mirada en este durante unos segundos, hasta que esté la apartó rehuyéndola.
            – O también podría ser una trampa, como en Huyur IV, ¿recuerdas? – respondió Banzar. Todos lo recordaban bien: una fragata había sido destruida sin que quedaran supervivientes al intentar ayudar a una nave ligoniana que parecía dañada. Así habían perdido muchos compañeros y Banzar no quería correr ese riesgo. Además, tenía orden de impedir la salida de cualquier nave. Y eso incluía a aquel carguero.
            – Está a nuestro alcance – indicó el oficial artillero.
            – ¡Fuego control de iones!
            Varios disparos surgieron de la Lokonor alcanzado al carguero Antares, que se detuvo en medio del espacio.
            – El Terrible se comunica con nosotros – anunció el técnico de comunicaciones.
            Banzar asintió y segundos después apareció la imagen holográfica del capitán Ilbron, que el capitán de la Lokonor despreciaba profundamente.
            – Capitán Banzar, destruya ese carguero y ocupe el puesto del Hosk.
            – Parece que el carguero está lleno de refugiados, pensaba…
            – ¡Destrúyalo! No tengo tiempo, ni ganas, de encargarme de esos… miserables.
            Tras lo cual Ilbron cortó la comunicación y la imagen desapareció.
            – Ya lo han oído – dijo Banzar, cortando el silencio que se había creado en el puente tras la intervención de Ilbron –. Baterías de proa: apunten y abran fuego.


            El Hosk había sido gravemente dañado y su tripulación tuvo que abandonarlo antes de que su reactor se colapsara, de manera que la Lokonor se retrasó para recuperar a los supervivientes, mientras el Terrible acababa de bombardear la capital. Aunque en un principio el Imperio había querido ocupar el planeta y utilizar a la población y sus recursos su obstinada resistencia les había condenado a la total aniquilación. Ninguna nave había logrado escapar del cerco y ahora Banzar esperaba que Ilbron acabara el trabajo. La batalla se había alargado durante horas mientras las fuerzas ligonianas eran aniquiladas una a una. Después de ello la Armada volvió a desplegarse mientras una Esfera de Torpedos, la estación espacial más poderosa con que contaba el arsenal imperial tras la destrucción de la Estrella de la Muerte, se colocaba en órbita. Su cometido era simple: bombardear la superficie con sus miles de torpedos de protones hasta que no quedara nada reconocible en Ligon II. Diseñada originalmente para derribar por el simple peso de su potencia de fuego los escudos planetarios más sofisticados, ahora estaba generando una tormenta de fuego sobre aquel mundo, en el que tardarían décadas, sino siglos, volver a sostener de nuevo vida.
            – ¿Por qué tenemos que hacer esto Seek? – le dijo Congruit aquella noche. Como muchas otras los dos oficiales habían cenado juntos en la cabina de Banzar –. ¿Por qué estamos aquí? Esta no es nuestra galaxia. Sus problemas no nos importan, no nos necesitan, ni nosotros a ellos. Tendríamos que largarnos y enviarlo todo a la…
            – ¿Estás loco? – exclamó Banzar interrumpiéndole –. Creo que has bebido demasiado de esta cosa… verde. ¿No sabes lo que le ocurrió al Liberator?
            – Eso solo es propaganda – respondió quitándole importancia.
            – Nunca habías hablado así.
            – Y no lo hubiera hecho. Pero ahora el Emperador está muerto. Y su poder se ha extinguido en el universo.
            » Cuando estuvimos en la Tierra… Es un paraíso donde humanos y alienígenas convivían en paz. Y no era tan difícil. La Federación no es corrupta como la Antigua República como nos dijeron... Y está Shara.
            – Así que es eso – indicó Banzar –. ¿De qué raza es?
            – Denobulana – luego hubo una larga pausa entre los dos oficiales, por fin Congruit alzó la vista y le miró a los ojos y prosiguió con serenidad y convicción –. No soy el único. Varios oficiales están conmigo. ¿Lo estarás tú?
            – ¿Eso es todo a lo que se reduce? – le preguntó levantándose –. Con o contra ti. No digas tonterías. A la más mínima sospecha… estaríais acabados.
            – Creo que la tripulación nos seguiría. Te repito: ¿lo harías también tú?
            – Vete a dormir Davith. Mañana verás las cosas más claras.
            Su primer oficial le miró durante un tiempo. Luego asintió decaído y tras disculparse, se retiró, dejando solo a Banzar. Este permaneció sentado, se puso más de aquello verde y pensó en lo que acababa de decirle Davith. El asunto era muy peligroso y lo más posible era que dentro de la oficialidad había por lo menos algún informante secreto del OSI con la intención de evitar precisamente aquello. Conocía bien a su primer oficial y en unos días, cuando se le hubiera pasado lo de aquel carguero, hablaría con él, le haría razonar. También lo haría con los demás oficiales. Los conocía tan bien como a Davith, eran buenos hombres, seguramente los mejores con los que había trabajado. Según le habían comentado iban a tener unos días de descanso mientras se aprovisionaban, eso relajaría la tensión de la campaña contra los ligonianos. No iba a permitir que ningún alocado pusiera a su tripulación ni a su nave en peligro, donde por fin se sentía a gusto desde hacía tanto tiempo.


USS Enterprise-E

            El destino de la Enterprise ahora era la colonia reptiloide más importante que conocían el resto de xindis. La cautela era máxima, no sabían cómo podían recibirles.
            – Detectamos tres naves saliendo de un vortex – informó Data desde la posición de operaciones.
            – En pantalla – ordenó Picard mirando a Riker. La respuesta a la pregunta de cómo les iban a encontrar ya estaba resuelta, ahora faltaba saber cómo reaccionarían. Se levantó de la silla, acercándose al centro del puente y ordenó abrir un canal –. Les habla el capitán Jena-Luc Picard de la nave estelar Enter...
            No pudo concluir la frase ya que la Enterprise se zarandeó bajo el impacto de varios disparos. Se alzaron los escudos y se activó la alerta roja.
            – Prepárense para responder el fuego – ordenó Riker mirando a Daniels.
            – ¡No! Desactiven el armamento – ordenó Picard tras recibir otras dos descargas. Se estiró el uniforme y continuó su discurso –. Enterprise a naves xindi, venimos en misión diplomática. Repito estamos en misión diplomática, con la intención de entablar conversaciones con sus representantes – otros disparos hicieron que Picard tuviera que apoyarse en su silla –. Venimos a ofrecer a los xindi una alianza contra una amenaza que nos afecta a todos, pero solo se reunirá el Consejo xindi si los reptiles están representados.
            Dicho esto dos de las naves se alejaron, mientras la tercera se colocó enfilada frente a la Enterprise. En la pantalla apareció el rostro de un reptiloide. Durante unos instantes humano y xindi se observaron. La última vez que aquello había ocurrido Archer intentaba detener al comandante Dolim sobre la órbita de la Tierra a bordo del arma construida para destruir a la humanidad.
            – Humano – le dijo el reptiloide en un tono arrogante, retador –. Conocíamos tus intenciones. Esto es la última advertencia, márchate o serás destruido.
            – Entonces seré destruido – dijo desafiante Picard –. Porque no pienso marcharme sin haber hablado frente al Consejo. Y no pienso disparar contra ningún xindi.
            El reptil le miró con serenidad, luego cortó la comunicación.
            Dos horas después apareció otra nave y Picard recibió la indicación de transportarse a bordo. Riker insistió en que se llevara a Daniels, pero Jean-Luc se negó tajante, de tal forma que su número uno desistió.
            Se materializó en el puente de mando de la nave, rodeado de media docena de reptiloides. Sus uniformes no había cambiado desde los archivos de Archer, ni tampoco la presencia amenazante de aquellos xindis. En el centro estaba de pie un imponente guerrero, que estuvo observando a Picard durante largo tiempo antes de hablar, cuya mirada tenía la serenidad y la confianza de un gran líder, en una mezcla de curiosidad, recelo y agresividad no disimulada bajo sus iris amarillos.
            – Diga lo que tenga que decir – dijo secamente.
            – La Federación ha sido atacada y ocupada por una fuerza procedente...
            – Conocemos ese hecho – le interrumpió.
            – El Imperio no se detendrá ante nada ni nadie – continuó Picard sin amedrentarse –. Después de vencer a la Federación y el resto de sus aliados proseguirá sus conquistas. Y tarde o temprano llegará a la Expansión, llegará hasta los xindi y los someterá o destruirá.
            – Hace mucho tiempo otro ser también nos habló de que nos destruirían – le respondió pausadamente el general reptiloide, en su voz aún había amargura, rencor y cierta reminiscencia de vergüenza por haberse dejado engañar –. En aquella ocasión serían los habitantes de la Tierra del futuro. Ahora estos nos dicen que otros procedentes de otra galaxia harán lo mismo.
            – Mi pueblo ha sido ocupado. Mi gente ha sido esclavizada. No os hablo de posibilidades, ni de futuros alternativos. Solo os digo que si no vencemos al Imperio, este acabará con todos nosotros incluyendo a los xindi, ese es un hecho que acabará sucediendo más tarde o más pronto. Y la única manera de evitarlo es venciéndolo y par eso tenemos que unirnos todas las potencias de la galaxia: la Federación, klingons, romulanos, cardassianos, gorns, tholianos, ferengis, las fuerzas del Dominion del cuadrante Alfa y otros tantos pueblos que anhelan la libertad. Pero los xindi, otrora poderosa raza, faltan en esa lista. Juntos de nuevo, poderosos y grandes. Estoy aquí para corregir ese hecho.
            – ¿Olvida que un humano les separó?
            – Por culpa de las mentiras de otros – puntualizó Picard.
            La expresión del ser reptiloide era profunda tras años de recelos. Eran un pueblo orgulloso, guerreros belicosos que ahora estaban agraviados. Sí, aquella era la razón de su negativa, pensó Picard. ¿Si no porque rechazar la lucha? Eran honorables y su honor se había truncado con Dolan doscientos años atrás. ¿Cómo hacerle ver que sin ellos el Consejo no se uniría de nuevo?
            – Estas últimas semanas he leído mucho sobre los xindi – reflexionó Picard, como si estuviera ya todo perdido y quisiera concluir su alegato. En realidad su último torpedo –. Eran un pueblo poderoso. Únicos en sus seis especies que formaban un gran pueblo. Pero solo lo fue cuando estaba reunido alrededor del Consejo: arbóreos, primates, acuáticos, insectoides y reptiles. Entonces nadie podía pararles. Tan solo unidos erais poderosos. Las cinco especies eran imparables.
            – Y un humano las separó – repitió el reptil, esta vez sin tanta convicción.
            – Archer en realidad tan solo os mostró la verdad. Y no es fácil reconocer que uno ha sido engañado. Menos un orgulloso pueblo como el xindi de entonces. No pido más que una reunión del Consejo para que entre todos se decida, de nuevo juntos. Y ante el consejo me presentaré humilde, como representante de unos planetas que han sido ocupados, cuyos amigos están prisioneros, pero que no descansará hasta que expulse al Imperio Galáctico de todos nuestros mundos. Eso o moriremos intentándolo hasta el último aliento del último de nosotros.
            – Palabras de un guerrero, no de un diplomático – reflexionó frunciendo el ceño y quedando pensativo unos instantes –. Los xindi-reptiles somos guerreros. Nunca nos hemos negado a luchar. Y puedo reconocer a otro guerrero cuando lo veo. Archer también fue un gran guerrero y también arriesgó su vida para salvar a su pueblo. Tu sangre es caliente terrícola, la nuestra fría, pero los dos somos hermanos de espíritu. Asistiré al Consejo si el resto también asiste. Y te escucharé. ¿Pero los otros lo harán?
            – Me prometieron asistir. Solo he pedido eso.
            – Que así sea, pues.


USS Defiant

            La tormenta de plasma se abatía alrededor de la pequeña nave estelar mientras esperaba a su cita. Aquel viaje a bordo de su querida nave alegraba a Sisko ya que por unos días se había alejado de la planificación. El trabajo en la Base Lirpa era agotador, la jornada de trabajo era de catorce horas, leyendo informes, preparando memorándums, coordinado operaciones, organizando envíos... Estaba directamente bajo los órdenes de Nechayev, una mujer dura, lúcida y realista, también tenía la cualidad de decir lo que pensaba. Poco a poco esta le había dejado las tareas tácticas y de coordinación, mientas ellas ayudaba a Paris y a la presidenta Troi a coordinar la cada vez más intrincada alianza de la resistencia.
            Pero ahora estaba de nuevo a bordo de la Defiant en una nueva misión.
            – Detectamos varias naves aproximándose, señor – informó O’Brien varias horas después de espera.
            Poco después la característica proa alargada, formada por módulos cilíndricos superpuestos uno encima del otro y coronada por una antena de comunicaciones de la fragata Nebulon-B surgió entre los remolinos de plasma. Se detuvo despacio y se colocó frente la Defiant, junto a Raiders más característicos del maquis se colocaron a su lado.
            – Abra un canal – ordenó Sisko y segundos después apareció el rostro del líder del marquis. El antiguo capitán Benjamin Maxwell.
            – Bien capitán Sisko como ve hemos accedido a vernos. ¿Cuál era esa propuesta tan importante que tenía que hacernos?
            En ese momento el rostro de Maxwell se truncó, al aparecer detrás de la silla de Sisko el legado Damar.


            La mirada de Maxwell estaba clavada en el antiguo líder de cardassia bajo el Dominion desde que entró en el comedor de la Defiant.
            – Capitán Maxwell, le hemos pedido que venga para... – empezó a decir Sisko.
            – ¿Nos cree tan estúpidos como para pactar con un cardassiano? – le interrumpió el antiguo capitán de la Flota con brusquedad –. Sus tratados siempre han sido papel mojado.
            – Nuestro verdadero enemigo es el Imperio – contestó Damar.
            – Nuestro no, legado Damar... El Imperio no nos ha atacado – replicó Maxwell.
            – Porque por ahora le interesa que Cardassia luche contra ustedes. ¿O cree que olvidarán que tomaron una de sus fragatas? – dijo Sisko y por fin Maxwell dejó de prestar atención a Damar, a quien miraba con profundo odio –. Por ahora les han dejado danzar a sus anchas, mientras hostigaban a las fuerzas de Broca. ¿Pero cuando tiempo cree que durará eso? Les están utilizando.
            – Estamos bien armados y preparados, capitán. Cuando llegue el momento sabremos que hacer contra el Imperio.
            – Les han estado utilizando y armando.
            – ¿Qué quiere decir con eso?
            – ¿Conoce el nombre de Thomas Zepelin verdad?
            – Es uno de nuestros proveedores de armas – respondió Maxwell pensativo tras unos instantes de silencio.
            – También les facilitó la información para capturar el Espíritu de Athos IV – le recordó Sisko. Maxwell le observaba con recelo –. ¿No es cierto?
            » En realidad es un agente de la Inteligencia Imperial. El plan era que les llevara hasta nuestra base y así aniquilar la resistencia de la Federación – explicó Sisko –. Como ve, ya hace tiempo que son utilizados por el Imperio.
            Maxwell reflexionó durante unos instantes, pensando en aquella nueva información. Conocía a Sisko y aunque no fuera un hombre con el que podría entablar una estrecha amistad, sabía que no le mentiría. Cal Hudson, que había muerto luchando contra los cardassianos años atrás, siempre había tenido en gran estima, incluso quiso que se uniera en el maquis. Decía que era un hombre honorable, así que Maxwell decidió hacer caso a su viejo amigo.
            – ¿Cuál es su propuesta? – dijo al fin Maxwell con visible molestia y miró a Damar.
            – Un tratado con Cardassia – anunció Damar –. El maquis dejará de atacar a nuestras fuerzas, mientras que nosotros abandonaremos todos los planetas de la Zona Desmilitarizada y haremos que los paramilitares se retiren.
            – ¿Qué garantía puede darme? – le increpó Maxwell –. Si no estoy mal entendido usted no tiene autoridad entre su gente.
            – La 2ª Orden de gul Jasad está al mando de la defensa de la Zona Desmilitarizada y se ha unido a mi resistencia con todas sus fuerzas – explicó Damar –. Con este trato permitirá enviar más naves a la frontera breen. En realidad quiero firmar un acuerdo donde reconoceremos la soberanía de las colonias maquis independientes.
            – ¿Qué validez tendrá ese tratado?
            – La validez del líder de la Unión Cardassiana – dijo seguro de sí Damar –. Si quiere estoy dispuesto a firmarlo aquí mismo. Las fuerzas de Jasad empezarán a replegarse en el momento que se lo ordene.
            – La palabra de un cardassiano siempre ha sido papel mojado – replicó Maxwell con terquedad . ¿Por qué le creería ahora?
            – Porque mi familia fue asesinada por orden de la líder del Dominion por levantarme en armas contra su tiranía – respondió con la mirada perdida en sus más dolorosos recuerdos –. Y la suya murió a manos de los míos durante la masacre de Setlikt III. Y he jurado sobre su recuerdo que nunca más permitiría tales crímenes.
            Las miradas del humano y el cardassiano se cruzaron durante unos interminables segundos hasta que el primero terminó por convencerse de que el segundo decía la verdad.
            – ¿Y que querrán de nosotros? – preguntó entonces Maxwell mirando a Sisko. Conocía bien a los burócratas de la Flota Estelar, nunca daban nada gratuitamente, siempre maquinando.
            – Nos gustaría que sus fuerzas se unieran a nosotros en la lucha contra el Imperio – contestó Sisko –. Cada hombre, cada nave contará en la batalla.
            – ¿Y tras la guerra? ¿Qué sucederá del maquis y sus miembros?
            – El Consejo se compromete a ofrecer una amnistía total, incluso para aquellos que fueron liberados tras la invasión. Y a muchos nos gustaría que esas colonias volvieran a la Federación.
            – Eso es mucho más difícil capitán. Usted mismo nos persiguió durante años. La Federación nos dio la espalda – le recriminó Maxwell y luego se giró hacia Damar –. Si su pueblo cumple lo que usted firmará hoy, querremos libertad para construir nuestro propio futuro.


Planeta del Consejo Xindi

                El Consejo se celebró en el mismo lugar construido por la sexta raza xindi: la voladora, que no había logrado sobrevivir a la extinción del planeta originario de aquella peculiar raza alienígena. Excavada en la roca viva a cientos de metros de altura en unas escarpadas montañas de un remoto mundo. La Enterprise había llegado junto al representante reptil, encontrándose en la órbita con naves de las otras cuatro especies.
            Alrededor de la mesa estaban de nuevo reunido los representantes acuáticos, arbóreos, primates, insectoides y los recién llegados reptiles. Picard se encontraba en el centro y estaba preparado para emprender la parte más difícil de su tarea. Reconstruir aquella unión había sido relativamente fácil, ahora debía convencerles para implicarse una guerra que se libraba a años luz de sus territorios. Los representantes los reptiles estaban incómodos después de dos siglos apartados del resto de sus congéneres. Pero antes de que pudiera empezar con su discurso, uno de los primates se alzó.
            – Mi nombre es Trenia – dijo solemne –. En el último Consejo un antepasado que llevaba de Degra también se sentó en esta mesa y fue asesinado por Dolim un reptil... – el representante de esta especie, que lo último que esperaba era que le insultaran tan directamente hizo amago de levantarse.
            » Pero no fue su mano quien le clavó el cuchillo – se apresuró a decir Trenia, calmando al representante reptil, que pareció relajar su cuerpo –. Sino la de otros que nos engañaron: los Guardianes. ¿Y quién nos abrió los ojos? Un terrícola – dijo señalando hacia Picard –, del mismo planeta que queríamos destruir, llevados por ese mismo engaño.
            » En aquella ocasión luchamos no para salvar a la humanidad, sino para salvarnos a nosotros mismos. Mi gente no guarda ningún rencor a los descendientes de Dolim por aquello. Nuestro pueblo fue engañado y no éramos guiados de buena fe por aquellos que creíamos nuestros amigos, nuestros aliados. ¿Se les puede culpar por ello cuando pensaban que hacían lo mejor para nosotros?
            – Los reptiles, tal vez, cometimos un error. Pero creíamos en los Guardianes – explicó el representante de estos con calma tras un largo silencio, era obvio que le costaba tener que admitir aquello –. Ellos nos habían guiado, ellos habían creado el Consejo tras la destrucción de nuestro planeta. Tal vez fuimos demasiado ingenuos y nos dejamos llevar por nuestros instintos.
            – Archer entregó a mí antepasado una medalla de iniciación que procedía del futuro, la hemos guardado como prueba de que los xindi seríamos algún día miembros de lo que llamó la Federación Unida de Planetas – prosiguió Trenia –. Acuáticos, arbóreos y primates la hemos estado observando en estos dos últimos siglos y no es una organización muy distinta al Consejo Xindi. También conocemos el ataque que han sufrido por parte de ese Imperio Galáctico procedente de otra galaxia. Y esta es una amenaza real, del presente – dicho lo cual extrajo de su bolsillo una pequeña pieza redonda que depositó sobre la mesa del Consejo –. Dentro de dos siglos un xindi, como alguno de los que hoy estamos aquí reunidos, la llevará a bordo de una nave de la Federación llamada Enterprise-J. Para mí esta medalla es lo único que necesito para que los primates votemos a favor de unirnos ahora a la Federación y luchar contra el Imperio. Y reconstruir todos juntos lo que una vez estuvo unido.
            – Si los primates solo necesitan esto, nosotros igual – respondió el reptil solemne –. Mejor presentar batalla ahora, que esperar a que lleguen.
            – Para nosotros nos valdrá lo mismo – prosiguió el arbóreo.
            – Ttctccttctcttttccc – asintió afirmativamente el insectoide.
            El último en hablar fue el acuático detrás de los cristales del estanque.
            – Uuuiiihuuuiii uuuii iihhhiiiuu uiihiu uuiihhiiiuu – «El Consejo ha hablado. Y nosotros no nos opondremos a la voluntad del resto de xindis. Que así sea» dijo el ser acuático que parecía balancearse como mecido en el agua que había más allá de la estancia.
            – Capitán Picard – le dijo el descendiente de Trenia –. Nuestras naves lucharán junto a la Federación contra el Imperio Galáctico. Como lo haremos dentro de doscientos años contra los constructores de esferas. Porque aquí nace hoy la alianza entre los xindi y la Federación.


Annihilator

            Vantorel entró en sus cabinas personales, estaba agotado, así que se quitó la gorra y la casaca que lanzó al sofá antes de sentarse en el otro extremo de este. Lo peor de todo era que su cansancio se debía a una interminable reunión con los gobernadores de los planes de clase A y B bajo su jurisdicción y no a una buena lucha. Sin que dijera nada su sirviente le trajo una jarra de agua fría, que dejó sobre la mesa que tenía frente al sofá y se retiró.
            Entonces apareció, transportado como por arte de magia, en el ops de Deep Space Nine. Pero sabía que no estaba allí. Había una luz irreal y el lugar en sí era extraño. No estaba solo, a su alrededor estaba Sisko, Lepira, lord Darth Vader, y su criado Fan Dor. Pero sabía que no eran ellos...
            – No deberíais estar aquí – dijo entonces Darth Vader con su imponente voz metálica tras su respirador que le permitía seguir con vida tras el duelo con su antiguo maestro Jedi en Mustafar.
            – Interrumpieron el juego – prosiguió Sisko.            – ¿Quiénes sois? ¿Los Profetas? – les preguntó Vantorel.
            – El pueblo de Bajor nos llama así – respondió Lepira.
            – Bajor no es vuestro, debéis marcharos – indicó Sisko.
            – ¿Qué queréis de mí? – quiso saber Vantorel que por primera vez en muchos años empezaba a ponerse nervioso.
            Estaba en la entrada del despacho de Sisko, con la representación Lepira sentado detrás de su escritorio, con Vader y de Sisko detrás de él. A la izquierda, junto a los sofás estaba Fan Dor mirándole, observando en silencio.
            – No deberías estar aquí – repitió Darth Vader con su voz ronca.
            – ¿Qué puedo hacer yo al respecto? – les dijo Vantorel.
            – El juego ha de continuar – dijo Lepira que le lanzó la pelota de béisbol de Sisko que hasta entonces había estado sobre el escritorio.
            Al cogerla se encontró de nuevo en sus aposentos a bordo de su destructor.
            El oficial imperial se levantó de un salto y tuvo la reacción de llamar a los guardias que había tras su puerta, pero sabía que no podían hacer nada. Estaba a muchos años luz del agujero de gusano y los Profetas eran lo suficientemente poderosos como para... En ese momento Vantorel vio a Fan Dor que le observaba desde el umbral de la puerta que daba a la zona de servicio.
            – ¿Lo has notado, verdad? – le preguntó –. No… estabas allí.
            El kel dor asintió solemne. Su mirada había recuperado cierto brillo de antaño.
            – ¿Son tan poderosos…? – se preguntó Vantorel en voz alta, a lo que Fan Dor volvió a asentir con una firmeza que le heló la sangre.
            » Pero yo no puedo hacer nada – dijo resignado.
            El kel dor no dijo nada.
            Tampoco podría, Vader había hecho un buen trabajo muchos años atrás.
            – Puedes retirarte – le indicó Vantorel y su criado se giró y se marchó.
            Vantorel se sirvió otro vaso de agua fría y se acercó a la ventana. Sus aposentos estaban situados en la base de la torre de mando y desde allí podía ver como el casco se alargaba hacia la proa. Volvía a estar tranquilo. Muchos otros hombres no lo estarían en sus circunstancias, pero él sí lo estaba. Ya había visto muchas cosas extrañas al ser enviado como teniente a bordo de la nave personal de Lord Darth Vader, tras salir de la Academia Naval Imperial. En aquel tiempo el Lord Oscuro del Sith se dedicaba a realizar misiones de especial delicadeza para Palpatine: en su mayor parte cazar a los últimos Jedis renegados y exterminarlos. Vantorel era el protegido de Vader, sin él no hubiera llegado a asistir a la academia naval y gracias aquel destino el joven oficial escaló puestos mucho más rápido y sin importar su ascendencia no humana. En aquellos viajes fue cuando encontró con Fel Dor. Y donde había aprendido algo muy importante: que la Fuerza no era algo místico o mítico, sino algo muy real. Darth Vader se lo había demostrado en más de una ocasión. No sabía que los Profetas tenían alguna relación con todo aquello que había visto cuando era joven a las órdenes del poderoso caballero del Sith... pero él podía distinguir a alguien con poder, de otro que no lo tenía. Y los Profetas tenían mucho. Y no era bueno ir en contra de alguien así.
            Ahora solo debía de decidir qué hacer tras la visita de los Profetas de Bajor.


Continuará…


Notas de producción:
(1) La física quilíbrica, equivalente a la física quántica, en el que el estado de un átomo es el resultado de un observador externo, fue definida como una de las ideas falsas de la física elemental para los tollanos en Stargate [Enigma (SG1, 1.16)] 


viernes, 25 de noviembre de 2016

Crossover Star Trek - Star Wars. 32

Capítulo 9
Alianzas
Tercera parte.


Sector 23252

            El mayor Gharon permanecía intranquilo en el puente de la fragata Pergium, aunque intentaba mantener la apariencia frente a sus hombres, a los que no podía defraudar. Eso era lo único que importaba.
            – ¿Cómo me he podido meter en este follón? – murmuró Gharon dando un golpe seco sobre los controles de navegación.
            – Porque no podías dejarme morir – le respondió Masdis en un susurro. Gharon le miró o sonrió, con aquella media sonrisa que le había cautivado, un año atrás. Los dos oficiales se besaron y no les importó ya que nadie les viera juntos. Todos los hombres que estaban a su lado ahora estaban en el mismo atolladero que ellos tras desertar en Relva VII.
            Todo se había desatado, tal y como le había relataron al general Golna, con rapidez. El comandante de la guarnición estaba a punto de carbonizar a Masdis en el patio de las antiguas instalaciones de la Academia de la Flota Estelar que ocupaba su regimiento. Su unidad estaba formada en su mayor parte por reclutas, muchos de ellos forzados, del Borde Exterior, especialmente de Omwat, colonos de Akuria o Xagobah, para invasión de los Nuevos Territorios. Durante la ocupación de H’atoria, en el Imperio Klingon, habían sufrido gran número de bajas debido a las constantes escaramuzas contra los klingons, incluyendo el jefe de la unidad, de manera que Gharon había asumido el mando. Tenía fama de oficial competente que no acostumbraba a sacrificar inútilmente a sus soldados y al llegar a Relva también se había ocupado de las tareas de entrenamiento y equipamiento, dejando que los soldados pudieran relajarse, sabía lo que habían soportado y se lo merecían. Y estos se lo agradecieron ofreciéndole su lealtad.
            Esta había sido puesta a prueba en el campo de entrenamiento, cuando su amante iba a ser incinerado vivo. Gharon cogió su blaster reglamentario y disparó contra el comandante de la guarnición. Poco después los stormtroopers destacados en la colonia fueron asesinados. Para este lo más increíble era que nadie discutiera nada, simplemente le apoyaran. Probablemente la muerte del Emperador habría influido en el comportamiento de los soldados. Después que Palpatine hubiera terminado sus días a manos de la rebelión y que su terror se desvaneciera, sabían que cualquier cosa era posible, incluso salir victoriosos de un motín. Luego, cuando estaban planeando que hacer con los delegados de la tropa apareció un boliano que les ofreció un trato. La revuelta de la guarnición había corrido como la pólvora entre los habitantes de la colonia y ahora el agente de la resistencia se ponía en contacto con ellos.
            No había alternativa: o vagar por un territorio que desconocían mientras eran perseguidos como perros por las fuerzas imperiales o entregarse voluntariamente a la resistencia. Escogieron la segunda y ahora esperaban donde el bolino les había indicado.
            – Detecto una nave saliendo del hiperespacio – informó un sargento desde los controles de los sensores de la nave.
            Segundos después frente a ellos se detenía una nave estelar, tenía un casco en forma de plato y un módulo ovalado en la parte superior, con una sección de ingeniería alargada y dos de las barquillas de curvatura.
            – Les habla el capitán Deilog, de la USS Lagrange – indicó la imagen holográfica de un andoriano de piel azul, pelo blanco y antenas –. Prepárense para recibir una delegación en el puente.
            Segundos después tres miembros de la Flota se transportaban en el puente de la Pergium. Una mujer era la que ostentaba la mayor graduación, tenía el pelo, que ya empezaba a encanecerse, recogido y su mirada, de ojos azules, era serena, pero penetrante y segura. Los otros dos eran de seguridad y estaban armados con fusiles phaser que bajaron a un gesto de la oficial.
            – Soy la teniente Curtis. ¿Usted debe de ser el mayor Gharon?
            – Así es – replicó altivo. Aunque podía haber desertado, aún era el arrogante oficial del Nuevo Orden, pensó Curtis. Aquello le gustó.
            – La Flota Estelar les ofrece su protección si lo desean.
            – ¿Cuáles son sus condiciones? – preguntó sin rodeos.
            – La primera ya la han cumplido. Dejar de luchar al lado del Imperio. A cambio les ofrecemos trasladarles a un lugar seguro. Lo que ocurra después solo dependerá de ustedes. Pueden permanecer allí hasta el fin de la guerra. O unirse a la Alianza Rebelde. Le puedo asegurar mayor que no serían los primeros.
            – Querré garantías para mi gente – exigió Gharon.
            – Tiene mi palabra de oficial de la Flota Estelar – respondió Curtis –. ¿Le sirve?
            – Sí – dijo dubitativo, tampoco tenía otra alternativa.


USS Voyager

Diario de a bordo; fecha estelar 54098.3. Hemos concluido las modificaciones de los motores de nuestra nave que nos ha proporcionado el teniente Barclay y hoy partiremos hacia el cuadrante Alfa. Toda la tripulación ha participado en los trabajos y a pesar de saber lo que nos espera al llegar a casa, todos estamos ansiosos por partir. Las noticias que nos ha traído nuestro tripulante de honor nos han golpeado a todos hondamente: la guerra contra el Dominion y la ocupación del Imperio Galáctico. Aun así se respira desde el puente hasta cubierta 15 la ansiedad por estar al lado de los nuestros en estas horas de gran pesar. Seguiremos la ruta del teniente Barclay y pronto estaremos con los nuestros. Puede parecer extraño, porque nuestro hogar está invadido, pero tan solo en pensar que ya no estaremos solos, nos llena el alma.

            La Voyager penetró en el cuadrante Alfa seis años después de que fuera abducida por la tecnología nacene. En aquellos seis años habían ocurrido muchas cosas, habían realizados primeros contactos con decenas de razas; habían pasado peligros inimaginables, luchado contra kazones, vidiianos, el borg, los hirogen y otros tantos más. Habían ayudado a quien lo necesitaba y habían sido ayudados. Había sufrido y se habían divertido, habían celebrado nacimientos, creado amistades, descubierto traiciones, despedido a amigos, habían explorado lugares lejanos, descubierto nuevas formas de vida y extrañas civilizaciones, habían llegado hasta donde nadie había ido nunca. Y ahora regresaban a casa.
            Janeway había prometido devolverles al cuadrante Alfa. Y había logrado cumplir su promesa.
            – Contacten con Atgot Prime – ordenó Janeway rompiendo el silencio sepulcral que se había producido en el puente cuando Paris confirmó las coordenadas, anunciando que se encontraban en el cuadrante alfa.
            Poco después dos naves estelares se aproximaron a la posición de la Voyager y se colocaron, tras realizar una amplia aproximación al lado de la recién llegada.
            – La Mitra abre comunicación – informó Tuvok solemne.
            Janeway se levantó de su asiento y se acercó al centro del puente.
            – En pantalla.
            Frente a ella apareció un boliano de piel azul y trinchera que le cruzaba el rostro desde el cuello, que no ocultaba su satisfacción.
            – Soy Rixx, he sorteado con el capitán de la Monitor quien podía saludar primero a la Voyager. He tenido la suerte de ganar. Bienvenido al cuadrante Alfa, somos su escolta de honor.
            – Le aseguro que el honor es nuestro, capitán – replicó Janeway radiante.
            Al entrar órbita de Atgot Prime vieron como el resto de naves se había colocado en fila frente al dique seco para recibirles.
            – Recibimos la bienvenida de todas las naves y las estaciones, capitán – anunció el alférez Kim desde la consola de operaciones.
            – Devuelva el saludo, señor Kim – replicó Janeway junto a la posición del piloto. Se giró hacia el puente y observó a la tripulación que se había reunido allí. Neelix parecía el más alegre de todos, frotándose las manos y sonriendo, canalizando hacia el exterior la felicidad que sentía por sus amigos. Tuvok estaba en la seguridad, con su rostro pétreo vulcano, pero Kathryn le conocía bien, y había aguantado las efusivas felicitaciones del talaxiano con menor disgusto que de costumbre. Seven parecía concentrada en la consola que estaba detrás de su silla, pero tras su pose fría de la antigua zángana borg que intenta adaptarse a las circunstancias de la desasimilación parecía disfrutar aquel momento devolviendo los saludos. El teniente Barclay estaba satisfecho, sabedor que sin él no hubieran logrado regresar tan rápido, pero en su rostro podía leerse que no estaba acostumbrado a tantas alabanzas. B’Elana observaba satisfecha el puente, mirando a Chakotay con la satisfacción de haber que habían regresado a casa. Aunque durante el viaje había habido bajas y faltaban muchos amigos: Kes, Lyndsay Ballard, Ahni Jetal, Kaplan, Hogar, el comandante Aaron Cavit o la piloto Stadi, pero al final lo habían conseguido y habían regresado. A pesar de la alegría de haber regresado con los suyos, sabía que aunque el viaje había terminado ahora les esperaban nuevos peligros por sortear, pero esta vez ya no estaban solos.
            » Vaya despacio, no hay prisa – le dijo Janeway a Paris.
            – Sí, señora – replicó este radiante.


            El contraalmirante Harzel, antiguo responsable de los astilleros de Beta Antares saludó efusivamente a Janeway al transportarse a bordo del dique seco, volviéndole a dar la bienvenida al cuadrante Alfa. Le presentó a los que se habían reunido para saludarles, como su antiguo compañero de la universidad y amigo Hugo DeValois o Leah Brahms de Utopia Planitia. Luego la comitiva se dirigió al despacho de este, por los pasillos en los que pasaba muchos la saludaron y la daban la bienvenida, otros la miraban con admiración, lo que no dejaba de poner incómoda a Janeway, no había hecho más que lo que se esperaba de ella como capitán: proteger a su tripulación y traerlos a casa.
            – Ante todo quiero decirle que estamos admirados por su odisea – le dijo Harzel ofreciéndole una taza de café recién replicado.
            – Se lo agradezco, almirante – replicó Janeway –. Hubo momentos muy difíciles.
            – Sinceramente, no sé si yo hubiera hecho lo mismo. Estaba sola y sabemos que tuvo que luchar contra el borg y un sin fin de otras razas.
            – Tenía la mejor tripulación que se puede conseguir. Y ustedes tampoco lo han pasado muy bien. La guerra contra el Dominion y la invasión del Imperio.
            – Supongo que todos sacamos fuerzas de flaqueza – le dijo DeValois –. Y es en los momentos de mayor peligro cuando demostramos nuestra valía. Lo que lamentamos es que su regreso haya tenido que ser en estas circunstancias tan penosas para todos.
            – Lo importante es haber regresado – indicó esta –. Y ahora que estamos aquí, lo que queremos hacer es luchar para liberar nuestros mundos.
            – Me gusta su espíritu – le contestó Harzel cogiendo un PADD que tenía sobre la mesa –. Porque aquí tiene sus nuevas órdenes capitán. Proceden directamente del Alto Mando de la Flota: tras aprovisionarse de cualquier cosa que necesite ha de dirigirse a la base del grupo Lirpa, para ponerse a las órdenes directas del almirante Paris.
            – Es bueno recibir de nuevo órdenes de la Flota Estelar después de seis años – respondió Janeway sinceramente, mirando el PADD que le había entregado Harzel, como si fuera un quilo de granos de café recién recolectado.
            – Le repito que todos estamos muy orgullosos de ustedes, de odisea en el cuadrante Delta se escribirán canciones y será cantada durante generaciones, como diría un klingon. Si estuviéramos en la Tierra le aseguro que lo celebraríamos por todo lo alto, incluyendo fuegos artificiales sobre el puente del Golden Gate, aunque por ahora nos conformaremos con una recepción esta noche. Estamos preparando el hangar más grande que hay para que toda su tripulación y todos los que puedan caber puedan estar. Por un día hemos eliminado las restricciones en alimentos replicados y naturales para ofrecerles el mejor recibimiento.
            – Estoy abrumada… no creo que sea necesario – replicó Janeway.
            – Bobadas – contestó Harzel –. Por fin los nuestros han regresado a casa sanos y salvos. Su hazaña merece ser honrada como es debido y en estas circunstancias no es fácil celebrar nada. Además personalmente me encantaría que me explicara sus aventuras.
            – Cuando quiera, almirante.
            – Le tomo su palabra capitana.
            – Trato hecho – replicó Janeway, intentando cambiar un poco el tono de la conversación, era una mujer práctica y las circunstancias con la ocupación de la Federación aún lo exigían –. Ha indicado que nuestra partida será lo más inmediata posible. Antes si quiere le indicaré a mi tripulación que les transfiera la información que hemos obtenido en estos años, así como la tecnología que hemos adaptado. También me gustaría transferir los datos que hemos recogido durante el viaje, para que no se pierdan. En estos tiempos oscuros, estoy segura que nos serán de utilidad.
            – Eso sería fabuloso – indicó DeValois –. Los conocimientos que deben de haber acumulado estos años deben de ser más valiosos que las minas perdidas de dilithio del Imperio Tkon.
            – Esas minas son leyenda, como las del Rey Salomón – replicó Harzel jocoso, sabedor de la afición de su amigo de las leyendas y objetos arqueológicos míticos –. Y hablando de su tripulación, el teniente Barclay ha de regresar a sus obligaciones en Atgot Prime.
            – Ese es un asunto que quería tratar. Abandonó su puesto desobedeciendo órdenes explícitas para ir a nuestro encuentro. ¿Se ha pensado en alguna sanción? Porque tanto mi tripulación como yo, quisiéramos alegar a su favor.
            – Por supuesto esto quedará en su expediente – indicó Harzel con una benevolencia del profesor que está hablando de su mejor alumno algo rebelde –. Tras su marcha encontramos una grabación que nos indicaba su ruta y objetivo, de manera que sabíamos cuáles eran sus intenciones. Visto el resultado, tal vez deberíamos haberle escuchado un poco más. Tal vez no tuviera autorización, pero el resultado de su acción: la presencia de la Voyager le excusa de su insubordinación. Ustedes han vuelto a casa y eso es lo que ahora importa. Por otro lado, cuando informamos al almirante Paris de su más que posible llegada, este indicó que si tenía éxito, este justificaría sus acciones.
            – Me alegra oír eso – indicó Janeway escribiendo una gran sonrisa de satisfacción, acercándose la taza de café para oler su aroma.


El Resplendent

            La nave de Zahn se colocó junto a las instalaciones exteriores de la Base Rocket y extendió el cordón umbilical para acoplarse al asteroide. Esta se había convertido en la base operativa del grupo de rebeldes y sus cazas que habían dejado en la Vía Láctea tras la evacuación de Laredo. Debía comunicarles los cambios que tras la llegada de las fuerzas de la Nueva República se habían producido. Los Ala-X del escuadrón Rancor serían trasladados de nuevo de nuevo a bordo de la Far Star. Para Nierval y sus pilotos fue un alivio: de nuevo estaban operativos y dejaban las prácticas y las clases para volver a la acción. Por otro lado Sesfan quería concentrar todos los efectivos cerca de él y trabajar más estrechamente con la Federación, para lo cual debían trasladarse a la Base Lirpa.
            La resistencia se había convertido en una fuerza cohesionada y bien organizada y ya no eran grupos diseminados que luchaban para sobrevivir. La Flota Estelar se había reorganizado alrededor del mando de Paris, Nechayev y Toodman y estos coordinaban todas las acciones con la presidenta Troi para expulsar a las fuerzas imperiales. Así se habían organizado diversas bases de mando y control, como la Base Rocket donde el almirante Ross coordinaba las naves que recalaban información, hostigaban invasor, organizaban células de resistencia en los planetas ocupados y se preparaban para un alzamiento contra sus ocupantes. Mientras que unían en la misma lucha a otras razas, algunas de ellas enemigas entre sí hasta hacía muy poco, en algún caso hacía tan solo un año. Todo ello en un tiempo récord. Zahn no podía más que admirar el resurgimiento de una fuerza derrotada a una poderosa organización preparada para devolver el golpe.
            Tras la reunión con su gente, el oficial rebelde se dirigió al despacho donde junto a Archer y a Kira trabajan en el seguimiento de Lepira, al que habían llamado Fuente Pi. Era también desde la Base Rocket donde estaba instalado el equipo de inteligencia que trabajaba con la información este les había suministrado. Hasta aquel momento el trabajo alrededor de su antiguo ayudante en el ubictorado se había limitado a analizar la ingente cantidad de informes que había ido almacenando desde su milagrosa curación a manos de los Profetas. Zahn aún no creía que Lepira pudiera servir para mucho como agente doble, pero la información que había acumulado durante aquellos años sin duda era un golpe, por lo menos en los Nuevos Territorios, equiparable al robo de los planos de la primera Estrella de la Muerte. Solo con la listas de los agentes con los que trabajaba en su zona de Bajor, la resistencia cardassia, Ferenginar, Talaria, Breen y todas los sectores colindantes de la Federación, habían desbaratado todos las fuentes de información del Imperio en una cuarta parte del territorio que controlaban. Del resto de zonas no tenía ni los nombres, ni los cargos concretos de los operativos, pero sí transcripciones de decenas de reuniones con el resto de responsable del ubictorado, por lo que se habían podido confeccionar una lista de posibles agentes imperiales que trabajaban en el resto de sectores, por lo que era muy probable que Imperio perdiera dos terceras partes de sus informadores.
            Entre los documentos entregados también se hallaban protocolos de otras secciones del ubictorado: modus operandi de Interceptación & Criptografía; tecnología que estaba siendo estudiada o aplicada, así como planos y diagramas de maquinaria y equipo imperial. Operaciones encubiertas realizadas en los años de preparación que habían desvelado el paradero de algunas naves desaparecidas, como las USS Hera captura por el Imperio, sucesos inexplicables hasta entonces. También tenían copias de memorándums operaciones de la marina y el ejército con sus órdenes de batalla completos; scandocs del Servicio Diplomático y comunicados políticos del COMPNOR; miles y miles de documentos que habían pasado por sus manos y que había logrado reunir y copiar, pasándoselos para que la vedek Alhana los guardara. De esa manera la resistencia ahora no solo estaba organizada, sino que tenía un conocimiento mucho más extenso y profundo de las fuerzas imperiales del que podrían haber obtenido por sí solos.
            Abrió la puerta del despacho de Valerie pero Zahn no encontró a nadie.
            – Computadora, localice a la comandante Archer.
            – La comandante Archer se encuentra en el despacho del almirante Ross.
            Para matar el tiempo cargó la última edición de “La Voz de la Libertad” en un PADD. El primer artículo estaba firmado por Jake Sisko e informaba del último asalto a un convoy de tropas imperiales en el sistema Kalandra. Conocía aquella operación ya que había sido liderada por la Defiant al mando del comandante Madden y el resto de los compañeros de Kira Nerys y aunque en su base era correcto lo que decía, Zahn distinguió varios datos distorsionados es profeso para confundir al ubictorado. El periódico seguía con aquellos “mensajes personales” en clave destinados a los diversos grupos de la resistencia repartidos por todo el cuadrante Alpha y Beta.
            Mientras leía otras noticias entró Valerie, que al verle intentó disimular la expresión de disgusto que tenía, esgrimiendo una gran sonrisa.
            – ¿Cómo fue el viaje? – le preguntó esta al entrar.
            – Se ha firmado un tratado con la Federación que nos confirma como aliados y la enviada de la Nueva República me ha felicitado por el trabajo que he realizado aquí. Luego me ha quitado el mando de la fuerza rebelde en la Vía Láctea, lo que en el fondo es un alivio. Así que ahora me centraré en mi trabajo de espía.
            – Todo son buenas noticias, entonces.
            – Sí. Bueno no... Nos trasladan. Luego he de ir a ver al almirante Ross.
            – A mí también me transfieren, pero de la Fuente Pi – anunció entonces Archer con pesar. Zahn no supo de qué decir en ese momento. Sabía que aquella operación iba a ser trasladada a la base Lirpa, pero todo hacía pensar que el equipo de la Flota Estelar iba a ser el mismo. Aquel cambio le cayó como un jarro de agua fría.
            » Se necesitan mis conocimientos para otras misiones. Han ascendido a Zola como responsable de la Flota en Pi.
            – Comprendo – fue lo único que pudo decir Zahn.
            – Lo siento – replicó en un susurro.
            – No tienes por qué sentirlo. Así es la guerra.
            – No, lo que siento es... que no podré verte durante un tiempo. Y no quiero...
            Durante la conversación se habían ido acercando. Los dos se miraban a los ojos. Zahn alargó la mano y cogió la de Valerie y las dos se estrecharon con fuerza. Se acercaron más, casi hasta tocarse, mientras sus labios se aproximaban el uno hacia el otro.
            En ese momento la puerta se abrió y entró Kira hecha un torbellino. Acababa de recibir la orden de Shakaar de trasladarse a la base Lirpa.
            Zahn y Archer se separaron inmediatamente.
            Apenas un día después el Hespérides, una nave de la clase Oberth que hacía misiones de espionaje, trasladó a Archer a la base Sorel. Pocas horas después uno de los cargueros Gallofre transportó a las fuerzas rebeldes a la base Lirpa.


USS Enterprise-E

            Después que Lwaxana partiera hacia la Base Lirpa la Enterprise se dirigió a las coordenadas que esta les había entregado para encontrarse con la Tempus Fugit. En medio del espacio las dos naves estelares solo se intercambiaron saludos cordiales antes de separarse, transportando dos hombres a bordo de la Enterprise, uno de ellos pertenecía al Departamento de Investigación Temporal y debía ayudarles en su nueva misión. Una vez a bordo, Picard ordenó a la piloto Perim que pusiera rumbo a la antigua Expansión Delphica, como antaño otra nave de mismo nombre había hecho y cuya misión era de vital importancia para el futuro de la Federación.
            En cuando pusieron rumbo a su destino, Picard se reunió con el oficial del DIT, el teniente Patrick DeLorean. Le acompañaba su compañero sentimental, el alférez Tabor Laan, un ingeniero bajorano que ya había servido a bordo de la Enterprise el año anterior y que había sido transferido a otra nave poco después del incidente en el planeta Ba’ku.
            – Sean bienvenidos a bordo caballeros – les saludó Picard en su despacho tras observarles detenidamente –. Bien, he leído que se conocieron a bordo de la White Wolf.
            – Así es, capitán – respondieron los dos al unísono.
            – Conocía personalmente al capitán Storekeeper y creía que no habían quedado supervivientes.
            – Oficialmente, no los hubo, señor – respondió tajante DeLorean.
            – Entiendo – replicó Picard supo que no hacía falta que continuara por aquel camino, teniendo en cuenta a que departamento pertenecían ambos –. Alférez Tabor, preséntese al comandante LaForge en ingeniería, estará contento de volverle a tener a sus órdenes – le indicó al bajorano que asintió y salió de su despacho con visible alivio. Luego se centró en DeLorean al que invitó a sentarse, quería empezar a trabajar sobre su objetivo en aquella misión lo antes posible.
            » Es usted miembro del DIT.
            – Así es señor.
            – He recibido la visita de sus compañeros en varias ocasiones.
            – He leído alguna de esas misiones, si me permite decírselo capitán. El nombre de Enterprise tal vez sea uno de los más repetidos en los informes del departamento.
            – No me extrañaría nada. Bien, es hora de centrarnos en los xindi.
            – Sí señor – replicó DeLorean entregándose a Picard un PADD –. Estos son los diarios de a bordo del capitán Jonathan Archer y varios de sus oficiales durante su misión en la Expansión Delphica entre el 2153 y 2154. Como sabrá están bajo la jurisdicción de la Primera Directriz Temporal. Aun así la situación merece excepciones.
            – Perfecto. Hágame un resumen de lo que sucedió entonces.
            – Claro señor. Como todo el mundo sabe el 24 de abril del 2153 una sonda armada de origen desconocido atacó la Tierra, causando 7 millones de muertos. La Flota Estelar preparó su mejor nave al mando de su mejor capitán y los envió a localizar la raza que había mandado aquella arma y detener la construcción de una máquina mucho mayor, capaz de destruir el planeta entero. Así la Enterprise partió hacia la Expansión Delphica: una región casi inexplorada y que aún hoy permanece poco visitada, donde vivían los xindi. Eso es lo que todo el mundo conoce.
            » Durante el año que duró la misión descubrieron que la Expansión estaba sido asolada por una serie de anomalías subespaciales provocadas por unas esferas construidas por una raza de otradimensión que quería colonizar nuestra galaxia. Esta especie había engañado a los xindi para hacerles creer que la Tierra sería la causante de su extinción en el futuro. El capitán Archer les convenció de que eso era mentira y evitó que estos destruyeran la Tierra. No solo eso, incluso les dijo que en el siglo XXVI los xindi formarían parte de una gran alianza con la Tierra y otros muchos planetas, llamada Federación. Para ello sabemos que Archer fue ayudado por un viajero del tiempo procedente del siglo XXXI.
            Mitras DeLorian explicaba los pormenores de la misión de Archer, Picard se levantó y replicó dos tazas de té earl grey.
            » Los xindi están formados por cinco especies: una acuática, otra arbórea, otra insectóide, otra de primates y otra reptiloide. En la época de Archer estaban muy adelantados tecnológicamente a la Tierra, entre otros avances contaban con pasillos transcurvatura para trasladarse por la galaxia. Desde entonces hemos tenido contactos esporádicos con ellos y la expansión continúa siendo una región poco explorada por la Flota Estelar a pesar de estar relativamente cerca de la Tierra.
            – La orden que tengo es convencer a los xindi en que se unan a nosotros. Y según lo que me indica los xindi formarán parte de la Federación dentro de 200 años. Pero no sabemos en qué momento de aquí al siglo XXVI se unirán a nosotros. ¿Emprender este viaje no será alterar la línea del tiempo?
            – Incluso yo desconozco con exactitud cuando los xindi se unirán a la Federación. Pero como indicó Hari Seldon, (1) uno de los psicólogos historiadores que crearon el DIT: la línea temporal se mantiene básicamente inalterable aunque en esta sufra alteraciones puntuales, auto corrigiéndose para mantener el futuro de la misma manera. En pocas palabras, que lo que está escrito ha de pasar, aunque alteremos ciertos acontecimientos, el resultado final es el que tendrían que haber ocurrido igualmente.
            – Gracias, creo que ya me he hecho una idea clara.
            – Los diarios de Archer, T’Pol y el doctor Phlox, así como del resto de la tripulación están íntegros – explicó DeLorean –. Los he leído y dan una clara visión de los xindi. También he tenido acceso a otra información que por motivos de seguridad, no se le ha podido entregar. Pero sí estoy autorizado para informar de ello si llegara el caso. Lamento no poder decir nada más, señor.
            – Le comprendo teniente. He estado en situaciones complicadas debido a los viajes temporales. Saber si lo que estás haciendo está bien o vas a cambiar para siempre lo que conoces, es... complicado. Pero como no dudaría en sacrificarme por la Primera Directriz, aun lo haría menos por la Temporal.
            – Lo sé muy bien, capitán.
            – Me alegro. Quiero que elabore un informe psicológico de los xindi junto a mi consejera Troi, tanto ella como los comandantes Riker y Data quiero que estén autorizados para leer los diarios de la primera Enterprise de la Flota Estelar. El resto de los oficiales del puente tan solo sabrán lo imprescindible para la misión. Retírese.
            – Gracias, capitán.


Qo’noS

            Corran estaba sentado en lo que había sido el despacho del canciller Gowron y antes de K’mpec, en el edificio del Alto Consejo Klingon. Era un oficial de carrera, graduado el tercero de su promoción era un hombre entregado al Nuevo Orden tras la pérdida de toda su familia en las Guerras Clon. Rígido y disciplinado, era un brillante que había ido escalando posiciones en el escalafón tanto por sus éxitos, así como por tener buenos amigos en el Centro Imperial. Para Corran aquella campaña era un escalón más para lograr su merecida graduación de Gran Almirante y llevar el uniforme blanco.
            – Señor, el informe que solicitó sobre la muerte del gran almirante Gorden – le indicó su ayudante entregándole una libreta de datos.
            Para Corran la muerte de Gorden había sido una tacha en su expediente. ¿Cómo podía haberse colado un pájaro de presa en la órbita de Qo’noS? Era prácticamente imposible con la red de taquiones que rodeaban completamente el planeta y que podía detectar cualquier nave camuflada, sin contar con la gran cantidad de naves que siempre se encontraban en la órbita. La seguridad era más que rigurosa en todo el sistema, en el cual no se había colado nadie, hasta entonces. Por eso había abierto una investigación para aclarar lo sucedido.
            – ¿Cuáles han sido las conclusiones?
            – No se han detectado mal funcionamientos en las parrillas detectoras, ni en los piquetes del borde del sistema tampoco captaron nada anormal.
            – Qué más – apremió Corran.
            – Aunque la trayectoria es paralela a la posición fragata Koro, si se extrapola esta aparece un origen ilógico, porque justo detrás de esta estaba situado el destructor Peligroso. Es físicamente imposible que hiciera eso, a no ser que esta no procediera del exterior del sistema. Por otro lado la Brecha de Kathol retuvo durante unos segundos a la nave klingon en su rayo tractor.
            – Eso es un procedimiento normal – puntualizó Corran.
            – Cierto señor, pero junto antes había desactivado sus escudos. Y aún hay algo más. Entre los restos que examinamos encontramos un número de serie de una pieza de su motor de curvatura, este procedía del M’Char, de la clase B’rel, que según los informes fue capturada en el planeta Sherman durante la invasión, aunque no consta en los registros su ubicación actual.
            – Puede retirarse – le indicó Corran impertérrito.
            Cuando se encontró solo este dejó de retener sus sentimientos y en su rostro se manifestó la ira que aquello le producía. Gorden, el hombre que le había propuesto para el puesto, al que conocía desde hacía más de quince años, había sido asesinado por sus propios compañeros. Hombres leales al Imperio, al que el Gran Almirante había servido fielmente. Había hecho bien en recurrir a sus hombres para realizar aquella investigación y dejar de lado al ubictorado ya que no se fiaba de ellos.
            El almirante se levantó de la silla y se dirigió hacia el ventanal en el que podía ver toda la Primera Ciudad. Cazas TIE patrullaban el cielo, al igual que AT-ST y Fortalezas Flotantes lo hacían por las calles. Y maldijo el día que había aceptado que aquella operación liderada por los hombres mezquinos y retorcidos del ubictorado. Pero aquello no quedaría así.


La Drez Roja

            La antigua nave transportadora de cazas TIE solía permanecer en el espacio profundo tres meses, luego otro en la base y otras tres meses de misión. Su periodo operativo estaba a punto de concluir y la tripulación ya empezaba a estar cansada de la rutina y de los mamparos grises que les aprisionaban, más cuando en aquel viaje se había estropeado la holocubierta, sin que pudieran repararla.
            No lejos de la nave imperial otra la observaba, envuelta en un campo de invisibilidad. Su capitán estaba sentado en su silla, observando a su presa. La veterana nave del capitán Grumby apenas tenía armas, pero la tripulación de la USS Minnow  estaba deseando cumplir con su misión. No tenían órdenes de entrar en combate, tan solo de vigilar y averiguar lo iban a hacer.


USS Voyager

            Permanecieron varios días en Atgot Prime intercambiando la tecnología que la Voyager había encontrado en su periplo por el cuadrante Delta con los técnicos de Harzel. A su vez la nave de Janeway se avitualló con combustible de deuterio, anti-materia, cristales de dilithio, más torpedos de fotones y nuevos y más poderosos torpedos quánticos, adaptaron los escudos abatibles y otras actualizaciones que la Flota había desarrollado en aquellos seis años.
            Con estos trabajos concluidos la Voyager partió hacia la base Lirpa. Todas las consideraciones sobre su futuro quedaban pospuestas hasta el próximo encuentro con el almirante Paris, a quien se había remitido vía Minotauro los diarios de a bordo.
            La llegada a la base Lirpa no fue tan ceremoniosa, tan solo la una comunicación de bienvenida por parte del control de tráfico, indicando donde tenían que situarse. La base estaba ubicada en la superficie de una luna de clase D, un páramo muy semejante a la Luna. Las instalaciones se alargaban tanto en el exterior de la árida superficie, como en túneles y galerías excavadas en ella. En órbita habían una docena de naves estelares, más un crucero del jem’hadar, varios pájaros de guerra romulanos y otras naves klingons. Y algo más lejos había varias naves que nunca habían visto: la mayor de estas medía algo más de mil metros de lago y tenía una extraña forma alargada, como un calamar sin sus tentáculos.
            Janeway y Chakotay se transportaron a una de las estructuras exteriores de la base, siendo recibidos por un oficial delta.
            – Soy el teniente Ezhik, ayudante del almirante Paris. Acompáñenme, por favor – dijo muy protocolario llevándoles al despacho del jefe de la Flota.
            Este era muy sencillo con una mesa de madera para trabajar, a la derecha unos sofás y una pequeña mesa junto a la ventana que daba al exterior del edificio. Y como único elemento decorativo dos banderas amarilla y gris de la Flota Estelar detrás de la silla. Enseguida apareció el almirante por la misma puerta que habían entrado ellos y se dirigió hacia Janeway, su antiguo oficial científico a bordo del Al-Batani.
            – Bienvenida, Kathryn – le dijo abrazándola, en un gesto nada usual en el veterano oficial y antiguo capitán de Janeway. Luego alargó la mano hacia Chakotay –. Es un placer conocerle, comandante.
            – El place es mío, almirante – replicó el líder del maquis.
            – Tomen asiento – indicó Paris afablemente y señaló el sofá que quedaba junto a la ventana, momento en que entró de nuevo Ezhik llevando una bandeja con una cafetera y tres tazas que dejó sobre la mesilla. El olor de café recién hecho inundó la estancia, mientras Paris lo servía en las tres tazas –. Sabía que te gustaría esto.
            – ¡Café! – fue lo único que Kathryn pudo decir mientras olía aquel aroma natural por primera vez en seis años. Tomó el primer sorbo de aquel café no replicado, puro y natural.
            – No es de la Tierra, pero en Penthara IV también cultivan buenos cafetales – explicó el almirante con satisfacción –. Ahora volvamos al trabajo, ante todo darles la enhorabuena por regresar de su odisea. He leído sus diarios de a bordo y creo que su experiencia será muy valiosa en estos tiempos oscuros que nos acechan. El almirante Harzel ya me ha informado de la tecnología borg que ustedes adaptaron y que están estudiando ahora en Atgot Prime, pronto podremos modificar nuestras naves y así estar un paso por delante de nuestros enemigos.
            » Lo primero que quiero decirles es lo contestos que estamos de tenerles de vuelta. Su llegada ya es conocida por muchas naves y hemos recibido numerosos mensajes de bienvenida de ellas. Nos hubiera gustado que fuera más discreta, pero el teniente Barclay solo tenía las coordenadas de la base de Atgot Prime.
            – Nosotros también, almirante – contestó Janeway alzando la mirada de la caza de café –. Y queremos aportar nuestra aportar nuestra experiencia y conocimientos en estos momentos tan complicados para nuestro hogar.
            – No esperaba menos de ti y tu tripulación, se lo aseguro. Por eso hemos de hablar sobre la situación de la tripulación del maquis, por eso le pedí que viniera comandante Chakotay. La peculiar situación de la Voyager aislada a 70.000 años luz en el cuadrante Delta, hace lógica y natural la alianza que ustedes dos hicieron. Y como ya sabrán este fue... diezmado por el jem’hadar cuando el Dominion se alió con Cardassia en el 2373. Sabemos que en este momento grupos de supervivientes se han reorganizado en la antigua Zona Desmilitarizada y luchan de nuevo contra los cardassianos. Pero ahora, la Voyager está aquí y han de tomar una decisión: si quieren permanecer a bordo o no. Tomen la decisión que tomen, los delitos bajo jurisdicción militar que su gente hubiera cometido, será exonerado completamente. Por lo que los antiguos oficiales que quieras regresar a la Flota serán readmitidos, y todos los que se queden se les confirmará automáticamente en el cargo que ocupan actualmente – dijo Paris, y se giró hacia Janeway –. Salvo que usted indique lo contrario, capitán.
            » Los que no forman parte de la Flota y quieran volver a las filas del maquis serán conducidos hasta las colonias de la Zona Desmilitariza. O a sus hogares, si aún existen.
            – Eso lo hemos de hablar con nuestra gente – respondió Chakotay mirando a Janeway, quien asintió comprensiva.
            – Además de los miembros del maquis, hay ocho civiles a bordo, cinco de ellos niños, además de un bebe. Debido a la situación de guerra ninguna nave estelar lleva actualmente a las familias, estas han sido agrupadas en diversos asentamiento seguros. De la borg... Seven of Nine y de su cocinero, dejaré en sus manos la decisión de que hacer. Nos encontramos en unas circunstancias muy peculiares, tanto la ustedes, como la Flota Estelar y la Voyager es su nave, Kathryn. Usted decide.
            – Gracias, almirante.
            – Lo último que quería comentarles era mi tristeza por lo ocurrido al capitán Rudolph Ranson, al que conocía bien. Estoy seguro que no fue una grata experiencia encontrarse a un compañero que hubiera dado la espalda a todas nuestras creencias. Aunque creo que podemos sacar algo de provecho de ello. Desearía que los supervivientes de la tripulación de la Equinox fueran transferidos a esta base.
            – A pesar de que sus actos no son justificables, su comportamiento desde que están a bordo de la Voyager ha sido ejemplar, almirante – quiso intervenir Janeway a su favor.
            – No queremos trasladarles para castigarles – la tranquilizó Paris –. En realidad creemos que sus conocimientos pueden ser de gran utilidad en este momento.
            » Todo esto lo quería hablar de forma inmediata – continuó Paris levantándose –. Ahora la presidenta de la Federación quiere saludarles.
            – Almirante, disculpe, ¿cuál será nuestra misión? – osó preguntarle Janeway. Paris cambió de semblante y se puso algo más serio.
            – La presidenta Troi quiso decírselo en persona. Por favor, acompáñenme.
            Paris salió de su despacho y se dirigió hacia la puerta que se encontraba justo delante de la suya. Llamó y tras indicar desde su interior que pasaran abrió la puerta, invitando a Janeway y a Chakotay a pasar delante.
            Lwaxana Troi estaba en el centro de la estancia, vestida con un traje largo y los brazos extendidos.
            – Que los hijos pródigos sean bienvenidos a casa – dijo con una gran sonrisa, se acercó y abrazó con satisfacción –. Cuando la Federación supo que estabais vivos, los corazones de todos se alegraron. Hoy volvéis a casa. Bienvenidos.
            – Gracias Presidenta – dijo Janeway.
            Les hizo sentar en los sofás de la estancia y los tres estuvieron hablando durante largo rato, primero sobre el viaje de la Voyager, luego sobre los sucedido a la Federación. Finalmente Troi supo que estaban preparados para darles su misión.
            – Capitán, comandante. En un esfuerzo por parte de la Flota Estelar y de la misma Federación, estamos agrupándonos en una gran alianza contra el Imperio Galáctico. Empezamos con los klingons, los romulanos, el Dominion y la resistencia cardassiana y poco a poco hemos ido entrado en conversaciones que otros planetas y potencia, incluida la Nueva República, la fuerza que se opone al Imperio en su galaxia. También los ferengi, los gorn, los tholianos, los bajoranos, los arkonianos, los tandaranos, por citar algunos se han unido en nuestro esfuerzo por derrotar al enemigo común.
           » Lo que pretendo de ustedes es que regresen al cuadrante Delta – dijo sin más preámbulos, lo que hizo aparecer una expresión de sorpresa en Janeway y en Chakotay –. Sé que lo que les pido es duro, ahora que han regresado. Pero necesito que encuentren a más aliados. No hace mucho se toparon a numerosos borgs desasimilados, tal vez conozcan o encuentren otras razas que pudieran ayudarnos en nuestro esfuerzo bélico. Ustedes son los expertos en esa zona y espero que tengan alguna idea más detallada de quien pudiera ayudarnos.
            » Por supuesto la decisión final, es suya. Pero no sé de nadie más que pudiera hacer mejor este trabajo.


Sistema Ardana

            El convoy imperial surgió del hiperespacio a la hora y en las coordenadas exactas que le habían indicado al teniente Wolf’lelf. Estaba formado por ocho cargueros  pesados de un casco trapezoidal que arrastraba centenares de contenedores, más un crucero de la clase Carrack como escolta. Había partido desde el gran centro de abastecimiento llamado Base Llegada Uno, el centro logístico imperial más importante en la Vía Láctea, y tenía que pasar por Ardana, Aldebaran, el sistema Rigel, Coridan y Vulcano. Llevaba suministros de todo tipo a las diferentes guarniciones de aquellos planetas desde vehículos, hasta equipo ligero. En su primera parada se le unirían dos corbetas más para aumentar la protección.
            El teniente Wolf’lelf había ordenado mantener el silencio de radio hasta aquel momento, muy cerca del sistema Ardana. Aquella iba a ser la primera misión operativa de su escuadrón de cazas espaciales, creado por voluntarios de entre todos los oficiales y tripulantes de la Flota y entrenado por las fuerzas de la Alianza Rebelde. En los últimos meses se habían construido y modificado un considerable número de naves para dotar a los escuadrones como el suyo. Estaban divididos en ligeros y pesados, los primeros formados por veteranos cazas de la clase Peregrine o los más modernos Valkyrie para misiones de ataque y escolta, mientras que los pesados estaban pensados para bombardeos y ataques a posiciones más protegidas y estaban formados por naves escolta más modernas o runabouts modificadas para tal efecto. Todos habían tomado el nombre de algún sistema ocupado por el Imperio y todos contaban con la férrea voluntad de luchar hasta el final. En su caso eran el escuadrón Rigel, y estaban equipado con cazas clase Peregrine biplaza, pintados de azul oscuro con un esquema de cuadros blancos pintados en los morros y los motores, sugerencia de uno de sus pilotos, el alférez Matthew Hambly. Como oficial al mando le había gustado la idea, al igual que al resto del escuadrón: era identificativo, aumentaba la moral. Y eso era bueno.
            – Aquí Rigel 1 al resto de los cazas. Patrón de ataque Zeta – ladró Wolf’lelf –. ¡Adelante, fuego a discreción!
            Las ocho antiguas naves correo de la clase Peregrine de 25 metros de largo equipados con phasers y torpedos quánticos desactivaron sus sistemas de ocultación detrás del crucero imperial y se lanzaron a toda velocidad contra este. La vanguardia estaba formada por tres cazas, con otros tres detrás y dos más algo descolgados a la derecha para mantener la cobertura en ese flanco. Se aproximaron cayendo sobre su objetivo cogiéndolo desprevenido, que aunque devolvió el fuego con sus cañones láser, sin lograr alcanzar a ninguno de ellos en la primera pasada, mientras que sí había recibido sendos impactos cerca del reactor de ionización de su popa.
            – ¡Prepárense para una siguiente pasada! Rigel 4 manténgase la formación cerrada – indicó Wolf’lelf mientras viraban para el siguiente ataque.
            El crucero ya estaba girando y se encaramaba contra los cazas federales. Los Carrack tenían fama de lentos y poco maniobrables, pero muy resistentes. La idea de Wolf’lelf era destruir el motor y dejarle a la deriva. Mientras acababa de enfilar hacia la nave imperial observó en su pantalla como los cargueros se agrupaban e intentaban alejarse del combate. No lo lograrían.
            En ese momento las cuatro runabouts de la clase Danube del escuadrón Vulcan aparecieron sobre el crucero imperial y efectuaron una segunda pasada. Con los escudos concentrados en la proa, los ocho cazas pesados neutralizaron el motor principal y tras pasar junto a los Peregrine de Wolf’lelf, viraron para atrapar a los cargueros. Según los sensores la parrilla energética del Carrack estaba fluctuando: la velocidad sublumínica no funcionaba, los sensores principales habían dejado de existir y los escudos estaban al treinta por ciento. Aun así contaba con la mayor parte del armamento intacto.
            Se aproximaron de nuevo directamente contra la nave enemiga. Abrieron fuego al mismo tiempo que los artilleros del crucero. Los disparos se entremezclaron y un caza de Wolf’lelf fue alcanzado por el fuego enemigo. A su vez este recibió una descarga de torpedos quánticos que acabaron con sus escudos y abrieron una brecha en el casco, justo sobre el reactor principal de babor.
            – ¡Rigel 8, tome el puesto de Rigel 4! – ordenó Wolf’lelf mientras se reagrupaban por detrás del crucero, que sin energía y serios daños se encontraba a la deriva. Pero tenía otras preocupaciones en su mente, así que centró sus sensores en sus dos cazas que habían sido alcanzados en la refriega. No detectó signos de vida.
            – Vulcan I a Rigel 1 – dijo el jefe del segundo escuadrón –. Hemos detectado naves imperiales acercándose desde Ardana. Ya hemos trasladado los equipos de asalto a los cargueros. Propongo abandonar la zona. Cambio.
            – Oído Vulcano I, nosotros les protegeremos, corto – replicó Wolf’lelf y ordenó a su escuadrón que se alejara del crucero moribundo y que se preparara para enfrentarse a los refuerzos. Tenían órdenes de reducir las bajas al mínimo y aquel raid ya había causado la muerte a demasiados de sus pilotos.
            – ¡Aquí Vulcan I, ya podemos alejarnos! Buen trabajo.
            Los cargueros y la mitad de los cazas saltaron al hiperespacio, segundos después el escuadrón de Wolf’lelf hacía lo propio en otra dirección.
            Dos días después, ya en su Base Rocket, Wolf’lelf se puso a escribir a las familias de los alféreces Jonathan Rilick y Trokala. No sabía cuándo podría enviarlas, ni si el mismo las podría llevarlas, pero debía hacerlo. Rilick era un joven alegre y voluntarioso, que aún no había acabado la Academia, un gran piloto. Trokala era una oficial más veterana, una buena ingeniera arkenite que se había presentado voluntaria como copiloto de caza. Al concluir las dos cartas las guardó en el ordenador de la base, sabedor que aquellas eran tan solo las primeras misivas que iba a tener que escribir. Al día siguiente repasaría con el resto del escuadrón al ataque e intentarían ver los errores que habían cometido. Luego volverían a entrenar.


USS Enterprise-E

            La nave de Picard se había acercado a la Expansión Delphica por el hiperespacio, pero al llegar a esta habían regresado a la velocidad de curvatura tradicional. Primero porque la cartografía de aquellos sectores no era precisa y luego para poder contactar mejor con los xindi. Para ello seguirían los mismos pasos que Archer y se encaminaba hacia los planetas que este último les había localizado siglos antes. El más cercano era una extracción de kemocite de los xindi arbóreos, pero al llegar allí encontraron la antigua colonia abandonada. La beta de mineral se había agotado y parecía que estos habían abandonado el planeta en busca de mejores explotaciones mineras. La siguiente parada fue la colonia de humanos y skagaranos que Archer había encontrado en la Expansión en el 2153.
            Al llegar descubrieron gran número de naves civiles y que la población se había triplicado, debido a los refugiados que habían llegado huyendo de la invasión del Imperio. Picard realizó una visita secreta al gobernador y al sherif responsable de la seguridad. Estos le explicaron que habían recibido de buen grado a todos los refugiados, el planeta era grande y sus recursos les permitían alimentarles a todos. Se alegraron que la Federación no estuviera vencida y acordaron que tras el regreso de la Enterprise de su misión en la Expansión, esta recogiera a un representante de aquella estrella solitaria para llevarlo ante el Consejo de la Federación en el exilio.
            Tras la breve pausa prosiguieron en su viaje hacia el interior de aquel territorio semi-explorado, mientras su oficialidad se preparaba para el encuentro con los xindi. Deanna y DeLorean habían leído los diarios de bitácora de un viaje no muy diferente al que estaban realizando, haciendo un protocolo psicológico sobre aquellas razas. Mientras que Riker lo preparaba en el aspecto táctico, por si los belicosos xindi que habían atacado la Tierra 200 años antes, resultaban igual de peligrosos. Data incapaz de romper la Primera Directriz Temporal gracias a sus circuitos positrónicos y a sus protocolos de integridad, había estudiado los aspectos más oscuros de la misión de Archer: los constructores de esferas y sus falsas promesas. Todo esto había creado un vínculo entre estos y DeLorean, integrándose rápidamente en la vida de la Enterprise. Además Geordi había recuperado en Tabor a un ingeniero bien capaz, ingenioso y eficiente. Por tanto al cabo de poco tiempo solían asistir a las cenas que preparaba Deanna en su cabina. Incluso había asistido a varias partidas de póquer.
            – He estado repasando los viajes de Archer y su Enterprise – comentó en una velada Riker poco después de partir de la colonia humana y skagaran –. Desde la Academia que no leía unos diarios de bitácora con tanta voracidad. Sus aventuras son increíbles y la leyenda de las naves Enterprise se alarga hasta los albores de la Federación. Incluso tuvieron un contacto con el borg...
            – Sí, toda una paradoja temporal – intervino DeLorean –. Supervivientes congelados de los tripulantes de la esfera que abatieron ustedes sobre la Tierra en el 2063. Lo curioso es que según Archer enviaron la señal con su transpondedor. Eso significa que los llegó al borg del cuadrante Delta aproximadamente al mismo tiempo que entidad Q les llevaba a ustedes al sistema J-25. Por tanto fue una suerte para nosotros ese encuentro fortuito...
            – ¿Me está diciendo que fue una suerte la muerte de 19 de mis tripulantes? – le interrumpió entonces Picard con brusquedad.
            – Lamento si mi comentario ha parecido lo que no era, capitán – replicó DeLorean cohibido por la reacción de Picard, su rostro se había crispado al recordar su primer encuentro con la raza que luego le asimilaría y le usaría para matar a sus compañeros en Lobo 359 –. Pero si Q no les hubiera llevado a J-25 en ese preciso momento, es posible que no hubiéramos parado esa primera invasión borg en que le apresaron. Solo es una paradoja temporal...
            Capitán detectamos una nave aproximándose – indicó la voz de Daniels por el comunicador. Todos los oficiales se levantaron y se dirigieron al puente. En pantalla apareció un crucero que era muy similar al de los xindi primates que se guardaban en los diarios de la primera Enterprise –. Se comunican con nosotros.
            – En pantalla – ordenó Picard. Delante de él apareció un humanoide con unas protuberancias óseas junto a los ojos y sobre la frente.
            – ¡Identifíquense! – ordenó con brusquedad.
            – Soy el capitán Jean-Luc Picard de la nave estelar Enterprise – dijo solemne, esperaba que aquello tuviera alguna reacción sobre el xindi –. De la Federación Uni...
            – Conozco a la Federación Unida de Planetas – le interrumpió el xindi.
            – Vengo en nombre de mi gobierno para hablar frente al Consejo.
            Este pareció sorprendido y tras una larga pausa prosiguió.
            – Detectamos que su nave tiene tecnología de vortex. Les indicaremos unas coordinadas y ustedes esperarán allí.


Continuará…



Notas de producción:
(1) Hari Seldon es el desarrollador de la psicohistoria de la Saga de la Fundación de Isaac Asimov.