Sección 31
Segunda parte.
Laredo
La
recepción se realizó en el edificio principal de la base y asistieron muchos de
los cuadros de mando de las naves estelares en órbita, junto a algunos de los
prisioneros liberados semanas atrás. También estaban los comandantes de las
naves romulanas y klingons, incluyendo al recién llegado general Tanas, el enlace del canciller Martok, así como el primer ministro Shaakar
y los oficiales y ministros de Bajor. Por parte de la Alianza habían ido la
mayoría de oficiales y suboficiales, incluyendo los pilotos de Nierval y
algunos técnicos. Todos sabían que aquel acto no era un mero hecho de cortesía,
era la manera de que unos y otros se conocieran, creando lazos de amistad para
consolidar la nueva alianza entre ambos.
La
sala se había decorado con cinco grandes estandartes: el de la Federación, el
klingon, el romulano, el bajorano y el de la Alianza Rebelde. La comida replicada era de muy distinto origen:
desde gagh klingon, hasta mollusks de vulcano. Todo ello
animado por un cuarteto de cuerda perteneciente a la tripulación de la Enterprise.
La consejera Troi fue presentando a
Zahn a los diferentes oficiales y dignatarios. Notando enseguida se dio cuenta
de la animosidad existente entre klingons y romulanos, así como estos se
mantenían más apartados del resto. Poco después apareció en la sala un
alienígena de postura arrogante, ojos azules y fríos, casi cristalinos, su piel
pálida y unas orejas que le descendían hasta el mentón. Parecía ofendido y
enseguida se alzó un revuelo. Iba acompañado por dos tipos reptiloides, que se
movían de manera agresiva y tenían un aspecto belicoso, recubiertos de escamas
y protuberancias en forma de crestas y pinchos. Deanna le explicó que aquel era
Weyoun, el máximo administrador del Dominion del cuadrante Alfa.
–
Conozco lo sucedido durante la guerra contra el Dominion – le dijo Zahn –. Y he visto una de sus naves es órbita.
–
La guerra es demasiado reciente y en esta sala hay demasiados malos recuerdos –
le explicó la consejera –. Muchos amigos murieron durante esa guerra y muchos
otros sufrieron bajo su yugo. Mi propio pueblo fue ocupado por ellos.
Deanna
se esforzó por sonreír, sin poder olvidar lo que había padecido su pueblo bajo
el yugo de aquellos seres, cuando Weyoun y los dos jem’hadars se acercaron a Zahn.
–
Le presento a Weyoun – dijo Deanna –. Representante del Dominion.
–
Es un placer conocer a un miembro de la Alianza Rebelde que lucha incansable
contra el Imperio Galáctico – dijo
el vorta con una reverencia servil –. Y les felicito en nombre de los
Fundadores por haber acabado con el Emperador Palpatine.
–
Gracias. He oído hablar sobre el jem’hadar y su fama les precede cómo grandes
guerreros – respondió Zahn obviando la presencia del vorta y haciendo una leve
inclinación llena de admiración de los dos guardaespaldas, lo que provocó
desagradable sorpresa en Weyoun –. Y me alegra que estén luchando a nuestro
lado. Su valor será un gran aliado para derrotar a nuestro enemigo común.
–
Bueno sí – intervino Weyoun –. Los Fundadores en su gran sabiduría crearon los
mejores soldados para luchar bajo el pabellón del Dominion. Que por otro lado,
no veo colgado en esta sala.
–
Ni tampoco el de Cardassia – indicó
una voz detrás de Zahn. Al girarse vio a un humanoide sonriente de oreja a
oreja, con unas crestas óseas alrededor de los ojos y la frente, y a ambos
lados del cuello –. Pero supongo que no hubo tiempo. Emil Garak.
–
Comandante Zahn. Es un placer – se presentó este.
–
El placer es todo mío. Soy el representante del legado Damar en esta peculiar alianza – siguió sin perder su
sonrisa.
–
Si nos disculpan – dijo entonces Weyoun, que se retiró a un rincón con los dos
silenciosos jem’hadar.
–
Muy hábil, si me permite decírselo – prosiguió Garak señalando al vorta.
–
Los informes del Imperio eran bastante amplios en lo referente a la psicología
de los miembros del Dominion – explicó Zahn –. Y supongo que era la mejor
manera de bajar los humos a ese Weyoun. Por otro lado siempre es bueno tener de
aliados al jem’hadar. El Imperio no suele alabar a ninguna raza alienígena y si
lo hace suele hacerlo por buenas razones. Y de los guerreros del Dominion
hablaban muy bien.
–
El señor Garak además de ser el representante de la resistencia cardassiana
también participa en el grupo de inteligencia – explicó Deanna –. Por lo que me
han dicho estoy segura que se llevarán muy bien.
–
Le agradezco el cumplido, consejera – replicó Garak agrandando su sonrisa, si
es que aquello era posible –. Si me disculpan, he visto a alguien que quisiera
saludar.
Dicho
lo cual el cardassiano se alejó hacia donde se encontraba el doctor Bashir que
estaba con la consejera de la Defiant.
–
Y ahora me gustaría presentarle a la presidenta de la Federación y Comandante
Jefe de la Flota, y al responsable del Operativo Omega – indicó Deanna al ver a
su madre entrar en la sala acompañada por el almirante Paris.
Cuando
Zahn cruzó la mirada con Lwaxana Troi
notó como si esta le atravesara el alma. No fue una experiencia traumática,
aunque por un segundo se sintió completamente desnudo. Como si alguien viera
todos sus recuerdos, todos sus pensamientos y sentimientos, hasta los más
escondidos en su interior. Zahn recordó escenas ya olvidadas de su pasado y un
calor extraño que le envolvió. Hacía tanto tiempo que no se sentía tan
tranquilo como en aquel instante. Casi desde la infancia, cuando las cosas eran
sencillas y no había problemas, ni odio, ni sufrimiento.
–
Es un placer conocer a otro enemigo del Imperio – le dijo Lwaxana con dulzura,
esgrimiendo una gran sonrisa de satisfacción –. Aunque mi hija no me había
dicho que era usted tan apuesto.
–
Encantado – dijo todavía aturdido por la experiencia.
–
Almirante – prosiguió Lwaxana dirigiéndose a Paris en el tono de firmeza que
usaba cuando quería dejar clara su autoridad –. Me gustaría que la cooperación
con la Alianza Rebelde no tenga ninguna restricción por nuestra parte. ¿Lo ha
entendido? El comandante Zahn y su gente, tienen toda mi confianza como
Presidenta de la Federación.
–
Sí. Sí, claro, señora Presidenta, así se hará – contestó Paris sorprendido por
aquella petición, que ya sabía por su tono que en realidad era una orden
directa y sin discusión. El veterano almirante había conocido la reputación de
Troi de excéntrica betazoide,
también su menos, aunque importante, reputación como diplomática. Pero tras
aquellos días había descubierto una mujer extraordinaria, inteligente, dura y
con una fuerza interior contagiosa. Y estaba convencido que utilizaba sus
capacidades empáticas para incrementar aquella sensación. Tenía que admitir que
no podían haber encontrado un líder mejor en aquellas circunstancias, tenía una
visión de futuro clara, sabía lo que quería, como lo quería y como conseguirlo.
–
Si me quiere acompañar, me gustaría hablar con usted con más calma – le invitó
Lwaxana ofreciéndole el brazo a Zahn. Este lo miró y lo cogió. Por alguna
extraña razón estaba tranquilo y con ganas de charlar con aquella
extraordinaria mujer.
En
otro extremo de la sala Ajaan desvió la mirada y la atención de la conversación
que tenía con un simpático boliano.
Notó el contacto de Lwaxana y como se había producido un sutil cambio en el
interior de Zahn. Sonrió y se volvió de nuevo hacia el oficial federal, que le
estaba contando una rocambolesca historia sin mucho sentido.
Tras
la velada la iktotchi se le
despejaron las dudas que tenía sobre la alianza con las razas de aquella
galaxia. Durante la noche estuvo en contacto muy superficial con muchos de los
oficiales allí presentes y no descubrió nada que pudiera poner en peligro a la
Alianza. Eran seres unidos alrededor de ideales democráticos, de libertad y
fraternidad. Recordó que una vez la Antigua República había sido como ellos y eso le tranquilizó.
A
la mañana siguiente Zahn y sus oficiales se presentaron en el despacho de Jordan,
donde también estaba la comandante Archer,
el teniente Biwik y el jefe Masur. Iban a celebrar una reunión con el resto de
oficiales de la Alianza Rebelde para concretar las diferentes normas de
utilización de las instalaciones. Las cuales estaban siendo utilizados tanto
por la flota, como por los klingons, los romulanos, el dominion y ahora también
por la Alianza Rebelde. Estas se referían a la responsabilidad y derechos de
utilización del material pesado y del distinto equipamiento, así como prioridades
de vuelo. Todas eran básicas y la reunión transcurrió franca y fluida en ambas
direcciones. Las fuerzas rebeldes estaban acostumbradas a la austeridad y con
poco se conformaban y la posibilidad de poder acceder a los replicadores
industriales para obtener las piezas de repuesto que necesitaran los cazas, fue
un gran aliciente para Chatto, el jefe de mecánicos, que desde el momento que
habían abandonado a la Far Star esta
había sido la preocupación que había llevado de cabeza al toydarian.
Aquella parte fue rápida y
satisfactoria a todos los bandos. Sobre todo a Jordan, ya que no podía decir lo
mismo con los otros con los que había hablado de ese mismo tema. Si con los
klingons aquellos mismos acuerdos también había sido fáciles de solucionar, no
había ocurrido lo mismo con los romulanos, que habían exigido ciertas normas de
seguridad en lo tocante a lo que consideraban su “parte” de la base. O con el
jem’hadar que apenas sí se había molestado en darle alguna explicación cuando
querían algo, simplemente lo cogían. Suerte que los reducidos restos del
Dominion casi nunca utilizaban sus instalaciones.
Mientras
Chatto y los pilotos de los caza se dirigían con Jordan hacia los hangares, el
resto de oficiales de la alianza acompañaron a Archer hasta el complejo utilizado
por la Inteligencia de la Flota Estelar, que estaba situado en uno de los tres
edificios gemelos que se habían construido cerca del edificio del control de
tráfico de la base. En la entrada les esperaba teniente Zola, que tenía una
melena y unos largos bigotes también blancos.
Les condujeron hasta una sala de
reuniones del tercer piso, donde les esperaban el resto de oficiales: el
teniente comandante Elias Vaught un
veterano oficial experto en táctica,
la teniente vulcana T’Lara
encargada de descodificar las comunicaciones imperiales y el teniente Dudley
Rawlinson responsable de los interrogatorios a los prisioneros. Tras las
presentaciones tomaron asiento alrededor de una larga mesa, los oficiales de la
Flota en un lado y los de la rebelión al otro.
Lo primero que hizo Archer fue
explicar a grandes trazos que tras la activación del Operativo Omega se habían
formado diversos grupos, como el que se había instalado en Laredo, momento en
que había estado reagrupando sus fuerzas. La mayor parte de estas habían sido
derrotadas en grandes batallas, pero también había muchas naves supervivientes
y otras en misiones científicas y de exploración se estaban usando todos los
recursos de los que disponían en localizadas para que se unieran a ellos.
También se estaba reconstruyendo el Consejo de la Federación para que contara con un representante de cada planeta miembro, y así que la resistencia fuera además de armada, también política
y diplomática. Para ello las órdenes de la Presidenta era unir los esfuerzos
con todas las potencias atacadas por el Imperio: klingons, romulanos, el dominion y el frente de liberación cardassiano que luchaba contra el legado Broca, aliado del Imperio. Pero no querían
detenerse allí y a medida que fueran iniciando acciones ofensivas querían
extender aquella alianza con otras potencias de la galaxia, como los ferengis, los tholianos, los gorns,
los son’a, incluso con los breen, que hacía poco se habían involucrado en la guerra junto al Dominion. Así como cualquier raza o
planeta agredido por el Imperio o que pueda ser atacado por este, más tarde o
más temprano.
Hasta aquel momento la Inteligencia
de la Flota se había centrado en organizar redes de información por todo el
territorio ocupado. Así como averiguar todo con respecto a él. Escuchaban sus
comunicaciones y movimientos, estudiando su tecnología para encontrar sus
puntos débiles. Antes de que desataran sobre ellos la invasión se desconocías
completamente su existencia: su estructura, su tecnología, sus tácticas, su
psicología. En cambio ellos parecían conocernos perfectamente, tras
observándonos desde hace años. Por lo que estaban haciendo todo lo posible para
dar la vuelta a aquella situación. En los últimos meses se habían apoderado de
varias de sus naves, así como material de todo tipo: desde androides, armas a
vehículos. De manera que poco a poco estaban obteniendo una visión bastante
amplia del poder y de las características de sus fuerzas. Otra fuente importante
de información han sido los prisioneros hechos a lo largo de algunas
incursiones, de manea que tenían una idea bastante clara de su psicología y de la
forma de pensar de su común enemigo.
– Aun sí nuestros recursos son limitados, así
como la información que poseemos – concluyó Archer –. Ahora nos podemos
conformar con misiones de rescate, como la que estábamos realizando cuando nos
encontraron, más adelante queremos planear operaciones de mayor escala. Espero
que con su ayuda podamos acortar ese tiempo.
– Como acordamos con el capitán
Picard – intervino Zahn –, les ponemos a su disposición toda la información y
nuestros conocimientos sobre el Imperio. Los datos informáticos ya fueron
transferidos al ordenador de la Enterprise.
Por otro lado también colaboraremos con ustedes transmitiéndoles toda nuestra
experiencia. Como ya sabrá, yo pertenecía al ubictorado, el departamento de inteligencia imperial, antes de desertar y unirme a la rebelión, de manera que
conozco muy bien sus métodos. Sobre todo los de contrainteligencia. Usted misma
ha dicho que hace años que les observan, seguramente tendrá gran cantidad de
agentes infiltrados en todas las capas sociales, incluyendo sus fuerzas
armadas. Si me deja darles el primer consejo, será mejor que revisen todos sus
sistemas y a la gente que rescatan. No me extrañaría que introdujeran entre
esos prisioneros a agentes encubiertos. Incluso sin que la propia persona
conozca su verdadera misión. Les haré un informe sobre sus métodos más
habituales.
– Se lo agradeceremos.
– También contamos con una de las
máquinas descodificadoras de más alto nivel del Imperio, capaces de romper los
códigos de las comunicaciones y scandocs enviados a través del hiperespacio – explicó
Zahn. Antes de la partida de Moritz habían acordado en ofrecer el
descodificador una vez descubrieran más cosas sobre la Federación, pero aquella
noche Zahn le había dicho a Ajaan que no quería esperar más y la iktotchi había estado de acuerdo en
compartirlo –. De mi gente el teniente Al-Ger-To es uno de los mejores
criptógrafos con los que he tenido el privilegio de trabajar. Estoy seguro que
sus conocimientos les serán de mucha utilidad y si le dejan acceso a sus
computadoras, no me extrañaría que pronto estuviéramos descodificando mensajes
de alto nivel.
– La presidenta Troi nos ha ordenado
que usted y a su gente no tengan restricciones en el acceso a la información y
a los recursos. Así que no habrá ningún problema. El teniente Zola le
acompañará a Descodificación – dijo Archer dirigiéndose al criptógrafo cereano –. En ese terreno aún no hemos
podido romper sus comunicaciones, así que seguro que con su ayuda podremos
empezar a descodificar sus mensajes.
– Además de esto la experiencia de
mis oficiales está a su disposición. El teniente Drahk conoce muy bien el
Ejército Imperial: sus tácticas y su equipamiento. Por otro lado Ajaan y
Nierval lo harán en cualquier aspecto de la Armada. Y el cabo Chatto está ansioso en ayudarles en todo lo
relacionado con la tecnología.
– Podríamos empezar con el material
que capturamos – indicó Vaughn –. Sus impresiones nos serán de mucha utilidad.
Más adelante empezaríamos con las tácticas que utilizan las fuerzas imperiales.
– Y aunque Jonua sea algo joven,
también conoce todas las técnicas y formas de actuar del ubictorado. Sabe todo
lo que yo sé sobre este tema – prosiguió Zahn con cierto orgullo.
– También me gustaría que me
asesoraran a la hora de interrogar a los prisioneros – indicó el teniente
Dudley Rawlinson –. Al conocer su mentalidad mejor que nosotros, nos podrían
asesorar para sacar la mayor información posible y discernir cual es pura
intoxicación. Además estamos trabajando en un proyecto a largo plazo para
cuando capturemos a un número mayor de oficiales de alto rango.
– Cuente con ello – respondió Ajaan
solemne.
No
lejos de allí se estaba celebrando otra reunión. Estaba formada por el almirante Paris, la presidenta Troi y los capitanes Picard,
DeSoto, Rixx y Sisko.
–
Regresaré hoy mismo con la Daedalus
para reunirme con los almirantes Nechayev
y Toddman. Tan solo tengo palabras
de elogio hacia todos ustedes y el trabajo que han hecho aquí – dijo Paris –.
Sinceramente no esperaba esto y su experiencia nos anima a todos continuar
resistiendo. Su ataque a los campos de prisioneros ha sido un grandísimo éxito
al rescatar a muchos de nuestros compañeros y aliados. Aun así tan solo es el
principio. Hemos de trabajar mucho para expulsar de nuestra galaxia esta plaga
infecta que representa el Imperio.
»
La presidenta Troi se reunirá conmigo en los próximos días, mientras en breve
la almirante Nechayev vendrá a Laredo para coordinar las primeras acciones
contra nuestro enemigo. Por ahora continuaremos reagrupándonos para acumular
fuerzas para devolverles el golpe a nuestros enemigos. También queremos, tras
la liberación de algunos altos mandos, reorganicemos nuestras fuerzas para
coordinar nuestros esfuerzos mejor, pero por ahora no quiero tocar la
organización que han creado en Laredo y el grupo que formará el capitán Rixx.
La Federación y la Flota Estelar están en deuda con todos ustedes.
»
Presidenta Troi, todos los esfuerzos de la Flota están ahora concentrado en
reunir al Consejo de la Federación.
Y en cuando llegue haré los preparativos para que pueda unirse a nosotros.
–
Gracias, almirante – respondió Lwaxana, sabedora de que Paris estaba resignado
a ello.
– Caballeros, lo dicho. Todos
estamos en deuda con ustedes.
USS
Phoenix
Picard había quedado a cenar
con un viejo amigo: el capitán Argen de la Phoenix. Durante la noche anterior
Argen se había acercado a quien fuera su superior a bordo del Stargazer
y le había invitado a bordo. A Picard le agradó la idea, ya que siempre se había
llevado muy bien con el tiburon, con
el que compartían la afición a la arqueología. Incluso había estado a punto de
coincidir a bordo de la Enterprise-D,
ya que su nombre estaba en la lisa final de candidatos a convertirse en su
primer oficial, aunque al final William Riker se había llevado el puesto. Le
habían ascendido a capitán y asignado al mando de la Phoenix tras el incidente en que el capitán Benjamin Maxwell había iniciado una pequeña guerra sin autorización
contra los cardassianos al creer que estaban preparando un nuevo ataque contra
la Federación. Pero para entonces ya se había firmado un tratado de paz y como
no tenía autorización Maxwell fue relevado de su puesto. Era un momento
delicado debido ya que la Flota no quería que el castigo recayera en una
tripulación honorable cuyo único pecado había sido seguir a uno de los mejores
capitanes de las Guerras contra Cardassia. Y por lo que sabía Picard, Argen se había ganado el respeto de
la Phoenix y su dotación en poco
tiempo. Algo que tampoco le extrañó: el tiburon era un gran oficial y un
diplomático nato.
–
Bienvenido a mi pequeño hogar – le recibió Argen con una gran sonrisa. La
estancia tenía muchas flores y en las paredes colgaban cuadros con paisajes de Tiburon y varios objetos arqueológicos
del Imperio T’kon, en que Argen era
un experto. Ya de joven tenía fama de abierto y alegre, así como de buen
navegante como había demostrado en muchas ocasiones.
Se
sentaron en la mesa y Argen empezó a servir el primer plato: una ensalada de algas, que según
explicó él mismo cultivaba en los laboratorios
acuáticos a bordo de la Phoenix y que
cocinaba basándose en una vieja receta de su abuela. Le siguió otra
especialidad de Tiburon a base de ostras crudas, todo ello regado con un vino
francés que Picard había traído consigo. Durante toda la comida hablaron de los
tiempos a bordo del Stargazer y de
días más felices.
– Hizo un buen trabajo en FGC-367444
– le dijo Picard al final refiriéndose al asalto del campo de prisioneros
imperial.
– De eso quería hablar – replicó
Argen de golpe meditabundo. Su expresión se ensombreció y se levantó, empezando
a caminar por la habitación –. Desde que salí de esa planeta he estado
preocupado y quería hablar con alguien con quien tuviera toda mi confianza. Y
ese es usted. Serví a sus órdenes y conozco bien su intachable reputación.
Incluso me atrevería a decirle que siempre le he admirado y ha sido la
referencia de mi carrera – Argen se detuvo y se quedó mirando a Picard.
»
Lo que le voy a explicar ahora tan solo lo saben tres oficiales a bordo de esta
nave. Mi segundo y el comandante Wenok, el oficial táctico que lideró el asalto
al campo de prisioneros. Allí uno de los oficiales recluidos se identificó como
miembro de la Sección 31. ¿La
conoce?
–
Sí – replicó Picard entendiendo la preocupación de Argen –. Antes de la
incursión borg al sector 001 estuve involucrado en una de sus operaciones en el
Imperio Romulano. La almirante Batanides
ha intentado desenmascararlos, pero sin éxito.
–
Yo no la conocía – admitió Argen –, pero sí el comandante Wenok, en el que
confío plenamente. ¿Es tan peligrosa como dice?
–
Desgraciadamente, sí – contestó Picard. La Sección 31 era una agencia secreta
de inteligencia de la Federación, pero no respondía ante ninguna ley de las que
se cimienta Federación o la Flota Estelar. No había ninguna mención oficial de
su existencia y solo era responsable ante sí misma de sus actos, con el único
propósito de investigar e identificar lo que ellos mismos denominaban los
peligros para la Federación y tratar esas amenazas utilizando cualquier recurso
o táctica, incluyendo aquellas que eran ilegales o amorales como el asesinato o
el chantaje. La Sección 31 es lo más parecido al Tal Shiar romulano o a la Obsidian Order candassiana, que a otra cosa.
»
Podríamos decir que son el lado oscuro de lo que representa nuestro uniforme.
–
Yo aprendí de usted el significado de llevar estos colores, este símbolo sobre
el pecho. Solo de pensar que hay hombres que lo llevan y lo mancillan con sus
actos…
–
¿Dónde está ese oficial?
–
Confinado en una de las cabinas de a bordo. Pero aún no le he dicho el motivo
por el que este oficial se identificó. Parece que conoce la existencia de una
base de la Sección 31 con naves intactas y planamente operativas con tecnología
del futuro, de las que nadie sabe nada.
–
Quiero ver a ese hombre.
Argen
condujo a Picard hasta una de las cabinas más apartadas de la Phoenix, frente a cuya puerta había un andoriano apostado, con una pistola phaser al cinto, algo extraño a bordo de una nave estelar que no se encontraba en situación de combate.
–
Le presento al teniente comandante Wenok – dijo Argen ante la puerta.
–
Es un honor conocerle capitán Picard – replicó el andoriano, inclinando sus
antenas en símbolo de respeto.
Picard
asintió y este se retiró, abriendo la puerta. Los tres oficiales entraron en la
cabina. En su interior había un teniente con el uniforme dorado de ingeniero.
Al verles entrar se levantó de la cama donde estaba estirado y se colocó firme
en medio de la estancia.
–
Identifíquese – le indicó Picard severo.
–
Teniente David Gentry, número
99B3278. Último destino División de Tecnologías Avanzadas, en la Tierra.
–
¿Qué relación tiene con la Sección 31? – prosiguió Picard. Gentry se quedó
callado unos instantes, pensando si contestar aquella pregunta.
–
Pertenecí a una célula de ingeniería. Mi trabajo consistió en modificar tres
naves estelares con tecnología ofensiva de destrucción masiva no aprobada por
el Consejo de la Federación. El
objetivo de estas naves era enfrentarse al borg…
– Gentry dudó por unos instantes antes de continuar – si la Flota Estelar era
incapaz de detenerlos, señor.
–
¿Dónde se encuentran en este momento esas naves?
–
En una base secreta excavada en el interior de un asteroide – volvió a dudar
por unos instantes, pero se había identificado para proporcionar su existencia
y que sirvieran para liberar a la Federación de su ocupación – en el sistema
PJ-3476, sector 34564.
–
¿Qué tipo de naves son?
–
Tres fragatas de la clase Nova. Modificadas en su
armamento y propulsión.
–
¿Sabe si han sido utilizadas?
–
Yo hubiera tenido que ser el ingeniero jefe de una de ellas. Pero mi célula no
fue activada. Lo dudo.
–
Estaba preso del Imperio, ¿les indicó esta información?
–
¡Soy un patriota! – respondió altivo Gentry –. Todo lo que he hecho ha sido
para proteger a la Federación. Si el Consejo no era capaz de prepararse a fondo
para una amenaza como la del borg, alguien tenía que hacerlo…
–
¿Pero usted sabe con quién está hablando? – intervino Wenok con severidad,
quien se quedó mirando a Picard –. Disculpe, señor. No quería interrumpirle.
–
No se preocupe. Aunque el teniente no ha respondido a mi pregunta – continuó
Picard.
– No. Para el Imperio era un
ingeniero más y aún no había sido interrogado.
– ¿Qué más sabe de la Sección 31?
– Nada más, señor. Se trabaja en
células. Nadie sabe lo que hacen las demás, ni cuantas hay. Yo solo sabía lo de
esas naves y la base, porque trabajé en ellas, señor – indicó Mitin más
cabizbajo.
– Permanecerá aislado a bordo de la Phoenix, teniente Gentry. Y ya veremos
lo que haremos con usted – le indicó Picard y tras lo cual salió de la cabina,
acompañado por Argen y Wenok.
– ¿Qué piensa hacer ahora? –
preguntó Argen en el pasillo.
– No lo sé – respondió Picard
pensativo.
Deep Space
Nine
Lepira salió a la promenade
llena de gentío y se dirigió hacia sus oficinas. Allí se encontró con su socio
Hazar Bern. Cuando creó su tapadera había necesitado elementos reales para
hacer ocultar a todo el mundo sus verdaderas intenciones, de manera que había
comprado una pequeña sociedad ya existente. Por aquel entonces esta solo tenía
una pareja de viejos cargueros bajo el control de un antiguo resistente bajorano con numerosos
problemas económicos por culpa de las constantes averías de sus anticuadas
naves. Desde entonces este siempre había pensado que Thomas Zepelin era uno de
aquellos terrestres errantes, que había ganado dinero en algún remoto lugar de
la galaxia, invirtiéndolo un negocio tranquilo sin retirarse del todo. Bajo el
nuevo propietario la compañía no tardó en adquirir más naves y conseguir
contratos de transporte muy lucrativos convirtiendo a Hazar-Zepelin Corporation en una de las empresas logísticas más
importantes del sector. Y aunque Hazar ignoraba completamente la verdadera
naturaleza de la empresa como operativo del ubictorado, sí conocía bien uno de sus negocios, en el que
participaban con el mismo entusiasmo: la ayuda en armas al maquis.
La familia de Hazar había sufrido
mucho durante la ocupación y todos sus seis hermanos, incluyéndose a él mismo,
habían luchado contra la ocupación cardassiana. Ahora solo quedaban dos, el mayor que era general de la Milicia Bajorana y él. El resto habían dado su vida
por la libertad. La idea de avituallar al maquis había partido de Lepira, pero
Hazar le había parecido magnífica enseguida y se había involucrado
intensamente, proporcionando ciertas informaciones que había podido averiguar
gracias a su hermano. Aunque normalmente residía y trabajaba en las oficinas
centrales que la compañía tenía en Bajor,
aquel día se había trasladado a Deep
Space Nine para ultimar unas negociaciones y hablar personalmente con su
socio sobre diversos temas.
Los dos entraron en el despacho que
había al fondo de la sala y Lepira le ofreció raktajino, que Hazar aceptó con agradado. Las conversaciones entre
ambos siempre eran animadas, los dos hombres se caían bien y su relación
siempre había sido cordial, sobre todo tras sus “negocios” con el maquis. Hazar
solía encargarse de la administración diaria de la empresa y de la negociación
de algunos contratos con el personal local, como el que le había llevado
aquellos días hasta la estación espacial.
– Ya he acabado las negociaciones
con el capitán Rinnak Pire del Neru – anunció Hazar con satisfacción –
Un hombre duro de pelar. No ha sido fácil comprar su nave, pero al final ha
cedido. Como usted dijo si le garantizábamos que su tripulación no se tocaría
accedió a trabajar para nosotros.
– Magnífico. Dicen que mientras
sirvió con la milicia fue uno de sus
mejores comandantes navales.
– Sí, y no exageran. Mi hermano me
dio muy buenas referencias cuando le comenté que estábamos intentando
contratarle. Aunque ya estuviera retirado, participó con su nave en el bloqueo
a la luna de Derna durante el
incidente con los romulanos el año pasado.
» Pero mañana firmaremos el contrato
y empezará a trabajar para Hazar-Zepelin
Corporation.
– No puede llegar en mejor momento,
según me han dicho en breve se relajarán las exigencias imperiales sobre
convoyes, ya empezaban a volver a ganar dinero. También tendremos las manos más
libres para otro tipo de viajes.
– Eso nos podría venir bien, Teero quiere participar tanto en la
resistencia bajorana como luchar junto al maquis
– Interesante. ¿El buen amigo Teero
quiere jugar en los dos bandos?
– Como te dije está montado una
célula, de mayoría bajorana, pero tras la captura del maquis a la nave
imperial, necesita más armas y naves para desplazarse por la Zona Desmilitarizada.
– ¿El resto de la resistencia
bajorana está de acuerdo con Teero? Si recuerdo bien la asamblea de vedeks le expulsó.
– El odio hacia los cardassianos le
consumía – explicó Hazar –. Cuando se fundó el maquis lo vio como una manera de
continuar esa lucha. Y como miembro de su contrainteligencia descubrió
numerosos agentes cardassianos y de la Flota Estelar. Pero ciertamente no todos
están conformes con estrechar lazos con el maquis. Nadie quiere la presencia
imperial en el planeta, ni tan cerca del Templo Celestial, pero todos los grupos se han puesto bajo las órdenes de Shaakar.
– Por mí parte no tengo
inconveniente en proporcionarle armas y transportar a su gente a algún punto de
la Zona Desmilitarizada – respondió y luego se quedó pensativo un tiempo y
prosiguió como si pensara en voz alta –. Y aunque en Bajor no se vea con buenos
ojos las intenciones de Teero, sería bueno que se crearan lazos con el maquis.
Tal vez la lucha contra cardassianos no esté tan alejada de la del Imperio.
Estos les suministran muchos recursos. También estaría bien conectar todos los
grupos aislados del maquis. Si no, serán aplastados de nuevo. Tal vez
necesitemos la ayuda de alguien que también esté en disputas con los
cardassianos.
– ¿Los breen? – dijo inquisitivo
Hazar.
– Había pensado en ello. El Imperio
quiere formalizar las comunicaciones con su Confederación. Si conseguimos ese contrato, nuestro trabajo se
facilitaría mucho. Tendrás que averiguar quién es el responsable de esa
concesión y preparar un buen paquete de regalos.
» ¿Además del grupo de tu hermano,
el de Orta y el de Teero, se han
organizado más células de la resistencia bajorana?
– Hay otros grupos que empiezan a
organizase en las provincias de Hedrikspool,
cerca de la capital y en Dahkur,
pero allí apenas queda nadie de la antigua célula de Shakaar para liderar a los jóvenes, aun así se han empezado a preparar
para luchar. Hace poco estuvo LenarisHolem como enviado del primer ministro y se entrevistó con mi hermano, esta
vez Bajor no está solo y nos coordinaremos con la que ha formado la Federación.
Hazar tomó el siguiente transporte a
Bajor y Lepira continuó inmerso en repasar los documentos que tenía sobre el
escritorio durante algún tiempo. Tenía que entregar un informe sobre los
movimientos de resistencia en varios planetas cerca del sector Beloti. Así como leer otros referentes a los cardassianos y
a las escaramuzas que estaban teniendo con los breen. La tensión entre las dos potencias era cada vez mayor y era
un asunto en el que debía poner mucha atención.
A la hora de cenar dejó todo el
papeleo y salió en dirección al bar de Quarks. Siempre había mantenido al ferengi
como una fuente secundaria, utilizada sobre todo por sus agentes encubiertos y
que desconocían para quien realmente trabajaban. La razón era la extraña
relación amor y odio que parecía tener con el condestable Odo, de quien el agente
del ubictorado se había cuidado de
mantenerse bien alejado desde el primer momento. El metamorfo era un ser muy inteligente y sobre todo muy peligroso
para sus propósitos, por eso en todos aquellos años el centro neurálgico de su
red había sido el planeta Bajor, más que la estación de Deep Space Nine. Aunque siempre había tenido muy buenos contactos y
conocía lo que sucedía en ella con gran detalle.
Pero desde el encuentro con Kasidy, aquel barban orejudo le había
empezado a tratar de una manera más considerada. O simplemente porque ahora
recalaba más en la estación y como propietario de una importante empresa de
transporte, el orejudo ferengi quería congraciarse con él, viendo en él un
futuro socio para obtener beneficios. Y aquella noche no fue una excepción.
– Aun no ha llegado la señora Yates
– le dijo al entrar en el local, que estaba abarrotado de toda clase de
individuos. Desde oficiales y soldados imperiales fuera de servicio, hasta los
más pintorescos seres de aquella galaxia. Y para sorpresa de Lepira, distinguió
entre los jugadores de dabo un cabeza de martillo.
– ¿Un cliente nuevo? – le preguntó
al ferengi señalando al ithoriano.
– Es un comerciante que ha llegado
hoy de su lejana galaxia – contestó Quark sirviendo una copa a su invitado y a
él mismo –. Cada vez hay más naves de transporte procedentes de ella, era de
esperar que empezáramos a ver a otros que no sean imperiales. Parece les que
les utiliza para transportar sus equipos entre grandes distancias gracias a su
tecnología del hiperespacio. Mientras gasten aquí sus créditos serán
bienvenidos – el ferengi miró por un instante a Lepira –. Esperemos que no sean
una amenaza para usted ni su negocio. Aunque para mí tan solo son nuevos
clientes.
Kasidy entró por la puerta poco
después acompañado por Kilby, uno de sus tripulantes, los cuales se rotaban
para que nunca estuviera sola desde que había sido arrestada. Esta le sonrió al
verle y Lepira pensó que estaba frente de una de las mujeres más hermosas de la
galaxia. Llevaba un traje rojo que no ocultaba su incipiente embarazo.
Lepira se acercó y le tendió el
brazo, acompañándola hasta la holosuit donde ya estaba conectado el programa de
Vic. Era el aniversario de Kasidy y su tripulación y otros muchos amigos le
habían preparado una cena en el casino holográfico.
Laredo
Picard
sabía que la única manera de desenmascarar a la Sección 31 era hacerla pública, mostrarla a todos tal y como era.
Así que convocó una reunión con los miembros de la Federación del consejo,
donde Argen relató
lo que el ingeniero le había relatado sobre las tres naves y la base donde se
guardaban.
–
No me lo puedo creer… – dijo Whatley tras escuchar el relato del capitán de la USS Phoenix.
–
Pues créalo. No es la primera vez que me encuentro con esa organización –
replicó Sisko, que había permanecido en silencio –. Hace dos años intentaron
enrolar a mi oficial médico, el doctor Bashir en sus operaciones encubiertas, y
los volví a encontrar poco antes de la invasión. Todos ustedes conocen la enfermedad que ha afectado a los Fundadores: la información que tengo es
que los responsables de crear e inocularla a través fue la Sección 31. Lo que
representa el genocidio de todos los individuos de una especie inteligente. Los
esfuerzos del doctor Bashir fueron saboteados por las más altas esferas de la
Flota Estelar, por lo que su infiltración en estos son muy profundos.
– En ocasiones en inteligencia
aparecían informaciones que no acababan de explicar de dónde salían… – comentó Archer pensativa cuando Sisko acabó de
hablar –. Siempre han corrido rumores de que existía una agencia de espionaje
no oficial. Pero esto es… asesinatos, genocidios.
– Alguien dijo una vez que el “patriotismo es el último escondite de los
canallas” – dijo Jordan –. Y por lo que han dicho
todo lo que hace esa Sección 31 es por patriotismo, para proteger la
Federación. ¿No creen que sin ellos nos las hemos arreglado bien?
» Yo lo que me pregunto es cómo es
posible que nadie supiera nada de esas naves – se preguntó finalmente.
– No es imposible – dijo Harzel
reflexivo mientras todos le miraron con atención –. Construíamos centenares de
naves cada año y a la vez. Utopia Planitia, 40 Eridiani-A o Antares tienen decenas de diques secos
cada una, con el mismo número de naves en diferentes fases de ensamblaje o
alistamiento y reparación. Muchas se construyen en una instalación y se acaban
de alistar en otras. Las más pequeñas son casi prefabricadas: el casco, los
motores, el ordenador se fabrican en distintos puntos de la Federación para
acabar encajándolos como en un puzle en otro.
» Conociendo el sistema y los
protocolos, teniendo los accesos adecuados a nuestros propios ordenadores que
parece tener esa Sección 31, tan solo es un juego burocrático. Piezas con
números de serie que se repiten, otras que simplemente desaparecen de los
bancos de datos. Un código de seguridad y nadie recuerda si en una factoría se
han construido cinco mil o cinco mil una. Sin decir que con un replicador industrial
podemos obtener cualquier pieza que uno desee. Pensándolo mejor, es
relativamente fácil.
– Una organización semejante en la
Federación… Es una vergüenza para todos los que vestimos este uniforme –
intervino DeSoto –. Pero ahora
tenemos otros problemas más grabes. Ese hombre dice que hay tres naves y una
base de la que no hay ninguna referencia, ¿no? Bien, utilicémoslas.
» Siento parecer tan práctico. Pero
nuestra situación no merece otra cosa. No olvidemos que el Operativo Omega está
por encima de nuestras leyes – puntualizó DeSoto –. Siento decir esto, pero
nuestra situación es… ¿Desesperada?
– Bueno, según ese ingeniero están
en buen estado – recordó Archer –. Y la verdad, no
creo que tenerlas bajo nuestro control nos hiciera ningún daño. No ese armamento
ilegal que tienen, pero coincido con el capitán DeSoto.
–
¿Y cómo piensan hacer eso? Ir allí hasta su base y decirles que queremos coger
esas naves – preguntó Jordan.
– Podría ser tan fácil como eso. Si
el Imperio no ha dado con ella… ¿Qué iban a hacer? Resistirse contra una fuerza
legítima de la Flota Estelar – dijo DeSoto.
» Propongo enviar una de
nuestras naves hasta ese sistema he investiguen su
situación. Y ya que el capitán Sisko parece tener más experiencia con la
Sección 31, podría ser el quien fuera a bordo de la Defiant y si llegara el caso ocupara la base y esas naves.
–
No tengo ningún inconveniente – contestó Sisko –. Aunque si fuera me gustaría
ir acompañado.
–
Esa organización es peligrosa, pero no creo que les atacaran, aun así una
fuerza abrumadora les quitaría las ganas de hacer nada estúpido – aceptó Picard
–. Mientras tanto hablaré con la Presidenta Troi, hemos de hacer todo lo posible para desenmascarar los crímenes de la
Sección 31 y destruirla para siempre.
–
En eso estoy de acuerdo con usted – afirmó Sisko –. No creo que se merezcan
llevar el uniforme de la Flota Estelar.
Tiburon
Los
soles teñían el cielo y las nubes de naranja mientras descendían lentamente en
el horizonte. El planeta, también conocido como el de las 10.000 islas, muchas
de ellas rodeadas o conectadas por arrecifes que emergían de un océano poco
profundo, se sumía de nuevo en las tinieblas de la noche. Su capital estaba
situada en una gran bahía natural que se internaba en el océano en una
infinidad de pequeñas islotes conectados entre sí por amplias avenidas, plazas
y jardines, salpicadas por altos complejos de edificios de cristal y acero. La
ocupación por el Imperio se había realizado con rapidez después de que su
gobierno hubiera pedido a la Flota Estelar no defenderlo para para evitar la
destrucción y la muerte de miles o millones de vidas inocentes. Las primeras
tropas en llegar fueron la 86ª División Acuática y la 483ª Brigada de
Infantería Repulsora se habían desplegado en la superficie y por debajo de las
aguas, apoderándose de las instalaciones de mantenimiento orbital y del planeta
de la Base Estelar 147. Pero estas solo iban a ser las primera unidades en ser
enviadas al planeta para la implantación del Nuevo Orden. Poco después se anunció la ubicación del cuartel
general y todos los efectivos del 31º Grupo de Ejército Imperial. Se requisaron
amplias zonas de la capital para construir las instalaciones logísticas y de
mantenimiento de la fuerza de combate, así como las grandes plataformas para albergar
las esféricas de las naves núcleo de las antiguas naves transporte neimoidianas. La elección de Tiburon no había sido hecha al azar: el planeta tenía una sociedad
pacífica y próspera que no intentaría enfrentar a su nuevo dueño, por otro lado
estaba situado en el centro del territorio de la Federación y la densa
superficie permitía albergar las grandes y vetustas utilizadas por las fuerzas
imperiales.
Rotge
Klement observaba la espectacular puesta de sol desde el balcón del apartamento
que ocupaba en las antiguas instalaciones planetarias de la Flota Estelar.
Cuando había ocupado su nueva residencia había encontrado ropa y los
tradicionales tocados delta que se
ponía en su calva cabeza de su anterior ocupante, un suboficial jefe de
mantenimiento. Los había guardado con sumo cuidado junto al resto de sus
pertenencias como las holofotografías de su familia, esperando que algún día
pudiera regresar para recuperarlas.
Mientras
contemplaba los soles esconderse tras el horizonte liso del océano, entró Iain
con una sonrisa que indicaba su triunfo en su misión.
–
Ya tenemos concedida nuestra excursión espacial – anunció con satisfacción. En
aquel momento parecía un niño pequeño que hubiera ganado el premio de la clase
–. Te dije que el capitán Norel tiene un miedo atroz a saltar al hiperespacio
en esta galaxia. Cuando le he dicho que así podríamos comprobar la cartografía,
nos ha autorizado el uso de una lanzadera mañana.
–
Yo creo que simplemente sabe lo nuestro y piensa que así podemos hacerlo en
gravedad cero y se siente culpable por acostarse con la oficial de ingeniería –
le contestó Rotge entrando en la estancia y cerrando la puerta de cristal del
balcón –. Aun así sigues siendo el mejor espía de esta galaxia.
Dicho
lo cual le abrazó y le besaron en los labios.
–
¿Qué has preparado para cenar? – preguntó Iain lanzando la gorra al sofá y
sentándose en él, mientras se desabrochaba la cazadora gris de su uniforme.
–
Un pescado, no se pronunciar su nombre, tiene múltiples aletas, pero me han
dicho que con salsa de algas ornas, está muy apetitoso.
–
¿No te cansas de pescado? – replicó Iain con desgana –. Tienes un replicador de alimentos ¿Por qué no
tecleas los controles y que nos materializarse un jugoso plato de carne?
–
Lo que dices no es comida – protestó Rotge –, solo átomos de energía
convertidos en materia de sabor artificial. Mientras pueda no comeré nada que
no haya nacido del vientre de su madre o salido de la cáscara de un huevo.
Además, cocino muy bien.
–
Eso es cierno.
–
Me quedé este apartamento precisamente porque tenía cocina, que los Todos
Dioses bendigan al jefe Layed por su instalación. Ya he hecho la salsa, así que
prepararé el horno. Tú mientras, haz algo útil y prepara la mesa.
–
Pues replicaré los platos – rio Iain entre risitas mientas se levantaba del
sofá –. ¡Además, hoy he conseguido la lanzadera!
–
Y un día toda esta galaxia te lo agradecerá con estatuas de veinte metros, pero
ahora: la mesa – le indicó esgrimiendo una sonrisa de satisfacción y se dirigió
hacia la pequeña cocina y conectó el horno eléctrico.
–
¿Crees que funciona ese aparato tuyo? – preguntó Iain después de cenar, su
cabeza reposaba sobre el pecho de Rotge y el apartamento estaba iluminado
solamente con varias velas, con la botella de vino de berengaria vacía.
Klement
sabía a qué se refería. Con el viaje del día siguiente sería el tercer mensaje
que enviaba para intentar contactar con la Alianza
desde que había llegado a aquella galaxia. Y ninguna de las anteriores
ocasiones había obtenido respuesta alguna. El proceso era relativamente
sencillo: en el momento de acelerar al hiperespacio
se enviaba una señal de comunicaciones en una frecuencia específica. Esta era
ocultada por la distorsión espacio-temporal que se generaba al entrar en la
dimensión hiperespacial y era indetectable al aparecer como un eco del efecto
natural. Pero un aparato conectado a esa frecuencia podría captarla e
interpretarla en cualquier parte del espacio en miles de años luz de distancia.
Para recibir la respuesta estaba establecido que debía conectar un receptor a
intervalos regulares durante los siguientes días. Este estaba escondido en un
droide elevador CLL-8 que él mismo controlaba y revisaba, nadie podría encontrar su
transmisor. Pero nunca había recibido contestación alguna. Aun así sabía que la
Alianza respondería, solo era cuestión de tiempo. No iban a permitir que la
gigantesca fuerza de Daran sometiera a la tiranía y a esclavitud del Emperador
o de quien usurpara su poder a millones y millones de seres de aquella galaxia.
Y cuando llegaran estaría preparado para luchar.
–
Quédate esta noche – le dijo Rotge mientras le acariciaba el pelo lentamente de
Iain. Como única respuesta afirmativa este ronroneó.
Continuará…
¿La imagen de Tiburon de donde es?
ResponderEliminarM. S.