lunes, 4 de julio de 2016

Crossover Star Trek - Star Wars. 20

Capítulo 6
Coalición
Segunda parte.


USS Phoenix

            Argen observó el planeta. Era el sexto de una estrella gigante amarilla sin ningún satélite en su órbita. Tenía un clima cálido con los polos helados, cubierto en tres cuartas partes por mares sin mareas y sobre estos retazos de nubes que cubrían las grandes islas y sus tranquilos océanos. Se encontraba en los límites explorados del cuadrante Alfa, en un sector cartografiado por la sonda Vega Diez. Era muy posible que si la Flota Estelar no hubiera estado defendiéndose del Dominion alguna de las naves de exploración ya hubiera llegado allí para buscar nuevas formas de vida y nuevas civilizaciones. Era un lugar hermoso, incluso se podría colonizar. Pero en aquel momento no pensaba precisamente en ello, sino en el campo de prisioneros que allí se había construido.
            – Detecto la instalación imperial – informó su oficial científico –. Está situada en una de las islas más grandes. Deben  de haber unas sesenta mil formas de vida. También hay dos naves en órbita.
            – En pantalla – ordenó Argen e instantes después aparecieron frente a ellos. Una era una fragata de escolta Nebulo-B, la otra era un transporte. Los técnicos vorta que habían llegado con Weyoun les habían informado de la tecnología que usaban para detectar las naves ocultas, así que lograron contrarrestar las medidas que tuviera el Imperio para descubrirles –. ¿Tienen los escudos alzados?
            – El transporte sí. La fragata no – contestó su oficial con una sonrisa en sus labios –. Detecto fluctuaciones en su parrilla de energía, es posible que tengan una avería.
            – Magnífico. Hemos venido a liberar a nuestros compañeros, pero también a capturar material de nuestro enemigo – comentó Argen al resto de la tripulación que estaba en el puente –. ¿No les parecen buenas esas dos naves?
            – Preferiría un destructor – comentó su primer oficial sonriendo.
            – Pregunte al capitán Satelk si puede ocuparse de los dos invitados inesperados – le indicó Argen. La Phoenix no estaba sola, también oculta tras el mando de la invisibilidad se encontraba el Jupiter y Hippocrates. A bordo de las naves estaban preparados diversos equipos de asalto listos para asestar el primer ataque contra el Imperio. Uno de estos, a bordo del Jupiter se había estado entrenando a bordo del Persilla sobre el manejo de tecnología enemiga.
            – Del transporte está despegando una lanzadera – informó entonces el oficial táctico –. Desciende hacia el planeta.
            – El capitán Satelk responde que es una conclusión lógica y que será un honor. También indica que su grupo de asalto se ocupará de las torres de vigilancia del perímetro.
            – Capitán Argen – dijo una voz por el comunicador –. Aquí el comandante Wenok, estamos listos. En cuanto bajen los escudos transportaremos el primer grupo.
            – Muy bien, comandante Wenok. En ese momento el Jupiter empezará el asalto a las otras dos naves – explicó el capitán de la Phoenix.
            » Capitán Argen a toda la tripulación – empezó tras presionar su comunicador –. Estamos a punto de iniciar la primera acción ofensiva de la Flota Estelar frente al invasor. Y por si fuera poco será para liberar a nuestros compañeros. No diré lo importante que es esta misión, sé que todos lo saben. Tan solo: buena suerte. Pero sé que no la necesitan. Argen fuera.


            Varias cubiertas más abajo del puente, el teniente comandante Wenok observaba la base imperial que aparecía en su pantalla táctica. Estaba enclavada en un frondoso bosque, junto a una cantera de carvanium, uno de los compuestos del duracero que usaba el blindaje de los casco de sus naves, donde sin apenas tecnología los presos trabajaban diariamente como esclavos. El campamento en sí estaba rodeado por una valla con una altura de diez metros y electrificada de alto voltaje y una pasarela fortificada dotada de torres de vigía cada cien metros. El interior del recinto a su vez estaba dividido por otra alambrada también electrificada con numerosas torretas a lo largo de la misma, con sus cañones dirigidos hacia el interior. En uno de los lados había una gran estructura de un hangar, junto a varias pistas de aterrizaje, donde se estacionaban cuatro lanzaderas de varios tipos. A su lado estaba el generador de energía del campo de fuerza y al resto del complejo. No lejos varios edificios de varias plantas y de construcción más sólida, parecían ser parte del complejo administrativo. Allí se detectaba una estación de comunicaciones y un buen número de sistemas electrónicos. Al otro lado de la alambrada, apuntadas por las torretas, había una serie de grandes barracas rectangulares donde se hacinaban los sesenta mil prisioneros. Según los patrones genéticos había vulcanos, andorianos, humanos y así hasta formar una lista interminable, la mayoría de razas miembros de la Federación.
            El plan original era transportar un equipo al planeta fuera del escudo de la base para que se infiltraran con equipos de aislamiento para observaciones culturales que tenían un camuflaje holográfico, lo que les harían virtualmente invisibles. Una vez dentro, aprovechando la entrada o salida de alguna de las patrullas que vigilaban la zona exterior de la base, destruirían el generadores de energía. Inmediatamente después el resto de grupos de asalto se materializarían y reducirían la guarnición.
            Pero la aparición de aquella lanzadera les hacía el trabajo más fácil y rápido. El primer equipo se transportaría en el mismo momento en que los escudos abrieran una brecha para dejar pasar a esta. Colocarían explosivos de ultritium en el generador y entonces el resto de grupos les seguiría. Un segundo grupo, liderado por él mismo, se encargaría de tomar el complejo administrativo, mientras que otro hacía lo propio del hangar y las pistas de aterrizaje. Finalmente el último grupo se haría cargo del recinto de prisioneros: liberándolos y entregándoles armas para que pudieran unirse al combate.
            Todos los pelotones de asalto estaban bien armados, cada hombre llevaba una pistola phaser y se habían distribuido rifles compresores diseñados para combatir al borg. También tenían como armas pesadas desintegradores isomagnéticos y lanzadores de pulsos de tetryon. Algunos tenían otras no reglamentarias como él mismo, que llevaba un cuchillo ritual ushaan-tor que había estado en su familia desde hacía centurias. Y que pronto volvería a probar la sangre de los enemigos de Andoria.


La Devout

            Le habían ordenado escoltar una de las naves de transporte hasta aquel remoto planeta y permanecer en él durante las siguientes semanas. Por fin les habían asignado el destino tranquilo que el capitán Ferin deseaba desde hacía tiempo. Tanto la nave como su tripulación estaban exhaustas y necesitaban un descanso. Como fragata de escolta de la clase Nebulon-B estaba pensada para luchar contra cazas, aparatos que desgraciadamente en aquella galaxia no eran muy usuales. Normalmente estaba destinado en los sectores del anillo interior como nave de protección de convoyes y control aduanero. Las misiones eran sencillas en las que se enfrentaban normalmente a piratas, que aunque violentos, no tenían disciplina ni táctica, de manea que se convertían en presas fáciles si eran lo suficientemente locos como para enfrentarse a ellos. En alguna ocasión se habían enfrentado a fuerzas rebeldes, más profesionales y los combates solían ser más complejos, pero salvo los Ala-X rápidos y bien protegidos, el resto de sus cazas no eran compatibles a una buena coordinación entre sus TIE y sus turbolásers. Hacía tiempo que el escuadrón asignado a bordo era el mismo, así que habían conseguido una coordinación excelente y habían refinado diversas tácticas para atraer a sus enemigos a sus líneas de fuego para desparramarlos en el espacio como a los mosquitos de los pantanos de Drongar. Aunque prefería perseguir a incautos contrabandistas, a los que siempre podían requisarles parte de la carga para su uso particular. Pero ocho meses antes habían recibido orden de dirigirse a Kuat para una serie de modificaciones en su multiplicador de hiperespacio y en sus sensores. Allí les informaron que iban a ser asignados a una fuerza especial y que debían de desembarcar el escuadrón de cazas antes de partir de nuevo a un punto de reunión. Terminadas la actualización formaron un pequeño convoy con en el que viajaron hasta aquella galaxia, concentrándose en la Estación Llegada 3, un mundo remoto y sin vida que era un simple punto de abastecimiento tras la llegada a los llamados Nuevos Territorios. Allí le asignaron al escuadrón Nebula, liderado por el capitán Jerjerrod, el comandante al mando de un destructor de la clase Imperial de homónimo nombre. Era un oficial que parecía competente, pero apenas habían tenido tiempo de practicar entre todas las naves de la escuadra antes de iniciarse los combates. Ahora se había convertido en una nave de piquete, situada en los extremos de la formación de combate para evitar que las naves enemigas penetraran en ella. Desde entonces no habían tenido tiempo de descansar.
            Los primeros ataques habían sido sencillos, gracias a la sorpresa y al desconocimiento de los habitantes de aquellas estrellas, habían participado en numerosas victorias fáciles. Eso había permitido mejorar la coordinación y conocer mejor a los oficiales de las diferentes naves. Pero a medida que avanzaba la invasión del Imperio Klingons, la potencia contra la que les había tocado luchar, estos se habían recobrado de la sorpresa inicial y luchaban con más determinación, aun así eran presas fáciles para sus cañones de iones que les dejaban varados e indefensos. Durante la batalla de Forcas III habían recibido daños de consideración en la sección de ingeniería que les habían obligado a dirigirse a una de las bases asignadas a reparaciones básicas. Allí les habían remplazado la vela de descarga estática de babor por otra de una nave aún más dañada que la suya, aun así uno de los motores Galaxy-15 desde entonces se sobrecalentaba y tenían que desactivarlo para refrigerarlo. Una vez parcheada la avería, regresaron al combate. En Ogat tuvieron que actuar como flanco del ataque principal, enfrentándose a los pájaros de presa. Se movían con rapidez y eran ágiles, así que los trató como si estos fueron cazas, aunque más grandes. A pesar de ello le desgaste era constante en tripulantes y equipo. Durante aquellas semanas la lucha había sido tan encarnizada que habían tenido que sustituir los serpentines de los turboláser Taim & Bak XI7 en tres ocasiones cuando los solían cambiar dos veces en el año fiscal imperial.
            Tras las batallas contra las grandes flotas que defendían sus sistemas, les habían reasignado a operaciones de escolta. Una vez conquistado el espacio, ahora quedaba ocupar los planetas, trasladando las guarniciones prefabricadas, las tropas, sus vehículos y los suministros necesarios. Era una operación logística de magnitudes gigantescas en las que participaban miles de transportes, cargueros medios y pesados, portacontenedores, incluyendo decenas de las inmensas naves-contáiner con campo de fuerza, capaces de trasladar 250 millones de metros cúbicos de suministros. El Imperio Klingon no era una zona precisamente tranquila, por lo que la situación no permitía utilizar cargueros autóctonos como en otras zonas de los Nuevos Territorios y todos esos convoyes necesitaban una fuerza de escolta. Y aunque podía parecer una misión rutinaria, la lucha había degenerado en una serie de violentas escaramuzas y golpes de manos de una guerra de guerrillas violenta y sin cuartel. En ocasiones se habían armado toscamente naves civiles, en otras eran fuerzas regulares renegadas, que habían escapado de la destrucción del grueso de sus flotas. Su ferocidad y desesperación le recordaba a un grupo de piratas wookies contra los que había luchado unos años antes.
            Durante la construcción de las guarniciones de Narendra III y Amar habían tenido que utilizar sus turbolásers como artillería orbital para sofocar la revuelta de la población y proteger los droides obreros y sus fuerzas de protección. En Maranga IV les atacó un transporte armado que les sorprendió con un ataque suicida, logrando sobrecargar los escudos y dañar parte de los equipos de sensores. Desde entonces había enviado casi a diario peticiones de reparación, pero lo único que consiguió fue ser asignado a la patrulla cercana a la frontera gorn. Pero tampoco eso les había evitado tener enfrentamientos, incluido uno contra una vieja nave de la flota estelar de la clase Miranda cerca de M’Char, que había huido con grabes daños
            Finalmente les concedieron proteger una de las instituciones de prisioneros donde pensaba que la tripulación descansaría, ya que ante la peligrosidad de los mundos klingons tampoco era aconsejable dar permisos de descenso a la dotación, que prácticamente había permanecido confinada a bordo desde la partida de Kuat. Aunque sí habían realizado alguna incursión entre la población civil o entre las escasas naves que habían abordado, para obtener algo de botín con el compensar el cansancio y el peligro de luchar por el Imperio. Por otro lado un acto imprescindible, ya que gracias a un generoso regalo al responsable de intendencia de la 12ª Flota Logística en Raatooras, habían consiguieron un nuevo generador de escudos JC-671 de Delphus con el que espera poder sustituir el suyo dañado. Si hubieran seguido los cauces ordinarios aun hubiera tenido que esperar varios meses en asignarles aquel preciado equipo.
            Aquellos eran los pensamientos del capitán de la Devout justo cuando un grupo de asalto se materializó en su puente de mando. Sobresaltado, de manera instintiva descendió la mano para coger su blaster, pero antes de llegar a él fue alcanzado por un disparo. Segundos después el puente ya no era parte del Imperio. Y pronto le iba a seguir toda la nave.
            Al mismo tiempo en el exterior de la fragata y al transporte, aparecían las tres naves estelares, armando sus phaser y torpedos.


FGC-367444

            La lanzadera era una nave de aterrizaje de la clase Sentinel que usaba el concepto similar a la clase Lambda, pero especialmente diseñada para transportar soldados de asalto, provisiones o vehículos, en aquel caso prisioneros. La tripulación era en aquel momento de ocho hombres: dos pilotos y seis guardias que custodiaban a los presos  en la gran bodega trasera capturados en la última escaramuza en Khitomer. Salieron del transporte Anro y descendieron por la atmósfera siguiendo las coordenadas dadas por la base en el planeta. Aunque era pura formalidad indicaron el código de entrada y se abrió una ventana en el escudo de la base por encima del hangar. La barcaza lo atravesó y se posó suave sobre una de las pistas de aterrizaje, donde había varias lanzaderas. El piloto desconectó los motores, instante en que una gran explosión sacudía la base alzando un hongo de fuego por detrás del hangar.
            En ese mismo momento la energía de las instalaciones se desvaneció junto a los escudos. Segundos después se desencadenó el caos.
            Transportados por todo el recinto los MACOs de la Flota Estelar no dejaron de disparar contra cualquier oficial, soldado o técnico imperial que encontraron y pronto la lucha se extendió por todo el campo de prisioneros. Alguien utilizó un desintegrador isomagnético contra una moto jet, que estalló poco después de que esta despegara cerca de las pistas. Los guardias, cogidos por sorpresa, enseguida reaccionaron pero para entonces los grupos de asalto estaban en todas partes. En el hangar de mantenimiento un droide generador se desintegró al recibir un disparo. Una de las baterías anti-infantería DF.9 Golan abrió fuego sobre los barracones llenos de prisioneros, pero fue silenciado con un pulso de tetryones que la hico saltar por los aires.
            El grupo procedente del Jupiter hizo lo propio con los ocupantes de las torres y de las pasarelas, utilizando sus propias armas contra cualquier imperial que veían desde sus posiciones elevadas. Uno de sus objetivos fue un andador de escolta AT-ST que estaba a patrullando el perímetro, del cual solo quedaron unas tambaleantes patas humeantes tras abrir fuego contra él.
            En el complejo administrativo la lucha se realizaba en todas las habitaciones. Armados con pistolas phaser y granadas sónicas, los comandos de la flota fueron limpiando habitación por habitación, despacho por despacho, en muchos casos luchando cuerpo a cuerpo o cubriéndose de los disparos blaster con el mobiliario.
            En la zona de los barracones se eliminaron a los guardias rápidamente, mientras iban materializándose entre los prisioneros cajas de rifles compresores y pistolas phaser. Nadie necesitó que le avisaran o explicaran nada y rápidamente las armas fueron repartidas entre los cautivos que se unieron a la lucha disparando a los guardianes que instantes antes les vigilaban.
            La explosión del polvorín, situado en uno de los edificios del complejo administrativo, fue como la traca final. Después de aquello la intensidad de los combates disminuyó rápidamente y pronto solo se oyeron disparos aislados, muchos de ellos de júbilo. Porque tras el ataque se generó otra explosión, esta vez de alegría entre los internos recién liberados.
            – Aquí comandante Wenok a Phoenix – dijo este saliendo del complejo administrativo, ahora en llamas, con su afilado ushaan-tor goteando la sangre. Delante de él veían la verja electrificada y al otro lado los prisioneros celebrándolo. A su derecha los soldados imperiales con los brazos en alto se agrupaban bajo la amenazante mirada de sus hombres –. La superficie está segura, ya pueden transportar a los equipos médicos y a los técnicos.
            – Buen trabajo. Argen fuera – replicó su capitán con una sonrisa de oreja a oreja. Debido a los daños sufridos en el ataque de los breen a la Tierra, su nave no había podido enfrentarse al Imperio durante la invasión. Pero ahora se había desecho de aquel sentimiento de culpa que colgaba sobre toda su tripulación. La Phoenix había vengado, por lo menos en parte, a los miles de camaradas caídos. Y aquello solo era el principio.
            Instantes después los equipos médicos se transportaban para atender a los heridos y a los internos, que llenos de felicidad les abrazaban, les daban la mano y les agradecían a todos su liberación. Pero el andoriano sentía aun la adrenalina correr por sus venas, sus antenas aún estaban alerta gracias a su instinto guerrero. Estaba satisfecho, a su manera había empezado a vengar la ocupación de su planeta y aquello era tan solo el principio. “Por la dulce victoria” rezaba un viejo dicho andoriano.
            – Teniente comandante – le dijo una voz a su derecha, al girarse Wenok se puso firmes e inclinó la cabeza.
            – ¡Almirante Ross!
            – No me salude. Soy yo quien ha de hacerlo. Le felicito de todo corazón – dijo alargándole la mano, uno de los soldados de Wenok le ayudaba a caminar, le habían encontrado en una de las celdas de interrogación, donde estaba claro solo viendo sus heridas que le habían estado torturado hasta hacia tan solo unos instantes. El andoriano le estrechó la mano y vio como resbalaba una lágrima por la mejilla del oficial superior –. Todos se lo agradecemos.
            – Venga por aquí señor – le dijo Wenok respetuoso y ayudó a trasladar al almirante al puesto médico recién instalado más cercano –. No se preocupe, todo saldrá bien.
            En la explanada que se extendía entre la alambrada que rodeaba de las barracas y el complejo administrativo, un numeroso equipo de médicos ya estaban tratando a los heridos del ataque: los hombres de los equipos de asalto, a los que hasta unos pocos minutos antes habían sido prisioneros y a los heridos imperiales.
            Wenok pudo ver al otro lado de la alambrada, ahora en parte derretida, como la alegría desbordaba a sus camaradas liberados. Otra medida que Argen había previsto había sido transportar alimentos y mantas de abrigo. Era una masa ingente que reía, cantaba, lloraba, feliz de estar de nuevo libres tras pasar las pruebas más brutales que podía imaginar.
            – ¿Usted es el jefe del equipo? – le preguntó un oficial con una gran quemadura, ya cicatrizada, en el lado derecho de su cara.
            – Así es – replicó Wenok.
            – Soy el teniente David Gentry, de hablar inmediatamente con el capitán de su nave.


            Las tres naves estelares en órbita sobre el planeta, la Phoenix, el Jupiter y la Hippocrates, estaban preparadas para evacuar a todos los prisioneros, con sus tripulaciones reducidas al mínimo y se habían habilitado espacio para los camaradas liberados que iban a rescatar. La Hippocrates, como nave médica de la clase Olympic, albergaba a la mayoría de heridos y convalecientes. En las otras dos también se había dejado espacio para almacenar todo el material que pensaban capturar para su minucioso estudio. A bordo de la Phoenix se había habilitado el hangar principal para el material más voluminoso, en aquel caso un AT-ST que había sobrevivido al asalto, así como dos barcazas rápidas clase Rayo Saltador. En otras bodegas se colocaron los ordenadores y el equipo de comunicaciones, así como cientos de aparatos e instrumentos que se encontró en la base, desde las pertenencias personales de los oficiales, hasta droides de mantenimiento, pasando por los aparatos de sensores y las armas pesadas del perímetro de defensa. Los ahora prisioneros imperiales hechos en el planeta iban a bordo del Jupiter, donde se habían preparado varias bodegas con camastros. Una vez transportados a bordo el capitán Saltek advirtió que sus oficiales ya habían sido separados, por tanto no tendría ningún motivo lógico para abrir las puertas exteriores de las bodegas si intentaran algo.
            Antes que las naves dejaran la órbita el Phoenix viró hacia el planeta y lanzó media docena de torpedos de fotones que borraron la base de la faz de la galaxia.
            Junto las tres naves estelares iban la Devout, el transporte Arno y las lanzaderas capturadas tripuladas por oficiales de la flota especialmente entrenados para ello.


El Resplendent

            – ¿Qué has sacado en claro? – le preguntó Zahn a Jonua.
            – De las potencias más importantes de esta galaxia, hay una que se parece mucho a la Antigua República: la Federación Unida de Planetas. Tienen un Consejo donde están representados todos los planetas miembros, tiene leyes igualitarias y unas fuerzas espaciales usadas como organización de exploración y defensa. En la cronología de su historia se mencionan diversos conflictos con diversas razas, algunas de las cuales luego se han convertido en sus aliados. Abarca más de 150 planetas miembros y tiene miles de colonias y asociados, extendiéndose más 8000 años luz. La descripción oficial la califica de débil y sumisa, pero a mí no me parece ni débil, ni sumisa. Las otras potencias importantes parecen ser más belicosas, como el Imperio Romulano o el Klingon.
            – ¿Crees que podríamos ponernos en contacto con esa Federación y formar una alianza contra el Imperio? – le interrumpió Zahn.
            – Supongo que sí – respondió sorprendido por aquella pregunta de tanta responsabilidad –. Lo único que ha sido derrotada: sus planetas han sido ocupados y según uno de los informes su Flota Estelar aniquilada.
            – Una potencia como esa nunca es derrotada del todo – dijo Zahn pensativo –. Recuerdo la Antigua República, de sus ideales surgió la rebelión.
            – Detectamos una señal de emergencia imperial – informó Al-Ger-To por el comlink interrumpiendo a Zahn sus pensamientos.
            – ¿Especifica la emergencia? – preguntó Zahn.
            – Parece que una nave está siendo atacada por naves estelares… – respondió este mientras Zahn corría hasta llegar a la sala de criptografía, situada antes del salón-cápsula –. Se ha perdido.
            – ¿A qué distancia estamos? – preguntó Zahn.
            – Su ubicación está en los mapas que tenemos… podríamos llegar en diez horas – respondió cereano haciendo el cálculo en su cerebro binario.
            Zahn reflexionó unos instantes. Sin conocimientos de aquellos lugares no sabía dónde se encontraban los restos de las fuerzas de aquella galaxia, en realidad no tenía ni idea de qué forma tenían, ni ellos ni sus naves. Y tampoco había encontrado ninguna comunicación que pudiera provenir de los indígenas que poblaban aquellas estrellas, aun tras rastrear todas las bandas hiperespaciales, aunque sabía que la civilización era humana y por tanto no podía ser muy diferente a la suya. El teniente Roston era reservado en sus conversaciones, lo cual era lógico y su prudencia aunque entendible, le exasperaba. Así que encontrar a estos se estaba convirtiendo en algo virtualmente imposible. Exceptuando este momento. Ahora sabía dónde estaban y lo más interesante, sabía que estarían luchando contra el Imperio, por lo que no podía equivocarse de seres.
            – Aquí Zahn, Ajaan preséntese en la sala de criptografía – le pidió por el intercomunicador y poco después descendía de la cabina la iktotchi –. Tenemos la localización de una fuerza que puede parecerse mucho a la Antigua República. Pero están a diez horas de nuestra posición. Si saltamos al hiperespacio no llegaremos a tiempo y les habremos perdido. ¿Y utilizando la modificación?
            – Es muy peligroso utilizarla dentro de una galaxia – le recordó Seeriu Ajaan pensativa –. Además desconozco cuál es el nivel de fiabilidad de la cartografía que obtuvimos. Cualquier error, omisión o anomalía no detectada podría ser fatal, ya que los sistemas de seguridad que nos harían salir a tiempo al espacio normal, y desacelerar no actuarían con la misma rapidez en el superhiperespacio.
            – Es una posibilidad que no podemos dejar escapar – insistió Zahn –. Haga los cálculos, la decisión se la dejo en sus manos. Si no lo ve seguro… no saltaremos.
            La iktotchi asintió y salió de la sala seguido de Zah hacia el puente. Allí se inclinó sobre su consola y empezó a introducir los cálculos en el ordenador, el cual no tardó en darle una sorpresa.
            – Hay un margen de error importante – le dijo solemne.
            – Eso no es un no. Prepárense – ordenó Zahn. Poco después la nave está dispuesta a saltar al superhiperespacio.


USS Defiant

            El asalto había sido un éxito y los prisioneros ya estaban casi todos a bordo del Challenger y el Lagranje, el cual con su gran contenedor que tenía acoplado a su casco permitía evacuar a casi todos los cuarenta mil personas. Sisko había pedido especialmente participar en aquella misión y mandar uno de los siete grupos enviados a liberar sendos campos de prisioneros, localizados gracias a la información de los bancos de memoria del Persilla. Precisamente aquel había tenido que ser el destino final de la nave y por tanto de la tripulación de DS9, así que tanto él como ellos tenían una cuenta pendiente que saldar.
            Habían enviado una nave camuflada de avanzadilla para inspeccionar los sistemas antes de la llegada del resto de naves. Allí habían detectado que siempre había dos corbetas custodiando el planeta y aunque estas estaban bien armadas no habían podido enfrentarse a la potencia de una nave de la clase Defiant y otra Galaxy. Tras el breve combate una de ellas había sido destruida y sus restos flotaban alrededor de aquel planeta de clase M. La otra había sido ocupada por un comando bajo el mando de la coronel Kira y después de trasladar a los imperiales a bordo del Challenger se preparaban para llevársela como parte del botín.
            En el planeta el asalto se había realizado sin contratiempo, habían llegado de noche y tras transportar un pequeño comando a la superficie, este había logrado internarse en el complejo utilizando trajes holográficos normalmente utilizados para la observación cultural, que les hacían invisibles. Tras desactivar el campo de fuerza y los escudos, el resto de la fuerza de asalto se había apoderado del recinto sin demasiada resistencia, exceptuando algunos puntos que había tenido que ser suprimidos con el fuego de lanzadores de pulsos tetryónicos que llevaban.
            Ahora los cincuenta y cinco mil prisioneros, parte de ellos pertenecientes a la Federación, Bajor, el Imperio Klingon y un puñado del Dominion, ya podían considerarse a salvo.
            – La coronel Kira informa que la resistencia ha sido sofocada – indicó Nog –. Los técnicos del Challenger pronto estarán listos para partir.
            – Cuando estén listos que nos avisen – indicó Sisko que no quería permanecer mucho tiempo en aquella posición, después que una de las corbetas lanzara una señal de socorro, por lo que la ayuda imperial ya podía encontrarse de camino.
            – Detecto un nuevo punto de salida dimensional… – empezó a indicar Dax.
            – Pongan rumbo de intercepción entre nuestras naves y ellos. Carguen phasers y torpedos, escudos a máxima potencia – ordenó Sisko, preguntándose cómo habían podido llegar con tanta rapidez los refuerzos –. A toda la nave: estaciones de batalla.
            La luz del puente se atenuó y la alerta roja apareció en las consolas de trabajo. La tensión puso en alerta a los tripulantes. Segundos después una nave no identificada desaceleró en el espacio normal. Sisko la observó y no recordó haber visto aquella configuración entre las fuerzas del imperio identificadas. Aun así estaba claro que su diseño no procedía de la Vía Láctea.
            – No han alzado las defensas… – continuó informando Erzi.
            – Están emitiendo en todas las frecuencias… enemigas – continuó Nog.
            Aquello no era típico del enemigo, pensó Sisko.
            – Escuchémosles.
            – Aquí el comandante Zahn – empezó diciendo una voz masculina –, oficial de la Alianza Rebelde para Restaurar la República, a naves de esta galaxia. No tenemos intenciones hostiles, repito, no tenemos intenciones hostiles. Nosotras fuerzas también luchan contra el Imperio. Repito, aquí el comandante Zahn, oficial de la Alianza Rebelde, a naves de esta galaxia…
            Todos los presentes en el puente se quedaron mirando a Sisko que observaba impasible la pantalla con la mirada clavada en aquella nave desconocida. Tras un largo silencio miró hacia Ezri.
            – ¿Qué opinas, viejo hombre? – le preguntó a esta, que se encogió de hombros, lo que significaba que no tenían nada que perder –. Haz un escáner.
            – Es una nave algo vieja, por lo menos tiene más de cien años, pero ha sufrido muchas modificaciones – informó Dax tras un rápido reparo a los sensores –. Detecto cañones láser y misiles de impacto, pero no están activados. Hay muchos sensores y sistemas de comunicaciones. A bordo hay unas diez formas de vida humanoides.
            – Abra comunicaciones – ordenó Sisko irguiéndose en la butaca –. Aquí el capitán Benjamin Sisko, de la nave estelar Defiant de la Federación Unida de Planetas a comandante de nave no identificada.
            – Es un honor poder hablar con ustedes – replicó la voz e instantes después la nave fue sustituida por la imagen de su interior. En primer plano había un hombre joven, con una cicatriz que le cruzaba la mejilla derecha, a su lado aparecía un teniente de la Flota Estelar –. Disculpe, pero hasta ahora no hemos podido sincronizar su sistema de comunicaciones visual. Quisiera presentarme mejor capitán. Represento a la Alianza Rebelde que lucha contra la opresión y la tiranía del Emperador Palpatine en su… galaxia de origen. Mis órdenes son localizar a las fuerzas imperiales y contactar con aquellos gobiernos que simpatizaran con nuestra causa o por lo menos lucharan contra el Imperio. Espero haber logrado mi objetivo capitán. Por cierto, logramos rescatar a uno de sus oficiales de Corinth IV, el teniente Roston.
            – Señor – replicó este colocándose al lado de Zahn.
            – Creo que deberíamos hablar personalmente – replicó Sisko –. Prepárese para subir a bordo, comandante.
            – Si lo desea puede empezar la maniobra para el atraque…
            – Eso no hará falta– le interrumpió Sisko –. Tenemos la tecnología para transportarle sin necesidad de acoplar nuestras naves. No se mueva de esas coordenadas. Jefe O’Brien, prepare el transporte.
            – Sí, señor – replicó este localizando a Zahn en el puente de aquella nave y empezando la desmaterialización.
            Segundos después aparecía junto a Roston en el puente de la Defiant, al que habían llegado dos guardias de seguridad armados con rifles phaser, aunque O’Brien se había ocupado de desactivar las dos armas que llevaba el rebelde. El cual estaba asombrado ante lo que acababa de ocurrirle. Cuando se recuperó de aquella nueva sensación alzó la vista y repasó todo el puente, en el centro del cual estaba erguido el capitán Sisko que le observaba con detenimiento.
            – Bienvenido a bordo de la Defiant, comandante – dijo este sin dejar de mirarle fijamente.
            – Una tecnología impresionante, si me permite decírselo – dijo este avanzando un paso, lo que provocó que los dos guardias alzaran sus armas para detenerle. Sisko hizo un ademán para que se relajaran –. Mi nombre es Zahn. Como he dicho, soy un oficial de la Alianza Rebelde que lucha contra el Imperio.
            – Conocemos la existencia de la Alianza Rebelde – le dijo Sisko –. Es un placer saber que también han llegado ustedes hasta aquí.


            – Las muestras genéticas del teniente Roston coincide con los registros de la Flota – indicó Bashir a Sisko –. Según me ha contado fue uno de los supervivientes de la Base Estelar 38 que se refugiaron en la colonia tras el ataque. Zahn le capturó cuando había ido a buscar material para reparar un generador.
            – ¿Y Zahn?
            – Es humano. Sus características genéticas coinciden con otros prisioneros imperiales. Tiene secuelas de haber sido brutalmente torturado hace algunos años, le amputaron su mano derecha, sustituida por otra artificial, entre otras heridas.
            – Gracias, doctor.
            – El Challenger y el Lagranje han abandonado el sistema – le informó Ezri –. La nave que hemos capturado lo hará en cinco minutos. Y nosotros deberíamos hacer lo mismo.
            – Señor Nog prepare un rumbo para aléjenos pero en dirección contraria al resto de nuestras naves – indicó Sisko que se levantó de la silla y salió del puente hacia el comedor de la Defiant, acompañado por Ezri como su consejera.
            Zahn estaba sentado en una de las mesas. A su lado tenía a los dos miembros de seguridad con sus armas preparadas.
            – Capitán. Estaba bebida, raktajino, que me han ofrecido es... excelente.
            – Me alegro que le guste comandante. Me ha dicho que luchan contra el Imperio – le dijo Sisko yendo al grano, no tenía tiempo que perder.
            – Así es. Formo parte de la rebelión, un movimiento clandestino en contra del Nuevo Orden que ha impuesto por la fuerza Palpatine en nuestra galaxia. Estoy muy lejos de mis superiores, pero sé algo sobre la Federación y creo que podremos formar un acuerdo entre nosotros… Antes de la llegada del Emperador, en nuestra galaxia gobernaba una república, no era perfecta, pero dicen que era justa o la intentaba. Como creo que era su Federación.
            – Como es la Federación – le corrigió Sisko –. Debemos abandonar este planeta ante de que lleguen los refuerzos imperiales. ¿Puede llevar su nave hasta el sistema FGC-82659? No está lejos de aquí. Allí podremos hablar con calma.
            – Supongo que sí. Lo consultaré con mi oficial de navegación.


Dique Espacial, la Tierra

            Alguien tendría que pagar por aquello. Daran estaba furioso, más que eso, estaba colérico, lleno de una rabia que alguien tendría que sufrir, con un dolor extremo. Caminaba de arriba abajo de su despacho acumulando aquella ira, de tal forma que parecía que le hervía la sangre. Su pulso estaba acelerándose a cada momento mientras se preguntaba cómo habría podido pasar aquello. Se detuvo junto al busto del difunto Emperador, hecho de mármol de Mustafar, con su capucha ocultando su envejecido rostro. Era como si desde el infierno, Palpatine le estuviera mirando y burlándose de él. Lo cogió y con todas sus fuerzas lo tiró al suelo, cubriéndolo con miles de pedazos.
            Observó los restos esparcidos por el suelo: el pedestal se había desprendido y la cabeza se había resquebrajado en dos, lanzando pequeños pedazos como si fueran un abanico que se extendía hacia su mesa.
            Aquello pareció tranquilizarle. Volvió a sentarse en su sillón y empezó a pensar con la mente más tranquila. Eckener le había avisado: la Flota se estaba reagrupando y su primer golpe había sido maestro, eso debía de reconocerlo. Ahora unas pocas naves habían liberado a cientos de miles de oficiales, tripulantes y soldados para engrosar sus filas y volverse contra él. Era algo que debía tenerse en cuenta. La culpa era suya, ya que él había ordenador no ejecutar a los prisioneros, como Molzer le había aconsejado, ya que pensaba que podían ser útiles en el futuro.
            Aunque cualquier acción que tomara los supervivientes la Flota Estelar y sus aliado solo sería un pequeño contratiempo sin importancia cuando completara su plan. Por ahora solo tenía que ganar tiempo, en primer lugar tendría que reforzar la seguridad en todas sus instalaciones. Sobre todo en las más vitales. Un paso sería construir un generador de escudos planetario para envolver su dique espacial con un campo de fuerza impenetrable para sus transportadores. Protegería de la misma manera sus astilleros que ya empezaban a trabajar para él y pronto lo harían a pleno rendimiento. También aceleraría la instalación de inhibidores de transporte en naves, bases y guarniciones planetarias.
            Todas aquellas medidas que quería realizar tras consolidar sus conquistas deberían hacerse ahora. También debilitaría la débil posición política de sus enemigos en aquel momento que sus territorios estaban ocupados por sus tropas. Aumentaría la influencia y el poder de diversas razas sobre otros planetas en forma de protectorados. Ya lo había hecho con los remanos en Romulus y los kriosianos y los raatooras con parte del Imperio Klingon. Era algo que no le gustaba, pero no podía hacer otra cosa. En la lista estaban los nausicanos, los arkorianos, los son’a o los tandarans. Al tiempo que aumentaba el poder de algunas potencias menores como los gorn o los talarianos.
            Pero a pesar de todo, aún tenía un vasto territorio que controlar y someter con unas fuerzas limitadas. De un buen principio el dominio del espacio y las rutas comerciales por la Armada Imperial era un requisito indispensable, así como la movilidad de sus fuerzas planetarias. Y aunque este objetivo parecía haberse conseguido, las pérdidas durante la invasión habían sido importantes y necesitaba más naves y soldados.
            Por suerte los astilleros de la Federación que habían caído intactos: los de 40 Eridiani A, los de mantenimiento de Proxima, rendidos sin condiciones por el almirante Drazman o el conglomerado del Sistema Solar, ya trabajan al cien por cien de su capacidad. Pronto tendría todas las naves dañadas en la invasión reparadas y listas para la batalla. Mientras que otras instalaciones no tardarían en estar completamente dispuestas a fabricar más unidades para él.
            Ya había dado las instrucciones para adaptar algunas naves con tecnología de aquella galaxia, como en el caso de los veteranos cruceros Dreadnaught. En sus filas contaba con un buen número de ellos, de los que había perdido la cuarta parte durante la invasión. El resto pronto entrarían en los astilleros para convertirlos en potentes fragatas de asalto. Ya había ordenado hacerlo con algunos de los que estaba entre sus filas, siguiendo el ejemplo de la maldita rebelión que había modificado algunos de aquellas veteranas naves que había secuestrado y el resultado era, debía de admitir, admirable. Se reducía la tripulación de dieciséis mil a tan solo cinco mil, aumentando la potencia de fuego 40 puntos a 50, incrementando la velocidad y maniobrabilidad y reduciendo el consumo de combustible. Modificar los veteranos Dreadnaught sería un test para la futura modificación del resto de naves. Se les instalarían replicadores, ordenadores más potentes, salas holográficas y lanzatorpedosde fotones, entre otras cosas. La única desventaja era la imposibilidad de construir una plataforma de aterrizaje para los TIE, pero en aquella galaxia sin el uso extendido de cazas era un mal menor. Y aquel no sería la única nave modificada, otras la seguirían.
            Otro punto que debía de acelerarse a causa de la muerte de Palpatine, era la instalación de las industrias de armamento. Tanto Sienar, como otros fabricantes de naves y armas ya estaban en camino, de eso ya se había asegurado.
            Una de las industrias más delicadas y secretas estaba a punto de empezar su producción: la de soldados de asalto, con la que resolvería parte de la carencia de personal que siempre había padecido. La factoría estaba acabada y pronto empezarían a clonar soldados, pilotos y marinos totalmente leales a él. Se había seleccionado los candidatos entre los mejores especialistas, mientras Los técnicos de Kamino le habían dicho que sus investigaciones con la tecnología genética de aquella galaxia marchaban a buen ritmo. El crecimiento acelerado hacía que la primer generación pudiera estar en condiciones de la cantidad de hombres que necesitaba y dotados de los conocimientos precisos para activarse desde el primer día gracias a los datos obtenidos en las instalaciones de clonación vorta.
            La maquinaria imperial estaba engrasada y en breve estaría en pleno funcionamiento tras la invasión. Ese pensamiento le relajó. Solo tenía que aplastar aquella resistencia y para ello utilizaría todos los medios a su alcance.


El Carida

            Corran observó la superficie de Shelia y sonrió satisfecho. La campaña contra la Corporación Sheliak había concluido. Su planeta natal estaba arrasado y la nube de polvo no se retiraría en años, tiempo más que suficiente para que cualquier superviviente hubiera perecido en la edad glacial que aquello conllevaba. Las pérdidas para el Imperio habían sido una veintena de naves, ninguna irremplazable, salvo el destructor Clairvoyance que había perecido en una emboscada no lejos de Armens. Pero desde entonces la cautela había aumentado, así como la brutalidad de los ataques. No dejaría que ningún sheliak volviera a alzarse contra el Imperio. Y así sería viendo la destrucción de su planeta natal. Todas sus colonias habían sufrido la misma suerte, todas las naves que habían intentado escapar habían sido aniquiladas.
            Una hermosa demostración del todo el poder del Imperio.
            Ahora debía de regresar al territorio klingon. Allí los disturbios se multiplicaban a pesar de sus esfuerzos y lo que era peor, aumentando la frecuencia de los ataques a convoyes por parte de piratas cada vez más atrevidos. El último informe hablaba de un ataque sobre la estación en Klothos en el centro de su territorio. Los klingons se estaban reagrupando y eso debía de impedirlo.


USS Enterprise-E

            Tras el mensaje de Sisko informando del contacto con la Alianza Rebelde, la presidenta Troi y el almirante Paris había ordenado a Picard y su Enterprise partir de inmediato hacia el sistema FGC-82659. Era una remota estrella azul, situada lejos de planetas ocupados por el Imperio y del mismo Laredo. Estaba situada en el punto de la región conocía como el Triángulo Delta y aunque ya no estaba tan alejado de la base estelar más cercana, como un siglo atrás, continuaba deshabitada y los sensores continuaban fluctuando caóticamente, de manera que era evitada sistemáticamente por las naves. De manera que a máxima velocidad transcurrió ocho días antes de que entrara en el sistema donde encontró las dos naves en órbita al cuarto planeta: la Defiant y junto a esta, la nave del comandante Zahn. Jean-Luc la estudió con detenimiento. Tenía un aspecto algo desvencijado, el color rojo con el que antaño se había pintado el casco se había difuminado con el tiempo y su aspecto parecía que fuera oxidado, pero su presencia era elegante y robusta, con tres potentes motores en la popa y una proa alargada y cilíndrica.
            Durante el viaje había leído todo la información que habían recopilado sobre aquella Alianza Rebelde. Un grupo de hombres, mujeres y alienígenas luchando en inferioridad técnica y numérica contra el Imperio con el objetivo de llevar la justicia y la libertad a su galaxia. O como decía la propaganda: terroristas e insurgentes contra el Nuevo Orden. Aunque el interrogatorio a los prisioneros había demostrado que esa percepción no era unánime en los escalafones más bajos de la maquinaria imperial, donde el reclutamiento forzoso y el servicio militar obligatorio por miedo a las represalias por no presentarse estaba más extendido. Una organización como la que describían: con un órgano de gobierno y unas fuerzas armadas que luchaban contra la tiranía, era lógico que enviaran un grupo para contactar con aquellos que estaban luchando contra el mismo enemigo. Incluso había hablado con DeSoto unas semanas atrás sobre la posibilidad de ir en busca de la Alianza Rebelde. Aunque siempre tras haber organizado la resistencia en su galaxia. Ahora la oportunidad de contactar con ellos se le ofrecía y no quería desaprovecharla.


            El transportador materializó en la plataforma dos individuos. Uno era un humano de unos treinta años, con una cicatriz en la cara y una mirada segura, pero llena de seguridad. Mientras que el segundo era una alienígena con un prominente cráneo rojizo, de donde surgían dos grandes cuernos que le caían sobre los hombros. El primero vestía con una casaca negra y la segunda llevaba lo que parecía un uniforme en tonos azules y grises claros.
            – Bienvenidos a bordo de la Enterprise – les saludó Riker escoltado por dos oficiales de seguridad –. Soy el comandante William Riker, su primer oficial.
            – Yo soy el comandante Zahn, responsable del Resplendent – se presentó descendiendo de la plataforma –. Este es mi navegante y segunda a bordo la teniente Seeriu Ajaan.
            – Es un placer – replicó la iktotchi asintiendo solemnemente, si mirada parecía posarse en lo que se rodeaba, analizándolo y catalogándolo todo –. Permítame decirle que poseen una tecnología fascinante.
            – Gracias. Si quieren hacer el favor de acompañarme, les conduciré ante el capitán Picard – indicó Riker con un ademán cortes.
            Poco después Zahn y sus acompañantes entraban en el observatorio de la nave insignia de la Flota, donde le esperaba el capitán Jean-Luc Picard, sentado en el extremo de una larga mesa de forma de una suave media luna. Este se levantó nada más abrirse la puerta. Era un hombre maduro, con una mirada dura y segura de sí misma, con la experiencia de toda una vida entre las estrellas, también la mirada de un hombre honorable. De alguien que no se iba a doblegar por nada, ni por nadie.
            A su lado había una mujer, con el pelo largo, sus ojos no tenían iris: tan solo una pupila completamente negra, que le observó como si mirara en su interior. Seguramente una telépata. Junto a esta estaba el capitán Sisko.
            – Comandante Zahn, es un placer – le dijo Picard haciendo un además para que tomaran asiento –. Hemos oído hablar de la Alianza Rebelde y estamos contentos de que nos haya encontrado.
            – Siento conocerles en estas circunstancias.
            – Estas no siempre se pueden escoger – le indicó Picard –. Le presento a mi consejera, Deanna Troi. Ya conoce al capitán Sisko.
            – Encantado – le saludó Zahn con una inclinación de la cabeza al sentarse al otro extremo de la mesa –. Mi navegante y segunda de a bordo, la teniente Seeriu Ajaan.
            » Capitán, disculpe si no soy una buen diplomático, pero no fui entrenado para ello, así que si me permite no me andaré con rodeos. Como ya le dije al capitán Sisko, soy oficial de la inteligencia rebelde. Mi misión era localizar al gran moff Daran y a su flota y averiguar cuáles eran sus intenciones. Lo que no le dije era que nos encontramos en un momento crucial para el futuro de las dos galaxias. Les explicaré. El Emperador estaba construyendo una gigantesca estación de batalla capaz de destruir un planeta con un disparo de su superláser. Poco antes de mi marcha los rebeldes había localizado su emplazamiento en un remoto planeta llamado Endor y había reunido a toda su flota para atacar y destruir la Estrella de la Muerte en el momento en que el propio Palpatine presenciaba las etapas finales de su construcción.
            » Según una comunicación que hemos interceptado hace poco, los rebeldes han logrado su objetivo: la Estrella de la Muerte ha sido destruida y el Emperador Palpatine a perecido con ella. Desgraciadamente no poseo más información.
            » Daran y sus fuerzas representan una importante fracción de la marina y el ejército imperial, por eso mismo localizarles era de máxima prioridad. Cuando averigüé que había invadido otra galaxia, me aventuré a viajar hasta aquí e intentar localizar los objetivos del ataque. Todavía no he podido informar a mis superiores de lo que he encontrado aquí, aunque sí conocen la forma de viajar desde mi galaxia y su objetivo. Mi intención es hacerlo tras hablar con ustedes.
            » He sabido que la Federación Unida de Planetas se parecía mucho a la forma de gobierno que existía antes en mi galaxia. Antes de la llegada de Palpatine, su Imperio y su Nuevo Orden. Es conocida como la Vieja República y los diferentes pueblos tenían los mismos derechos y libertades que gozaban los planetas de su Federación. Es más, los líderes rebeldes desean una Nueva República. Por eso no creo que haya ningún problema para crear una alianza entre nosotros. Sin olvidar que tenemos el mismo enemigo común.
            » Ahora, tras la muerte del Emperador, creo que es importante averiguar lo que va a hacer Daran y sobre todo sus fuerzas, resulta de vital importancia para el futuro de la rebelión. Y el suyo también. Pero quiero ser sincero, desgraciadamente nuestras fuerzas son limitadas y están centradas en derrotar a un poderoso enemigo en nuestra galaxia. Por lo que la ayuda sería de carácter técnico, información sobre todo. Antes de partir me prometieron que podría recibir algunas naves para apoyarme en mi misión, alguna fragata y cazas. Pero no esperen mucho. Sobre todo porque estoy hablando sin haber consultado a mis superiores.
            Picard le observó durante unos instantes cuando terminó de hablar. Estaba claro que no era un diplomático y no solo por los nervios que no podía ocultar, sino porque en su argumentación había mostrado todas sus cartas. Aunque también transmitía una seguridad en sí mismo de un hombre inteligente que sabía que su baza más importante era la sinceridad. Su navegante era más observadora, pero no se había mostrado sorpresa alguna por el discurso de su superior, por lo que conocía lo que este iba a decir.
            – Comprendo su situación. Y agradeceremos toda la ayuda que nos pueda facilitaros y su sinceridad – le dijo Picard con calma –. Conocíamos la muerte del Emperador y su fin nos da esperanza. Y ciertamente carecemos de mucha información relativa a nuestros enemigos, mientras que ellos parecen saber mucho de nosotros. En este aspecto, su ayuda sería inestimable.
            – Por lo que sé, Daran ha planeado esta operación desde hace, por lo menos ocho años. Conozco muy bien a Daran, es un hombre metódico y cauto, pero ambicioso y no hace nada y mucho menos de semejante envergadura sino está completamente seguro de la victoria. Observa a su enemigo, averigua cuáles son sus puntos fuertes y cuales sus vulnerables. Tras estudiarles con detenimiento, finalmente ataca sin piedad y con tanta rapidez como puede para impedir que se vuelvan contra él. Así prosperó dentro de las fuerzas imperiales.
            – Parece que le conoce muy bien – intervino Deanna.
            – Mucho, consejera. Fuimos, hace tiempo… amigos.
            – ¿Y qué cree que hará Daran tras la muerte de su Emperador? – preguntó Sisko.
            – No creo que modifique sustancialmente sus planes, capitán. Tras la muerte de Palpatine tiene las manos libres para hacer con su galaxia lo que le plazca… No es de los que dejan las cosas a medias o se retiran, a pesar de las dificultades que pueda afrontar. Además ahora tiene recursos y poder.
            – Bien comandante – dijo Picard levantándose del asiento –. Si lo desean les transportaremos de nuevo a su nave. O bien pueden permanecer a bordo de la Enterprise, como muestra de nuestra hospitalidad.
            – Gracias capitán. Si no le importa me gustaría que la teniente Ajaan regresara a bordo de mi nave y yo permaneceré aquí esperando su respuesta.
            – Será un honor – replicó Picard asintiendo y satisfecho ante la reacción de Zahn, al quedarse demostraba su confianza en ellos y al enviar de regreso a su navegante le permitía escapar si algo se torcía –. El teniente Daniels les conducirá a la sala de transporte y a su cabina respectivamente. Pídale cualquier cosa que desee.
            – Ha sido un placer – replicó Zahn y salió del observatorio con su segunda. En el turboascensor Ajaan le miró fijamente y averiguó que tramaba su comandante. Quería mostrarles que confiaba en Picard y en la Federación, que podían confiar los unos con los otros. Una buena estrategia, pensó la iktotchi.
            – Eran sinceros – le explicó esta –. Algo cautos, pero es lógico en su posición. He establecido contacto con su consejera. No era del todo telépata, pero sí muy receptiva, tal vez empática. No creo que haya problemas para formalizar una alianza. Aunque no me gusta que te quedes solo.
            – Estaré bien, Seeriu. Tú misma has dicho que son sinceros.
            – Informaré a Moritz – indicó Ajaan al llegar a la sala de transporte.
            – Mañana llamaremos a la Far Star. No quiero precipitarme.


            Mientras tanto en el observatorio, Picard se giró hacia su consejera.
            – Decían la verdad – indicó esta ante la mirada inquisitiva de Picard –. No me ha parecido que mintieran en ningún momento. Su navegante era telépata y he podido conectar con ella. Ha abierto su mente para mostrarme que no esconden nada. Están aquí para luchar contra el Imperio.
            – ¿Pueden haberla engañado deliberadamente? – preguntó Sisko.
            – No. Lo notaría, hace algunos años mi madre me ayudó a desarrollar mis capacidades empáticas para evitar precisamente eso. Aunque en cuando al comandante Zahn... había algo oscuro al hablar de la rebelión y sobre todo de Daran. Al decir lo de su amistad. Le odia profundamente.


Continuará…

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