Coalición
Segunda parte.
USS
Phoenix
Argen
observó el planeta. Era el sexto de una estrella gigante amarilla sin ningún
satélite en su órbita. Tenía un clima cálido con los polos helados, cubierto en
tres cuartas partes por mares sin mareas y sobre estos retazos de nubes que
cubrían las grandes islas y sus tranquilos océanos. Se encontraba en los
límites explorados del cuadrante Alfa,
en un sector cartografiado por la sonda Vega
Diez. Era muy posible que si la Flota Estelar no hubiera estado defendiéndose del Dominion alguna de
las naves de exploración ya hubiera llegado allí para buscar nuevas formas de
vida y nuevas civilizaciones. Era un lugar hermoso, incluso se podría
colonizar. Pero en aquel momento no pensaba precisamente en ello, sino en el
campo de prisioneros que allí se había construido.
–
Detecto la instalación imperial – informó su oficial científico –. Está situada
en una de las islas más grandes. Deben
de haber unas sesenta mil formas de vida. También hay dos naves en
órbita.
–
En pantalla – ordenó Argen e instantes después aparecieron frente a ellos. Una
era una fragata de escolta Nebulo-B, la otra era un transporte.
Los técnicos vorta que habían
llegado con Weyoun les habían
informado de la tecnología que usaban para detectar las naves ocultas, así que
lograron contrarrestar las medidas que tuviera el Imperio para descubrirles –.
¿Tienen los escudos alzados?
–
El transporte sí. La fragata no – contestó su oficial con una sonrisa en sus
labios –. Detecto fluctuaciones en su parrilla de energía, es posible que
tengan una avería.
–
Magnífico. Hemos venido a liberar a nuestros compañeros, pero también a
capturar material de nuestro enemigo – comentó Argen al resto de la tripulación
que estaba en el puente –. ¿No les parecen buenas esas dos naves?
–
Preferiría un destructor – comentó su primer oficial sonriendo.
–
Pregunte al capitán Satelk si puede
ocuparse de los dos invitados inesperados – le indicó Argen. La Phoenix
no estaba sola, también oculta tras el mando de la invisibilidad se
encontraba el Jupiter y Hippocrates.
A bordo de las naves estaban preparados diversos equipos de asalto listos para
asestar el primer ataque contra el Imperio. Uno de estos, a bordo del Jupiter se había estado entrenando a bordo
del Persilla sobre el manejo de
tecnología enemiga.
– Del transporte está despegando una
lanzadera – informó entonces el oficial táctico –. Desciende hacia el planeta.
– El capitán Satelk responde que es
una conclusión lógica y que será un honor. También indica que su grupo de
asalto se ocupará de las torres de vigilancia del perímetro.
– Capitán Argen – dijo una voz por el comunicador –. Aquí el comandante Wenok, estamos listos. En
cuanto bajen los escudos transportaremos el primer grupo.
– Muy bien, comandante Wenok. En ese
momento el Jupiter empezará el asalto
a las otras dos naves – explicó el capitán de la Phoenix.
» Capitán Argen a toda la
tripulación – empezó tras presionar su comunicador –. Estamos a punto de
iniciar la primera acción ofensiva de la Flota Estelar frente al invasor. Y por
si fuera poco será para liberar a nuestros compañeros. No diré lo importante
que es esta misión, sé que todos lo saben. Tan solo: buena suerte. Pero sé que
no la necesitan. Argen fuera.
Varias cubiertas más abajo del
puente, el teniente comandante Wenok observaba la base imperial que aparecía en
su pantalla táctica. Estaba enclavada en un frondoso bosque, junto a una
cantera de carvanium, uno de los compuestos del duracero que usaba el blindaje de los casco de sus naves, donde sin
apenas tecnología los presos trabajaban diariamente como esclavos. El
campamento en sí estaba rodeado por una valla con una altura de diez metros y
electrificada de alto voltaje y una pasarela fortificada dotada de torres de
vigía cada cien metros. El interior del recinto a su vez estaba dividido por
otra alambrada también electrificada con numerosas torretas a lo largo de la
misma, con sus cañones dirigidos hacia el interior. En uno de los lados había
una gran estructura de un hangar, junto a varias pistas de aterrizaje, donde se
estacionaban cuatro lanzaderas de varios tipos. A su lado estaba el generador
de energía del campo de fuerza y al resto del complejo. No lejos varios
edificios de varias plantas y de construcción más sólida, parecían ser parte
del complejo administrativo. Allí se detectaba una estación de comunicaciones y
un buen número de sistemas electrónicos. Al otro lado de la alambrada,
apuntadas por las torretas, había una serie de grandes barracas rectangulares
donde se hacinaban los sesenta mil prisioneros. Según los patrones genéticos
había vulcanos, andorianos, humanos y así hasta formar una lista interminable, la
mayoría de razas miembros de la Federación.
El plan original era transportar un
equipo al planeta fuera del escudo de la base para que se infiltraran con equipos de aislamiento para observaciones
culturales que tenían un camuflaje holográfico, lo que les harían virtualmente invisibles.
Una vez dentro, aprovechando la entrada o salida de alguna de las patrullas que
vigilaban la zona exterior de la base, destruirían el generadores de energía.
Inmediatamente después el resto de grupos de asalto se materializarían y
reducirían la guarnición.
Pero la aparición de aquella
lanzadera les hacía el trabajo más fácil y rápido. El primer equipo se
transportaría en el mismo momento en que los escudos abrieran una brecha para
dejar pasar a esta. Colocarían explosivos de ultritium en el generador y entonces el resto de grupos les
seguiría. Un segundo grupo, liderado por él mismo, se encargaría de tomar el
complejo administrativo, mientras que otro hacía lo propio del hangar y las
pistas de aterrizaje. Finalmente el último grupo se haría cargo del recinto de
prisioneros: liberándolos y entregándoles armas para que pudieran unirse al
combate.
Todos los pelotones de asalto
estaban bien armados, cada hombre llevaba una pistola phaser y se habían distribuido rifles compresores diseñados para combatir al borg. También tenían
como armas pesadas desintegradores isomagnéticos y lanzadores de pulsos de tetryon. Algunos tenían otras no reglamentarias como él mismo, que
llevaba un cuchillo ritual ushaan-tor que había estado en su
familia desde hacía centurias. Y que pronto volvería a probar la sangre de los
enemigos de Andoria.
La
Devout
Le habían
ordenado escoltar una de las naves de transporte hasta aquel remoto planeta y
permanecer en él durante las siguientes semanas. Por fin les habían asignado el
destino tranquilo que el capitán Ferin deseaba desde hacía tiempo. Tanto la
nave como su tripulación estaban exhaustas y necesitaban un descanso. Como
fragata de escolta de la clase Nebulon-B
estaba pensada para luchar contra cazas, aparatos que desgraciadamente en
aquella galaxia no eran muy usuales. Normalmente
estaba destinado en los sectores del anillo interior como nave de protección de
convoyes y control aduanero. Las misiones eran sencillas en las que se
enfrentaban normalmente a piratas, que aunque violentos, no tenían disciplina
ni táctica, de manea que se convertían en presas fáciles si eran lo
suficientemente locos como para enfrentarse a ellos. En alguna ocasión se
habían enfrentado a fuerzas rebeldes, más profesionales y los combates solían
ser más complejos, pero salvo los Ala-X
rápidos y bien protegidos, el resto de sus cazas no eran compatibles a una
buena coordinación entre sus TIE y
sus turbolásers. Hacía tiempo que el
escuadrón asignado a bordo era el mismo, así que habían conseguido una
coordinación excelente y habían refinado diversas tácticas para atraer a sus
enemigos a sus líneas de fuego para desparramarlos en el espacio como a los
mosquitos de los pantanos de Drongar.
Aunque prefería perseguir a incautos contrabandistas, a los que siempre podían
requisarles parte de la carga para su uso particular. Pero ocho meses antes
habían recibido orden de dirigirse a Kuat
para una serie de modificaciones en su multiplicador de hiperespacio y en sus
sensores. Allí les informaron que iban a ser asignados a una fuerza especial y
que debían de desembarcar el escuadrón de cazas antes de partir de nuevo a un
punto de reunión. Terminadas la actualización formaron un pequeño convoy con en
el que viajaron hasta aquella galaxia, concentrándose en la Estación Llegada 3,
un mundo remoto y sin vida que era un simple punto de abastecimiento tras la
llegada a los llamados Nuevos Territorios. Allí le asignaron al escuadrón Nebula,
liderado por el capitán Jerjerrod,
el comandante al mando de un destructor de la clase Imperial de
homónimo nombre. Era un oficial que parecía competente, pero apenas habían
tenido tiempo de practicar entre todas las naves de la escuadra antes de
iniciarse los combates. Ahora se había convertido en una nave de piquete, situada
en los extremos de la formación de combate para evitar que las naves enemigas
penetraran en ella. Desde entonces no habían tenido tiempo de descansar.
Los primeros
ataques habían sido sencillos, gracias a la sorpresa y al desconocimiento de
los habitantes de aquellas estrellas, habían participado en numerosas victorias
fáciles. Eso había permitido mejorar la coordinación y conocer mejor a los
oficiales de las diferentes naves. Pero a medida que avanzaba la invasión del Imperio Klingons, la potencia contra la
que les había tocado luchar, estos se habían recobrado de la sorpresa inicial y
luchaban con más determinación, aun así eran presas fáciles para sus cañones de iones que les dejaban
varados e indefensos. Durante la batalla de Forcas III habían recibido daños de consideración en la sección de ingeniería que
les habían obligado a dirigirse a una de las bases asignadas a reparaciones
básicas. Allí les habían remplazado la vela de descarga estática de babor por
otra de una nave aún más dañada que la suya, aun así uno de los motores Galaxy-15 desde entonces se sobrecalentaba y tenían que desactivarlo para
refrigerarlo. Una vez parcheada la avería, regresaron al combate. En Ogat tuvieron que actuar como flanco
del ataque principal, enfrentándose a los pájaros de presa. Se movían con rapidez y eran ágiles, así que los trató como si
estos fueron cazas, aunque más grandes. A pesar de ello le desgaste era
constante en tripulantes y equipo. Durante aquellas semanas la lucha había sido
tan encarnizada que habían tenido que sustituir los serpentines de los turboláser Taim & Bak XI7 en tres
ocasiones cuando los solían cambiar dos veces en el año fiscal imperial.
Tras las
batallas contra las grandes flotas que defendían sus sistemas, les habían
reasignado a operaciones de escolta. Una vez conquistado el espacio, ahora
quedaba ocupar los planetas, trasladando las guarniciones prefabricadas, las
tropas, sus vehículos y los suministros necesarios. Era una operación logística
de magnitudes gigantescas en las que participaban miles de transportes,
cargueros medios y pesados, portacontenedores, incluyendo decenas de las
inmensas naves-contáiner con campo de fuerza, capaces de trasladar 250 millones de metros cúbicos de suministros.
El Imperio Klingon no era una zona precisamente tranquila, por lo que la
situación no permitía utilizar cargueros autóctonos como en otras zonas de los
Nuevos Territorios y todos esos convoyes necesitaban una fuerza de escolta. Y
aunque podía parecer una misión rutinaria, la lucha había degenerado en una
serie de violentas escaramuzas y golpes de manos de una guerra de guerrillas
violenta y sin cuartel. En ocasiones se habían armado toscamente naves civiles,
en otras eran fuerzas regulares renegadas, que habían escapado de la
destrucción del grueso de sus flotas. Su ferocidad y desesperación le recordaba
a un grupo de piratas wookies contra
los que había luchado unos años antes.
Durante la
construcción de las guarniciones de Narendra III y Amar habían tenido que
utilizar sus turbolásers como artillería orbital para sofocar la revuelta de la
población y proteger los droides obreros y sus fuerzas de protección. En Maranga IV les atacó un transporte
armado que les sorprendió con un ataque suicida, logrando sobrecargar los
escudos y dañar parte de los equipos de sensores. Desde entonces había enviado
casi a diario peticiones de reparación, pero lo único que consiguió fue ser
asignado a la patrulla cercana a la frontera gorn. Pero tampoco eso les había evitado tener enfrentamientos,
incluido uno contra una vieja nave de la flota estelar de la clase Miranda
cerca de M’Char, que había huido con
grabes daños
Finalmente
les concedieron proteger una de las instituciones de prisioneros donde pensaba
que la tripulación descansaría, ya que ante la peligrosidad de los mundos
klingons tampoco era aconsejable dar permisos de descenso a la dotación, que
prácticamente había permanecido confinada a bordo desde la partida de Kuat. Aunque
sí habían realizado alguna incursión entre la población civil o entre las
escasas naves que habían abordado, para obtener algo de botín con el compensar
el cansancio y el peligro de luchar por el Imperio. Por otro lado un acto
imprescindible, ya que gracias a un generoso regalo al responsable de
intendencia de la 12ª Flota Logística en Raatooras,
habían consiguieron un nuevo generador de escudos JC-671 de Delphus con el que
espera poder sustituir el suyo dañado. Si hubieran seguido los cauces
ordinarios aun hubiera tenido que esperar varios meses en asignarles aquel
preciado equipo.
Aquellos
eran los pensamientos del capitán de la Devout
justo cuando un grupo de asalto se materializó en su puente de mando.
Sobresaltado, de manera instintiva descendió la mano para coger su blaster, pero antes de llegar a él fue
alcanzado por un disparo. Segundos después el puente ya no era parte del
Imperio. Y pronto le iba a seguir toda la nave.
Al
mismo tiempo en el exterior de la fragata y al transporte, aparecían las tres
naves estelares, armando sus phaser y torpedos.
FGC-367444
La
lanzadera era una nave de aterrizaje de la clase Sentinel que usaba el concepto
similar a la clase Lambda, pero especialmente diseñada para transportar soldados
de asalto, provisiones o vehículos, en aquel caso prisioneros. La tripulación
era en aquel momento de ocho hombres: dos pilotos y seis guardias que
custodiaban a los presos en la gran
bodega trasera capturados en la última escaramuza en Khitomer. Salieron del transporte Anro y descendieron por la atmósfera siguiendo las coordenadas
dadas por la base en el planeta. Aunque era pura formalidad indicaron el código
de entrada y se abrió una ventana en el escudo de la base por encima del
hangar. La barcaza lo atravesó y se posó suave sobre una de las pistas de
aterrizaje, donde había varias lanzaderas. El piloto desconectó los motores,
instante en que una gran explosión sacudía la base alzando un hongo de fuego
por detrás del hangar.
En ese mismo momento la energía de
las instalaciones se desvaneció junto a los escudos. Segundos después se
desencadenó el caos.
Transportados
por todo el recinto los MACOs de la
Flota Estelar no dejaron de disparar contra cualquier oficial, soldado o
técnico imperial que encontraron y pronto la lucha se extendió por todo el
campo de prisioneros. Alguien utilizó un desintegrador isomagnético contra una moto jet,
que estalló poco después de que esta despegara cerca de las pistas. Los guardias,
cogidos por sorpresa, enseguida reaccionaron pero para entonces los grupos de
asalto estaban en todas partes. En el hangar de mantenimiento un droide generador se desintegró al
recibir un disparo. Una de las baterías anti-infantería DF.9 Golan abrió fuego sobre los barracones llenos de prisioneros, pero fue
silenciado con un pulso de tetryones que la hico saltar por los aires.
El
grupo procedente del Jupiter hizo lo propio con los
ocupantes de las torres y de las pasarelas, utilizando sus propias armas contra
cualquier imperial que veían desde sus posiciones elevadas. Uno de sus
objetivos fue un andador de escolta AT-ST que estaba a patrullando el perímetro, del cual solo quedaron unas
tambaleantes patas humeantes tras abrir fuego contra él.
En
el complejo administrativo la lucha se realizaba en todas las habitaciones.
Armados con pistolas phaser y granadas sónicas, los comandos de la flota fueron limpiando habitación por
habitación, despacho por despacho, en muchos casos luchando cuerpo a cuerpo o
cubriéndose de los disparos blaster con el mobiliario.
En
la zona de los barracones se eliminaron a los guardias rápidamente, mientras
iban materializándose entre los prisioneros cajas de rifles compresores y
pistolas phaser. Nadie necesitó que le avisaran o explicaran nada y rápidamente
las armas fueron repartidas entre los cautivos que se unieron a la lucha
disparando a los guardianes que instantes antes les vigilaban.
La
explosión del polvorín, situado en uno de los edificios del complejo
administrativo, fue como la traca final. Después de aquello la intensidad de
los combates disminuyó rápidamente y pronto solo se oyeron disparos aislados,
muchos de ellos de júbilo. Porque tras el ataque se generó otra explosión, esta
vez de alegría entre los internos recién liberados.
–
Aquí comandante Wenok a Phoenix – dijo este saliendo del
complejo administrativo, ahora en llamas, con su afilado ushaan-tor goteando la sangre. Delante de él veían la verja electrificada y al
otro lado los prisioneros celebrándolo. A su derecha los soldados imperiales
con los brazos en alto se agrupaban bajo la amenazante mirada de sus hombres –.
La superficie está segura, ya pueden transportar a los equipos médicos y a los
técnicos.
–
Buen trabajo. Argen fuera – replicó
su capitán con una sonrisa de oreja a oreja. Debido a los daños sufridos en el
ataque de los breen a la Tierra, su nave no había podido enfrentarse al Imperio
durante la invasión. Pero ahora se había desecho de aquel sentimiento de culpa
que colgaba sobre toda su tripulación. La Phoenix
había vengado, por lo menos en parte, a los miles de camaradas caídos. Y
aquello solo era el principio.
Instantes
después los equipos médicos se transportaban para atender a los heridos y a los
internos, que llenos de felicidad les abrazaban, les daban la mano y les
agradecían a todos su liberación. Pero el andoriano
sentía aun la adrenalina correr por sus venas, sus antenas aún estaban alerta
gracias a su instinto guerrero. Estaba satisfecho, a su manera había empezado a
vengar la ocupación de su planeta y aquello era tan solo el principio. “Por la dulce victoria” rezaba un viejo
dicho andoriano.
–
Teniente comandante – le dijo una voz a su derecha, al girarse Wenok se puso
firmes e inclinó la cabeza.
–
¡Almirante Ross!
–
No me salude. Soy yo quien ha de hacerlo. Le felicito de todo corazón – dijo
alargándole la mano, uno de los soldados de Wenok le ayudaba a caminar, le
habían encontrado en una de las celdas de interrogación, donde estaba claro
solo viendo sus heridas que le habían estado torturado hasta hacia tan solo
unos instantes. El andoriano le estrechó la mano y vio como resbalaba una
lágrima por la mejilla del oficial superior –. Todos se lo agradecemos.
–
Venga por aquí señor – le dijo Wenok respetuoso y ayudó a trasladar al
almirante al puesto médico recién instalado más cercano –. No se preocupe, todo
saldrá bien.
En
la explanada que se extendía entre la alambrada que rodeaba de las barracas y
el complejo administrativo, un numeroso equipo de médicos ya estaban tratando a
los heridos del ataque: los hombres de los equipos de asalto, a los que hasta
unos pocos minutos antes habían sido prisioneros y a los heridos imperiales.
Wenok
pudo ver al otro lado de la alambrada, ahora en parte derretida, como la
alegría desbordaba a sus camaradas liberados. Otra medida que Argen había
previsto había sido transportar alimentos y mantas de abrigo. Era una masa
ingente que reía, cantaba, lloraba, feliz de estar de nuevo libres tras pasar
las pruebas más brutales que podía imaginar.
–
¿Usted es el jefe del equipo? – le preguntó un oficial con una gran quemadura,
ya cicatrizada, en el lado derecho de su cara.
–
Así es – replicó Wenok.
–
Soy el teniente David Gentry, de
hablar inmediatamente con el capitán de su nave.
Las
tres naves estelares en órbita sobre el planeta, la Phoenix, el Jupiter y la Hippocrates, estaban preparadas para evacuar
a todos los prisioneros, con sus tripulaciones reducidas al mínimo y se habían
habilitado espacio para los camaradas liberados que iban a rescatar. La Hippocrates, como nave médica de la clase Olympic,
albergaba a la mayoría de heridos y convalecientes. En las otras dos también se
había dejado espacio para almacenar todo el material que pensaban capturar para
su minucioso estudio. A bordo de la Phoenix
se había habilitado el hangar principal para el material más voluminoso, en
aquel caso un AT-ST que había sobrevivido al asalto, así como dos barcazas
rápidas clase Rayo Saltador. En otras bodegas se colocaron los ordenadores y
el equipo de comunicaciones, así como cientos de aparatos e instrumentos que se
encontró en la base, desde las pertenencias personales de los oficiales, hasta
droides de mantenimiento, pasando por los aparatos de sensores y las armas
pesadas del perímetro de defensa. Los ahora prisioneros imperiales hechos en el
planeta iban a bordo del Jupiter,
donde se habían preparado varias bodegas con camastros. Una vez transportados a
bordo el capitán Saltek advirtió que
sus oficiales ya habían sido separados, por tanto no tendría ningún motivo
lógico para abrir las puertas exteriores de las bodegas si intentaran algo.
Antes
que las naves dejaran la órbita el Phoenix
viró hacia el planeta y lanzó media docena de torpedos de fotones que borraron
la base de la faz de la galaxia.
Junto
las tres naves estelares iban la Devout,
el transporte Arno y las lanzaderas
capturadas tripuladas por oficiales de la flota especialmente entrenados para
ello.
El
Resplendent
–
¿Qué has sacado en claro? – le preguntó Zahn a Jonua.
–
De las potencias más importantes de esta galaxia, hay una que se parece mucho a
la Antigua República: la Federación Unida de Planetas. Tienen un
Consejo donde están representados
todos los planetas miembros, tiene leyes igualitarias y unas fuerzas espaciales
usadas como organización de exploración y defensa. En la cronología de su
historia se mencionan diversos conflictos con diversas razas, algunas de las
cuales luego se han convertido en sus aliados. Abarca más de 150 planetas
miembros y tiene miles de colonias y asociados, extendiéndose más 8000 años
luz. La descripción oficial la califica de débil y sumisa, pero a mí no me
parece ni débil, ni sumisa. Las otras potencias importantes parecen ser más
belicosas, como el Imperio Romulano
o el Klingon.
–
¿Crees que podríamos ponernos en contacto con esa Federación y formar una
alianza contra el Imperio? – le interrumpió Zahn.
–
Supongo que sí – respondió sorprendido por aquella pregunta de tanta
responsabilidad –. Lo único que ha sido derrotada: sus planetas han sido
ocupados y según uno de los informes su Flota Estelar aniquilada.
–
Una potencia como esa nunca es derrotada del todo – dijo Zahn pensativo –.
Recuerdo la Antigua República, de sus ideales surgió la rebelión.
–
Detectamos una señal de emergencia
imperial – informó Al-Ger-To por el comlink interrumpiendo a Zahn sus
pensamientos.
– ¿Especifica la emergencia? –
preguntó Zahn.
–
Parece que una nave está siendo atacada
por naves estelares… – respondió este mientras Zahn corría hasta llegar a
la sala de criptografía, situada antes del salón-cápsula –. Se ha perdido.
–
¿A qué distancia estamos? – preguntó Zahn.
–
Su ubicación está en los mapas que tenemos… podríamos llegar en diez horas –
respondió cereano haciendo el cálculo en su cerebro binario.
Zahn
reflexionó unos instantes. Sin conocimientos de aquellos lugares no sabía dónde
se encontraban los restos de las fuerzas de aquella galaxia, en realidad no
tenía ni idea de qué forma tenían, ni ellos ni sus naves. Y tampoco había
encontrado ninguna comunicación que pudiera provenir de los indígenas que
poblaban aquellas estrellas, aun tras rastrear todas las bandas hiperespaciales,
aunque sabía que la civilización era humana y por tanto no podía ser muy
diferente a la suya. El teniente Roston era reservado en sus conversaciones, lo
cual era lógico y su prudencia aunque entendible, le exasperaba. Así que
encontrar a estos se estaba convirtiendo en algo virtualmente imposible. Exceptuando
este momento. Ahora sabía dónde estaban y lo más interesante, sabía que
estarían luchando contra el Imperio, por lo que no podía equivocarse de seres.
–
Aquí Zahn, Ajaan preséntese en la sala de criptografía – le pidió por el
intercomunicador y poco después descendía de la cabina la iktotchi –. Tenemos la localización de una fuerza que puede
parecerse mucho a la Antigua República. Pero están a diez horas de nuestra
posición. Si saltamos al hiperespacio no llegaremos a tiempo y les habremos
perdido. ¿Y utilizando la modificación?
–
Es muy peligroso utilizarla dentro de una galaxia – le recordó Seeriu Ajaan
pensativa –. Además desconozco cuál es el nivel de fiabilidad de la cartografía
que obtuvimos. Cualquier error, omisión o anomalía no detectada podría ser
fatal, ya que los sistemas de seguridad que nos harían salir a tiempo al
espacio normal, y desacelerar no actuarían con la misma rapidez en el
superhiperespacio.
–
Es una posibilidad que no podemos dejar escapar – insistió Zahn –. Haga los
cálculos, la decisión se la dejo en sus manos. Si no lo ve seguro… no
saltaremos.
La
iktotchi asintió y salió de la sala seguido de Zah hacia el puente. Allí se
inclinó sobre su consola y empezó a introducir los cálculos en el ordenador, el
cual no tardó en darle una sorpresa.
–
Hay un margen de error importante – le dijo solemne.
–
Eso no es un no. Prepárense – ordenó Zahn. Poco después la nave está dispuesta
a saltar al superhiperespacio.
USS
Defiant
El
asalto había sido un éxito y los prisioneros ya estaban casi todos a bordo del Challenger
y el Lagranje, el cual con su gran contenedor que tenía acoplado a
su casco permitía evacuar a casi todos los cuarenta mil personas. Sisko había
pedido especialmente participar en aquella misión y mandar uno de los siete
grupos enviados a liberar sendos campos de prisioneros, localizados gracias a
la información de los bancos de memoria del Persilla.
Precisamente aquel había tenido que ser el destino final de la nave y por tanto
de la tripulación de DS9, así que tanto él como ellos tenían una cuenta
pendiente que saldar.
Habían
enviado una nave camuflada de avanzadilla para inspeccionar los sistemas antes
de la llegada del resto de naves. Allí habían detectado que siempre había dos
corbetas custodiando el planeta y aunque estas estaban bien armadas no habían
podido enfrentarse a la potencia de una nave de la clase Defiant y otra Galaxy.
Tras el breve combate una de ellas había sido destruida y sus restos flotaban
alrededor de aquel planeta de clase M. La otra había sido ocupada por un
comando bajo el mando de la coronel Kira y después de trasladar a los
imperiales a bordo del Challenger se
preparaban para llevársela como parte del botín.
En
el planeta el asalto se había realizado sin contratiempo, habían llegado de
noche y tras transportar un pequeño comando a la superficie, este había logrado
internarse en el complejo utilizando trajes holográficos normalmente utilizados
para la observación cultural, que les hacían invisibles. Tras desactivar el
campo de fuerza y los escudos, el resto de la fuerza de asalto se había
apoderado del recinto sin demasiada resistencia, exceptuando algunos puntos que
había tenido que ser suprimidos con el fuego de lanzadores de pulsos tetryónicos que llevaban.
Ahora
los cincuenta y cinco mil prisioneros, parte de ellos pertenecientes a la Federación, Bajor, el Imperio Klingon
y un puñado del Dominion, ya podían
considerarse a salvo.
–
La coronel Kira informa que la resistencia ha sido sofocada – indicó Nog –. Los
técnicos del Challenger pronto
estarán listos para partir.
– Cuando estén listos que nos avisen
– indicó Sisko que no quería permanecer mucho tiempo en aquella posición,
después que una de las corbetas lanzara una señal de socorro, por lo que la
ayuda imperial ya podía encontrarse de camino.
–
Pongan rumbo de intercepción entre nuestras naves y ellos. Carguen phasers y torpedos, escudos a máxima potencia – ordenó Sisko, preguntándose
cómo habían podido llegar con tanta rapidez los refuerzos –. A toda la nave: estaciones
de batalla.
La
luz del puente se atenuó y la alerta roja apareció en las consolas de trabajo.
La tensión puso en alerta a los tripulantes. Segundos después una nave no
identificada desaceleró en el espacio normal. Sisko la observó y no recordó
haber visto aquella configuración entre las fuerzas del imperio identificadas.
Aun así estaba claro que su diseño no procedía de la Vía Láctea.
–
No han alzado las defensas… – continuó informando Erzi.
–
Están emitiendo en todas las frecuencias… enemigas – continuó Nog.
Aquello
no era típico del enemigo, pensó Sisko.
–
Escuchémosles.
–
Aquí el comandante Zahn – empezó diciendo una voz masculina –, oficial de la Alianza Rebelde para Restaurar la República,
a naves de esta galaxia. No tenemos intenciones hostiles, repito, no tenemos
intenciones hostiles. Nosotras fuerzas también luchan contra el Imperio. Repito, aquí el comandante
Zahn, oficial de la Alianza Rebelde, a naves de esta galaxia…
Todos
los presentes en el puente se quedaron mirando a Sisko que observaba impasible
la pantalla con la mirada clavada en aquella nave desconocida. Tras un largo
silencio miró hacia Ezri.
–
¿Qué opinas, viejo hombre? – le
preguntó a esta, que se encogió de hombros, lo que significaba que no tenían
nada que perder –. Haz un escáner.
–
Es una nave algo vieja, por lo menos tiene más de cien años, pero ha sufrido
muchas modificaciones – informó Dax tras un rápido reparo a los sensores –.
Detecto cañones láser y misiles de impacto, pero no están activados. Hay muchos
sensores y sistemas de comunicaciones. A bordo hay unas diez formas de vida
humanoides.
–
Abra comunicaciones – ordenó Sisko irguiéndose en la butaca –. Aquí el capitán
Benjamin Sisko, de la nave estelar Defiant
de la Federación Unida de Planetas a comandante de nave no identificada.
– Es un honor poder hablar con
ustedes – replicó la voz e instantes después la nave fue sustituida por la
imagen de su interior. En primer plano había un hombre joven, con una cicatriz
que le cruzaba la mejilla derecha, a su lado aparecía un teniente de la Flota
Estelar –. Disculpe, pero hasta ahora no hemos podido sincronizar su sistema de
comunicaciones visual. Quisiera presentarme mejor capitán. Represento a la
Alianza Rebelde que lucha contra la opresión y la tiranía del Emperador
Palpatine en su… galaxia de origen. Mis órdenes son localizar a las fuerzas imperiales
y contactar con aquellos gobiernos que simpatizaran con nuestra causa o por lo
menos lucharan contra el Imperio. Espero haber logrado mi objetivo capitán. Por
cierto, logramos rescatar a uno de sus oficiales de Corinth IV, el teniente Roston.
–
Señor – replicó este colocándose al lado de Zahn.
–
Creo que deberíamos hablar personalmente – replicó Sisko –. Prepárese para
subir a bordo, comandante.
–
Si lo desea puede empezar la maniobra para el atraque…
–
Eso no hará falta– le interrumpió Sisko –. Tenemos la tecnología para
transportarle sin necesidad de acoplar nuestras naves. No se mueva de esas
coordenadas. Jefe O’Brien, prepare el transporte.
–
Sí, señor – replicó este localizando a Zahn en el puente de aquella nave y
empezando la desmaterialización.
Segundos
después aparecía junto a Roston en el puente de la Defiant, al que habían llegado dos guardias de seguridad armados
con rifles phaser, aunque O’Brien se
había ocupado de desactivar las dos armas que llevaba el rebelde. El cual
estaba asombrado ante lo que acababa de ocurrirle. Cuando se recuperó de aquella
nueva sensación alzó la vista y repasó todo el puente, en el centro del cual
estaba erguido el capitán Sisko que le observaba con detenimiento.
–
Bienvenido a bordo de la Defiant,
comandante – dijo este sin dejar de mirarle fijamente.
–
Una tecnología impresionante, si me permite decírselo – dijo este avanzando un
paso, lo que provocó que los dos guardias alzaran sus armas para detenerle.
Sisko hizo un ademán para que se relajaran –. Mi nombre es Zahn. Como he dicho,
soy un oficial de la Alianza Rebelde que lucha contra el Imperio.
–
Conocemos la existencia de la Alianza Rebelde – le dijo Sisko –. Es un placer
saber que también han llegado ustedes hasta aquí.
–
Las muestras genéticas del teniente Roston coincide con los registros de la
Flota – indicó Bashir a Sisko –. Según me ha contado fue uno de los
supervivientes de la Base Estelar 38 que se refugiaron en la colonia tras el
ataque. Zahn le capturó cuando había ido a buscar material para reparar un
generador.
–
¿Y Zahn?
–
Es humano. Sus características genéticas coinciden con otros prisioneros
imperiales. Tiene secuelas de haber sido brutalmente torturado hace algunos
años, le amputaron su mano derecha, sustituida por otra artificial, entre otras
heridas.
–
Gracias, doctor.
–
El Challenger y el Lagranje han abandonado el sistema – le
informó Ezri –. La nave que hemos capturado lo hará en cinco minutos. Y
nosotros deberíamos hacer lo mismo.
–
Señor Nog prepare un rumbo para aléjenos pero en dirección contraria al resto
de nuestras naves – indicó Sisko que se levantó de la silla y salió del puente
hacia el comedor de la Defiant,
acompañado por Ezri como su consejera.
Zahn estaba sentado en una de las
mesas. A su lado tenía a los dos miembros de seguridad con sus armas
preparadas.
–
Capitán. Estaba bebida, raktajino,
que me han ofrecido es... excelente.
–
Me alegro que le guste comandante. Me ha dicho que luchan contra el Imperio –
le dijo Sisko yendo al grano, no tenía tiempo que perder.
–
Así es. Formo parte de la rebelión, un movimiento clandestino en contra del
Nuevo Orden que ha impuesto por la fuerza Palpatine en nuestra galaxia. Estoy
muy lejos de mis superiores, pero sé algo sobre la Federación y creo que
podremos formar un acuerdo entre nosotros… Antes de la llegada del Emperador,
en nuestra galaxia gobernaba una república, no era perfecta, pero dicen que era
justa o la intentaba. Como creo que era su Federación.
–
Como es la Federación – le corrigió Sisko –. Debemos abandonar este planeta
ante de que lleguen los refuerzos imperiales. ¿Puede llevar su nave hasta el
sistema FGC-82659? No está lejos de
aquí. Allí podremos hablar con calma.
–
Supongo que sí. Lo consultaré con mi oficial de navegación.
Dique Espacial, la Tierra
Alguien tendría que pagar por
aquello. Daran estaba furioso, más que eso, estaba colérico, lleno de una rabia
que alguien tendría que sufrir, con un dolor extremo. Caminaba de arriba abajo
de su despacho acumulando aquella ira, de tal forma que parecía que le hervía
la sangre. Su pulso estaba acelerándose a cada momento mientras se preguntaba
cómo habría podido pasar aquello. Se detuvo junto al busto del difunto Emperador, hecho de mármol de Mustafar, con su capucha ocultando su
envejecido rostro. Era como si desde el infierno, Palpatine le estuviera
mirando y burlándose de él. Lo cogió y con todas sus fuerzas lo tiró al suelo,
cubriéndolo con miles de pedazos.
Observó los restos esparcidos por el
suelo: el pedestal se había desprendido y la cabeza se había resquebrajado en
dos, lanzando pequeños pedazos como si fueran un abanico que se extendía hacia
su mesa.
Aquello pareció tranquilizarle.
Volvió a sentarse en su sillón y empezó a pensar con la mente más tranquila.
Eckener le había avisado: la Flota se estaba reagrupando y su primer golpe
había sido maestro, eso debía de reconocerlo. Ahora unas pocas naves habían
liberado a cientos de miles de oficiales, tripulantes y soldados para engrosar
sus filas y volverse contra él. Era algo que debía tenerse en cuenta. La culpa
era suya, ya que él había ordenador no ejecutar a los prisioneros, como Molzer
le había aconsejado, ya que pensaba que podían ser útiles en el futuro.
Aunque cualquier acción que tomara
los supervivientes la Flota Estelar y sus aliado solo sería un pequeño
contratiempo sin importancia cuando completara su plan. Por ahora solo tenía
que ganar tiempo, en primer lugar tendría que reforzar la seguridad en todas
sus instalaciones. Sobre todo en las más vitales. Un paso sería construir un
generador de escudos planetario para envolver su dique espacial con un campo de
fuerza impenetrable para sus transportadores. Protegería de la misma manera sus
astilleros que ya empezaban a trabajar para él y pronto lo harían a pleno
rendimiento. También aceleraría la instalación de inhibidores de transporte en
naves, bases y guarniciones planetarias.
Todas aquellas medidas que quería
realizar tras consolidar sus conquistas deberían hacerse ahora. También
debilitaría la débil posición política de sus enemigos en aquel momento que sus
territorios estaban ocupados por sus tropas. Aumentaría la influencia y el
poder de diversas razas sobre otros planetas en forma de protectorados. Ya lo
había hecho con los remanos en Romulus y los kriosianos y los raatooras
con parte del Imperio Klingon. Era
algo que no le gustaba, pero no podía hacer otra cosa. En la lista estaban los nausicanos, los arkorianos, los son’a o
los tandarans. Al tiempo que
aumentaba el poder de algunas potencias menores como los gorn o los talarianos.
Pero a pesar de todo, aún tenía un
vasto territorio que controlar y someter con unas fuerzas limitadas. De un buen
principio el dominio del espacio y las rutas comerciales por la Armada Imperial
era un requisito indispensable, así como la movilidad de sus fuerzas
planetarias. Y aunque este objetivo parecía haberse conseguido, las pérdidas
durante la invasión habían sido importantes y necesitaba más naves y soldados.
Por suerte los astilleros de la
Federación que habían caído intactos: los de 40 Eridiani A, los de mantenimiento de Proxima, rendidos sin condiciones por el almirante Drazman o el conglomerado del Sistema Solar, ya trabajan al cien por cien de su capacidad. Pronto tendría todas las
naves dañadas en la invasión reparadas y listas para la batalla. Mientras que
otras instalaciones no tardarían en estar completamente dispuestas a fabricar
más unidades para él.
Ya había dado las instrucciones para
adaptar algunas naves con tecnología de aquella galaxia, como en el caso de los
veteranos cruceros Dreadnaught. En sus filas contaba con
un buen número de ellos, de los que había perdido la cuarta parte durante la
invasión. El resto pronto entrarían en los astilleros para convertirlos en
potentes fragatas de asalto. Ya
había ordenado hacerlo con algunos de los que estaba entre sus filas, siguiendo
el ejemplo de la maldita rebelión que había modificado algunos de aquellas
veteranas naves que había secuestrado
y el resultado era, debía de admitir, admirable. Se reducía la tripulación de
dieciséis mil a tan solo cinco mil, aumentando la potencia de fuego 40 puntos a
50, incrementando la velocidad y maniobrabilidad y reduciendo el consumo de
combustible. Modificar los veteranos Dreadnaught
sería un test para la futura modificación del resto de naves. Se les
instalarían replicadores, ordenadores más potentes, salas holográficas y lanzatorpedosde fotones, entre otras cosas. La única desventaja era la imposibilidad de
construir una plataforma de aterrizaje para los TIE, pero en aquella galaxia sin el uso extendido de cazas era un
mal menor. Y aquel no sería la única nave modificada, otras la seguirían.
Otro
punto que debía de acelerarse a causa de la muerte de Palpatine, era la
instalación de las industrias de armamento. Tanto Sienar, como otros fabricantes de naves y armas ya estaban en
camino, de eso ya se había asegurado.
Una
de las industrias más delicadas y secretas estaba a punto de empezar su
producción: la de soldados de asalto, con la que resolvería parte de la
carencia de personal que siempre había padecido. La factoría estaba acabada y
pronto empezarían a clonar soldados, pilotos y marinos totalmente leales a él. Se
había seleccionado los candidatos entre los mejores especialistas, mientras Los
técnicos de Kamino le habían dicho
que sus investigaciones con la tecnología genética de aquella galaxia marchaban
a buen ritmo. El crecimiento acelerado hacía que la primer generación pudiera
estar en condiciones de la cantidad de hombres que necesitaba y dotados de los
conocimientos precisos para activarse desde el primer día gracias a los datos
obtenidos en las instalaciones de clonación vorta.
La
maquinaria imperial estaba engrasada y en breve estaría en pleno funcionamiento
tras la invasión. Ese pensamiento le relajó. Solo tenía que aplastar aquella
resistencia y para ello utilizaría todos los medios a su alcance.
El
Carida
Corran
observó la superficie de Shelia y
sonrió satisfecho. La campaña contra la Corporación Sheliak había concluido. Su planeta natal estaba arrasado y la nube de
polvo no se retiraría en años, tiempo más que suficiente para que cualquier
superviviente hubiera perecido en la edad glacial que aquello conllevaba. Las
pérdidas para el Imperio habían sido una veintena de naves, ninguna
irremplazable, salvo el destructor Clairvoyance
que había perecido en una emboscada no lejos de Armens. Pero desde entonces la cautela había aumentado, así como la
brutalidad de los ataques. No dejaría que ningún sheliak volviera a alzarse contra el Imperio. Y así sería viendo la
destrucción de su planeta natal. Todas sus colonias habían sufrido la misma
suerte, todas las naves que habían intentado escapar habían sido aniquiladas.
Una
hermosa demostración del todo el poder del Imperio.
Ahora
debía de regresar al territorio klingon.
Allí los disturbios se multiplicaban a pesar de sus esfuerzos y lo que era
peor, aumentando la frecuencia de los ataques a convoyes por parte de piratas
cada vez más atrevidos. El último informe hablaba de un ataque sobre la
estación en Klothos en el centro de su territorio. Los klingons se estaban
reagrupando y eso debía de impedirlo.
USS
Enterprise-E
Tras
el mensaje de Sisko informando del contacto con la Alianza Rebelde, la presidenta Troi y el almirante Paris había
ordenado a Picard y su Enterprise
partir de inmediato hacia el sistema FGC-82659.
Era una remota estrella azul, situada lejos de planetas ocupados por el Imperio
y del mismo Laredo. Estaba situada en el punto de la región conocía como el Triángulo Delta y aunque ya no estaba tan
alejado de la base estelar más cercana, como un siglo atrás, continuaba deshabitada
y los sensores continuaban fluctuando caóticamente, de manera que era evitada
sistemáticamente por las naves. De manera que a máxima velocidad transcurrió
ocho días antes de que entrara en el sistema donde encontró las dos naves en
órbita al cuarto planeta: la Defiant
y junto a esta, la nave del comandante Zahn. Jean-Luc la estudió con
detenimiento. Tenía un aspecto algo desvencijado, el color rojo con el que
antaño se había pintado el casco se había difuminado con el tiempo y su aspecto
parecía que fuera oxidado, pero su presencia era elegante y robusta, con tres
potentes motores en la popa y una proa alargada y cilíndrica.
Durante
el viaje había leído todo la información que habían recopilado sobre aquella
Alianza Rebelde. Un grupo de hombres, mujeres y alienígenas luchando en
inferioridad técnica y numérica contra el Imperio con el objetivo de llevar la
justicia y la libertad a su galaxia. O como decía la propaganda: terroristas e
insurgentes contra el Nuevo Orden. Aunque
el interrogatorio a los prisioneros había demostrado que esa percepción no era unánime
en los escalafones más bajos de la maquinaria imperial, donde el reclutamiento
forzoso y el servicio militar obligatorio por miedo a las represalias por no
presentarse estaba más extendido. Una organización como la que describían: con
un órgano de gobierno y unas fuerzas armadas que luchaban contra la tiranía, era
lógico que enviaran un grupo para contactar con aquellos que estaban luchando
contra el mismo enemigo. Incluso había hablado con DeSoto unas semanas atrás
sobre la posibilidad de ir en busca de la Alianza Rebelde. Aunque siempre tras
haber organizado la resistencia en su galaxia. Ahora la oportunidad de
contactar con ellos se le ofrecía y no quería desaprovecharla.
El
transportador materializó en la plataforma dos individuos. Uno era un humano de
unos treinta años, con una cicatriz en la cara y una mirada segura, pero llena
de seguridad. Mientras que el segundo era una alienígena con un prominente
cráneo rojizo, de donde surgían dos grandes cuernos que le caían sobre los
hombros. El primero vestía con una casaca negra y la segunda llevaba lo que
parecía un uniforme en tonos azules y grises claros.
–
Bienvenidos a bordo de la Enterprise
– les saludó Riker escoltado por dos oficiales de seguridad –. Soy el
comandante William Riker, su primer oficial.
–
Yo soy el comandante Zahn, responsable del Resplendent
– se presentó descendiendo de la plataforma –. Este es mi navegante y segunda
a bordo la teniente Seeriu Ajaan.
–
Es un placer – replicó la iktotchi
asintiendo solemnemente, si mirada parecía posarse en lo que se rodeaba, analizándolo
y catalogándolo todo –. Permítame decirle que poseen una tecnología fascinante.
– Gracias. Si quieren hacer el favor
de acompañarme, les conduciré ante el capitán Picard – indicó Riker con un
ademán cortes.
Poco
después Zahn y sus acompañantes entraban en el observatorio de la nave insignia
de la Flota, donde le esperaba el capitán Jean-Luc Picard, sentado en el extremo
de una larga mesa de forma de una suave media luna. Este se levantó nada más
abrirse la puerta. Era un hombre maduro, con una mirada dura y segura de sí
misma, con la experiencia de toda una vida entre las estrellas, también la
mirada de un hombre honorable. De alguien que no se iba a doblegar por nada, ni
por nadie.
A
su lado había una mujer, con el pelo largo, sus ojos no tenían iris: tan solo una
pupila completamente negra, que le observó como si mirara en su interior.
Seguramente una telépata. Junto a
esta estaba el capitán Sisko.
–
Comandante Zahn, es un placer – le dijo Picard haciendo un además para que
tomaran asiento –. Hemos oído hablar de la Alianza Rebelde y estamos contentos
de que nos haya encontrado.
–
Siento conocerles en estas circunstancias.
–
Estas no siempre se pueden escoger – le indicó Picard –. Le presento a mi
consejera, Deanna Troi. Ya conoce al capitán Sisko.
–
Encantado – le saludó Zahn con una inclinación de la cabeza al sentarse al otro
extremo de la mesa –. Mi navegante y segunda de a bordo, la teniente Seeriu
Ajaan.
»
Capitán, disculpe si no soy una buen diplomático, pero no fui entrenado para
ello, así que si me permite no me andaré con rodeos. Como ya le dije al capitán
Sisko, soy oficial de la inteligencia rebelde.
Mi misión era localizar al gran moff Daran y a su flota y averiguar cuáles eran
sus intenciones. Lo que no le dije era que nos encontramos en un momento
crucial para el futuro de las dos galaxias. Les explicaré. El Emperador estaba
construyendo una gigantesca estación de batalla capaz de destruir un planeta
con un disparo de su superláser.
Poco antes de mi marcha los rebeldes había localizado su emplazamiento en un
remoto planeta llamado Endor y había
reunido a toda su flota para atacar y destruir la Estrella de la Muerte en
el momento en que el propio Palpatine presenciaba las etapas finales de su
construcción.
»
Según una comunicación que hemos interceptado hace poco, los rebeldes han
logrado su objetivo: la Estrella de la Muerte
ha sido destruida y el Emperador Palpatine a perecido con ella. Desgraciadamente no poseo más información.
»
Daran y sus fuerzas representan una importante fracción de la marina y el
ejército imperial, por eso mismo localizarles era de máxima prioridad. Cuando
averigüé que había invadido otra galaxia, me aventuré a viajar hasta aquí e
intentar localizar los objetivos del ataque. Todavía no he podido informar a
mis superiores de lo que he encontrado aquí, aunque sí conocen la forma de
viajar desde mi galaxia y su objetivo. Mi intención es hacerlo tras hablar con
ustedes.
»
He sabido que la Federación Unida de Planetas se parecía mucho a la forma de gobierno que existía antes en mi
galaxia. Antes de la llegada de Palpatine, su Imperio y su Nuevo Orden. Es
conocida como la Vieja República y
los diferentes pueblos tenían los mismos derechos y libertades que gozaban los
planetas de su Federación. Es más, los líderes rebeldes desean una Nueva
República. Por eso no creo que haya ningún problema para crear una alianza
entre nosotros. Sin olvidar que tenemos el mismo enemigo común.
»
Ahora, tras la muerte del Emperador, creo que es importante averiguar lo que va
a hacer Daran y sobre todo sus fuerzas, resulta de vital importancia para el
futuro de la rebelión. Y el suyo también. Pero quiero ser sincero, desgraciadamente nuestras
fuerzas son limitadas y están centradas en derrotar a un poderoso enemigo en
nuestra galaxia. Por lo que la ayuda sería de carácter técnico, información
sobre todo. Antes de partir me prometieron que podría recibir algunas naves
para apoyarme en mi misión, alguna fragata y cazas. Pero no esperen mucho.
Sobre todo porque estoy hablando sin haber consultado a mis superiores.
Picard
le observó durante unos instantes cuando terminó de hablar. Estaba claro que no
era un diplomático y no solo por los nervios que no podía ocultar, sino porque en
su argumentación había mostrado todas sus cartas. Aunque también transmitía una
seguridad en sí mismo de un hombre inteligente que sabía que su baza más
importante era la sinceridad. Su navegante era más observadora, pero no se había
mostrado sorpresa alguna por el discurso de su superior, por lo que conocía lo
que este iba a decir.
–
Comprendo su situación. Y agradeceremos toda la ayuda que nos pueda facilitaros y su sinceridad
– le dijo Picard con calma –. Conocíamos la muerte del Emperador y su fin nos
da esperanza. Y ciertamente carecemos de mucha información relativa a nuestros
enemigos, mientras que ellos parecen saber mucho de nosotros. En este aspecto,
su ayuda sería inestimable.
– Por lo que sé, Daran ha
planeado esta operación desde hace, por lo menos ocho años. Conozco muy bien a
Daran, es un hombre metódico y cauto, pero ambicioso y no hace nada y mucho
menos de semejante envergadura sino está completamente seguro de la victoria.
Observa a su enemigo, averigua cuáles son sus puntos fuertes y cuales sus
vulnerables. Tras estudiarles con detenimiento, finalmente ataca sin piedad y
con tanta rapidez como puede para impedir que se vuelvan contra él. Así
prosperó dentro de las fuerzas imperiales.
– Parece que le conoce muy
bien – intervino Deanna.
– Mucho, consejera. Fuimos, hace tiempo…
amigos.
– ¿Y qué cree que hará Daran tras la
muerte de su Emperador? – preguntó Sisko.
– No creo que modifique
sustancialmente sus planes, capitán. Tras la muerte de Palpatine tiene las
manos libres para hacer con su galaxia lo que le plazca… No es de los que dejan
las cosas a medias o se retiran, a pesar de las dificultades que pueda afrontar.
Además ahora tiene recursos y poder.
– Bien comandante – dijo Picard
levantándose del asiento –. Si lo desean les transportaremos de nuevo a su
nave. O bien pueden permanecer a bordo de la Enterprise, como muestra de nuestra hospitalidad.
– Gracias capitán. Si no le importa
me gustaría que la teniente Ajaan regresara a bordo de
mi nave y yo permaneceré aquí esperando su respuesta.
–
Será un honor – replicó Picard asintiendo y satisfecho ante la reacción de Zahn,
al quedarse demostraba su confianza en ellos y al enviar de regreso a su navegante
le permitía escapar si algo se torcía –. El teniente Daniels les conducirá a la sala de transporte y a su
cabina respectivamente. Pídale cualquier cosa que desee.
–
Ha sido un placer – replicó Zahn y salió del observatorio con su segunda. En el
turboascensor Ajaan le miró
fijamente y averiguó que tramaba su comandante. Quería mostrarles que confiaba
en Picard y en la Federación, que podían confiar los unos con los otros. Una
buena estrategia, pensó la iktotchi.
–
Eran sinceros – le explicó esta –. Algo cautos, pero es lógico en su posición.
He establecido contacto con su consejera. No era del todo telépata, pero sí muy
receptiva, tal vez empática. No creo que haya problemas para formalizar una
alianza. Aunque no me gusta que te quedes solo.
–
Estaré bien, Seeriu. Tú misma has dicho que son sinceros.
–
Informaré a Moritz – indicó Ajaan al llegar a la sala de transporte.
–
Mañana llamaremos a la Far Star. No
quiero precipitarme.
Mientras
tanto en el observatorio, Picard se giró hacia su consejera.
– Decían la verdad – indicó
esta ante la mirada inquisitiva de Picard –. No me ha parecido que mintieran en
ningún momento. Su navegante era telépata y he podido conectar con ella. Ha
abierto su mente para mostrarme que no esconden nada. Están aquí para luchar
contra el Imperio.
– ¿Pueden haberla engañado
deliberadamente? – preguntó Sisko.
– No. Lo notaría, hace algunos años
mi madre me ayudó a desarrollar mis capacidades empáticas para evitar
precisamente eso. Aunque en cuando al comandante Zahn... había algo oscuro al
hablar de la rebelión y sobre todo de Daran. Al decir lo de su amistad. Le odia profundamente.
Continuará…
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