Sección 31
Primera parte.
La Far Star
Moritz observaba como la runabout Ebro se aproximaba desde el Constitution, que tras completar su apresurado alistamiento tras ser evacuada de los astilleros de Beta Antares había sido asignada a la capitana Dana White. Habían mandado la
nave más rápida que tenía la Flota Estelar con la delegación del Cuerpo Diplomático enviada por la presidenta Troi, un crucero como el Enterprise-E pero con tres de aquellas
barquillas de curvatura. Había llegado el día anterior y ya habían transportado
a bordo la mayoría de su equipo: lo último iba a ser una lanzadera que se
llevaban consigo. La delegación estaba encabezada por la enviada especial del Consejo de la Federación: la embajadora trill Kareel Odan y el recién ascendido capitán Flaherty por parte de la Flota
Estelar, junto a varios secretarios, ayudantes y expertos en leyes, así como
ingenieros de apoyo. Todos ellos habían sido instalados cómodamente en los
camarotes que se habían quedado vacíos tras el traslado de parte de la dotación
a las naves de la Flota Estelar. También llevaban consigo una importante
cantidad de equipo, entre el que se encontraban algunos replicadores y computadoras con bancos de datos.
Por
su parte aquellos días de espera habían sido frenéticos. En primer lugar los
150 soldados del destacamento de Drahk se había trasladado a bordo de la Enterprise con su equipo
correspondiente. La compañía de las Fuerzas Especiales estaba formaban por cuatro pelotones: los dos primeros eran de
asalto, uno de ellos especializado en abordaje de naves espaciales. El tercero era
conocido como los “mimados de Drahk”:
infiltradores capaces de introducirse en territorio enemigo y hacer casi
cualquier trabajo. El último era de servicios especiales: especialistas en
demolición, comunicaciones y técnicos en cualquier cosa electrónica. Entre
estos había algunos de los mejores comandos de la Alianza, que habían participados
en encarnizadas batallas como la de Haidoral Prime, o la librada en las heladas planicies de Hoth. Todos eran seres curtidos con variados y pintorescos equipos.
También se habían trasladado casi
toda la tripulación de mantenimiento y de vuelo de los cazas, que eran otros
cien hombres con los equipos de recambio, herramientas, sus droides
correspondientes y demás enseres personales. También debían sumar los diez cazas Ala-X de los Rancors, que habían sido repartidos a bordo de la Enterprise y el Constitution. Lo que sumaba una significativa cantidad de material. Los
hombres fueron acomodados en las cabinas y el equipo transportado a las
diferentes bodegas de las naves estelares.
Ya se habían producido algunos
incidentes, todos ellos inocentes, sobre todo debido a las diferentes
costumbres de tan dispares orígenes. El más frecuente de ellos estaba relacionado
con los traductores universales que
habían sido distribuidos entre los miembros de la Alianza Rebelde. Al parecer alguno de los wookies del Segundo Pelotón no estaban muy conformes con algunas
traducciones que hacían, sin olvidar lo reacios que eran a la hora de usarlos.
No se podía olvidar que entre de los doscientos sesenta rebeldes transferidos
sumaban más de treinta razas distintas y un buen puñado de droides también de diferente
procedencia, algunos de los cuales no se habían reprogramado en décadas. Como
los pequeños y las malditas unidades DUM-4
del equipo de mantenimiento de cazas, que ya habían causado más de un
estropicio a bordo de la Far Star.
También se habían transferido los
historiales médicos y los datos exobiológicos de las razas que formaban sus
fuerzas. El doctor Sel’Sabagno y los jefes médicos de la Enterprise y la Defiant también habían realizado revisiones a todos los miembros de
la rebelión. Sel’Sabagno le había transmitido sus favorables
impresiones sobre la tecnología de la Federación, sin mencionar la amistad que
había surgido entre la doctora Crusher y él o el entusiasmo del joven doctor Bashir en todo lo relacionado con ellos.
Junto a la información médica,
también se había traspasado una importante cantidad de datos a los ordenadores
de la Enterprise. Sobre todo
información técnica y militar sobre el Imperio,
así como la mayor parte de la pequeña biblioteca de a bordo. Que incluía una
edición de la Enciclopedia Galáctica, con una ingente cantidad de datos
históricos, geoespaciales, sociales, biografías de personalidades relevantes de
un millar de mundos y razas. La transferencia se había realizado con rapidez,
mucha más de la que hubiera imaginado y según el comandante Data, que era un
droide responsable de las operaciones de la nave y con plenos derechos, solo
ocuparían una pequeña parte del ordenador de la nave.
Por eso a pesar de aquellos aislados
incidentes, la buena camaradería general que reinaba en la Enterprise parecía presagiar halagüeñas esperanzas de entendimiento
entre las dos potencias. Esta se había reflejado durante las reuniones de
planificación para el traslado y cómo había de producirse la cooperación de los
miembros de la Alianza que se quedaban en la Vía Láctea, había demostrado una
gran sintonía entre todos. Así como las visitas recíprocas que se habían hecho
entre todas las tripulaciones para conocerse mejor. Y eso le daba confianza en
el futuro. De alguna manera u otra la muerte de Palpatine y el encuentro con la Federación habían coincidido en el tiempo y aquello era una buena
señal. El alderaano lo presentía. Y
si había tenido recelos en un principio, ahora tenía que confesar que estaba
lleno de esperanza. Tanto Picard como Sisko le había parecido hombres dignos de
confianza, honorables y sensatos. Al igual que la potencia a la que
representaban.
Sí, tal vez aquella era una nueva
esperanza.
– La Ebro ha embarcado sin novedad, señor – anunció uno de los técnicos.
– Envíen un cordial saludo al Resplendent y al resto de naves
estelares, diciéndoles que regresaremos pronto. Y que la Fuerza les acompañe –
indicó Moritz.
– La Enterprise, la Defiant y
el Constitution devuelven el saludo –
informó el técnico poco después –. Nos desean buena suerte y que nos esperan de
vuelta.
» Desde el Resplendent solo responden: que la fuerza nos acompañe, señor.
– Que así sea – dijo Moritz –.
Cambien de rumbo, calculen coordenadas de hiperespacio para salir de la Vía
Láctea.
– Coordenadas introducidas.
– Ya es hora de volver a casa.
– Hiperespacio en tres, dos, uno…
ahora.
Draylon II
Draylon II era un planeta con un clima templado con inviernos suaves, un buen suelo
para el cultivo y con unas largas estaciones cálidas. Situado cerca de Cephella Prime había sido colonizado
por los skrreea tras su llegada del
cuadrante Gamma en el 2370 y bautizado como Nuevo Kentanna. Desde entonces aquel
pueblo agrícola había prosperado gracias a las abundantes cosechas y a su flota
de naves, creando una reputación de honestos comerciantes en los sectores
cercanos.
Aun así era un planeta pobre: sin
instalaciones orbitales ni infraestructuras planetarias, tan solo con un puerto
espacial que consistía en una explanada con un faro y luces señalizadoras.
Durante la guerra contra el Dominion
tan solo habían sufrido ataques esporádicos de las fuerzas del jem’hadar, repelidos normalmente por
las fuerzas de la Flota Estelar situadas en la cercana Base Estelar 375. Tras el ataque del Imperio sus lideresas habían
firmado un acuerdo con este para que sus fuerzas no ocuparan el planeta. Además
de declarar su lealtad y sumisión al Emperador, también debían de entregar como
tributo parte de su producción agrícola. Aquella situación no era nueva para su
pueblo, ya que hasta su llegada al cuadrante Alfa habían estado sometidos bajo
la férrea esclavitud de los t-rogoran durante
ocho siglos. Por lo menos el Imperio les permitía vivir en paz.
Para la primera entrega del impuesto,
que iba a ser entregado a la Unión Cardassiana en concepto de ayuda, había llegado a Draylon un pequeño convoy
formado por una decena de naves automatizadas escoltadas por una fragata de la clase Nebulon-B.
Un oficial imperial, que no disimuló su desagrado ante la presencia de los
skrreeas y su piel escamosa, supervisó con rapidez que toda la mercancía había
sido trasladada al interior de los cargueros, certificando la entrega y
subiendo sin dilación a su lanzadera TIE
para regresar a la fragata en la órbita. Nadie prestó atención al pequeño
dispositivo de seguimiento que había sido escondido en una de las alas dobladas
del vehículo imperial por uno de los jóvenes que se habían congregado para ver
la operación de carga. Al atravesar los escudos de la nave, la lectura de estos
fue transmitida a un receptor cercano.
A bordo del pájaro de presa oculto dos seres de especies diferentes se miraron
complacidos. Uno era el capitán Ankara, comandante del Slivin. Tras ser reparada
de los graves daños en su deflector durante el ataque a la base cardassiana de Trelka V, había sido una de las naves
dejadas a través por el canciller Martok
y se iban a unir al grupo de la Flota Estelar que defendía Trill durante la
invasión. Pero llegaron cuando las tropas imperiales ya estaban ocupando el
planeta, de manera que decidieron esconderse en las Badlands esperando el
momento de devolver el golpe. Allí se habían encontrado con un veterano carguero de Clase Y que parecía
errante, cuyo capitán le propuso una alianza con los últimos miembros del Maquis que había logrado sobrevivir a
la masacre del jem’hadar, Ankara aceptó ante la posibilidad de seguir luchando.
Quien le devolvía la mirada era un humano que nunca había creído que el maquis
hubiera sido aniquilado completamente y el tiempo le había dado la razón. Ahora
lo estaba organizando de nuevo para luchar contra su eterno enemigo: los
cardassianos.
Ocultos bajo el manto que les
proporcionaba el sistema de ocultación, el Slivin
salió del sistema y se dirigió hacia espacio cardassiano.
Eltanis IV
Erradicar la revuelta de los kobliad en aquella colonia minera no
había sido fácil, ni para las tropas de elite. De una gran complejidad
geológica, los rebeldes se habían refugiado en las montañas, salpicadas de
cuevas y cuya composición impedía que se pudieran detectar con los sensores.
Habían tenido que recurrir a un bombardeo orbital para aplastas el interior de
los macizos donde se escondían, para descender y luchar cuerpo a cuerpo y
limpiaban todas las cuevas que quedaban una a una.
Las bajas habían sido cuantiosas,
pero la victoria había sido aplastante.
Ak-746 salió de entre las
humeantes entrañas de la tierra donde se había escondido el último reducto de
los insurgentes. Su armadura estaba manchada de humo, polvo y sangre y su rifle E-11 estaba humeante y con la
batería casi vacía. Alzó la vista para ver pasar a un bombardeo TIE con sus dos cabinas cilíndricas. El poder del Imperio, pensó.
– Los supervivientes ya han sido
reunidos, señor – le indicó un soldado. Su superior asintió y le siguió hacia
el recodo del bosque, ahora devastado por los bombardeos donde habían agrupado
a los últimos resistentes. Eran una veintena: algunos soldados, mujeres y
niños, todos ellos asustados y preguntándose cuál iba a ser su destino.
Ak-746 les miró a través de las
lentes de su casco. Eran un pueblo de
débiles, pensó. Que para sobrevivir
necesitaban una sustancia llamada deuridium
para estabilizar sus estructuras celulares y así prolongar su vida. Toda
aquella revuelta había empezado por la falta de aquel compuesto. Bien pues no
lo necesitarían nunca más. Pero tenía que admitir que habían luchado bien,
aferrándose al terreno, peleando con cualquier arma que tenían a su alcance,
sin desfallecer, sin posibilidad alguna de vencer. Alzó su blaster y disparó
contra el kobliad más cercano, un joven soldado herido por una explosión.
Continuó disparando sobre el resto de cautivos hasta que se quedó sin energía,
luego el resto de soldados prosiguieron el trabajo.
El Marauder
El gigantesco hangar de aquella
antigua nave neimoidiana estaba
atestado de lanzaderas y vehículos que
iban desembarcando para llevarlos a sus lugares de almacenaje. Los grandes AT-AT, los más pequeños AT-ST y los vetustos y achaparrados AT-TE, junto a las Fortalezas Flotantes, o las piezas
de artillería SPHA eran conducidos
por remolcadores por encima de las barcazas y las formaciones de soldados de
asalto. Según se había enterado, el sargento técnico Klements, el 31º Grupo de
Ejército, del que el Merodeador era
una de sus naves de transporte de combate, iba a reagruparse en Tiburon. Era uno de los sectores
centrales de la Federación donde
descansarían y prepararían para convertirse en una fuerza móvil y desplegarse
allí donde se desafiara la voluntad del Moff Supremo.
Klements observaba desde uno de los
puestos de control la maniobra de alzado de una de las barcazas de desembarco y
pensó en la cita que tenía aquella noche con el responsable de navegación de la
nave. Y sonrió. Se había acercado Iain poco después de llegar a bordo para
poder obtener información de los movimientos de la nave. Pero el destino les
había unido de una forma más profunda de lo que imaginaba. Tras descubrir su
repulsión hacia el Nuevo Orden se
había atrevido a confesarle que era un agente infiltrado de la Alianza Rebelde, y poco después se
habían convertido en amantes. Ahora Klements esperaba el momento de actuar
mientras iba reclutando poco a poco su pequeña célula rebelde dentro del Marauder. Pero debía de ser cauto
antes de cualquier movimiento. Con una base fija sería más sencillo poder intentar
ponerse en contacto con las fuerzas de la Alianza. Durante el tiempo que había
estado infiltrado no se había quedado ocioso y había estudiado el despliegue
imperial para atacar aquella galaxia. Su conclusión era que o el Imperio no
había querido proporcionar el equipo más moderno o los recursos desplegados en
su galaxia para controlar los antiguos territorio de la República eran mucho
más limitados de lo que habían hecho creer, y no le permitían dispersar a sus
unidades de élite en una invasión como aquella. Ejemplo de ello era la cantidad
de vehículos que ya habían servido en el Ejército Republicano durante las Guerras Clon
y que ahora estaban anticuados. Como los grandes vehículos sobre ruegas Juggernauts,
los vehículos aéreos LAAT o los
cañones autopropulsados SPHA que habían luchado contra los ejércitos droides en Geonosis
o Kashyyyk. Y el mismo transporte de
asalto en el que servía, una enorme nave de batalla de la clase Lucrehulk que habían
servido en las filas de los enemigos de la República. Según le habían contado
la Armada Imperial no había querido
desprenderse de sus modernos naves de desembarco de Corps Evakmar y alguien
se le había ocurrido recuperar aquellas naves y adaptarlas para el Ejército
Imperial. Por tanto tenía claro que en el marco de la invasión el Imperio
contaba con recursos limitados: tanto de hombres, como de equipos, y naves. Una
valiosa información que tenía que transmitirla lo antes posible. Y si no podía
hacerlo a los mandos de la Alianza, lo haría a los habitantes de aquellos
mundos. Por lo que estaba resuelvo a buscar a la resistencia que estaba seguro
que habrían creado sus habitantes, aunque aún no sabía muy bien cómo hacerlo en
aquel lugar y entre unas gentes que no conocía. Aunque su mundo natal no era
muy diferente a aquel al que había sido destinado: había gozado de paz y
prosperidad hasta la llegada del Imperio. Aun recordaba la tarde en que se
habían llevado a su padre para no volverle a ver nunca más. Sabía que no sería
fácil, pero estaba seguro que lo conseguiría.
Nueva Fabrina
Elona Welder atravesó la pasarela
que conectaba el transporte ferengi con la terminal del espacio puerto lo más
tranquila que pudo, a pesar de tener los nervios a flor de piel, pero era una
oficial de la Flota y tenía una importante misión que cumplir. Solo esperaba
que las credenciales que llevaba pudieran pasar los controles aduaneros
correspondientes. Según estas procedía de Troyius
y era una comercial de la Compañía
Farmacéutica Yonada que regresaba a la oficina matriz tras la invasión de
la Vía Láctea. Pero con una simple verificación en aquella empresa sería
suficiente para descubrir la verdad. Se había presentado voluntaria para aquella
misión, sabiendo que no existía constancia de ninguna célula de la resistencia
en el planeta. Pero Welder conocía bien la lealtad que su pueblo tenía a la Federación por haberles ayudado, de
manera que tenía ninguna duda de que esta existía, que los fabrini se mantenían fieles a quienes les habían salvado de la
extinción un siglo antes. Entró en la sala de recepción y se dirigió al
mostrador, donde le sorprendió ver a un joven funcionario, junto a una pareja
de guardias fabrini con sus habituales uniformes de cuadros de colores vistosos
y sus sobreros negros junto a la puerta. Entregó el pequeño padd al joven, que le devolvió el
saludo con una gran sonrisa, contento de ver a una compatriota, apenas revió la
información y le deseó una buena estancia en el planeta.
Al salir de la terminal la encontró
tranquila, y aunque estuviera amaneciendo y por tanto era temprano, estaba
menos concurrida de lo que recordaba, aunque sí se había fijado que había menos
naves en los hangares y estacionamientos. Mientras que las amplias salas de recepción
y embarque estaban decoradas con grandes estandartes rojos con el símbolo
imperial y carteles exaltando las ventajas del Nuevo Orden. Aun así tan solo
vio un par de imperiales comiendo tranquilamente en un restaurante y algunas
parejas de soldados de asalto patrullando.
Para llegar a la ciudad cogió una de
las lanzaderas terrestres, y no fue hasta acercarse más a esta que empezó a
observar más presencia de la ocupación. En las vías de acceso se cruzó con
patrullas de motos deslizadoras 74-Z
y varios andadores AT-ST, y muchos
menos vehículos civiles moviéndose de lo normal. La capital, que llevaba el
nombre de Natira en honor a la última sumasacerdotisa del culto del Oráculo
y la primera líder escogida democráticamente por el pueblo, era una ciudad
moderna con varios millones de habitantes. Se había erigido en las suaves
laderas de la parte templada del planeta y donde habían empezado a reconstruir
su civilización después de pasar 10.000 años a bordo de una nave asteroide. Normalmente
se veía una fabril actividad, pero a medida que se había acercado al centro y
atravesaba sus calles, Elona tenía la sensación de observar una ciudad más
apagada y triste de lo que recordaba. La gente caminaba rápidamente, como si
estuviera asustada, en un ambiente opresivo, que imaginaba que no sería muy
diferente a como había sido la vida a bordo de la Yonada, tal y como sus
abuelos le habían contado. En muchos edificios, y no solo los oficiales, podía
ver ondear el pabellón rojo del Imperio, como recordatorio de su presencia y su
poder.
Descendió de la lanzadera terrestre
en una de las paradas intermedias, no lejos del Museo Ancestral de Arte Fabrini.
Aunque su destino estuviera cerca se desvió hacia el centro, tal y como le
habían indicado en su rápido adiestramiento para aquella misión, donde buscó un
restaurante para poder desayunar. Después se dirigió al museo y deambuló por
sus salas donde se exhibían gran cantidad de obras de arte y objetos originales
de su civilización, que habían sido encontrados en numerosas salas selladas y
especialmente protegidas a bordo de la nave asteroide. Al mediodía volvió a
coger otra lanzadera terrestre e ir a comer en uno de los barrios periféricos.
Estuvo atenta por si la seguían, pero no vio ninguna cara repetida, ni notó ninguna
sonda imperial observándola. Tras comer se metió en los túneles subterráneos,
donde se cambió de chaqueta y se recogió el pelo para disimular ligeramente su
apariencia. Finalmente regresó al centro, ya convencida que nadie la seguía.
Su destino era un edificio de
apartamentos que a medida que ascendía cada piso tenía la superficie de sus balcones ondulada que generaba una sensación de espiral. Allí vivía una buena amiga con la que había
estudiado junta derecho en la Universidad McCoy y mientras ella se había
especializado en derecho intergaláctico y entraba en el departamento jurídico
de la Flota, Lora se había convertido en una abogada de oficio que ejercía en
los juzgados centrales y por tanto conocía a mucha gente, tanto de la guardia,
así como de los bajos fondos fabrini.
Había estado en aquel piso muchas
veces, aun así se sintió extraña al llamar a la puerta cuyo letrero indicaba la
identidad de su ocupante: Lora Gardener, habiendo regresado de incógnito en una
misión secreta. El timbre sonó y Elona esperó unos instantes antes que la
puerta se abriera. Delante de ella apareció su amiga, que se tapó la boca
sorprendida al verla. Con rapidez y sin decir nada la hizo pasar y una vez cerrada
la puerta la abrazó con fuerza.
– No sabíamos que te había ocurrido…
– le dijo con visible alivio, se apartó de su amiga y la observó detenidamente –.
Pensábamos lo peor.
La hizo pasar al interior del
apartamento lleno de plantas, la gran afición de Lora, herencia de sus
ancestros que habían trabajado en los jardines internos de Yonada.
– La mayor parte del personal no
esencial de la Base Estelar 173 fue
evacuada y poco después contactamos con uno de los grupos que han organizado la
resistencia… – explicó Elona ya sentadas en el salón.
– Entonces es cierto, no estamos
derrotados, la lucha prosigue – la interrumpió Lora sin ocultar su ilusión.
– Estamos organizándonos y sí, no
nos han vencido – la confirmó la oficial estelar con una gran sonrisa de
satisfacción –. He regresado precisamente por eso, tengo que contactar con la
resistencia de Nueva Fabrina. ¿Qué
sabes de ellos?
– Que también existen – confirmó
Lora sin ocultar su orgullo –. Actúan con prudencia y no sé quiénes son, pero
sé que ayudan a esconderse a los que figuran en las listas de enemigos del
Imperio. Conozco a un guardia que estoy segura que sabe cómo contactar con
ellos.
En ese momento la expresión de Lora
se nubló, como si una preocupación le hubiera vuelto a la mente. Cogió las
manos de su amiga.
– ¿Crees que ganaremos?
– No tengo ni la más mínima duda –
fue la respuesta de la teniente jurista Welder.
Chin’toka
El convoy llegó a Chin’toka a la hora prevista y
transportó las toneladas de trigo y otros productos skrreeans en los depósitos de la capital del planeta. Estos
representaban para su población parte de los alimentos del siguiente mes.
El pájaro de presa llegó algo
después, cuando el convoy imperial estaba preparándose para dejar la órbita. Ankara
miró a su invitado y sin decir nada se retrajo de las dudas que había tenido.
Realmente debía de admirarle, no solo por no equivocarse en el cálculo de
tiempo, sino porque continuaba siendo un líder y un gran guerrero. Luego
observó el planeta, el lugar donde su hermano había muerto el año anterior en la última gran ofensiva del Dominion en
la guerra, cuando cardassianos, jem’hadars y breens había destruido una flota
combinada de más de trescientas naves. Ahora iba a vengarse no solo de su
hermano, sino de muchos otros valerosos guerreros que allí perecieron.
– Las naves enemigas empiezan a
moverse – indicó uno de sus técnicos.
– Es el momento – confirmó Ankara a
su invitado.
– Así es – replicó este, que apretó
los controles de su comunicador de muñeca y transmitió sus órdenes y deseó
buena suerte al comando que iba a asaltar la fragata imperial. Este estaba
formado por un pequeño grupo de antiguos maquis, así como unos pocos oficiales
de la flota que se le habían unido tras la invasión y un puñado de klingons del
capitán Ankara.
En la bodega el antiguo ingeniero de
la flota, retirado años atrás, activó el transporte y el grupo desapareció ante
sus ojos. Con la frecuencia de los escudos de la fragata Nebulon-B, los
diversos comandos se materializaron en su interior. Los combates fueron breves,
pero intensos y al cabo de unos minutos de tensa espera, el jefe del asalto se
puso en contacto con la Slivin.
– Puente asegurado. Comunicaciones aseguradas. Ingeniería asegurado.
Soporte vital, asegurado – fue anunciando –. Procedemos a inundar el sistema de ventilación con paralizantes.
– Desactiven el sistema de
ocultación – ordenó Ankara con renovado entusiasmo, ya había ordenado calcular
las coordenadas de fuego al llegar y ahora tan solo faltaba apretar un botón –.
Abran fuego sobre las restantes naves imperiales y la base cardassiana.
El pájaro de presa apareció segundos después y disparó con sus cañones disruptores sobre los
desarmados cargueros droide, convirtiéndoles en pedazos de chatarra
incandescente. Al mismo tiempo los torpedos de fotones cayeron sobre las instalaciones
planetarias como una lluvia de fuego. Medio minuto después todos los objetivos
habían sido destruidos.
– Es hora de marcharnos – indicó Ankara
con visible satisfacción.
– La primera acción del nuevo maquis
ha sido un éxito – indicó el antiguo capitán de la Flota Estelar. Segundos
después el Slivin se ocultaba de
nuevo, mientras que la recién capturada fragata imperial salía a máxima
velocidad del pozo gravitacional de Chin’toka y saltaba al hiperespacio, justo
cuando varias naves de guerra cardassianas llegaban impotentes al lugar del
suceso.
El Annihilator
Una vez cada dos semanas Lepira y
Vantorel se reunían para hablar de los informes de inteligencia. Con el tiempo se
habían convertido en reuniones distendidas y casi informales que podía
alargarse durante muchas horas. No hablaban solamente de aspectos puramente
militares, sino también sobre sociología o psicología, de su historia y
costumbres. De esa manera Vantorel se hacía una idea global y al mismo tiempo entendía
mejor a los seres que debía combatir.
Normalmente
se celebraban en el despacho que el almirante tenía junto al puente del Annihilator, pero para sorpresa de
Lepira aquella vez le condujeron a los camarotes personales de este. Era la
primera vez en todos aquellos años que entraba en sus alojamientos. El oficial
del ubictorado conocía perfectamente
lo reservado que era el almirante en aquel sentido, tan solo su sirviente
personal, un silencioso kel dor de Dorin, podía entrar libremente en
ellos. Que un alto cargo imperial tuviera un criado alienígena no era nada
extraño, incluso Lord Darth Vader
solía tener a los asesinos noghri a
su alrededor. Lo extraño de aquel kel dor era que por mucho que Lepira hubiera
buscado información, no había encontrado ninguna referencia de su pasado o de
la relación que tenía con Vantorel.
La
cabina tenía poca decoración y la sombría luz solo iluminado era la mesa y un
sofá junto a la ventana. Las paredes estaban desnudas, sin ningún cuadro, ni
busto, simplemente los grises y lisos mamparos de metal de la estructura de la
nave. Algo extraño en un hombre culto y sofisticado como el almirante, pensó el
oficial de inteligencia.
Vantorel
le esperaba junto la mesa donde iba a comer, le saludó cordialmente y antes de
sentarse se quitó la gorra que entregó a su criado y también por primera vez Lepira
pudo observar las orejas puntiagudas del almirante. Medio sar’las por parte de
madre, aquella característica física era la única muestra visible de su
mestizaje. Y normalmente llevaba la gorra ajustada para esconderlas ante sus
subordinados, muchos de los cuales aún guardaban grabes resentimientos contra
los alienígenas de se habían alzado contra la Antigua República durante las Guerras Clon, por otro lado sentimientos alimentados por la propaganda imperial.
–
Ya he sido informado que la Tuarte
fue capturada por el grupo del maquis
– empezó Vantorel mientras su criado les servía un rosbif de sehlat acompañado por un vino bajorano
–. Tan solo espero que su plan de resultado.
–
Y lo hará – replicó Lepira seguro de sí mismo –. Las naves supervivientes de la
Flota Estelar tarde o temprano se pondrán en contacto con ellos y entonces
estos nos proporcionarán la información que tanto anhelamos: la localización de
su base.
–
Sí, ya sé. Ya sé – le interrumpió Vantorel bebiendo un sordo de aquel vino de
color rosado. Era una añada excelente, con un sabor dulzón y aroma a flores
silvestres –. La verdad es que no sé cómo me dejé convencer para no colocar
ningún dispositivo de seguimiento.
–
Porque si lo hubieran descubierto, no habría servido de nada el sacrificio de
esa fragata. E incluso mi tapadera estaría en peligro – recordó Lepira –.
Conozco bien al hombre que le di la información. Fue uno de los oficiales de la
flota más condecorados y respetados durante mucho tiempo. Lo primero que hará
será estudiar la nave, de arriba abajo, incluso intentará modificarla. Y si
entonces encontrara ese dispositivo…
–
Lo que no imaginaba era que el maquis aun continuara en activo.
En
realidad no lo estaba, pensó Lepira. Habían sido exterminados por el jem’hadar al poco de llegar al
cuadrante Alfa, pero alguno combatientes pudieron escapar al espacio de la
Federación donde quedaban muchos de sus simpatizantes. El más importante de
estos era un antiguo oficial de la flota, que durante los años en que el maquis
estuvo activo fue uno de los principales líderes políticos. Cuando los cardassianos
ocuparon diversos planetas a lo largo de la frontera tras el ataque imperial,
Lepira se había ocupado de avivar a sus simpatizantes cercanos a la Zona Desmilitarizada. Por otro lado se
había ocupado, de manera sutil, que los presos que quedaban en las prisiones de
la Federación fueran liberados. Durante todos aquellos años habían servido, sin
que nadie lo supiera, muy bien al ubictorado y a la planificación de la
invasión, de manera que había conservado todos sus contactos entre los
supervivientes. Les había ofrecido trasladarles en sus cargueros comerciales, e
incluso refugio, con la idea que una vez invadida la Vía Láctea, estos podían
ser de gran utilidad para el Imperio. Una vez derrotada la Federación les había
vuelto a entregar armas y a animar a su líder para que tomara, de una vez por
todas, el mando operativo de los restos del maquis. En un golpe de suerte se
habían encontrado con una nave rezaga klingon en las Batlands que también se
había unido a ellos. Aunque la idea original era usarlos para controlar a los
cardassianos y que desviaran recursos para luchar contra ellos, con la
aparición de la resistencia de la Flota Estelar el maquis había cobrado un
nuevo propósito. Tarde o temprano los supervivientes de la Federación se
pondrán en contacto con ellos y entonces le proporcionarían la información que tanto
anhelaba: la localización de sus bases.
–
Me fiaré de usted. Como siempre. Reconozco que nunca ha fallado en sus planes –
le indicó Vantores –. Lo único es que ahora tengo a los cardassianos
exigiéndome que les vuelva a entregar los alimentos que sus maquis vaporizaron
en Chin’toka.
–
Los cardassianos son arrogantes por naturaleza. El cargamento fue entregado,
¿no? Si este fue destruido por una nave maquis… no es nuestro problema. Valga
decir que fue una sugerencia que hice: de esta manera no castigaríamos a los skeerrea, ni nos harían más difíciles
nuestras relaciones con los cardassianos.
–
¿Y es que eso nos preocupa? – preguntó burlón Vantorel.
–
Ellos no lo saben – dijo Lepira y se echó a reír.
–
¿Y sabe lo que el maquis hará con mis hombres?
–
Me dijeron que los dejarían en algún planeta perdido. El maquis no solía
asesinar a sus prisioneros. Algunos serán interrogados para averiguar el
funcionamiento de la nave y sacarles algo de información. Me enteraré de donde
los dejarán y al cabo de un tiempo una nave de exploración podría encontrarlos
por casualidad.
–
¿Qué puede decirme de la resistencia bajorana?
–
Se está reorganizando. Tras el anuncio de que Shakaar está libre los preparativos se han acelerado y ha aumentado
el reclutamiento de voluntarios.
–
Dejar que escapara el primer ministro fue una torpeza… – se recriminó Vantorel.
Se
había determinado que el Persilla, visto tras la batalla de la base estelar Earhart, había sido
tomado por los prisioneros que transportaba, posiblemente por el mismo Odo. Y
que cuyos datos de navegación habían servido para organizar los ataques coordinados
de la Flota Estelar para liberar a miles de prisioneros.
–
Es muy posible que el condestable cambiante
estuviera a bordo del carguero xepolite
que atravesó el agujero de gusano.
Con lo que Dominion está en contacto
con la resistencia del cuadrante Alfa. Estoy pensando en enviar una misión de
exploración para descubrir los futuros movimientos de los Fundadores, prepare toda la información que tengamos del cuadrante
Gamma, incluyendo la cartografía de la región.
–
Me lo imaginaba y el departamento de archivos ya está compilando los datos.
Estarán listos en breve.
–
Bien – contestó satisfecho Vantorel –. Ahora regresemos a las cuestiones más
próximas.
–
Por ahora Bajor permanece tranquilo, el general Alhana está haciendo grandes esfuerzos para que
así sea.
–
Usted apoyó el nombramiento de Alhana – le recordó Vantorel –, espero que sepa
lo que está haciendo. Ya sabe mi interés por Bajor.
–
Y lo estará – respondió rotundo Lepira –. Algunas de las antiguas células de
resistencia, como la de Orta, Teero Anaydis e incluso la del general Hazar entre la milicia se
empiezan a organizarse manteniéndose leales a Shakaar. Y este no está haciendo
nada. Lo cual nos da una cierta ventaja, ya que solo actuará cuando la Flota
Estelar lo haga, por lo que cuando las células bajoranas empecen a movilizarse,
sabremos que la resistencia de la Federación empezará a moverse también.
–
Volviendo a los cardassianos. ¿Cuál es su situación en la frontera breen?
–
Las escaramuzas continúan, el legado Broca es más estúpido de lo que imaginaba. Pero por ahora está sirviendo
bien a nuestros propósitos. Pronto sus provocaciones obligarán a los breen a
entrar en una guerra abierta. Lo que debilitará a las dos potencias.
–
¿Cómo está la resistencia a Broca dentro de Cardassia?
–
El Dominion anunció la muerte de Damar
y la destrucción de todas sus fuerzas, aunque tengo un informe que le sitúa en Deep Space Nine justo antes de que la
ocupáramos. Por ahora se ha movido poco, algunos contactos con varios guls de
menor importancia, como Macet y
otros rangos inferiores que han ido ascendiendo tras las graves pérdidas entre la milicia cardassiana, que indica que está
reconstruyendo su grupo de resistencia.
Yo calculo que se habrá unido con los supervivientes de la Federación, pero por
ahora no he podido confirmar ese hecho. En cualquier caso pronto lo sabré. La Oficina de Inteligencia creada por el Dukat que sustituyó a la Obsidian Order es un colador de información, por suerte para nosotros. Hace
algún tiempo que trabajamos con gul Madred que ha ostentado la dirección de la Oficina de Inteligencia desde
que juró lealtad a Broca. Es más despiadado e inteligente que su jefe, así que el
general Eckener ya ha autorizado que sustituya a Broca cuando a nosotros nos
interese.
–
Manténgase alerta. Otros movimientos que me interesan son los de los tzenkethi. He recibido informes sobre
provocaciones a nuestras naves de transporte. Me gustaría que me facilitara un
informe táctico sobre sus fuerzas, si esto continúa sabrán lo que significa “todo el Poder del Imperio”.
–
No hay problema.
–
También quiero saber cualquier movimiento de la resistencia que empiecen a
surgir contra nosotros en todo el sector. Intente centrar sus esfuerzos en ese
aspecto si puede. Quiero saber contra quien tendré que luchar incluso mucho
antes de que estos sepan que quieren rebelarse contra nosotros.
–
¿Quiere que alimente estos grupos?
–
Por ahora no. Cuando sepamos su número y cuál puede ser el más serio, entonces
será el momento de alentarlo para aplastarlo. Una buena lección puede alimentar
el miedo mucho mejor que una indiscriminada demostración de fuerza.
–
Estoy completamente de acuerdo con usted. Por cierto, le traigo el informe que
me pidió con respecto a los Orbes bajoranos.
–
Bien, eso lo dejaremos para después. ¿Qué le parece los nuevos títulos que ha
otorgado Daran? – le preguntó sabiendo que Lepira había trabajado bajo las
órdenes del moff supremo muchos años antes cuando los dos servían en Eriadu en la Inteligencia Imperial.
–
Tras la muerte del Emperador es lógico que se iniciara una reforma en los altos
cargos – respondió Lepira, aunque ante la inquisitiva mirada de Vantorel este
supo que debía ser más bien sincero y no diplomático –. Quiere convertirse en
Emperador de los Nuevos Territorios. Era algo previsible.
–
Cierto, pero no deja de ser algo a tener en cuenta.
–
Pero la ambición no es algo ajeno en el Imperio. Y esta es una galaxia donde
cualquier cosa puede suceder – dijo Lepira con una enigmática sonrisa.
Laredo
El
Resplendent entró en el sistema
Laredo escoltado por el Constitution,
la Enterprise
y la Defiant que habían llegado apenas unos minutos antes.
Zahn
de pie en el estrecho puente de mando observó el planeta azul debajo de aquel
gigante naranja y tuvo un deja vù
sobre aquel lugar, con el pequeño planeta como sujetado por su hermano mayor.
Al entrar en órbita lo primero que le llamó la atención fueron los diques secos,
en aquellos momentos ocupados varias naves estelares y una nave klingon uno de ellos. Alrededor de estos podía ver otras
muchas naves, algunas klingon y romulanas, que reconocía gracias a los datos encontrados
junto a los dos oficiales capturados en CorinthIV. Incluso algo apartadas del grupo habían varias del jem’hadar. Lo que
indicaba que se habían agrupado todas las grandes potencias para luchar contra
el Imperio. Eso le animó, porque confirmaba su intuición de unirse a la Federación.
Ahora la rebelión no luchaba sola.
Desde
la base Laredo una señal guía les condujo a través de la atmósfera hasta las
instalaciones planetarias y allí Zahn volvió a sorprenderse. Descendieron
directamente sobre la colonia que se extendía por el valle rodeada de onduladas
colinas. La base propiamente dicha tenía forma cuadrada, con el suelo asfaltado
y numerosos edificios irguiéndose a los lados y entre las diferentes pistas de
aterrizaje. Uno de ellos situado en el centro y parecido a un hongo, tenía
grandes ventanales y parecía ser desde donde se controlaba el tráfico aéreo,
otros eran bajos y de forma ovalada, repartidos por el perímetro que tenían
pinta de ser hangares. En el lado derecho había otros tantos edificios más
altos, que parecían complejos administrativos o de mando. El mayor estaba en el
extremo de la base, junto a las casas que formaban la colonia y tenía una forma
redondeada y era tan alto como la torre de control. Dispersadas por el recinto
asfaltado habían algunas naves y sobre todo numerosas lanzaderas alineadas
junto a los hangares, con otras aterrizando y despegando dando una sensación de
actividad. En uno de los lados había tres pájaros de presa que se asemejaban a grandes aves verdes con sus alas alzadas a
punto de emprender el vuelo. En el otro extremo, el más alejado de los edificios,
habían cinco naves, también verdes y con la forma parecida a un pájaro, aunque
con las líneas más cuadradas de los romulanos. Mientras que en un lado había
varias naves imperiales: lanzaderas Lambda, barcazas rápidas Rayo Saltador, así como una corbeta corelliana antibloqueo CR90, en las que se veían trabajar
gran cantidad de técnicos.
Más allá y extendiéndose
por el valle, estaba la zona de viviendas, con más de un centenar de edificios,
la mayoría torres de tres o cuatro pisos, seguramente donde vivirían los civiles,
junto a otras construcciones comunes, más tarde se enteraría que eran el
hospital, la escuela y un templo multiconfesional.
Zahn había estado en algunas bases
más importantes de la rebelión: el puesto avanzado de Tierfon, la Base Eco
en Hoth o en Yavin durante su evacuación tras la destrucción de la primera Estrella de la Muerte. Así como en otras más pequeñas de cazas e incluso en el
mundo refugio de Nuevo Alderaan.
Pero ninguna se asemejaba a aquella. La Rebelión intentaba aprovechar
estructuras ya existentes como las pirámides massassi, escondiendo su presencia construyendo bajo tierra o en grandes
grutas. En cambio en Laredo parecía que todo fuera nuevo, se notaba que eran
edificios prefabricados, pero no había improvisación. Y la rebelión no solían
mezclar los mundos refugio con los puestos de mando, pero allí estaban las
familias junto a las instalaciones. La Flota Estelar era una organización
extraña en algunos aspectos, sobre todo en lo concerniente a llevar a los
cónyuges e hijos de las tripulaciones a bordo de las naves. No conocía a
ninguna fuerzan naval, por muy de exploración que fuera, que hiciera eso. Pero
también había notado se enorgullecían de ello y parecía hacerles más fuertes.
El Resplendent se posó a la izquierda de la torre de control en forma
de hongo, desde donde un pequeño grupo de personas se acercó a darles la
bienvenida. Zahn fue el primero en descender junto a Jonua y Ajaan.
–
Soy el comandante Mark Jordan oficial al mando – se presentó uno de los hombres
adelantándose al grupo –. ¡Bienvenido a la Base Estelar Laredo!
– Es un honor. Soy el comandante
Zahn, de la rebelión. Esta es mi oficial de navegación Seeriu Ajaan y mi ayudante Jonua.
–
Sean todos bienvenidos. Estos son el teniente Biwik responsable de las
operaciones de vuelo. El jefe Masur nuestro ingeniero, si necesitan cualquier
cosa, pídansela y la conseguirá. Y su enlace con la Flota, la comandante
Archer.
–
Valerie Archer – completó ella
estrechándole la mano a Zahn –. También pertenezco a la Inteligencia y
trabajaremos juntos.
–
Es un placer – replicó Zahn.
–
Si me acompañan les mostraré la zona que hemos habilitado para ustedes –
prosiguió Jordan con un ademán indicando hacia los hangares que había a su
derecha –. Nos indicaron el número de cazas que tenían, dimensiones y volumen
de sus equipos, así que hemos preparado una zona para ustedes. Espero que sea
lo suficientemente cómoda, pero las circunstancias no nos permiten ofrecerles
más.
– Será suficiente, se lo aseguro.
Nos conformamos con poco – replicó Zahn con amabilidad y siguieron al oficial
federal hacia donde indicaba.
–
Esta noche se ha preparado una pequeña recepción para su gente. Algo informal,
para conocernos todos un poco.
–
Será un honor asistir – dijo Zahn, pensando para sí lo protocolarios que eran
los hombres de la Flota Estelar.
En
aquel momento los cazas Ala-X del
escuadrón Rancor, que habían
despegado de las naves estelares en órbita, aparecieron entre las nubes y
sobrevolaron las instalaciones y la colonia. Era obvio que los pilotos de
Nierval también estaban interesados en la base de la resistencia de la
Federación. Dieron una última pasada y fueron posándose frente al hangar que
habían preparado para ellos.
La
comitiva llegó cuando el dug descendía
ágil de la cabina del caza de Incom
y caminando sobre sus extremidades superiores, se acercó a ellos.
–
Comandante Jordan, le presento al comandante Nierval, líder del escuadrón de
cazas que nos acompaña – le presentó Zahn.
–
Una base impresionante, comandante. Es un placer luchar al lado de una potencia
como la suya – respondió Nierval. Poco después el resto de pilotos, encabezados
por Barmich, el segundo al mando, terminaron de hacer el recorrido por las
instalaciones. Se habían preparado dos hangares para los cazas situados a la
izquierda del edifico de control de mando. Eran amplios y capaces de albergar
todo el equipo además de sus naves. Y mientras estaban allí empezaron a materializarse
el equipo desde la Enterprise, así
como algunos técnicos rebeldes que se habían atrevido a ser transportados. La
mayoría de sus soldados aquel método no acababa de convencerles y se negaban a
ello.
Luego
les mostraron los barracones donde iban a ser acomodados sus hombres, que no
estaban muy lejos de los hangares. Uno sería para el destacamento de Drakh y el
otro para los técnicos y pilotos. Y aunque el oficial de la Flota se disculpó
por no haber podido tener nada mejor, aquellos alojamientos eran mucho más
cómodos y acogedores que otros muchos que habían visto al servicio de la
rebelión. Todos tenían camastros individuales y taquillas, así como salas de
recreo y de reunión, duchas sónicas y replicadores
de comida. Finalmente les llevó hasta un edificio de tres pisos, como los que
habían en la colonia, donde estaban las habitaciones para los oficiales.
Un
transporte angosiano procedente de Rigel X aterrizó en la capital del planeta al atardecer. Llevaba un cargamento
para una de las compañías mineras y cinco pasajeros. Ninguno de ellos tuvo
problemas para pasar por los controles impuestos por el Imperio: viajaban con
documentación angosiana y eran los
asesores técnicos que iban a instalar los nuevos perforadores.
Habían
llegado a un planeta poco poblado, con un clima árido y que además de unas
pocas explotaciones mineras, su principal importancia radicaba, no solo en su
posición cercana a la Zona Neutral Romulana, si no al Depósito de Naves Sobrantes Zed 15 que tenía la Federación en su órbita. Allí se almacenaban
bajo el control zakdorn las naves
decomisionadas de la Federación y la Flota Estelar.
Tras
la derrota de esta, naves imperiales habían llegado al sistema y lo habían
tomado bajo su control. Hicieron prisioneros a los miembros de la Flota que
estaban a cargo de la estación de seguimiento de la Zona Neutral y ejecutaron a
los dirigentes políticos. Dejando un pequeño destacamento que incluía un
batallón de infantería, equipados con once vetustos vehículos, un par de
patrulleras de sistema y una lanzadera con capacidad de hiperespacio.
Aquel
era un típico despliegue imperial en planetas de poca importancia como colonias
o mundos de bajo nivel tecnológico. Si necesitaban ayuda cerca estaba la
antigua Base Estelar 23, ahora un
importante centro de mando y control de los sectores circundantes. La misión
imperial era controlar la producción de duranium
de las minas y supervisar la gestión del depósito Zed 15, que permaneció bajo
la eficaz administración del superintendente zakdorn Klim Dokachin.
Continuará…
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