Nuevo Orden
Primera parte.
La
Far Star
La
espiral de colores que se veía a través del ventanal del puente de la fragata Nebulon-C fue desacelerando hasta
convertirse en estelas y finalmente se detuvieron en estrellas. Millones de
brillantes puntos salpicaban el espacio que tenían delante formando una galaxia
espiral que giraba alrededor de un núcleo redondo, igual a la suya. Entonces se
produjo un silencio sepulcral, todos los que estaban reunidos en el puente eran
conscientes de lo lejos que se encontraban sus hogares. Millones de años luz
les separaban de sus planetas de origen. Se encontraban entre miles de
estrellas desconocidas, misteriosos lugares inexplorados y llenos de nuevos
retos y adversidades.
–
Vendell haga una revisión completa a los sistemas de la nave – ordenó Moritz al
ingeniero jefe, rompiendo la magia de aquel momento y regresando a todos los
presentes a la realidad –. Que preparen el Resplendent para partir
inmediatamente.
–
Sí señor – replicó Vendell.
Se
había decido durante el viaje: era demasiado arriesgado que la Far Star se internara en aquellos
territorios completamente desconocidos. Ignoraban cual era la distribución de
la Armada Imperial, ni sus movimientos. Tampoco tenían idea de quienes eran los
indígenas de aquellas estrellas: bien podían ser amistosos, como tan peligrosos
como el mismo Imperio.
El
hermano de su ingeniero les había indicado el número de naves de su fuerza y
las intenciones del gran moff Daran.
Así como la ruta que iba a seguir el convoy que iba a partir de Kuat con suministros para las naves
imperiales ya desplegadas en lo que llamó los Nuevos Territorios. A bordo de
estas habían obtenido los cálculos astrométricos
para realizar el salto superhiperespacial
hacia aquella galaxia y algunas cartas de navegación de esta, en la que se
podía leer Vía Láctea, el nombre que
los habitantes de aquellos planetas le daban a sus estrellas. La invasión de
los Nuevos Territorios había caído como un detonador térmico para la
oficialidad de la Far Star. Pero no
para Zahn.
Conocía
bien a Daran: sabía lo ambicioso que era, lo inteligente y despiadado. Hacía
años que le observaba y sabía que estaba tramando algo muy grande. Incluso
antes de la muerte de Tarkin y
seguramente bajo órdenes de este, Daran había empezado a formar un grupo en su
mayor parte miembros del ubictorado.
En un principio Zahn sospechó de la formación de un servicio de inteligencia
privado para Tarkin dentro de las intrigas palaciegas imperiales. Por lo que
había averiguado, poco a poco Daran había empezado a absorber una cantidad
ingente de recursos: miles y miles de hombres habían desaparecido sin dejar ni
rastro, muchos de ellos con sus familias. Eran expertos en tecnología,
diplomacia, operaciones, infiltración, análisis, interrogación o
contraespionaje. En los últimos años no solo personal de inteligencia y otros
departamentos del COMPNOR: cultura,
ciencia, comercio, justicia, educación y re-educación; sino también de la Armada y el Ejército. Naves de todo
tipo: desde cargueros a fragatas y finalmente destructores, guarniciones militares y ejércitos
enteros eran requeridos por orden de Daran y se esfumaban como la niebla ante
el calor del sol. Durante aquellos años había intentado infiltrar a varios
agentes en la organización de Daran, pero estos siempre habían sido
descubiertos y eliminados. O como el resto, simplemente habían desaparecido sin
dejar rastro.
Aquello
no podía hacerse sin el consentimiento o las órdenes de Palpatine. Aun así para Zahn la misión de Daran era un completo
misterio. Tenía varias ideas: una fuerza móvil capaz de aplastar cualquier
movimiento en contra del Nuevo Orden.
Aunque la construcción de la segunda Estrella de la Muerte le hacía dudar
de aquella hipótesis. Al repasar los acontecimientos tan solo quedaba una
posibilidad: que al final se había revelado acertada. Una fuerza de invasión.
Aunque sus suposiciones se encaminaban a una zona de su misma galaxia: más allá
del Borde Exterior, la subyugación
final de este bajo el Nuevo Orden. Pero nunca imaginó una operación de
semejante magnitud y a tantos miles, millones de años luz de distancia. Y con
semejante número de fuerzas: porque se había equivocado en el cálculo de naves
que tenía Daran bajo su mando: en realidad eran cinco veces más.
Ante
aquel anuncio había dudado si continuar con la misión o esperar órdenes del
Alto Mando. Pero algo le había impulsado a seguir adelante antes de pedir
instrucciones. Necesitaba, quería más datos.
Ahora
ya estaban allí, en la Vía Láctea. Curioso nombre, pensó Zahn.
El
primer paso era encontrar a las fuerzas imperiales entre los millones y
millones de estrellas de aquella desconocida galaxia. Para lograrlo tenían dos
herramientas: la cartografía básica
del lugar y el Resplendent. Este
estaba dotado de la tecnología necesaria para interceptar y descifrar las
comunicaciones. Así que utilizarían los mapas para colocarse cerca de las rutas
de aprovisionamiento y escucharían sus transmisiones.
El
segundo paso sería evaluar la situación en aquella galaxia. Saber contra quien
luchaba Daran, conque fuerzas contaba para enfrentarse al Imperio, todo lo que
pudiera averiguar. Para ello partía del viejo dicho de que el enemigo de mi
enemigo, es mi amigo. Pero tampoco podía fiarse. Les encontraría, los
estudiaría e intentaría ponerse en contacto con ellos para evaluar posibles
alianzas. Aunque aquello último lo dejaría para los diplomáticos rebeldes.
Una
hora después el Resplendent se
desacoplaba de la Far Star para
iniciar la buscar entre la inmensidad de las estrellas.
Laredo
La Defiant entró en el pequeño
sistema que formaban la gigante gaseosa y su pequeña luna azulada. Alrededor de
la cual orbitaban decenas de naves y los diques secos. La mayoría eran naves
estelares, pero un poco alejadas también había diversos navíos romulanos, por
lo que supieron que la misión de Picard había sido un éxito. Había pájaros de guerra D’deridex y más modernos del tipo Valdore, un pájaros de batalla equipados con dos grandes cañones disruptores y otra nave de combate que Sisko no
había visto nunca. Era muy parecida a los pájaros de guerra tan extendidos, con
la diferencia que las alas con las barquillas warp estaban verticales y no
horizontales y era algo más pequeña, con una envergadura de 600 metros similar
a una Galaxy. Aun así la atención de Sisko pronto se detuvo frente a
una nave situada no lejos de los diques secos. No la había visto nunca, pero
tan solo con una ojeada la identificó como de origen imperial.
–
Recibimos una comunicación de la base – informó Ezri –. Nos piden que nos
transportemos a sus instalaciones.
–
Muy bien. Pónganos en órbita alférez Nog – ordenó Sisko, a quién ya le habían
informado que nada más llegar él se celebraría una reunión del gabinete de crisis.
–
Sí, señor – replicó el ferengi.
Unos
minutos después Sisko, Ezri, O’Brien, Garak y sus respectivas familias se
transportaban en el complejo administrativo: un edificio en forma de cúpula que
se había concluido en la ausencia de la Defiant.
Frente a ellos les esperaban Kira, Odo y Bashir.
La
primera en reaccionar fue Ezri que se lanzó hacia Bashir, besándose apasionada
mientras se abrazaban lo más fuerte que podían.
–
Me alegro mucho volver a verte Narys – le dijo Sisko feliz al encontrarse con
el resto de su tripulación. Tras la caída de DS9 había pensado lo peor. Quería
preguntarles tantas cosas, ¿cómo habían escapado y cómo habían llegado hasta
allí? Pero un oficial que acababa de llegar les interrumpió.
–
Capitán Sisko. Le reclaman en la sala de conferencias.
–
Si me disculpáis – respondió este con pesar por tener que marcharse.
Sisko
fue el último en entrar, le esperaban los oficiales que formaban el gabinete,
además del primer ministro Shakaar y
un oficial romulano.
–
Capitán Sisko, ya conoce al primer ministro Shakaar, así que le presentaré al
comandante Galathon – le presentó Picard
al romulano –. Es nuestro oficial de enlace.
–
Su reputación le precede capitán Sisko – le saludó Galathon con cortesía. Se
veía seguro de sí mismo, pero sin la arrogancia de otros oficiales romulanos
que había conocido.
– Gracias. Y me alegro de que estén
aquí.
–
Bien, empecemos – indicó Picard y cuando todos se hubieron sentado, inició la
reunión –. Primero de todo quisiera presentar las nuevas incorporaciones al
gabinete. La presidenta Troi ha
pedido al primer ministro Shakaar que una sus fuerzas para luchar contra el
Imperio y este ha aceptado. El primer ministro fue un destacado líder en la resistencia bajora contra la ocupación cardassiana y su experiencia
nos será muy valiosa. La otra incorporación es la del comandante Galathon, que
nos servirá de enlace con la Armada Romulana.
– Gracias capitán – replicó el
romulano tras su presentación –. Como sabrán nuestras fuerzas han sido
diezmadas al igual que las de la Flota Estelar. Nuestras bases, puestos
avanzados y colonias han sido destruidas y la mayoría ocupadas. Tras localizar
al capitán Picard logré encontrar otros supervivientes.
»
En este momento hay varias naves que están buscando otros rezagados en el
interior de nuestro territorio. Como ocurrió con el Dominion tenemos un enemigo
común y como hicimos anteriormente hemos de dejar a un lado nuestras anteriores
diferencias y luchar codo con codo. Sé que será difícil, tanto para ustedes,
como para mi gente. Pero todos estamos en la misma situación. Por eso,
intentaré que la colaboración sea lo más franca posible.
–
Gracias comandante – le dijo DeSoto
cuando este se acomodó de nuevo en su silla –. Como sabrán algunos, hace poco
nos pusimos en contacto con el almirante Paris según estaba acordado. Se le informó del número de naves reunidas y
nuestros progresos, así como la presencia de la presidenta Troi,
transmitiéndole su orden de utilizar el sistema de ocultación. Y anunció su
intención de visitarnos personalmente.
–
El siguiente punto que quiero tratar – prosiguió Picard –, se refiere al contacto
con fuerzas supervivientes en el Imperio Klingon. Como sabrán el capitán Klag
de la Dilyum quedó aislado al ser
inutilizado su sistema de comunicaciones. Aun así, la tripulación de Deep Space Nine logró capturar el transporte imperial en el que estaban
prisioneros y contactó con el Ya’Vang
que les facilitó una radio subespacial y la forma de ponerse en contacto con
ellos más adelante. Al llegar aquí nos hemos comunicado con ellos, concertado
una cita en las próximas semanas. Esperamos que esto sea el inicio de la
colaboración con los klingons en la resistencia contra el Imperio.
»
Tenemos que continuar en nuestro empeño de buscar naves que estén aisladas, la Pathfinder ya ha partido para localizar a
otros que pudieron escapar de la Base Estelar Earhart. La Jupiter partirá en las próximas horas para encontrar las
naves de la 5ª Flota que el almirante Whatley
ordenó dispersarse.
»
Hasta la fecha hemos logrado reunir sesenta naves de la Flota Estelar, una
fuerza nada desdeñable. Por eso mismo una concentración tal es un objetivo muy
apetecible. He hablado de esto con la presidenta Troi y con el capitán DeSoto y
los tres estamos de acuerdo que lo primero que debemos hacer es dividir
nuestras fuerzas. De esta manera si nuestros enemigos localizan a uno de los
grupos, el otro siempre quedaría para continuar la lucha. Actuaremos de forma
independiente, aunque mantendremos el contacto para coordinar operaciones y
compartir información.
»
He pedido al capitán Rixx que se
hiciera cargo de esta segunda fuerza, y ya ha empezado a trabajar en ello. Su
primer paso será localizar un emplazamiento para su base que se denominará
Beta. Estará al mando de por lo menos la mitad de las naves y más adelante uno
de los diques secos. ¿Qué les parece?
–
Creo que es una decisión táctica acertada – comentó Harzel –. Si el Imperio
localizara Laredo daría tiempo a la otra base en evacuar y localizar otro
asentamiento.
–
Personalmente estoy de acuerdo con la idea. Pero no me gustaría dividir las
naves romulanas – intervino Galathon.
–
En un principio no se había pensado en separarlas – respondió Picard –. Antes
creo que debemos aprender a coordinar las diferentes maneras de trabajar. Los
romulanos hicieron un papel formidable en la guerra contra el Dominion y sé que ahora lucharán igual o con mayor
valentía.
»
Y si nadie más tiene nada que decir en este punto, me gustaría que el capitán
Sisko nos informar de su encuentro con los cardassianos – indicó Picard.
Sisko
explicó su entrevista con Damar y la situación que este le había descrito
dentro de la Unión.
–
El oficial de enlace será Garak, un
antiguo agente del Obsidian Order…
–
¿Podremos fiarnos de un antiguo miembro del servicio de inteligencia
cardassiano? Tienen una reputación de intrigar y conspirar, son retorcidos,
asesinos y temidos torturadores. Casi tan negra como nuestro Tal’Shiar – le interrumpió Galathon.
–
Y Garak posiblemente sea todo eso – contestó Sisko –. Pero le conozco desde
hace… siete años y he colaborado con él en varias ocasiones. Nunca me he fiado,
pero no descansará hasta hacer pagar al legado Broca la destrucción de Cardassia Prime y la muerte de ochocientos millones de sus habitantes. Ademán ha
colaborado estrechamente en la formación de la resistencia de Damar contra el Dominion.
–
Garak también colaboró con nosotros durante estos años de guerra – intervino
también Archer con cierto interés,
recordando que había leído numerosas comunicaciones cardassianas descodificadas
por Garak –. No le conozco, pero he leído muchos de sus informes. Me gustará
conocerle al fin.
–
Le aseguro que no se quedará indiferente – respondió Sisko enigmático.
–
Bien. Comandante Archer, ¿tenía una petición que hacernos, verdad?
–
Sí. Estoy trabajando estrechamente con el comandante Data para el informe que
le ha pedido sobre el nivel tecnológico del Imperio. Aún no hemos acabado de
estudiar al Persilla en profundidad y
apenas hemos empezado a interrogar a los prisioneros. Pero para poder conocer
más a fondo la tecnología enemiga necesitaríamos más fuentes, no solamente esa
nave, por muy valiosa que sea. Si capturáramos más, aumentaría nuestros
conocimientos y estaríamos en disposición de poder contraatacar o de crear
mejores defensas.
–
¿Sugiere un asalto armado? – preguntó DeSoto.
–
Así es señor. Necesitaríamos inspeccionar una nave de combate de primera línea
– contestó Archer –. Para aumentar nuestros conocimientos en sus sistemas
ofensivos y defensivos.
–
Estoy de acuerdo – indicó Picard –. Capitán Sisko ahora que ya ha regresado de
su encuentro con Damar, me gustaría que empezara a trabajar en este asunto.
–
Muy bien, señor.
–
Y sobre ese informe, comandante Archer, podremos esperar un par de días hasta
que acaben de estudiar el Persilla –
concluyó Picard, que se giró hacia el comandante de la estación –. Comandante
Jordan, ¿ha encontrado un lugar para “acomodar” a los prisioneros imperiales?
– Hemos acondicionado la antigua
mina, está a cierta distancia de la base y eso proporciona seguridad – contestó
este –. Se ha construido un campo de fuerza alrededor del perímetro y por ahora
los prisioneros se instalaran en tiendas de campaña. Pronto empezaremos la
construcción de barracones y la comandante Archer ha sugerido también un centro
de interrogatorios, creo que sería lo adecuado, así los prisioneros no se
moverían de la mina.
–
Capitán Picard, aquí la Enterprise –
interrumpió la voz de Riker.
–
Aquí Picard, ¿qué quiere Número Uno? – preguntó extrañado este tras presionar
su comunicador. Sabía que si Riker le llamaba, tendría una buena razón.
–
¿Sí? – preguntó Picard ansioso.
–
Traen compañía. Y será mejor que la vea,
señor. También le interesa al capitán Sisko – concluyó enigmático.
Dique Espacial, la Tierra
Tras la reunión de situación de
aquel día Eckener se quedó con Daran en su despacho, como habitualmente hacía
para hilvanar las últimas cuestiones que nadie más, salvo el gran moff y su jefe del ubictorado debían de saber.
– Así es. ¿Tiene alguna conclusión
al respecto?
– He reunido algunos hechos
curiosos. He encontrado numerosas instalaciones, repartidas por toda la
Federación que fueron evacuadas. En la Tierra,
Vulcano o Beta Antares. Todas ellas presentan los mismos síntomas: una
extracción del personal con sus familias, así como de la mayor parte de equipo.
El resto fue cuidadosamente saboteado. Los indicios nos indican que se produjo
en orden y con la siguiente destrucción de todo lo que dejaban atrás. Y lo más
importante: en ninguno de los registros aparecen reubicadas. Estamos hablando
de una gran variedad de equipo y personal: desde los astilleros enteros, como
en Beta Antares, a centros de investigación avanzada, como los laboratorios de comunicaciones de San
Francisco y su homólogo en Vulcano. Por el tipo de equipos evacuados me hace
suponer que la Flota ha montado toda una red de soporte para operaciones de
resistencia.
» Y en lo que se refiere a naves
estelares no hemos encontrado algunas muy significativas: como la considerada
insignia de la Flota: la Enterprise. Su capitán, Jean-Luc Picard, es uno de los
oficiales más respetados y carismáticos, y lo último que sabemos de ella es que
se le ordenó dirigirse a la Base Estelar 234. Además de su nave han desaparecido los tres navíos que le acompañaban
en su último destino conocido. Si yo quisiera crear una resistencia: Picard
sería el líder idóneo para encabezarla. Otras naves de nombre, digamos que
legendario, son el Hood del capitán DeSoto,
otro oficial muy respetado, la Merrimack o la Agamennon del capitán Sheridan entre otras. Le he traído la
relación.
– ¿Cree que la Flota Estelar estaba
esperando los ataques y creó una fuerza para resistir? – dedujo Daran tras unos
minutos de silencio.
– No sabían nada de los ataques –
respondió categórico –. Tal vez había algún plan por si eran atacados o
vencidos de alguna manera. No podemos olvidar que durante la guerra contra el Dominion hubo momentos
en que la Federación parecía estar perdiendo. Si no hubieran reconquistado DS9
en el 2374 se hubieran tenido que enfrentar con el potencial ilimitado que
tiene el Dominion en el cuadrante Gamma.
Eso hubiera sido el final para ellos y para muchos otros.
– ¿Hemos de preocuparnos? – le
preguntó Daran.
– Coincidía con Vantorel en considerar
a la Federación como nuestro peor
enemigo. A simple vista puede parecer una organización débil: formada por
tantas razas que los diferentes intereses de cada una se contraponen y se
estorban. Pero la Flota Estelar hace de unión entre estas en aspectos
defensivos, político-sociales y diplomáticos. Siempre o casi siempre se ha
mantenido al margen de la política, dedicándose a la exploración, investigación
científica y la defensa, momento en que siempre son apoyados por los políticos.
No olvidemos que anteponen soluciones de compromiso a los militares. Y aunque
parezca que sea una debilidad todavía no ha aparecido un enemigo capaz de
superarles en una guerra contra otras razas hostiles, desde los romulanos, a los klingons, cardassianos o
incluso el Dominion, que no tenía
una posición consolidada antes de nuestro ataque. Podemos incluir a los borg, ya que al final, de una forma u
otra, han prevalecido.
» Además las estadísticas que
habíamos elaborado no cuadran con los resultados obtenidos en batalla. Si bien
es cierto que el despliegue total de la Flota Estelar se había alterado
considerablemente con respecto a los datos recopilados originalmente por culpa
del conflicto contra los Fundadores,
según lo que reflejan los informes hemos capturado o destruido un veinte por
ciento menos de naves de lo previsto y un cuarenta por ciento menos del total
del personal de la Flota.
» Si tengo razón y la Flota Estelar
ha organizado una resistencia armada y no dudo de ello: será muy difícil
consolidar nuestras conquistas. Todos les seguirán.
– Ya teníamos prevista cierta
resistencia, pero no tan organizada como lo que estás planteando – recordó
Daran, restándole importancia –. Aun así no me gusta desestimar tu advertencia.
Que tus redes de espionaje se encarguen de buscar todo indicio sobre esa
resistencia, luego acabaremos con ella. Incluso nos beneficiará: demostraremos
que nadie puede osar enfrentarse al Imperio y salir indemne. Cuando acabemos
con esos restos de la Flota Estelar nadie más alzará la cabeza para enfrentarse
a nosotros.
» ¿Hay algo más interesante que
quieras comentarme?
– En uno de los últimos convoyes
llegados de nuestra galaxia faltaban diversos cargueros medios. Fueron
destruidos mientras se dirigían hacia una de nuestras bases de salida.
– Los rebeldes suele atacar los
convoyes. ¿O crees que hay algo más?
– El informe era rutinario, pero me
llamó la atención de que en el asalto los rebeldes
solo se apoderaron de una pequeña parte de la carga y las naves. Me parece
sospechoso, muy sospechoso. La rebelión aprovecha estas ocasiones para
aprovisionarse e impedir así que nosotros lo hagamos. No suelen destruirlos
solo por diversión.
» Pero esto no tendría importancia
si esto no hubiera ocurrido poco después de la desaparición de uno de los
ingenieros que en Kuat se encargaron
de la modificación de los multiplicadoresde hiperespacio. No tenía mucha información relevante, pero sí suficiente
para encajar algunas piezas: nombres de naves modificadas, entre ellas las
atacadas y por supuesto tiene la capacidad de modificar los sistemas de
propulsión.
– Así que sospechas que los rebeldes
conocen nuestro ataque a esta galaxia – se adelantó a aventurar Daran que se
levantó de su silla y miró a través de los grandes ventanales de su despacho al
infinito –. Y además pueden llegar hasta aquí.
– Sí – replicó lacónico Eckener.
– ¿Esas naves que información
tenían?
– La básica: iban a ser utilizados
posteriormente en los Nuevos Territorios. Cartografía elemental y casi ninguna
información.
– No me traes buenas noticias Osewn
– le indicó Daran girándose hacia su viejo amigo de los días en que él mismo
había servido en la ubictorado en Eriadu.
–
Nuestro trabajo es ese. Si no, no haríamos falta – replicó Eckener.
–
Cierto. ¿Cuándo crees que llegarán?
–
Si la nave es rápida, es posible que ya hayan llegado. Pero es posible que no
hayan partido todavía. La rebelión también tiene su burocracia y en el momento
en que el convoy fue atacado estaba cerca el ataque que el Emperador esperaba
en Endor. Pero la rebelión está formada
por aficionados y estos suelen ser imprevisibles.
–
Prepara una posible respuesta. Aunque es posible que no la necesitemos cuando el Emperador aplaste esa pusilánime rebelión en Endor.
–
Gran Moff – les interrumpió la voz
del ayudante de Daran por el comlink.
– ¿Si?
–
El Equinox acaba de llegar – le informó.
– Gracias – replicó Daran que miró a
Eckener –. Infórmeme de todos los cambios que se produzcan en esos dos puntos.
Y dales prioridad.
–
Sí señor – replicó el jefe de la Inteligencia que salió del gran despacho
dejando a su gran moff sumido en sus pensamientos.
Daran
se quedó mirando por los grandes ventanales. No lejos pudo ver como el
transporte especial procedente de Coruscant,
con el remitente del mismísimo Palpatine,
que se detenía entre el superdestructor
Conqueror y su Dique Espacial. Era un crucero de la clase Strike
perteneciente a la guardia real del Emperador y tan pronto como se colocó en órbita de él surgió una pequeña lanzadera TIE. Esta hizo una maniobra de
aproximación amplia, seguramente para permitir a su ocupante observan con
detenimiento aquella gigantesca estación espacial, incluso para la escala imperial.
Luego se dirigió hacia el hangar de lanzaderas que había en el complejo de
mando situado en lo alto de la estructura.
Pero Daran no prestaba mucha
atención a aquello. Los dos informes que le había entregado Eckener eran
preocupantes. Sabía perfectamente lo que unas cuantas naves podían hacer y más
ante el alto nivel de adaptabilidad de que era capaz la Flota Estelar. Y no era
tanto el daño que estas podían hacer a su poderosa marina: si no el valor moral
que su mera existencia haría en los seres conquistados. Tal vez el Emperador
habría hecho extinguir la luz de los Rebeldes en su galaxia, pero en esta una
simple vela podría parecer una nova. Un solo puñado de hombres y naves podría
incitar al levantamiento de cientos de mundos que tenían tan frescos los
recuerdos de su reciente libertad.
Pero ahora tenía otras cosas que
atender. Así que despejó la mente de aquellos pensamientos y se concentró en lo
que venía a continuación.
Pocos minutos después el
enviado de Palpatine entraba en su despacho. Era un hombre alto, con el pelo
rubio y unos ojos penetrantes de color azul que le sondearon de arriba abajo.
Tenía una actitud arrogante, altiva, bajo el completo dominio de la situación,
digna de cualquier miembro de los Protectores Soberanos Imperiales, la unidad de elite de la Guardia Real a la que
pertenecía. Ni más, ni menos que los guardaespaldas privados de Palpatine, que
en ocasiones le servían de enviados o espías. Pero antes que su altiva postura,
uno se centraba en el color carmesí de su uniforme. El mismo color que las
túnicas que utilizaban en presencia del Emperador.
– Es un honor estar ante su
presencia, gran moff Daran – dijo al
llegar a la altura de la mesa de este.
– El honor es completamente mío
coronel Xabor – replicó este inclinando la cabeza en señal de respeto. No
quería enojar a alguien entrenado en las arcanas artes Sith del lado Oscuro de laFuerza –. Siéntese por favor.
– Gracias – dijo el oficial tomando
asiento – He querido informarle lo antes posible. Sobre todo para no aumentar
su ansiedad, ni posibles rumores ante mi llegada. Así como para iniciar los
preparativos lo antes posible.
– ¿Los preparativos?
– Sí, gran moff. Para la visita del
Emperador.
– ¿El Emperador, aquí? – repitió
incómodo Daran.
– Así es. Debo informarle que en
estos momentos o mejor dicho, hace poco, la pusilánime rebelión fue aniquilada
por el mismísimo Emperador en persona – dijo con visible placer al ver la cara
de incredulidad de su interlocutor –. Para su información, y ya puedo
decírselo, porque ya no es ningún secreto, el Emperador llevó a una trampa a
toda la flotilla de esa rebelión en el remoto planeta de Endor.
– ¿Endor? Desconozco cuál es ese
planeta – le interrumpió Daran, aun haciendo ver su turbación. Tal vez exageraba,
pero siempre había pensado que engañar sobre lo que uno sabía o no en realidad,
otorgaba ventaja.
– Otra cosa sería considerada un
acto de traición – replicó simplemente Xabor prosiguiendo con su relato –. En
Endor se está construyendo una segunda Estrella de la Muerte, lugar también de
la tumba de los rebeldes. La cuestión es que tras esta rotunda victoria, el
Emperador desea ver con sus propios ojos los Nuevos Territorios que usted ha
conquistado para su gloria.
– Por supuesto será un… honor –
contestó Daran con una media sonrisa. Había estado en presencia de Palpatine en
unas cuantas ocasiones y siempre había sentido algo muy extraño. Un poder que
sobrepasaba lo humano y lo natural. Era un hombre encorvado, con una apariencia
de extrema debilidad, pero que mantenía subyugado al Imperio bajo un poder
sobrehumano. En todos los aspectos. Y aquello se notaba, no solo en la misma
estancia, sino también nada más pisar el Palacio Imperial en Coruscant, del cual parecía emanar un maléfico poder. Y aquello
siempre le había hecho sentir incómodo. Aunque no había comparación cuando el
Emperador le miraba, sus ojos parecían penetrar hasta en lo más profundo del
alma, viendo su interior como sí uno fuera de cristal. Ahora, tan solo al
pensar en la estancia de Palpatine en sus dominios, le hacía erizar todas las
células de su cuerpo.
– Me ha ordenado preparar, no solo
su estancia, sino las visitas a diversos planetas de interés – continuó
explicando Xabor.
– Será un placer ayudarle en esa
tarea, coronel – repitió Daran.
–
Pero antes de nada tengo un encargo personal de nuestro amo el Emperador
Palpatine – replicó su guardia personal que extrajo una pequeña caja metálica
con el símbolo de seis brazos del Imperio Galáctico grabado en oro y le alargó
a Daran –. Hacerle entrega de esto.
Daran
cogió la caja y la abrió con solemnidad, no podía olvidar que era algo que el
Emperador quería que recibiera personalmente. Al abrirla sintió una alegría y
un orgullo que no pudo reprimir.
–
Con el agradecimiento del Emperador, Moff Supremo.
Ante
sus ojos Daran tenía la placa con el rango más alto que existía en el Imperio
salvo el mismo Emperador. Ni su mentor Wilhuff Tarkin había ostentado aquel rango, hasta aquel momento teórico de Moff
Supremo: con seis cuadros azules en la parte superior y seis amarillos en la
inferior.
Laredo
Picard,
Sisko y el resto de su gabinete subieron al puesto de mando de la base, donde
Jordan ordenó que pusieran en la pantalla la llegada del Malinche. El crucero de
la clase Excelsior apareció segundos después en el panel de seguimiento
orbital y junto a la veterana nave estaba un crucero de batalla del jem’hadar, con las formas que la asemejaban
a un gigantesco insecto.
Todos
en la sala se quedaron en silencio. Picard se giró hacia Sisko, aun así no
pronunció palabra.
–
Recibimos una comunicación – informó uno de los técnicos, que se detuvo a
puntualizar su origen –. De la nave del Dominion.
–
En pantalla – ordenaron Picard y Jordan al mismo tiempo.
Frente
a ellos apareció el rostro pálido de un vorta.
Tenía el pelo redondeado, unas largas orejas que acababan en la mandíbula y
unos ojos transparentes, fríos como el vidrio. Sus labios formaron una especie
de sonrisa malévola al ver a tantos capitanes de la flota reunidos para hablar
con él.
–
Capitán Sisko, es un honor volvernos a ver – empezó Weyoun con su rastrera forma de hablar tan peculiar –. También me
alegro de ver al capitán Picard, toda una leyenda viva. Y a Robert DeSoto, también conozco sus hazañas.
– Bien Weyoun, ¿qué quiere? – le
espetó Sisko.
– Lo mismo que ustedes. Luchar
contra nuestro enemigo común: el Imperio.
Nueva Fabrina
Inmediatamente después de la llegada
de las fuerzas de ocupación imperiales y del arresto de los líderes del planeta, se había empezado a construir
una guarnición, que se alzaba
amenazante a las afueras de la capital, en uno de los grandes parques donde
antes se podía pasear y relajarse. Ahora su estructura compacta, sus turbolásers pesados y su alta torre de
sensores sobresaliendo en el centro, como un faro de las tinieblas, oscuro y
tenebroso, observando, oteando todo a su alrededor. Además de la estructura
hexagonal y la plataforma de aterrizaje, dentro del perímetro vallado se habían
alzado varios barracones para albergar más vehículos y el personal
administrativo adicional, que junto a las antiguas instalaciones orbitales de
la Base Estelar 276 formaban el cuartel general del sector.
Adai estaba en la azotea de un
edificio cercano, observando los movimientos del recinto con unos prismáticos.
Si algo tenía que reconocer al Imperio era su disciplina y su puntualidad: cada
cinco días el relevo de la tripulación de las estaciones que estaban de Daran V subía a la lanzadera y
escoltado por cuatro cazas, que ya revoloteaban
alrededor como inquietos insectos, ascendía hacia las estrellas y se dirigía al
planeta vecino. Siempre a la misma hora. Tras completar la carga de los
suministros y el personal en una lanzadera
Sentinel, la rampa se cerró y con
junto a los cazas TIE despegaron de la guarnición, desplegando sus aletas
estabilizadoras y remontaban la atmósfera.
Anotó con detalle el número de cajas
y el de técnicos y cerró el cuaderno y lo guardó en la mochila, escondiendo los
prismáticos en un doble fondo de una caja de herramientas que había en la azotea
y descendió las escaleras saltando de tres en tres los escalones. Llegó a la
calle cuando el sol empezaba a disipar la neblina matinal y corrió a lo largo
de varias calles, adelantando a los transportes públicos y los vehículos
privados, así como a los viandantes que se dirigían hacia sus trabajos en
aquella mañana. Se había perdido el entrenamiento que todos los días el equipo
de atletismo de la universidad hacía por el campus y los jardines
circunstantes, así que aprovechó para hacer ejercicio, saltando por encima de
algún banco y las zonas ajardinadas que había en el bordo de la acera. Nadie
prestaría la menor atención a un joven que vestía el traje deportivo con el
logotipo de la universidad: la estrella que había representado el Oráculo, el
ordenador de la nave asteroide. Al llegar a una de las entradas de los antiguos
niveles subterráneos frenó un poco, solo lo justo para meterse en ellos y
desaparecer de la vista de todo el mundo.
Tras un viaje de 10.000 años a bordo
de la nave generacional Yonada
cuando los fabrini llegaron a la
superficie del Planeta de Promisión, conocido como Daran IV y bautizado como
Nueva Fabrina, les había abrumado los espacios abiertos, los infinitos cielos
cubiertos de nubes. Así que las primeras
viviendas que habían construido habían sido bajo tierra, donde se habían
escavado túneles, galerías, estancias comunales amplias y moradas estrechas.
Pero Natira, su suma sacerdotisa y líder de su gente, sabía que si querían
prosperar y reconstruir su civilización debía de conquistar la superficie de su
nuevo hogar. Así que siguiendo los extensos datos que contenía el ordenador de
a bordo, el Oráculo, empezó a
planear la futura ciudad que se construiría en la superficie. Con ayuda de los
técnicos de la Federación y la disciplina innata de su pueblo poco a poco
fueron erigiéndose los edificios que formaría la capital. Construidos siguiendo
el estilo que una vez había caracterizado la civilización de consumados
artesanos fabrini, que buscaban la belleza en las formas y la calidad en los
acabados, se colocaron las primeras piedras de la universidad, donde las
futuras generaciones estudiarían y rescatarían los conocimientos de su pueblo.
Y del edificio que albergaría la Asamblea para que el pueblo se gobernase a sí
mismo, ya sin la influencia del Oráculo. Natira
quería que se disfrutara de la naturaleza, que durante tantos años no habían
podido sentir, e ideó una ciudad llena de jardines, de lugares donde los suyos
pudieran reunirse y disfrutar de la segunda oportunidad de renacer como
civilización que sus ancestros habían deseado para ellos. Con el tiempo los
trabajadores que construían aquellos edificios y muchos otros, los granjeros
que cultivaban los campos para obtener los alimentos y criaban el ganado,
fueron abandonando la red de túneles subterráneas y pocas décadas después de
llegar al Planeta de Promisión habían conquistado la superficie.
Ahora los niveles subterráneos
estaban abandonados en su mayor parte. Unos pocos aún se aprovechaban como
almacenes y talleres más baratos que los locales de la ciudad, o por algunos
delincuentes que los usaban para sus negocios turbios. También eran los lugares
secretos para los niños fabrini, aunque no estaban exentos de riesgos y
peligros. Ahora la resistencia que se había formado en el planeta los empleaba
para pasar desapercibidos a los ojos de las patrullas imperiales, como estaba
haciendo Adai en aquel momento, atravesando la capital sin que nadie le viera.
El camino lo conocía de memoria, llevaba varias semanas haciendo el seguimiento
de las lanzaderas de provisiones, desde que habían activado las plataformas
orbitales alrededor de Daran V. Recorrió los túneles hasta la zona cercana al
campus universitario, donde salió a la exterior y se dirigió a los edificios
del departamento de deportes. Sus compañeros ya estarían asistiendo a la
primera clase de bioquímica, se uniría a ellos en la segundo hora, pero antes
pasó por los vestuarios y se duchó.
Deep Space Nine
Vantorel
observaba la estación circular con sus seis pilones que surgían como garras por
arriba y por abajo, mientras se aproximaba con su lanzadera personal. Desde la
primera vez que la había visto en un holoinforme, había tenido una extraña
sensación. Que regresaba cada vez que la veía y no podía explicar. Era como si
aquel lugar fuera importante de alguna manera para él.
Poco
después la elegante lanzadera Atrios
hacía un viraje sobre DS9 y se dirigía hacia el anillo habitable interior,
donde uno de los hangares había sido adaptado para que las Lambda y Sentinel
pudieran aterrizar. Mientras se aproximaba a Vantorel le gustó ver que ya había
muchas naves alrededor de la estación, la mayoría de las cuales eran mercantes
y transportes. Lo que significaba que DS9
había regresado al esplendor de antaño.
Las
puertas del hangar se abrieron y el piloto personal se colocó sobre la
abertura, dobló las alas inferiores de la lanzadera y empezó a descender hasta
posarse en el interior. Las compuertas se cerraron escasamente a unos
centímetros del estabilizador superior.
La
rampa se abrió y Vantorel descendió de la Atrios,
la única nave en que se sentía realmente seguro después del Annihilator. Delante de él estaba el mayor Sheckil con su porte altivo y
dominante de la casta pura de guerreros. Estaba ya muy lejos de Bespin y del lugar donde le fue a
buscar para aquel trabajo. El Imperio no toleraba los fracasos y el suyo había
sido monumental al dejar escapar a la princesa Leia en la Ciudad de las Nubes.
Aunque tampoco podría haberlo evitado. Caído en desgracia, Sheckil fue
destinado a un puesto de escucha en un lugar donde no había nada que escuchar.
Pero ahora estaba al mando de uno de los lugares más importantes de los Nuevos
Territorios y en su porte había regresado su arrogancia. Todo ello gracias a
Vantorel y él lo sabía perfectamente.
A
su lado estaba su oficialidad y algunos comandantes de las naves imperiales
estacionadas en el sistema, entre las cuales se encontraba su buen amigo
Valorum, el capitán del Shining.
– Es un placer volverle a tener a
bordo, almirante – le saludó Sheckil.
–
¿Han llegado las personalidades de Bajor?
–
Sí, señor. Y los preparativos que ordenó han sido concluidos – concluyó Sheckil.
–
Y si estás aquí nuestro paquete de Cardassia
también lo está – prosiguió Vantorel mirando a Valorum –. ¿Te resultó difícil
conseguirlo?
–
No tenían muchas ganas de deshacerse de él – explicó Valorum –, pero es
increíble lo que pueden hacer unos pocos replicadores industriales.
–
Bien. Entonces no perdamos más tiempo – replicó Vantorel saliendo del hangar,
al que habían instalado unas grúas para el despegue de lanzaderas TIE, como la que había detrás del Atrios. Iba escoltado por Valorum que se situó a su derecha,
mientras Sheckil marchaba detrás de ellos.
Laredo
El
vorta entró en la sala de reuniones escoltado por dos oficiales de seguridad.
Además del gabinete de crisis también estaba Lwaxana Troi, Odo y Garak, como enlace con Damar y la resistencia cardassiana.
En
cuanto Weyoun vio a este, se le
fueron los ojos e hizo visibles esfuerzos para no reverenciarle. Nadie de
aquella sala lo sabía, pero la presencia de Odo le había salvado la vida. Weyoun
acabó de recorrer la sala con la mirada y se sentó.
–
Empiece – indicó Picard con cierta hostilidad en su voz.
–
Como le expliqué al capitán Sanders
la situación del Dominion es muy
parecida a la suya. Hemos sido derrotados, pero no vencidos. Tan solo quiero
proponer una alianza de todas las potencias de la galaxia para luchar contra
nuestro enemigo común. Pero antes desearía hablar en privado con Odo – indicó
Weyoun con una mirada humilde que no pudo engañar a nadie. Los oficiales de la
flota se miraron. El cambiante estaba impasible, con los brazos cruzados sobre
el pecho –. Solo hablaré con Odo.
Tras
el beneplácito de Lwaxana Troi y Sisko, Weyoun se quedó a solas con el
condestable de DS9, a quien no le hacía ninguna gracia la situación.
–
¿Así que quieres unirte a la Federación? – comentó Odo sin ocultar su ironía,
sin ver nada claro lo que pretendía el vorta –. ¿Qué opina de todo esto la
líder del Dominion?
–
La líder ha muerto – respondió
secamente.
Odo
permaneció en silencio. Aquella noticia no le extrañó y en cierto modo la
esperada debido a la enfermedad que estaba acabando con la Gran Unión y que estuvo a punto de acabar con su propia vida. Aun
así sintió tristeza por la muerte de su congénere. Todos los seres merecían una
segunda oportunidad, incluidos los Fundadores, si hubiera podido se lo hubiera
demostrado a ella y al resto de los suyos. Tal vez eso hubiera podido cambiarlo
todo. Ahora era demasiado tarde para su líder en el cuadrante Alfa. Se había convertido en cenizas, al igual que su
sueño de dominar aquellas estrellas.
–
Mi lealtad está junto al último de los Fundadores
– dijo entonces Weyoun bajando la vista en una sutil reverencia.
–
¡Yo no soy un Fundador!
–
Como deseéis – replicó Weyoun alzando la vista –. Pero sois el último cambiante.
Mi lugar es estar a su lado y servirle del modo que gustéis.
»
La líder del Dominion en el cuadrante Alfa ha muerto. Y la Gran Unión está muy
enferma en el Gamma. Vivirá más tiempo gracias a la fuerza que ejercen todos
los Fundadores unidos... Pero no sobrevivirán más allá de unos pocos meses más.
Tal vez menos. Por mucho que le pese, usted es el último Fun... cambiante
vivo. Y legítimo líder del Dominion.
Odo
se giró, no podía seguir mirando al vorta. Unos meses antes, lejos de allí, a
bordo de una solitaria runabout, en compañía de un clon
similar a aquel, había tenido una conversación parecida. Una esperanza en el
futuro se había abierto en aquel lugar, truncándose poco después. Pero ahora
parecía como si de nuevo el destino volviera a señalarle para cambiar lo que
los suyos habían hecho. Siempre había pensado que su pueblo estaba formado por
gente imparcial, que valoraba la justicia por encima de todo. Pero al descubrir
la verdad cuatro años atrás en la Nebulosa Omarion esta le había horrorizado. En realidad eran tiranos sin escrúpulos
que consideraban al resto de seres inferiores por el mero hecho de no poder
cambiar de forma. Que imponían su forma de pensar a sangre y fuego gracias a
las garras de un ejército de guerreros fanáticos creados genéticamente. Pero a
bordo de la Rio Grande una posibilidad de redimir el mal que había
propagado la Gran Unión se había dibujado en el horizonte. Y ahora volvía a
dibujarse.
Se
volvió para mirar a Weyoun. Este le observaba expectante, ¿sería capaz de convencer
al cambiante? Odo era testarudo, pero sabio, como cualquier Fundador.
–
¿Cuántas naves sobrevivieron al ataque?
–
Medio centenar, tal vez más. Y todas acatarán sus órdenes. También ha
sobrevivido una instalación cuya existencia desconocían los cardassianos.
–
¿Qué hay en esa instalación?
–
El laboratorio donde se buscaba la cura para la Gran Unión. Pero que usted veo
que no necesita – respondió satisfecho, lo había logrado.
–
No, porque ya estoy curado – dijo sorprendiendo a Weyoun, que creía que Odo no
había estado infectado nunca –. ¿Quedan más fundadores en este cuadrante?
–
No que yo tenga constancia. Pero la presencia de los fundadores no siempre es
comunicada a los vorta, ni yo mismo conozco ese dato.
–
Igualmente todos estarían infectados y ahora estarán muertos – pensó en voz
alta Odo con pesar.
»
Comunicaré su propuesta al resto de oficiales – respondió Odo dejando al vorta
solo en el pequeño despacho donde habían hablado. Pero en el rostro de Weyoun
se dibujaba una sonrisa de victoria. Volvía a servir al Dominion bajo Odo. Su
vida volvía a tener sentido bajo las órdenes del último Fundador.
–
Así que es cierto lo de la enfermedad de la Gran Unión – intervino Lwaxana
después de que Odo explicara la conversación con Weyoun.
–
Así es – respondió Odo sin entrar en más detalles.
–
¿Le cree? – preguntó Picard.
–
Sí, por desgracia – replicó Odo asintiendo de mala gana –. Lo llevan escrito en
su ADN, su lealtad a los cambiantes es genéticamente inquebrantable. Son
mezquinos y pueden traicionar a los jem’hadar,
incluso al dominion como organización, pero jamás a uno de los míos. Lo hemos
comprobado en los vorta capturados.
–
Bien caballeros, ¿qué opinan? – preguntó entonces Picard.
–
En una cosa tiene razón – empezó a responder Galathon –. Ellos están en la misma situación que nosotros. Y en
estos momentos lo que necesitamos son aliados. Por muy desagradables que sean.
No olvidemos que hace unos pocos años esta reunión con ustedes y yo hubiera
sido… impensable, por lo pronto.
–
El comandante tiene razón – intervino Sisko –. Conozco a Weyoun y no me
gustaría tenerlo cerca, ni mucho menos como aliado. Pero no siempre se pueden
escoger los compañeros de cama. Pero es Odo quien ha de decir la última palabra
en este asunto.
El
cambiante permaneció en silencio, complacido por el comentario de Sisko, quien
había sido su superior desde hacía más de siete años. Aquella confianza solo
podía significar el aprecio y respeto que le tenía. ¿Algún día sus congéneres
podrían sentir el mismo orgullo de la amistad que le unía al capitán de Deep Space Nine, un sólido? Por otro lado, ¿tenía el derecho o la
alternativa de negarse a liderar a los restos de lo que más detestaba en su
vida: el Dominion? Seguramente no. Además aquello era una posibilidad para corregir
lo que los suyos habían hecho. Se levantó y se dirigió a la ventana. Lwaxana le
siguió y le hablo en un susurro.
–
Sé cómo odias lo que significa el Dominion y los Fundadores. Pero la situación
en la que nos encontramos no admite caprichos. Todos debemos sacrificarnos y
luchar contra este nuevo enemigo. He visto lo que pueden hacer en mi propio
planeta. Entre mi gente. Mis amigos y mi familia. Y estoy dispuesta a unirme a
Weyoun y lo que queda del Dominion. Pero solo sí tu estas al frente de ellos.
Odo
miró a aquella mujer. ¿Dónde estaba la embajadora betazoide alocada y
extravagante que todos conocían? Él por supuesto hacía tiempo que había
conocido a otra mujer, aquella que al igual que él se avergonzaba de su
aspecto, y a la que había llegado a comprender tras pasar justos horas en el
interior de aquel ascensor años antes y a la que desde entonces respetaba.
Aunque por supuesto Lwaxana Troi, siempre sería la excéntrica Lwaxana Troi.
Pero ahora al mirarla en aquella sala Odo veía a otra mujer: fuerte y decidida.
La líder de su pueblo.
–
Muy bien – respondió Odo en un susurro, esgrimiendo una leve sonrisa –. Pero
hay algo que deberé hacer, muy pronto.
–
Lo que creas oportuno.
Los
dos regresaron a la mesa y Odo aceptó convertirse en el nuevo líder del
Dominion en el cuadrante Alfa.
Continuará….
Gracias por un capitulo mas. Tal vez es muy pronto preguntar, pero apareceran los borg y la tripulación del voyager?
ResponderEliminarHola Hernando,
EliminarCualquier pregunta es bienvenida en realidad. Los borg… te adelanto que no aparecerán. Aunque sí se les menciona como amenaza a tener en cuenta.
El colectivo es una de esas razas que si realmente la utilizaran en un guión tal y como la crearon: asimilación de tecnología, conocimientos e individuos, ninguna potencia podría resistir un ataque decidido. Y con eso quiero decir, más de un cubo. Que la Federación siempre fuera atacada por una sola nave solo se explica porque los productores no quería cambiar el nombre de la serie: The next bog generation o Voyager borg.
La Voyager… tal vez salga. Por ahora están perdidos en el cuadrante Delta.
Un fuerte saludo.