viernes, 1 de enero de 2016

Crossover Star Trek - Star Wars. 3

Los perros de la guerra
Capítulo 1.
Tercera parte


La Flota Estelar ha declarado el Código Factor 1,
es decir: estatus de invasión a la Federación.
Desde ese momento se han empezado
a enviar órdenes a diferentes naves y bases estelares.
Mientras el resto de la flota se preparara
para defender sus planetas y colonias de
este nuevo y misterioso enemigo…


Deep Space Nine

            La Venture fue la última nave en llegar a la antigua estación Terok Nor. Con ella la 9ª Ala de Ataque quedaba completada para la defensa del sistema de Bajor. El resto de la 10ª Flota estaba repartida a lo largo de la frontera cardassiana. El almirante Ross se había quedado la 7ª Ala de Ataque en la Base Estelar 375 como fuerza de reserva, mientras que un importante número de naves de la 7ªFlota se había concentrado en la Estación Lya Alfa, de forma que se podría reacciones a cualquier maniobra que el Dominion intentara a lo largo de la frontera.
            Sisko estaba sentado en su despacho leyendo el informe sobre los últimos ataques dentro del territorio del Dominion y breen. Según los sensores del Malinche se habían registrado ataques en diversas bases y puestos avanzados a lo largo de todo en su territorio. Si los informes de inteligencia eran correctos, estos puntos coincidían con factorías de soldados del jem’hadar, de los vortas, de fabricación del ketracel blanco y de astilleros. En apenas unos días el Dominion había tenido pérdidas que equivalían a las de toda la guerra. La reacción de sus fuerzas no se había hecho esperar, sorprendiéndole a él y a la Flota: al retirarse a la frontera anterior del inicio de las hostilidades. Betazed y otros planetas conquistados por los Fundadores habían recibido ya las primeras ayudas por parte de las naves estelares más próximas. Mientras tanto las fuerzas del jem’hadar se estaban concentrando alrededor de Cardassia Prime, obviando cualquier otro lugar. Estaba claro que allí se encontraba su líder, la Fundadora y que la defenderían hasta la muerte. ¿Eso era lo que hubiera ocurrido si la guerra contra el Dominion hubiera continuado y fuera la Flota Estelar y sus aliados los que estuvieran amenazando el corazón de su territorio en el cuadrante Alfa?
            – Capitán estamos recibiendo una comunicación desde la Base Estelar 375 de máxima prioridad – le informó Kira por su comunicador. Sisko se levantó y salió de su despacho, en la pantalla de ops apreció la imagen borrosa del almirante Ross.
            – ¡Nos están atacando! – dijo cuándo una explosión hizo saltar chispas y una nube de humo a sus espaldas –. ¡El Exeter ha… destruido… las defensas!…
            En ese momento la pantalla se oscureció. En ops nadie se atrevía a romper el silencio que se había producido. Todos se miraban y miraban a los oficiales de mando que a su vez observaban a Sisko, de pie frente a la puerta de su despacho con la mirada clavada en la pantalla principal.
            – Alerta roja. Estaciones de batalla – ordenó por fin –. Señor Worf, jefe O’Brien, Ezri, preparen la Defiant. Coronel Kira, prepare las defensas de Deep Space Nine.
            – Sí, señor – replicó esta con firmeza, que aún llevaba el uniforme de la Flota Estelar que había usado mientras colaboraba con la resistencia cardassiana de Damar. Luego miró a Odo ya recuperado de su enfermedad, que tenía una expresión de profunda preocupación. Aquel iba a ser el cuarto ataque a la estación desde que había pasado a manos de la Flota Estelar y el condestable tenía que preparar a sus hombres.


Cardassia Prime

            Weyoun observaba las pantallas del centro de control de los Cuarteles Generales. La situación era caótica. Los ataques habían minado completamente sus ya limitados recursos. Tras la primera incursión a las instalaciones del sistema Kora, el resto de factorías de vortas y jem’hadars habían sido reducidas a escombros, incluidas aquellas que los cardassianos no conocían su existencia. La mayor parte de las bases de abastecimiento y reparación de sus naves habían sido también destruidas, junto a muchos puestos avanzados. Mientras que el líder de Cardassia, recientemente nombrado tras traicionar a su propia gente, el legado Broca había desaparecido. Y por si fuera poco las revueltas de civiles se multiplicaban por todo el planeta al estúpido grito popularizado por Damar de: “¡Por Cardassia!”. El grado de insumisión ya rallaba lo intolerable y hacía unos instantes había tenido que destruir la totalidad de la ciudad de Lakarian con sus millones de habitantes como represalia.
            Y aunque la insurrección entre las fuerzas cardassianas se había generalizado, su mayor preocupación procedía aquel nuevo y poderoso enemigo. Había salido de la nada y ya había vencido al Imperio Romulano y al Klingon, mientras que en aquellos momentos atacaba los territorios de la Federación y del mismo Dominion, incluyendo a sus aliados. Según los breen algunos de sus puestos avanzados habían dejado de transmitir.
            – Hemos captado una comunicación desde la Base Estelar 375 – informó el Primero de los jem’hadar, entregando al vorta un padd. Este asintió y lo leyó. El almirante Ross estaba bajo ataque. Se estaban acercando. Pensó Weyoun y miró las defensas de Cardassia Prime. Las plataformas armadas orbitales estaban listas: con mil torpedos de plasma cada una, así como las estaciones bien armadas y con personal leal al Dominion. Y a su alrededor la flota del jem’hadar y breen. Cualquier enemigo que se enfrentara a ellos recibiría una desagradable sorpresa.
            – ¡Weyoun! – le llamó la inconfundible voz de la Fundadora. El vorta se inclinó servil hacia su divinidad, que estaba acompañado del comandante de las fuerzas breen –. Thot Gor me ha informado de su deseo de estar a bordo de su nave durante la batalla.
            – Eso es maravilloso – replicó el vorta inclinándose ante el oficial breen. Este dijo una frase de despedida y salió de la sala con el resto de los de su raza.
            – Nunca imaginé que fueran tan guerreros – dijo la líder viéndoles marchar.
            – Fundadora… – dijo Weyoun cuando los breen ya no se encontraban en la estancia. Tenía la mirada baja y su voz rozaba la súplica –. No quiero que piense que le he perdido el respeto. Sería incapaz de ello. Usted lo sabe muy bien. Pero…
            – Dilo ya de una vez – replicó brusca la changeling hastiada.
            – El planeta no es seguro. El legado Broca ha desaparecido y este nuevo enemigo… No sabemos nada de él y nuestras fuerzas no han sabido responder adecuadamente a estas recientes circunstancias…
            – ¿Estás sugiriendo que me marche de Cardassia Prime? – preguntó altiva –. ¿E ir a dónde?
            – Tan solo por su propia seguridad… Hasta que el peligro haya…
            – Por una vez tienes razón… – dicho lo cual la líder del Dominion se desplomó frente al vorta, que enseguida se acercó para impedir que cayera. La enfermedad había avanzado mucho en las últimas semanas sobre todo tras la imposibilidad convertirse en líquida. Weyoun sabía que pronto moriría. Qué valor, fuerza y entereza tenía los fundadores, que aún moribundos se enfrentaban a los peligros sin doblegarse. El vorta hizo un ademán a los jem’hadars que se habían acercado para socorrer a su Fundadora para que regresaran a su trabajo al ver que la líder se recuperaba.
            – Haré los preparativos para su traslado al Tenak’talar – dijo este, a lo que la líder asintió visiblemente agotada.


San Francisco, la Tierra

            Cuando la Flota difundió la última comunicación de Vulcano, confirmando el ataque a su sistema, DeSoto intuyó que aquello precipitaría los acontecimientos por lo que le habían ordenado entrar en órbita a la Tierra.
            Poco después recibieron un nuevo mensaje en el que le indicaban unas coordenadas de transporte, que coincidían con uno los edificios de la Flota situados en la ciudad de San Francisco. Le recibió la secretaria del almirante Paris, que le llevó hacia el despacho de este.
            No conocía personalmente a Paris, aunque sí había leído numerosos artículos suyos y había asistido a varias de sus conferencias. Era un oficial muy respetado y uno de los candidatos que se habían barajado para ocupar el alto mando de la Flota. Aunque él mismo había rehusado al cargo antes que anunciaran el nombre de los candidatos, sorprendido a más de uno. Poco después el nuevo comandante le nombró responsable del Departamento de Búsqueda & Desarrollo dejando las clases de la Academia.
            – Capitán, es un placer conocerle. Aunque sea en estas circunstancias – dijo el almirante desde el otro lado de la mesa del despacho. Estaba tranquilo entre los numerosos padds que cubrían el escritorio. En el que también había varios adornos: una fotografía, unos libros, un ordenador y lo que más sorprendió a DeSoto, un phaser.
            – Lo mismo digo, almirante – replicó este tomando asiento.
            – Iremos directamente al grano. No hay tiempo que perder – dijo sin preámbulos colocando las dos manos juntas sobre el escritorio –, ya que le voy a dar la orden más importante de toda su carrera, la cual espero que salve a la Federación.


Cardassia Prime

            Las instalaciones habían sido abandonadas hacía mucho tiempo. Eran minas del principio de la era espacial cardassiana, muy anteriores a la hambruna que había hecho alzarse a los militares para controlar la situación. El personal que había reunido el legado Broca era de total confianza: todos habían servido con él en la Segunda Orden en las duras jornadas de las Guerras de la Frontera. Los ingenieros civiles eran otro asunto, pero tras eliminarlos tampoco quedarían problemas. Alguno ya había protestado al darse cuenta de lo que quería hacer y había sido rápidamente silenciado, cerrando la boca del resto de sus compañeros.
            – Legado, una comunicación… – le informó uno de sus subalternos. Este miró el padd con el mensaje ya decodificado. Contenía la confirmación de la hora exacta para la detonación. Todo estaba transcurriendo como estaba previsto.
            – Devuelva la respuesta acordada – replicó entregándole el padd.
            – Hemos interceptado una comunicación del Dominion – continuó este –. Los sabotajes continúan y las represalias han ido aumentado. Dicen que los jem’hadars han aniquilado a toda la población de Lakarian. Dos millones de hombres, mujeres y niños.
            – De eso no te has de preocupar. Los Fundadores recibirán lo que se merecen – replicó Broca poniéndole la mano en el hombro al leal glin –. Prepara la lanzadera. Todo ha de estar listo para abandonar este lugar inmediatamente.
            – Bien, legado.
            Poco después los guardias que custodiaban a los ingenieros civiles recibieron la orden de disparar contra ellos. Broca colocó el temporizador y todos se dirigieron hacia la lanzadera que despegó de la luna de Cardassia y se alejó a toda velocidad del sistema.


USS Defiant

            – El informe de las modificaciones, señor – le dijo O’Brien a Sisko entregándole un padd con los arreglos que había realizado en la nueva nave para dejarla lista.
            Este las miró y asintió volviendo a su estado meditabundo. DS9 había sido atacada en numerosas ocasiones: la primera poco después de la retirada de los cardassianos por estos mismos. Luego durante el golpe de estado a Bajor del Círculo. Más tarde los klingons también habían intentado tomarla y finalmente el Dominion. En las primeras ocasiones había estado solo frente al peligro. La segunda vez había contado con la Defiant y el pájaro de presa de Martok. Ahora contaba con una veintena. Entre ellas estaba la nave captura al jem’hadar bajo las órdenes de Damar, así como dos pájaros de presa klingons y el resto naves estelares. La T’Kumbra del capitán Solok, la Sutherland de Shelby, el Potemkin, la Hornet y el Venture, entre otras. Una fuerza formidable. Aunque en la Base Estelar 375 también había un buen grupo de defensa y aun así habían sido superados. Según los sensores ya no se detectaban señales de naves estelares en la última posición de Bill Ross.
            De golpe un pitido de alarma se oyó en la consola científica desviando la atención de todos los que estaban en el puente hacia ella.
            – Detecto una explosión subespacial – informó Ezri tras consultar los ordenadores y comprobar los datos que estos le mostraban –. En Cardassia.
            – ¿Qué magnitud? – preguntó Sisko.
            – Devastadora – dijo Ezri dando unas rápidas órdenes al ordenador –. Lo confirmo, la localización de la explosión es una luna de Cardassia Prime.
            – Recibimos una comunicación de la nave del legado Damar – informó Nog.
            – Pásela a la pantalla – ordenó Sisko e instantes después este apareció en el puente de la nave del Dominion que habían capturado apenas unas semanas antes.
            – ¿Ha detectado la explosión? – preguntó el cardassiano con nerviosismo.
            – Así es. Los datos son aún limitados…
            – He de marcharme, capitán – le interrumpió Damar –. Mi pueblo me necesita.
            – Le comprendo. Buena suerte Damar.
            – A usted también se la deseo. Sé que la necesitará.


Beta Antares

            Los remolcadores llegaron a la hora prevista y lo primero que hicieron fue sacar el armazón de las dos naves en sus primeras fases de construcción, para luego colocarse en los extremos de cada una de las seis estructuras de los diques secos. En el interior de estos estaba ya todo dispuesto para la marcha: sus almacenes y talleres rebosaban de material adicional y equipo pesado y en sus hangares se guardaban más lanzaderas y vainas de trabajo que las normalmente asignadas. Todo ello con los técnicos y los ingenieros, así como sus familias que viajarían a bordo de los diques. Estos habían sido construidos especialmente para poder moverse a velocidades de curvatura y trasladarse hasta el espacio profundo si fuera necesario y así reparar naves muy seriamente dañadas de forma completamente independiente. Tan solo tenían que colocar en línea su potente reactor, que además de alimentar la estructura y a la nave acoplada, con los potentes motores de los remolcadores.
            No lejos de allí la Pretorian había salido por ella misma del dique y estaba acabando de evacuar a los tripulantes del complejo de oficinas. A su lado se encontraba la Clipper Maru, una vieja nave de pasajeros de la clase Worfin, que albergaba el triple de los doscientos pasajeros que normalmente podía transportar. El grupo se completaba con los dos cargueros que también estaban al límite de su capacidad. Y finalmente las otras dos naves que estaban remodelándose en los astilleros: la Constitution y la Pathfinder, todas ellas con tripulación mínima.
            Pero allí no acababa el asunto. Poco después de empezar la evacuación el almirante Abderramán Shaath, responsable de los astilleros de Antares IV, se había puesto en contacto con Harzel. Cuando la Flota ordenó la construcción de Beta Antares y escogieron a Harzel para llevar aquel proyecto, este fue recibido por Shaath con los brazos abiertos y desde el primer momento le prestó toda la ayuda que necesitaba. Creando entre los dos hombres una profunda admiración y amistad.
            – Peter imagino que estará muy ocupado en este momento – empezó Shaath –. Sé que le han ordenado evacuar Beta, yo he recibido la orden de defender las instalaciones de Antares IV. Ya vienen hacia aquí varias naves y estoy preparando otras de las que tengo aquí. En total tendré una decena.
            » Pero he oído lo que ha pasado en el Imperio Romulano y el Klingon. Dicen que no se han hecho distinciones entre civiles y soldados – dijo con profunda preocupación –. Imagino que si te han ordenado evacuar y llevarte contigo los diques será porque la Flota tiene algo pensado.
            » Aquí tengo mucho material y muchos técnicos que serían muy útiles allí donde vayas a ir. Me gustaría que también evacuaras parte de mi gente.
            – Los dos hemos recibido órdenes muy claras – contestó Harzel tras pensar unos instantes su respuesta. No le resultaba fácil haber dicho aquello y apretó los dientes con frustración e impotencia. No era un soldado, sino un ingeniero. Le gustaba desmontar y montar los aparatos que tenían en cada desde niño, como el antiguo repulsor de su abuelo, o mejorar los aparatos que había en su casa, desde la lavadora de su madre, al ordenador que su padre usaba en el trabajo. Por eso había decidido estudiar ingeniería y poder montar y desmontar cosas cada vez más grandes y complicadas. Y la Flota Estelar le ofrecía la opción de hacerlo con la tecnología más moderna que existía. Y así había sido a lo largo de su carrera. El Proyecto Prometheus era un reto y había logrado diseñar no una, sino tres naves magníficas en una sola nave. Ahora le ordenaban que se dirigiera con todo su astillero al espacio profundo a la espera de nuevas órdenes, cual caracol con su concha sobre su cuerpo. Se sentía un cobarde al dejar al dejar atrás a los que estaban en Antares IV.
            » ¿Cuándo estarán listos? – dijo un instante después, como un acto reflejo. No iba a dejar a Shaath, ni a nadie, en la estacada.
            – Ya he cursado las órdenes – replicó este esgrimiendo una sonrisa de complicidad. Tampoco eran tan distintos.
            Unas horas después las naves procedentes de Antares IV se concentraban en órbita a la pequeña luna de Beta. En total eran una veintena. Dos de ellas se acoplaron a los diques que habían quedado vacíos: el Tecumseh: que había tenido un malogrado encuentro con los cardassianos y la otra era la Phoenix: dañada durante el reciente ataque a la Tierra. Aunque tenían sus reparaciones muy avanzadas ninguna de las dos podía unirse al grupo de defensa de los astilleros, así que Shaath pensó que no podían permitirse perder aquellas naves, ni su tripulación. Junto a estas estaban dos Saber y una Steamrunner que aunque sus sistemas de propulsión estaban plenamente operativos, sus reparaciones aún no habían sido completadas y tampoco podían quedarse a luchar, pero podían escoltar la evacuación y ser reparadas más adelante. También había un par de naves científicas Oberth y del tipo Raven, junto a varias naves de soporte como la Hauck, la Hemingway o la Bradford, ninguna de ellas aptas para la batalla que se avecinaba. El resto estaban formado por naves muy dispares: desde los extendidos cargueros Antares y Apollo, hasta un veterano transporte Sydney. Todas ellas cargadas con técnicos y sus familias y con las bodegas llenas de material y equipos.
            – Todas las naves informan que están listas – dijo el ingeniero que se había colocado en la posición de comunicaciones de la Pretorian.
            » El almirante Shaath nos desea suerte. Y que Alá nos acompañe – concluyó.
            – Respóndale que rezaremos por él – dijo Harzel desde la silla de mando –. Que los diques se pongan en marchar.
            Segundos después los remolcadores engancharon literalmente las seis estructuras de los diques secos en sus rayos tractores y empezaron a alejarlas de la luna. Cuando estuvieran más apartadas activarían los motores de curvatura y rumbo a un lugar que aun Harzel no había desvelado. Les seguirían los cargueros y las naves de transporte.
            Rezagada tan solo quedaba la Pretorian.
            – Apunte a la Vesta – ordenó Harzel. Millán que se había colocado en la consola táctica cargó los phasers y apuntó a su nave gemela. Para Harzel le resultaba extraño dar esa orden. En sus veinte años de carrera en la Flota nunca había ordenado apuntar nada a nadie. Además consideraba todas las naves de la clase Prometheus como sus hijos al ser el encargado del proyecto casi desde sus inicios y destruir a la más joven de sus naves le partía el corazón –. Fuego.
            La pantalla fue cruzada por un rayo amarillento que alcanzó a la Vesta y su armazón se desintegró en cuestión de segundos.
            – Dispare contra la Horatio – prosiguió Harzel y la estructura, aun sin ensamblar las planchas del casco del crucero Sovereign desapareció en una explosión de fuego. Luego abrieron fuego contra el complejo de oficinas. Las órdenes eran claras: no debía de quedar nada de los astilleros de Beta Antares: tan solo escombros. En el primer disparo alcanzó la estructura donde estaban los amarres de las lanzaderas: la estación se partió en dos: una con los cilindros superiores y la otra con la parte inferior, donde estaban los generadores y los talleres, así como dos grandes bahías de carga. Cada una de las cuales recibió otro disparo hasta convertirlas en un montón de hierros fundidos y retorcidos que flotaban en el espacio. Finalmente bombardearon las instalaciones aún en construcción que había en la superficie de la luna.
            » Teniente Albert, introduzca las coordenadas de encuentro con las otras naves.
            – Sí, señor – replicó la joven oficial, la única que sabía pilotar aquella nave y que había llegado pocos días antes para realizar los test durante la separación de multi-sector de ataque.
            La Pretorian dejó la órbita donde flotaban tan solo los vestigios de lo que había sido uno de los astilleros más recientes de la Federación y donde se construían sus naves más modernas y mortíferas. Mientras se alejaban, Harzel pensó irónicamente que el primer objetivo destruido por aquella nave estelar, habían sido precisamente sus propias instalaciones. Con aquel bautismo, ¿qué futuro le esperaría a su nave? ¿Qué futuro le esperaría en realidad a la Federación y a ellos mismos?
            – Señor, detectamos una señal, muy débil… – informó el ingeniero media hora después de partir de Antares.
            – ¿Qué tipo de señal? – preguntó Harzel.
            – No estoy seguro. Creo que hay un combate. En el sistema.
            Harzel miró a DeValois, que estaba a su lado. En realidad todos los presentes en el puente sabían lo que significaba aquello.
            – Aumenten velocidad – ordenó Harzel.


Sistema Solar, sector 001

            Toda su fuerza estaba colocada en formación de batalla. Coburn había organizado una línea clásica para el enfrentamiento abierto. Las unidades pesadas en el centro con los flancos móviles compuestos por otras más pequeñas y maniobrables. Y finalmente una reserva mixta algo rezagada para cualquier eventualidad.
            La primera fuerza enemiga se había detectado en el borde del sistema Solar, no lejos de Saturno. Según los sensores sumaban un centenar de naves de diferentes tamaños, aunque destacaban cuatro de mil seiscientos metros de largo. Parecía que estaban tomándose su tiempo para agruparse o podían estar tendiéndoles una trampa. Prudentemente Coburn envió una avanzadilla para evaluar al enemigo mientras el resto de la Flota permanecía a la espera. Pero la reacción no se hizo esperar y el enemigo formó en una cuña con las naves más grandes, que tenían forma de punta de flecha en cabeza y empezaron a aproximarse. Para evitar quedarse entre el enemigo y los planetas del sistema Solar sin posibilidad de maniobrar, Coburn ordenó avanzar hacia el enemigo.
            Poco después las dos flotas estaban frente a frente. Las dos formaciones se detuvieron un momento, como si quisieran tomar aliento. La Flota preparada para proteger la Tierra y sus habitantes. Aquella fuerza enemiga que aún no se había dado a conocer, para atacarla como ya había hecho con otros tantos planetas. Pero aquel momento de respiro duró poco y los pequeños cazas Peregrine y los más modernos Valkyrie se adelantaron al resto de naves y salieron de la formación para atacar. No tardaron en ser interceptados por un enjambre de cazas, que encontraron a medio camino, enzarzando un combate encarnizado.
            El duelo de los cazas fue la señal para que la aproximación de las dos fuerzas se reanudara. Las naves aceleraron, cargaron sus armas y aumentaron sus escudos. Coburn contempló el gráfico de la flota enemiga, viendo claramente como la cuña formada por las naves enemigas más grandes iba a dividir a sus fuerzas, algo que no podía permitir, así que ordenó al flanco izquierdo y derecho que se adelantaran y empezaran a envolver al enemigo.


USS Defiant


            El puente de la Defiant permanecía en silencio. Sisko estaba sumido en sus pensamientos, sentado en el sillón de mando y con los dedos entrelazados. Para Worf como guerrero lo peor de la batalla era la espera. Ezri sentada cerca del klingon, todavía no acababa de acostumbrarse a todo aquello, tenía las manos sudorosas y su corazón iba acelerado. O’Brien estaba sentado al otro lado del puente, haciendo las últimas comprobaciones a la nave que acababa de poner a punto. El jefe estaba tranquilo, no solo por la experiencia como soldados, sino porque Keiko y los niños estaban a salvo a bordo de la Xhosa, lejos en aquellos momento de DS9. Nog permanecía en la posición del piloto, lo tenía todo controlado y mentalmente repetía las maniobras evasivas que tantas veces había practicado en los simuladores, en la batalla todo dependería de él.
            De repente la pantalla de Ezri empezó a mostrarle lecturas subespaciales e instantes después los sensores empezaron a indicar puntos de salida dimensionales y de naves entrando en el espacio normal. Instintivamente puso en la pantalla lo que sus sensores estaban mostrando.
            – Carguen phasers y torpedos de fotones – ordenó Sisko alzando la vista y se puso en pie. Delante de él empezaban a agruparse una veintena de naves: tres de las cuales debían medir casi dos kilómetros de largo.
            Flanqueada por la Yeager, la Defiant empezó a disparar sus cañones phaser lanzándose contra la primera de las naves de la formación enemiga. Detrás de ellas la K’Tumbra y la Sutherland saltaron juntas para cubrir el primer asalto.
            El fuego federal fue rápidamente devuelto por todas las armas que tenía el enemigo, usando como eje central de los disparos las grandes naves de mil seiscientos metros de largo. La Yeager cayó bajo el certero fuego de las más pequeñas que estaban junto a los de mayor tamaño, alcanzando la sección de ingeniería obligándola a alejarse del ataque. La Defiant esquivó los primeros disparos y tras la primera pasada se alejó hacia su posición inicial en un gran arco. Las dos naves de la clase Nebula continuaron el ataque destruyendo a una de las contrarias.
            El ataque pareció funcionar y el resto de la formación enemiga se abrió para esquivar el fuego racheado de las dos Nebula, lo que aprovecharon la Hornet y el Venture para explotar la grieta en sus defensas.
            Con el flanco cubierto por la Hornet, el Venture se dirigió hacia la primera de las grandes naves, la cual parecía haber quedado desprotegida en la primera pasada. Pero ante su sorpresa esta viró y se colocó directamente en el vector de ataque del Galaxy y empezó a repeler el fuego con una rápida sucesión de disparos desde el flanco de la estructura inferior de la torre. Los primeros impactos alcanzaron el Venture de lleno. Eran descargas ultraconcentradas de iones que literalmente quemaron sus equipos electrónicos empezando por los escudos que se colapsaron con rapidez, seguidos del resto de sistemas del crucero, dejándolo completamente indefenso. Sus motores de impulse se detuvieron, pero el Venture continuó por la inercia de su rumbo, ya sin los reflejos en las barquillas de curvatura, ni las ventanas encendidas o las luces de posición. La nave estaba muerta.
            Sin energía, ni escudos, ni armas, el Venture no tardó en empezar a recibir los disparos del resto de naves enemigas.
            Girando en redondo la K’Tumbra y la Sutherland se dirigieron a socorrer a su compañera malherida. Cinco naves estelares iniciaron un ataque intentando penetrar en las defensas de la formación enemiga, pero la maniobra estaba condenada al fracaso.
            ¡Otra vez no! Pensó Sisko al ver como sus compañeros se dirigían hacia una trampa sin poder defenderse. Era lo mismo que había ocurrido en Chin’toka no hacía mucho. En aquella batalla se habían perdido 311 naves y miles de vidas de buenos y valiente oficiales y tripulantes. El Venture había realizado las modificaciones para evitar los efectos de las armas breen, como el resto de las naves estelares allí reunidas, pero esos cambios no eran efectivos contra aquel nuevo enemigo.
            Una de las naves de mayor tamaño viró para envolver a la fuerza de la Federación y atraparla en una maniobra de tenaza y así no poder salir de la trampa en la que habían sido conducidos.
            La K’Tumbra se encaró contra la nave del flanco izquierdo cayendo bajo el fuego de esta y de las naves auxiliares. La siguió el Gettysburg y la Concord que pronto quedaron a merced de las armas de iones.
            – Hemos de salir de aquí. ¡Ordene a la Andromeda y a la Nautilus que nos cubran! – indicó Sisko que se había dado cuenta que al virar para rodearles sus enemigos habían creado una salida en su formación, tal vez tendrían una posibilidad, pero debían de actuar con rapidez –. Abriremos una brecha, que el resto de naves nos sigan. Hemos de escapar de aquí.
            La Defiant giró sobre sí misma y escoltada por las otras dos naves se encaramó de nuevo contra la trampa en la que habían caído.
            Ágilmente y sorteando la cortina de disparos la Defiant penetró en las defensas enemigas dirigiéndose directamente contra la torre de una de aquellas grandes naves. La Andromeda cayó bajo los disparos enemigos enseguida, así que acompañada únicamente por la Nautilus, las dos naves abrieron fuego contra las dos grandes esferas y lo que parecía la estructura de mando. Tras sortearlas con éxito se encontraron con otra nave con forma de sepia que las recibió disparando sus armas pesadas. La Defiant logró sobrepasarla con tan solo algunos impactos, desgraciadamente la Nautilus cayó bajo el fuego directo y estalló envuelta en una bola de fuego.
            Para entonces la 9ª Ala de Ataque estaba completamente atrapada entre las tres grandes naves, e iban cayendo una tras otra bajo los disparos de las armas de iones. Era como su hubieran vuelto a caer bajo la trampa de Chinto’ka.
            – ¡Daños! – pidió Sisko.
            – Escudos al 40% y la carena secundaria ha sido dañada – informó O’Brien mientras hacía lo imposible para redistribuir la energía hacia los escudos.
            Mientras en la pantalla podía ver como la Sutherland ardía inmóvil debido a los disparos enemigos. No era la única: la Bradbury tenía daños en la sección de ingeniería; la Constellation había perdido las barquillas y tenía importantes grietas en el casco. El Venture había sido destruido al igual que el Potemkin o la Farragut.
            – ¡El enemigo se dirige a Deep Space 9! – informó entonces Worf.



Continuará…

2 comentarios:

  1. Todavía no he leído esta entrega, pero en el resumen del "opening", se han empezado
    HA enviar órdenes, sería se han empezado A enviar. Da al ojo.

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  2. Ups!

    Las prisas a la hora de escribir la introducción. Tomo nota y lo cambio.

    Gracias.

    ¿Y a aparte de este error ortográfico, que te parece el relato?

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