miércoles, 18 de enero de 2017

Crossover Star Trek - Star Wars. 40

Capítulo 12
Lo que dejamos atrás...


Y ahora la conclusión…
  

Bajor

            La retirada del planeta se había realizado rápida y ordenadamente. Como se había acordado ninguna instalación había sido dañada o saboteada y la disciplina, en ambos bandos, se había mantenido en todo momento. Las últimas lanzaderas en partir del solar donde se había erigido la guarnición situada a las afueras de la capital fueron observadas por el comandante de la milicia bajorana: el general Alhana Rez.
            – Por lo menos esta vez no hemos tenido que luchar – indicó el coronel Lenaris que se encontraba a su lado. Este había sido enviado a Bajor por Shaakar para legitimar la autoridad de Alhana sobre la milicia y las células de la resistencia hacia quien había ostentado el control de este durante la ocupación imperial y garantizar que todo transcurriera como estaba acordado.
            El general le observó a los ojos sin decir nada. Era cierto, tal vez el pueblo de Bajor no había sufrido tanto en aquella ocupación, pero sí había habido que luchar. En otros muchos mundos la gente moría, sufría y luchaba aun.
            Pero aquel no era el momento de entretenerse, los técnicos estaban inspeccionando el Cuartel General de la IV Flota en la ciudad deTempasa, los antiguos cuarteles de la 9ª Orden Cardassiana, para comprobar que no hubieran sido saboteada en el último momento. Otros grupos hacían lo mismo en la ciudad Tamulna, en la península de Trilar y en la antigua base romulana en la luna de Derna. Como todo estaba bajo control, Alhana presionó su comunicador y ordenó que le transportaran, él tenía otra misión que realizar.
            Segundos después se materializaba en la residencia de la kai, que en aquel tiempo era también la vivienda de la primera ministra del planeta.
            Nada más aparecer en la entrada se le acercó un joven vestido con el uniforme de la milicia, aunque en realidad jamás había pertenecido a esta. Bajo el brazo llevaba un libro cuidadosamente envuelto. Se lo entrego con el mayor cuidado y aunque le hubiera gustado decir algo a su padre, nada le salió de los labios. Solo le miró y esgrimió una sonrisa de ánimos, aunque sus ojos estaban llenos de temor.
            Solo, se dirigió a los aposentos de la kai, en cuya puerta estaban apostados dos guardias. Los soldados que habían protegido Winn procedían de la misma provincia: Tozhat y habían integrado la misma célula de resistencia contra los cardassianos o eran hijos e hijas de sus miembros. Todos ellos eran los hombres de mayor confianza de Alhana. Como Lade, su mejor rastreador, que también era el hijo de su primo, con el que habían hostigado al enemigo y celebrado el nacimiento de sus hijos entre las montañas, que le abrió la puerta.
            Winn estaba sentada detrás de su escritorio visiblemente nerviosa.
            – La última nave imperial ha abandonado Bajor, Eminencia – le anunció Alhana, lo que no tranquilizó mucho a la dirigente bajorana –. La flota del almirante Vantorel se está retirando del sistema. El primer ministro Shakaar ha informado que llegará junto al Emisario en breve.
            – Gracias, puede retirarse – dijo abatida, pero mantenía en su tono de voz su tono de autoridad. Aquello representaba su final.
            Kai Winn era consciente de ello y tenía que reconocerlo: era una colaboracionista. Había ayudado al Imperio a dominar al pueblo de Bajor durante toda la ocupación. No tenía escapatoria. Encima de su escritorio tenía el discurso que había preparado para la llegada de Shakaar entregándole de nuevo el gobierno. Estaba lleno de mentiras sobre el deber de proteger al pueblo e incluía la dimisión de la prelatura de kai. Era su final, ella que tan cerca había estado de ser la líder de un Nuevo Bajor bajo los Pah-wraith, meses antes, toda una eternidad.
            Alhana aun permaneció unos segundos de pie, frente al máximo líder religioso del planeta. La observó durante aquellos segundos que le parecieron siglos. Notaba su corazón latir con fuerza, su respiración hinchando el pecho en un ritmo constante. Se sentía tranquilo, pero al mismo tiempo notaba como se le oprimía el pecho. Siempre había pensado mucho en aquel momento: ¿sería capaz? ¿Tendría la suficiente fe? ¿Los Profetas le ayudarían?
            – Una última cosa Eminencia... – empezó a decir el general de la milicia que miró el paquete que llevaba entre las manos. Winn alzó la mirada, serena, segura, casi perdida en sus propios pensamientos. Tenía una expresión contradictoria, como pensando que era lo que quería aquel viejo soldado en sus últimos momentos de libertad.
            “Profetas, por favor, guiadme, no dejéis que me desvíe de vuestros deseos” se dijo en ese momento. Cerró los ojos y de alguna forma supo que Profetas estaban con él en aquella habitación. Siempre que había estado en presencia de aquella mujer había sentido un perturbador escalofrío. Pero en aquel momento estaba tranquilo, lo notaba al sostener aquel libro frente a la kai y de alguna extraña manera ya no tenía la más mínima duda.
            » Además de los rehenes, también nos han entregado con... el libro del Kosst Amojan.
            Los ojos de Winn se iluminaron en una expresión de perplejidad. Alhana lo depositó sobre el escritorio. El mismo lugar de donde Lepira lo había cogido cuando las fuerzas imperiales habían ocupado Bajor.
            – Solo el kai puede tener este libro – recordó Alhana solemne y se sintió liberado de un gigantesco peso que le había oprimido el alma, su pagh desde que supo de las profecías y del papel que él debía de jugar en ellas.
            Winn alargó las manos y se lo acercó abrazándolo como si fuera su hijo. Aun había una esperanza, pensó. Tal vez aquel no sería su final. Al final el Nuevo Bajor resurgiría y ella lo gobernaría junto a los pah-wraiths.
            Alhana salió del despacho sin que Winn se percatara. Estaba pálido, las manos le temblaban de nuevo y un sudor frío le recorría todo el cuerpo.
            – Espero que tengas razón hermana. Por el bien de los Profetas y del Emisario.
            Se dijo para sí en un susurro. Hizo una señal y los dos guardias le siguieron. Ya no hacían falta. Ahora todo estaba en manos de los Profetas.
            En el exterior del palacio Anjohl Tennan vio como los guardias que le habían impedido acercase a Winn Adami se alejaban. Por lo que no dudó en atravesar las puertas de entrada con la esperanza de volver a ver a Winn y así apoderarse del libro del Kosst Amojan.Este era el nombre que había adaptado quien una vez había sido el prefecto durante la ocupación cardassiana, el odiado gul Dukat, tras alterarse el rostro para parecer bajorano, que ahora adoraba a los Falsos Profetas, también conocidos como los pah-wraiths.


Deep Space Nine

            Desde el puente del Annihilator podía ver su escuadra desplegada frente a la antigua estación cardassiana. Al otro lado una pequeña fuerza de la Flota Estelar acababa de salir del hiperespacio encabezada por la Defiant del capitán Sisko y por varias naves que formaban parte de la flota bajorana leal a Shakaar.
            – Abran comunicación – ordenó Vantorel. Segundos después en el proyector holográfico aparecía la figura del capitán Sisko –. Como acordamos Bajor es el último planeta bajo mi jurisdicción en ser evacuado. Todas nuestras fuerzas ya han dejado DS9 y el planeta, hemos entregado el control en las sabias manos del general Alhana.
            – A cumplido con el acuerdo, almirante.
            – Entones no tenemos nada más que decirnos. Por ahora – puntualizó Vantorel con una sonrisa maliciosa. Entonces Sisko se dio cuenta de que el oficial imperial no llevaba puesta su gorra, dejando mostrar sus orejas puntiagudas –. Cuando vuelva a ver a los Profetas, de les recuerdos de mi parte y dígales que su juego ya puede continuar.
            La imagen de Vantorel desapareció en la pantalla de la Defiant, siendo sustituida por DS9 y las naves imperiales que viraban y saltaban al hiperespacio para perderse de vista. La última fue el Annihilator dejando el cinturón de Denorios como único fondo a la antigua estación minera cardassiana.
            Mientras las naves de Shakaar se dirigían hacia Bajor, la Defiant se acopló de nuevo en el anillo exterior de Deep Space Nine. Minutos después la puerta hidráulica de la promenade giraba y Sisko entraba triunfante en el recinto repleto de gente que le vitoreaba y jaleaba. Una niña bajorana se le acercó y le saludó, Kaga el dueño del restaurante klingon tocaba el acordeón, los monjes le reverenciaban desde la puerta del Templo, los hombres de Odo sonreía por tener de nuevo al Emisario como jefe y los amigos se encontraban y se fundían en un abrazo. De nuevo estaba en su casa, pensó Sisko, por fin la guerra se había acabado, no había más luchas contra el Dominion o contra los klingons o el Imperio Galáctico que acababa de retirarse, por lo menos por ahora. No, la paz había vuelto a la galaxia, una paz merecida y lograda con demasiadas vidas, vidas de hombres y mujeres de muchas razas, algunas enemigas hacía bien poco y tras luchar codo con codo empezaban un camino nuevo, lleno de esperanza y paz.
            Sisko vio acercarse a Quark, nunca había visto a aquel pequeño ferengi tan contento.
            – Me alegra verle, capitán Sisko – le dijo risueño.
            – Y a mí también Quark y jamás pensé que llegaría a decir eso.
            – Miente muy mal, capitán. Pero eso no importa. Hemos de celebrar el final de la guerra, de las guerras, en Vic’s en esta noche. Todos están invitados...


En el espacio profundo

            Vantorel observó desde el puente de su destructor como el remolino del hiperespacio se convertía en miles de estrellas. Poco a poco pudo ver la formación de parte de su flota que le esperaba en las coordenadas establecidas. Había destructores clase Imperial, Victory, Acclamator, transportes de corps Evakmar-KDY y antiguas naves núcleo Lucrehulk, cruceros y fragatas de todo tipo. El repliegue había sido rápido, por suerte los soldados imperiales no solo eran guerreros, sino también ayudaban a construir y desmontar instalaciones, de manera que las guarniciones y muchas instalaciones se habían desmantelado en tiempos record y transportadas directamente a bordo de cargueros, ahorrando mucho tiempo al no necesitar usar lanzaderas. Estaba satisfecho y no sentía que estuviera retirándose, sino por fin iba a emprender lo que siempre había soñado: explorar las estrellas, ir hasta donde ningún otro hombre había llegado, conquistar nuevas civilizaciones, enfrentarse a nuevos enemigos y misteriosos insondables.
            – El informe de situación que pidió, señor – le dijo Adel entregándole un datapadd. Vantorel asintió y empezó a leerlo. Era rutina sobre la localización de un planeta donde establecer su primera base. No quería cansar a los hombres, merecían un pequeño descanso, así que buscarían un planeta deshabitado, de clase M, como los denominaba la Flota Estelar, ese sería el principio de su pequeña república. Nada de Imperios megalómanos. No. Aquello no volvería a pasar. Lo había pensado bien y sería una buena solución. El mejor entre iguales y por supuesto él era el mejor entre todos los hombres que habían ido con él.
            – ¿Puedo hacerle una pregunta, señor? – intervino Adel cauteloso. Su oficial superior asintió con curiosidad por saber que quería su ayudante –. ¿Cómo supo que la Federación desarrollaría los torpedos fásicos?
            – Es lo que yo hubiera hecho – respondió lacónico Vantorel –. Ahora comuníquense con el capitán Valorum, que se dirija al cúmulo estelar... FGU-1234.
            – ¡Sí señor! – replicó enérgico Adel.


USS Enterprise-E

            La Federación había sido liberada por completo y ahora había empezado la reconstrucción de infraestructuras, de planetas, de almas. Utopia Planitia y otros astilleros que había sido tomado intacta ya había empezado a trabajar en la reparación de las naves dañadas y en la construcción de nuevos cascos para nuevas naves. La resistencia imperial se había convertido en un derrumbe tras difundirse que los escudos deflectores de las naves e instalaciones eran vulnerables a los proyectiles fásicos. La Armada imperial se había dispersado, sin control alguno o mandos que quisieran seguir luchando, algunos se unieron a Vantorel, mientras que otros habían regresado a su galaxia. Aisladas, algunas guarniciones y fuerzas planetarias había logrado apoderarse de una nave y reunirse con sus compañeros, muchas habían optado por rendirse, unas pocas, sobre todo situadas en el Imperio Klingon, habían resistido hasta que fueron derrotadas y aniquiladas. Por otro lado las fuerzas del Dominion, lideradas por Weyoun, habían regresado al cuadrante Gamma.
            Tras liberar Tellar Prime la nave de Picard había ayudado a reconstruir las infraestructuras energéticas dañadas durante la ocupación y la reparar los daños de la Base Estelar 223. Varias semanas después habían recibido la orden de dirigirse a la Tierra para participar en las celebraciones de la victoria.
            El día antes se había celebrado una ceremonia por los caídos en el auditorio del Almirante Forrest de la Academia y se había anunciado la construcción de un monumento de granito negro donde se esculpirían los nombres de todos que habían dado su vida en la guerra del Dominion y contra el Imperio Galáctico en los jardines que daban a la bahía de San Francisco. A nadie se le escapó que el monumento iba a ser muy largo.
            El funeral interconfesional había sido presidido por la presidenta Troi, por el canciller Martok, el pretor Hiren, el emperador tholiano, el Hegemónico Gorn, los representantes de los xindi, la princesa Organa y muchos de los prisioneros liberados en la Luna. Había sido muy emotivo.
            Después se había celebrado una recepción en París, donde Min Zife había pronunciado un discurso sobre el trabajo de Lwaxana, pidiéndole que permaneciera en la presidencia de la Federación para guiar a esta en la reconstrucción. Aunque Picard sabía que ella rehusaría. Deanna le había contado que el esfuerzo de liderar la resistencia la había agotado física y mentalmente y que iba a regresar a Betazed para cuidar de su hermano pequeño. De esa manera Spock la sucedería de manera interina hasta las siguientes elecciones del Consejo para elegir el nuevo presidente.
            A bordo también se iban a producir cambios en su tripulación. Los conflictos que habían sacudido a la Federación habían provocado que ahora la Flota Estelar tuviera que reestructurarse para reconstruirse. A Beverly le habían ofrecido un puesto en el departamento Médico de la Flota y ella había aceptado. Riker también dejaban la Enterprise: tomaría el mando de la USS Titan, que en unos meses sería la primera nave en salir de nuevo de Utopia Planitia, hasta entonces Deanna pasaría algún tiempo con su madre en su planeta. Worf sería enviado a Qo’noS como embajador de la Federación a petición del canciller Martok, quien le había acogido en su casa como a un hermano. Wesley también partía a bordo de las naves de la Nueva República que regresaba a su galaxia para proseguir la guerra contra el Imperio, su objetivo ahora era Coruscant. Geordi permanecería a bordo, pero en aquel momento estaba en las Instalaciones Médicas de la Flota en San Francisco, donde habían ingresado a su madre. Rescata de su cautiverio en la Base Llegada Uno, donde había permanecido desde que su nave, la USS Hera, fuera atacada en el 2370. Data se convertiría en su número uno, quien ya estaba preparándose para regresar a Barkon IV y realizar una misión antropológica. El planeta había sido ocupado y su población esclavizada, así que ahora quería corregir aquella intromisión cultural, quedando los barkonianos bajo su protectorado. Su misión era evaluar los daños en su cultura y la manera de repararlas.
            Picard se sirvió una copa de vino ya en su camarote. Más allá del mamparo se extendía la Tierra, de nuevo un mundo libre. Por suerte la batalla por el sistema Solar no había sido tan sangrienta como se esperaba gracias a que Daran había abandonado el puesto de mando en el momento del ataque, lo que había provocado el caos entre los defensores. Algunos puestos ni siquiera habían disparo al no recibir la orden correspondiente. Aun en otras los combate, como en el Dique Espacial o en el Cuartel General de la Flota habían sido encarnizados, donde la 84º Brigada Mixta habían sufrido el cincuenta por ciento de bajas. Y así podía seguir durante horas. Se había vertido tanta sangre, buenos hombres, muchos aún muy jóvenes, para que volviera a brillar la luz de la libertad en el resto de la galaxia. ¿Pero cuantas almas habían quedado heridas? ¿Cuánto tiempo tardarían aquellas cicatrices abiertas en sanar?
            Capitán tiene un mensaje desde la embajada romulana en la Tierra – le interrumpió Daniels desde el puente. Picard ordenó que se lo pasaran a su camarote y segundos después apareció el rostro el pretor Hiren en la pantalla.
            – Capitán Picard me han informado que pronto parte de nuevo hacia las estrellas.
            – Nos han asignado una nueva misión, así es, pretor.
            – Solo quería decirle que hice llegar la carta que escribió el almirante Jarok a su hija inmediatamente después de liberar Romulus.
            – Se lo agradezco.
            – No hay de qué. Sabe, yo conocí a Jarok. Siempre pensé que fue un hombre que se equivocó en sus métodos.
            – Él creía que hacía lo mejor, para nuestros dos mundos.
            – Sí. Pero eran tiempos distintos, muy distintos. Solo quería que supiera esto, capitán. Le deseo suerte en sus viajes. Y espero que nos veamos pronto.
            – Yo también lo espero pretor.
            Dicho lo cual la imagen se Hiren fue sustituida por el águila Romulana, con los dos mundos agarrados entre sus garras, lo que le recordó las represalias contra los remanos.
            Toda destrucción lleva en su interior el cambio. Recordó Picard en aquel momento. Aquello era parte de la filosofía de los efrosian: todo caos conlleva el orden. El primer encuentro con los romulanos y los humanos había sido con una nave de igual nombre a la suya. Algunos años después la guerra entre las dos razas había provocado doscientos años de tensión y guerra fría. Ahora aquello había acabado, los dos pueblos habían dejado de mirarse con recelo y caminarían juntos hacia un futuro. Nadie sabía como sería ese futuro, pero estarían juntos y eso ya era lo importante. Tras la oscuridad, siempre resurgía la luz.


Vulcano

            La lanzadera descendió hasta el espacio puerto de la capital, los transportadores de la base estelar aún no habían sido reparados. Eso le permitió observar los daños en la superficie: edificios dañados por los bombardeos y los restos destruidos de la maquinaria enemiga. La guarnición había resistido tenazmente el asalto hasta que le llegaron noticias de la caída de la Tierra. Y ahora el esqueleto gris y chamuscado de los muros de la fortaleza imperial aun podía verse en la árida planicie que se extendía más allá de la ciudad de ShiKahr.
            En la terminal cogió un vehículo aéreo y mientras se dirigía hacia uno de los barrios residenciales del extrarradio, su pasajero pensó en lo dura que resultaba la vida en aquel planeta y supo del porqué de la antipática forma de ser vulcana. Él que su raza había evolucionado en el frío de Andoria. Le dejó frente una casa baja rodeada de un jardín, tenía la puerta abierta y entró en el interior. En uno de los lados, resguardado del sol por una tapia, había una hilera de macetas con exuberantes plantas y al otro lado del patio un pequeño circuito de agua con mecanismos que se accionaban por el peso del propio líquido desplazado. Era una estampa bucólica.
            – Disculpe, ¿quien es usted? – preguntó una voz desde su espalda.
            Al girarse el andoriano pudo ver una joven vestida con una túnica de brillantes verdes debajo del arco de entrada. Lo primer que pensó fue en lo hermosa que era aquella mujer de orejas puntiagudas.
            – Soy el capitán Deilog, de la USS Lagrange – se preguntó respetuoso y se quitó la capucha que le cubría la cabeza.
            – ¡Está herido! – exclamó la vulcana compasiva.
            – Estoy casi repuesto, la antena se regenerará sola – explicó este señalando a la cabeza. Esta había sido segada durante una explosión, después de que la nave atravesara el escudo que protegía la base estelar planetarias de Bolarus habían disparado los torpedos contra el generador del escudo. Todo había transcurrido tan rápido que solo la rapidez del ordenador hizo que sobrevivieran: tras la destrucción de su objetivo se activó de manera automática los transportadores, que habían trasladado a sus cinco oficiales que ocupaban el puente hasta un punto alejado del espacio puerto. Allí habían esperado que las tropas de la Nueva República llegaran hasta su posición, justo cuando estaban siendo atacados por un destacamento de soldados de asalto. Para sus subordinados Ozbilici y Watkins, su rescate llegó demasiado tarde.
            » Estaba admirando su jardín – indicó Deilog para apartar los dolorosos recuerdos de la muerte de sus amigos.
            – Para hacerlo se siguieron los patrones de Kresstassa – explicó esta tras desvanecerse el recelo inicial en su mirada. Dielog supuso que ver el uniforme de la Flota, el mismo que había vestido su padre, la había tranquilizado.
            – ¿Es usted T’Mira? – preguntó.
            – Así es.
            – Le traía esto – indicó el andoriano que se sacando un padd de uno de los bolsillos de la capa que llevaba para protegerse del calor generado por los soles del sistema –. Su padre me pidió que se la entregara poco antes de caer luchando contra el Imperio.
            La joven hizo un gesto de sorpresa y cogió temerosa el padd al tiempo que esgrimía una sonrisa de sorpresa e ilusión, que dejó al andoriano pasmado ante tal visible despliegue de sentimientos.
            – ¿Le conoció? – le preguntó se ocultar en su rostro gran curiosidad.
            » A mi padre – puntualizó la mujer ante el mutismo del recién llegado.
            – Apenas unas horas – respondió Deilog aun atónito.
            – Cuénteme, ¿cómo era? – dijo esta tomando asiento en las escaleras de entrada a la casa, bajo la sombre y estrechando el padd entre las manos, sin haberlo leído, pero como si fuera el mayor tesoro de todo el universo. En sus ojos Deilog podía ver emoción.
            – Era su padre. ¿No le conocía? – preguntó perplejo.
            – Nunca se casó con mi madre. Un pon farr desafortunado. Esta no seguía precisamente los preceptos de la lógica de Surak para controlar nuestros sentimientos. Mi padre en cambio sí. Apenas le vi unas pocas veces, brevemente, aunque me felicitaba por mi aniversario. Pero siempre fue muy, lógico.
            » Siéntese a mi lado, por favor. Y cuénteme.
            – Fue un gran guerrero. Honorable y generoso hacia otros – explicó con sinceridad el andoriano que esbozó una sonrisa sentándose junto a la joven y empezó a relatarle el fugaz encuentro que tuvo con el comandante Skock de la Base Estelar 220 mientras el Imperio Galáctico invadía la Federación.
            La conversación le alargó toda la tarde y T’Mira le invitó a cenar, preparando una sopa de plomeek.


Bajor

            Era un día caluroso, pero una brisa fresca hacía que el paseo por los exuberantes jardines del monasterio de Tozhat fuera agradable. Era un lugar bucólico, los árboles se alzaban hacia el cielo azul, las plantas germinaban junto a los caminos de arena, donde se habían erigido tótems cuadrados con las efigies de antiguos monjes. Allí Zahn se había citado con Lepira, que apareció vestido con una túnica de un monje, a su lado caminaba una niña que llevaba alegre un ramillete de flores.
            – Cariño, ¿por qué no le llevas esas flores a mamá? – le dijo Lepira a la niña cariñosamente. Este le besó en la frente y la niña salió corriendo hacia el monasterio.
            – ¿Tú hija?
            – La pequeña Sul – dijo con orgullo.
            – No sabía que tenías una.
            – Por seguridad estaba escondida con la familia de mi esposa – explicó –. Me ha sorprendido que quisieras verme.
            – A mí me sorprendió que te convirtieras en monje.
            – En cambio para mí era el camino natural – respondió con placidez en su rostro. Zhan nunca había visto aquello en el antiguo agente corelliano del ubictoriado, siempre frío y calculador –. Mi misión ya ha concluido y no estoy dispuesto a seguir siendo lo que era.
            – Continuas trabajando para la milicia de Bajor – le recordó Zahn.
            – Estoy en paz, pero aun he de redimir muchos de los actos que cometí durante mi servicio al Emperador – dijo este con serenidad. Zahn podía ver en su rostro una tranquilidad que en cierta manera envidiaba –. Pero no estás aquí para eso.
            – Cierto. Quería preguntarte por la otra profecía. No estoy aquí en misión oficial. El gobierno de Bajor ya ha procurado zanjar este asunto con la Federación y la Nueva República. Pero yo tengo curiosidad. En Laredo hablaste de cuatro textos, pero solo pronunciaste los dos primeros. Y cuando Vantorel anunció su decisión de desertar, hablaste del tercero.
            Lepira se detuvo sobre un pequeño puente que cruzaba un canal que surcaba el jardín entre los altos y frondosos árboles. El agua corría por debajo, y su rumor inundó de calma aquel instante.
            – Dos hombres serán tocados por los Profetas. El segundo surgirá entre los guerreros de blancas armaduras para conducir a estos fuera de Bajor sin causar destrucción y sufrimiento a su pueblo. Su corazón no está corrupto del todo por el odio y en su interior alberga la necesidad de buscar su lugar entre las estrellas. Los Profetas alentarán ese deseo, pero su destino entrelazo con Bajor está” – repitió Lepira.
            » Siempre creí que ese hombre sería Vantorel. No solo era el único con capacidad de mando para liderar una parte importante de tropas y naves imperiales y hacer que le siguieran. Además es un hombre muy inteligente, y tenía una cualidad única: de entre todos ellos estaba lleno de curiosidad. Cuando le conocí supe que era el único capaz de cambiar de alguna manera su pagh, su alma, su camino. Cuando le pusieron al mando del sector donde se encontraba Bajor supe definitivamente que sería él, así que me preocupé de acercarme a él, de serle útil y así ganarme su confianza.
            – “Pero su destino entrelazo con Bajor está” – repitió Zahn.
            – Desconozco el significado de esa última parte – respondió Lepira –. Pero que permanezca en esta galaxia significa que volveremos a ver a Vantorel. Un buen motivo para ayudar a la milicia bajorana.
            – ¿Y la cuarta?
            Lepira miró a su antiguo mentor con detenimiento, preguntándose si podía decírsela. La cuarta profecía solo la conocían él, Laren, su hermano el general Alhana Rez, y el hijo de este, que había trasladado el Libro de los Kosst Amojan desde Tozhat a la capital el día de la retirada de las fuerzas imperiales. Pensó si Zahn era digno de conocer aquel secreto, y recordó que este había cambiado por el amor que sentía hacia Arana mucho tiempo atrás. Como él mismo había sido transformado por los Profetas. Supo que era digno de confianza.
            – ¿Conoces a los Pah-wraith?
            – Sé que se sospecha que están relacionados con la muerte de la kai Winn y con los Profetas del agujero de gusano – recordó Zahn sobre la noticia de la desaparición del capitán Sisko justo después del fin de la ocupación.
            – Son los enemigos de los Profetas, también son llamados los Espíritus de Fuego o Falsos Profetas. Son seres incorpóreos con grandes poderes y cuya naturaleza maligna hizo que fueran expulsados del Templo Celestial hace mucho tiempo. Dos poderosos facciones alienígenas enfrentadas desde hace milenios en una lucha entre el bien y el mal.
            » “Cuando los guerreros de blancas armaduras lleguen a Bajor, la kai tendrá en su poder el Libro de los Kosst Amojan con la intención de liberar a los Falsos Profetas de su encierro en la Cueva de Fuego. El Libro ha de ser preservado hasta que el segundo tocado por los Profetas deje Bajor. Entonces ha de ser devuelto a la kai, para que el juego del Emisario pueda continuar y ella encuentre su redención”.
            » Yo formé parte del destacamento que apresó a kai Win en su residencia durante la invasión. Me apoderé del Libro: un objeto sagrado que según se dice era la única llave conocida que podía abrir las puertas del lugar del encierro de los Falsos Profetas. Lo traje aquí. Donde permaneció custodiado hasta que Rez, el general Alhana, se lo devolvió a Win, como así nos dijeron que hiciéramos.
            » Lo que sucedió después solo es mera especulación. Encontraron la runabout que había utilizado Sisko en la órbita del planeta, y su transportador mostraba un único uso: la entrada de las Cuevas de Fuego. Allí encontraron el cadáver de Win. Creemos que gul Dukat, quien había sido el gobernador cardassiano de Bajor durante la ocupación y que se sabe que veneraba a los Pah-wraith, quería liberarlos. Según la profecía Win debió de intentar impedírselo y murió. Creemos que fue Sisko quien impidió que Dukar los liberara.
            » Suponemos que los Profetas querían que eso ocurriera así, a pesar de la invasión. De allí las profecías del vedek Alhana Joram. Aunque por desgracia desconocemos que le pudo ocurrir al Emisario, pero sí que fue por designio de los Profetas.
            – ¿Joram, escribió más cosas?
            Lepira le miró en silencio y al cabo de un rato, esgrimió una sonrisa en sus labios. En ese momento hizo un gesto extraño: acercó la mano a la oreja de Zahn, la apretó suavemente y cerró los ojos.
            – Tu pagh es fuerte, viejo amigo. Los Profetas están contigo – dijo como en un trance, después le soltó la oreja y sonrió con una expresión de felicidad, al encontrarse con un viejo amigo inesperadamente –. Y Laren me matará si no te invito a comer, tiene muchas ganas de conocerte, le he hablado mucho de ti. Además los pétalos de las flores que he recogido antes dan un toque fresco a la ensalada. Te gustará.
            Hizo un ademán señalando al monasterio, cuyas cúpulas aparecían erguidas y majestuosas entre las copas de los árboles del jardín. Los dos antiguos miembros del ubictorado, la más temida de las herramientas creadas por el Emperador Palpatine, se dirigieron hacia este, ambos redimidos.


Academia de la Flota, San Francisco

            En el Auditorio Almirante Forrest aun estaban desplegados los estandartes de los planetas que dos días antes habían celebrado allí la ceremonia por los caídos en las guerras. Aunque en aquella ocasión quienes ocupaban el aforo no eran dignatarios o altos oficiales, sino los cadetes que iniciaban el curso 2378. Nada debía de detenerse y nuevas generaciones de oficiales que vistieran el uniforme de la Flota Estelar debían de empezar a formarse con rapidez.
            Los susurros del auditorio se apagaron cuando en el escenario apareció un oficial vulcano, creándose gran expectación entre los asistentes.
            – ¡Cadetes! ¡En pie! – ordenó con un grito y segundos después todos aquellas muchachas y muchachos estaban levantados y firmes. Durante unos segundos el teniente, cuadrado sobre el escenario les estuvo observando, clavándoles una mirada fría y penetrante, como si sondeara sus pensamientos –. ¡El comandante en jefe de la Flota Estelar!
            Tras el anuncio todos miraron hacia la puerta por donde había aparecido aquel oficial y segundos después aparecieron varios almirantes, entre ellos estaba el responsable y superintendende Bullock y encabezando el grupo Owen Paris, que se dirigieron hacia el centro del escenario. Quien había guiado a la Flota desde su peor derrota, hasta una victoria aplastante contra el Imperio Galáctico, tenía un caminar tranquilo y reposado, el poco cabello blanco le daba un aspecto de sabiduría. Se detuvo tras un atril, flanqueado por los otros almirantes y durante unos instantes observó a los asistentes, con una mirada lánguida y comprensiva, pero en sus facciones podía verse una férrea voluntad.
            – Siéntense, por favor – dijo con tranquilidad y los presentes hicieron lo propio –. Es costumbre que el comandante en jefe de la Flota de la bienvenida a los cadetes de primer año, como ustedes. La Tierra y la Federación acaban de salir de dos guerras cruentas que han segado las vidas de muchos buenos oficiales. Todos ellos dieron sus vidas por los ideales de la justicia, de la paz, de la igualdad y de la libertad. Ustedes son herederos de esos ideales por los que lucharon y murieron entre las estrellas aquellos que les precedieron.
            » Su promoción es para mí muy especial, porque representa que esas vidas no se perdieron en vano. Significa que esos valores permanecerán y pasarán a una nueva generación de oficiales honorables y justos. Hace 400 años un general victorioso dijo las siguientes palabras al final de otra costosa guerra: “Hoy las armas guardan silencio. Una gran tragedia ha terminado. Hemos conocido la amargura de la derrota y la alegría de la victoria. Y de ambas hemos aprendido que no hay marcha atrás. Sigamos adelante y conservemos en la paz lo logrado por las armas”.
            » Ustedes son los herederos de esa paz que tantas vidas costó. Ustedes han de preservar esa paz ganada con tanto esfuerzo. Y simplemente recordarles que la misión de la Flota Estelar es la exploración de nuevos mundos, nuevas formas de vida y nuevas civilizaciones, de llegar donde ningún otro hombre ha llegado antes.
            » Ese es su destino, cadetes.
            Y con aquellas palabras el almirante Paris dejó la tarima y salió del escenario entre los aplausos. Cuando este se hubo marchado, el oficial que había entrado antes se dirigió hacia el centro del escenario.
            – Bien cadetes, soy el teniente Kinis, el responsable de su curso. En los padds que les han entregado en la entrada tiene asignados sus habitaciones y la lista de asignaturas de este trimestre. No crean que lo tendrán más fácil que en cursos anteriores, el profesorado les exigirá el mismo nivel que siempre se ha buscado en esta Academia: el de los mejores. Ahora vayan a sus habitaciones y dentro de una hora tendrán su primera clase.
            Los cadetes se levantaron y se dirigieron hacia la salida.
            – ¡Jonua!, ¡Jonua! – le llamó Zöe Archer –. ¿Que habitación te han asignado?
            – Una doble, la 28-AA – respondió este mirando el padd.
            – Perfecto, estamos muy cerca.
            – Esa también es la mía – intervino un chico que se había sentado al lado de Jonua y que tenía una protuberancia que le subía por la nariz hasta la frente –. Seremos compañeros.
            – Jonua Zahn – se presentó y le alargó la mano con una gran sonrisa.
            – Icheb. Un placer – replicó este.


Cuarteles de la Flota, San Francisco

            El tribunal estaba formado por tres almirantes de la Flota: Brand, T’Lara y Bennett que como Juez General lo presidía. Los presentes estaban de pie para escuchar la sentencia.
            – Este tribunal ha escuchado su declaración, capitán. Así como los alegatos del fiscal y los de su defensa – empezó diciendo el juez Bennett con gran solemnidad –. Como comandante usted ha asumido todos los delitos que bajo su mando haya realizado la Lokonor y su tripulación. La acusación, tras estudiar sus diarios de a bordo y nuestros registros ha presentado un solo cargo: la destrucción de un transporte civil ligoniano en la fecha estelar 54776.3 durante el ataque final a Ligon II. Según los propios sensores la nave no estaba armada y mostraba ochocientas formas de vidas. Como ha indicado su defensa, usted obedecía órdenes e informó de las circunstancias a sus superiores. Pero las leyes de la Federación no aceptan en crímenes de guerra el alegato de obediencia debida. Como recogen los Estatutos de Alpha III que protegen las libertades civiles individuales: todo ser inteligente es responsable de sus actos, más allá del deber y la obediencia, siendo su responsabilidad los hechos que realice.
            » A sí mismo según las regulaciones de la Flota Estelar los crímenes de guerra no prescriben y han de ser castigados con suma dureza. Pero este tribunal tampoco puede olvidar que usted se entregó voluntariamente, junto a su tripulación y que desertó de entre la infame Armada del Imperio Galáctico. Aun así usted no se ha declarado inocente de los cargos, sino que ha asumido cualquier castigo sobre este u otros actos.
            » Capitán Seek Banzar este tribunal le condena a diez años de prisión por sus crímenes. Aun así este tribunal quisiera recordar que aún estamos en guerra con el Imperio Galáctico, por eso y utilizando las prerrogativas que nos ha otorgado el Consejo de la Federación, le conmutamos su pena mientras usted se ponga bajo las órdenes de la Nueva República y regrese a su galaxia para luchar contra lo que queda del Imperio. ¿Está conforme el acusado?
            – Estoy conforme.
            – Entonces este tribunal cierra la sesión – concluyó Bennett golpeando la campana que tenía sobre el estrado y los tres almirantes se levantaron.
            – Gracias, capitán – dijo Banzar girándose hacia su abogado defensor.
            La vista se había iniciado esa misma mañana, con la lectura de los cargos por parte del fiscal. Ante la pregunta del tribunal, Banzar se había declarado culpable de todos los cargos, descargando de cualquier implicación a su tripulación. Aun así el capitán de la Minnow había solicitado hablar en su defensa. El discurso no había sido largo, Grumby le había expuesto al tribunal las circunstancias de la destrucción del carguero ligoniano, así como su disponibilidad de toda la tripulación para unirse a la Nueva República tras su deserción. Luego el tribunal se había retirado a deliberar hasta aquella tarde.
            Claro que también había intereses en aquella decisión judicial. A la armada de la Nueva República le interesaba alistar en sus filas un experto en tecnología de la Federación, como él lo era. Además la conmutación de su pena podía alentar a otros a desertar del Imperio, así que se había dejado a parte todas las operaciones militares en la que había participado, incluyendo la captura de naves de la Vía Láctea, delitos que podían considerarse actos de piratería. Para en aquel caso los juegos políticos le habían favorecido y Banzar no estaba dispuesto a dejarlos perder. La presencia esa mañana del almirante Sesfa, el moncalamari destacado en la Vía Láctea, era una prueba de su interés por el caso. Por otro lado era un marinero, no sabía hacer nada más que viajar entre las estrellas. ¿Y qué mejor hacerlo que bajo el pabellón de la Nueva República?
            – Hice lo que creí oportuno. Nada más – respondió Grumby recogiendo la documentación y saliendo de la sala del tribunal.
            – Igualmente se lo agradezco.
            » ¿Y ahora?  – se preguntó Banzar en voz alta, sin esperar ninguna respuesta. Estaban fuera del edificio, el sol se ponía entre los edificios de la ciudad.
            – Mi nave parte mañana hacia el Imperio Romulano para ayudar en la reconstrucción de su infraestructura médica – explicó el oficial federal.
            – Que nosotros destruimos – completó la frase Banzar con pesar.
            » He sabido que Bakura, mi planeta natal, ya no forma parte del Imperio y ha firmado un acuerdo con la Alianza – explicó cambiando de tema –. Enviaré a mi familia un mensaje informándoles que ahora soy también soy oficial de la Nueva República y en cuanto mis nuevas obligaciones me dejen, iré a visitarles.
            – ¿Se arrepiente de haber desertado?
            – No – respondió rotundo Banzar –. Tal vez de no haberlo hecho antes. Pero en la vida todo tiene su momento.
            – ¿Le gustaría cenar esta noche conmigo? – le preguntó Grumby.
            – Será un placer capitán. En mi anterior estancia conocí un restaurante Segovia. Era excelente.


San Francisco, la Tierra

            Ya anochecía en la Ciudad de la Gran Bahía cuando Zahn entró en el apartamento que Valerie tenía en el distrito de Richmond. No era muy grande, pero era perfecto. Tenía un gran salón con un ventanal que daba a la zona de rascacielos, entre estos se podía ver la bahía. Había unos sofás, estanterías para los libros de Valerie, un replicador y una mesa para comer. A la derecha del salón estaba el dormitorio y el baño, a la izquierda otra habitación para los chicos. Aun no habían acabado de desempaquetar y las cajas estaban amontonadas. Alguien les había regalado un extraño helecho ledoniano que reposaba junto a la cristalería.
            – ¡No prepares nada que nos vamos a cenar fuera! – le gritó desde el cuarto de baño.
            – Vale – replicó Zahn con cierto fastidio, no le apetecía salir, tan solo tirarse en el sofá y estar un rato tranquilo con Valerie. Pero aquello era la vida en pareja, tener que hacer cosas que no tenía ganas, ceder, compartir. Y eso sinceramente lo encontraba extraño. Pero valía la pena –. ¿Me he de cambiar?
            – ¿Cómo vas?
            – Con el uniforme de diario – replicó este mirándose lo que llevaba. Llegaba de una reunión en los Cuarteles de la Flota, al otro lado del puente Golden Gate y por tanto vestía como comandante de la Nueva República: pantalón gris arena, chaqueta del mismo color en forma de chaleco que dejaba ver una camisa azul profundo. Aquello también era un fastidio, con su nuevo destino en la Embajada en la Tierra, pero como enlace de Inteligencia, ya no podía llevar su uniforme negro como a bordo de la Far Star.
            – Entonces no hace falta que te cambies – replicó esta sacando la cabeza por la puerta del baño, le sonrió y a Zahn aquello le fue suficiente para que la noche fuera a ser genial –. ¿Por cierto, como ha ido la reunión?
            – Bien, rutina. En una semana parten las naves estelares hacia mi galaxia y aun quedan cosas que la princesa Leia quería dejar claras. Vantorel tiene bajo su mando una importante cantidad de naves, hombres y material y que ese remanente permanezca intacto le preocupa. Por cierto, ya nos ha dicho quien será el embajador de la Nueva República para la Vía Láctea.
            – ¡Ah sí! ¿Quién es?
            – El general Baacam Grafis, fue responsable de suministros y armamento durante la época de la batalla de Yavin. Eso demuestra el interés que tiene mi gente hacia la Federación.
            – ¿Estaba en el Consejo Rebelde, verdad? – le interrumpió saliendo del baño, ya arreglada. Llevaba una chaqueta negra, con un camisa blanca y unos pantalones ceñidos que le daban un aspecto esbelto y elegante.
            – Estas… preciosa – dijo Zahn mientras se acercaba y la besaba –. ¿A dónde vamos?
            – Es una sorpresa – contestó con una sonrisa pícara –. Por cierto, estas guapísimo.
            – Mientes muy bien, cariño. ¿A dónde vamos?
            – Te he dicho que es una sorpresa – replicó con una sonrisa pícara y dicho esto Valerie presionó su comunicador que llevaba en la solapa de la chaqueta –. Aquí la comandante Archer a Centro de Control de San Francisco. Transporte para dos, código Alpha-Delta-81. Energía.
            Los dos se desvanecieron del apartamento, materializándose en el Quantun Café. A su alrededor pode ver a Zöe y a Jonua con relucientes uniformes de cadetes, Treson Moritz, Carl Vandell, Seeriu Ajaan, Owen Rio, el doctor Elan Sel’Sabagno, Al-Ger-To, Drahk, Nierval, Chatto y gran número de otros oficiales y tripulantes de la Far Star, que alzaron las copas para brindar en su honor. Zahn miró a Valerie sorprendido.
            – No iban a marchase, sin hacerte una fiesta de despedida – explicó esta con una sonrisa de oreja a oreja.


Fin…


5 comentarios:

  1. Gracias por todos los buenos ratos que he pasado leyendo el relato, me ha gustado especialmente la forma en que has respetado los "hechos basicos" de la historia de la Federacion (la desaparicion de Sisko, la retirada del Dominion con la marcha de Odo, el regreso de La Voyager,etc,,,) solo alterando lo justo para que encajen en la trama sin fisuras que modifiquen lo que conocemos. Lo dicho, me ha encantado y espero nuevos relatos con ilusion... Pero descansa un poco¡ no debe ser facil idear y planificar todo eso :)

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    1. En realidad gracias a ti, Bel y al resto de lectores, por tener la paciencia de haber leído este relato. Que hayas disfrutado de la lectura ya es la mayor de las recompensas para mí como autor.

      Me alegro que te gustara como he cerrado los círculos sobre personajes y tramas. Esta semana publicaré un pequeño artículo sobre, precisamente, ese respeto por los “hechos básicos” que comentas.

      Además os haré un pequeño regalo con un par de escenas extras que no se incluyeron en el relato y otras que están inconclusas por no casar bien en la trama principal o no saber cómo encajarlas.

      Descansar, claro, un día de estos. Llevo tanto tiempo escribiendo este relato, que ahora solo estoy pensando en su continuación.

      Un fuerte saludo.

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  2. Una gran obra que respeta y enlaza con precisión los dos universos. Muchas gracias.

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    1. Hola Qqqqqqqqq,

      Te agradezco que pienses eso de mí Crossover Star Trek – Star Wars. Soy fan de ambas sagas y quería acercarme a ellas con el mayor de los respetos. Aunque desde mi punto de vista.

      Te recomiendo que también leas los relatos, más cortos, del Jedi Perdido y sombre todo el complemente para la USS Spirit.

      Gracias a ti por leerlo.

      Un fuerte saludo,
      Ll. C. H.

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