El juego continúa.
Tercera parte.
Base
Liberty/ Terrosfera 8
La
Defiant partió inmediatamente del
sistema Nivoch
en cuanto Vantorel abandonó la nave. Sus órdenes eran informar en persona de la
reunión en el nuevo cuartel general de la resistencia, que se había sido
ubicado en un sistema estelar sin ningún planeta habitable, en el interior de una
gigantesca estructura de 11 kilómetros de largo de una terrosfera de la especie 8472. Esta parecía una medusa con la parte superior con una gigantesca cúpula
y la inferior formada por los reactores y la maquinaria, así como la zona
habitada por los miembros de la especie 8472. Bajo el domo se encontraba la
recreación, exacta hasta el más mínimo detalle, de la ciudad de San Francisco y los Cuarteles Generales de la Flota Estelar,
situados al otro lado de la bahía.
Sus
constructores habían estado involucrados en una guerra contra el Colectivo Borg, en la que la
tripulación de la Voyager se había
aliado con estos últimos, logrando que la especie 8472 regresara al espacio fluido donde pertenecían. Pero estos,
temerosos de un nuevo ataque, como el que habían sufrido por parte del borg,
habían planeado infiltrarse en la Federación,
entrenando a sus operativos en recreaciones de sus instalaciones, para
descubrir si esta pretendía invadir su dimensión. Pero la tripulación de
Janeway les había encontrado y convencido que ellos no eran ninguna amenaza.
Cuando este recibió la orden de encontrar aliados habían regresado al lugar
donde se encontraba la Terrosfera 8
para convencerles de que se aliaran, esta vez con la Flota Estelar. En su afán
por conocer mejor a los humanos, una raza que habían considerado como su
principal amenaza y por tanto con mayo más potencial que el propio borg, habían
aceptado. Sin intención de involucrarse en la lucha contra el Imperio Galáctico, habían accedido a prestarles
parte de las instalaciones de la terrosfera.
Una
vez en el cuadrante Alfa se
trasladaron hasta allí todas las bases de la resistencia para coordinar, donde
un único punto, todos los recursos disponibles. Con naves y fuerzas limitadas
era esencial poder desplazar y asignar adecuadamente estos a lo largo del
territorio ocupado. Así podían enviarse refuerzos a zonas con rapidez donde se
estaban produciendo contraataques, desde lugares más tranquilos. Para ello se
utilizaban solo parte de las dependencias del Cuartel General, usando los
equipos que habían sido replicados organizando la ofensiva iniciada para
expulsar al invasor de la Vía Láctea.
La reunión se realizó en el despacho
del almirante Paris, situado en el
edificio Archer en forma de media luna, donde siempre habían tenido el despacho
los comandantes de la Flota Estelar. Cuando Sisko entró se encontraban también Nechayev, Toddman, la presidenta Troi
y el embajador Spock, el senador Letant, el primer ministro Shakaar, la princesa Leia Organa y el canciller Martok, estos dos llegados desde Barkon IV hacía muy poco. También se encontraba, como observador,
uno de los líderes de la especie 8472, lo cual era extraño ver a Boothby, el jardinero de la Academia,
rodeado de tales personalidades.
–
La propuesta de Vantorel es... – empezó a decir Paris tras la intervención de
Sisko.
–
Inaceptable – le interrumpió Letant –. Con nuestras nuevas armas desarrollas y
listas para ser utilizadas, la amenaza del Imperio tiene sus días contados. En
breve habremos distribuido la manera de fabricar los torpedos fásicos a todos
las naves de la resistencia y nuestro enemigo será borrado de esta galaxia.
–
Hay un problema Senador. Según los sensores de la Defiant, el destructor de Vantorel tenía dispositivos fásicos en
sus escudos – puntualizó Sisko –. Eso contrarrestaría a las nuevas armas…
–
¿Está segundo de eso? – le preguntó Toddman.
–
Por desgracia sí. Por eso vino a bordo de su nave, para que supiéramos que
poseía esa tecnología.
–
Eso quiere decir que el resto de las fuerzas imperiales también van a tener
esos escudos – intervino Leia con un tono de alarma en su voz.
–
No lo creo Princesa – respondió Sisko –. Vantorel está ofreciendo una retirada
hacia zonas de la Vía Láctea inexplorada. Pero solo de sus fuerzas y los
planetas bajo su jurisdicción. Eso lleva a suponer que esa tecnología no está
en poder del resto de las fuerzas enemigas. Además, si esto fuera así ¿por qué
las instalaciones de Barkon IV no las tenían?
–
Es una suposición lógica – intervino Spock.
–
Así que Vantorel quiere crear su propio Imperio – dijo Shakaar pensativo.
–
Eso no sería de extrañar, tras la muerte del Palpatine han surgido muchos Señores de la Guerra que no obedecen a
Corusant – explicó Leia.
–
Nos vemos abocados a una disyuntiva importante – intervino la presidenta con su voz suave y serena –. Dejar a Vantorel crear su Remanente Imperial aquí
en la Vía Láctea y así evitar cientos de miles de muertes o luchar contra él.
Si aceptamos su propuesta tendremos su amenaza sobre nuestras cabezas. Pero hay
algo peor, si no la aceptamos, ¿quién nos dice que la tecnología fásica no será
distribuida?
–
Presidenta, nuestra misión es liberar a nuestros planetas y los de nuestros
aliados – intervino Nechayev –. Tenemos que ser pragmáticos y reducir los daños
que ha causado esta invasión. Hemos de aceptar la propuesta de Vantorel. Y al
mismo tiempo atacar al resto de posiciones que aún se resistan.
–
Divide y vencerás – dijo Toddman –. Vantorel se desmarca del Moff Supremo Daran
y creará divisiones en nuestros enemigos. Sin contar la cantidad de mundos que serán
liberados sin represalias: Ktaria, Capella, Peliar Zel, Betazed, Bajor...
–
Escoger el mal menor, al mayor, ¿no almirante? – comentó Spock.
–
Desafortunadamente, sí.
–
Reducir los daños... no es propio de guerreros. Pero demasiada sangre hemos
derramado en los últimos años – empezó a decir la profunda voz de Martok –. Creo
que no podemos desaprovechar esta oportunidad. ¿Cuántas vidas salvaremos?
–
Si los klingons dicen eso, el Senado de Romulus apoyará la propuesta
de Vantorel. Tardaremos años en reconstruir nuestros mundos. Reducir los daños
es la mejor opción ciertamente – indicó Letant tras un largo silencio,
sorprendiendo a todos los presentes ante aquel sincero comentario del romulano cuyos discusiones e
intercambio de insultos con Martok durante la preparación de la operación
Eclipse eran bien sabidos por todos. Animosidad que veía de cuando ambos planeaban
la primera batalla de Chin’toka,
durante la guerra contra el Dominion.
Pero Troi vio algo más en la mente del senador: por primera vez vio un atisbo
de respeto.
–
Por las circunstancias que conocen, las profecías de los Profetas que hace poco nos han sido rebeladas, yo me inclino a
pensar que Vantorel es sincero en su propuesta – prosiguió Shakaar –. Además la
guerra ha durado demasiado.
»
Como mi planeta será uno de los más favorecidos si Vantorel se retira sin provocar
daños, Bajor hará lo mismo que decidan sus aliados.
Lwaxana observó en la mente de los tres almirantes. Los tres pilares sobre los que se
había sostenido la Federación durante sus más oscuros días. Y a ellos se les
debía aquel momento. Paris había cambiado desde la primera vez que le vio en
Laredo, del hombre que solo pensaba en proteger a los supervivientes de la
Flota Estelar, a encabezar la ofensiva contra el Imperio. Nechayev era fría,
inteligente y dinámica, ella había sido el apoyo de Paris en aquel tiempo:
había llevado con éxito la reconstrucción de la infraestructura de la Flota,
devolviéndole la gloria que una vez había tenido desde sus mismas cenizas, como
si del mismísimo fénix se tratara. Y Toodman, el tranquilo espía, que de la
nada había creado una red de resistencia que se extendía a cientos y cientos de
planetas, recabando información y organizando las células armadas que se habían
alzado contra su opresor.
–
El Consejo acatará
su decisión, presidenta – dijo Spock, como si hubiera leído los pensamientos de
Lwaxana.
–
Y sus planetas no pueden permitirse el lujo de luchar solo porque sí – confirmó Troi –. Capitán Sisko usted será el responsable de trasmitir a Vantorel nuestra
aceptación de su propuesta.
–
Presidenta.
–
Pero esto solo ha de ser un aliento en la lucha. Almirante Paris cuando confirmemos
que Vantorel está haciendo lo que dice, traslade todas las fuerzas que tenemos
desplegadas en sus sectores al resto del territorio ocupado por el Imperio: klingon, romulano y al resto de nuestro territorio equitativamente.
–
Almirante, aunque pequeña, puede contar con la Milicia de Bajor para liberar los mundos de la Federación – indicó
Shakaar.
–
Gracias, primer ministro – reconoció Paris con sinceridad.
Khitomer
La colonia klingon que había escrito su nombre en letras de oro con la
conferencia de paz entre los klingons y la Federación en el 2293 y que había sido atacada por los romulanos en el 2346, ahora era el cuartel general
de la VIII Flota de Astilleros. En órbita estaban los quince puentes o diques flotantes de
Motores Estelares Rendili que en aquel momento estaban reparando los
daños en el destructor de la clase Imperial, el Dance of the Sky. Aunque debido a los últimos ataques habían hecho
que permanecieran en órbita para poder reparar sus daños otras dos naves
capitales más pequeñas: el Detonation
y el Fallout de la clase Venator
y Procursator,
respectivamente. Para el vicealmirante Hayvlin aquello significaba una protección adicional
a la defensa que tenía normalmente. El almirante Corran, bajo cuyo mando
nominal se encontraba, había ordenado la defensa a ultranza de todos las
posesiones reclamadas y conquistadas bajo el nombre del Emperador Palpatine. Pero también conocía la decisión de Vantorel
de quedarse en la galaxia tras un entente
cordiale con la Federación y sus aliados. No le tentaba aquella idea
tampoco, no se les había perdido nada en aquella maldita galaxia. Conocía la
intención del capitán del Dance of the Sky de unirse a Vantorel, que
además solo era medio humano, en cuanto terminara de reparar mínimamente su
nave. Mientras que el capitán del Fallout
estaba preparando el regreso a su galaxia también cuando terminara sus
reparaciones. Y no eran pocos los que ya pensaban como él. Su problema, como
responsable de aquellos astilleros es que necesitaba un buen número
remolcadores pesados para moverse por el hiperespacio,
de los cuales carecía.
Lo
que no sabía era que de aquellas dudas le servirían de muy poco. Las órdenes
que Martok le había dado al capitán Un’Daq a bordo del Math-H’a eran de no dejar ninguna estructura alzada
por el Imperio en Khitomer. Para
ello tenía a su lado una heterogenia variedad de naves de guerra, desde un
veterano Raptor, a varias pájaros de presa clase B’rel y el B’Moth,
un crucero K’T’Inga equipado con un potente cañón disruptor frontal. Aunque lo más sorprendente era la
asignación del crucero de batalla del
jem’hadar Tenak’talar, todos ellos equipados con torpedos fásicos.
Mientras
Un’Daq se acercaba a su objetivo pensaba en lo extraño que era todo aquello: klingons y jem’hadars luchando codo con codo utilizando armas romulanas. El
único final posible de todo aquello podía ser una victoria aplastante.
El
Tenak’talar salió al espacio real y se lanzó contra el Fallout, que aun dañado se colocó en su
trayectoria para proteger los astilleros. Pero los impactos de las armas de iones sobre la nave del
jem’hadar no le hicieron efecto, sí en cambio los torpedos fásicos sobre el
destructor, que penetraron en los escudos de la gigantesca nave alcanzando la
torre de armamento y las baterías turboláser. Le sobrepasó y se alejó de los astilleros mientras las naves
defensivas la perseguían. En ese momento aparecieron los klingons sobre la
misma ruta del crucero, de manera que los pájaros de presa se enfrentaron
contra las naves perseguidoras del Tenak’talar,
mientras el Math-H’a se dirigía hacia
los diques secos, el B’Moth atacaba
al Detonation que se encontraba a la
espera de reparaciones.
La
lucha fue breve, pero encarnizada, pero en el momento en que las fuerzas imperiales
se dieron cuenta que sus defensas eran inútiles y que las armas iónicas no
colapsaban sus escudos, se produjo una desbandada. El Dance of the Sky rompió las amarras que les unían a los diques y
antes de que los atacantes pudieran reaccionar, había saltado al hiperespacio.
Lo mismo hizo el Detonation, dejando
tras de sí al B’Moth seriamente
dañado. Mientras que el Fallout había
sido destruido tras destruir sus destruir los generadores de escudos con los
torpedos fásicas, para luego acabar con los sistemas de mando y control.
Haciendo los con el complejo de astilleros, aunque en aquel caso el despegue
inesperado de su huésped ya les había dejado dañados. La mayor parte de los
cargueros, lanzaderas y transportes que pudieron huyeron, varias
fragatas y corvetas de protección también fueron destruidas, mientras que una
de ellas, que tenía le hiperpropulsor
dañado se rindió, con la vana esperanza de clemencia por parte de los klingons.
Los supervivientes de la VIII Flota de Astilleros conocieran que esta no
existía.
Con
los astilleros y el resto de naves en llamas, los pájaros de presa se centraran
en la base situada en la superficie, para luego enviar a las tropas de asalto.
Jem’hadars y klingons luchando codo con codo para acabar con las fuerzas
planetarias y liberar Khitomer del yugo imperial.
Base
Liberty / Terrosfera 8
El
despacho de Zahn estaba situado en las dependencias de la simulada Academia de la Flota Estelar, junto a
la delegación diplomática de la Nueva República. De toda la Terroesfera 8
solo se utilizaba el área del puente Golden Gate que en la Tierra se situaba
el Mando de la Flota y la Academia y
alguna zona al otro lado de la bahía, y ni aun así en toda su extensión. Aunque
sí era de agradecer la comodidad de las estancias, tanto de trabajo, como
viviendas que se habían habilitado, así como las zonas de trabajo, todas ellos
bien equipadas y pertrechadas.
Cuando
Zola entró en su despacho, Zahn alzó la vista del informe del ataque a Barkon IV y la destrucción de las Estrellas de la Muerte. Y nada más ver
al efrosian supo que había pasado
algo muy grave.
–
Han capturado a Valerie – fue lo que dijo. Zola no era un ser muy hablador
Zahn
sintió en ese momento un mareo, el despacho se desvaneció a su alrededor y la
única idea que le puso venir a la mente: “otra vez no”.
Tras
replicar un vaso de agua fría, Zahn volvió a recuperar la serenidad y le pidió
a Zola que le contara todo lo que sabía.
–
Estaba asignada al ataque al sector 006, cerca de Andoria, a bordo del Hespérides. No sabemos mucho pero hace
apenas una hora recibimos una señal de alarma cuando fue atacada. La nave en la
que iba es de la clase Oberth, científica, apenas tiene
armas...
–
¿Cómo sabe que está viva?
–
Tenía un dispositivo de seguimiento implantado bajo la piel. Una de nuestras
naves situadas en el sistema solar ha detectado su señal... hace menos de 20
minutos. Está viva y en la Tierra.
–
Hemos de rescatarla.
–
La han llevado al sistema más protegido por el Moff supremo Daran – le recordó
Zola –. Un rescate es inviable. Además no sabemos con exactitud donde estará
retenida.
–
Hay alguien que sí puede saberlo.
La
delegación bajorana estaba situado también en la Academia, en el edificio Pike,
donde en la Tierra se daban las clases de Exobiología. Allí estaba Lepira en
aquel momento, asesorando a la Milicia de Bajor sobre los movimientos de las fuerzas de Vantorel, que ya habían
empezado a replegarse de forma ordenada y mucho más rápida de lo que se había
pensado. En el despacho de Kira, esta y Lepira les escucharon atentamente,
luego se quedó pensativo unos momentos.
–
El ubictorado tiene los expedientes
de servicio de la Flota Estelar. Cuando descubran por el ADN quien es, sabrán
que forma parte del Departamento de Inteligencia.
–
¿Sabe a dónde la podrían llevar? – preguntó Zola.
–
Hay unas instalaciones en la ciudad Tycho, en la Luna. Era una
prisión de máxima seguridad para personalidades. Todo el sector está bajo el
mando del General Ewans, es un oficial muy competente... – de golpe Lepira se
detuvo y miró a los ojos a su antiguo mentor –. Iré con usted, señor.
–
¿Qué? – exclamó Zahn.
–
Le conozco bien comandante. Sé que está planeando sacarla. Iré con usted.
–
Jamás – le contestó Zahn tajante.
–
Conmigo la operación tendrá más posibilidades de éxito. Vantorel no ha informado
sobre mi... por tanto aún conservo mis códigos de acceso. O podríamos utilizar
los que se han capturado en los asaltos a otras guarniciones. Conocemos lo
burocrático que es el Imperio, es lenta y recargada. Se tardan semanas en
invalidar un código... Recuerde el que usó la lanzadera Tydirium para entrar en Endor. Podría
intentarse. Entrar y salir. Incluso se podría rescatar al resto de prisioneros
retenidos en Tycho antes que ordenen su terminación.
»
Además se lo debo, señor. Déjeme ir con usted.
Zahn
apartó la mirada de Lepira y se dirigió hacia la ventana. Daba a los jardines
de la Academia, cuya reproducción era perfecta, incluyendo el olor a sal del
océano que rodeaba aquel complejo. El cielo era azul, salpicado por nubes
blancas, lo que daba una sensación de tranquilidad. Allí fuera las estrellas
brillaban, aunque no se vieran. En unas horas se retiraría la cúpula y la luz
de millones de soles iluminaría aquella ciudad artificial. ¿Cuántos sistemas
estarían ahora luchando por su libertad? Cientos. Y nada era más importante que
liberar a Valerie. La última vez que se habían visto se habían besado... Luego
había recibido la primera carta de ella. No decía mucho, hablaba de su hermana,
de la vida, de su mundo natal. Contestó de igual manera, nada importante, nada
de lo que realmente la quería decir. Tantas cosas se habían quedado para cuando
se libraran de los esbirros del Emperador. La echaba de menos y no podía
soportar la idea de perderla.
Se
giró y miró a Lepira. En algo tenía razón, con él tendrían más oportunidades.
USS
Voyager
Situada a noventa años luz de la
Tierra, la colonia Vega había sido
uno de los primeros lugares colonizados por los humanos. Como puesto avanzado,
durante décadas, se habían considerado como la frontera del espacio conocido.
Pero eso había sido durante las primeras etapas de la exploración terrestre del espacio profundo. Desde
entonces se había convertido en un planeta próspero, centro comercial en el
siglo XXII, pasando del estatus de colonia, al de mundo de pleno derecho y con su asiento en el Consejo.
Su liberación se había iniciado con un ataque por parte de los hirogen, que había diezmado sus
defensas que se habían rendido con rapidez. Ahora en órbita al planeta se
estaba agrupando la fuerza para atacar los sectores centrales de la Federación
al mando del almirante Ross.
–
La Voyager se encuadrará en la 11ª
Ala de Ataque, nuestro objetivo son los cuarteles de la Flota en San Francisco
– informó Janeway a su tripulación en la sala de conferencias, en la pantalla
del mamparo aparecía el listado de naves y la aproximación prevista al sistema
Solar –. A nuestro lado estarán el Challenger, el Righteous, la Aurora y la Mitra que acaban de llegar a Vega, junto a los transportes Tieron y Labeau,
así como dos alas completas de cazas Peregrine. Seven usted y el capitán Fleck coordinaran esos
escuadrones desde Cartografía Estelar. Al mismo tiempo la 9ª Ala formada por la
Guadalajara, la Guernica, la Liberation y
la Belchite se dirigirán a París liberar las oficinas de la
presidencia de la Federación. La 8ª y 10ª Alas tienen como objetivos Marte y la Luna respectivamente.
–
Capitán – indicó Seven observando la pantalla de la pared –, la información que
nos ha transmitido la Flota deber de tener un error… La matrícula con la que
consta el USS Righteous corresponde a
una nave asimilada y destruida en Lobo359.
–
No es ningún error Seven – respondió Janeway –, esa nave sí fue destruida, pero
parece ser que por intervención de Q,
el Righteous acaba de aparecer intacta
y se nos ha unido en la liberación de la Tierra.
La
antigua zángano borg asintió satisfecha. La Voyager se había encontrado con la
entidad llamada Q en su viaje de regreso del cuadrante Delta. Y el poder del Continuum era capaz de hacer aparecer una nave asimilada y
destruida en otro lugar y otro tiempo. Cualquier cosa era posible para ellos.
–
¿No cree que son pocas naves? – preguntó Kim.
–
No tenemos más – contestó simplemente Janeway –. Pero acabamos de recibir las
instrucciones para poder adaptar nuestros torpedos con dispositivos fásicos. Con
esas armas los escudos enemigos son ineficaces, esperamos que eso nos facilite
la victoria. Y recuerden que nosotros logramos sobrevivir al borg, numerosas veces, por lo que esto
será pan comido.
–
¿Con cuantas naves cuenta la defensa del sistema Solar? – preguntó Paris.
–
Se calcula que hay tres destructores clase Imperial y el doble de clase Victory
o más antiguos, además de decenas de naves más pequeñas. Esos serán los
objetivos a abatir antes de dirigirnos a nuestros destinos en la superficie,
además del Dique Espacial cuyo
armamento ha sido aumentado, pero ese objetivo está asignado a otras naves.
Debemos procurar no entrar en su radio de acción. Por cierto, nos acompañará un
periodista durante la batalla, no creo que tarde mucho en llegar.
–
¿Alguna duda más? – preguntó Chakotay finalizando la reunión. Nadie dijo nada
pero cuando todos se levantaron el primer oficial prosiguió –. Antes de
regresar a la Tierra la capitana y yo hemos decidido reestructuras la
oficialidad del puente.
–
Alférez Harri Kim, aproxímese – intervino Janeway poniéndose en pie. Kim se
acercó titubeante –. Por los servicios prestados a lo largo de estos seis años
a bordo de la USS Voyager tengo el
honor y el privilegio de ascenderle a teniente, con todos los deberes, derechos
y obligaciones que ello conlleva.
»
En hora buena. Teniente.
Cuando
Janeway le colocó el segundo pin dorado en el cuello, el rosto de Kim no podía
aguantar la alegría y la emoción que sentía. Cuando Janeway se apartó sus
compañeros estallaron en un aplauso. Tuvok le estrechó la mano con su
impertérrito rostro, aunque bajo sus cejas se podía vislumbrar algo de alegría.
Tomas le abrazó efusivamente, B’Elana le dio dos besos y le felicitó. Seven
también le felicitó, mientras Nelix le dijo que esa noche habría una fiesta y
haría un pastel especialmente para celebrarlo. Y el doctor le recordó que
tendría que pasar por la enfermería a un reconocimiento físico, obligación
imprescindible para confirmar el ascenso.
Estación
Júpiter
Eckener entró en su despacho y
acarició la iguana holográfica que había sobre su mesa de trabajo. Acababa de
llegar a bordo del Atrios, la
lanzadera personal de Vantorel, que ya había partido de regreso hacia Bajor.
Había
accedido a unirse al almirante. Siempre se había considerado un hombre
inteligente y sobre todo pragmático. La destrucción de las Estrellas de la Muerte de
Daran y la noticia de los torpedos fásicos, capaces de penetrar en los escudos
eran significaban el fin de los Nuevos Territorios. Además la propuesta de
Vantorel era muy tentadora: labrar su propio destino, descubrir nuevas
civilizaciones, nuevos mundos. Lugares nuevos, llenos de retos a superar. Era
cautivador, realmente cautivador. Pero también tenía en cuenta a Daran... le
conocía desde hacía más de quince años. Habían sido amigos, colegas y junto a
Zahn, una vez inseparables. Al ponerse al lado de Vantorel sentía que estaba
traicionando a su amigo. Y aquello era lo peor, era lo que le había hecho dudar
más. Su lealtad al Imperio era
relativa, un gobierno u otro, ¿qué importaba su nombre o su ideología? Lo suyo
era la inteligencia, la lucha mentar contra otro ser inteligente y sensible,
humano o no, eso daba igual. Aquella era su guerra: descubrir las flaquezas del
enemigo y hacer todo lo posible para utilizarlas sin que se diera cuenta para
vencerlo desde el interior. Y quedarse al lado de Daran le impediría seguir
aquel juego. Vantorel haría realidad los sueños de juventud: explorar las
estrellas; él seguiría el juego de espejos.
Lo
sentía, pero no caería junto a Daran.
–
Ordenador, descargue mis archivos personales en el droide de memoria que está en mi despacho – ordenó Eckener –.
Código E-Alpha1.
–
Descarga en proceso. Tardará veinticinco minutos.
–
General Jorle, preséntese en mi despacho, por favor – dijo seguidamente presionando
los controles de la mesa del despacho. Su segundo no tardó mucho llegar.
–
Me alegro de verle, señor. No sabíamos si había podido sobrevivir a la destrucción
del Conqueror – dijo nada más entrar
por la puerta.
–
Fue pura suerte – le contestó quitándole importancia –. Prepárense para evacuar
la estación, todo el personal se ha de trasladar a bordo del crucero Nemesis.
–
El Moff Supremo Daran ha proclamado el sistema Solar como fortaleza. Ningún
hombre o nave puede abandonarlo...
–
Sé muy bien lo que ha ordenador Daran – le interrumpió Eckener, volviéndole a
hablar con franqueza –. Cot, hace años que nos conocemos. Este es el final de
los Nuevos Territorios. Podemos hundirnos con Daran, o no. Esa es la cuestión.
–
Comprendo, señor. Así que se ha unido a la deserción de Vantorel.
– Es una manera de verlo. Pero...
–
Organizaré inmediatamente la evacuación – le interrumpió Jorle –. ¿Quiere que
también evacuemos las instalaciones de Luna?..
–
No será necesario. El Nemesis viene
ya de Vulcano, donde ha recogido al
equipo del coronel Lorgan. Y desgraciadamente no hay tiempo. Otra nave tiene
órdenes de hacer lo propio con las instalaciones de Ohniaka III.
–
¿Quién irá a buscar al grupo de Análisis
en Rigel VII?
–
No. Johnjan es… completamente leal a Daran – contestó Eckener como si le costara
decir aquellas palabras –. Nunca se nos unirá.
–
¿Podría sugerir entonces las de Bynaus?
– Su posición queda algo descolgada
y no es necesario, la gente de interceptación y descodificación de la III Flota
son muy competentes, han hecho un excelente trabajo con las comunicaciones breen que tanto nos constó romper a
nosotros. Con eso tendremos suficiente recursos por el momento.
– El coronel Trel es un oficial muy
competente y la interceptación es un campo en el que nunca es malo tener un
buen equipo adicional, señor – insistió Jorle.
Eckener alzó la mirada de los datos
que estaba confirmando que se trasladaban al droide de memoria y observó con
detenimiento a su subordinado. Le había entrenado desde que había entrado en la
academia de la Inteligencia Imperial, moldeándolo para convertirlo en un
ayudante fiel, pero competente, con espíritu crítico, pero sin un ápice de ambición.
Tenía que reconocer que además de un buen coordinador, le había dado buenos
consejos. Pero no era eso lo que el jefe del ubictorado contemplaba en Jorle en aquel momento. Desde la muerte
del Emperador la lealtad de los
hombres de servían al Nuevo Orden se había alterado. Ahora ya no se regía por
el miedo, sino por otras motivaciones como la ambición en los hombres más
codiciosos, y amistad en los más nobles. Y esa era la que Vantorel buscaba, la
lealtad dirigida hacia amigos y colegas con los que se pudiera confiar.
– Envíe un mensaje al Annihilator para que envíen un
transporte a Bynaus. Y que el coronel Trel esté preparado para la evacuación –
asintió Eckener, que sabía que la Mecánica Celeste había cambiado, tenía que
adaptarse a ella –. Si cree que alguna otra unidad puede ser de utilidad, no
dude en enviar las órdenes. Por favor, vaya a preparar la evacuación, el Nemesis llegará en unos instantes. Solo
lo imprescindible.
Jorle
asintió y salió del despacho, dejando a Eckener satisfecho. Imaginaba que su
segundo se le uniría, pero también tenía sus dudas. Estaba bien adoctrinado en
los ideales del Nuevo Orden, pero
también era un oficial inteligente y sabía tan bien como él que Daran estaba
acabado. Miró a su despacho, echaría de menos aquello.
Mientras
acababa de descargar sus archivos personales se sentó y empezó a escribir una
carta para su amante en la Tierra... el encantador Peter. Tardaría en volver a
verle y eso era lo que más echaría de menos.
Era
una carta corta, Peter sabía que era un oficial del ubictorado y bueno... tampoco
podía decirle mucho. Cuando acabó consultó los últimos informes del Contraespionaje
Interno, quería saber qué información le habían entregado a Daran sobre la deserción
de la IV Flota. Aquel departamento había sido el más efectivo, siempre habían
creído y con ello se refería el Trío de Tarkin, formado por Daran, Zahn y él mismo, que si la Inteligencia Imperial
fuera tan eficiente como contraespionaje la Rebelión jamás hubiera prosperado. Él mismo había intentado hacer
eso con su gente en los Nuevos Territorios y sinceramente creía haberlo
logrado. La penetración en la Federación,
el Imperio Klingon y Romulano, en Cardassia o en tantos otros planetas independientes había sido tal,
que pocos secretos se le habían escapado. En realidad empezar de nuevo era otro
reto, que hacía su la empresa de Vantorel aún más interesante.
De
golpe se detuvo al ver un nombre en la lista de peticiones de acceso al sistema
Solar: general Theron Lepira. Su destino era la Base Tycho, en la Luna. ¿Qué hacía aquí? Seguramente sería el
preludio del ataque inminente. Eckener accedió a las cintas de grabación de la
entrada de las instalaciones... La imagen le heló la sangre: al lado de Lepira
y una prisionera bajorana, estaba el
mismísimo Zahn.
– Descarga de archivos personales
ha sido completada – informó la computadora justo en ese momento.
–
Transporte al droide de memoria a bordo de la Reina de Varykino –
ordenó Eckener y segundos después la torre de metro ochenta del droide se
desmaterializó. Recogió las últimas pertenencias personales para trasladarlos a
su nave: una fotografía holográfico de su familia, un arbusto bhansgrek de Naboo,
algunos de los regalos de Peter, sobre todo libros y aquella extraña estatuilla
del principal osemite Drohlak de Verath que habían conseguido de un andoran llamado Kolos en
su viaje a Dekendi.
Luego
se dirigió hacia el resto de dependencias de la estación, donde sus hombres ya
estaban recogiendo la información más importante y destruyendo el resto. En ese
momento llegó el Nemesis, era la hora de marcharse.
Tras
despedirse con Jorle se subió a su yate, que llevaba el nombre del lugar donde
su familia siempre había tenido una casa de campo en su planeta natal, Naboo.
En
el puente, mientras se apartaba de la Estación Jupiter y del Nemesis Eckener
envió un mensaje. Se lo debía, su último servicio.
El
Annihilator
Cuando
Vantorel recibió el mensaje de Sisko de la aceptación del acuerdo y su estado
mayor empezó a enviar las nuevas órdenes a sus comandantes. Todos ellos habían
aceptado su plan, algunos con más entusiasmo que otros, pero les unía la
lealtad al almirante y sobre todo la clara visión de que la guerra estaba
perdida. También el miedo a quedarse aislados sin la flota y acabar como
prisioneros. Ya se había decidido que guarnición iba a ser desmantelada, cual
simplemente sería retirado el personal, los equipos y los vehículos más
esenciales, que transportes estaban asignados a cada planeta, que naves debían
apoyarles. Todo había sido minuciosamente preparado y se estaba ejecutando con precisión.
Las
tropas de ocupación ya se habían replegado al interior de sus instalaciones,
así que tras recibir la clave empezaron a embalar y esperar a embarcar con sus
vehículos en los transportes. Poco a poco las diferentes naves destinadas a su
evacuación fueron presentándose en los planetas, activando así los protocolos
secretos para entregar el poder a los gobiernos civiles planetarios. Además de
las naves de su flota, el 21ª Grupo de Ejército y las tropas de ocultación, al
igual que otras instalaciones mayores también estaban preparando, como los astilleros
que daban asistencia a las fuerzas de Vantorel y algunas fábricas dentro de su
sector. A pesar de que mucho material iba a dejarse atrás, las necesidades
logísticas eran gigantescas, eventualidad que el capitán Gruna, el más joven de
sus oficiales y su escuadrón se había encargado de superar apoderarse de gran
parte de las naves pertenecientes a la VI Flota de Suministros del
vicealmirante Evans. Este había protestado, pero no mucho tiempo antes de entender
que era mejor seguir a Gruna si quería conservar su cuello.
También
había enviado algunos mensajes a otros oficiales que no estaban asignados a la IV
Flota. Dos de estos habían sido entregados en persona: destinados a los
almirantes de las otras dos fuerzas navales: Corran y Lakot. Respetaba más al
segundo que al primero, pero si podía sumar algunas naves de aquellas dos
fuerzas a su grupo, aumentaría su capacidad defensiva por si fuera hostigado
por la Flota Estelar o si allí donde se dirigía encontraba a un enemigo más
peligroso de lo esperado.
El
capitán Fusch entró en la sala de operaciones repleta de oficiales y técnicos,
que iban de un puesto de servicio a otro, comprobando mensajes, enviando
coordenadas, supervisando movimientos, confirmando órdenes, solucionando
problemas inesperados. Observó el ajetreo, el detallado y profesional trabajo
que se estaban desarrollando en aquella sala y el veterano oficial imperial se
sintió satisfecho de ser uno más de aquellos hombres y mujeres. Todos sabían lo
que tenían que hacer. En el centro de la sala, alrededor de un proyector holográfico Vantorel
coordinaba todas las operaciones, supervisando los movimientos de su flota.
El
almirante, que estaba de cara a la puerta, detectó a su subordinado cuando entró,
así que le hizo una señal para que se le acercara. Le había hecho llamar para
encargarle una misión especialmente delicada e importante.
–
¿Conoció bien al coronel Yulen del departamento de tecnología del ubictorado?
–
Planeamos el asalto a la factoría de clonación del Dominion de Kora II al principio de la invasión,
señor – dijo pensativo el veterano capitán. Le recordaba vagamente como alguien
engreído y alejado de la realidad del campo de batalla. No hablaba mucho en las
reuniones y cuando lo hacía solo era para indicar la importancia de capturar
las instalaciones sin causar daño alguno a su interior. Siempre pensó que quería
hacer una tortilla sin romper la cáscara del huevo.
–
Está al mando de la guarnición en Quazulu VIII y necesitamos que se una a nosotros y sobre todo lo que contiene sus
instalaciones.
– Comprendo, señor –
respondió arqueando la ceja, en un tic característico –. Creo que una pequeña demostración de fuerza le hará entrar en razón.
–
Parta inmediatamente. Y si necesita algo, solo dígalo.
– Con el Mystic y el Yellow Bastard será suficiente.
– Llévese un par de transportes de
apoyo para evacuar lo que haya en el planeta.
– Sí, señor – el capitán asintió con
respecto, se giró sobre sus talones y se marchó de la habitación.
– Buena suerte – le despidió
Vantorel que le observó hasta que se cerraron las puertas tras él. Siempre le
sorprendía la capacidad de Fusch de aceptar órdenes sin plantearse nada,
llevándola a cabo con rápidamente y con suma eficacia. Posiblemente era uno de
los mejores comandantes navales que había tenido a su mando. Además le era
sumamente leal. Vantorel siempre se había imaginado que durante toda su carrera
habría estado esperando ponerse a las órdenes de alguien a quien respetara. No
eran pocos los oficiales que había conocido que eran como Fusch, esperando
servir a alguien por quien valiera la pena luchar
–
Hemos recibido respuesta del almirante Lakot. No quiere saber nada de su
propuesta, expresa que su lealtad está con el Nuevo Orden – indicó su oficial de operaciones devolviendo a su
superior a las preocupaciones más inmediatas –. Lo cual confirmaría lo que ha
dicho el capitán Torent del crucero Ardent:
que Lakot pretende regresar a nuestra galaxia con aquellos que quieren
acompañarle.
Vantorel
asintió. Habían recibido peticiones de unirse a ellos de un buen número de
naves e incluso de destacamentos planetarios que no querían quedarse atrapados
en el territorio klingon, donde
según los informes los ataques de la resistencia estaban acabando con las fuerzas
imperiales con rapidez.
–
El comodoro Dolmer ha informado que el repliegue de Antares IV se ha realizado sin contratiempos. Sus Complejos de
Astilleros ya han llegado al punto de encuentro con el capitán Talon y el Sullust – explicó uno de sus oficiales.
Esa era una buena noticia, ya que allí se encontraban algunos de los
destructores Conquest, Pulsar, Gravity, y Colossus dañados
en la batalla para recuperar la Base Estelar 50. Y aunque en aquel momento estaban dañados, tras repararlos
sumaban una capacidad de fuego nada desdeñable engrosando su flota.
–
Recibimos un mensaje de la embajada en Breen
– dijo un técnico de comunicaciones visiblemente nervioso –. Están asediando la
guarnición.
Un
pesado silencio se apoderó de la sala, con la mirada de todos sus ocupantes
puesta en Vantorel. Sabían que este hubiera querido mantener la embajada en
Breen o en toda caso evacuar la 601º legión de soldados de las nieves bajo los órdenes
del general Exis, las tropas hermanas que habían asaltado la base de Hoth. Pero todas sus naves
estaban desplegadas para apoyar la retirada de sus fuerzas planetarias y nada garantizaba
que los breen permitieran la evacuación de la base. Todos los que estaban en
aquella sala lo sabían igual que él. Tendrían que sacrificar a aquellos
hombres.
–
Envíe un mensaje al general Exis. Dígale que por ahora no podemos enviar a
nadie a recogerle – respondió Vantorel con pesar en su voz.
No
iba a olvidar aquello.
–
El capitán Said
nos ha transmitido su intención de unirse a nosotros – indicó otros de sus
oficiales con cautela tras comprobar el mensaje que le acaban de entregar,
pensando que aquella buena noticia podría compensar la decisión de su superior
–. El Icon fue seriamente dañado en Tiburon, pero a su lado está su
escuadrón con una veintena de naves, incluido varios transportes pesados.
–
Que se reúna con Dolmer – respondió Valorum, viendo a su amigo y superior aún
concentrado en los sucesos de Breen. Pero la maquinaria que habían iniciado era
algo que no podía pararse por nada, ni nadie –. Así podrá empezar a reparar su
nave. Y dígale que nos complace de alguien con su reputación quiera unirse a
nosotros. Que los transportes sean redistribuidos para acelerar la evacuación
de Trill.
En
ese momento un piloto de lanzadera, acompañado por Adel, su jefe de estado
mayor, entró en la sala. El rostro del piloto reflejaba espanto y una profunda
ansiedad.
–
El teniente Reba se presenta, señor – indicó Adel –. Era el piloto del mayor
Jorak – el segundo de Vantorel asintió y el piloto dejó sobre la mesa una caja
–. Esta es la respuesta del almirante Corran.
Dicho
lo cual Adel abrió la tapa. El resto de los oficiales lanzaron una exclamación
de asombro y repugnancia. Allí estaba la cabeza de Jorak. Vantorel no perturbó
su expresión gélida, pero para los que le conocían bien, su mirada se llenó de
odio y todos en aquella sala le conocían bien. También conocían a Jorak, uno de
los oficiales de enlace del estado mayor. Era muy joven, de buena familia, leal
y con la peculiaridad de ser un amante de flores exóticas, por lo que se había
ganado más de una broma que siempre había encajado bien, y precisamente por eso
era muy querido por todos.
–
Zilka – dijo entonces Vantorel girándose hacia el comandante del Shining por su nombre de pila,
algo que nunca hacía en reuniones de trabajo como aquella. Todos sabían la
amistad que unía a los dos oficiales y que en toda la sala era el hombre al que
Vantorel tenía más confianza –. Encárgate de Corran.
Zilka
Valorum, descendiente de una estirpe de altos funcionarios de la Antigua República y hasta aquel momento
fiel servidor del Nuevo Orden, asintió despacio. Y sin pronunciar palabra se
puso su gorra y se alejó del proyector holográfico alrededor del cual estaban
todos reunidos y salió de la sala.
–
Bien, continuemos – indicó Vantorel –. Moizisch, quiero que tu escuadrón
refuerce las defensas de respuesta rápida. Te colocarás lejos del frente, en
medio del espacio, exactamente aquí – dijo indicando en el mapa un punto del sector Glintara, situado en el
Imperio Romulano, junto a la frontera con Cardassia. Era un lugar tranquilo, lejos de cualquier mirada
indiscreta y capaz de actuar sobre cualquier fuerza imperial situada en el cuadrante Beta.
–
Cualquiera que intente atacarnos... será barrido de las estrellas. Cualquiera,
señor.
Ciudad
Tycho, la Luna
La
lanzadera entró en el sistema Solar y enseguida recibió comunicaciones desde el
centro de control espacial de la Tierra.
–
Aquí lanzadera Skaro procedente de Dreon VII, solicitamos permiso para descender sobre Base Tycho en la Luna.
– Transmita código de aproximación.
–
Transmitiendo.
–
Permiso concedido, aproxímense a su destino. Control Tierra, fuera.
Zahn
miró a Lepira que tenía una sonrisa de satisfacción. Ya estaban casi dentro,
ahora solo tenían que encontrar a Valerie y rescatarla.
El
equipo de rescate estaba formado por Lepira y Zahn, que haría de su ayudante,
escoltados por cuatro soldados de asalto,
uno de los cuales era el propio Zola y los otros eran miembros infiltradores de
la Nueva República: Serper, Morett y
Falan. Los dos pilotos eran miembros de la Flota Estelar. Y el señuelo para
hacerse pasar por el prisionero: Kira, que se había ofrecido voluntaria.
La
base recibía el nombre del Monte del Destino, estaba situada a las afueras de
las cúpulas de la ciudad Tycho en la
Luna. Se habían ubicado en unas antiguas instalaciones pertenecientes a la Base Tycho, operativa ya en el siglo
XII. Allí el OSI había excavado las
galerías adiciones para las celdas de los presos, dejando los antiguos despachos
de las oficinas de las instalaciones para realizar su macabro trabajo. Al
acercarse al satélite de la Tierra fueron atrapados en el rayo tractor hacia el
hangar principal siendo suavemente arrastrados hacia la puerta de acceso a sus
entrañas.
Cuando
las puertas se cerraron la atmósfera regresó al hangar principal y la rampa de
la lanzadera Sentinel se desplegó, dejando que cuatro soldados de asalto
descendieran para dejar paso a dos oficiales y a la prisionera.
El
jefe de las instalaciones se acercó, visiblemente alterado y desconcertado,
para recibir a su nueva huésped. Llevaba el uniforme blanco y la gorra negra,
pero el cuello estaba desabrochado y le faltaba su gorra reglamentaria.
–
Soy el mayor Pointer. Bienvenido a la Base Tycho, general Lepira.
–
Mayor. Este es mi ayudante, el comandante Narch. Le traigo una oficial de la milicia de Bajor...
–
Sinceramente no entiendo... pero mejor será hablar en mi despacho.
El
oficial les condujo por los pasillos del interior de la base, mientras dejaban
a Kira y a sus guardias en la sala de admisión, junto al hangar. Ya en su
despacho les ofreció un vaso de cerveza romulana azul celeste, que los dos hicieron ver que aceptaban.
–
Como le decía general, me extraña su presencia aquí – empezó a decir Pointer sentándose
en su sillón –. El sistema Solar ha sido declarado “Fortaleza” y esperamos el
ataque de la resistencia en un momento a otro. Ya tengo las órdenes preparar la
terminación de todos mis prisioneros.
– Partimos de Dreon VII hace varias
horas. Allí es donde capturamos a la coronel Kira, la asesora personal de Shakaar... No teníamos noticias de este
hecho.
En
ese momento una señal en la mesa de Pointer.
–
Señor, hemos recibido la confirmación de
la orden de prioridad Alpha desde el Dique Espacial.
–
General, siento que su viaje termine de esta manera. Esta es la confirmación de
la orden de ejecución. Déjeme a su prisionera y yo mismo acabaré con ella…
En
ese momento Zahn se levantó, sacó el blaster S-5
de su funda y disparó en la frente, que se desplomó sobre su silla, con su
cabeza humeante.
–
Regresa al centro de control, intenta que detengan esa orden – le indicó Zahn a
Lepira, mientras este se acercaba al ordenador de Pointer para acceder a la
lista de prisioneros. Por suerte el acceso a este estaba desbloqueado. Lo
primero que hizo fue ver la base de datos de los códigos de la base, luego se
centró en localizar a los presos: el presidente Min Zife, los almirantes Hayes, Whatley, Shanthi, los presidentes de la mayoría
de planetas ocupados: Marta Liberman de la Tierra, Lojan de vulcano, Sevrin de Tiburon
y tanto otros. Pero todos aquellos no eran importantes para él... hasta que por
fin la encontró: bloque AA-23.
Al
salir del despacho de Pointer, pudo ver como Lepira daba instrucciones a los hombres
de la base, imponiéndose como oficial superior. Era bueno, pensó su antiguo
mentor, que regresó al hangar donde habían llegado. Se dirigió a su escolta.
–
Tenemos instrucciones de llevar a la prisionera al bloque de detención AA-23.
Ustedes dos, el general Lepira les necesita en el puesto de mando. Los otros
vengan conmigo y la prisionera.
Introdujo
los códigos en el ascensor y este empezó a descender hacia las entrañas de la
Luna.
–
Han ordenado el asesinato de todos los prisioneros.
–
No podemos permitirlo – dijo Kira.
–
Lo sé.
–
Propongo que desactivemos el reactor principal – dijo Zola bajo la armadura
blanca –. Si desactivamos las comunicaciones podríamos tener una oportunidad.
Según los planos originales el reactor está en el nivel treinta y uno.
–
¿Puede ocuparse usted de ese reactor?
–
Sí. No me será ningún problema.
–
Entonces Falan, Nerys y yo rescataremos a los prisioneros. Conozco bien a
Lepira, él se encargará de las comunicaciones.
USS
Voyager
Por
fin iban a poner rumbo a la Tierra,
al corazón de la Federación. Antes
habían recibido buenas noticias desde Efros
y Deneb, dos sistemas liberados sin
bajas, mientras que las tropas de Vantorel habían empezado a evacuar Betazed y Trill entre
otros muchos planetas. Janeway y su tripulación esperaban que los siguientes
sistemas en engrosar la lista fueran: Vulcano,
Andoria y Sol.
–
¡Adelante!
A
pesar de que iban a llegar a cada disparando, en unas circunstancias nada
favorables, con sus hogares ocupados y sus familias retenidas por un enemigo despiadado,
la tripulación estaba optimista. Aquel iba a ser, de una manera y otra, la
última etapa de su viaje.
Las
estrellas aceleraron y empezaron a girar en un agujero sin fin. Pronto
llegarían a la Tierra. Aunque para ser sincera Janeway jamás imaginó que
tendría que luchar en la mismísima órbita de su planeta para poder llegar a
casa.
Nueva
Fabrina
La
capitana Breeder observaba como las lanzaderas de carga clase Zeta, cual extraño
insecto de 4 aletas, se elevaban trasladando equipo desde la guarinición, donde los droides de construcción ya habían
empezado a desmontar los módulos del oscuro y siniestros edificio. Ya habían
terminado con desmantelar la maquinaria de la fábrica de Sienar, dejando los edificios vacíos de los droides y líneas de
montaje y al ritmo que llevaban no tardarían en que solo quedara el recuerdo de
la presencia imperial en el planeta. La orden que habían recibido venía firmada
directamente por la presidenta Troi
y rubricada por los almirantes Paris
y Nechayev. Según el armisticio
acordado con las fuerzas bajo el mando del almirante Vantorel debía finalizar
toda actividad militar contra las fuerzas de ocupación y permitir su retirada.
En el caso de Nueva Fabrina incluyendo
la factoría y la guarnición que había alzado desde la invasión. Poco después
varias naves de transporte se presentaron en la órbita y empezaron los viajes a
la superficie para recoger el material, junto a otro que estaba siendo
transportado directamente, según detectaban los sensores.
Al
mismo tiempo la Natira, la fragata imperial que habían capturado
meses antes, había recibido órdenes de dirigirse a Hitora para ayudar a los klingons a liberar su colonia. La
mayoría de los voluntarios Shesshran,
que se habían unido a la lucha en agradecimiento por destruir las estaciones
imperiales bombardearan su planeta, habían partido a otros lugares para luchar
contra sus enemigos comunes, quedando un pequeño grupo para reforzar la
resistencia de los fabrini. También
estaba Tarr, con su morauder
en la órbita, vigilando las operaciones de traslado.
–
Recibimos una comunicación, de la guarnición – informó su jefe de ingeniería
desde la Base Estelar 276 a través de la pantalla de la consola de la runabout.
– Pásela – indicó Breeder, que había
convertido la Lena en su cuartel general.
Un oficial joven apareció en la pantalla, con su gorra ceñida y una expresión
de condescendencia en su rostro.
–
Soy el coronel Jeems, responsable del destacamento planetario – dijo
presentándose –. Me comunico con ustedes para acordar el intercambio de
prisioneros, que como estipula el armisticio firmado, ha de llevarse a cabo una
vez terminan las operaciones de repliegue.
–
Así es, coronel – respondió Breeder.
–
Dentro de 12 horas empezaremos a desmontar la valla de protección y la
maquinaria de los sótanos de la guarnición. ¿Le parece bien hacerlo entonces,
capitana? Allí donde se alzaba la entrada principal, creo que sería un buen
lugar. Transfiero el listado de prisioneros que tenemos y su estado de salud.
Por su parte espero que nos restituyan al general Garbi, los soldados que no
murieron en combate y los técnicos de Sienar. ¿Lo confirma?
–
Lo confirmo, en una hora le enviaré el listado exacto y su estado de salud, por
su necesitan asistencia médica. Sé que hay heridos entre ellos.
–
Excelente, capitana. La verdad es que me satisface mucho poder negociar con el
personal de la Flota Estelar. Su reputación de eficiencia les precede.
»
Y como veo que usted es fabrini, decirle que tiene un planeta hermoso. Espero
que lo conserve. Nos vemos en doce horas.
La
pantalla se apagó y apareció el LCARS
con los datos técnicos del estado de la runabout.
–
En una cosa, tiene razón – dijo Tarr rompiendo el silencio que había generado
el final de aquella comunicación. Breeder se giró hacia el ferengi, que la observaba tras sus pequeños ojos oscuros.
»
Aunque no llueve tanto como debería, es cierto que tienen un planeta hermoso.
La
fabrini no pudo más que sonreír. Recordaba la mirada que tenía Tarr la primera
vez que se vieron, llena de codiciosa. Dijo que la Federación tenía la insana costumbre de vestir a sus hembras, que
solo generaba el deseo de desnudarlas. Su comentario y sobre todo su tono
habían sido tan rastreros que nunca pensó que podría soportar a aquel pequeño
ser de grandes orejas. Con el tiempo el ferengi se había moderado, hasta el
punto de pedirle, tras la muerte de su esposa, que criara a su hija, con todo
lo que comportaba que se educara en una sociedad matriarcal como la de Nueva
Fabrina. Pensó que aquello sería una broma, pero Breeder vio en aquellos
oscuros ojos un ruego para que le permitiera cambiar. Ahora, con aquel
comentario, la oficial de la Flota Estelar vio respeto en Tarr y pensó que tal
vez, si los ferengi podían cambiar y dejar atrás su mundo de enredos taimados y
de tratos rastreros, con una forma de pensar estrecha de miras y llena de
prejuicios generados por una ignorancia casi infantil, tal vez los soldados de Palpatine, sin este que les obligara a
ser despiadados y brutales, tendrían una oportunidad, tal vez incluso podrían
redimirse.
Base
Tycho, la Luna
La
puerta del ascensor se abrió y los tres entraron en la sala de control.
–
¿Puedo servirle de alguna cosa, comandante? – les preguntó el teniente de
guardia, plantado detrás de los controles del bloque, sorprendido por la
presencia de la prisionera y los guardias. Nadie le había informado de su
llegada.
–
Le traemos a esta prisionera – contestó Zahn.
–
Debe de tratarse de un error, este bloque está completo – respondió el teniente
empezando a teclear las consolas para verificar aquel traslado. Mientras
accedía a la lista de presos no pudo ver como Zahn alzaba su pistola blaster y le disparaba en la
cabeza. Al mismo tiempo el weequay
bajo el traje de soldado de asalto empezó a disparar su rifle T-21 sobre los otros guardias. Mientras Kira desenfundaba la
pistola que llevaba Fallan y hacía lo propio contra el resto. En segundos todos
los imperiales estaban muertos.
–
Lepira ya se ha ocupado del control de la base – dijo Zahn –. Sino, esos sistemas
de seguridad ya habrían abierto fuego contra nosotros.
Sin
perder más tiempo Zahn se internó en los pasillos hexagonales. Abrió la celda
donde estaba Archer. En ese momento el corazón estaba acelerado. ¿Cómo estaría?
¿La abrían ya torturado? Hasta entonces no había querido pensar en todo ello.
Sabía que habían transcurrido poco tiempo desde que la hicieran prisionera y
que las fuerzas del Imperio estaban
desmoronándose por momentos. Pero también sabía perfectamente lo brutales que
eran y que unas pocas horas podían significar la muerte. Pero al abrirse la
celda y verla estirada en el camastro, el alma se le congeló. No podía
perderla.
–
¡Valerie! – la llamó mientras entraba y esta se levantó de un salto y se le quedó
mirando. Tenía varios golpes en la cara, el pelo enmarañado y sucio, el
uniforme estaba también algo chamuscado. Pero sonrió al verle y a Zahn se le
iluminó de nuevo el alma.
–
¿Qué haces tú aquí? – fue la único que pudo decir y los dos se abrazaron.
–
He venido a buscarte... – le contestó mientras la abrazaba con fuerza.
Los
dos salieron hacia la sala de control, donde Falan se había quitado el casco y
las coletas le colgaban sobre la armadura blanca dando una sensación fantasmal,
con su rostro acartonado y cadavérico de los weequay. Kira estaba consultando
en la consola y al oírles llegar se giró.
–
¿Podríamos neutralizar el resto de guardias de los bloques con esas sistemas de
seguridad? – preguntó la bajorana señalando las holocámaras equipadas con
lásers.
–
Sí, pueden ser controlados desde la sala de mando central... – le contestó
Zahn, que cogió el comlink y se puso en contacto con Lepira.
–
Aquí Lepira. Todo controlado –
replicó este y Zahn le explicó la idea de Kira. Se produjo un silencio que se
prolongó cerca de un minuto –. Los
guardias han sido neutralizados en todos los bloques. Hemos cerrado los accesos
al resto de las instalaciones.
Liberaron
a los demás presos de aquel bloque, entre los que se encontraban varios altos
oficiales y embajadores de la Federación.
El almirante Drazman y varios oficiales
cogieron las armas y se quedaron allí para proteger la posición. Falan, Kira,
Archer y Zahn regresaron al puesto de control central, donde Lepira había
abierto todas las celdas de la prisión e informado a los ocupantes que los
guardias habían sido neutralizados y que esperaban el rescate de manera
inminente, así como la liberación del sistema Solar. Poco después se reunió con
ellos Zola, que había puesto una carga con detonador que se activaría con su
comunicador. Los dos pilotos también se les habían reunido para reforzar el
acceso a los diferentes bloques.
Allí
Lepira les indicó en el panel maestro de la base las zonas bloqueadas: las
oficinas y salas auxiliares y de interrogatorio estaban atrancadas, encerrando
en ellas a varias docenas de oficiales, así como a la pequeña guarnición de
soldados. Zahn estaba satisfecho: habían logrado obtener el control de aquellas
instalaciones, ahora solo debían proteger la posición hasta la llegada de los
refuerzos.
–
¡Por la Gran Galaxia! – exclamó Zola. En una de las pantallas exteriores podían
ver como un batallón de soldados de asalto estaban forzando la entrada del
hangar por donde habían entrado.
Dique
Espacial, la Tierra
La
Flota de la resistencia se había reunido en la colonia Vega y estaban a punto de lanzar el ataque contra la
Tierra. Pero estaba previsto que la liberación del corazón de la Federación se convirtiera en un páramo
para entonces. Había instalado en la superficie un centenar de baterías turboláser planetarias W-165, aumentando
también las defensas del Diques Espacial,
que aunque no les detendría, sí les frenaría. Además había agrupado en el
sistema a doce destructores, la mitad de ellos los poderosos Imperial, más varias decenas de otras naves de
menor tamaño. También había vuelto a activar el perímetro de defensa de Marte, que esperaba que fuera una
desagradable sorpresa para la Flota Estelar.
– Moff Supremo, un mensaje desde la Estación Júpiter – le dijo uno de sus
ayudantes entregándole un datapad
con hologroyector.
Segundos después apareció el rostro
grabado del Eckener.
–
Oren, hace mucho que nos conocemos, por eso mismo me veo obligado a informarte
que Lepira nos traicionó, llevaba años trabajando para los bajoranos. Y ahora
está con Zahn en el Monte del Destino. Es mi último servicio para ti. Supongo
que a estas alturas ya sabrás que Vantorel te ha abandonado y he decidido unirme
a él. No necesito explicarte nada, adiós amigo, te echaré de menos.
–
Póngase en contacto con el Monte del Destino – ordenó rápidamente Daran.
–
No responden, señor.
–
Preparen un grupo de asalto, inmediatamente – ladró el Moff Supremo que salió
de la sala de control del dique espacial.
Minutos
después la lanzadera se posaba en la superficie lunar. Medio centenar de soldados de asalto clonados aplicaron explosivos
en la entrada auxiliar, penetrando en el hangar y tras apoderarse de los
controles de las puertas, las abrieron para permitir la entrada de la lanzadera
para posarse en la plataforma.
–
¿Qué podemos hacer? – dijo Archer –. No tenemos suficientes efectivos para
defender las instalaciones.
–
Viene a por mí – replicó Zahn, que vio como Daran descendía de la lanzadera.
–
La Flota está a punto de llagar, tan solo tenemos que resistir un poco. Saben
que estamos aquí y enviarán a buscarnos – sugirió Zola.
–
Podríamos hacernos fuertes – prosiguió Archer –. Si destruimos el generador no
podrán tampoco acceder a las celdas. La mitad de los líderes de la galaxia están
aquí. Protegerlos es nuestra prioridad.
–
La mujer habló – intervino Falan que había colocado las cabelleras de los guardias
que había matado hacía poco en su rifle blaster.
Segundos
después toda la estructura se tambaleó por culpa de la explosión del generador
y la luz se apagó, encendiéndose solo las tenues de emergencia.
–
Esperemos que la Flota llegue pronto – dijo Lepira ya agazapado detrás de una
consola del centro de mando –. Tenemos apenas tres horas de oxígeno.
Las
dos puertas que habían sellado fueron volatilizadas en unos pocos minutos y tras
derribar la de la sala de control, los primeros soldados empezaron a entrar.
Los disparos blasters zumbaban por la sala, el primero en caer fue uno de los
pilotos de la flota, aunque para entonces los cuerpos con armadura se
amontonaban en la entrada. Varios minutos después el asalto se detuvo.
–
¡Zahn! – gritó entonces Daran –. ¡Espero que no te hayan alcanzado!
–
¡No, aún estoy a tiempo de vengarme!
–
Vamos, no me digas que aún me reprochas que te torturara. Recuerda que eras un
traidor.
–
¿No crees que es un motivo lo suficientemente importante?
–
Pero estas vivo.
–
No gracias a ti.
–
Gracias a tus amigos de la rebelión.
Como Arana, ¿verdad?
Valerie
miró a Zahn... estaban ganando tiempo, pero también sabía toda la historia de
Arana y el odio que sentía Zahn por Daran.
–
Lepira me dijo que no murió. ¿Es cierto?
–
No murió en ese momento. Pero no me preguntes que le pasó. Los prisioneros en Kessel no suelen vivir mucho.
–
¿Por qué no te rindes antes de que nos aburramos con tu palabrería?
–
¡Vete al infierno Zahn! Antes de lo que crees escupiré sobre tu cadáver.
Dicho
lo cual empezó de nuevo el asalto. Una granada esta vez les adelantó, segundos
después un torrente de soldados penetró en la sala. Falan se levantó de su
puesto y empezó a disparar con su arma mientras gritaba, Morett le siguió
haciendo caer a todos los que entraron, uno tras otro. Este fue el primero en
ser alcanzado y le siguió Hayer y Zola. Entonces el segundo ataque cesó.
En
ese interludio Zahn se acercó a Archer.
–
Tal vez sea el último momento que tengamos.
–
Será mejor que te calles.
–
Te quiero Valerie...
El
tercer asalto se inició en ese momento y entre el fuego de los blasters empezó
a oírse otro entre los disparos. Los soldados imperiales dejaron de entrar en
la sala de control y pocos minutos después el tiroteo cesó. Un silencio tenso
se apoderó de la estancia cubierta por el humo ocre de las explosiones y los
impactos de los blasters.
–
¡Soy el teniente Kayu’stig de la Nightwing, no disparen, voy a entrar!
–
Muy bien, adelante – dijo Zahn que apuntó su blaster hacia la puerta. De entre
el humo apreció un arkenite, con su
característica cabeza alargada. Al reconocerle Archer y Zahn se levantaron,
este último dirigiéndose hacia sus hombres caídos.
–
¿Y Daran? El Moff Supremo – preguntó Archer.
–
Hay un oficial de alto rango – respondió el jefe del comando señalando al
pasillo con cierta indiferencia –. Muerto.
–
¿Quieres ir a verle? – preguntó Valerie.
Su
venganza se había cumplido, le quería hacer pagar la muerte de Arana, del dolor
y el sufrimiento que le había infringido a su amor cuando la torturaban y
violaban, había jurado matarle con sus propias manos a quien una vez había sido
su compañero y amigo, le había perseguido a través de dos galaxias. Pero ahora
que había consumado su venganza, no sintió nada, ni alegría, ni desazón. Nada.
–
Teniente – dijo dirigiéndose a Kayu’stig –, la posición no está asegurada y
hemos de evacuar inmediatamente a los prisioneros. Tenemos varios heridos
también.
–
Nos ocuparemos de todos ellos, el Pasteur está a tres minutos de la
Luna.
Qo’noS
Corran
estaba organizando los restos de su fuerza, pero no para luchar contra los klingons, sino para lanzarse contra
Vantorel. Este era un traidor y no había otra cosa más importante que acabar
con aquel renegado. La rabia le consumía, la furia, la cólera le reconcomía su
interior, tanto que le quemaba por dentro y tenía que borrar de la faz de las
estrellas a aquel hombre que insultado el uniforme que llevaba. Y lo peor de
todo: Vantorel se había mezclado con Eckener, como le habían dicho los miembros
del Interceptación & Encriptación que había desertado de su flota. Las
sabandijas y taimados miembros del ubictorado
que habían asesinado al Gran Almirante Gorden. Los dos traidores debían morir y
lo haría de la forma que lo hace un oficial de la Armada Imperial de Palpatine,
con orgullo, sin ocultar sus intenciones, como hacían sus dos enemigos.
Lanzaría sus naves contra Bajor y
los barrería como a cucarachas. Pero antes había enviado varias naves a
observar las operaciones de Vantorel, captando los mensajes y viendo la
disposición de sus fuerzas. Conocía los puntos de reunión de las fuerzas en
retirada y aunque el número de naves era superior, no se preocupaba por ello.
Le vencería y después se ocuparía del resto de enemigos del Imperio.
Una
lanzadera Lambda salió del hiperespacio dentro del sistema de forma inesperada,
lo que hizo saltar todas las alarmas. Alrededor del planeta se habían
concentrado la mayor parte de las fuerzas que se preparaban para atacar a
Vantorel.
–
Aquí la lanzadera Tierre, procedente de la guarnición de Kressari – empezó a ladrar el piloto –. Pedimos
permiso para subir a bordo. Tengo información que puede interesar al almirante
Corran.
–
Haga un escaneo completo – ordenó este desde el puente. No se fiaba, pero
también sabía que aquella guarnición era una de las pocas que se había
resistido a las órdenes de Vantorel.
–
No detecto nada anormal, tiene impactos láser
de fuego de cazas TIE en las aletas
estabilizadoras y los escudos están inutilizados, señor – le informó el técnico.
–
Póngaseme con ellos – ordenó Corran y en el holoproyector apareció la imagen de medio cuerpo de un oficial que
tenía una herida en la cabeza –. ¿Qué información tiene para mí?
–
Almirante soy el teniente Dremon, están preparando un ataque sobre su posición
– respondió nervioso.
–
¿Por qué me informa? ¿Y su lealtad a sus superiores?
–
Yo soy leal al Nuevo Orden, señor – replicó visiblemente ofensivo –. No somos
muchos los que pensamos como yo, pero aún hay una oportunidad.
–
Que una escuadra de soldados de asalto
vayan al hangar – indicó Corran tras cortar la comunicación. Seguramente sería una trampa, pero la
información que le podía proporcionar podía ser interesante, pensó el
almirante –. Denles permiso para aterrizar.
La
lanzadera fue atrapada en un haz de tracción y fue arrastrada lentamente hacía
el hangar principal del destructor. Cuando en el panel de la lanzadera Tierre el teniente Dremon confirmó que
estaba atravesando el escudo del Carida
cuando activó el transportador debúsqueda, tecnología que había sido apresada al Dominion y que le permitía
trasladarse hasta la nave situada a tres años luz de Qo’noS. En el mismo instante que él se desmaterializaba, un contenedor
de antimateria hacía lo contrario en
el espacio de carga. De manera automática la Lambda plegó sus aletas estabilizadoras y llevada por el rayo
tractor fue depositada en el interior del hangar principal. Dos segundos
después el campo de contención se desactivó liberando la equivalencia de diez
toneladas de antimateria.
La
explosión desintegró todo lo que había a varios cientos de metros a su alrededor,
partiendo en dos el destructor Carida
de dos kilómetros de largo de la clase Allegiance. La bola de fuego provocada
por la detonación alcanzó al castillo de proa de la superestructura, mientras
la onda expansiva se entendió en fracciones de segundo por todas las cubiertas,
cuyas compuertas estancas estaban abiertas durante el proceso de aprovisionar
la nave para partir a la batalla. En aquel momento la dotación estaba formada
por setenta mil hombres y mujeres, y todos perecieron en un instante.
Mientras
los incandescentes pedazos del Carida
se precipitaban aun en llamas hacia la atmósfera de Qo’noS el Shining y una escuadra de escolta surgieron
del hiperespacio y se dirigieron hacia la formación del difunto almirante
Corran. Valorum sabía que debía de infligir un duro correctivo y no solo vengar
la muerte de uno de los suyos, era importante que todo el mundo supiera que
nadie de debía desafiar a Vantorel. Por eso no hubo ningún escrúpulo cuando se
abrió fuego contra las naves de la III Flota. Algunas opusieron resistencia,
pero al comprobar que sus turbolásers
y cañones de iones eran incapaces de
penetrar los escudos fásicos empezaron a dejar el combate y abandonar el sistema
de Qo’noS en desbandada.
Su
nave había sido la segunda en ser equipada con el sistema fásico de escudos
controlado por un cerebro positrónico
diseñado por Bleth Tanni. Este permitía modular un campo alrededor de la nave
que la variaba de fase de la
realidad, permitiendo que los escudos se adaptaran para detener los torpedos
fásicos diseñados por los romulanos. No la hacía invisible, pero sí permitía
que cualquier objeto sólido les atravesara como si de un espectro se tratara.
La consecuencia inesperada era se había detectado en las pruebas era que los
objetos sólidos o energéticos fuera de la fase de la nave: les atravesaban al
no existir en el mismo plano de realidad. Según Tanni el efecto podía ser
compensado, como los borg se adaptaban
a la modulación de armas o escudos, pero mientras esto no sucediera la nave
equipada con aquel dispositivo era virtualmente invulnerable.
–
Señor, hemos recibido una comunicación del Nebula – le informó su primer
oficial a Valorum –. El capitán Jerjerrod nos informa el deseo de unirse a
nosotros.
– Conozco a Jerjerrod, es un buen
oficial – reflexionó el nieto del penúltimo Canciller Supremo de la AntiguaRepública, recordando al hermano del moff del sector Moddell. La
lección ya había sido impartida: cinco naves de la III Flota habían sido
destruidas, otras ocho habían sufrido daños y una docena habían emprendido la
huida. Sí, tras aquello nadie se opondría a Vantorel
» Que cesen el fuego, ya hemos dado
un escarmiento a esos...
No
acabó la frase, a través de los ventanales de su nave podía ver los restos de
la batalla. Pero no eran naves enemigas, sino la de sus antiguos compañeros de
armas, que vestían los mismos uniformes, con los habían celebrado victorias,
que una vez obedecieron ciegamente a Palpatine,
que entregaron lo mejor de sus vidas a la ciega ambición del Emperador. Pero en
aquella ocasión había luchado por algo más que la sed de sangre de un viejo
megalómano cuyo único deseo era el de controlar toda una galaxia. Habían
luchado por vengar a un amigo. Recordó el motivo por el que estaba allí, el
mayor Jorak. Tenía los ojos risueños, en realidad apenas era un niño. Recordó
la vez que le habían cambiado los datos que tenía que entregar a Vantorel por
los datos biológicos de Tatooine y la
cara que había puesto el joven oficial cuando el almirante le había preguntado
por qué le entregaba información de los rebaños de banthas. Toda la tripulación del Shining lo sabía y habían combatido tan encarnizadamente como siempre
o incluso más. Y lo habían hecho por lealtad. Aunque no conocieran a Jorak,
había luchado para vengar a uno de los suyos. Y eso jamás hubiera ocurrido bajo
el poder de Palpatine.
Valorum
sonrió y se dirigió hacia la estación de comunicaciones para hablar con
Jerjerrod y trasmitirles sus condiciones. Serían simples: lealtad al grupo. No
solo a Vantorel, sino a todos los que formarían su... Buena pregunta, ¿aquel
sería el nombre de su nuevo estado o una nueva comunidad?
Sistema
Solar
En
el último momento se le habían agregado fuerzas de la Nueva República con cazas Ala-X y un destructor de bolsillo clase Recusant al asalto al sistema Solar y otras fuerzas procedentes de lugares de la Federación donde el Imperio
parecía desmoronarse, aun así la batalla era dura. Habían calculado el 30% de
bajas, sin contar el asalto planetario.
Pero
luchar para liberar el propio hogar era la mayor de las motivaciones.
La
Voyager se sacudió tras recibir el
impacto de un turboláser. Habían
sobrepasado el perímetro defensivo de Marte formado por cazas TIE equipados con escudos y mejor armados, así como de líneas
de fragatas y corbetas. Aun así no había sido difícil, los cazas eran presas
fáciles para los ordenadores de asignación de blancos de los phasers y el resto de naves no podían
soportar un fuego sostenido de torpedos de fotones y quánticos. Los
posos fásicosdis disponibles se reservaban para los destructores que estaban
justo frente a la Tierra.
–
Escudos al 95% – informó el teniente Kim con tranquilidad. Habían sobrepasado
la última nave enemiga, una corveta corelliana CR-90 que estaba siendo atacada por cazas Peregrine del
escuadrón Hekara.
–
Transfieran energía auxiliar – ordenó Janeway que tenía en la pantalla la
esfera azulada de la Tierra, justo detrás de seis gigantescos destructores Imperial, muchos más de los que la Inteligencia había calculado –. ¡Carguen torpedos fásicos!
–
Proyectiles cargados – informó la imperturbable voz de Tuvok.
–
¡Fuego! – ordenó Janeway que iba en vanguardia del resto de la 9ª Ala de Ataque.
Le seguían el resto de las naves, que hicieron lo propio con sus respectivos
objetivos.
– Los torpedos han penetrado en sus
escudos – informó Chakotay, aunque en la pantalla principal pudieron ver como
el destello blanco del torpedo atravesaba el manto traslúcido de energía e
impactó en la torre de mando –. Impacto directo, escudos neutralizados.
–
¡Fuego phaser sobre las baterías turboláser!
Escuadrones de cazas de la
Federación y de la Nueva República se unieron a las naves estelares y se
lanzaron contra los que una vez fueron el símbolo del poder y la opresión del Emperador Palpatine en las dos
galaxias. El combate fue mucho más breve de lo esperado y los gigantescos
destructores empezaron a caer bajo el fuego de la libertad. Sin defensas la
línea se desmoronó, tres de ellos se alejaron del combate y saltaron al
hiperespacio, uno estalló en una gigantesca bola de fuego cuando el fuego
concentrado contra su reactor hizo que este se colapsara. Los otros dos,
inmovilizados y serenamente dañados, se rindieron. De las naves más pequeñas la
mayoría se dispersaron y también escaparon en una clara
demostración que la defensa del sistema descoordinada y adolecía
de un liderazgo fuerte y férreo que les obligara a seguir luchando. Y aunque
las naves podían huir, pero las defensas estáticas no y esas eran las que
tenían que ser eliminada una a una y evitar que pudieran volverse contra la
población civil. Pero en aquel momento y tras un rápido y encarnizado combate, la Voyager pudo fijar rumbo directo a la
Tierra, que podía verse azul y blanca ocupando la totalidad de la pantalla
principal del puente.
–
Ya nos queda poco chicos – dijo en susurro Katherine, como la llamaba Leonardo en la holocubierta. Tantos años lejos del hogar, surcando las estrellas
en el camino de regreso a casa, luchando sola contra los kazones, los vidiianos, el
borg, los hirogen, los malon, los devore, los vaadwaur y tantos otros, que ahora junto a otras naves estelares,
junto a sus compañeros y amigos, cualquier obstáculo parecía estar al alcance de
la mano.
– El
Challenger
y el Righteous
vira hacia el dique espacial – le informó Chakotay –. La Guadalajara y su grupo de dirigen hacia París. La 10ª Ala de Ataque
ha llegado a la Luna.
–
Que la Mitra se coloque a nuestro
lado, la Aurora, el Tieron y el Lebeau detrás de nosotros – ordenó
Janeway –. Thomas, directos a San Francisco.
–
Sí, señora – dijo con una cantinela que no dejaba dudas de que estaba
emocionado de regresar al hogar, a pesar de encontrarse en plena batalla.
Penetraron en la atmósfera seguidos
muy de cerca por el resto de naves y se dirigieron directos hacia el puente del
Golden Gate para desplegarse y el
antiguo parque que llevaba el nombre del mítico puente y que desde el siglo
XXII acogía los Cuarteles Generales y la Academia de la Flota Estelar. Las
tropas a bordo del Tieron y el Lebeau desembarcarían en Sausalito, fuera del área del escudo deflector que
protegía las instalaciones de la Flota, mientras la Voyager, la Aurora y la Mitra les iban a proporcionar apoyo
aéreo mientras los tomaban.
En la vieja Europa la Belchite hacía lo propio con el Teruel que pronto empezó a limpiar el
centro de París de tropas imperiales. En el espacio la Guadalajara se ocupaba de destruir las defensas que el Imperio
había alzado por toda la Tierra mientras transportaba fuerzas de asalto en
diferentes puntos del planeta tras neutralizar los inhibidores de transporte o
sus escudos.
La lucha también duro mucho menos de
lo esperado y exceptuando pequeños grupos fanáticos de soldados, algunos de
ellos clones, el resto de fuerzas se rendía rápidamente a las tropas de la Federación.
Diez horas después el sistema Solar había sido liberado del yugo del Imperio.
–
Recibimos un mensaje del almirante Ross
– informó Kim.
–
En pantalla.
–
A todos los oficiales de la Flota Estelar y a nuestros aliados que nos han ayudado
en el día de hoy – empezó diciendo el almirante a bordo del Challenger, desde donde había coordinado
el ataque al sistema –. A cabo de recibir un mensaje desde Vulcano: las tropas enemigas allí estacionadas han dejado también
de luchar. Qo’noS ha sido liberado
según nos informe el canciller Martok
sin apenas bajas. En Andoria solo
quedan unos pocos reductos aun activos y en Romulus, aun sigue luchándose contra las tropas remanas. Las operaciones militares en el sector
001 han concluido. Buen trabajo a todos.
–
Prometiste traernos en casa – dijo entonces Chakotay con calma y una sonrisa de
satisfacción en su rostro que era incapaz de reprimir –. Y ya estamos en casa.
En aquel momento, ya de noche sobre
la bahía de San Francisco, una columna de color amarillo se alzó sobre la
cuidad, estallando en una palmera brillante y llena de vida. Le siguieron otras
muchas detonaciones y el cielo se iluminó de rojo, amarillo, verde y rosa de un
gran castillo de fuegos artificiales.
–
Gracias, capitán – dijo Kim de pie desde su puesto.
–
Gracias, señora – prosiguió Paris que se puso en pie.
–
Gracias, capitán – replicó B’Elanna.
–
Gracias, capitán – siguió Carey desde ingeniería.
–
Gracias – dijo Seven.
–
Gracias – finalizó Tuvok.
–
Buen trabajo, capitán – le saludó el joven periodista, que había estado en el
puente.
–
Gracias a usted señor Sisko. Espero que tenga suficiente material para su artículo.
–
Le aseguro que lo tengo.
En la próxima entraga…
La conclusión.
Hoy te has superado,,,me encanta como estas llevando la trama, pero incluir una referencia a "La Nueve", sus semiorugas (Belchite, Teruel, Guadalajara), y su intervencion en la liberacion de Paris,,, es de quitarse el sombrero, Gracias por acordarte de ellos. Espero con mucha ilusion el final de esta historia ,,,y lo que venga despues :)
ResponderEliminarSoy yo quien me quito el sombrero. No creo que muchos se hubieran percatado del detalle.
Eliminar¿Cómo iba a olvidarme de los liberadores de París y de sus semi-origas que escribieron sus nombres con letras de oro en la historia? Que este sea mi humilde homenaje a los que como ellos lucharon por la libertad y la democracia contra el fascismo. Y que su gesta no sea olvidada nunca.
Un links que escribí sobre aquellos legendarios nombres:
http://librosenguerra.blogspot.com.es/2013/08/los-nombres-de-la-nueve.html
Un fuerte saludo,