martes, 10 de enero de 2017

Crossover Star Trek - Star Wars. 39

Capítulo 11
El juego continúa.
Tercera parte.


Base Liberty/ Terrosfera 8

            La Defiant partió inmediatamente del sistema Nivoch en cuanto Vantorel abandonó la nave. Sus órdenes eran informar en persona de la reunión en el nuevo cuartel general de la resistencia, que se había sido ubicado en un sistema estelar sin ningún planeta habitable, en el interior de una gigantesca estructura de 11 kilómetros de largo de una terrosfera de la especie 8472. Esta parecía una medusa con la parte superior con una gigantesca cúpula y la inferior formada por los reactores y la maquinaria, así como la zona habitada por los miembros de la especie 8472. Bajo el domo se encontraba la recreación, exacta hasta el más mínimo detalle, de la ciudad de San Francisco y los Cuarteles Generales de la Flota Estelar, situados al otro lado de la bahía.
            Sus constructores habían estado involucrados en una guerra contra el Colectivo Borg, en la que la tripulación de la Voyager se había aliado con estos últimos, logrando que la especie 8472 regresara al espacio fluido donde pertenecían. Pero estos, temerosos de un nuevo ataque, como el que habían sufrido por parte del borg, habían planeado infiltrarse en la Federación, entrenando a sus operativos en recreaciones de sus instalaciones, para descubrir si esta pretendía invadir su dimensión. Pero la tripulación de Janeway les había encontrado y convencido que ellos no eran ninguna amenaza. Cuando este recibió la orden de encontrar aliados habían regresado al lugar donde se encontraba la Terrosfera 8 para convencerles de que se aliaran, esta vez con la Flota Estelar. En su afán por conocer mejor a los humanos, una raza que habían considerado como su principal amenaza y por tanto con mayo más potencial que el propio borg, habían aceptado. Sin intención de involucrarse en la lucha contra el Imperio Galáctico, habían accedido a prestarles parte de las instalaciones de la terrosfera.
            Una vez en el cuadrante Alfa se trasladaron hasta allí todas las bases de la resistencia para coordinar, donde un único punto, todos los recursos disponibles. Con naves y fuerzas limitadas era esencial poder desplazar y asignar adecuadamente estos a lo largo del territorio ocupado. Así podían enviarse refuerzos a zonas con rapidez donde se estaban produciendo contraataques, desde lugares más tranquilos. Para ello se utilizaban solo parte de las dependencias del Cuartel General, usando los equipos que habían sido replicados organizando la ofensiva iniciada para expulsar al invasor de la Vía Láctea.
            La reunión se realizó en el despacho del almirante Paris, situado en el edificio Archer en forma de media luna, donde siempre habían tenido el despacho los comandantes de la Flota Estelar. Cuando Sisko entró se encontraban también Nechayev, Toddman, la presidenta Troi y el embajador Spock, el senador Letant, el primer ministro Shakaar, la princesa Leia Organa y el canciller Martok, estos dos llegados desde Barkon IV hacía muy poco. También se encontraba, como observador, uno de los líderes de la especie 8472, lo cual era extraño ver a Boothby, el jardinero de la Academia, rodeado de tales personalidades.
            – La propuesta de Vantorel es... – empezó a decir Paris tras la intervención de Sisko.
            – Inaceptable – le interrumpió Letant –. Con nuestras nuevas armas desarrollas y listas para ser utilizadas, la amenaza del Imperio tiene sus días contados. En breve habremos distribuido la manera de fabricar los torpedos fásicos a todos las naves de la resistencia y nuestro enemigo será borrado de esta galaxia.
            – Hay un problema Senador. Según los sensores de la Defiant, el destructor de Vantorel tenía dispositivos fásicos en sus escudos – puntualizó Sisko –. Eso contrarrestaría a las nuevas armas…
            – ¿Está segundo de eso? – le preguntó Toddman.
            – Por desgracia sí. Por eso vino a bordo de su nave, para que supiéramos que poseía esa tecnología.
            – Eso quiere decir que el resto de las fuerzas imperiales también van a tener esos escudos – intervino Leia con un tono de alarma en su voz.
            – No lo creo Princesa – respondió Sisko –. Vantorel está ofreciendo una retirada hacia zonas de la Vía Láctea inexplorada. Pero solo de sus fuerzas y los planetas bajo su jurisdicción. Eso lleva a suponer que esa tecnología no está en poder del resto de las fuerzas enemigas. Además, si esto fuera así ¿por qué las instalaciones de Barkon IV no las tenían?
            – Es una suposición lógica – intervino Spock.
            – Así que Vantorel quiere crear su propio Imperio – dijo Shakaar pensativo.
            – Eso no sería de extrañar, tras la muerte del Palpatine han surgido muchos Señores de la Guerra que no obedecen a Corusant – explicó Leia.
            – Nos vemos abocados a una disyuntiva importante – intervino la presidenta con su voz suave y serena –. Dejar a Vantorel crear su Remanente Imperial aquí en la Vía Láctea y así evitar cientos de miles de muertes o luchar contra él. Si aceptamos su propuesta tendremos su amenaza sobre nuestras cabezas. Pero hay algo peor, si no la aceptamos, ¿quién nos dice que la tecnología fásica no será distribuida?
            – Presidenta, nuestra misión es liberar a nuestros planetas y los de nuestros aliados – intervino Nechayev –. Tenemos que ser pragmáticos y reducir los daños que ha causado esta invasión. Hemos de aceptar la propuesta de Vantorel. Y al mismo tiempo atacar al resto de posiciones que aún se resistan.
            – Divide y vencerás – dijo Toddman –. Vantorel se desmarca del Moff Supremo Daran y creará divisiones en nuestros enemigos. Sin contar la cantidad de mundos que serán liberados sin represalias: Ktaria, Capella, Peliar Zel, Betazed, Bajor...
            – Escoger el mal menor, al mayor, ¿no almirante? – comentó Spock.
            – Desafortunadamente, sí.
            – Reducir los daños... no es propio de guerreros. Pero demasiada sangre hemos derramado en los últimos años – empezó a decir la profunda voz de Martok –. Creo que no podemos desaprovechar esta oportunidad. ¿Cuántas vidas salvaremos?
            – Si los klingons dicen eso, el Senado de Romulus apoyará la propuesta de Vantorel. Tardaremos años en reconstruir nuestros mundos. Reducir los daños es la mejor opción ciertamente – indicó Letant tras un largo silencio, sorprendiendo a todos los presentes ante aquel sincero comentario del romulano cuyos discusiones e intercambio de insultos con Martok durante la preparación de la operación Eclipse eran bien sabidos por todos. Animosidad que veía de cuando ambos planeaban la primera batalla de Chin’toka, durante la guerra contra el Dominion. Pero Troi vio algo más en la mente del senador: por primera vez vio un atisbo de respeto.
            – Por las circunstancias que conocen, las profecías de los Profetas que hace poco nos han sido rebeladas, yo me inclino a pensar que Vantorel es sincero en su propuesta – prosiguió Shakaar –. Además la guerra ha durado demasiado.
            » Como mi planeta será uno de los más favorecidos si Vantorel se retira sin provocar daños, Bajor hará lo mismo que decidan sus aliados.
            Lwaxana observó en la mente de los tres almirantes. Los tres pilares sobre los que se había sostenido la Federación durante sus más oscuros días. Y a ellos se les debía aquel momento. Paris había cambiado desde la primera vez que le vio en Laredo, del hombre que solo pensaba en proteger a los supervivientes de la Flota Estelar, a encabezar la ofensiva contra el Imperio. Nechayev era fría, inteligente y dinámica, ella había sido el apoyo de Paris en aquel tiempo: había llevado con éxito la reconstrucción de la infraestructura de la Flota, devolviéndole la gloria que una vez había tenido desde sus mismas cenizas, como si del mismísimo fénix se tratara. Y Toodman, el tranquilo espía, que de la nada había creado una red de resistencia que se extendía a cientos y cientos de planetas, recabando información y organizando las células armadas que se habían alzado contra su opresor.
            – El Consejo acatará su decisión, presidenta – dijo Spock, como si hubiera leído los pensamientos de Lwaxana.
            – Y sus planetas no pueden permitirse el lujo de luchar solo porque sí – confirmó Troi –. Capitán Sisko usted será el responsable de trasmitir a Vantorel nuestra aceptación de su propuesta.
            – Presidenta.
            – Pero esto solo ha de ser un aliento en la lucha. Almirante Paris cuando confirmemos que Vantorel está haciendo lo que dice, traslade todas las fuerzas que tenemos desplegadas en sus sectores al resto del territorio ocupado por el Imperio: klingon, romulano y al resto de nuestro territorio equitativamente.
            – Almirante, aunque pequeña, puede contar con la Milicia de Bajor para liberar los mundos de la Federación – indicó Shakaar.
            – Gracias, primer ministro – reconoció Paris con sinceridad.


Khitomer

            La colonia klingon que había escrito su nombre en letras de oro con la conferencia de paz entre los klingons y la Federación en el 2293 y que había sido atacada por los romulanos en el 2346, ahora era el cuartel general de la VIII Flota de Astilleros. En órbita estaban los quince puentes o diques flotantes de
Motores Estelares Rendili que en aquel momento estaban reparando los daños en el destructor de la clase Imperial, el Dance of the Sky. Aunque debido a los últimos ataques habían hecho que permanecieran en órbita para poder reparar sus daños otras dos naves capitales más pequeñas: el Detonation y el Fallout de la clase Venator y Procursator, respectivamente. Para el vicealmirante Hayvlin aquello significaba una protección adicional a la defensa que tenía normalmente. El almirante Corran, bajo cuyo mando nominal se encontraba, había ordenado la defensa a ultranza de todos las posesiones reclamadas y conquistadas bajo el nombre del Emperador Palpatine. Pero también conocía la decisión de Vantorel de quedarse en la galaxia tras un entente cordiale con la Federación y sus aliados. No le tentaba aquella idea tampoco, no se les había perdido nada en aquella maldita galaxia. Conocía la intención del capitán del Dance of the Sky de unirse a Vantorel, que además solo era medio humano, en cuanto terminara de reparar mínimamente su nave. Mientras que el capitán del Fallout estaba preparando el regreso a su galaxia también cuando terminara sus reparaciones. Y no eran pocos los que ya pensaban como él. Su problema, como responsable de aquellos astilleros es que necesitaba un buen número remolcadores pesados para moverse por el hiperespacio, de los cuales carecía.
            Lo que no sabía era que de aquellas dudas le servirían de muy poco. Las órdenes que Martok le había dado al capitán Un’Daq a bordo del Math-H’a eran de no dejar ninguna estructura alzada por el Imperio en Khitomer. Para ello tenía a su lado una heterogenia variedad de naves de guerra, desde un veterano Raptor, a varias pájaros de presa clase B’rel y el B’Moth, un crucero K’T’Inga equipado con un potente cañón disruptor frontal. Aunque lo más sorprendente era la asignación del crucero de batalla del jem’hadar Tenak’talar, todos ellos equipados con torpedos fásicos.
            Mientras Un’Daq se acercaba a su objetivo pensaba en lo extraño que era todo aquello: klingons y jem’hadars luchando codo con codo utilizando armas romulanas. El único final posible de todo aquello podía ser una victoria aplastante.
            El Tenak’talar salió al espacio real y se lanzó contra el Fallout, que aun dañado se colocó en su trayectoria para proteger los astilleros. Pero los impactos de las armas de iones sobre la nave del jem’hadar no le hicieron efecto, sí en cambio los torpedos fásicos sobre el destructor, que penetraron en los escudos de la gigantesca nave alcanzando la torre de armamento y las baterías turboláser. Le sobrepasó y se alejó de los astilleros mientras las naves defensivas la perseguían. En ese momento aparecieron los klingons sobre la misma ruta del crucero, de manera que los pájaros de presa se enfrentaron contra las naves perseguidoras del Tenak’talar, mientras el Math-H’a se dirigía hacia los diques secos, el B’Moth atacaba al Detonation que se encontraba a la espera de reparaciones.
            La lucha fue breve, pero encarnizada, pero en el momento en que las fuerzas imperiales se dieron cuenta que sus defensas eran inútiles y que las armas iónicas no colapsaban sus escudos, se produjo una desbandada. El Dance of the Sky rompió las amarras que les unían a los diques y antes de que los atacantes pudieran reaccionar, había saltado al hiperespacio. Lo mismo hizo el Detonation, dejando tras de sí al B’Moth seriamente dañado. Mientras que el Fallout había sido destruido tras destruir sus destruir los generadores de escudos con los torpedos fásicas, para luego acabar con los sistemas de mando y control. Haciendo los con el complejo de astilleros, aunque en aquel caso el despegue inesperado de su huésped ya les había dejado dañados. La mayor parte de los cargueros, lanzaderas y transportes que pudieron huyeron, varias fragatas y corvetas de protección también fueron destruidas, mientras que una de ellas, que tenía le hiperpropulsor dañado se rindió, con la vana esperanza de clemencia por parte de los klingons. Los supervivientes de la VIII Flota de Astilleros conocieran que esta no existía.
            Con los astilleros y el resto de naves en llamas, los pájaros de presa se centraran en la base situada en la superficie, para luego enviar a las tropas de asalto. Jem’hadars y klingons luchando codo con codo para acabar con las fuerzas planetarias y liberar Khitomer del yugo imperial.


Base Liberty / Terrosfera 8

            El despacho de Zahn estaba situado en las dependencias de la simulada Academia de la Flota Estelar, junto a la delegación diplomática de la Nueva República. De toda la Terroesfera 8 solo se utilizaba el área del puente Golden Gate que en la Tierra se situaba el Mando de la Flota y la Academia y alguna zona al otro lado de la bahía, y ni aun así en toda su extensión. Aunque sí era de agradecer la comodidad de las estancias, tanto de trabajo, como viviendas que se habían habilitado, así como las zonas de trabajo, todas ellos bien equipadas y pertrechadas.
            Cuando Zola entró en su despacho, Zahn alzó la vista del informe del ataque a Barkon IV y la destrucción de las Estrellas de la Muerte. Y nada más ver al efrosian supo que había pasado algo muy grave.
            – Han capturado a Valerie – fue lo que dijo. Zola no era un ser muy hablador
            Zahn sintió en ese momento un mareo, el despacho se desvaneció a su alrededor y la única idea que le puso venir a la mente: “otra vez no”.
            Tras replicar un vaso de agua fría, Zahn volvió a recuperar la serenidad y le pidió a Zola que le contara todo lo que sabía.
            – Estaba asignada al ataque al sector 006, cerca de Andoria, a bordo del Hespérides. No sabemos mucho pero hace apenas una hora recibimos una señal de alarma cuando fue atacada. La nave en la que iba es de la clase Oberth, científica, apenas tiene armas...
            – ¿Cómo sabe que está viva?
            – Tenía un dispositivo de seguimiento implantado bajo la piel. Una de nuestras naves situadas en el sistema solar ha detectado su señal... hace menos de 20 minutos. Está viva y en la Tierra.
            – Hemos de rescatarla.
            – La han llevado al sistema más protegido por el Moff supremo Daran – le recordó Zola –. Un rescate es inviable. Además no sabemos con exactitud donde estará retenida.
            – Hay alguien que sí puede saberlo.


            La delegación bajorana estaba situado también en la Academia, en el edificio Pike, donde en la Tierra se daban las clases de Exobiología. Allí estaba Lepira en aquel momento, asesorando a la Milicia de Bajor sobre los movimientos de las fuerzas de Vantorel, que ya habían empezado a replegarse de forma ordenada y mucho más rápida de lo que se había pensado. En el despacho de Kira, esta y Lepira les escucharon atentamente, luego se quedó pensativo unos momentos.
            – El ubictorado tiene los expedientes de servicio de la Flota Estelar. Cuando descubran por el ADN quien es, sabrán que forma parte del Departamento de Inteligencia.
            – ¿Sabe a dónde la podrían llevar? – preguntó Zola.
            – Hay unas instalaciones en la ciudad Tycho, en la Luna. Era una prisión de máxima seguridad para personalidades. Todo el sector está bajo el mando del General Ewans, es un oficial muy competente... – de golpe Lepira se detuvo y miró a los ojos a su antiguo mentor –. Iré con usted, señor.
            – ¿Qué? – exclamó Zahn.
            – Le conozco bien comandante. Sé que está planeando sacarla. Iré con usted.
            – Jamás – le contestó Zahn tajante.
            – Conmigo la operación tendrá más posibilidades de éxito. Vantorel no ha informado sobre mi... por tanto aún conservo mis códigos de acceso. O podríamos utilizar los que se han capturado en los asaltos a otras guarniciones. Conocemos lo burocrático que es el Imperio, es lenta y recargada. Se tardan semanas en invalidar un código... Recuerde el que usó la lanzadera Tydirium para entrar en Endor. Podría intentarse. Entrar y salir. Incluso se podría rescatar al resto de prisioneros retenidos en Tycho antes que ordenen su terminación.
            » Además se lo debo, señor. Déjeme ir con usted.
            Zahn apartó la mirada de Lepira y se dirigió hacia la ventana. Daba a los jardines de la Academia, cuya reproducción era perfecta, incluyendo el olor a sal del océano que rodeaba aquel complejo. El cielo era azul, salpicado por nubes blancas, lo que daba una sensación de tranquilidad. Allí fuera las estrellas brillaban, aunque no se vieran. En unas horas se retiraría la cúpula y la luz de millones de soles iluminaría aquella ciudad artificial. ¿Cuántos sistemas estarían ahora luchando por su libertad? Cientos. Y nada era más importante que liberar a Valerie. La última vez que se habían visto se habían besado... Luego había recibido la primera carta de ella. No decía mucho, hablaba de su hermana, de la vida, de su mundo natal. Contestó de igual manera, nada importante, nada de lo que realmente la quería decir. Tantas cosas se habían quedado para cuando se libraran de los esbirros del Emperador. La echaba de menos y no podía soportar la idea de perderla.
            Se giró y miró a Lepira. En algo tenía razón, con él tendrían más oportunidades.


USS Voyager

            Situada a noventa años luz de la Tierra, la colonia Vega había sido uno de los primeros lugares colonizados por los humanos. Como puesto avanzado, durante décadas, se habían considerado como la frontera del espacio conocido. Pero eso había sido durante las primeras etapas de la exploración terrestre del espacio profundo. Desde entonces se había convertido en un planeta próspero, centro comercial en el siglo XXII, pasando del estatus de colonia, al de mundo de pleno derecho y con su asiento en el Consejo. Su liberación se había iniciado con un ataque por parte de los hirogen, que había diezmado sus defensas que se habían rendido con rapidez. Ahora en órbita al planeta se estaba agrupando la fuerza para atacar los sectores centrales de la Federación al mando del almirante Ross.
            – La Voyager se encuadrará en la 11ª Ala de Ataque, nuestro objetivo son los cuarteles de la Flota en San Francisco – informó Janeway a su tripulación en la sala de conferencias, en la pantalla del mamparo aparecía el listado de naves y la aproximación prevista al sistema Solar –. A nuestro lado estarán el Challenger, el Righteous, la Aurora y la Mitra que acaban de llegar a Vega, junto a los transportes Tieron y Labeau, así como dos alas completas de cazas Peregrine. Seven usted y el capitán Fleck coordinaran esos escuadrones desde Cartografía Estelar. Al mismo tiempo la 9ª Ala formada por la Guadalajara, la Guernica, la Liberation y la Belchite se dirigirán a París liberar las oficinas de la presidencia de la Federación. La 8ª y 10ª Alas tienen como objetivos Marte y la Luna respectivamente.
            – Capitán – indicó Seven observando la pantalla de la pared –, la información que nos ha transmitido la Flota deber de tener un error… La matrícula con la que consta el USS Righteous corresponde a una nave asimilada y destruida en Lobo359.
            – No es ningún error Seven – respondió Janeway –, esa nave sí fue destruida, pero parece ser que por intervención de Q, el Righteous acaba de aparecer intacta y se nos ha unido en la liberación de la Tierra.
            La antigua zángano borg asintió satisfecha. La Voyager se había encontrado con la entidad llamada Q en su viaje de regreso del cuadrante Delta. Y el poder del Continuum era capaz de hacer aparecer una nave asimilada y destruida en otro lugar y otro tiempo. Cualquier cosa era posible para ellos.
            – ¿No cree que son pocas naves? – preguntó Kim.
            – No tenemos más – contestó simplemente Janeway –. Pero acabamos de recibir las instrucciones para poder adaptar nuestros torpedos con dispositivos fásicos. Con esas armas los escudos enemigos son ineficaces, esperamos que eso nos facilite la victoria. Y recuerden que nosotros logramos sobrevivir al borg, numerosas veces, por lo que esto será pan comido.
            – ¿Con cuantas naves cuenta la defensa del sistema Solar? – preguntó Paris.
            – Se calcula que hay tres destructores clase Imperial y el doble de clase Victory o más antiguos, además de decenas de naves más pequeñas. Esos serán los objetivos a abatir antes de dirigirnos a nuestros destinos en la superficie, además del Dique Espacial cuyo armamento ha sido aumentado, pero ese objetivo está asignado a otras naves. Debemos procurar no entrar en su radio de acción. Por cierto, nos acompañará un periodista durante la batalla, no creo que tarde mucho en llegar.
            – ¿Alguna duda más? – preguntó Chakotay finalizando la reunión. Nadie dijo nada pero cuando todos se levantaron el primer oficial prosiguió –. Antes de regresar a la Tierra la capitana y yo hemos decidido reestructuras la oficialidad del puente.
            – Alférez Harri Kim, aproxímese – intervino Janeway poniéndose en pie. Kim se acercó titubeante –. Por los servicios prestados a lo largo de estos seis años a bordo de la USS Voyager tengo el honor y el privilegio de ascenderle a teniente, con todos los deberes, derechos y obligaciones que ello conlleva.
            » En hora buena. Teniente.
            Cuando Janeway le colocó el segundo pin dorado en el cuello, el rosto de Kim no podía aguantar la alegría y la emoción que sentía. Cuando Janeway se apartó sus compañeros estallaron en un aplauso. Tuvok le estrechó la mano con su impertérrito rostro, aunque bajo sus cejas se podía vislumbrar algo de alegría. Tomas le abrazó efusivamente, B’Elana le dio dos besos y le felicitó. Seven también le felicitó, mientras Nelix le dijo que esa noche habría una fiesta y haría un pastel especialmente para celebrarlo. Y el doctor le recordó que tendría que pasar por la enfermería a un reconocimiento físico, obligación imprescindible para confirmar el ascenso.


Estación Júpiter

            Eckener entró en su despacho y acarició la iguana holográfica que había sobre su mesa de trabajo. Acababa de llegar a bordo del Atrios, la lanzadera personal de Vantorel, que ya había partido de regreso hacia Bajor.
            Había accedido a unirse al almirante. Siempre se había considerado un hombre inteligente y sobre todo pragmático. La destrucción de las Estrellas de la Muerte de Daran y la noticia de los torpedos fásicos, capaces de penetrar en los escudos eran significaban el fin de los Nuevos Territorios. Además la propuesta de Vantorel era muy tentadora: labrar su propio destino, descubrir nuevas civilizaciones, nuevos mundos. Lugares nuevos, llenos de retos a superar. Era cautivador, realmente cautivador. Pero también tenía en cuenta a Daran... le conocía desde hacía más de quince años. Habían sido amigos, colegas y junto a Zahn, una vez inseparables. Al ponerse al lado de Vantorel sentía que estaba traicionando a su amigo. Y aquello era lo peor, era lo que le había hecho dudar más. Su lealtad al Imperio era relativa, un gobierno u otro, ¿qué importaba su nombre o su ideología? Lo suyo era la inteligencia, la lucha mentar contra otro ser inteligente y sensible, humano o no, eso daba igual. Aquella era su guerra: descubrir las flaquezas del enemigo y hacer todo lo posible para utilizarlas sin que se diera cuenta para vencerlo desde el interior. Y quedarse al lado de Daran le impediría seguir aquel juego. Vantorel haría realidad los sueños de juventud: explorar las estrellas; él seguiría el juego de espejos.
            Lo sentía, pero no caería junto a Daran.
            – Ordenador, descargue mis archivos personales en el droide de memoria que está en mi despacho – ordenó Eckener –. Código E-Alpha1.
            – Descarga en proceso. Tardará veinticinco minutos.
            – General Jorle, preséntese en mi despacho, por favor – dijo seguidamente presionando los controles de la mesa del despacho. Su segundo no tardó mucho llegar.
            – Me alegro de verle, señor. No sabíamos si había podido sobrevivir a la destrucción del Conqueror – dijo nada más entrar por la puerta.
            – Fue pura suerte – le contestó quitándole importancia –. Prepárense para evacuar la estación, todo el personal se ha de trasladar a bordo del crucero Nemesis.
            – El Moff Supremo Daran ha proclamado el sistema Solar como fortaleza. Ningún hombre o nave puede abandonarlo...
            – Sé muy bien lo que ha ordenador Daran – le interrumpió Eckener, volviéndole a hablar con franqueza –. Cot, hace años que nos conocemos. Este es el final de los Nuevos Territorios. Podemos hundirnos con Daran, o no. Esa es la cuestión.
            – Comprendo, señor. Así que se ha unido a la deserción de Vantorel.
            – Es una manera de verlo. Pero...
            – Organizaré inmediatamente la evacuación – le interrumpió Jorle –. ¿Quiere que también evacuemos las instalaciones de Luna?..
            – No será necesario. El Nemesis viene ya de Vulcano, donde ha recogido al equipo del coronel Lorgan. Y desgraciadamente no hay tiempo. Otra nave tiene órdenes de hacer lo propio con las instalaciones de Ohniaka III.
            – ¿Quién irá a buscar al grupo de Análisis en Rigel VII?
            – No. Johnjan es… completamente leal a Daran – contestó Eckener como si le costara decir aquellas palabras –. Nunca se nos unirá.
            – ¿Podría sugerir entonces las de Bynaus?
            – Su posición queda algo descolgada y no es necesario, la gente de interceptación y descodificación de la III Flota son muy competentes, han hecho un excelente trabajo con las comunicaciones breen que tanto nos constó romper a nosotros. Con eso tendremos suficiente recursos por el momento.
            – El coronel Trel es un oficial muy competente y la interceptación es un campo en el que nunca es malo tener un buen equipo adicional, señor – insistió Jorle.
            Eckener alzó la mirada de los datos que estaba confirmando que se trasladaban al droide de memoria y observó con detenimiento a su subordinado. Le había entrenado desde que había entrado en la academia de la Inteligencia Imperial, moldeándolo para convertirlo en un ayudante fiel, pero competente, con espíritu crítico, pero sin un ápice de ambición. Tenía que reconocer que además de un buen coordinador, le había dado buenos consejos. Pero no era eso lo que el jefe del ubictorado contemplaba en Jorle en aquel momento. Desde la muerte del Emperador la lealtad de los hombres de servían al Nuevo Orden se había alterado. Ahora ya no se regía por el miedo, sino por otras motivaciones como la ambición en los hombres más codiciosos, y amistad en los más nobles. Y esa era la que Vantorel buscaba, la lealtad dirigida hacia amigos y colegas con los que se pudiera confiar.
            – Envíe un mensaje al Annihilator para que envíen un transporte a Bynaus. Y que el coronel Trel esté preparado para la evacuación – asintió Eckener, que sabía que la Mecánica Celeste había cambiado, tenía que adaptarse a ella –. Si cree que alguna otra unidad puede ser de utilidad, no dude en enviar las órdenes. Por favor, vaya a preparar la evacuación, el Nemesis llegará en unos instantes. Solo lo imprescindible.
            Jorle asintió y salió del despacho, dejando a Eckener satisfecho. Imaginaba que su segundo se le uniría, pero también tenía sus dudas. Estaba bien adoctrinado en los ideales del Nuevo Orden, pero también era un oficial inteligente y sabía tan bien como él que Daran estaba acabado. Miró a su despacho, echaría de menos aquello.
            Mientras acababa de descargar sus archivos personales se sentó y empezó a escribir una carta para su amante en la Tierra... el encantador Peter. Tardaría en volver a verle y eso era lo que más echaría de menos.
            Era una carta corta, Peter sabía que era un oficial del ubictorado y bueno... tampoco podía decirle mucho. Cuando acabó consultó los últimos informes del Contraespionaje Interno, quería saber qué información le habían entregado a Daran sobre la deserción de la IV Flota. Aquel departamento había sido el más efectivo, siempre habían creído y con ello se refería el Trío de Tarkin, formado por Daran, Zahn y él mismo, que si la Inteligencia Imperial fuera tan eficiente como contraespionaje la Rebelión jamás hubiera prosperado. Él mismo había intentado hacer eso con su gente en los Nuevos Territorios y sinceramente creía haberlo logrado. La penetración en la Federación, el Imperio Klingon y Romulano, en Cardassia o en tantos otros planetas independientes había sido tal, que pocos secretos se le habían escapado. En realidad empezar de nuevo era otro reto, que hacía su la empresa de Vantorel aún más interesante.
            De golpe se detuvo al ver un nombre en la lista de peticiones de acceso al sistema Solar: general Theron Lepira. Su destino era la Base Tycho, en la Luna. ¿Qué hacía aquí? Seguramente sería el preludio del ataque inminente. Eckener accedió a las cintas de grabación de la entrada de las instalaciones... La imagen le heló la sangre: al lado de Lepira y una prisionera bajorana, estaba el mismísimo Zahn.
            – Descarga de archivos personales ha sido completada – informó la computadora justo en ese momento.
            – Transporte al droide de memoria a bordo de la Reina de Varykino – ordenó Eckener y segundos después la torre de metro ochenta del droide se desmaterializó. Recogió las últimas pertenencias personales para trasladarlos a su nave: una fotografía holográfico de su familia, un arbusto bhansgrek de Naboo, algunos de los regalos de Peter, sobre todo libros y aquella extraña estatuilla del principal osemite Drohlak de Verath que habían conseguido de un andoran llamado Kolos en su viaje a Dekendi.
            Luego se dirigió hacia el resto de dependencias de la estación, donde sus hombres ya estaban recogiendo la información más importante y destruyendo el resto. En ese momento llegó el Nemesis, era la hora de marcharse.
            Tras despedirse con Jorle se subió a su yate, que llevaba el nombre del lugar donde su familia siempre había tenido una casa de campo en su planeta natal, Naboo.
            En el puente, mientras se apartaba de la Estación Jupiter y del Nemesis Eckener envió un mensaje. Se lo debía, su último servicio.


El Annihilator

            Cuando Vantorel recibió el mensaje de Sisko de la aceptación del acuerdo y su estado mayor empezó a enviar las nuevas órdenes a sus comandantes. Todos ellos habían aceptado su plan, algunos con más entusiasmo que otros, pero les unía la lealtad al almirante y sobre todo la clara visión de que la guerra estaba perdida. También el miedo a quedarse aislados sin la flota y acabar como prisioneros. Ya se había decidido que guarnición iba a ser desmantelada, cual simplemente sería retirado el personal, los equipos y los vehículos más esenciales, que transportes estaban asignados a cada planeta, que naves debían apoyarles. Todo había sido minuciosamente preparado y se estaba ejecutando con precisión.
            Las tropas de ocupación ya se habían replegado al interior de sus instalaciones, así que tras recibir la clave empezaron a embalar y esperar a embarcar con sus vehículos en los transportes. Poco a poco las diferentes naves destinadas a su evacuación fueron presentándose en los planetas, activando así los protocolos secretos para entregar el poder a los gobiernos civiles planetarios. Además de las naves de su flota, el 21ª Grupo de Ejército y las tropas de ocultación, al igual que otras instalaciones mayores también estaban preparando, como los astilleros que daban asistencia a las fuerzas de Vantorel y algunas fábricas dentro de su sector. A pesar de que mucho material iba a dejarse atrás, las necesidades logísticas eran gigantescas, eventualidad que el capitán Gruna, el más joven de sus oficiales y su escuadrón se había encargado de superar apoderarse de gran parte de las naves pertenecientes a la VI Flota de Suministros del vicealmirante Evans. Este había protestado, pero no mucho tiempo antes de entender que era mejor seguir a Gruna si quería conservar su cuello.
            También había enviado algunos mensajes a otros oficiales que no estaban asignados a la IV Flota. Dos de estos habían sido entregados en persona: destinados a los almirantes de las otras dos fuerzas navales: Corran y Lakot. Respetaba más al segundo que al primero, pero si podía sumar algunas naves de aquellas dos fuerzas a su grupo, aumentaría su capacidad defensiva por si fuera hostigado por la Flota Estelar o si allí donde se dirigía encontraba a un enemigo más peligroso de lo esperado.
            El capitán Fusch entró en la sala de operaciones repleta de oficiales y técnicos, que iban de un puesto de servicio a otro, comprobando mensajes, enviando coordenadas, supervisando movimientos, confirmando órdenes, solucionando problemas inesperados. Observó el ajetreo, el detallado y profesional trabajo que se estaban desarrollando en aquella sala y el veterano oficial imperial se sintió satisfecho de ser uno más de aquellos hombres y mujeres. Todos sabían lo que tenían que hacer. En el centro de la sala, alrededor de un proyector holográfico Vantorel coordinaba todas las operaciones, supervisando los movimientos de su flota.
            El almirante, que estaba de cara a la puerta, detectó a su subordinado cuando entró, así que le hizo una señal para que se le acercara. Le había hecho llamar para encargarle una misión especialmente delicada e importante.
            – ¿Conoció bien al coronel Yulen del departamento de tecnología del ubictorado?
            – Planeamos el asalto a la factoría de clonación del Dominion de Kora II al principio de la invasión, señor – dijo pensativo el veterano capitán. Le recordaba vagamente como alguien engreído y alejado de la realidad del campo de batalla. No hablaba mucho en las reuniones y cuando lo hacía solo era para indicar la importancia de capturar las instalaciones sin causar daño alguno a su interior. Siempre pensó que quería hacer una tortilla sin romper la cáscara del huevo.
            – Está al mando de la guarnición en Quazulu VIII y necesitamos que se una a nosotros y sobre todo lo que contiene sus instalaciones.
            – Comprendo, señor – respondió arqueando la ceja, en un tic característico –. Creo que una pequeña demostración de fuerza le hará entrar en razón.
            – Parta inmediatamente. Y si necesita algo, solo dígalo.
            – Con el Mystic y el Yellow Bastard será suficiente.
            – Llévese un par de transportes de apoyo para evacuar lo que haya en el planeta.
            – Sí, señor – el capitán asintió con respecto, se giró sobre sus talones y se marchó de la habitación.
            – Buena suerte – le despidió Vantorel que le observó hasta que se cerraron las puertas tras él. Siempre le sorprendía la capacidad de Fusch de aceptar órdenes sin plantearse nada, llevándola a cabo con rápidamente y con suma eficacia. Posiblemente era uno de los mejores comandantes navales que había tenido a su mando. Además le era sumamente leal. Vantorel siempre se había imaginado que durante toda su carrera habría estado esperando ponerse a las órdenes de alguien a quien respetara. No eran pocos los oficiales que había conocido que eran como Fusch, esperando servir a alguien por quien valiera la pena luchar
            – Hemos recibido respuesta del almirante Lakot. No quiere saber nada de su propuesta, expresa que su lealtad está con el Nuevo Orden – indicó su oficial de operaciones devolviendo a su superior a las preocupaciones más inmediatas –. Lo cual confirmaría lo que ha dicho el capitán Torent del crucero Ardent: que Lakot pretende regresar a nuestra galaxia con aquellos que quieren acompañarle.
            Vantorel asintió. Habían recibido peticiones de unirse a ellos de un buen número de naves e incluso de destacamentos planetarios que no querían quedarse atrapados en el territorio klingon, donde según los informes los ataques de la resistencia estaban acabando con las fuerzas imperiales con rapidez.
            – El comodoro Dolmer ha informado que el repliegue de Antares IV se ha realizado sin contratiempos. Sus Complejos de Astilleros ya han llegado al punto de encuentro con el capitán Talon y el Sullust – explicó uno de sus oficiales. Esa era una buena noticia, ya que allí se encontraban algunos de los destructores Conquest, Pulsar, Gravity, y Colossus dañados en la batalla para recuperar la Base Estelar 50. Y aunque en aquel momento estaban dañados, tras repararlos sumaban una capacidad de fuego nada desdeñable engrosando su flota.
            – Recibimos un mensaje de la embajada en Breen – dijo un técnico de comunicaciones visiblemente nervioso –. Están asediando la guarnición.
            Un pesado silencio se apoderó de la sala, con la mirada de todos sus ocupantes puesta en Vantorel. Sabían que este hubiera querido mantener la embajada en Breen o en toda caso evacuar la 601º legión de soldados de las nieves bajo los órdenes del general Exis, las tropas hermanas que habían asaltado la base de Hoth. Pero todas sus naves estaban desplegadas para apoyar la retirada de sus fuerzas planetarias y nada garantizaba que los breen permitieran la evacuación de la base. Todos los que estaban en aquella sala lo sabían igual que él. Tendrían que sacrificar a aquellos hombres.
            – Envíe un mensaje al general Exis. Dígale que por ahora no podemos enviar a nadie a recogerle – respondió Vantorel con pesar en su voz.
            No iba a olvidar aquello.
            – El capitán Said nos ha transmitido su intención de unirse a nosotros – indicó otros de sus oficiales con cautela tras comprobar el mensaje que le acaban de entregar, pensando que aquella buena noticia podría compensar la decisión de su superior –. El Icon fue seriamente dañado en Tiburon, pero a su lado está su escuadrón con una veintena de naves, incluido varios transportes pesados.
            – Que se reúna con Dolmer – respondió Valorum, viendo a su amigo y superior aún concentrado en los sucesos de Breen. Pero la maquinaria que habían iniciado era algo que no podía pararse por nada, ni nadie –. Así podrá empezar a reparar su nave. Y dígale que nos complace de alguien con su reputación quiera unirse a nosotros. Que los transportes sean redistribuidos para acelerar la evacuación de Trill.
            En ese momento un piloto de lanzadera, acompañado por Adel, su jefe de estado mayor, entró en la sala. El rostro del piloto reflejaba espanto y una profunda ansiedad.
            – El teniente Reba se presenta, señor – indicó Adel –. Era el piloto del mayor Jorak – el segundo de Vantorel asintió y el piloto dejó sobre la mesa una caja –. Esta es la respuesta del almirante Corran.
            Dicho lo cual Adel abrió la tapa. El resto de los oficiales lanzaron una exclamación de asombro y repugnancia. Allí estaba la cabeza de Jorak. Vantorel no perturbó su expresión gélida, pero para los que le conocían bien, su mirada se llenó de odio y todos en aquella sala le conocían bien. También conocían a Jorak, uno de los oficiales de enlace del estado mayor. Era muy joven, de buena familia, leal y con la peculiaridad de ser un amante de flores exóticas, por lo que se había ganado más de una broma que siempre había encajado bien, y precisamente por eso era muy querido por todos.
            – Zilka – dijo entonces Vantorel girándose hacia el comandante del Shining por su nombre de pila, algo que nunca hacía en reuniones de trabajo como aquella. Todos sabían la amistad que unía a los dos oficiales y que en toda la sala era el hombre al que Vantorel tenía más confianza –. Encárgate de Corran.
            Zilka Valorum, descendiente de una estirpe de altos funcionarios de la Antigua República y hasta aquel momento fiel servidor del Nuevo Orden, asintió despacio. Y sin pronunciar palabra se puso su gorra y se alejó del proyector holográfico alrededor del cual estaban todos reunidos y salió de la sala.
            – Bien, continuemos – indicó Vantorel –. Moizisch, quiero que tu escuadrón refuerce las defensas de respuesta rápida. Te colocarás lejos del frente, en medio del espacio, exactamente aquí – dijo indicando en el mapa un punto del sector Glintara, situado en el Imperio Romulano, junto a la frontera con Cardassia. Era un lugar tranquilo, lejos de cualquier mirada indiscreta y capaz de actuar sobre cualquier fuerza imperial situada en el cuadrante Beta.
            – Cualquiera que intente atacarnos... será barrido de las estrellas. Cualquiera, señor.


Ciudad Tycho, la Luna

            La lanzadera entró en el sistema Solar y enseguida recibió comunicaciones desde el centro de control espacial de la Tierra.
            – Aquí lanzadera Skaro procedente de Dreon VII, solicitamos permiso para descender sobre Base Tycho en la Luna.
            – Transmita código de aproximación.
            – Transmitiendo.
            – Permiso concedido, aproxímense a su destino. Control Tierra, fuera.
            Zahn miró a Lepira que tenía una sonrisa de satisfacción. Ya estaban casi dentro, ahora solo tenían que encontrar a Valerie y rescatarla.
            El equipo de rescate estaba formado por Lepira y Zahn, que haría de su ayudante, escoltados por cuatro soldados de asalto, uno de los cuales era el propio Zola y los otros eran miembros infiltradores de la Nueva República: Serper, Morett y Falan. Los dos pilotos eran miembros de la Flota Estelar. Y el señuelo para hacerse pasar por el prisionero: Kira, que se había ofrecido voluntaria.
            La base recibía el nombre del Monte del Destino, estaba situada a las afueras de las cúpulas de la ciudad Tycho en la Luna. Se habían ubicado en unas antiguas instalaciones pertenecientes a la Base Tycho, operativa ya en el siglo XII. Allí el OSI había excavado las galerías adiciones para las celdas de los presos, dejando los antiguos despachos de las oficinas de las instalaciones para realizar su macabro trabajo. Al acercarse al satélite de la Tierra fueron atrapados en el rayo tractor hacia el hangar principal siendo suavemente arrastrados hacia la puerta de acceso a sus entrañas.
            Cuando las puertas se cerraron la atmósfera regresó al hangar principal y la rampa de la lanzadera Sentinel se desplegó, dejando que cuatro soldados de asalto descendieran para dejar paso a dos oficiales y a la prisionera.
            El jefe de las instalaciones se acercó, visiblemente alterado y desconcertado, para recibir a su nueva huésped. Llevaba el uniforme blanco y la gorra negra, pero el cuello estaba desabrochado y le faltaba su gorra reglamentaria.
            – Soy el mayor Pointer. Bienvenido a la Base Tycho, general Lepira.
            – Mayor. Este es mi ayudante, el comandante Narch. Le traigo una oficial de la milicia de Bajor...
            – Sinceramente no entiendo... pero mejor será hablar en mi despacho.
            El oficial les condujo por los pasillos del interior de la base, mientras dejaban a Kira y a sus guardias en la sala de admisión, junto al hangar. Ya en su despacho les ofreció un vaso de cerveza romulana azul celeste, que los dos hicieron ver que aceptaban.
            – Como le decía general, me extraña su presencia aquí – empezó a decir Pointer sentándose en su sillón –. El sistema Solar ha sido declarado “Fortaleza” y esperamos el ataque de la resistencia en un momento a otro. Ya tengo las órdenes preparar la terminación de todos mis prisioneros.
            – Partimos de Dreon VII hace varias horas. Allí es donde capturamos a la coronel Kira, la asesora personal de Shakaar... No teníamos noticias de este hecho.
            En ese momento una señal en la mesa de Pointer.
            – Señor, hemos recibido la confirmación de la orden de prioridad Alpha desde el Dique Espacial.
            – General, siento que su viaje termine de esta manera. Esta es la confirmación de la orden de ejecución. Déjeme a su prisionera y yo mismo acabaré con ella…
            En ese momento Zahn se levantó, sacó el blaster S-5 de su funda y disparó en la frente, que se desplomó sobre su silla, con su cabeza humeante.
            – Regresa al centro de control, intenta que detengan esa orden – le indicó Zahn a Lepira, mientras este se acercaba al ordenador de Pointer para acceder a la lista de prisioneros. Por suerte el acceso a este estaba desbloqueado. Lo primero que hizo fue ver la base de datos de los códigos de la base, luego se centró en localizar a los presos: el presidente Min Zife, los almirantes Hayes, Whatley, Shanthi, los presidentes de la mayoría de planetas ocupados: Marta Liberman de la Tierra, Lojan de vulcano, Sevrin de Tiburon y tanto otros. Pero todos aquellos no eran importantes para él... hasta que por fin la encontró: bloque AA-23.
            Al salir del despacho de Pointer, pudo ver como Lepira daba instrucciones a los hombres de la base, imponiéndose como oficial superior. Era bueno, pensó su antiguo mentor, que regresó al hangar donde habían llegado. Se dirigió a su escolta.

            – Tenemos instrucciones de llevar a la prisionera al bloque de detención AA-23. Ustedes dos, el general Lepira les necesita en el puesto de mando. Los otros vengan conmigo y la prisionera.
            Introdujo los códigos en el ascensor y este empezó a descender hacia las entrañas de la Luna.
            – Han ordenado el asesinato de todos los prisioneros.
            – No podemos permitirlo – dijo Kira.
            – Lo sé.
            – Propongo que desactivemos el reactor principal – dijo Zola bajo la armadura blanca –. Si desactivamos las comunicaciones podríamos tener una oportunidad. Según los planos originales el reactor está en el nivel treinta y uno.
            – ¿Puede ocuparse usted de ese reactor?
            – Sí. No me será ningún problema.
            – Entonces Falan, Nerys y yo rescataremos a los prisioneros. Conozco bien a Lepira, él se encargará de las comunicaciones.


USS Voyager

            Por fin iban a poner rumbo a la Tierra, al corazón de la Federación. Antes habían recibido buenas noticias desde Efros y Deneb, dos sistemas liberados sin bajas, mientras que las tropas de Vantorel habían empezado a evacuar Betazed y Trill entre otros muchos planetas. Janeway y su tripulación esperaban que los siguientes sistemas en engrosar la lista fueran: Vulcano, Andoria y Sol.
            – ¡Adelante!
            A pesar de que iban a llegar a cada disparando, en unas circunstancias nada favorables, con sus hogares ocupados y sus familias retenidas por un enemigo despiadado, la tripulación estaba optimista. Aquel iba a ser, de una manera y otra, la última etapa de su viaje.
            Las estrellas aceleraron y empezaron a girar en un agujero sin fin. Pronto llegarían a la Tierra. Aunque para ser sincera Janeway jamás imaginó que tendría que luchar en la mismísima órbita de su planeta para poder llegar a casa.


Nueva Fabrina

            La capitana Breeder observaba como las lanzaderas de carga clase Zeta, cual extraño insecto de 4 aletas, se elevaban trasladando equipo desde la guarinición, donde los droides de construcción ya habían empezado a desmontar los módulos del oscuro y siniestros edificio. Ya habían terminado con desmantelar la maquinaria de la fábrica de Sienar, dejando los edificios vacíos de los droides y líneas de montaje y al ritmo que llevaban no tardarían en que solo quedara el recuerdo de la presencia imperial en el planeta. La orden que habían recibido venía firmada directamente por la presidenta Troi y rubricada por los almirantes Paris y Nechayev. Según el armisticio acordado con las fuerzas bajo el mando del almirante Vantorel debía finalizar toda actividad militar contra las fuerzas de ocupación y permitir su retirada. En el caso de Nueva Fabrina incluyendo la factoría y la guarnición que había alzado desde la invasión. Poco después varias naves de transporte se presentaron en la órbita y empezaron los viajes a la superficie para recoger el material, junto a otro que estaba siendo transportado directamente, según detectaban los sensores.
            Al mismo tiempo la Natira, la fragata imperial que habían capturado meses antes, había recibido órdenes de dirigirse a Hitora para ayudar a los klingons a liberar su colonia. La mayoría de los voluntarios Shesshran, que se habían unido a la lucha en agradecimiento por destruir las estaciones imperiales bombardearan su planeta, habían partido a otros lugares para luchar contra sus enemigos comunes, quedando un pequeño grupo para reforzar la resistencia de los fabrini. También estaba Tarr, con su morauder en la órbita, vigilando las operaciones de traslado.
            – Recibimos una comunicación, de la guarnición – informó su jefe de ingeniería desde la Base Estelar 276 a través de la pantalla de la consola de la runabout.
             – Pásela – indicó Breeder, que había convertido la Lena en su cuartel general. Un oficial joven apareció en la pantalla, con su gorra ceñida y una expresión de condescendencia en su rostro.
            – Soy el coronel Jeems, responsable del destacamento planetario – dijo presentándose –. Me comunico con ustedes para acordar el intercambio de prisioneros, que como estipula el armisticio firmado, ha de llevarse a cabo una vez terminan las operaciones de repliegue.
            – Así es, coronel – respondió Breeder.
            – Dentro de 12 horas empezaremos a desmontar la valla de protección y la maquinaria de los sótanos de la guarnición. ¿Le parece bien hacerlo entonces, capitana? Allí donde se alzaba la entrada principal, creo que sería un buen lugar. Transfiero el listado de prisioneros que tenemos y su estado de salud. Por su parte espero que nos restituyan al general Garbi, los soldados que no murieron en combate y los técnicos de Sienar. ¿Lo confirma?
            – Lo confirmo, en una hora le enviaré el listado exacto y su estado de salud, por su necesitan asistencia médica. Sé que hay heridos entre ellos.
            – Excelente, capitana. La verdad es que me satisface mucho poder negociar con el personal de la Flota Estelar. Su reputación de eficiencia les precede.
            » Y como veo que usted es fabrini, decirle que tiene un planeta hermoso. Espero que lo conserve. Nos vemos en doce horas.
            La pantalla se apagó y apareció el LCARS con los datos técnicos del estado de la runabout.
            – En una cosa, tiene razón – dijo Tarr rompiendo el silencio que había generado el final de aquella comunicación. Breeder se giró hacia el ferengi, que la observaba tras sus pequeños ojos oscuros.
            » Aunque no llueve tanto como debería, es cierto que tienen un planeta hermoso.
            La fabrini no pudo más que sonreír. Recordaba la mirada que tenía Tarr la primera vez que se vieron, llena de codiciosa. Dijo que la Federación tenía la insana costumbre de vestir a sus hembras, que solo generaba el deseo de desnudarlas. Su comentario y sobre todo su tono habían sido tan rastreros que nunca pensó que podría soportar a aquel pequeño ser de grandes orejas. Con el tiempo el ferengi se había moderado, hasta el punto de pedirle, tras la muerte de su esposa, que criara a su hija, con todo lo que comportaba que se educara en una sociedad matriarcal como la de Nueva Fabrina. Pensó que aquello sería una broma, pero Breeder vio en aquellos oscuros ojos un ruego para que le permitiera cambiar. Ahora, con aquel comentario, la oficial de la Flota Estelar vio respeto en Tarr y pensó que tal vez, si los ferengi podían cambiar y dejar atrás su mundo de enredos taimados y de tratos rastreros, con una forma de pensar estrecha de miras y llena de prejuicios generados por una ignorancia casi infantil, tal vez los soldados de Palpatine, sin este que les obligara a ser despiadados y brutales, tendrían una oportunidad, tal vez incluso podrían redimirse.


Base Tycho, la Luna

            La puerta del ascensor se abrió y los tres entraron en la sala de control.
            – ¿Puedo servirle de alguna cosa, comandante? – les preguntó el teniente de guardia, plantado detrás de los controles del bloque, sorprendido por la presencia de la prisionera y los guardias. Nadie le había informado de su llegada.
            – Le traemos a esta prisionera – contestó Zahn.
            – Debe de tratarse de un error, este bloque está completo – respondió el teniente empezando a teclear las consolas para verificar aquel traslado. Mientras accedía a la lista de presos no pudo ver como Zahn alzaba su pistola blaster y le disparaba en la cabeza. Al mismo tiempo el weequay bajo el traje de soldado de asalto empezó a disparar su rifle T-21 sobre los otros guardias. Mientras Kira desenfundaba la pistola que llevaba Fallan y hacía lo propio contra el resto. En segundos todos los imperiales estaban muertos.
            – Lepira ya se ha ocupado del control de la base – dijo Zahn –. Sino, esos sistemas de seguridad ya habrían abierto fuego contra nosotros.
            Sin perder más tiempo Zahn se internó en los pasillos hexagonales. Abrió la celda donde estaba Archer. En ese momento el corazón estaba acelerado. ¿Cómo estaría? ¿La abrían ya torturado? Hasta entonces no había querido pensar en todo ello. Sabía que habían transcurrido poco tiempo desde que la hicieran prisionera y que las fuerzas del Imperio estaban desmoronándose por momentos. Pero también sabía perfectamente lo brutales que eran y que unas pocas horas podían significar la muerte. Pero al abrirse la celda y verla estirada en el camastro, el alma se le congeló. No podía perderla.
            – ¡Valerie! – la llamó mientras entraba y esta se levantó de un salto y se le quedó mirando. Tenía varios golpes en la cara, el pelo enmarañado y sucio, el uniforme estaba también algo chamuscado. Pero sonrió al verle y a Zahn se le iluminó de nuevo el alma.
            – ¿Qué haces tú aquí? – fue la único que pudo decir y los dos se abrazaron.
            – He venido a buscarte... – le contestó mientras la abrazaba con fuerza.
            Los dos salieron hacia la sala de control, donde Falan se había quitado el casco y las coletas le colgaban sobre la armadura blanca dando una sensación fantasmal, con su rostro acartonado y cadavérico de los weequay. Kira estaba consultando en la consola y al oírles llegar se giró.
            – ¿Podríamos neutralizar el resto de guardias de los bloques con esas sistemas de seguridad? – preguntó la bajorana señalando las holocámaras equipadas con lásers.
            – Sí, pueden ser controlados desde la sala de mando central... – le contestó Zahn, que cogió el comlink y se puso en contacto con Lepira.
            – Aquí Lepira. Todo controlado – replicó este y Zahn le explicó la idea de Kira. Se produjo un silencio que se prolongó cerca de un minuto –. Los guardias han sido neutralizados en todos los bloques. Hemos cerrado los accesos al resto de las instalaciones.
            Liberaron a los demás presos de aquel bloque, entre los que se encontraban varios altos oficiales y embajadores de la Federación. El almirante Drazman y varios oficiales cogieron las armas y se quedaron allí para proteger la posición. Falan, Kira, Archer y Zahn regresaron al puesto de control central, donde Lepira había abierto todas las celdas de la prisión e informado a los ocupantes que los guardias habían sido neutralizados y que esperaban el rescate de manera inminente, así como la liberación del sistema Solar. Poco después se reunió con ellos Zola, que había puesto una carga con detonador que se activaría con su comunicador. Los dos pilotos también se les habían reunido para reforzar el acceso a los diferentes bloques.
            Allí Lepira les indicó en el panel maestro de la base las zonas bloqueadas: las oficinas y salas auxiliares y de interrogatorio estaban atrancadas, encerrando en ellas a varias docenas de oficiales, así como a la pequeña guarnición de soldados. Zahn estaba satisfecho: habían logrado obtener el control de aquellas instalaciones, ahora solo debían proteger la posición hasta la llegada de los refuerzos.
            – ¡Por la Gran Galaxia! – exclamó Zola. En una de las pantallas exteriores podían ver como un batallón de soldados de asalto estaban forzando la entrada del hangar por donde habían entrado.


Dique Espacial, la Tierra

            La Flota de la resistencia se había reunido en la colonia Vega y estaban a punto de lanzar el ataque contra la Tierra. Pero estaba previsto que la liberación del corazón de la Federación se convirtiera en un páramo para entonces. Había instalado en la superficie un centenar de baterías turboláser planetarias W-165, aumentando también las defensas del Diques Espacial, que aunque no les detendría, sí les frenaría. Además había agrupado en el sistema a doce destructores, la mitad de ellos los poderosos Imperial, más varias decenas de otras naves de menor tamaño. También había vuelto a activar el perímetro de defensa de Marte, que esperaba que fuera una desagradable sorpresa para la Flota Estelar.
            – Moff Supremo, un mensaje desde la Estación Júpiter – le dijo uno de sus ayudantes entregándole un datapad con hologroyector.
            Segundos después apareció el rostro grabado del Eckener.
            – Oren, hace mucho que nos conocemos, por eso mismo me veo obligado a informarte que Lepira nos traicionó, llevaba años trabajando para los bajoranos. Y ahora está con Zahn en el Monte del Destino. Es mi último servicio para ti. Supongo que a estas alturas ya sabrás que Vantorel te ha abandonado y he decidido unirme a él. No necesito explicarte nada, adiós amigo, te echaré de menos.
            – Póngase en contacto con el Monte del Destino – ordenó rápidamente Daran.
            – No responden, señor.
            – Preparen un grupo de asalto, inmediatamente – ladró el Moff Supremo que salió de la sala de control del dique espacial.
            Minutos después la lanzadera se posaba en la superficie lunar. Medio centenar de soldados de asalto clonados aplicaron explosivos en la entrada auxiliar, penetrando en el hangar y tras apoderarse de los controles de las puertas, las abrieron para permitir la entrada de la lanzadera para posarse en la plataforma.
            – ¿Qué podemos hacer? – dijo Archer –. No tenemos suficientes efectivos para defender las instalaciones.
            – Viene a por mí – replicó Zahn, que vio como Daran descendía de la lanzadera.
            – La Flota está a punto de llagar, tan solo tenemos que resistir un poco. Saben que estamos aquí y enviarán a buscarnos – sugirió Zola.
            – Podríamos hacernos fuertes – prosiguió Archer –. Si destruimos el generador no podrán tampoco acceder a las celdas. La mitad de los líderes de la galaxia están aquí. Protegerlos es nuestra prioridad.
            – La mujer habló – intervino Falan que había colocado las cabelleras de los guardias que había matado hacía poco en su rifle blaster.
            Segundos después toda la estructura se tambaleó por culpa de la explosión del generador y la luz se apagó, encendiéndose solo las tenues de emergencia.
            – Esperemos que la Flota llegue pronto – dijo Lepira ya agazapado detrás de una consola del centro de mando –. Tenemos apenas tres horas de oxígeno.
            Las dos puertas que habían sellado fueron  volatilizadas en unos pocos minutos y tras derribar la de la sala de control, los primeros soldados empezaron a entrar. Los disparos blasters zumbaban por la sala, el primero en caer fue uno de los pilotos de la flota, aunque para entonces los cuerpos con armadura se amontonaban en la entrada. Varios minutos después el asalto se detuvo.
            – ¡Zahn! – gritó entonces Daran –. ¡Espero que no te hayan alcanzado!
            – ¡No, aún estoy a tiempo de vengarme!
            – Vamos, no me digas que aún me reprochas que te torturara. Recuerda que eras un traidor.
            – ¿No crees que es un motivo lo suficientemente importante?
            – Pero estas vivo.
            – No gracias a ti.
            – Gracias a tus amigos de la rebelión. Como Arana, ¿verdad?
            Valerie miró a Zahn... estaban ganando tiempo, pero también sabía toda la historia de Arana y el odio que sentía Zahn por Daran.
            – Lepira me dijo que no murió. ¿Es cierto?
            – No murió en ese momento. Pero no me preguntes que le pasó. Los prisioneros en Kessel no suelen vivir mucho.
            – ¿Por qué no te rindes antes de que nos aburramos con tu palabrería?
            – ¡Vete al infierno Zahn! Antes de lo que crees escupiré sobre tu cadáver.
            Dicho lo cual empezó de nuevo el asalto. Una granada esta vez les adelantó, segundos después un torrente de soldados penetró en la sala. Falan se levantó de su puesto y empezó a disparar con su arma mientras gritaba, Morett le siguió haciendo caer a todos los que entraron, uno tras otro. Este fue el primero en ser alcanzado y le siguió Hayer y Zola. Entonces el segundo ataque cesó.
            En ese interludio Zahn se acercó a Archer.
            – Tal vez sea el último momento que tengamos.
            – Será mejor que te calles.
            – Te quiero Valerie...
            El tercer asalto se inició en ese momento y entre el fuego de los blasters empezó a oírse otro entre los disparos. Los soldados imperiales dejaron de entrar en la sala de control y pocos minutos después el tiroteo cesó. Un silencio tenso se apoderó de la estancia cubierta por el humo ocre de las explosiones y los impactos de los blasters.
            – ¡Soy el teniente Kayu’stig de la Nightwing, no disparen, voy a entrar!
            – Muy bien, adelante – dijo Zahn que apuntó su blaster hacia la puerta. De entre el humo apreció un arkenite, con su característica cabeza alargada. Al reconocerle Archer y Zahn se levantaron, este último dirigiéndose hacia sus hombres caídos.
            – ¿Y Daran? El Moff Supremo – preguntó Archer.
            – Hay un oficial de alto rango – respondió el jefe del comando señalando al pasillo con cierta indiferencia –. Muerto.
            – ¿Quieres ir a verle? – preguntó Valerie.
            Su venganza se había cumplido, le quería hacer pagar la muerte de Arana, del dolor y el sufrimiento que le había infringido a su amor cuando la torturaban y violaban, había jurado matarle con sus propias manos a quien una vez había sido su compañero y amigo, le había perseguido a través de dos galaxias. Pero ahora que había consumado su venganza, no sintió nada, ni alegría, ni desazón. Nada.
            – Teniente – dijo dirigiéndose a Kayu’stig –, la posición no está asegurada y hemos de evacuar inmediatamente a los prisioneros. Tenemos varios heridos también.
            – Nos ocuparemos de todos ellos, el Pasteur está a tres minutos de la Luna.


Qo’noS

            Corran estaba organizando los restos de su fuerza, pero no para luchar contra los klingons, sino para lanzarse contra Vantorel. Este era un traidor y no había otra cosa más importante que acabar con aquel renegado. La rabia le consumía, la furia, la cólera le reconcomía su interior, tanto que le quemaba por dentro y tenía que borrar de la faz de las estrellas a aquel hombre que insultado el uniforme que llevaba. Y lo peor de todo: Vantorel se había mezclado con Eckener, como le habían dicho los miembros del Interceptación & Encriptación que había desertado de su flota. Las sabandijas y taimados miembros del ubictorado que habían asesinado al Gran Almirante Gorden. Los dos traidores debían morir y lo haría de la forma que lo hace un oficial de la Armada Imperial de Palpatine, con orgullo, sin ocultar sus intenciones, como hacían sus dos enemigos. Lanzaría sus naves contra Bajor y los barrería como a cucarachas. Pero antes había enviado varias naves a observar las operaciones de Vantorel, captando los mensajes y viendo la disposición de sus fuerzas. Conocía los puntos de reunión de las fuerzas en retirada y aunque el número de naves era superior, no se preocupaba por ello. Le vencería y después se ocuparía del resto de enemigos del Imperio.
            Una lanzadera Lambda salió del hiperespacio dentro del sistema de forma inesperada, lo que hizo saltar todas las alarmas. Alrededor del planeta se habían concentrado la mayor parte de las fuerzas que se preparaban para atacar a Vantorel.
            – Aquí la lanzadera Tierre, procedente de la guarnición de Kressari – empezó a ladrar el piloto –. Pedimos permiso para subir a bordo. Tengo información que puede interesar al almirante Corran.
            – Haga un escaneo completo – ordenó este desde el puente. No se fiaba, pero también sabía que aquella guarnición era una de las pocas que se había resistido a las órdenes de Vantorel.
            – No detecto nada anormal, tiene impactos láser de fuego de cazas TIE en las aletas estabilizadoras y los escudos están inutilizados, señor – le informó el técnico.
            – Póngaseme con ellos – ordenó Corran y en el holoproyector apareció la imagen de medio cuerpo de un oficial que tenía una herida en la cabeza –. ¿Qué información tiene para mí?
            – Almirante soy el teniente Dremon, están preparando un ataque sobre su posición – respondió nervioso.
            – ¿Por qué me informa? ¿Y su lealtad a sus superiores?
            – Yo soy leal al Nuevo Orden, señor – replicó visiblemente ofensivo –. No somos muchos los que pensamos como yo, pero aún hay una oportunidad.
            – Que una escuadra de soldados de asalto vayan al hangar – indicó Corran tras cortar la comunicación. Seguramente sería una trampa, pero la información que le podía proporcionar podía ser interesante, pensó el almirante –. Denles permiso para aterrizar.
            La lanzadera fue atrapada en un haz de tracción y fue arrastrada lentamente hacía el hangar principal del destructor. Cuando en el panel de la lanzadera Tierre el teniente Dremon confirmó que estaba atravesando el escudo del Carida cuando activó el transportador debúsqueda, tecnología que había sido apresada al Dominion y que le permitía trasladarse hasta la nave situada a tres años luz de Qo’noS. En el mismo instante que él se desmaterializaba, un contenedor de antimateria hacía lo contrario en el espacio de carga. De manera automática la Lambda plegó sus aletas estabilizadoras y llevada por el rayo tractor fue depositada en el interior del hangar principal. Dos segundos después el campo de contención se desactivó liberando la equivalencia de diez toneladas de antimateria.
            La explosión desintegró todo lo que había a varios cientos de metros a su alrededor, partiendo en dos el destructor Carida de dos kilómetros de largo de la clase Allegiance. La bola de fuego provocada por la detonación alcanzó al castillo de proa de la superestructura, mientras la onda expansiva se entendió en fracciones de segundo por todas las cubiertas, cuyas compuertas estancas estaban abiertas durante el proceso de aprovisionar la nave para partir a la batalla. En aquel momento la dotación estaba formada por setenta mil hombres y mujeres, y todos perecieron en un instante.
            Mientras los incandescentes pedazos del Carida se precipitaban aun en llamas hacia la atmósfera de Qo’noS el Shining y una escuadra de escolta surgieron del hiperespacio y se dirigieron hacia la formación del difunto almirante Corran. Valorum sabía que debía de infligir un duro correctivo y no solo vengar la muerte de uno de los suyos, era importante que todo el mundo supiera que nadie de debía desafiar a Vantorel. Por eso no hubo ningún escrúpulo cuando se abrió fuego contra las naves de la III Flota. Algunas opusieron resistencia, pero al comprobar que sus turbolásers y cañones de iones eran incapaces de penetrar los escudos fásicos empezaron a dejar el combate y abandonar el sistema de Qo’noS en desbandada.
            Su nave había sido la segunda en ser equipada con el sistema fásico de escudos controlado por un cerebro positrónico diseñado por Bleth Tanni. Este permitía modular un campo alrededor de la nave que la variaba de fase de la realidad, permitiendo que los escudos se adaptaran para detener los torpedos fásicos diseñados por los romulanos. No la hacía invisible, pero sí permitía que cualquier objeto sólido les atravesara como si de un espectro se tratara. La consecuencia inesperada era se había detectado en las pruebas era que los objetos sólidos o energéticos fuera de la fase de la nave: les atravesaban al no existir en el mismo plano de realidad. Según Tanni el efecto podía ser compensado, como los borg se adaptaban a la modulación de armas o escudos, pero mientras esto no sucediera la nave equipada con aquel dispositivo era virtualmente invulnerable.
            – Señor, hemos recibido una comunicación del Nebula – le informó su primer oficial a Valorum –. El capitán Jerjerrod nos informa el deseo de unirse a nosotros.
            – Conozco a Jerjerrod, es un buen oficial – reflexionó el nieto del penúltimo Canciller Supremo de la AntiguaRepública, recordando al hermano del moff del sector Moddell. La lección ya había sido impartida: cinco naves de la III Flota habían sido destruidas, otras ocho habían sufrido daños y una docena habían emprendido la huida. Sí, tras aquello nadie se opondría a Vantorel
            » Que cesen el fuego, ya hemos dado un escarmiento a esos...
            No acabó la frase, a través de los ventanales de su nave podía ver los restos de la batalla. Pero no eran naves enemigas, sino la de sus antiguos compañeros de armas, que vestían los mismos uniformes, con los habían celebrado victorias, que una vez obedecieron ciegamente a Palpatine, que entregaron lo mejor de sus vidas a la ciega ambición del Emperador. Pero en aquella ocasión había luchado por algo más que la sed de sangre de un viejo megalómano cuyo único deseo era el de controlar toda una galaxia. Habían luchado por vengar a un amigo. Recordó el motivo por el que estaba allí, el mayor Jorak. Tenía los ojos risueños, en realidad apenas era un niño. Recordó la vez que le habían cambiado los datos que tenía que entregar a Vantorel por los datos biológicos de Tatooine y la cara que había puesto el joven oficial cuando el almirante le había preguntado por qué le entregaba información de los rebaños de banthas. Toda la tripulación del Shining lo sabía y habían combatido tan encarnizadamente como siempre o incluso más. Y lo habían hecho por lealtad. Aunque no conocieran a Jorak, había luchado para vengar a uno de los suyos. Y eso jamás hubiera ocurrido bajo el poder de Palpatine.
            Valorum sonrió y se dirigió hacia la estación de comunicaciones para hablar con Jerjerrod y trasmitirles sus condiciones. Serían simples: lealtad al grupo. No solo a Vantorel, sino a todos los que formarían su... Buena pregunta, ¿aquel sería el nombre de su nuevo estado o una nueva comunidad?


Sistema Solar

            En el último momento se le habían agregado fuerzas de la Nueva República con cazas Ala-X y un destructor de bolsillo clase Recusant al asalto al sistema Solar y otras fuerzas procedentes de lugares de la Federación donde el Imperio parecía desmoronarse, aun así la batalla era dura. Habían calculado el 30% de bajas, sin contar el asalto planetario.
            Pero luchar para liberar el propio hogar era la mayor de las motivaciones.
            La Voyager se sacudió tras recibir el impacto de un turboláser. Habían sobrepasado el perímetro defensivo de Marte formado por cazas TIE equipados con escudos y mejor armados, así como de líneas de fragatas y corbetas. Aun así no había sido difícil, los cazas eran presas fáciles para los ordenadores de asignación de blancos de los phasers y el resto de naves no podían soportar un fuego sostenido de torpedos de fotones y quánticos. Los posos fásicosdis disponibles se reservaban para los destructores que estaban justo frente a la Tierra.
            – Escudos al 95% – informó el teniente Kim con tranquilidad. Habían sobrepasado la última nave enemiga, una corveta corelliana CR-90 que estaba siendo atacada por cazas Peregrine del escuadrón Hekara.
            – Transfieran energía auxiliar – ordenó Janeway que tenía en la pantalla la esfera azulada de la Tierra, justo detrás de seis gigantescos destructores Imperial, muchos más de los que la Inteligencia había calculado –. ¡Carguen torpedos fásicos!
            – Proyectiles cargados – informó la imperturbable voz de Tuvok.
            – ¡Fuego! – ordenó Janeway que iba en vanguardia del resto de la 9ª Ala de Ataque. Le seguían el resto de las naves, que hicieron lo propio con sus respectivos objetivos.
            – Los torpedos han penetrado en sus escudos – informó Chakotay, aunque en la pantalla principal pudieron ver como el destello blanco del torpedo atravesaba el manto traslúcido de energía e impactó en la torre de mando –. Impacto directo, escudos neutralizados.
            – ¡Fuego phaser sobre las baterías turboláser!
            Escuadrones de cazas de la Federación y de la Nueva República se unieron a las naves estelares y se lanzaron contra los que una vez fueron el símbolo del poder y la opresión del Emperador Palpatine en las dos galaxias. El combate fue mucho más breve de lo esperado y los gigantescos destructores empezaron a caer bajo el fuego de la libertad. Sin defensas la línea se desmoronó, tres de ellos se alejaron del combate y saltaron al hiperespacio, uno estalló en una gigantesca bola de fuego cuando el fuego concentrado contra su reactor hizo que este se colapsara. Los otros dos, inmovilizados y serenamente dañados, se rindieron. De las naves más pequeñas la mayoría se dispersaron y también escaparon en una clara demostración que la defensa del sistema descoordinada y adolecía de un liderazgo fuerte y férreo que les obligara a seguir luchando. Y aunque las naves podían huir, pero las defensas estáticas no y esas eran las que tenían que ser eliminada una a una y evitar que pudieran volverse contra la población civil. Pero en aquel momento y tras un rápido y encarnizado combate, la Voyager pudo fijar rumbo directo a la Tierra, que podía verse azul y blanca ocupando la totalidad de la pantalla principal del puente.
            – Ya nos queda poco chicos – dijo en susurro Katherine, como la llamaba Leonardo en la holocubierta. Tantos años lejos del hogar, surcando las estrellas en el camino de regreso a casa, luchando sola contra los kazones, los vidiianos, el borg, los hirogen, los malon, los devore, los vaadwaur y tantos otros, que ahora junto a otras naves estelares, junto a sus compañeros y amigos, cualquier obstáculo parecía estar al alcance de la mano.
            – El Challenger y el Righteous vira hacia el dique espacial – le informó Chakotay –. La Guadalajara y su grupo de dirigen hacia París. La 10ª Ala de Ataque ha llegado a la Luna.
            – Que la Mitra se coloque a nuestro lado, la Aurora, el Tieron y el Lebeau detrás de nosotros – ordenó Janeway –. Thomas, directos a San Francisco.
            – Sí, señora – dijo con una cantinela que no dejaba dudas de que estaba emocionado de regresar al hogar, a pesar de encontrarse en plena batalla.
            Penetraron en la atmósfera seguidos muy de cerca por el resto de naves y se dirigieron directos hacia el puente del Golden Gate para desplegarse y el antiguo parque que llevaba el nombre del mítico puente y que desde el siglo XXII acogía los Cuarteles Generales y la Academia de la Flota Estelar. Las tropas a bordo del Tieron y el Lebeau desembarcarían en Sausalito, fuera del área del escudo deflector que protegía las instalaciones de la Flota, mientras la Voyager, la Aurora y la Mitra les iban a proporcionar apoyo aéreo mientras los tomaban.
            En la vieja Europa la Belchite hacía lo propio con el Teruel que pronto empezó a limpiar el centro de París de tropas imperiales. En el espacio la Guadalajara se ocupaba de destruir las defensas que el Imperio había alzado por toda la Tierra mientras transportaba fuerzas de asalto en diferentes puntos del planeta tras neutralizar los inhibidores de transporte o sus escudos.
            La lucha también duro mucho menos de lo esperado y exceptuando pequeños grupos fanáticos de soldados, algunos de ellos clones, el resto de fuerzas se rendía rápidamente a las tropas de la Federación. Diez horas después el sistema Solar había sido liberado del yugo del Imperio.
            – Recibimos un mensaje del almirante Ross – informó Kim.
            – En pantalla.
            – A todos los oficiales de la Flota Estelar y a nuestros aliados que nos han ayudado en el día de hoy – empezó diciendo el almirante a bordo del Challenger, desde donde había coordinado el ataque al sistema –. A cabo de recibir un mensaje desde Vulcano: las tropas enemigas allí estacionadas han dejado también de luchar. Qo’noS ha sido liberado según nos informe el canciller Martok sin apenas bajas. En Andoria solo quedan unos pocos reductos aun activos y en Romulus, aun sigue luchándose contra las tropas remanas. Las operaciones militares en el sector 001 han concluido. Buen trabajo a todos.
            – Prometiste traernos en casa – dijo entonces Chakotay con calma y una sonrisa de satisfacción en su rostro que era incapaz de reprimir –. Y ya estamos en casa.
            En aquel momento, ya de noche sobre la bahía de San Francisco, una columna de color amarillo se alzó sobre la cuidad, estallando en una palmera brillante y llena de vida. Le siguieron otras muchas detonaciones y el cielo se iluminó de rojo, amarillo, verde y rosa de un gran castillo de fuegos artificiales.
            – Gracias, capitán – dijo Kim de pie desde su puesto.
            – Gracias, señora – prosiguió Paris que se puso en pie.
            – Gracias, capitán – replicó B’Elanna.
            – Gracias, capitán – siguió Carey desde ingeniería.
            – Gracias – dijo Seven.
            – Gracias – finalizó Tuvok.
            – Buen trabajo, capitán – le saludó el joven periodista, que había estado en el puente.
            – Gracias a usted señor Sisko. Espero que tenga suficiente material para su artículo.
            – Le aseguro que lo tengo.


En la próxima entraga…
La conclusión.

2 comentarios:

  1. Hoy te has superado,,,me encanta como estas llevando la trama, pero incluir una referencia a "La Nueve", sus semiorugas (Belchite, Teruel, Guadalajara), y su intervencion en la liberacion de Paris,,, es de quitarse el sombrero, Gracias por acordarte de ellos. Espero con mucha ilusion el final de esta historia ,,,y lo que venga despues :)

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    1. Soy yo quien me quito el sombrero. No creo que muchos se hubieran percatado del detalle.

      ¿Cómo iba a olvidarme de los liberadores de París y de sus semi-origas que escribieron sus nombres con letras de oro en la historia? Que este sea mi humilde homenaje a los que como ellos lucharon por la libertad y la democracia contra el fascismo. Y que su gesta no sea olvidada nunca.

      Un links que escribí sobre aquellos legendarios nombres:

      http://librosenguerra.blogspot.com.es/2013/08/los-nombres-de-la-nueve.html

      Un fuerte saludo,

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