Lo que dejamos atrás...
Y ahora la conclusión…
Bajor
La retirada del planeta se había
realizado rápida y ordenadamente. Como se había acordado ninguna instalación
había sido dañada o saboteada y la disciplina, en ambos bandos, se había mantenido
en todo momento. Las últimas lanzaderas en partir del solar donde se había
erigido la guarnición situada a las
afueras de la capital fueron observadas por el comandante de la milicia bajorana: el general Alhana
Rez.
– Por lo menos esta vez no hemos tenido
que luchar – indicó el coronel Lenaris
que se encontraba a su lado. Este había sido enviado a Bajor por Shaakar para legitimar la autoridad de
Alhana sobre la milicia y las células de la resistencia hacia quien había ostentado el control de este durante
la ocupación imperial y garantizar que todo transcurriera como estaba acordado.
El general le observó a los ojos sin
decir nada. Era cierto, tal vez el pueblo de Bajor no había sufrido tanto en aquella ocupación, pero sí había
habido que luchar. En otros muchos mundos la gente moría, sufría y luchaba aun.
Pero aquel no era el momento de entretenerse,
los técnicos estaban inspeccionando el Cuartel General
de la IV Flota
en la ciudad deTempasa, los antiguos cuarteles de la 9ª Orden Cardassiana, para comprobar que no hubieran sido saboteada en el último momento. Otros
grupos hacían lo mismo en la ciudad Tamulna, en la península de Trilar y en la antigua base romulana en la luna de Derna. Como todo estaba bajo control, Alhana presionó su comunicador y ordenó
que le transportaran, él tenía otra misión que realizar.
Segundos después se materializaba en
la residencia de la kai, que en
aquel tiempo era también la vivienda de la primera ministra del planeta.
Nada más aparecer en la entrada se
le acercó un joven vestido con el uniforme de la milicia, aunque en realidad
jamás había pertenecido a esta. Bajo el brazo llevaba un libro cuidadosamente
envuelto. Se lo entrego con el mayor cuidado y aunque le hubiera gustado decir
algo a su padre, nada le salió de los labios. Solo le miró y esgrimió una
sonrisa de ánimos, aunque sus ojos estaban llenos de temor.
Solo, se dirigió a los aposentos de
la kai, en cuya puerta estaban apostados dos guardias. Los soldados que habían
protegido Winn procedían de la misma
provincia: Tozhat y habían integrado
la misma célula de resistencia contra los cardassianos o eran hijos e hijas de
sus miembros. Todos ellos eran los hombres de mayor confianza de Alhana. Como
Lade, su mejor rastreador, que también era el hijo de su primo, con el que
habían hostigado al enemigo y celebrado el nacimiento de sus hijos entre las
montañas, que le abrió la puerta.
Winn estaba sentada detrás de su
escritorio visiblemente nerviosa.
– La última nave imperial ha
abandonado Bajor, Eminencia – le anunció Alhana, lo que no tranquilizó mucho a
la dirigente bajorana –. La flota del almirante Vantorel se está retirando del
sistema. El primer ministro Shakaar ha informado que llegará junto al Emisario en breve.
– Gracias, puede retirarse – dijo
abatida, pero mantenía en su tono de voz su tono de autoridad. Aquello
representaba su final.
Kai Winn era consciente de ello y
tenía que reconocerlo: era una colaboracionista. Había ayudado al Imperio a dominar al pueblo de Bajor
durante toda la ocupación. No tenía escapatoria. Encima de su escritorio tenía
el discurso que había preparado para la llegada de Shakaar entregándole de
nuevo el gobierno. Estaba lleno de mentiras sobre el deber de proteger al
pueblo e incluía la dimisión de la prelatura de kai. Era su final, ella que tan
cerca había estado de ser la líder de un Nuevo Bajor bajo los Pah-wraith,
meses antes, toda una eternidad.
Alhana aun permaneció unos segundos
de pie, frente al máximo líder religioso del planeta. La observó durante
aquellos segundos que le parecieron siglos. Notaba su corazón latir con fuerza,
su respiración hinchando el pecho en un ritmo constante. Se sentía tranquilo,
pero al mismo tiempo notaba como se le oprimía el pecho. Siempre había pensado mucho
en aquel momento: ¿sería capaz? ¿Tendría la suficiente fe? ¿Los Profetas le ayudarían?
– Una última cosa Eminencia... –
empezó a decir el general de la milicia que miró el paquete que llevaba entre
las manos. Winn alzó la mirada, serena, segura, casi perdida en sus propios
pensamientos. Tenía una expresión contradictoria, como pensando que era lo que
quería aquel viejo soldado en sus últimos momentos de libertad.
“Profetas,
por favor, guiadme, no dejéis que me desvíe de vuestros deseos” se dijo en
ese momento. Cerró los ojos y de alguna forma supo que Profetas estaban con él
en aquella habitación. Siempre que había estado en presencia de aquella mujer
había sentido un perturbador escalofrío. Pero en aquel momento estaba
tranquilo, lo notaba al sostener aquel libro frente a la kai y de alguna extraña
manera ya no tenía la más mínima duda.
» Además de los rehenes, también nos
han entregado con... el libro del Kosst Amojan.
Los ojos de Winn se iluminaron en
una expresión de perplejidad. Alhana lo depositó sobre el escritorio. El mismo
lugar de donde Lepira lo había cogido cuando las fuerzas imperiales habían
ocupado Bajor.
– Solo el kai puede tener este libro
– recordó Alhana solemne y se sintió liberado de un gigantesco peso que le
había oprimido el alma, su pagh
desde que supo de las profecías y del papel que él debía de jugar en ellas.
Winn alargó las manos y se lo acercó
abrazándolo como si fuera su hijo. Aun
había una esperanza, pensó. Tal vez aquel no sería su final. Al final el
Nuevo Bajor resurgiría y ella lo gobernaría junto a los pah-wraiths.
Alhana salió del despacho sin que
Winn se percatara. Estaba pálido, las manos le temblaban de nuevo y un sudor
frío le recorría todo el cuerpo.
– Espero que tengas razón hermana.
Por el bien de los Profetas y del Emisario.
Se dijo para sí en un susurro. Hizo
una señal y los dos guardias le siguieron. Ya no hacían falta. Ahora todo
estaba en manos de los Profetas.
En el exterior del palacio Anjohl Tennan vio como los guardias que
le habían impedido acercase a Winn Adami se alejaban. Por lo que no dudó en
atravesar las puertas de entrada con la esperanza de volver a ver a Winn y así
apoderarse del libro del Kosst Amojan.Este
era el nombre que había adaptado quien una vez había sido el prefecto durante la ocupación cardassiana, el odiado gul Dukat, tras alterarse el rostro
para parecer bajorano, que ahora adoraba a los Falsos Profetas, también
conocidos como los pah-wraiths.
Deep Space
Nine
Desde el puente del Annihilator podía ver su escuadra desplegada frente a la antigua estación cardassiana. Al otro lado una pequeña fuerza de la
Flota Estelar acababa de salir del hiperespacio encabezada por la Defiant del capitán Sisko y por varias
naves que formaban parte de la flota bajorana leal a Shakaar.
– Abran comunicación – ordenó
Vantorel. Segundos después en el proyector holográfico aparecía la figura del capitán Sisko –. Como acordamos Bajor es el último planeta bajo mi
jurisdicción en ser evacuado. Todas nuestras fuerzas ya han dejado DS9 y el
planeta, hemos entregado el control en las sabias manos del general Alhana.
– A cumplido con el acuerdo,
almirante.
– Entones no tenemos nada más que
decirnos. Por ahora – puntualizó Vantorel con una sonrisa maliciosa. Entonces
Sisko se dio cuenta de que el oficial imperial no llevaba puesta su gorra,
dejando mostrar sus orejas puntiagudas –. Cuando vuelva a ver a los Profetas, de les recuerdos de mi parte
y dígales que su juego ya puede continuar.
La imagen de Vantorel desapareció en
la pantalla de la Defiant, siendo
sustituida por DS9 y las naves imperiales que viraban y saltaban al
hiperespacio para perderse de vista. La última fue el Annihilator dejando el cinturón de Denorios como único fondo a la antigua estación minera cardassiana.
Mientras las naves de Shakaar se
dirigían hacia Bajor, la Defiant se
acopló de nuevo en el anillo exterior de Deep
Space Nine. Minutos después la puerta hidráulica de la promenade giraba y Sisko entraba triunfante en el recinto repleto
de gente que le vitoreaba y jaleaba. Una niña bajorana se le acercó y le
saludó, Kaga el dueño del restaurante klingon tocaba el acordeón, los monjes le reverenciaban
desde la puerta del Templo, los
hombres de Odo sonreía por tener de nuevo al Emisario como jefe y los amigos se encontraban y se fundían en un
abrazo. De nuevo estaba en su casa, pensó Sisko, por fin la guerra se había
acabado, no había más luchas contra el Dominion o contra los klingons o el Imperio Galáctico que
acababa de retirarse, por lo menos por ahora. No, la paz había vuelto a la
galaxia, una paz merecida y lograda con demasiadas vidas, vidas de hombres y
mujeres de muchas razas, algunas enemigas hacía bien poco y tras luchar codo
con codo empezaban un camino nuevo, lleno de esperanza y paz.
Sisko vio acercarse a Quark, nunca
había visto a aquel pequeño ferengi
tan contento.
– Me alegra verle, capitán Sisko –
le dijo risueño.
– Y a mí también Quark y jamás pensé
que llegaría a decir eso.
– Miente muy mal, capitán. Pero eso
no importa. Hemos de celebrar el final de la guerra, de las guerras, en Vic’s en esta noche. Todos están
invitados...
En el espacio profundo
Vantorel observó desde el puente de
su destructor como el remolino del hiperespacio se convertía en miles de
estrellas. Poco a poco pudo ver la formación de parte de su flota que le
esperaba en las coordenadas establecidas. Había destructores clase Imperial,
Victory,
Acclamator,
transportes de corps Evakmar-KDY y antiguas naves núcleo Lucrehulk, cruceros y fragatas de todo tipo. El repliegue había sido rápido, por
suerte los soldados imperiales no solo eran guerreros, sino también ayudaban a
construir y desmontar instalaciones, de manera que las guarniciones y muchas instalaciones se habían desmantelado en
tiempos record y transportadas directamente a
bordo de cargueros, ahorrando mucho tiempo al no necesitar usar lanzaderas. Estaba satisfecho y no sentía que estuviera retirándose,
sino por fin iba a emprender lo que siempre había soñado: explorar las
estrellas, ir hasta donde ningún otro hombre había llegado, conquistar nuevas
civilizaciones, enfrentarse a nuevos enemigos y misteriosos insondables.
–
El informe de situación que pidió, señor – le dijo Adel entregándole un datapadd. Vantorel asintió y empezó a
leerlo. Era rutina sobre la localización de un planeta donde establecer su
primera base. No quería cansar a los hombres, merecían un pequeño descanso, así
que buscarían un planeta deshabitado, de clase M, como los denominaba la Flota Estelar, ese sería el principio de su
pequeña república. Nada de Imperios
megalómanos. No. Aquello no volvería a pasar. Lo había pensado bien y sería una
buena solución. El mejor entre iguales y por supuesto él era el mejor entre
todos los hombres que habían ido con él.
– ¿Puedo hacerle una pregunta,
señor? – intervino Adel cauteloso. Su oficial superior asintió con curiosidad
por saber que quería su ayudante –. ¿Cómo supo que la Federación desarrollaría los torpedos fásicos?
– Es lo que yo hubiera hecho –
respondió lacónico Vantorel –. Ahora comuníquense
con el capitán Valorum, que se dirija al cúmulo estelar... FGU-1234.
–
¡Sí señor! – replicó enérgico Adel.
USS Enterprise-E
La Federación había sido liberada por completo y ahora había empezado
la reconstrucción de infraestructuras, de planetas, de almas. Utopia Planitia y otros astilleros que
había sido tomado intacta ya había empezado a trabajar en la reparación de las
naves dañadas y en la construcción de nuevos cascos para nuevas naves. La
resistencia imperial se había convertido en un derrumbe tras difundirse que los
escudos deflectores de las naves e instalaciones eran vulnerables a los
proyectiles fásicos. La Armada imperial
se había dispersado, sin control alguno o mandos que quisieran seguir luchando,
algunos se unieron a Vantorel, mientras que otros habían regresado a su
galaxia. Aisladas, algunas guarniciones y fuerzas planetarias había logrado
apoderarse de una nave y reunirse con sus compañeros, muchas habían optado por
rendirse, unas pocas, sobre todo situadas en el Imperio Klingon, habían resistido hasta que fueron derrotadas y
aniquiladas. Por otro lado las fuerzas del Dominion,
lideradas por Weyoun, habían
regresado al cuadrante Gamma.
Tras liberar Tellar Prime la nave de Picard había ayudado a reconstruir las
infraestructuras energéticas dañadas durante la ocupación y la reparar los
daños de la Base Estelar 223. Varias
semanas después habían recibido la orden de dirigirse a la Tierra para participar en las celebraciones de la victoria.
El día antes se había celebrado una
ceremonia por los caídos en el auditorio del Almirante Forrest de la Academia
y se había anunciado la construcción de un monumento de granito negro donde se
esculpirían los nombres de todos que habían dado su vida en la guerra del Dominion y contra el Imperio Galáctico en los jardines que
daban a la bahía de San Francisco. A
nadie se le escapó que el monumento iba a ser muy largo.
El funeral interconfesional había
sido presidido por la presidenta Troi,
por el canciller Martok, el pretor Hiren, el emperador tholiano, el Hegemónico Gorn, los representantes de los xindi, la princesa Organa y muchos de los prisioneros liberados en la Luna.
Había sido muy emotivo.
Después se había celebrado una
recepción en París, donde Min Zife había pronunciado un
discurso sobre el trabajo de Lwaxana, pidiéndole que permaneciera en la presidencia
de la Federación para guiar a esta en la reconstrucción. Aunque Picard sabía
que ella rehusaría. Deanna le había contado que el esfuerzo de liderar la
resistencia la había agotado física y mentalmente y que iba a regresar a Betazed para cuidar de su hermano pequeño. De esa manera Spock la sucedería de manera interina
hasta las siguientes elecciones del Consejo
para elegir el nuevo presidente.
A bordo también se iban a producir
cambios en su tripulación. Los conflictos que habían sacudido a la Federación
habían provocado que ahora la Flota Estelar tuviera que reestructurarse para
reconstruirse. A Beverly le habían ofrecido un puesto en el departamento Médico de la Flota y ella había
aceptado. Riker también dejaban la Enterprise:
tomaría el mando de la USS Titan, que en unos meses sería la
primera nave en salir de nuevo de Utopia Planitia, hasta entonces Deanna
pasaría algún tiempo con su madre en su planeta. Worf sería enviado a Qo’noS como embajador de la Federación
a petición del canciller Martok, quien le había acogido en su casa como a un hermano.
Wesley también partía a bordo de las naves de la Nueva República que regresaba a su galaxia para proseguir la guerra
contra el Imperio, su objetivo ahora era Coruscant. Geordi permanecería a bordo, pero en aquel momento estaba en las Instalaciones
Médicas de la Flota en San Francisco, donde habían ingresado a su madre. Rescata de su cautiverio en
la Base Llegada Uno, donde había permanecido desde que su nave, la USS Hera,
fuera atacada en el 2370. Data se convertiría en su número uno, quien ya estaba
preparándose para regresar a Barkon IV
y realizar una misión antropológica. El planeta había sido ocupado y su
población esclavizada, así que ahora quería corregir aquella intromisión
cultural, quedando los barkonianos
bajo su protectorado. Su misión era evaluar los daños en su cultura y la manera
de repararlas.
Picard se sirvió una copa de vino ya
en su camarote. Más allá del mamparo se extendía la Tierra, de nuevo un mundo
libre. Por suerte la batalla por el sistema Solar no había sido tan sangrienta como se esperaba gracias a que Daran
había abandonado el puesto de mando en el momento del ataque, lo que había
provocado el caos entre los defensores. Algunos puestos ni siquiera habían
disparo al no recibir la orden correspondiente. Aun en otras los combate, como
en el Dique Espacial o en el Cuartel General de la Flota habían sido
encarnizados, donde la 84º Brigada Mixta habían sufrido el cincuenta por ciento
de bajas. Y así podía seguir durante horas. Se había vertido tanta sangre,
buenos hombres, muchos aún muy jóvenes, para que volviera a brillar la luz de
la libertad en el resto de la galaxia. ¿Pero cuantas almas habían quedado
heridas? ¿Cuánto tiempo tardarían aquellas cicatrices abiertas en sanar?
– Capitán tiene un mensaje desde la embajada romulana
en la Tierra – le interrumpió Daniels
desde el puente. Picard ordenó que se lo pasaran a su camarote y segundos después
apareció el rostro el pretor Hiren en la pantalla.
–
Capitán Picard me han informado que pronto parte de nuevo hacia las estrellas.
–
Nos han asignado una nueva misión, así es, pretor.
–
Solo quería decirle que hice llegar la carta que escribió el almirante Jarok a su hija
inmediatamente después de liberar Romulus.
–
Se lo agradezco.
–
No hay de qué. Sabe, yo conocí a Jarok. Siempre pensé que fue un hombre que se
equivocó en sus métodos.
–
Él creía que hacía lo mejor, para nuestros dos mundos.
–
Sí. Pero eran tiempos distintos, muy distintos. Solo quería que supiera esto,
capitán. Le deseo suerte en sus viajes. Y espero que nos veamos pronto.
–
Yo también lo espero pretor.
Dicho
lo cual la imagen se Hiren fue sustituida por el águila Romulana, con los dos
mundos agarrados entre sus garras, lo que le recordó las represalias contra los
remanos.
Toda
destrucción lleva en su interior el cambio. Recordó Picard en aquel momento. Aquello
era parte de la filosofía de los efrosian:
todo caos conlleva el orden. El primer encuentro con los romulanos y los humanos había sido con una nave de igual nombre a
la suya. Algunos años después la guerra entre las dos razas había provocado doscientos años de tensión y guerra
fría. Ahora aquello había acabado, los dos pueblos habían dejado de mirarse con
recelo y caminarían juntos hacia un futuro. Nadie sabía como sería ese futuro,
pero estarían juntos y eso ya era lo importante. Tras la oscuridad, siempre
resurgía la luz.
Vulcano
La
lanzadera descendió hasta el espacio puerto de la capital, los transportadores
de la base estelar aún no habían sido reparados. Eso le permitió observar los
daños en la superficie: edificios dañados por los bombardeos y los restos destruidos
de la maquinaria enemiga. La guarnición había resistido tenazmente el asalto
hasta que le llegaron noticias de la caída de la Tierra. Y ahora el esqueleto
gris y chamuscado de los muros de la fortaleza imperial aun podía verse en la árida planicie que se extendía más allá de
la ciudad de ShiKahr.
En
la terminal cogió un vehículo aéreo y mientras se dirigía hacia uno de los
barrios residenciales del extrarradio, su pasajero pensó en lo dura que
resultaba la vida en aquel planeta y supo del porqué de la antipática forma de
ser vulcana. Él que su raza había evolucionado en el frío de Andoria. Le dejó frente una casa baja rodeada de un jardín, tenía
la puerta abierta y entró en el interior. En uno de los lados, resguardado del
sol por una tapia, había una hilera de macetas con exuberantes plantas y al
otro lado del patio un pequeño circuito de agua con mecanismos que se
accionaban por el peso del propio líquido desplazado. Era una estampa bucólica.
–
Disculpe, ¿quien es usted? – preguntó una voz desde su espalda.
Al
girarse el andoriano pudo ver una
joven vestida con una túnica de brillantes verdes debajo del arco de entrada. Lo
primer que pensó fue en lo hermosa que era aquella mujer de orejas puntiagudas.
–
Soy el capitán Deilog, de la USS Lagrange – se preguntó respetuoso y
se quitó la capucha que le cubría la cabeza.
–
¡Está herido! – exclamó la vulcana
compasiva.
–
Estoy casi repuesto, la antena se
regenerará sola – explicó este señalando a la cabeza. Esta había sido segada
durante una explosión, después de que la nave atravesara el escudo que protegía
la base estelar planetarias de Bolarus
habían disparado los torpedos contra
el generador del escudo. Todo había transcurrido tan rápido que solo la rapidez
del ordenador hizo que sobrevivieran: tras la destrucción de su objetivo se
activó de manera automática los transportadores,
que habían trasladado a sus cinco oficiales que ocupaban el puente hasta un
punto alejado del espacio puerto. Allí habían esperado que las tropas de la Nueva República llegaran hasta su
posición, justo cuando estaban siendo atacados por un destacamento de soldados de asalto. Para sus
subordinados Ozbilici
y Watkins, su rescate llegó demasiado tarde.
»
Estaba admirando su jardín – indicó Deilog para apartar los dolorosos recuerdos
de la muerte de sus amigos.
–
Para hacerlo se siguieron los patrones de Kresstassa
– explicó esta tras desvanecerse el recelo inicial en su mirada. Dielog supuso
que ver el uniforme de la Flota, el mismo que había vestido su padre, la había
tranquilizado.
–
¿Es usted T’Mira? – preguntó.
–
Así es.
–
Le traía esto – indicó el andoriano que se sacando un padd de uno de los bolsillos de la capa que llevaba para protegerse
del calor generado por los soles del sistema –. Su padre me pidió que se la
entregara poco antes de caer luchando contra el Imperio.
La
joven hizo un gesto de sorpresa y cogió temerosa el padd al tiempo que esgrimía
una sonrisa de sorpresa e ilusión, que dejó al andoriano pasmado ante tal
visible despliegue de sentimientos.
–
¿Le conoció? – le preguntó se ocultar en su rostro gran curiosidad.
»
A mi padre – puntualizó la mujer ante el mutismo del recién llegado.
–
Apenas unas horas – respondió Deilog aun atónito.
–
Cuénteme, ¿cómo era? – dijo esta tomando asiento en las escaleras de entrada a
la casa, bajo la sombre y estrechando el padd entre las manos, sin haberlo
leído, pero como si fuera el mayor tesoro de todo el universo. En sus ojos
Deilog podía ver emoción.
–
Era su padre. ¿No le conocía? – preguntó perplejo.
–
Nunca se casó con mi madre. Un pon farr
desafortunado. Esta no seguía precisamente los preceptos de la lógica de Surak para controlar nuestros sentimientos. Mi padre en cambio sí.
Apenas le vi unas pocas veces, brevemente, aunque me felicitaba por mi
aniversario. Pero siempre fue muy, lógico.
»
Siéntese a mi lado, por favor. Y cuénteme.
–
Fue un gran guerrero. Honorable y generoso hacia otros – explicó con sinceridad
el andoriano que esbozó una sonrisa sentándose junto a la joven y empezó a
relatarle el fugaz encuentro que tuvo con el comandante Skock de la Base
Estelar 220 mientras el Imperio Galáctico invadía la Federación.
La
conversación le alargó toda la tarde y T’Mira le invitó a cenar, preparando una
sopa de plomeek.
Bajor
Era un día caluroso,
pero una brisa fresca hacía que el paseo por los exuberantes jardines del monasterio de Tozhat fuera agradable. Era un lugar
bucólico, los árboles se alzaban hacia el cielo azul, las plantas germinaban
junto a los caminos de arena, donde se habían erigido tótems cuadrados con las
efigies de antiguos monjes. Allí Zahn se había citado con Lepira, que apareció vestido
con una túnica de un monje, a su lado caminaba una niña que llevaba alegre un
ramillete de flores.
– Cariño, ¿por qué no
le llevas esas flores a mamá? – le dijo Lepira a la niña cariñosamente. Este le
besó en la frente y la niña salió corriendo hacia el monasterio.
– ¿Tú hija?
– La pequeña Sul –
dijo con orgullo.
– No sabía que tenías
una.
– Por seguridad
estaba escondida con la familia de mi esposa – explicó –. Me ha sorprendido que
quisieras verme.
– A mí me sorprendió
que te convirtieras en monje.
– En cambio para mí
era el camino natural – respondió con placidez en su rostro. Zhan nunca había
visto aquello en el antiguo agente corelliano
del ubictoriado, siempre frío y
calculador –. Mi misión ya ha concluido y no estoy dispuesto a seguir siendo lo
que era.
– Continuas
trabajando para la milicia de Bajor
– le recordó Zahn.
– Estoy en paz, pero
aun he de redimir muchos de los actos que cometí durante mi servicio al Emperador – dijo este con serenidad.
Zahn podía ver en su rostro una tranquilidad que en cierta manera envidiaba –.
Pero no estás aquí para eso.
– Cierto. Quería
preguntarte por la otra profecía. No estoy aquí en misión oficial. El gobierno
de Bajor ya ha procurado zanjar este
asunto con la Federación y la Nueva República. Pero yo tengo
curiosidad. En Laredo hablaste de cuatro textos, pero solo pronunciaste los dos
primeros. Y cuando Vantorel anunció su decisión de desertar, hablaste del
tercero.
Lepira se detuvo sobre
un pequeño puente que cruzaba un canal que surcaba el jardín entre los altos y
frondosos árboles. El agua corría por debajo, y su rumor inundó de calma aquel
instante.
– “Dos hombres serán tocados por los Profetas.
El segundo surgirá entre los guerreros de blancas armaduras para conducir a
estos fuera de Bajor sin causar destrucción y sufrimiento a su pueblo. Su
corazón no está corrupto del todo por el odio y en su interior alberga la
necesidad de buscar su lugar entre las estrellas. Los Profetas alentarán ese deseo,
pero su destino entrelazo con Bajor está” – repitió Lepira.
» Siempre creí que ese hombre sería Vantorel. No solo era
el único con capacidad de mando para liderar una parte importante de tropas y naves
imperiales y hacer que le siguieran. Además es un hombre muy inteligente, y
tenía una cualidad única: de entre todos ellos estaba lleno de curiosidad.
Cuando le conocí supe que era el único capaz de cambiar de alguna manera su pagh,
su alma, su camino. Cuando le pusieron al mando del sector donde se encontraba
Bajor supe definitivamente que sería él, así que me preocupé de acercarme a él,
de serle útil y así ganarme su confianza.
– “Pero su destino entrelazo con Bajor está” – repitió Zahn.
– Desconozco el significado de esa
última parte – respondió Lepira –. Pero que permanezca en esta galaxia
significa que volveremos a ver a Vantorel. Un buen motivo para ayudar a la milicia
bajorana.
– ¿Y la cuarta?
Lepira miró a su antiguo mentor con
detenimiento, preguntándose si podía decírsela. La cuarta profecía solo la
conocían él, Laren, su hermano el general Alhana Rez, y el hijo de este, que
había trasladado el Libro de los Kosst Amojan desde Tozhat a la capital el día de
la retirada de las fuerzas imperiales. Pensó si Zahn era digno de conocer aquel
secreto, y recordó que este había cambiado por el amor que sentía hacia Arana
mucho tiempo atrás. Como él mismo había sido transformado por los Profetas.
Supo que era digno de confianza.
– ¿Conoces a los Pah-wraith?
– Sé que se sospecha que están
relacionados con la muerte de la kai Winn
y con los Profetas del agujero de gusano – recordó Zahn sobre la noticia de la
desaparición del capitán Sisko justo después del fin de la ocupación.
– Son los enemigos de los Profetas,
también son llamados los Espíritus de Fuego o Falsos Profetas. Son seres
incorpóreos con grandes poderes y cuya naturaleza maligna hizo que fueran
expulsados del Templo Celestial hace
mucho tiempo. Dos poderosos facciones alienígenas enfrentadas desde hace
milenios en una lucha entre el bien y el mal.
» “Cuando los guerreros de
blancas armaduras lleguen a Bajor, la kai
tendrá en su poder el Libro de los Kosst Amojan con la intención de liberar a los Falsos Profetas de su encierro en la
Cueva de Fuego. El Libro ha de ser
preservado hasta que el segundo tocado por los Profetas deje Bajor. Entonces ha
de ser devuelto a la kai, para que el juego del Emisario pueda continuar y ella encuentre su redención”.
» Yo formé parte del destacamento
que apresó a kai Win en su residencia durante la invasión. Me apoderé del Libro:
un objeto sagrado que según se dice era la única llave conocida que podía abrir
las puertas del lugar del encierro de los Falsos Profetas. Lo traje aquí. Donde
permaneció custodiado hasta que Rez, el general Alhana, se lo devolvió a Win,
como así nos dijeron que hiciéramos.
»
Lo que sucedió después solo es mera especulación. Encontraron la runabout
que había utilizado Sisko en la órbita del planeta, y su transportador mostraba
un único uso: la entrada de las Cuevas de Fuego. Allí encontraron el cadáver de
Win. Creemos que gul Dukat, quien
había sido el gobernador cardassiano
de Bajor durante la ocupación y que se
sabe que veneraba a los Pah-wraith,
quería liberarlos. Según la profecía Win debió de intentar impedírselo y murió.
Creemos que fue Sisko quien impidió que Dukar los liberara.
»
Suponemos que los Profetas querían que eso ocurriera así, a pesar de la
invasión. De allí las profecías del vedek Alhana Joram. Aunque por desgracia desconocemos
que le pudo ocurrir al Emisario, pero sí que fue por designio de los Profetas.
–
¿Joram, escribió más cosas?
Lepira
le miró en silencio y al cabo de un rato, esgrimió una sonrisa en sus labios. En
ese momento hizo un gesto extraño: acercó la mano a la oreja de Zahn, la apretó
suavemente y cerró los ojos.
–
Tu pagh es fuerte, viejo amigo. Los
Profetas están contigo – dijo como en un trance, después le soltó la oreja y
sonrió con una expresión de felicidad, al encontrarse con un viejo amigo
inesperadamente –. Y Laren me matará si no te invito a comer, tiene muchas
ganas de conocerte, le he hablado mucho de ti. Además los pétalos de las flores
que he recogido antes dan un toque fresco a la ensalada. Te gustará.
Hizo
un ademán señalando al monasterio, cuyas cúpulas aparecían erguidas y majestuosas
entre las copas de los árboles del jardín. Los dos antiguos miembros del
ubictorado, la más temida de las herramientas creadas por el Emperador
Palpatine, se dirigieron hacia este, ambos redimidos.
Academia
de la Flota, San Francisco
En
el Auditorio Almirante Forrest aun
estaban desplegados los estandartes de los planetas que dos días antes habían
celebrado allí la ceremonia por los caídos en las guerras. Aunque en aquella
ocasión quienes ocupaban el aforo no eran dignatarios o altos oficiales, sino
los cadetes que iniciaban el curso 2378. Nada debía de detenerse y nuevas
generaciones de oficiales que vistieran el uniforme de la Flota Estelar debían
de empezar a formarse con rapidez.
Los
susurros del auditorio se apagaron cuando en el escenario apareció un oficial vulcano, creándose gran expectación
entre los asistentes.
–
¡Cadetes! ¡En pie! – ordenó con un grito y segundos después todos aquellas muchachas
y muchachos estaban levantados y firmes. Durante unos segundos el teniente,
cuadrado sobre el escenario les estuvo observando, clavándoles una mirada fría
y penetrante, como si sondeara sus pensamientos –. ¡El comandante en jefe de la
Flota Estelar!
Tras
el anuncio todos miraron hacia la puerta por donde había aparecido aquel oficial
y segundos después aparecieron varios almirantes, entre ellos estaba el
responsable y superintendende Bullock
y encabezando el grupo Owen Paris, que
se dirigieron hacia el centro del escenario. Quien había guiado a la Flota desde
su peor derrota, hasta una victoria aplastante contra el Imperio Galáctico, tenía un caminar tranquilo y reposado, el poco
cabello blanco le daba un aspecto de sabiduría. Se detuvo tras un atril,
flanqueado por los otros almirantes y durante unos instantes observó a los
asistentes, con una mirada lánguida y comprensiva, pero en sus facciones podía
verse una férrea voluntad.
–
Siéntense, por favor – dijo con tranquilidad y los presentes hicieron lo propio
–. Es costumbre que el comandante en jefe de la Flota de la bienvenida a los
cadetes de primer año, como ustedes. La Tierra
y la Federación acaban de salir de
dos guerras cruentas que han segado las vidas de muchos buenos oficiales. Todos
ellos dieron sus vidas por los ideales de la justicia, de la paz, de la
igualdad y de la libertad. Ustedes son herederos de esos ideales por los que
lucharon y murieron entre las estrellas aquellos que les precedieron.
»
Su promoción es para mí muy especial, porque representa que esas vidas no se
perdieron en vano. Significa que esos valores permanecerán y pasarán a una
nueva generación de oficiales honorables y justos. Hace 400 años un general
victorioso dijo las siguientes palabras al final de otra costosa guerra: “Hoy las armas guardan silencio. Una gran
tragedia ha terminado. Hemos conocido la amargura de la derrota y la alegría de
la victoria. Y de ambas hemos aprendido que no hay marcha atrás. Sigamos
adelante y conservemos en la paz lo logrado por las armas”.
»
Ustedes son los herederos de esa paz que tantas vidas costó. Ustedes han de preservar
esa paz ganada con tanto esfuerzo. Y simplemente recordarles que la misión de
la Flota Estelar es la exploración de nuevos mundos, nuevas formas de vida y
nuevas civilizaciones, de llegar donde ningún otro hombre ha llegado antes.
»
Ese es su destino, cadetes.
Y
con aquellas palabras el almirante Paris dejó la tarima y salió del escenario
entre los aplausos. Cuando este se hubo marchado, el oficial que había entrado
antes se dirigió hacia el centro del escenario.
–
Bien cadetes, soy el teniente Kinis,
el responsable de su curso. En los padds
que les han entregado en la entrada tiene asignados sus habitaciones y la lista
de asignaturas de este trimestre. No crean que lo tendrán más fácil que en
cursos anteriores, el profesorado les exigirá el mismo nivel que siempre se ha
buscado en esta Academia: el de los
mejores. Ahora vayan a sus habitaciones y dentro de una hora tendrán su primera
clase.
Los
cadetes se levantaron y se dirigieron hacia la salida.
–
¡Jonua!, ¡Jonua! – le llamó Zöe Archer –. ¿Que habitación te han asignado?
–
Una doble, la 28-AA – respondió este mirando el padd.
–
Perfecto, estamos muy cerca.
–
Esa también es la mía – intervino un chico que se había sentado al lado de
Jonua y que tenía una protuberancia que le subía por la nariz hasta la frente
–. Seremos compañeros.
–
Jonua Zahn – se presentó y le alargó la mano con una gran sonrisa.
–
Icheb. Un placer – replicó este.
Cuarteles
de la Flota, San Francisco
El
tribunal estaba formado por tres almirantes de la Flota: Brand, T’Lara y Bennett que como Juez General lo presidía. Los presentes estaban de pie para
escuchar la sentencia.
–
Este tribunal ha escuchado su declaración, capitán. Así como los alegatos del
fiscal y los de su defensa – empezó diciendo el juez Bennett con gran
solemnidad –. Como comandante usted ha asumido todos los delitos que bajo su
mando haya realizado la Lokonor y su
tripulación. La acusación, tras estudiar sus diarios de a bordo y nuestros
registros ha presentado un solo cargo: la destrucción de un transporte civil ligoniano en la fecha estelar 54776.3 durante el ataque final a Ligon II. Según los propios sensores la nave no estaba armada y mostraba
ochocientas formas de vidas. Como ha indicado su defensa, usted obedecía órdenes
e informó de las circunstancias a sus superiores. Pero las leyes de la Federación no aceptan en crímenes de
guerra el alegato de obediencia debida. Como recogen los Estatutos de Alpha III que protegen las libertades civiles individuales: todo ser inteligente es responsable de sus actos, más allá del deber
y la obediencia, siendo su responsabilidad los hechos que realice.
» A sí mismo según las regulaciones
de la Flota Estelar los crímenes de guerra no prescriben y han de ser
castigados con suma dureza. Pero este tribunal tampoco puede olvidar que usted
se entregó voluntariamente, junto a su tripulación y que desertó de entre la
infame Armada del Imperio Galáctico. Aun así usted no se
ha declarado inocente de los cargos, sino que ha asumido cualquier castigo
sobre este u otros actos.
»
Capitán Seek Banzar este tribunal le condena a diez años de prisión por sus crímenes.
Aun así este tribunal quisiera recordar que aún estamos en guerra con el
Imperio Galáctico, por eso y utilizando las prerrogativas que nos ha otorgado
el Consejo de la Federación, le
conmutamos su pena mientras usted se ponga bajo las órdenes de la Nueva República y regrese a su galaxia
para luchar contra lo que queda del Imperio. ¿Está conforme el acusado?
–
Estoy conforme.
–
Entonces este tribunal cierra la sesión – concluyó Bennett golpeando la campana
que tenía sobre el estrado y los tres almirantes se levantaron.
–
Gracias, capitán – dijo Banzar girándose hacia su abogado defensor.
La
vista se había iniciado esa misma mañana, con la lectura de los cargos por
parte del fiscal. Ante la pregunta del tribunal, Banzar se había declarado
culpable de todos los cargos, descargando de cualquier implicación a su
tripulación. Aun así el capitán de la Minnow había solicitado hablar en su defensa. El discurso no había sido
largo, Grumby le había expuesto al tribunal las circunstancias de la destrucción
del carguero ligoniano, así como su disponibilidad de toda la tripulación para
unirse a la Nueva República tras su deserción. Luego el tribunal se había
retirado a deliberar hasta aquella tarde.
Claro
que también había intereses en aquella decisión judicial. A la armada de la
Nueva República le interesaba alistar en sus filas un experto en tecnología de
la Federación, como él lo era. Además la conmutación de su pena podía alentar a
otros a desertar del Imperio, así que se había dejado a parte todas las
operaciones militares en la que había participado, incluyendo la captura de
naves de la Vía Láctea, delitos que podían considerarse actos de piratería.
Para en aquel caso los juegos políticos le habían favorecido y Banzar no estaba
dispuesto a dejarlos perder. La presencia esa mañana del almirante Sesfa, el
moncalamari destacado en la Vía Láctea, era una prueba de su interés por el
caso. Por otro lado era un marinero, no sabía hacer nada más que viajar entre
las estrellas. ¿Y qué mejor hacerlo que bajo el pabellón de la Nueva República?
–
Hice lo que creí oportuno. Nada más – respondió Grumby
recogiendo la documentación y saliendo de la sala del tribunal.
–
Igualmente se lo agradezco.
»
¿Y ahora? – se preguntó Banzar en voz
alta, sin esperar ninguna respuesta. Estaban fuera del edificio, el sol se
ponía entre los edificios de la ciudad.
–
Mi nave parte mañana hacia el Imperio Romulano para ayudar en la reconstrucción de su infraestructura médica –
explicó el oficial federal.
–
Que nosotros destruimos – completó la frase Banzar con pesar.
»
He sabido que Bakura, mi planeta
natal, ya no forma parte del Imperio y ha firmado un acuerdo con la Alianza –
explicó cambiando de tema –. Enviaré a mi familia un mensaje informándoles que
ahora soy también soy oficial de la Nueva República y en cuanto mis nuevas
obligaciones me dejen, iré a visitarles.
–
¿Se arrepiente de haber desertado?
–
No – respondió rotundo Banzar –. Tal vez de no haberlo hecho antes. Pero en la
vida todo tiene su momento.
–
¿Le gustaría cenar esta noche conmigo? – le preguntó Grumby.
–
Será un placer capitán. En mi anterior estancia conocí un restaurante Segovia.
Era excelente.
San
Francisco, la Tierra
Ya
anochecía en la Ciudad de la Gran Bahía cuando Zahn entró en el apartamento que
Valerie tenía en el distrito de Richmond. No era muy grande, pero era perfecto.
Tenía un gran salón con un ventanal que daba a la zona de rascacielos, entre
estos se podía ver la bahía. Había unos sofás, estanterías para los libros de
Valerie, un replicador y una mesa
para comer. A la derecha del salón estaba el dormitorio y el baño, a la
izquierda otra habitación para los chicos. Aun no habían acabado de
desempaquetar y las cajas estaban amontonadas. Alguien les había regalado un extraño helecho ledoniano que reposaba junto a
la cristalería.
–
¡No prepares nada que nos vamos a cenar fuera! – le gritó desde el cuarto de baño.
–
Vale – replicó Zahn con cierto fastidio, no le apetecía salir, tan solo tirarse
en el sofá y estar un rato tranquilo con Valerie. Pero aquello era la vida en
pareja, tener que hacer cosas que no tenía ganas, ceder, compartir. Y eso sinceramente
lo encontraba extraño. Pero valía la pena –. ¿Me he de cambiar?
–
¿Cómo vas?
–
Con el uniforme de diario – replicó este mirándose lo que llevaba. Llegaba de
una reunión en los Cuarteles de la Flota,
al otro lado del puente Golden Gate y por tanto vestía como
comandante de la Nueva República: pantalón
gris arena, chaqueta del mismo color en forma de chaleco que dejaba ver una
camisa azul profundo. Aquello también era un fastidio, con su nuevo destino en
la Embajada en la Tierra, pero como enlace de Inteligencia, ya no podía llevar
su uniforme negro como a bordo de la Far
Star.
–
Entonces no hace falta que te cambies – replicó esta sacando la cabeza por la
puerta del baño, le sonrió y a Zahn aquello le fue suficiente para que la noche
fuera a ser genial –. ¿Por cierto, como ha ido la reunión?
–
Bien, rutina. En una semana parten las naves estelares hacia mi galaxia y aun
quedan cosas que la princesa Leia
quería dejar claras. Vantorel tiene bajo su mando una importante cantidad de
naves, hombres y material y que ese remanente permanezca intacto le preocupa.
Por cierto, ya nos ha dicho quien será el embajador de la Nueva República para
la Vía Láctea.
–
¡Ah sí! ¿Quién es?
–
El general Baacam Grafis, fue responsable de suministros y armamento durante la
época de la batalla de Yavin. Eso
demuestra el interés que tiene mi gente hacia la Federación.
–
¿Estaba en el Consejo Rebelde,
verdad? – le interrumpió saliendo del baño, ya arreglada. Llevaba una chaqueta
negra, con un camisa blanca y unos pantalones ceñidos que le daban un aspecto
esbelto y elegante.
–
Estas… preciosa – dijo Zahn mientras se acercaba y la besaba –. ¿A dónde vamos?
–
Es una sorpresa – contestó con una sonrisa pícara –. Por cierto, estas
guapísimo.
–
Mientes muy bien, cariño. ¿A dónde vamos?
–
Te he dicho que es una sorpresa – replicó con una sonrisa pícara y dicho esto
Valerie presionó su comunicador que llevaba en la solapa de la chaqueta –. Aquí
la comandante Archer a Centro de Control de San Francisco. Transporte para dos,
código Alpha-Delta-81. Energía.
Los
dos se desvanecieron del apartamento, materializándose en el Quantun Café. A su alrededor pode ver a
Zöe y a Jonua con relucientes uniformes de cadetes, Treson Moritz, Carl
Vandell, Seeriu Ajaan, Owen Rio, el doctor Elan Sel’Sabagno, Al-Ger-To, Drahk, Nierval, Chatto y gran número de otros
oficiales y tripulantes de la Far Star, que alzaron las copas para
brindar en su honor. Zahn miró a Valerie sorprendido.
– No iban a marchase, sin hacerte
una fiesta de despedida – explicó esta con una sonrisa de oreja a oreja.
Fin…
Gracias por todos los buenos ratos que he pasado leyendo el relato, me ha gustado especialmente la forma en que has respetado los "hechos basicos" de la historia de la Federacion (la desaparicion de Sisko, la retirada del Dominion con la marcha de Odo, el regreso de La Voyager,etc,,,) solo alterando lo justo para que encajen en la trama sin fisuras que modifiquen lo que conocemos. Lo dicho, me ha encantado y espero nuevos relatos con ilusion... Pero descansa un poco¡ no debe ser facil idear y planificar todo eso :)
ResponderEliminarEn realidad gracias a ti, Bel y al resto de lectores, por tener la paciencia de haber leído este relato. Que hayas disfrutado de la lectura ya es la mayor de las recompensas para mí como autor.
EliminarMe alegro que te gustara como he cerrado los círculos sobre personajes y tramas. Esta semana publicaré un pequeño artículo sobre, precisamente, ese respeto por los “hechos básicos” que comentas.
Además os haré un pequeño regalo con un par de escenas extras que no se incluyeron en el relato y otras que están inconclusas por no casar bien en la trama principal o no saber cómo encajarlas.
Descansar, claro, un día de estos. Llevo tanto tiempo escribiendo este relato, que ahora solo estoy pensando en su continuación.
Un fuerte saludo.
Una gran obra que respeta y enlaza con precisión los dos universos. Muchas gracias.
ResponderEliminarHola Qqqqqqqqq,
EliminarTe agradezco que pienses eso de mí Crossover Star Trek – Star Wars. Soy fan de ambas sagas y quería acercarme a ellas con el mayor de los respetos. Aunque desde mi punto de vista.
Te recomiendo que también leas los relatos, más cortos, del Jedi Perdido y sombre todo el complemente para la USS Spirit.
Gracias a ti por leerlo.
Un fuerte saludo,
Ll. C. H.
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