Laredo
Primera parte.
La
Far Star
Jonua
dejó vasos y una jarra de agua sobre la mesa y luego se retiró de la sala de
reuniones. Sentados alrededor de la gran mesa estaban los jefes de sección de
la nave rebelde, así como el comandante del escuadrón de cazas que en aquel
momento estaban destinados a bordo de la Star.
Zahn siempre se sentía extraño en aquellas circunstancias. Nunca había deseado
servir en una nave y ni mucho menos ser capitán de una. Pero la vida estaba
llena de sorpresas y él ya se había llevado alguna. La mayoría desagradable,
tenía que admitir.
Como
cualquier unidad bajo el pabellón de la Alianza la tripulación era una amalgama
de seres, cada uno de lo más variopinto y de procedencia muy dispar. Un ejemplo
de ello era su jefe de ingenieros Carl Vendell, quien había sido el responsable
de iniciar el motín que había permitido a la tripulación entregar la nave a la
rebelión durante el viaje de pruebas tras su construcción en los Astilleros de Propulsores de Kuat. Era
un tipo grande, robusto, con un gran corazón y aun mayor bromista, e incapaz de
ganar en una partida de sabacc. A su
lado estaba la navegante Seeriu Ajaan, una iktotchi
de cráneo amplio y rojizo que acababa en dos cuernos que le caían sobre los
hombros, que le daba un aspecto algo demoníaco. Se había unido a la lucha
contra el Imperio muy joven, tras salir de la Academia Naval de su planeta, era
callada y muy reflexiva, seguramente por su capacidad telepática. Otro
alienígena de su oficialidad era Drahk, un keldor que mandaba el pequeño destacamento de comandos de elite. Y bajo la
máscara antiox y las gafas que le protegían de la atmósfera rica en oxígeno de
a bordo, había un tipo parcheado por todo el cuerpo debido a las heridas que
había recibido a lo larga de su carrera en la rebelión. El jefe médico era el
doctor Elan Sel’Sabagno, un balosar que durante su juventud había
traficado con varas letales en Coruscant, pero que una noche se había
dado cuenta que tenía que regresar a su casa y cambiar su vida. Después de eso
había terminado la carrera de medicina y con el tiempo se unió a la rebelión
para hacer algo útil por los demás. Owen Rion era su artillero, procedente de
una adinerada familia del centro de la galaxia que tan solo buscaba aventura,
había encontrado su vocación ideal en la rebelión. Finalmente Treson Moritz era
el segundo al mando. Marino mercante alderaaniano,
formaba parte de la organización clandestina liderada por Bail Organa que iba a convertirse en el germen de la flota de la
rebelión ya mucho antes de la destrucción de su mundo por la Estrellade la Muerte. Era un tipo excelente y Zahn reconocía que sin él, de la Far Star no podría ser una de las mejores
naves de la flota. En realidad él tendría que ser el capitán, aun así se
mantenía en segundo plano encargándose de que se siguieran las normas y
procedimientos navales. Además era capaz de conseguir cualquier tipo de
suministro, teniendo en cuanta el escaso material con que contaba la rebelión a
la hora de abastecer a sus fuerzas. Pero sobre todo su mejor cualidad era el
trato con la tripulación: todo un líder a pesar de su carácter introvertido.
Todos eran hombres y mujeres, alienígenas excelentes, que sin ellos sería
incapaz de comandar aquella nave.
El
último oficial presente era el responsable del escuadrón de cazas, el cual iban
cambiando cada cierto tiempo, y que en aquel turno le tocada al escuadrón Rancor, equipados con Ala-X. Su comandante era el mayor
Nierval, un dug con el que ya había
servido en varias ocasiones. Sus cazas fueron los segundos en adoptar el
concepto de escuadrón sin perfil de misión establecido, siguiendo los pasos del
Rogue Squadron del comandante Skywalker, héroe de Yavin. Y aunque había una buena relación entre aquellos dos
escuadrones de caza, existía cierta rivalidad en demostrar quién era el mejor
dentro de la rebelión. La característica más vistosa que tenían era la de haber
pintado en sus morros las fauces de una de las gigantescas criaturas rancor.
–
El alto mando comprende la importancia de localizar a Daran y sus naves en el
plazo más breve posible – empezó a explicar Zahn –. Sobre todo ante la
importante batalla que se avecina para el desenlace de esta guerra civil. Por
desgracia necesitan todas las naves y cazas disponibles. Por tanto nos han
encomendado la misión de encontrar esas naves e informar inmediatamente
después.
–
¿Solos? ¿No nos envían con más naves? – preguntó Rion.
–
Ninguna más, por el momento. Si llegara el caso, podrían enviar un grupo más
numeroso y más escuadrones de caza. Pero no antes de averiguar dónde está Daran
y que está tramando.
–
¿Tiene algún plan para localizar a ese gran moff Daran? – preguntó entonces Nierval con curiosidad.
–
Sí. Y para nosotros no será complicado – respondió Zahn mirando a Vendell. Ya
había hablado con su ingeniero jefe sobre lo que tenía pensado y este estaba de
conforme.
El
Persilla
–
Todas las cubiertas están revisadas y aseguradas – informó Vresk, su oficial de
seguridad andoriano a bordo de la Sutherland.
Había intentado defender la nave del asalto de las tropas imperiales y había
terminado con una de sus antenas amputadas, y ahora precariamente vendada –.
Hemos desarmo a los guardias y junto a la tripulación los hemos encarcelado en
la bodega uno.
»
La doctora Golwat del Gettysburg ha reunido a los heridos
en la enfermería y los camarotes de la dotación. También hemos encontrado en
una de los almacenes más pequeños numeroso equipos tecnológicos de la Federación.
La teniente T’Shanik los está
inspeccionando para ver si puede encontrar algún sistema de comunicaciones o
fabricar uno.
–
Gracias teniente, dígale a T’Shanik que informe de sus progresos – replicó la
capitana Elizabeth Shelby
satisfecha. La nave estaba en su poder sin un solo disparo y habían hecho más
de doscientos prisioneros. En apenas unos momentos habían pasado en ser
cautivos a guardianes, aun así tenían el mismo futuro incierto que antes.
La
que una vez fue primera oficial de la USS Enteprise-D durante la incursión borg en el 2367 a la
Federación, se giró hacia el pequeño grupo que formaba el primer ministro
bajorano, la coronel Kira de la milicia bajorana que vestía uniforme de la
Flota, el cambiante que les había liberado y el médico de Deep Space Nine. Les había conocido a través de su amiga Jadzia Dax durante las estancias de la Sutherland en antigua estación
cardassiana. Pero durante las mismas siempre había estado muy ocupada y salvo
una cena que había celebrado el capitán Sisko
y que habían asistido el doctor Bashir, apenas sí había hablado con la coronel
Kira y mucho menos con el reservado Odo. A los primeros se los había encontrado
en la bodega de carga después de ser apresados y trasladados desde la
inutilizada y asaltada Sutherland.
Había sido capturada junto a la mayor parte de su tripulación y tenía ante sí
un futuro penoso bajo el cautiverio de aquel enemigo que solo había revelado
que era implacable. Les había tratado con severidad durante su captura,
ejecutando a varios heridos graves y hacinándoles en aquella bodega sin
alimentos ni agua, ni unas mínimas condiciones higiénicas. Y aunque había sido
limpiada, el olor que impregnaba los mamparos, no dejaba ninguna duda que ya
había sido utilizado para trasladar a otros prisioneros con anterioridad. Pero
de golpe, y contra todo pronóstico, la escotilla de entrada se había abierto
apareciendo el condestable Odo. Pensó que era irónico que les liberara un
miembro de la raza de los Fundadores
del Dominion, los mismos que hasta
hacía pocas semanas era sus más encarnizados enemigos. Este los condujo hasta
el puente, encontrando a sus antiguos captores inconscientes en los pasillos y
estancias, que tras organizar a diversos grupos habían sido inspeccionadas para
apresar al resto de la tripulación y liberar a los prisioneros. Entre los que
también se encontraban los capitanes Stanley
del Venture
y Peterson de la Hornet,
pero como ella era la que mejor conocía a la primera oficial de DS9, se había
convertido en el enlace entre estos y el resto de miembros de la Flota Estelar.
Shakaar había mandado una de las
células de la resistencia durante la ocupación cardassiana de Bajor tan solo siete años antes y alrededor de su liderazgo
se habían agrupado cerca del centenar de milicianos bajoranos que también estaban en las bodegas como prisioneros. Habituados a
la lucha en la clandestinidad parecía que se hubieran recuperado más
rápidamente del shock de ser capturados y liberados de manera tan súbita.
Además había sido Odo su liberador, quien servía con el uniforme bajorano, por
lo que estos habían tomado la iniciativa de tomar el control de los
acontecimientos y de aquella nave imperial.
Ciertamente
su futuro era aún incierto.
–
Parece que viajamos con el piloto automático – dijo el médico que estaba
observando la consola de pilotaje frontal –. La cuestión es saber hacia dónde.
–
Lo primero que hemos de hacer es variar el rumbo – sugirió el dirigente
bajorano –. Y alejarnos del lugar hacia donde nos dirigimos.
–
Estoy de acuerdo – replicó la oficial bajorana –. El problema es que no sabemos
cómo funcionan los mandos.
–
Yo podría intentarlo. Vi como lo hacían – intervino Odo señalando la posición
derecha de la consola –. Esta es la de navegación. Creo que esto es la
computadora…
–
¿Por qué no preguntan a esa cosa metálica? – sugirió Shelby señalando al
androide que les había estado siguiendo todo el rato, como un perro faldero.
–
Bueno, yo no estoy programado para la astrogación…
– dijo el androide frente a la consola instantes después.
– Tan solo has de traducir – le
indicó Bashir –. ¿Qué es esto?
–
Los controles de dirección para velocidades sub-lumínicas.
–
¿Y esto?
–
La computadora de navegación.
–
¿Y esto de aquí? – preguntó Kira señalando los controles que había entre los
dos asientos.
–
Son los sensores de proximidad. Si detectaran cualquier masa en nuestra
trayectoria cortan la hipervelocidad
inmediatamente.
–
¿Con que podemos cambiar nuestro rumbo? – siguió preguntado Bashir.
–
Eso lo desconozco, señor – replicó el androide con desazón en su voz metálica
por no poder satisfacer aquella demanda.
–
¿Y porque no nos detenemos simplemente? – sugirió Shakaar.
Tras
localizar los controles, desactivaron los motores de hiperespacio y la nave
desaceleró hasta detenerse en medio del espacio.
Bashir
estudió con el androide los controles y en pocos minutos empezó a leer el
alfabeto gracias a la resecuenciado
en ADN que había sufrido de pequeño. Aunque ilegal en la Federación, sus padres
le habían alterado su capacidad cerebral cuando era pequeño y ahora tenía una memoria eidética y una gran capacidad
para realizar cálculos matemáticos de manera casi instantánea. Siempre lo había
ocultado para evitar la vergüenza y las posibles limitaciones profesionales que
eso acarreaba, pero hacía varios años se había descubierto la verdad por
casualidad y desde entonces había aprendido a utilizar sus habilidades de
manera más abierta, por lo menos con sus amigos.
–
Estos son los paneles de navegación y este de aquí controla el timón. Aquella
consola es de tácticas y aquella de allí comunicaciones.
–
Impresionante – exclamó Shelby –. ¿Sugiere que nos comuniquemos con otros
efectivos de la Flota?
–
Yo no lo recomiendo – intervino Shakaar –. No sabemos cuál es el estado de la
seguridad en las comunicaciones. El enemigo podía conocer nuestro paradero y
todo esto no hubiera servido de mucho.
–
¿Qué propone entonces? – preguntó Odo.
–
Localizar donde estamos y dirigirnos al sistema más cercano.
–
Estoy en ello – dijo entonces Bashir, que estaba sentado en la consola de
navegación intentando acceder a sus cartas astrográficas. No tardó mucho, el
lenguaje que el androide de protocolo había denominado galáctico básico, era sencillo y el ordenador no contaba con muchos sistemas
de seguridad. Lo que le sorprendió fue encontrar el símbolo de la Federación en la mayoría de mapas.
Pronto localizó su posición en el cuadrante Beta, no lejos de la frontera klingon dentro del territorio federal y no
lejos de un sistema deshabitado.
Gagarin IV
Una
pareja de cazas TIE con su
característico sonido del motor de iones sobrevoló el cañón donde se alzaba el
complejo de la Estación de Investigación Genética Darwin. Procedían del crucero Oráculo
que había
penetrado en el sistema escoltando varias lanzaderas Lambda y Sentinel,
y que rápidamente se habían desplegado en la superficie y desembarcado un
destacamento de asalto.
La
pequeña colonia había sido rápidamente tomada por los stormtroopers, y justo
detrás de estos aparecieron numerosos técnicos que se repartieron por todos los
edificios, arrestando a los científicos y empezando a inspeccionar las
instalaciones y los datos del ordenador central. Aunque se había intentado
destruir la base de datos no lo habían logrado del todo y los imperiales,
especialmente entrenados en la tecnología de los Nuevos Territorios, enseguida
reconstruyeron los chips isolineales
de memoria. La represalia no se hizo esperar y fueron ejecutados todos aquellos
que no estaban en las listas que traían consigo el destacamento de asalto.
Poco después una corbeta corelliana CR-90, utilizada
extensamente como nave personal de altos oficiales que estaban interviniendo en
la invasión a los Nuevos Territorios, también salió del hiperespacio. Estas
eran rápidas, estaban bien armadas y su espacioso y lujoso interior permitía
mantener equipos e instalaciones de mando completas.
La
corbeta aterrizó junto a las instalaciones y de ella descendió el coronel Yulen
y los técnicos kaminianos que
enseguida inspeccionaron los laboratorios. Aunque la clonación estaba prohibida
en la Federación, así como las manipulaciones genéticas, la estación Darwin era una de las más avanzadas en su campo,
sobretodo en la investigación de enfermedades genéticas y en sus tratamientos
en humanoides, por lo que los kaminianos tenían mucho interés en obtener sus
conocimientos.
Los
expertos imperiales en clonación permanecieron en Gagarin IV algunos días
investigando e interrogando en el terreno a los científicos, antes de embarcar
y trasladarse a su siguiente destino.
Weyoun salió de la estancia donde ahora
restaban los restos pulverizados de la líder que tanto amaba y que había
servido fielmente desde hacía nueve clones, bueno por lo menos casi todos
ellos. Observó a los jem’hadars del
puente que le observaban inquisitivos. La noticia que les iba a comunicar haría
que todos se suicidaran y seguramente le inmolarían a él también. Eso era algo
que no podía permitir. Gracias a Damar
ya no habría futuros Weyouns que sirvieran al Dominion lealmente, que obedecieran a los Fundadores en sus más
ínfimos deseos. Por lo menos si no podía remediarlo. Solo uno de sus clones
había sufrido un defecto, que en ocasiones ocurría, una mancha en su vida de
fiel servicio al Dominion. Aunque no a los Fundadores.
Tal vez Weyoun 6 no había estado tan equivocado al buscar refugio con Odo. Como cambiante no estaba enfermo como el resto de sus congéneres y obviamente estaría vivo, era tan inteligencia, como cualquier otro Fundador, aunque él negara ese término, toda su estructura molecular y su matriz era parte de la Gran Unión. En realidad, en aquel momento era el último de su especie sano. Y debía servirle, como sus anteriores clones habían servicio a los suyos.
Solemne
se colocó el dispositivo visual en la cabeza, para demostrar que tenía el
control de la situación, y activó el comunicador para que toda la dotación
pudiera escuchar lo que tenía que anunciarles.
–
La líder ha muerto – anunció solemnemente al resto de soldados del jem’hadar.
Estos se miraron unos a otros. Si hubiera sido telépata hubiera podido leer en
sus mentes la idea de acabar con sus vidas.
»
¡Pero, aún queda un cambiante vivo!
– continuó con rapidez y las miradas de todos se centraron de nuevo en el vorta llenos de curiosidad –. La Gran Unión vive. El Dominion
sobrevivirá. Hemos de servir al Fundador Odo. ¡Larga vida a Odo! ¡Larga vida al
Fundador Odo!
–
¡Larga vida al Fundador Odo! – repitieron todos a coro.
“¡Sí,
sí, sííí!” gritó Weyoun en su interior mientras los jem’hadars gritaban una
y otra vez: ¡Larga vida al Fundador Odo!
–
Primero, ponga rumbo a las Badlands
– ordenó Weyoun tras unos instantes de vítores y gritos a favor de Odo –. Hemos
de localizar a los restos de la Flota Estelar.
–
Sí, señor.
La
nave de guerra viró y aceleró hasta alcanzar la velocidad de curvatura. Había
sobrevivido a la explosión de la luna de Cardassia, logrando junto a algunas
naves más poner a salvo a la líder del Dominion. Ahora su misión era hallar al
último de los Fundadores, el último de la gran extirpe de la Gran Unión.
Nueva
Fabrina
La capitana Aliana Breeder observó
con los prismáticos el aterrizaje de las lanzaderas. Su planeta había seguido
el ejemplo de Betazed y se había
abierto para impedir una destrucción innecesaria, de manera que las primeras
tropas empezaban a desplegarse en la superficie sin oposición. Aquellas
lanzaderas estaba acompañada por varias decenas de cazas y habían sobrevolado
la capital antes de plegar hacia arriba los alerones inferiores y posarse en la
gran plaza Yonada, situada frente al edificio de la asamblea gubernamental,
donde se había reunido el gobierno fabrini.
La suma sacerdotisa, título que ostentaban los presidentes desde que Natira creara el primer gobierno
electro tras su llegada a Daran IV,
estaba junto al resto de líderes políticos esperando en la explanada. Les
acompañaban además los representantes del orden público, como se había indicado
en el comunicado imperial recibido poco antes. Todos llevaban vestidos
coloridos, mientras que los guardias portaban sus sombreros negros en forma de
disco decorados con pequeñas joyas como marcaba la tradición. Cuando la primera
lanzadera se posó y desplegó la rampa descendieron dos docenas de soldados
cubiertos completamente con armaduras blancas y empuñado sus armas, rodearon a
los líderes de su pueblo. Una vez arrodillados aparecieron varias oficiales
vestidos de uniformes de tela gris que se dirigieron hacia la suma sacerdotisa.
La hicieron levantarse y cuando parecía que iban a hablar con ella uno de los
soldados disparó su arma contra esta.
– ¡Bastardos! – ladró el teniente
Oisle.
– No se preocupe, ya llegará nuestra
hora – le respondió con calma Aliana a su jefe de seguridad zaldan.
Ninguno de ellos los llevaba
uniforme, ella el vestido colorido y ligero tradicional fabrini, Oisle un
jersey azul de cuello abierto que no le diferenciaba de los miles de habitantes
de otras razas que vivían en la capital. Era necesario pasar desapercibidos, ya
que Aliana intuía que su destino habría sido el mismo que el de su suma
sacerdotisa si se hubieran quedado en la Base Estelar 276. La transmisión del almirante Hayes la había convencido que
debían continuar la lucha, aunque la Flora hubiera sido vencida y la Federación ocupada. O precisamente por
eso. Así que había borrado cuidadosamente todos los registros de los
ordenadores de la instalación que mandaba, saboteando su uso para impedir que
estuviera operativa de manera inmediata y se había mezclado entre la población
para pasar desapercibida. Tenían identidades nuevas y gracias al
superintendente estas podían ser verificadas en los archivos de Nueva Fabrina.
Había ocultado en lugares seguros armamento y el equipo que más adelante
podrían necesitar para luchar contra aquel nuevo enemigo, incluidas varias
lanzaderas y las runabouts de la base. Dividió a su tripulación en pequeños
grupos y estos fueron diseminados por todo el planeta con instrucciones de
hacerse pasar por refugiados llegados de otros mundos de la Federación y así
pasar inadvertidos. Para el resto de su mundo ellos habían abandonado las
instalaciones escoltando, con sus runabouts,
un carguero axanar que había partido
poco antes de la llegada de los invasores. Así que nadie les buscaría en el
planeta.
– Ya sabemos lo que queríamos –
indicó Aliana cuando el resto de representantes fueron conducidos al interior
de la lanzadera encañonados por los soldados y con los manos en la nuca.
El
Persilla
–
Un día y nada – dijo frustrada Shelby.
–
El básico es un idioma antiguo y ha recibido muchas influencias a lo largo de
los siglos, aprenderlo en un día es fácil – replicó Bashir sin poder ocultar la
frustración que sentía –. Pero hacer cálculos para la hipervelocidad es otra
cosa muy distinta.
–
¿Cómo va la construcción de ese sistema de comunicación? – preguntó Shakaar.
–
La teniente T’Shanik está
completando el transmisor – explicó Shelby con satisfacción –. En realidad
están haciendo las primeras pruebas, no les ha sido fácil convertir un modulador de resonancia polaron en un
codificador de onda subpesacial.
–
Espero que eso funcione – indicó Odo dejando claro por su expresión que
desconocían la dificultad que eso podía entrañar –. ¿Ya han pensado con quien
contactarán?
–
El capitán Stanley ha sugerido alterar las bandas subespaciales para disimular
una señal de socorro que pueda ser captada por una nave estelar.
–
¿No sería peligroso si fueran interceptadas por el Imperio? – advirtió Shakaar.
Había estado en presencia del almirante que había invadido el sistema de Bajor
y por lo que había intuido este conocía muy bien su historia reciente, era de
suponer que el resto de sus enemigos conocerían también la tecnología de su
galaxia.
–
¡Aquí se ha encendido una luz roja! – dijo entonces Kira. Julian se levantó de
la consola de navegación y se dirigió hacia donde estaba esta.
–
Este es el tablero de sensores. Según esto se aproxima algo a gran velocidad.
–
¿El qué? – preguntó Odo.
Bashir
hizo un rápido vistazo al tablero y tecleó unas órdenes en el panel. Segundos
después una pantalla se encendió y apareció el objeto que se aproximaba.
–
Tenemos problemas – anunció Bashir –. Se acerca un crucero klingon.
–
¿Podemos comunicarnos con ellos? – preguntó Shakaar.
–
En menos de un minuto entraremos en el radio de acción de sus armas – confirmó
Bashir.
Shelby
asintió y sin mediar palabra salió del puente.
–
¡Haga algo, lo que sea, señales con las luces si es necesario! – sugirió Kira
desesperada.
–
¡Exacto! – exclamó Bashir que se dirigió hacia el tablero de ingeniería. Y sin
perder tiempo empezó a encender y a apagar todas las luces de la nave, una y
otra vez.
IKC
Ya’Vang
–
No han alzado los escudos.
–
Entonces morirán – replicó Kornan,
el oficial táctico que había asumido el mando tras la muerte del comandante y
del primer oficial –. Listos los disruptores
y torpedos de fotones.
El
crucero klingon de la clase Vor’cha había estado destacado en
los últimos meses en la frontera cardassiana luchando contra el Dominion, donde
había luchado contra el jem’hadar en muchos combates. Poco después del
restablecimiento de las líneas tras la liberación de la estación DS9 en el sistema Bajor, y debido a las
bajas sufridas entre su tripulación durante la Operación Return, la nave
había recibido un numeroso grupo de remplazo procedente del pájaro de presa Rotarran, que había
capitaneado el general Martok
durante las primeras batallas de la guerra. Tras el ataque imperial a
territorio klingon el Ya’Vang fue enviado de regreso para
defender sus planetas.
–
Recuerda que solo podemos hacer dos disparos – puntualizó Tavana, la jefa de
ingenieros.
–
¡Entramos en el radio de acción de las armas!
–
¡Fuego! – ordenó Kornan apretando el puño con furia. Iba a hacer pagar a
aquella nave enemiga la derrota en Boreth.
El Ya’Vang se sacudió cuando el
primer torpedo salió de la proa de la nave, mientras la consola de armamento
del puente estallara en una pequeña nube de humo. En el exterior el torpedo de
fotones no se activó correctamente e impactó en la nave enemiga sin que su
cabeza de guerra detonara.
–
¡Te lo dije! – gritó Tavana –. Se
han fundido los controles de tiro.
–
Da igual – le quitó importancia Kornan –. Apuntaremos manualmente.
El
crucero de batalla viró en redondo y se preparó para otra pasada.
–
¡Estamos recibiendo un mensaje! – anunció el responsable de operaciones que
estaba en la consola de comunicaciones.
–
No les servirá de nada querer rendirse – replicó Kornan lleno de rencor. Había
visto como una tras otra las naves klingons caían bajo el fuego enemigo sin que
pudieran hacer nada. Quería sangre, quería vengarse.
–
Dicen que son oficiales de la Flota Estelar que han capturado esa nave –
informó este con cierta incredulidad.
–
No me lo creo – respondió Kornan.
–
¿Cómo es eso posible? – se preguntó Tavana.
–
Un momento… ¡No disparen! – gritó el artillero de abordo.
–
¿Qué ocurre? – preguntó Kornan.
–
Las luces se encienden y se apagan – dijo Alexander,
hijo de Worf.
–
Sí, ¿y qué?
–
Están diciendo SOS. Es una llamada
humana de auxilio – explicó este –. El mensaje tiene que ser cierto.
–
El muchacho nos ha traído suerte. Se crio entre humanos – dijo Tavana, que
había acabado considerando a Alexander como un hermano pequeño.
–
La nave enemiga tampoco ha alzado escudos ni respondido el ataque. El mensaje
puede ser cierto – recordó Leskit,
que aún conservaba el collar hecho con hueso del cuello cardassianos. Era un
guerrero valeroso y temido, no rehuía la lucha, por lo que no sus sugerencias
no debían de tomarse a la ligera.
Kornan
tenía la mirada clavada en Alexander, al que conocía de cuando los dos servían
a bordo de la Rotorran. Era tan
patoso que se había convertido en la mascota de la nave, todos decían que les
traía suerte, pero también tenía valor, como había demostrado en más de una
ocasión y era inteligente, aunque a la manera humana. Luego miró a la pantalla
con la nave enemiga paralizada en medio de la nada. Si no tenían razón
igualmente sería destruida.
–
Preparen un equipo de abordaje – ordenó.
El
Persilla
Si
el proyectil hubiera detonado al impactar contra el casco de la nave, este no
hubiera podido absorber la explosión. Pero esta nunca se produjo y la nave no
se desintegró consumida por la detonación de la carga de anti-materia del
torpedo de fotones.
Kira
observó como el crucero giraba y regresaba a cargar de nuevo contra la nave y
pidió a los Profetas que les
ayudaran. No era la primera vez que se había enfrentado a los klingons, siempre belicosos, ya antes
de que invadieran Cardassia su presencia
por DS9 no había pronosticado nada
más conflictos, como la ocasión que habían intentado minar el acceso al sistema
de Bajor. Y aunque aliados durante la guerra contra el Dominion su
comportamiento había provocado más de un incidente en la estación. No tenía
nada en su contra, pero nunca había entendido la fascinación que tenía Jadzia por aquella cultura pendenciera que
adoraba la violencia, el honor y el ruido. Ahora iba a terminar sus días por
culpa de estos. Y cuando pensaba que la nave klingon les daría el golpe de
gracia esta se detuvo enfrente a ellos. Amenazadores, pero sin atacarles.
Segundos después escuchó como se
materializaba un transporte en el mismo puente. Se giró agarrando
instintivamente el arma que había capturado a uno de los soldados y apuntó al
klingon que se materializaba a su lado. Sorprendiéndose al ver al hijo de Worf:
Alexander Rozenko.
–
¡Coronel Kira! – dijo este igualmente sorprendido y se giró para observar quien
más estaba en el puente –. ¡Doctor Bashir, Odo!
–
Bienvenidos a bordo caballeros – replicó Bashir con una sonrisa de oreja a
oreja. Había calculado que tenían una oportunidad contra cinco millones
trescientas ocho de que aquello saliera bien. Y había acertado.
USS
Guadalajara
–
Volvemos a tener energía en todas las cubiertas – le anunció su jefe de
ingenieros. Para el capitán Martín Bernal aquella era la primera buena noticia
en muchos días –. Escudos al 89%, armamento reparado y listo.
La
Guadalajara había participado
activamente en las primeras operaciones durante la guerra contra el Dominion,
siendo seriamente dañada durante el ataque en el que habían tomado el sistema Kalandra a principios del 2375.
Tras su reparación en los astilleros demantenimiento de Próxima, el alto mando les había vuelto a asignar el
equipo científico completo y enviado en una misión más tranquila para permitir
que descansaran. Desde entonces habían estado buscando una vacuna para un virus
que estaba asolando varias colonias betelgeusians
fuera de la frontera federal. Al iniciarse los ataques contra la Federación
habían recibido órdenes de dirigirse y proteger Bellatrix V junto a otras naves estelares. Desgraciadamente había
llegado tarde y en ese momento el enemigo había destruido ya una de sus
compañeras y estaba acabando con otra.
Bernal
ordenó máxima velocidad y se dirigió directamente contra las naves atacantes,
no podía hacer nada por las cinco que yacían destruidas o varadas en la órbita
del planeta, pero sí por la Arquebus,
la única que quedaba operativa. Cogiendo por sorpresa al enemigo logró
neutralizar una pequeña cañonera y dañar con una salva completa de torpedos de
fotones la nave más grande y presumiblemente la que estaba al mando del ataque.
Aprovechando la confusión creada con su llegada, logró rescatar los
supervivientes del resto de las naves estelares y dar tiempo a la Arquebus de poder pies en polvareda y
alejarse del sistema. Para entonces la línea enemiga se había rehecho y
empezaba a cerrar el cerco en torno a él, disparando a discreción sobre la Guadalajara, y aunque lograron alcanzar
a varios enemigos, en la refriega estos le habían dañaron sus escudos y la
carena secundaria de energía. Pero el camino estaba libre y Bernal no podía
hacer nada por la suerte de los habitantes de Bellatrix. En su órbita los resto
de la Al Najid, el Konkordium, la Arok, la Sel’veg y la Jaquilex demostraban que la Flota Estelar se había batido como
auténticos leones.
No
lejos del sistema se reunió con la Arquebus,
que había recibido una fuerte paliza, aunque por suerte aquellas pequeñas naves
de la clase Sabre eran muy resistentes. Ahora las dos supervivientes
estelares esperaban concluir las reparaciones y dirigirse hacia la Base Estelar Earhart, cuando los sensores detectaron varias naves que se
aproximaban.
–
¿En qué situación está nuestra compañera? – preguntó Bernal.
–
Ha sellado las grietas del casco y reparado su reactor – informó su primer
oficial –. Pero aún no ha recuperado el control total del ordenador y su
parrilla de escudos está tan fundida como ayer.
–
Protejamos a la Arquebus – ordenó
Bernal al timonel.
–
Las naves acaban de entrar en el alcance visual.
– En pantalla – indicó tranquilo y
ante sus ojos aparecieron tres cruceros de guerra gorns. En sus condiciones aquellos eran un adversario imposible de
vencer y además más rápidos que ellos, por lo que tampoco podían huir.
–
¿Qué querrán? – se preguntó en voz alta la joven timonel.
–
Pronto lo sabremos – le respondió Bernal y para sus adentros esperó que no
fueran en busca de los restos del botín que representaba la derrota de la
Flota.
USS
Enterprise-E
–
Detecto tres naves en órbita – informó Daniels al entrar en el alcance visual
del sistema Malurian. Era un lugar
apartado, aun dentro del territorio de la Federación que en el 2267 había sido
aniquilando toda forma de vida, incluida la civilización Malurian, por la sonda Nomad. Desde entonces tan solo una
pequeña estación médica conocida por
el nombre del sistema, de manera que su encuentro iba a pasar desapercibido –.
Son el Hood, el Gandhi y la Bozeman.
–
Salude a nuestro viejo amigo DeSoto
– le dijo Picard mirando a Riker con cierta complicidad. Poco después el
capitán del Hood apareció en pantalla.
–
Veo que le gusta llegar puntual – dijo este con una sonrisa de satisfacción –.
Y que no ha perdido a nadie. Y con ello incluyo a William.
–
No lo hubiera permitido – replicó Picard continuando la broma.
–
Me alegro de verle, capitán – intervino Riker.
–
Yo también – replicó DeSoto, dicho lo cual se giró hacia Picard –. ¿Le importa
que nos reunamos en su nave? Mi sala de observación se ha convertido en un
almacén.
–
Será un honor.
–
Dentro de media una hora, todos los capitanes. DeSoto fuera.
Poco
después las naves recién llegadas se colocaron en órbita al cuarto planeta del sistema
Malurian.
El
transportador zumbó y en la plataforma se materializaron dos oficiales. El
veterano capitán Morgan Bateson se
relajó al completar aquella rutinaria operación que no siempre le hacía gracia
y miró hacia la sala para averiguar a quien habían enviado a recogerle. Se
alegró al saber quién era.
–
Querida consejera, es un placer volverla a ver – dijo bajando de la plataforma.
Se habían conocido siete años atrás, cuando la nave de Bateson había aparecido
de una grieta temporal procedente del 2278. Sin posibilidad de regresar a su
tiempo, la tripulación de la Bozeman
había recibido la ayuda de toda la dotación del Enterprise-D para empezar
a aclimatarse al siglo XXIV, siendo ella como consejera, quien coordinara
aquellos primeros traumáticos pasos.
–
El placer es mío capitán Bateson – dijo este con una gran sonrisa.
–
Morgan, por favor.
–
Entonces, usted ha de llamarme Deanna.
–
Deanna, pues – replicó este, quien se giró hacia su acompañante –. Le presento
a la comandante Archer, de la Inteligencia de la Flota.
–
Es un placer – replicó la consejera.
–
Igualmente – la respondió la oficial de inteligencia.
–
Una nave magnífica esta nueva Enterprise
– indicó Bateson ofreciéndole el brazo para escoltarla y salieron al pasillo en
dirección al turboascensor.
–
No se puede decir lo mismo de la suya, y me refiero a lo de nueva – puntualizó
Deanna.
–
La vieja Bozeman en realidad tiene
menos años de lo que aparenta – prosiguió la broma de la consejera –. Pensaron
que para que nos aclimatáramos mejor al nuevo siglo lo más adecuado era
mantenernos en la misma nave. La modernizaron, pudieron solventar los problemas
que ocasionaron la retiraron del resto de naves de la clase Soyuz, nos gustó
y aquí estamos. Por cierto, no les dimos las gracias por su intervención contra
el borg.
–
No fue nada – dijo Deanna quitándole importancia –. Lo bueno es que hicimos
algunos buenos amigos. Y ¿cómo se encuentran sus hijos, nietos y biznietos?
–
El mayor murió el año pasado. De viejo – dijo sin pesar en sus palabras.
–
Lo lamento.
–
Yo no. O por lo menos eso es lo que me pidió en su lecho. Tenía ciento veinte años
y había sido oficial de la Flota como yo. Conocía los riesgos y se alegró de
volverme a ver en sus últimos años rodeado de sus hijos y nietos. Mis biznietos
– continuó Bateson –. Mientras que mi pequeño está en la colonia Norpin, tiene ciento doce y asistí a su cuarta boda, con
una ktarian esta vez. ¡Y de mis
nietos, la mitad sirven en la Flota! Desgraciadamente dos de ellos murieron luchando contra el Dominion – comentó
en un tono que mezclaba pena y orgullo –. Pero no debemos entristecernos, no se
lo merecen. Y finalmente tengo un biznieto en el último año de academia. Yo
mismo le di clases el trimestre pasado: historia. Soy un hombre feliz Deanna.
Me arrepiento de algunas cosas, sobre todo de cierto viaje a Risa, pero no de alistarme.
–
Ya hemos llegado – replicó al abrirse las puertas del turboascensor. Miró al
oficial que había nacido y criado más de cien años atrás y supo que no
necesitaba sus capacidades empáticas para ver a un hombre fuerte de mente y cuerpo,
orgulloso de su estirpe. La consejera pensó que aquel entusiasmo era lo que más
les hacía falta en aquel momento.
–
Entonces vamos a trabajar… – dijo este dirigiéndose hacia el observatorio.
Fueron
los últimos en llegar. Encabezando la mesa estaba Picard como anfitrión, a su
derecha estaba DeSoto, Teron-Iyero el capitán grazerite del Gandhi, Satelk, T’Yua y Wenz que habían llegado
con Picard, así como Peter Harkins,
del cuerpo de ingeniería y especializado en comunicaciones.
–
Capitán Bateson me alegro de volverle a ver – le saludó Picard indicándole el
asiento que había junto a Harkins.
–
El placer es mutuo – replicó el saludo y se sentó.
–
Comandante Archer, bienvenida – saludó a la última asistente a la reunión. Esta
asintió y se sentó en el último asiento libre, justo frente a Picard.
Cuando
estuvieron sentados todos volvieron las miradas hacia DeSoto. Incluso Teron-Iyero
y el mismo Bateson no sabían con certeza que estaba sucediendo. Lo última
comunicación de la Flota Estelar había sido tan críptica como corta. El
almirante Paris les había ordenado dirigirse a la Tierra para evacuar diversas
instalaciones como las de Investigación & Desarrollo de la Flota Estelar de Tokio especializadas en armamento, del Cuerpo de Ingenieros que había en Johannesburgo o de las oficinas
de Inteligencia de la Luna y seguir
las órdenes de DeSoto. Nada más.
–
Bien caballeros ahora ya estamos todos – inició DeSoto –. Imagino que tendrán
mucha curiosidad respecto al Operativo Omega. En realidad hasta unos días yo
tampoco conocía su existencia. Me informó personalmente el almirante Paris en la Tierra y ahora les informo a ustedes. Según
me dijo solo un grupo muy reducido dentro del Alto Mando tenían conocimiento de estas órdenes, de las que no hay
otro registro escrito de ellas, salvo la pequeña información que todos ustedes
pudieron consultar en sus ordenadores. La cual se borra si se intenta acceder a
ella sin el código que les entregué. Y nadie conoce el código salvo el
comandante en jefe de la Flota.
»
Ahora les pondré en antecedentes. Tras la batalla de Wolf 359 la Flota Estelar vio que las posibilidades que otro ataque borg tuviera éxito eran elevadas. Así
que inició los preparativos por si esto ocurriera y la Federación era
asimilada. El Operativo Omega era el último reducto que se tenía para
sobrevivir a su amenaza. Por lo menos su esencia y que esta no se perdiera para
siempre.
»
Estaba dividido en dos partes. La primera hace referencia a tácticas para
sobrevivir en un entorno dominado por el colectivo. Así como recursos y
tecnología desarrollada para tal evento. La segunda tiene una envergadura mucho
mayor.
»
Ante la eventual destrucción de nuestras bases y la asimilación de los planetas
miembros de la Federación, la Flota Estelar empezó la construcción secreta de
un número determinado de almacenes. Hay cientos en los lugares de lo más
insospechados y están repartidos por toda la galaxia conocida. Se guarda
material de todo tipo: suministros médicos, equipo de supervivencia avanzado,
repuestos para naves estelares, bases prefabricadas, vehículos, armas, recursos
tecnológicos, maquinaria pesada, replicadores industriales, casas
prefabricadas, instalaciones médicas completas, cualquier cosa que puedan
imaginar. Fueron construidos por el cuerpo de ingenieros o por compañías privadas que desconocían para que o que es lo
que estaban haciendo. Nadie hizo más de uno de estos almacenes y la Flota se
ocupó de que los registros de tales actividades, junto a sus emplazamientos,
fueran borrados de los bancos de memoria. Luego naves automatizadas se encargaban de llevar el material hasta allí:
transportaban el material y se volvía a borrar toda información de sus
archivos. Todo pensado para evitar que el borg pudiera apoderarse de ellos.
»
Para guardar las listas del material almacenado y su ubicación se utilizó un
ordenador que no estaba conectado a ningún otro. Yo mismo vi como el almirante
Paris lo incineraba con un phaser después de transferir parte de la información
a este padd – dijo alzando este de la mesa, donde lo había dejado al llegar –.
Según el almirante Paris no existe ninguna otra copia.
»
También me dijo que usted sabría cómo guardar esto de forma que no cayera en
manos del borg, ni de nadie más – le dijo a Picard. Este se quedó pensando un
segundo y presionó su comunicador.
–
Comandante Data, ¿puede venir un momento al observatorio? – poco después su
oficial científico entraba en la sala procedente del puente –. Quiero que
memorice la información de este padd. Es de vital importancia para el futuro de
la Federación. Ha de impedir que esta información caiga en malas manos. ¿Lo ha
entendido?
–
Sí señor – replicó este cogiendo el padd y en un segundo transfirió su contenido
a sus circuitos de memoria en su cerebro positrónico,
luego se lo entregó de nuevo a Picard –. Ya está capitán.
–
Gracias, señor Data. Puede retirarse, más tarde hablaremos con usted.
–
Bien, señor – respondió y salió de la sala.
–
Pero nosotros no hemos sido atacados por el borg – intervino entonces T’Yua
rompiendo el silencio que había provocado la entrada del androide.
–
Pero la Federación está en la misma disyuntiva – replicó Bateson que se dirigió
hacia Archer que había estado callada todo el rato –. ¿Sabemos algo más de
estos nuevos enemigos?
–
Capitanes, pertenezco a la Inteligencia de la Flota y estoy bajo el mando
directo del almirante Toddman, que
hasta hace poco era el responsable de la seguridad en el cuadrante Alfa – explicó –. Sabemos muy poco del enemigo, salvo que
no es la primera vez que nos lo encontramos. Lo descubrimos cuando los klingons
nos enviaron las primeras imágenes de sus naves para analizarlas. Hace nueve
años la Coventry, al mando de la
capitana Woronicz se topó con ellos.
–
Conocía a la capitana de esa nave – interrumpió Satelk –. Oficialmente la Coventry tuvo un fallo fatal en el
motor. Sin supervivientes.
–
En realidad detectó una nave no identificada mientras regresaba de su última
misión – aclaró Archer que cogió el otro padd que había traído consigo, apretó
un botón y en la pantalla surgió la imagen de una nave en forma de punta de flecha, con una estructura doble en la
torre de mando. Su forma y aspecto era genuinamente imperial y naves como esas
habían sido detectadas entre las fuerzas enemigas. Y se lo fue pasando al resto
de capitanes –. Envió esta imagen de sus sensores e informó que iba a realizar
un primer contacto. Después silencio. La Flota envió entonces a la Ajax,
pero tan solo pudo encontrar restos del casco y parte de la barquilla con
claras muestras de disparos de armas de energía. Se creyó entonces que la nave no identificada podía haber capturado
prisioneros y parte de la misma Coventry.
–
Creo que hoy podemos afirmar que así fue – sentenció Teron-Iyero.
–
¿Por qué no se informó al resto de la Flota? – preguntó Picard.
–
Desconozco con certeza esa respuesta – indicó Archer –. Por lo que he podido
deducir el estudio realizado a la imagen de los sensores y a los restos de la
propia Coventry, se pensó que sería
mejor no revelar la existencia de esta nueva amenaza hasta que no se supieran
más cosas de ella. Supongo que para no sembrar el pánico.
–
Gracias comandante Archer – replicó Picard sin poder ocultar cierto enfado. No
podía entender por qué se había decido no informar del suceso, tal vez no se
encontrarían en la situación en que se hallaban en ese momento. ¿Qué hubiera
ocurrido si se hubiera ocultado su encuentro con el borg en sistema J-25? Decidió no pensar en
ello, no se podía cambiar el pasado y era mejor centrarse en el presente y el
futuro. Se giró hacia DeSoto –. ¿Cuáles son las órdenes que recibió de Paris?
–
Por lo que sabía este nuevo enemigo no buscaba nuestra destrucción total, están
ocupando nuestros planetas, posiblemente para usar nuestros recursos. Por tanto
se modificó parte de la esencia del Operativo Omega. Si inicialmente era la
salvaguarda de la Federación, ahora lo que pretendemos es crear una resistencia
si la Flota era finalmente derrotada.
»
Lo primero será encontrar una base en un lugar apartado y empezar a prepararnos
para combatir a este nuevo enemigo. Pero no estaremos solos. Se enviaron
órdenes a otras naves e instalaciones de la Flota Estelar. Los astilleros de Beta Antares fueron
evacuados con sus diques secos y todo su personal, con el que debemos
encontrarnos en un lugar y fecha próxima. Hay otras tres naves: la Europe, la Janaran y el Lagrange con las que
también debemos reunirnos. El almirante me indicó que estaba formando otros
grupos completamente independientes al nuestro. Por seguridad no me informó de
más.
»
Me dio una fecha para ponernos en contacto con este y así empezar a pensar en
futuras acciones. Lo haremos a través de un sofisticado sistema de
comunicaciones – el capitán de la Hood
se dirigió hacia Harkins, que hasta hacía poco había liderado el Proyecto Pathfinder en San Francisco.
–
Señores, capitanes – dijo tras carraspear para aclararse la voz –. Hace algunos
años participé en el desarrollo del sistema Minotaur,
diseñado para ser prácticamente indetectable y a prueba de descifrado. El
almirante Paris me indicó que otros miembros del equipo que trabajó en el
proyecto estaban siendo evacuados, de manera que podemos explicar al resto de
las naves su funcionamiento.
–
¿Les informaron de cuáles eran las intenciones de Paris? – preguntó Wenz.
–
No sé exactamente lo que pretendía – respondió DeSoto –, reagruparnos y
preparar incursiones o esperar a un contraataque. Tal vez la comandante Archer
sepa más que yo.
–
El almirante Toodman también fue bastante escueto. Me ordenó evacuar nuestras
instalaciones con el personal y nuestras familias. Me entregó una serie de
objetivos a realizar en la medida de nuestra capacidad. En su mayor parte
observar al enemigo y analizar sus comunicaciones y su tecnología. Averiguar
todo lo que podamos de este en el menor tiempo posible. También me entregó
información detallada de diferentes operativos activos de inteligencia, así
como nombres de agentes y la forma de contactar con ellos con la intención de
mantener, crear y agrandar las redes de espionaje que tiene la Inteligencia de
la Flota.
–
¿Le dijo Paris quienes estaban enterados del Operativo Omega? – le preguntó
entonces Picard.
–
Como me ha dicho un grupo muy reducido. Se ideó para que la mayor parte de los
que participaron en su creación no supieran para que estaban trabajando
realmente.
–
Señores, hay otra cuestión de vital importancia que me gustaría comentar ahora
– anunció entonces Picard –. Antes de llegar recibí un mensaje por el Código 47 procedente de la Rhode Island. Había salido de Betazed
donde se había reunido el Consejo de laFederación. Estos eligieron al vulcano Lojal
como sucesor de Min Zife y a Lwaxana Troi como vicepresidenta.
Sabemos que el primero fue hecho prisionero, pero Troi escapó y por
consiguiente se ha convertido en la presidenta
de nuestro gobierno.
»
No sé cómo, pero Lwaxana la actual Presidenta Troi, sabía que yo estaba involucrado
de alguna manera con el Operativo Omega – un rumor planeó sobre los capitanes
–. Y he quedado que nos encontraremos con ella.
–
Tal vez Troi estaba enterada de la existencia del operativo – sugirió T’Yua –.
Si se quiere mantener la esencia de la Federación, se ha de pensar en mantener
también el elemento político de nuestras sociedades.
–
Es una conclusión lógica – confirmó Satelk.
–
¿Y qué hacemos con la llamada de la almirante Shanthi? – preguntó Wenz.
–
Nosotros estamos dentro del Operativo Omega. Nuestra prioridad es preservar la
esencia de la Federación – contestó DeSoto enérgico –. Y luego luchar para que
no se pierda. Conozco bien a Taela Shanthi – continuó con otro tono de voz más
resignado –. Es una guerrera nata, así lo demostró cuando serví bajo sus
órdenes durante las Guerras de la Frontera contra los cardassianos. Pero pude ver la batalla que se libró
junto al sistema Solar y deseo, pero no creo, que logren detener al enemigo. No
sin estar bien preparado. He pensado mucho en ello. Pero siete naves no
cambiarán el resultado de la batalla que se avecina, en cambio si esperamos y
conocemos quienes son, cuáles son sus puntos fuertes y los débiles, entonces
siete naves pueden marcar la diferencia. Hemos de conocerles tan bien como
parece que nos conocen ellos. Y entonces, solo entonces les venceremos. Por
ahora Shanthi no puede contar con nosotros. Si vence nos uniremos a ella. Si
no…
Un
silencio planeó por el observatorio. Nadie osó decir lo que todos pensaban.
–
Entonces creo que lo más lógico es buscar una base donde reagruparnos y
preparar la resistencia – intervino Satelk rompiendo el silencio –. ¿Alguna
sugerencia?
–
Deberíamos buscar un lugar apartado, pero que tampoco esté lejos de nuestro
territorio y de nuestra gente. He encontrado en los archivos unas cinco
posibles ubicaciones – explicó DeSoto.
–
Lo más lógico sería buscar alguno que no estuviera en los archivos – intervino
Saltelk –. Hemos de suponer que nuestros enemigos tendrán acceso a estos mismos
registros y tarde o temprano nos podrían localizar.
–
¿Y localizar un planeta nuevo? – preguntó Wenz –. Eso es lo que sabemos hacer
mejor: explorar la galaxia en busca de nuevos mundos. Pero nos podría llevar
tiempo.
–
Creo que no hará falta buscar, conozco un sitio – dijo Bateson y todas las
miradas se fijaron en el capitán del siglo anterior –. Hace años rescaté a la
tripulación un viejo carguero tellarite cerca del cúmulo Pléyades. Lo
extraño es que estaba en una zona donde no había ningún planeta habitado y ni
mucho menos una ruta comercial. Como transportaba un material que se utilizaba
para hacer los revestimientos de los reactores de aquella época, le presioné
para que me dijera de donde procedía. Me confesó que de una luna de clase M, de un sistema estelar situado
en el interior de la nebulosa Mérope.
Lo mejor del caso es que según nuestros mapas ese planeta no tiene ninguna
luna. El tellarite lo descubrió por
casualidad y aprovechó que nadie más conocía su existencia para intentar hacer
una pequeña fortuna. Según me contó el sector fue explorado por una sonda
vulcana de largo alcance y cuando las naves llegaron hasta allí, nadie se fijó
en aquel pequeño satélite, todos iban a estudiar el cúmulo.
–
Conozco la zona, cuando era oficial a bordo del Exeter hicimos un estudio
antropológico de seguimiento de los… dolets, una civilización pre-industrial
proto-boliana que se encuentra en
una de los planetas del cúmulo – explicó Wenz –. Pero no estuvimos mucho tiempo
en el sector, es una zona con pocos planetas habitables.
–
Creo que es un lugar perfecto para nuestros planes, ¿no? – dijo Picard.
–
Yo estoy de acuerdo – le apoyó DeSoto.
–
Disculpe mi curiosidad capitán Bateson – intervino Satelk arqueando una de sus
cejas –. ¿Y no informó a la Flota Estelar del error en sus mapas?
–
No lo creí oportuno – respondió con naturalidad –. Además, el tellarita me
suplicó que no lo hiciera, era la primera vez que tenía suerte y quería aprovechar
su hallazgo para ganar algo de dinero, me aseguró que luego anunciaría su
localización. Sus certificados de venta eran auténticos, me ocupé de
verificarlo y no era algo de prioridad para la Flota. Por eso no dije nada. No
volví a pensar en ello hasta que me lo encontré en Deep Space 4 algunos años
después regentando un restaurante. Su fortuna no duró mucho, ya que tan solo
había una pequeña veta de mineral y se agotó enseguida. Y en mi siguiente
misión tuve el encuentro con el capitán Picard, que todos conocen. Como
comprenderán en aquel momento no estaba para pensar en una luna que faltaba en
los mapas.
–
Gracias por saciar mi curiosidad, capitán – replicó Satelk satisfecho.
–
Entonces, si todos estamos de acuerdo instalaremos nuestra base de operaciones
en… – empezó a decir DeSoto –. Por cierto, ¿cómo se llamaba la luna o el
planeta?
–
El tellarite la bautizó Laredo – explicó Bateson.
–
Me gusta – expresó T’Yua.
–
Entre la tecnología que el almirante Paris me ha entregado hay unos
dispositivos que borran las coordenadas de los archivos de navegación, para
evitar que caigan en malas manos y descubiertas nuestros movimientos – comentó
DeSoto –. Creo que deberíamos empezarlos a utilizar desde ahora mismo.
–
Todos conocemos el contacto del capitán Picard con los romulanos y no podemos desperdiciar a ningún aliado para luchar
contra este Imperio. Por muy antiguo enemigo que sea – sugirió Wenz –. Por
tanto estaremos de acuerdo que nuestra supervivencia depende en que nos
ayudemos unos a otros. Propongo que busquemos otras naves que hayan sobrevivido
a la invasión. Ya sean federales, klingons o romulanas. Cualquiera que esté en
nuestra misma situación.
–
Es un razonamiento muy lógico – le apoyó Satelk.
–
Entonces ¿qué les parece si hacemos esto? – intervino DeSoto –. El Hood, el Gandhi y la Bozeman nos
dirigiremos a Laredo, para preparar las instalaciones y acomodar las familias
que llevamos. Creo que he de decir que nuestras naves están abarrotadas tanto
de personal, como de material. La Enterprise
podría acompañarnos antes de encontrarse con la Rhode Island y la presidenta Troi. El Valkyrie puede ir al
encuentro de las naves que vienen desde Beta Antares y los conduce hasta
nuestra base en el cúmulo Pléyades. La Tirpiz
podría ir en busca de la Europe. Mientras
que el Jupiter podría hacer lo propio con la Janaran y el Lagrange que traen el equipamiento que necesitamos en Laredo. ¿Qué
les parece?
–
No tengo inconveniente – respondió Picard –. Y si quieren pueden trasladar
parte del personal y el equipo adicional que transportan.
Continuará…
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