domingo, 20 de marzo de 2016

Crossover Star Trek - Star Wars. 9

Capítulo 3
Laredo
Primera parte.


La Far Star

            Jonua dejó vasos y una jarra de agua sobre la mesa y luego se retiró de la sala de reuniones. Sentados alrededor de la gran mesa estaban los jefes de sección de la nave rebelde, así como el comandante del escuadrón de cazas que en aquel momento estaban destinados a bordo de la Star. Zahn siempre se sentía extraño en aquellas circunstancias. Nunca había deseado servir en una nave y ni mucho menos ser capitán de una. Pero la vida estaba llena de sorpresas y él ya se había llevado alguna. La mayoría desagradable, tenía que admitir.
            Como cualquier unidad bajo el pabellón de la Alianza la tripulación era una amalgama de seres, cada uno de lo más variopinto y de procedencia muy dispar. Un ejemplo de ello era su jefe de ingenieros Carl Vendell, quien había sido el responsable de iniciar el motín que había permitido a la tripulación entregar la nave a la rebelión durante el viaje de pruebas tras su construcción en los Astilleros de Propulsores de Kuat. Era un tipo grande, robusto, con un gran corazón y aun mayor bromista, e incapaz de ganar en una partida de sabacc. A su lado estaba la navegante Seeriu Ajaan, una iktotchi de cráneo amplio y rojizo que acababa en dos cuernos que le caían sobre los hombros, que le daba un aspecto algo demoníaco. Se había unido a la lucha contra el Imperio muy joven, tras salir de la Academia Naval de su planeta, era callada y muy reflexiva, seguramente por su capacidad telepática. Otro alienígena de su oficialidad era Drahk, un keldor que mandaba el pequeño destacamento de comandos de elite. Y bajo la máscara antiox y las gafas que le protegían de la atmósfera rica en oxígeno de a bordo, había un tipo parcheado por todo el cuerpo debido a las heridas que había recibido a lo larga de su carrera en la rebelión. El jefe médico era el doctor Elan Sel’Sabagno, un balosar que durante su juventud había traficado con varas letales en Coruscant, pero que una noche se había dado cuenta que tenía que regresar a su casa y cambiar su vida. Después de eso había terminado la carrera de medicina y con el tiempo se unió a la rebelión para hacer algo útil por los demás. Owen Rion era su artillero, procedente de una adinerada familia del centro de la galaxia que tan solo buscaba aventura, había encontrado su vocación ideal en la rebelión. Finalmente Treson Moritz era el segundo al mando. Marino mercante alderaaniano, formaba parte de la organización clandestina liderada por Bail Organa que iba a convertirse en el germen de la flota de la rebelión ya mucho antes de la destrucción de su mundo por la Estrellade la Muerte. Era un tipo excelente y Zahn reconocía que sin él, de la Far Star no podría ser una de las mejores naves de la flota. En realidad él tendría que ser el capitán, aun así se mantenía en segundo plano encargándose de que se siguieran las normas y procedimientos navales. Además era capaz de conseguir cualquier tipo de suministro, teniendo en cuanta el escaso material con que contaba la rebelión a la hora de abastecer a sus fuerzas. Pero sobre todo su mejor cualidad era el trato con la tripulación: todo un líder a pesar de su carácter introvertido. Todos eran hombres y mujeres, alienígenas excelentes, que sin ellos sería incapaz de comandar aquella nave.
            El último oficial presente era el responsable del escuadrón de cazas, el cual iban cambiando cada cierto tiempo, y que en aquel turno le tocada al escuadrón Rancor, equipados con Ala-X. Su comandante era el mayor Nierval, un dug con el que ya había servido en varias ocasiones. Sus cazas fueron los segundos en adoptar el concepto de escuadrón sin perfil de misión establecido, siguiendo los pasos del Rogue Squadron del comandante Skywalker, héroe de Yavin. Y aunque había una buena relación entre aquellos dos escuadrones de caza, existía cierta rivalidad en demostrar quién era el mejor dentro de la rebelión. La característica más vistosa que tenían era la de haber pintado en sus morros las fauces de una de las gigantescas criaturas rancor.
            – El alto mando comprende la importancia de localizar a Daran y sus naves en el plazo más breve posible – empezó a explicar Zahn –. Sobre todo ante la importante batalla que se avecina para el desenlace de esta guerra civil. Por desgracia necesitan todas las naves y cazas disponibles. Por tanto nos han encomendado la misión de encontrar esas naves e informar inmediatamente después.
            – ¿Solos? ¿No nos envían con más naves? – preguntó Rion.
            – Ninguna más, por el momento. Si llegara el caso, podrían enviar un grupo más numeroso y más escuadrones de caza. Pero no antes de averiguar dónde está Daran y que está tramando.
            – ¿Tiene algún plan para localizar a ese gran moff Daran? – preguntó entonces Nierval con curiosidad.
            – Sí. Y para nosotros no será complicado – respondió Zahn mirando a Vendell. Ya había hablado con su ingeniero jefe sobre lo que tenía pensado y este estaba de conforme.


El Persilla

            – Todas las cubiertas están revisadas y aseguradas – informó Vresk, su oficial de seguridad andoriano a bordo de la Sutherland. Había intentado defender la nave del asalto de las tropas imperiales y había terminado con una de sus antenas amputadas, y ahora precariamente vendada –. Hemos desarmo a los guardias y junto a la tripulación los hemos encarcelado en la bodega uno.
            » La doctora Golwat del Gettysburg ha reunido a los heridos en la enfermería y los camarotes de la dotación. También hemos encontrado en una de los almacenes más pequeños numeroso equipos tecnológicos de la Federación. La teniente T’Shanik los está inspeccionando para ver si puede encontrar algún sistema de comunicaciones o fabricar uno.
            – Gracias teniente, dígale a T’Shanik que informe de sus progresos – replicó la capitana Elizabeth Shelby satisfecha. La nave estaba en su poder sin un solo disparo y habían hecho más de doscientos prisioneros. En apenas unos momentos habían pasado en ser cautivos a guardianes, aun así tenían el mismo futuro incierto que antes.
            La que una vez fue primera oficial de la USS Enteprise-D durante la incursión borg en el 2367 a la Federación, se giró hacia el pequeño grupo que formaba el primer ministro bajorano, la coronel Kira de la milicia bajorana que vestía uniforme de la Flota, el cambiante que les había liberado y el médico de Deep Space Nine. Les había conocido a través de su amiga Jadzia Dax durante las estancias de la Sutherland en antigua estación cardassiana. Pero durante las mismas siempre había estado muy ocupada y salvo una cena que había celebrado el capitán Sisko y que habían asistido el doctor Bashir, apenas sí había hablado con la coronel Kira y mucho menos con el reservado Odo. A los primeros se los había encontrado en la bodega de carga después de ser apresados y trasladados desde la inutilizada y asaltada Sutherland. Había sido capturada junto a la mayor parte de su tripulación y tenía ante sí un futuro penoso bajo el cautiverio de aquel enemigo que solo había revelado que era implacable. Les había tratado con severidad durante su captura, ejecutando a varios heridos graves y hacinándoles en aquella bodega sin alimentos ni agua, ni unas mínimas condiciones higiénicas. Y aunque había sido limpiada, el olor que impregnaba los mamparos, no dejaba ninguna duda que ya había sido utilizado para trasladar a otros prisioneros con anterioridad. Pero de golpe, y contra todo pronóstico, la escotilla de entrada se había abierto apareciendo el condestable Odo. Pensó que era irónico que les liberara un miembro de la raza de los Fundadores del Dominion, los mismos que hasta hacía pocas semanas era sus más encarnizados enemigos. Este los condujo hasta el puente, encontrando a sus antiguos captores inconscientes en los pasillos y estancias, que tras organizar a diversos grupos habían sido inspeccionadas para apresar al resto de la tripulación y liberar a los prisioneros. Entre los que también se encontraban los capitanes Stanley del Venture y Peterson de la Hornet, pero como ella era la que mejor conocía a la primera oficial de DS9, se había convertido en el enlace entre estos y el resto de miembros de la Flota Estelar. Shakaar había mandado una de las células de la resistencia durante la ocupación cardassiana de Bajor tan solo siete años antes y alrededor de su liderazgo se habían agrupado cerca del centenar de milicianos bajoranos que también estaban en las bodegas como prisioneros. Habituados a la lucha en la clandestinidad parecía que se hubieran recuperado más rápidamente del shock de ser capturados y liberados de manera tan súbita. Además había sido Odo su liberador, quien servía con el uniforme bajorano, por lo que estos habían tomado la iniciativa de tomar el control de los acontecimientos y de aquella nave imperial.
            Ciertamente su futuro era aún incierto.
            – Parece que viajamos con el piloto automático – dijo el médico que estaba observando la consola de pilotaje frontal –. La cuestión es saber hacia dónde.
            – Lo primero que hemos de hacer es variar el rumbo – sugirió el dirigente bajorano –. Y alejarnos del lugar hacia donde nos dirigimos.
            – Estoy de acuerdo – replicó la oficial bajorana –. El problema es que no sabemos cómo funcionan los mandos.
            – Yo podría intentarlo. Vi como lo hacían – intervino Odo señalando la posición derecha de la consola –. Esta es la de navegación. Creo que esto es la computadora…
            – ¿Por qué no preguntan a esa cosa metálica? – sugirió Shelby señalando al androide que les había estado siguiendo todo el rato, como un perro faldero.
            – Bueno, yo no estoy programado para la astrogación… – dijo el androide frente a la consola instantes después.
            – Tan solo has de traducir – le indicó Bashir –. ¿Qué es esto?
            – Los controles de dirección para velocidades sub-lumínicas.
            – ¿Y esto?
            – La computadora de navegación.
            – ¿Y esto de aquí? – preguntó Kira señalando los controles que había entre los dos asientos.
            – Son los sensores de proximidad. Si detectaran cualquier masa en nuestra trayectoria cortan la hipervelocidad inmediatamente.
            – ¿Con que podemos cambiar nuestro rumbo? – siguió preguntado Bashir.
            – Eso lo desconozco, señor – replicó el androide con desazón en su voz metálica por no poder satisfacer aquella demanda.
            – ¿Y porque no nos detenemos simplemente? – sugirió Shakaar.
            Tras localizar los controles, desactivaron los motores de hiperespacio y la nave desaceleró hasta detenerse en medio del espacio.
            Bashir estudió con el androide los controles y en pocos minutos empezó a leer el alfabeto gracias a la resecuenciado en ADN que había sufrido de pequeño. Aunque ilegal en la Federación, sus padres le habían alterado su capacidad cerebral cuando era pequeño y ahora tenía una memoria eidética y una gran capacidad para realizar cálculos matemáticos de manera casi instantánea. Siempre lo había ocultado para evitar la vergüenza y las posibles limitaciones profesionales que eso acarreaba, pero hacía varios años se había descubierto la verdad por casualidad y desde entonces había aprendido a utilizar sus habilidades de manera más abierta, por lo menos con sus amigos.
            – Estos son los paneles de navegación y este de aquí controla el timón. Aquella consola es de tácticas y aquella de allí comunicaciones.
            – Impresionante – exclamó Shelby –. ¿Sugiere que nos comuniquemos con otros efectivos de la Flota?
            – Yo no lo recomiendo – intervino Shakaar –. No sabemos cuál es el estado de la seguridad en las comunicaciones. El enemigo podía conocer nuestro paradero y todo esto no hubiera servido de mucho.
            – ¿Qué propone entonces? – preguntó Odo.
            – Localizar donde estamos y dirigirnos al sistema más cercano.
            – Estoy en ello – dijo entonces Bashir, que estaba sentado en la consola de navegación intentando acceder a sus cartas astrográficas. No tardó mucho, el lenguaje que el androide de protocolo había denominado galáctico básico, era sencillo y el ordenador no contaba con muchos sistemas de seguridad. Lo que le sorprendió fue encontrar el símbolo de la Federación en la mayoría de mapas. Pronto localizó su posición en el cuadrante Beta, no lejos de la frontera klingon dentro del territorio federal y no lejos de un sistema deshabitado.

Gagarin IV

            Una pareja de cazas TIE con su característico sonido del motor de iones sobrevoló el cañón donde se alzaba el complejo de la Estación de Investigación Genética Darwin. Procedían del crucero Oráculo que había penetrado en el sistema escoltando varias lanzaderas Lambda y Sentinel, y que rápidamente se habían desplegado en la superficie y desembarcado un destacamento de asalto.
            La pequeña colonia había sido rápidamente tomada por los stormtroopers, y justo detrás de estos aparecieron numerosos técnicos que se repartieron por todos los edificios, arrestando a los científicos y empezando a inspeccionar las instalaciones y los datos del ordenador central. Aunque se había intentado destruir la base de datos no lo habían logrado del todo y los imperiales, especialmente entrenados en la tecnología de los Nuevos Territorios, enseguida reconstruyeron los chips isolineales de memoria. La represalia no se hizo esperar y fueron ejecutados todos aquellos que no estaban en las listas que traían consigo el destacamento de asalto.
            Poco después una corbeta corelliana CR-90, utilizada extensamente como nave personal de altos oficiales que estaban interviniendo en la invasión a los Nuevos Territorios, también salió del hiperespacio. Estas eran rápidas, estaban bien armadas y su espacioso y lujoso interior permitía mantener equipos e instalaciones de mando completas.
            La corbeta aterrizó junto a las instalaciones y de ella descendió el coronel Yulen y los técnicos kaminianos que enseguida inspeccionaron los laboratorios. Aunque la clonación estaba prohibida en la Federación, así como las manipulaciones genéticas, la estación Darwin era una de las más avanzadas en su campo, sobretodo en la investigación de enfermedades genéticas y en sus tratamientos en humanoides, por lo que los kaminianos tenían mucho interés en obtener sus conocimientos.
            Los expertos imperiales en clonación permanecieron en Gagarin IV algunos días investigando e interrogando en el terreno a los científicos, antes de embarcar y trasladarse a su siguiente destino.


            Weyoun salió de la estancia donde ahora restaban los restos pulverizados de la líder que tanto amaba y que había servido fielmente desde hacía nueve clones, bueno por lo menos casi todos ellos. Observó a los jem’hadars del puente que le observaban inquisitivos. La noticia que les iba a comunicar haría que todos se suicidaran y seguramente le inmolarían a él también. Eso era algo que no podía permitir. Gracias a Damar ya no habría futuros Weyouns que sirvieran al Dominion lealmente, que obedecieran a los Fundadores en sus más ínfimos deseos. Por lo menos si no podía remediarlo. Solo uno de sus clones había sufrido un defecto, que en ocasiones ocurría, una mancha en su vida de fiel servicio al Dominion. Aunque no a los Fundadores. Tal vez Weyoun 6 no había estado tan equivocado al buscar refugio con Odo. Como cambiante no estaba enfermo como el resto de sus congéneres y obviamente estaría vivo, era tan inteligencia, como cualquier otro Fundador, aunque él negara ese término, toda su estructura molecular y su matriz era parte de la Gran Unión. En realidad, en aquel momento era el último de su especie sano. Y debía servirle, como sus anteriores clones habían servicio a los suyos.
            Solemne se colocó el dispositivo visual en la cabeza, para demostrar que tenía el control de la situación, y activó el comunicador para que toda la dotación pudiera escuchar lo que tenía que anunciarles.
            – La líder ha muerto – anunció solemnemente al resto de soldados del jem’hadar. Estos se miraron unos a otros. Si hubiera sido telépata hubiera podido leer en sus mentes la idea de acabar con sus vidas.
            » ¡Pero, aún queda un cambiante vivo! – continuó con rapidez y las miradas de todos se centraron de nuevo en el vorta llenos de curiosidad –. La Gran Unión vive. El Dominion sobrevivirá. Hemos de servir al Fundador Odo. ¡Larga vida a Odo! ¡Larga vida al Fundador Odo!
            – ¡Larga vida al Fundador Odo! – repitieron todos a coro.
            ¡Sí, sí, sííí!” gritó Weyoun en su interior mientras los jem’hadars gritaban una y otra vez: ¡Larga vida al Fundador Odo!
            – Primero, ponga rumbo a las Badlands – ordenó Weyoun tras unos instantes de vítores y gritos a favor de Odo –. Hemos de localizar a los restos de la Flota Estelar.
            – Sí, señor.
            La nave de guerra viró y aceleró hasta alcanzar la velocidad de curvatura. Había sobrevivido a la explosión de la luna de Cardassia, logrando junto a algunas naves más poner a salvo a la líder del Dominion. Ahora su misión era hallar al último de los Fundadores, el último de la gran extirpe de la Gran Unión.


Nueva Fabrina

            La capitana Aliana Breeder observó con los prismáticos el aterrizaje de las lanzaderas. Su planeta había seguido el ejemplo de Betazed y se había abierto para impedir una destrucción innecesaria, de manera que las primeras tropas empezaban a desplegarse en la superficie sin oposición. Aquellas lanzaderas estaba acompañada por varias decenas de cazas y habían sobrevolado la capital antes de plegar hacia arriba los alerones inferiores y posarse en la gran plaza Yonada, situada frente al edificio de la asamblea gubernamental, donde se había reunido el gobierno fabrini. La suma sacerdotisa, título que ostentaban los presidentes desde que Natira creara el primer gobierno electro tras su llegada a Daran IV, estaba junto al resto de líderes políticos esperando en la explanada. Les acompañaban además los representantes del orden público, como se había indicado en el comunicado imperial recibido poco antes. Todos llevaban vestidos coloridos, mientras que los guardias portaban sus sombreros negros en forma de disco decorados con pequeñas joyas como marcaba la tradición. Cuando la primera lanzadera se posó y desplegó la rampa descendieron dos docenas de soldados cubiertos completamente con armaduras blancas y empuñado sus armas, rodearon a los líderes de su pueblo. Una vez arrodillados aparecieron varias oficiales vestidos de uniformes de tela gris que se dirigieron hacia la suma sacerdotisa. La hicieron levantarse y cuando parecía que iban a hablar con ella uno de los soldados disparó su arma contra esta.
            – ¡Bastardos! – ladró el teniente Oisle.
            – No se preocupe, ya llegará nuestra hora – le respondió con calma Aliana a su jefe de seguridad zaldan.
            Ninguno de ellos los llevaba uniforme, ella el vestido colorido y ligero tradicional fabrini, Oisle un jersey azul de cuello abierto que no le diferenciaba de los miles de habitantes de otras razas que vivían en la capital. Era necesario pasar desapercibidos, ya que Aliana intuía que su destino habría sido el mismo que el de su suma sacerdotisa si se hubieran quedado en la Base Estelar 276. La transmisión del almirante Hayes la había convencido que debían continuar la lucha, aunque la Flora hubiera sido vencida y la Federación ocupada. O precisamente por eso. Así que había borrado cuidadosamente todos los registros de los ordenadores de la instalación que mandaba, saboteando su uso para impedir que estuviera operativa de manera inmediata y se había mezclado entre la población para pasar desapercibida. Tenían identidades nuevas y gracias al superintendente estas podían ser verificadas en los archivos de Nueva Fabrina. Había ocultado en lugares seguros armamento y el equipo que más adelante podrían necesitar para luchar contra aquel nuevo enemigo, incluidas varias lanzaderas y las runabouts de la base. Dividió a su tripulación en pequeños grupos y estos fueron diseminados por todo el planeta con instrucciones de hacerse pasar por refugiados llegados de otros mundos de la Federación y así pasar inadvertidos. Para el resto de su mundo ellos habían abandonado las instalaciones escoltando, con sus runabouts, un carguero axanar que había partido poco antes de la llegada de los invasores. Así que nadie les buscaría en el planeta.
            – Ya sabemos lo que queríamos – indicó Aliana cuando el resto de representantes fueron conducidos al interior de la lanzadera encañonados por los soldados y con los manos en la nuca.


El Persilla

            – Un día y nada – dijo frustrada Shelby.
            – El básico es un idioma antiguo y ha recibido muchas influencias a lo largo de los siglos, aprenderlo en un día es fácil – replicó Bashir sin poder ocultar la frustración que sentía –. Pero hacer cálculos para la hipervelocidad es otra cosa muy distinta.
            – ¿Cómo va la construcción de ese sistema de comunicación? – preguntó Shakaar.
            – La teniente T’Shanik está completando el transmisor – explicó Shelby con satisfacción –. En realidad están haciendo las primeras pruebas, no les ha sido fácil convertir un modulador de resonancia polaron en un codificador de onda subpesacial.
            – Espero que eso funcione – indicó Odo dejando claro por su expresión que desconocían la dificultad que eso podía entrañar –. ¿Ya han pensado con quien contactarán?
            – El capitán Stanley ha sugerido alterar las bandas subespaciales para disimular una señal de socorro que pueda ser captada por una nave estelar.
            – ¿No sería peligroso si fueran interceptadas por el Imperio? – advirtió Shakaar. Había estado en presencia del almirante que había invadido el sistema de Bajor y por lo que había intuido este conocía muy bien su historia reciente, era de suponer que el resto de sus enemigos conocerían también la tecnología de su galaxia.
            – ¡Aquí se ha encendido una luz roja! – dijo entonces Kira. Julian se levantó de la consola de navegación y se dirigió hacia donde estaba esta.
            – Este es el tablero de sensores. Según esto se aproxima algo a gran velocidad.
            – ¿El qué? – preguntó Odo.
            Bashir hizo un rápido vistazo al tablero y tecleó unas órdenes en el panel. Segundos después una pantalla se encendió y apareció el objeto que se aproximaba.
            – Tenemos problemas – anunció Bashir –. Se acerca un crucero klingon.
            – ¿Podemos comunicarnos con ellos? – preguntó Shakaar.
            – En menos de un minuto entraremos en el radio de acción de sus armas – confirmó Bashir.
            Shelby asintió y sin mediar palabra salió del puente.
            – ¡Haga algo, lo que sea, señales con las luces si es necesario! – sugirió Kira desesperada.
            – ¡Exacto! – exclamó Bashir que se dirigió hacia el tablero de ingeniería. Y sin perder tiempo empezó a encender y a apagar todas las luces de la nave, una y otra vez.


IKC Ya’Vang

            – No han alzado los escudos.
            – Entonces morirán – replicó Kornan, el oficial táctico que había asumido el mando tras la muerte del comandante y del primer oficial –. Listos los disruptores y torpedos de fotones.
            El crucero klingon de la clase Vor’cha había estado destacado en los últimos meses en la frontera cardassiana luchando contra el Dominion, donde había luchado contra el jem’hadar en muchos combates. Poco después del restablecimiento de las líneas tras la liberación de la estación DS9 en el sistema Bajor, y debido a las bajas sufridas entre su tripulación durante la Operación Return, la nave había recibido un numeroso grupo de remplazo procedente del pájaro de presa Rotarran, que había capitaneado el general Martok durante las primeras batallas de la guerra. Tras el ataque imperial a territorio klingon el Ya’Vang fue enviado de regreso para defender sus planetas.
            – Recuerda que solo podemos hacer dos disparos – puntualizó Tavana, la jefa de ingenieros.
            – ¡Entramos en el radio de acción de las armas!
            – ¡Fuego! – ordenó Kornan apretando el puño con furia. Iba a hacer pagar a aquella nave enemiga la derrota en Boreth. El Ya’Vang se sacudió cuando el primer torpedo salió de la proa de la nave, mientras la consola de armamento del puente estallara en una pequeña nube de humo. En el exterior el torpedo de fotones no se activó correctamente e impactó en la nave enemiga sin que su cabeza de guerra detonara.
            – ¡Te lo dije! – gritó Tavana –. Se han fundido los controles de tiro.
            – Da igual – le quitó importancia Kornan –. Apuntaremos manualmente.
            El crucero de batalla viró en redondo y se preparó para otra pasada.
            – ¡Estamos recibiendo un mensaje! – anunció el responsable de operaciones que estaba en la consola de comunicaciones.
            – No les servirá de nada querer rendirse – replicó Kornan lleno de rencor. Había visto como una tras otra las naves klingons caían bajo el fuego enemigo sin que pudieran hacer nada. Quería sangre, quería vengarse.
            – Dicen que son oficiales de la Flota Estelar que han capturado esa nave – informó este con cierta incredulidad.
            – No me lo creo – respondió Kornan.
            – ¿Cómo es eso posible? – se preguntó Tavana.
            – Un momento… ¡No disparen! – gritó el artillero de abordo.
            – ¿Qué ocurre? – preguntó Kornan.
            – Las luces se encienden y se apagan – dijo Alexander, hijo de Worf.
            – Sí, ¿y qué?
            – Están diciendo SOS. Es una llamada humana de auxilio – explicó este –. El mensaje tiene que ser cierto.
            – El muchacho nos ha traído suerte. Se crio entre humanos – dijo Tavana, que había acabado considerando a Alexander como un hermano pequeño.
            – La nave enemiga tampoco ha alzado escudos ni respondido el ataque. El mensaje puede ser cierto – recordó Leskit, que aún conservaba el collar hecho con hueso del cuello cardassianos. Era un guerrero valeroso y temido, no rehuía la lucha, por lo que no sus sugerencias no debían de tomarse a la ligera.
            Kornan tenía la mirada clavada en Alexander, al que conocía de cuando los dos servían a bordo de la Rotorran. Era tan patoso que se había convertido en la mascota de la nave, todos decían que les traía suerte, pero también tenía valor, como había demostrado en más de una ocasión y era inteligente, aunque a la manera humana. Luego miró a la pantalla con la nave enemiga paralizada en medio de la nada. Si no tenían razón igualmente sería destruida.
            – Preparen un equipo de abordaje – ordenó.


El Persilla

            Si el proyectil hubiera detonado al impactar contra el casco de la nave, este no hubiera podido absorber la explosión. Pero esta nunca se produjo y la nave no se desintegró consumida por la detonación de la carga de anti-materia del torpedo de fotones.
            Kira observó como el crucero giraba y regresaba a cargar de nuevo contra la nave y pidió a los Profetas que les ayudaran. No era la primera vez que se había enfrentado a los klingons, siempre belicosos, ya antes de que invadieran Cardassia su presencia por DS9 no había pronosticado nada más conflictos, como la ocasión que habían intentado minar el acceso al sistema de Bajor. Y aunque aliados durante la guerra contra el Dominion su comportamiento había provocado más de un incidente en la estación. No tenía nada en su contra, pero nunca había entendido la fascinación que tenía Jadzia por aquella cultura pendenciera que adoraba la violencia, el honor y el ruido. Ahora iba a terminar sus días por culpa de estos. Y cuando pensaba que la nave klingon les daría el golpe de gracia esta se detuvo enfrente a ellos. Amenazadores, pero sin atacarles.
            Segundos después escuchó como se materializaba un transporte en el mismo puente. Se giró agarrando instintivamente el arma que había capturado a uno de los soldados y apuntó al klingon que se materializaba a su lado. Sorprendiéndose al ver al hijo de Worf: Alexander Rozenko.
            – ¡Coronel Kira! – dijo este igualmente sorprendido y se giró para observar quien más estaba en el puente –. ¡Doctor Bashir, Odo!
            – Bienvenidos a bordo caballeros – replicó Bashir con una sonrisa de oreja a oreja. Había calculado que tenían una oportunidad contra cinco millones trescientas ocho de que aquello saliera bien. Y había acertado.


USS Guadalajara

            – Volvemos a tener energía en todas las cubiertas – le anunció su jefe de ingenieros. Para el capitán Martín Bernal aquella era la primera buena noticia en muchos días –. Escudos al 89%, armamento reparado y listo.
            La Guadalajara había participado activamente en las primeras operaciones durante la guerra contra el Dominion, siendo seriamente dañada durante el ataque en el que habían tomado el sistema Kalandra a principios del 2375. Tras su reparación en los astilleros demantenimiento de Próxima, el alto mando les había vuelto a asignar el equipo científico completo y enviado en una misión más tranquila para permitir que descansaran. Desde entonces habían estado buscando una vacuna para un virus que estaba asolando varias colonias betelgeusians fuera de la frontera federal. Al iniciarse los ataques contra la Federación habían recibido órdenes de dirigirse y proteger Bellatrix V junto a otras naves estelares. Desgraciadamente había llegado tarde y en ese momento el enemigo había destruido ya una de sus compañeras y estaba acabando con otra.
            Bernal ordenó máxima velocidad y se dirigió directamente contra las naves atacantes, no podía hacer nada por las cinco que yacían destruidas o varadas en la órbita del planeta, pero sí por la Arquebus, la única que quedaba operativa. Cogiendo por sorpresa al enemigo logró neutralizar una pequeña cañonera y dañar con una salva completa de torpedos de fotones la nave más grande y presumiblemente la que estaba al mando del ataque. Aprovechando la confusión creada con su llegada, logró rescatar los supervivientes del resto de las naves estelares y dar tiempo a la Arquebus de poder pies en polvareda y alejarse del sistema. Para entonces la línea enemiga se había rehecho y empezaba a cerrar el cerco en torno a él, disparando a discreción sobre la Guadalajara, y aunque lograron alcanzar a varios enemigos, en la refriega estos le habían dañaron sus escudos y la carena secundaria de energía. Pero el camino estaba libre y Bernal no podía hacer nada por la suerte de los habitantes de Bellatrix. En su órbita los resto de la Al Najid, el Konkordium, la Arok, la Sel’veg y la Jaquilex demostraban que la Flota Estelar se había batido como auténticos leones.
            No lejos del sistema se reunió con la Arquebus, que había recibido una fuerte paliza, aunque por suerte aquellas pequeñas naves de la clase Sabre eran muy resistentes. Ahora las dos supervivientes estelares esperaban concluir las reparaciones y dirigirse hacia la Base Estelar Earhart, cuando los sensores detectaron varias naves que se aproximaban.
            – ¿En qué situación está nuestra compañera? – preguntó Bernal.
            – Ha sellado las grietas del casco y reparado su reactor – informó su primer oficial –. Pero aún no ha recuperado el control total del ordenador y su parrilla de escudos está tan fundida como ayer.
            – Protejamos a la Arquebus – ordenó Bernal al timonel.
            – Las naves acaban de entrar en el alcance visual.
            – En pantalla – indicó tranquilo y ante sus ojos aparecieron tres cruceros de guerra gorns. En sus condiciones aquellos eran un adversario imposible de vencer y además más rápidos que ellos, por lo que tampoco podían huir.
            – ¿Qué querrán? – se preguntó en voz alta la joven timonel.
            – Pronto lo sabremos – le respondió Bernal y para sus adentros esperó que no fueran en busca de los restos del botín que representaba la derrota de la Flota.


USS Enterprise-E

            – Detecto tres naves en órbita – informó Daniels al entrar en el alcance visual del sistema Malurian. Era un lugar apartado, aun dentro del territorio de la Federación que en el 2267 había sido aniquilando toda forma de vida, incluida la civilización Malurian, por la sonda Nomad. Desde entonces tan solo una pequeña estación médica conocida por el nombre del sistema, de manera que su encuentro iba a pasar desapercibido –. Son el Hood, el Gandhi y la Bozeman.
            – Salude a nuestro viejo amigo DeSoto – le dijo Picard mirando a Riker con cierta complicidad. Poco después el capitán del Hood apareció en pantalla.
            – Veo que le gusta llegar puntual – dijo este con una sonrisa de satisfacción –. Y que no ha perdido a nadie. Y con ello incluyo a William.
            – No lo hubiera permitido – replicó Picard continuando la broma.
            – Me alegro de verle, capitán – intervino Riker.
            – Yo también – replicó DeSoto, dicho lo cual se giró hacia Picard –. ¿Le importa que nos reunamos en su nave? Mi sala de observación se ha convertido en un almacén.
            – Será un honor.
            – Dentro de media una hora, todos los capitanes. DeSoto fuera.
            Poco después las naves recién llegadas se colocaron en órbita al cuarto planeta del sistema Malurian.


            El transportador zumbó y en la plataforma se materializaron dos oficiales. El veterano capitán Morgan Bateson se relajó al completar aquella rutinaria operación que no siempre le hacía gracia y miró hacia la sala para averiguar a quien habían enviado a recogerle. Se alegró al saber quién era.
            – Querida consejera, es un placer volverla a ver – dijo bajando de la plataforma. Se habían conocido siete años atrás, cuando la nave de Bateson había aparecido de una grieta temporal procedente del 2278. Sin posibilidad de regresar a su tiempo, la tripulación de la Bozeman había recibido la ayuda de toda la dotación del Enterprise-D para empezar a aclimatarse al siglo XXIV, siendo ella como consejera, quien coordinara aquellos primeros traumáticos pasos.
            – El placer es mío capitán Bateson – dijo este con una gran sonrisa.
            – Morgan, por favor.
            – Entonces, usted ha de llamarme Deanna.
            – Deanna, pues – replicó este, quien se giró hacia su acompañante –. Le presento a la comandante Archer, de la Inteligencia de la Flota.
            – Es un placer – replicó la consejera.
            – Igualmente – la respondió la oficial de inteligencia.
            – Una nave magnífica esta nueva Enterprise – indicó Bateson ofreciéndole el brazo para escoltarla y salieron al pasillo en dirección al turboascensor.
            – No se puede decir lo mismo de la suya, y me refiero a lo de nueva – puntualizó Deanna.
            – La vieja Bozeman en realidad tiene menos años de lo que aparenta – prosiguió la broma de la consejera –. Pensaron que para que nos aclimatáramos mejor al nuevo siglo lo más adecuado era mantenernos en la misma nave. La modernizaron, pudieron solventar los problemas que ocasionaron la retiraron del resto de naves de la clase Soyuz, nos gustó y aquí estamos. Por cierto, no les dimos las gracias por su intervención contra el borg.
            – No fue nada – dijo Deanna quitándole importancia –. Lo bueno es que hicimos algunos buenos amigos. Y ¿cómo se encuentran sus hijos, nietos y biznietos?
            – El mayor murió el año pasado. De viejo – dijo sin pesar en sus palabras.
            – Lo lamento.
            – Yo no. O por lo menos eso es lo que me pidió en su lecho. Tenía ciento veinte años y había sido oficial de la Flota como yo. Conocía los riesgos y se alegró de volverme a ver en sus últimos años rodeado de sus hijos y nietos. Mis biznietos – continuó Bateson –. Mientras que mi pequeño está en la colonia Norpin, tiene ciento doce y asistí a su cuarta boda, con una ktarian esta vez. ¡Y de mis nietos, la mitad sirven en la Flota! Desgraciadamente dos de ellos murieron luchando contra el Dominion – comentó en un tono que mezclaba pena y orgullo –. Pero no debemos entristecernos, no se lo merecen. Y finalmente tengo un biznieto en el último año de academia. Yo mismo le di clases el trimestre pasado: historia. Soy un hombre feliz Deanna. Me arrepiento de algunas cosas, sobre todo de cierto viaje a Risa, pero no de alistarme.
            – Ya hemos llegado – replicó al abrirse las puertas del turboascensor. Miró al oficial que había nacido y criado más de cien años atrás y supo que no necesitaba sus capacidades empáticas para ver a un hombre fuerte de mente y cuerpo, orgulloso de su estirpe. La consejera pensó que aquel entusiasmo era lo que más les hacía falta en aquel momento.
            – Entonces vamos a trabajar… – dijo este dirigiéndose hacia el observatorio.
            Fueron los últimos en llegar. Encabezando la mesa estaba Picard como anfitrión, a su derecha estaba DeSoto, Teron-Iyero el capitán grazerite del Gandhi, Satelk, T’Yua y Wenz que habían llegado con Picard, así como Peter Harkins, del cuerpo de ingeniería y especializado en comunicaciones.
            – Capitán Bateson me alegro de volverle a ver – le saludó Picard indicándole el asiento que había junto a Harkins.
            – El placer es mutuo – replicó el saludo y se sentó.
            – Comandante Archer, bienvenida – saludó a la última asistente a la reunión. Esta asintió y se sentó en el último asiento libre, justo frente a Picard.
            Cuando estuvieron sentados todos volvieron las miradas hacia DeSoto. Incluso Teron-Iyero y el mismo Bateson no sabían con certeza que estaba sucediendo. Lo última comunicación de la Flota Estelar había sido tan críptica como corta. El almirante Paris les había ordenado dirigirse a la Tierra para evacuar diversas instalaciones como las de Investigación & Desarrollo de la Flota Estelar de Tokio especializadas en armamento, del Cuerpo de Ingenieros que había en Johannesburgo o de las oficinas de Inteligencia de la Luna y seguir las órdenes de DeSoto. Nada más.
            – Bien caballeros ahora ya estamos todos – inició DeSoto –. Imagino que tendrán mucha curiosidad respecto al Operativo Omega. En realidad hasta unos días yo tampoco conocía su existencia. Me informó personalmente el almirante Paris en la Tierra y ahora les informo a ustedes. Según me dijo solo un grupo muy reducido dentro del Alto Mando tenían conocimiento de estas órdenes, de las que no hay otro registro escrito de ellas, salvo la pequeña información que todos ustedes pudieron consultar en sus ordenadores. La cual se borra si se intenta acceder a ella sin el código que les entregué. Y nadie conoce el código salvo el comandante en jefe de la Flota.
            » Ahora les pondré en antecedentes. Tras la batalla de Wolf 359 la Flota Estelar vio que las posibilidades que otro ataque borg tuviera éxito eran elevadas. Así que inició los preparativos por si esto ocurriera y la Federación era asimilada. El Operativo Omega era el último reducto que se tenía para sobrevivir a su amenaza. Por lo menos su esencia y que esta no se perdiera para siempre.
            » Estaba dividido en dos partes. La primera hace referencia a tácticas para sobrevivir en un entorno dominado por el colectivo. Así como recursos y tecnología desarrollada para tal evento. La segunda tiene una envergadura mucho mayor.
            » Ante la eventual destrucción de nuestras bases y la asimilación de los planetas miembros de la Federación, la Flota Estelar empezó la construcción secreta de un número determinado de almacenes. Hay cientos en los lugares de lo más insospechados y están repartidos por toda la galaxia conocida. Se guarda material de todo tipo: suministros médicos, equipo de supervivencia avanzado, repuestos para naves estelares, bases prefabricadas, vehículos, armas, recursos tecnológicos, maquinaria pesada, replicadores industriales, casas prefabricadas, instalaciones médicas completas, cualquier cosa que puedan imaginar. Fueron construidos por el cuerpo de ingenieros o por compañías privadas que desconocían para que o que es lo que estaban haciendo. Nadie hizo más de uno de estos almacenes y la Flota se ocupó de que los registros de tales actividades, junto a sus emplazamientos, fueran borrados de los bancos de memoria. Luego naves automatizadas se encargaban de llevar el material hasta allí: transportaban el material y se volvía a borrar toda información de sus archivos. Todo pensado para evitar que el borg pudiera apoderarse de ellos.
            » Para guardar las listas del material almacenado y su ubicación se utilizó un ordenador que no estaba conectado a ningún otro. Yo mismo vi como el almirante Paris lo incineraba con un phaser después de transferir parte de la información a este padd – dijo alzando este de la mesa, donde lo había dejado al llegar –. Según el almirante Paris no existe ninguna otra copia.
            » También me dijo que usted sabría cómo guardar esto de forma que no cayera en manos del borg, ni de nadie más – le dijo a Picard. Este se quedó pensando un segundo y presionó su comunicador.
            – Comandante Data, ¿puede venir un momento al observatorio? – poco después su oficial científico entraba en la sala procedente del puente –. Quiero que memorice la información de este padd. Es de vital importancia para el futuro de la Federación. Ha de impedir que esta información caiga en malas manos. ¿Lo ha entendido?
            – Sí señor – replicó este cogiendo el padd y en un segundo transfirió su contenido a sus circuitos de memoria en su cerebro positrónico, luego se lo entregó de nuevo a Picard –. Ya está capitán.
            – Gracias, señor Data. Puede retirarse, más tarde hablaremos con usted.
            – Bien, señor – respondió y salió de la sala.
            – Pero nosotros no hemos sido atacados por el borg – intervino entonces T’Yua rompiendo el silencio que había provocado la entrada del androide.
            – Pero la Federación está en la misma disyuntiva – replicó Bateson que se dirigió hacia Archer que había estado callada todo el rato –. ¿Sabemos algo más de estos nuevos enemigos?
            – Capitanes, pertenezco a la Inteligencia de la Flota y estoy bajo el mando directo del almirante Toddman, que hasta hace poco era el responsable de la seguridad en el cuadrante Alfa – explicó –. Sabemos muy poco del enemigo, salvo que no es la primera vez que nos lo encontramos. Lo descubrimos cuando los klingons nos enviaron las primeras imágenes de sus naves para analizarlas. Hace nueve años la Coventry, al mando de la capitana Woronicz se topó con ellos.
            – Conocía a la capitana de esa nave – interrumpió Satelk –. Oficialmente la Coventry tuvo un fallo fatal en el motor. Sin supervivientes.
            – En realidad detectó una nave no identificada mientras regresaba de su última misión – aclaró Archer que cogió el otro padd que había traído consigo, apretó un botón y en la pantalla surgió la imagen de una nave en forma de punta de flecha, con una estructura doble en la torre de mando. Su forma y aspecto era genuinamente imperial y naves como esas habían sido detectadas entre las fuerzas enemigas. Y se lo fue pasando al resto de capitanes –. Envió esta imagen de sus sensores e informó que iba a realizar un primer contacto. Después silencio. La Flota envió entonces a la Ajax, pero tan solo pudo encontrar restos del casco y parte de la barquilla con claras muestras de disparos de armas de energía. Se creyó entonces que la nave no identificada podía haber capturado prisioneros y parte de la misma Coventry.
            – Creo que hoy podemos afirmar que así fue – sentenció Teron-Iyero.
            – ¿Por qué no se informó al resto de la Flota? – preguntó Picard.
            – Desconozco con certeza esa respuesta – indicó Archer –. Por lo que he podido deducir el estudio realizado a la imagen de los sensores y a los restos de la propia Coventry, se pensó que sería mejor no revelar la existencia de esta nueva amenaza hasta que no se supieran más cosas de ella. Supongo que para no sembrar el pánico.
            – Gracias comandante Archer – replicó Picard sin poder ocultar cierto enfado. No podía entender por qué se había decido no informar del suceso, tal vez no se encontrarían en la situación en que se hallaban en ese momento. ¿Qué hubiera ocurrido si se hubiera ocultado su encuentro con el borg en sistema J-25? Decidió no pensar en ello, no se podía cambiar el pasado y era mejor centrarse en el presente y el futuro. Se giró hacia DeSoto –. ¿Cuáles son las órdenes que recibió de Paris?
            – Por lo que sabía este nuevo enemigo no buscaba nuestra destrucción total, están ocupando nuestros planetas, posiblemente para usar nuestros recursos. Por tanto se modificó parte de la esencia del Operativo Omega. Si inicialmente era la salvaguarda de la Federación, ahora lo que pretendemos es crear una resistencia si la Flota era finalmente derrotada.
            » Lo primero será encontrar una base en un lugar apartado y empezar a prepararnos para combatir a este nuevo enemigo. Pero no estaremos solos. Se enviaron órdenes a otras naves e instalaciones de la Flota Estelar. Los astilleros de Beta Antares fueron evacuados con sus diques secos y todo su personal, con el que debemos encontrarnos en un lugar y fecha próxima. Hay otras tres naves: la Europe, la Janaran y el Lagrange con las que también debemos reunirnos. El almirante me indicó que estaba formando otros grupos completamente independientes al nuestro. Por seguridad no me informó de más.
            » Me dio una fecha para ponernos en contacto con este y así empezar a pensar en futuras acciones. Lo haremos a través de un sofisticado sistema de comunicaciones – el capitán de la Hood se dirigió hacia Harkins, que hasta hacía poco había liderado el Proyecto Pathfinder en San Francisco.
            – Señores, capitanes – dijo tras carraspear para aclararse la voz –. Hace algunos años participé en el desarrollo del sistema Minotaur, diseñado para ser prácticamente indetectable y a prueba de descifrado. El almirante Paris me indicó que otros miembros del equipo que trabajó en el proyecto estaban siendo evacuados, de manera que podemos explicar al resto de las naves su funcionamiento.
            – ¿Les informaron de cuáles eran las intenciones de Paris? – preguntó Wenz.
            – No sé exactamente lo que pretendía – respondió DeSoto –, reagruparnos y preparar incursiones o esperar a un contraataque. Tal vez la comandante Archer sepa más que yo.
            – El almirante Toodman también fue bastante escueto. Me ordenó evacuar nuestras instalaciones con el personal y nuestras familias. Me entregó una serie de objetivos a realizar en la medida de nuestra capacidad. En su mayor parte observar al enemigo y analizar sus comunicaciones y su tecnología. Averiguar todo lo que podamos de este en el menor tiempo posible. También me entregó información detallada de diferentes operativos activos de inteligencia, así como nombres de agentes y la forma de contactar con ellos con la intención de mantener, crear y agrandar las redes de espionaje que tiene la Inteligencia de la Flota.
            – ¿Le dijo Paris quienes estaban enterados del Operativo Omega? – le preguntó entonces Picard.
            – Como me ha dicho un grupo muy reducido. Se ideó para que la mayor parte de los que participaron en su creación no supieran para que estaban trabajando realmente.
            – Señores, hay otra cuestión de vital importancia que me gustaría comentar ahora – anunció entonces Picard –. Antes de llegar recibí un mensaje por el Código 47 procedente de la Rhode Island. Había salido de Betazed donde se había reunido el Consejo de laFederación. Estos eligieron al vulcano Lojal como sucesor de Min Zife y a Lwaxana Troi como vicepresidenta. Sabemos que el primero fue hecho prisionero, pero Troi escapó y por consiguiente se ha convertido en la presidenta de nuestro gobierno.
            » No sé cómo, pero Lwaxana la actual Presidenta Troi, sabía que yo estaba involucrado de alguna manera con el Operativo Omega – un rumor planeó sobre los capitanes –. Y he quedado que nos encontraremos con ella.
            – Tal vez Troi estaba enterada de la existencia del operativo – sugirió T’Yua –. Si se quiere mantener la esencia de la Federación, se ha de pensar en mantener también el elemento político de nuestras sociedades.
            – Es una conclusión lógica – confirmó Satelk.
            – ¿Y qué hacemos con la llamada de la almirante Shanthi? – preguntó Wenz.
            – Nosotros estamos dentro del Operativo Omega. Nuestra prioridad es preservar la esencia de la Federación – contestó DeSoto enérgico –. Y luego luchar para que no se pierda. Conozco bien a Taela Shanthi – continuó con otro tono de voz más resignado –. Es una guerrera nata, así lo demostró cuando serví bajo sus órdenes durante las Guerras de la Frontera contra los cardassianos. Pero pude ver la batalla que se libró junto al sistema Solar y deseo, pero no creo, que logren detener al enemigo. No sin estar bien preparado. He pensado mucho en ello. Pero siete naves no cambiarán el resultado de la batalla que se avecina, en cambio si esperamos y conocemos quienes son, cuáles son sus puntos fuertes y los débiles, entonces siete naves pueden marcar la diferencia. Hemos de conocerles tan bien como parece que nos conocen ellos. Y entonces, solo entonces les venceremos. Por ahora Shanthi no puede contar con nosotros. Si vence nos uniremos a ella. Si no…
            Un silencio planeó por el observatorio. Nadie osó decir lo que todos pensaban.
            – Entonces creo que lo más lógico es buscar una base donde reagruparnos y preparar la resistencia – intervino Satelk rompiendo el silencio –. ¿Alguna sugerencia?
            – Deberíamos buscar un lugar apartado, pero que tampoco esté lejos de nuestro territorio y de nuestra gente. He encontrado en los archivos unas cinco posibles ubicaciones – explicó DeSoto.
            – Lo más lógico sería buscar alguno que no estuviera en los archivos – intervino Saltelk –. Hemos de suponer que nuestros enemigos tendrán acceso a estos mismos registros y tarde o temprano nos podrían localizar.
            – ¿Y localizar un planeta nuevo? – preguntó Wenz –. Eso es lo que sabemos hacer mejor: explorar la galaxia en busca de nuevos mundos. Pero nos podría llevar tiempo.
            – Creo que no hará falta buscar, conozco un sitio – dijo Bateson y todas las miradas se fijaron en el capitán del siglo anterior –. Hace años rescaté a la tripulación un viejo carguero tellarite cerca del cúmulo Pléyades. Lo extraño es que estaba en una zona donde no había ningún planeta habitado y ni mucho menos una ruta comercial. Como transportaba un material que se utilizaba para hacer los revestimientos de los reactores de aquella época, le presioné para que me dijera de donde procedía. Me confesó que de una luna de clase M, de un sistema estelar situado en el interior de la nebulosa Mérope. Lo mejor del caso es que según nuestros mapas ese planeta no tiene ninguna luna. El tellarite lo descubrió por casualidad y aprovechó que nadie más conocía su existencia para intentar hacer una pequeña fortuna. Según me contó el sector fue explorado por una sonda vulcana de largo alcance y cuando las naves llegaron hasta allí, nadie se fijó en aquel pequeño satélite, todos iban a estudiar el cúmulo.
            – Conozco la zona, cuando era oficial a bordo del Exeter hicimos un estudio antropológico de seguimiento de los… dolets, una civilización pre-industrial proto-boliana que se encuentra en una de los planetas del cúmulo – explicó Wenz –. Pero no estuvimos mucho tiempo en el sector, es una zona con pocos planetas habitables.
            – Creo que es un lugar perfecto para nuestros planes, ¿no? – dijo Picard.
            – Yo estoy de acuerdo – le apoyó DeSoto.
            – Disculpe mi curiosidad capitán Bateson – intervino Satelk arqueando una de sus cejas –. ¿Y no informó a la Flota Estelar del error en sus mapas?
            – No lo creí oportuno – respondió con naturalidad –. Además, el tellarita me suplicó que no lo hiciera, era la primera vez que tenía suerte y quería aprovechar su hallazgo para ganar algo de dinero, me aseguró que luego anunciaría su localización. Sus certificados de venta eran auténticos, me ocupé de verificarlo y no era algo de prioridad para la Flota. Por eso no dije nada. No volví a pensar en ello hasta que me lo encontré en Deep Space 4 algunos años después regentando un restaurante. Su fortuna no duró mucho, ya que tan solo había una pequeña veta de mineral y se agotó enseguida. Y en mi siguiente misión tuve el encuentro con el capitán Picard, que todos conocen. Como comprenderán en aquel momento no estaba para pensar en una luna que faltaba en los mapas.
            – Gracias por saciar mi curiosidad, capitán – replicó Satelk satisfecho.
            – Entonces, si todos estamos de acuerdo instalaremos nuestra base de operaciones en… – empezó a decir DeSoto –. Por cierto, ¿cómo se llamaba la luna o el planeta?
            – El tellarite la bautizó Laredo – explicó Bateson.
            – Me gusta – expresó T’Yua.
            – Entre la tecnología que el almirante Paris me ha entregado hay unos dispositivos que borran las coordenadas de los archivos de navegación, para evitar que caigan en malas manos y descubiertas nuestros movimientos – comentó DeSoto –. Creo que deberíamos empezarlos a utilizar desde ahora mismo.
            – Todos conocemos el contacto del capitán Picard con los romulanos y no podemos desperdiciar a ningún aliado para luchar contra este Imperio. Por muy antiguo enemigo que sea – sugirió Wenz –. Por tanto estaremos de acuerdo que nuestra supervivencia depende en que nos ayudemos unos a otros. Propongo que busquemos otras naves que hayan sobrevivido a la invasión. Ya sean federales, klingons o romulanas. Cualquiera que esté en nuestra misma situación.
            – Es un razonamiento muy lógico – le apoyó Satelk.
            – Entonces ¿qué les parece si hacemos esto? – intervino DeSoto –. El Hood, el Gandhi y la Bozeman nos dirigiremos a Laredo, para preparar las instalaciones y acomodar las familias que llevamos. Creo que he de decir que nuestras naves están abarrotadas tanto de personal, como de material. La Enterprise podría acompañarnos antes de encontrarse con la Rhode Island y la presidenta Troi. El Valkyrie puede ir al encuentro de las naves que vienen desde Beta Antares y los conduce hasta nuestra base en el cúmulo Pléyades. La Tirpiz podría ir en busca de la Europe. Mientras que el Jupiter podría hacer lo propio con la Janaran y el Lagrange que traen el equipamiento que necesitamos en Laredo. ¿Qué les parece?
            – No tengo inconveniente – respondió Picard –. Y si quieren pueden trasladar parte del personal y el equipo adicional que transportan.


Continuará…

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