Dos
naves del futuro enfrentadas para preservarlo en el pasado, el USS White Wolf ha de capturar a los breen… Ahora
la conclusión:
5.
La
persecución de la nave breen había empezado a las pocas horas de dejar la
estación Tecran. Con los motores reparados el White Wolf aceleró a velocidad de curvatura y regresó al posible
rumbo que había tomado su enemigo.
Mientras
tanto a bordo las reparaciones proseguían lenta pero decididamente. Lo
siguiente que se reparó fueron los sensores para iniciar el rastreo.
La
zona a rastrear era gigantesca, miles de años luz separaban el punto donde los
breen había emprendido su ruta y su frontera. La lógica indicaba que su capitán
escogería la ruta más directa y rápida: literalmente en línea recta. Y aunque
el White Wolf se colocó en esas
coordenadas y su velocidad era superior a su perseguidor, no detectaron nada.
Una semana después de emprender la persecución Storekeeper lanzó diversas
sondas de largo alcance para rastrear otras rutas posibles. Pero sin resultado.
La
puerta de la Sala de Cartografía se abrió y entró Cronak y el romulano se
maravilló al verla por primera vez. Era una estancia muy grande en forma de
bóveda y una altura de varias cubiertas, con las paredes recubiertas por proyectores
holográficos, en cuyo centro se encontraba una pasarela suspendida con una
consola de trabajo en el extremo. Storekeeper permanecía sentado allí mirando
los sectores del cuadrante alfa donde se encontraban, tan concentrado que no se
dio cuenta de la presencia de su homólogo romulano.
Este
carraspeó para anunciar su presencia y el humano, dado por enterado le indicó
que se acercara.
–
Estaba pensando que ruta a optado por escoger ese breen – le explicó este –. La
más directa le lleva por zonas muy densamente pobladas en este periodo de la
historia. Pasa por las rutas comerciales vulcanas, orianas y denubulans muy
activas en esos años, así como muy cerca de los belicosos arkonians. Luego se
aproxima a los peligrosos tandaran y a medida que se acerca a su territorio hay
otras potencias en expansión: talarianos, markorians o los mirador y los
propios cardassianos. ¿Pretenderá pasar desapercibido como hubiera hecho yo?
–
No lo creo – le contestó Cronak reflexivo –. Pensemos en lo que está haciendo.
Está doscientos años en el pasado y se dirige hacia su gente. ¿Para qué? La
única respuesta plausibles es para darles la tecnología superior que tiene y
así hace que Breen sea la potencia dominante en el cuadrante Alfa en el siglo
XXII. Ya no han de depender del Dominion para ello, ni de nadie más. Por tanto
no está solo y sí con un armamento superior al de cualquiera de las razas que
usted ha mencionado. Si yo fuera ese breen tomaría el camino más rápido. Pero
con precaución, porque nosotros no le dejaremos hacer lo que pretende. Y lo
sabe, si es que conoce un poco a los capitales de la Flota Estelar.
Storekeeper miró al romulano y
esgrimió una sonrisa ante aquel cumplido.
– Eso ya me lo
imaginaba. Las sondas que he mandado están programadas para rastrear cualquier
firma de curvatura. Y ya hemos empezado a recibir los primeros resultados –
dijo y tras presionar la consola aparecieron las trayectorias de las naves
detectadas y que tenían un rumbo adecuado –. Ocho naves entran en los
parámetros.
–
¿Qué velocidad se alcanzaba en este tiempo? – preguntó Cronak.
–
Los vulcanos podían llegar a factor siete y otras razas como los xyrillian o
los vissian tenían tecnologías similares. Y aunque hubieran reparado sus
motores, ir a tanta velocidad le delataría. No creo que supere el factor cinco
de curvatura, la velocidad estándar de este periodo. Si fuera él, incluso
trataría de camuflar mi firma.
–
Usted es el cartógrafo, y conoce estas estrellas mejor que nadie, capitán – le
elogió Cronak fijándose en las naves cuya trayectoria estaba trazada. Había una
que aparecía como desconocida.
–
Sí, yo también me he dado cuenta – replicó Storekeeper –. ¿Le parece que sea
nuestra primera opción?
–
Sí, claro – contestó el romulano –. Por cierto, venía a decirle que ya han
probado el sistema de ocultación y funciona correctamente.
–
Magnífico. Será mejor que lo activemos, no quiero volver a alejarme de nuestro
rumbo para no encontrarnos con otras naves, como con la vulcana de hace dos
días.
–
Sabe, al final le haremos ser un buen romulano a usted – bromeó Cronak.
–
Ya veremos.
Mientras
el White Wolf buscaba la nave breen
en la inmensidad de las estrellas, DeLoean trabajaba en algo muy distinto:
hacer los cálculos necesarios para lleva la nave de regreso a su tiempo. Las
variantes eran muchas: la velocidad de la nave, se tenía que alcanzar una
velocidad de factor de curvatura muy cercana al 10. Teóricamente imposible,
pero con los daños sufridos no podía dejar nada al azar, cualquier variable de
la ecuación debía de tenerse en cuenta. Luego se tenía que encontrar el giro de
inercia al dar la vuelta a la estrella que tenía que ser adecuado a la masa de
esta con respecto el centro gravitacional de la galaxia y del universo. La masa
de la nave y de la estrella en la trayectoria de giro... la gravedad de los
planetas circundantes. Así como la resistencia del propio casco y los motores,
dañados en la batalla contra el dominion. DeLoean no paraba de admirar al
capitán Spock de haber hecho todos aquellos cálculos sin ayuda de un ordenador
como el del White Wolf y a bordo de
un pájaro de presa klingon de los originales B’rel. Un auténtico genio.
La
puerta se abrió y entró Tabor con la mirada llena de curiosidad.
–
Me han ordenador que me presentara aquí – indicó con cierta sorpresa.
–
Sí. Necesitaba a un ingeniero para que me ayudara con los datos de la
resistencia del motor – explicó DeLoean invitándose a sentarse.
–
Pero hay otros ingenieros mucho mejor cualificados para este trabajo – replicó
el bajorano.
–
Me lo imagino. Pero necesito a alguien práctico. Yo soy muy teórico, pero en la
práctica quien hace funcionar las naves son los ingenieros que pueden desmontar
y volver a montar con los ojos cerrados un motor – le explicó DeLoean
repitiendo la misma frase que Tabor le dijo en el comedor unas semanas antes –.
El reactor del White Wolf fue
gravemente dañado y tenemos que ajustar mucho los datos, necesito a alguien que
conozca muy bien ese sistema. Además, quería que fueras tú.
–
¡Ah! – replicó Tabor con una amplia sonrisa –. Si es así.
Las sondas de largo alcance habían detectado diversas
firmas de curvatura, pero finalmente Storekeeper
y Cronak se habían decantado por un nave cuya ruta, aunque al principio parecía
bordear la frontera breen, se acercaba demasiado a esta para que no le
prestaran atención. Según los sensores era una nave kantare, que el ordenador
procesaba como tal, pero era demasiado profunda, demasiado constante
para aquel periodo y eso que los kantare estaban en un avance paralelo al que
tendría de Tierra y la Federación dos siglos y medio más tarde. Cuando su presa
se colocó en alcance visual en la pantalla apareció la nave breen.
–
Haga un rastreo completo de la nave – ordenó Storekeeper.
–
Han reparado sus motores – informó Wenok –. Según la información del mayor
Talvin detecto partículas quánticas de disipación, vuelven a tener su arma
activa. También han reparado sus sistemas defensivos.
–
¿Hay alguna reacción sobre nuestra presencia? – preguntó Cronak.
–
No hay reacción alguna.
–
¿Tiempo estimado de intercepción? – preguntó Storekeeper.
–
Treinta y ocho minutos – respondió Freya.
–
Capitán Storekeeper, me gustaría hablar con usted, a solas – indicó entonces el Cronak.
El fabrini le miró y asintió levantándose y se dirigió a su despacho.
–
Supongo que quiere saber qué intención tengo.
–
Así es.
–
No soy militar como usted – replicó Storekeeper
acercándose a la ventana –. Mi trabajo era explorar las estrellas, explorar
nuevos mundos, nuevas civilizaciones, nuevas formas de vida... No quiero matar,
no me gusta, ni cuando es necesario. Mi deseo es hablar con los breen y
entendernos. Pero creo que no voy a tener opción, ¿verdad?
–
Me temo que no – le respondió Cronak que estaba siendo muy paciente,
sorprendiéndose sobre todo a él mismo por ello –. Los breen no suelen hablar.
No es su costumbre. Y si se detiene a hablar... nos destruirán, a todos. Y como
usted dijo: en juego está nuestra propia existencia y de la nuestros pueblos
tal y como la conocemos. Si los breen se apoderan de esa tecnología dudo que
exista un USS Enteprise que intercepte
a Yonada antes de colisionar con
Daran V. Si los breen se apoderan de esa tecnología ¿quién me dice que dejarán
Romulus y la colonia donde ha vivido mi familia en paz? ¿Quién dice que mi
bisabuela, oficial de la Guardia Imperial en este periodo, no luchará contra
los breen antes de tener a mi abuelo? Y le aseguro que con el arma disipadora
ninguna nave de este periodo está a salvo.
Storekeeper escuchó a Cronak
en silencio. Él mismo había pensado en ello muchas veces antes de aquel
momento.
–
Parece que usted los conoce mejor que yo. ¿Qué me recomienda?
–
Desocultarnos justo detrás de su popa y disparar con todo lo que tengamos. De
esa manera evitaremos que utilicen su arma disipadora contra nosotros.
Storekeeper asintió y los dos oficiales salieron del
despacho.
Media
hora después el White Wolf se
colocaba justo detrás de la nave breen, que parecía no haberse percatado de su
presencia.
–
Mantiene rumbo y velocidad, señor – informó Wenok. Tenían que ser muy rápidos
para disparar tras desocultarse.
»
¡Está deteniéndose! – ladró entonces el andorino.
–
¿Es posible que nos haya detectado? – preguntó Storekeeper.
–
No están alzando sus defensas, solo se han detenido – respondió Wenok.
–
¿Por qué aquí? – se preguntó Cronak que estaba accediendo a los archivos del
ordenador en la consola de misión de operaciones –. Estamos en su frontera del
siglo XXIV.
–
Detecto cuatro naves aproximándose, desde Breen – indicó Freya.
–
¿Cuánto falta para tener al alcance de nuestros torpedos?
–
Siete minutos – le respondió Wenok a su capitán.
–
¿Y cuánto tiempo falta para que se encuentren las naves breen?
–
Seis minutos – respondió Freya.
–
El tiempo muy justo – puntualizó Cronak.
–
¿Conseguiríamos llegar antes si desactivamos el sistema de ocultación? –preguntó
Storekeeper.
–
Sí – contestó Cronak –. Pero eso impediría la sorpresa, tendrían por lo menos
dos minutos para dar la vuelta y disparar sus armas disipadoras. No hay otra
alternativa. Ahora ya no. Tenemos que acercarnos sin que nos vean y atacar sin
piedad.
–
No, ya no. Teniente Wenok, prepare los torpedos de fotones nada más entren en
nuestro alcance – ordenó Storekeeper –. Dispararemos todos los
lanzadores hasta destruir esa nave. No espere mis órdenes, dispare en cuenta
entre en su alcance.
–
A sus órdenes, señor.
En
la pantalla la nave breen iba haciéndose cada vez grande, mientras el tiempo
corría mientras las otras tres naves se acercaban para interceptarla.
–
Un minuto para entrar en alcance de los torpedos – informó Wenok. En cuanto
entraron en radio de acción, el andoriano desactivó el sistema de ocultación y
mientras lo hacía la energía era desviada a los lanzatorpedos de la parte
superior del casco que lanzaran la primera descarga de proyectiles.
–
¡Por la dulce victoria! – pronunció este el antiquísimo lema de guerra de la
Guardia Andoriana al tiempo que presionaba los controles.
Toda
el White Wolf se estremeció mientras
los torpedos de fotones salían como estrellas rojas de los tubos pasando por
encima del plato. Pero para entonces la nave breen de su tiempo empezaba a
virar sobre sí misma, mientras sus contrapartidas del siglo XXII aceleraban
para atacar a la recién llegada. Antes que la nave de guerra breen pudiera
enderezarse contra la nave estelar fue alcanzada por los primeros torpedos. Las
explosiones de anti-materia colapsaron sus escudos y la superestructura cedió
bajo la presión, aun así la inercia del impulso hizo que se encaramara contra
su enemigo. La parte central se estaba partiéndose pero la proa con la última
bocanada de energía disparó su arma disipadora contra el White Wolf. La energía blanquecina se cruzó en el espacio con la segunda
salva de torpedos alcanzó al resto de la nave breen desintegrándose
completamente. Pero la energía disipadora alcanzó en ese momento los escudos de
la nave estelar, extendiéndose como fulgores blancos sistema a sistema por todo
su interior, envolviéndola por completo y dejando sin energía sus sistemas
hasta dejarla varada e indefensa en el espacio.
En
unos segundos el puente quedó a oscuras y en silencio.
Entonces
la nave empezó a sacudirse con violencia, una bola de fuego alcanzó la
estructura superior del puente volatilizándolo y abriendo el casco al espacio.
El resto del White Wolf recibía las
descargas disruptoras de las naves breen recién llegadas que no dejaban de
disparar. En su interior las sirenas no funcionaban, algunos hombres por
iniciativa propia se dirigieron hacia las cápsulas de salvamento. Un disparo
alcanzó la parte superior de ingeniería, envolviendo esta y las barquillas superiores
en una bola de fuego, que partieron los pilones que las sostenían.
En
el interior de la nave los mamparos y techos cedían impacto tras impacto, las
explosiones se sucedían, el fuego se extendía junto al humo. Tabor abrió una
trampilla de los tubos jefferies y salió al pasillo de la cubierta seis
linterna en mano y se dirigió hacia la sala de cartografía. Junto a la entrada
de esta DeLoean estaba tirado en el suelo, inconsciente, con lo que parecía un
golpe en la cabeza. El bajorano no perdió tiempo y tras comprobar que aun
respiraba se lo cargó al hombro y tambaleándose por culpa de las explosiones se
dirigió hacia el hangar, situado en la cubierta inferior a la que se encontraba.
Entró
por la parte superior, junto al control del tráfico de lanzaderas. Desde allí
vio que las puertas exteriores ya estaban abiertas. Tabor no había sido el
único en tener aquella idea y en huir con una lanzadera. La runabout que le quedaba al White Wolf en aquel momento salía por la
puerta y se internaba en la lluvia de disparos breen, mientras otra lanzadera
de Tipo-8 empezaba a dirigirse hacia la salida.
El bajorano estaba agotado, así que dejó en el suelo a
DeLorean y descendió hasta la cubierta inferior por las escaleras metálicas,
entrando en el vehículo más próximo. Era una veterana lanzadera de formas
redondeadas con una rampa en la parte frontal para la rápida evacuación de
heridos de Tipo-7 utilizada como ambulancia a la que había un transportador.
Ascendió por la rampa y se sentó en los controles. Los conocía bien porque
había hecho prácticas de vuelo con ella hacía varios meses. Encendió los
motores y cerró la rampa al tiempo que se elevaba por encima de la pista de
maniobras del hangar y accedió a los controles del transportador, fijando a
DeLorean en el mismo y materializándolo en el suelo de la lanzadera. Hizo virar
la lanzadera sobre sí misma y se dirigió hacia la salida acelerando al máximo.
Al salir del White
Wolf esta se estaba literalmente desintegrando, el plato de la nave estelar
presentaba grandes fisuras en su casco envuelto en llamas mientras el oxígeno
encerrado en su interior se escapaba para desaparecer en el vacío del espacio.
La sección de ingeniería superior parecía haber desaparecido y la inferior
estaba envuelta en impactos de las naves breen de aquel siglo. Tabor no lo pensó
mucho, tan solo enfiló la lanzadera hacia el espacio abierto, dejando el cuerpo
moribundo de la nave estelar detrás de él y aceleró más allá de la velocidad de
la luz, rezando con todas sus fuerzas a los Profetas que los breen les dejaran
en paz.
En el instante en que se perdía entre las estrellas, el
campo de fuerza que protegía la anti-materia se vino abajo y una tremenda
explosión acabó definitivamente con la nave del capitán Diack Storekeeper.
Lo primero que vio DeLoean al abrir los ojos fue el
rostro de Tabor, que sonreía como si nunca hubiera roto un plato. Y su primera
reacción fue devolverle la sonrisa. Tenía un fuerte dolor de cabeza. Luego como
una avalancha, le vino a la memoria todo lo sucedido.
– La nave… El capitán – dijo angustiado mirando a su
alrededor.
– Destruida. Todos murieron – replicó el bajorano
entristecido –. Bueno no sé si hubo supervivientes. Te saqué en una lanzadera.
No sé nada más.
DeLoean se incorporó y con ayuda de Tabor se sentó en los
mandos y abrió las frecuencias de emergencia de la Flota Estelar del siglo XXIV
llamó a otros que hubieran podido sobrevivir. Pero nadie respondió.
– ¿Adónde nos dirigimos? – le preguntó tras su
infructuoso intento de contacto.
–
A Bajor.
–
No podemos ir – le replicó DeLoean que volvió a sonreír tímidamente y le colocó
su mano sobre la mejilla con cariño –. Estamos solos. No podemos arriesgarnos a
cambiar el pasado. Hemos de buscar un lugar donde escondernos...
–
No. Vamos a Bajor para regresar a casa – le contestó Tabor con una sonrisa de
victoria, como la de un niño que ya sabe de respuesta al enigma planteado –. Tú
eres el experto en el tiempo, pero yo en los Profetas. Estos nos han salvado y
nos llevarán a casa.
–
El agujero de gus... El Templo Celestial aún no se ha descubierto y al otro
lado...
–
Los Orbes hace diez mil años que los envían los Profetas para guiarnos. Te dije
que en los antiguos d’jarra mi
familia era religiosa, monjes que velábamos por las Lágrimas de los Profetas,
sus Orbes. Durante generaciones uno de ellos en especial. Los Profetas nos
regresarán a casa, a nuestro tiempo.
–
De acuerdo – dijo DeLoean y se acercó a Tabor para besarle. Un instante antes recordó
un incidente de la Defiant, la Enterprise de Kirk y los tribbles. Pero
mientras besaba a Tabor ya no le importó aquel recuerdo, ya que supo, con la
certeza que solo pueden saber los enamorados, que Tabor tenía razón y que
regresarían a casa gracias a las Lágrimas de los Profetas.
Se
transportaron a las afueras de Templo de Iponu. En el ordenador de la lanzadera
habían programado una trayectoria de colisión con la atmósfera del planeta: no
quedaría nada de ella. La maniobra que quería hacer Tabor era arriesgada, pero DeLoean
confiaba en su criterio y le dejó hacer.
Pidió
audiencia al Guardián del Orbe responsable del templo, que enseguida les
recibió en los magníficos jardines que rodeaban el gran complejo religioso. Aún
faltaban mucho tiempo para que llegaran los cardassianos y este se encontraba
en su mayor esplendor, se respiraba paz, espiritualidad y serenidad.
–
¿Qué desean estos jóvenes visitantes? – les preguntó el monje. Era un hombre
muy joven, que no llegaba a los treinta años y que miraba lleno de curiosidad
al alienígena de nariz lisa que venía con el joven bajorano.
–
Venimos de muy lejos, su eminencia – empezó a decir Tabor ceremonioso.
–
No me llaméis así – le interrumpió jovial –. No soy Kai, ni vedek, tan solo un
simple sirviente de los Profetas. Además soy muy joven para esos protocolos,
aun no sé porque los Profetas me escogieron como guardián de la más hermosa
joya de este templo.
–
Mi nombre es Tabor Laan y mi familia procede de estas tierras – prosiguió Tabor
con la misma solemnidad en su voz, lo que atrajo aún más la atención del monje,
a quien entregó su pendiente –. Este pendiente perteneció a mi anciano bisabuelo
y fue su regalo el día de su muerte. Era lo único que poseía y me dijo que un
día me sería de utilidad. Pero nunca me explicó porque. Pero creo que ahora sí
lo sé.
El
monje lo miró hipnotizado, luego llevo su mano a su oreja y se quitó el suyo,
colocando los dos sobre su palma abierta y temblorosa: eran iguales, salvo que
el metal de uno estaba más gastado y envejecido. En la parte del centro del
colgando que pinzaba el lóbulo, donde tradicionalmente se encontraba el símbolo
familiar, en aquellos dos pendientes se le habían añadido una pequeña efigie que
representaba el Orbe que le habían pedido custodiar. Había sido parte de la
visión que los Profetas le habían proporcionado el día que le habían otorgado
el honor de ser el Guardián del Orbe del Tiempo (1). En los dos aparecía la Lágrima
de los Profetas refulgiendo como fuente de toda sabiduría. Luego alzó la vista
perplejo hacia los visitantes.
–
Por favor, no me preguntéis más. Solo recordad vuestras enseñanzas: que todo es
voluntad de los Profetas.
–
¿Que deseáis? – contestó el monje con una voz tranquila y serena tras un largo
silencio, al tiempo que le devolvía el envejecido pendiente a su bisnieto.
–
Hemos de ver el Orbe del Tiempo.
–
Seguidme.
Y
sin decir nada el monje les guio hacia un edificio coronado por una cúpula
dorada y grandes columnas. Era el atardecer y el sol bañaba aquel lugar con
unos colores rojos y naranjas muy hermosos. En el interior de la gran sala
situada sobre un altar iluminado por la luz solar y las velas había una caja
rectangular decorada con hermosas formas. El monje se detuvo y realizó una
reverencia frente al altar, luego se giró hacia los dos jóvenes.
–
Que los Profetas os guíen en vuestro camino – les dijo con una gran sonrisa
como la de un padre a un hijo, como la de un abuelo a un nieto, llena de amor y
esperanza. Luego se acercó a Tabor –. Cuantas preguntas desearía hacerte, pero
sé que no puedo, porque si tuvieran respuesta los Profetas ya me las habrían
dado.
Durante
el viaje a Bajor Tabor le había explicado a DeLoean la anormal longevidad de su
bisabuelo, incluso para un bajorano. Cuando Laan nació, su bisabuelo ya contaba
con más de doscientos años y como él era el pequeño de los hermanos le había tocado
a él cuidar del anciano vedek, que a pesar de no poder valerse por sí solo y
ciego había mantenido la lucidez mental hasta el final de sus días. Había
muerto cuando Laan tenía doce años y aun en los peores días de la ocupación siempre
había mantenido que los cardassianos se marcharían de Bajor con una seguridad
pasmosa. De aquel anciano postrado Tabor había recibido su creencia en los
Profetas y que todo ocurría por su voluntad, así como su infinita bondad y
sabiduría. Durante su larga vida había encarnada diversos cargos: primero había
sido elegido como Guardián del Orbe, un cargo del cual solo había doce y eran
los responsables de vigilar y proteger los Orbes enviados por los Profetas.
Después había sido elegido como superior del monasterio de Iponu, donde se
guardaba el Orbe del cual había custodiado: el del Tiempo. Para luego ser elegido
vedek y formar parte de la Asamblea de vedeks, que había abandonado ya anciano,
para ser de nuevo un simple monje, siendo cuidado, ya muy mayor por su familia
una vez que los cardassianos desalojaron el monasterio de Iponu y se llevaron
de él el Orbe del Tiempo.
–
Adiós bisa… Te quiero... tanto...
Todo irá bien... incluso en los peores días... – le contestó Tabor con la voz
temblorosa, rota, al tiempo que no podía contener las lágrimas. DeLoean, que para
darle fuerzas a Laan le cogió la mano. Ese gesto dejó de nuevo perplejo al
monje por un instante, que miró a los dos jóvenes extrañado por un instante,
para sonreír y asentir complacido. Luego le apretó el lóbulo de la oreja a su
bisnieto y sonrió, para luego acariciar la mejilla de su nieto con ternura.
–
Que los Profetas os iluminen también en vuestro amor – continuó el vedek que
miró a DeLoean y luego de nuevo a Tabor –. Es hora de que os marchéis.
Y
el monje salió de la sala dejándolos solos. Tabor se limpió las lágrimas de la
cara y se acercó al altar donde reposaba una de las Lágrima de los Profetas y
abrió la caja.
–
Solo has de tener fe – le dijo Tabor a DeLoean. Y este le sonrió, porque la
tenía. Tal vez no en los Profetas como Dioses, pero sí en Tabor, una fe ciega e
inquebrantable. Y el Orbe, como una joya verde alcanzada por un rayo de luz, se
iluminó con una claridad fluorescente, casi irreal, mágica. Tabor y DeLoean se
cogieron de la mano y a su alrededor el templo desapareció envuelto en la
propia luz que manaba del Orbe. Al apagarse estaban en otra estancia más
pequeña, como si fuera subterránea, iluminada por velas y frente a ellos un
gran símbolo bajorano. El arca del Orbe estaba sobre una tarima alargada y
flanqueándoles tenía dos macizas columnas con sendos monjes tallados en la
piedra, cada una de ellos sosteniendo una esfera con el símbolo de Bajor les
observaban severas.
Segundos
después varios guardias bajoranos armados aparecieron en la estancia
encañonando a Tabor y DeLoean que alzaron las manos.
Alto Mando de la Flota Estelar
San Francisco, la Tierra
Comunicado número 8743-33
Fecha estelar: 52515.7
Al USS White
Wolf NCC-74004, bajo el mando del capitán Diack Storekeeper y
a toda su tripulación, por su valor llevado más allá de cualquier deber se les
concede póstumamente la Estrella de Plata al Valor de la Flota Estelar y la
Estrella Binaria al Valor Extremo del Imperio Romulano, por su decidida acción
en el salvamento de 433 tripulantes y oficiales del pájaro de guerra Goraxus sin prestar atención a su propia
seguridad ante un enemigo superior y dando lo más preciado de todos ellos: su
propia vida por salvar a sus aliados de forma desinteresada y generosa. Que su
acto de heroísmo sea una muestra de la nueva alianza entre la Federación Unida
de Planetas y el Imperio Romulano sin ningún tipo de duda.
No hubo supervivientes.
Ll. C. H.
Notas
de producción:
(1) Guardián de los Orbes es una figura idea para este relato. Sería un
rango medio, como el del Ranjen, en la jerarquía religiosa bajorana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario