Las reparaciones de la USS White Wolf se hacen contra reloj para
completarla antes que los breen.
3.
Aunque
T’Shara había querido celebrar la cena en la cabina que les habían asignado,
aquella tarde había fallado toda la parrilla de energía de la cubierta y con
los replicadores inservibles, por lo que Subrok insistió que cenaran en su
camarote, en la que tenía una cocina de fuego. La estancia estaba sombría, tan
solo iluminada por velas y un par de focos indirectos al estilo vulcano. Los
muebles también eran austeros, aunque en cambio tenía diversas obras de
artesanía alienígena, entre ellas un gran mural que representaba una escena
mitológica de tiburon, donde el vulcano había estado destinado muchos años.
Los
platos vegetarianos de Subrok estuvieron acompañados por un vino bajorano
traído por Storekeeper, que poco a poco hizo efecto en los comensales disminuyendo la
tensión con la que había empezado la velada. Mientras Subrok y T’Shara hablaban
de arte romulano y de su origen vulcano, Storekeeper y
Cronak se acercaron al ventanal. A lo lejos podían apreciar, apenas como un
pequeño punto, la nave breen.
–
¿Usted cree que ganaremos esta guerra…? – preguntó sorprendentemente Cronak con
la mirada perdida en el firmamento teñido de rojo por la cercana protonebulosa
–. Contra el Dominion.
–
Hemos de ganarla. La otra alternativa es demasiado...
–
Horrible – completó el romulano.
–
Nefasta, iba a decir. Para todos, por supuesto.
–
Durante la cena me dijo que era cartógrafo, eso me ha hecho ver que no somos
tan diferentes – indicó el romulano tras unos instantes de silencio entre los
dos oficiales –. Por supuesto yo soy un militar y por tanto obedezco órdenes.
Durante mis años de servicio a la Guardia Romulana he realizado docenas de
patrullas por la Zona Neutral. Y bajo órdenes del Tal Shiar la atravesé en
varias ocasiones, incluso en una de esas ocasiones con propósitos poco honestos
contra la Federación, la verdad. (1)
Pero en realidad me alisté para conocer las estrellas, para tocarlas. Mi padre
es un granjero en una pequeña colonia del Imperio, una persona sencilla,
siempre creí que había nacido ya viejo y sin ambiciones, más allá de sus
campos, el paso de las estaciones, ver crecer el trigo o la fruta del bosque
para luego recogerla. Y por supuesto sus cuatro hijos. Yo soy el único que me
alisté voluntario. Desde pequeño siempre quise viajar entre las estrellas y ver
que había más allá. No esperé al servicio obligatorio y el día que fui mayor de
edad entraba en la Escuela de Guerra Imperial. Desde entonces he visto muchas
estrellas capitán Storekeeper, incluso he tocado alguna estrella y he visto más allá de estas. Pero
sobre todo he luchado por mi Imperio, por mi gente. Y si me guarda un secreto,
cuando entramos en guerra contra el Dominion: me alegré. Porque siempre supe
que si no atacábamos primero, nos aniquilarían. No concibo las extrañas ideas
de mi esposa sobre el origen de los romulanos y lo que tendríamos que hacer con
unos o con otros. Pero sí sé reconocer el peligro cuando lo veo y el Dominion,
como el borg, era un peligro al que se le debe parar los pies.
–
En realidad su pueblo y el mío se parecen más de lo que parece. Yo soy fabrini
y durante milenios mi gente viajó entre las estrellas, la Yonada, sin conocer realmente qué estaban a bordo de una nave
espacial y controlados, incluso en sus propios pensamientos, por el ordenador
central de la nave – explicó Storekeeper –. Cuando llegamos a
nuestro destino, todo hay que decir que gracias a la intervención de ciertos
oficiales, (2) mi
gente se encontró desorientada. Todos tuvieron que empezar una nueva forma de
vida, sin control del Oráculo, lo que para muchos no fue nada sencillo. Cuando
mi abuelo vivía a bordo de la Yonada
era almacenero, único trabajo para el que había sido educado, ya que dentro de
la estructura de la nave no iba a hacer nada más en su vida. Por lo que solo
conocía ese oficio: registrar, catalogar, almacenar y distribuir lo que se
guardaba en su almacén, uno de muchos, aunque él lo recordaba con mucha
añoranza: sector magenta, cubierta Almana145, sección índigo… Depósito
Almana3-3. Pasamos tantas generaciones a bordo de aquella nave se perdieron
muchas cosas: sin luz solar nuestras marcas en la piel no se distinguían del
resto de la epidermis hasta que la estrella Daran volvió a destacarlas. (4) Al principio se creyó que era una
enfermedad, pero en realidad era algo que se había perdido. Como nuestros
apellidos: ¿para qué si el Oráculo decía lo que debían hacer, que estudiar, con
quien debían casarse y cuantos hijos tenían que tener, incluyendo el género que
debían ser? Mi abuelo decidió, como muchos, escoger como apellido su profesión
que tuvo a bordo de la Yonada, antes
de convertirse, ya en Daran IV o Nueva Fabrina como llamamos al planeta, en
albañil. Nunca volvió a almacenar y controlar nada, aun así estaba orgulloso de
haber contribuido durante su juventud en el control y distribución de los
limitados recursos que había a bordo de la nave.
»
Ustedes, los romulanos, tras abandonar Vulcano vagaron por el espacio en busca
de un nuevo hogar. Fueron nómadas como los fabrini. Y cuando lo encontraron
decidieron defenderlo contra cualquiera que les amenazara. Yo sabía que al
final se unirían a nosotros en la lucha contra el Dominion. Lo que me
entristece es que tardaran tanto tiempo en hacerlo, porque perdimos muchos
buenos oficiales y tripulantes hasta entonces. Y como usted yo también quise
ser siempre capitán de una nave estelar: grandes y esbeltas, con sus motores de
curvatura y su plato redondo para explorar la galaxia: ir hasta donde nadie
había ido. Descubrir la esencia del universo y regresar para contarlo.
–
Entonces usted también cumplió su sueño al igual que yo.
–
Aun estoy en ello. Pero sí.
–
Cuando me marché a Romulus mi padre me abrazó y dijo algo sorprendente, ya que
nunca creí que se sentiría orgullo de que escogiera la carrera militar: “no puedo darte nada, salvo mi bendición y
este puñado de tierra. Consérvala cerca de tu corazón y cuando estés lejos de
casa, recuerda su olor, su textura y eso te reconfortará” – dijo Cronak
sacando un pequeño saco de piel ya envejecido de su bolsillo de chaquetón
acolchado –. Y aunque desde que tengo memoria siempre deseé abandonar aquella
colonia, ahora al mirar esta tierra, me siento como en casa y me da fuerzas en
los momentos más penosos.
–
Supongo que aunque no lo queramos reconocer, nuestros padres nos conocen mejor
que nosotros mismos.
–
¿Su padre también fue albañil como su abuelo? – preguntó Cronak con curiosidad.
–
No. Mi padre regentaba un pequeño hotel, cuyo edificio había construido mi
abuelo usando planos y dibujos de la antigua arquitectura fabrini. Fue era una
persona sencilla que adoraba a sus hijos y se enorgulleció de las decisiones
que tomaron estas en sus vidas. Mi hermana es periodista, mi hermano contable y
yo y mi hermano pequeño nos alistamos en la Flota. Él sirve en la Base Estelar
231.
–
¿Sabe que es usted es el primer fabrini que conozco? – preguntó Cronak lleno de
curiosidad, guardando la tierra que le había entregado su padre de nuevo en el
bolsillo de su uniforme –. Aunque sí conocía su historia, así como su fama
sobre su lealtad a la Federación.
–
Creo que simplemente somos consecuentes con lo que nos ocurrió. Sin la Flota
Estelar la Yonada se hubiera
estrellado contra Daran V y no estaría aquí. Y cuando colonizamos Nueva Fabrina
tuvimos la suerte de ser ayudados por la Federación en reconstruir nuestra
civilización. Ya no solo por la dependencia de mi pueblo a un control sobre sus
vidas, sino a recordar quienes éramos, volver a conocer que era ser un fabrini,
cual era nuestra historia, nuestra cultura. Todo ello estaba almacenado en el
ordenador de la nave, pero en realidad no sabíamos cómo utilizar esa
información. La Federación nos ayudó en ese proceso, que en realidad, tras poco
más de cien años, aun continua, por lo que siempre estaremos eternamente
agradecidos por su generosidad a la hora de ayudarnos. ¿No lo estaría usted?
–
La gratitud siempre es una buena cualidad – contestó Cronak pensativo, después
sonrió con satisfacción y miró directamente a los ojos de Storekeeper –.
Ciertamente, usted y yo no nos diferenciamos mucho y no me refiero a las características
biológicas de nuestras razas, claro. Quién sabe si al final nuestros pueblos
acabarán con sus rencillas gracias a esta maldita guerra y todos nos podremos
beneficiar de las experiencias vividas.
–
Eso estaría bien. Que surgiera algo positivo de esta barbarie.
–
Es tarde querido – intervino entonces T’Shara –. Y ha sido un día muy largo.
–
Tienes razón, como siempre – respondió Cronak, a quien se le iluminó el rostro
al ver a su esposa y se giró de nuevo hacia el capitán de la Federación –.
Tendría que casarse capitán Storekeeper.
–
Yo ya estoy casado: con la Flota.
–
Es un mal matrimonio, se lo aseguro. Exige demasiado y al final, no nos
recompensa como esperábamos. Y por las noches, tampoco nos calienta.
–
Gracias por su hospitalidad doctor Subrok. Y gracias a usted también capitán
por su compañía. Ha sido una velada inolvidable – se despidió la romulana que
junto a su esposo se dirigieron a su cabina, allí le preguntó a su esposo –.
¿Qué te ha parecido?
–
No sabría decirte – contestó Cronak –. Aunque no me gustaría enfrentarme con
él.
–
Viniendo de ti es un gran cumplido – le dijo T’Shara abrazándole.
–
Me agrada, para no ser romualno – amplió este su respuesta al tiempo que besaba
a su esposa –. Pienso mucho en los niños.
–
Están bien en casa de mi padre. Pronto los volveremos a ver, ya verás.
En
la pantalla la nave breen de extrañas y misteriosas líneas asimétricas,
permanecía varada fuera del alcance de las armas del White Wolf. Según los sensores ya había reparado el sistema de
propulsión y en cualquier instante podía acelerar y desaparecer. No en cambio
la nave estelar: que había logrado concluir la re-alineación de las barquillas,
pero el reactor principal aún permanecía inactivo. Los inyectores no se
acababan de re-equilibrar correctamente y una entrada incorrecta de materia o
de anti-materia podía vaporizar la nave en un instante. Además habían
descubierto una microfisura en el cristal de dilithio, lo que reducía la
eficacia del reactor y reducía drásticamente su vida efectiva: debía de ser
sustituido lo más rápido posible. Algo difícil en el siglo XXII, donde las
técnicas de refinado del dilithio estaban muy alejadas de las características
optimas del motor de la clase Cheyenne.
También había otros problemas con la carena secundaria de energía que fallaba
intermitentemente.
Hacía
varias horas que sabían que la nave breen partiría antes que ellos, pero saber
eso no disminuyó el desánimo en aquel momento. Porque doce horas después del
anuncio de Talvin, la nave enemiga viró en redondo y aceleró más allá de la
velocidad de la luz.
El
White Wolf había perdido y estaba
sola.
–
¿Qué rumbo ha emprendido? – preguntó Storekeeper
visiblemente frustrado, no tanto por no poder emprender la persecución, sino
por la negativa de los breen a hablar con él. Había abierto un canal de
comunicaciones y había enviado varios mensajes, incluyendo uno que afirmaba
tener una manera de regresar a su era. Pero estos no habían respondido. Sabía
que eran sus enemigos, pero esperaba que estar atrapados en el pasado les
hiciera aunar esfuerzos y trabajar en común. Esa era el espíritu de la
Federación y no iba a permitir que nada lo truncara.
–
Se dirigen hacia su territorio, señor – contestó Wenok –. Aunque con su
velocidad tardará por lo menos dieciséis a veinte semanas en llegar.
–
Capitán sugiero llevar el White Wolf
a Tecran – dijo entonces Cronak –. Allí podríamos realizar las reparaciones
para dejar esta nave en perfectas condiciones. Ahora sabemos a dónde se
dirigen, por tanto contamos con esa ventaja. Si reparamos la nave tendremos
además una velocidad superior y podremos alcanzaremos en pocas semanas. La
galaxia es grande, pero no es fácil ocultar una firma de curvatura del siglo
XXIV.
Storekeeper asintió con pesar.
La
estación Tecran (5) apareció en la
pantalla dos días después. Era una instalación de considerables dimensiones que
partía de una estructura central circular, desde donde salían cinco brazos en
forma de estrella con diques, desde dos de los cuales se extendía sendos
puertos de atraque que se alargaban de mil metros desde el centro de la
instalación. Había una treintena de muelles, de los cuales los más cercanos al
núcleo eran diques de construcción de naves tellarites. Contaba con una
tripulación de un millar de seres y su interior estaba adecuado para una gran
variedad de hábitats al ser un lugar muy frecuentado por naves mercantes de
muchas razas distintas. En el momento en que el White Wolf arribó al sistema, ya sin ningún distintivo
característico terrestre, en la estación había una veintena de nave
pertenecientes a media galaxia: entre ellos cargueros axanar, bolian, enolian,
retellian o tallerian entre otros, así como cinco cargueros vulcanos escoltados
por un crucero de la clase Suurok
y una nave de guerra andoriana junto a otros tantos transportes. Por culpa de
la guerra que libraban la Tierra y Romulus los viajes espaciales se habían
vuelto muy peligrosos y las naves viajaban en convoyes bien escoltados.
Unas horas antes se habían puesto en contacto con el
administrador tellarite pidiéndole permiso para atracar. Debido a su parecido
físico entre humanos y ba’ku, conocidos en aquel momento de la historia como ka’bu,
tan solo estos podían ser vistos por los ocupantes de la estación. Los
tellatites se quedaron sorprendidos cuando Izaguirre le indicó que era una nave
ka’bu, aun así no puso impedimento alguno ante la petición de permanecer en un
lugar aislado de la estación. Se acordó el precio por utilizar las
instalaciones, de la energía suministrada y de otras provisiones.
Poco
antes de partir hacia la estación y cuando nave breen ya se dirigía hacia su
territorio, Storekeeper entró en la sala de ingeniería para hablar con Izaguirre. Frente al
capitán media docena de ingenieros, varios de ellos romulanos, trabajaba en el
reactor que estaba completamente desmontado. Le preguntó a un joven ingeniero
bajorano donde estaba Izaguirre y este le indicó que se encontraba supervisando
el sellado del inyector de anti-materia varias cubiertas por debajo de la que
se encontraban. La encontró con tan solo una camiseta de tirantes roja, sucia
de grasa y tirada en una estrecha estancia de la última cubierta de la nave.
“Tengo que decirle una cosa importante”
indicó el capitán tras despedir al resto de ingenieros. “Una vez lleguemos a la estación
Tecran tan solo tendrá catorce horas para realizar las reparaciones”.
“¿Qué?” exclamó está sorprendida y
contrariada. “Pero señor, tendríamos que
aprovechar la estación para...”.
“Lo sé, pero es una orden Susana”
sentenció Storekeeper en un tono de autoridad, pero al mismo tiempo suave y que no dejaba
lugar a réplica, eso indicó a Izaguirre que era inútil insistir. Y repitió: “cuando lleguemos haga las reparaciones
imprescindibles, solo tendrá catorce horas”.
“Sí señor”.
El
White Wolf fue guiado por una pequeña
lanzadera tellarite hasta su muelle, donde atracó con suavidad en la estación
Tecran.
Sabedora
que solo tendría ese tiempo Izaguirre preparó un programa muy apretado. Lo
primordial era sustituir las bobinas de curvatura dañadas, para lo que era
imprescindible replicarlas antes de llegar a la estación. Logro que consiguiera
dejando a la tripulación tan solo con las raciones de emergencia y replicando
solo las partes demasiado dañadas, remendando aquellos que podían ser
reparadas. En Tecran tardaría unas doce horas para sustituirlas y utilizaría
las vainas de trabajo y las lanzaderas de a bordo. Por suerte tenían suficiente
reserva a bordo de fluido criogénico que estas utilizaban. También aprovecharían
para concluir el sellado del casco, aunque lo más importante era conseguir otro
cristal de dilithio que pensaban acabar de refinar a bordo. Por lo que tendrían
que comprarlo a los tellatites, en cuya negociación le acompañarían DeLorian
por si necesitara asesoramiento histórico y el supervisor de la cámara del
reactor y experto en dilithio de a bordo, el alférez Tabor de Bajor, al que
tuvieron que alterarle su característica nariz para disimularle como humano.
–
Soy Anij, capitana de la nave ka’bu – se presentó Izaguirre al administrador
tellarite en el despacho de este, haciendo lo propio con Artim–DeLorian y
Sejef–Tabor.
– Una nave magnífica, si me permite
decirlo – el tellarite admirado –. Mi padre me habló de los ka’bu, con los que
hizo buenos negocios, pero hoy en día apenas se sabe nada de ustedes. Me alegro
de que un grupo aun siga al pie del cañón.
–
Gracias – contestó Izaguirre –. Somos pocos y errantes, poseemos pocos
recursos, por eso acudimos a usted para adquirir dilithio para nuestros
motores.
–
¡Oh! Un mineral caro – advirtió el tellarite, al que le brilló la mirada al
darse cuenta que tenía una magnífica oportunidad de negocio ante sí –. Pero
nada que no se pueda resolver. Mi padre me habló de su avanzada tecnología.
Estaría dispuesto a conseguirles el dilithio, pero a cambio de algo igual de...
valioso.
–
¿En qué había pensado? – intervino entonces DeLorian.
–
Con nuestros sensores apenas hemos podido entrever su nave. Es tan solo una
medida de protección en los tiempos que corren – se adelantó rápidamente a
puntualizar el tellarite –. La guerra entre la Tierra y Romulus cada vez se
está recrudeciendo más y nuestra estación no queda lejos de los últimos
combates. Pero hemos advertido que su tecnología del rayo tractor es muy
avanzada, calculo que más que la de los vulcanos, que por otra parte, son
incapaces de compartir nada.
–
No creo que haya problema – le contestó DeLorian adelantándose a Izaguirre –.
Pero antes nos gustaría ver la pureza del dilithio.
–
Nosotros tenemos el mejor refinado de la galaxia, traído directamente de
Coridan.
–
Entonces no tendrá inconveniente en que Sojef lo examine, ¿verdad? – indicó
DeLorian mirando al bajorano alterado quirúrgicamente, que no le quitaba la
mirada de encima desde que se habían cruzado en la enfermería.
El
tallarite asintió y los cuatro abandonaron el despacho del administrador para
dirigirse a la zona del astillero de la estación. En el almacén del dilithio le
pidieron al tellarite que le dejaron unos instantes solos, a lo que accedió sin
problemas. Tabor extrajo un tricorder que había modificado DeLorian para
parecer del siglo XXII y escaneó la pieza de dilithio. Por su expresión no le
gustó nada y antes de abandonar el lugar se dedicó a examinar las diferentes
partidas allí almacenadas. Al final encontró una muestra que le satisfizo más que
el resto.
–
Tardaré algunas horas, pero podrá servirnos – dijo encogiéndose de hombros.
–
Alférez – dijo entonces Izaguirre dirigiéndose a DeLorian –. ¿No pensará darle
en serio la nuestra tecnología del rayo tractor, verdad?
–
La nuestra no. Pero sí la de hace dos siglos. Más avanzada que la actual, unos
años solamente. Solo hará falta extraerla de la base de datos histórica.
Izaguirre asintió satisfecha ante aquella explicación.
Media hora después un forzudo tellarite hacia entrega del
dilithio en la esclusa de entrada de la nave estelar, al tiempo que DeLorian le
entregaba al administrador de la estación un disco de información. Lo examinó en
un padd que había traído y tras sonreír ampliamente asintió a la entrega del
dilithio. El cual fue rápidamente llevado a uno de los laboratorios de
ingeniería donde Tabor, ya con su nariz y su pendiente, empezó a trabajar en su
refinado. Según el cronómetro que indicaba el tiempo que debían estar en aquel
lugar, aún tenían ocho horas antes de que terminara el plazo dado por el
capitán Storekeeper para concluir las reparaciones. Y el ensamblaje del cristal
tenía que hacerse en la estación para aprovechar la energía que esta les podía
suministrar.
Mientras
tanto en el exterior del White Wolf
las lanzaderas se afanaban en acabar de llevar desde los hangares hasta la
barquilla de curvatura las gigantescas bobinas, que luego ensamblaban las
vainas de trabajo. No muy lejos otros ingenieros con sus trajes EVA terminaban
de sellar el casco dañado por los rayos polaron del jem’hadar. Las reparaciones
iban a concluirse en el tiempo fijado.
Continuará…
Ll.
C. H.
Notas
de producción:
(1) Con este comentario tal vez se refiere a lo ocurrido en The mind’s eye (TNG, 4.24) cuando la
nave estuvo liderada por la comandante Sela. Tal vez incluso Unfication II (LNG, 5x08). Se interpreta
que Sela por tanto no era parte de la oficialidad regular de la Armada, sino un
operativo del Tal Shiar, aunque esto último no se especifica en dichos
capítulos.
(2) Referencia al capítulo For the
world is hollow and I have touched the sky (ST, 3.10) donde aparecen los
fabrini.
(3) Las marcas en la piel
fabrini, que se mencionan en la primera parte de este relato es una invención
del autor con respecto en lo visto en la vez que aparecen en For the world…(ST, 3.10). Pero era una
manera de diferenciar a esta raza del resto de humanoides y que no aparecieran
en el capítulo es plausible tras miles de años sin ver la luz solar dentro de
la nave Yonada. Su capacidad de
modificarse dependiendo de la adrenalina en sangre es una característica
biológica única de esta raza.
(4) La estación Tecran está
basada en la que aparece en el capítulo Bounty
(ENT, 2.25), a su vez una reutilización de la estación cardassiana de
Kelvas vista en Tacking into the wind
(DS9, 7.22) y los astilleros de Monac en Shadows and symbols (DS9, 7.02). Que la vista en el capítulo Bounty sea la estación Tecran… es solo
una especulación.
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