martes, 27 de septiembre de 2016

Crossover Star Trek - Star Wars. 26

Capítulo 8
Juego romulano
Primera parte.


La Tierra

            El Queen of Varykino, el elegante y hermoso yate cromado, un lujoso crucero construido en los Hangares de Theed en su planeta de origen Naboo especialmente para el general Eckener, se aproximó al Dique Espacial. Pidieron permiso para desactivar el escudo de fuerza que lo protegía descendió para dejarlo entrar por una de sus gigantescas puertas. Para el jefe del ubictorado aquello tan solo podía significar que la maquinaria imperial se había puesto definitivamente en marcha. Poco después estaba reunido con Daran.
            – Como bien vaticinaste el Imperio está sumido en el caos – explicó el responsable de la inteligencia imperial –. Tras la muerte del Emperador se produjeron muchas revueltas en toda la galaxia, incluso en la Ciudad Imperial, aunque esta pronto fue sofocada. Pero eso no es lo peor, sino que se ha desatado una lucha encarnizada entre los consejeros y ministros de Coruscant, cada uno peleando por quedarse el mayor trozo de pastel. Por ahora Sate Prestage lidera el gobierno, pero no le doy más de seis meses antes de que lo exilien o le eliminen, su posición es muy inestable, como demuestra que en algunas regiones exteriores la marina ya ha empezado a evacuar sus instalaciones mientras la rebelión campa a sus anchas y va sumando cada vez más planetas a su causa por toda la galaxia. Y nadie se está tomando la molestia de detener las deserciones porque los moff y los altos oficiales están demasiado ocupados luchando entre sí o acumulando riquezas entes de desaparecer.
            – ¿Y qué está haciendo nuestra Inteligencia Imperial?
            – No pude entrevistarme con Ysanne Isard, pero sí lo hice con uno de sus ayudantes más cercanos, al que conozco desde hace años. Me ha dicho que está a la expectativa, seguramente esperando el momento de tomar el poder. Por ahora nuestra Corazón de Hielo está jugando con los miembros del círculo privado del Emperador al mismo tiempo que se está ganando la amistad de muchos oficiales del ejército y la marina. No me extrañaría que en algunos meses se apoderara de las riendas de lo que queda del Imperio.
            – Está sucediendo lo que me imaginaba – reflexionó Daran levantándose y dirigiéndose hacia los grandes ventanales. No había nadie capaz de sustituir a Palpatine y el Imperio se resquebrajaba mientras la Rebelión triunfaba, algo que era inevitable que sucediera. Estaban sostenidos por el terror, no a las acciones individuales de un moff o un oficial despiadado, si no al miedo al Emperador: a su poder capaz de desplegar en cualquier lugar a la galaxia una fuerza imparable. Pero sin ese terror, ese control absoluto del poder, el Imperio está destinado a desaparecer por culpa de la ambición personal que aquellos que se aprovecharon de él durante aquellos años. Todos ellos eran pequeños seres ciegos por su ambición personal, sin un fin más que su propio provecho, que ávidos de poder y egoístas destruirían lo que tantos años había costado en ser construido. En los próximos tiempos surgirán hombres poderosos y señores de la guerra, pero ninguno capaz de sustituir a Palpatine. Incluso se atrevía a vaticinar que aunque este regresara del mismísimo infierno sería incapaz de reconstruir lo que un puñado de rebeldes había conseguido. Y era algo que podía ocurrir si eran ciertas les leyendas en las que gracias al Lado Oscuro de la Fuerza Palpatine podía enviar su espíritu a otro cuerpo huésped. De lo cual era algo que no dudaba. ¿Sino por qué construir aquella factoría de clonación secreta en aquel lugar apartado de la mano de los Dioses como eran Byss?
            – Tú eras el analista político – replicó Eckner dejando un prudencia tiempo de silencio mientras su antiguo colega reflexionaba.
            – Y tú la mente metódica – replicó Daran.
            Y Zahn el hombre de acción pensó Eckener, pero no lo dijo. La traición de su amigo aún era un tabú para Daran. Este había crecido en Coruscant bajo los auspicios del Nuevo Orden de Palpatine y nunca llegó a aceptar que su amigo, el único ser al que había confesado sus secretos más íntimos le hubiera traicionado, a él y al Emperador.
            – Pero todo lo que está sucediendo en nuestro hogar, aquí no sucederá.
            La primera fase de la invasión había concluido y habían ocupado todos los planetas que teníamos previstos: los Imperios Romulano y Klingon y la Federación ya no existían, con miles de sistemas bajo su absoluto control. La fase de asentamiento de miles de las familias ya se ha iniciado con éxito, al igual que la imperialización de un buen número de mundos aceptables. También se había consolidado la regularización de su comercio y su fiscalización, al tiempo que ya se habían empezado a apropiar de sus bienes y servicios en su provecho. Las empresas ya habían empezado a construir sus instalaciones, con lo que pronto construirían sus propios cazas TIE, así como el armamento y el equipo que necesitan sus fuerzas, convirtiéndose en autosuficientes y completamente independientes de su propia galaxia. Pronto la primera factoría de clones estaría lista para serles un ejército infinito de soldados, pilotos, artilleros y técnicos. Y contaba con otro as en su manga para mantener el control total de aquellas estrellas.
            – Nosotros seremos la salvación de aquellos que aún creen en el Nuevo Orden – prosiguió Daran, casi hablando para sí –. Ofreceremos la oportunidad de venir a esta galaxia a todos aquellos que quieran huir del caos del Imperio. Todos bajo un control único, como antaño hizo Palpatine sobre todos nosotros. Seremos la tabla de salvación, el último baluarte de aquello que nuestro Emperador construyó una vez.
            » Pero aún tenemos una espina de la que nos hemos de librar antes de lograr el resurgimiento del Imperio aquí. Los restos de la Flota Estelar.
            – He leído el informe. Es preocupante.
            – Como siempre tenías razón en tu análisis – puntualizó Daran sentándose de nuevo –. Ahora que nuestras conquistas están consolidadas, nuestras fuerzas vuelven a tener las manos libres para perseguir los restos de la Flota Estelar. Utilizaremos todos los recursos que tengamos a nuestro alcance para aniquilarlos. Esa será tu misión. Búscalos y destruye sin piedad. Convierte esta caza en la máxima demostración de poder que haya hecho el Imperio desde su creación. Haz que la búsqueda de Vader a ese Skywalker sea un mero juego de niños. Remueve cielo y tierra, pero encuéntralos y no dejes nada.
            – No es un trabajo fácil – respondió cauteloso.
            – Por eso se lo ordeno a ti. Y no ha otro. El gran almirante Gorden es demasiado viejo y el juego del gato y el ratón no se le da bien. Sirve para enfrentarse con una fuerza regular, no con las guerrillas que ahora son los restos de la Flota Estelar. Vantorel sería el candidato ideal, pero su situación en Bajor es demasiado importante para desplazarlo. Tiene bajo su control algunas razas potencialmente… peligrosas para dejarlas sin una buena vigilancia. Y no descarto lanzar sus naves contra cualquiera de esas si no se comportan como es debido. Además conocer estos sistemas mejor que nadie. Pero no estarás solo en esta tarea, por supuesto. He designado al almirante Vrad Corran para que sea tu mano de hierro.
            – Hizo un trabajo excelente con los klingons, pero no tiene imaginación. ¿De cuántos efectivos podré disponer?
            – El Conqueror en primer lugar. Y el resto de nuestras naves. Todas ellas estarán a tus órdenes. Actuarás como lo hizo antaño Lord Vader con el escuadrón del superdestructor Executor, pero tendrás el apoyo todas las fuerzas asignadas en el sector donde actúes. Y si necesita más, tan solo tendrás que sugerirlo.
            – Es un gran honor. Y mucha responsabilidad sobre mis hombros.
            – Hace mucho tiempo que nos conocemos. Sé que lo podrás hacer. Si no, escogería a otro para hacer este trabajo.
            – Lo haré lo mejor que pueda.


Laredo

            Lepira daba vueltas en la celda en que le habían confinado. Se había calmado y ya no pedía que Sisko le creyera, pero había dejado claro que solo hablaría con él.
            – Estamos en alerta roja – indicó Picard –. Si aparece una sola nave imperial dentro del sector la detectaremos. Y si llegara el caso en diez minutos todas las personas en Ladero serían transportadas a salvo.
            – Me gustaría hablar con él – dijo Sisko por fin. Zahn les acababa de explicar quién era Lepira. Por eso mismo Sisko quería vérselas cara a cara con aquel enemigo que le había llamado por su título bajorano de Emisario y mencionado a su madre como uno de los Profetas. Un detalle que solo los más cercanos a él conocían y que no había sido incluido en ninguno de los informes de la Flota Estelar. ¿Cómo podía conocer eso?
            Picard asintió y Sisko y Kira se dirigieron hacia las celdas donde está encerrado Lepira.
            Al verles entrar este se detuvo y esgrimió una sonrisa amistosa y sin poder disimular nerviosismo al otro lado del campo de fuerza que les separaba.
            – Quiero, quiero pedirle disculpas Emisario – empezó este inclinando la cabeza con respeto –. Coronel Kira, es un honor.
            – ¿Es un oficial del Imperio Galáctico? – preguntó Sisko secamente.
            – Así es. Soy un responsable de sector asignado al proyecto del ubictorado conocido como Agujero Negro, creado por el Gran Moff Tarkin, para el análisis y posterior preparación de la invasión de la Vía Láctea. Pero realmente hace años que soy un fiel servidor de los Profetas y del pueblo de Bajor y he trabajo en contra el Imperio Galáctico y sus planes.
            – Hable – prosiguió Sisko.
            – Le explicaré todo lo que se me permite decir – empezó Lepira –. El monasterio de Tozhat está bastante apartado y aunque no es muy grande contiene una de las bibliotecas más antiguas de Bajor...
            – Eso ya lo sabemos – le interrumpió Kira con brusquedad.
            – También es uno de los lugares donde tradicionalmente se ha guardado el Orbe de la Profecía y el Cambio… – continuó Lepira atrayendo su atención –. Hace más de trescientos años una serie de visiones fueron reveladas al vedek Alhana Joram.
            – Recuerdo ese nombre… – dijo Kira.
            – Fue una personalidad importante por aquel entonces. Pasó gran parte de su vida en el monasterio de Tozhat, donde escribió importantes tratados y textos sociales, legislativos y religiosos que aún hoy se mantienen en vigor y se estudian. Fue el primero en romper los tabúes del sistema de castas de los d’jarras. Y creo que ha sido la única persona en rechazar tres veces consecutivas en nombramiento de Kai en la reciente historia de Bajor.
            – Ahora lo recuerdo… – indicó Kira.
            – Alhara se convirtió en el custodio de unas profecías, las cuales nunca fueron reveladas ni a la Asamblea de Vedeks, ni a ningún Kai. En estos últimos siglos su familia ha seguido guardando las revelaciones del Orbe y de los Profetas en el más absoluto secreto. Hasta ahora.
            – ¿Qué dicen las profecías? – preguntó Sisko con calma.
            – La primera describe la llagada del Imperio y su invasión – Lepira cerró los ojos y recitó el texto que había aprendido de memoria.
            » “Al final del año en que El Emisario encuentre su Lágrima de los Profetas, un gran cataclismo asolará el firmamento. Cuando una guerra esté tocando a su fin, otra se extenderá allí donde las cenizas aún están calientes y por donde los edificios aún están en pie. Los guerreros de blancas armaduras, llegados de más allá de los límites del Templo Celestial, a bordo de grandes puntas de flechas sembrarán la destrucción a su paso, tanto entre los amigos, como entre los enemigos del pueblo de Bajor”.
            Cuando Lepira terminó de pronunciar la profecía se produjo un silencio sepulcral en el recinto de las celdas. Ni Kira, ni Sisko podían salir de su asombro.
            – La vedek Alhana, que reside en el monasterio de Tozhat y desciende de Alhana Joram, les confirmará lo que acabo de decirles – dijo por fin Lepira.
            – ¿Qué dicen el resto de las profecías? – preguntó Sisko –. ¿Y cómo encaja usted en ellas? Ha reconocido ser un oficial imperial.
            – Así es y ahora solo puedo decirle la que me concierne a mí – respondió Lepira bajando la vista.
            » “Llegará un hombre de entre los guerreros de blancas armaduras. Lo hará mucho antes que estos, en busca de conocimientos para preparar la llegada de los otros, será en el año en que el Emisario encuentre el Templo Celestial. Y será tocado por los Profetas y entre los bajoranos encontrará lo que no buscaba, pero siempre ha anhelado encontrar. A cambio de llenar la carencia que siempre ha tenido, se unirá al Emisario en su lucha. Durante ese tiempo tendrá que soportar duras pruebas y muchos peligros, pero al final su descanso conseguirá”.
            – ¿Qué es lo que le faltaba? – le volvió a preguntar Sisko.
            – Paz – respondió Lepira y esgrimió una sonrisa, como si acabara de recordar algo gracioso –. En uno de mis primeros viajes a Bajor, hace… ocho años, me detuve en el monasterio de Tozhat. Kai Opaka había llevado el Orbe de las Profecías y el Cambio para la ceremonia de nombramiento de la Alhana como vedek. Ese día toqué el Orbe y los Profetas me llevaron al Templo Celestial. Y creo que no hace falta que diga nada más, ¿verdad Emisario?
            Sisko no respondió, recordando lo que le había representado su primera experiencia con el Orbe a su llegada a Bajor, cuando le transportó al momento en que había conocido a su primera esposa en la playa de Gilgo en la Tierra. Había sido tan real que desde entonces no podía discernir si realmente hubiera viajado al pasado para conocerla o solo fuera un recuerdo.
            – Ha mencionado a mi madre – indicó Sisko –. ¿Por qué?
            – Ella estaba cuando fui transportado al Templo Celestial. Fue la única que se identificó con un nombre propio: Sarah. Ella me mostró amor y compasión, me enseñó que siempre había buscado la paz en mí interior. Y que en realidad yo odiaba lo que hacía. Ella me reveló el camino para redimirme. No supe que era su madre hasta después, cuando estuve leyendo los textos de Alhana Joram, ya que ella también le habló a él y le dijo quién era en realidad: la madre del Emisario.
            – Así que ya no es leal al Imperio.
            – Exactamente. Como antes lo fue el comandante Zahn, yo ahora soy un traidor. Y me siento orgulloso de ello Emisario. De eso no ha de tener ninguna duda.
            – ¿Qué más dicen las Profecías? – le preguntó Sisko.
            – No puedo hablar de ellas hasta que no sucedan. Pertenezco a un grupo muy reducido de personas que conocen lo que saben los Profetas sobre el presente, el pesado y el futuro. Ustedes dos han sido testigos de sucesos, de los hechos que pueden hacer los Profetas. Coronel Kira – dijo mirándola –, los dos rezamos a los mismos Dioses, las mismas criaturas que crearon el Templo Celestial y cuidan de Bajor y su pueblo. Sé que no es fácil creerme. Pero precisamente ustedes dos son de las personas que mejor me comprenderán. ¿No han viajado a través del tiempo gracias a los Orbes? ¿No han vuelto a ver a la mujer que perdieron? – le preguntó mirando a Sisko y luego se giró hacia Kira – ¿O la madre que desapareció? Ver cosas que serían inexplicables sino fuera por la existencia de los Profetas.
            » Estoy seguro que la palabra de la vedek Alhana será suficiente garantía para confirma que lo que estoy diciendo es cierto, así como mis intenciones Emisario. Pregúntenle a ella. Tiene muchas más respuestas que yo, se lo aseguro.
            – Eso haremos – respondió Sisko.
            – Una cosa más – dijo antes de que estos salieran –. Mis superiores ya sabrán que estaba a bordo del Neru cuando fue apresado por Damar. Y aunque me dejarán un tiempo para ponerme en contacto, no tardarán en empezar a buscarme.
            – Bien, general Lepira. Si lo que dice es cierto, no tendrá ningún inconveniente en darnos información sobre el Imperio: número de tropas, naves, operaciones, emplazamiento de bases, estado de suministros y todo lo que conoce del ubictorado.
            – Por supuesto, aunque solo tengo acceso a esos datos en lo que concierne al que controla mi red: Breen, Cardassia y todas las potencias que limitan con las fronteras de la Federación en el cuadrante Alfa. Del resto de los sectores solo tengo información parcial, aunque es posible que les sea de mucha utilidad. Por supuesto les proporcionaré todo lo que me pidan y muchas otras cosas que desconocen. Eso es parte de lo que he venido a hacer. Toda la información está en las manos de la vedek Alhana y se la entregará en cuanto sepa lo que ha sucedido aquí.
            Sisko asintió y tras hacerle un ademán a Kira, giraron para marcharse.
            – Coronel Kira – la llamó antes de que salieran de los calabozos –. Si van a Bajor, aún no se ha podido instalar la red de sensores capaces de detectar naves ocultas alrededor del sistema y las patrullas se guían por los que sí están activos en la base de la luna Derna. Conozco los datos exactos, hay puntos ciegos.
            – ¿Qué opinan? – preguntó Picard después de que Sisko y Kira hubieran salido del recinto de las celdas –. Al fin y al cabo y disculpe por lo que diré, pero ustedes son los mayores expertos en los Profetas.
            El semblante de Sisko era una piedra, con los labios apretados entre la perilla algo canosa, con el ceño fruncido, analizando todo lo que había hablado con Lepira. Mientras Kira permanecía esperando a saber la reacción de su capitán y por la forma de observarle, posiblemente también como su Emisario.
            – Los Profetas son criaturas capaces de hacer muchas cosas, difíciles de explicar racionalmente – reflexionó el capitán de la flota y Emisario –. Hicieron desaparecer una flota entera del Dominion ante mis ojos y cambiaron la personalidad del Gran Nagus Zek a un ser bondadoso y generoso. Todo es posible.
            » Muy pocas personas saben que mi madre, Sarah, es una Profeta – continuó con la mirada perdida, mientras asimilaba la conversación que había tenido –. Solo mi familia y los amigos más próximos conocen. Oficialmente la Flota Estelar no tiene constancia de este hecho. ¿Cómo puede saber eso un oficial del ubictorado?
            Esa pregunta quedó en el aire durante unos instantes. Luego se giró hacia Kira.
            – Tenemos que ir a Bajor y buscar respuestas en la vedek Alhana.


USS Pretorian

            Aquel había sido el primer viaje de la nave tras ser equipada con un multiplicador de hiperespeacio. Las precauciones se habían extremado ante el uso de aquella nueva tecnología, y tanto la primera oficial Norel, como la jefa de operaciones Albert habían realizado diversas simulaciones con las rutas a seguir. Finalmente había decidido hacer tres saltos para aproximarse a su destino. Aunque Wesley creía que no había sido necesario y no porque entendiera mejor los cálculos de astrogración, simplemente porque él ya había proyectado el rumbo en su mente. Para él el hiperespacio era un plano más del universo. Una dimensión más cercana a la suya que otras. Un atajo sencillo para surcar las inmensidades del espacio. El último tramo del viaje se aproximaron a Tiburon a velocidad de curvatura, ocultos bajo manto de invisibilidad. El sistema estaba protegido por un escuadrón formado por varios destructores estelares y contaba con buenas defensas, por lo que Worf decidió hacer un rodeo por el gigante gaseoso y esperar a la llegada de un convoy para utilizarlo como escudo de las redes de taquiones que se estaban instalando en el sistema. Al pasar junto a una de las lunas descendieron hasta situarse por encima de su árida superficie rocosa. La última parte del viaje sí resultó más complicada, ya que se encontraban muy cerca de la luna y Wes tenía que compensar durante todo la trayectoria las fuerzas de gravedad. Por suerte las naves de la clase Prometheus estaban pensadas para entrar en las atmósferas planetarias y los sistemas estaban diseñados para compensar dichas fuerzas. Finalmente se detuvieron cuando la superficie de Tiburon, con un tono azul intenso salpicado de remolinos de nubes blancas como el algodón, apareció en pantalla.
            La misión que se les había indicado era permanecer durante los siguientes días estudiando el despliegue imperial en el planeta. Como muchos otros lugares las autoridades de Tiburon habían declarado su mundo abierto y no se habían opuesto a su ocupación. Los imperiales se apoderaron de las instalaciones orbitales y la Base Estelar 179, empezaron a montar varias guarniciones en el planeta para asumir el control administrativo y político, tomando prisioneros a las autoridades civiles que fueron recluidas y empezaron la imperialización. Tras las primeras semanas de terror e incertidumbre las severas normas se habían relajado y una cierta normalidad reinaba entre los habitantes, mientras que las industrias habían empezado a trabajar para los invasores. Unos meses después el planeta fue designado para albergar el cuartel general del 31º Grupo de Ejército; desde aquel día el número de tropas e instalaciones imperiales habían aumentado.
            – Les habla el capitán – dijo Worf desde su silla activando la comunicación interna para que toda la tripulación le escuchara –. Permaneceremos en esta posición durante los siguientes dos días estándar. Mantendremos la Alerta Amarilla al encontramos en un territorio controlado por el enemigo. Prepárense para cualquier acción inmediata. Worf fuera.
            El klingon miró a su oficial táctico e hizo un gesto de asentimiento. Este le replicó y salió del puente hacia la sala del transportador, le acompañaba uno de los oficiales de la Alianza Rebelde que habían subido a bordo en Laredo junto a varios oficiales de inteligencia. Regresó dos horas después acompañado por otro humano, reuniéndose en la sala de observación con Worf y un selecto grupo de oficiales durante varias horas.
            Su marcha coincidió con el final del turno de Wesley. Quien dejó su posición en el timón y se dirigió al comedor de oficiales. Era tarde y ya no había nadie, salvo un matrimonio que cenaba acaramelado en uno de los rincones de la sala. Y como la cocina ya estaba cerrada replicó un preparado nutritivo, gastando así uno de sus bonos de energía. Se sentó en la otra punta del comedor y observó Tiburon, que se veía desde la ventana. Desde aquella distancia parecía tranquilo, un lugar hermoso para vivir. Recordaba, de sus lecciones sobre la historia de los planetas de la Federación, que su pueblo había sufrido, años atrás, unos experimentos crueles e inhumanos de la científica, si se le podía llamar así, Zora. Pero habían reconstruido ahora era pacífico y próspero. Aunque si se concentraba podía sentir el sufrimiento de millones de seres, tan cerca, tan lejos al mismo tiempo.
            Con la mente clavada en Tiburon y sus habitantes se preguntó por qué había venido. Era una cuestión que se hacía muy a menudo. Desde su llegada no había hecho mucho, pilotar la nave de un lugar a otro y lado. Podía hacer mucho más que aquello, si quisiera podría hacer que la Pretorian liberara aquel planeta del yugo imperial. Pero rápidamente hizo desaparecer aquella idea de la cabeza. Durante los años que había pasado junto al Viajero, este le había enseñado que era capaz de hacer muchas cosas con solo pensarlo: abrir caminos por el subespacio para atravesar millones de años luz en un instante, incluso era capaz de detener el tiempo. Pero sobre todo había aprendido a sentir la energía de los seres vivos, del polvo estelar, de la energía, teniendo a su alcance entender, incluso controlar el propio universo. En la galaxia todo estaba entremezclado, todo formaba parte de una misma trama: el viento, las estrellas, la vida, todo era parte de lo mismo, todo se movía al mismo tiempo, al mismo ritmo y uno no podía acelerar aquel ritmo. El destino ya estaba escrito y lo que debía ser, sería. Él tenía que seguir la senda trazada en las estrellas sin precipitarse. Las consecuencias podrían ser nefastas.


Jupiter Station

            Eckener abandonó el Dique Estelar a bordo de su nave privada rumbo a la estación Jupiter tras reunirse con Daran. Al llegar se dirigió directamente a su despacho, donde pidió que le sirvieran un almuerzo y ordenó llamar a sus subordinados. Llevaba mucho tiempo de retraso en su trabajo y sobre la mesa se le habían acumulado los informes. Ya se había ocupado de que le enviaran las noticias más importantes, pero en su especialidad nunca se sabía que era superfluo o que no lo sería en el futuro. Lo principal era saber cuáles eran los movimientos de los supervivientes de las diferentes potencias durante su ausencia. Y para ello llamó a su segundo, el coronel Jorle.
            – Los ataques se han multiplicado por toda la galaxia. No solo los asaltos a los campamentos de prisioneros, sino a instalaciones más pequeñas y sabotajes de naves. También hemos detectado un incremento importante en el número de ataques a nuestros convoyes de suministros, en una pauta tanto en tácticas, como en estrategia, que se extienden por territorio de la federación, klingon y romulano – informó este –. Incluso un ataque con cazas de la clase Peregrine en el sistema Arcturian utilizó maniobras utilizadas por la Alianza Rebelde. También hemos identificado una docena de grupos de la Flota Estelar que actúan en zonas concretas, confirmando que están involucradas muchas de las naves de las que perdimos el rastro durante el ataque inicial. En territorio romulano hay otra media docena de grupos bien definidos, pero creemos que hay más. Parece que los klingons están menos organizados y atacan de forma más aleatoria y desorganizada. Aun así todas las pruebas nos inducen a creer que hay una base central desde donde se coordinan todas las acciones contra nosotros.
            – Están tanteándonos para negarnos el espacio – dedujo rápidamente Eckener –. De esa manera nos obligarán a concentrar nuestros recursos en la protección de nuestras rutas de aprovisionamiento y no en buscarles. Sería el primer paso para un contraataque a gran escala. Hemos de encontrarles y destruirles antes de que sea demasiado tarde.
            – Hay otro tema – dijo titubeante, con cierta incomodidad.
            – ¿Cuál?
            – Hemos perdido a Lepira.
            – ¿Perdido?
            – Se encontraba a bordo de una nave bajorana que se pasó a la resistencia a través de los cardassianos. Desde entonces no sabemos nada de él. No ha informado, ni tampoco sabemos dónde se encuentra la nave.
            – ¿En qué está trabajando ahora… Gabar?
            – Está investigando un asalto a los depósitos de Rigel.
            – Ordénenle que venga inmediatamente. Y pónganse en contacto con el almirante Gorden quiero entrevistarme con él… lo antes posible. Si está en la Tierra quiero verle para mañana por la mañana. Finalmente quiero reunirme con todos los responsables de zona… dentro de tres días.


Laredo

            – Desde que ha hablado con Sisko no ha parado de darnos información. Y el nivel de penetración en algunos sectores es… enorme – se exclamó Archer fascinada tras leer la transcripción del primer interrogatorio con Lepira –. Llegaron a tener gente en gobiernos de diversos planetas de la Federación como Tellar, Delta, Denobula… y en el mismísimo Consejo de la Federación. En cardassia el legado Broca lleva trabajando años para ellos, y le ayudaron a promocionarse proporcionándole la información necesaria para invadir Betazed. E incluso fueron los responsables del fin del gobierno militar en el 2372 que los klingons atribuyeron a los Fundadores y por la que estos invadieron Cardassia. Nos ha hablado de K’Tal, responsable de la Inteligencia Klingon ante el Alto Consejo desde el 2373, que descontento con las acciones de Gowron se convirtió en informante del ubictorado creyendo que en realidad pasaba información a la Sección 31. Y fue él quien reclutó a Shinzon y los remanos que ahora controlan parte del Imperio Romulano.
            » El almirante Toddman se dirige hacia aquí, mientras tanto nos ha indicado que le interroguemos y que le saquemos todos los datos que podamos. Me ha pedido que como tú le conocías nos ayudes.
            – Claro – indicó Zanh sin mucho entusiasmo –. ¿Ya han pensado que van a hacer con él?
            – Todavía no, Toddman precisamente quiere evaluar personalmente lo que se puede hacer con él. Aunque insiste en que quiere trabajar para nosotros como topo.
            – ¿Un qué…?
            – Es un término terrestre: un topo es un agente propio infiltrado en el corazón de los servicios secretos enemigos, también llamado agente doble – explicó –. Aunque esa decisión la quiere tomar el propio Toddman después de hablar con Lepira.
            » ¿No le cree, cierto? – le preguntó entonces Archer.
            – No.
            – Le hemos hecho pruebas para verificar si dice la verdad. Ajaan le ha sondeado, al igual que el oficial Giner, un telépata betazoide muy sensible que indica que no miente y como vulcano el comandante T’lop ha hecho una unión mental con él. Y también confirma que dice la verdad. El doctor Bashir le ha examinado y no ha encontrado sustancia o ningún tipo de control mental conocido. Tampoco hemos encontrado ningún tipo de transmisor, ni rastreador entre sus pertenencias o a bordo del Neru.
            – He odiado a ese hombre durante tanto tiempo que ni me acuerdo. Yo mismo le entrené…
            – Pero tú cambiaste. Dale la oportunidad que a ti te dio la Alianza.


            Zahn se quedó inmóvil en el centro del calabozo, frente al campo de fuerza que encerraba la celda de Lepira. Este estaba sentado cuando entró, pero al verle se levantó y los dos se quedaron mirándose en silencio. Le observó bien, no había cambiado en aquellos ocho años: continuaba teniendo su mirada gélida. Lo único realmente diferente era el pendiente bajorano que le colgaba de la oreja derecha. Le habían dicho que era diferente para cada individuo y representaba su alma o algo así.
            También había leído sobre los Profetas, el Templo Celestial, sus Orbes y que era lo del Emisario. Y la verdad era que le había costado creer todas aquellas cosas: criaturas capaces de crear un agujero de gusano estable como hogar; que no entienden el concepto lineal del tiempo, que envían una especie de sondas con extraños poderes cada cierto tiempo y que eran reverenciados como deidades por el pueblo de Bajor. En su galaxia había muchos ejemplos de especies o individuos que se hacían pasar por dioses, embaucando a razas menos avanzadas con tecnología superior. Y aunque Valerie había intentado explicárselo, la verdad era que no acababa de creerse aquella historia de profecías.
            Porque conocía bien a Lepira: en su informe de evaluación al entrar a trabajar en la unidad en Eridano le describió como un hombre inteligente, imaginativo y despiadado, frío como el hielo de Hoth y ambicioso en hacer perfecto su trabajo. Sin ningún tipo de creencia religiosa, más bien todo lo contrario, tan solo creía en el Nuevo Orden y en el Emperador. Un servidor fiel al Imperio desde la más tierna infancia. Y que ahora creyera en Dioses o Profetas, no encajaba en él.
            – Comandante… – dijo por fin Lepira rompiendo el prolongado mutismo de los dos –. Me alegra verle sano y salvo.
            Zahn no contestó. En realidad no sabía muy bien porque había ido a visitarle.
            – Siento mucho lo que le hice, señor – continuó Lepira bajando la mirada –. Pero en aquel momento le odiaba – su voz era apenas un susurro –. Tenía el corazón corrompido por el odio. Podríamos decir que no había en mí nada de luz. Pero ahora ya no...
            – ¿Qué es todo eso de los Profetas? – le preguntó Zahn interrumpiéndolo con un tono de desprecio en su voz.
            – Son unas criaturas… Increíbles. No las entiendo muy bien, pero… Su poder supera todo lo que conocemos. No son… Es muy difícil de explicar. Tan solo unos pocos podrían entenderme. Ven más allá de todo y de todos. Son capaces de ver el interior de las personas y cambiar el mal, por el bien. Cuando la luz del Orbe me alcanzó es lo que hicieron conmigo.
            – ¿Y esa tal Alhana Laren?
            – Eso sí que puedes entenderlo. Yo lo entendí cuando la encontré. O mejor dicho, cuando ella me encontró a mí – dijo esgrimiendo una sonrisa en sus labios –. Fue un soplo de aire fresco en mi corazón y en mi pagh. El pagh es la fuerza de la vida. Algunos lo llamarían alma. Laren lo es todo para mí. Mi vida, mi sol, mi luz.
            Se produjo un largo silencio entre los dos hombres y luego Lepira prosiguió, sabiendo que estaba pisando arenas movedizas. Aunque también sabía que si alguien podía entender y por otro lado darle la oportunidad que necesitaba para que le creyeran, ese eran Zahn. En realidad, necesitaba que Zahn le creyera, que le perdonara.
            – Fue como Arana para usted, señ…
            – ¡No vuelva a pronunciar ese nombre! – le gritó Zahn con odio en su voz y en su mirada. No hacía muchos años había jurado asesinar a Lepira y a Daran –. No eres digno de que tus labios pronuncien su nombre. La mataste y te aseguro que te haré pagar por ello, cueste lo que me cueste. Creas en lo que digas que ahora creas. La torturaste y pagarás por ello.
            – Yo no la toqué. Y por lo que sé. No murió entonces.
            – ¿Qué? – le preguntó Zahn acercándose al campo de fuerza, lo que provocó que Lepira retrocediera un paso.
            – Cuando te escapaste… Daran pensó que podría conservarla con vida… Siempre la podría utilizar contra ti.
            – ¿Vive? – le preguntó casi sin aliento.
            – Lo desconozco.
            – Mientes.
            – Nunca mentiría en este tema. Comandante ahora estamos en el mismo bando. Ha de creerme. Nuestro enemigo es el mal que reside en cada uno de los soldados y oficiales del Imperio.


San Francisco, la Tierra

            El gran almirante Gorden se encontraba en los antiguos Cuarteles Generales de la Flota Estelar, así que Eckener no dudó en trasladarse de nuevo allí para entrevistarse con él. La misión que le había encomendado Daran era lo último que deseaba hacer: él no era un hombre de acción y menos a bordo de una nave de combate liderando una flota de persecución y ataque. Prefería los juegos mentales; luchar contra otros seres inteligentes, engañarles, saber lo que pensaba y vencerlos. Pero también sabía una cosa: Daran le había confiado aquella misión porque había pocos capaces de realizarla. Y requería una gran dosis de ese juego mentar que tanto agradaba a Eckener. Lo primero de todo sería movilizar a sus diferentes redes de espionaje, al igual que el departamento de InterCrip: si era cierto que los ataques estaban coordinados los diferentes grupos tenían que comunicarse desde su base central. Ese sería el inicio de la caza, les rastrearía, les cercaría y finalmente les aniquilaría. Para ello tendría la Armada, con el gran almirante Gorden a su cabeza.
            Así que con las primeras ideas de su plan trazadas se entrevistó con Gorden. Este era un veterano de las Guerras Clon, donde había cosechado muchos éxitos frente a las fuerzas de la Federación de Comercio o la Alianza Corporativa. Algo que no era de extrañar tratándose de grandes grupos comerciales y no militares. Claro que su dinero había comprado a algunos de los mejores estrategas mercenarios que había en la galaxia en aquel momento, como el conde Dooku o el general Grievous. Tras la llegada del Nuevo Orden Gorden se había mantenido fiel al Emperador a la espera de que su ambición fuera colmada por Palpatine. Como así había sido. Combatiendo en no pocas campañas para su nuevo amo, normalmente exitosas si su contrincante era una fuerza regular y bien entrenada. Mientras que en enfrentamientos contra piratas o más recientemente contra la rebelión, Gorden había destacado por su inutilidad. Por suerte el mando táctico estaría bajo la supervisión del almirante Corran, alguien más flexible con la estrategia, aun así tenía el presentimiento que Gorden sería un estorbo importante para su trabajo.
            Por eso mismo Eckener hubiera deseado no tener que compartir el mando con este. Pero los equilibrios políticos que Daran tenía que sostener le obligaban a ello. Aunque había otorgado más poder a los altos oficiales de la Armada para tenerles bajo su control, Gorden se había quedado fuera del pastel. Ahora este veía su oportunidad de volver a las estrellas y como aún tenía buenos amigos entre los oficiales navales desplegados en los Nuevos Territorios, era mejor tenerle contento. Aun así la entrevista entre los dos oficiales había sido nefasta. La arrogancia del viejo almirante era tanta como su estupidez en aquellos temas. Daran le había informado de la nueva misión y Gorden ya hacía planes para aplastar mundos enteros bajo el fuego del superdestructor Conqueror, cuando para Eckener la misión era mucho más quirúrgica.
            Tras salir de la reunión se dirigió hacia el Quantum Café, un local situado en el recinto de los cuarteles generales que ahora era frecuentado por el personal imperial destinado en ellos, en vez de los de la flota estelar. Necesitaba tomar algo y relajarse antes de acudir a cita que tenía aquella noche con el amante que tenía en la Tierra. A pesar de estar anocheciendo el local estaba casi vacío, exceptuando un par de oficiales algo bebidos. Se tomó un brandi sauriano y cuando estaba a punto de salir vio entrar a otro oficial.
            Eckener le conocía bien, había leído muchos informes suyos del Contraespionaje Interno, incluso antes de que le involucraran en los preparativos de la invasión. Voraz lector de informes sobre los Nuevos Territorios, Lepira le tenía en gran estima. Pero no recordaba haber tenido ninguna conversación con él. A decir verdad no había interactuado mucho con el resto de involucrados en el ataque de la Vía Láctea, siempre compartimentando los integrantes y la información de aquella magna operación. Pero ante su nueva misión pensó que sería hora de entablar nuevas amistades, que en algún futuro próximo podían serle útiles. Su cita con Peter tendría que esperar.
            Por otro lado aquel oficial se extrañó que el jefe de la ubictorado entablara una cordial conversación con él aquella noche. Aquello le intrigó y aceptó la oferta de este para cenar, retrasando su partida de la Tierra.


Laredo

            El consejo de Laredo fue convocado para concretar que debían hacer tras el descubrimiento de Lepira y las implicaciones que eso conllevaba. También fue la primera reunión presidida por el almirante Ross tras recuperarse de los interrogatorios que había sufrido a manos de sus captores. También se habían incorporado el capitán Bennet, un oficial de gran experiencia táctica que ya había servido a las órdenes de Ross como su asistente durante la guerra contra el Dominion. Y el teniente Kinis, que en las últimas semanas se había ocupado de coordinar todas las peticiones de logística, mientras Harzel y su equipo se centraba en equipar todas las naves con multiplicadores de hiperespacio. También estaba la capitana Whatley en su última reunión antes de partir a bordo del Rhode Island hacia la base Lirpa con la presidenta Troi.
            Archer dio un escueto resumen de quien era Lepira y sus intenciones que podía traer, visiblemente incómoda por tener que dar detalles de los asuntos que muy pocos debían de conocer. Pero también sabía que muchos de los presentes conocían las circunstancias de su descubrimiento y que la seguridad de todos estaba en riesgo. Finalmente indicó la partida de la mayor Kira con la Defiant a Bajor, para corroborar la historia del agente imperial.
            – Lo que está claro es que hemos de abandonar Laredo – indicó Sisko cuando esta terminó.
            – ¿Y a donde nos dirigiremos? – preguntó Jordan.
            – Podríamos utilizar esa base de la Sección 31 – sugirió DeSoto –. Reconozco que preferiría no acercarme a ella, pero en estas circunstancias.
            – Según el informe del capitán Sisko está en condiciones de ser utilizada. ¿No es así? – quiso confirmar Ross.
            – Así es – indicó este con cierto recelo. Su vuelta había coincidido con el descubrimiento de Lepira, aun así en su informe había indicado claramente su sugerencia de desmantelar la base y su equipamiento ilegal –. Tiene una capacidad para una dotación de tres mil hombres y está equipada de un gran número de instalaciones técnicas. Grandes depósitos de deuterio y otros suministros. Aunque no para la población civil.
            Estas circunstancias nos empujan a algo que tanto el almirante Paris, como yo, ya habíamos discutido – explicó Ross –. Creíamos que concentrar en la base Laredo un grupo tan numeroso de naves y recursos, ponía el operativo Omega en peligro. Así habíamos decidido dividir aún más nuestros recursos. Los últimos informes que indican un incremento de la actividad imperial en buscarnos han aumentado de manera significativa, ha llegado el momento de dispersarnos más. Por eso los diques secos que están bajo su responsabilidad, capitán Harzel, se separarán y ubicarán separados. Sé que eso dividirá sus limitados recursos, pero no podemos permitir que sean destruidos por el Imperio en un solo ataque. Quisiera que hiciera un listado con el teniente Kinis de todo aquello que necesitarían los diques para operar por separado: personal, suministros, y naves de apoyo.
            – Por supuesto – respondió Harzel, pero su expresión dejaba claro que, aunque entendía las razones, no le convencía la idea de dividir lo que antes habían sido los astilleros que había dirigido en Beta Antares.
            – El resto de naves serán reasignadas a grupos operativos más pequeños que serán coordinados desde la base de la Sección 31.
            – ¿Abandonaremos definitivamente Laredo? – quiso confirmar Jordan.
            – La idea original no era eso, queríamos mantenerla como un puesto logístico y de descanso. Pero la aparición de ese agente imperial, nos hace evacuar este planeta por mayor seguridad – respondió Ross.
            – ¿Y los civiles que hay en la colonia? – preguntó Jordan.
            – Si no hay espacio en la base asteroide, tendrían que ser trasladados a otro lugar más seguro que una de las bases operativas de la resistencia – indicó Whatley.
            – Podríamos llevarlas a las zonas de la Federación no ocupadas por el Imperio – propuso DeSoto.
            – Si fueran atacadas y cayeran prisioneros, podrían revelar información sobre nuestra organización y eso nos pondría en peligro – indicó Chang con frío cálculo táctico –. Hay muchos planetas alejados de las zonas controladas por el Imperio que serían más seguros. Sus recursos de nuestro enemigo son limitados, por lo que no desviarán estos a buscar a los civiles. Tendríamos que encontrar alguno.
            – El espacio de la Federación es muy extenso – continuó Jordan –. No creo que sería bueno llevarlos demasiado lejos, cuanto más cercan estén mejor les podemos proteger. Hay muchos planetas que en algún momento determinado han acogido instalaciones o colonias, ahora abandonadas.
            – Podríamos pedir protección en algunas de las potencias no atacadas por el Imperio – propuso Harzel.
            – Se expondrían a un ataque de represalia por parte del enemigo y nadie querría. Por otro lado, seríamos vulnerables a que nuestros huéspedes nos traicionaran a cambio de mejorar sus relaciones con el enemigo – replicó Picard tajante –. Lo ideal es un lugar apartado.
            – El capitán Deilog de la Lagrange ha estado destinado mucho tiempo al departamento colonial, le pediré que busque un lugar adecuado – anunció Ross zanjando la cuestión –. Un planeta de clase M cualquiera, tal vez una instalación abandonada, pero que podamos proteger.
            – ¿Qué haremos con los prisioneros? – preguntó entonces Archer –. El teniente Rawlinson ha estado siguiendo un procedimiento que nos está proporcionando más información de la que hubiéramos imaginado al escuchar las conversaciones que tienen en privado. Un traslado podría interrumpir esa fuente de información.
            – Creo que conozco un lugar donde podríamos llevar a esos hombres – intervino Whatley pensativa –. Y estoy segura que el capitán Picard se acordará perfectamente: en la Esfera Dyson que encontró en el 2369.
            – Pero no era habitable – le corrigió Picard.
            – Fui la oficial científica a bordo de la Fredrickson cuando se realizó un intensivo estudio que siguió a su descubrimiento. Hicimos una cartografía completa de la superficie exterior y luego estuvimos algunos meses estudiando el interior, donde establecimos una base permanente. Diseñamos unos escudos para protegernos nosotros y los equipos de los efectos de la radiación de la estrella. Podríamos habilitar un área de varios kilómetros cuadrados sin riesgo para quien estuviera dentro de los límites.
            – Allí nadie los buscará – confirmó DeSoto –. Además, es un lugar ideal para los imperiales no podrán escapar. Y al ser un lugar aislado y cerrado, el teniente Rawlinson podría seguir esas escuchas.
            – Lo consultaré con él por si el lugar es viable para seguir con las grabaciones – concluyó Archer.
            – ¿Alguna cuestión más? – preguntó Ross para finalizar la reunión –. Entonces empezaremos a evacuar el planeta de inmediato. Y si la esfera Dyson es un lugar viable para los prisioneros, preparen su traslado. Comandante Jordan coordine con el capitán DeSoto el nuestro a la base de la Sección 31, no podemos tener el lujo de no utilizar sus instalaciones.


La Drez Roja

            Aquella nave había sido diseñada como transportador de cazas TIE por Astilleros de Propulsores de Kuat, aunque nunca había tenido las instalaciones para albergar al ala de cazas completa que sí lo estaban sus hermanos. La Drez Roja había sido modificada en los mismos astilleros para albergar los sistemas más sofisticados de interceptación y criptografía que existía. Desde ese momento el mando operativo de la nave pasó al departamento de InterCrip de la Ubictorado para la invasión de los Nuevos Territorios. Ya hacía cinco años de ello y el trabajo había sido notorio. También había sufrido modificaciones para adecuar la tecnología de aquella galaxia, haciendo a la vez de prueba para evaluar la adaptación de esta al resto de naves imperiales. Desde hacía tiempo tenían replicadores, varias salas holográficas algo sencillas, ordenadores isolineales y otras pequeñas comodidades.
            El trabajo de la Drez Roja consistía en colocarse en el espacio profundo y captar todas las transmisiones subespacioales del sector. Analizarlas y descodificar las más importantes. En su caso el éxito en sus misiones había sido notable al romper los códigos de las transmisiones de más alto nivel del Imperio Klingon y de otros gobiernos menores. Con la Flota Estelar había tenido poco éxito, logrando tan solo en las de bajo nivel operativo.
            Tras la caída de las potencias, su trabajo se había centrado en captar entonces las transmisiones civiles en busca de posibles sublevaciones, así como de los mundos menos importantes que eran susceptibles a un ataque imperial inminente. Aunque desde hacía algún tiempo rastreaban el subespacio en busca de otro tipo de señales. Y ya hacía algunos meses que había empezado a captar una serie de transmisiones de origen desconocido y altamente sofisticadas. Por ahora descodificarlas había sido imposible. Aun así la Drez Roja había logrado aislar la zona de origen de aquellas transmisiones.
            – Señor hemos captado una nueva transmisión – le informó uno de los técnicos más jóvenes al responsable de la inteligencia de la nave.
            – ¿Alguna novedad? – preguntó este sin mucha emoción.
            – Es posible.


Continuará…

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