Sección 31
Cuarta parte.
Laredo
En lo alto de la estructura del dique seco de los astilleros de Beta Antares, junto a una de las entradas de lanzaderas y workbees había una amplia
sala de observación. Normalmente era utilizada para las ceremonias de botadura
de las naves y que en aquel momento estaba ocupado por una gran cantidad de
ingenieros y oficiales de todas las potencias. Se habían reunido para ver el
primer ensayo del multiplicador de hiperespacio aplicados en una nave estelar: el USS Jupiter la nave de la clase Akira bajo el mando del capitán Satelk.
La
figura esbelta y alargada del Jupiter
salió lentamente del dique y se alejó del pozo de gravedad de Laredo y su
gigante gaseosa en la que orbitaba. Iba a ser una prueba relativamente larga
que duraría varias horas. Consistía en permanecer en el hiperespacio para
comprobar el comportamiento de la integridad estructural y las modificaciones realizadas. Luego regresaría y los
resultados serían estudiados a fondo, haciendo aquellos cambios que fueran
necesarios para iniciar las modificaciones a todas las naves, tanto de la
flota, como de otras potencias. Aun así nadie se quería perder la partida de la
nave estelar y muchos permanecieron en la sala, reunidos en grupos, charlando y
bebiendo sintetol.
Entre
los rebeldes se encontraba presente Zahn, invitado por el ingeniero en jefe de
la Enterprise, el comandante LaForge.
Tras la partida del Jupiter se acercó
para presentarle parte del equipo que había estado adaptando las naves
estelares para el uso de los multiplicadores de hiperespacio. Estaba el capitán
Peter Harzel, oficial al mando de aquel dique seco y su colaborador civil Hugo
DeValois, así como otros dos ingenieros procedentes de Utopia Planitia: Sanik y Leah Brahms, doctora en propulsión teórica, que también habían trabajado en el
proyecto.
Lo
primero que hicieron fue agradecerles que les prestara a los ingenieros y
mecánicos de la Alianza, los cuales les habían ayudado a la hora de acabar de
ajustar las modificaciones. Así como hacerles numerosas sugerencias que habían
resultado ser muy importantes para acelerar los trabajos de diseño y construcción
de los hiperimpulsores y comprender la física hiperespacial. Luego la
conversación derivó hacia una jerga técnica que enseguida Zahn dejó de
entender. Le explicaron que desde la captura de la primera nave imperial, el Persilla, habían estado trabajando en el
estudio de su tecnología, y muy especialmente en el hiperespacio. Y le
detallaron las diferencias a la hora de trasladarse a velocidades superiores a
la luz de entre las dos galaxias: el llamado subespacio y el hiperespacio, dos planos dimensionales distintos.
A
partir de allí las modificaciones en las que habían estado trabajando. En
primer lugar se habían tenido que diseñar multiplicadores de hiperespacio
diferentes para cada nave, teniendo en cuenta el tamaño, el peso, la potencia
del reactor y otros numerosos aspectos que por suerte no detallaron. Una labor
tediosa y larga ya que tan solo en la Flota Estelar había más de sesenta clases
de naves y lanzaderas a las que modificar, sin contar con el resto de
potencias, cuyos diseños y reactores eran muy distintos. Alguien comentó que
los romulanos utilizaban singularidades basadas en agujeros negrosartificiales o algo parecido, por lo que creyó entender Zahn. Luego
explicaron que también habían tenido que modificar los motores de impulso, que
eran los responsables de “lanzar” cada nave al hiperespacio y que en la casi
todos los modelos esos motores no tenían tanta potencia. Así como adaptar los deflectores principales de navegación
para abrir una distorsión al hiperespacio. Otro aspecto que había tenido que
tener en cuenta, había sido reforzar la estructura de las naves, tanto interna
como externa, para poder soportar la tensión y la fatiga del fuselaje viajando
más allá de la velocidad de la luz. Durante todos aquellos meses habían estado
trabajando en modelos pequeños, lanzaderas y runabauts, así como
simulaciones en las holocubiertas,
pero el Jupiter era la primera nave
de grandes dimensiones que iba a ser probada tras todas aquellas
modificaciones. Con los resultados obtenidos aquella tarde empezarían las
modificaciones en masa del resto de las flotas supervivientes a la invasión.
En cuanto Zahn tuvo la primera
oportunidad de alejarse, no dudó en hacerlo, algo mareado por tanta tecnobabel,
sobre todo porque nunca le había interesado nada la ingeniería. Pensaba que las
naves eran simples herramientas que le transportaban de un lugar a otro y en
toda su vida no había sentido la más mínima curiosidad de su funcionamiento.
Alegando que tenía una reunión en la base con su enlace de inteligencia, se
disculpó frente los ingenieros y se dirigió a los transportadores.
Al salir de la sala se cruzó con un
ingeniero que entraba buscando a Geordi LaForge. Al ver a este empezó a hacer
gestos para advertirle de su presencia en la sala, cosa que alertó a Harzel,
antes que al propio LaForge. Este asintió y el ingeniero se acercó.
– ¡Reg! – le saludó y luego le
presentó al resto de oficiales –. Este es un amigo, el teniente Reginald Barclay.
– Es un placer – dijo este
visiblemente nervioso.
– ¿Qué te trae por aquí, Reg? – le
preguntó LaForge amistoso.
– Señor, ah. ¿Ha recibido mi
solicitud? – preguntó no sin dificultad.
– Sí. He hablado con el comandante Harkins. Y puede prescindir
de usted. Así que ya es miembro del equipo de hiperespacio – le informó
LaForge.
– ¡Es magnífico! – exclamó eufórico,
como si le hubieran quitado un gran peso de encima y empezó a hablar de forma
rápida y nerviosa –. Tenía tantas ganas de trabajar de nuevo en propulsión.
Tengo un montón de ideas, bueno, he estado siguiendo sus trabajos y están muy
bien. Y podrían abrir un sinfín de posibilidades combinando…
– ¡Reg! – le interrumpió LaForge.
– ¿Sí?
– Es una celebración. El trabajo
luego.
– Sí, claro. Pero tengo un proyecto…
– ¡Luego Reg! – insistió Georgi y se
giró hacia el resto del grupo –. El señor Barclay es muy entusiasta. Y un gran
ingeniero, cuando se le conoce bien.
En la superficie del planeta Picard
había sido convocado al despacho de la presidenta Troi, la cual iba a partir en las próximas horas a bordo del Rhode Island para reunirse con el almirante Paris y formar la dirección de la resistencia.
– Gracias por venir Jean-Luc – dijo
tras dejar el padd que estaba
leyendo, había varias cajas llenas de los objetos personales de Lwaxana, junto
a informes y memorándums –. Quería hablar contigo personalmente desde que se
marchara el almirante Paris, pero no hemos tenido mucho tiempo por culpa de esa
Sección 31.
» Nuestra situación con respecto al
inicio del Operativo Omega ha cambiado bastante, cada vez hemos recuperado más
naves y con el rescate de los prisioneros logramos poner a salvo un buen número
de amigos y compañeros. Entre los cuales muchos oficiales superiores:
almirantes y capitanes, así como klingons y romulanos. Paris sugirió que era el
momento de reestructurar nuestras fuerzas y aunque quería hacerlo antes de
marcharse, le pedí hacerlo yo.
» Y uno de esos cambios será el
mando de la Grupo Laredo. Y ambos creemos que el almirante Ross sería un candidato ideal para coordinar las
operaciones que se realicen desde aquí. Su experiencia coordinando las fuerzas
combinadas durante la guerra contra el Dominion nos es muy beneficiosa.
– Estoy de acuerdo – replicó Picard
sincero.
– Me alegra que te lo tomes tan
bien. Porque necesito tu experiencia como diplomático para misiones mucho más
importantes Jean-Luc. Hemos de crear una alianza con el resto de potencias,
tanto vencidas, como las que aún no han sido atacadas por el Imperio. Y tú y tu
tripulación, y la reputación de tu nombre son el mejor candidato que tenemos.
» Ya hemos cerrado un acuerdo con
los ferengi que nos reportará
suministros que por ahora a nosotros nos son muy difíciles de conseguir: sobro
todo deuterio y dilitio refinados para nuestros reactores. El siguiente paso será
negociar un tratado con el gobierno romulano. Sabemos que entre los
supervivientes del ataque se encuentra el Comité Continuo que, como órgano más importante de senado, al igual que nosotros ha empezado a reunir a sus dispersas
fuerzas. Y para nuestra sorpresa parece que quieren ratificar los acuerdos que
hicimos con Galathon. Los han
calificado como medidas “provisionales” y creo que incluso desean aumentarlas.
Esa será tu primera misión.
– ¿Cuándo he de marcharme? –
preguntó Picard.
– La reunión se ha fijado para
dentro de unas semanas, el lugar está aún por determinar. Irás como mi enviado
personal y actuarás con total libertad y autoridad.
» Después de cerrar el
pacto con los romulanos queremos contactar con otras potencias: los tholianos, los tzenkethi, incluso con los breen.
Creemos que la brutal aniquilación llevada a cabo contra los sheliaks será un aliciente para lograr
aglutinar el mayor número de fuerzas. Pudimos contactar con el capitán Bernal
de la Guadalajara que se refugió,
junto a un buen número de otras naves entre ellas numerosas klingons, dentro de
territorio gorn. A través de él
hemos confirmado la intención de la Hegemonía de unirse a nosotros en una
futura ofensiva a gran escala contra el Imperio. También enviaremos al capitán Entebe de la Ulysses
para negociar con los tholianos.
Cuando regreses te indicaremos cual será tu siguiente misión. Para entonces ya
estaré instalada junto al almirante Paris, así que tendrás que dirigirse a la
Base Lirpa.
» Pero antes de que te
marches, quiero encargarte un trabajo importante. Pero no quiero que te sientas
obligado a hacerlo. Voy a formar una comisión que se encargue de estudiar a la
Sección 31, me gustaría que fueras parte de ella. El condestable Odo me dijo
que la enfermedad que asolaba a la Gran Unión había sido causada por
estos, por lo que no podemos permitir que una organización capaz de organizar y
ejecutar un genocidio siga existiendo. Y mucho menos si está escudada bajo la
bandera de la Federación, de manera que hemos de destruirles para siempre. La
capitana Phillipa Louvois del departamento del abogado general, creo que usted la
conoce, está con la almirante Nechayev, estará al cargo de dicha
comisión que tiene como único objetivo investigar y desenmascarar a cualquier
miembro de la Sección 31.
– Será un honor.
Sistema PJ-3476
Sisko y sus oficiales se transportaron
a la sala de operaciones cuando Wenok informó que las instalaciones habían sido
tomadas sin resistencia y los hombres de la Sección 31 retenidos y desarmados. Estaba construida dentro de la
roca viva, con posiciones de trabajo en las paredes como las que podría
encontrar en el puente de una nave estelar, en el centro había una mesa de
sistemas maestros y una pantalla holográfica dominaba la estancia frente a
esta. En otro de los extremos había un gran ventanal que daba al interior de la
caverna, donde estaban atracadas las tres pequeñas naves científicas de la clase Nova.
(1) Estaban diseñadas para misiones
de corta duración de manera que no podía superar el factor 8 de curvatura. Pero
las tenía delante contaban con cuatro barquillas,
en vez de dos, por lo que era posible que aquella velocidad se hubiera
incrementado.
– Hemos detenido a una veintena,
señor – le explicó Wenok señalando un grupo de ocho prisioneros, que llevaban
una casaca negra sin identificaciones y con el cuello alto, que en cierto modo
le recordó al uniforme de la flota de finales del siglo XXIII. Entre los que se
encontraba el propio Cole –. El
resto estaba repartido por las instalaciones. Los estamos agrupando para
llevarlos al Phoenix.
Sisko se acercó al grupo
custodiado por dos soldados armados con rifles phaser. Todos parecían tranquilos, incluso desafiantes, seguros de sí
mismos. Cole estaba en medio de ellos y miraba a Sisko que se acercó hasta
quedarse a un palmo de su cara. Intentó aguantar la mirada, pero al cabo de
unos segundos bajó la cabeza.
– ¡Llévenselos! – ordenó
entre dientes y Wenok y sus hombres los sacaron de la estancia.
Con los miembros de la Sección 31
fuera del centro de operaciones, Sisko observó a su alrededor. Tenían consolas
para seguridad interna, operaciones del puerto interno, tácticas, sensores,
comunicaciones, ingeniería. A un lado encontró la puerta de un despacho y otra
de reuniones. El símbolo de la Flota Estelar estaba por todas partes.
– Están equipados con lo más moderno
– indicó doctor Bashir examinando el plano interno de las instalaciones –.
Salas holográficas, veinte laboratorios científicos: exobiológicos, biológicos,
botánicos, de física teórica y un hospital de nivel uno. No me extrañaría que
fuera aquí donde desarrollaran la enfermedad de los Fundadores.
– Parece que han borrado algunos
archivos del ordenador central – comentó O’Brien que estaba inclinado sobre una
de las consolas.
– ¿Puede averiguar cuáles? – le
preguntó Sisko.
– Fichas de personal y diría que
archivos de proyectos – contestó tras comprobar la relación de la base de datos
–. Pero no han hecho un buen trabajo. No les dimos tiempo.
– No se preocupe, jefe. El capitán
Argen y su tripulación se encargarán de recopilar todos los datos que nos sean
útiles para desenmascarar a la Sección 31, todas sus actividades y a sus
miembros.
Neru
El convoy partió de Deep Space Nine rumbo a Soukara
escoltados por naves de la miliciabajorana. La nave de Rinnak era
confortable y como Lepira era un pasajero en aquel viaje por lo que dedicó el
tiempo para congraciarse con su tripulación. Siempre se le había dado bien
hacerse amigo de los bajoranos, que aunque era conocido por la espiritualidad
de su religión, a nivel personal eran pragmáticos y sencillo, así que la
primera noche el ingeniero ya le había invitado a participar en una partida de tongo. Alrededor de las cartas de aquel
juego ferengi, similar al saabac,
descubrió el malestar que tenía la tripulación ante tener que llevar aquel
material a los cardassianos, que tanto daño les había hecho durante la ocupación
a su mundo. Aunque poco a poco admitieron que la situación que estaba viviendo Bajor y el resto de la galaxia, con la
invasión del Imperio Galáctico. A
pesar que la seguridad del planeta y del resto de colonias había permanecido
bajo el control de la milicia y el gobierno, la convivencia con las tropas
imperiales les recordaba mucho a la pasada ocupación demasiado reciente en su
memoria. No podían olvidar que en las cercanías de sus instalaciones, los andadores y las motos deslizadoras se paseaban con total impunidad durante sus patrullas. Y según dijo
uno de los marineros, ya se habían producido incidentes con estas y siempre la
milicia acababa dando la razón a los imperiales. Igual ocurría en el espacio,
donde el Imperio acababa por imponerse ante cualquier incidente, siempre
apoyados por la milicia bajorana, que hacía el trabajo sucio. Al final acabaron
por culpar a la primera ministra kay Winn de la situación de desprestigio que sentían. Esta apenas salía de su monasterio
de la capital, rodeada de soldados de la guardia personal del general Alhana,
de los que todos sabían que se trataban de unos títeres del gobernador imperial
y que solo estampaban su firma en los documentos que se les pasaba. Llegando a
la conclusión que vivir era lo mismo que vivir bajo la ocupación cardassiana que bajo aquel imperio llegado de otra
galaxia. Y el oficial de navegación terminó añorando a Shakaar, que había sido un verdadero luchador de la resistencia y
que seguía haciéndolo en aquel momento, unido a la Flota Estelar tras escapar
de sus captores imperiales.
Tras un día de viaje se encontraban
en la frontera cardassiana, donde debía de cambiar de escolta. En ese momento
Lepira se encontraba en el puente, desde donde podía ver dos naves de guerra de
la clase Galor, que se colocaron a
cada lado de la formación de cargueros.
– Soy gul Seskal de la Decimoprimera Orden Cardassiana – se comunicó el oficial al cargo de la escolta –.
Mantengan la posición y rumbo a Soukara hasta nueva orden.
Cuando el cardassiano desapareció de
la pantalla Lepira permaneció unos segundos con la mirada perdida en las
estrellas. Conocía a un tal Seskal: aunque en sus informes no era gul, sino un
rango inferior: glinn. Además la
Undécima Orden estaba formada por reservistas, 500.000 de los cuales habían
sido aniquilados por los klingons en Septimus III. Claro que el glinn Seskal que él conocía, no había pertenecido a
aquella unidad militar.
Finalmente Lepira sonrió y
permaneció en el puente a la espera de los acontecimientos. Los cuales no
tardaron mucho en desatarse.
– ¡Los cardassianos han alzado sus
defensas y activado sus armas! – exclamó uno de los técnicos, que sin fiarse de
sus escoltas, les había estado observando.
– Han interceptado las
comunicaciones – anunció otro marinero.
– Prepara maniobras evasivas… –
indicó Rinnak al timonel.
– ¡No haga nada! – replicó Lepira
autoritario, dejando a todos sorprendidos.
Por lo poco que Rinnak conocían a su
nuevo jefe, este era un hombre tranquilo que no alzaba la voz. Pero en ese
momento el tono que tenía era el de un alto cargo militar, acostumbrado a
mandar y a ser obedecido. Aunque no tuvo mucho tiempo en pensar en aquello, ya
que enseguida reapareció Seskal en la pantalla del puente.
– Les habla gul Seskal, del Frente de Liberación Cardassiano – dijo
severo –. Prepárense para cambiar de rumbo o serán destruidos.
En ese momento uno de los cargueros
cardassianos dejó la formación y aceleró alejándose de esta. La nave de guerra
más cercana enseguida empezó la persecución y sin escrúpulos disparó sobre la
nave huida que apenas tenía defensas.
– Gul Seskal al resto de naves. No
toleraré ninguna otra estupidez como esa. Cambien a rumbo 873 marca 27.
– Aproxímese a la Xhosa
– ordenó Lepira a Rinnak, que se le quedó mirando desconcertado –. Usted es
bajorano y a bordo de esa nave se encuentra la esposa del Emisario. ¿Supongo que querrá protegerla?
Rinnak asintió e indicó al piloto
que hiciera lo que había dicho Lepira, ocultando sus intenciones en la maniobra
del cambio de rumbo. Durante las horas siguientes todos los ocupantes del
puente de la Neru permanecieron
tensos, esperando cuales iban a ser los siguientes acontecimientos. La
tripulación no ocultaba su desconfianza con los cardassianos. Mientras que
Lepira estaba fascinado por lo que podía ocurrir y lo esperaba con interés.
Según habían calculado, la ruta que había indicado Seskal les llevaba
directamente a una antigua estación minera en el sistema Trivas: Empok Nor.
– ¿Qué cree que ocurrirá ahora? – le
preguntó Rinnak, que no había dejado de observar a Lepira desde su arrebato de
autoridad. En su mirada podía notarse cierto recelo hacia el humano.
– Quieren debilitar la posición de Broca ante la población civil y sus fuerzas
armadas. Así que se apoderarán de lo que transportamos. Con nosotros mantendrán
la cortesía, no olvide que Damar
colaboraba con la Federación en la guerra del Dominion, es posible que haya extendido su cooperación en la lucha
contra el Imperio. Si es que se refiere a eso.
– Está muy bien informado para ser
un simple empresario humano – dijo Rinnak con suspicacia, sorprendido ante al
análisis de su jefe.
Lepira miró al bajorano y sonrió.
– Que la Flora ayudaba a Damar en su
lucha contra el Dominion, es de conocimiento público. Lo lógico es suponer que
la haya mantenido ahora. ¿Por qué me pregunta eso?
– Supongo que no le gustará lo que
quiero decirle. Pero si ese Seskal está en contacto con la Flota Estelar y
estos con Shakaar… Saque usted mismo las conclusiones. Soy bajorano y no me
gusta lo que está sucediendo en mi hogar, ni en la galaxia. Ya sufrí una
ocupación. Y no voy a quedarme con los brazos cruzados. No lo hice antes y no
lo haré ahora.
– Así que perderé la inversión que
he hecho con usted y su nave – replicó Lepira con una media sonrisa –. Pero
olvida que nací en Marte. Y que en
mi planeta también están las mismas tropas invasoras que en el suyo.
Qualor II
El teniente Lasca entró en el local
de la pianista Amarie cuando el sol
de árido planeta se había ocultado hacía varias horas. Colonizada por la
Federación, su capital, Torrallia, era frecuentada por comerciantes y
contrabandistas que utilizaban su posición a 1.3 años luz de la Zona Neutral Romulana como puesto
comercial y de tránsito del sector 213.
Así que lugares como aquel abundaban, pero la encantadora Amarie, con sus
cuatro brazos que le permitían hacer unas excelentes interpretaciones de Chopin, opera klingon o cualquier
melodía alienígena, se había convertido en una de las atracciones más conocidas
del planeta. Además contaba con la presencia de uno de los traficantes de armas
más importantes del sector, el ferengi Omag,
que había sido uno de los contactos que el oficial de la Flota Estelar había
utilizado durante su misión.
Esta había concluido aquella misma
mañana y Lasca pretendía despedirse de Amarie con un pequeño recital de piezas
de las obras postreras de Johannes Brahms, quien había resultado ser un ser de extraordinaria longevidad,
conocido como Flint, con quien se
había topado el capitán Kirk un siglo atrás. Al día siguiente él y su grupo
cogerían un transporte que les llevaría a Denubia,
mientras sus remplazos llegarían en unos días para completar la segunda fase de
su trabajo. Este se había desarrollado a muchos niveles por debajo de la
superficie, allí donde el aire estaba viciado, el calor era asfixiante y la
humedad era del noventa por ciento. Algo extraño si uno tenía en cuenta la
superficie del planeta, en su mayor parte cubierta por desiertos y cordilleras
pedregosas. Pero era allí donde habían logrado derivar, fuera de la vista de
las fuerzas de ocupación imperiales, los conductos de transferencia de datos
desde las antenas de escucha subespacial, con la base planetaria de la estación
de seguimiento de la Flota Estelar. Y es que el planeta, además de contar con
el Depósito de Naves Sobrantes Zed 15,
también tenía una estación de seguimiento que enfocaba al interior del
territorio romulano. Esta había sido aprovechada por el Imperio para instalar
uno de sus repetidores de comunicaciones hiperespaciales. Con aquel empalme
ahora tenían acceso a las transmisiones enemigas que se producían entre las
zonas ocupadas de la Federación y el Imperio Romulano.
Además, durante el trabajo también
había tenido acceso a la base de datos de Klim Dokachin, el superintendente zakdorn
del Depósito Zed 15 y a Lasca se le había ocurrido una posible operación de
rescate. Así que deseaba poder abandonar Qualor II lo antes posible para poder hablar con sus superiores.
Empok Nor
Al llegar a Empok Nor vieron que en
la estación había otra nave de guerra esperándoles. Tras detener el convoy Seskal fue comunicándose con cada una
de las naves: a los dos cargueros cardassianos que quedaban les ofreció la
posibilidad de unirse a Damar, si no
lo hacían serían transportados a la estación. Las tripulaciones aceptaron la
oferta de Seskal. A la nave del ferengi
se les invitó cortésmente a abandonar el carguero de la Flota Estelar, para
devolverlo a sus verdaderos dueños. Ocurrió lo mismo con la dotación kobliad del transporte cisterna, así
como con el resto de las naves, incluidas las de la Hazar-Zepelin Corporation. Las últimas con las que habló Seskal
fueron la Xhosa y la Neru. A la
primera le ofrecieron la posibilidad de reunirse con su esposo y Yates-Sisko aceptó sin pensarlo dos veces.
Kasidy ya sabía que Benjamin había ido a buscar a Jake a Dreon VII e
imaginaba que tarde o temprano su esposo se pusiera en contacto con ella.
– Su tripulación ha de transportarse
a Empok Nor – le ordenó Seskal en la
pantalla, tenía la actitud arrogante y desafiante de cualquier cardassiano que
se apreciara y aquello le revolvió el estómago a Rinnak –. Si no lo hacen, lo haré yo por la fuerza.
– Gul Seskal le habla el capitán
Rinnak. Soy miembro en la reserva de la milicia bajorana. Sabemos que está en contacto
con la resistencia de la Flota Estelar – mintió el capitán bajorano – y
quisiera unirme a mi primer ministro Shakaar,
que también está en contacto con ella. Así que luchamos en el mismo bando.
El rostro de Seskal no pudo ocultar
su sorpresa, cortando la comunicación de forma brusca. Un minuto después
aparecía en la pantalla el mismísimo legado Damar.
– Capitán Rinnak. Su petición ha
sido aceptada. Prepárense para recibir a bordo un técnico cardassiano que
colocará a su ordenador un programa que borrará todos los datos de su sistema
de navegación. Es un regalo de la Flota Estelar y no es negociable.
– Bueno, señor Zepelin – dijo Rinnak
con una sonrisa de satisfacción en el rostro que no podía esconder tras cortar
la comunicación –. Supongo que querrá transportarse a Empok Nor.
– En realidad me gustaría permanecer
a bordo. Como he dicho, nací en Marte
y el Imperio también es mi enemigo. Tal vez podría ser útil en estos momentos –
dijo con una media sonrisa. No era lo que había previsto, pero el destino era
caprichoso, igual que los Profetas.
Sistema PJ-3476
Sisko estaba contemplando las Novas
modificadas. En su interior tenía un dilema que otros compartían. Aquellas tres
naves estaban dotadas de los equipos más sofisticados y el armamento más
potente con que podía contar la Federación. Aunque también sus armas que iban
en contra de todo lo que representaba esta. ¿Debían de utilizarlas en aquellos
momentos? Según el inventario tenían instalado alrededor de todo su casco unos
extraños emisores alargados, que según las especificaciones de la pantalla eran
generadores ablativos, que podían
crear una armadura blindada de nanotecnología molecular alrededor del casco,
haciéndolo casi impenetrable. O por lo menos para la tecnología que en aquel
momento existía. El armamento estaba compuesto por un cañón fásico que teóricamente su potencia de fuego se salía de la
escala y cuyas ráfagas de energía eran capaces de destruir de un solo disparo
un cubo borg como el que había
matado a su primera esposa Jennifer
en la batalla de Lobo 359. Mientras
que en sus depósitos habían encontrado con varios centenares de torpedos transfásicos que generaba un
impulso de comprensión subespacial capaz de destruir cualquier objeto que se
encontrara en su onda expansiva. Además de torpedos con cabezas de guerra isolíticas, que destruía el subespacio y que estaban
prohibidas por los segundos Acuerdos de Khitomar. Todo un armamento que violaba la esencia y las leyes de la
Federación y la Flota Estelar, entre ellas la Primera Directriz Temporal, ya que según Dax las armas transfásicas
y aquel generador ablativo solo podían proceder del futuro. Otro equipamiento que
vulneraban la ley era un sistema de ocultación fásico, prohibido por los Acuerdos de Algeron con los romulanos. Y estos eran tan solo ejemplos de lo que
albergaban aquellas naves, sin haberse hecho una exhaustiva relación de todo lo
que contenía aquellas instalaciones.
Tras una inspección el doctor Bashir
había confirmado que aquel era el lugar donde se había diseñado y fabricado la enfermedad de los Fundadores. Lo que
significaba el exterminio voluntario y premeditado de toda una especie
inteligente. Y aunque las víctimas fueras los creadores del Dominion, responsables de la muerte y
el sufrimiento de miles de millones de seres en toda la galaxia, tan solo en
pensar que sus creadores eran miembros de la Federación, incluso personal que
llevaba su mismo uniforme, le ponía enfermo.
Por eso iba a proponer desmantelar
todo aquello que infringía las leyes de la Federación,
destruirlo y no dejar rastro. Prefería perecer ante el Imperio, que utilizar aquellas armas para vencerles. Hacerlo
deshonraría aquel uniforme que tantos otros habían llevado con orgullo durante
tantos años. Por los que tantos habían muerto.
– Capitán, tiene una comunicación desde la Base Laredo – indicó la
voz de Nog por su comunicador.
Sisko se acercó a la computadora de
sobremesa que había en el despacho del oficial al mando de la base y lo
conectó. Segundos después apareció el rostro del comandante Jordan.
– Capitán Sisko, quiero informarle
de una noticia que supongo le alegrará. El legado Damar enviará un nuevo enlace en los próximos días. Aunque lo que le
interesará saber es que viene acompañado por varios cargueros que han caído en
su poder, entre ellos la Xhosa.
Benjamin se quedó sin palabras
frente a la pantalla del ordenador y la sonrisa de oreja a oreja que tenía
Jordan en aquel momento.
– Su esposa está sana y salva y ya
se dirige hacia aquí – prosiguió –. Por lo tanto si han acabado, la Defiant puede regresar cuando quiera,
señor. La Phoenix permanecerá protegiendo el sistema.
– Gracias, comandante.
– En estos días me encanta dar este
tipo de noticias. Y por desgracia son muy pocas veces las que puede uno darme
este gusto. Buen viaje de regreso, capitán.
En la pantalla apareció el símbolo
de la Federación y Benjamin se quedó en el despacho, insuflado de una nueva
energía y sobre todo de nuevas esperanzas. Durante aquellos meses había estado
informado de la situación de su esposa gracias a los contactos que Shakaar tenía en Bajor. Pero saber que estaba a salvo, con amigos, aunque fueran
cardassianos, le daba nuevos ánimos y le llenaba de alegría. De nuevo unidos,
de nuevo justos los tres: Kasidy, Jake y su futuro hijo o hija. Nunca,
nadie más volvería a separarles de su familia, de sus seres queridos.
Laredo
Zahn se había citado a comer con Valerie en un restaurante que había
abierto un sauriano en la colonia y
que pronto se había convertido en un lugar muy popular. Desde la noche que
habían cenado en el apartamento de ella, en la que habían pasado toda la velada
charlando y terminado entrada la media noche, todo parecía haberse precipitado.
Valerie era una mujer inteligente, muy interesante y no podía negar que también
atractiva y se sentía cómodo cuando estaba con ella. Desde entonces había
cenado muchos días juntos y también muchas comidas. Y por las mañanas esperaba
encontrarse con ella en una reunión, o incluso en el pasillo. La verdad era que
todo aquello le parecía extraño. Hacía mucho tiempo que se había acostumbrado a
la soledad, llena de recuerdos dolorosos y remordimientos. Ahora se sentía como
si alguien hubiera abierto una ventana y su vida se volviera llenado de luz,
aire fresco y esperanza. Y lo mejor de todo era que creía que Valerie no era
ajena a aquellos sentimientos. Aun así en su memoria aún tenía el vivo recuerdo
a Arana. Y tal vez aquello frenaba sus propios impulsos. Era todo demasiado
repentino y confuso.
Entró
y vio a Sisko sentado con varias personas más: una de ellas su esposa, que
había llegado en un convoy capturado por los cardassianos el día antes. También
estaba su hijo Jake que escribía en el periódico “La Luz de la Resistencia” que empezaba a ser distribuido vía comunicación subespacial a los planetas
ocupados por el Imperio. El doctor Bashir y su compañera, la consejera Ezri
Dax, y un sexto individuo que le daba la espalda. Se acercó para saludarles
mientras esperaba que viniera Archer, que había tenido una reunión sobre aquel
asunto de la Sección 31. Ciertamente
no entendía muy bien el alboroto ocasionado por la existencia de aquella
agencia no oficial de espionaje de la Federación, al fin y al cabo, el trabajo
sucio alguien tenía que hacerlo, incluso en la Alianza Rebelde.
–
Comandante Zahn, le presento a mi esposa, KasidyYates-Sisko – le indicó Sisko, mientras esta se levantaba para saludarle –.
También quiero presentarle a un amigo que ha llegado de Bajor, el señor
Zepelin.
Zahn
se giró hacia el hombre que hasta entonces le había dado la espalda y los
siguientes segundos le parecieron eternos. Sus miradas se cruzaron y le
reconoció. Jamás podría olvidar al teniente Theron Lepira mientras viviera.
Lepira
había sido su ayudante en el ubictorado
de Eriadu: le había enseñado todo lo
que él sabía y hacía tiempo le había considerado un buen amigo. Habían
compartido muchas jornadas, tanto de trabajo, como de descanso. Este, criado en
un orfanato del Nuevo Orden, había
considerado a su jefe como al hermano mayor que nunca tuvo, mientras Zahn le
consideraba el hermano pequeño al que debía aleccionar en todos los campos:
tanto en cuestiones de trabajo o como a apreciar lo bueno de la vida. La
música, el arte, a moverse por en la alta sociedad imperial y a todo aquello
que podía llenar a los hombres cultos y con poder. Porque para los hombres como
ellos no había nada imposible en el Nuevo Orden.
Pero
también había sido el encargado de torturarle sin el más mínimo atisbo de
clemencia. Lo hizo de la forma más fría y con la metódica destreza y eficacia
que le caracterizaban. Su gélida mirada, digna de las heladas llanuras de Hoth mientras le torturaba, era una de
las cosas que jamás podría borrar de su mente. Durante aquellos días casi no
utilizó a los droides de interrogación IT-O de que disponía, haciéndolo todo personalmente, limitándose a usar aquellas
máquinas para infligirle dolor solo cuando estaba cansado. Tampoco olvidaría la
última vez que le había visto, a bordo del transporte donde Drahk le rescató.
Con su interior en llamas, mientras volaban los disparos por todas partes, con
su arma apuntándole directamente a la cara y sus fríos ojos azules fijos en él,
esta vez inyectados en odio. Tan solo una explosión fortuita evitó que le
disparara y acabara con el traidor al Imperio.
Todo ello le vino a la mente en una
fracción de segundo. Su corazón se aceleró, la adrenalina inundó sus venas y en
un acto reflejo descendió su mano derecha hacia su blaster S-5, retrocedió un paso mientras desenfundaba y encañonó
directamente a Lepira entre los ojos.
Benjamin, Kasidy, Jake, Julian y
Ezri se sobresaltaron y se apartaron instintivamente. Mientras Lepira
permaneció impasible, inmóvil, mirando fijamente los ojos de Zahn, al que no
esperaba verle en aquel lugar.
El oficial de ubictorado había
reconocido la voz de su antiguo jefe detrás de él y su corazón le dio un
vuelco. Zahn se había fijado en el joven huérfano corelliano cuando era su instructor en la academia de contra
vigilancia, integrándole en su equipo nada más graduarse. Desde entonces habían
trabajado codo con codo y Lepira había acabado admirándole y apreciándole como
a un padre. Luego se produjo su traición al Nuevo Orden. Le había odiado y
despreciado hasta lo más profundo de su ser, sintiendo su traición como propia,
no hecha ni al Imperio, ni al Emperador sino a él mismo, ya que su
mentor y amigo trabajaban para el enemigo y le había traicionado a él. Aunque
ahora todo aquello había quedado atrás, ya no le odiaba, incluso se alegró de
que pudiera volver a verle. Ya que si Zahn estaba el aquel lugar significaba
que la rebelión había contactado con
la Federación. Que descubrieran su
tapadera como Thomas Zepelin: comerciante terrestre y dueño de una importante
compañía de cargueros, no era muy importante, ya estaba previsto que ocurriera.
Pero que fuera Zahn quien lo hiciera sí acarreaba un problema. Le detendrían y
le meterían en una celda para tirar la lleve al espacio. Y eso no podía
permitirlo. Todos los planes que había confeccionado ya no servirían para nada,
su misión habría llegado a su fin y todo se perdería para siempre. Había tanto
trabajo que hacer todavía, tantas cosas que dejar aun atadas y listas. Por
tanto lo mejor sería descubrir su juego antes de tiempo. De todas las
posibilidades, esa era la peor. Pero no había más remedio.
Se levantó despacio y se colocó a la
altura de su antiguo instructor, sin que sus miradas se separaran.
Durante unos segundos nadie dijo, ni
hizo nada en el restaurante, desconcertados ante aquella sorprendente reacción
del oficial rebelde con su arma en las manos, encañonaba a Zepelin. Pero no
disparó, se mantuvo quito, con la pistola apuntando a la frente de Lepira, tan
solo con un ligero temblor del cañón que estaba a pocos milímetros de su piel.
Por fin Sisko alargó la mano hacia
Zahn, que seguía como en un trance, con sus ojos clavados en Lepira y su
blaster S-5 entre los dos hombres.
– Comandante… – le dijo Sisko –.
Comandante Zahn… baje el arma. Este hombre es…
– El teniente Theron Lepira. Oficial
del ubictorado – le interrumpió Zahn –. Mi ayudante antes de que me desertara con
los rebeldes. Y le aseguro que si este hombre está aquí, media flota de Daran
está a punto de salir del hiperespacio.
– ¿Es cierto eso? – preguntó Kasidy
desconcertada.
Entonces Lepira se giró lentamente
hacia Yates y sonrió.
– En parte sí, Kasidy – confirmó,
dejando helado a todo el mundo, para volverse de nuevo hacia Zahn –. Aunque
ahora soy general y responsable de parte del operativo de inteligencia en el
territorio de la Federación y sus fronteras con Cardassia, Breen, Ferenginar, Tzenkety, Tholia y Talaria.
Pero no hay ninguna flota a punto de llegar. Y nadie sabe que estoy aquí.
– Mientes.
– No, Roy – dijo llamándole por su
nombre de pila.
En aquel momento varios oficiales de
seguridad entraron en el restaurante, avisados por el sauriano que regentaba el
lugar. Se colocaron junto a Zahn y Sisko le ordenó que apresaran a Lepira.
– Ya puede bajar el arma, comandante
– le indicó Sisko, aunque Zahn tardó aun unos instantes en obedecer –.
Llévenselo y pongan la base en alerta roja, es posible que nuestra posición haya sido descubierta por el Imperio.
– No. ¡Nadie sabe que estoy aquí! –
exclamó Lepira con cierto nerviosismo, pero ya no miraba a Zahn, sino al
oficial de la Flota –. Capitán Sisko ha de creerme, no le estoy mintiendo.
Nadie ha revelado la existencia de esta base.
– ¡Llévenselo! – ordenó Sisko
mientras dos de los miembros de seguridad cogían a Lepira por los brazos para
sacarlo del restaurante. En ese momento se resistió y forcejeó para soltarse,
aunque estos le aferraron con más fuerza.
– ¡No! ¡Ha de creerme Emisario! –
gritó Lepita – ¡Hablen
con la vedek Alhana! ¡Por favor
Emisario! ¡Emisario!
– ¡Esperen! – indicó Sisko
desconcertado cuando Lepira ya estaba en la puerta. Benjamin miró a Zahn, que
estaba igual de sorprendido. Había entrenado personalmente a Lepira y aquella
reacción histérica no era normal en él.
– ¡Créame Emisario! El futuro de
toda la galaxia está en sus manos – repitió Lepira y fue descendiendo el tono
de su voz, hasta convertirse en una súplica –. Créame, por favor, por los Profetas del Templo Celestial. Por su madre Sarah.
Continuará…
Notas
de producción:
(1)
Originalmente las naves que se mencionaban en el
relato eran tres fragatas de la clase New
Orlenas. Aun así han sido cambiadas (así como en la referencia anterior)
para mencionar una nave más moderna, acorde con el momento en que la Sección 31
pudiera haber modificado dichas naves.
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