lunes, 19 de septiembre de 2016

Crossover Star Trek - Star Wars. 25

Capítulo 7
Sección 31
Cuarta parte.


Laredo

            En lo alto de la estructura del dique seco de los astilleros de Beta Antares, junto a una de las entradas de lanzaderas y workbees había una amplia sala de observación. Normalmente era utilizada para las ceremonias de botadura de las naves y que en aquel momento estaba ocupado por una gran cantidad de ingenieros y oficiales de todas las potencias. Se habían reunido para ver el primer ensayo del multiplicador de hiperespacio aplicados en una nave estelar: el USS Jupiter la nave de la clase Akira bajo el mando del capitán Satelk.
            La figura esbelta y alargada del Jupiter salió lentamente del dique y se alejó del pozo de gravedad de Laredo y su gigante gaseosa en la que orbitaba. Iba a ser una prueba relativamente larga que duraría varias horas. Consistía en permanecer en el hiperespacio para comprobar el comportamiento de la integridad estructural y las modificaciones realizadas. Luego regresaría y los resultados serían estudiados a fondo, haciendo aquellos cambios que fueran necesarios para iniciar las modificaciones a todas las naves, tanto de la flota, como de otras potencias. Aun así nadie se quería perder la partida de la nave estelar y muchos permanecieron en la sala, reunidos en grupos, charlando y bebiendo sintetol.
            Entre los rebeldes se encontraba presente Zahn, invitado por el ingeniero en jefe de la Enterprise, el comandante LaForge. Tras la partida del Jupiter se acercó para presentarle parte del equipo que había estado adaptando las naves estelares para el uso de los multiplicadores de hiperespacio. Estaba el capitán Peter Harzel, oficial al mando de aquel dique seco y su colaborador civil Hugo DeValois, así como otros dos ingenieros procedentes de Utopia Planitia: Sanik y Leah Brahms, doctora en propulsión teórica, que también habían trabajado en el proyecto.
            Lo primero que hicieron fue agradecerles que les prestara a los ingenieros y mecánicos de la Alianza, los cuales les habían ayudado a la hora de acabar de ajustar las modificaciones. Así como hacerles numerosas sugerencias que habían resultado ser muy importantes para acelerar los trabajos de diseño y construcción de los hiperimpulsores y comprender la física hiperespacial. Luego la conversación derivó hacia una jerga técnica que enseguida Zahn dejó de entender. Le explicaron que desde la captura de la primera nave imperial, el Persilla, habían estado trabajando en el estudio de su tecnología, y muy especialmente en el hiperespacio. Y le detallaron las diferencias a la hora de trasladarse a velocidades superiores a la luz de entre las dos galaxias: el llamado subespacio y el hiperespacio, dos planos dimensionales distintos.
            A partir de allí las modificaciones en las que habían estado trabajando. En primer lugar se habían tenido que diseñar multiplicadores de hiperespacio diferentes para cada nave, teniendo en cuenta el tamaño, el peso, la potencia del reactor y otros numerosos aspectos que por suerte no detallaron. Una labor tediosa y larga ya que tan solo en la Flota Estelar había más de sesenta clases de naves y lanzaderas a las que modificar, sin contar con el resto de potencias, cuyos diseños y reactores eran muy distintos. Alguien comentó que los romulanos utilizaban singularidades basadas en agujeros negrosartificiales o algo parecido, por lo que creyó entender Zahn. Luego explicaron que también habían tenido que modificar los motores de impulso, que eran los responsables de “lanzar” cada nave al hiperespacio y que en la casi todos los modelos esos motores no tenían tanta potencia. Así como adaptar los deflectores principales de navegación para abrir una distorsión al hiperespacio. Otro aspecto que había tenido que tener en cuenta, había sido reforzar la estructura de las naves, tanto interna como externa, para poder soportar la tensión y la fatiga del fuselaje viajando más allá de la velocidad de la luz. Durante todos aquellos meses habían estado trabajando en modelos pequeños, lanzaderas y runabauts, así como simulaciones en las holocubiertas, pero el Jupiter era la primera nave de grandes dimensiones que iba a ser probada tras todas aquellas modificaciones. Con los resultados obtenidos aquella tarde empezarían las modificaciones en masa del resto de las flotas supervivientes a la invasión.
            En cuanto Zahn tuvo la primera oportunidad de alejarse, no dudó en hacerlo, algo mareado por tanta tecnobabel, sobre todo porque nunca le había interesado nada la ingeniería. Pensaba que las naves eran simples herramientas que le transportaban de un lugar a otro y en toda su vida no había sentido la más mínima curiosidad de su funcionamiento. Alegando que tenía una reunión en la base con su enlace de inteligencia, se disculpó frente los ingenieros y se dirigió a los transportadores.
            Al salir de la sala se cruzó con un ingeniero que entraba buscando a Geordi LaForge. Al ver a este empezó a hacer gestos para advertirle de su presencia en la sala, cosa que alertó a Harzel, antes que al propio LaForge. Este asintió y el ingeniero se acercó.
            – ¡Reg! – le saludó y luego le presentó al resto de oficiales –. Este es un amigo, el teniente Reginald Barclay.
            – Es un placer – dijo este visiblemente nervioso.
            – ¿Qué te trae por aquí, Reg? – le preguntó LaForge amistoso.
            – Señor, ah. ¿Ha recibido mi solicitud? – preguntó no sin dificultad.
            – Sí. He hablado con el comandante Harkins. Y puede prescindir de usted. Así que ya es miembro del equipo de hiperespacio – le informó LaForge.
            – ¡Es magnífico! – exclamó eufórico, como si le hubieran quitado un gran peso de encima y empezó a hablar de forma rápida y nerviosa –. Tenía tantas ganas de trabajar de nuevo en propulsión. Tengo un montón de ideas, bueno, he estado siguiendo sus trabajos y están muy bien. Y podrían abrir un sinfín de posibilidades combinando…
            – ¡Reg! – le interrumpió LaForge.
            – ¿Sí?
            – Es una celebración. El trabajo luego.
            – Sí, claro. Pero tengo un proyecto…
            – ¡Luego Reg! – insistió Georgi y se giró hacia el resto del grupo –. El señor Barclay es muy entusiasta. Y un gran ingeniero, cuando se le conoce bien.


            En la superficie del planeta Picard había sido convocado al despacho de la presidenta Troi, la cual iba a partir en las próximas horas a bordo del Rhode Island para reunirse con el almirante Paris y formar la dirección de la resistencia.
            – Gracias por venir Jean-Luc – dijo tras dejar el padd que estaba leyendo, había varias cajas llenas de los objetos personales de Lwaxana, junto a informes y memorándums –. Quería hablar contigo personalmente desde que se marchara el almirante Paris, pero no hemos tenido mucho tiempo por culpa de esa Sección 31.
            » Nuestra situación con respecto al inicio del Operativo Omega ha cambiado bastante, cada vez hemos recuperado más naves y con el rescate de los prisioneros logramos poner a salvo un buen número de amigos y compañeros. Entre los cuales muchos oficiales superiores: almirantes y capitanes, así como klingons y romulanos. Paris sugirió que era el momento de reestructurar nuestras fuerzas y aunque quería hacerlo antes de marcharse, le pedí hacerlo yo.
            » Y uno de esos cambios será el mando de la Grupo Laredo. Y ambos creemos que el almirante Ross sería un candidato ideal para coordinar las operaciones que se realicen desde aquí. Su experiencia coordinando las fuerzas combinadas durante la guerra contra el Dominion nos es muy beneficiosa.
            – Estoy de acuerdo – replicó Picard sincero.
            – Me alegra que te lo tomes tan bien. Porque necesito tu experiencia como diplomático para misiones mucho más importantes Jean-Luc. Hemos de crear una alianza con el resto de potencias, tanto vencidas, como las que aún no han sido atacadas por el Imperio. Y tú y tu tripulación, y la reputación de tu nombre son el mejor candidato que tenemos.
            » Ya hemos cerrado un acuerdo con los ferengi que nos reportará suministros que por ahora a nosotros nos son muy difíciles de conseguir: sobro todo deuterio y dilitio refinados para nuestros reactores. El siguiente paso será negociar un tratado con el gobierno romulano. Sabemos que entre los supervivientes del ataque se encuentra el Comité Continuo que, como órgano más importante de senado, al igual que nosotros ha empezado a reunir a sus dispersas fuerzas. Y para nuestra sorpresa parece que quieren ratificar los acuerdos que hicimos con Galathon. Los han calificado como medidas “provisionales” y creo que incluso desean aumentarlas. Esa será tu primera misión.
            – ¿Cuándo he de marcharme? – preguntó Picard.
            – La reunión se ha fijado para dentro de unas semanas, el lugar está aún por determinar. Irás como mi enviado personal y actuarás con total libertad y autoridad.
            » Después de cerrar el pacto con los romulanos queremos contactar con otras potencias: los tholianos, los tzenkethi, incluso con los breen. Creemos que la brutal aniquilación llevada a cabo contra los sheliaks será un aliciente para lograr aglutinar el mayor número de fuerzas. Pudimos contactar con el capitán Bernal de la Guadalajara que se refugió, junto a un buen número de otras naves entre ellas numerosas klingons, dentro de territorio gorn. A través de él hemos confirmado la intención de la Hegemonía de unirse a nosotros en una futura ofensiva a gran escala contra el Imperio. También enviaremos al capitán Entebe de la Ulysses para negociar con los tholianos. Cuando regreses te indicaremos cual será tu siguiente misión. Para entonces ya estaré instalada junto al almirante Paris, así que tendrás que dirigirse a la Base Lirpa.
            » Pero antes de que te marches, quiero encargarte un trabajo importante. Pero no quiero que te sientas obligado a hacerlo. Voy a formar una comisión que se encargue de estudiar a la Sección 31, me gustaría que fueras parte de ella. El condestable Odo me dijo que la enfermedad que asolaba a la Gran Unión había sido causada por estos, por lo que no podemos permitir que una organización capaz de organizar y ejecutar un genocidio siga existiendo. Y mucho menos si está escudada bajo la bandera de la Federación, de manera que hemos de destruirles para siempre. La capitana Phillipa Louvois del departamento del abogado general, creo que usted la conoce, está con la almirante Nechayev, estará al cargo de dicha comisión que tiene como único objetivo investigar y desenmascarar a cualquier miembro de la Sección 31.
            – Será un honor.


Sistema PJ-3476

            Sisko y sus oficiales se transportaron a la sala de operaciones cuando Wenok informó que las instalaciones habían sido tomadas sin resistencia y los hombres de la Sección 31 retenidos y desarmados. Estaba construida dentro de la roca viva, con posiciones de trabajo en las paredes como las que podría encontrar en el puente de una nave estelar, en el centro había una mesa de sistemas maestros y una pantalla holográfica dominaba la estancia frente a esta. En otro de los extremos había un gran ventanal que daba al interior de la caverna, donde estaban atracadas las tres pequeñas naves científicas de la clase Nova. (1) Estaban diseñadas para misiones de corta duración de manera que no podía superar el factor 8 de curvatura. Pero las tenía delante contaban con cuatro barquillas, en vez de dos, por lo que era posible que aquella velocidad se hubiera incrementado.
            – Hemos detenido a una veintena, señor – le explicó Wenok señalando un grupo de ocho prisioneros, que llevaban una casaca negra sin identificaciones y con el cuello alto, que en cierto modo le recordó al uniforme de la flota de finales del siglo XXIII. Entre los que se encontraba el propio Cole –. El resto estaba repartido por las instalaciones. Los estamos agrupando para llevarlos al Phoenix.
            Sisko se acercó al grupo custodiado por dos soldados armados con rifles phaser. Todos parecían tranquilos, incluso desafiantes, seguros de sí mismos. Cole estaba en medio de ellos y miraba a Sisko que se acercó hasta quedarse a un palmo de su cara. Intentó aguantar la mirada, pero al cabo de unos segundos bajó la cabeza.
            – ¡Llévenselos! – ordenó entre dientes y Wenok y sus hombres los sacaron de la estancia.
            Con los miembros de la Sección 31 fuera del centro de operaciones, Sisko observó a su alrededor. Tenían consolas para seguridad interna, operaciones del puerto interno, tácticas, sensores, comunicaciones, ingeniería. A un lado encontró la puerta de un despacho y otra de reuniones. El símbolo de la Flota Estelar estaba por todas partes.
            – Están equipados con lo más moderno – indicó doctor Bashir examinando el plano interno de las instalaciones –. Salas holográficas, veinte laboratorios científicos: exobiológicos, biológicos, botánicos, de física teórica y un hospital de nivel uno. No me extrañaría que fuera aquí donde desarrollaran la enfermedad de los Fundadores.
            – Parece que han borrado algunos archivos del ordenador central – comentó O’Brien que estaba inclinado sobre una de las consolas.
            – ¿Puede averiguar cuáles? – le preguntó Sisko.
            – Fichas de personal y diría que archivos de proyectos – contestó tras comprobar la relación de la base de datos –. Pero no han hecho un buen trabajo. No les dimos tiempo.
            – No se preocupe, jefe. El capitán Argen y su tripulación se encargarán de recopilar todos los datos que nos sean útiles para desenmascarar a la Sección 31, todas sus actividades y a sus miembros.


Neru

            El convoy partió de Deep Space Nine rumbo a Soukara escoltados por naves de la miliciabajorana. La nave de Rinnak era confortable y como Lepira era un pasajero en aquel viaje por lo que dedicó el tiempo para congraciarse con su tripulación. Siempre se le había dado bien hacerse amigo de los bajoranos, que aunque era conocido por la espiritualidad de su religión, a nivel personal eran pragmáticos y sencillo, así que la primera noche el ingeniero ya le había invitado a participar en una partida de tongo. Alrededor de las cartas de aquel juego ferengi, similar al saabac, descubrió el malestar que tenía la tripulación ante tener que llevar aquel material a los cardassianos, que tanto daño les había hecho durante la ocupación a su mundo. Aunque poco a poco admitieron que la situación que estaba viviendo Bajor y el resto de la galaxia, con la invasión del Imperio Galáctico. A pesar que la seguridad del planeta y del resto de colonias había permanecido bajo el control de la milicia y el gobierno, la convivencia con las tropas imperiales les recordaba mucho a la pasada ocupación demasiado reciente en su memoria. No podían olvidar que en las cercanías de sus instalaciones, los andadores y las motos deslizadoras se paseaban con total impunidad durante sus patrullas. Y según dijo uno de los marineros, ya se habían producido incidentes con estas y siempre la milicia acababa dando la razón a los imperiales. Igual ocurría en el espacio, donde el Imperio acababa por imponerse ante cualquier incidente, siempre apoyados por la milicia bajorana, que hacía el trabajo sucio. Al final acabaron por culpar a la primera ministra kay Winn de la situación de desprestigio que sentían. Esta apenas salía de su monasterio de la capital, rodeada de soldados de la guardia personal del general Alhana, de los que todos sabían que se trataban de unos títeres del gobernador imperial y que solo estampaban su firma en los documentos que se les pasaba. Llegando a la conclusión que vivir era lo mismo que vivir bajo la ocupación cardassiana que bajo aquel imperio llegado de otra galaxia. Y el oficial de navegación terminó añorando a Shakaar, que había sido un verdadero luchador de la resistencia y que seguía haciéndolo en aquel momento, unido a la Flota Estelar tras escapar de sus captores imperiales.
            Tras un día de viaje se encontraban en la frontera cardassiana, donde debía de cambiar de escolta. En ese momento Lepira se encontraba en el puente, desde donde podía ver dos naves de guerra de la clase Galor, que se colocaron a cada lado de la formación de cargueros.
            – Soy gul Seskal de la Decimoprimera Orden Cardassiana – se comunicó el oficial al cargo de la escolta –. Mantengan la posición y rumbo a Soukara hasta nueva orden.
            Cuando el cardassiano desapareció de la pantalla Lepira permaneció unos segundos con la mirada perdida en las estrellas. Conocía a un tal Seskal: aunque en sus informes no era gul, sino un rango inferior: glinn. Además la Undécima Orden estaba formada por reservistas, 500.000 de los cuales habían sido aniquilados por los klingons en Septimus III. Claro que el glinn Seskal que él conocía, no había pertenecido a aquella unidad militar.
            Finalmente Lepira sonrió y permaneció en el puente a la espera de los acontecimientos. Los cuales no tardaron mucho en desatarse.
            – ¡Los cardassianos han alzado sus defensas y activado sus armas! – exclamó uno de los técnicos, que sin fiarse de sus escoltas, les había estado observando.
            – Han interceptado las comunicaciones – anunció otro marinero.
            – Prepara maniobras evasivas… – indicó Rinnak al timonel.
            – ¡No haga nada! – replicó Lepira autoritario, dejando a todos sorprendidos.
            Por lo poco que Rinnak conocían a su nuevo jefe, este era un hombre tranquilo que no alzaba la voz. Pero en ese momento el tono que tenía era el de un alto cargo militar, acostumbrado a mandar y a ser obedecido. Aunque no tuvo mucho tiempo en pensar en aquello, ya que enseguida reapareció Seskal en la pantalla del puente.
            – Les habla gul Seskal, del Frente de Liberación Cardassiano – dijo severo –. Prepárense para cambiar de rumbo o serán destruidos.
            En ese momento uno de los cargueros cardassianos dejó la formación y aceleró alejándose de esta. La nave de guerra más cercana enseguida empezó la persecución y sin escrúpulos disparó sobre la nave huida que apenas tenía defensas.
            – Gul Seskal al resto de naves. No toleraré ninguna otra estupidez como esa. Cambien a rumbo 873 marca 27.
            – Aproxímese a la Xhosa – ordenó Lepira a Rinnak, que se le quedó mirando desconcertado –. Usted es bajorano y a bordo de esa nave se encuentra la esposa del Emisario. ¿Supongo que querrá protegerla?
            Rinnak asintió e indicó al piloto que hiciera lo que había dicho Lepira, ocultando sus intenciones en la maniobra del cambio de rumbo. Durante las horas siguientes todos los ocupantes del puente de la Neru permanecieron tensos, esperando cuales iban a ser los siguientes acontecimientos. La tripulación no ocultaba su desconfianza con los cardassianos. Mientras que Lepira estaba fascinado por lo que podía ocurrir y lo esperaba con interés. Según habían calculado, la ruta que había indicado Seskal les llevaba directamente a una antigua estación minera en el sistema Trivas: Empok Nor.
            – ¿Qué cree que ocurrirá ahora? – le preguntó Rinnak, que no había dejado de observar a Lepira desde su arrebato de autoridad. En su mirada podía notarse cierto recelo hacia el humano.
            – Quieren debilitar la posición de Broca ante la población civil y sus fuerzas armadas. Así que se apoderarán de lo que transportamos. Con nosotros mantendrán la cortesía, no olvide que Damar colaboraba con la Federación en la guerra del Dominion, es posible que haya extendido su cooperación en la lucha contra el Imperio. Si es que se refiere a eso.
            – Está muy bien informado para ser un simple empresario humano – dijo Rinnak con suspicacia, sorprendido ante al análisis de su jefe.
            Lepira miró al bajorano y sonrió.
            – Que la Flora ayudaba a Damar en su lucha contra el Dominion, es de conocimiento público. Lo lógico es suponer que la haya mantenido ahora. ¿Por qué me pregunta eso?
            – Supongo que no le gustará lo que quiero decirle. Pero si ese Seskal está en contacto con la Flota Estelar y estos con Shakaar… Saque usted mismo las conclusiones. Soy bajorano y no me gusta lo que está sucediendo en mi hogar, ni en la galaxia. Ya sufrí una ocupación. Y no voy a quedarme con los brazos cruzados. No lo hice antes y no lo haré ahora.
            – Así que perderé la inversión que he hecho con usted y su nave – replicó Lepira con una media sonrisa –. Pero olvida que nací en Marte. Y que en mi planeta también están las mismas tropas invasoras que en el suyo.


Qualor II

            El teniente Lasca entró en el local de la pianista Amarie cuando el sol de árido planeta se había ocultado hacía varias horas. Colonizada por la Federación, su capital, Torrallia, era frecuentada por comerciantes y contrabandistas que utilizaban su posición a 1.3 años luz de la Zona Neutral Romulana como puesto comercial y de tránsito del sector 213. Así que lugares como aquel abundaban, pero la encantadora Amarie, con sus cuatro brazos que le permitían hacer unas excelentes interpretaciones de Chopin, opera klingon o cualquier melodía alienígena, se había convertido en una de las atracciones más conocidas del planeta. Además contaba con la presencia de uno de los traficantes de armas más importantes del sector, el ferengi Omag, que había sido uno de los contactos que el oficial de la Flota Estelar había utilizado durante su misión.
            Esta había concluido aquella misma mañana y Lasca pretendía despedirse de Amarie con un pequeño recital de piezas de las obras postreras de Johannes Brahms, quien había resultado ser un ser de extraordinaria longevidad, conocido como Flint, con quien se había topado el capitán Kirk un siglo atrás. Al día siguiente él y su grupo cogerían un transporte que les llevaría a Denubia, mientras sus remplazos llegarían en unos días para completar la segunda fase de su trabajo. Este se había desarrollado a muchos niveles por debajo de la superficie, allí donde el aire estaba viciado, el calor era asfixiante y la humedad era del noventa por ciento. Algo extraño si uno tenía en cuenta la superficie del planeta, en su mayor parte cubierta por desiertos y cordilleras pedregosas. Pero era allí donde habían logrado derivar, fuera de la vista de las fuerzas de ocupación imperiales, los conductos de transferencia de datos desde las antenas de escucha subespacial, con la base planetaria de la estación de seguimiento de la Flota Estelar. Y es que el planeta, además de contar con el Depósito de Naves Sobrantes Zed 15, también tenía una estación de seguimiento que enfocaba al interior del territorio romulano. Esta había sido aprovechada por el Imperio para instalar uno de sus repetidores de comunicaciones hiperespaciales. Con aquel empalme ahora tenían acceso a las transmisiones enemigas que se producían entre las zonas ocupadas de la Federación y el Imperio Romulano.
            Además, durante el trabajo también había tenido acceso a la base de datos de Klim Dokachin, el superintendente zakdorn del Depósito Zed 15 y a Lasca se le había ocurrido una posible operación de rescate. Así que deseaba poder abandonar Qualor II lo antes posible para poder hablar con sus superiores.


Empok Nor

            Al llegar a Empok Nor vieron que en la estación había otra nave de guerra esperándoles. Tras detener el convoy Seskal fue comunicándose con cada una de las naves: a los dos cargueros cardassianos que quedaban les ofreció la posibilidad de unirse a Damar, si no lo hacían serían transportados a la estación. Las tripulaciones aceptaron la oferta de Seskal. A la nave del ferengi se les invitó cortésmente a abandonar el carguero de la Flota Estelar, para devolverlo a sus verdaderos dueños. Ocurrió lo mismo con la dotación kobliad del transporte cisterna, así como con el resto de las naves, incluidas las de la Hazar-Zepelin Corporation. Las últimas con las que habló Seskal fueron la Xhosa y la Neru. A la primera le ofrecieron la posibilidad de reunirse con su esposo y Yates-Sisko aceptó sin pensarlo dos veces. Kasidy ya sabía que Benjamin había ido a buscar a Jake a Dreon VII e imaginaba que tarde o temprano su esposo se pusiera en contacto con ella.
            – Su tripulación ha de transportarse a Empok Nor – le ordenó Seskal en la pantalla, tenía la actitud arrogante y desafiante de cualquier cardassiano que se apreciara y aquello le revolvió el estómago a Rinnak –. Si no lo hacen, lo haré yo por la fuerza.
            – Gul Seskal le habla el capitán Rinnak. Soy miembro en la reserva de la milicia bajorana. Sabemos que está en contacto con la resistencia de la Flota Estelar – mintió el capitán bajorano – y quisiera unirme a mi primer ministro Shakaar, que también está en contacto con ella. Así que luchamos en el mismo bando.
            El rostro de Seskal no pudo ocultar su sorpresa, cortando la comunicación de forma brusca. Un minuto después aparecía en la pantalla el mismísimo legado Damar.
            – Capitán Rinnak. Su petición ha sido aceptada. Prepárense para recibir a bordo un técnico cardassiano que colocará a su ordenador un programa que borrará todos los datos de su sistema de navegación. Es un regalo de la Flota Estelar y no es negociable.
            – Bueno, señor Zepelin – dijo Rinnak con una sonrisa de satisfacción en el rostro que no podía esconder tras cortar la comunicación –. Supongo que querrá transportarse a Empok Nor.
            – En realidad me gustaría permanecer a bordo. Como he dicho, nací en Marte y el Imperio también es mi enemigo. Tal vez podría ser útil en estos momentos – dijo con una media sonrisa. No era lo que había previsto, pero el destino era caprichoso, igual que los Profetas.


Sistema PJ-3476

            Sisko estaba contemplando las Novas modificadas. En su interior tenía un dilema que otros compartían. Aquellas tres naves estaban dotadas de los equipos más sofisticados y el armamento más potente con que podía contar la Federación. Aunque también sus armas que iban en contra de todo lo que representaba esta. ¿Debían de utilizarlas en aquellos momentos? Según el inventario tenían instalado alrededor de todo su casco unos extraños emisores alargados, que según las especificaciones de la pantalla eran generadores ablativos, que podían crear una armadura blindada de nanotecnología molecular alrededor del casco, haciéndolo casi impenetrable. O por lo menos para la tecnología que en aquel momento existía. El armamento estaba compuesto por un cañón fásico que teóricamente su potencia de fuego se salía de la escala y cuyas ráfagas de energía eran capaces de destruir de un solo disparo un cubo borg como el que había matado a su primera esposa Jennifer en la batalla de Lobo 359. Mientras que en sus depósitos habían encontrado con varios centenares de torpedos transfásicos que generaba un impulso de comprensión subespacial capaz de destruir cualquier objeto que se encontrara en su onda expansiva. Además de torpedos con cabezas de guerra isolíticas, que destruía el subespacio y que estaban prohibidas por los segundos Acuerdos de Khitomar. Todo un armamento que violaba la esencia y las leyes de la Federación y la Flota Estelar, entre ellas la Primera Directriz Temporal, ya que según Dax las armas transfásicas y aquel generador ablativo solo podían proceder del futuro. Otro equipamiento que vulneraban la ley era un sistema de ocultación fásico, prohibido por los Acuerdos de Algeron con los romulanos. Y estos eran tan solo ejemplos de lo que albergaban aquellas naves, sin haberse hecho una exhaustiva relación de todo lo que contenía aquellas instalaciones.
            Tras una inspección el doctor Bashir había confirmado que aquel era el lugar donde se había diseñado y fabricado la enfermedad de los Fundadores. Lo que significaba el exterminio voluntario y premeditado de toda una especie inteligente. Y aunque las víctimas fueras los creadores del Dominion, responsables de la muerte y el sufrimiento de miles de millones de seres en toda la galaxia, tan solo en pensar que sus creadores eran miembros de la Federación, incluso personal que llevaba su mismo uniforme, le ponía enfermo.
            Por eso iba a proponer desmantelar todo aquello que infringía las leyes de la Federación, destruirlo y no dejar rastro. Prefería perecer ante el Imperio, que utilizar aquellas armas para vencerles. Hacerlo deshonraría aquel uniforme que tantos otros habían llevado con orgullo durante tantos años. Por los que tantos habían muerto.
            – Capitán, tiene una comunicación desde la Base Laredo – indicó la voz de Nog por su comunicador.
            Sisko se acercó a la computadora de sobremesa que había en el despacho del oficial al mando de la base y lo conectó. Segundos después apareció el rostro del comandante Jordan.
            – Capitán Sisko, quiero informarle de una noticia que supongo le alegrará. El legado Damar enviará un nuevo enlace en los próximos días. Aunque lo que le interesará saber es que viene acompañado por varios cargueros que han caído en su poder, entre ellos la Xhosa.
            Benjamin se quedó sin palabras frente a la pantalla del ordenador y la sonrisa de oreja a oreja que tenía Jordan en aquel momento.
            – Su esposa está sana y salva y ya se dirige hacia aquí – prosiguió –. Por lo tanto si han acabado, la Defiant puede regresar cuando quiera, señor. La Phoenix permanecerá protegiendo el sistema.
            – Gracias, comandante.
            – En estos días me encanta dar este tipo de noticias. Y por desgracia son muy pocas veces las que puede uno darme este gusto. Buen viaje de regreso, capitán.
            En la pantalla apareció el símbolo de la Federación y Benjamin se quedó en el despacho, insuflado de una nueva energía y sobre todo de nuevas esperanzas. Durante aquellos meses había estado informado de la situación de su esposa gracias a los contactos que Shakaar tenía en Bajor. Pero saber que estaba a salvo, con amigos, aunque fueran cardassianos, le daba nuevos ánimos y le llenaba de alegría. De nuevo unidos, de nuevo justos los tres: Kasidy, Jake y su futuro hijo o hija. Nunca, nadie más volvería a separarles de su familia, de sus seres queridos.


Laredo

            Zahn se había citado a comer con Valerie en un restaurante que había abierto un sauriano en la colonia y que pronto se había convertido en un lugar muy popular. Desde la noche que habían cenado en el apartamento de ella, en la que habían pasado toda la velada charlando y terminado entrada la media noche, todo parecía haberse precipitado. Valerie era una mujer inteligente, muy interesante y no podía negar que también atractiva y se sentía cómodo cuando estaba con ella. Desde entonces había cenado muchos días juntos y también muchas comidas. Y por las mañanas esperaba encontrarse con ella en una reunión, o incluso en el pasillo. La verdad era que todo aquello le parecía extraño. Hacía mucho tiempo que se había acostumbrado a la soledad, llena de recuerdos dolorosos y remordimientos. Ahora se sentía como si alguien hubiera abierto una ventana y su vida se volviera llenado de luz, aire fresco y esperanza. Y lo mejor de todo era que creía que Valerie no era ajena a aquellos sentimientos. Aun así en su memoria aún tenía el vivo recuerdo a Arana. Y tal vez aquello frenaba sus propios impulsos. Era todo demasiado repentino y confuso.
            Entró y vio a Sisko sentado con varias personas más: una de ellas su esposa, que había llegado en un convoy capturado por los cardassianos el día antes. También estaba su hijo Jake que escribía en el periódico “La Luz de la Resistencia” que empezaba a ser distribuido vía comunicación subespacial a los planetas ocupados por el Imperio. El doctor Bashir y su compañera, la consejera Ezri Dax, y un sexto individuo que le daba la espalda. Se acercó para saludarles mientras esperaba que viniera Archer, que había tenido una reunión sobre aquel asunto de la Sección 31. Ciertamente no entendía muy bien el alboroto ocasionado por la existencia de aquella agencia no oficial de espionaje de la Federación, al fin y al cabo, el trabajo sucio alguien tenía que hacerlo, incluso en la Alianza Rebelde.
            – Comandante Zahn, le presento a mi esposa, KasidyYates-Sisko – le indicó Sisko, mientras esta se levantaba para saludarle –. También quiero presentarle a un amigo que ha llegado de Bajor, el señor Zepelin.
            Zahn se giró hacia el hombre que hasta entonces le había dado la espalda y los siguientes segundos le parecieron eternos. Sus miradas se cruzaron y le reconoció. Jamás podría olvidar al teniente Theron Lepira mientras viviera.
            Lepira había sido su ayudante en el ubictorado de Eriadu: le había enseñado todo lo que él sabía y hacía tiempo le había considerado un buen amigo. Habían compartido muchas jornadas, tanto de trabajo, como de descanso. Este, criado en un orfanato del Nuevo Orden, había considerado a su jefe como al hermano mayor que nunca tuvo, mientras Zahn le consideraba el hermano pequeño al que debía aleccionar en todos los campos: tanto en cuestiones de trabajo o como a apreciar lo bueno de la vida. La música, el arte, a moverse por en la alta sociedad imperial y a todo aquello que podía llenar a los hombres cultos y con poder. Porque para los hombres como ellos no había nada imposible en el Nuevo Orden.
            Pero también había sido el encargado de torturarle sin el más mínimo atisbo de clemencia. Lo hizo de la forma más fría y con la metódica destreza y eficacia que le caracterizaban. Su gélida mirada, digna de las heladas llanuras de Hoth mientras le torturaba, era una de las cosas que jamás podría borrar de su mente. Durante aquellos días casi no utilizó a los droides de interrogación IT-O de que disponía, haciéndolo todo personalmente, limitándose a usar aquellas máquinas para infligirle dolor solo cuando estaba cansado. Tampoco olvidaría la última vez que le había visto, a bordo del transporte donde Drahk le rescató. Con su interior en llamas, mientras volaban los disparos por todas partes, con su arma apuntándole directamente a la cara y sus fríos ojos azules fijos en él, esta vez inyectados en odio. Tan solo una explosión fortuita evitó que le disparara y acabara con el traidor al Imperio.
            Todo ello le vino a la mente en una fracción de segundo. Su corazón se aceleró, la adrenalina inundó sus venas y en un acto reflejo descendió su mano derecha hacia su blaster S-5, retrocedió un paso mientras desenfundaba y encañonó directamente a Lepira entre los ojos.
            Benjamin, Kasidy, Jake, Julian y Ezri se sobresaltaron y se apartaron instintivamente. Mientras Lepira permaneció impasible, inmóvil, mirando fijamente los ojos de Zahn, al que no esperaba verle en aquel lugar.
            El oficial de ubictorado había reconocido la voz de su antiguo jefe detrás de él y su corazón le dio un vuelco. Zahn se había fijado en el joven huérfano corelliano cuando era su instructor en la academia de contra vigilancia, integrándole en su equipo nada más graduarse. Desde entonces habían trabajado codo con codo y Lepira había acabado admirándole y apreciándole como a un padre. Luego se produjo su traición al Nuevo Orden. Le había odiado y despreciado hasta lo más profundo de su ser, sintiendo su traición como propia, no hecha ni al Imperio, ni al Emperador sino a él mismo, ya que su mentor y amigo trabajaban para el enemigo y le había traicionado a él. Aunque ahora todo aquello había quedado atrás, ya no le odiaba, incluso se alegró de que pudiera volver a verle. Ya que si Zahn estaba el aquel lugar significaba que la rebelión había contactado con la Federación. Que descubrieran su tapadera como Thomas Zepelin: comerciante terrestre y dueño de una importante compañía de cargueros, no era muy importante, ya estaba previsto que ocurriera. Pero que fuera Zahn quien lo hiciera sí acarreaba un problema. Le detendrían y le meterían en una celda para tirar la lleve al espacio. Y eso no podía permitirlo. Todos los planes que había confeccionado ya no servirían para nada, su misión habría llegado a su fin y todo se perdería para siempre. Había tanto trabajo que hacer todavía, tantas cosas que dejar aun atadas y listas. Por tanto lo mejor sería descubrir su juego antes de tiempo. De todas las posibilidades, esa era la peor. Pero no había más remedio.
            Se levantó despacio y se colocó a la altura de su antiguo instructor, sin que sus miradas se separaran.
            Durante unos segundos nadie dijo, ni hizo nada en el restaurante, desconcertados ante aquella sorprendente reacción del oficial rebelde con su arma en las manos, encañonaba a Zepelin. Pero no disparó, se mantuvo quito, con la pistola apuntando a la frente de Lepira, tan solo con un ligero temblor del cañón que estaba a pocos milímetros de su piel.
            Por fin Sisko alargó la mano hacia Zahn, que seguía como en un trance, con sus ojos clavados en Lepira y su blaster S-5 entre los dos hombres.
            – Comandante… – le dijo Sisko –. Comandante Zahn… baje el arma. Este hombre es…
            – El teniente Theron Lepira. Oficial del ubictorado – le interrumpió Zahn –. Mi ayudante antes de que me desertara con los rebeldes. Y le aseguro que si este hombre está aquí, media flota de Daran está a punto de salir del hiperespacio.
            – ¿Es cierto eso? – preguntó Kasidy desconcertada.
            Entonces Lepira se giró lentamente hacia Yates y sonrió.
            – En parte sí, Kasidy – confirmó, dejando helado a todo el mundo, para volverse de nuevo hacia Zahn –. Aunque ahora soy general y responsable de parte del operativo de inteligencia en el territorio de la Federación y sus fronteras con Cardassia, Breen, Ferenginar, Tzenkety, Tholia y Talaria. Pero no hay ninguna flota a punto de llegar. Y nadie sabe que estoy aquí.
            – Mientes.
            – No, Roy – dijo llamándole por su nombre de pila.
            En aquel momento varios oficiales de seguridad entraron en el restaurante, avisados por el sauriano que regentaba el lugar. Se colocaron junto a Zahn y Sisko le ordenó que apresaran a Lepira.
            – Ya puede bajar el arma, comandante – le indicó Sisko, aunque Zahn tardó aun unos instantes en obedecer –. Llévenselo y pongan la base en alerta roja, es posible que nuestra posición haya sido descubierta por el Imperio.
            – No. ¡Nadie sabe que estoy aquí! – exclamó Lepira con cierto nerviosismo, pero ya no miraba a Zahn, sino al oficial de la Flota –. Capitán Sisko ha de creerme, no le estoy mintiendo. Nadie ha revelado la existencia de esta base.
            – ¡Llévenselo! – ordenó Sisko mientras dos de los miembros de seguridad cogían a Lepira por los brazos para sacarlo del restaurante. En ese momento se resistió y forcejeó para soltarse, aunque estos le aferraron con más fuerza.
            – ¡No! ¡Ha de creerme Emisario! – gritó Lepita – ¡Hablen con la vedek Alhana! ¡Por favor Emisario! ¡Emisario!
            – ¡Esperen! – indicó Sisko desconcertado cuando Lepira ya estaba en la puerta. Benjamin miró a Zahn, que estaba igual de sorprendido. Había entrenado personalmente a Lepira y aquella reacción histérica no era normal en él.
            – ¡Créame Emisario! El futuro de toda la galaxia está en sus manos – repitió Lepira y fue descendiendo el tono de su voz, hasta convertirse en una súplica –. Créame, por favor, por los Profetas del Templo Celestial. Por su madre Sarah.


Continuará…


Notas de producción:

(1) Originalmente las naves que se mencionaban en el relato eran tres fragatas de la clase New Orlenas. Aun así han sido cambiadas (así como en la referencia anterior) para mencionar una nave más moderna, acorde con el momento en que la Sección 31 pudiera haber modificado dichas naves. 

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