jueves, 31 de marzo de 2016

Crossover Star Trek - Star Wars. 10

Capítulo 3
Laredo
Segunda parte.



            La corbeta corelliana del general Theron Lepira se alejó del sistema de Bajor y entró en el hiperespacio rumbo al sector 001. Era la nave personal de uno de los responsables del ubictorado en la Vía Láctea, y la encargada en los últimos años de transportarle en sus numerosos viajes, tanto dentro de esta como entre las dos galaxias, que alguien había bautizado como superhiperespacio. La corbeta tenía los equipos equivalentes a los que tenía un pequeño estado mayor con un sofisticado sistema de comunicaciones hiperespaciales, una sala de conferencias, celdas, y una enfermería con un equipo especializado en alteraciones faciales. También contaba con tecnología de los Nuevos Territorios que incluía un transportador y replicadores, así como un sistema de ocultación de origen klingon que le había sido muy útil en muchas ocasiones. Con el tiempo se había convertido en la casa de Lepira, lo más cercano a su Corellia natal.
            Por suerte aquel viaje no duraba mucho, aunque sí el tiempo suficiente para leer los últimos informes relacionados con la Confederación Breen y de las recientes conquistas de los planetas de la Federación de su sector. Y repasar los acontecimientos que habían desembocado en las acciones de las últimas semanas: la conquista de la Vía Láctea conocida.
            No recordaba a sus padres, aunque sabía que eran corellianos, así que su infancia la había pasado en un orfanato del COMPNOR, la Comisión para la Preservación del Nuevo Orden, de manera que mucho antes de convertirse en adulto ya sabía que iba a servir al Emperador Palpatine. Visto con perspectiva que le daba el tiempo y la experiencia, desde el orfanato había sido “conducido” para ingresar en la academia del Servicio de Inteligencia Imperial, también conocida como el ubictorado, quien coordinaba y marcaba la estrategia al más alto nivel de los diferentes servicios y departamentos de la Inteligencia Imperial. Tras graduarse fue enviado a Eriadu, dentro de un equipo que trabajaba directamente para el gran moff Tarkin y cuyo objetivo era la caza y destrucción de todas las células rebeldes. Cuando el Emperador le ordenó a Tarkin crear un equipo que estudiara la viabilidad de invadir la recién descubierta galaxia conocida como Vía Láctea, él paso a formar parte junto a Daran y Eckener. Poco después se creó el Operativo Agujero Negro y del estudio de viabilidad pasó a planificar la invasión de los denominados Nuevos Territorios. Al principio era el lugarteniente del coronel Selgrin, un oficial metódico e inteligente, que había muerto en un accidente hacía cuatro años y como él era quien mejor conocía las operaciones emprendidas por Selgrin, le habían asignado el mando de sus sectores. Uno de los cuales era Bajor, que tras el descubrimiento del agujero de gusano y la presencia de la Unión Cardassiana y más tarde el Dominion se había convertido en uno de los más cruciales de aquella vasta invasión.
            Desde entonces había tenido mucha libertad en su misión, lo que había repercutido en la obtención de magníficos resultados, promocionándole a general, el más joven que había servido en el ubictorado, y ampliando su responsabilidad a la mayor parte del cuadrante Alfa. En aquel momento sus agentes se extendían por la República Talariana, la Coalición Tzenkethi e incluso en la xenófoba Asamblea Tholiana, además de decenas de planetas de la Federación y otros no alineados. Durante todos aquellos años había tenido la oportunidad de estar meses enteros sobre el terreno visitando Bajor, DS9, Cardassia, Ferenginar, las colonias de la Zona Desmilitarizada y numerosos planetas del sector. Incluso había estado en la colonia Nueva Bajor del cuadrante gamma poco antes de la aparición del Dominion. La información recabada había sido muy útil, su red de espionaje que le había proporcionado informes muy importantes y detallados, sobre todo durante la guerra. Utilizaba como tapadera varias empresas que había creado: algunas de transporte, otras de construcción o simplemente comerciales, facilitándole  mucho su trabajo. Y aunque en estas compañías compartía capital con indígenas bajoranos, ferengis o bolianos, había numerosos miembros del ubictorado que se hacían pasar por humanos trabajando en ellas.
            Gracias a sus empresas se movían libremente por toda la zona recabando, indagando y observando todo lo que acontecía. También había reclutado nativos que o bien creían que trabajaban para alguna potencia de la galaxia o simplemente no sabían que eran utilizados como agentes. En un principio su misión había consistido en evaluar el potencial bélico, las defensas de los sistemas, el número de tropas, el tipo de navíos de guerra, etcétera. Poco a poco la penetración en el tejido social, económico, político y militar había sido cada vez más importante, llegando hasta el mismísimo gobierno de Bajor, de Tzenkethi y de numerosas colonias de la Federación y planetas menores. También se había puesto en contacto con los bajos fondos y con grupos de resistencia, como el maquis que luchaba contra la ocupación cardassiana de sus planetas, al que habían estado suministrando armas hasta que fuera aniquilado por el jem’hadar.
            En Cardassia los resultados obtenidos habían sido espectaculares. Durante los primeros años sus agentes habían llegado a estar infiltrados en las altas esferas del Consejo Detapa, sobretodo en la época en que los civiles habían ostentado el poder. Pero tras la llegada del Dominion su red había sido virtualmente destruida. El gobierno había sido abolido y sus miembros encarcelados o ejecutados, cayendo así la mayor parte de sus agentes. Por suerte ninguno de estos sabía realmente para quien trabajaba y no les pudieron traicionar, mientas que los Fundadores creyeron haber destruido una red de espías federales, no del Imperio Galáctico. Pero aunque cayera su red civil, la militar quedó parcialmente intacta, incluyendo algunos contactos en el Mando Central de la Milicia cardassiana. Desde allí les habían informado de la localización exacta de las bases del Dominion en todo su territorio, con sus características defensivas, el número de tropas e incluso sus puntos vulnerables e información técnica de gran importancia. Uno de los informadores más destacados había sido el por entonces gul Broca, oficial de estado mayor de la 10ª Orden con gustos caros y mucha ambición, a quien había ayudado a ascender hasta convertirse en el comandante de su orden y uno de los líderes militares más influyentes, quien finalmente había traicionado al Dominion a cambio de gobernar Cardassia. No sin antes librarse de su gran competidor: el legado Damar y su resistencia traicionándoles a su vez a los fundadores. Gracias a todo ello en el momento del ataque estaban en poder de toda la información necesaria para destruir al jem’hadar y sus bases de un solo golpe. Lo que exactamente había ocurrido.
            Un tiempo atrás empezó a trabajar con Vantorel, quien había sido el responsable de la planificación de la invasión a los Nuevos Territorios y que finalmente iba a liderar una de las fuerzas de ataque: la encargada de ocupar la mayor parte del cuadrante Alfa. Desde el primer momento los dos habían congeniado y colaborado, sobre todo porque a los dos les había cautivado aquella nueva galaxia: la novedad, su juventud, su exotismo, su variedad, su tecnología, sus gentes. Conjuntamente habían planeado las operaciones bélicas y de los dos había partido la idea de pactar con los cardassianos, que había desembocado en la destrucción de las fuerzas del Dominion en el cuadrante Alfa.
            Su organización no era la única, en los otros sectores en que estaban divididos los Nuevos Territorios se habían creado redes similares a las suyas. Uno de sus colegas se había valido de las disputas internas para llegar a colocar un agente en el Alto Consejo Klingon, así como en el estado mayor de sus Fuerzasde Defensa. Los contactos con los remanos, proporcionado gracias a las unidades desplazadas a la frontera con Cardassia, les habían llevado a controlar la rebelión de estos sobre sus antiguos amos romulanos. Y sabía de la existencia de otros casos donde se habían infiltrado en varios gobiernos de la Federación proporcionado valiosa información del potencial militar de la Flota Estelar. Así como planos de instalaciones y los detalles técnicos de la más avanzada tecnología también habían acabado en manos del ubictorado y de las fuerzas imperiales.


Kuat

            Había anocheciendo y las calles estaban desiertas. Tan solo por encima de sus cabezas surcaba el aire algún que otro deslizador con su zumbido característico, viendo más allá de estos los dos anillos artificiales que rodeaban el planeta y que eran el complejo de astilleros más importantes de la galaxia. Nadie se percató de como un pequeño grupo de cuatro seres dejaba la calle principal para internarse en las callejuelas de la ciudad antigua. En cabeza iba Drahk, seguido de Zahn y Carl Vendell, su jefe de ingenieros, mientras que uno de los infiltradores de Drahk cerraba la formación. Los cuatro usaban vestiduras holgadas y con capucha para esconder las armas que llevaban bajo estas y para ocultar sus rostros ante la presencia de la policía.
            Pero eso no fue necesario ya que llegaron a su objetivo sin encontrarse con ninguna patrulla. Se detuvieron en la entrada de una casa rodeada de un jardín, como bien demostraba las ramas de un frondoso árbol que sobresalían de encima de la empalizada. Drahk manipuló los controles electrónicos de la entrada y abrió la puerta automática sin que saltara la alarma. Con rapidez los cuatro entraron, dejando en el jardín al soldado vigilando su ruta de huida.
            Les había llevado hasta allí la última información que la rebelión tenía sobre el gran moff Daran. Se le había visto unos meses atrás en las dársenas de los Astillerosde Impulsores Kuat durante la ceremonia de entrega de un superdestructor estelar. Después de aquello había desaparecido de la faz de la galaxia, junto con un gran número de naves que Zahn había estimado cerca de un millar y que sospechaba que estaban bajo su control. En realidad no estaba muy seguro, los datos los había extraído de aquí y de allá: de habladurías, rumores y comentarios hechos en tabernas o salas de relax. Lo único que sostenía su teoría era un mensaje personal que había logrado descifrar: donde un alto oficial de la marina se quejaba de la pérdida de varios destructores que habían sido entregados al gran moff Daran, preguntándose que se traía entre manos quien era descrito como el heredero de las maquinaciones de Tarkin.
            La casa era propiedad de una familia corelliana que hacía varias generaciones que vivía en el planeta, primero como comerciantes, y con el tiempo como ingenieros para los Astilleros de Propulsores de Kuat. Tenía dos pisos de estilo tradicional kuati, sin ninguna pretensión ostentosa, tan solo comodidad y sencillez, con una única luz encendida en el segundo piso. Drahk comprobó la cerradura de la casa pero estaba desactivada, así que tan solo pulsando uno de los botones esta se abrió. Los tres entraron encabezados por Vendell que sin pensárselo dos veces se dirigió hacia el piso superior, seguido de Zahn, mientras el tercer rebelde se quedaba inspeccionando la plata baja.
            Una animada música salía de una de las habitaciones. No era difícil de identificar, se tocaba en cualquier taberna, desde Tatooine hasta los bajos fondos de Coruscant.
            Con sigilo Vendell abrió la puerta, entreviendo un despacho plagado de trastos, herramientas, pedazos de droides y un sin fin de otros cachivaches. Inclinado sobre una mesa un hombre trabajaba sobre varios aparatos electrónicos dándole la espalda. No tardó en reaccionar y girarse, sorprendiéndose de quien veía en su puerta, aunque tardó unos instantes en reconocerle debido a la tupida barba que tenía.
            – Creía que estabas muerto – dijo este tras sobreponerse de la primera impresión.
            – Puedes ver que no – le contestó Vendell.
            – ¿Quién es él que te acompaña? – le preguntó al ver a Zahn detrás de él.
            – Un amigo.
            – Yo no acojo a rebeldes en mi casa – continuó levantándose. Era un hombre robusto con el pelo encanecido, todos sus movimientos mostraban una gran seguridad en sí mismo.
            – No lo hagas más difícil de lo que ya es, Don – le pidió Vendell.
            – ¿Difícil? – repitió este –. Mi hijo estaba a bordo de la Estrella de la Muerte. No pienso ayudar a la Rebelión. Ni a ti Carl, aunque seas mi hermano.
            – No tiene otra opción – intervino entonces Zahn.
            – No queremos hacerte daño – respondió Carl.
            – Y si me niego.
            – No te lo recomiendo – continuó Vendell, enseñándole su blaster que llevaba colgado del cinturón.
            – No conseguirán nada. Nada de mí.
            Dicho lo cual este se dirigió hacia el comunicador que había encima de la mesa. Antes de que llegara Zahn le disparó su arma aturdiéndole.
            – Lo siento hermano – dijo Vendell con tristeza mientras comprobaba que este estaba bien, aunque sin sentido sobre el suelo. Habían sido como uña y carne durante su juventud, persiguiendo chicas kuatis en los jardines Tralala o en las cataratas Tekshar, y los dos habían querido ser ingenieros, pero él había sido más idealista, mientras que su hermano mayor era más conservador y en cuestiones políticas hacia tiempo que se habían distanciado. Pero la muerte de su hijo en Yavin después de haber sido reclutado por el Imperio le había acabado de radicalizar a favor del Nuevo Orden.
            – Jonua, trae el deslizador – dijo Zahn tras sacar un pequeño transmisor.
            – Muy bien – replicó una voz metálica.
            El planeta era una importante base militar imperial, sede de AIK, los Astilleros de Propulsores de Kuat, constructora entre otros de los destructores clase Imperial, los gigantesco superdestructores Executor, o las fragatas Nebulon-B. Y aunque el acceso al planeta estaba restringido, también era uno de los puertos comerciales más importantes de los Mundos del Núcleo de la galaxia, con un gran volumen de mercancías y servicios que necesitaba aquel planeta tan poblado e importante. Así que un viejo crucero republicano pasó completamente inadvertido para las autoridades. Había llegado al puerto de pasajeros procedente de Redrish con la documentación de una empresa legal usada por la inteligencia de la rebelión. Allí debía de recoger a un comercial de dicha firma y salir en dirección a Kidir, todo ello en una tapadera perfectamente legal, por lo que ni las autoridades de Kuat ni imperiales sospecharon nada. Con Don Vendrell a bordo, el Resplendent se alejó del puerto de pasajeros y de la Formación Orbital, que era la gigantesca instalación que rodeaba el planeta con un anillo con los astilleros de AIK. Tras recalar en Kidir para mantener la tapadera de la compañía, la nave se encontró con la Far Star en otro punto en el espacio profundo.
            La desaparición de uno de los técnicos supervisores de los astilleros de AIK fue descubierta al día siguiente y esa misma mañana las autoridades hicieron un amplio despliegue para localizarlo. Pero la única pista que consiguieron fue la declaración de un vecino que vio como un deslizador se posaba en el jardín del ingeniero. Era un vehículo corriente, como los que se pueden alquilar en cualquier espacio puerto de Ciudad Kuat.


USS Wounded Knee

            – Las heridas eran graves, no pudimos hacer nada – dijo el jefe médico con pesar, hacía tiempo que al comandante Bolay y había estado intentando reducir la presión de la hemorragia interna, pero el cráneo transparente del gallamite era más delicado que en otros seres y los daños eran demasiados extensos para recuperarse. En su rostro se reflejaba el agotamiento de haber atendiendo a heridos y el pesar de la pérdida de muchos amigos. En total habían muerto veintidós miembros de la tripulación y tenía medio centenar con heridos de diversa consideración.
            – Sé que hizo todo lo que pudo – le intentó consolar Otá'taveaénohe –. Descanse. Lo necesita. Es una orden.
            El médico le miró y esbozó una sonrisa con esfuerzo debido al cansancio.
            – Como usted diga, capitán – dicho lo cual se levantó y abandonó la enfermería, no sin antes dejar al mando de esta a su segundo.
            – Lamento la muerte de su primer oficial – dijo la voz del capitán Rixx detrás de Otá'taveaénohe. Este se giró lentamente, entre los supervivientes de la Thomas Paine estaba su comandante, quien malherido había sido arrastrado hasta una cápsula de escape por su segundo, que tampoco no había podido tomar la siguiente. Desde entonces le habían mantenido en coma inducido para que su cuerpo boliano pudiera recuperarse de manera natural, despertándole el día antes. Ahora ya se encontraba sano y con fuerzas para levantarse.
            – ¿Se encuentra mejor? – le preguntó Otá'taveaénohe.
            – ¡Oh!, sí. Gracias. Su equipo médico hizo un trabajo excelente con las quemaduras de plasma – explicó este señalando su pecho –. Ahora tan solo necesito ir a unas buenas instalaciones médicas para que me quiten las cicatrices de la mitad de mi cuerpo. ¡Qué dirán en Risa sino!
            – ¿Siempre está de broma? – le preguntó su anfitrión.
            – Solo cuando las cosas van mal dadas. ¿Cuántas naves sobrevivieron?
            – Que nosotros sepamos, seis – respondió el capitán de la Wounded Knee que le invitó a tomar asiento en una de las sillas del despacho de su jefe médico. Él lo hizo detrás de la mesa –. Luego encontramos una lanzadera civil que había logrado escapar de Utopia Planitia algo maltrecha.
            – ¡Por el gran creador! – exclamó el boliano –. ¿Hacia dónde nos dirigimos?
            – Hacia la Base Estelar Earhart, la almirante Shanthi está formando un grupo de batalla para hacer frente al enemigo – explicó Otá'taveaénohe –. Pero lo estamos haciendo con lentitud. Además de los daños en nuestras naves, estamos intentando esquivar todos los planetas susceptibles de poder caer o que hayan caído en manos del Imperio. Por tanto, tardaremos más de lo que desearíamos todos.
            – Comprendo. ¿Cuántos supervivientes ha habido de la Thomas Paine?
            – Treinta y dos. ¿Quiere hablar con ellos?
            – Sí, pero algo más tarde.
            – Como quiera.
            – Por cierto. ¿Sabe cuántos planetas más han sido invadidos?
            – Betazed, donde habían convocado al Consejo de la Federación fue ocupado sin resistencia y el nuevo presidente, el vulcano Lojal, fue hecho prisionero – explicó Otá'taveaénohe –. Las últimas comunicaciones son confusas, pero tenemos la certeza que la Base Estelar 515, de Delta, de Bynaus y las colonias en el sistema Boradis, así como Sauria, Benzar, New Fabrina han sido ocupadas, también Bolarus X. Lo lamento.
            – Parece como si supieran cuando debían atacarnos – reflexionó Rixx –. La Flota estaba debilitada tras dos años de guerra contra el Dominion. Y justo tras la pérdida en Chin’toka que nos obligaron a sacar fuerzas de otros sectores para reforzar la frontera cardassiana. Sin nombrar el ataque a la Tierra por parte de los breen. Y no éramos los únicos: los klingons estaban muy debilitados tras años de lucha, primero contra los cardassianos, luego contra nosotros y ahora contra el Dominion.
            – Descanse capitán – le sugirió el amerindio al verle tan preocupado.
            – Es lo que vengo haciendo desde hace días. Y ya estoy cansado.
            – Capitán, detectamos una nave en el límite de los sensores – anunció la voz del teniente Malcolm, su oficial de seguridad.
            – Ahora subo – contestó Otá'taveaénohe presionando el comunicador –. ¿Quiere venir?
            – ¿Por qué no? – respondió el boliano.
            – La nave lleva los identificadores apagados y está ocultando la firma de curvatura – explicó Malcolm al entrar los dos capitanes en el puente –. Pero diría que es una nave de la Flota Estelar. Del tipo Nebula o Galaxy.
            – Informe al resto de capitanes que viramos para interceptarla – ordenó el capitán de la nave sentándose en su silla de mando, Rixx tomó asiento a su lado –. Abra un canal de comunicación. Mejor que sea de emergencia.
            – Ya está – informó Malcolm.
            – Aquí el capitán Otá'taveaénohe, de la nave estelar Wounded Knee. A nave estelar no identificada.
            Las estrellas de la pantalla se desvanecieron y ante sus ojos apareció una bajorana con el uniforme de capitán de la Flota.
            – Cierre la comunicación y mantenga el rumbo – dijo de golpe ésta, interrumpiendo inmediatamente después la transmisión.
            Los dos capitanes se miraron extrañados.
            – ¿La conoce? – preguntó Rixx sorprendido.
            – Sí. Es Nera Sul capitana de la Europe – replicó Otá'taveaénohe que se dirigió hacia su piloto –. Mantenga el rumbo de interceptación.


La Far Star

            Se había despertado unas horas antes en aquella celda pequeña que solo tenía un camastro. De fondo se odia el rumor de un reactor, lo que quería decir que se encontraba en una nave espacial. Por el ensamblaje de las piezas de sus mamparos estaba claro que había sido manufacturada en Kuat. Poco después le habían traído algo de comer, y una silla.
            Varias horas después la puerta se abrió y entró en la celda el hombre que había acompañado a su hermano a su casa para secuestrarle. Era alto y fibroso, se movía con la seguridad que le daba la experiencia en aquellos menesteres. Sus ojos eran claros y tenían la frialdad de un asesino. Curiosamente vestía como un oficial imperial: una chaqueta de cuello alto completamente negra. Un blaster colgando del cinturón, unos pantalones y unas botas altas. Todo ello también negro. Tan solo faltaban las insignias de rango en el pecho y la gorra.
            Aquel hombre se sentó en la silla y le sonrió.
            – Me llamo Zahn – se presentó –. Soy el comandante de esta nave.
            – No puedo decir que sea un placer – replicó el ingeniero malhumorado. No se dejaría intimidar por aquel matón. Sabía que le iban interrogar y sabía sobre qué. Pero jamás se lo diría. Nunca divulgaría secretos a los hombres que habían matado a su hijo. Reclutado por el Imperio en la escuela de ingeniería, había sido destinado a lo que después supo que era la Estrella de la Muerte. Allí había perecido en Yavin. Su único hijo, que nunca había hecho daño a nadie, simplemente servía de gris imperial porque así se lo habían ordenado. ¿Qué podría haber hecho, huir como otros y convertirse en un leproso? Solo esperaba terminar su periodo de servicio en la marina para regresar a la vida civil, casarse y montar una pequeña empresa. Eso le había dicho en su última holocarta. Pero la rebelión, con su hipócrita discurso de justicia y libertad había masacrado indiscriminadamente a su único hijo, sin preguntar, sin darle ninguna opción. Jamás les diría nada. Antes se dejaría torturar hasta la muerte.
            – Me lo imagino. Y también creo que ya sabrá porque está aquí.
            – No les diré nada. Mis conocimientos se irán conmigo a la tumba.
            – No me gusta oír eso. Y creo que a su hermano tampoco.
            – Carl es un traidor. Traicionó a la empresa donde trabajaba, dejó a su familia tirada y lucha junto a los que habían matado a su sobrino. No le reconozco como mi hermano.
            – Entonces tiene suerte. El sí que lo hace. Y por tanto no le haremos ningún daño. Pero necesito cierta información. Y usted me la facilitará.
            – Jamás – replicó tajante.
            En ese momento Zahn se metió la mano en el bolsillo y sacó un pequeña caja, al abrirla le mostró un aparato. No era más grande que una moneda, aunque más gruesa y con dos luces rojas que se encendían y se apagaban.
            – ¿Sabe lo que es esto? – le preguntó al ingeniero. Este negó con la cabeza con firmeza. No tenía miedo del dolor –. Es un artefacto muy curioso. Lo desarrollaron hace tiempo pero no se comercializa. En realidad se hacen por pedidos. Son muy caros. Y cada raza necesita unos cambios muy específicos. Este es para humanos. Es muy efectivo. E indoloro. Tan solo se ha de colocar en la base del cráneo y produce unas hondas que afectan al cerebro. E instantáneamente el individuo se convierte en un ser obediente. Tan solo le han de dar unas instrucciones simples.
            Don Vendrell tragó saliva. No podía quitar la vista a aquel pequeño aparato. Había oído hablar de ellos. Los utilizaban las fuerzas del Imperio para controlar a quienes ellos querían. Pero jamás le creyó que la rebelión necesitara algo así. Hasta aquel momento.


USS Defiant

            – Los supervivientes no están heridos, solo algo cansados y ahora están comiendo algo – informó la enfermera Bandee. Habían llegado a la posición de la Base Estelar 211, una estación espacial clase Sigma, que encontraron parcialmente destruida. Los ocho supervivientes, que habían encontrado en una cápsula de escape, les habían informado que las naves imperiales habían anulado las defensas con sus armas de iones para después reducir la estructura con una descarga a quemarropa contra el puesto avanzado. La mayoría de la tripulación ya había sido evacuada a la cercana estación Lya-Alfa, solo quedaba la dotación mínima, aun así desconocían se el resto había sido hecho prisionero o habían muerto. Sisko recordó que tras pasar por la Base Estelar 310 también habían encontrado las instalaciones planetarias arrasadas. La colonia del planeta no parecía haber sido alcanzada, aun así la presencia enemiga en el sector les había impedido confirmar si eran los supervivientes de la flota o los habitantes del planeta.
            – ¿Alguna noticia por los canales de la Flota? – preguntó Sisko. Ezri le miró y negó con la cabeza –. Ponga rumbo a…
            – Recibimos una señal de emergencia, señor – le interrumpió Ezri –. Es muy débil. Está transmitida a través de un canal civil de la Federación. Intentaré aumentar la potencia.
            – ¿De dónde procede? – preguntó Sisko.
            – Del sistema Aral – respondió Ezri.
            – Aquí la SS Kogin – anunció una voz medio oculta por la estática –. Hemos sido atacados por naves desconocidas. Necesitamos ayuda urgente, hay un incendio a bordo. El capitán y parte de la tripulación han muerto y hay una abertura en el casco. Repito, aquí la SS Kogin...
            – La Kogin es una nave de pasajeros – informó Worf tras consultar la base de datos –. De la clase Whorfin.
            – ¿Cuánto tardaríamos en llegar? – preguntó Sisko.
            – Menos de una hora a máxima velocidad – indicó O’Brien con honda preocupación en su rostro, ya que eso significaba forzar los ya maltrechos motores, pero también era padre y sabía que debían socorrer a los civiles.
            – Rumbo al sistema Aral. Máxima velocidad – ordenó Sisko.

Deep Space Nine

            Quark abrió su local junto con el resto de establecimientos de la promenade. El primer cliente del día fue Morn y el segundo un oficial imperial. Se sentó en la barra y con una arrogancia que no había visto ni en un cardassiano, le pidió que le sirviera una cerveza ktariana.
            Como al resto de civiles tras la ocupación de la estación, todos habían estado recluidos en sus estancias. El día anterior le habían ido a buscar a su camarote para llevarle a ops. Allí conoció al nuevo administrador: un joven oficial de pelo rubio y ojos fríos: el mayor Sheckil. Tras observarle con desprecio, le invitó a sentarse en la misma mesa que había ocupado Sisko, como si aquella estancia hubiera sido siempre suya.
            – Usted es el representante de los comerciantes ¿verdad? – le preguntó con una sonrisa de superioridad.
            – Sí. Lo soy.
            – Ferengi, ¿verdad?
            – Sí. Así es.
            – He leído sobre ustedes. Curioso pueblo el suyo – continuó Sheckil con cierto desdén y cambió súbitamente de tono más institucional –. Deep Space Nine se convertirá en un importante centro de comercio de primer orden. Incluso más que antes. Así que todos los servicios de la estación han de estar en funcionamiento rápidamente. Las normas serán llevadas por los comerciantes rigurosamente, cualquier falta acarreará un drástico castigo. Pero como verá nuestra administración no es tan severa como parece, tan solo nos hemos de conocernos mejor. Aquí tiene las nuevas normas.
            Dicho lo cual le entregó un padd.
            – Ya puede retirarse.
            – Sí, señor – contestó Quark cogiendo el padd y saliendo del despacho, el cual aún conservaba la pelota de béisbol de Benjamin Sisko. Al cruzar las puertas se encontró con dos soldados con sus armaduras blancas que giraron sus cascos para mirarle al mismo tiempo, como si fueron autómatas. Eso le sobresaltó, indicándole que no debía permanecer allí por más tiempo y salió lo más rápido que pudo.
            Al coger el elevador Quark observó ops, que hervía en actividad: soldados con aquellos uniformes grises iban y venían de las consolas. Al ferengi aquella escena no le gustó nada. Si la ocupación del Dominion había sido mala, aquella sería peor, lo presentía. Y lo peor de todo era que si en la anterior vez había acabado disparando contra dos guardias para salvar a sus amigos, ¿qué era lo que le tocaría hacer en aquella ocasión? Por lo menos su hermano Rom ya no se encontraba allí, sino en Ferenginar en su nuevo cargo como Gran Nagus gobernando la Alianza Ferengi. Así que no había nadie que le obligara a ser un estúpido héroe.
            Pero en aquel momento, detrás de su barra de bar, con las mesas de dabo preparadas para los clientes, Quark tan solo esperaba que aquellos nuevo ocupantes de la estación consumieran más que el jem’hadar. Y le sirvió la jarra de una cerveza ktariana al oficial imperial, quien le pagó con unas monedas que jamás había visto. Pero no las rechazó. Luego recordó las normas imperiales, pero si se había acostumbrado a las cardassianas y luego a las de la Federación, haría lo mismo con aquellas. Los negocios, eran los negocios.


USS Defiant

            Invisible tras su sistema de ocultación la pequeña nave estelar avanzaba a través del vacío espacial. Worf intentaba reparar por lo menos parte del armamento dañado durante la batalla contra el Imperio. O’Brien mantenía vigilado todo el sistema de propulsión. Nog permanecía concentrado en los controles de pilotaje. Ezri controlaba los sensores de largo alcance. Mientras que Sisko permanecía en el puente pensativo. No le preocupaba lo que iban a encontrar en el sistema Aral, sino más allá de este. Las comunicaciones de la Flota Estelar habían enmudecido de manera definitiva. Tan solo había esporádicos mensajes de naves y sobre todo bases estelares atacadas, la Federación se desmoronaba derrotada bajo la presión del enemigo. Mientras que la Defiant se encontraba sola.
            – Entramos en el radio de acción de los sensores – indicó Ezri despertando a Sisko de sus pensamientos. Su “viejo amigo” le miraba preocupada, pero había otros problemas que resolver en aquel momento, en que como capitán y líder de su tripulación se encontraba ante la soledad del mando. Aun así le conocía bien, no tardaría en reponerse –. Detecto dos naves en órbita al quinto planeta, pero ninguna es la Kogin, parece que son dos naves naussicanas.
            – En pantalla – ordenó Sisko y ante sus ojos apareció un gigante gaseoso rodeado de anillos concéntricos de vivos colores –. Seguramente la Kogin se habrá escondido entre las rocas de hielo.
            » ¿Tenemos armamento señor Worf? – preguntó presionando el comunicador.
            – Los cañones phaser delanteros están al 45% de su capacidad – respondió este desde la cubierta inferior –. Tendremos medio centenar de disparos antes que vuelvan a fundirse los circuitos.
            – Más que suficiente. Procure mantenerlos – replicó Sisko más animado. Aquellas naves eran de simples carroñeros que se aprovechaban de aquella invasión para lucrarse –. Señor Nog prepárese para desactivar el sistema de ocultación. Escudos y armas a máxima potencia.
            – Sí señor – respondió O’Brien que acababa de entrar procedente de ingeniería.
            La Defiant entró en el sistema y mientras desaceleraba se apareció de detrás de su capa invisible, enseñando sus dientes a aquellas dos naves piratas.
            – Las naves viran hacia nosotros – informó Ezri aunque la pantalla ya lo mostraba –. Cargan armas y escudos.
            – Fuego a mi señal. Nog prepárese para una trayectoria ovalada por encima de las dos naves.
            – Sí señor – contestó el alférez con ánimos recuperados.
            Empezaron a disparar sus cañones phásicos nada más entrar en el radio de acción. Las dos naves naussicanas respondieron pero para entonces la pequeña nave estelar cambió de trayectoria y sin dejar de disparar sobrepasó a las dos naves piratas.
            – Hemos dañado sus escudos en un 35% – indicó Ezri al tiempo que Nog hacía virar la Defiant sobre sí misma y se colocaba detrás de sus contrincantes, que más lentas y menos maniobrables, empezaban a girar.
            En la siguiente pasada volvieron a disparar contra sus enemigos, alcanzando la parte posterior.
            – Una de las naves ha perdido los escudos, la otra tiene problemas con el reactor – indicó Ezri tras consultar los sensores.
            – Capitán, le recomiendo que no dispare más – advirtió Worf acababa de llegar al puente –. Estamos a punto de fundir los circuitos de conexión.
            – Se retiran – informó Ezri con visible satisfacción.
            – Cambie de rumbo, diríjase hacia el sexto planeta – le ordenó Sisko al ferengi. E instantes después la Defiant se colocó en órbita por encima de los anillos –. Abran un canal. Aquí capitán Sisko de la nave estelar Defiant, a la nave de federal Kogin...
            – Aquí el Kogin – les interrumpió una voz juvenil al tiempo que frente a la Defiant la nave de pasajeros emergía de las profundidades de los anillos de rocas de hielo, justo encima de donde las naves naussicanas se encontraban poco antes. Era una nave de pasajeros con un casco alargado y robusto, con dos barquillas sobresaliendo de popa. Su diseño era del siglo XXIII, aun así con los años había sido actualizada para satisfacer las necesidades de sus ocupantes con teatros y holocubiertas, convirtiéndolas en auténticos cruceros de lujo. Segundos después su imagen fue sustituida por el rostro de una joven humana visiblemente contenta. Detrás del cual se distinguía la sala de ingeniería con su reactor que parecía desactivado –. Le agradezco profundamente su ayuda capitán. Los piratas estaban a punto de localizarnos.
            – Ha sido un placer – indicó Sisko –. Indicaron que tenían un incendio a bordo y una grieta en el casco.
            – El incendio lo pudimos controlar y la grieta en el casco… sellamos la sección. Pero lo peor es el reactor tuvimos que apagarlo y ahora no responde.
            – Jefe O’Brien ayúdeles – ordenó Sisko, el ingeniero asintió y salió del puente hacia la sala de transporte.
            » Dígame, ¿qué es lo que ocurrió? – prosiguió Sisko volviéndose hacia la pantalla.
            – Me llamo Johana Nalson, formábamos parte de un convoy de evacuación de Merak II – explicó la chica –. Cuando nos atacaron el grupo se dividió y en la confusión nosotros pudimos huir, no sin antes ser alcanzados: el puente fue destruido y el capitán murió. Nos dirigimos a este sistema y nos escondimos en el anillo de rocas. Luego llegaron ustedes.
            – ¿Los oficiales del Kogin murieron? – preguntó Sisko.
            – Mis padres eran oficiales de la Flota, capitán. Me he criado a bordo de naves estelares y el año que viene tenía intención de entrar en la Academia – le explicó.
            – ¿Cuántos pasajeros hay a bordo? – prosiguió este cambiando de tema.
            – Cerca de quinientos. Algunos de nosotros procedíamos de una escuela de preparación para la Academia que había en Merak.
            – Jefe O’Brien, ¿cómo está ese motor? – le preguntó entonces a su ingeniero.
            – No tendremos muchos problemas al repararlo – respondió este –. Tan solo necesitaremos algo de tiempo.


Continuará…


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