Reagrupación
Segunda parte.
La Enterprise anunció su llegada unas horas antes, indicando también
que estaba utilizando un sistema de ocultación. Al entrar en el sistema las
siete naves lo desactivaron. Lo primero que vieron en órbita a la azulada luna fueron
las estructuras de los diques
llegados desde Beta Antares y el numeroso
grupo que les había acompañado. En el interior de cada dique había una nave que
estaba siendo reparada en aquel momento. Podían ver a la USS Phoenix en uno de
ellos, y otra nave de la clase Sovereign, con dos modernas naves
tácticas Prometheus que permanecían cerca de estas. Había otras más
lejanas que no pudieron identificar de la claseSaber y Excelsior, cruceros de
cuatro barquillas Cheyenne, fragatas New Orlenas y Steamrunners, y veteranas
naves científicas Oberth entre otras, así como cargueros y transportes civiles.
– ¿Cuántas naves detectan,
comandante Data? – preguntó Picard que se había levantado de su asiento, con la
mirada clavada en la pantalla.
– Cuarenta, más tres en la
superficie del planeta, señor – respondió Data.
– Más las que vienen con nosotros –
pensó Picard en voz alta y se giró hacia Lwaxana, que también estaba en el
puente –. Aquí está su flota. Y le aseguro que vendrán muchas más.
– Te creo, Jean-Luc – replico Troi
con media sonrisa en los labios –. Te creo.
» Quisiera hablar con ellos –
prosiguió esta con un tono más profundo y reflexivo –. Reúnales en una hora, por
favor capitán.
– Así será. Señora – respondió
solemne Picard.
– Ahora me gustaría trasladarme al RhodeIsland.
Dicho lo cual Lwaxana Troi salió del
puente con una actitud solemne, muy alejada de la embajadora que Picard había
conocido a bordo de otra Enterprise,
años atrás.
La explanada donde unas semanas
antes se habían transportado Riker y su equipo ahora ya no parecía la misma. Se
había empezado la construcción de decenas de edificios traídos desde el
depósito de suministros de la Base Estelar 220. Se había extendido una tela
asfáltica que formaba calles regulares para delimitar las parcelas, donde se
estaban erigiendo bloques prefabricados de formas compactas: esféricas,
cuadradas u octogonales, de unos tres o cuatro pisos de alto. Cuando estuvieran
acabados cada uno albergaría varias familias y se tenía previsto construir una
escuela y un hospital, entre otros equipamientos. Sobrevolando la colonia
poblado se veían numerosas abejas trabajadoras que transportaban materiales, planchas prefabricadas de los
edificios o grandes contenedores en una febril actividad. La misma que se podía
ver en las calles, donde la gente se acababa de hacer los últimos toques a las
casas construidas, desplazándose de un lugar a otro. Todos estaban atareados.
La colonia de Laredo, como ya se la
denominaba, se extendía por todo el valle. En el otro extremo se estaban
construyendo los edificios y las instalaciones de la Base Estelar Laredo. Uno
se destacaba por encima del resto: tenía seis pisos de alto y la parte superior
era más grande y tenía forma de hongo, como los diques espaciales de la Tierra o Tarsas III. A su lado había otros más pequeños, que albergaban las
instalaciones de los hangares del espacio puerto, almacenes y los generadores
que proporcionaban energía a toda la colonia, así como a los futuros escudos
con los que estaría más protegida. Al lado de estas instalaciones ya se habían
acabado de construir unos módulos científicos y de investigación. Estaban
diseñados para soportar cualquier tipo de atmósferas y eran completamente
independientes del resto: tenían sus propios generadores, sus almacenes y
viviendas. Eran las instalaciones más modernas de la Flota y en su equipo
contaban con avanzados ordenadores, salas holográficas, completos laboratorios
físicos, exobiológicos y de ingeniería.
Lwaxana se transportó junto a uno de
los hangares del espacio puerto, donde se habían congregado los cuadros de
oficiales de las naves reunidas en Laredo, así como la mayor parte de los
civiles. Esperaban la llegada de la Presidenta de la Federación, que les había
congregado allí para hablar con ellos. A su lado estaba Elena de Delta, que ahora se había convertido en su vicepresidenta
y los otros embajadores a bordo de la Rhode Island: Odan de Trill, el anciano Engon de ktaria y el rigelliano Tomorok.
Cuando Lwaxana subió a la tarima
todos callaron y prestaron atención a lo que iba a decir, los oficiales se
pusieron firmes. En ese momento sintió cientos de mentes que bloqueó para poder
pensar con claridad, algo que siempre hacía cuando debía de pronunciar un
discurso. Aunque antes había notado todo tipo de sensaciones: había respeto,
miedo, esperanza, camaradería, odio, rencor, casi ninguna alegría y muchas
dudas. Aquellos hombres, mujeres, seres de sexo indefinido y transgénero, lo
que tenían en común era su incertidumbre ante aquel futuro desconocido que
tenían por delante.
– Descansen por favor – comenzó
dirigiéndose a los oficiales reunidos. Luego observó en silencio la multitud
que se había congregado. Lo hizo sin prisas, pasando su mirada por las
diferentes filas, para que todos se sintieran contemplados, mientras esgrimía
una media sonrisa de satisfacción y orgullo –. Como sabrán en Betazed se reunió el último Consejo de la Federación con libertad.
Ahora hay demasiados de nuestros planetas y colonias ocupados por el enemigo
para reunirnos de nuevo y decidir con la independencia que nos caracteriza –
empezó despacio, con pausas para captar y mantener la atención en sus palabras –.
Allí se escogió al embajador Lojal
de vulcano como sucesor del presidente Min Zife. Y me pidió que fuera su vicepresidenta, con la
misión de sucederle si a él le pasara algo. Poco después Lojal se rindió a las
fuerzas imperiales para que mi pueblo, el betazoide, no sufriera represalias.
Jamás se lo podré agradecer como merece, a él y a los oficiales de la Flota que
le acompañaban a bordo del Valley Forge por este sacrificio. Y a
ustedes, sus compañeros, les extiendo ahora mi agradecimiento. No solo por
Betazed, sino por defender nuestros hogares ante este nuevo, poderoso y
misterioso enemigo.
» Hace algunos años el Alto Mando de la Flota previendo una
situación como la que hoy tenemos, realizó los planes necesarios para que el
espíritu de la Federación sobreviviera a un desastre como este. Y debido al
Operativo Omega hoy estamos aquí reunidos, preparándonos para la lucha que en
el futuro liberará a nuestros hermanos, amigos y conciudadanos de la opresión
de ese Imperio Galáctico.
» Yo, como ciudadana de la Federación Unida de Planetas os ruego
que no desfallezcáis en estos momentos de derrota. Como Presidenta – continuó
acentuando dureza en sus palabras –, os ordeno que trabajéis con esfuerzo y
valor para el futuro. Un futuro que será mejor con ayuda de todos. A los
civiles os pido que para construir ese futuro trabajemos todos unidos para el
buen fin de esta amarga situación.
» Ahora mismo nuestras prioridades serán
encontrar a otras naves de la Flota Estelar en nuestras circunstancias y reunir
el Consejo de la Federación. Sabemos que los planetas y colonias más lejanos de
nuestro territorio aún no han sido ocupados, pero nosotros permaneceremos aquí,
cerca de nuestros hogares, junto a nuestra gente, hasta que les liberemos.
» No perdamos la esperanza, porque
la Federación y su Flota Estelar no han sido vencidas. Tal vez hayamos perdido
las primeras batallas. Pero no la guerra. Y esta la ganaremos – continuó en un
tono más agresivo –. Porque luchamos por nuestras casas, por nuestro futuro,
por nuestros hijos. Hace ya muchos años un hombre que se encontró en una
situación similar, dijo que no podía ofrecer nada salvo sangre, esfuerzo,
lágrimas y sudor. Yo ahora, tampoco puedo prometerles nada más que eso. Pero
bien sabe el Gran Pájaro de la Galaxia que resistiremos y al final, venceremos.
Hubo unos segundos de silencio,
luego, alguien empezó a aplaudir y un instante después el ruido era
ensordecedor.
Lwaxana sonrió con cierto orgullo,
pero también sabedora de la tremenda responsabilidad que caía sobre sus
hombros. Ahora era su líder y no debía, no podía defraudarlos, ni a ellos, ni a
los millones de seres que habían caído bajo la opresión del Imperio Galáctico.
Bajó de la tarima y se dirigió a
varios capitanes que habían puesto en marcha el Operativo Omega.
– Capitán Robert DeSoto, es un placer conocerle – dijo Lwaxana al acercase a
este.
– El placer y el honor son míos –
replicó este con cierto orgullo al ver que la presidenta le había reconocido.
– Ahora me gustaría hablar con los
oficiales al mando de las naves y los responsables de la Flota que están aquí.
– Por supuesto, todos están aquí
reunidos. Podremos ir a una de las salas del edificio principal, donde
estaremos más cómodos.
– Me parece muy buena idea, capitán.
DeSoto abrió la comitiva que atravesó
la pequeña explanada, dejando tras de ellos a la mayor parte de la multitud congregada,
donde se había extendido un nuevo sentimiento de esperanza y resolución por
resistir y vencer. Entraron en el edificio, aún en construcción, donde las estaciones
de trabajo y placas de enlace con el sistema informático LCARS estaban sin conectar y los paneles del techo falso sin
colocar. Mientras iban presentando a Lwaxana a los oficiales del operativo
Omega, el resto de capitanes y responsables fueron entrando en la sala.
Antes de transportarse al planeta le había pedido a su
secretario Jono Arkor que junto a la capitana Whatley confeccionaran una lista de las naves que habían
llegado a Laredo y como habían llegado allí. Ahora los tenía delante. En total
había cuarenta oficiales superiores. Algunos como los capitanes DeSoto o la comandante Archer habían actuado bajo
el Operativo Omega desde el principio. Otros se habían sumado a esta en los
astilleros de Beta Antares, como Argen de la Phoenix, además de los supervivientes de diversas batallas en el
sector 001 o Bajor, como Otá'taveaénohe del Wounded
Knee o Sisko de la Defiant. O el comandante Mark Jordan y el capitán Klag, del crucero klingon Dilyum, que se habían
encontrado con el Jupiter, con el
propósito de transferir a los supervivientes de la Base Estelar 153 y que por ahora se había unido al operativo
federal.
– Aunque
no lo parezca, no me gustan los discursos – empezó Lwaxana intentando suavizar
la tensión que había en la habitación, donde estaban congregados los seres a
quienes aquella situación ejercía mayor presión sobre su responsabilidad: por
mantener con vida a su tripulación, por servir a la Flota, porque no podía
mostrar el dolor que tenían dentro –. La situación es muy grave. En realidad la
peor que se podía imaginar: la derrota de la Flota Estelar y la ocupación del
territorio de la Federación. Pero ustedes todo esto ya lo saben.
» Este fue el escenario por el que
el Alto Mando ordenó que se iniciara el Operativo Omega. Originalmente su
objetivo era preservar la esencia de nuestra sociedad y creencias en un
ambiente asimilado por el borg. Pero
el enemigo que nos ha atacado no ha sido el Colectivo, por tanto no nos
conformaremos con sobrevivir. Luchar para liberar a nuestros mundos, a nuestros
amigos, a nuestros hermanos de la opresión de este Imperio Galáctico. No será
fácil y muchos nunca volveremos a ver nuestros hogares de nuevo libres. Pero sé
que todos lucharemos con todas nuestras fuerzas para conseguir ese objetivo.
» Y para ello hemos de reagruparnos,
reunir todos los supervivientes de la Flota Estelar y de otras potencias, como
los klingons. Y volver a luchar sin
descanso hasta que el Imperio sea expulsado de nuestras casas y nuestras
estrellas. Para ello utilizaremos todos los medios que dispongamos, incluso
algunos que nos parezcan incómodos o que nos hagan sentir extraños, pero ante
situaciones dramáticas las decisiones y los actos también han de serlo. El
primer paso ha sido ordenar a los comandantes de las naves que me acompañaban
que se equiparan con el sistema de ocultación de la Defiant. Ahora
les transmito la misma orden al resto de ustedes.
» Como he indicado antes hemos
centrar nuestra prioridad en encontrar más naves estelares que están ahí fuera
perdidas, solas. Utilizando un método desarrollado por un oficial de la Enterprise, ya hemos encontrado a tres:
el Challenger,
el Malinche y la Hibernian.
Les pido que hagan lo mismo. Estoy segura que hay muchos otros compañeros hay
fuera esperándonos.
» Lo siguiente que debemos hacer es
crear un estado mayor de nuestras fuerzas, de esta manera controlaremos
nuestros recursos y unificaremos fuerzas. Estudiar al enemigo para luchar en
igualdad de condiciones. Para este fin, propongo que el capitán Jean-Luc Picard
al mando de la USS Enterprise la nave
insignia de la Flota, ostente la jefatura de este estado mayor – Lwaxana miró
hacia Jean-Luc, que estaba estupefacto ante aquel anuncio. Aquello le gustó –.
En situaciones como en la que nos encontramos el liderazgo es muy importante y
creo que el capitán de la Enterprise
reúne las condiciones idóneas para este cargo.
» Gracias.
Lwaxana se apartó mientras los
oficiales aplaudían respetuosamente. Troi buscó algún tipo de sentimiento en
contra de lo que había dicho, pero no encontró ninguno, salvo en Jean-Luc.
Aquello le tranquilizó y la hizo sonreír.
– Bien caballeros –
intervino entonces DeSoto –. También queríamos aprovechar esta ocasión para
informarles del nuevo método de comunicaciones que utilizaremos de ahora que
somos un número de naves significativas y que, como bien nos ha informado la
Presidenta Troi, continuaremos con la lucha contra nuestro enemigo, el
comandante Peter Harkins les
explicará el funcionamiento del sistema Minotauro.
Un hombre con el uniforme dorado de
la división de ingenieros se alzó entre los oficiales y se dirigió a la tarima,
allí respiró profundamente antes de empezar a hablar.
– Buenos días. Me gustaría empezar explicando la historia
del sistema Minotauro. Hace unos años a un reducido
grupo de especialistas en comunicaciones se le encargó el diseño de un sistema
impenetrable. Empezamos sin conocer la naturaleza de este proyecto que se
desarrolló durante cinco años y no fue hasta el cuarto cuando supimos su
verdadero objetivo y no sin la amenaza de dejar el trabajo, ya que cada vez que
lo presentábamos, nos lo rechazaban por inadecuado.
La idea era tener no solo el mejor, sino un sistema impenetrable para el Colectivo Borg.
»
Se le puso el nombre de Minotauro en
honor a la bestia que vivía dentro del laberinto del palacio de Cnosos la isla de Creta. Se diseñó para
comunicaciones encubiertas a larga distancia y a grandes rasgos está dividido
en tres partes. La primera es la compresión de los datos para que ocupen el
menor espacio posible e impedir su interceptación. La segunda parte es su
codificación bajo un código de encriptado fractal, el cual se considera virtualmente indescifrable al estar basado en
una combinación infinita de algoritmos fractales. Fue desarrollado por el comandante
Data de la Enterprise, sin que este
conociera su verdadera utilidad. Y finalmente en cada mensaje se cambia la
banda del subespacio, nunca repite una misma frecuencia de comunicación y
utiliza virtualmente las millones que existen. Tanto el segundo y el tercer
punto está pensado para que ninguna señal sea igual a otra.
»
Una medida de seguridad adicional, fue que si el código no era ejecutado
correctamente, el mensaje sé auto degradaba hasta hacerse virtualmente
imposible de entender. Otra medida suplementaria fue la incorporación de una
rutina de autodestrucción autónoma dentro del programa, si su sistema de
diagnóstico creyera que el aparato receptor o emisor estaban en peligro. Esto
hace al sistema él más seguro, complejo y sofisticado que ha tenido la
Federación. El proyecto Minotauro fue
concebido para realizar muy pocas comunicaciones en un entorno dominado por el
borg, tan solo de nivel estratégico y desgraciadamente se calculó que Minotauro caería tras unos cientos de
mensajes si todo el poder del Colectivo actuaba sobre él.
»
Ahora la situación en la que nos encontramos es muy distinta para la que fue
diseñado el Minotauro. Aun así se ha
de seguir guardando los mismos protocolos de seguridad que se realizarían si el
enemigo fuera el borg. No podemos permitir que nuestro enemigo encuentre una
brecha a causa de un error involuntario.
»
Si alguno de ustedes quiere hacer alguna pregunta… – concluyó Harkins.
–
Perdone comandante – se alzó el capitán Rixx – tengo una cuestión, aunque no sé si usted me podrá responder. El
capitán DeSoto nos ha informado que el almirante Owen Paris tiene diversos grupos activos dentro del Operativo Omega. Pero
usted está con nosotros. ¿Cómo utilizaremos a Minotauro para comunicarnos con ellos?
–
Sí, claro. Esto tal vez haya sido un descuido en mi explicación – contestó
Harkins después de confirmar con una mirada con DeSoto si podía responder al boliano –. Actualmente trabajaba en el Proyecto Pathfinder para comunicarnos con la Voyager, en la Tierra.
Pero sé que el comandante Skork, jefe del proyecto Minotauro, también evacuó sus instalaciones en vulcano con
instrucciones de encontrarse con el almirante Paris. Este nos dejó varias
fechas para ponernos en contacto. Pronto llegaremos a la primera de estas
citas, donde informaremos de nuestra situación y él de la suya. Espero haber
resulto su duda, capitán.
–
Perfectamente, comandante – respondió el boliano sentándose de nuevo.
La
reunión se alargó un poco más mientras acababan de explicar los procedimientos
y las normas del Operativo Omega, así como otros procedimientos que se
seguirían en Laredo, como la disposición de que permanecieran el mínimo número
de naves necesarias para evacuar a la población civil.
Al
medio día se interrumpió la reunión, aunque Picard tenía una cosa que hacer.
– ¿Por qué yo? – fue lo único que
quería preguntarle.
Lwaxana se giró despacio y le
observó con una mirada capaz de perforarle como una taladradora y sacar
cualquier pensamiento de su interior. Precisamente lo que estaba haciendo la
embajadora betazoide. Picard supo que Lwaxana hacía tiempo que tenía la
respuesta preparada para aquella pregunta.
– Eres uno de los oficiales más
respetados de la Flota Estelar – le respondió esta con calma, pero con firmeza
–. Pero la respuesta no es tan sencilla. Te conozco bien Jean-Luc. Conozco
cuáles son tus principios morales, de justicia y de libertad que están por
encima de ti. Eres justo y luchas por ello. Has cuestionado las órdenes que has
recibido si no crees en ellas. Este mismo año has arriesgado tu carrera, tu
posición, por algo en que creías realmente, desobedeciendo las órdenes que
creías injustas de tus superiores para defender Ba'ku y a sus habitantes. Cuando me dijiste donde encontrarnos, supe
que era en el lugar donde casi renunciaste a tu carrera.
»
Representas los valores de la Flota Estelar, por lo que fue creada la
Federación. Prefieres negociar que luchar y eso es algo que admiro en cualquier
persona, Jean-Luc. Es más fácil combatir que hablar, pero tú prefieres el
camino difícil. Aun así te has enfrentado a mil y un peligros a lo largo de tu
carrera. Al borg, klingons, romulanos,
cardassianos y has salido casi
siempre victorioso. No sin heridas, pero victorioso.
» ¿Cuántas personas pueden tener esa rectitud,
Jean-Luc? – le preguntó antes de concluir con la razón más importante de todas
–. Y puedo confiar en ti. Con los ojos cerrados.
– Pensé que sabrías que era la Parcela Espinosa porque fue sobre lo
último de lo que hablamos – dijo este sorprendido.
Lwaxana se limitó a sonreír.
USS
Enterprise
Antes que la Enterprise partiera para encontrarse con los romulanos en Ruah IV, se celebró otra reunión con un
número más reducido de oficiales.
–
Primero de todo quiero decirles que no sabía que Lwaxana Troi me iba a proponer
para este cargo – empezó diciendo Picard –. Me siento halagado y al mismo
tiempo abrumado. Por eso me gustaría contar con ustedes para formar mi estado
mayor, una especia de Gabinete o Consejo de Crisis. Robert, nos conocemos desde
que servimos juntos cuando éramos tenientes, eres uno de los capitanes más
respetados y un gran estratega. Por eso quiero que seas mi segundo, coordinando
nuestras fuerzas y que asumas el mando si fuera necesario.
–
Será un honor – replicó el capitán del Hood solemne.
–
Capitán Sisko. Hace siete años usted y yo… Bueno, comprenderé que no acepte la
proposición que le haré. Pero es famosa su reputación de táctico: planeó la operación de recuperación de Deep Space Nine, el ataque al sistema Chin’toka
y un sin fin de otras misiones durante la guerra contra el Dominion. Me gustaría que fuera mi jefe de operaciones: organizando
y planeando los futuros ataques que realizaremos contra las fuerzas del
Imperio.
–
No tendré ningún problema para ello, capitán.
–
Gracias – dijo Picard con cierto alivio –. Capitana Whatley, la presidenta Troi
me ha pedido expresamente que usted actuara de enlace entra la Flota y ella. Si
usted no tiene ningún inconveniente, yo tampoco.
–
No señor. Para mí será un placer. Tratar con la presidenta Troi es un poco
chocante al principio. Pero mi marido es betazoide.
Al final uno se siente más cómodo con ellos. No se cómo lo hacen, pero es así.
– Si usted lo dice – replicó Picard
refiriéndose más a Lwaxana que no por su propia consejera, con la que sí había
acabado por encontrar aquella relación –. Capitán Harzel su posición en el
Operativo Omega es muy importante, ya que gracias a los diques que trajo de
Beta Antares podremos reparar nuestras naves. Pero también es el oficial de mayor
graduación del Cuerpo de Ingenieros de la Flota, así que me gustaría que asumiera el mando de este departamento y le
pediría que controlara nuestros recursos. También quisiera que se ocupara de
que todas nuestras naves fueran equipadas con sistemas de ocultación.
–
Lo intentaré lo mejor que pueda.
–
Pero el Tratado de Algeron que
tenemos con Romulus y nos prohíbe su uso – preguntó DeSoto.
–
Son órdenes directas de la presidenta Troi. Supongo que cuando llegue el
momento, ya lo hablaremos con los romulanos – explicó Picard, que se dirigió
hacia Valerie Archer –. Comandante
usted trabaja subordinada al almiranteToddman en el Departamento de Inteligencia. Quisiera que organizara ese departamento y fuera mi enlace y
el de la Presidenta Troi y su gabinete.
–
Sí, señor – respondió Archer algo sorprendida por tener que informar
directamente a la nueva presidenta de la Federación.
– ¿Con que recursos cuenta en este
momento y qué han averiguado?
– Evacuamos nuestras instalaciones
de que teníamos en la ciudad Tycho
en la Luna y ya estamos acabando de montarlas en Laredo – explicó Archer –.
Formamos un equipo operativo independiente completamente autónomo, divididos en
un grupo de intercepción electrónica, que hemos continuado trabajando a bordo
de la Bozaman, junto a otro pequeño de análisis. El resto de los
departamentos, incluyendo el grueso de la División de Análisis e Investigación
formada por analistas militares y civiles, fueron evacuados con el almirante
Toddman.
» Por ahora nos hemos limitado a estudiar
las distorsiones dimensionales que se generan al aparecer las naves imperiales,
confirmando que estos viajan a través de otra dimensión ajena al subesapcio que nosotros utilizamos, la cual también
creemos que es el medio que utilizan para comunicarse. Por eso no somos capaces
de localizarlos cuando se desplazan de un lugar a otro o captar sus mensajes.
Con los datos de las naves que acaban de incorporarse al Operativo Omega desde
las batallas donde hemos luchado contra el Imperio, creemos que estamos cerca
de poder identificar esta dimensión y así averiguar más sobre ellos. Por lo
demás hemos ido presentando al resto de capitanes informes regulares sobre los
movimientos del enemigo mediante la escucha de las comunicaciones subespaciales
estándar, pero necesitamos más medios para poder rebabar más información.
– La Tirpitz y la Formidable
son dos fragatas de la clase New Orleans que podrían serle de
utilidad gracias a sus sofisticados sensores – reflexionó Picard –. Además han
llegado de Beta Antares varias veteranas naves científicas de la clase Oberth,
modificando sus equipos también podrían ser idóneas para misiones de
observación de nuestros enemigos. Averiguar más sobre estos ha de ser la
segunda prioridad, después de localizar más supervivientes. Les asignaremos las
naves que necesita para obtener esa que tanto necesitamos información, así como
cualquier recurso de personal que necesite.
– Eso sería de gran ayuda – confirmó
Archer con satisfacción.
– Perfecto, comandante. Luego
quisiera que me informe más extensamente.
» ¿Alguna otra cuestión?
– Bueno, yo tengo una – dijo Harzel
–. Es estos momentos las reparaciones de la Phoenix y el Tecumseh
están prácticamente concluidas. Por otro lado tengo cuatro naves pero que
carecen de capitán y tripulación: el Constitution
de la clase Sovereign y la
Pathfinder de la clase Nova
modificada, así como dos naves tácticas de la clase Prometheus: la Mitras y la Pretorian. Todas ellas están en un estado muy avanzado de construcción
y en breve estarán operativas faltando completar algunos pocos sistemas
auxiliares.
– Dos naves de la clase Prometheus. Ya supe lo que hizo su
prototipo cuando fue capturada por los romulanos. Ciertamente nos serán de
mucha utilidad – comentó Picard –. Lo primero que tendríamos que hacer es
completar sus dotaciones.
– Yo tengo una propuesta para mandar
una de esas naves – intervino Sisko –. Y creo que estaremos de acuerdo en que
es el oficial idóneo para una nave de la clase Prometheus. El teniente comandante Worf.
– ¿No forma parte de la tripulación
de la Defiant? – le preguntó DeSoto.
– Así es. Y es un oficial
excepcional. Por eso mismo lo propongo.
– Si el capitán Sisko está dispuesto
a desprenderse de un oficial así, no tengo ningún inconveniente de entregar a
Worf una de las Prometheus – dijo
Picard sin ocultar la satisfacción de poder ofrecer su primer mando a su
antiguo oficial de seguridad.
– El capitán Rixx perdió la Thomas Paine en el Sector 001 – comentó DeSoto.
– Conozco bien a Rixx, sería un
comandante perfecto para la Mitra –
propuso Picard y todos estuvieron de acuerdo.
» Por último creo que necesitamos un
oficial que se encargue de esta la gestión de las instalaciones en el planeta:
tareas administrativas y logísticas. ¿Conocen a alguien adecuado?
– ¿Qué tal el comandante Jordan de
la Base Estelar 153? – sugirió
Harzel –. Evacuó su tripulación a bordo de la nave klingon que se encontró con Satelk, el Dilyum.
–
Me parece bien – indicó Picard, que ya tenía formado su estado mayor: DeSoto su
segundo; Sisko el superior táctico; Archer de Inteligencia; Harzel encargado de
la reparación y logística de los astilleros; Jordan supervisor de las
operaciones en la base y Whatley enlace con Lwaxana Troi. Ahora ya podía
empezar a trabajar.
– Comandante Worf – anunció la voz de Sisko a través del comunicador
–. Por favor preséntese ahora a bordo de
la Enterprise.
– Ahora voy – replicó el klingon desde la Formidable, donde estaba
acabando de sincronizar el sistema de ocultación. Poco después se transportaba
a bordo, donde le esperaba Riker para llevarle al puente.
– Me han comentado que estuvo
prisionero de los breen – preguntó
este tan oportuno como siempre en el turboascensor.
– Sí, comandante. El legado Damar
nos ayudó a escapar poco antes de sublevarse contra el Dominion – respondió
Worf y cambió de tema para evitar pensar en lo ocurrido entonces –. ¿Y cómo le
va con la consejera?
– Muy bien. La verdad es que somos
felices. Pensamos casarnos.
– Me alegro por ustedes. Nunca lo
deberían haber dejado – replicó justo antes de que se abrieran las puertas del
turboascensor y Riker le hiciera pasar al observatorio.
Allí se encontró con toda la
oficialidad de la Enterprise: Geordi
La Forge, Data, la doctora Crusher, Deanna y junto al capitán Picard se
encontraba también el capitán Sisko y el resto de supervivientes de DS9:
O’Brien, Ezri y Nog. Lo que le sorprendió mucho.
– Comandante Worf, por favor
acérquese – le indicó Picard con seriedad y el klingon así lo hizo.
Worf miró hacia Ezri interrogativo,
pero no obtuvo nada de ella, salvo una sonrisa que no decía mucho. Realmente no
podía dejar de ser encantadora, todo tenía que decirse.
– Señor Worf hace tiempo que nos
conocemos – continuó Picard –. Y lo que ahora voy a decir es algo que me
enorgullece enormemente. No solo a mí, sino a todos los que estamos ahora en
esta sala.
» Atención a las órdenes – dijo
solemne y todos en la sala se cuadraron –. Como oficial al mando de la Base
Laredo y en representación del Alto Mando de la Flota Estelar, al teniente comandante
Worf, hijo de Mogh. En este día se le pide y requiere para que tome el mando de
la nave estelar Pretorian, de la
clase Prometheus con la empleo de
capitán. ¿Acepta?
– Acepto, señor – dijo el klingon
atónito, pero también con solemnidad.
– Entonces aquí tiene los códigos de
su nave, ya han sido transferidos – continuó Sisko entregándose un padd –. La Pretorian no ha sido alistada del todo,
ni tiene la tripulación completa. Pero es suya Worf. Completamente suya.
– Yo… bueno… gracias – fue lo único
que pudo balbucear el klingon embargado por una emoción que luchaba por
controlar.
– Felicidades – le dijo Riker
estrechándole la mano.
– Enhorabuena Worf – le felicitó
Ezri, dándole un baso en la mejilla.
– Te felicito de todo corazón –
prosiguió Deanna y así todos los presentes le fueron felicitándole. Para Worf
aquel era un momento muy especial, no solo por la entrega del mando de una
nave, sino porque estaba rodeado de todas aquellas personas a las que quería. O
por lo menos casi todas ellas.
– Le hemos preparado una pequeña
fiesta para celebrarlo – le indicó Riker.
La Tierra, Sector 001
Daran ya estaba
completamente instalado en el Dique Estelar. Había convertido la zona superior del casco en forma de hongo,
destinadas a las oficinas de mando de la estación, así como a recepciones
oficiales y residencia de invitados ilustres, en el lugar desde donde dirigir y
dominar la subyugación de los Nuevos Territorios en nombre de su señor, el Emperador Palpatine.
La ocupación de la Tierra
y del Sector 001 había concluido. La
maquinaria del ejército y la armada imperial ya estaba acomodada en las
antiguas instalaciones gubernamentales de la Federación y la Flota Estelar. En Utopia Planitia y en la Luna estaba
instalado el Cuerpo de Ingenieros, tanto para reparar las naves dañadas, como
para el estudio y el análisis de la tecnología indígena. Los Cuarteles Generales de la Flota y la Academia en San Francisco, eran
utilizando por el Estado Mayor del gran almirante Gorden. Y la Presidencia de
la Federación en París era ahora la
sede del COMPNOR, la Comisión para
la Preservación del Nuevo Orden, cuya misión era la implantación de las ideas
del Emperador en aquellos mundos. Ésta estaba bajo la supervisión del Consejero Imperial Molzer, quien había
sido escogido por el Emperador para aquella tarea. Y curiosamente con el tiempo
se había convertido en un aliado.
Mientras que en el resto
de sistemas la ocupación se estaba llevando con la misma relativa facilidad. En
aquel momento la Armada estaba completando las
operaciones logísticas trasladando unidades militares, construyendo
guarniciones, bases de avituallamiento y consolidando la conquista de aquellos
sistemas tan lejanos al territorio imperial. Una vez consolidada su posición
terminaría de ocupar los planetas de la Federación
que había dejado y cuando llegaran los refuerzos de su galaxia, incluso la
segunda Estrella de la Muerte, se encargaría de acabar con el resto de
potencias de aquellos cuadrantes. Antes
del ataque se había estudiado con detenimiento en que planetas se establecería
la presencia permanente del Imperio. El trabajo que tenían por delante era
complicado ya que al contrario que había ocurrido en su galaxia, en los Nuevos
Territorios, el Imperio no había surgido como la salvación del caos de la Antigua República, si no que eran unos
invasores. Aun así los responsables eran optimistas: pronto empezaría el
adoctrinamiento ideológico de los humanos indígenas. Se había previsto la
inscripción obligatoria de todos los menores de 6 a 14 años en escuelas
especiales, donde se les enseñaría la ideología del Nuevo Orden. Primero en los grandes planetas como la Tierra y en otras colonias humanas como
Alfa Centauri o Deneva. Poco a poco estas escuelas se irían extendiendo a otras
razas humanoides como los trill, los
angosianos o los fabrini. Por supuesto otras razas
humanoides inferiores como los tellarites,
andorianos, benzitas, klingons y
otras visiblemente no humanas, serían excluidas de la ciudadanía imperial. No
obstante estarían bajo su control y gobierno, teniendo que pagar por su puesto
sus respectivos impuestos. Aunque se había previsto otorgar a algunas razas
privilegios especiales, sobre todo para aumentar el número de razas leales al
Imperio: los bajoranos y los vulcanos eran los primeros de la lista.
Finalmente estaba planeado
que otras razas de menos importancia o con un historial de hostilidad aumentarían
relativamente su poder e influencia, de manera que se alentara antiguas
rencillas y que lucharan entre estas. Un ejemplo claro eran los remanos que habían sido esclavizados
por los romulanos durante siglos. O
los kriosianos con los klingons, a los cuales se les había
otorgado la independencia así como la tutela de parte del territorio de sus
anteriores dominadores. A los gorn,
a los talarianos se les permitiría
aumentar sus territorios, sobre todo planetas de la Federación y Klingons, reduciendo así el ingente
número de lugares que el Imperio debería ocupar físicamente. Por supuesto todos
ellos pagarían su debido tributo por sus nuevos sistemas. Y nunca se dejaría
que creciera lo suficiente como para convertirse en una amenaza. Otros seres no
alineados, con mucho menos poder y belicosas, como los naussicanos o los flaxians
o los t’lani también agrandarían más
territorios. Divide y vencerás, esa era su máxima en aquella cuestión. Otra
manera de control estaba en la reducción de las comunicaciones, muchos de los
repetidores subespaciales ya habían sido destruidos y los que quedaban intactos
estaban bajo control de droides especialmente programados para dicha tarea.
Mientras que todo tratado comercial debía de ser renegociado con las nuevas
autoridades. En ese aspecto iban a concederse nuevos privilegios a los ferengi, así como a son’a y alguna otra sociedad
mercantilista.
Según la previsión en un
par de décadas los planetas de la antigua Federación serían por completo leales
al Emperador y el estandarte del Nuevo Orden hondearía en sus calles. Tanto por
el adoctrinamiento de sus hijos, como por la inmigración de las familias del personal
y las fuerzas armadas imperiales. Entonces empezaría la expansión del Imperio
en aquella galaxia. El único gran obstáculo que debían superar eran los borg, pero estos también acabarían
derrotados.
Pudiera parecer
presuntuoso pero en realidad los borg eran los únicos que podía derrotarles.
Eran poderosos e invencibles, al menos en apariencia. Pero ya había empezado a
preparar sus tácticas contra aquella raza de ciborgs. Para ello tenía el potencial
humano de la Federación: se había tenido mucho cuidado en separar a todos
aquellos prisioneros que habían trabajado en planes y estratégicas contra
aquella raza. Y especialmente en la falta de escrúpulos de su Cuerpo de
Investigación. El cual tenía un departamento especializado en los borg
instalado en unas instalaciones de vulcano.
Daran cogió el informe que
tenía sobre la mesa y repasó los últimos planetas ocupados por sus fuerzas.
Aquello no le gustó nada, iban muy retrasados según los planes originales.
Aunque debía de ser comprensivo, aquellos hombres, soldados, marineros y
oficiales, acababan de invadir media galaxia para honor y gloria del Emperador.
Debía tolerar aquellos retrasos, por lo menos para que descansaran antes del
inicio de las insurrecciones planetarias, las reubicaciones forzosas y la
expoliación de sus riquezas. También debía de contar con la persecución de las
naves que hubieran quedado de la Federación, los klingons o los romulanos.
Porque tenía que ser sincero, alguna nave solitaria y desorganizada habría
escapado del ataque inicial. Lo único positivo de ello era que mantendría el
nivel de eficiencia que la Armada Imperial exigía.
USS
Enterprise-E
–
Además de la Bozeman, la Tirpitz y
la Formidable, estamos preparando
media docena más de naves para iniciar las operaciones de vigilancia
electrónica – explicaba Valerie Archer
–. Los enviaremos a sistemas donde sepamos que hay presencia enemiga para
estudiar sus movimientos y comunicaciones, y cuyas tripulaciones conozcan bien
para permitir una observación segura.
–
Imagino la buena disposición del capitán Bateson,
¿pero su nave puede realizar este tipo de tareas? – comentó Picard en su
despacho, donde estaba conferenciando con la responsable de inteligencia la
comandante Archer. Conocía bien a Bateson y la Bozeman, ya que él y su nave había estado atrapado en un loop temporal que había traído aquella
nave desde el siglo XXIII.
–
En realidad la Bozeman es una nave
idónea para ello – explicó Archer –. Aunque parezca antigua los ingenieros de Yoyodyne
hicieron un trabajo magnífico al modernizarla. Cuando la actualizaron usaron
sus estructuras para instalar sistemas de sensores muy sofisticados, que no
interferían con la propulsión de curvatura, como pasaba cuando construyeron la clase Soyuz.
–
Le he pedido al comandante Data que estudiara, junto a mi ingeniero en jefe,
Geordi La Forge el nivel tecnológico y las tácticas utilizadas por el Imperio –
continuó Picard –. Me gustaría que le entregara todos los informes que posean a
este respecto y que colabore con ellos.
–
Conozco su fama, será un honor, señor. El Wounded
Knee capturó lo que parece una sonda automatizada – explicó Archer –. La gente del capitán Otá'taveaénohe sé que ha investigado lo que quedó de ella después de autodestruirse.
Por ahora es la tecnológica imperial que hemos podido estudiar más
directamente. Le pediré que también ayuden al comandante Data.
–
Capitán Picard, se acerca una nave no
identificada al sector, con rumbo directo de intercepción – interrumpió la
voz Riker a través de su comunicador.
–
Ahora voy Nuevo Uno – respondió este
dando por terminada la reunión que tenía con la comandante Archer. Los dos se
levantaron y salieron de su despacho.
–
Es una lanzadera pequeña, en los límites de nuestros sensores que se desplaza a
alta velocidad de curvatura – le
explicó Riker cuando Picard se detuvo en el centro del puente de mando, lo que
significaba que no era una nave imperial –. Según el cálculo a factor 9.9999.
–
¿Está seguro? – preguntó Picard sorprendido, ya que no conocían ninguna nave
capaz de sostener aquellos factores.
–
Sí señor. A esta velocidad tardará 5 minutos en llegar al sistema.
–
¿Qué nave está patrullando ese perímetro?
–
La Gatwick.
–
Pídales que la intercepten. ¿Se ha comunicado con ella? – preguntó Picard
sentándose en su silla.
–
Sí, pero no obtenemos respuesta – le respondió Riker.
–
Está disminuyendo la velocidad a factor 9.99 – informó entonces Daniels –.
Recibimos un mensaje, señor. Solo es audio.
–
Páselo – ordenó Picard, empezándose a escuchar en el puente un ritmo musical de percusión.
»
Eso lo reconozco. ¿No es…? – empezó a decir el capitán.
–
¡Oh Dios mío! Esto no es posible – dijo de repente Riker lanzando una
carcajada. Picard le miró sorprendido.
–
¿Sabe a qué significa? – preguntó Picard sorprendido.
–
Creo que sí señor – dijo el primer oficial girándose hacia Daniels –.
Compárelos con los ritmos de la Ceremonia Algolian.
–
¿Usted cree? – preguntó Picard incrédulo a lo que le decía su memoria. Años
atrás Riker había alterado la resonancia del sistema de curvatura de una nave ferengi, en la que estaba prisionero,
con aquellos ritmos para advertir de su presencia. La persona que había
detectado e interpretado aquella señal hacía tiempo que había emprendo un nuevo
y fantástico viaje y posiblemente fuera el único capaz de acelerar una
lanzadera al factor 9.9999.
–
¿Por qué no podría ser posible? – se preguntó Riker.
–
Coinciden, señor – anunció Daniels.
–
Abran un canal – ordenó Picard que no se acababa de creer lo que estaba
pasando. Antes de decir nada miró a su oficial ejecutivo, que tenía una de
aquellas sonrisas de pillo de oreja a oreja, tampoco podía creer lo él mismo –.
Aquí el capitán Jaen-Luc Picard de la nave estelar Enterprise. Lanzadera no identificada. Responda.
–
Buenos días, señor – dijo una voz conocida por los altavoces
–
Recibimos señal visual.
–
En pantalla – ordenó Picard y ante sus ojos apareció el interior de la angosta
lanzadera, a los mandos de alguien de la familia –. Señor Crusher. ¿Es realmente usted?
–
Sí señor. Es un placer volverles a ver.
–
El placer es mutuo Wesley – contestó Picard. La verdad es que aquello era
increíble. Pero también era lo mejor que les pasaba desde hacía semanas. En
realidad desde que se había iniciado la invasión del Imperio: encontrar a uno
de los suyos; el hijo pródigo que regresaba a casa –. ¿Y qué es lo que le trae
por aquí?
–
Pensé que les iría bien una mano. Aunque sea la mía.
La
pequeña lanzadera entró en el sistema y se dirigió hacia la luna donde la nueva Enterprise
se encontraba en órbita junto a un buen puñado de naves estelares. Era la
primera vez que Wes veía la nueva nave: con unas líneas más agresivas,
estilizadas y aerodinámicas. No le acabó de gustar. Sinceramente prefería la clase Galaxy, en definitiva: su Enterprise. Aun así se
estuvo a observarla con detenimiento, haciendo una pasada por encima del plato
y a lo largo de las barquillas antes de virar y encararse al hangar principal situado
detrás del puente. Las puertas se abrieron y con suavidad se posó junto al
comité de bienvenida.
La
doctora Crusher se abalanzó sobre su hijo nada más poner un pie en la nave,
abrazándole con todas sus fuerzas.
–
¡Oh Wes! – fue lo único que alcanzó a decir Beverly al ver a su hijo de nuevo
tras cinco años de ausencia. Unos años atrás su hijo había dejado la Academia
de la Flota para iniciar unas extraordinarias capacidades a manos de un viajero
llamado el viajero. A pesar de su
experiencia, no acababa de comprenderlas bien, pero estaban relacionadas con
expandir la capacidad de su hijo y tal vez llegar a manipular el tiempo y el
espacio. Para ello se había quedado un tiempo en el planeta Dorvan V, desde donde le había escrito
algunas cartas, pero luego se habían ido alargando hasta interrumpirse.
»
¡Cuánto te he echado de menos! – continuó diciendo, apartándose un poco y
observarle mejor de arriba abajo.
–
Yo también te he echado de menos, mamá – replicó este algo sonrojado.
–
Pues nadie lo diría por el número de veces que me has escrito últimamente – le
reprendió esta. Su hijo tan solo sonrió y se giró hacia el resto del comité de
bienvenida.
–
Pido permiso para subir a bordo, capitán – dijo formalmente.
–
Usted siempre será bienvenido a bordo de la Enterprise
– replicó Picard estrechándole la mano.
–
Gracias, señor.
–
Curiosa jugada lo de la Ceremonia Algarian – le indicó Riker al saludarle.
–
Pensé que sería una forma de identificación apropiada.
–
Bienvenido a bordo, Wes – le saludó Geordi adelantándose y estrechándole la
mano.
–
¡Se quitó el VISOR…! – dijo
sorprendido –. Está mucho mejor así.
–
Muchas gracias – replicó el ingeniero.
–
Es un placer volverle a ver, señor Crusher – continuó Data.
–
El placer es todo mío – dijo dando un paso atrás y viendo a todos sus antiguos
amigos. En aquel momento, a bordo de la Enterprise,
rodeado de su familia, de sus compañeros de mil y una aventuras, se sintió en
casa. Aunque no fuera su Enterprise.
– Hacía tiempo que no comía tan a
gusto… – dijo Wesley tras acabar de cenar con su madre y el capitán Picard. Y
antes de que su madre pudiera decir algo, Wes se adelantó –. No creas que haya
comido mal, es la compañía.
–
Tenía tantas ganas de volverte a ver – replicó Beverly cogiéndole la mano. No
cabía en sí misma de la alegría que tenía. Ver que su hijo estaba bien, fuerte
y feliz era el mejor regalo que podía tener, sobre todo en aquellas terribles
circunstancias.
Durante
la cena había estado explicando su estancia en Dorvan V, los problemas
iniciales con los cardassianos, los ataques y las humillaciones que habían
padecido, pero gul Evek, como
responsable de la Cuarta Orden,
decidió que era preferible tener el planeta tranquilo que sumarlo a las
actividades del Maquis que
perseguía. Además la población de nativos americanos era pequeña y podía ser
controlable, lo que no tardó en relajarse. Para entonces lo que tenía que
aprender ya lo había experimentado y junto al traveler habían abandonado el
planeta para continuar su entrenamiento. En Tau Ceti se había enterado de la invasión de la Federación.
–
¿Cuál es la situación capitán? – preguntó entonces Wesley.
–
Mala – replicó Picard con sinceridad –. Todos nuestros planetas han sido
prácticamente invadidos. La Flota ha sufrido las derrotadas más importantes de
toda su historia y ahora está desmembrada. Quedamos algunos grupos que nos
estamos organizando, pero aún no sabemos realmente contra quien nos
enfrentamos.
–
Comprendo – dijo Wes, que también conocía la derrota de los romulanos, de los
klingons y aquel nuevo enemigo del cuadrante Gamma, el Dominion –. Sé que renuncié… Pero mi intención es, si fuera
posible, unirme a ustedes y ayudarles en todo lo pueda. Por eso he venido.
–
En estas circunstancias, toda ayuda es bien recibida – replicó el capitán.
–
Cuando supimos que había ocurrido, el traveler me dijo que ya había estado en
la galaxia de donde proceden estos invasores – empezó a explicar, captando todo
el interés de Picard –. No se detuvo mucho tiempo, pero me dijo que el Imperio
estaba envuelto en una guerra civil y luchaba contra una llamada Alianza Rebelde, que quieren restaurar
un gobierno democrático muy similar a los conceptos de la Federación.
–
Eso ya es importante – dijo pensativo Picard, aquella información era muy útil
–. No olvidemos que los enemigos de mis enemigos, son mis amigos. ¿No?
–
Señor Crusher, preséntese en mi despacho
– dijo la voz del capitán Picard a través de su comunicador. Este lo presionó y
respondió que iba enseguida.
–
Me alegro de que estés aquí de nuevo – replicó su madre mientras le miraba
llena de alegría por volver a ver a su hijo.
–
Volveré enseguida y continuaré explicándote cosas sobre los lugares que he
visto, ¿de acuerdo? – replicó este levantándose. Rodeó la mesa del despacho de
su madre y la abrazó de nuevo.
–
No hagas esperar al capitán – le advirtió Beverly y se quedó mirando como su
hijo salía de la enfermería. Había cambiado tanto en aquel tiempo, se dijo.
Ahora ya no era su niño, sino un hombre y estaba orgullosa de ello. Pero
añoraba a aquel pequeño Wes que revoloteaba nervioso por la Enterprise, sediento de conocimientos y
aventuras. El niño adulto ahora ya era un hombre. Y cada vez más parecido a su
padre. Sí, Jack estaría orgulloso de Wesley. Seguro de sí mismo, dueño de su
destino. Muy distinto al joven perdido y desorientado que había visto en Dorvan
V. Y por encima de todo, se alegró de que estuviera en casa. A pesar de las
circunstancias.
Se
abrieron las puertas del despacho de Picard y este indicó con un ademán que
entrara. Además del capitán también estaba Riker y Worf.
–
No sabía que estaba a bordo, señor Worf – le salió Wesley al guerrero klingon
que vigilaba que se hubiera ido a dormir a su hora años atrás. Aunque le
parecía que habían pasado siglos desde aquellos días.
–
Señor Crusher, hemos estado considerando su propuesta de ayuda – empezó Picard
cuando este tomó asiento –. La tripulación de la Enterprise está completa. Pero no así la dotación de la nueva nave
del capitán Worf.
–
No lo sabía, felicidades – intervino Wesley.
–
Es la Pretorian, de la clase Prometheus
– continuó el klingon –. Es un nuevo tipo dotado con una separación
multi-vector de ataque. Sí está dispuesto a aceptar el reto que supone su nuevo
destino, estaré orgulloso de que sirva bajo mi mando.
–
Será un honor, señor Worf – replicó Wesley abrumado. Conocía a Worf desde que
tenía quince años y habían pasado muchas aventuras juntos, pero jamás imaginó
que le ofreciera una cosa como aquella.
–
Por supuesto será como alférez. En funciones – le dijo Riker con aquella media
sonrisa burlona que tenía siempre.
–
Eso no tiene importancia. Pero se lo agradezco. De veras.
–
Bien, señor Crusher – continuó Worf –. Ya puede subir a bordo y preséntese a la
comandante Norel para que le asigne una cabina. Le veré mañana a las
ochocientas horas en el puente de la Pretorian.
Espero que no se retrase.
– No lo haré, señor… capitán – dijo
este levantándose para marcharse –. Capitán. Comandante.
Dicho
lo cual salió del despacho con una sonrisa de oreja a oreja. Respiró hondo y
empezó a preparar mentalmente lo que necesitaría… De golpe se detuvo y su
sonrisa se le borró de la cara. Sintió algo, en su subconsciente, como una
señal de que algo importante había ocurrido en el equilibrio del universo.
Alguien, muy lejos de allí… No estaba seguro, pero. Algo pasaba.
Continuará….
"...el Gran Pájaro de la Galaxia.." genial.
ResponderEliminarMe alegro que te gustara el guiño. La verdad es que hay muchos a lo largo de la historia. Espero que también el relato, pero imagino que sí, si has llegado hasta aquí.
EliminarUn fuerte saludo,