lunes, 12 de diciembre de 2016

Crossover Star Trek - Star Wars. 35

Capítulo 10
Eclipse
Segunda parte.


USS Voyager

            La nave de la capitana Janeway fue la primera en surgir del hiperespacio, era el tercer viaje de regreso del cuadrante Delta desde que el teniente Barclay había ido en su búsqueda y toda la tripulación esperaba que ya fuera el último. Estaba satisfecha de los resultados de su misión que podía considerarse un gran éxito. Había negociado y firmado tres tratados: el primero con Imperio Krenim, cuyo territorio se extendía 5.000 parsecs y controlaba más de 200 sistemas estelares con 900 planetas y aunque su raza humanoide era hegemónica, tenía leyes parecidas a la Federación. El tratado que había negociado Janeway se limitaba a una cooperación comercial para suministrar algunas materias primas durante la guerra, aunque una vez derrotado el Imperio, les ayudarían en la reconstrucción.
            El segundo tratado lo habían hecho con los hirogen, a los que habían encontrado luchando contra los hologramas que se les habían entregado tras utilizarlos como presas simuladas. A cambio de su ayuda en la lucha la Federación les garantizaba el apoyo para encontrar un lugar para asentarse, así como la tecnología de hiperespacio. Habían realizado un viaje junto a varias docenas de naves, incluyendo algunas de las gigantescas Venatic, numerosos transportes y sobre todo de cazadores individuales. Allí se había puesto en contacto con el mando de la Flota, informado de sus resultados. Poco después la Tycho, al mando del capitán Thomas Halloway, experto contactos exoculturales, se había hecho cargo de la raza de cazadores.
            En el informe que Janeway también incluía el tercer acuerdo y para completarlo debía de regresar al cuadrante Delta. Tenía previsto su regreso en unas coordenadas y una fecha concretas. Y la Voyager surgió del hiperespacio en el momento y el lugar acordado. Y justo detrás de ella apareció una segunda estructura. En frente les esperaban las naves que habían evacuado la Base Lirpa antes del ataque imperial con el gobierno de la Federación y el mando de la Flota Estelar. Era la Terroesfera 8 de la especie 8472.
            – Nos están llamando – indicó Kim.
            – En pantalla – ordenó Janeway.
            – Kathryn veo que continuas siendo puntual – le saludó afectuoso el almiranteParis desde el puente de la Merrimack.
            – Serán las ganas de volver a casa. Todo está preparado, enseguida podrán empezar el transporte a la zona habitable de la terroesfera que se ha asignado para que podamos utilizar – explicó Janeway –. Y su líder, que toma el nombre de Boothby, está deseando conocerles, señor.
            – Será un auténtico, placer.


USS Mitra

            El capitán Rixx estaba sentado en el puente de su nave, observando el último planeta del sistema Benecia. La presencia imperial era una ocupación típica en aquellos lugares clasificados como Planetas de Tipo B: contaba con una guarnición en la superficie para controlar a la población de la colonia y utilizaba las instalaciones orbitales de la Base Estelar 61 como estación de control de varias naves, así como puesto logístico del sector, con la particularidad de dar soporte a las naves del departamento de Señales y Criptoanálisis del ubictorado. En aquel momento había dos naves: una pequeña corveta corelliana CR90 para proteger el sistema y la Drez Red, que meses atrás había detectado la USS Unicorn, y cuya misión era observar las comunicaciones de la resistencia.
            – Es la hora, señor – le recordó su primera oficial.
            – Bien, aproxímese a Benecia.
            Oculta tras su invisibilidad la Mitra salió de la protección que le ofrecía el satélite del planeta y se dirigió hacia la Base Estelar 61, una veterana estación tipo Regula. En aquel momento otras cuatro naves estelares se preparaban para atacar las gemelas de la Drez Red.
            – Estaciones de batalla – ordenó Rixx con solemnidad y las luces del puente se oscurecieron y activaron las señales luminosas rojas. Aquella iba a ser la primera acción ordenaba que ordenaba tras perder a la Thomas Paine durante la invasión imperial a la Federación –. Activen la separación.
            El Imperio había proporcionado en muchas de sus instalaciones sensores del dominion capaces de detectar las naves ocultas, pero en la antigua Base Estelar 61 no estaban operativos, así que no detectaron la maniobra de separación de la moderna nave de la clase Prometheus, que en unos segundos estaban dividida en tres secciones completamente operativas de su módulo de asalto multi-vector. Estaba diseñado para operar conjuntamente y usar los disparos de sus phasers para buscar la debilidad de los escudos y centrar su potencia en las zonas más débiles concentrando el fuego desde diferentes ángulos. Aunque en aquel momento cada sección se centraría en objetivos diferentes: plato se concentraría en la estación orbital, la parte superior de ingeniería en la Drez Red y la parte inferior en la guarnición planetaria.
            – Separación completada, señor.
            – Fijen los objetivos. Máxima potencia.
            – Objetivos fijados – respondió la oficial de tácticas.
            – Desactiven el sistema de ocultación.
            Las tres partes de la Mitra aparecieron en órbita a Benecia y las alarmas saltaron en las instalaciones imperiales, que activaron sus escudos para defenderse. Pero era ya demasiado tarde. En apenas unos segundos la nave estelar disparó simultáneamente contra la base orbital, la Drez Roja y contra la guarnición planetaria con sus phasers y torpedos de quánticos. Los escudos de la estación no resistieron, colapsándose con rapidez y el débil casco se partió ante la potencia de los rayos de energía, provocando que se ordenara la evacuación de la tripulación. La nave porta cazas modificada para el ubictorado tampoco logró resistir la embestida de los torpedos, que provocaron un fallo general en el reactor principal, estallando en una esfera de fuego. En el planeta los escudos de la guarnición, diseñados para repeler el fuego de la artillería, sí resistieron los primeros impactos de los torpedos, pero una vez que los dos objetivos en la órbita hubiera quedado eliminados, las restantes secciones de la Mitra se centraron en atacar la fortaleza imperial, buscando sus puntos débiles para corregir la trayectoria y concentrar el fuego en las zonas más vulnerables. No tardaron en ceder y si protección deflectora las instalaciones que habían subyugado a los habitantes de la colonia de Benecia recibieron varios impactos de torpedos cuya detonación hizo hundir su estructura sobre sí misma, aniquilando a todos los que estaban en su interior.
            – La corveta enemiga ha saltado al hiperespacio – informó el primer oficial.
            – Han sido inteligentes al huir de nosotros – indicó el capitán boliano mientras las tres secciones de su nave se acercaban para ensamblarse de nuevo –. ¿Ha habido supervivientes?
            – Detectamos una docena cápsulas de escape, señor. En su mayor parte de la estación.
            – Transporten a sus ocupantes – ordenó Rixx pensando que los prisioneros podrían serles útiles al departamento de inteligencia de la flota para averiguar los procedimientos de escucha del ubictorado.
            Rixx observó, en la pantalla principal la superficie de Benecia. La colonia había prosperado desde apenas poseer un primitivo sistema médico, a albergar varias ciudades con cientos de miles de habitantes. Los cuales iban a ser dejados a las posibles represalias imperiales, pero no había naves suficientes para proteger todos los planetas. En realidad aquel ataque tendría que haber sido ejecutado con otra nave, pero eran demasiados objetivos y demasiados pocos supervivientes. Solo esperaba que la ofensiva general librara aquella colonia de más sufrimiento al dispersar a las fuerzas enemigas. Cuando la nave estuvo de nuevo unida, envió una comunicación para indicar el éxito de su misión, que reduciría la capacidad imperial para rastrear sus comunicaciones. Aquello debía de haberle alegrado: luchar contra los enemigos de Bolarus IX y la Federación, los mismos que habían acabado con muchos compañeros y amigos en el ataque a la Tierra, Andoria, Bajor o Beta Antares. Aun así matar, aunque fuera para liberar a su mundo, era lo último que quería hacer. Era considerado como uno de los mejores oficiales de la flota y lo único que deseaba era poder vencer a sus enemigos y regresar a las misiones pacíficas de exploración.
            – Ya hemos completado el transporte de 76 prisioneros – informó la oficial de tácticas –. Hay varios técnicos y el capitán de la nave, señor.
            – Bien – asintió Rixx aun  sumido en sus pensamientos –. Timonel, calcule un salto hiperespacial a Boreal III.
            – Sí, señor – contestó ésta mucho más animada que su capitán. Debían reunirse con el Hood y la Peterson para atacar el siguiente objetivo.


La Lokonor

            Antes de la invasión la misión de la Lokonor había sido capturar naves de las potencias nativas de los Nuevos Territorios y después tendría que haber perseguido a los restos de estas, pero sus funciones habían derivado en el mantenimiento del control sobre diversos mundos que se habían alzado contra la ocupación. Como la supresión de la resistencia ligoniana, que se habían revelado como unos duros adversarios. En los últimos años se habían expandido desde su planeta origen y eso había provocado un conflicto con los corvallen, alimentado por intereses ajenos, la guerra había durado algún tiempo, el suficiente como para que estos tuvieran una respetable fuerza naval y unas defensas planetarias de primer orden. Tras diversas escaramuzas, el asalto final de su planeta cuna había tenido que ser llevado a cabo por una fuerza de cuatro destructores, mientras ellos impedían la huida de cualquier nave del sistema. Ahora se encentraban en órbita alrededor de la Estación de Llegada Uno junto al destructor Fearsome en una rotación de vigilancia en aquel remoto lugar de los dominios imperiales. Era una especie de vacaciones tras aquella dura campaña.
            Por eso para que la tripulación pudiera gozar de las instalaciones de recreo de la Estación Llegada Uno era un merecido premio para la tripulación del capitán Seek Banzar. Esto esperaba que aplacara la agitación que entre la oficialidad había surgido en las últimas semanas. Aun así las estrictas normas indicaban que la nave debía de estar lista para el combate en todo momento, por lo que a bordo siempre restaba la dotación mínima: dos tercios de la tripulación.
            Banzar había preferido no bajar al planeta, y se encontraba en su despacho escuchando música, cuando las alarmas empezaron a rechinar por toda su nave. Salió al puente simplemente con la camisa blanca sin su casaca y se dirigió al oficial de guardia.
            – ¿Qué ocurre?
            – Tres naves acaban de surgir del hiperespacio… – le indicó este con visible excitación –. Una de ellas es un crucero mon calamari.
            – ¿Aquí? ¡Eso es imposible! – exclamó Banzar acercándose a la pantalla táctica para cerciorarse de lo que le decía su oficial.
            En ese momento no prestó atención, pero si lo hubiera hecho hubiera comprobado que en el puente se encontraba la mayor parte de su oficialidad encabezada por su primer oficial, incluido el jefe médico que nunca subía hasta allí.
            El holograma táctico mostraba claramente las naves rebeldes, con el crucero en el centro, una fragata a cada costado, más dos corvetas cañoneras en su flanco superior y una pantalla de cazas Ala-X, Ala-A y Ala-B justo delante de la formación. Una fuerza realmente importante para ser de la rebelión.
            – El Fearsome nos ordena colocarnos en su flanco derecho – indicó el técnico de comunicaciones –. Están soltando sus cazas TIE.
            – ¡Estaciones de batalla! – ordenó Banzar –. Escudos: máximo potencia, preparen todas las armas. Timonel, colóquenos junto al destructor estelar.
            La fragata de asalto empezó a moverse y poco después estaba al lado del Fearsome, junto al crucero Narcher y a la fragata Destiny. Al otro lado del estaba el veterano destructor Deep Sea de la clase Victory y las otras dos fragatas: Commodore y Supernova. A bordo de Fearsome, el capitán Ilbrol se alegraba de la estupidez del comandante rebelde por haber salido al espacio real tan lejos de la Estación Llegada Uno. Este no se preguntó, como Banzar, que hacían aquellas naves tal alejadas a su galaxia de origen, simplemente gozaba con el hecho de destruir aquella fuerza rebelde y vengar así la muerte de su hermano a bordo del Executor en Endor. Estaba centrado en seguir la trayectoria de sus TIE Interceptor que estaban a punto de alcanzar al grupo de Ala-A que iban en cabeza para iniciar la confrontación, le impidió ver como otras naves surgían del hiperespacio en su retaguardia.
            – Identifíquelas, inmediatamente – ordenó Banzar a bordo de la Lokonor.
            – Tres naves estelares clase Prometheus, Nebula y Cheyenne. La primera no está en nuestros bancos de datos, las otras dos son: la Guadalajara y el Wounded Knee. Un pájaro de presa klingon clase K'Vort y un pájaro de batalla romulano clase D’deridex. También hay un viejo destructor clase Recusant – informó su oficial táctico teniente Crix Luwingo –. Detecto naves más pequeñas: clase Peregrine y más rebeldes Ala-X y Ala-Y.
            – ¡Es una trampa! – exclamó Banzar –. Prepárese para dar media vuelta y proteger la estación Llegada Uno.
            – Negativo timonel – intervino entonces Congruit sacando su blaster y apuntando a Banzar, otros oficiales hicieron lo mismo hacia otros tripulantes. El jefe de ingenieros cogió su comlink e impartió varias órdenes, al igual que el artillero. Uno de los guardias bloqueó la puerta del puente tras desarmar a su compañero. El número de amotinados era mayor que el que el resto de la tripulación de guardia y la sorpresa impidió cualquier reacción.
            » Sáquenos de la formación y colóquenos lejos de la batalla – ordenó seguidamente el primer oficial. El timonel vaciló, pero tras asentir dubitativo, obedeció y poco a poco la Lokonor abandonó la formación.
            – Así que al final lo has hecho – dijo Banzar tranquilo –. Pero nunca imaginé que además de desertor fueras un espía.
            – Esto no estaba preparado. Es pura casualidad – replicó su protegido visiblemente nervioso –. Pero no diré que no sea providencial. El Emperador ha muerto y su Imperio se desquebraja. Tan solo queremos terminar con nuestra participación en esta barbarie.
            Banzar no dijo nada, hacía mucho tiempo que se conocían, así que Congruit bajó el arma y los dos se colocaron junto al proyector holográfico.
            La imagen tridimensional que mostraba como la formación rebelde se aproximaba directamente hacia el Fearsome. La nave moncalamari de líneas suaves, frente al destructor de la clase Imperial de forma puntiaguda eran como dos colosos, dos rancors gigantes acercándose, lanzándose zarpazos en forma de disparos de sus cañones turbuláser que cruzaban el firmamento. A medida que se acercaban los impactos iban dibujando la forma del escudo deflector de cada nave, hasta que las dos  naves estuvieron una al lado de la otra, momento en que la nave rebelde viró para alejarse del destructor. Para entonces la formación imperial se había disgregado y era atrapada por las naves federales que se aproximaban por su retaguardia. Estos dispararon sus torpedos de fotones que surcaron el espacio como mortales centellas.
            – Las naves federales han entrado en contacto con el Fearsome y el resto de naves – informó el oficial táctico.
            En ese momento una de las naves estelares hizo algo sorprendente y se separó en tres partes aproximándose entonces hacia el Deep Sea, las tres partes se colocaron a los lados del destructor Victory y empezaron a disparar sus phasers. En pocos disparos estos colapsaron sus escudos y continuaron disparando contra la estructura desprotegida. Al mismo tiempo el crucero mon calamari había virado e nuevo y junto a la Guadalajara volvía a aproximarse al Fearsome. El resto de las naves había perdido también la formación y habían empezado a entablarse duelos entre las fragatas rebeldes y las imperiales. El Wounded Knee mucho más rápido que la Narcher y la Destiny se aproximó a las dos fragatas y disparó una andanada de torpedos sobre las dos naves sin dejar de disparar sus phasers.
            – La Estación Llegada Uno informa de daños en sus escudos – indicó el técnico de comunicaciones.
            Entonces Banzar el indicó al oficial táctico que cambiara la imagen y mostrara el planeta. Este miró a Congruit y tras asentir, cambió la imagen. El pájaro de batalla romulano atacaba la estación orbital con su poderoso cañón disruptor situado en la proa de la nave, mientras los cazas rebeldes saturaban sus defensas que carecían de armas apropiadas. Algo más alejado el crucero K'vort estaba bombardeando las instalaciones planetarias con una mortífera combinación de torpedos de protones y disparos de los pesados disruptores de sus alas. Al mismo tiempo un veterano destructor clase Recusant había acorralado y capturado a los transportes de suministros, cuales lobos contra corderos.
            – Los cazas de la guarnición han caído antes de salir de la atmósfera – informó Luwingo con voz tranquila –. La base ha alzado sus escudos, pero no tiene potencia defensiva para repeler el ataque mucho tiempo.
            – Parece que las armas de iones no les afectan – indicó el oficial de armamento que también observaba la imagen holográfica de la estación.
            – La parrilla defensiva del Deep Sea ha caído – indicó entonces el técnico de comunicaciones –. Está empezando a…
            No concluyo ya que ante sus ojos el veterano destructor Victory estalló bajo la presión de aquella nave triple de clase Prometheus.
            – ¿Cuál es la situación del Fearsome? – preguntó Banzar.
            – Sus escudos están muy debilitados, están bajo una fuerte presión del mon cal y la Guadalajara – indicó el técnico de los sensores.
            – El Narcher también ha caído – prosiguió Luwingo –. La Destiny está bajo el fuego de la fragata de asalto rebelde. El Wounded Knee se vuelve contra el Fearsome.
            – Los escudos de la estación han caído – informó el oficial de comunicaciones –. La Commodore ha sido destruida por esa nave estelar triple. El Supernova se retira muy dañado.
            – Se nos acercan dos cazas Ala-X – indicó el técnico de sensores.
            – Escudos a máxima potencia. Desactiven nuestra parrilla defensiva – ordenó entonces Banzar ante la sorpresa de todo el puente –. Aun soy el capitán de esta nave.
            – Abren fuego – informó el técnico con un tono de desdén en su voz –. Los escudos no están afectados. Vuelven para dar una pasada. Activan sus torpedos de protones.
            – Dispare los cañones iónicos contra la trayectoria de los torpedos.
            El oficial artillero se sentó en la consola de armamento, activando los emplazamientos iónicos y calculó las trayectorias de los torpedos que pronto aparecieron en sus pantallas. Abrió fuego alcanzando a los pequeños proyectiles que se les aproximaban, fundiendo todos sus sistemas electrónicos internos, que siguieron la trayectoria por la inercia hasta que estallaron al colisionar con los escudos sin efecto alguno.
            – Los cazas se retiran.
            – Han comprendido que no somos una amenaza – indicó Banzar.
            – O van en busca de refuerzos – sugirió Congruit.
            – El Fearsome ha perdido los escudos frontales – siguió relando Luwingo –. El crucero mon calamari también está dañado, parece que se retira. Pero las naves estelares prosiguen su ataque, esa Prometheus se une a la batalla. Impactos múltiples en su estructura del puente. Están lanzando cápsulas de escape.
            – Tenemos compañía – indicó el técnico de sensores –. El Wounded Knee se aproxima con todas sus armas activadas y apuntándonos.
            – Desactiven nuestro armamento al completo. Abran comunicación – ordenó Banzar que se giró hacia Congruit con una media sonrisa –. Bien Davith, ya lo has conseguido.
            Segundos después la imagen de un humano con la cara tostada y una larga melena recogida en una trenza apareció en la pantalla de comunicaciones.
            – Soy el capitán Otá'taveaénohe, de la Flota Estelar de la Federación Unida de Planetas – dijo solemne –. Prepárense para rendir su nave.
            – Soy el capitán Seek Banzar de la nave… Lokonor. Mi tripulación se ha amotinado, diría que en contra el Imperio. No conozco sus intenciones, pero supongo que querrán unirse a ustedes.
            – ¿Usted no se incluye, capitán?
            – Aun no lo he decidido – respondió Banzar que se giró a Congruit –. Desactiven los escudos y los inhibidores de transporte. La nave es suya, Davith.
            – Únase a nosotros – intervino entonces Luwingo, su oficial de armamento, a quien Banzar tenía en gran estima por ser un hombre tranquilo y sensato –. No comparto enteramente la visión de Congruit, señor. Pero si usted se une a nosotros el resto de la tripulación nos seguirá.
            – ¿Si no comparte su visión, por qué se le une?
            – En realidad no sé señor. Tal vez porque… Me gustan los retos, señor.


El Audacity

            Sus cazas fueron aterrizando en el hangar principal de la nave calamariana cuando los últimos TIE fueron cayendo o se rindieron. El último escuadrón en hacerlo fue el Pícaro de Wedge Antilles, que había perdido tres de sus Ala-X durante la batalla. En el puente los almirantes Sitak y Sesfan observaban satisfechos el resultado del combate. El destructor Deep Sea había sido destruido por completo, al igual que el crucero Commodore y la fragata Destiny. Mientras que la Supernova y el Narcher se habían rendido, aunque con grabes daños las dos. Finalmente el destructor Fearsome flotaba muerto en el espacio, la estructura de su torre había recibido una veintena de impactos directos, su reactor principal estaba inactivo, su armamento estaba neutralizado, el fuego se extendía por muchas secciones y el casco estaba agujereado en diversos lugares. La tripulación huía en las cápsulas de escape.
            – La parrilla de sensores de largo alcance se ha fundido. Al igual que nuestros escudos delanteros y de estribor – informó uno de los oficiales calamaris –. Los daños estructurales han sido limitados.
            – Que los equipos de reparación den prioridad a los escudos – ordenó Sesfan.
            – La flota les podrá suministrar aquellas piezas que necesiten – indicó Sitak –, solo necesitamos que nos envíen los planos para replicarlas, almirante.
            – Se lo agradezco – respondió el calamari –, toda ayuda será bien recibida.
            – El capitán Toreg informa que se han abordado las cuatro naves-conteiners y el resto de cargueros sin apenas oposición – anunció el oficial de comunicaciones.
            – Ese es un botín importante – respondió Sesfan satisfecho.
            – Que mermará los recursos imperiales en esta hora tan crucial – comentó Sitak con fría lógica vulcana.
            – El bombardeo planetario ha concluido – informó otros de los técnicos –. Las defensas han sido destruidas.
            – En cuanto sus equipos de inspección terminen en la superficie del planeta, nos dirigiremos a los siguientes objetivos – preguntó el calamari preocupado por el horario de la operación –. ¿Cree que tardarán mucho almirante?
            – La Guadalajara se ocupará de rescatar a nuestros prisioneros. El comandante Sirol y sus romulanos se encargarán de capturar las instalaciones imperiales. Luego colocaran cargas de demolición y podremos partir.
            – ¿Ustedes se ocuparán de la nave renegada? – comentó Sesfan.
            – Sí, ya tenemos protocolos diseñados para estas ocasiones – indicó la oficial vulcana –. El resto de la fuerza de dirigirá a sus objetivos predeterminados.
            – Informaré inmediatamente a la princesa Leia.


USS Lagrange

            Se miró en el espejo del baño del camarote. El uniforme que llevaba le gustaba, no era tan rígido como el imperial. Camisa caqui, chaqueta sin mangas y pantalones de camuflaje capaces de reducir la firma de calor. Para el combate contaba además con diversas piezas de blindaje corporal en brazos, piernas y pecho, que reducía el daño en las heridas. Habían sido replicadas con la tecnología de la Federación y eran algo más resistentes que las armaduras de los soldados de asalto imperiales. Su rifle blaster era un A280 de BlasTech, aunque conservando su pistola pesada DH-17, reminiscencia de su pasado como oficial imperial.
            – Te queda bien – dijo la voz de Masdis a su espalda, haciendo que Gharon se girara con una gran sonrisa dibujada en sus labios. Se habían conocido en la colonia de H’atoria, cuando este llegó como oficial de reemplazo que tenía que sustituir a su responsable de estado mayor, muerto en un atentado de los resistentes klingons del planeta. No se fijó mucho en él al principio, parecía alguien que no hubiera roto un plato nunca y recordó haberle dado unas pocas semanas de vida en aquel mundo perdido de la mano del creador. Pero resultó ser más listo de lo que parecía.
            – ¿Y si me dejara el pelo largo? – preguntó Gharon pasándose la mano por la coronilla, que estaba casi rapada, siempre bien corto. En ese momento recordó el momento en que el androide le había rapado la cabeza el día que ingresó en el campamento militar. Pocas horas antes un juez le había hecho decidir si quería ingresar en el glorioso Ejército Imperial, transformado desde el de la Antigua República, o acabar con sus huesos en una penitenciaría del Borde Exterior. No se lo pensó mucho. Conocía la fama de aquellos presidios donde se hacían trabajar hasta la extenuación y donde era más habitual morir en un accidente o de una paliza que salir con la condena cumplida. En aquel momento la elección le pareció fácil y pensó que el juez había sido benévolo. No había cometido ningún crimen grabe, más bien era un joven inconformista de un mundo del Núcleo Medio que no le gustaban las normas, que se metía en peleas, cometía pequeños hurtos y traficaba con algunos drogas para poder costearse el mantenimiento de su moto-jet para hacer carrera ilegales. A veces aun soñaba que estaba a los mandos de su deslizador BARC modificado por él mismo recuperando piezas de desguaces. Cuando aquel juez escuchó que prefería el ejército, dijo que allí le harían un hombre de provecho. Aquella noche durmió en un barracón, con la cabeza afeitada y se arrepintió de la decisión que había tomado mientras intentaba contener las lágrimas mientras empezaba a darse cuenta que había perdido completamente el control sobre su vida.
            En aquel lugar aprendió lo que era la disciplina y decidió que la rebeldía juvenil era algo que debía de descartar si no quería morir. También le enseñaron a obedecer las órdenes y no cuestionarlas para poder sobrevivir. Tras la dura instrucción le enviaron a la batalla. No recordaba el nombre de aquel planeta, sí que en la primera semana habían muerto la mayoría de sus compañeros. Pero él sobrevivió. Posiblemente la suerte tuviera mucho que ver. Y continuó teniéndola en el siguiente planeta, y en el que le siguió a ese. No tardó mucho en convertirse en un veterano, capaz de saber quién moriría y quien viviría un día más solo con un vistazo de a los nuevos reclutas. Pocas veces se equivocaba. Como sabía pilotar motos repulsoras le asignaron al batallón de reconocimiento y fue ascendiendo, la mayoría de veces después de la muerte de su superior, otras porque no había nadie más a quien ascender. Y un día le enviaron a la Academia de Raithal para ser oficial. Nunca entendió muy bien el motivo, que habían visto en él, ni quien lo propuso. Incluso sospechó que había sido un error. Pero regresó a la batalla con galones y continuó sobreviviendo, esta vez liderando a hombres, muchos de ellos aun niños, en nombre del Emperador y su Nuevo Orden. La verdad era que era un luchador y disfrutaba en medio del combate. Eran las únicas ocasiones que se sentía que volvía a tener el control de los acontecimientos, de su vida. Entre las explosiones, los disparos y los gritos se sentía vivo, convirtiéndose en un experto de la guerra y la utilizaba para tener de nuevo bajo su mano su destino. En las trincheras, en un ataque o la defensa, solo él mantenía el control de la situación, era frio y calculador. Había tenido suerte o era bueno. El motivo tampoco le importaba, al final se había convertido en un soldado. Tampoco sabía hacer nada más, luchar y liderar a otros hombres en la batalla. Había vuelto a ser ascendido y como había estado tantas veces con el barro hasta las rodillas, repelido un ataque en las trincheras o preparado una emboscada, padeciendo la incompetencia de sus superiores, las órdenes que malgastaban la vida de sus amigos y compañeros, se había prometido que no sería como ellos. Él se preocupaba de sus subordinados, de sus soldados, que tuvieran el equipo adecuado, y lideraba a sus hombres en la batalla, avanzando a su lado, pidiéndoles solo aquello que él mismo era capaz de hacer y nada más. Ignoraba las órdenes que creía estúpidas, para luego alcanzar el objetivo que le habían asignado sin pérdidas inútiles. Por eso le habían seguido después de matar al comandante de la guarnición del Relva VII, era su líder en un lugar lejano a sus hogares y le siguieron.
            Aquel había sido el momento, desde que le sentenciaron a ingresar en el ejército, que había vuelto a tener el control de sus actos, había vuelto a tener el control de los acontecimientos.
            – Sí, me dejaré crecer el pelo – se contestó Gharon antes que Masdis pudiera contestar. Este se limitó a encogerse de hombros y sonreír. Cuando Gharon decidía algo era imposible hacerle desistir.
            Los dos oficiales imperiales desertores y ahora rebeldes, se dirigieron a la sala de reuniones a bordo del Lagrange. Tras su deserción les había llevado a un planeta remoto, donde les habían ofrecido la posibilidad de unirse a la rebelión, la denominada Alianza para Restaurar la República. Gharon sabía que no tenían muchas alternativas, como renegados del Imperio este les perseguiría, no podrían volver a sus hogares, vagarían por una galaxia extraña o serían recluidos en las prisiones rebeldes a la espera de su juicio. Luchar con la rebelión no le parecía mala idea, al fin y al cabo eran soldados, ¿qué importaba bajo que bandera luchaban? Casi todos los hombres que habían desertado con ellos decidieron seguirles en aquella nueva fase de su aventura. Ahora estaban integrados en las fuerzas que la Alianza había enviado a la Vía Láctea para ayudar a liberar los planetas que ellos mismos habían invadido. Y ellos estarían en primera línea. El objetivo era Bolarus IX, un mundo industrializado y avanzado que formaba parte de la Federación.
            La sala de reuniones estaba los oficiales de las diferentes unidades que intervendrían en la liberación del sistema. Por parte de la rebelión allí estaba su oficial superior, el coronel Ledick Firest, un hombre que parecía competente, aunque notaba su reticencia hacia él y sus hombres. Al fin y al cabo no hacía mucho que vestían el uniforme gris del enemigo. Le habían asignado al teniente Cal Alder, veterano de la defensa de la base Eco de Hoth, como ayudante o enlace, que a pesar de su mirada afable no era otra cosa que alguien cuya misión sería vigilarle. Por parte de la Federación el resto de fuerzas planetarias estaban formadas por tres regimientos, dos bolianos y uno mixto al mando de un general boliano llamado Zohin. Un ser silencioso y de mirada inteligente. El mando espacial lo ostentaba el capitán andoriano Deilog, además de otra media docena de naves estelares, incluyendo la nave con la que habían escapado de Relva VII y que ahora estaba tripulada por oficiales de la flota estelar.
            Uno de los subordinados de Zohin explicó las defensas de Bolarus, donde se habían construido tres guarniciones estándar en diversas islas del planeta para controlar a la población nativa. En la capital se había destacado la unidad más potente, un Corp de cuarenta y ocho mil infantes de un total de sesenta y nueve mil miembros entre pilotos, técnicos, artilleros, personal de servicio, mecánicos y encargados de logística y médicos, con dos mil quinientos vehículos repulsores, incluyendo artillería pesada y 371 tanques pesados. Además de una legión completa de soldados de asalto completamente leales al Nuevo Orden y a sus superiores. Pero a Gharon no era eso lo que le preocupaba, ellos dominaban la órbita, de manera que contarían con el control del cielo y el espacio. Lo que no le gustaba era que el grueso del Corps ocupaba las instalaciones de la Flota Estelar en el planeta. Antigua sede de la antigua Armada Espacial Boliana, estaba construida en una posición que dominaba la capital. Se extendía varios kilómetros y contaba con un espacio puerto propio en la falda de la colina, que además era boscosa y plagada de edificios. Y como solía ocurrir el Imperio no se había quedado ocioso durante la ocupación y habían alzado una valla electrificada a lo largo de todo el perímetro, el cual estaba protegido por torres turboláser pesadas, además de armas antipersonal y sus vehículos. También tenían un potente generador de escudo deflector que cubría toda la extensión de la base, proyectando un paraguas impenetrable al fuego orbital. Como las instalaciones estaban tan cerca de la capital, ya se había descartado el bombardeo orbital preparatorio básico para cualquier ataque, para evitar una destrucción innecesaria y por tanto la pérdida de vidas de civiles. Por un lado lo entendía, aunque conociendo al Imperio eso lo aprovecharían, usando a la población civil como escudos humanos. O bolianos, en aquel caso.
            Y obviamente aquel era el objetivo que debía atacar con sus hombres. El plan indicaba que un grupo de comandos se infiltrarían para desactivar el generador de escudos, después ellos serían transportados para establecer las zonas de aterrizaje de las naves con el armamento pesado y el resto de los refuerzos. En realidad ellos tendrían que despejar las instalaciones de unas tropas bien entrenadas y equipadas, lo que significaba una lucha edifico por edificio, despachos, hangares y almacenes. Iba a ser una carnicería. Gharon estaba convencido que les habían asignado como la primera oleada por ser antiguos soldados imperiales. No optante no le importaba, les demostraría a aquellos rebeldes y a la Federación como luchaba el antiguo 1.031º Regimiento de Infantería Motorizada.
            Los materiales para la tropa eran una mezcla de equipo imperial capturado y rebelde. Las armas eran de su galaxia, estandarizada la munición para evitar problemas de abastecimiento, el armamento pesado eran imperiales, la tecnología de la Federación. La moral de la tropa era alta, sabían que regresarían a sus hogares una vez liberaran aquella galaxia. Aunque para entonces muchos de ellos ya estarían muertos. Bolarus era un mundo fuertemente protegido y los antiguos compañeros de armas lo defenderían con fanatismo: ellos estaban aislados, sin escapatoria entre aquellas estrellas, eran como un rancor acorralado, que lucharía hasta el final.


Base Estelar 50

            En lo máximo de lo posible los planificadores de la invasión de los Nuevos Territorios habían intentado que el personal que iba a permanecer en los planetas y sistemas fueran quienes llevaran la ocupación o llegaran poco después de esta. Todos ellos habían realizado un curso para informarles de sus objetos y lo que se esperaba de su gestión para obtener los beneficios que ansiaba el Emperador. Así a bordo de la nave que atacó el sistema Cygnet se encontraba el general Gongar del Cuerpo de Ingenieros, quien aceptó la rendición del comandante de la Base Estelar con la clara intención de salvar las vidas de sus subordinados y evitar una represalia contra la población civil del quinceavo planeta donde orbitaba su instalación. Gongar no tenía ninguna intención de perder recursos, por otro lado imprescindibles, si quería poner la estación en funcionamiento, así que seleccionó a los técnicos que necesitaba y el resto fue enviado a los campos de prisioneros. Cogió como rehenes a las líderes de la sociedad matriarcal de Cygnet XIV, esperando que con eso mantuviera al planeta tranquilo.
            Gracias a utilizar a un buen número de ingenieros y técnicos prisioneros que se había quedado y completarlos con una dotación de los habitantes del planeta, la rebautizada Base Cygnet, había sido uno de los primeros lugares capturados en los Nuevos Territorios que pudo empezar a reparar las naves imperiales pocos días después de haber sido reclamados en nombre de Palpatine. Varios meses después y tras la llegada de los técnicos civiles de Corporación Loronar, para convertir el lugar en una de sus factorías, la estación se encontraban trabajando a pleno rendimiento.
            Así la antigua Base Estelar 50 en Cygnet XIV era uno de los puntos logísticos de la Armada, encargándose de las reparaciones menores de sus naves, especializado en actualizaciones de la tecnología de los Nuevos Territorios. En aquel momento se encontraban reparando un veterano destructor clase Victory, un crucero, dos fragatas, y una veterana nave de batalla Lucrehulk. Además desde la ocupación ya se había completado la adaptación de la base como astillero de construcción para naves de tamaño medio. Los técnicos de Loronar ya habían empezado a construir las secciones prefabricadas de los cruceros medios de la clase Strike y pronto empezarían a ensamblarlas, empezando en poco tiempo su fabricación en masa. Aunque también se esperaba poder fabricar otros vehículos más pequeños como patrulleras de sistema, lanzaderas y otros vehículos.
            – Señor, tenemos una nave que acaba de salir del hiperespacio – informó uno de los técnicos en el puente de la estación –. Cuadrícula ocho-uno.
            – Llámela y pídale el código de autorización – le ordenó el oficial de guardia acercándose a la consola.
            – Transmitiendo el código… Es la Sando Aqua, un Galeón Estelar asignado a la IV Flota en Bajor – leyó en la pantalla en técnico –. Es correcto, señor. Indican que han sufrido una avería cuando se dirigían hacia Qo'noS.
            – Si todo está en regla, facilíteles las coordenadas de aproximación – indicó este, que se dirigió al despacho del general Gongar, situado junto al puente de operaciones. El cual era un oficial metódico, así que no le gustaría la aparición de aquella inesperada nave. No era la primera que aprovechaba una reparación de emergencia como excusa para pedir actualizaciones con tecnología de la Federación.
            – Dígale que quiero ver al capitán de esa nave inmediatamente después de su llegada. Con sus órdenes para revisarlas – dijo el general Gongar suspicaz al enterarse de la llegada del Sando Aqua.
            – Sí, señor.
            La nave atracó poco después en uno de los brazos de la estación, a la que se trasladó su comandante escoltado por otros dos oficiales. Al salir del turboascensor en la sala de operaciones uno de estos se quedó junto a la entrada, el otro permaneció en la puerta del despacho de Gongar.
            – Pase capitán – indicó este sin levantar la vista de un cuaderno de datos. No quería mostrar su curiosidad ante la aparición de aquel Galeón Estelar –. Me han dicho que tiene un problema mecánico.
            – No exactamente, general – respondió el oficial.
            – ¿Y entonces que le ocurre? – preguntó Gongar que alzó la mirada y se quedó sorprendido al reconocer vagamente al hombre que tenía delante.
            – He venido a retomar el control de mi estación – dicho lo cual desenfundó el blaster que tenía al cinto y disparó contra el imperial, mientras que en el exterior se escucharon otros disparos. El almirante Quinteros aun permaneció con la pistola alzada, apuntando al estirado general Gongar durante unos instantes. En sus más de cuarenta años de servicio en al Flota Estelar era la primera vez que dispara contra otro ser vivo. Y en aquel momento supo que si el arma no hubiera estado para aturdir, no lo hubiera podido hacer. Trasladado a Markore VI poco después de rendirse en aquel mismo despacho, había sido liberado durante el ataque de la resistencia, presentándose voluntario para liberar su antiguo destino, la Base Estelar 50.
            – Almirante, hemos tomado operaciones y ya la hemos sellado – le interrumpió la voz del oficial de seguridad que le había acompañado.
            Quinteros asintió y sin decir nada salió del despacho y se dirigió hacia la consola de control general de la estación, comprobando que no habían cambiado la distribución de energía de los sistemas internos. Aun así permaneció unos segundos asegurándose de que tenía el control completo del reactor y que podía hacer lo que habían planeado.
            – Esto debería bastar para desactivar el escudo y los inhibidores de transporte. Si no… Bueno, ha sido un viaje muy corto.
            – Personalmente yo no he venido hasta aquí para morir, señor – replicó el oficial de seguridad, que sacó del bolsillo de su casaca verdegris un comunicador y se lo colocó en el pecho, presionándolo no sin cierta solemnidad –. Aquí equipo Uno. Listo.
            Segundos después otros equipos empezaron a materializarse por toda la estación. Desde de operaciones Quinteros desactivó los controles de toda la estación y empezaron a alzar los campos de fuerza para aislar a los imperiales y poco a poco fueron transportados al interior del Persilla. La Base Estelar 50 no tardó en volver a estar en manos de la Federación, así como las naves que estaban atracadas en ellas.


Tiburon

            El general Jerome Golan estaba durmiendo cuando recibió las primeras noticias de las sublevaciones en varios de los planetas donde sus fuerzas estaban desplegadas. Rápidamente activó la alerta y se dirigió hacia su cuartel general a bordo de un deslizador de mando VAL.
            Una violenta sacudida le hizo dejar de leer el informe sobre el ataque a la guarnición de Beta Antares. El vehículo de mando volcó y el motor de repulsión se apagó. Golan desenfundó su pistola blaster pesada y se arrastró hacia la ventanilla, viendo como rebotaban en el casco los disparos de phaser portátiles. Una de sus motos 74-Z de escolta estalló en el aire y los pedazos cayeron encima de su vehículo.
            – ¡Avisen a la base, que nos envíen refuerzos! – ladró Golan al piloto. Otra explosión sacudió de nuevo el interior del vehículo. Aquello era una ratonera, era un veterano de muchas batallas para saber que si quería sobrevivir no debía quedarse allí –. ¡Prepárese, nos vamos de aquí!
            Su ayudante asintió y se armó con un rifle blastech E-11. Abrió la puerta blindada y empezó a disparar al exterior mientras Golan se deslizaba hacia la parte del VAL que les protegía de los disparos de los asaltantes. Luego salió el piloto y finalmente el propio ayudante que fue alcanzado por un disparo.
            Golan se levantó y realizó barias ráfagas contra sus atacantes que se refugiaban en un terraplén. Debían de ser media docena de hombre y mal entrenados, solo les atacaban por un costado, aunque parecían bien armados. Un disparo le hizo refugiarse de nuevo detrás del vehículo repulsor. Civiles armados, pero poco entrenados, dedujo e veterano oficial.
            Una granada estalló en el otro lado del vehículo y el conductor cayó abatido por la metralla. Le estaban acorralando y Golan pensó que no iba a salir de aquella. De golpe el sonido de inconfundibles motores repulsores le hicieron alzar la mirada al cuelo. Dos naves LAAT se aproximaban desde el cuartel general, disparando con sus blasters pesado sobre las posiciones de los insurgentes en cuento estuvieron a su alcance, mientras un batallón de soldados de asalto saltaba al suelo y le rodeaban al tiempo que se lanzaban para acabar con los últimos atacantes. Estaba salvado.
            Minutos después los LAAT le posaban en el cuartel general donde le esperaba su estado mayor al completo. Rápidamente le informaron de la situación: se habían producido ataques a las patrullas imperiales en todo el planeta y la red de energía había sido saboteada. La guarnición que protegía las ciudades sumergidas informaba de estar siendo atacados por fuerzas submarinas. También habían perdido la comunicación con la base de las naves núcleo Lucrehulk que utilizaba para desplazar a sus tropas y al enviar un vehículo de reconocimiento informaron que esa había caído en manos de los asaltantes. Mientras que en la órbita las naves de protección y las instalaciones orbitales habían sido atacadas por naves desconocidas. El planeta estaba bloqueado.


Terra Nova

            El general Rondal, gobernador del Terra Nova, observó desde la cabina de la lanzadera Lambda la réplica de una ciudad kaminiana: con sus estructuras en forma de platillo, alzándose y desafiante sobre la superficie del mar, sostenido sobre sus delgados pilares. Y se sintió satisfecho.
            La construcción de la factoría de clones había durado cerca de un año, bajo la atenta y estricta supervisión de ingenieros kaminianos, mientras que científicos de su misma especie habían estado estudiando toda la tecnología genética y de clonación que habían capturado en los cuadrante Alfa y Beta. Habían tenido especial atención a la técnica del Dominion obtenida en el sistema Kora, así como a las instalaciones de la Estación de Investigación Genética Darwin de Gagarin IV y de los arcturians de la Federación. También se había estudiado las tecnologías de otras potencias: como la romulana, la klingon y de varias civilizaciones que habían experimentado con la clonación. Ahora podían acelerar el crecimiento de forma ordenada diez veces más rápido que durante la creación del primer ejército de clones de la Antigua República y sin la necesidad que los individuos aprendieran, usando la tecnología del dominion de implantación de recuerdos de los vorta, ahora los clonadas nacían ya con sus recuerdos. De esa manera estarían listos para entregar la primera remesa de 11.000 clones perfectamente entrenados en menos de un mes. La cadena de montaje estaba ya en marcha desde hacía cuatro semanas y en menos de dos días tendrían el equivalente a una legión de 9.000 soldados de asalto, con dos mil reemplazos. Y aunque en las primeras fases se había dado prioridad a la infantería, entre estos también se contaba con especialistas: pilotos de cazas, de vehículos blindados como los andadores AT-AT, exploradores perfectamente capacitados para patrullar en las veloces motos-jets 74-Z, así como técnicos de comunicaciones, artilleros, sanitarios, incluso mecánicos para los vehículos. También estaban previstos y ya se habían copiado y almacenado en la base de datos arquetipos futuros para ingenieros y artilleros navales, expertos en mantenimiento, mecánicos de droides, incluso administrativos, que llenarían los huecos del personal que el Ejército y la Armada imperial necesitaba tan desesperadamente en los Nuevos Territorios, todos ellos fieles y adictos al Nuevo Orden. Solo esperaba que los replicadores del departamento logístico pudieran obtener un número igual de armaduras de asalto.
            Y aunque el control tecnológico estaba en manos de los kaminianos, el responsable del proyecto era Rondal, que se consideraba un intelectual, aunque no dejaba de ser tan brutal como cualquier mando imperial a la hora de subyugar a un pueblo. El trabajo realizado en Terra Nova le satisfacía, ya que tras su violenta llegada no se había producido ningún tipo de resistencia entre los setecientos mil habitantes de la colonia. Aun así su posición era un punto estratégico en aquella galaxia y la guarnición estaba al completo: incluyendo la dotación de 40 cazas TIE, que patrullaban constantemente el planeta. También tenía un anexo donde se amontonaban varios millares de prisioneros que habían estado trabajando en la construcción del complejo. Para finalizar contaba con la presencia constante de naves de la armada que completaban la protección del sistema. Dotado por otra parte de un potente generador de escudo que protegía tanto la guarnición así como la factoría kaminiana.
            Rondal descendió de la lanzadera y se encontró con la supervisora del proyecto, Taun Su. Las instalaciones ya estaban completadas y aquel día empezaría el proceso de clonación de los primeros soldados, que no tardarían en estar listos para la batalla.


            Sin que Rondal ni Taun Su pudieran sospecharlo en aquel mismo momento varias naves de ataque se acercaban al sistema. La misión estaba al mando de Gelnon 4, quien había sido asignado directamente por Weyoun para liderar junto al primero Rak’tazan. Gelnon había llevado a cabo la supervisión de los clones alfa del jem’hadar y los había mandando en numerosos combates victoriosos para gloria de los Fundadores. Por lo que no podía permitir que el Imperio, enemigo de la Gran Unión, utilizara la tecnología desarrollada por los cambiantes para crear su propio ejército de clones. Era un viaje sin retorno y todos los que estaban a bordo de las naves sabían que no iban a volver.
            ¡Yo estoy muerto. A partir de este momento nosotros estamos muertos. Nosotros entraremos en la batalla para salvar nuestras vidas. Esto es lo que hacemos alegremente porque somos jem’hadars. Recuerda, la victoria es vida!
            Ladraron los guerreros de Rak’tazan alrededor de Gelnon, en cuyo visor mostraba claramente como el destructor Vulpinus se iba acercando con rapidez. Sonrió y ordenó desactivar el sistema de ocultación. Iba a morir por los Fundadores.
            Las primeras naves de ataque se lanzaron en un ataque kamikaze contra el destructor de la clase Imperial. Con ayuda de los habilidosos ingenieros de la Flota Estelar, habían alterado los phaser de rayo polaron para que pudieran atravesar los escudos de sus naves, así que los primeros disparos alcanzaron la superestructura de la gran mole de acero. Pero no iban a ser los impactos lo que destruiría aquella nave, sin alterar el rumbo la primera nave del jem’hadar golpeó el puente de mando, mientras una segundo lo hacía en la base inferior de la torre de mando. Envuelto en llamas, la gran nave en forma de cuya perdió todo control sobre sus sistemas y varios minutos después estallaba cuando el reactor principal se colapsaba. El resto del grupo de escolta del Vulpinus también fue atacado sin piedad, mientras las restantes naves penetraban a gran velocidad en la atmósfera planetaria. En la superficie las alarmas saltaron tanto en la guarnición como en el complejo kaminiano, que reforzaron sus escudos y cargaron sus baterías turboláser.
            Las cuatro primeras se dirigieron directamente hacia Logan City y disparando sus rayos polaron penetraron con facilidad el escudo protector de la siniestra fortaleza erigida para someter la antigua colonia terrestre. Una de ellas fue alcanzada por sus defensas que no cesaban de disparar contra los asaltantes, pero el resto consiguieron pasar entre la pared de descargar de energía. La primera impactó directamente en uno de los toboganes de lanzamiento de cazas estallando en el interior del séptimo nivel de la guarnición. La potente deflagración hizo derrumbarse toda la estructura interior sobre los hangares de los vehículos terrestres. Su hermana se internó en la bola de fuego que se alzaba, aumentando la intensidad de esta, mientras que la última impactaba, instantes después, la base del muro exterior sin apenas dañar el interior. Pero los diez metros de espesor de los muros lo único que hicieron fue aumentar la presión de la explosión de sus dos naves que habían logrado su objetivo, aumentando los daños que se llevaron por delante todos los ocupantes que en aquel momento estaban en el interior del imponente edificio, símbolo del poder del Imperio.
            Las tres restantes tenían como objetivo la factoría kaminiana, que al igual que la guarnición aumentó la potencia de sus escudos y abrió fuego con sus turbolásers defensivos. Aun así la determinación de los jem’hadar y de Gelnon de acabar con aquel lugar no podía ser detenida por defensa alguna. El primer impacto kamikaze sobrecargó los escudos de la ciudad permitiendo que las dos naves siguientes se incrustasen en las diferentes estructuras, causando la total destrucción de las instalaciones. Los pilares no pudieron aguantar el sobre esfuerzo de la explosión y de los cascotes derrumbados y todo el complejo fue engullido por las olas. Ni el general Rondal, ni Taun Su estaban entre los apenas centenar de técnicos pudieron escapar de la muerte aquel día.



            Durante setenta años sobre la órbita de aquel planeta la gigantesca silueta del dique espacial de la Base Estelar 133 había sido un referente para sus habitantes. Aquella colonia de la Federación había sido fundada poco después de la creación de esta y desde entonces había crecido hasta convertirse en uno de los planetas más importantes de los sectores cercanos. En el ataque imperial el almirante Strickler había evacuado el dique estelar, inutilizando el reactor principal, el ordenador y los sistemas vitales. El gobernador imperial había ejecutado a Strickler como represalia y se había iniciado la imperialización del planeta construyendo tres guarniciones estándar para subyugar a su población.
            La primera advertencia de la insurrección se produjo cuando la red de energía planetaria fue saboteada. Aquel era el aviso para que numerosas células de combatientes atacaran a las patrullas imperiales que patrullaban en la ciudad. Uno de los grupos estaba liderado por Isidro Giral, que armado con rifles phasers y lanzadores isomagnéticos tenía la misión de atacar las patrullas de motos deslizadoras Aratech 74-Z que patrullaban las zonas periféricas de la capital. Giral nunca antes había empuñado un arma, era un simple delineante casado con una enolian que jamás hubiera imaginado que sería un líder de una célula de resistencia del planeta que le había visto nacer y crear su familia. Pero había llegado el día en que sabía que debía luchar por lo que quería para que sus hijos tuvieran un futuro en el que vivir en paz. Habían estado estudiando las rutas de patrullaje que habían registrado gracias al material que la Flota Estelar les había suministrado. Así que poner fuera de combate a los motoristas fue sencillo. Luego se dirigieron hacia la capital, donde la guarnición y las instalaciones del gobernador ya habían sido puestas bajo asedio.
            Al mismo tiempo que ellos emboscaban a las patrullas en la superficie, en la órbita un grupo de batalla encabezada por el USS Enterprise-E atacaban el dique espacial, que a la espera de más personal de su galaxia, el Imperio había mantenido inactiva. Tras recuperar su control, una tripulación mínima había reactivado los escudos y los phasers y los lanzatorpedos para proteger la colonia de un contraataque enemigo. Tras dejar las guarniciones bajo asedio, dejaron varios escuadrones de cazas Peregrine de la Flota, mientras las naves más grandes se dirigían a su siguiente objetvo.
            A lo largo de toda la Federación otros planetas sufrieron ataques similares: Norpin, las colonias Manzar, Nueva Fabrina, Bolarus, Beta Antares, Boradis III, Althos IV, Corvan II, New Paris, Evora, Halii, Doraf I, incluso en el pacífico Antos IV que habían declarado la huelga general junto a Betazed, o Vulcano... Mientas que en otros muchos la sublevación se produjo con una desobediencia civil generalizada.


El Annihilator

            Mientras patrullaban junto al destructor de Valorum las zonas cercanas a los combates entre cardassianos y breen, habían recibido la noticia de la emboscada del Conqueror, el ataque a la Base Estación Uno y poco a poco el resto de motines generalizados a lo largo de toda la Federación y los imperios klingon y romulano.
            En su propio sector los casos más grabes sumaban varias decenas de planetas: las Nueva Fabrina, Peliar Zek, el sistema Lya, Capella, Selay, Caldik o la colonia bajorana de la Desembarco de los Profetas eran solo algunos de ellos. A eso tenía que sumar otro medio centenar a ataques a bases desde naves de la resistencia: la mayoría de ellas cuarteles generales o importantes centros de abastecimiento. Envió al Shining de su amigo a Trill: para Vantorel controlar aquel planeta era una de las prioridades, demasiado importante para enviar a cualquiera y Valorum tenía que pacificar el lugar sin destruir sus infraestructuras, pero la huelga declarada por todos los servicios públicos era una amenaza que no podía menospreciar. El moff supremo Daran no tardó en lanzar una llamada general de alerta para todas las tropas en los Nuevos Territorios. Vantorel observó el mapa holográfico y mostraba claramente que la resistencia había cortado por la mitad el territorio imperial.
            El Annihilator viró y se dirigió hacia Bajor, cuyo sistema parecía estar ajeno a aquella sublevación generalizada. Al salir del hiperespacio ya había resuelto su dilema y estaba decidido a llevar a cabo sus planes.


Continuará…

3 comentarios:

  1. me gusta tu relato pero pienso que te tardas mucho para publicarlos desearía que lo hicieras mas segido por dia si puedes

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    1. Hola Yelwin,

      Ante todo me alegro que te guste mi relato. Me encantaría poder publicar diariamente mi relato, pero aunque este hace tiempo que está escrito, la preparación antes de subirlo es bastante considerable, entre las últimas correcciones y buscar las imágenes. No obstante ya queda poco para su conclusión e intentaré acelerarlo lo máximo que pueda.

      No dudes en hacer cualquier otra sugerencia o comentario.

      Un fuerte saludo,

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  2. Estupendo relato, lo leo diario, mereces publicarlo en un libro, felicidades¡¡¡

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