lunes, 19 de diciembre de 2016

Crossover Star Trek - Star Wars. 36

Capítulo 10
Eclipse
Tercera parte.



            Al tiempo que las naves de ataque de Gelnon se estrellaban contra las instalaciones imperiales de Terra Nova, una nave estelar desactivó su sistema de ocultación. La misión del capitán Christopher Hobson no era entablar combate, sino rescatar a los doce mil presos que habían estado destacados en la construcción de la factoría de clones. Rápidamente los equipos de rescate se transportaron al campamento donde estaban retenidos, eliminaron a los guardias y liberaron a sus compañeros. Mientras tanto un pequeño grupo de lanzaderas se dirigían hacia los restos de la réplica de la ciudad kaminiana para a su vez capturar a los supervivientes.
            – Capitán, ya hemos desalojado al campamento enemigo – le informó su primera oficial –. Y las lanzaderas ya están de regreso.
            – Prepárense para poner rumbo a la colonia Vega – ordenó Hobson. Luego se sentó en la silla de mando. Delante de él tenía la imagen ampliada de la ciudad kaminiana, pero Hobson no pensaba en los clonadores, sino en los jem’hadars de Rak’tazan que habían dado su vida para destruir aquel lugar.
            Hacía dos semanas había recibido órdenes de presentarse en la Base Estelar Lirpa donde se reunió con el capitán Sisko. Este le informó de la misión y que esta sería conjunta con el Dominion. Esto le hizo sentirse incómodo: era superviviente de la masacre que había sido la 2ª batalla de Chin’toka y muchos amigos suyos habían caído durante la guerra. Pero como le había indicado Sisko las circunstancias de la Federación no dejaban cabida a sentimientos como aquellos y todos tenían que hacer concesiones y esfuerzos. Tras la muerte de la líder del Dominion los supervivientes se habían puesto bajo las órdenes del contestable de DS9, el cual les había ordenado colaborar con las fuerzas de la Federación. Tras localizar la base de clonación Weyoun había solicitado participar en su ataque.
            Hobson jamás había tenido contacto con jem’hadars o vortas y la primera reunión de planificación fue extraña. El oficial asignado como responsable tenía una actitud altiva y engreída, aunque resuelto a destruir aquella factoría al estar ultrajado porque el Imperio utilizaba tecnología desarrollada de los Fundadores. El primero jem’hadar observaba todo en silencio, con un orgullo que no podía ocultar ni que trataba de hacerlo. Sisko intentaba conciliar las posturas tácticas con Gelnon: el ataque era complicado porque Terra Nova estaba muy bien protegido, incluyendo una red de taquiones y un destructor destacado permanentemente, además su proximidad al Sector 001 hacía que los refuerzos pudieran llegar de manera inmediata. Se barajaban diversas alternativas, desde una fuerza de infiltración, a un grupo de ataque planetario formado por un regimiento del jem’hadar al completo, cubierta por otro grupo de contención formado por un crucero de batalla para defender el sistema. Durante aquella reunión el capitán estelar descubrió que aquel ataque era uno más de una ofensiva a gran escala a lo largo de todo el espacio ocupado por el Imperio. Tras horas de discusión la voz fuerte y profunda del jem’hadar hizo callar a todos. Su propuesta provocó que Hobson se estremeciera. Indicó que la mejor táctica era un ataque suicida: era la manera la rápida y efectiva.
            Tras esto el vorta se quedó lívido. Sisko no dijo nada, como si supiera lo que iba a ocurrir. Y Hobson no supo que decir. Al salir el capitán del Lakota no pudo dejar de decirle lo que pensaba de su plan y la respuesta de Rak’tazan fue tajante: “Ustedes los humanos dan demasiado valor a la vida. Nuestra vida no es nuestra, pertenece en su plenitud a los Fundadores. Ellos nos crearon para servirles y lo hacemos por que así es el sentido de las cosas”. En las siguientes reuniones Hobson no pudo sino fascinarse con aquel guerrero profesional y a su manera era honorable, frío y con una determinación digna de cualquier fanático. Pero también fue el primer en indicar que una rápida supresión de las fuerzas imperiales aumentaría las posibilidades de liberar a los prisioneros de la Federación. No era extraño que tantos de sus amigos habían perecido en la guerra contra el jem’hadar. Tras aquello se preguntó la cantidad de vidas que hubieran tenido que hacer falta tener que sacrificarse para vencer al Dominion.


Dique espacial, la Tierra

            Nada más llegar a Bajor Vantorel había recibido la orden de dirigirse a la Tierra para asistir a una reunión convocada por Daran. Al llegar se encontró con una reunión de urgencia de alto nivel que había organizado el Moff Supremo Daran con los responsables de los diferentes sectores y departamentos, como los almirantes de las diferentes flotas. Curiosamente no estaba ni Eckener, que hasta entonces lideraba el superdestructor Conqueror, ni el consejero Molzer.
            – Literalmente nos han cortado por la mitad – informó el general Ferrie, encargado de las operaciones y jefe de estado mayor militar de Daran –. Son más de un centenar de ataques e insurrecciones planetarias a lo largo del Imperio Klingon, Romulano y la Federación, así como otros neutrales que ocupamos. Y quien no se ha levantado en armas contra nuestras tropas, hacen desobediencia civil: desde Vulcano, Efros, Betazed o Trill, e incluso otros mundos que no suelen ser pacíficos. Finalmente los gorn han atacado a lo largo de toda su frontera, incluyendo varios de nuestros puestos avanzados en mundos klingons, los informes indican que luchaban junto a fuerzas de estos.
            – ¿Y el resto de potencias?
            – No hay informes de movimientos por parte de los tholianos. En Cardassia el legado Broca continúa luchando contra los breen, pero los informes no son concluyentes – respondió el responsable de la inteligencia.
            – ¿Sugerencias? – lanzó Daran en la sala, lo que produjo un silencio sepulcral.
            – Retírese – dijo entonces Vantorel con tranquilidad, dejando a todos los asistentes helados.
            El almirante observó a Daran, el cual no era un burócrata codicioso o corrupto que se medía por el poder administrativo o un militar que buscara el honor y la gloria en la conquista de territorios mientras acumulaba riquezas y amasaba una fortuna. Era un miembro selector del servicio secreto, pragmático e interesado en un juego más sutil y peligroso en el que se ejercía el control sobre otros seres sin que estos supieran que lo hacía, no estaba interesado en demostrar los dominios que controlaba, sino en estrategias a largo plazo, por lo que no le importaba sacrificar una pieza para ganar la partida. Y Vantorel conocía cuales eran sus planes secretos, para los cuales el antiguo líder del ubictorado necesitaba más tiempo. Y se lo acababa de ofrecer.
            – ¡Está usted loco! – vociferó Corran ultrajado, casi con la mirada sedienta de sangre. No era ningún secreto que este despreciaba la herencia alienígena de Vantorel, mientras este menospreciaba las brutales tácticas de Corran –. ¡Retirarnos! Nosotros tenemos el control…
            – El control de nada – le increpó Vantorel con brusquedad –. Nos han golpeado allí donde más débiles somos. En la superficie de los mundos, donde nuestra superioridad está disminuida sin un soporte naval adecuado. Y ese soporte está repartido por la mitad de esta galaxia, persiguiendo a un enemigo que conoce esta región mucho mejor que nosotros.
            – ¿Qué propone? – le preguntó entonces Daran con interés, haciendo callar al resto de los asistentes.
            – Retirarnos a un territorio más pequeño. Nosotros concentraremos nuestros recursos, mientras que ellos dispersarán los suyos intentando ayudar a todos los mundos que hemos dejado.
            – Eso reduciría sus objetivos a atacar – puntualizó Ustel del cuerpo de ingenieros.
            – Y los nuestros a proteger – replicó Vantorel con la seguridad que solo podía desplegar un avezado militar.
            – Su idea me gusta almirante – indicó Daran pensativo –. Esa retirada táctica también podríamos utilizarla como una poderosa arma política.
            – Si ahora nos retiramos parecerá que somos débiles y otros tantos mundos se alzarán contra nuestra ocupación – advirtió Corran, insistiendo en su negativa de repliegue.
            – Tal vez lo mejor sería un punto medio – sugirió el coronel Xabor que destacaba por su uniforme carmesí de la Guardia Real del Emperador, así como un sablede luz al cinto. Vantorel se había fijado en aquel detalle al entrar en la sala, preguntándose si este sería rojo como el que había visto empuñar a Vader años atrás.
            » Retirarnos de aquellos planetas menos importantes y atacar otros al mismo tiempo.
            – ¿Qué objetivo atacarían? – preguntó Daran con curiosidad.
            – La Base Estelar 50, claro está – respondió Xabor –. Según los informes la estación cayó en sus manos sin lucha. Es una instalación vital para reparar sus naves y está en una posición estratégica para lanzar un ataque sobre los sectores centrales de Federación. Personalmente lanzaría un ataque masivo contra ese sistema y luego golpearía otros que hayan ocupado. En Tiburon está siendo asediado todo un Grupo de Ejército, miles de soldados y vehículos. Y por supuesto a los gorn, han de ser un ejemplo para quien quiera atacarnos a traición.
            – Los gorn tendrán que esperar para más adelante… – empezó a decir Daran.
            – Si no les castigamos alentaremos que otras potencias que aún no se han unido a la resistencia sí lo hagan – le interrumpió Corran –. Tholians, breen, los talarianos o incluso los tzenkethi. ¿Quién sabe sino más potencias nos desafiarán?
            Daran sabía que sus recursos eran limitados para empezar a evacuar a las guarniciones más alejadas, proteger aquellos planetas que iban a mantener bajo su control y al mismo tiempo lanzar una ofensiva. Pero debían de mantener el miedo al Imperio. Por lo menos hasta completar sus planes.
            – Bien almirante Corran demostrar todo el poder del Imperio a Gornar serán su responsabilidad – le indicó a este, que sonrió satisfecho.
            Corran asintió con firmeza y salió de la sala de reuniones satisfecho. La cesión que acababa de hacer Daran era la demostración de que el control del pérfido responsable de la inteligencia imperial se estaba desmoronando.
            – Ahora tenemos que empezar a designar que planetas evacuaremos y organizar la parte logística – prosiguió el moff supremo con una voz más segura de sí misma.
            » General Kartner… – le dijo al responsable de logística de las fuerzas imperiales, pero en esos momentos un oficial entró en la sala de conferencias, provocando la ira de Daran, que se levantó furioso.
            – ¡Qué quiere!
            – Disculpe señor. Acabamos re recibir una información desde nuestra embajada en Cardassia Prime. El legado Broca ha caído. No hay más información.
            Daran se quedó en silencio, luego poco a poco se giró hacia Vantorel. Nadie en la sala dijo nada mientras el Moff Superemo volvía a sentarse en su silla.
            – Regrese inmediatamente a Bajor – le dijo despacio a Vantorel –. Averigüe que ha ocurrido. Este asunto se lo dejo en sus manos.



            En la misma silla que se habían sentado los capitanes Styles y el legendario Hikaru Sulu, el capitán Hranok observaba la superficie de MS I, una pequeña colonia de la Federación situada en el extremo de su territorio en el cuadrante Alfa. En el 2369 había sido atacada por los zánganos borgs individualizados liderados por el androide Lore, pero tras aquel incidente el asentamiento se había reconstruido y crecido. Cuando llegó el Imperio tenía ochenta mil habitantes, la mayoría de los cuales centrados en la explotación agricultura del planeta y la manufactura de bienes de consumo artesanos. Pero el imperio no quería aquel lugar por sus cereales y frutas, sino como para establecer uno de sus instalaciones para retener a los prisiones tomados durante la invasión. Ahora cincuenta mil romulanos, klingons y miembros de la Flota Estelar permanecían retenidos tras las alambradas.
            – La seguridad ha sido reforzada – dijo Rekar tras examinar los datos de los sensores que aparecían en la pantalla principal, el jefe de los comandos del Tal’shiar que iban a encabezar el asalto –. Aunque eso no altera nuestros planes.
            El boliano, antiguo oficial táctico de la Saratoga en la batalla de Wolf 359, miró a Rekar que no dejaba de mostrar ningún tipo de inseguridad en su rostro. Y recordó como este había sido capturado por dos simples hologramas médicos cuanto se apoderó de la Prometheus años atrás.
            – Que el escuadrón de cazas Peregrine empiece a prepararse. Una vez hayan desactivo los escudos, se transportará con el resto del equipo de asalto.
            Indicó Hranok y el romulano asintió seguro de sí mismo. En otros cinco campos como aquel, sendas naves estaban preparándose para atacar sus instalaciones. El plan consistía en evitar que el Imperio ejecutara a los prisioneros como represalia por la ofensiva que se estaba desarrollando por todo lo largo de los cuadrante Alfa y Beta. Ambos soldados habían pedido participar expresamente, ya que los dos habían sido liberados del cautiverio en Markore VI meses atrás. Rekar languidecía en una prisión de la Federación, tras su desafortunada misión a bordo de la Prometheus, cuando esta fue ocupada por el Imperio. Mientras que él había sido capturado junto al resto de su tripulación del USS Gorkon después de que esta cayera bajo el fuego de las armas iónicas mientras defendían la Base Estelar 117. Delante de sus ojos los stromtroopers habían ejecutado a la capitana Margaret Clark y tenía que reconocer que otros lo habían pasado peor que él en la prisión de Markore. Tras el rescate estuvo esperando volver a entrar en acción, asignándole el mando de aquel veterano prototipo que se encargó, junto a un puñado de tripulantes y oficiales de dispares procedencias, de ponerla de nuevo operativa tras sacarla del depósito naval de Qualor II, actualizando tan solo los sistemas esenciales. No tenían mucho más tiempo, ya que se había presentado voluntario para emprender el  rescate de otros campos de prisioneros. No había dudado en hablar personalmente con el capitán Sisko, con el que había coincidido en la Saratoga años atrás. Quería hacer lo mismo que este había hecho con él y su antiguo superior había aceptado su petición.
            Una vez tomada la base y rescatados los prisioneros, estos serían transportados a varios cargueros que esperaban ocultos en el sistema. Entre ellos se encontraba el Xhosa de la segunda esposa de Sisko, tal vez este pensara que Hranok sería alguien adecuado para protegerla, lo que por otro lado para él era un honor.


La Lokonor

            La intensa luz de aquella estrella entraba en el despacho de Banzar, que no había probado bocado del almuerzo que le habían traído. Tras la batalla habían puesto rumbo a un remoto sistema deshabitado, donde les habían indicado que una nave estelar se encontraría con ellos. Ahora esperaban.
            Su primer oficial entró en su despacho interrumpiendo los pensamientos de Banzar sobre lo que acababa de hacer. Desde la batalla no habían tenido tiempo de hablar y por primera vez estaban solos. En el rostro de Congruit su oficial superior podía ver claramente los sentimientos encontrados, alegría y miedo, todo ello bajo la máscara translúcida de la profesionalidad.
            – Aquí está la lista de los que no quieren unirse a nosotros – le dijo alargándole un cuaderno de datos –. En total una cuarta parte de la tripulación que hay a bordo, señor.
            – Solo tengo una cuestión que hacerle – dijo Banzar después de leer la lista, lo que le llevó un buen rato. Congruit se enderezó, esperando la pregunta –. ¿Estaba enterado del ataque a la Estación Llegada?
            – No señor – respondió rotundo –. Fue pura casualidad. Habíamos escogido ese momento por que habían bajado al planeta la mayoría de los oficiales que no estaban con nosotros. Nuestra intención era abandonar la órbita y saltar al hiperespacio antes de que nadie pudiera reaccionar. Pero nos sorprendió el ataque.
            – ¿Y yo?
            – Tenía la esperanza de que se uniera a nosotros.
            – ¿Y con los tripulantes y oficiales que no pensaban como ustedes?
            – Originalmente íbamos a dejarlos en algún planeta.
            – ¿Y después que harían, unirse a la Rebelión?
            – Algunos hablaron de ello. Otros no estaban convencidos. Tal vez usted… nos hubiera guiado en que hacer.
            – Bien. ¿Y ahora que pretende hacer?
            – Aun no lo hemos decidido, señor. Lo que queríamos era dejar de matar a inocentes en nombre de un emperador que ya está muerto.
            – Capitán, disculpe – le interrumpió la voz del técnico de comunicaciones por su comlink –. Una nave estelar, la USS Minnow, ha entrado en el sistema. Su capitán quiere hablar con usted.
            – Pásemelo a mi despacho – indicó Banzar. Y en la pantalla de su ordenador personal apareció la imagen de un oficial humano de piel cobriza. Nada más aparecer el capitán de la Lokonor se presentó.
            – Mi nombre es Jonas Grumby – dijo cortésmente –. Me gustaría hablar con ustedes, sobre su nueva situación. Si quiere podría subir a bordo de mi nave.
            – Por supuesto capitán – respondió Banzar y la imagen del oficial de la federación desapareció, luego se giró hacia su primer oficial –. Informa el resto de los conspiradores de que esta noche cenaremos fuera.
            – Sí señor – indicó Congruit sin poder ocultar una sonrisa.
            – Por cierto, deja a bordo a los de mayor confianza. Esta deserción está demasiado reciente. Y empieza a buscar posibles saboteadores.
            – Sí, señor.


            El grupo estaba formado por Banzar y Congruit, además de los oficiales de navegación y tácticas, los tenientes Ton Kenlin y Crix Luwingo. A bordo de se habían quedado los otros dos cerebros de la sublevación, el ayudante del jefe médico el doctor Ken Fasat y el ingeniero jefe Han Nagiva.
            Le esperaban en la sala del transporte del Minnow la teniente Curtis, una mujer de mirada serena y el pelo recogido sobre la cabeza, quien les saludó y tras presentarse como la responsable de su transición. Luwingo antes de bajar de la plataforma quiso comprobar si su arma había sido desactiva. Pero simplemente descubrió que no estaba allí.
            El capitán del Minnow les recibió en una sala donde habían preparado una cena diplomática, junto al resto de su oficialidad. Banzar imaginó que sus anfitriones querían hacerles sentir lo más cómodos posible en su nueva situación, que vieran que no estaban solos y que podían confiar en ellos. Aun así la tensión era palpable, ninguno de los oficiales imperiales decía nada o se atrevía a moverse.
            – ¿Y qué va a hacer ahora, capitán? – preguntó al fin Grumby intentando acercarse a su homólogo.
            – ¿Yo? – replico este –. En realidad ya desconocía las intenciones de mi tripulación. Ellos eran los que querían desertar.
            – ¿Pero ahora se encuentra a su lado? – preguntó Curtis con curiosidad. Cuando una nave o una unidad militar desertaba, siempre era empujada por su oficial superior juicioso o disidente del Nuevo Orden, empujados normalmente por la costumbre de obedecer las órdenes.
            – Su blaster apuntándome no me ofreció mucha alternativa, teniente.
            – El capitán Banzar es un hombre honorable – se apresuró a indicar Congruit, que consideraba a su superior más como a un mentor que se había preocupado más por él que su propio padre –. Estaba convencido, y aun lo estoy, de su repulsa a las políticas de Palpatine y sus secuaces, aquí y en nuestra galaxia. Mi intención es poder unirnos a la rebelión. Por su presencia en la Estación Llegada sé que la Federación ha contactado con ellos. Y, con el permiso de mí capitán, me gustaría ofrecer la Lokonor y mis servicios como oficial.
            – ¿Y usted capitán, que intención tiene ahora? – volvió a preguntar Grumby.
            – En realidad las opciones son limitadas – respondió Banzar tras un prolongado silencio, sus subordinados querían saber que era lo que decía su capitán –. Unirse a la rebelión es la mejor alternativa, el Imperio nos perseguirá hagamos lo que hagamos. Nos buscará como un cazador a su presa. Por lo tanto lo lógico, como diría un vulcano, es intentar destruir al cazador antes de que este acabe atrapándote. Además: no contamos con infraestructura para mantener nuestra nave. Y por otro lado, la piratería no me parece un destino demasiado atractivo.
            – Si esa es su decisión, sepan que la Flota Estelar les proporcionará la ayuda y el soporte que necesiten – respondió Grumby –. Y como ha indicado su primer oficial, hemos firma un tratado de colaboración con la Nueva República, de manera que les pondremos en contacto con ellos.
            – ¿Cuál es esa ayuda? – preguntó Congruit.
            – En primer lugar identificar a posibles saboteadores entre su tripulación, con una entrevista personalizada – le contestó la teniente Curtis –. Una vez completada la dotación su nave pasará a engrosar nuestras fuerzas en la lucha contra el Imperio.
            – ¿Y los crímenes que hayamos cometido? – preguntó Kenlin, el oficial de navegación, cuya preocupación por las represaliar por las acciones que habían protagonizado bajo el pabellón imperial, era una de sus mayores reticencias para unirse a los amotinados y a las filas de la rebelión.
            – Por supuesto aquellos que hayan cometido crímenes de guerra – le respondió Grumby con prudencia –, tendrán que responder por ellos. Pero también se tendrá en cuenta las circunstancias de cada uno, antes y después de desertar, por supuesto.


Nueva Fabrina

            La capitana Breeder se materializó en el centro de operaciones de su estación. La había abandonado poco antes de la llegada del Imperio y ahora regresaba a la Base Estelar 276 para expulsarlos de su mundo tras el combate para liberarla. Por desgracia muchos de los sistemas no funcionaban o estaban fuera de línea, por lo que había utilizado los transportadores de la runabout Lena para regresar a su puesto de mando. La estancia estaba iluminada por la señal roja de alerta y por tenue la luz de los LCARS de las consolas. En ese momento la consola de operaciones se sobrecargó, generando una chispa que iluminó la estancia durante unos instantes y elevándose una humareda espesa que se unió al aire cargado de otras explosiones.
            Una operaria fabrini se acercó con un extintor portátil y extinguió las llamas.
            – Bienvenida a bordo, capitana – le dio la bienvenida su ingeniero jefe Sean Valera. Esta asintió y se acercó al tablero de control maestro que había en el centro de operaciones y donde estaban reunidos varios oficiales e especialistas civiles.
            » Los escudos están a un 30%, tenemos solo operativas la mitad de las trincheras phaser, pero los lanzadores de torpedos están operativos – le informó de los daños –. Contamos con los impulsores de maniobra para corregir la órbita, por lo que podemos orientar nuestras armas moviendo la estación. Lo mejor es que el reactor está planamente operativo.
            – Priorice los escudos y el armamento – ordenó Breeder –, el resto puede esperar. Le dejo al mando aquí arriba, si necesita más personal para las reparaciones le mandaremos los ingenieros civiles que necesite. La fragata Natira y el morauder de Tarr les cubrirán cuando las fuerzas imperiales regresen para contraatacar. Yo permaneceré en la capital.
            – Sí capitana – respondió Valera con firmeza. Sabía que Breeder quería estar cerca de su gente para proteger su reconstruida civilización. Hacía varios años que le habían asignado a la Base Estelar 276 y enseguida apreció al pueblo fabrini, amistoso con los extranjeros y en extremo leal a la Federación. Mientras que a su superior la respetaba por siempre intentar buscar el bienestar de su tripulación y usar sus recursos para ayudar a otros. Aliana era una buena oficial y se merecía que su pueblo sobreviviera –. Por cierto, acabamos de recibir una comunicación de la Base Liberty.
            – ¿A quién está dirigida? – preguntó Breeder.
            – A todo su pueblo, capitana – indicó entregándose el PADD donde había descargado el mensaje.
            Breeder lo cogió y lo leyó con detenimiento:          

El fabrini es un pueblo antiguo y nuestras raíces se extienden por milenios entre las estrellas. Escapamos de la extinción de nuestra civilización gracias a un largo y azaroso viaje a bordo de la nave asteroide Yonada. Cuando llegamos al Planeta de Promisión reconstruimos nuestra cultura con la ayuda de nuestros amigos de la Federación guiados por las sabias decisiones de suma sacerdotisa Natira. Ahora nos encontramos sometidos por el malvado Imperio Galáctico cuya única intención de oprimirnos y controlarnos. Pero no lo permitiremos. Y no estamos solos en la lucha por nuestra libertad. Miles de millones de otros seres esclavizados por nuestros enemigos están a nuestro lado a en este crucial momento en que se peleamos a vida o muerte para proporcionar un futuro a nuestros hijos. Así que os digo, os pido, os recuerdo: la hora de la acción ha llegado. La batalla por Nueva Fabrina, es el combate por la libertad de la galaxia. El destino de nuestros hijos está en juego. Ahora es el momento de la alzarse contra nuestro enemigo.
Nara Plumber,
Representante fabrini

            – Que se difunda por todos los canales del sistema – indicó devolviéndole el PADD, Valera la conocía lo suficiente para saber que estaba emocionada, aunque intentaba disimularlo. Allí estaba todo controlado, así que Breeder presionó su comunicador y pidió a la Lena que la volviera a transportar a la superficie.


            La comunicación que Breeder más temía por fin había sido emitida en el periódico “Voz de la libertad”: la segunda parte del poema andoriano: «Para 8-21. Su luz cae con monótona languidez, toda sofocante y pálida». La estaban ordenando iniciar una insurrección general en su planeta. No lo dudó y activó los preparativos para primero tomar su antigua Base Estelar, para luego reducir la guarnición y la presencia imperial en la superficie, al mismo tiempo que atacaría las instalaciones orbitales que amenazaban Daran V. El plan era delicado y estaba sujeto a la sincronización para evitar que se alertara de lo que estaban ocurriendo.
            Pero retomar la estación no había resultado como se esperaba. Una fragata que se encontraba repostando advirtió lo que estaba ocurriendo y había atacado a la base y alertando de los sucedido. La batalla que se desató fue corta, pero intensa: la nave imperial se separó y empezó a disparar contra la estación que estaba siendo asaltada. Solo la intervención inesperada del morauder del daimon Tarr logró dañar la nave enemiga, que escapó saltando al hiperespacio. Para entonces la alarma ya había saltado en todo el sistema. En Daran V las tripulaciones de las estaciones armadas empezaron a disparar contra las ciudades de los shesshran con sus baterías turbolásers. Sus runabouts y la Natira, equipadas con sendos sistemas de ocultación, ya desplegadas para neutralizar las estaciones orbitales, aparecieron y las atacaron, que al estar apuntando sus armas contra el planeta no pudieron redirigirlas a tiempo antes de que sus defensas se derrumbaran ante los impactos de los torpedos de fotones y los phasers y lásers de sus atacantes. Sin pérdida de tiempo, ni bajas, se trasladaron a Nueva Fabrina.
            Allí los ataques contra las patrullas, la residencia del general Garbi, el espacio puerto y la factoría de Sienar, custodiadas por tropas imperiales, había sido un éxito. Pero la mayor parte de las tropas se habían atrincherado detrás del recinto fortificado de la guarnición, que bajo su poderoso escudo deflector podía aguantar el bombardeo orbital hasta la llegada de refuerzos.
            Hacía varios días que los objetos de los museos habían sido llevados a lugares seguros, ahora tenían que proteger algo más preciado aún: su gente. En previsión de las represalias, se empezó a evacuar a la población de la capital. La de los barrios periféricos había sido llevada directamente a otras poblaciones, la mayoría usando las cabinas de transportación, otros con los vehículos de los transportes públicos. Mientras que los que vivían en el centro de la ciudad se habían refugiado en los antiguos túneles debajo de esta. Así la calles estaban desiertas, patrulladas por guardias fabrinis y voluntarios, mientras el grueso de las fuerzas de la resistencia y los tripulantes de la flota tomaban posiciones alrededor de la guarnición para impedir que pudieran desplazarse sus ocupantes. Estos contaban con ligeros y rápidos andadores AT-ST, junto a los pesados AT-AT y otros vehículos, así como torretas turboláser y cazas TIE que podían arrasar la ciudad en cualquier momento. La resistencia contaba con algunos miles rifles phaser Tipo-3 fabricados aquellos meses, así como desintegradores isomagnérticos y lanzadores de pulso tetryon más potentes. Los cuales no serían capaces de detener a la legión de soldados de asalto si decidían salir de la fortaleza donde se encontraban y plantarles cara.
            Breeder se materializó en el puesto de mando avanzado, situado en un sótano de una casa desde donde podían observar la siniestra guarnición. Estaba Tannery, responsable de la guardia fabrini, su oficial de seguridad Oisle, así como Tarr, el ferengi bajito y de ojos brillantes, recién llegado de su nave. En aquel momento Breeder sabía que su mirada codiciosa y su sonreía de satisfacción no estaban pensando en los futuros beneficios, sino en haber sorprendido a todos con su ataque a la nave imperial. En aquel caos la búsqueda del respeto personal estaba por encima de las barras de oro prensado latino. Tal vez los ferengis sí iban a poder redimirse.
            – No parece que quieran salir – informó Oisle mostrando una pantalla con la disposición de las posiciones alrededor de la guarnición –. Han reforzado la valla, pero apenas hay vehículos patrullando el perímetro. Sus escudos están a máxima potencia.
            – Saben que podemos derretirlos desde la órbita en cualquier momento – intervino Tarr.
            – Destruyendo en el proceso la capital Natira – le recordó Breeder –. Por ahora eso queda descartado.
            – Capitán Breeder – anunció la voz del Valera a través de su comunicador –, detectamos naves procedentes de Daran IV. Solicitan permiso para aterrizar y unirse a la lucha.
            – Eso es perfecto – replicó ésta alegrándose que los shesshran quisieran combatir al Imperio. Eran bien conocidos como cazadores aguerridos y valientes, aunque guerreros su individualismo les impedía forjarse una merecida fama de soldados. Aun así toda ayuda iba a ser bien recibida, podría distribuirlo alrededor de la guarnición y aumentar sus efectivos –. Facilíteles las coordenadas del espacio puerto, la presencia imperial ya ha sido reducida y se están reparando los daños en las instalaciones.
            – No creo que vayan a caber capitán – respondió este enigmático.
            – ¿Qué no cabrán? – repitió ésta sorprendida –. ¿Cuántas naves son?
            – Han informado que el primer contingente está formado por unas cuarenta. Detectado Cuarenta y tres. En el planeta se están preparando para embarcar más guerreros en todas las naves disponibles, estiman que serán unas cien más. Dicen que harán más viajes.
            En ese momento Breeder se sintió orgullosa, sus vecinos, a los que había ayudado poco antes, ahora les devolvían aquel gesto enviado refuerzos para defenderse de sus mutuos enemigos.
            Un guardia entró en ese momento en la estancia y habló con (curtidora) en voz baja. Esta asintió solemne y le despidió.
            – Ya se ha difundido el mensaje de la represente Plumber frente al Consejo de la Federación – dijo en ese momento Tannery con cierta ceremonia y respeto, como si de un mensaje del Oráculo se hubiera tratado –. Y se han presentado nuevos voluntarios para la lucha.
            – Distribuya el resto de las armas que nos quedan – indicó Breeder con renovada satisfacción –. También la de los soldados de salto abatidos en el espacio puerto y en la factoría de Sienar. Con estas lograremos armas a un centenar más de voluntarios…
            – No creo que sean suficientes, capitana. Tal vez deberíamos pedir más a los shesshran.
            – ¿Cuántos voluntarios hay? – volvió a preguntar sorprendida.
            – Todo el pueblo fabrini capitana Breeder – dijo Tannery con una gran sonrisa de orgullo –. Se niegan a ser evacuados. Mujeres, hombres, niños y ancianos, todos quieren colaborar en la lucha. Desde otras localidades nos informan que hay más voluntarios.
            Allí estaban los descendientes del pueblo que la suma sacerdotisa Natira había guiado al llegar al Planeta de Promisión prometido por los constructores de Yonada. Todos unidos en una misión común, sin que el instrumento de obediencia que antaño había controlado el Oráculo, les obligara. Habían venido por su propia voluntad para luchar por su libertad.


El Annihilator

            La lanzadera de Vantorel se encontró con la nave insignia de la IV Flota a medio camino del sector de Bajor. En el hangar una guardia de honor, junto a los oficiales superiores, formó para recibir a su comandante.
            – ¿Cuál es la situación en Cardassia? – preguntó aun en la rampa de la lanzadera.
            – Aun no lo sabemos, señor – respondió Adel –. Hubo un ataque relámpago en Cardassia Prime. Las comunicaciones están interrumpidas y han sitiado nuestra embajada, lo que impide saber nada más. Los medios oficiales han informado de la ejecución de Broca por alta traición al detonar el satélite de su planeta. Pero no hay confirmación.
            – ¿Y el resto de sus hombres de confianza?
            – La lucha contra los breen prosigue en el sistema Kora y Kelrabi. La , y 8ª Órdenes están en alerta máxima, pero muy dispersas por la frontera. La 2ª Orden está evacuando algunos planetas de la Zona Desmilitarizada dejándola en poder del maquis. Sabemos que los gobernadores militares de Soukara y Loval han partido hacia la capital – indicó su ayudante, al tiempo que las sirenas de aviso resonaban en todas las cubiertas del destructor. Segundos después este saltó al hiperespacio rumbo a Bajor.
            – ¿No ha habido ningún comunicado de Damar?
            – No señor. Aunque en el último informe retransmitido desde nuestra embajada nos confirmaban que encabezaba el ataque a la Comandancia Central.
            – ¿Y la situación en Bajor?
            – Se mantiene en calma, señor. Parece ser que el general Alhana ha desbaratado una huelga general que se estaban organizando en la administración pública.
            – No tenemos que preocuparnos de Alhana y Bajor – sentenció Vantorel –. Que Dardel y Valorum trasladen sus escuadras a DS9. Tal vez el Dominion aproveche este momento para atacarnos a través del agujero de gusano.
            – Ya lo he ordenado, así. Señor.
            – Que empiecen a organizar la evacuación de todas las bases y puestos avanzados que están bajo mi jurisdicción, con discreción – ordenó Vantorel –. En breve recibirá una lista desde la Tierra de los primeros lugares de los que nos retiremos, serán los más alejados del centro de la Federación. Que esas fuerzas queden en reserva sin salir de nuestro territorio. Y que cualquier unidad bajo asedio se limiten a acciones defensivas, cualquier otra acción, incluidas las represalias, han de estar autorizados únicamente por mí.
            – Sí, señor – respondió su ayudante extrañado por la orden de retirada.
            – Muy bien – replicó Vantorel muy satisfecho por la eficiencia de Adel. Claro que lo había entrenado personalmente y no debería haberle sorprendido. Aun así su joven ayudante tenía ese don: sorprenderle. Por eso era su mano derecha.
            » Hay otra cosa, tras la emboscada del Conqueror, ordené que Lepira permaneciera a bordo.
            – Así es señor. Se encuentra en el centro de inteligencia. Junto al coronel Nass. ¿Quiere que le indique que quiere verle?
            – Por ahora no. ¿Pero quién es el responsable de interrogación a bordo?
            – El teniente Dangor, señor.


            La puerta de la celda se abrió y salió flotando un ovalado droide de interrogatorios It-0, donde se encontraba Lepira, pálido, con un hilo de sangre que le caía de los labios amoratados, intentando encogerse sobre la silla sobre sí mismo, imitando la posición fetal, retorciéndose de dolor y con los ojos fuera de las órbitas. Temblaba y respiraba a horcajadas, sin fuerza alguna para gritar o incluso gemir. Se había resistido mucho más de lo que esperaba Vantorel, pero finalmente se había quebrado y dicho la verdad.
            – ¿Me entenderá? – le preguntó al oficial que había conducido el interrogatorio.
            – Sí, señor – respondió Dangor dubitativo, era un interrogador veterano que había sometido a muchos otros seres a lo largo de su carrera. A pesar de eso la sesión había sido un tanto extraña, ya que durante la misma Vantorel le había estado dando instrucciones, desde otra habitación, de que debía preguntar, como si el almirante ya conociera las respuestas. A pesar que Lepira, como oficial de ubictoriado estaba entrenado para soportar una sesión como aquella, Dangor se había sorprendido de la resistencia, pero al final el dolor había doblegado, como siempre, su resistencia.
            El almirante se acercó y se sentó a su lado. Lepira alzó lentamente la cabeza. Su mirada, aunque clavada en Vantorel, estaba ausente.
            – Te tengo entre los pocos seres que pueden considerarse como mis amigos Theron, por eso te he pido disculpas – dijo después de un largo silencio –. Pero tenía que estar seguro. Y esta era la única manera.
            Lepira intentó articular una respuesta, pero aunque sus labios se movieron no salió de su boca nada más que una bocanada de aire, débil y sin fuerzas. Vantorel esgrimió una sonrisa de circunstancias, realmente no había querido hacer aquello, pero no podía fiarse de que Lepira le dijera la verdad de buena gana y debía de estar seguro de que este era un traidor.
            Entonces se incorporó y girándose hacia el interrogador dijo.
            – Llévenlo a un tanque de bacta.
            – Pero señor... – dijo sorprendido.
            – ¿No me ha entendido?
            – Sí señor – replicó sumiso.
            – Solo un poco – puntualizó –. Para que pueda razonar.
            – Por supuesto, señor – dijo este, pensando en que así podría volver a iniciar su trabajo. Bajó la cabeza en un servicial gesto cuando Vantorel abandonó la celda.


            La situación de Lepira era muy distinta a la última vez que Vantorel había estado con él. Unas horas en el tanque de bacta le habían recuperado, aunque su estado era aun grave, sabía que no aguantaría otra sesión de interrogatorio. O más bien otra sesión de tortura. Igualmente esta y las drogas ya le habían hecho decir todo aquello que quería y mucho más.
            Vantorel entró en la habitación del centro médico y despidió a los guardias, que les dejaron solos. Luego hubo un largo silencio entre los dos hombres.
            – En breve abandonarás esta nave – anunció por fin el almirante imperial. Lepira asintió, imaginando que sería enviado al centro de interrogatorios situado en la Luna y que llamaban el Monte del Destino. Una base de la Oficina de Seguridad Imperial, cuyos rumores la describían como el infierno hecho realidad –. ¿Te gustaría saber cuando lo supe? Tu verdadero doble juego.
            Lepira no pudo responder, sus pulmones aún estaban encharcados y le costaba respirar, así que se limitó a asentir. Aunque ya sabía lo que le iba a decir.
            – Fue tras la visita de los Profetas – respondió en un susurro acompañado de una sonrisa de complicidad –. Pero ahora sé tú ya lo sabías, que vendrían a mí.
            Lepira asintió, sin dejar de mirarle a los ojos fijamente.
            – Extraordinario. Todo estaba previsto entonces – prosiguió fascinado –. Por eso estabas allí con ellos. También estaba Sisko, que es su Emisario. Entonces me pregunté: ¿por qué? Y la única respuesta lógica era porque trabajabas para ellos. Era tan absurdo que no podía haber otra explicación. Por eso no te tengo rencor, más ahora que entiendo tus motivos. Son tan poderosas esas criaturas, ¿verdad?
            – Más de lo que cree – replicó Lepira haciendo un esfuerzo sobrehumano, que no veía odio en la mirada de Vantorel. Más bien la satisfacción.
            – Te creo Theron, de eso no has de tener ninguna duda. Ahora me arrepiento de no haber estudiado ese Orbe con más detenimiento antes de devolvérselo a los bajoranos – respondió Vantorel –. Pero bueno, los cardassianos aún tienen varias de las Lágrimas de los Profetas, será cuestión de conseguir una de ellas.
            Lepira se horrorizó ante semejante ultraje e intentó decir algo, pero no le salieron las palabras.
            – No te preocupes, les tengo más respeto de lo que crees. Reconozco a aquellos a los que uno ha de temer, sobre todo cuando no se les comprende bien.
            » Esto es lo que quiero que hagas. Será un favor, a cambio de su vida. De su libertad. Quiero hablar con Sisko. En dos días, en el valle de Kendra, al amanecer. Él sabrá donde.
            Lepira contempló como la tercera profecía acababa de cumplirse y se sorprendió de estar vivo. Nunca creyó que vería el final de la ocupación imperial de la Vía Láctea. Pero aquello no acababa allí y este sacó de su bolsillo un pequeño holoproyector, al activarlo una imagen apareció como suspendida en el aire, iluminando el rostro del almirante. El de Lepira se truncó en la expresión más horrible imaginable.
            – Como regalo le entregarás estos planos del arma que está construyendo Daran.
            La Estrella de la Muerte no estaba en las profecías.


            La lanzadera personal de Vantorel se alzó en el hangar principal del Annihilator, giró y salió al espacio desplegando sus alas hacia abajo, alejándose del destructor imperial. A los mandos iba el sirviente kel dor del almirante, a su lado Lepira con el holoproyector en el bolsillo de su casaca, dolorido, pero consciente de la importancia de su misión. No lejos de allí la lanzadera Lambda saltaba al hiperespacio.
            – ¿Estás seguro de esto? – le preguntó Valorum.
            – ¿El interrogador ha muerto? – le preguntó Vantorel ignorando a su antiguo compañero de armas, pero no por desdén, simplemente tenía la mente varios pasos por delante de la jugada que acababa de iniciar.
            – Como ordenaste. Al igual que el coronel Nass.
            – Bien. Es hora de reunirnos con el resto de la flota.


El Carida

            El almirante Corran ultimaba los preparativos para atacar a las fuerzas gorn. Para Corran el atrevimiento de atacar al Imperio de aquellos reptiles era un insulto muy grabe que no iba a dejar impune y menos él. Coordinado con su ataque se lanzaría la contraofensiva imperial en todos los Nuevos Territorios. Para ello estaban replegando sus fuerzas de los planetas que Daran había ordenado evacuar y así reagrupar las naves. Tardarían algunos días, pero para entonces tendría todo el poder del Imperio a su servicio.
            Iba a desplegar todos sus destructores para lanzarse primero contra los puestos avanzados de la Hegemonía Gorn a lo largo de su frontera, para luego volverse contra los planetas que los gorn habían atacado. De esta manera pretendía sorprender a aquellos reptiles por detrás de sus líneas defensivas antes de golpear el interior de su territorio cuyas fuerzas estarían mermadas.
            – Almirante, tenemos informes sobre el movimiento de las naves de la resistencia en los sectores previstos para el ataque – le dijo su segundo.
            – ¡Magnífico! Les aplastaremos como a gusanos.
            – Los capitanes del Dekor y el Admiral Kirlan han informado que están preparando la evacuación de los planetas asignados.
            – Que tras escoltar los convoyes de tropas se dirijan a los puntos de reunión para atacar Cestus III.


Archer IV

            Las zonas de la ciudad más cercanas a la guarnición habían sido evacuadas de civiles durante las primeras horas del asedio. Tras la partida de las naves estelares que había apoyado la insurrección habían llegado tropas regulares con  armamento pesado, apoyadas por los cazas Peregrine y la dotación dejada del dique espacial de la Base Estelar 133. Con ayuda de morteros y el bombardeo de los cazas, estos habían puesto en asedio a las tropas imperiales acosadas inicialmente por las fuerzas policiales del planeta y los civiles armados, que habían permanecido dentro del perímetro exterior y la plataforma de aterrizaje.
            Giral y su grupo estaban en la zona de la plataforma junto a un batallón de soldados andorianos. Estos habían rápidamente tomado la situación asumiendo el control de la batalla y para los archenitas civiles, que habían sido hasta entonces la punta de lanza de la insurrección, la llegada de aquellos profesionales era una bendición. Aun así las fuerzas de la Federación eran pocas y los civiles permanecían codo con codo con los militares.
            Los sensores detectaron la formación naval imperial, que se colocó en la órbita del planeta evitando al dique espacial y sus defensas. Aunque fueron atacados por los cazas, los TIE lograron alejarnos de los veteranos destructores de la clase Victory, al tiempo que escoltaban los transportes que empezaron a evacuar a las tropas asediadas. Una vez concluida la extracción de hombres y equipo, empezó el bombardeo orbital sobre la zona cercana a la guarnición. Las fuerzas de la Federación tuvieron que retirarse hacia el centro de la ciudad, pensando que desde allí se harían fuertes ante el contrataque y resistir hasta la llegada de refuerzos que pudieran enfrentarse a las naves imperiales.
            Lo que no sabían era que las órdenes del capitán del destructor Dekor eran simplemente proteger a la guarnición mientras era evacuada y evitar el enfrentamiento. Aun así una vez estuvieron a bordo las tropas destacada en Archer IV las baterías turboláser del Dekor y las de sus compañeros, que solo habían abierto fuego de cobertura, empezaron a disparar sobre la capital de forma indiscriminada. Tras unas cortas ráfagas y para evitar entrar en el alcance de los potentes phasers del dique espacial que asomaba por la órbita planetaria, cambiaron su objetivo para disparar sobre la superficie del mar. Al poco rato una gigantesca nube de vapor empezó a emerger de océano y las fuerzas del viento la arrastraron hacia la costa. Aunque el capitán de Dekor no creía que aquello sería suficiente para castigar a los sublevados, tenía un horario que cumplir, así que ordenó el cese del fuego y salió del sistema.


USS Defiant

            Lepira se había dirigido a bordo de la lanzadera Lambda hasta la colonia Nerhu cerca del sistema bajorano. El sirviente kel dor de Vantorel, que no había hablado en todo el viaje, le acompañó hasta el contacta que conocía de la resistencia, para regresar al Annihilator.
            Horas después una nave le recogía.
            – ¿Creen que es una trampa? – le preguntó Sisko tras explicarle lo ocurrido y enseñarle el contenido del holoproyector.
            – No. Conozco bien a Vantorel – respondió Lepira en la enfermería de la Defiant mientras Bashir acababa de curar sus heridas –. No es un hombre retorcido, todo lo contrario: es pragmático, tiene un instinto para saber cuándo ha de actuar, no da rodeos cuando ha tomado una decisión. Es muy inteligente. Quiere algo y para conseguirlo nos necesita.
            – La caída de Daran, eso está claro – puntualizó Zahn que también estaba a bordo.
            – Debilitarlo y ocupar el poder. ¿Pero por qué no dar un golpe de estado? Es más práctico que hacer perder vidas de sus soldados – indicó Kira.
            – A no ser que pretenda ser su salvador.
            – No olvidemos la tercera Profecía – dijo entonces Lepira –. Dos hombres serán tocados por los Profetas. El segundo surgirá entre los guerreros de blancas armaduras para conducir a estos fuera de Bajor sin causar destrucción y sufrimiento a su pueblo. Su corazón no está corrupto del todo por el odio y en su interior alberga la necesidad de buscar su lugar entre las estrellas. Los Profetas alentarán ese deseo, pero su destino entrelazo con Bajor está”. Tenga en cuenta una cosa Emisario: Vantorel le admira, le ve como a un igual.
            – Sea lo que sea no podemos permitir que Daran o cualquiera, posea una Estrella de la Muerte. Hemos de destruirla, cueste lo que cueste – confirmó Sisko haciendo referencia a los planos que le había entregado a Lepira.


Bajor

            Era una mañana soleada, con algunas nubes en el cielo y una fresca brisa que mecía las ramas de los árboles. La colina hacía una suave pendiente extendiéndose por debajo fértil y verde el valle Kendra. Allí era donde Benjamin Sisko quería construir una casa al estilo tradicional bajorano y poder vivir con su familia. Y aquel había sido el sitio que había escogido Vantorel para entrevistar con el Emisario de los Profetas.
            A la hora señalada Sisko se transportó al lugar donde quería construir su casa de madera. No esperó demasiado antes de que otro hombre se materializara a pocos metros de él. Los dos oficiales se miraron examinándose detenidamente durante mucho tiempo, hasta que finalmente Vantorel se acercó y le alargó la mano.
            – Me alegra conocerle capitán Sisko – dijo cortes –. Y en estas circunstancias, de igual a igual, todavía más.
            – No puedo decir lo mismo – replicó Sisko y hubo otra larga pausa incómoda.
            – Es un lugar hermoso para vivir – prosiguió Vantorel –. Tal vez yo también me retire a un sitio como este. Pero supongo que no ha venido para ver de nuevo esto.
            – No.
            – Daran está construyendo su propia Estrella de la Muerte – anunció al fin Vantorel –. En realidad más pequeña que las de Palpatine, apenas 65 kilómetros de diámetro, pero igual de mortíferas que las anteriores, ustedes ya lo saben, le entregué los planos a Lepira. Creo que hace mucho que empezó a trabajar en ese proyecto, en él que aplicó parte de la tecnología que les capturamos.
            – ¿Conoce su localización?
            – No. Ni un oficial con mi rango tiene acceso a todos los secretos del Imperio. Por saber, no tendría ni que conocer la existencia de los planos de esa nueva estación de batalla – dijo con una amplia sonrisa de triunfo –. Pero tengo una vaga idea del sector donde puede estar.
            – ¿Y que pretende a cambio?
            – El agradecimiento de la Federación y del Emisario de los Profetas – dijo divertido –. La deuda será pagada a su debido momento, capitán. Eso es todo lo que tengo que decir.
            – ¿Sabe en que nivel de construcción se encuentra?
            – También lo desconozco. En realidad no estoy seguro de que ni exista. Tan solo afirmo que los diseños y diagramas están acabados. Y sobre la pregunta que me ha formulado antes, si se está construyendo creo que su localización está en el sector Barkon o junto a este. Los registros de los movimientos de la flota de suministros siempre son borrados cuando sus naves pasan por allí.
            » Una última cosa. A partir de ahora quisiera poder contactar con usted, de una forma segura. Había pensado que fuera a través de alguien de confianza. Y la vedek Alhana es la persona adecuada.
            – ¿Por qué?
            – Es necesario para mis planes – fue su misteriosa respuesta.
            Sisko le miró detenidamente. A lo largo de su vida había estado frente a muchos seres que podía definir como enemigos: Locutus, Dukat, GowronWeyoun. Ahora estaba frente a otro enemigo de la Flota Estelar con el que tenía que luchar. Lo que por ahora no entendía era dónde encajaban los Profetas con respecto a Vantorel y las profecías que había tenía Alhana siglos antes.
            – Defiant, transporte para uno. Energía.


Cardassia Prime

            Tras la reunión con Vantorel e informar de la posible ubicación de la Estrella de la Muerte, Sisko tenía que hacer otra importante parada. Tras el ataque a la comandancia central cardassiana Garak había partido hacia Cardassia Prime, pero solo unas pocas horas antes habían transmitido la petición de entrevistarse con algún representante de la Federación. El más cercano era el propio Sisko, así que tras salir del hiperespacio, la Defiant fue interceptada por una nave de guerra clase Galor y les acompañó hasta colocarse en órbita sobre la capital.
            Según los acuerdos que habían llegado con Damar, cuando este se hiciera con el gobierno de Cardassia su intención era pactar con los breen una paz inmediata: evacuar todos los territorios de la Zona Desmilitarizada reclamados por los maquis y declarar la guerra al Imperio. Pero nada de esto se había producido, era más, el silencio hacia sus aliados había sido total. Debido a la estructura en células estancas que ahora formaba la resistencia la Flota tan solo había podido contactar con algunos grupos aislados, pero ellos tampoco sabían mucho más. Y aquello era muy preocupante.
            Poco después de llegar, Garak se transportó a bordo de la Defiant.
            – Me gustaría hablar con el legado Damar – le espetó Sisko.
            – Eso es un poco complicado, ya que por desgracia Damar murió en el ataque a la Comandancia Central – dijo con visible pesar –. Iba en cabeza en el asalto a las instalaciones y recibió un disparo.
            – ¿Qué ocurrirá ahora? – preguntó Sisko con preocupación.
            – Eso es algo difícil de decir. Por ahora gul Seskal, su colaborador más estrecho está intentado controlar la situación. Pero Seskal, aunque tiene renombre entre los cardassianos, no es Damar. Y hay otros altos oficiales que disputan el liderazgo. Gul Macet de la 4ª Orden, que fue el responsable del ataque a las instalaciones de Rondac III se perfila con grandes posibilidades de obtener el liderazgo. Pero también se ha de tener en cuenta a gul Lemec de la 8ª Orden o Jasad de la . En este momento la política cardassiana es moverse por arenas movedizas.
            – ¿Y nuestros acuerdos con Damar?
            – Dependerá de los apoyos que Seskal consiga con el resto de guls. Pero por ahora puede descartar la declaración de guerra al Imperio Galáctico. Si algunas de las tropas se han retirado de varios planetas de la Zona Deslimitarizada solo ha sido porque creen que pueden ser más útiles en otro lugar, como en la frontera breen o consolidando su posición política. No ha habido una orden general.
            » Mi pueblo ha sufrido mucho capitán – dijo Garak con pesar y Sisko supo que era una de aquellas pocas ocasiones en la que el antiguo agente y torturador de la Orden Obsidiana decía la verdad –. En cambio Seskal sí necesita su apoyo y su ayuda si queremos que la cardassia que quería Damar la podremos ver algún día.
            – En este momento no podemos prestarles mucha ayuda – reconoció Sisko con igual sinceridad.
            – Lo sé, pero la política cardassiana siempre fue un juego de espejos. Su apoyo a Seskal si vencen al Imperio, puede mantenerle lo suficiente como para no provocar más luchas civiles entre mi pueblo.
            – ¿Y que hará usted?
            – Son tiempos inciertos... capitán – contestó junto a una de aquellas sonrisas enigmáticas que esgrimía cuando no quería que nadie supiera lo que estaba pensando, aunque en aquel momento no pudo disimular la amargura que le invadía por el incierto futuro de su pueblo.


USS Unicorn

            La pequeña nave estaba dando soporte a la incursión para liberar a la colonia Iadara de la ocupación imperial cuando habían recibido la orden de dirigirse al sector Barkon. Tras ayudar en el ataque a la Base Llegada Uno, habían recogido a un grupo de élite de las fuerzas especiales genéticamente alteradas angosianas, que debían evitar todo daño a la industria de desarrollo de naves estelares que tenía el planeta.
            El teniente Narod estudió su objetivo mientras estaban en el hiperespacio. Las indicaciones que tenía eran muy limitadas: rastrear el sector y localizar un posible emplazamiento imperial donde estaban desarrollando una nueva y poderosa arma. No le habían indicado de que se trataba, ni tampoco que tipo de instalaciones, debía de buscar. El sector contaba con una treintena de sistemas estelares y el primero en la lista era el sistema que daba nombre a aquella zona poco explorada del espacio y que albergaba un planeta de clase M con una civilización preindustrial. Según los registros este había sido explorado con sondas automáticas de largo alcance y tan solo había sido visitado en una ocasión, cuando una de aquellas se había precipitado al planeta tras un accidente y un equipo tuvo que rescatar sus restos.
            – ¿Qué tiene de valioso el sistema? – preguntó Narod mientras se acariciaba la frondosa barba marrón, aunque ya empezaba a encanecerse, que le caía desde los mofletes.
            – Aparte de Barkon IV... el séptimo planeta es un gigante gaseoso, con grandes reservas de gas tibanna – respondió su oficial científica, la teniente Clara Tello.
            – Es lo que el Imperio utiliza para sus armas y es un material básico para la hipermataria de sus motores – recordó Narod pensativo y pensó que si él fuera oficial imperial, hubiera escogido aquel planeta para establecer el lugar donde construcción un arma –. Timonel, cuando hagamos la corrección del rumbo ponga rumbo a sistema Barkon.
            – Sí señor – respondió el joven benzite Lero.
            La nave activó el sistema de ocultación interfásico romulano poco tras salir del hiperespacio fuera del sistema. Narod era cauteloso y no estba tranquilo cuando utilizaba aquella tecnología, al conocer lo que le había ocurrido a la USS Pegasus, que se había fusionada en medio de la roca mientras atravesaba un asteroide en el sistema Devolin y a los tripulantes de la nave científica romulana, que años antes había experimentado con aquella tecnología. Pero su interacción con una fase diferente del universo les hacía completamente indetectables, lo que era necesario para completar su misión.
            Lo primero que los sensores captaron fue una red de taquiones capaz de detectar cualquier nave oculta que abarcaba todo el espacio del sistema desde la órbita del séptimo planta. Aunque sabían que con su tecnología no podrían detectarlos, en el momento de atravesarla el caitian podo sentir cierta tensión en los miembros de su tripulación. Al pasar por el séptimo planeta detectaron varias naves de extracción y procesado del gas tibanna escoltados por varias fragatas de escolta Nebulon-B. Y a medida que se aproximaban al cuarto planeta los sensores mostraron más naves enemigas: un destructor clase Imperial era el mayor de ellos, pero también había otros dos de la clase Venator, así como varios cruceros Strike, e Interdictor capaz de generar sombras gravitacionales que obligaban a las naves a salir del hiperespacio. Así como otras tantas naves de carga y construcción. Por fin se colocaron cerca del cuarto planeta y al rotar pudieron ver claramente dos pequeños satélites en órbita.
            Al ver aquellas dos estaciones de batalla Narot supo exactamente qué era lo que estaba buscando y que ya lo había encontrado. Accedió a la base de datos de la Alianza, que se había descargado para el ataque a la Base Llegada Uno y buscó la información sobre la Estrella de la Muerte del Emperador Palpatine. Los datos eran extensos e incluían los planos del arma diseñada por Galen Erso y que tantas vidas habían costado a la Alianza en obtener en la Batalla de Scarif. Por lo que pudo comprobar eran más pequeñas que sus dos antecesoras y habían seguido las fases de construcción de la segunda Estrella de la Muerte, ya que una de las dos estaciones contaba con el disco del superláser completado. La Fase Uno se iniciaba con el montaje de una columna central que iba de polo a polo, con el hueco para el reactor principal. La Fase Dos ya incluía la región ecuatorial, las dos superficies de los dos polos y la estructura básica del superláser. La Fase Tres completaba la superficie alrededor del disco de esta y el ecuador. En la Fase Cuatro los dos polos se unían en una media esfera, con el arma ya conectada al reactor principal y plenamente operativa, tal y como habían comprobado la Alianza en Endor. La Fase Cinco completaba la construcción de la esfera de la estación de batalla y la utilización de sus motores de hiperimpulsión. Según lo que veía Narot en la pantalla de su nave, un de las dos pequeñas Estrellas de la Muerte, capaces de destruir todo un planeta en un solo disparo,  estaba en la Fase Cuatro de su construcción y no dudaba que planamente operativa. Alrededor de su hermana no detectaban trabajo alguno, por lo que todo estaba centrado en completar una de aquellas dos monstruosidades tecnológicas.
            – Quiero un rastreo completo de todo el sistema. ¿Lo ha entendido?
            – Sí señor – replicó Tello, con la mirada clavada en aquellas dos estaciones de batalla a medio construir.


Tiburon

            El general Golan observó detenidamente al alienígena que tenía delante. La resistencia del grueso del 31º Cuerpo de Ejército había durado tres días, pero finalmente Golan había decidido rendirse.
            Lo que había empezado como una insurrección más en el levantamiento general en todos los Nuevos Territorios, se había convertido en una reconquista del planeta. Tras las emboscadas iniciales, el ataque desde el espacio les había obligado a permanecer en las instalaciones del cuartel general. La base de lanzamiento de las Naves Núcleo había sido la primera en ser atacada y la primera en caer. Según se enteró Golan por un superviviente que había podido llegar hasta él, los sistemas de inhibición de los transportadores habían sido saboteados, así como la energía de las armas y escudos de la base. Completamente indefensos habían sido bombardeados desde la órbita, para que seguidamente se transportaban aquellos alienígenas por todas partes. Mientras que las guarniciones de las ciudades sumergidas habían sido también atacadas por fuerzas submarinas que también las habían sitiado y finalmente habían caído.
            En el Cuartel General los escudos habían mantenido a raya el asalto naval, obligando a permanecer en el interior de los barracones blindados a hombres y vehículos. Pero la potencia del bombardeo había acabado colapsar los generadores tras dos días de intenso cañoneo. Sin escudos y solo con una parte de los inhibidores activos, los atacantes se habían transportado también por toda la base, iniciándose una lucha palmo a palmo. Sin lugar donde preparar una buena resistencia debido a los transportadores, con sus soldados aislados y aniquilados, Golan quedó arrinconado en el interior de los búnquers de mando. Sin comunicaciones, sin posibilidad de evacuar a sus tropas o más bien lo que quedaba de ellas, el general imperial había decido tomar la opción más difícil de su vida: rendirse.
            Era la primera vez en toda su carrera que Golan había sido derrotado.
            – Solo me gustaría saber... de que especie son los seres que me han vencido.
            – Xindi – le respondió el oficial reptiloide con orgullo. La batalla había sido larga y sangrienta, aunque las bajas no habían sido tan grabes como pronosticaba el enlace de la Flota Estelar, pensó Ralkar.
            – Jamás pensé que diría esto... – empezó solemne Golan, pero se detuvo para expulsarse el polvo de la casaca y colocarse correctamente la gorra, aun se mantenía altivo, orgulloso de portar aquel uniforme verdegris. Los ojos amarillos de reptil de Ralkar le miraban con curiosidad, expectante a lo que debía de decir –. Ha sido un honor luchar contra usted.
            Chocó los tacones cuadrándose e inclinó la cabeza en señal de respeto. Luego se colocó los guantes con tranquilidad y girándose marchó hacia el cautiverio. Tal vez era un prisionero, pero era un oficial del Ejército imperial, heredero de aquellos soldados que habían luchado en las Guerras Clon y su honor iría intacto con él.
            Ralkar observó al humano como salía del improvisado puesto de mando. Debía de admitir que aquella sangre caliente era valiente. Pero ahora debía prepararse para el contraataque.


Continuará…

2 comentarios:

  1. me gusta tu relato pero pienzo que te tardas mucho para publicar las parte desearia que lo hicieras mas segido

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    1. Hola Yelwin,

      Tus ansias en saber lo que va a suceder en el relato tendrán que esperar. Ya estoy publicando el capítulo 11 que es el penúltimo, siendo el 12 y último, más corto. Así que falta poco para finalizar el Crossover Star Trek-Star Wars. Posiblemente para primeros de enero e intentaré estos días que tengo más tiempo, acelerar la corrección final para publicarlo.

      Espero que disfrutes al leerlo tanto como yo al escribirlo. Aunque por tu comentario, creo que sí.

      Un fuerte saludo,

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