viernes, 22 de noviembre de 2013

USS White Wolf, 1 parte



1. (Actualizado, 30 de noviembre, 2013)

             El pájaro de guerra romulano se había defendido como un león y como muestra de ello los restos de cuatro naves de ataque del jem’hadar estaban esparcidos a su alrededor. Aun así la majestuosa nave verde estaba herida de muerte. Durante la feroz batalla los breen habían lanzado una descarga de energía disipadora que le había absorbido la energía. Sin escudos, ni potencia, ahora la gigantesca nave de combate era atacada sin piedad por sus enemigos.
            A bordo del Goraxus (1) su comandante era arrastrado por la jefe médico hacia las cápsulas de escape entre el humo y las explosiones que se sucedían en el puente. La nave estaba perdida, tal vez escapando hubiera alguna posibilidad de sobrevivir. Pero mientras se dirigían a estas, otra explosión sacudió violentamente la cubierta derribando un mamparo del pasillo, lo que les impediría llegar hasta el pasillo de evacuación. La nave se estaba desintegrando a su alrededor, era el final de tantas historias, tras infinitas jornadas navegando entre las estrellas, lugares donde nadie había visitado, amigos dejados atrás y que ahora, tal vez, volverían a encontrar, tantas esperanzas, sueños, ilusiones y vivencias por venir, todo terminaba allí, en aquel pasillo que no llevaba ya a ninguna parte y que poco a poco iba llenándose de humo.

           Entonces, salida de la nada, un nuevo contrincante desaceleró de curvatura y se unió a la lucha disparando sus phasers y torpedos sobre la fuerza del dominion. Aprovechando la sorpresa penetró en sus líneas y rompiendo la formación de ataque enemiga pasó muy cerca del pájaro de presa. En aquella primera salva destruyó una nave del jem’hadar y dañó a otra, además de alcanzar a la nave de guerra breen que les proporcionaba cobertura. Giró y regresó en busca de más supervivientes romulanos. Pero para entonces la formación enemiga ya habían reaccionado y se lanzaron sin pensarlo sobre la nave estelar, dejando así libre la huida de las cápsulas de escape romulanas.
            – ¡Prepárense para bajar de nuevo los escudos y transportar a los últimos supervivientes! – indicó el capitán, estaba sentado en su silla en el centro del puente, con su mirada clavada en la pantalla, donde sus adversarios empezaban a reagruparse para contraatacar. Por debajo del cuello del uniforme sobresalían las marcas de su piel, que iban oscureciéndose y volviénodse cada vez más puntiagudas y agresivas a medida que la tensión de la batalla se incrementaba. (2)
            – ¡Si los bajamos nos enfrentaremos al fuego directo enemigo! – advirtió su oficial táctico desde detrás del capitán.
            – ¡Haga lo que le ordeno! – insistió este con serenidad, pero con los ojos inundados de furia.
            Sin dejar de disparar sus phasers el White Wolf viró sobre sí mismo y regresó hacia el moribundo casco del Goraxus, cuyas cubiertas de proa yacían ya abiertas al espacio. La maniobra solo podía resultar si actuaban con rapidez y evitaban el fuego enemigo. Por suerte el crucero de la clase Cheyenne tenía una gran velocidad de impulso.
            Justo cuando bajaron los escudos una tremenda sacudida alcanzó a la nave estelar.
            – ¡Impacto director en la barquilla de estribor superior! – indicó la primera oficial encargada del control de daños que estaba delante de la consola de misión de operaciones justo a su izquierda –. ¡Perdemos potencia, el reactor está fluctuando!
            – ¡Vaya a ingeniería! – ordenó el capitán y esta salió disparada hacia el turboascensor.
            – ¡Los supervivientes están a bordo! – informó la oficial de operaciones.
            – ¡Alcen escudos! Timonel sáquenos de aquí. ¡No dejen de disparar!
            En ese momento una certera ráfaga polaron alcanzó el costado de la nave, abriendo un boquete a través de varias cubiertas del casco en la parte posterior del plato y la estructura de babor de la sección de ingeniería superior. Estremeciéndose violentamente por culpa del impacto, que provocó que la consola científica II, situada a la izquierda del capitán, estallara por culpa de la sobretensión. Este se giró para comprobar si había habido algún herido, viendo como el técnico que ocupaba la consola era ayudado por otro a levantarse, tras recibir el impacto directo de la sobrecarga de su puesto.
            – ¡El reactor se ha desactivado de manera automática! – indicó la oficial de operaciones con alarma en su voz.
            – Transfiera la energía secundaria a los escudos.
            – No aguantarán – advirtió esta.
            – ¡Hágalo! – insistió el capitán.
            – ¡Integridad estructural a un 72%! – informó el oficial táctico.
            – ¿Tenemos potencia en las armas? – le preguntó su capitán.
            – Tan solo los phasers de la sección inferior del plato – respondió este.
            – Timonel rote 180 grados – ordenó el capitán levantándose de la silla y acercándose al joven alférez, que se había incorporado a la tripulación hacía apenas una semana y parecía apenas recién salido de la academia. La tensión era palpable en el puente. El capitán se giró hacia su oficial tácnico –. Abra fuego cuando lo tengan a tiro.
            El White Wolf giró sobre sí mismo y con la trinchera phaser inferior disparó sobre sus atacantes del jem’hadar alejándoles lo máximo posible. Justo detrás de estas se había unido de nuevo la nave breen recuperada de los impactos de la primera pasada de la nave estelar.
            – Ingeniería necesito potencia para salir de aquí – indicó el capitán tras apretar su comunicador.
            Tendremos velocidad factorial en un minuto – respondió su ingeniero a través del comunicador –. Si deja de molestar, señor.
            – No tengo un minuto – ladró el capitán que se giró de nuevo hacia su oficial táctico –. Necesito un minuto.
            – Aun tenemos los torpedos de photones de popa – informó este –. Pero no tenemos escudos y están muy cerca – le recordó al tiempo que la nave se sacudía tras otro impacto certero de rayo polaron.
            – Evacuen a la tripulación a las cubiertas que pueden quedar expuestas – indicó el capitán hacia su oficial de operaciones –. Y prepárese para disparar una salva a mi señal.
            – Sí señor.

            – ¡Los breen están cargando sus armas disipadoras! – anunció la oficial de táctico unos instantes después.
            – ¡Fuego! – ordenó el capitán. En la pantalla las naves del jem’hadar se acercaban como perros de presa y justo en medio de estas, un poco por detrás, la nave de guerra breen asomaba entre ellas, cargando en ese momento su mortífero rayo de energía que drenaría toda la potencia que hubiera a bordo del White Wolf dejándola completamente indefensa. En el instante que los torpedos salían de sus lanzadores, el ingeniero logró poner en línea la carena secundaria y sin esperar órdenes del capitán aceleró la nave a velocidad factorial. Fue en la misma milésima de segundo que el campo de curvatura se formaba alrededor de la nave estelar y la anti-materia de los torpedos hacia explosión al impacto contra el campo de fuerza de los escudos de la nave enemiga. La detonación y la distorsión del espacio tiempo de la velocidad de curvatura se mezclaron, lanzando la nave estelar y a sus enemigos hacia lo desconocido.



            – Informe de situación – ordenó el capitán Diack Storekeeper jadeante al levantarse del suelo apoyándose en su silla. A su alrededor la penumbra se había apoderado de la estancia de mando, solo las luces rojas de emergencia y el parpadeo desincronizado de los paneles iluminaban esporádicamente el puente envuelto en el humo amargo de las posiciones que habían estallado. En ese momento en el ambiente puente flotaba una sensación extraña, que tras la tensión de la batalla se había transformado en un silencio y una inquietud irreal. Una chispa hizo que Storekeeper reaccionara, mientras las marcas de su cuello se habieran relajado, junto a la adrenalina que le corría por las venas, de la misma manera que disispado la presión tras el combate. (2) Este buscó al oficial más cercano que tenía: el timonel. Estaba en el suelo, tirado, inconsciente. A su lado estaba la oficial de operaciones, que se incorporaba con dificultad. El capitán tomó el pulso al joven humano que ya empezaba a reaccionar.
            – ¿Se encuentra bien? – le preguntó –. Vaya a la enfermería.
            – No hace falta, señor – replicó este incorporándose –. Ya estoy bien.
            – Entonces a trabajar alférez – le contestó orgulloso de aquel joven, aturdido como mostraba claramente su mirada aun algo perdida. Luego se giró hacia su oficial táctico que ya trabajaba en su consola.
            – No tenemos energía principal – indicó este unos segundos después.
            – Averigüe qué diablos nos ha pasado y donde están las naves del dominion – le ordenó el capitán y presionó su comunicador prendido en su pecho –. Aquí el puente, que todas las secciones informen de su estado – luego se giró hacia su oficial de operaciones que también se había sentado en su consola y trataba de que reaccionara –. ¿Qué sistemas funcionan?
            – El ordenador central va muy lento – replicó esta mientras trabajaba en su consola que parecía ralentizada –. Pero tengo acceso... la integridad del casco está al 47%, los campos de fuerza aguantan. Solo tenemos la energía de emergencia. El reactor principal ha realizado una parada de emergencia, sistemas auxiliares al 40%. Empiezo a recibir los informes de las secciones... hay muchos heridos. Ingeniería no responde.

            – Tengo acceso a los sensores de navegación – informó entonces el oficial táctico.
            – Bien, en pantalla – dijo Storekeeper girándose hacia Wenok, pero el andoriano se quedó petrificado mirando fijamente la pantalla, sin decir nada, eso no le gustó.
            Al girarse el capitán observó un cumulo de polvo estelar de colores que iban desde el rojizo, al naranja y el amarillo, aún demasiado débil para considerarse una nebulosa, todo ello salpicado de estrellas, una de las cuales no se encontraba a más de un año luz. Antes de la escaramuza se encontraban en el sector 87437 y recordaba perfectamente que en aquel sector, ni en los cercanos, había una nebulosa en formación como aquella.
            – No sé dónde estamos señor – respondió por fin el andoriano –. La computadora de navegación no cataloga esas estrellas.
            – ¿Y las naves enemigas? – repitió tranquilo Diack Storekeeper.
            – Detecto los restos a nuestra popa de las naves del jem’hadar... – explicó este tras unos segundos de trabajo –. La breen aún mantiene la integridad estructural, pero no tienen energía principal. Diría que el jem’hadar absorbió la mayor parte de la explosión.
            – ¡Capitán, aquí Izaguirre! – sonó la voz por el comunicador de la primera oficial –. He llegado a ingeniería. El comandante Gurdok ha muerto.
            – Hágase cargo usted de ingeniería.
            Sí señor – replicó esta.
            – Teniente Wenok, quiero saber dónde diablos estamos – le indicó Diack Storekeeper.
            – Ya tengo la lista de bajas, señor – le indicó el oficial de operaciones –. Cuarenta y siete muertos y desaparecidos, cerca de cien heridos, aun no es una cifra definitiva.
            Poco tiempo después Diack Storekeeper había organizado el puente: Amina Freya, como oficial de operaciones se encargaría de organizar los equipos de reparaciones de los sistemas auxiliares y Wenok lo haría de los sistemas defensivos, mientras él de dirigía a ingeniería. No sin antes pasar por la enfermería.
            El espectáculo era dantesco, pensó Storekeeper, atestada de heridos que no dejaban de llegar, en muchos casos llevados allí por sus propios compañeros. Además de la sala principal los heridos se acumulaban en los pasillos de acceso mientras los enfermeros realizaban las primeras curas y les clasificaban por colores: verde para los menos graves; amarillo para los que necesitaban primera curas; y rojos para los que necesitaban ser atendidos con mayor urgencia. El doctor Subrok estaba en el centro de todo aquello, trabajando en la mesa de diagnóstico y operando a un tripulante a vida o muerte. En otra de las camas una romulana hacía lo propio, así como el programa médico holográfico de emergencia que estaba estabilizando a un elaysiano, por lo arneses que llevaba el herido, y como solo había uno en su tripulación era el alférez Zefra que parecía haber perdido el brazo derecho. Entonces los vio: en el despacho del jefe médico había media docena de oficiales romulanos. En el centro había un hombre de unos cuarenta años, algo más alto y con una pose altiva, con la mirada profunda y serena, que se le acercó sin titubear.
            – Soy el comandante Cronak, del Goraxus – se presentó alargando la mano.
            – Capitán Diack Storekeeper del White Wolf.
            – Tan solo quería agradecerle lo que ha hecho por nosotros, capitán – indicó inclinando la cabeza en una leve reverencia de respeto –. Mi oficial médico se ha ofrecido a ayudar a su doctor, espero que sea una muestra de nuestro agradecimiento.
            – Gracias comandante.
            – ¿Sabe cuántos miembros de mi tripulación se salvaron?
            – Desconozco el número de los que pudimos transportar a bordo. Pero alejamos las naves del jem’hadar del resto de las cápsulas de escape.
            – Mi gratitud será eterna entonces. Si necesita cualquier cosa, pídala.
            – Gracias comandante. Lo tendré en cuenta.
            No quiso molestar al doctor Subrok y dejó la enfermería para dirigirse hacia ingeniería. Cuyo panorama no era mejor que el que había encontrado unas cubiertas más arriba. Todo estaba en penumbra, con el reactor, imponente pieza de ingeniería, estaba apagado, como un espectro fantasmal en el centro de la sala. Izaguirre ya había empezado a poner orden y era evidente que también se había iniciado los trabajos de reparación, celebrando una pequeña reunión con los técnicos de ingeniería alrededor de una de las consolas de trabajo. Al ver a Storekeeper interrumpió lo que estaba diciendo y se dirigió hacia su superior.

           – El reactor se desactivó para evitar una sobrecarga – le informó con su habitual serenidad –. Los contenedores de anti-materia están estables por suerte. Estamos revisando el resto de sistemas, pero los conductos de plasma, inyectores y refrigerantes absorbieron la mayor parte de la tensión, he de repasarlos, pero parece como si hubieran reventado. No sé lo que ocurrió, señor, pero incluso las barquillas parecen haberse sobrecargado por una tensión sobrenatural.
            – Usted era ingeniera jefe de esta nave, así que conoce mejor que nadie estos sistemas – le indicó Storekeeper –. La necesito aquí ahora. ¿Lo podrá hacer?
            – Cuente con ello, señor – asintió Izaguirre.
            – ¿Qué ocurrió con Gurdok? – preguntó Storekeeper.
            – Recibió la explosión del conducto de energía – respondió señalando con un ademán de la cabeza la zona detrás del reactor.
            Capitán, aquí Wenok. Necesito que suba al puente inmediatamente – indicó este por el comunicador, su voz era tensa y Storekeeper no perdió un instante, dejando a Izaguirre que continuara con su trabajo. Al entrar en el puente la expresión de su oficial táctico confirmó la impresión que a Storekeeper le había dado su voz: no era nada halagüeña. Estaba en la consola de navegación, junto al joven alférez, así que se acercó a estos.
            – ¿Ya sabe dónde nos encontramos? – le preguntó.
            – Sí señor – replicó el andoriano –. Cerca del cúmulo Anak, en el sector Kessik.
            – ¿Habla usted en serio? Eso está a casi nueve semanas a máxima velocidad de nuestra última posición.
            – Eso no es lo peor, señor – replico el andoriano –. Según la posición de las estrellas, nos encontramos en el 2160.

 Continuará…
Ll. C. H.


Nota de producción:
Esta es la primera entrega de un relato que escribí hace algunos años y que pensé que podía ameniza un poco la temática del blog y no solo fichas y temas técnicos. Así que espero que os guste.

(1) El IRW Goraxus es el nombre que recibe el pájaro de guerra usado por la comandante Sela en el juego de cartas customizable de Star Trek.

(2) Estas partes de los párrafos no fue adjuntaron la primera vez que se editó esta entrada el viernes 22 de noviembre, siendo añadida el 30 del mismo mes. También se han cambiado los porcentajes de la integridad estructural.

Nota temporal: la historia del USS White Wolf se sitúa al final de la guerra contra el Dominion, aproximadamente entre los capítulos: The Changing Face of Evil (DS9, 7.20) & Tacking Into the Wind (DS9, 7.22) y por tanto contiene spoilers de la fase final de la serie.

Imágenes:
El puente es la del USS Prometheus NCC-71201, de la clase Nebula, aparecida en Second sight (DS9, 2.09), mientras que la imagen de ingeniería pertenece a la USS Pegasus NCC-53847 del capítulo The Pegasus (TNG, 7.12). Esta nave originalmente iba a ser de la clase Cheyenne, pero al final se usó la maqueta de la archiutilizada clase Oberth. Incluso en los paneles que aparecen en el decorado se puede apreciar el LCARS que la Pegasus tiene cuatro barquillas de curvatura, como la clase Cheyenne

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