Osadía
Al llegar al puente de mando Keegan se
encontró con una reunión de situación, entre el almirante Sesfan, sus oficiales
superiores y los comandantes de los escuadrones de caza, así como los capitanes
de las naves más importantes a través de representaciones holográficas. Estaban
alrededor de una consola con un panel de cristal transparente donde se mostraba
la disposición de la Armada Imperial alrededor del planeta, las naves rebeldes y el cinturón de asteroides. El adquisidor se quedó por detrás
observando.
– …sin los escudos planetarios
ahora solo las ciudades más importantes están protegidas – estaba
explicando la imagen holográfica del general Leanik de los klovan, llevaba un
monóculo electrónico y una armadura de combate –. Las habíamos preparado
para acoger a la mayor parte de la población y resistir un asedio prolongado,
incluso de varios años. Pero no hemos finalizado su traslado y ahora las líneas
de trenes conveyex están al alcance del fuego imperial, por lo que nuestra
prioridad será acelerar la evacuación de los civiles.
» El resto de nuestras defensas
planetarias están intactas, pero con esa Esfera de Torpedos en órbita
solo es cuestión de tiempo que acaben con los escudos de nuestras ciudades. Y
una vez desprotegidas pueden ser blanco de un bombardeo orbital de gran altura
o incluso desviar los asteroides de nuestro cinturón.
– Gracias por la explicación,
general – le agradeció Sesfan con la voz grabe de los moncalamari. Había
pesar en su tono, de quien se ve impotente ante una situación en la que no
puede hacer nada.
– Ahora el Imperio se está
reagrupando y tomando posiciones para ampliar la zona de la órbita que controla
para expulsarnos de nuestra posición y completar el bloqueo – explicó el
capitán Owen, jefe de estado mayor de Sesfan –. Creemos que su primer objetivo
será nuestra base en la superficie, ya que hemos detectado un reposicionamiento
de las naves de desembarco alrededor de varios destructores clase Victory.
Al mismo tiempo se ha desplegado una fuerza considerable en el hemisferio sur,
lo que sugiere que la Esfera se colocará allí para neutralizar el último escudo
y desproteger así todo el planeta.
– Nuestra evacuación está siendo
más lenta de lo esperado – informó el coronel Noza, responsable de la base
y factoría de Klovan, un oficial de pelo plateado y veterano de las Guerras Clon –. No tenemos suficientes naves para todos los civiles y técnicos
que están aquí.
– Como ya le dije antes, los que
quieran quedarse en nuestro mundo serán acogidos en nuestras ciudades – recordó
Leanik.
– Lo sé general. Como le anuncié,
yo me uniré a ustedes y conmigo algunos de mis soldados también han
escogido unir su suerte a su pueblo – replicó Noza –. Aun así, la
mayoría de los refugiados quieren abandonar el planeta. Y es comprensible,
vienen de otros lugares desolados por el Imperio.
– Nosotros ya les hemos enviado
todas las lanzaderas y transportes Gallofree que teníamos disponibles – respondió
con pesar Sesfan.
» Por otro lado el almirante Ackbar nos ha ordenado permanecer en el sistema durante todo el tiempo posible,
sin enfrentarnos al enemigo – intervino Sesfan con pesar –. No tenemos otra
alternativa, solo podremos llevarnos al personal que esté a bordo de las naves
en ese momento. Dejando el resto atrás.
– Nosotros cubriremos su retirada,
pero mantendremos la posición y la resistencia aquí el máximo tiempo posible
– dijo Leanik con determinación.
– ¿Dejaremos a los klovan a su
suerte? – preguntó uno de los capitanes de las naves. Llevaba el uniforme
azulado de la flota alderaana y su acento era el originario de aquel mundo extinto por orden de Wilfund Tarkin –. Necesitan más tiempo para
completar el traslado de su población y ponerla a salvo.
– ¿No es posible que no podamos hacer
nada? – insistió frustrado Yeidal Zarb uno de los comandantes de los
escuadrones de cazas. Keegan lo reconoció de cuando estuvo construyendo el puesto avanzado de Tierfon. En aquel momento era un piloto novato que se había
incorporado al escuadrón de ARC-170 que había conseguido Desona en Esseless.
Acompañándole en el viaje que había hecho con él a Coruscant y después a
Tatooine para conseguir equipamiento avanzado para modernizar los venerables
cazas republicanos. (1)
– Las fuerzas imperiales nos superan
ampliamente en número y con esa Esfera de Torpedos en órbita es solo cuestión
de tiempo que someta el sistema… – dijo Sesfan con rabia contenida,
dirigiéndose a Leanik –. Lamento ser tan insensible.
– Ustedes pueden luchar otro día,
nuestra lucha se encuentra aquí. Como ya le dije, nuestros escuadrones de Ala-B partirán con ustedes cuando dejen el sistema – respondió este
comprensivo. Los klovan habían evolucionado en una sociedad cooperativa, sabedores
que el bien de la mayoría era superior que el de la minoría. Y en aquel momento
aplicaban su forma de entender la vida a toda la galaxia y no solo a su mundo.
Tomando como suya la lucha entre la oscuridad que representaban los Sith
y la débil esperanza del lado luminoso que había surgido en la trinchera de la Estrella de la Muerte.
– Ataquémoslos por lo menos. Eso
desconcertaría al Imperio y daría más tiempo a los klovan para trasladar a su
gente y preparar sus defensas ahora que se han quedado sin el escudo global. Y
a nosotros a evacuar nuestra base – insistió el alderaano.
– ¿Un ataque frontal a una Esfera de Torpedo? – exclamó el mon calamari señalando el cristal con su mano
palmeada para dar más énfasis a sus palabras –. Por desgracia no estamos en Yavin 4, y esa estación de batalla no es la Estrella de la Muerte con un milagroso
defecto de diseño. Además, está protegida por cinco destructores, nuestras
naves nunca podrían acercarse.
– Si pudiéramos infiltrar un
comando – sugirió la capitana del Rayo de Esperanza.
– Como cuando los jedi rescataron
al Canciller Supremo de La Mano Invisible, en el último ataque a Coruscant – comentó el coronel Noza, que recordaba el
incidente de cuando servía como teniente de artillería orbital en las defensas
de Coruscant.
– Para luego acusarles de traición y
ejecutarles – completó el relato el coordinador de artillería moncalamari del Osadía.
Obi Wan Kenobi y Anakin Skywalker, recordó Keegan para sí. De aquella hazaña se había hablado
durante semanas por parte de todos los padawans del Templo. En
aquella época ambos eran grandes paladines de la luz, héroes a los ojos de
muchos. Después la sombra del Lado Oscuro se había apoderado de
Skywalker y Kenobi desapareció tragado por las arenas de Tatooine para
proteger al hijo de su aprendiz y amigo. Mientras que él viajaba con Galdar por
toda la galaxia aprendiendo el oficio de comerciante libre, con Klovan como
lugar seguro y acogido por su gente. Por lo que no podía quedarse con los
brazos cruzados sin hacer nada y dejarles a merced de la crueldad del Imperio
Galáctico. ¿Pero por qué aquel oficial había recordado el rescate del futuro Emperador?
Solo había una explicación y era que la Fuerza le estaba guiando hacia su
destino.
– Señores, no nos desviemos – llamó
al orden Sesfan.
– Podemos neutralizarla desde dentro
– sugirió entonces Keegan, sorprendiendo a todos los reunidos. Gracias a uno de
sus contactos le había entregado al general Cracken los listados de
proveedores de suministros que Loromar usaba en la construcción de sus
Esferas y todos sus sistemas seguían un patrón estándar. Por lo que su interior
era como cualquier otra estación imperial –. No tiene defensas puntales,
dependen para su protección del resto de naves. Si lograremos desviar estas por
unos pocos minutos, un grupo podría llegar a su interior y neutralizarla.
– Es una misión suicida – respondió
el almirante Sesfan molesto por la intervención de alguien ajeno a la
oficialidad –. No pienso permitir que buenos soldados vayan a la muerte, además
usted no es milit…
– Almirante, solo irán voluntarios –
le interrumpió entonces el adquisidor con un leve movimiento de su mano frente
a su rostro. El mon calamari pareció por un instante vacilar y su mirada se
nubló con halo de duda. Este no era ningún cobarde y aunque había recibido
órdenes de replegarse conservando sus fuerzas, sabía perfectamente lo que era
capaz el Imperio para vengarse de aquellos que había osado alzarse contra él.
Ya había visto y sido testigo de sus consecuencias en otros mundos. Por eso en
su interior no quería dejar a los klovan a su suerte. Pero la Fuerza no
solo actuaba en mentes débiles, sino también podía cambiar de opinión o reforzar
ideas a aquellos que en su conciencia no estaban conformes con lo que debían
hacer. Por eso Keegan apenas tuvo que actuar sobre su voluntad para que el almirante
cambiara de idea.
– Solo irán voluntarios – repitió
mecánicamente el mon calamari.
– Necesitaremos una nave – prosiguió
Keegan – capaz de llevarnos al interior de la Esfera.
– Necesitará una nave para llevarlos
hasta ella – volvió a repetir.
– El Grito de Alderaan
está a su disposición – indicó entonces su capitán con determinación –. Es
la más rápida de la flota.
– Mis cazas le escoltará hasta su
destino – anunció el mayor Zarb, responsable del escuadrón de Ala-B,
haciendo un gesto de reconocimiento hacia el adquisidor.
– Los Rancors nunca rechazan
una buena pelea – dijo el dug comandante (3) de estos –. ¿Dónde debemos
colocarnos?
– Nuestras naves combatirán a su
lado, Keegan – dijo Leanik con visible agradecimiento –. Enviaremos
nuestros escuadrones de cazas para apoyarles.
– Nuestras naves distraerán a su
escolta – dijo el almirante Sesfan ya convencido de que debían intentar dar
tiempo a los klovan.
– ¿Y cómo piensan salir de esa
estación una vez la hayan neutralizado? – preguntó Zahn desde el Resplandeciente,
que también estaba conectado a través de una conexión holográfica.
- Tenga fe en la Fuerza, esta nos
ayudará.
Sala
17D, Osadía
Parecía que a bordo estuvieran
preparándose para dejar el sistema, recogiendo el equipo y recogiendo la
cubierta de vuelo. Pero de golpe empezaron a recargar las naves con combustible
y armamento, como si todo el mundo se organizara para atacar de nuevo. Entonces
les llamaron a través de la megafonía para ir a la sala de guerra de pilotos.
Allí se encontró con su superior y
el resto de los pilotos de los escuadrones del Osadía: Glamdring, Naranja, Racors
y Rayo Azul, sentados en las gradas. En el centro de la sala el coordinador aéreo se colocó junto al holoproyector, un moncala gris
de aspecto respetable.
– Estamos preparando un nuevo ataque
– anunció sin preámbulos – para apoyar un asalto a esa Esfera de Torpedos, actuando
de señuelos junto al resto de naves. Su tarea será despejar el camino de TIE.
El escuadrón Rancors y los Rayos Azules irán en cabeza, seguidos de los Glamdrings y del Violeta escoltado por Naranja. Su objetivo será dañar la
línea de piquete imperial, inmediatamente detrás irán el Rayo de Esperanza, el Osadía, y el
resto de naves. Los Ala-D klovan cerrarán nuestras líneas y se encargará de
evitar que los cazas enemigos nos persigan – explicando seguidamente las
tácticas que iban a usar y la coordinación entre los diferentes escuadrones y
el resto de naves –. ¿Alguna pregunta?
No hubo ninguna.
– Que la fuerza nos acompañe – deseó
el moncala al finalizar.
Cuando la reunión de situación
finalizó, su comandante la llamó junto a Violeta 3, un sakiyano llamado
Jako que antes de incorporarse al escuadrón había formado parte de los Ángeles Cavernarios bajo el mando de Saw Gerrera justo antes de la
destrucción de Jedda. Escapando del ataque de la Estrella de la
Muerte al encontrarse de patrulla lejos de la ciudad. Era un piloto
taciturno, valiente y agresivo que nunca rechazaba una buena pelea. También
estaba el mayor Speria y cuatro de sus pilotos, incluyendo a Naranja 3 y 4,
DeLattre y Satek, (3) que la habían escoltado hasta aquel crucero cuando
su sistema de rotación había sido dañado.
– Tengo una misión especial para
ustedes – dijo solemne Zarb –. Como hemos indicado este ataque es para permitir
que una de nuestras corbetas, la Grito de
Alderaan, logre llegar hasta la estación de asedio y coloque a un equipo de
asalto. La han de escoltar y debilitar sus defensas en la zona de abordaje.
– Mientras que ustedes cuatro han de
apartar a los TIE que intenten cerrarles el paso – completó Speria a sus
pilotos.
– Sí señor – fue la respuesta al
unísono se los seis pilotos.
– Se mantendrán rezagados con
respecto a sus compañeros – explico Zarb – y cuando la Grito enfile
hacia su objetivo, se colocarán por delante. Esta es el área que han de
neutralizar sus escudos – dijo este entregando a Niven y Jako dos tarjetas de
datos con las coordenadas.
– Su repliegue coincidirá con el
ataque klovan – prosiguió Speria –. Eso les permitirá escabullirse, aun así, se
encontrarán en el corazón de la formación enemiga. Creemos que la mejor ruta,
aunque más complicada, sea a través del anillo de asteroides. En caso de no
poder utilizarla diríjanse a nuestra base en la superficie o a cualquiera de sus
ciudades. Sus defensas les permitirán pasar.
– ¿Qué pasará si no podemos burlar
el bloqueo y salir del planeta? – preguntó uno de los pilotos de Ala-X,
un tipo con espeso bigote que llevaba un parche cosido en el hombro con el
emblema de la casa Real de Naboo con la palabra "libertad" en su
base.
– Correrán su misma suerte –
respondió Speria –. Las órdenes recibidas son de replegarnos una vez finalice
el ataque a la Esfera, manteniendo nuestra posición lo máximo que podamos para
permitir la evacuación de nuestra base. Pero si el Imperio inicia un
contraataque, romperemos la formación y saltaremos al hiperespacio sin entablar
combate.
– Entiendo que las órdenes son las
de mantener nuestra fuerza ofensiva intacta – comentó el humanoide de orejas puntiagudas,
piel pálida y expresión pétrea.
– Así es Satek – respondió Speria.
– Es lógico – sentenció.
– Prepárense – intervino Zarb –.
Estamos rearmando los cazas y empezaremos a desplegarnos inmediatamente.
Niven salió de la sala y se dirigió
hacia el hangar, donde había dejado su caza aun aturdida, sin saber si se
estaba reparando. Al llegar a él se encontró con un androide R2 de color
rojo terminando de colocar la placa de fuselaje sobre el generador de escudos.
Y aquel mecánico azul encima del ala con un calibrador conectado a una de las
conexiones en los dientes del giroestabilizador de la cabina, junto a un par de
pequeños droides DUM-4 peleándose mientras recogían las
herramientas.
– ¿Cómo van las reparaciones?
Este levantó la mirada y la sonrió
amistosamente.
– Terminadas – dijo sonriendo –. Se
dañó el sistema auxiliar de control, que invalidó el principal, he hecho un
puente para que vuelva a suceder. Podrá hacer girar esta monada cuando esté
allí fuera, pero cuando llegue a su base han de reemplazarlo. También he sustituido
uno de los generadores de escudos, son modelares y tenían a bordo, así que
vuelve a tener el 90% de potencia.
Más valía aquello que nada. Le
agradeció el trabajo que había hecho y empezó a subir a la cabina de su caza.
Quedándose un instante viendo la actividad frenética del hangar. Sabía que la
lucha era desesperada, pero observando la determinación de técnicos y pilotos
Niven supo que vencerían.
Grito
de Alderaan
La corbeta corelliana se
había acoplado al Osadía para que la tripulación innecesaria pudiera
desembarcar y que el grupo de abordaje de marines espaciales subiera a bordo.
– La trinchera central es la parte
más vulnerable de la Esfera, y donde se encuentran los hangares, por lo
que deberíamos abordarla por uno de ellos – explicó Keegan mostrando el
diagrama de la estación en el monitor de situación de la sala de derrota. Esta
estaba situada en la proa de la nave y se llama así desde hacía tiempos
inmemorables, en referencia a las cartas de navegación que se guardaban cerca
del puente y desde donde se calculaba el rumbo y posición del navío. En aquel
momento se encontraba el teniente Logot, y su segundo el sargento Noack, ambos
del cuerpo de marines. Así como el capitán Tedek, su jefe de ingeniería Dowel y
Coilit su piloto abednedo.
– Para ustedes el lugar más seguro
será el centro de la corbeta. Allí estarán más resguardados del impacto –
indicó Tedek refiriéndose al grupo de asalto.
– Una vez en el interior yo
encabezaré el abordaje – continuó Keegan girándose hacia el oficial de los
marines –. Avanzaremos hasta el núcleo principal y colocaremos explosivos para
inutilizar la estación. Si el Grito de Alderaan puede esperarnos,
regresaremos y nos marcharemos.
– ¿Y si no podemos regresar al
hangar o la nave no está operativa? – preguntó el teniente.
– Saldremos por nuestros medios: lanzaderas
o cápsulas de escape y nos dirigiremos al planeta – replicó lacónico el
adquisidor –. Es la mejor oportunidad, ya que será imposible cruzar las líneas
imperiales por segunda vez hacia nuestras naves. Con suerte podremos llegar a
nuestra base y unirnos al resto de evacuados. Sino los klovan nos esconderán.
– ¿Y qué haremos nosotros en ese caos?
– intervino Tedek.
– Su tripulación formará parte del
grupo de asalto.
» Solo llevaremos armamento,
recargas de los bláster y explosivos. En realidad, no es necesario destruir la
Esfera, solo hemos de dañarla lo suficiente para que no pueda disparar de nuevo
y dando tiempo para completar el traslado de su población y a nuestra gente
para que pueda dejar la base.
El adquisidor observó los rostros de
los que le rodeaba y todos sabían que era una misión sin retorno. Había
determinación, sabedores que su sacrificio salvaría vidas. Eran héroes anónimos
que nadie recordaría una vez terminara aquella guerra o incluso aquella
batalla. Aun así, su determinación, su sacrificio al luchar contra el mal que
representaba el Imperio de Lord Sidius, era eterno. Y con todas sus
fuerzas deseaba que no fuera estéril.
– Es una misión suicida – comentó
entonces el suboficial de los marines. Se había dejado barba para no parecer lo
joven que era, pero su mirada era dura, de quien ya ha visto la peor cara de
aquella guerra. Keegan le había reconocido al entrar en la sala, ya que sus caminos ya se habían cruzado en el puesto avanzado de Tierfon años
antes. Pero entonces era un chico asustado que ayudaba en la cocina. Había
visto su pasado: un bailarín que llevaba una vida despreocupada y con excesos
de sexo y drogas. Que había sido denunciado por envidias a causa de un regalo
hecho sin maldad. Su familia había sobornado a un guardia para que le soltaran,
pero cuando el OSI volvió en su búsqueda decidió aceptar la oferta de
uno de los compañeros de celda para unirse a la rebelión. También había visto
gracias a las visiones de la Fuerza su final: una explosión le segaba la
vida, pero no era un momento fijo en su vida. Todo fluía a su alrededor,
incluyendo la propia Fuerza.
– ¡Sargento Noack! – le llamó al
orden su superior. Había propuesto a este para que fuera ascendido a oficial,
ya que había demostrado tener cualidades de líder y la predisposición a
adelantarse al enemigo era prodigiosa, salvándole a él y a sus compañeros en
más de una ocasión. Pero en aquel momento se había excedido.
– ¿Qué propone usted? – le preguntó
Keegan a Noack, obviando la advertencia de su superior.
– Si vamos todos juntos nos rodearán
y nos masacrarán como a ratas – explicó este y mirando a Keegan prosiguió –. Si
quiere neutralizar esa estación debemos separarnos en grupos pequeños, que
mientras avancen hacia el núcleo vayan causando tanda destrucción y caos, que
solo por sus acciones dejen inoperante la Esfera, aunque no lleguemos al
reactor principal.
– Suena igual de suicida – dijo el
capitán alderaano –. Pero me gusta más.
– No tengo más planos que mí memoria
– advirtió Kegaan.
– Normalmente no contamos con ellos
en las naves de abordamos – replicó el suboficial –. Por lo que lucharemos como
siempre: a ciegas.
– Pediré al Osadía que nos
faciliten más detonadores térmicos y cortadores de fusión, si no podemos abrir
las diferentes puertas, atravesaremos los mamparos. Suelen ser más fáciles de
agujerar – anunció teniente de los marines aceptando específicamente el plan de
su subordinado.
– Puedo hacer unos esquemas de la
distribución tal y como debería de estar en una estación como esa. Pero no
serán exactos...
– Eso nos serviría de mucho – respondió
Logot.
– Si siguen el mismo patrón
estándar, y nada sugiere lo contrario, su construcción es modular: hay puertas
blindadas cada veinte metros y grupos de turboascensores cada cien. Y
paralelamente hay túneles de mantenimiento con tramos de doscientos cincuenta
metros de largo, por veinte de diámetro. Si nuestro punto de entrada es uno de
los hangares, estos están conectados directamente con sus bodegas y almacenes
de suministros, por lo que se podrían utilizar para avanzar hacia el interior.
– Entonces nos dividiremos en tres
equipos – indicó Logot –, dos pueden moverse por las bodegas e intentar
alcanzar los arsenales donde guardan sus recargas de torpedos de protones.
Un detonador térmico sería suficiente para destruir media esfera. El
otro podría intentar alcanzar su fuente de alimentación principal.
– Yo encabezaré el grupo que se
dirija al reactor – indicó Keegan. El oficial le miró con cierta incredulidad,
pero asintió –. Iré con el sargento.
Lo dijo mirando a su suboficial que
había sugerido la división de la fuerza de incursión, el teniente asintió luego
se dirigió hacia Tedek.
– Si su nave no sobrevive al
abordaje, su tripulación se puede repartir entre los tres grupos, sus
conocimientos pueden sernos de utilidad dentro de esa estación – indicó el
oficial de marines.
– Bien – aceptó Tedek –. Partiremos
en cuanto esté todo el equipo a bordo. Que la Fuerza nos acompañe.
– Que la Fuerza nos acompañe – repitieron
al unísono todos los que rodeaban el proyector holográfico, incluyendo a
Keegan.
Rayo de esperanza
El veterano destructor debolsillo construido por el Gremio de Comercio durante las Guerras
Clon se estremeció al virar para ponerse en posición de ataque. Las sirenas de
zafarrancho resonaban en su interior mientras la tripulación se dirigía a sus
puestos de combate. Había sido reformado en los astilleros de una compañía afín
a la Alianza desde un viejo armazón destinado al desguace. Ahora la
nave, con potentes escudos y nuevo armamento, se preparaba para luchar. (4)
Su primer comandante, el capitán Owen Geko, quien había buscado y entrenado a
la tripulación había sido transferido tres semanas antes como oficial de enlace
del Alto Mando de la Flota de la Alianza a bordo del Osadía,
asumiendo el mando su segundo de a bordo, Erin Dal. Y aquella iba a ser su
primer enfrentamiento con el enemigo desde que asumiera el mando.
– El almirante Sesfan nos ha
ordenado abrir la formación – informó su capitana al resto de la oficialidad,
reunidos alrededor del holoproyector del puente –. Con nuestro armamento
frontal despejaremos el camino para al Osadia,
que se enfrentará a los destructores con sus cañones de iones. En todo caso la
misión es solo permitir que la Grito de
Alderaan pueda atravesar la línea defensiva de la Esfera de Torpedos.
En el momento en que hayan pasado nos retiraremos a nuestra posición de
partida. Iremos escoltados por cuatro escuadrones, además otro de cazas klovan
que nos despejarán el camino de los TIE enemigos.
– Un amago de golpe – reflexionó Romen,
su oficial de navegación –, si nos persiguen seremos vulnerables cuando nos
repleguemos.
– Las fuerzas klovan nos cubrirán la
retirada, esperan así infringir algún daño a la Armada Imperial cuando
estos crean que estamos en retirada.
» Esperemos que el ataque nos
permita ganar tiempo para la evacuación de la población civil y de nuestra base
en el planeta. Pero si no es así, y contraatacan inmediatamente nuestras
órdenes son retirarnos sin entablar un nuevo combate.
– ¿Así de fácil? – preguntó con frustración
Meena Hikahi, la ingeniera.
– Sabes que nunca es así de fácil,
pero esas son nuestras órdenes procedentes del Alto Mando.
Hemos de preservar nuestra flota intacta, porque es la única que puede hacer
frente al Emperador. Que la Fuerza nos acompañe.
No había mucho más que decir, así
que cada uno se dirigió a su puesto de combate y se preparó para la batalla.
Era la primera vez que la nave se iba a enfrentar a un enemigo tan superior en
número y potencia de fuego. Hasta entonces el Rayo había realizado
incursiones rápidas contra convoyes escoltados por fragatas o puestos avanzados
ligeramente defendidos, cubriendo sus propias líneas de suministros o alguna
base de importancia estratégica para la Alianza. Pero ahora tenían delante cinco
destructores clase Imperial, cuatro de ellos posicionados en
forma de abanico alrededor de la Esfera de Torpedos, con el último
resguardando el otro lado de la estación, situadas sobre el cinturón de
asteroides. Este creaba una curiosa situación, ya que podía considerarse como
una línea divisoria en el espacio de batalla, como la superficie de un planeta
para la infantería. Y las naves de la Alianza lo utilizarían como tal,
aproximándose al enemigo justo a ras de estos para atacar desde sus quillas.
Sus cazas les protegerían de los ataques superiores, mientras que los
asteroides impedían cualquier uso de una nave más grande que un TIE les
amenazara desde esa posición inferior. El problema era que su trayectoria era
previsible.
– Todas las naves informan que están
preparadas y en posición – anunció el primer oficial Jon Deacon.
– Deriven potencia máxima a los
motores de impulso. Preparen el cañón principal – ordenó la capitana Dal –.
Demostremos de que duro metal está construida esta nave y hecha su tripulación.
– Sí señora – replicó el primer
oficial.
Empezaron a moverse lentamente,
cogiendo cada vez mayor velocidad por encima del campo de asteroides. Los tres potentes
motores ya tenían cerca de 25 años, aun así, los constructores habían hecho un
buen trabajo y eran una de las partes originales. Hikahi, la ingeniera mon calamari, siempre elogiaba el trabajo de los diseñadores quarrens
que había ideado aquella nave. Lo cual no dejaba de ser un todo un cumplido,
teniendo en cuenta que estos compartían el mismo mundo natal: Mon Cala y
su convivencia no siempre había sido pacífica.
– 80.000 klics para la
distancia de alcance del enemigo – indicó el primer oficial.
El proyector holográfico no mostraba
reacción de la fuerza enemigo a su maniobra. Pero las lecturas de los sensores
decían lo contrario: el calor de sus reactores se había incrementado, sus
escudos estaban al máximo de su potencia, así como sus turbolásers
principales. Estaban esperando a que llegaran para lanzarse sobre ellos como
carroñeros. Dal admiró a su comandante en jefe: era paciente, pero no
despreocupado, no le importaba no llevar la iniciativa, sabedor que se
encontraba en una posición de dominante: con un armamento y una superior coraza
solo tenía que esperar a que sus adversarios fueran quienes se expusieran para
destruirlos uno a uno.
– Deriven el 30% de energía de los
motores a los escudos frontales – ordenó cuando alcanzó la aceleración máxima,
dejando que fuera la infinita inercia del espacio quienes empujaran su nave a
la batalla.
Como Dal había servido de enlace con
el Servicio de Seguridad de la Fuerza de Defensa de Commenor, su mundo
natal, antes de unirse a la Alianza, tenía la costumbre de recabar información
de todo lo que ocurría alrededor. Por eso ante la aparición de una nueva flota
enemiga, había buscado los datos que tuvieran de los recién llegados. Y eran
pocos, pero muy significantes. Aquella Fuerza de Superioridad se había detectado
en varias exitosas operaciones contra los rebeldes a lo largo de toda la
galaxia, cosechando numerosos éxitos, como la eliminación del grupo del sector
ReseQ hacía unas pocas semanas, utilizando además tácticas poco ortodoxas. Lo
que denotaba que su comandante era alguien que conocía bien su trabajo y era competente.
Además, parecía operar más allá de los límites de los macrosectores
liderados por grandes moffs, por lo que se sospechaba que actuaba de
manera independiente como el escuadrón de Vader o bajo la coordinación
de este.
Se giró a su primer oficial
– ¿De esas naves cual es la que
formaba parte de la primera fuerza de invasión?
Este consultó los datos.
– Este, el Praxis – indico
señalando el que estaba en el centro de la formación.
– Pivote nuestra trayectoria hacia
ese destructor. Centraremos nuestros disparos sobre él – el eslabón débil
rodeado de chacales, dedujo Dal.
– No es la elección más sensata, el
resto de naves pueden cortarnos el paso si viramos a babor o a estribor.
– Tengo una corazonada. Además, si
rompe la formación y nos sigue, impedirá que el destructor del extremo nos ataque.
Osadía
– Señor, el Rayo de Esperanza está variando su rumbo – informó uno de los
técnicos del puente.
– Eso nos expondrá a su línea de
destructores – advirtió Sesfan con un tono de alarma y se giró hacia su enlace con la Flota y
jefe de estado mayor. Quien precisamente había comandado aquella nave hasta
hacía unas pocas semanas y había designado a su actual capitana como su
sucesora.
– Erin Dal es una oficial competente
y con experiencia – se justificó viendo la mirada de desaprobación de su
superior. Este había cambiado de opinión de manera sorprendente y aceptado
aquel amago de ataque para intentar inutilizar con una incursión suicida la Esfera de Torpedos. Por lo que de alguna manera aun parecía no estar convencido del
mismo.
» Si ha variado la ruta es que tiene
un motivo para hacerlo – se giró hacia uno de los oficiales calamarianos –. ¿Qué
sabemos del destructor al que ha dirigido su trayectoria?
– Es el Praxis y formaba
parte del primer ataque – explicó este tras acceder a los registros de los
sensores –. Su actividad de comunicaciones sugiere que era la nave insignia del
almirante Rangan. Recibió un fuerte castigo mientras cubría el reagrupamiento
de su escuadra durante el contraataque inicial de los klovan.
Owen supo que Erin sabía eso y que el
orgullo herido de su comandante le llevaría a cometer una imprudencia,
posiblemente iniciar la persecución, impidiendo que el otra nave más cercana
les siguiera, al interrumpir su salida de la formación defensiva en que se
encontraban. Pero sabía que Sesfan era un ser pragmático, no podía argumentar
que el cambio de la estrategia estaba basado en una intuición, una apuesta
arriesgada.
– ¿Cómo se encuentra su parrilla
defensiva? – preguntó al técnico.
– Está a un 33%, más baja que las de
los otros destructores – corroboró el oficial.
– Dal ha detectado su debilidad y ha
decidido cambiar de rumbo hacia una presa más fácil de dañar – explicó Owen y
deseó que Erin no estuviera equivocada, ya que sino muchas valiosas vidas se
perderían aquel día.
Sesfan sopesó las alternativas sin apartar
la vista del campo de batalla holográfico que mostraba el proyector.
– Espero que no se equivoque – le advirtió
antes de girarse hacia los técnicos del puente –. Viren para seguir al Rayo
de Esperanza, ordene al resto de las naves que cambien su aproximación.
Yo también espero que Erin esté
en lo cierto. Pensó Owen.
Rayo de Esperanza
– El resto de la flota nos sigue –
anunció el responsable de los sensores –. Los cazas se reagrupan a nuestro
alrededor.
– 60.000 cliks para la distancia de
alcance del enemigo – anunció el primer oficial.
Los destructores Recusant, aunque antiguos, tenían
una ventaja: su casco frontal estaba diseñado para resistir un fuerte castigo y
además contaba con varias placas de un nuevo blindaje ablativo, que repartía el
impacto recibido y hacía que fuera desintegrándose más lentamente. Por lo que
podía absorber un castigo mayor que otras naves de su tamaño y peso. Además, su
cañón pesado turboláser frontal canalizaba la energía directamente del
reactor, aumentando la potencia de disparo. En realidad, el navío había sido
diseñado alrededor de aquel armamento principal, aunque esto hacía que prácticamente
disparara en línea recta, variando su ángulo a medida que giraba, por lo que
solían combatían en grupos cerrados ya que parte posterior se encontraba en
mucho más desprotegida. Pero aquello había sido durante las Guerras Clon,
cuando el Gremio de Comercio o el Clan Bancario financiaban la
construcción de cientos y miles de aquellas máquinas, junto a fragatas clase Munificent y a naves núcleo Lucrehulk, para luchar
contra una República democrática y libre que al final había sucumbido a
la tiranía y la crueldad de su último gobernarte, para servir a otras
corporaciones intergalácticas como Kuat o Loronar.
Justo en aquel momento detrás de
ellos iba el Osadía y otras ocho naves de combate y durante la maniobra
les cubrirían la retirada.
– 50.000 cliks – informó el primer
oficial.
– Reduzcan potencia de los motores
un 50% – ordenó, ahora sería la inercia que habían adquirido quien empujaría
aquella mole de duracero y cables hacia el enemigo, mientras que la
energía generada por el reactor podía alimentar otros sistemas –. Deriven toda
la potencia restante al armamento principal.
Los primeros TIE empezaban a
aproximarse, pero los poderosos Ala-X y rápidos Ala-A ya estaban
en posición para repelerles. Para ella aquel tiempo inmediatamente previo al
combate era el peor. Todo estaba preparado, las tácticas decididas, la suerte
echada. Y no se podía hacer nada para cambiar el destino. Solo esperar que las
decisiones tomadas fueran las acertadas. Se repasaban las diferentes reacciones
del enemigo, pero estas solo eran probabilidades en un abanico de resultados
posibles. Se pensaba en los hombres y mujeres que se tenía bajo su
responsabilidad, esperando que todos hicieran lo que se esperaba de ellos, con
la esperanza de que no sucumbieran al pánico, y que reaccionaran con rapidez a
las diferentes órdenes que podían trasmitirse durante el caos de la batalla. Y
sobre todo que el enemigo cometiera algún error, porque al final el resultado siempre
se decantaba hacia quien se mantenía frío y sereno para controlar los nervios y
se equivocaba mano.
– 45.000 cliks – anunció el primer
oficial.
– ¡Fuego! – Ordenó Dal.
Toda la nave se estremeció cuando el
cañón frontal empezó a lanzar miles de vatios de energía comprimida y altamente
potente. Los técnicos afines de la Alianza habían hecho un trabajo excepcional,
incrementado la potencia y alcance original del cañón al reforzar sus sistemas,
y duplicando su daño.
Los primeros tres disparos
alcanzaron al destructor situado en el centro de la línea defensiva imperial.
Fueron muy seguidos y su tripulación, sorprendida por un fuego tan potente y
lejano, no le dio tiempo de aumentar la potencia de sus escudos deflectores.
– 43.000 cliks, a punto de entrar en
radio de alcance de las armas enemigas – informó el primer oficial.
– Redirijan energía a los escudos de
proa – ordenó Dal.
– Estamos en alcance del enemigo –
anunció el primer oficial. En la proyección holográfica las imágenes que
representaban las naves imperiales empezaron la mostrar las trayectorias de sus
disparos. Todas se dirigían hacia ellos.
– Mantengan nuestra cadencia de
disparos – aunque en aquel momento recibiera menos energía, su único turboláser
aún era más potente que las torretas óctuples de aquellos destructores clase Imperial. Que a pesar alimentarse también directamente de su
reactor, esta se dividía en cuatro puntos de fuego, mientras que el suyo se
transmitía íntegramente a una sola.
El primer impacto resonó por el
puente como un "gong", seguido de otros. Era la energía absorbida por
los escudos frontales. Dal sabía que estos iban a aguantar, estaban diseñados y
reforzados para eso y en el caso de que fallaran, aún tenía la coraza en forma
de concha frontal. Aun así, no tenía la intención de llegar a comprobarlo.
Junto a la imagen holográfica que representaba al Rayo de Esperanza
en su proyector podía verse el porcentaje de la potencia de sus escudos: 98,
95, 92, 89%.... a medida que iba debilitándose. Por su parte sus disparos,
concentrados en el enemigo situado en posición central de su línea no se
desviaban. Era un duelo de tecnología, de potencia de los generadores de
escudos, y de las armas de cada uno, de trayectorias, de distancia, incluso de
reflejos... y sobre todo de paciencia 81, 77, 74, 70...
– Preparados para virar a mi orden –
advirtió Dal –. Cambio de rumbo a 287.7 a 108.5. ¡Ahora!
» Desvíen potencia a los motores, no
dejen de disparar...
Aquel era el momento crítico del
ataque para el Rayo de Esperanza. El reactor estaba trabajando a máxima
potencia y debía suministrar energía a tres sistemas: motores, escudos y
armamento, en un delicado equilibrio. Para ello se reducían todos los demás
sistemas de la nave, desactivando todos los equipos no vitales y sellando secciones
enteras de a bordo, incluyendo el soporte vital.
El Rayo empezó a cambiar de rumbo,
virando hacia el planeta e inclinándose hacia el anillo de asteroides para
romper el ángulo de disparo de los destructores al situarse por debajo de su
quilla. Así la energía de los escudos de estribor se redujo, transfiriéndola a
babor, que iba a estar más expuesta al fuego enemigo. El cañón principal siguió
disparando hasta que el giro hizo que la línea imperial dejara de estar en
frente. Momento en que esta se desvió a las baterías laterales y a los motores,
que aceleraron para alejarse. A medida que iban girando la energía de los
escudos fue cambiando para que la potencia se transfiriera a los que estaban
situados a popa. Aunque para entonces los disparos enemigos ya no estaban
centrados en ellos.
El Osadía apareció frente a
los destructores cuando el Rayo terminó de girar. El crucero moncalamari, con sus formas redondeadas, casi orgánicas, también empezó a
virar dejando su armamento de babor en posición de disparo. La primera descarga
estaba formada por turboláser y cañones de iones golpeó de nuevo
sobre la nave central en la línea que defendía la Esfera de Torpedos. En ese
momento, cuando el Osadía terminaba
de virar y empezar a descender hacia el anillo de asteroides el destructor
central activó sus reactores e inició su persecución.
Dal y Deacon se miraron sonrientes
cuando el holoproyector mostró el movimiento del destructor.
Aniquilador
Vantorel se encontraba junto al
proyector holográfico situado en la parte posterior del puente de mando
observado la aproximación enemiga. Aunque ya conocía la valentía suicida
rebelde, estos no dejaban de sorprenderle por lo insensatos que eran
enfrentándose con una fuerza infinitamente menos poderosa que la suya.
A su llegada Rangan exigió atacar
inmediatamente a la fuerza rebelde además de asumir el mando de al ser el
oficial superior más veterano. La sugerencia de una conferencia con el Palacio Imperial en Coruscant para aclarar aquella situación, hizo más sumiso al
almirante, que había resultado más arrogante que falto de imaginación. Lo que
se había encontrado era una extraña situación de tablas entre ambos
contendientes: cada uno colocado en un extremo del planeta en órbita al
hemisferio norte, los rebeldes sobre lo que se había deducido que era su base
de operaciones y factoría de construcción, que ya habían empezado a evacuar. Hasta
ese momento lo que pretendía Rangan era simplemente mantener la posición, elucubrando
planes para doblegar aquel mundo a través de un bombardeo con los asteroides
que lo rodeaban. Claro que sin tener en cuenta que los klovan ya habrían
previsto aquella eventualidad, reforzando su escudo planetario a lo largo de
toda la zona debajo de estos. Igualmente, una vez suprimidas sus defensas, la
idea podía usarse para castigar a los habitantes de aquel mundo por osar
desafiar al Emperador. Pero para entonces estaba seguro que él ya
estaría lejos de allí, sofocando la siguiente rebelión.
Por su parte nada más llegar había
enviado a su escuadrón TIE de reconocimiento para obtener información
más precisa del cinturón de asteroides. Mientras que los sensores de todas sus
naves escaneaban la superficie del campo de fuerza planetario siguiendo el
patrón identificado por el teniente Jarok según los datos que se tenían de la
red de energía para establecer el lugar donde estaban los generadores principales
del escudo. Estos no eran tan potentes y especializados como los que se encontraban
a bordo de la Esfera de Torpedos, pero con la información que tenían, habían
localizado su ubicación estimada. Desde ese momento sus movimientos habían ido
encaminados a despejar la posición de disparo optima sobre el objetivo. Para
ello había limpiado de amenazas al área de asteroides más cercana, y para
impedir su uso por los klovan había minado parte. Estos respondieron enviando
numerosos Ala-D, que a pesar de estar fuertemente armados y ser maniobrables, también
eran lentos, por lo que fueron rechazados gracias a que sus cazas estaban
acompañadas de varias corbetas que les habían permitido repeler a los rebeldes
y afianzar el control de aquella zona.
En aquel momento no solo contaba con
superioridad numérica en cazas espaciales y naves, sino que había recuperado la
iniciativa, por lo que era él quien decidía cuando y donde luchar, mientras que
sus adversarios ahora ya solo reaccionaban a sus movimientos. Por lo que había
empezado ampliar la zona de la órbita que controlaba, desplegando sus destructores en el hemisferio sur, impidiendo un contraataque desde el otro
lado del cinturón de asteroides.
La llegada de la Esfera de Torpedos
había coincidido con un intento rebelde por alejar sus fuerzas de aquella zona.
Mientras sus naves abrían un pasillo hasta colocase en la órbita de
ataque, envió al teniente Jarok a bordo para informar a Fusch del lugar donde
se encontraba el generador del escudo que cubría el hemisferio norte. Y tras
confirmar si ubicación con sus sensores se había iniciado el bombardeo, aun
cuando las naves rebeldes se estaban retirando tras ser repelidas. Y una sola
hondonada de 500 torpedos de protones y los disparos coordinados de los turboláser terminaron con la protección del planeta. Inmediatamente sus
destructores habían abierto fuego contra la zona, arrasándola completamente.
Sus ciudades, en su mayor parte subterráneas habían activado entonces sus
propios escudos, que solo protegían una parte de la superficie.
Por su parte los rebeldes se habían
reorganizado para lo que parecía lanzar un contrataque desesperado, con el
único motivo de ganar algo de tiempo y terminar las evacuaciones. La nave que
iba en cabeza era un viejo destructor separatista, que según los informes
de OSI hacía por lo menos dos años que estaba operativo. Se desconocía
su procedencia, posiblemente recuperado del espacio y se creía que aun poseía
su equipamiento original, ya que no había participado en grandes combates, por
lo que se descartaba una capacidad de combate. Pero para Vantorel, al observar
la aceleración que estaba tomando, empezó a suponer el error de inteligencia.
Confirmado su deducción cuando su potente cañón turboláser empezó a
disparar contra la nave del almirante Rangan. Los primeros impactos, hechos
antes de llegar el alcance optimo conocido y con una potencia mayor de la que
se tenía registrada en las Guerras Clon, debilitaron sus escudos a la
mitad.
– Concentren el fuego de todas las
naves sobre ese destructor – ordenó Vantorel.
Tras entrar en el radio de acción de
las armas imperiales el Recusant empezó a virar hacia el planeta,
haciendo que su arma principal, que solo podía disparar hacia el frente, alcanzara
al Inkisition, cuyo comandante, el capitán Dardel, había aumentado la
potencia de los escudos, lo que le permitió aguantar los impactos mejor que el Praxis.
Y una vez la antigua nave separatista cambió el rumbo, el crucero moncalamari apareció justo detrás, virando a su vez para abrir fuego con
sus poderosos cañones de iones, que cayeron sobre el debilitado destructor de
Rangan, que en ese momento salió en su persecución.
– ¿Qué está haciendo ese estúpido? –
murmuró Adel, su jefe de operaciones entre dientes.
– Caer en su trampa – le contestó
Vantorel con calma –. Que el resto de naves mantenga su posición.
El cual, al salir de su posición e
ir detrás de las naves rebeldes impedía que el Inkisition pudiera abrir
fuego contra estos.
– ¿Dejará que se suicide? – le
preguntó Adel.
– Ese destructor es propiedad del
Imperio, no podemos desperdiciar equipamiento tan valioso – explicó este –. Cuando
este se quite de en medio iremos detrás, para impedir que la los klovan que
vienen detrás acaben con el Praxis. Que Valorum se reposicione y permanezca
detrás protegiendo la esfera. Y que Gruna esté atento por si hay un ataque
sorpresa por la retaguardia.
Transmitidas las órdenes, las naves
activaron sus motores y empezaron a moverse en persecución de la fuerza rebelde.
– ¿Qué está haciendo esa nave? –
preguntó Vantorel cuando su formación salió de sus posiciones.
– Se dirige hacia la Esfera –
confirmó Adel –. No ha variado su rumbo y la escoltan varios cazas, dos Ala-B.
Vatorel entonces se dio cuenta que
había caído en la trampa al apartar sus naves, dejando el camino libre a
aquella corbeta. Ya que Valorum, para poder cubrir mejor a la estación de
asedio se había movido y en aquel momento le estaba dando la espalda y no podía
virar para interponerse.
– ¡Que intercepten esa nave!
Continuará…
El Jedi Perdido:
En la oscuridad (8)
Nota
de producción:
(1) El personaje de
Yeidal Zarb parece con un joven piloto en el Jedi Perdido 1: Adquisidores,
en cuya primera versión no sobrevivía a la misión en Tatooine. Siendo salvado
(2) Nierval, el dug comandante
del escuadrón Rancos de Ala-X, aparece en el relato Star Trek – Star Wars, así
como en Jedi Perdido 2: Rayo de Esperanza.
(3) Los pilotos Naranja
3 y 4, Kanuu de Lattre de Tassigny, conocido como Kanuu DeLattre y Satek
aparecen en el relato USS Spirit.
(4) Como la Alianza
Rebelde consiguió armar y actualizar el Rayo de Esperanza, se
narra en el Jedi Perdido 2: Rayo de Esperanza.
Links
relacionados:
...
No hay comentarios:
Publicar un comentario