… y ahora la conclusión
El Fugi
Kanuu estaba tendido en la cama del
camarote que hacía de enfermería a bordo del Fugi. Bishop le había
sedado mientras le aplicaba un regenerador dermal para curar sus lesiones superficiales. A simple vista los moratones
eran muchos, incluyendo una herida en la oreja, seguramente al arrancarle su
pendiente bajorano y de Lattre prefirió no saber cuáles eran las heridas
internas, aunque el doctor le había dicho que sus lesiones no eran graves, que
se repondría. Hacía casi dos años que no veía a su hijo, justo antes de alistarse
en la Alianza Rebelde.
Recordaba que habían sido semanas
tensas, desde que anunciara su decisión, hasta que partió con algunos pilotos
de las Fuerzas Reales de Naboo.
Aunque su despedida había sido más calurosa, le había abrazado con fuerza,
había llorado al verle marchar, convertido en un adulto que había escogido su
propio destino. Recordaba perfectamente las últimas palabras que le dijo:
“Me siento orgulloso de ti Kanuu.
Lleva contigo los ideales honorables que te hemos enseñado allí donde vallas.
No los olvides, por muy duro que te resulte. Que te reconozcan por ellos. Te
quiero mucho hijo mío”.
Contemplándole no pudo evitar
recordar los momentos que habían pasado juntos. Kanuu siempre había sido más
tímido que sus dos hermanos pequeños, siempre responsable, como si supiera que
debía cuidar de Natalie y Jan. El día en que nació pudo ver en su rostro a su
padre, veía a su esposa, era una mezcla de todos a los que había querido y se
sintió el hombre más feliz del universo, ahora se sentía extremadamente orgulloso
de su primogénito. Cuando le dijo que quería unirse a la Alianza Rebelde se dio cuenta que ya no era un niño. “Nos
enseñasteis las creencias de libertad, igualdad, fraternidad. ¿Cómo puedo
ignorar la injusticia del Imperio?
Quiero luchar por eso que creo”. Le había dicho con gran seguridad en el
despacho de su casa. Le había intentado disuadir sobre la peligrosidad que eso
comportaba y sobre todo la necesidad de proteger su origen y la no intervención,
a lo que Kanuu le había espetado: “Yo no soy miembro de la Flota Estelar.
Nunca pondría traicionaros. Pero tengo que hacer esto papá”. Y se marchó
dando un portazo.
Aquella noche había estado hablando
con su esposa.
– “¿Qué puedo hacer?
– Ya es un hombre, aunque a veces
lo veamos como un niño. Quiere luchar por aquello que le enseñamos: por la
libertad.
» Me lo comentó ya hace algún
tiempo – admitió ella –. Y la verdad es que no le puedo decirle que no
lo haga. Yo misma me alisté en la Flota porque mi pueblo está oprimido por los cardassianos. ¿Cómo
puedo decirle que no haga una cosa que yo misma hice?
– Temo por su seguridad... Fue
culpa...
– No te tortures Jaques. Nadie
puede decir que no hayas cumplido con tu deber. Has protegido a tu tripulación
de una manera impecable. Pero tu hijo no es uno de los hombres bajo tu mando. Y
ya es mayor para tomar su propio camino”.
Pocas semanas después Kanuu se unió
a la Alianza con otros dos hijos de tripulantes. Además del hijo de su oficial
de operaciones T’Lar, también iba con ellos Ardern, cuya madre había muerto en
el accidente que les había llevado hasta aquella galaxia. Este quiso verle
antes de marcharse y agradecerle a él, como capitán del Spirit, y a toda
la tripulación, la manera en que le habían tratado desde su llegada allí.
Recordó que aunque había añorado a su madre, nunca se había sentido solo,
arropado por todos cuantos le rodeaban. Y que luchar contra el Imperio era su
manera de agradecérselo, de continuar aquello en que había sido educado y
criado.
En el Fuji de Lattre acarició la frente de su hijo. A medida que pasaban
los minutos respiraba con mayor normalidad, hasta que lentamente fue volviendo
en sí. Abrió los ojos, los mismos de su madre, color miel oscuro. La mirada de
padre e hijo se cruzaron y los dos esgrimieron una sonrisa al reconocerse.
– Sabía que vendrías... – replicó
Kanuu con dificultad, pero de repente cambio su semblante –. Van a atacar la
base... hemos de avisarles... me lo dijeron...
– Tranquilo. Descansa, todo irá bien
– replicó Jaques.
– Papá... no podemos dejarles...
– Les ayudaremos Kanuu. Ahora
descansa. Yo me ocuparé de todo.
Eso pareció tranquilizar a su hijo
que sonrió y volvió a cerrar los ojos. De Lattre se levantó y pidió a Bishop
que le avisara si volvía a despertarse.
Se detuvo tras cruzar la puerta de
la cabina y tuvo que apoyarse en el mamparo para no desvanecerse. Su corazón
latía con fuerza y su mandíbula temblaba, apenas podía respirar de la impresión.
Y no era solo porque su hijo se encontraba a salvo, sino porque en aquel
momento Jaques de Lattre de Tassigny se sintió el ser más orgulloso del
universo. El primer pensamiento de su hijo al volver en sí había sido para salvaguardar
a sus compañeros que estaban en peligro. Ya no era un niño al que debía de proteger,
era un hombre generoso y honorable. Y eso le llenaba de una satisfacción por tener
un hijo así. Pero al mismo tiempo se sentía ingrato porque su hijo estaba
dispuesto a dar su vida por algo que en el fondo era justo y él no había sido
capaz de hacer lo mismo. Todos aquellos altos ideales en los que había sido educado
y que había jurado defender en la Federación,
no significaban nada si no se defendían. Y él no lo había hecho.
Subió a la cabina, donde estaban
Shimura y Chuket. Lo primero que hizo el wookiee
fue preguntar por el estado de su hijo.
– Se pondrá bien, gracias –
respondió de Lattre, luego se volvió hacia Shimura y se le dirigió con un tono
de autoridad que hacía tiempo que no utilizaba –. Teniente cambie de rumbo.
Regresamos al puesto avanzado de Tierfon.
Y póngame con el comandante Crespo, inmediatamente.
– A sus órdenes mi capitán –
respondió su oficial de seguridad con renovadas energías. Sabía muy bien lo que
eso significaba.
– Por cierto, aquí tiene – dijo de
Lattre alargándole un padd con la
renuncia de Shimura –. Esto no es necesario, teniente.
El Krontak
La nave del capitán Lameta era un veterano Venator cuya primera
acción había sido en la defensa de Coruscant
durante los Guerras Clon. Desde
entonces había servido fielmente al Emperador Palpatine. Pero por muy anticuada que fuera aquella nave, el Imperio no
desechaba nunca material de guerra si aun podía serle útil y la Krontak
aun lo era. Su cuartel general estaba en Corvanni IV y realizaba misiones de control fronterizo localizando y cazando a
piratas, contrabandistas y sobre todo pusilánimes rebeldes. La última operación había sido un éxito: advertidos del
ataque sobre un convoy, la emboscada se había convertido en una encerrona que
había hecho tres prisioneros.
El plan había sido ideado por el
nuevo gobernador del sector Neshig:
el moff Sacer que quería impresionar
al Emperador aniquilando el molesto puesto avanzado conocido como R-154 por el Ubictorado y ahora descubierto en el sistema Tierfon. Desde allí se habían
lanzado multitud de ataques contra múltiples objetivos imperiales por todo el sector Sumitra y otros cercanos. Ahora
aquel molesto lugar sería borrado de las estrellas gracias a la información
extraída de aquellos desgraciados pilotos.
– Ya ha llegado el informe de
reconocimiento de los probots – informó Lameta al moff
Sacer –. Confirman la localización y defensas, señor.
– Magnífico. Informe al coronel
Kartin que prepare a sus hombres.
– ¿Me permite hacerle una pregunta,
señor?
– Dígame.
– No es que dude de la potencia del Krontak,
pero ¿por qué no esperamos refuerzos? Con un destructor clase Imperial
en órbita estoy convencido que ningún rebelde escaparía de ese puesto avanzado.
– Ya lo solicité al Mando de la
Flota, capitán. Pero parece ser que el Emperador envió todos los destructores
disponibles a un lugar llamado Endor.
No sé preocupe aunque escapen algunos rebeldes destruir su base ya será un
fuerte golpe para sus actividades terroristas en este sector.
– Sí señor.
Puesto avanzado de Tierfon
La sirena resonaba en todos los
pasillos y estancias subterráneas de la base rebelde, mientras los hombres
corrían de un lado a otro dirigiéndose a sus puestos de combate. A todos y cada
uno de ellos se les entregó un arma y fueron distribuyéndose por la base como
en los simulacros, aunque aquel día no era un ataque ficticio.
En el puesto de mando la imagen
holográfica mostraba un destructor Venator
entrando en la atmósfera escoltado por un nutrido grupo de cazas TIE. Alrededor del proyector estaba el general Cracken, el mayor Speria y el comandante Edgar con su traje
de vuelo. La aparición de la nave enemiga se había producido instantes antes de
la partida de los cazas.
– No puede ordenarme eso, señor –
replicó el jefe de pilotos –. Sin nosotros no tienen ninguna oportunidad de
defenderse.
– Comandante ha de partir sin demora
– insistió Cracken con firmeza –. Le necesita más la Flota que nosotros. Ha de
llegar a Solluts y unirse a la
batalla que se avecina. Comprendo su deseo de defender este lugar comandante
Edgar, pero su objetivo es más importante: destruir la segunda Estrella de la Muerte.
Edgar asintió resignado. No había
estado en Yavin pero si Palpatine
obtenía otra estación como aquella la galaxia estaría perdida irremediablemente
y nadie podría derrotarlo.
– Señor –le saludó visiblemente
resignado.
– Que la Fuerza te acompañe – le deseó Speria
– Y a ti también, buen amigo –
replicó el Edgar –. Y a todos vosotros.
Dicho lo cual salió del centro de
mando hacia el hangar. Sus cazas estaban alineados para despegar, con sus
pilotos esperando la noticia.
– Lo siento chicos, no podemos
quedarnos – les dijo su superior y les explicó su objetivo en la luna santuario
de Endor. Todos asintieron con pesar –. Como las defensas de la base no pueden
cubrirnos, saldremos todos juntos, separándonos por parejas evitando cualquier
enfrentamiento contra los cazas imperiales. Al salir del pozo de gravedad del planeta saltaremos al
hiperespacio. Realizaremos dos saltos antes de concentrarnos en el Hogar Uno con la Flota. ¡Qué la
Fuerza nos acompañe!
Tras un grito de ánimos todos los
pilotos se dirigieron hacia sus cazas.
Antes de partir Satek miró hacia
donde se encontraba Ardern y alzó la mano de la manera vulcana. El boliano hizo
lo propio y sonrió resignado, conociendo su destino, al mismo tiempo que
deseaba suerte a su amigo. Satek no replicó la sonrisa, pero su mirada lo decía
todo. La lógica le dictaba que no volverían a verse y sintió la mayor tristeza
que jamás podría imaginar. Se concentró para reprimir sus sentimientos de rabia,
amargura y deseó con todas sus fuerzas que Ardern se salvara.
– Larga y próspera vida mi buen
amigo – murmuró girándose y subiendo a su Ala-X.
– General, usted también debe
marcharse – dijo Speria tras la salida de Edgar –. Salga escoltado con el
escuadrón Naranja. Esta base puede caer con todo su personal, pero usted es
mucho más importante.
– En esta guerra nadie es
imprescindible – replicó Cracken con serenidad –. Y estoy arto de huir. Huir de
Yavin, huir de la Base Echo en Hoth y de otros tantos sitios sin nombre. No, hoy es un buen día
para permanecer aquí y luchar junto a un grupo de buenos hombres.
En la imagen holográfica podían ver
como el destructor Venator
empezaba a desplegar sus fuerzas en el valle que se extendía en la parte
posterior de la base, más allá del escudo deflector que les protegía. Los
primeros andadores AT-AT y AT-ST empezaban a desembarcar mientras
los cazas TIE les cubrían. No podían
perder tiempo si querían que el escuadrón Naranja partiera intacto hacia la decisiva
batalla que se avecinaba.
– Señor, recibimos una comunicación
– interrumpió el técnico –. Por el mismo canal que el general esperaba la señal
de ayer.
– Páselo, inmediatamente – replicó
Cracken y en el proyector apareció el rostro de de Lattre.
– General siento llegar tarde, yo
también he detectado la presencia del destructor imperial. Espero que permita
que les ayude.
– Sería un placer capitán de Lattre
de Tassigny – contestó Speria con una sonrisa de satisfacción amarga, así era
como le había llamado Ardern –, pero no creo que su nave pueda contra un destructor Venator.
– ¿Pueden bajar los escudos durante
cinco segundos? – preguntó el capitán de la Spirit,
lo que provocó una desconcertante mirada entre Cracken y Speria.
– Los cazas del comandante Edgar
están a punto de despegar. ¿Pueden aprovechar ese lapso de tiempo? – sugirió
Cracken
– Será más que suficiente –
respondió de Lattre y su imagen desapareció, regresando el despliegue enemigo.
– Mayor, no logro situar el origen
de la transmisión – informó entonces el técnico –. No detectamos ninguna nave
en órbita.
– El comandante Edgar informa que
está preparado para despegar – indicó otro técnico. En el puesto de control de
tráfico podía ver los cazas con sus motores encendidos, levitando frente a la
entrada de la cueva a punto de emprender el vuelo.
– Que desactiven el escudo deflector
– ordenó Speria. Aquel era el momento adecuado, mientras la cobertura de cazas TIE estaba entretenida cubriendo
el despliegue de las tropas de tierra.
En ese instante y ante la sorpresa y
el estupor de todos los presentes, frente a Speria y Cracken, al otro lado del proyector holográfico se materializaron
de la nada cuatro figuras: Jaques de Lattre de Tassigny, Ken Shimura, Chuket y
Kanuu de Lattre de Tassigny. Los dos primeros llevaban un mismo uniforme con
los pantalones y la parte superior de los hombros negra y la casaca roja en uno
y dorada en el otro.
– Todos los cazas han partid… –
informó uno de los técnicos que no había visto lo ocurrido y que al girarse se
sorprendió al ver cuatro nuevas figuras.
– Vuelvan a activar el escudo
deflector – replicó Speria mecánicamente sin dejar de mirar perplejo a de
Lattre y su grupo.
– ¿Cómo diablos ha hecho eso? – dijo
por fin Cracken después de unos instantes, tras sobreponerse de la sorpresa.
– Simplemente tecnología, general –
respondió de Lattre con tranquilidad –. Pertenezco a una organización cuya
máxima y Primera Directriz nos
obliga a no intervenir en el desarrollo normal de cualquier civilización. El
teniente Shimura al ponerse en contacto con ustedes violó esa norma. Y ahora yo
también la romperé.
Dicho lo cual presionó una pequeña
joya en forma de estrella que tenía en el pecho.
– Comandante Crespo, soy el capitán
de Lattre de Tassigny, le ordeno atacar a las fuerzas imperiales que están
cercando la base rebelde. ¿Ha entendido?
– Lo he entendido capitán. Lo anotaré en el diario de a bordo. Spirit fuera.
USS Spirit
Crespo se estiró el uniforme rojo al
sentarse en la silla de mando. En la
pantalla podía ver como el destructor empezaba a elevarse tras desembarcar a
las tropas de tierra, para poder abrir fuego y debilitar los escudos deflectores del puesto avanzado
desde una posición más alta.
– Estaciones de batalla – ordenó
Crespo con voz tranquila, pero con un tono transcendental. En su mente tenía a
la familia de su esposa, aniquilada en Alderaan.
Por fin podría vengarse. La alerta resonó por toda la nave, las luces se
atenuaron, encendiéndose las rojas –. Teniente Kinapk fije torpedos de fotones sobre el objetivo.
– Sí señor.
– Teniente T’Lar desactive el sistema de ocultación.
A unos cinco mil metros de altura
por detrás del Krontak, una nave apareció de la nada y varias pequeñas
estrellas rojizas salieron disparadas hacia la popa del destructor, haciendo
impacto en las torres gemelas de mando.
– Impacto directo. Escudos al 60% –
informó Kinapk.
– Fuego a discreción.
Una lluvia de torpedos de fotones
salió de la torre de armamento del Spirit y cayó sobre el Krontak
mientras la nave estelar pasaba a gran velocidad por su costado. Al retomar
altura volvió a lanzar otra hondonada de torpedos desde la popa.
– Los escudos enemigos han caído. Su
parrilla energética fluctúa – informó Kinapk.
– Timonel, haga otra pasada. Fuego
con los phasers, máxima potencia.
El Spirit viró con rapidez
entre las nubes de Tierfon y regresó en un picado sobre el destructor que
empezaba a perder altura. Los impactos alcanzaron la base de la torre de mando
los turboláser de estribor y
penetrando en el casco hasta los reactores principales. Una tremenda explosión
sacudió toda el veterano Venator que perdió definitivamente
la energía y envuelto en llamas se precipitó unos cientos de metros sobre la superficie
del valle.
– Teniente fije objetivos sobre la
línea de avance de la infantería y sus vehículos.
– Cazas TIE acercándose hacia nosotros – informó T’Lar.
– Cambie de objetivo – ordenó
Crespo, mientras veía acercarse con rapidez a los pequeños cazas negros de alar
octogonales.
– Dispersión máxima, blancos
designados.
– ¡Fuego!
De las diferentes trincheras
surgieron los rayos de energía que impactaron en las trayectorias de los
pequeños TIE, que sin escudos, cayeron la mitad antes de que sus compañeros
pudieran desviarse de aquellos mortíferos disparos.
– Vuelva a centrarse en la superficie.
El Spirit volvió a girar en redondo y pasando por encima de las llamas
del Krontak se dirigió hacia los AT-AT
que estaban acercándose al puesto avanzado. El phaser cruzó a los andadores en
diagonal como si de una línea de fuego se tratara y penetró su grueso blindaje
como si este fuera una de hoja de papel. Los cinco vehículos estallaron mientras
en las trincheras rebeldes los soldados vitoreaban aquella misteriosa nave que
les había salvado la vida.
– ¿Quedan más fuerzas enemigos?
– Los sensores indican algunos
andadores escolta AT-ST en los
flancos se retiran y numerosos supervivientes del destructor – informó Kinapk –.
Los cazas TIE se reagrupan y están virando hacia nosotros de nuevo.
– No entienden que ya han perdido.
Pues se lo demostraremos – comentó Crespo observando como el puñado de
temerarios cazas se reagrupaba –. Fuego.
Los phasers volvieron a disparar,
alcanzado al resto de TIE, que cayeron bajo los ordenados de tipo del Spirit que habían calculado su rumbo de
aproximación y ajustado la trayectoria de los phasers de manera automática. En
unos segundos ya no quedaban cazas imperiales en los cielos de Tierfon.
– Hemos de ser generosos y dejaremos
que la Alianza se divierta también
un poco. Transmita la posición de esas fuerzas al puesto avanzado. Por si un
caso, nos mantendremos cerca de la posición. Timonel tome altura y sitúenos en
órbita.
Puesto avanzado de Tierfon
– Que salgan los speeders y acaben con esos AT-ST – ordenó Speria tras acabar el
ataque del Spirit. Luego miró fijamente a de Lattre de Tassigny –. Ha
salvado nuestras vidas capitán. Jamás lo olvidaremos.
– Ni la Alianza – replicó Cracken, que miró a Kanuu –. Usted debe de ser su
hijo, me alegro de que esté sano y salvo.
– Gracias, general – replicó este
aun débil –. Pero el puesto avanzado
ha sido descubierto, debemos empezar la evacuación.
– En breve eso no será necesario –
respondió Cracken –. Con ayuda de la Fuerza en poco tiempo el Emperador habrá muerto y su segunda Estrella de la Muerte habrá sido destruida en Endor. Su reinado por fin llegará
a su final.
– Eso espero – dijo de Lattre –. Aun
así el Imperio es poderoso y tardará
en caer. Si lo desean podemos evacuar a parte del personal.
– Personalmente preferiría que no –
intervino Speria –. Ya es hora de empezar a no huir. El puesto avanzado de
Tierfon se mantendrá activo mientras sea necesario. Pediré que tras la batalla de Endor envíen de nuevo a un
escuadrón de cazas y continuaremos hostigando a nuestros enemigos en el sector Sumitra o allí donde se
encuentren. Nuestra lucha es una luz que no se extinguirá, capitán.
– Que así sea – le respondió de
Lattre –. Si les parece bien ordenaré que la nave que transporta los
prisioneros liberados en Corvanni IV
se desvíe para dejar a los que puedan ser útiles aquí. Entre ellos el otro
piloto capturado junto a mí hijo.
– Solicito permiso para volver a mi
puesto, señor – dijo entonces Kanuu.
– Ha de descansar teniente. La
guerra aún no ha acabado y le necesitamos plenamente restablecido – le contestó
Speria –. Y capitán de Lattre de Tassigny no creo que el Imperio nos ataque
tras su intervención, por lo menos durante un tiempo.
– Entonces regresaré a Naboo y nos pondremos en contacto con
la célula de la rebelión en el sistema. Si el Emperador muere pronto, es
posible que muchos planetas se alcen contra sus tropas.
– Esa es nuestra esperanza – replicó
Cracken –. Me preguntaba si podría acompañarle y poder ver algo más de su...
nave.
– Si lo desea será un placer
general. Así podremos hablar de nuestra futura colaboración.
USS Spirit
– ¿Un poco más? – le preguntó Laren
señalando la botella de vino.
– No, por favor. Ya he bebido
suficiente – replicó Cracken recostándose en la silla. A su alrededor estaba
congregada la oficialidad de aquella increíble nave. Su historia era
apasionante: procedentes de otra galaxia
y llegados por el azar de un accidente, habían sobrevivo ocultos en la
convulsión de la Guerra Civil que se
vivía entre los sistemas de la Antigua República. Le habían mostrado la nave y le habían explicado el significado
de la Primera Directriz: no
intervenir en el desarrollo de otras especies. No le habían dicho porque ahora
la habían violado, pero él hacía tiempo que se había alzado en armas contra la
tiranía del Emperador y la rectitud
de de Lattre y del resto de oficiales le indicaban que ya no habían podido aguantar
más ante la política de terror y barbarie de lo que hasta entonces eran meros
espectadores.
– Le recuerdo que es sintetol, general – indicó Crespo con
una afable sonrisa en los labios –. Por mucho que beba no se le subirá a la
cabeza.
– Simplemente es que son demasiadas
emociones. Hace unas horas me había preparado para morir en Tierfon y ahora me parece estar a bordo
de un crucero de lujo, mientras espero la resolución de la batalla más decisiva
de esta guerra.
– Es ilógico preocuparse cuando no
podemos hacer nada desde aquí. Salvo esperar – replicó la vulcana T’Lar, cuyo
hijo iba a participar en el ataque contra la segunda Estrella de la Muerte.
– Cómo he dicho ha sido un día
largo. Si no les importa me retiraré a descansar – dijo Cracken y todos dejaron
el camarote del capitán.
Pero Cracken no pudo conciliar el
sueño y decidió pasear por la nave para despejarse. Por los pasillos no había
nadie, a bordo solo estaba la tripulación imprescindible, el resto mantenían su
vida en Naboo como miembros de una
respetada empresa. Presionó los paneles del pasillo para descubrir el camino
hacia el Seis Frontal, la cantina de
la nave. Al llegar se encontró con un oficial leyendo un padd. Este le saludó cortésmente y le ayudó a replicar un zumo de pomelo, recomendado por ese cortés teniente.
Poco después mientras contemplaba el
remolino de luz del hiperespacio que
se desplegaba frente a los grandes ventanales se abrió una de las puertas y
entró el capitán de Lattre de Tassigny.
– ¿No podía dormir? – le preguntó
Cracken.
– Usted tampoco.
– Demasiadas cosas se están jugando
en este momento.
– Además, querría estar con sus
compañeros
– Así es – respondió rotundo. Si se
hubiera quedado en el Hogar Uno habría formado parte de la
tripulación del Halcón Milenario que iba a pilotar el general Lando Carlrissian que iba a liderar el ataque de los cazas
contra la estación de batalla aún en construcción –. Pero también sé que allí
sería uno más. Las cartas ya están repartidas. Aun así…
» ¿Puedo preguntar qué le sucederá
al teniente Shimura? – preguntó tras unos instantes de silencio entre ambos
oficiales –. Por lo que he entendido ha desobedecido la más importante de sus leyes.
– Yo también la he roto – replicó categórico
de Lattre –. En otras circunstancias... quién sabe. Pero estamos lejos de la Federación.
» General – prosiguió agravando el
tono de su voz –, ha de entender que esta nave posé tecnología que podría hacer
tambalear toda esta galaxia. Los replicadores podrían llegar a destruir toda la
base industrial y comercial existente. Sin la necesidad de cultivar alimentos o
de extraer materias primas para manufacturar artefactos, millones de seres no
tendrían trabajo, sistemas enteros se arruinarían. En mi galaxia esa tecnología
fue evolucionando con lentitud y permitió que la economía se adaptara sin
causar un gran trauma. Por tanto aunque mi tripulación y yo ayudemos a la
Alianza habrá cosas que no podemos compartir.
– Lo comprendo – replicó Cracken
alzando el vaso replicado de zumo.
– El resto de nuestros recursos
están a su disposición, incluyen aquellos que hemos acumulado alrededor de la
empresa que tenemos en Naboo: los astilleros,
el refinado de gas tibanna, el taller
donde fabricábamos los torpedos de protones,
y la red de intercepción y descodificación
que creó Shimura podría ser ampliada para ponerse a su servicio.
– Intercederé ante Mon Mothma, pero no creo que haya
problema en ese sentido, además siempre tendrán el respaldo del adquisidor Keegan. Su Federación se asemeja mucho a la República que queremos reconstruir.
Naboo
El Spirit surgió del hiperespacio y activó su sistema de ocultación al mismo tiempo
que la Flora Rebelde luchaba
alrededor de la Estrella de la Muerte a muchos años luz de allí. Tras transportar a los oficiales a las
instalaciones de Tycho Inc. en Theed,
la nave regresó a la luna de Ohma-D’un,
donde se ocultaba de miradas indiscretas.
Al llegar Shimura se puso en
contacto con la célula que la rebelión y concretó una cita para que de Lattre
pudiera hablar abiertamente con el resto de líderes del planeta. La había
convocado en una estancia de la biblioteca de la universidad, un lugar lo bastante público para pasar desapercibido
y donde se podía mantener una reunión discreta en una de sus muchas estancias.
El primero en llegar fue Been, era
un Rep, miembro del Alto Consejo Gungan, representando al jefe Nass que desde el nacimiento del Imperio había formado parte de la Rebelión. Las otras dos personas habían
sido incorporadas a la Alianza en los últimos años por el propio Shimura, que
buscaba ensanchar el pequeño grupo gungan.
El siguiente en llegar fue el coronel Typho de las fuerzas Reales de Naboo e hijo del guardaespaldas de la antigua senadora Amidala, que ahora controlaba
a las fuerzas locales del planeta. Era un hombre inteligente e impregnado con
la independencia que siempre había caracterizado al pueblo humano de Naboo y
gracias a la actitud del Emperador
no había sido difícil atraerle hacia la causa. La última en llegar fue la
senadora Pooja Naberrie, la
cual siempre había simpatizado con la Rebelión, pero que hasta la disolución
del Senado Imperial no había sido
capaz de dar el siguiente paso. Desde entonces había utilizado su influencia
entre la alta sociedad del planeta para extender las simpatías hacia los
opositores en aquel remoto sistema.
– Nos ha sorprendido lo urgente de
la reunión – dijo Pooja Naberrie dirigiéndose hacia Shimura –. Pero no
imaginábamos que vendrías tan bien acompañado. Jaques me alegre verle entre nosotros.
– Hacía tiempo que tendría que haber
venido – replico este cortés.
– General Cracken es un honor tenerlo entre nosotros, su reputación
le precede – indicó Typho respetuoso.
– En realidad solo soy un simple
luchador por la libertad, como ustedes – dijo Cracken modestamente y luego miró
hacia los dos oficiales de la Flota –. Ken Shimura y Jaques de Lattre de
Tassigny, así como la mayoría de los integrantes de Tycho Inc., forman parte de
un grupo de personas amantes de la libertad y la justicia y desde hace tiempo
colaboran con la Alianza. A partir de este momento trabajarán más abiertamente
tanto conmigo, tanto como con ustedes. Y les anuncio que estamos a punto de
entrar en una nueva fase en la lucha contra el Emperador Pal...
El pitido del comunicador que
llevaba de Lattre interrumpió a Cracken.
– Capitán, aquí Crespo, disculpen
la interrupción, pero es importante – dijo la voz del primer oficial a
través del comunicador –. La Holonet
acaba de anunciar: que el Emperador ha muerto en Endor.
Airen Cracken lanzó un suspiro de
alivio al escuchar aquella noticia. Todos en aquella sala empezaron a
felicitarse llenos de satisfacción. Been se fundió en un abrazo a su buena
amiga Pooja, igual que hacían Typho y Shimura, cuya amistad y respeto se había
forjado mientras trabajaban clandestinamente en los últimos años. De Lattre le
alargó la mano a Cracken: por fin la justicia había triunfado. Para anunciarlo
el departamento de Criptografía de la Alianza se había introducido en la
Holonet Imperial para proclamar la gran victoria sobre Palpatine en todos los
rincones de la galaxia.
– Señores es un momento de alegría
para todos... – anunció Pooja con visible emoción en su rostro –. Pero la lucha
ha de seguir. Con el coronel Typho hace algún tiempo preparamos una operación
para liberar Naboo de las garras de Palpatine.
– Sí, debemos aprovechar estos
momentos de debilidad para atacar – insistió Typho –. Las Fuerzas de Seguridad
Reales están listas para alzarse, en poco tiempo podríamos desplegarnos en
Theed, Deeja Peak y Keren...
– Los gungans nos ocuparemos de las
fuerzas subacuáticas en Otoh Gunga,
la ciudad oceánica de Kaadara y en
otros enclaves – anunció Nessa.
– Nosotros nos ocuparemos del Retratamiento del Emperador – anunció
de Lattre –, fue construido como centro de mando lejos de Coruscant y aunque no lo parezca, es el lugar más fuertemente
custodiado. Si nos apoderamos de esa instalación toda resistencia en el planeta
se vendrá abajo. También tenemos que detener a Panaka...
– Hubo una época en que Panaka
realizó grandes servicios a Naboo y a mi propia familia – reflexionó Pooja con
pesar.
– También ha servido muy bien como moff del sector Chommell para el Emperador – replicó el gungan con amargura
–. Y ha de ser juzgado por sus crímenes.
– No creo que tardemos en
neutralizar el Retratamiento – dijo de Lattre que se dirigió a Typho –. Después
me uniré a sus fuerzas en ayudarles a liberar el restro del planeta. Para ello
cuento con un buen número de wookiees
que están más que dispuestos a ayudarnos en esta tarea.
– Toda ayuda será bienvenida –
replicó este y la reunión se disolvió para ir a preparar cada uno sus fuerzas. Al
mismo tiempo en las calles se iban llenando poco a poco de gente que quería
celebrar la muerte del tirano.
Mientras los habitantes de Naboo
celebraban el fin del terror una fuerza formada por wookiees y tripulantes del Spirit
asaltaron a la sorprendida guarnición del Retratamiento del Emperador.
Al mismo tiempo la Guardia Real al mando del comandante Typho y el ejército
gungan liderado de nuevo por Boss Nass ocupaban el resto de instalaciones
imperiales del planeta. El último representante de Palpatine, el moff Panaka,
fue arrestado mientras permanecía sentado en el Trono del Palacio Real.
Pocos días
después la reina Kylantha, que había
permanecido más tiempo del permitido en su cargo, renunció al trono y se
celebraron las primeras elecciones libres desde hacía más de diecinueve años, restaurado
así el gobierno tradicional de Naboo. Poco después la nueva reina Pooja
Naberrie anunció que el sistema se uniría a la Alianza de Planetas Libres liderados por Mon Mothma. Typho y las Fuerzas Reales también se integraron con
las fuerzas de la Alianza, mientras el desorientado Imperio se retiraba en un
reinante caos hacia los Mundos del Núcleo, dejando en paz aquel pequeño
sistema del borde exterior.
Tiempo después…
La nave personal de Cracke, la corveta corelliana Contruum,
llegó a Naboo meses después de la
muerte de Palpatine.
– Bienvenido de nuevo – le saludó de
Lattre que le esperaba en el espacio puerto.
En la solapa de su chaqueta llevaba el comunicador dorado.
– Me he enterado que usted ahora
forma parte del Consejo Consultivo
de la Reina Nabarrie, enhorabuena –
le saludó el recién nombrado Director de la Inteligencia de la Nueva República mientras subían a un aerobús oficial.
– También le devolvimos las empresas
que adquirimos a sus legítimos propietarios – explicó de Lattre –. Por muy bien
que lo hiciéramos, no somos empresarios y solo las usamos para proteger nuestra
tapadera.
– Me alegro. Pero tengo que decirle
que traigo noticias que le interesan. Y lo que les diré por el momento es un secreto
– dijo Cracke en el interior del vehículo –. Poco antes de la Batalla de Endor enviamos un pequeño
grupo de hombres de la inteligencia tras una fuerza imperial bajo el mando de
un Gran Moff sin sectores asignados
llamado Daran. No sabíamos cuál era su objetivo y conocerlo era de extrema importancia
porque contaba con muchas naves y soldados leales al Emperador. Ahora acabamos de conocer que misión tenía: invadir otra
galaxia, la Vía Láctea.
Aquello dejó paralizado durante unos
instantes a de Lattre mientras el aerobús descendía sobre la Gran Plaza, junto al complejo
gubernamental de Theed.
– ¿Está usted seguro? – fue lo único
que pudo preguntar de Lattre.
– Completamente. Mi gente contactó
con las fuerzas de la Federación que
han sido atacadas por Daran – explicó Cracke –. En este momento un
representante de su gobierno se encuentra a bordo de la nave insignia de Ackbar. He venido para acompañarle hasta allí.
USS Spirit
La noticia de la ocupación de la Federación había caído como un mazazo
sobre la tripulación del Spirit: por fin podrían volver a casa, pero su
hogar se encontraba ahora bajo el terrible yugo del Imperio al que conocían bien. De nuevo con una tripulación mínima
de Lattre partió rápidamente al encuentro de la embajadora Odan de Trill.
La nave estelar se colocó a la altura del Hogar Uno, la nave insignia del almirante Ackbar y sede provisional de la delegación. Instantes después Kareel Odan y un oficial de la Flota se
transportaron a bordo.
Lo que primero le sorprendió a De
Lattre fue ver una mujer tan joven, luego recordó que su simbionte trill tenía muchos años de experiencia como diplomático.
El otro hombre, ahora capitán Flaherty,
ya era conocido antes del accidente por sus dotes lingüísticas y diplomáticas.
– Permiso para subir a bordo,
capitán – fue lo primero que dijo Odan, con una gran sonrisa de orgullo.
– Permito concedido embajadora. Sea
bienvenida a bordo del USS Spirit –
replicó de Lattre y Odan descendió los dos escalones de la plataforma del
transportador con contenida emoción.
– Capitán
me llena de felicidad
saber que una de nuestras naves, que creíamos perdida, en realidad estaba sana
y salva y que por fin ha podido contactar con nosotros.
– Embajadora si le he ser sincero,
no creía que este encuentro fuera posible.
– Me lo imagino, pero aunque estamos
muy lejos de casa, pronto podrá regresar.
De Lattre presentó al resto de la su
oficialidad y después acompañó a esta y a Flaherty hasta la sala de conferencias,
situada en la cubierta inmediatamente inferior a la del puente. Allí le relató
lo que había sucedido desde la persecución a la nave ferengi hasta aquellos
momentos.
– Como capitán del Spirit,
asumo todas las consecuencias y la culpa por haber violado la Primera Directriz – fue lo último que
dijo en su relato.
– Por favor, déjenos solos – replicó
Odan y el resto de los oficiales se levantó y abandonó la estancia. Las
protuberancias de la frente eran características en aquella sub-especie trill y la verdad es que
intimidaban que más que las manchas a ambos lados del rostro mucho más comunes.
Aun así no había dureza en la mirada.
Ya solos Odan se levantó y caminó
hacia los ventanales desde lo que se podía ver alrededor del Spirit la
formación naval de la Nueva República.
Permaneció así durante varios segundos, reflexionando en los acontecimientos
que acababa de escuchar: una nave perdida, sola, en medio de un lugar
desconocido y hostil.
– Han pasado muchas cosas desde que
nos dejó capitán – dijo con una voz suave girándose de nuevo para mirar a de
Lattre directamente –. No solo la reciente invasión del Imperio. Justo antes
luchábamos desesperadamente contra una poderosa fuerza del cuadrante Gamma: el Dominion.
Usted no los conoce, contactamos con ellos a través del agujero de gusano que se descubrió en Bajor tras su marcha. Y hemos tenido otras amenazas también muy
serias: el borg, por ejemplo.
» No por ello hemos cambiado nuestra
política, por supuesto – dijo esbozando una gran sonrisa –. Usted se enfrentaba
a una difícil posición y durante años ha mantenido la estricta neutralidad como
indican los procedimientos de la Flota Estelar en casos semejantes al suyo.
» Pero su revelación como parte de
la Federación y su alineación con la Alianza Rebelde o mejor dicho, la Nueva República, a través de Naboo sucedió técnicamente después de ser atacados por las fuerzas imperiales.
– ¿Técnicamente? – repitió de
Lattre.
– Tal vez usted no lo sabía, pero
para entonces ya estábamos en guerra contra nuestros mutuos enemigos. Por tanto
su actuación es completamente legal y no infringe la Primera Directriz.
De Lattre estaba boquiabierto por
aquella interpretación de los hechos.
– Con respecto a la actuación de su
oficial de seguridad, el teniente Shimura... Es su oficial y han pasado muchos
años juntos. Por mi parte su anotación en el diario de a bordo de su actuación
zanja ese asunto – dijo sentándose de nuevo.
» Capitán, su experiencia en esta
galaxia es incalculable. Usted ha pasado años entre estas culturas y conoce bien
cómo piensan y actúan, deseo que sea mi consejero en los pasos de debemos dar
de ahora en adelante. Mi misión es negociar un tratado diplomático en todos los
niveles con la Nueva República, ¿me ayudará en esta tarea? Se lo pregunto
porque imagino que lo que más desea es regresar a casa, por mala que sea la situación
allí. Pero le aseguro que si me acompaña en este viaje el esfuerzo de esperar
valdrá la pena. Usted y su nave pueden ayudarnos enormemente en ese aspecto.
– Hemos estado aislados diez años.
Mi primer oficial y muchos otros están casados con habitantes de esta galaxia.
Mi propio hijo lucha junto a la Nueva República. Esperar unos meses no
importará. Además aun quedan algunas cosas que hacer en lo que respecta a
nuestra tapadera durante estos años. Será un honor ayudarla.
– Gracias capitán.
– ¿Puedo hacerle una pregunta?
– Por supuesto.
– Ha dicho que descubrieron cerca de
Bajor un agujero de gusano... Mi esposa es bajorana...
– Entonces he de anunciarle que la ocupación de Bajor por los cardassianos acabó hace... ocho años.
Tenemos muchas cosas que contarnos, el uno al otro – dijo Odan con una gran
sonrisa.
FIN…