Eclipse
Primera parte.
El Annihilator
Como siempre Vantorel presidía la
reunión de situación de su estado mayor sobre la situación los sectores bajo su
control, los cuales parecían cada vez más inquietos. Las incursiones de la
resistencia habían aumentado y todo transporte tenía que ser escoltado para que
no cayera en una emboscada, aun así los ataques eran cada vez más arriesgados,
incluyendo la aparición, después de meses sin saberse de ellas, fuerzas del jem’hadar cerca de Galen, lo que había aumentado la inquietud de sus oficiales
superiores. Ya hacía semanas que se habían activado los protocolos de convoyes,
lo que había obligado a diseminar sus naves pequeñas y medias en su protección,
desguarneciendo algunos sistemas, lo que había hecho soliviantar a aquellos
gobernadores que se había quedado sin su protección. Y mientras esto sucedía
entre las estrellas, en los planetas los tumultos se multiplicaban y el peligro
de sublevaciones en Kalandra, la
colonia bajorana Desembarco de los Profetas,
Kressari o Lya III eran cada vez preocupantes, en otros lugares como en Trill los servicios públicos,
incluyendo la policía, amenazaba con declararse en huelga. Más allá de sus
fronteras la guerra abierta entre Cardassia
y Breen era un hecho que no se podía
menospreciar.
–
Las tropas del legado Broca están
retrocediendo en el sistema Simperia.
Fuerzas breen se están agrupando en Arawath,
posiblemente para atacar Kora,
amenazando de esa manera los astilleros de Torros
reconstruidos tras el ataque al inicio de la guerra contra el Dominion – informó el coronel Nass señalando la
situación en el holomapa tridimensional –. Por otro lado tenemos informes que
señalan que la resistencia está utilizando el espacio cardassiano para eludir a
nuestras patrullas.
»
Desde el ubictorado solicitamos
permiso para que las naves imperiales puedan perseguir esas incursiones más
allá de su frontera.
–
Tomo nota de su petición, coronel – replicó Vantorel, que sin más pidió al
siguiente oficial que diera su reporte, ante la perpleja expresión de Nass.
Cada
responsable fue relatando sus diferentes informes, pero parecía que Vantorel
permanecía distraído, sin prestar mucha atención a lo que le decían. Para los
hombres más allegados aquello les parecía muy extraño, pero todos proseguían
como si nada. Tras concluir todos los oficiales se retiraron excepto Lepira, no
sin cierto desagrado por parte de Nass.
–
Nos han informado que Sisko se ha puesto en contacto con el maquis. Parece ser que Damar quiere
pactar con ellos ahora que Broca está débil. Aunque lo importante es que
nuestra gente entre el maquis nos ha informado de la ubicación de la base
central de la resistencia.
–
Bien – dijo lacónico Vantorel.
Era
extraño aquel desdén del almirante por una información que cualquier otro
momento le hubiera interesado. Decidió arriesgarse.
–
¿Le ocurre algo? – le preguntó cauteloso.
–
No – respondió tajante y se incorporó como si le hubieran descubierto en una
situación embarazosa –. Solo estoy pensando. ¿Sabe cuándo se desencadenará el
golpe final contra Broca?
–
Por desgracia, no lo sabemos. La resistencia cardassiana es mucho más hermética que antes de que fuera aniquilada por el
Dominion. Han aprendido y rápido. El
núcleo central alrededor de Damar es
muy reducido y cada célula activa es más autónoma que antes. Siguen directrices
generales bajo la orientación de un oficial designado directamente por este.
Mientras que el trabajo de insurrección de las tropas se está haciendo
sigilosamente, están introduciendo agentes en las diferentes órdenes para
provocar su insurrección contra Broca en el momento que se ordene desde el
cuartel general. Por su parte este está más centrado en la guerra contra los
breen que luchar contra Damar, piensa que si logra frenar al enemigo exterior
sus tropas permanecerán leales. Además ha consolidado su posición entre la
mayor parte de la Milicia después de
asesinar a Madred, traicionado por
uno de sus subordinados a cambio del mando de la 1ª Orden. También espera que la reconstrucción de Cardassia Prime, que sigue a buen
ritmo, le permita mantenerse en el poder. Se ha limpiado el 60% de la
atmósfera, de manera que ha vuelto a subir la temperatura del planeta y los
alimentos, aunque racionados, son suficientes para la población.
»
El cuándo se producirá el golpe de Damar es mera especulación.
–
Apostaría mi rango que será en el momento en que la resistencia de la Federación lance su ataque. Por lo
menos eso es lo que yo haría si fuera Damar... – Vantorel se levantó y se
dirigió hacia la ventana.
»
¿Cómo va su pequeña misión como infiltrado de la Flota Estelar?
–
Como comprenderá, no puedo hablar de ello, almirante.
–
Claro. Sé que le han restringido su nivel de seguridad.
–
Mantengo el mando sobre la mayoría de mis operativos sobre el maquis y el sector de Bajor. Pero también tiene
lógica que poco a poco mis obligaciones sea redistribuidas entre otros
oficiales.
–
Es una lástima que hayan sido sustituido por el coronel Nass –
prosiguió Vantorel –. No tiene imaginación, ni inteligencia en realidad. Y se
ha creído toda esa propaganda sobre la superioridad de la especie humana sobre
el resto de seres. Sinceramente no le llega a usted ni a la suela de los
zapatos. Puede retirarse.
Lepira salió de la sala dejando al
almirante solo. Este accedió a los controles que tenía en la mesa y sobre esta
apareció la imagen holográfica de un Orbe de los Profetas. Giraba sobre sí mismo para poder observar todos los
ángulos y tenía una extraña luz translúcida.
En el otro lado de la puerta, Lepira
se dirigió hacia la zona reservada para el ubictorado a bordo del destructor.
–
¿Qué quería de usted el almirante? – le preguntó Nass. Este le había sustituido
en todas sus funciones como responsable en su sector de responsabilidad.
–
Quería profundizar en la información sobre cardassia. Como usted ya sabe, el
almirante le gusta conversar con sus oficiales. Hace años que nos conocemos,
solo es eso – contestó Lepira esquivo.
Por
naturaleza Nass era desconfiado, por eso había ascendido dentro del departamento
de ConInt hasta alcanzar el máximo puesto de contrainteligencia dentro del
operativo de los Nuevos Territorios. Tenía fama de eficiente y riguroso y todo
ello justificado al descubrir antes que se desatara la invasión la infiltración
de un cambiantes y de la Sección 31. Eckener y Daran le habían
escogido para controlar a Lepira para que este en el momento adecuado les
llevara hasta Zahn, el antiguo oficial de inteligencia que ahora trabajaba para
los rebeldes. Mientras tanto tenía que, por un lado sustituir a Lepira como responsable
del ubictorado en sus sectores y al mismo tiempo hacer creer a la Federación
que ahora Lepira trabajaba para ellos. Personalmente hubiera enviado a Lepira a
la prisión de máxima seguridad de Monte del Destino en la Luna para que no pudiera causar más daño al Nuevo Orden. Pero le habían ordenado que se limitara a investigar y
confirmar su traición. Lo primero que había hecho había sido rastrear todos sus
movimientos como jefe de inteligencia en su sector y estudiar todos sus
informes y todos sus agentes desde la muerte del general Elgrin,
desgraciadamente estos parecían legítimos. Le preocupaba que hubiera pasado
tanto tiempo en Bajor, pero sus estancias allí, aunque largas, tampoco parecían
sospechosas, más teniendo en cuenta que su red se extendía desde aquel planeta
como los tentáculos de un pulpo. También había investigado a su amante, una
sacerdotisa de la religión bajorana, cuyo hermano había sido elegido como
responsable de la Milicia tras la ocupación, pero eso estaba previsto en los
planes de ocupación aprobados por Vantorel, Eckener y Daran. Se había
interrogado a todos sus hombres y fuera de una buena lealtad hacia Lepira, no
había descubierto tampoco nada extraño. Todo era demasiado perfecto, demasiado
aséptico. Su instinto le decía que había oculto algo entre toda aquella
lealtad.
Verificar
la lealtad de Lepira era una parte de la llamada operación Twisted: el engaño a la resistencia mediante la información falsa
que este iba proporcionándoles. Al principio les suministrarían datos auténticos,
aunque de bajo nivel, sacrificando algunos agentes, a la espera que la Flota
Estelar creyera que tenía un agente infiltrado dentro del ubictorado. Cuando
estos creyeran ciegamente en él y la operación de intoxicación fuera un éxito,
asestarían el golpe sobre la Flota Estelar. Aunque Daran esperaba que este les
llevara además hasta el traidor Zahn. Demasiados juegos de malabares, pensaba
Nass, para un solo hombre.
Qualor
II
Aquella noche se había levantado una
tormenta de arena que había cubierto toda la meseta donde se asentaba la
guarnición imperial bajo el mando del mayor Korla que tenía las funciones de
gobernador. En realidad pocos la hubieran denominado así: simplemente habían
levantado una valla de alto voltaje alrededor de la antigua base de seguimiento
de la cercana Zona Neutral Romulan.
Se habían construido casamatas e instalado varias baterías antiinfantería Golan y las descubiertas antivehículo Atgar Torre-P como defensa
terrestre. Para completar la fortificación se habían cavado trincheras y se
mantenía el campo de fuerza y los escudos conectados día y noche. Para mantener
la presencia militar en el planeta utilizaba varios Juggernaut, que aun
siendo ya veteranos sus 22 metros de largo y sus cerca de 15 de alto, junto a
sus cañones láser los hacían unos
vehículos temidos y respetados en aquel desolado planeta. Por otro lado la
convivencia era pacífica, salvo por algunos altercados de carácter civil que
las autoridades se encargaban de solucionar. El objetivo de aquel destacamento
era mantener la presencia imperial en un planeta de la Federación, supervisor el Depósito de Naves Sobrantes Zed 15 y controlar los potentes y sofisticados sensores
para escudriñar el movimiento naval en los sectores cercanos. La relación de
Korla con el superintendente Dokachin
del depósito naval en órbita era
igualmente cordial, sobre todo después que el zakdorn perdiera dos de sus ayudantes tras manifestar su molestar
por la intromisión de las fuerzas de ocupación. Desde entonces era servil e
igualmente metódico que antes en su trabajo, lo que facilitaba la tarea del
gobernador, que se pasaba la mayor parte del tiempo en un bar del planeta.
Era noche cerrada cuando el vehículo
del oficial atravesó la valla electrificada y el campo de fuerza. Los guardias
pidieron la identificación al piloto del landspeeder XP-38 y tras verificar
que se trataba de su superior, el mayor Korla que procedía del local de la pianista Amarie, le dejaron pasar. Este
se dirigió hacia el complejo de viviendas, detuvo el deslizador donde
acostumbraba y el conductor entró en el edificio donde tenía su apartamento. En
el interior el alférez Lighner, al que le habían cambiado las facciones
quirúrgicamente para parecerse al administrativo imperial presionó un control a
distancia que había sacado de su bolsillo. El verdadero Korla se encontraba en
el almacén del local de la pianista, inconsciente. El landspeeder se activó y controlado por un autopiloto empezó a
dirigirse hacia el generador de la base, haciendo detonar una potente carga de ultritium.
Meses atrás un pequeño grupo de
ingenieros de la Flota, liderada por el teniente Lasca, había llegado al
planeta para conectarse a la red de sensores subespaciales y así controlar los
movimientos enemigos en el sector utilizando sus mismos sistemas de
seguimiento. Durante la misión se había topado con el eficaz sistema de archivo
del depósito naval que usaba el eficaz Dokachin, que había registrado
meticulosamente todos los daños de las naves llevadas hasta allí. Lasca se
había dado cuenta del elevado número de naves estelares y de otras potencias
que con pocos daños, el Imperio
había enviado hasta Qualor II.
Después de la invasión se habían dinamitado las naves más dañadas tras los
primeros y desastrosos enfrentamientos, pero muchas que habían caído en sus
manos intactas o menos dañadas, siendo enviadas hasta los depósitos como aquel
con la idea de vendarlas para desguace poco a poco. Le había presentado a su
superior, el capitán Sheridan del Agamennon,
su plan de regresar al planeta y recuperar aquellas que podían ser usadas en la
resistencia. Este había hablado con la almirante Nechayev y esta había ordenado la operación en otros cinco depósitos
repartidos por los dos cuadrantes.
En el momento en que el landspeeder detonaba junto al generador
los escudos y toda la base, incluyendo su armamento y sistemas de
comunicaciones, se quedaron sin energía. En ese instante el Agamennon desactivó su sistema de
ocultación y los equipos de seguridad se transportaron por todo el recinto, que
tras una corta lucha tomaron los cuarteles de la tropa y los fortines de
defensa. Desde la órbita la nave estelar abrió fuego con sus phasers sobre los “paquetes rodantes”, mote que tenían los Juggernaut entre los soldados de toda la galaxia, que quedaban
patrullando en la superficie del planeta. Todo fue tan rápido que nadie logró
lanzar una llamada de auxilio.
Una vez eliminada la presencia
imperial en Qualor II se desprendieron de manto de invisibilidad varios
cargueros, uno cargado de combustible de deuterio para las naves, otro con
piezas de repuesto preparadas para su instalación, así como una docena de
remolcadores, que se llevarían las más dañadas pero que podían ver reparadas.
Al mismo tiempo otro grupo encabezado por Lasca ocupó la estación del Depósito
de Naves, desde donde fueron repartidos los equipos de ingenieros listos para
rescatar el medio centenar de naves estelares, dos decenas de romulanas, y
otras tantas klingons, que estaban en condiciones de ser puestas de nuevo en
activo.
Habían calculado que el Imperio
tardaría quince horas en sospechar lo que pasaba algo en Qualor II y otras dos
en que llegara la primera nave desde la base más cercana. Cuando un equipo de
ingenieros consideraba que su nave podía abandonar la órbita, esta partía hacia
un lugar especificado donde continuarían con las reparaciones hasta dejarlas
aptas para el servicio, algunas de ellas arrastrando con sus rayos tractores a otras más dañadas. Al
cabo de catorce horas y media la última en estar lista, el USS Excelsior NCC-2000
primera de su clase y depositada allí treinta años antes, preparada para volver
a defender la Federación. Antes de seguirla el Agamennon disparó varios torpedos de fotones contra la antigua estación de seguimiento y destruyó los
sensores subespaciales que estaban en el sistema. Activó su sistema de
ocultación y desapareció llevándose a un puñado de prisioneros y numerosos
colonos que pidieron ser evacuados, incluyendo a una pianista de cuatro brazos
que hizo más agradable el viaje de regreso.
Base Estelar Lirpa
–
Buena suerte capitán – le deseó el comandante Okayama de dejar el despacho de Sisko.
–
Igualmente – replicó este mirando como el veterano oficial de Operaciones Estratégicas salía de su
despacho. Okayama era enérgico y competente, y se había distinguido con gran
pericia durante la guerra del Dominion
en el frente a la defensa de los sectores centrales de la Federación tras la batalla de Betazed, destacando como buen táctico teórico. Le habían asignado para ser
su ayudante y no habían tardado en compenetrarse en el trabajo de
planificación.
Cuando
se encontró solo se acomodó en su sillón, estaba cansado, en las últimas semanas habían
trabajado sin descanso, pero las cosas parecían que estaban encauzadas. En
breve iba a comenzar la ofensiva para expulsar a las fuerzas imperiales de su
territorio. Así que miró la holofotografía de Kasidy y su pequeña hija Sarah, a la que apenas había visto desde
su nacimiento. Por aquel pequeño bebé había estado trabajando, por su futuro y
el de millones como ella.
La presidenta Troi había reunido la mayor parte del Consejo de la Federación y a su
alrededor se agrupaban los Imperios Klingons, Romulanos y el Dominion, junto a tholianos, gorns y ahora
los xindis procedentes de la Expansión Delphica. Además habían de
sumarse otras potencias menores: como bajoranos,
idanianos, kantares, vissianos o enolianos… todos ellos ocupadas por el Imperio. También se habían hecho
acuerdos con los ferengis o los son’a para el apoyo logístico de sus
fuerzas y por supuesto la Nueva República llegada desde su galaxia. Para
coordinar todas las fuerzas y recursos se había formado un Estado Mayor
Conjunto con representes de todas las potencias bajo un mando único, el del almirante Paris. Dentro del cual la
tarea de Sisko había sido coordinar, adjunto a la almirante Nechayev, todas aquellas fuerzas de origen tan dispar y
en su mayor parte enemigas antagónicas y preparar las operaciones que en pocos
días iban a desencadenarse a lo largo de los dos cuadrantes. Los planes se
habían realizado minuciosamente, teniendo en cuanta el número de naves y
hombres que cada una de las fuerzas podía aportar en la batalla. Otras
cuestiones también se habían sopesado como el número de tropas de ocupación y
su distribución en cada sistema, o el tiempo de reacción de estas.
El timbre de la puerta sonó y Sisko
indicó que pasara. Al abrirse apareció Lwxana Troi, haciendo que Benjamin se
levantara al verla.
–
Quería despedirme antes de marcharme – indicó la líder betazoide con una gran sonrisa. Sisko le indicó que se sentara,
sabía que las últimas jornadas habían sido agotadoras, así que esta asintió con
visible agradecimiento –. ¿Cómo ha ido la reunión con el general Doran?
–
Ha sido muy fluida. Jamás imaginé que además de luchar contra el Imperio,
quisieran unirse a la Federación como miembros de pleno derecho.
–
Que se unan a nosotros en estos momentos dice mucho a favor de los xindi. ¿La
coordinación de sus fuerzas con las nuestras cree que causará algún problema?
–
Sus fuerzas son considerables, suman casi 500 naves agrupadas en 20 escuadras
de combate: cinco reptiloides, cinco
insectoides, otras cinco de primates, tres de arbóreos y dos acuáticas.
En cada uno de las naves insignia de esas escuadras hemos asignado a uno de
nuestros enlaces y oficiales xindi ya se han integrado en nuestro estado mayor
conjunto, al igual que klingon, romulanos, gorns y tholianos. No es la primera
vez que trabajan conjuntamente con otras especies, y aunque en este caso no son
xindi, la coordinación ha sido muy rápida.
»
Estamos listos para lanzar el ataque contra el Imperio, presidenta. Si es eso
lo que le preocupa.
–
Me preocupa que vayan a morir miles, tal vez millones antes de que volvamos a
vivir en paz – le respondió esta con pesar, pero enseguida volvió a tener
aquella expresión de jovialidad que parecía contagiar a los demás en los peores
momentos –. Ha hecho un trabajo magnífico capitán Sisko.
–
Todo se lo debemos a usted. Alzar a la Federación de nuevo de la mayor de sus
derrotas no es nada fácil. Y usted lo ha conseguido. Su nombre ya está escrito
en letras de oro en nuestra historia.
–
Le agradezco sus palabras – indicó Lwaxana levantándose –. Su trabajo también
quedará registrando en letras de oro, capitán. Sin usted, ni otros abnegados
oficiales como usted que no aceptaron nuestra derrota, yo no hubiera podido
hacer nada. Adiós Capitán.
–
Presidenta.
Nueva
Fabrina
La
captura de la fragata imperial Roter no había causado grandes cambios
en la ocupación del sistema Daran,
aunque las medidas de seguridad se habían reforzado en todo el sector. Después
del asalto el teniente Weiss había
sido trasladado a otro destino, mientras que el grupo mantenía vigilando a las
fuerzas de ocupación. En el planeta casi había finalizado la edificación de la
factoría de Sistemas de Flota Sienar
en los terrenos que habían expropiado a las afueras de la capital. Los
ingenieros civiles habían traído droides de construcción y usando los replicadores
industriales que tenía el gobierno de Nueva Fabrina, de manera que en poco tiempo ya tendrían terminada la instalación
de las líneas de montaje robotizado y en breve empezarían a ensamblar
lanzaderas Lambda y Sentinel. Sabían que con el tiempo
también producirían lanchones de desembarco Chi y diversos modelos de cazas TIE.
Pero
a la capitán Breeder no era lo que más le preocupaba en aquel momento. Sostenía
un padd con el periódico “Voz de la libertad” que cada cinco días
se emitía por el subespacio con información sobre la lucha de la resistencia,
junto a instrucciones para los diversos grupos de esta. En la pantalla podía
ver entre los mensajes especiales: «Para
8-21. Estrellas descendentes entre anillos helados». Era una parte de una
estrofa de un poema andoriano que
indicaba que debía prepararse para una insurrección general en Nueva Fabrina.
Cuando apareciera la segunda estrofa indicaría que debía atacar a las fuerzas
imperiales en veinte horas.
Y
eso era lo que la preocupaba. Los fabrini
eran un pueblo pequeño, habían crecido en el último siglo tras asentarse en
Daran IV, aun así su civilización ahora era cuando empezaba a prosperar y
crecer. Un ataque a aquella poderosa guarnición desataría, sin duda alguna,
represalias, causando la destrucción de los limitados recursos que habían
acumulado en aquellos años tras dejar la nave asteroide Yonada. Pero sobre todo
eran las vidas que se perderían lo que era realmente irremplazable, de manera
que tendría que evacuar a la población una vez se produjera la insurrección, ya
fuera alejándolos de la ciudad o escondiéndoles en los túneles que habían
construido después de su llegada al planeta. Allí también escondería las obras
de arte y los antiguos objetos que conservaban de sus ancestros a los que el
pueblo tenía gran respeto y aprecio, al representar lo que una vez habían sido
y la conexión con aquellos que una vez quisieron preservar su cultura.
El
plan era un ataque combinado y simultáneo a la Base Estelar 276 en la órbita y
a la guarnición planetaria. Conocían bien la estación y era la parte más fácil.
Una vez recuperada tendrían el control del espacio usarían las armas para
atacar a las tropas imperiales en la superficie, o por lo menos evitar que
pudiera moverse fuera de esta. Pero a aquella ecuación tenía que sumar a su
vecino planeta Daran V, en cuya
órbita sus enemigos habían construido varias plataformas armadas que apuntaban
hacia su superficie. Gracias a los agentes que había infiltrado entre los
fabrini que colaboraban con sus ocupantes, sabían las órdenes que tenía el
general Garbi para sofocar cualquier levantamiento en el sistema como medida
precautoria. Los shesshran habían ayudado a su pueblo a instalarse en el planeta
de promisión tras su llegada, por lo que no iba a permitir que estos fueron
aniquilados por el Imperio cuando iniciaran su rebelión. Así que, ligada
también a la protección de sus vecinos, el levantamiento sería simultáneo a la
neutralización de las estaciones orbitales. Para ello contaba con sus dos runabouts
y las lanzaderas equipadas con sistemas de ocultación y la fragata Roter, rebautizada como la USS Natira.
Debía
prepararse para el ataque triple y debía hacerlo rápido, ya que el siguiente
mensaje indicaría la hora en que debía atacar y tenía el presentimiento que no
tardaría en leer la segunda estrofa del poema.
IKC Ya’Vang
En la pantalla del crucero de
batalla podía ver la formación imperial, el capitán Lothorg pensó en lo poco
guarnecido que estaba el convoy y que estos eran aún más arrogantes que los romulanos. Contaba con un viejo
destructor Victory como nave al mando del grupo de asalto, un crucero Dreadnought,
más tres fragatas de piquete, una Nebulon-B y dos Kontos que cubrían el descenso planetario. El resto de la fuerza
estaba formada por tres naves de asalto Acclamator, cada una de ellos con
una división de soldados de asalto en su interior, así como
otros dos transportes poco armados. Su objetivo era la colonia industrial de Qu’Vat, cuya población se había alzado
contra la guarnición aniquilando a las tropas acuarteladas allí varios días
antes. La reacción enemiga no se había hecho esperar y aquella fuerza de
preparaba para el asalto justo después de salir del hiperespacio.
Las defensas de planetarias estaban
listas: cuarenta lanzaderas Toron de la milicia y una docena
cargueros armados apresuradamente. En la superficie se habían reconstruido los
fortines y la población civil se había provisto de sus armas rituales y otras
de energía, mezcla del recuperado del Imperio
y tras proporcionadas por las Fuerzas de Defensa Klingon, llevadas en secreto en los últimos meses. Tras colocarse
en la órbita el destructor Victory
lanzó sus escuadrones de cazas TIE,
que fueron muy efectivos contra la improvisada fuerza, mientras el resto de
naves se preparaban para el bombardeo orbital. El combate entre los dos
contrincantes no duró mucho antes de que las lanzaderas tuvieran que retirarse
ante la superior potencia de cobertura de los rápidos cazas.
Los TIE, ya sin oposición,
descendieron hasta la superficie y empezaron a marcar los objetivos para los cañones turbolásers y los torpedos de protones de las naves de
mayor tamaño, mientras los tres transportes Acclamator
empezaron a atravesar la atmósfera para desplegar las tropas planetarias. Fue
en ese momento cuando el general Tanas
ordenó iniciar el ataque por la retaguardia enemiga. Su nave: el crucero Vor’nak
se lanzó contra el destructor de mando imperial con su cañón disruptor principal disparando sin cesar. El Ya’Vang
estaba en el flanco derecho, junto a una vieja nave Raptor y un pájaro de presa B’rel, y su misión era atacar a los transportes de tropas, así
que al desactivar su sistema de ocultación, se lanzó contra estos, dejando a
sus compañeros que se ocuparon de atacar una fragata que se encontraba en su
camino. Aquel era el objetivo
prioritario: en su interior cada una llevaba 16.000 soldados y el equipo de
asalto de andadores, artillería móvil y deslizadores cañoneros y Lothorg sabía
que aquel momento era el más vulnerable para las naves enemigas, ya que se
encontraban atravesando las capas altas de la atmósfera y si no querían
desintegrarse contra esta, debía de proseguir en su trayectoria hasta alcanzar
una altura que les permitirá virar y escapar de sus perseguidores.
–
¡Abra fuego Rozhenko! –
ladró Lothorg a
su artillero un cuarto humano y de la proa del crucero salió disparado el
primer grupo de torpedos de fotones.
El patoso bekk se había convertido
en un oficial de armamento competente y concienzudo, digno heredero de la
dinastía de la Casa de Mogh.
Los Acclamator giraron sus cañones láser cuátriples para intentar repeler el ataque, pero la trayectoria de la
nave klingon apenas les permitía ángulo de disparo. Pero esto era inútil y los
primeros proyectiles empezaron a impactar contra las naves imperiales, cuyos
escudos estaban centrados en desviar el calor de la fricción atmosférica.
Cuando estuvieron a su alcance el Ya’Vang
abrió fuego con su potente cañón frontal disruptor, alcanzado al primer
transporte en zona de motores, que estallaron, envolviendo a la nave en una
bola de fuego. El siguiente blanco recibió sucesivos disparos, que, aunque sus
escudos resistieron desestabilizó curso y perdió el control, haciendo que la
gravedad de Qu’Vat la atrajera y envuelta en llamas se precipitara hacia la
superficie. El tercer transporte logró cambiar de rumbo y retornar a la órbita
con la intención de escapar de la emboscada, pero cuando se encontraba
alejándose del planeta y de su perseguidor, que viraba para alcanzar a su
presa, cuando el veterano Raptor se
lanzó contra el Acclamator en un
ataque suicida.
Cuando el Ya’Vang viró hacia la batalla pudo observar como el Vor’nak y el resto de naves estaban
acabando el Dreadnaught, que estaba
seriamente dañado y se retiraba acosado por varios pájaros de presa. Del resto
de naves ninguna había sobrevivido, incluyendo el resto de transportes,
mientras que la fuerzas klingon solo habían perdido al Raptor y uno de los pájaros de presa. La batalla había acabado con
la victoria total. La tripulación del Ya’Vang
gritaron para avisar que numerosos guerreros iban de camino hacia Sto-Vo-Kor.
Poco después el sistema de Qu’Vat
fue bloqueado por una escuadra enemiga y su espacio minado para impedir
cualquier movimiento klingon.
El Annihilator
Vantorel
se sentó en la mesa con Valorum como solían hacer por lo menos cada dos
semanas. Para el almirante era importante mantener el contacto directo con sus
oficiales de confianza, comer con ellos, conservar de forma distendida de
cualquier tema que les preocuparan. Aunque aquel no era el caso de Valorum. No,
Zilka era su amigo como no había ningún otro en el universo.
Se
habían conocido en la Academia Naval Imperial, la más prestigiosa bajo el dominio de Palpatina. Uno era el medio alienígena del que todos se
metían, pero inteligente, ambicioso y decidido. El otro era un joven culto e
introvertido, que lastraba ser el nieto del último canciller del senado
republicano antes de la llegada de Palpatine. El nieto de Finis Valorum no lo había pasado bien en su infancia, aun así
descendía de una ilustre familia y su deber era convertirse en funcionario
imperial o como él había escogido en oficial de la marina. Los dos se habían
llevado bien casi desde que se conocieron en la clase de astrogración donde se sentaron por orden alfabético y su amistad
perduró en el tiempo, de manera que a la primera oportunidad que tuvo Vantorel,
consiguió trasladar a Valorum al escuadrón de Darth Vader. De nuevo los amigos
reunidos.
Durante
la comida habían charlado de las últimas noticias traídas desde su galaxia. La
conversación se centró en los últimos acontecimientos y noticias procedentes de
los amigos y conocidos que tenían en su galaxia: la caía de Sate Pestage y el ascenso al poder de Ysanne Isard, junto al caos que se
había desatado entre las fuerzas imperiales en su galaxia tras la desaparición
de Palpatine. Así como las
desastrosas informaciones sobre el avance de la rebelión, autoproclamada Nueva República, que cada día se había más fuerte y sumaba más planetas y
sistemas a su causa.
–
¿Ha dónde quieres llegar a parar, Jurek? – le preguntó Valorum en un momento
determinado de la conversación. Vantorel lanzó una carcajada de satisfacción.
–
¡No puedo engañarte! – exclamó contento.
–
Podrías, pero no me apetece. ¿Qué tramas? Me han dicho que estabas raro
últimamente.
–
Aun no lo sé. Pero algo me ronda por la cabeza. Algo descabellado...
–
¿Y te preguntas si los demás te seguiríamos?
–
Así es.
– Yo lo haré. No tengo nada más
importante que hacer. De otros no estaría tan seguro. Creo que la mayoría
también lo harán: Dardel, Fusch, Becan, Cabbel, seguro que sí. Todo depende de
qué les propongas.
–
Lo que sí sé, es lo que no les voy a ofrecer. No quiero regresar a nuestra
galaxia. Allí no hay nada, salvo ponernos bajo el mando de algún político
inepto o un moff venido a más.
–
¿Y Thrawn? No es ningún inepto –
sugirió Valorum.
–
Lo había pensado. Es el único que vale la pena. Lo que ocurre es que regresar
al territorio del Imperio... sería como aceptar la derrota. Y eso jamás. Como
dijo Daran, este es un lugar lleno de retos para los osados.
–
Los que lo hagan te seguirán al infierno – le recordó su amigo –. Ya hemos
estado y no se está tan mal bajo tu mando.
–
Sondea a nuestra gente. Me gustaría saber que piensan los demás antes de
proponer nada en firme.
–
Así lo haré. Pero, ¿me dirás que es lo que te ha hecho tomar esta decisión?
–
Algo que me dijeron... – dudó durante unos instantes, pero Valorum había visto
suficiente de Vader como para
comprender, además era su amigo, sería el único –... los Profetas del agujero de gusano de Bajor. Era algo como, que el juego debía de continuar. Sentí que
no debíamos estar donde estabamos.
–
¿Qué juego?
–
No lo sé. Pero haremos que prosiga para averiguarlo.
El Conqueror
Eckener leyó atentamente el informe
del ataque de la resistencia klingon, que se había organizado más de lo que
imaginaba, en Qu’Vat, un importante
centro de extracción de carvanio,
elemento imprescindible para para la obtención del duraacero del blindaje naval. Era la prueba de lo que decían los
informes de inteligencia: cada vez los grupos estaban más coordinando al tiempo
que trabajaban en elementos más pequeños y eficaces. El ataque al grupo del capitán Amasov había provocado aquellos
cambios, así como el aumento de las incursiones, que eran cada vez más
numerosos y eficaces, multiplicándose en todos los frentes.
En Romulus la muerte de Shinzon
había debilitado su posición en todo su territorio y la insurgencia aumentada
cada día. En el Imperio Klingon
Qu’Vat era el ejemplo más importante, más por la trampa en que habían caído las
fuerzas de represalia, que por cualquier otro motivo, ya que las revueltas y
ataques a instalaciones imperiales eran constantes. En la Federación los sabotajes, incluso los atentados eran cada vez más
importantes, una colonia tellarita
había atacado a la guarnición, apoyados por fuerzas de la resistencia, que
después habían evacuado a la población civil antes de la llegada de los
refuerzos. Y por si eso fuera poco, las deserciones entre sus propias tropas
aumentaban de manera cada vez más alarmante. Tan solo la presencia de los soldados de asalto clones totalmente
leales al Nuevo Orden impedía que
estas fueran aun mayores.
Había recibido órdenes de ir hasta
Qu’Vat y aniquilar a la resistencia, pero Eckener tenía otros planes para el Conqueror y su escuadra. Lwaxana Troi se había convertido en una
nueva Mon Mothma y lideraba los
restos de la Federación y la Flota Estelar, a la que se habían unido los
supervivientes de los restos de las otras potencias de los Nuevos Territorios.
Según los informes los tholianos y
los gorns junto a otros planetas
independientes habían pactado luchar a su lado contra el Imperio. Ese era el verdadero problema que debía afrontar y no una
insurrección klingon que podía ser aplastada en cualquier momento. Porque ya
estaba encima de la solución.
Todos esos movimientos diplomáticos
habían despertado la atención del ubictorado:
sus agentes en el gobierno de Gorina
habían sido los primeros en informar de ello. Pero en vez de golpear contra
aquellos reptiles había dejado que continuaran esas conversaciones, lo que
había dado sus frutos. Ahora tenían la localización del cuartel general de la
resistencia: la base Lirpa. Eso confirmaba los informes de uno de los agentes
dentro del maquis. Y para completar la regla de las tres confirmaciones las
naves que en los últimos meses habían estado escudriñando las comunicaciones
rebeles, con la Drez Roja y sus
hermanas, que habían confirmado la ubicación con el elevado número de mensajes
cifrados que salían y llegaban de ubicación. Con aquellas tres confirmaciones,
podía estar seguro que iba a asestar un golpe devastador a sus enemigos y como
Eckener no estaba dispuesto a que nadie se escapara, como había ocurrido en Yavin o Hoth, había reunido la fuerza de ataque más numerosa que hubieran
visto en los Nuevos Territorios.
USS Rhode Island
La nave que Troi utilizaba en sus
traslados seguía siendo la Rhode Island, ya que confiaba plenamente en la capitana Whatley.
Aunque a petición del almirante Paris
ahora iban escoltados por la Constitution
para encontrarse con los representantes xindi
en el borde donde antes se había extendido hacía tiempo la Expansión Delphica, donde el Consejo
formado por las cinco especies firmaría el tratado de admisión en la Federación. Los estudios tecnológicos
llevados a cabo por el capitán Picard indican que los xindi poseían una
tecnología equivalente a la suya, algo más avanzada en realidad, y el informe
sociológico mostraba sociedades igualmente modernas. Su petición había
sorprendido a todos, aunque ninguno conocía el informe del Departamento de Investigación Temporal sobre la pertenencia de estos en el siglo XXVI. Simplemente había servido
de espaldarazo a toda su política de unir las diferentes fuerzas para luchar
contra el Imperio.
Tan
solo esperaba que todo aquello acabara pronto. Ya no era una mujer joven y el
peso de la responsabilidad que tenía encima empezaba a combarla y se sentía
fatigada. Ya no podía concentrarse como antes y las emociones del resto de
seres lograban traspasar sus barreras mentales. Por suerte la Rhode Island era una nave pequeña y tenía una tripulación de apenas 70 seres, por
lo que podía dominar la influencia de sus mentes.
Por
ahora eran pocos los que sabían su secreto, uno de ellos era Spock, que como representante de Vulcano ahora tenía mucho peso en el Consejo de la Federación y le había
enseñado una técnica de meditación para controlar sus capacidades telepáticas.
También había sustituido a su joven secretario Ancor, por un miembro del cuerpo
diplomático de su planeta, colaborador de su padre Sarek años antes, para poder ayudarla si volvía a tener una crisis.
Confesaba que Sakkath la había
servido muy bien en varias ocasiones, sobre todo cuando se enfrentaba a duras
negociaciones, momentos que la debilitaban en exceso. Los pensamientos y sobre
todo los sentimientos de aquellos con los que debía llegar a un acuerdo
llenaban su mente y la mareaban, confundiendo sus pensamientos, cambiando sus
propios sentimientos. En esos momentos Sakkath la hacía salir por algún motivo
de la sala y los dos meditaban. No unían sus mentes, simplemente ella se concentraba
en la lógica y racional mente del vulcano y ordenaba la suya propia, apoyándose
en él, como si de una muleta se tratara.
El
timbre de la puerta le interrumpió uno de los ejercicios de meditación que le
había enseñado el vulcano. Al abrir entró a la almirante Nechayev, que acababa de recibir un mensaje de Paris. Lwaxana leyó
atentamente el mensaje y sonrió satisfecha. Eran buenas noticias procedentes
del cuadrante Delta.
–
Envíe un mensaje a la capitana Janeway y su tripulación. Dígale que ha hecho un
trabajo excelente. Que se reúna con las fuerzas del grupo Lirpa.
Cuando Nechayev se marchó Lwaxana
repasó mentalmente el mensaje. La Voyager
había llegado a un pacto con tres razas: con la primera había obtenido un pacto
logístico y comercial, con el que obtendrían suministros y ayudarían en la
reconstrucción tras finalizar la guerra. Con otra había llegado a un acuerdo de
cooperación militar en la lucha contra el Imperio. Tal vez el precio sería
alto, pero nada era gratuito en la vida y para vencer a sus enemigos
necesitaban toda la ayuda posible. Y finalmente con la tercera iba a prestarles
ayuda no militar en la guerra que libraban, aunque en esta lo importante no era
cuanta ayuda, sino simplemente el acuerdo en sí ya era una victoria en sí
misma.
Base Lirpa
La
poderosa escuadra de la Armada Imperial
apareció en formación de batalla, ya desplegada formando una esfera alrededor
del asteroide donde se localizaba el cuartel general de la resistencia de la Federación. El grueso de las naves
estaba agrupada con el superdestructor
Conqueror en la posición más alejada,
con los destructores en sus flancos, tanto por encima como por debajo de la
gigantesca nave insignia.
Los
cazas TIE salieron de las entrañas
de las naves y se desplegaron frente a las naves para ofrecerles cobertura, al
igual que las lanzaderas armadas clase Gamma con los equipos de asalto Zero-G.
Las
naves estelares activaron sus escudos y se encaramaron hacia el enemigo
formando un perímetro defensivo junto a la Base Lirpa.
USS
Defiant
Sisko
estaba sentado en el puente de su nave, cruzó las piernas y juntó las manos
sobre la barbilla. En la pantalla podía ver como se aproximaba la escuadra
imperial encabezada por el gigantesco superdestructor
Conqueror con sus 19 kilómetros de
largo que estaba tomando posiciones alrededor de la Base Lirpa.
–
Bien capitán, es la hora – indicó la voz sibilina y rastrera, con una
satisfacción que no podía, ni quería ocultar. Sisko se giró y observó al
representante del Dominion.
»
Nuestra colaboración es un hecho que el Imperio lamentará profundamente.
–
Nunca imaginé que estaría de acuerdo con usted, Weyoun – replicó Sisko a su pesar y se giró de nuevo hacia la
pantalla.
Por
segunda vez en la historia que la Flota Estelar iban a utilizar minas «Houdini»
y las dos bajo sus órdenes. La primera había sido en AR-558 para usarlas en una emboscada contra el jem’hadar que asediaba a la infantería que protegía un repetidor
capturado al Dominion en aquel
remoto planetoide. Nunca imaginó que las utilizaría de nuevo y de manera
ofensiva y premeditada. Los técnicos y oficiales vorta habían estado sugiriendo diversas formas de colaborar con la
resistencia en los últimos meses, mientras mantenían en reserva las pocas
fuerzas de jem’hadar con que contaban. Muchas de aquellas sugerencias habían
sido rechazadas por el hecho de ser tan brutales y crueles como habían sido las
órdenes de los Fundadores. Pero cuando se fraguó la emboscada alrededor del
cuartel general de la resistencia, su idea de rodearlo con un campo de minas subespaciales pareció una
solución a la crónica falta de soldados y naves, que tan faltos estaban en
otros lugares. Por tanto habían construido una variante de la mina anti-personal, mucho más grande y
potente que era capaz de esconderse en el subespacio
y por tanto indetectable a los sensores imperiales. Usando el mismo programa
que había modificado Ezri Dax para hacerlas sensibles al movimiento en aquel
infausto lugar de AR-558, ahora surgirían al espacio real en el momento en que
se lo ordenaran.
–
La formación ha penetrado en el campo de minas, señor – informó el comandante Madden sentado en la posición táctica.
–
Los cazas se están aproximando a los señuelos holográficos. Los van a descubrir
en unos segundos, señor – advirtió O’Brien.
–
Activen las minas – ordenó Sisko.
–
El superdestructor aun no ha entrado completamente en la zona – advirtió
Madden.
Sisko
tenía la mirada clavada en la pantalla donde podía ver avanzar la formación
enemiga, con los destructores formados alrededor del aquel superdestructor, una
monstruosa máquina diseñada y construida únicamente para intimidar, destruir y
someter. Sus 19 kilómetros de largo ensombrecían cualquier otra que jamás
hubiera visto, ni los grandes pájaros de guerra romulanos de la clase D’Deridex
con sus 1.340 metros, o las naves de batalla del jem’hadar con sus 1.500 metros, incluso los terroríficos cubos borg, como al que él mismo se
había enfrentado en Lobo 359 a bordo
del Saratoga,
con sus 3.000 metros, quedaban empequeñecidos a su lado. Ni aquella Máquina del Juicio Final que se había encontrado una vez el capitán Kirk y la Enterprise que medía
2.700 metros sería comparable, aunque aquella arma automatizada de origen
desconocido sí tenía un poder mayor. Ocurría lo mismo con las estaciones más
grandes como los Diques Espaciales
en órbita a la Tierra o Tarsas III. La terroesfera de la especie 8472 con sus once kilómetros de
largo o la estación espacial Yorktown
con sus veinte ocho kilómetros de diámetros, eran lo suficientemente grandes
para rivalizar. Era tan grande que no cabía entero en el gigantesco campo de
minas situadas alrededor del planetoide que hasta hacía poco había servido de
cuartel general para la resistencia de la Vía Láctea.
–
Minas activas – informó O’Brien.
El
Conqueror
El proyector holográfico táctico
mostraba una veintena naves de la Flota Estelar, klingons, romulanas y del
Dominion, todas ellas habían activado sus escudos y se preparaban para
resistirse al poder del Imperio en un patético último esfuerzo de resistencia.
Según los sensores la Base Lirpa también había activado sus escudos al tiempo
que varias naves estaban registrando signos de transporte: estarían evacuando a
los altos mandos. Eckener no podía dejar de recordar las veces que había creído
cercar a la cúpula de la Alianza Rebelde:
Yavin y Hoth. Pero Tarkin y Vader habían fracasado en sus intentos.
En la Tierra había un dicho: a la tercera va la vencida. Por eso había reunido
dieciocho destructores estelares, entre ellos el gigantesco Conqueror y los había desplegado
cubriendo todo el arco defensivo del sistema para que nadie pudiera escapar de
la trampa.
–
Concentren nuestros esfuerzos para neutralizar las naves de evacuación. No
quiero que nadie, nadie logre escaparse.
De golpe a la izquierda de la proa
una explosión iluminó el firmamento. Una gigantesca bola de fuego había
aparecido en la sección de máquinas del destructor Dangerous.
Instantes después otra deflagración iluminó lo que antes había sido un destructor Interdictor que tenía cuatro esferas que sobresalían del casco
en cuyo interior habían sendos generares de campos gravitacionales para evitar que las naves rebeldes escaparan al hiperespacio.
–
¿Qué está ocurriendo? – ladró Eckener en el momento que el puente era sacudido
violentamente y las luces parpadearon, mientras este se sujetaba a los marcos
de la cristalera principal para evitar caer al suelo.
–
¡Estamos en medio de un campo de minas! – indicó el capitán Crol.
–
Ha habido una detonación en nuestra proa – informó otro oficial –. No se
detectaron en los sondeos de vanguardia.
–
¡Es una trampa! – dijo Eckener –. Que la flota se retire. ¡Retirada!
–
El Sentinel informa de daños internos
– empezaron a informar el oficial de comunicaciones –. Han perdido el reactor
principal, están ordenando abandonar el destructor.
–
¡Que se retiren! ¡Que se retiren! – repitió Eckener mientras los poderosos
motores se empujaba la gigantesca nave alejándose de la Base Lirpa.
En ese momento otra explosión
envolvía al crucero Neumodia que se consumía cerca del puente del superdestructor.
–
¡Informe de daños! – pidió Eckener con brusquedad.
–
Hemos sufrido veintitrés explosiones internas en la zona de proa, ninguna de
ellas nos impide operar – empezó Crol –. Los daños más grabes son la pérdida
del reactor auxiliar número 3, el deflector principal y la bahía de carga 7.
Además hay otras cinco minas sin detonar. Ya hemos aislado las zonas. Según el
departamento de ingeniería tardaremos por lo menos tres meses en estar de nuevo
operativos al cien por cien.
–
Hemos perdido siete destructores: el Sentinel,
el Jaguen, el Rendili y el Tonnant, el Dangerous, el Swiftsure y el Interestelar
– prosiguió informando su jefe de estado mayor –. El Conquest, el Pulsar, el Gravity, y el Colossus tienen grabes daños estructurales que les deja fuera de
servicio más tiempo que nosotros. Del resto de la flota han sido destruidas
veinte naves y hay importantes daños en otras treinta.
–
¿Saben que armas han utilizado?
–
La Federación las llamaba «Houdini»
– respondió el jefe de tecnología –. Las
utiliza el Dominion y son imprevisibles, utilizan el subespacio para ocultarse.
Se dice que uno puede pasar por el lugar donde se encuentran decenas vences sin
estallar, hasta que aparecen en el espacio real y detonan.
–
Así que la Federación ahora utiliza la tecnología del Dominion – indicó
pensativo Eckener –. Informen inmediatamente al Departamento de Tecnología y
averigüe si tiene una contramedida para esta arma.
» Póngame en contacto con el moff
supremo Daran.
Estación Llegada Uno
Designado en las cartas estelares
como FGC-8762, el sistema estaba situado a trescientos años luz del espacio
explorado por la Federación, contaba
con ocho planetas girando alrededor de una estrella enana amarilla, el cuarto
era de clase M y estaba habitado por
una civilización pre-industrial ahora diezmada y esclavizada. FGC-8762 era el
lugar perfecto para que el Imperio
construyera su primera base permanente en la Vía Láctea. Durante años había
sido el lugar desde donde los equipos del ubictorado
llegaban para espiar los Nuevos Territorios, y con el tiempo la estación de
tránsito se había convertido en un centro de entrenamiento, estudio e
investigación. También había un pequeño campo de prisioneros donde se había
retenido a los tripulantes de las naves capturadas durante los años de
preparación como la USS Hera de la capitana Silvia LaForge, que como otras víctimas llegadas hasta
allí, habían desaparecido sin dejar rastro. Poco a poco se había erigido
alrededor de la guarnición una compleja ciudad de edificios prefabricados que
había llegado a albergar a más de cincuenta mil oficiales y técnicos, así como
a muchas familias. Entre otras instalaciones había un recinto para estacionar
un Corps entero con sus setenta mil
hombres y seis mil seiscientos vehículos. En años sucesivos y a medida que la
fecha de invasión se iba acercando, la estación Llegada se había convertido en
la principal vía de entrada de fuerzas y suministros, función que en aquel
momento continuaba siendo su principal cometido. También era el centro de
distribución de los abastecimientos que llegaban del Imperio y en sus inmensos
almacenes planetarios podía encontrar todo tipo de material: desde botas o
casco para los soldados de asalto, hasta piezas de recambio de un reactor de
un destructor clase Imperial, pasando por patas de los andadores AT-ATs de repuesto, o bloques prefabricados de guarniciones planetarias IM-455.
En poco tiempo el ingente tránsito
espacial dejó las instalaciones planetarias obsoletas, construyeron una
estación orbital. Tenía una estructura central y tres brazos para albergar
sendas estructuras con los hangares y zona de reparación. Su dotación era de
cinco mil hombres, con baterías turboláser y cañones de iónes
como defensa. En órbita también contaba con dos instalaciones de astilleros,
compuestas por 15 puentes de trabajo unidos y que eran capaces de albergar un
destructor de la clase Imperial en reparación. En aquel
momento habían dieciocho naves: un destructor de la clase Imperial y otro Victory, dos cruceros, tres fragatas
y once cargueros recién llegados del territorio imperial situado en una galaxia
muy lejana.
El Audacity
La pequeña fuerza de ataque se
estaba reuniendo en un sistema estelar a ocho años luz de su objetivo. Estaba
formada por el crucero mon calamari,
junto al resto del grupo de batalla de la Nueva República: el veterano destructor de las Guerras Clon de la clase Recusant, Lightning Hope, las fragatas Far Star, Fire of Hoth de la clase Nebulon-B y las corvetas corellianas Yonga y Garnib.
Las naves
estelares desplegadas estaban encabezadas por la Pretorian, la Guadalajara
y el Wounded
Knee.
Mientras que los klingons habían enviado al pájaro de presa Hegh'ta y
los romulanos el Terix del comandante Sirol.
Los responsables de cada nave se
reunieron a bordo del Audacity donde estaban siendo
informados de los últimos datos de que disponían. La imagen holográfica que se
proyectaba en el centro de la sala mostraba el planeta, con la estación de
tránsito en su órbita y las 18 naves enemigas a su alrededor, 7 de ellas de guerra
y el resto logísticas entre las cuales estaban cuatro gigantescas NCCS Naves-Container con Campo de Fuerza
capaces de trasladar millones de toneladas métricas de carga.
–
Buenos días – inició su exposición la almirante Sitak acercándose al holograma tridimensional –. Cada uno de ustedes tiene
en su padd la información táctica de
las naves que están estacionadas junto a nuestro objetivo y las defensas de la
base. Esta cuenta con una parrilla de taquiones capaz de detectar cualquier aproximación de una nave oculta, así
como varias baterías turboláser
planetarias, además de las defensas de la estación en órbita.
»
En primer lugar el Audacity del
almirante Sesfan surgirá del hiperespacio en la cuadricula 32 y se acercará al
planeta atrayendo la atención de las naves imperiales. Le escoltarán el resto
de la fuerza de la Nueva República junto a los escuadrones Pícaro de cazas Ala-X, Verde de Ala-A y el Rojo de Ala-B. Según el procedimiento estándar dos terceras partes de la
fuerza enemiga será enviada a interceptarles. Cinco minutos después el resto de
nuestras naves aparecerán en el cuadricula 18, justo frente a la estación, ya
desprotegida y en la retaguardia de las naves enemigas.
»
Estarán atrapados entre dos fuegos. El Terix
y los cazas Ala-X y Ala-Y de los
escuadrones Rancor y Amarillo, respectivamente, se encargarán
de neutralizar la estación y los posibles refuerzos del planeta, donde la
guarnición tiene 40 cazas TIE. El Hegh'ta será el encargado de impedir
esto y destruir las defensas planetarias. Mientras que las naves estelares
apoyaremos al Audacity y al resto de
las naves de la Nueva República. El Lightning
Hope y las corvetas corellianas se ocuparán de capturar los transportes con
sus suministros.
»
Nuestro objetivo es neutralizar esta base como lugar de tránsito, destruyendo
por tanto las instalaciones orbitales y planetarias, así como la mayor cantidad
de enemigos que nos sea posible. Los refuerzos más cercanos se encuentran a
cuatrocientos años luz de distancia, por lo que nos tiene que dar tiempo de
lograr liberar a nuestros compatriotas retenidos, capturar a su vez algunos
prisioneros y antes de marcharnos sembrar de minar el sistema, destruyendo
cualquier estructura que pudiera serle útil. ¿Alguna pregunta?
–
¿Contra cuantos cazas lucharemos? – preguntó Wedge Antilles, el líder de los pilotos de la Alianza que había
estado en Yavin 4 y Endor, y él único en tener dos Estrellas de la Muerte pintadas en su caza, por lo que conocía muy bien lo que
era luchar contra una fuerza numéricamente superior de TIEs.
–
Lo habitual en su despliegue en la Vía Láctea es que los destructores de la clase Imperial
llevan un ala completa de 72 cazas. Mientas que la clase Victory suelen desplegar
solo dos escuadrones completos: 12 TIE/In
de ataque y otro de soporte terrestre TIE/gt. El resto de naves normalmente no están dotadas de cazas. En la
guarnición del planeta solo hay un escuadrón y otro en la estación en órbita,
ambos TIE/In. En total hacen 120 cazas.
–
Tan solo tengo una, comandante – preguntó Nierval –. ¿Esta información cuánto
tiempo tiene? Me refiero a las fuerzas imperiales en el sistema.
Sitak
se incomodó visiblemente ante la pregunta del dug y miró interrogativamente a Sesfan. El cual se adelantó y
contesto la pregunta.
–
No está viendo una grabación, comandante. Sino una transmisión a tiempo real
enviada desde la nave estelar Unicorn,
que en estos momentos está observando ese sistema – respondió Sesfan solemne –.
Esta será la primera operación conjunta a gran escala entre las fuerzas de las
dos galaxias, ahora aliadas. La última vez que nos enfrentamos les vencimos en
la batalla Endor, donde algunos de
los presentes lucharon y perdieron a buenos amigos. El Emperador a muerto y su Imperio está moribundo, aun así es poderoso
y muchos de nosotros no viviremos para ver su final. El Audacity no pudo estar junto al resto de la Flota en esa decisiva
batalla, al igual que la Far Star,
pero hoy estamos en la Estación Llegada y será nuestro Endor particular y por
fin serán saldadas algunas de nuestras cuentas pendientes. Para los oficiales
de la Flota Estelar, el Imperio Klingon
y Romulano, hoy marcará el principio
del fin de la ocupación de sus planetas. Tan solo me cabe decir… que la Fuerza nos acompañe.
Los
oficiales se levantaron y dispersaron para dirigirse hacia sus naves. El
oficial del Hegh'ta se acercó a Worf,
que estaba hablando con el capitán de la Guadalajara.
– Capitán Worf. No se si me
recuerda, pero una vez serví con su hermano Kurn y con usted – le dijo –. Fue hace tiempo, durante los combates
contra las fuerzas de la familia Duras.
Pero solo quería decirle y que me siento honrado por haber luchado junto a los hijos de Mogh. Al que mi padre también
sirvió ya hace tiempo.
–
Hoy es buen día para morir – fue la respuesta del klingon hinchado de orgullo.
–
Larga vida a la casa de Mogh.
Poco
después todos los comandantes fueron transportados a sus naves y los cazas se
desplegaron alrededor del crucero mon calamari. Después este y sus escoltas
saltaban al hiperespacio.
Continuará…
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