El Resplandeciente
Le parecía extraño que ahora, cuando
se encontraba a bordo de una nave, en el espacio profundo, era el momento en
que se sintiera más relajado. Nunca había sido un oficial de la marina, y para
él aquel solo era un lugar donde se encontraba mientras se trasladaba de un
planeta a otro. Nunca se había sentido atraído por la inmensidad de la galaxia,
de esas parpadeantes estrellas que brillaban en la oscuridad, de sus misterios,
ni de sus secretos. Para él era un vacío anodino e irrelevante que debía
atravesar de vez en cuando.
Pero ahora deseaba estar entre la
inmensidad de las estrellas. Entre su silencio y su tranquilidad perpetua. ¿Tal
vez se sentía a salvo? Era absurdo, más bien era una sensación de serenidad que
había mucho tiempo que no sentía.
Abrió el datapad que contenía la carta de Jonua y volvió a leerla. Se la
habían entregado en su última parada en la base de Dantooine y procedía del mundo refugio de Santuario.
En ella el muchacho le explicaba lo que le habían ensañado en la escuela, y
como durante algunas las tardes, tras salir de clase, se unía a las
tripulaciones de pescadores que se internaban en los verdes océanos para
capturar los peces que usaban para hacer las conservas que enviaban como
suministros alimenticios al resto de la rebelión. O las veces que ayudaba en
las fábricas de manufactura de los uniformes, usando las variantes de algas de
las rocosas islas del planeta. Zhan, (1)
al releerla, se alegró no usar aquellos uniformes, ya que más de un soldado se
había quejado de no poder sacarse de encima el olor a pescado. La misiva
terminaba con otra suplicaba para que le llevara con él a bordo de aquella
nave. Desde hacía un tiempo todas sus cartas eran iguales: le explicaba su
férrea voluntad de luchar contra el Imperio Galáctico que había exterminado a sus padres y hermanos. De su convicción
de alzar de nuevo una República
democrática, justa y pacífica. Y del hastío cada vez mayor que sentía de la
colonia donde vivía. Decía que no tenía quejas de la familia que le estaba
cuidado, pero que deseaba luchar con todas sus fuerzas a su lado contra la
tiranía que se había adueñado de la galaxia.
Le escribiría una respuesta muy
parecida a la que ya le había mandado antes: que su momento llegaría, pero
debía de educarse, estudiar y convertirse en un adulto fuerte para luchar
contra su enemigo. No podía hacer nada más. El chico había sido uno de los
pocos supervivientes de un pequeño enclave donde vivían familias refugiadas.
Mientras que él acababa de perder a la única persona que había amado en su
vida. De alguna manera sus destinos se unieron. Conocía bien la naturaleza
humana y la de alguna que otra especie alienígena. Y sabía que el chico le
observaba como el padre que había perdido aquel día. Pero él no era su padre.
Ni su tío lejano. Jonua tenía 12 años y en su corazón ardía el deseo de
venganza. Aunque quisiera darle la razón, solo sería carne de cañón. Además,
¿llevarlo a dónde? El Resplandeciente
era una nave pequeña, un antiguo crucero de la clase Consular diseñado
originalmente para el traslado de diplomáticos por toda la galaxia. Hacía un
año que lo había adquirido en Tatooine
y lo habían acondicionado para servir en el departamento de señales de la Inteligencia rebelde. Apenas superaba los cien metros de largo y contaba con una
heterogenia tripulación de nueve seres, la mayoría de ellos alienígenas que se
habían unido a la rebelión por los más diversos motivos. Aquello no era vida para
un chico, apenas un niño, con demasiadas ansias por morir a manos de las
profesionales fuerzas militares de Palpatine.
La puerta se abrió y entró Seeriu
Ajaan, el oficial de navegación iktotchi.
Su aspecto, con los dos cuernos que le sobresalían de la cabeza, descendiendo
hasta los hombros, no dejaba de asemejarse a las arcaicas creencias humanas de
criaturas infernales. Sus ojos avellana se centraron durante unos segundos en
Zhan y luego en el datapad que había dejado sobre la mesa. Y este supo que las
características telépatas de aquel
ser habían captado los sentimientos que le había despertado releer la carta de
Jonua. Por un instante se sintió desnudo y la rabia se extendió por su interior
al sentirse examinado por Ajaan.
– Hemos recibido nuevas órdenes –
indicó rápidamente volviendo a mirar a Zhan –. Tenemos que dirigirnos al
sistema Tierfon.
Zhan se preguntó porque se lo
indicaba. Él era un mero asesor de la inteligencia. En realidad el iktotchi
posiblemente ni le consideraba un desertor legítimo como otros que nutrían las
filas rebeldes. Aunque realmente le daba igual lo que pensaran de él. Aun así
parecía esforzarse en considerarle el oficial al mando del Resplandeciente. Y aquella contradicción era lo que le irritaba de
Ajaan: no se fiaba de él, pero le obedecía como si él tuviera algún tipo de
autoridad. ¿Tal vez por eso le permitía que siempre le sondeara telepáticamente
o simplemente ya le daba igual?
– Saltemos al hiperespacio cuando la nave esté lista – indicó Zhan.
El iktotchi asintió y abandonó el
salón comedor situado en el centro de la nave. El antiguo oficial de la
inteligencia imperial, conocido como el Ubictorado,
sacó del bolsillo una de las píldoras rojas que siempre llevaba y tras servirse
un poco más de licor gralish, la
tragó junto al líquido verdiazul. Las cartas de Jonua siempre le hacían
recordar sucesos que deseaba olvidar y eso le provocaba un molesto dolor de
cabeza. Y la única manera de que este desapareciera era una de aquellas
pastillas rojas que le había recetado el doctor Sel’Sabagno. Al cabo de un rato se sentiría mejor y podría volver a
interpretar su papel de oficial rebelde que luchaba contra el Imperio de Palpatine.
Puesto avanzado
de Tierfon
El puesto avanzado de Tierfon era una base escavada en el interior de
un barranco, donde se encontraba la entrada para cazas y pequeños cargueros. En
el interior de la roca horadada, en lo más profundo del complejo, se encontraba
el centro de mando. Allí se había reunido los oficiales superiores de las siete
naves de combate de participarían en
el ataque, así como de los cuatro escuadrones de cazas espaciales asignados a la acción, el general Cracken y dos adquisidores, que lideraban la parte
planetaria de la operación. Junto a estos estaban los dos oficiales que a las
órdenes de este, se encargarían de captar las comunicaciones enemigas.
Gara esbozó el plan mostrando los
movimientos esperados de las fuerzas que protegían el sistema Pas’jaso en el proyector holográfico. Cuando terminó,
Zhan pensó que la idea del ataque era buena y si el Imperio actuaba como se
esperaba, todo saldría bien. Cracken, como buen oficial de inteligencia, además
quería aprovechar la situación para comprobar y supervisar su respuesta, y con
mucha, mucha suerte, interceptar sus códigos. Pas’jaso se encontraba en el
borde del Núcleo Galáctico, por lo
que era un lugar ideal para estudiar las comunicaciones y el tiempo de reacción
dentro de su territorio, que ellos creían controlar completamente. Lo que
permitiría conocer mejor su respuesta en futuras operaciones, tal vez más
ambiciosas y que erosionaran el todo poderoso poder de Palpatine.
Cuando terminó la sesión informativa
Zhan, vestido con un uniforme negro, fue el primero en salir de la sala de
control. Ajaan se encargaría de obtener los datos que necesitaría para llevar a
cabo su misión de observación. Desde hacía tiempo se había acostumbrado a la
soledad que le daba el Resplandeciente,
conocía a su pequeña tripulación, estos le toleraban y realmente no necesitaba
más. En cambio en aquella base estaba rodeado de desconocidos, algunos de los
cuales podían conocer su pasado, algo que ocurría con mucha asiduidad, y no
soportaba sus miradas inquisitoriales. Como si pudiera leer sus mentes sabía
que se preguntaba si realmente era un desertor o si aún continuaba trabajando
para el ubictorado. Se dirigió hacia los ascensores y ascendió hacia la
superficie que se extendía por encima de las subterráneas instalaciones
rebeldes.
Salió del bunker de acceso y observó
la débil línea de defensa que consistía en unas trincheras y varias baterías láser anti-infantería DF.9. Se
dirigió a la planicie donde había varias naves de pequeño tamaño, así como los
cazas que no habían cabido en el hangar principal de la caverna. Uno de ellos
era un carguero ligero corelliano
que tenía tres potentes motores en la popa. En la rampa de acceso frontal un clawdite estaba discutiendo con un
siniestro droide sonda de Arakyd, al que le habían pintado el
símbolo de la rebelión en su casco, que levitaba y se movía como si estuviera
enfurruñado. «¡No puedes venir a esta
misión, tu presencia levantaría sospechas…!» le estaba diciendo ante varios
soldados que hacían guardia, fascinados y temerosos de tener una de aquellas
temibles máquinas creadas para servir al Emperador. Pensó en lo locos que
estaban todos ellos. ¿Cómo creían poder hacer frente a un ataque imperial con
aquellas paupérrimas defensas formadas por equipo capturado u obsoleto como los
cazas ARC-170 (2) posados al otro lado
del campo de aterrizaje?
Apartó aquel pensamiento de la mente
y se dirigió al vetusto crucero diplomático de la clase Consular.
Otros técnicos que iban desde las naves a la base le saludaron con respeto.
Ellos no conocían su historia, no sabían que unos años antes les hubiera
torturado sin piedad para extraerles la localización de aquella base. Claro que
aquello quedaba muy lejos del sistema Tierfon, de aquel puesto avanzado de cazas, de aquella insignificante base
rebelde. Quedaba a un abismo de distancia.
Se aceró al Resplandeciente, que se encontraba prácticamente vacío. Casi toda
la tripulación había desembarcado y estaba en las instalaciones del puesto
avanzado. No es que fueran un casino de lujo, pero eran una distracción más que
interesante comparada con las paredes de la vieja nave, ahora convertida en un
espía silencioso, que se pasaba largas misiones estacionada en el espacio profundo,
en algún punto cercano a una ruta de patrulla o a algún sistema importante,
observando, catalogando, escuchando conversaciones que no podía descodificar,
esperando que algún técnico inepto descuidara los protocolos de seguridad y
permitiera una transmisión en abierto, lo suficientemente interesante como para
proporcionar alguna información útil a la rebelión. Lo cual era tan improbable,
como que Palpatine cometiera un error que le llevara a su destrucción.
A bordo solo encontró, sentado en el
acceso de la nave, al joven alférez Al-Ger-To, el criptógrafo cereano que con su complejo cerebro
binario jugaba con una figura geométrica de numerosos colores y formas. Era el
encargado de las comunicaciones y su misión era escuchar y clasificar los
mensajes interceptados. Aun así los sistemas de descodificación que poseían
eran antiguos y rudimentarios, por lo que se limitaban a buscar una hendidura
en el severo protocolo que les permitiera vencer la ingente maquinaria
imperial. Al-Ger-To asintió cuando Zhan pasó por su lado sin prestarle mucha
atención y este se dirigió hacia su cabina. Allí sacó la botella de licor
gralish y se sirvió un vaso. Estaba previsto que despegaran al día siguiente,
así que aún tenía treinta horas de descanso antes de volver a imitar la figura
de un capitán de aquella pequeña nave espacial.
Cuando Zhan abandonó la sala de
control, el resto de oficiales se agruparon en pequeños grupos y empezaron a
hablar de los pormenores de la misión. La mayoría ellos eran veteranos
rebeldes, y algunos se conocían entre sí, ya que la flota de la Alianza no era muy numerosa. Aun así tenían ciertas
dudas y aquellas sesiones eran ideales para despejarlas. ¿Podrían contar con
más apoyo? ¿Qué ocurriría si los planes iniciales no resultaban como estaban previstos?
¿Qué perfiles operativos podrían improvisar una vez cumplieran con su misión?
Todas aquellas preguntas fueron
resueltas por el capitán Gara y cuando se referían a otras partes del plan que
no era el ataque naval, por el general Cracken. Aun así este no pudo dejar de
observar intrigado al adquisidor Keegan. Era la primera vez que colaboraba con
él en una misión, pero conocía su reputación y siempre había oído hablar de él
con comentarios muy favorables. Sobre todo en lo que se refería a conseguir
equipos difíciles y que sus contactos se extendían por toda la galaxia, tanto
entre los bajos fondos, como entre algunos poderosos gobiernos planetarios.
También le había proporcionado al general Vernan, el jefe de la Inteligencia Rebelde, un contacto llamado Ronin.
Por el momento no se sabía quién era la misteriosa fuente, pero les había
entregado valiosos datos sobre despliegues estratégicos y avisos que evitaron
caer en varias emboscadas que hubieran resultado desastrosas. Y aunque él había
querido investigar más, Vernan solo le había dicho que la fuente tenía la
confianza de Keegan y este de Organa,
por lo que no era necesario saber más sobre Ronin.
(3) Y tras la reunión en Delaya, se había sorprendido el cambio
de opinión del prudente Bail Organa tras consultarlo con Keegan. Sabía que el alderaaniano era muy prudente, casi
contrario a cualquier acción que pudiera provocar a Palpatine, como aquella
misión, pero con un solo comentario de aquel adquisidor el líder de la Alianza
había cambiado de idea. Y ahora, durante la reunión su mirada estado clavada
todo el rato en Zhan, el antiguo agente de la contrainteligencia del ubictorado que pocos años antes había
desertado. En realidad en el único traidor de aquella siniestra organización.
Apartado del resto, Keegan
permaneció en la sala de control hasta que solo quedaron él y el general.
– ¿Quién era? – le preguntó a
Cracken sin más preámbulos.
– Un antiguo enemigo – respondió el
oficial sin necesidad de preguntar a quien se refería –. Y muy peligroso.
Cracken le explicó que Zhan
permanecía a un equipo situado en Eriadu,
bajo la tutela del deleznable Gran Moff Tarkin. Los cuales habían conseguido desmantelar numerosos operativos
rebeldes en el Borde Exterior. Eran
tres jóvenes oficiales que se hacían llamar el Trío de Tarkin y eran muy
eficientes. De esa manera el propio Cracken había ideado un plan para
infiltrarse entre ellos y desmantelarlo o por lo menos debilitar el grupo. Se
decidió enviar a una de sus agentes a enamorar a uno de aquellos hombres. Tarro de miel, se llamaba aquella
táctica y había funcionado muy bien con Zhan. Tanto que se había enamorado
realmente de ella y una vez descubierta esta por él, le había seguido ayudando.
Pero finalmente fueron identificados y capturados. De la agente no se sabía
nada, pero a Zhan lo habían logrado rescatar para conocer qué información había
podido filtrar al Imperio. Desde entonces Zhan estaba bajo su mando en tareas
de baja importancia en la interceptación de comunicaciones.
– Creo que es mejor ser precavido
con gente como esa. Solo está con nosotros porque no hay ningún otro lugar
donde podría permanecer a salvo – concluyó Cracken.
Los oscuros ojos del keshiano se
habían clavado en el oficial de la inteligencia durante todo su relato y cuando
este finalizó, aun tardó unos segundos en apartarlos. Finalmente asintió
pensativo.
– Gracias, general. Lo que acaba de
decirme me ha sido de mucha ayuda – dicho lo cual se salió de la sala.
Cracken se quedó intrigado, pero se
guardó para sí sus pensamientos.
Planeta imperial
Pas’jaso
La sala de conferencias era anodina. De forma circular había una gran
mesa también redonda con doce asientos y un holoproyector central. Las paredes eran metálicas y la luz procedía
del techo. Era un lugar como miles a lo largo y ancho del Imperio Galáctico, ya que aquel diseño funcional e industrial podía
encontrarse en la mayor parte de la galaxia, desde estaciones de combate a
guarniciones planetarias o instalaciones gubernamentales.
Poco a poco los altos oficiales
fueron tomando asiento alrededor de la mesa. Frente a cada uno de ellos había
un sencillo plafón de control, aunque solo al que correspondía al asiento con
el respaldo más alto, era capaz de controlar el holoproyector central. El
capitán Vantorel (4) pensó que el
motivo de instalar aquellos controles frente a cada una de las sillas, era la
intención de crear una ilusión de control sobre el que se sentaba en ellas.
Pero que en realidad, esto era una ficción, una mera estratagema e ilusión.
Obviamente se guardó para sí aquellos pensamientos.
Conocía a los asistentes, la mayoría
de ellos eran oficiales del sector, la mayoría eran comandantes de naves de
combate, como él mismo. Estaban los capitanes Yuron y Neikal del destructor de la clase Imperial: Resplandor
y el crucero Virulencia,
respectivamente. El primero había sido ascendido a comodoro de manera
provisional, tenía fama de sanguinario, muy apreciado por la jerarquía superior
por su desmesurada adulación a los políticos, aunque en realidad era un
mediocre. El segundo era un oficial corriente, que había ascendido al mando de
su Immobilizer 428 tras la repentina muerte de su anterior comandante en un accidente.
También estaba el capitán Noglat, un veterano oficial, que por su abultada
barriga y su canoso cabello, parecía querer terminar su carrera en un lugar
tranquilo. Estaba al mando del vetusto destructor Resolución, de la clase Victory, y había sido el responsable
del sistema, junto a un pequeño grupo de otras naves de segundo orden igual que
la suya. Según podía observarle, intentaba mantener la compostura, pero quedaba
claro su incomodidad: primero por perder el control de la protección de su
sistema y después por creerse en un segundo plano tras la asignación del
capitán Yuron como comodoro y líder de la pequeña escuadra reunida para
defender Pas’jaso. El resto eran oficiales de los dos cruceros clase Strike que
participarían en la emboscada.
También estaba el responsable de inteligencia del OSI, un tipo miope de
mente, que llevaba su uniforme blanco descuidado. Había leído su informe y la
información sobre el ataque precedía de otro sector, y cuyo oficial era
visiblemente más competente. El cual había logrado chantajear al navegante de
una corveta corelliana CR90 implicada
en el ataque, llamada ridículamente Mar
de Esperanza. Estaba claro que el rebelde no había tenido acceso a los
datos más importantes de la operación, por lo que estos estaban llenos de
lagunas.
– Como han leído en sus scandocs
– empezó diciendo el moff Lodak
cuando tomó asiento en la mesa circular. Era un hombre seguro de su posición,
enérgico e inflado de ambición que no podía disimular –, nos encontramos ante
un ataque de esa terrorista rebelión. Un traidor a estos, nos ha comunicado que
pretenden atacar nuestro sistema con una considerable fuerza naval, o lo que es
lo mismo: un pusilánime grupo de naves de guerra. Nuestro deber, como leales
oficiales del Imperio, es no solo
impedir la incursión, sino aplastar a esos terroristas como las chiches de Drunost que son – dijo enfatizando la frase
apretando el puño.
» La demostración será brutal y
despiadada, ya que buscamos la destrucción de que cualquiera que ose alzarse
contra nuestro amado Emperador solo tiene un destino: morir inútilmente.
» Según el plan al que hemos tenido
acceso, el enemigo aparecerá por la ruta hiperespacial de Coruscant y
atacarán nuestra estación de estación de seguimiento lunar, para después
destruir las instalaciones orbitales. Las naves de patrulla del sistema las
seguirán, como ellos seguro que esperan que hagamos, pero cuando estén sobre la
luna, aparecerá el escuadrón del comodoro Yuron con sus destructores y les
aniquilarán.
» ¿Alguna consulta? – preguntó
retóricamente Lodak.
Todos se miraron entre sí, sabedores
que nadie osaría replicar al moff, ya que todos conocían sus amistades con
influyentes senadores del Centro Imperial y que su paso por Pas’jaso
era un simple interludio antes de conseguir el cargo de gran moff y controlar muchos más sectores.
– ¿Está seguro que el finalidad solo
es atacar las instalaciones orbitales del sistema? – preguntó entonces Vantorel
–. Sinceramente no tiene mucho sentido. En la superficie se encuentra un centro
de almacenamiento de repuestos navales más importante que el resto de
objetivos. ¿Por qué no destruirlo antes que el puesto lunar? Su importancia es
mucho mayor…
– Capitán Vantorel – le interrumpió
tajante Lodak –. Aprecio su… preocupación. Pero el agente rebelde que nos ha
dado la información, como habrá comprobado en su scandoc, nos ha facilitado la orden de batalla original. Desconozco
cuales son las ineptas intenciones de esos terroristas, pero sí sé cuál es su
objetivo: nuestro puesto de seguimiento en la luna, de eso no hay duda.
» Aquí no está su mentor, el
excelentísimo Lord Darth Vader –
dijo con visible desprecio –. Así que desearía que se guardara sus inapropiados
comentarios. Dentro de unos días llegará la fuerza rebelde, y espero que esté a
bordo de su nave y acate las órdenes del comodoro Yuron, que ha asumido el
mando del escuadrón. ¿Lo ha entendido capitán Vantorel?
– Cristalinamente, moff Lodak –
respondió Vantorel asintiendo servil. Había aprendido que era mucho mejor
parecer un fiel lacayo que un oficial díscolo. Pero también sabía que a todos
les llegaba su tiempo de la Parca.
Vantorel descendió de la lanzadera
personal en el gran hangar principal de su destructor el Aniquilador. A muchos capitanes les gustaba ser recibidos por una
guardia personal de los inmaculados soldados de asalto, en algunos casos para satisfacer su ego vanidoso de poder. Otros
por su propia seguridad ya que no habían sido pocos los oficiales que habían
sucumbido por culpa de un desafortunado accidente. En su caso mantenía el
protocolo, pero pensaba que este era innecesario y quería suprimirlo, ya que no
lo creía oportuno, ni necesario. Hacía dos años que había recibido el mando del
Aniquilador, un reluciente destructor de la clase Imperial II y era algo que solo se lo podía agradecer a lo que
podría llamarse su protector: Lord Darth Vader, la mano ejecutora del
Emperador. Desde entonces había sido asignado a misiones menores, patrullas
dentro del Núcleo Galáctico y una
absurda caza de piratas en el borde del Espacio Hutt. Para después de aquello volverle a asignar al Núcleo Galáctico donde
el perfil de misiones se limitaba a patrullar sistemas estelares para mostrar
el poder del Imperio a sus habitantes y así evitar que tuvieran la tentación de
alzarse contra el Nuevo Orden. Estaba seguro que aquellas asignaciones eran el
fruto de la xenofobia alienígena que imperaba en el seno de la Armada Imperial. A nadie le gustaba que
él, de ascendencia alienígena, tuviera el mando de una de las naves más
poderosas y mortíferas de su flota.
En el hangar, había ido a recibirle
era el segundo oficial y amigo, el mayor Zilka Valorum. (5)
– ¿Cómo ha ido la reunión? – le
preguntó este, aunque por la cara que tenía su comandante ya imaginaba que no
había ido bien.
– Lodak es un inepto aun mayor de lo
que creía – replicó secamente.
– Tiene buenos contactos en
Coruscant – le recordó Valorum mientras ambos se dirigían hacia el ascensor que
les llevaría a la torre de mando –. Fuera de eso nunca se destacó por nada más.
– Tú también los tienes, y te
destacas por mucho más – le recordó su superior.
– Ser el nieto de Finis Valorum, el último canciller supremo de la Antigua República, no creas que abre
muchas puertas – le replicó con calma –. No deja de ser el antecesor de Palpatine
en el cargo y su final no fue muy honorable. Te recuerdo que no pudo resolver
una crisis con la Federación de Comercio
que muchos consideran el preámbulo de lo que al final desencadenó las Guerras Clon. Además nunca he querido
usar mi apellido para ganar favores, prefiero hacerlo de la misma manera que tú
y yo sabemos hacer mejor: ganárnoslos.
– Siempre consigo sacarte tu parte
más susceptible cuando saco el tema de tu familia, amigo mío. Perdóname – le
replicó el capitán del Aniquilador
con una leve sonrisa en los labios, pero que se truncó al recordar el plan de
Lodak.
» Aun así, ese moff estúpido ni se
ha molestado en escuchar, no sé ni por qué lo intenté – continuó furioso –. El
plan rebelde no tiene sentido, salvo que sea una distracción para un ataque al
resto del sistema. Eso incluso lo vería una dianoga tuerta.
» Y por si no solo fuera eso, el
despliegue que ha ordenado Yuron es el peor que puedas imaginarte. Si no supiera
que es un idiota, diría que trabaja para la Rebelión. Cuando lo veas, no te lo
podrás creer.
– ¿Tan malo es?
– Peor. Es la demostración que Yuron
jamás pisó un aula de estrategia naval, si es que fue a alguna clase alguna
vez. Y encima subestima a nuestros adversarios. Estos pueden ser una panda de piratas,
pero no les falta valor y más de uno es inteligente. Si entre ellos hay alguno
más listo o desesperado de lo normal, dudo que podamos atrapar ni a una cuarta
parte de sus fuerzas. Cada vez están mejor coordinados, y liderados. Además la
valentía, aunque puede parecer locura, en ocasiones puede ser una cualidad a
temer.
– ¿Vas a hacer algo al respecto?
– Si Lodak cree que tiene amigos en
Coruscant, yo también los tengo. Escribiré un memorándum y lo mandaré.
– ¿Y crees que servirá de algo? – le
preguntó prudente Valorum. Conocía bien a Vantorel y sabía que su amigo se
sentía como un rancor encerrado en
una cueva, inútil y frustrado, acumulando rabia e impotencia por dejarle
apartado de la guerra civil que
empezaba a fraguarse en la galaxia con una rebelión cada vez más osada y
organizada. Era como un volcán aguantando el magma en su interior, aumentando
poco a poco la presión hasta que estallara. Y no deseaba que eso le
perjudicara. Por si ni sus contactos pudieran protegerle entonces.
– No – respondió hastiado –. Pero
por lo menos mis objeciones estarán por escrito. Y cuando Lodak y Yuron caigan
de cuatro patas ante la clara estrategia rebelde, podré decir que ya lo
advertí.
– Solo te aconsejo prudencia, nada
más.
– Y te lo agradezco – le respondió
Vantorel sonriendo con afecto a su primer oficial. Poco después las puertas del
ascensor se abrían en los niveles de mando de la torre del destructor, donde
esperaban el resto de oficiales del Aniquilador
para recibir las últimas instrucciones antes de alejarse de la órbita del
planeta.
Continuará…
Notas de
producción:
(1) El comandante
Zhan es uno de los protagonistas del Crossover Star Trek – Star Wars publicado en este blog. Al escribir las historias
de Keegan, aproveché la oportunidad de explicar los antecedentes de este dentro
de la Alianza Rebelde.
(3) Para conocer la
historia del agente Ronin, misteriosa fuente de la Alianza Rebelde, se ha de leer el relato del USS Spirit. Historia
independiente del Crossover Star Trek – Star Wars y que explica la odisea de una nave de la Flota Estelar llegada,
tras un accidente, a la galaxia dominada por el Imperio Galáctico.
(4) Como ocurre con
Zhan, el personaje de Vantorel es uno de los personajes principales del
universo de Star Wars creado para el Crossover Star Trek – Star Wars. Y al igual que
él su presencia en los relatos del Jedi Perdido permite profundizar en su pasado como oficial del Imperio.
(5) Al igual que
Zhan y Vantorel, Volarum es un personaje aparecido en el Crossover StarTrek – Star Wars.
Pero que no pude desarrollarlo como me hubiera gustado, por lo que utilicé esta
oportunidad para hacerlo.
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